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Sexto Semestre
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que tiene en su interior y a su vez examinar si estas son fieles impresiones, si son
invenciones de él o si son innatas. Divide entre los distintos tipos de ideas e identifica
cuáles son las que le pertenecen a cualidades extensas, cuáles son las que a pesar de que
parecen no existir fuera de su pensamiento no son inventadas por él y cuáles parecieran
estar presentes en él desde siempre. De este modo en la siguiente parte se encarga de
examinar la naturaleza de las ideas matemáticas, debido a su irrefutabilidad, parecieran
tener un carácter superior a las demás ideas. No obstante, en la siguiente parte examina
la idea de Dios, y a pesar de que también tiene una naturaleza eterna y verdadera como
las matemáticas, aquella idea se diferencia en que a su esencia le corresponde
necesariamente una existencia. Refuta cualquier posiblidad de haberla inventado o
recibido por los sentidos: por tanto es una idea innata, que es la que le permite
garantizar la validez del criterio de verdad a todas las demás cosas. Esto lo demuestra en
la última parte. Este esquema es a manera general las cuestiones de las que se encarga,
siguiendo un orden para demostrar su tesis principal.
Antes de comenzar propiamente con el comentario es conveniente exponer y
clarificar los conceptos que se encuentran en el texto pues algunos de los términos del
texto son también utilizados por otros filósofos y por tanto eso es importante distinguir
el sentido en que se plantean. Entre algunos de estos términos que pueden prestarse a
ambigüedad están los de idea, verdad, distinto, innato, esencia, necesidad, perfección y
Dios. En primer lugar, el concepto de idea, Descartes lo concibe como una
representación que puede a su vez ser un reflejo de algo externo a él, o por otro lado
como el resultado de combinar diversas ideas para crear una que no se encuentra como
tal en el exterior, o finalmente como innata que es la que no fue recibida por los
sentidos ni fue compuesta, sino que se encuentra unida a su pensamiento desde su
nacimiento. A diferencia del platonismo, estas ideas no son directamente relacionadas
con la esencia, ni tienen existencia independiente sino que simplemente son un reflejo
de algo que tiene más realidad objetiva que estas (a excepción de las ideas
“compuestas” pues estas solo existen dentro de su pensamiento pero sus diversas partes
corresponden a diversas cosas que se encuentran fuera). Al tipo de ideas innatas les
adjudica las características de claras y distintas, pues su verdad es intrínseca e
irrefutable. Define verdad a la propiedad que tienen las ideas de ser comprendidas en su
claridad, en distinguir su origen y naturaleza, y esa verdad corresponde con algo
existente. Cuando habla de esencia se refiere al tipo de naturaleza al que pertenece
cierta cosa, por ejemplo, las cosas materiales tienen una naturaleza cambiante, temporal,
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confusa, mientras que Dios tiene una naturaleza actual, eterna y existente: a este único
ser le adjudica dentro de su esencia una existencia necesaria pues dentro de su
concepción se encuentran inseparablemente unidos. Esta necesidad es propia de su
mismo ser, no depende ni de la lógica humana ni de un pensamiento determinado. De
este modo, cuando se concibe a Dios, a priori se le define como perfecto, y Descartes
supone que perfecta es la existencia. A su vez también cuando habla del conocimiento
le califica de perfecto cuando éste se posee de manera clara y distinta sin menor cabida
a la duda.
1
René Descartes. Meditaciones Metafísica. Madrid: Gredos, 2014. p.49
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cosa le pertenece en efecto”2, se emprende a investigar la naturaleza de la idea que tiene
de Dios.
Ahora bien, Descartes se plantea otro problema, que pertenece ya a otro orden, pues
a pesar de que comienza desde una base, que es el de las ideas claras y distintas, donde
demostró la irrefutable verdad en las formas matemáticas, se cruza hacia otro ámbito
que es el de examinar las propiedades, origen, relación y veracidad de la idea que tiene
de Dios. Y pertenece a otro ámbito pues las consecuencias que resultan de este análisis
tienen repercusiones de mucha mayor amplitud que el de las ideas matemáticas. En
primer lugar, reconoce la presencia de tal idea de Dios en su pensamiento, y niega sea
una creación por varias razones, entre las que se encuentra que la tiene contra su
voluntad, no depende de él en absoluto, su verdad están al nivel del de las verdades
matemáticas, es decir, tiene una esencia inmutable y eterna. No obstante denota una
diferencia, la esencia de Dios es distinta a la de aquellas ideas pues dice que estas no
tienen necesidad de tener existencia fuera de su pensamiento, no obstante la de Dios sí,
y esto reside en lo que él entiende por su esencia, y esta es que tiene una existencia
actual y eterna, y demuestra esto de nuevo con el criterio de que esto lo concibe clara y
distintamente. Descartes se defiende firmemente de la objeción de que a pesar de que tal
reconocimiento de la naturaleza eterna de Dios comience por su capacidad de concebir
tal pensamiento - de no poder separar la existencia de la esencia de Dios- niega
totalmente que tal verdad dependa de él como sujeto, pues dice que él solo refleja tal
validez, pero esa necesidad de verdad no reside en su pensamiento, sino que esa
necesidad es exterior. Entre otro de los argumentos que utiliza en esta meditación para
demostrar su premisa es la de que es parte de la perfección –que necesariamente le
pertenece por definición a Dios- el ser existente, en acto, eternamente. De todo esto
concluye que puesto que la idea de Dios es totalmente independiente de su pensamiento,
aquella es entonces, innata y es inmune a cualquier duda u objeción. Para finalizar,
Descartes acentúa la relevancia de esta última demostración, del carácter –verdadero,
inmutable, eterno, esencial-existente- de Dios, pues “la certeza de todas las demás
cosas depende de ella de manera tan absoluta, que sin ese conocimiento resulta
imposible poder saber nunca nada perfectamente”3. Y de esta manera se despoja de los
demás problemas que le impedían concebir el alcance de una verdad firme, aquellos
son: (I) la duda que puede emerger hacia las ideas matemáticas mientras no se tenga el
2
Ibídem.
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Ibíd. p.52
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pensamiento fijo en su proceso de demostración –pues una vez ha sido demostrado su
verdad ya no se les puede dudar-, (II) la concepción de la naturaleza humana como
capaz de equivocarse aún en las ideas que puede llegar a pensar como claras y distintas
–pues Dios no tiene por qué engañar-, (III) se refuta entonces la posibilidad de un Dios
engañador que distorsione la realidad y el criterio de su verificación (IV) y se despeja la
confusión acerca del no-discernimiento del sueño con la vigilia –pues aún cuando sea
un sueño no deja de ser una idea verdadera mientras se conciba clara y distinta- .
A lo largo de todo el texto puede percibirse cómo Descartes comienza su trayecto de
demostración de verdades desde una introspección interior, desde el sujeto como yo
consciente, esto porque parte desde lo que le es más conocido para conocer después lo
que es menos. Esto tiene mucha importancia para la historia de la filosofía pues parece
que no se había hecho esto nunca antes, a razón de que se desprestigiaba al sujeto como
sometido a la gran variedad de errores. No obstante, al contrario, el sujeto es aquí el
responsable a primera instancia de la verificación de verdades, pues como punto de
partida es el que aparta del escepticismo radical pues permite no sólo conocer verdades
en distintos ámbitos –material, formal (matemático y de Dios)- sino el criterio que
posibilita la seguridad en la veracidad del conocimiento. De esta manera, en su proceso
para encontrar la verdad en las cosas, Descartes va descubriendo los diversos orígenes y
naturalezas a los que pertenecen cada una de las ideas; así como la manera en que se
relacionan. Esto último se refiere a que es la idea de Dios la que permite no sólo
conocer verdaderamente las ideas de las cosas sino tener seguridad en la eficacia del
criterio de verificación. Ahora bien, en cuanto a su proceso de delimitación de la idea
de Dios, esto lo hace así mismo desde el conocimiento que tiene en su interior, y
pareciera que lo definiera en función de las privaciones que él tiene como sustancia
pensante, esto es, Dios tendría una existencia no garantizada por otro sino por él mismo,
su esencia se identifica con su existencia, de manera actual, “esencial”, única, primera, y
eternamente; no en potencia, accidental y temporalmente como el hombre posee.
Bibliografía
Descartes, René. “Quinta meditación: Acerca de la esencia de las cosas materiales; y
otra vez acerca de Dios, que existe” en Meditaciones Metafísica. Madrid: Gredos, 2014.
pp. 48-54