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http://www.desdeelexilio.com/2011/10/31/una-aproximacion-evolucionista-al-liderazgo-
entrevista-a-mark-van-vugt/
Cuando una especie animal es grupal, los individuos que la componen no viven en
solitario, ocultándose de potenciales depredadores y al acecho de sus presa o de un
coespecífico de sexo opuesto con el que aparearse. Formar un grupo es entrar en una
nueva dimensión, que va más allá del tamaño, e incluye nuevas formas de relacionarse
con el entorno, que ahora es, por un lado los otros miembros del grupo, y por el otro todo
lo demás. Los grupos que no tienen alguna clase de organización interna tienden a
desintegrarse. Por ello las especies sociales han desarrollado mecanismos de
coordinación de sus miembros, y de especialización, llegado el caso, para afrontar los
retos (riesgos y oportunidades) que el entorno natural les presenta de continuo.
Especies de insectos sociales como las hormigas nos sorprenden por su organización y
coordinación “perfectas”, que responde a una programación genética igualmente
“perfecta” (para los entornos en los que les ha tocado evolucionar y adaptarse). Pero en
dichas especies no existe nada parecido a un individuo. Bien hizo E.O.Wilson (el mayor
experto en hormigas del mundo, aparte de fundador de la Sociobiología) en calificarlas de
superorganismos. Recuerdan las hormigas ( y otros insectos sociales del estilo), con su
comportamiento, más a una célula somática, que se sacrifica en apoptosis por la
supervivencia del organismo todo, que a cualquier otro organismo social. Incluso las
células pueden rebelarse y formar un cáncer, cosa impensable en una colonia de
hormigas.
Los mamíferos que forman grupos tienen cerebros más desarrollados, y todo un sistema
de afectos ubicado entre el dienféfalo y el telencéfalo denominado sistema límbico que
hace que sientan y padezcan, lo que les convierte en protoindividuos. Este sistema de
afectos está vinculado primeramente a los cuidados maternales. La estrecha relación que
se establece entre madre e hijos durante los primeros estadios del desarrollo de los
últimos requiere de cerebros que prefieran a su descendencia a todo lo demás, y se
entreguen a ella y a su cuidado. Algunos mamíferos sociales amplían los afectos más allá
de la descendencia, si bien en menor grado. La tendencia de los grupos animales hacia la
meta de la supervivencia en común hace que sean capaces de reconocerse unos a otros
y de interactuar tanto para coordinarse como grupo como para defender cada uno sus
respectivos intereses individuales. Los afectos tienen distinta valencia según se colabore
o se compita (dentro del grupo) por un recurso. Surgen así tanto las alianzas como los
conflictos, ambos estrechamente relacionados, puesto que las primeras promueven el
conducirse con éxito en los segundos. En la lucha “fraticida” de los miembros del grupo
termina por establecerse una jerarquía, en la cual hay unos individuos dominantes y otros
dominados, que esperan en la sombra su oportunidad para hacerse con el mando.
¿Ejercen los primeros un liderazgo? Algunos autores consideran que aunque no es un
liderazgo en sentido estricto si se trata de un precursor de lo que luego en nuestra
especie, en psicología, denominamos como tal. Entre los animales (no humanos) se
formarían relaciones de dominancia y sumisión, entre los humanos, también, claro, pero
habríamos sido capaces, por diversos motivos, de evolucionar culturalmente hacia formas
de mando más carismáticas o tradicionalistas y menos agresivas (al menos en sus
manifestaciones). (Uno de los autores que defiende este planteamiento es Nigel
Nicholson, a quien entrevistamos recientemente) Pero ¿hay algo así como un paquete de
genes, cambios en el desarrollo biológico, y comportamientos asociados que conducen a
unos individuos a tener el potencial de subirse al carro y tomar las riendas de la
coordinación social y a otros, en cambio, su genética les induce a seguirles (de buena o
mala gana). a ser partidarios entusiastas, detractores mudos o individuos semiapartados
de la corriente social que la ven pasar y toman lo que pueden de ella? ¿Qué pasa durante
la vida de los que acaban ejerciendo un liderazgo en un país, en una guerra, en un grupo
de amigos, en un grupo de personas reunidas al azar y puestas a trabajar juntas?
¿Cuáles han de ser las virtudes del líder, o incluso sus defectos para que los que le
elevan hasta dónde está, en la cúspide de las escala social, lo hagan? Porque el liderazgo
no es algo que emane exclusivamente del lider, sino también de quienes lo convierten en
tal. Hay también una imagen de cómo habría de ser un líder compartida por quienes le
eligen y le sustentan, o bien unos beneficios que pueden ser un pago por su apoyo o algo
entendido como justicia social.
La teoría de juegos, muy usada en biología evolucionista, se está utilizando ahora para
desarrollar modelos de liderazgo y seguimiento que expliquen de qué forma podrían haber
evolucionado estas características, si se entiende que no son una mera continuación de
las relaciones de dominancia y sumisión que se encuentran en otras especies por
doquier. Un autor holandés, Mark Van Vugt, ha desarrollado modelos de teoría de juegos
en los que se observan ventajas y desventajas de optar por liderar o seguir en diversas
situaciones que podrían haber sido importantes en la supervivencia de nuestros
ancestros. A través de estos modelos se llega a la conclusión de que en las sociedades
humanas ha de existir un equilibrio entre unos y otros de forma tal que éstas tengan un
dinamismo que las conduzca a las metas propiamente humanas (bajo las cuales
subyacen las metas últimas de supervivencia, oportunidades de apareamiento y
bienestar). Demasiados líderes llevan a un conflicto permanente, demasiados pocos a
una lenta decadencia y podredumbre moral.
Lo que está claro es que el liderazgo no es un capricho de la naturaleza, es un proceso
que surge entre líderes y seguidores en especies sociales, muy destacablemente en la
nuestra, que beneficia la integridad y dinamismo de los grupos y hace que estos sean
capaces de enfrentar al medio en mejores condiciones, incluyendo este medio otros
grupos de la misma especie, cuya mejor o peor coordinación, cuya mejor relación entre
líderes y seguidores, puede ser determinante en la obtención diferencial de los recursos
del medio. Sobre esto la selección multinivel ha hecho numerosas aportaciones.
4.-¿Qué aporta el liderazgo a los grupos? ¿Cuáles son sus límites, dónde acaba el
líder y empieza el déspota o el mal líder en general?
A menudo el liderazgo no es necesario porque los grupos se pueden organizar muy bien
con tareas sumamente sencillas y rutinarias. Por otra parte, habiendo evolucionado en
sencillas sociedades igualitarias, los seres humanos no aprecian realmente las diferencias
de poder. A pesar de todo, hay en ocasiones una necesidad de acción colectiva, como en
las guerras u otras crisis, y entonces es bueno disponer de líderes que tomen las
decisiones en nombre del grupo. El problema está en recuperar el poder otorgado al líder
una vez desaparecida la amenaza. Y es ahí donde comienza el despotismo. Ya que el
poder es un recurso atractivo desde un punto de vista evolucionista, los líderes
(especialmente si son varones) tratan de aumentar sus poderes, correspondiéndole a los
seguidores el asegurarse de que dicho poder se restrinja. Este es el problema
fundamental que enfrenta toda sociedad: Como seguidores queremos ser liderados, no
dominados, pero para aquellos en la cúspide resulta bastante más atractivo dominar que
liderar.
6.-Nassim Taleb, en sus obras, incide mucho en el peso del azar en nuestras
circunstancias sociales y personales, y más en las complejas sociedades que hoy
formamos. ¿Hasta qué punto puede uno ser elevado o arrojado al vacío por el azar
de los hechos sociales, con independencia de sus cualidades naturales de
liderazgo?
Un muy buen ejemplo de esta forma de liderazgo accidental la tenemos en El Jardinero
Retrasado (interpretado por Peter Sellers) en la película clásica “Estar ahí.” Simplemente
ocurre que está en el lugar correcto en el momento apropiado para convertirse en asesor
del Gobierno Federal de Estados Unidos a partir de de la sabiduría que obtuvo como
jardinero. Sus conocimientos de jardines es vista por el gobierno como lecciones de gran
importancia para la prosperidad del país. Y así, él adquiere carisma. La lección es que
todo el mundo puede ser un líder carismático si resulta ser el que dispone de un
conocimiento o experiencia únicos que el grupo necesita en ese momento particular.
Sitios WEB:
http://professormarkvanvugt.com/