Sunteți pe pagina 1din 4

Creciendo en comunidad

LA COMUNIDAD

Dios es comunión de amor, es un misterio: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas divinas que forman un
“Nosotros”. “Las personas divinas son realmente distintas entre sí: Dios es único pero no solitario”
Catecismo Católico nº 253 y 254).

Las personas divinas, inseparables en su ser, son también inseparables en su obrar (Catecismo C..n º267), sin
embargo, cada uno tiene su propia acción:

El Padre es el Creador, me creó como también a todo el mundo que me


rodea. El Hijo es el Salvador, es el Redentor que me salva del mal y de la muerte. El Espíritu Santo es el
Santificador, el que me da vida y transforma mi espíritu. Contamos con el amor de Dios. Nuestra
esperanza debe ser arrojarnos en sus manos amorosas: esta confianza nos lleva a
superar las angustias y depresión.

En la creación Dios instituye la familia que es la comunidad humana:. “Y Dios creó al hombre a su imagen, los
creó varón y mujer”(Gén.1,26-27) “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y
los dos llegan a ser como una sola persona” (Gén.2,24)
En este “hagamos al hombre a nuestra imagen” Dios nos está mostrando cómo debemos vivir en comunidad, a
semejanza de la Comunidad Trinitaria. Nos creó un Dios comunitario, para vivir en comunidad con Él, con
nuestros semejantes y con la naturaleza.

La base de toda Comunidad es la alianza de amor nueva, eterna y universal que Dios Padre hace con nosotros,
en Jesucristo. Esta Alianza es la que tenemos que vivir en nuestro hogar, nuestra familia, con nuestros vecinos,
nuestro país, en nuestra comunidad de Iglesia, en el mundo.

La Iglesia es una gran comunidad. El Espíritu Santo se manifiesta principalmente en comunidad, como lo vemos
en Pentecostés cuando estaban todos reunidos con María; allí se derramó el Espíritu Santo regalando los dones
y carismas.

La Iglesias es un cuerpo donde cada uno tiene su carisma y su ministerio sirviendo a los demás. Nos une nuestro
compromiso de amor con Jesús y su Evangelio. Rom.12, 4-5: “Porque así como en un cuerpo tenemos muchos
miembros, pero no todos tienen la misma función, así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo
cuerpo en Cristo y somos todos miembros unos de otros”. Cada uno tiene sus propios dones y carismas que el
Señor le entrega para beneficio de la comunidad. Pablo dice que todos los carismas son necesarios para el buen
funcionamiento del cuerpo, insiste en la misma dignidad y en la corresponsabilidad de todos. 1° Co 12, 7 “Dios
da a cada uno una prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos”.

En la Iglesia, que es ese cuerpo de Cristo, cada cristiano tiene una función particular para el bien del conjunto
pues no todos sirven para lo mismo. 1° Co 12, 27-28 “Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno de ustedes es
parte de ese cuerpo. Dios ha querido que en la Iglesia haya, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar,
profetas; en tercer lugar, maestros luego personas que hacen milagros, y otras que curan enfermos, o que ayudan,
o que dirigen, o que hablan en lenguas.”

El encuentro con Jesús lleva necesariamente al encuentro con el hermano. El primer mandamiento, amar a Dios
va unido al segundo: amar al prójimo. Tenemos que aprender en el amor de Dios a aceptarnos unos a otros,
vencer nuestro egoísmo. El Espíritu Santo, fuente de unidad, nos va capacitando para ser uno en nuestra
diversidad. Todas las dificultades de las comunidades, comienzan y terminan en nosotros. Con frecuencia
cuando me cae mal alguien es porque yo proyecto en ella mis temores, angustias, rechazos.
Los hermanos me ayudan a permanecer en Jesús y si me caigo, me ayudan.
Jesús siempre se retiraba a orar antes de hacer algo. Nosotros también debemos orar antes de hacer algo, orar
para superar las dificultades, para permanecer en la roca firme que es Jesús. Sentirme amada por Jesús y por
mis hermanos, valorada y aceptada, me da confianza y da unidad al cuerpo, nos une como grupo. Me alientan
llamándome por teléfono o dándome una palabra oportuna: esa llamada me da nuevas fuerzas, confortándome,
de alguna manera, en las dificultades.

La Comunidad es camino y es vida, es el mismo Dios quien nos va ayudando a despojarnos del hombre viejo
que todos llevamos dentro sacando nuestros egoísmos, nuestro pecado, enseñándonos a perdonar, sanando
nuestro corazón. Aceptar al otro y tener paciencia es lo que nos cuesta pero acordémonos que Dios nos perdona
y nos acepta. Gal 5, 25 y 26 “Si ahora vivimos según el espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu; depongamos
toda vanagloria, dejemos de querer ser más que los demás y de ser celosos.”
Se da la auténtica relación con el otro cuando soy capaz de aceptar la parte del otro que no entiendo pero la
respeto. Una comunidad empieza a ser verdadera comunidad cuando dejamos de mirarnos el uno al otro para
mirar juntos en la misma dirección.

Si veo una falla en mi, tengo que reconocerla y confesarla para que nazca en mí el amor en esa área de mi alma.
Que no nos muevan las murmuraciones, ni las críticas nos afecten tanto. Lo primero es conocernos a nosotros
mismos, nuestras cualidades y también nuestros defectos, para que ni los halagos ni las críticas nos alteren. Si
nos critican, demos gracias a Dios porque en la luz del Señor y con su gracia, podremos corregirnos. En las
dificultades, no nos olvidemos que Jesús está con nosotros y nos levanta. Todo lo que uno tiene y es, lo recibe
del Señor y también de los otros. Muchas personas nos han ayudado en el
camino, nos han dado cariño, apoyo, nos han enseñado y también corregido. Todos los que me hicieron daño
también me enseñaron pues el dolor hace crecer.

También es importante ser agradecidos: dar gracias por lo que el Señor nos da y también agradecer a nuestros
hermanos lo que ellos nos dan. Tener nuestro propio magníficat con la historia de mi vida, para dar gracias al
Señor por todo lo que me da cada día, tener una memoria del corazón.

LO QUE DEBE ESTAR EN TODA COMUNIDAD. CUALIDADES QUE


DEBE TENER TODA COMUNIDAD

Amor: atender con amabilidad, buscando la comunicación con el otro.


1ª Juan 4,20 “Si uno dice:” yo amo a Dios” y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano a
quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”.

Amistad: es la forma más sublime del amor. Estamos llamados a ser amigos. Amistad implica intercambio,
comunicar lo que uno tiene y lo que uno es, entregarse por entero. El conocimiento de la otra persona es
indispensable ya que no podemos amar lo que no conocemos.

Tolerancia: aceptar que el otro piense distinto, que tenga caminos y soluciones diferentes a las mías. En Col.3,
13 leemos: “Sopórtense y perdónense unos a otros si uno tiene motivo de queja contra otro. Como el Señor los
perdonó, a su vez hagan ustedes lo mismo.”

Paciencia: aceptar las debilidades, las fallas del otro pues todos nos equivocamos. Aceptar que los tiempos del
otro son diferentes a los míos.

Respeto: hacia las otras personas, sus gustos, sus pertenencias, su manera de ser. No tratar de cambiar al otro.
Lealtad: de unos con otros apoyándose mutuamente, corrigiéndose respetuosamente las faltas, evitando las
burlas, la ironía, la dureza o la exposición pública. Las murmuraciones sólo dividen y en nada ayudan a construir
la Iglesia de Dios. ¿Tienes algo en contra del hermano? Ve y díselo a él y soluciona el problema en el mismo
grupo, no se necesita un interventor de afuera, tampoco pidas oración a un montón de gente por el hermano
pues así las cosas no se solucionan y muchas veces se agrandan.

Ayuda mutua: el ideal de la comunidad es ser amigos, hermanos en Cristo. Jesús me llama a conocerlo y también
me llama a conocer a mis hermanos, a compartir lo que ambos llevamos en el corazón, nuestras penas y alegrías,
porque al no comunicarnos nos aislamos y dejamos de amar. También Jesús compartió con doce apóstoles,
confió en ellos y los llamó amigos a pesar de que eran hombres que se peleaban, querían los primeros puestos,
muchos eran violentos…

Col 3, 23 y 24 “Cualquier trabajo que hagan, háganlo de buena gana, pensando que trabajan para el Señor y no
para los hombres. Bien saben que el Señor los recompensará dándoles la herencia prometida”.
Gal 6, 2 “Lleven las cargas unos de otros y así cumplan la ley de Cristo.”

Unidad: que en el grupo todo sea transparente. Para que haya unidad es necesario que superemos nuestro
individualismo y nos adentremos en la común unidad que nos lleva a Jesús el Señor. Debemos estar unidos ya
que somos una familia de fe, somos hermanos en la fe. La unidad está basada en el amor de Jesús, es la Palabra
que se enraíza y crece en nuestro corazón y de ella damos testimonio con nuestros labios.

Ef 4, 1-6 “Os exhorto a que viváis de una manera digna la vocación con que habéis sido llamados, con toda
humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la
unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo espíritu como una es la esperanza a que
habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos que está
sobre todos, por todos y en todos.”

Es importante apoyarnos mutuamente para lograr la unidad. Jn 17, 21 “Que todos sean uno como tú Padre, estás
en mi y yo en ti. Sean también uno en nosotros: así el mundo creerá que tu me has enviado.”
La unidad es respetuosa del otro. Me interesa conocerlo más pero respetando las diferencias de lo que somos
cada uno. El respeto lleva al perdón, el otro es distinto a mí pero nos une el amor a Jesús. Veamos lo positivo
del otro, lo negativo lo entregamos al Señor para que él lo transforme.

La Renovación es una corriente de gracia pero si no tenemos unidad, no dejamos pasar esta corriente. El Señor
pone la unidad pues ella es uno de los frutos del Espíritu: pidámosle al Señor que nos de la gracia de la unidad
pero también nosotros tenemos que trabajar para lograrla. Nada de “el Señor me dijo” y me disparo por mi
cuenta.

Compartir la vida con mi comunidad, no sólo la oración. No seamos “llaneros solitarios”: Dios nos dio el
ejemplo siendo un Dios de unidad: tres personas distintas en completa armonía. El Señor habla a través de la
comunidad.

Orar: por cada uno de los miembros de la comunidad y sus necesidades.

ENEMIGOS DE LA COMUNIDAD
Peleas: en ellas me coloco en un plano superior al otro y ¿quién me dijo que yo tenía la razón?
Las críticas: las críticas que se hacen secretamente dan lugar a las murmuraciones. Paremos los juicios y
rivalidades. Debemos de ganar al hermano por el amor y no perderlo por la crítica.
Rom 14,10 “¿por qué criticas a tu hermano? o ¿por qué lo desprecias? Todos hemos de comparecer ante el
tribunal de Dios.”

Las mentiras: pues es fácil que estas degeneren en calumnias y falsos testimonios. Una forma de mentir es
exagerar y adulterar: adulteramos cuando agregamos o quitamos datos de lo ocurrido con el fin de impresionar
al otro. Donde está Dios existe verdad. El demonio es el rey de la mentira. Col.3, 9 – 10 “No se mientan unos
a otros: ustedes se despojaron de hombre viejo y de sus vicios y se revistieron
del hombre nuevo que no cesa de renovarse a la imagen de su Creador hasta alcanzar el perfecto conocimiento.”

Za.8, 16 “Esto es lo que deben hacer: díganse la verdad unos a otros y cuando juzguen, pronuncien sentencias
justas.”

El rencor y faltas de perdón impiden amar al otro, comprenderlo y ayudarlo.


Stgo.2, 14 “Hermanos, si uno dice que tiene fe, pero no viene con obras ¿de qué le sirve? ¿Acaso lo salvará esa
fe?”

Rivalidades Fil.2, 3 “No hagan nada por rivalidad o vanagloria. Que cada uno tenga la humildad de creer que
los otros son
mejores que él mismo”

S-ar putea să vă placă și