Sunteți pe pagina 1din 3

El artículo 12 del CPC o la dicotomía de su interpretación.

Ramón Escovar León

1. El artículo 12 del CPC ¿Norma de derecho procesal? El artículo 12, no es solamente una
norma de derecho procesal, puesto que en su aparte in fine constituye una norma de derecho
sustantivo que contiene también, las reglas de interpretación de los contratos. La actual
concepción del derecho menos formalista y, por lo tanto, más propensa a su identificación con el
medio al que rige, ha otorgado al tema de la interpretación jurídica un carácter universal. En ese
sentido, los jueces no sólo deben atenerse a la norma jurídica y a los reglamentos para la solución
de los asuntos jurídicos, sino que, también deben tomar en cuenta que existen principios y
directrices que no son desdeñables ante la letra de los textos, que sirven como fundamento de las
decisiones judiciales. Tomando en cuenta al derecho como un sistema jerarquizado de normas y
como una entidad que ha sido previamente establecida dentro de un orden jurídico representado
por los principios generales consagrados en la legislación; y dentro de ellos muy especialmente los
principios constitucionales, considera que el derecho es y debe ser, objeto de permanente
interpretación. No significa que la decisión que se tome sea contraria a derecho o arbitraria. Por el
contrario, los principios guiarán al juez en la búsqueda de una decisión adecuada en la medida en
que ésta se corresponda con el medio objeto de aplicación. Así las cosas, los jueces tendrán por
norte de sus actos la verdad que procurarían conocer en los límites de su oficio, tal y como reza el
artículo 12 comentado, lo que quiere decir que el juez debe aferrarse a la búsqueda de una
solución conforme con el derecho, y en ello juegan un rol importante los principios jurídicos y las
reglas de experiencia. De acuerdo con lo establecido por el artículo 12 del CPC, se observa cierta
ambigüedad interpretativa, puesto que al tiempo que le exige al juez atenerse a las normas del
derecho, también le impone una limitante, representada por la idea de que el juez en su labor de
aplicar la norma jurídica sólo debe atenerse a la verdad del expediente, “verdad”, que para
muchos, nada tiene que hacer con la verdad material. Esa dualidad interpretativa deja las puertas
abiertas para que se presenten conclusiones absurdas, y, por lo tanto, contrarias al sentido
común, a las reglas de experiencia y, las más de las veces, inadecuadas a la realidad. Ante esa
dualidad interpretativa, cabe entonces la formulación de algunas interrogantes: ¿cómo explicar el
hecho de que en nuestro sistema jurídico la violación de una máxima de experiencia sea un motivo
de la casación de fondo? Se debe admitir el valor de los principios y directrices como parte del
derecho; a la fuerza de la discreción judicial y, a la posibilidad de admitir ciertas proposiciones
jurídicas basadas en la práctica social. La regla del artículo 12 del CPC, “los jueces tendrán por
norte de sus actos la verdad”, no es una regla rígida como lo entienden los adoradores del
positivismo clásico, puesto que el juez puede fundar su decisión en máximas de experiencia, y, en
esa tarea debe atender también a los principios, y privilegiar a los que tienen mayor peso.
2. El artículo 12 del CPC y las máximas de experiencia. La infracción de una regla de
experiencia puede ser la fuente de una casación de fondo, lo que indica que no sólo es posible
casar un fallo por infracción de una norma de derecho positivo, sino que, también lo es, si se viola
un máxima de experiencia. Son muchos los casos a los que se puede recurrir para mostrar que la
“verdad”, a la que alude el artículo 12, es la que conste en autos, salvo que esa verdad choque
contra sentido común y contra la facultad de utilizar las máximas de experiencia, lo cual constituye
otra de las virtudes de esta norma. La facultad de fundar una decisión sobre la máxima
experiencia, es decir, sobre el conocimiento repetido, respetado y anterior, de un grupo humano
determinado sobre una situación jurídica no regulada expresamente en la Ley, contemplada en el
artículo 12 del CPC, le consagra al juez la posibilidad de apelar a su conocimiento privado;
entendiendo por conocimiento, el hecho de saber algo sobre determinada cuestión, saber que es
común a muchos hombres, aunque no lo sea para todos.
3. El artículo 12 del CPC y la interpretación de los contratos. El tema de la interpretación de
los contratos es de la soberanía de la instancia, y sólo puede ser atacado mediante la
correspondiente denuncia del primer caso de suposición falsa. Esta concepción ha hecho que la
actividad interpretadora, quede al margen del control casacional, salvo que se haga un
planteamiento de falsa suposición.
4. La interpretación y la calificación de los contratos y la casación. No debe confundirse la
calificación de los contratos con su calificación. Para calificar un contrato se requiere una tarea
previa de interpretación. Pero ambos conceptos requieren, a su vez, que la existencia del contrato
esté probado, lo cual sí constituye una cuestión de hecho. Una vez constatada la existencia del
contrato, el mismo debe ser interpretado parra, de esa manera, determinar su tipo, es decir,
calificarlo. La Sala de Casación Civil ha sostenido que la calificación de los contratos es de la
soberanía de los jueces del mérito. De esa manera se plantea un equívoco que tiene su origen en
la errónea idea –hay que insistir– de que labor interpretativa pertenece a los jueces de fondo. Este
error persiste, pese a que las opiniones de la doctrina nacional postulan que la interpretación de
los contratos o de los actos jurídicos “parecería quedar reducida así a un puro juicio de hecho, si
no fuera porque en ella se considera incluida la sucesiva actividad intelectiva de la subsunción de
ese supuesto fáctico concreto en el supuesto fáctico genérico de las normas que lo califican como
un determinado contrato (la llamada “calificación del contrato”), lo que necesariamente predica
ya un juicio de derecho. Por consiguiente, resulta difícil deslindar la interpretación de la
calificación del contrato, y por consiguiente, no parece acertado sostener que la interpretación
escapa al juicio de derecho, tal y como lo predica la jurisprudencia venezolana. Sobre la
interpretación de los contratos y la casación, cabe observar lo siguiente: a) la tesis según la cual la
interpretación de los contratos es de la soberanía de la instancia. A este concepto se recurre con
frecuencia para proclamar una especie de mal entendido privilegio que tendrían los jueces de
instancias para pronunciarse ellos únicamente sobre el fondo de la controversia, y asimismo
también reservarse ellos exclusivamente el dominio concerniente a los hechos. b) la doctrina
nacional más autorizada, luego de reseñar las opiniones de derecho procesal, señala que en el
artículo 12 CPC se contiene una norma jurídica que regula cómo debe establecer o valorar el juez
del mérito los hechos que él haya dado por comprobados para interpretarlos como un
determinado y peculiar contrato y que, por lo mismo, puede ser directamente violada, falsamente
interpretada o dejada de aplicar por el juez del mérito, quien incurría así en una infracción
susceptible de ser recurrida en casación. La interpretación de los contratos debe controlarse
mediante la denuncia aislada del aparte in fine del artículo 12 del CPC, pero igualmente señala que
dicha denuncia debe hacerse al amparo del artículo 320 del CPC, lo que sugiere que se trata de un
supuesto de casación sobre los hechos. c) la opinión de la doctrina citada debe tener influencia en
la Sala Civil para superar esa antigua y errada postura de dejar todo lo concerniente a la
interpretación de los contratos a la soberanía de los jueces de fondo.
5. La máxima in claris non fin interpretatio. Un sector de la doctrina predica la tesis según la
cual, los contratos claros y cristalinos no deben ser objeto de interpretación, puesto que esto sólo
puede hacerse frente a los contratos oscuros, lo cual se recoge en la máxima in claris non fit
interpretatio. Sin embargo, la máxima in claris non fit interpretatio no puede ser la excusa que se
utilice para hacer del tema de la interpretación de los contratos, una cuestión de hecho. La
interpretación es una labor intelectual del Juez y como tal, puede controlarse como un asunto de
derecho, y debe estar apoyada en una labor argumentativa. ¿Cuándo una norma o acto jurídico es
claro= Si se toma en cuenta la idea expresada en la norma o acto jurídico, no cabe la duda. Ahora
bien, a pesar de que esa posición formalista otorgue a las expresiones “claras” un carácter
autónomo en cuanto no requieren de interpretación, resulta obvio suponer que para llegar a esa
conclusión se requiera de una interpretación, tarea que adquiere más relevancia, cuando se trata
de expresiones indeterminadas. Queda claro que la tarea interpretativa es necesaria en todos los
casos, puesto que todo acto, hasta los gestos de los seres humanaos, son objeto de interpretación.
De esto se desprende que toda interpretación funciona dentro de un espacio determinado de
posibles interpretaciones. La indicación antes dada de que la tarea interpretativa exige que se
distingan dos situaciones: a) cuando el juez transcribe fielmente un contrato pero yerra al
interpretarlo; y b) cuando el juez imagina que el contrato dice lo que realmente no dice. En el
primer caso, el error de juzgamiento se ataca, en nuestra opinión, por la vía de la denuncia aislada
del aparte in fine del artículo 12 del CPC, lo cual puede incluir o no la denuncia de una máxima de
experiencia; y en el segundo, la invención en que incurre el sentenciado se controla a través de la
apropiada denuncia de suposición falsa, es decir, cuando el juez atribuye a instrumentos o actas
del expediente menciones que no contiene. Cuando el juez inventa o tergiversa, hay casación
sobre los hechos; y cuando el juez interpreta mal, hay casación de fondo. La búsqueda de la
verdad a la que alude el artículo 12 del CPC no es una tarea burocrática y mecánica. Al contrario,
se trata de una fina labor intelectual que requiere de una sólida labor argumentativa y
fundamentada en el conocimiento de la intención de las partes, en las exigencias de la ley, de la
verdad y de la buena fe. Adicionalmente, debe decirse que así como los jueces interpretan las
testificales atendiendo a la edad, vida y costumbres y otras circunstancias, el artículo 12 del CPC
contiene una regla de conducta del juez al sentencia, que no puede quedar sin censura en
casación, so pretexto de que se trata de la soberanía de la instancia, porque ser una de las varias
reglas contenidas en el artículo 12 del código citado. Puede señalarse que cuando se trata de
contratos, se puede asumir varias posiciones: a) la posición tradicional de casación que considera
que se trata de suposición falsa, es decir, por haber atribuido al sentenciador a instrumentos o
actas del expediente, menciones que no contiene. b) la posición que sostiene que se trata de un
supuesto de infracción el aparte in fine del artículo 12 del CPC. Esta posición a su vez se subdivide
en otras dos: b.1) una que considera que dicho vicio se encuadra mediante la denuncia aislada del
aparte in fine del artículo 12 pero al amparo del artículo 320 del CPC, ya que dicha norma contiene
una regla legal expresa para valorar hechos o pruebas. b.2) Otra que sostiene que se trata una
denuncia de fondo, por cuanto el aparte in fine del artículo 12 citado es una regla de conducta del
juez al sentenciar; es decir, que se trata de un error de juzgamiento.

S-ar putea să vă placă și