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La relación lástima-limosna como una


variación del intercambio. Mendigos urbanos y
vendedores ambulantes de Buenos Ai....

Chapter · January 2017

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Mariano Perelman
University of Buenos Aires
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El arte de pedir
Compilado por Andrés Dapuez; El arte de pedir
Florencia Tola América Latina – Antropología – Políticas
El arte de pedir: antropología de dueños y su- Sociales.
plicantes: antropología de dueños y suplicantes América Latina – Antropología – Políticas
1a ed. - Villa María: Eduvim, 2016. Sociales – Grupos étnicos o tribus urbanas.
178 p.; 22 x 16 cm. - (jqka) América Latina – Antropología – Relacio-
isbn 978-987-699-345-6 nes de poder – Estudio de casos
1. Política. 2. Donación. 3. Propiedad. i.
Dapuez, Andrés ii. Dapuez, Andrés, comp. loc:
iii. Tola, Florencia, comp. hn 174.54 D27
cdd 306 i. Dapuez, Andrés, comp.
ii. Tola, Florencia, comp.
iii. Título

©2017
Editorial Universitaria Villa María
Chile 253 – (5900)
Villa María, Córdoba, Argentina
Tel.: +54 (353) 4539145
www.eduvim.com.ar
Edición: Lisa Daveloza
Edición gráfica: José Lautaro Aguirre

La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios


y otras colaboraciones publicadas por eduvim incumbe exclusivamente a los
autores firmantes y su publicación no necesariamente refleja los puntos de vista
ni del Director Editorial, ni del Consejo Editor u otra autoridad de la unvm.
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento
en un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier
medio electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo y
expreso del Editor.
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
El arte de pedir
Antropología de dueños y suplicantes

Andrés Dapuez y
Florencia Tola
Editores
Índice

Comité evaluador 9

Introducción 11
Andrés Dapuez y Florencia Tola

NatamnaGakpi ‘Rogativas’. El arte de pedir y suplicar entre los qom 25


(Gran Chaco, Argentina)
Paola Cúneo y Cristina Messineo

Wintsë’ëkë. El calendario sagrado y los actos de respeto a la Tierra 59


entre los ayöök de Oaxaca (México)
Araceli Rojas Martínez Gracida

Los guardianes de Santa Marta. Los nahuas de Veracruz (México) 87


buscan su retorno. Transformaciones territoriales, transformacio-
nes rituales
Elena Lazos-Chavero

El yúmare. Ritual de petición entre los ralámuli o tarahumaras 109


(México)
Edgar Adrián Moreno Pineda
José Abel Valenzuela Romo

La relación lástima-limosna como una variación del intercambio. 129


Mendigos urbanos y vendedores ambulantes de Buenos Aires (Ar-
gentina)
Juan Pablo Matta
Mariano Perelman

Ritualizations of Petitioning and Power. Participatory budgeting 149


in Santo André, São Paulo (Brazil)
Victor Albert

Sobre los autores 175


Comité evaluador

Los artículos fueron evaluados, por lo menos, por dos árbitros anónimos.
De éstos últimos quienes aceptaron revelar su identidad son:
Mariza Peirano (Universidad de Brasilia), Ángel Acuña (Universidad
de Granada), Alicia Barabas (ciesas), María Teresa Rodríguez López
(ciesas), Ariel Wilkis (unsam-unl-conicet), Ricardo Moyano Vascon-
cellos (unam), César Ceriani Cernadas (uba-conicet), Zarina Estrada
Fernández (Universidad de Sonora) y Alejandro Diez Hurtado (Pontificia
Universidad Católica del Perú).

9
La relación lástima-limosna como una variación
del intercambio. Mendigos urbanos y vendedores
ambulantes de Buenos Aires (Argentina)

Juan Pablo Matta


Mariano Perelman

Introducción
Imaginemos por un instante a un ejecutivo que se traslada en su auto y pide
una “ayudita” en un semáforo. Dudosamente suscite la caridad de su inter-
locutor. Por el contrario, lo más probable es que esa acción sea interpretada
como absurda. Sin embargo, si una persona de aspecto desarreglado y sucio
solicita la misma ayudita en el mismo semáforo con un cartel en su mano,
en el que mediante una narración se involucra en una situación biográfi-
ca patética, nadie se sorprenderá de aquel acto y lo más probable es que,
comparativamente, obtenga mucha mayor cantidad de limosnas que en el
primero.
Este hipotético ejemplo, que sintetiza un aspecto recurrente de nuestros
registros de campo, permite concebir que, para recibir una donación en for-
ma de limosna, es necesario desplegar alguna acción específica. No cual-
quiera pide de cualquier forma. Los efectos de ese pedir están enmarcados
en una serie de relaciones e imaginarios sociales que configuran formas
(sociales) no solo de pedir sino de relaciones amplias. Pedir es una relación
social. Si un actor dado no agencia signos de lástima, nadie le donará. Este
simple hecho indica que las donaciones imponen exigencias que resultan
necesarias para que el acto se concrete, por lo cual donar es establecer una
relación bidireccional: un intercambio desigual de diferentes bienes.
A partir de las investigaciones que venimos realizando con personas que
piden en trenes de la ciudad de Buenos Aires (que lidian con la asistencia
estatal por razones médicas en una ciudad del centro de la provincia de
Buenos Aires, que sufren alguna discapacidad y que se relacionan a partir
de esta con diferentes instituciones sociales tanto locales como provinciales

129
y nacionales), en este trabajo ahondaremos en una idea que continuamente
aparece vinculada con esta problemática y que habilita un análisis particu-
lar sobre los discursos y prácticas de los actores en relación con el ‘dar lásti-
ma’. Nos referimos a que antes que pensar que el pedir es un hecho pasivo,
que la lástima se “da”, es necesario enmarcar los actos en los procesos de
construcción y circulación del dar. Estas relaciones no pueden comprender-
se sino en una vinculación entre dar (pedir), recibir y devolver. Planteamos
así la necesidad de extrañar (en el sentido desarrollado por Lins Riveiro)1
etnográficamente esta construcción discursiva y práctica de la lástima que
permite visibilizar un aspecto sociológico opacado del problema que toma-
remos como central en este trabajo: la lástima se da, recibe, devuelve y circula
socialmente y ella pone en juego un tipo particular de intercambio que define
una relación sociocultural específica.
Esto no quiere decir que lo que se dé, recibe y devuelve sea siempre
lástima ni un bien equivalente o no (dinero, por ejemplo). En el dar, recibir
y devolver lástima circulan (y se construyen) sentimientos, estatus, dinero,
etc. El dador y el donatario no solo no están en la misma situación social
antes del acto sino tampoco después. Sobre todo queremos mostrar que los
actores son agentes y deben ser pensados más que como individuos como
personas morales. En este sentido, pensamos que la lástima como práctica
de intercambio es un hecho social total.2 Reconocer que la lástima circula,
conlleva una articulación analítica entre dos problemas pocas veces vincu-
lados en los estudios antropológicos de este tipo: la lástima y el intercambio.

Algunas (breves) notas sobre el intercambio


Desde que la antropología social se consolidó como tradición de estudio, el
intercambio ha sido uno de sus ejes de problematización fundamental para
dar cuenta de las diversas formas en que los seres humanos se organizan,
generan alianzas, disputan, distinguen entre propios y ajeno o resuelven
conflictos.3 Mauss4 distinguía entre las economías de mercado y “las formas
¹ Lins Ribeiro, G., “Descotidianizar. Extrañamiento y conciencia práctica, un en-
sayo sobre la perspectiva antropológica”, en Boivin, M., Rosato, A. y Arribas, V.
(eds.), Constructores de otredad, Buenos Aires, Eudeba, 1998, págs. 237-242.
² Mauss, M., Sociología y Antropología, Madrid, Editorial Tecnos, 1971.
³ Boas, F., The Social Organization and the Secret Societies of the Kwakiutl Indians, Was-
hington, Government Print Office, 1897; Malinowski, B., Los argonautas del Pací-
fico Occidental, Barcelona, Península, 1975; Mauss, M., Sociología y Antropología, op.
cit.; Lévi-Strauss, C., Las estructuras elementales del parentesco, Tomo II, Buenos
Aires, Planeta Agostini, 1993.
4 Mauss, M., Sociología y Antropología, op. cit.

130
primitivas de intercambio” en las que prima la economía del don.5 Decía “en
nuestras sociedades occidentales, el contrato está rigurosamente determina-
do por el objeto, por la fecha y por la ejecución del contrato: compro un pan,
mis relaciones con el panadero empiezan y terminan allí. Por el contrario,
en todas las sociedades sin mercado, el intercambio se hace entre personas
vinculadas de una manera más o menos permanente, a veces absoluta y
total”.6 Es posible, sin embargo, reconocer que las relaciones personales y
del don adquieren sentido en la economía de mercado. Si el don instaura
un tipo de relación social que vincula a los hombres de un modo específico7
que trasciende el acto del dar, dentro de un marco de producción capitalista
ello conlleva sentidos diferentes a los que instaura en la economía del don.8
5 Marcel Mauss establece en su célebre Essai sur le don (publicado en 1925) el punto
de partida teórico que servirá como base conceptual para los posteriores trabajos
sobre el fenómeno del intercambio. En este trabajo plantea que el don no puede ser
estudiado aisladamente sino que, por el contrario, solo puede ser interpretado si se
consideran las vinculaciones entre las obligaciones de dar, aceptar y devolver. Mauss
puso de relieve el carácter agonista del don, demostrando que el vínculo mercantil a
la vez que crea un vínculo social, “obliga” a dar a quien lo recibe. De esta obligación
uno solo se puede liberar por medio de un “contra don”. Otro aporte fundamental de
este autor está vinculado a su caracterización del “don” en tanto “hecho social total”.
Pensar el intercambio como una totalidad de partes relacionadas fundó una forma
de abordar la realidad social que sería insoslayable para las posteriores indagaciones
sobre la problemática del intercambio. Así, un hecho social conlleva siempre di-
mensiones económicas, religiosas o jurídicas y no puede reducirse a uno solo de esos
aspectos.
6 Mauss, M., Sociología y Antropología, op. cit., pág. 171.
7 Cf. Bourdieu, P., “El mercado lingüístico”, en Bourdieu, P., Sociología y cultura,
México, México Grijalbo, 1991; Karsenti, B., Marcel Mauss. El hecho social como
totalidad, Buenos Aires, Antropofagia,2009. ; Sahlins, M., Economía de la edad de
piedra, Madrid, Akal, 1977; Sigaud, L., “As vicissitudes do "ensaio sobre o dom",
Mana vol.5, n.2, Rio de Janeiro, págs. 89-123.
8 Particularmente desde la década de 1980 existen numerosas propuestas en el campo
de los estudios antropológicos (y sociológicos) de la economía que han implicado una
verdadera ruptura en relación a las conceptualizaciones dicotómicas de las relaciones
don/mercancías. Ya sea mediante la problematización de las variaciones morales in-
tersocietales de los intercambios (Bloch, M. y Parry, J., “Introduction: money and
the morality of exchange”, en Parry, J. y Bloch, M. (eds.), Money and the Morality
of Exchange, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, págs. 1-32); del compo-
nente normativo en los estudios sobre el consumo (Miller, D., Ir de compras: una
teoría, México, Siglo xxi, 1999); de la reversibilidad mercancía/cosa (Appadurai,
A., “Introducción: Las mercancías y la política del valor” en Appadurai, A. (ed.) La
vida social de las cosas. Perspectiva cultural de las mercancías, México, Grijalbo, págs.
17-88, 1991; Kopytoff, I., “La biografía cultural de las cosas. La mercantilización
como proceso”, en Appadurai, A. (ed.) La vida social de las cosas. Perspectiva cultural
de las mercancías, México, Grijalbo, págs. 89-124, 1991; Carenzo, S. y Wilkis, A.,
“Lidiar con dones, lidiar con mercancías. Etnografías de transacciones económicas
y morales”, Revista Apuntes de Investigación 14, Buenos Aires, 2009, págs. 161-193),
de las problemáticas relaciones entre pagos y lazos sociales, intimidad y economía
(Zelizer, V., Economic lives. How culture shapes the economy, Princeton, Princeton
University press, 2011), transacciones económicas y relaciones personales (Weber,

131
El intercambio, entonces, no se circunscribe a una esfera “reducida” de
“lo económico” sino a un modo de vinculación social en el que el intercam-
bio es central. Según Weber9 suele confundirse transacción monetaria con
transacción mercantil así como la naturaleza de la relación (mercantil o
personal) con el medio de pago (en efectivo o “en especies”). Es necesario
diferenciar entre el dinero (como medio de pago) y el mercado (como siste-
ma de formación de los precios). En los mercados donde las transacciones
son mercantiles se produce la fijación de precio. Siguiendo esta línea, no
importa si lo que se recibe es dinero o una mirada. Nos interesa dar cuenta
de la lástima como algo que se pone en juego en este intercambio.
En este trabajo retomamos una proposición básica de todas estas tradi-
ciones teóricas que, al situarse en un nivel de análisis general, se convierte
en el punto de partida del análisis sociocultural sobre el fenómeno del in-
tercambio. Nos referimos a la proposición teórica que afirma que el acto de
dar instaura siempre un tipo particular de relación social que desborda la
instancia material del mismo. Por su parte “lástima” será entendida como
una imagen construida sobre la base de un discurso biográfico patético10
(real o ficticio), que de acuerdo a la valorización social que reciba obtiene la
posibilidad de ser intercambiado por algún otro tipo de valor. Argumenta-
remos que la relación de poder sobre la que se funda este intercambio11 hace
de la limosna el antecedente en donde queda prefigurada la lástima. Recor-
demos con Blau que “dar es mejor que recibir, ya que disfrutar de crédito
social es preferible a estar socialmente endeudado” .12 En el primer apartado
de este texto damos cuenta del modo en que la lástima se configura como
un elemento de intercambio. En el segundo, “intercambiando limosna”,
F., “Transacciones económicas y relaciones personales. Una etnografía económica
después de la Gran División”, Revista Crítica en Desarrollo, 2, Buenos Aires, 2008,
págs. 63-92), de la inalienabilidad de ciertos objetos (Weiner, A., Inalienable pos-
sessions: the paradox of keeping-while-giving, Berkeley, University of California Press,
1992), de la centralidad de la lógica del don en las sociedades de mercado (Bevila-
qua, C., Consumidores e seus direitos: um estudo sobre conflitos no mercado de consumo,
Humanitas, San Pablo, 2008) entre los más sobresalientes.
9 Weber F., ”Transactions marchandes, échanges rituels, relations personnelles. Une
ethnographie économique après le Grand Partage“ Genèses, 41, 2000, págs. 85-107.
¹0 Utilizamos aquí el término “patético” de acuerdo al sentido que Fassin (2003: 53) le
da: “Incorporación de la miseria (…) se trata de contarse a sí mismo en pocas pala-
bras, de develar su desamparo en los más íntimos detalles de lo cotidiano y en los
signos más demostrativos de estado físico”. Fassin, D. “Gobernar por los cuerpos,
políticas de reconocimiento hacia los pobres y los inmigrantes en Francia”, Cuadernos
de Antropología Social 17 vol 1., Buenos Aires, 2003, págs. 49-78.
¹¹ Godelier, M., El enigma del Don, Barcelona, Paidós, 1998; Bourdieu, P., “Margi-
nalia: Algumas Notas Adicionais Sobre O Dom”, Mana, 2(2), Rio de Janeiro, 1996,
págs. 7-20.
¹² Blau, P.M., “Intercambio social”, Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales 6,
Madrid, Aguilar, 1975, pág. 186.

132
nos abocamos al proceso de producción de lástima para que esta pueda ser
intercambiada. Por último, mostramos el proceso necesario que se genera
en el dar, recibir y devolver.

La lástima como elemento de intercambio


El 7 de marzo de 2012 en un portal informativo argentino apareció una no-
ticia que decía que multarían en España a quienes pidiesen en la calle, o sea
a quienes mendigasen.13 La noticia refería a una ordenanza de la alcaldía de
Valladolid que podría sancionar con hasta 1.500 euros a los ciudadanos que
pidiesen limosna en la vía pública. Lo que más llamaba la atención era que
la nota estaba acompañada de una amplia fotografía de un hombre joven
(aparentemente de clase media) sentado sobre un bolso, con una valija roja
en perfecto estado y, apoyado sobre esta, un cartel en el que decía “necesito
vuestra ayuda”. La foto está sacada en el momento en que una anciana le
está por depositar una moneda en un plato de metal y el hombre mira la
mano con la moneda por caer. Vista rápidamente, parecía haber una suerte
de inversión entre el dador y el que pide. En la foto algo estaba fuera de lu-
gar: en Buenos Aires hubiese sido más probable que sea el joven el donador
y la anciana quien necesita ayuda y, caso contrario, el joven no estaría bien
vestido o tendría algún cartel explicativo sobre su “necesidad”.
En la introducción de un trabajo titulado “La economía del amor y del
temor” el economista Kenneth Boulding afirma:
Es cierto que cuando doy una moneda a un mendigo puede decirse
que hay algo que pasa de él a mí en forma de status, agradecimiento o
alguna sutil transferencia de tipo psicológico. Sin embargo, estas trans-
ferencias inmateriales, por muy reales y valiosas que puedan ser, no son
reconocidas por los contables; y la práctica contable, por muy limitada
y arbitraria que sea, ofrece al menos una distinción práctica clara entre
donaciones e intercambios a efectos de la redistribución del valor neto.14
Partiendo de este razonamiento, el autor diferencia el concepto de do-
nación del de intercambio: “Una transferencia unidireccional, que es un
paso en la propiedad de bienes económicos del donante al recipiendario,

¹³ http://www.infobae.com/notas/635792-En-Espana-multaran-a-quienes-pidan-en-
la-calle.html [consulta: 7 de marzo de 2012].
¹4 Boulding, E.K., La economía del amor y del temor. Introducción a la economía de las
donaciones, Madrid, Alianza Editorial, 1976, pág. 15.

133
se distingue de un intercambio, que es una transferencia bidireccional de
bienes económicos”.15
Sobre esa distinción, Boulding construye una teoría de lo que propone
como una economía de las donaciones. Lo que resulta llamativo de esta
propuesta es la ligereza con la que el autor niega, aunque reconociéndola,
la bidireccionalidad del acto de donar, conceptos que en su teoría resultan
contrapuestos. Además, negar lo que según sus palabras es “muy real y va-
lioso” por la aplicación de un criterio contable que él mismo califica de “li-
mitado y arbitrario” resulta una simplificación y distorsión de la realidad es-
tudiada. En discusión con esta propuesta, queremos resaltar otra cuestión:
que la lástima se da como necesaria retribución de lo que se presenta como
una donación desinteresada y, de esta forma, este tipo particular de interac-
ción social se inscribe en un intercambio. Tomar la lástima como elemento
necesario del intercambio permite completar el espectro de la transacción y,
por ello, sugerimos dejar de conceptuar estas prácticas en tanto donaciones
desinteresadas para considerarlas intercambios interesados.
La tradición centrada al estudio del intercambio luego fue retomada
para discutir tanto la centralidad del don en las relaciones capitalistas (y sus
difererencias o no con una economía del don)16 así como la inauguración de
una serie de reciprocidades asimétricas basada en el intercambio.17 En este
sentido, es sabido que lo que circula en los intercambios no es solo material
(como dinero) sino significados, moralidades, sentimientos. Asimismo, la
necesaria participación de la lástima en las prácticas presentadas como do-
naciones desinteresadas puede ser desdoblada en dos elementos fundamen-
tales: por un lado, la necesaria condición de disponer para el intercambio
de un relato patético, en tanto cosa a ser intercambiada. Por otra parte, y
tal vez de forma más difusa, el agente lastimoso presta para el intercambio
también la posibilidad del mismo,18 es un elemento necesario del intercam-
¹5 Ibídem.
¹6 Bloch, M. y Parry, J., “Introduction: money and the morality…”, op. cit.; Miller,
D., Ir de compras…, op. cit.; Appadurai “introducción…” op, cit., Kopytoff “La
biografía cultural…” op, cit., Carenzo, S. y Wilkis, A., “Lidiar con dones…”, op.
cit.; Zelizer “Economic lives….” Op, cit;, Weber, F., “Transacciones económicas y
relaciones personales...”, op. cit.; Weiner, A., Inalienable possessions..., op. cit.; Bevi-
laqua, Consumidores… op, cit; Matta, J.P., “Más allá de la economía. Una revisión
crítica del lugar del intercambio como problema antropológico”, kula, Antropólogos
del Atlántico Sur 7, Buenos Aires, 2012, págs. 5-19.
¹7 Sahlins, M., Economía de la edad de piedra, Madrid, Akal, 1977; Mayer, E., “Las
reglas del juego en la reciprocidad andina”, en Alberti, G. y Mayer, E. (eds.), Re-
ciprocidad e intercambio en los andes peruanos, Lima, Instituto de Estudios Peruanos,
1974, págs. 37-66.
¹8 La riqueza de todo intercambio social es señalada también por Jaques Derrida:
“Dentro de esta lógica (anillo circular que conduce a devolver DON) de la deuda, la
circulación de un bien o de unos bienes no es solo la circulación de las “cosas” que

134
bio y, por lo tanto, “cuenta” con la capacidad de facilitarlo o no. De esta
forma, ello e es parte constitutiva del intercambio. Si el agente lastimoso no
da la posibilidad del intercambio, éste resultará imposible.
Para fundamentar esta idea es necesario metodológicamente incrustar
–en los términos propuestos por Polanyi–19 la lástima en un entramado
social. Ello nos permite pensar en términos etnográficos y centrarse en
observar que el acto de donar tiene como contraparte necesaria algunos
elementos que frecuentemente se resumen en el acto de dar lástima. Esto
es, precisamente, lo que llamaba la atención en la foto de la nota: para un
argentino en el contexto histórico argentino falta la construcción del relato
patético, la construcción de la lástima a ser intercambiada. La exigencia
que el agente humanitario impone al actor que se sitúa en el espacio de la
lástima establece las condiciones objetivas para que dar lástima se convierta
en una acción estratégica. Goffman reproduce la siguiente situación que
contribuye a la comprensión de la problemática:
Una investigadora de la Displaced Persons Comisión (Comité de Des-
plazados de Guerra) suministró información acerca de algunas expe-
riencias interesantes en relación con este tema (idealización negativa
– exhibición de pobreza) [...] Es italiana pero de tez y cabello claros
decididamente su aspecto no es itálico. Su principal trabajo fue una in-
vestigación sobre familias italianas para la fera (federal emergency
relief administration). El hecho de no parecer italiana le permitía
escuchar por casualidad conversaciones en italiano que indicaban la ac-
titud de los clientes hacia la asistencia social. Por ejemplo, mientras
estaba sentada en la habitación del frente hablando con el ama de casa,
esta llamaba a su hijo para que viniese a ver a la investigadora, pero
advirtiéndole que se pusiese antes los zapatos viejos. O bien escuchaba a
la madre o al padre decir a alguien en el fondo de la casa que escondiese
el vino o los alimentos antes de que la investigadora entrase.20
En este ejemplo se visualiza con claridad cómo el concepto, en este caso,
de asistencia estatal, estructura lo que Goffman conceptualiza como “ idea-
lización negativa” o “exhibición de pobreza” y que, en este trabajo, hemos
denominado de forma genérica “dar la lástima”. Asimismo, queda ejempli-
nos habremos regalado sino incluso la de los valores o la de los símbolos que ahí se
inscriben y la de las intenciones de regalar, ya sean estas conscientes o inconscientes”
(Derrida, J., Dar (el) tiempo. La moneda falsa, Barcelona, Ediciones Paidos, 1995,
pág. 22).
¹9 Polanyi, K., “La economía como proceso institucionalizado”, en Godelier, M.
(comp.), Antropología y economía, Barcelona, Anagrama, 1976.
²0 Goffman, E., La presentación de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires: Amo-
rrortu Editores, 2004, págs., 51-52.

135
ficado el argumento central de este artículo en tanto que la participación de
la lástima resulta un elemento necesario del intercambio puesto que, como
bien saben los agentes sociales, la ausencia de ella implicaría la privación
del beneficio de la ayuda estatal o privada.
Detrás de toda forma de limosna existen un conjunto de reglas cultu-
rales que orientan las prácticas. Estas reglas surgen del nivel ideológico
de la sociedad y se materializan en forma de preceptos morales. En estos
mandatos se fijan dos tipos diferentes de disposiciones: el primero de ellos
(y el más evidente) es la obligación de dar; dar limosna. Sin embargo, de
forma algo más difusa, adherido a este precepto aparece fijado además cuál
debe ser el objeto de la limosna. “Solo te falta hacer una cosa. Ve y vende
todo lo que tienes, y reparte ese dinero entre los pobres. Así, Dios te dará
un gran premio en el cielo. Después de eso, ven y conviértete en uno de
mis seguidores”21 reza el Nuevo Testamento. Es esta segunda disposición la
que interesa aquí puesto que en ella puede visualizarse la forma en que la
lástima queda prefigurada en la ideología y la práctica de la limosna, cons-
tituyéndose en una cosa intercambiable. Si el precepto moral que motiva la
limosna es “dar a los pobres”, entonces la “pobreza” se convertirá en dicha
situación en cosa intercambiable. Ahora bien, como mostraremos, no toda
pobreza está sujeta a limosna. Es por ello que la construcción social de la
lástima nos permite dar cuenta de esta como una forma de intercambio.
Conversando con una mujer de 49 años se hicieron visibles algunas de
las consecuencias empíricas de estas reglas. La mujer al momento de la
entrevista (julio 2007) sufría un cuadro de anemia severa crónica. Se en-
contraba además desempleada y sin cobertura médica de ningún tipo. La
aparición de un fibroma en el útero que requiere una urgente intervención
médica –además de complicar aún más su cuadro– condujo a esta persona
a una situación evidente de extrema necesidad, por cuanto ella no tenía los
medios económicos como para afrontar los costos monetarios de su inter-
vención y tratamiento. Con este cuadro (certificado con una serie de aná-
lisis clínicos que había realizado con anterioridad) se dirigió a las oficinas
de Acción Social de la municipalidad en la que residía, solicitando se la
atendiera gratuitamente en el hospital público municipal. La sorpresa apa-
reció cuando, sin mayores explicaciones, una empleada pública que la había
atendido le dijo que si tenía “luz, agua y pisos en la casa no le podía dar la
medicación gratuita” por lo que le dio lo que se denomina “condición dos”
y que en la práctica implica el no beneficio de la gratuidad en la asistencia
estatal de medicamentos.

²¹ Marcos 10: 21.10.

136
Me dieron condición dos porque la casa donde vivo tiene luz y tiene
pisos. Como verás lujo no hay [refiriéndose al contexto habitacional en
el cual se desarrollaba la entrevista], vivimos con lo justo... nunca an-
teriormente me había atendido en hospital porque mi esposo trabajaba
en fábrica y tenía cobertura... pero a vos te preguntan si tenés luz, agua,
pisos y el barrio está considerado barrio residencial porque tiene asfalto.
El problema que se agregaba a los ya padecidos por esta mujer era que,
por haber tenido en otro momento de su vida una situación económica
distinta –más favorable que la actual–, su situación no se adecuaba a las
reglas del intercambio. La ideología de la limosna, en este caso estatal, se
ve traducida a reglas que ordenan el intercambio; el que necesite la limosna
deberá ofrecer una imagen lo suficientemente patética como para estar a la
altura de las condiciones del intercambio. Para que la limosna se concrete
es necesario disponer de un otro, “objeto” de la acción, que se ajuste a las
exigencias morales que motivaron dicha práctica. Estos requerimientos de
la limosna estructuran las formas en que la lástima se manifiesta puesto
que, debido a la desigual estructura de poder sobre la que se edifica esta
relación, es esta última la que debe adecuarse a la primera. Si no hay lásti-
ma no hay limosna, por lo que la primera se convierte en la parte necesaria
de la segunda y juntas estructuran una realidad que se materializa en un
intercambio en el cual participan tanto la lástima como la limosna como
elementos constitutivos y fundamentales.22

Intercambiando lástima
Desde el fondo del vagón se escucha una armónica que va desafinando una
canción. Como todos los viajeros regulares, lo reconozco de inmediato. Es
José que tiene 60 años pero aparenta muchos más. Es ciego, tiene las manos
cuarteadas, siempre anda con ropa vieja. Mientras camina por los vagones
del tren va tocando la armónica, la sostiene con una mano y con la otra
mueve el bastón blanco para orientarse. No importa que no toque bien la
canción, mientras él pasa suenan unas notas desafinadas y cierto murmullo
de los viajantes. José, “el viejo”, como se lo conoce, desde hace años trabaja
²² Esta relación de determinación de la limosna sobre la lástima ha sido registrada por
Weber cuando escribió: “Las numerosas fundaciones caritativas de todas las reli-
giones éticas condujeron, como es natural, a un fomento directo de la mendicidad
y, además, como ocurre con el número fijo de comidas diarias para los pobres en las
fundaciones monacales bizantinas y con los días oficiales de comida en China, con-
virtieron la caritas en un gesto puramente ritual” Weber, M. Economía y Sociedad,
México: Fondo de cultura Económica, 2002, pág. 461).

137
arriba de los trenes. José arriba del tren emana lástima. Nos bajamos juntos
en la estación. Ahí esa posición pasiva y sumisa ya no es la misma. Saluda
al kiosquero. Es su última ronda, termina su horario de trabajo. Cuando el
kiosquero le dice “hasta mañana”, José le retruca que al otro día, el sábado,
no irá a trabajar porque es el cumpleaños de su nieta.
Este caso, tomado de las notas del trabajo de campo realizado durante
2011 en una línea de trenes de la Ciudad de Buenos Aires, muestra que
quienes piden construyen su biografía estructurando narrativas de las que
resaltamos dos características: a) se construyen con fragmentos que social-
mente han sido definidos como situaciones de sufrimiento y, b) el portador
de ese sufrimiento debe presentar su situación como resultado de un infor-
tunio; debe resaltar su condición irreversible de víctima. Es precisamente
sobre la figura del sufrimiento y sobre la idea de víctima que se estructuran
estos retazos biográficos. Para que la relación/intercambio social de la lás-
tima alcance su eficacia (concretar su retribución) el agente lastimoso debe
presentar su situación como un sufrimiento no merecido, debe definir su
situación como una víctima sufriente.
La ceguera en José, a la que se suma su vejez y el esfuerzo que hace to-
cando la armónica, el modo en que camina con la cabeza baja sin hablar
y agradeciendo a cada moneda que cae en su mano, construyen el sufri-
miento sobre una serie de hechos que son puestos en práctica durante el
intercambio.
Ahora bien, en este contexto de análisis es necesario delimitar dos tipos
ideales de actores: el que da y el que recibe. Si la lástima se da, en primer
término, debe haber un agente poseedor que en determinado contexto ins-
trumenta algún dispositivo de entrega de su posesión, debe producir la
posibilidad del intercambio. Por su parte, para hablar de relación es nece-
sario que haya en el polo opuesto al primero un agente que reciba lo dado;
que se lo apropie. De esta forma, la relación lastimosa está constituida por
un mínimo de dos agentes sociales, cada uno de los cuales se ubica en una
posición definida dentro de una relación social determinada. Por un lado,
se encuentra el poseedor de la lástima quien, previo proceso de producción
de una narrativa sobre sí mismo y movido por algún tipo de interés, ins-
trumenta la entrega de su lástima. En el polo opuesto de la relación se en-
cuentra un tipo de agente para quien la apropiación de la lástima implica la
satisfacción de otro tipo de interés y, con el fin de concretar el intercambio,
ofrece algún bien a cambio de la lástima. Al primero lo llamaremos agente
lastimoso mientras que al segundo agente humanitario.23 Los pasajeros en el
²³ Adoptamos el concepto de agente tal como lo entiende la teoría de la estructuración
en la propuesta de Anthony Giddens: “Los agentes humanos o actores (…) tienen,
como un aspecto intrínseco de lo que hacen, la aptitud de comprender lo que hacen

138
caso de José (y no el kiosquero, por ejemplo) son los que están inmiscuidos
en la relación. Son dos tipos de actores diferentes. José tiene (y da) lástima,
los pasajeros tienen (y pueden dar) dinero. Al dar limosna, los pasajeros se
transforman en agentes humanitarios.
Ahora bien, para que pueda convertirse en un elemento para el inter-
cambio, la lástima debe ser primeramente construida, organizada en una
narrativa, de manera tal que sea convertida en una cosa. Esta necesidad ló-
gica del proceso exige detenernos en las formas históricas en que los agentes
producen esta narrativa en su particular contexto sociocultural; el modo
en que el agente lastimoso convierte su biografía en una cosa para el in-
tercambio. Es decir, es necesario examinar las formas rituales en que los
actores involucrados en la relación recurren a sus “repertorios interpretati-
vos”24 que, en tanto “estructuras narrativas”, permiten dotar de sentido a las
acciones y producir metáforas e imágenes. Como hemos planteado25 el aná-
lisis de las interacciones qua rituales posibilita dar coherencia a la narrativa
y poner en un lugar establecido al agente lastimoso y al agente humanitario
en momentos donde los actores tienen poco tiempo para demostrar que
tienen (y dan) lástima. Una vez producida y dispuesta para el intercambio,
la lástima aparece susceptible de recibir un tipo de valor determinado. Este
no resulta de su forma intrínseca sino que está dado por el valor social asig-
nado a dicha imagen dentro de un sistema dinámico de valores socialmente
constituido. Una narrativa patética alcanzará así el estatuto de lástima solo
cuando sea socialmente reconocida como tal, por lo que la lástima resulta
un concepto claramente social, histórico y relacional. Abordar las figuras
que (pueden) dar lástima nos permite entonces comprender cosmovisiones
sobre la sociedad en su conjunto.
Una experiencia de campo es iluminadora en este sentido. Una tarde
en marzo de 2012 Cacho, un vendedor de golosinas de 42 años que hace
29 que trabaja en los trenes de la ciudad de Buenos Aires, me habló de un
conocido rengo que pidiendo “sacaba fortunas, en dos horas me mostraba y
hacía como 150 mangos [pesos]”. Ante mi pregunta de por qué él no pedía
me contestó riéndose “¿y a mí quién me va a dar? Me van a decir ‘andá a
comprar una caja de alfajores y ponete a vender’”. Las palabras de Cacho re-
en tanto lo hacen. Las aptitudes reflexivas del actor humano se incluyen en general
de una manera continua en el flujo de la conducta cotidiana en los contextos de una
actividad social” (Giddens, A., La constitución de la sociedad: bases para la teoría de la
estructuración, Buenos Aires, Amorroutu, 2003, pág. 24).
²4 Wetherell, M. y J. Potter “Discourse analysis and the identification of interpreta-
tive repertoires.” En C. Antaki (ed.) Analysing Everyday Explanation, Londres, Sage,
1988, págs. 168-183.
²5 Perelman, M., “Trabajar, pedir, vender. El caso de los vendedores ambulantes de la
Ciudad de Buenos Aires”, The Journal of Latin American and de Caribeean Anthropo-
logy 18(2), Essex, 2013, págs. 231-250.

139
miten a los imaginarios sobre a quiénes les es posible pedir y quiénes deben
“trabajar”. En las respuestas de los pasajeros a por qué le dan monedas a los
que piden también es posible aislar los argumentos morales en torno a quié-
nes son “legítimamente” merecedores de la limosna. Así suelen decir que
las personas ciegas, rengas, dan “pena” y más aún los viejos. Suelen justifi-
car su caridad en función de la carencia. Es una forma aceptable de acceder
a la reproducción. Cacho, como muchos otros, en cambio, es un hombre
que está en condiciones de trabajar, un sujeto trabajador que ha optado, tras
pasar por diferentes empleos, por instalarse como vendedor de gaseosas
y golosinas en el tren. Las imágenes se insertarán de esta manera en un
dinámico entramado de biografías patéticas que operan como un mercado
en donde cada una de ellas encuentra un valor histórico determinado. Así,
a diferencia de José, Cacho –un hombre aparentemente sano– entendía que
él no era reconocido como una persona que daba lástima y susceptible a este
tipo de intercambio.
De esta forma, y de acuerdo a la capacidad de ciertas figuras patéticas
para generar conmiseración, se edifican lo que proponemos como los tópi-
cos de la lástima que configuran el valor relativo de cada una de ellas en el
mercado de las biografías patéticas. Los tópicos de la lástima son aquellas
imágenes patéticas que, por su capacidad de transferir prestigio a quienes
aparezcan como sensibles a ellos, mejor se adecuan para el intercambio y
que reaparecen continuamente en las prácticas sociales orientadas a dicho
fin. Escuelas rurales precarias, niños de piel oscura en situación de extre-
ma pobreza, enfermos, mujeres embarazadas empobrecidas, personas con
capacidades diferentes, personas hospitalizadas constituyen, entre muchos
otros, los estereotipos sobre los cuales se edifican estos tópicos que regu-
larmente son instrumentalizados por las campañas de solidaridad masivas.
De igual forma, las contra donaciones presentadas socialmente como
donaciones (limosnas) se materializan de manera recurrente en una serie
determinada de objetos y signos. Sillas de ruedas para personas con capa-
cidades diferentes, computadoras para escuela rurales, alimentos y vesti-
mentas para los niños empobrecidos, medicamentos para los enfermos y
las madres embarazadas, etc. son objetos recurrentes de este tipo de com-
pensación humanitaria. La realidad y fuerza de la existencia social de estos
tópicos queda expuesta por el hecho de que a menudo los objetos donados
resultan incluso incompatibles con las necesidades de sus destinatarios.

140
Lo que se da, lo que se guarda,
lo que se intercambia
Esteban camina por los trenes ofreciendo tarjetas a los pasajeros. Tiene 33
años y ha quedado sordo a los tres a causa de paperas. Se viste siempre con
jeans, un gorrito negro, una remera (un buzo los días de frio) y una mochila.
Comienza por el fondo del vagón, va mirando a las personas a los ojos y
dándoles en la mano dos tarjetitas dentro de un papel celofán transparente
que deja ver las imágenes impresas en estas, como la de un osito o un án-
gel. Pegado al celofán hay un cuadrado blanco en el que puede leerse “Soy
Sordo. No tengo trabajo. Valor a: … Voluntad. O usted lo desee ¡Muchas
Gracias! Dios te bendiga”.26 Esteban pasa llenando los asientos de tarjetas,
espera unos segundos y luego camina nuevamente hacia el fondo de vagón
y empieza a recogerlas. Algunos le dan unas monedas o un billete. En ge-
neral, los pasajeros le devuelven las tarjetas. Para él, la sordera funciona
como una “carencia” que justifica la imposibilidad de conseguir empleo,
convirtiéndose en una condición habilitante para repartir tarjetas. Las tar-
jetas de Esteban tienen algo de él. Cuando los pasajeros la llevan, una parte
de Esteban queda en el que da y por ello muchos de los que dan monedas
prefieren solamente dar. Así, además, la relación de superioridad queda no
solo instaurada sino que se reproduce, se agranda cotidianamente y perdura
socialmente. El que recibe queda en deuda constante con el que da, que solo
recibe la lástima del que pide.
Ahora bien, presentado en términos operacionales el concepto de lásti-
ma, conviene detenernos brevemente en el de dar. Godelier27 distingue el
acto de dar, del de guardar y el de vender: “Vender es operar una separa-
ción total entre las personas y las cosas, dar es siempre conservar algo de la
persona en la cosa dada; guardar es no separar las cosas de las personas”.28
El acto de dar, entonces, implica una separación incompleta entre la cosa
dada y el dador. Es decir, la cosa permanece en la persona y la persona en
la cosa aun después del intercambio. La tarjeta de Esteban, pero también la
imagen de la persona –la lástima como algo que se tiene y que se intercam-
bia–, no pueden ser pensadas por fuera de la persona. Así, a diferencia del
fetichismo de la mercancía, aquí es necesario mantener la conexión entre el
²6 En la fotocopia existen partes resaltadas. Con el propósito de respetarlas, se presen-
tan diferentes tamaños de letras y la utilización de negritas.
²7 Godelier, M., “Acerca de las cosas que se dan, de las cosas que se venden y de las
cosas que no hay que vender ni dar sino que hay que guardar. Una revaluación crítica
del ensayo sobre el don de Marcel Mauss”, Hispania, lx/1(204), España, 2000, págs.
11-26.
²8 Ibídem, pág. 26.

141
objeto intercambiado (sea material o simbólico) y el productor del objeto.
Estas observaciones de la práctica de dar se articulan con la definición que
de lástima hemos propuesto anteriormente. Si dar es mantener algo de la
persona en la cosa dada, y si la lástima es una imagen patética construida
sobre la base de un retazo biográfico estructurado en una narrativa, resulta
posible proponer que la lástima se encuadra en el acto de dar, ya que por
estar basada en una narrativa biográfica mantendrá siempre algo de la per-
sona que la da.
Otro elemento que resulta de fundamental importancia para la siste-
matización teórica de esta problemática está vinculada al siempre complejo
problema de las motivaciones: ¿Qué motiva a los actores involucrados a
intercambiar en este singular caso? Como afirma Bourdieu, “los agentes
sociales no llevan a cabo actos gratuitos”.29 De acuerdo con el sociólogo
francés, existe siempre una razón, una razón práctica, en la acción. Lo que
los filósofos denominan el principio de razón suficiente.30 Entonces nos
preguntamos: ¿Cuál es la razón, el interés, la razón práctica que motiva al
agente a dar lástima? Esta pregunta puede ser abordada, desde una pers-
pectiva antropológica, enmarcando la acción de dar lástima en una relación
basada en un tipo particular de intercambio en un contexto determinado.
Hablar de intercambio es establecer relacionalmente la articulación entre
el acto de dar y el de recibir. Si se da es a cambio de algo. Recibir es lo que
motiva el dar. Mauss y Hubert indicaban que “si el sacrificante [...] dona es,
en parte, para recibir. El sacrificio se presenta bajo un doble aspecto. Es un
acto útil y es una obligación. El desinterés se mezcla con el interés”.31
El nivel sociológico abunda de ejemplos de lo que podríamos llamar con
Mauss el carácter agonista del don involucrado en esta práctica y de cómo
en este carácter se apoyan estrategias globales de dominación. Inclusive en
parte de la literatura especializada32 en la temática de las “donaciones des-
interesadas” (caridad, humanitarismos, filantropía, solidaridad, etc.) no se
visualiza en el agente lastimoso ningún aporte por lo que la relación se pre-
²9 Bourdieu, P., Razones prácticas: Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Editorial Ana-
grama, 2002, pág. 140.
³0 Una acción es social cuando en ella participa un interés de cualquier tipo. La presen-
cia del interés hace de una acción, una acción sociológica por cuanto, de acuerdo con
Bourdieu, lo social se manifiesta a través de los intereses que ha instaurado en forma
de habitus en los actores sociales.
³¹ Mauss M. y H. Hubert “Esbozo de una teoría general de la magia” en Mauss M.
Sociología y Antropología, Madrid, tecnos, 1971, pág. 133.
³² Picas Contreras, J., “Los límites de la solidaridad. Las ong y el mercado de bie-
nes simbólicos”, Gazeta de Antropología, 22, 2006 [en línea]. Dirección url: http://
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142
senta, por lo general, como si este no dispusiera nada para el intercambio,
quedando este actor social ubicado en la relación como mero receptor de
beneficios. De esta forma, tanto en las visiones expertas como en el sentido
común identificado en nuestros registros de campo, existe una configura-
ción de la realidad que solo visualiza una parte de la misma convirtiendo así
un intercambio en una donación. Particularmente, en este caso, la narrativa
dispuesta para el intercambio por el agente lastimoso no es considerada
como tal, quedando de esta manera distorsionados los términos reales del
intercambio.
A la vez permite apreciar la construcción de modos legítimos de acceso
a la reproducción social como formas de imposición de tipos de vidas e
ideas dominantes que producen la desigualdad social. Los agentes sujetos a
dar lástima –y los que no– delimitan campos sociales de modos de acceso
a la vida (por ejemplo el trabajo) que tienen efectos en los modos de inte-
gración. El acto de dar entonces aparece mayoritariamente motivado por
algún tipo de interés vinculado a la expectativa de recompensa moral o de
otro tipo. Ahora bien, ¿qué recibe a cambio quien da lástima? Es aquí don-
de radica lo heterogéneo de la relación, ya que su especificidad no se basa en
lo que se recibe a cambio sino en lo que se da. El elemento estructurador del
vínculo en este tipo de intercambios es la lástima y no su contraprestación.
En este nivel lógico del análisis no se pueden establecer los tipos de bienes
que se reciben a cambio (aunque ellos que de modo genérico llamamos
“limosna” son contraparte necesaria para que el intercambio de la lástima
sea completado).
Así, si aceptamos que el acto de dar está motivado por el interés en
recibir algo a cambio, quiere decir que del lado opuesto a la lástima debe
haber un otro que devuelva; es decir, que dé nuevamente. Y, siguiendo con
el mismo razonamiento, ese acto de dar debe estar motivado del mismo
modo por algún tipo de interés que sí podemos definir. Precisamente, lo
que motiva al agente humanitario a dar (devolver) limosna es su “interés”
en recibir a cambio los fragmentos biográficos patéticos que constituyen
la lástima. Y existe interés en recibir esos fragmentos, debido a que en su
traspaso, el agente humanitario lo transforma en un tipo de capital que le
permite modificar la definición social de sí mismo (en el sentido que Goffman
da al término) y de esta forma acumular capital simbólico en forma de
prestigio.33 El acto de dar del agente humanitario es interpretado aquí como
³³ El “capital simbólico”, es “cualquier propiedad (cualquier tipo de capital, físico, eco-
nómico, cultural, social) cuando es percibida por agentes sociales cuyas categorías
de percepción son de tal naturaleza que les permite conocerla (distinguirla) y reco-
nocerla, conferirle algún valor” (Bourdieu, P., Razones prácticas..., op. cit., pág. 108)
Solo quienes han acumulado un “capital simbólico” suficiente se hallan en posición
de reconvertirlo en “capital económico”. A su vez, quienes han acumulado “capital

143
un tipo de inversión que se presenta como si fuera a fondo perdido, pero que
sin embargo su verdad sociológica es contraria, puesto que se realiza en la
medida en que se asegura su contra donación simbólica.

A modo de cierre. Intercambios, limosnas y


desigualdad social
En este escrito hemos querido demostrar que la práctica y la ideología de la
limosna instituyen la realidad sociocultural de la lástima. Es esta la que pu-
simos en el centro del análisis y la limosna como algo que se da y devuelve.
Este es un punto central para comprender el modo en que se estructuran
y reproducen relaciones en torno a este tipo particular de intercambio. Es
por ello que, a partir de las experiencias de campo y de la puesta en debate
de algunas líneas de análisis, hemos querido plantear una perspectiva ana-
lítica para el estudio de la lástima y de la limosna desde la antropología. Si
aceptamos la idea de la existencia de una limosna como una práctica y una
ideología, el dar no solo debe ser analizado como un acto individual que
acaba al momento en que se da y devuelve. Existe una obligación de recibir
que instaura una relación social que no puede entenderse como un acto
desinteresado de dos individuos.
Mostramos que la lástima adquiere su sentido únicamente en el con-
texto del concepto de limosna, con la cual queda estructuralmente ligada y
conforma una dualidad. El intercambio de limosna por lástima y de lástima
por limosna es la realidad material de esta dualidad. Sin embargo, la des-
igual capacidad de los actores involucrados de manipular la realidad hace
de la limosna el único elemento manifiesto del intercambio, a la vez que re-
duce la visibilidad de la participación de la lástima a su mínima expresión.
Godelier indicaba que “todo orden social debe legitimarse para perpe-
tuarse y (…) en ese trabajo de perpetuación muchos aspectos del funcio-
namiento real de la sociedad son ocultados, negados o disfrazados, trans-
figurados”.34 De esta forma la definición de “lo real” resulta de la relación
que se genera entre aquellos elementos de la realidad que resultan opacos
económico” también tienen la posibilidad de transformarlo -aunque sea gastándo-
lo, como en el potlatch- en “capital simbólico”. Del mismo modo, las donaciones
o inversiones a fondo perdido son recuperables en la medida en que aseguran una
contradonación más valiosa en forma de reconocimiento (Picas Contreras, J., “Los
límites de la solidaridad. Las ong y el mercado de 'bienes simbólicos'” en Gazeta de
Antropología Nº 22, Jaén, 2006, 22, artículo 08 · http://hdl.handle.net/10481/7086.).
³4 Godelier, M., “Acerca de las cosas que se dan...”, op. cit., pág. 12.

144
y aquellos que adquieren visibilidad social. La construcción de la realidad
del intercambio de la lástima se estructura, entre otras cosas, en función de
la desigual capacidad de los actores de concretar sus intereses particulares
mediante la manipulación del orden moral que los legitima y representa
como tales.
Las formas culturales por las cuales la realidad del intercambio limos-
na/lástima ha sido construida resultan un claro ejemplo de esta operatoria
social. Particularmente resulta relevante observar el hecho de que, en ge-
neral, en una relación de este tipo solo se le concederá el estatus de “cosa
dada” al aporte del agente humanitario mientras que lo entregado por el
agente lastimoso –la lástima– será claramente opacado. Los aspectos breve-
mente presentados buscan esquematizar los elementos mínimos implicados
en este tipo de relación social. Se trata de un fenómeno social extendido
inscripto en un orden moral culturalmente definido que pone en funcio-
namiento un complejo articulado de intereses, prácticas, lógicas y agen-
tes, constituyéndose en un hecho sociocultural singular, suficientemente
distinto del resto de los actos sociales y susceptible de una definición y un
abordaje antropológico puntual.

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