Sunteți pe pagina 1din 1

Las Miserias en el Proceso Penal

“El preso es, esencialmente un necesitado.” En torno a ésta afirmación el autor


desarrolla su discurso, analizando la condición humana del preso y la condición jurídica
del delincuente frente a la justicia y el papel que debe desempeñar el abogado, quien
defiende al recluso: es el medio de que dispone el imputado para pedir, para rogar
que sea determinada su situación. La dedicada labor de la abogacía en el proceso
penal, encierra múltiples funciones y principalmente en el plano humano, ya que no
solo asiste a su cliente, sino que a medida que se relaciona con éste debe lograr un
acercamiento a la persona interior del imputado de modo que el abogado se convierte
en multifuncional según la necesidad de su asistido y según las circunstancias
conflictivas en que se encuentra, pero enmarcado en los parámetros éticos y de sus
principios.

El autor habla de la necesidad de amistad a causa de la desolación que siente el


imputado, por lo que, el abogado hace las veces de amigo, pero al mismo tiempo
realiza una función sacerdotal, al recibir la confesión del apresado para hilvanar
lógicamente lo acontecido y para establecer la forma de la rogatoria que en nombre
de su representado debe hacer ante el juez.

El desenvolvimiento en el proceso penal, dota al abogado de una sensibilidad tal, que


moldea su carácter hasta adquirir la facilidad de lidiar con la gente, aun con diferentes
formas de pensar, sentir y distintas situaciones penales en la que, se repiten las
mismas características que reviste dicho proceso. La gente siente una necesidad de
amor, desprotección y hambre de auxilio que solo el experto del arte de la litigación
puede suplir en ese momento, pues el imputado percibe el rechazo de la sociedad, y lo
exterioriza encerrándose. Es por esto que el autor explica que es necesario que con la
habilidad y el don de tratar a la gente, el abogado deba lograr que el alma de su cliente
sea abierta para poder brindarle la ansiada ayuda, ya que está en juego uno de los
tesoros más preciado del hombre que es su libertad.

Otra de las afirmaciones que describe las miserias en el proceso penal es que el autor
asegura que el ejercicio del abogado “es un ejercicio espiritual saludable”, puesto que
el abogado comparte con su cliente las mismas necesidades de rogar por su cliente, la
obtención del triunfo al igual que la humillación de su cliente, pero evidentemente
una marcada diferencia y es que de este proceso el abogado obtiene sus beneficios,
pero lo esencial es que el abogado conozca a su cliente a profundidad para poder
brindarle el apoyo que éste necesita.

Este fragmento de la obra, me recuerda la entrevista con el Dr. Balcácer, cuando éste
expresaba que un buen penalista es aquel que conoce las vivencias en sí mismo de las
necesidades de la condición humana en la adversidad y muy especialmente el
penalista se coloca en el lugar del preso cuando se disputa su libertad, aun sintiendo
más pequeño delante del juez, la necesidad de la sobrevivencia hace las veces del
coach que además de entrenarte te anima a dar lo mejor de ti en nombre de tu cliente.

S-ar putea să vă placă și