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ERIC HOBSBAWM
TRABAJADORES
Traducción castellana de
RICARDO POCHTAR
•
1
-·
EDITORIAL CRfTICA
Grupo editorial Grijalbo
BARCELONA
ganz1912
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Sist.erna de 81 h l 1olecas - ICR '
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PREFACIO
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Este volumen incluye, por una parte, (lrtículos publicatÍos en dife-
\entes ¡evistas, algunas de difícil acceso, y, por otra pa,te, estudios
i1tédi~4s, que son el producto directo o indirecto de ufÍp dedicaci6n
de váffos años a la historia y a las cuestiones de )a clase ¡raba¡adora.
En Íín'as generales se refieren al período quel destJf finales del
...· siglo"'KVIII hasta la primera guerra mundial y grosso modo cabe
clasifi~rlos en cuatro grupos: estudios sobre l "Cumiidones dy_tra-
ba¡o Easta mediados del siglo XIX, estudios sobrJ! el «nuevo sindi-
calismo» de 1889-1914, estudios sobre el resurg'/mi6zto del socia-
lisf!ZO en Gran Bretaña a finales del siglo XIX, )! Jln grupo de ar-
tíJulos generales que abarcan un lapso bastante más amplio. La ma-
h
(' .~ - -- -
yd,ía de estos artículos tienen en común un rasgo negativo: se sitúan
al ·!#hrgen de la historia directamente cronológica -o narrativa de los
.~.BíMot·ca ~
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11''-"' . : D. rmoco ~ 1 mo,tlimientos obreros. Sidney y Beatrice Webb y G. D.'H. Cole fue-
~ °'. D "~Cl\1!1 <Je Bihllorec:i. ·~ .
V l~J V F:R"W" O D,.. .. ' ron lós talentosos precursores de este enfoque y en la edad de oro
~ _ - -~ - COSTA 1.Tf'Á
de la historia del movimiento obrero británico, que se inició hace
30432 1- -· ··-- unos quince años, una serie de excelentes estudiasos prosiguieron,
completaron o revisaron S1' obra. Sin embargo, se ha investigado
comparativamente poco acerca de las clases traba¡adoras como tales
Título original: (no en cuanto organizaciones y movimientos obreros) y acerca de
LABOURING MEN. STUDIES IN ¡HE- HISTORY OF LABOUR las condiciones económicas y técnicas que favorecieron el desarrollo
W eidenfdd and Nicolson, Londres efectivo de los movimientos obreros o bien, en cambio, lo difict~lta
Cubierta: Alberto Corazón ron. En estos últimos años este campo ha comenzado a despertar
© 1964: Eric J. Hobsbawm, Londres mayor tf.lención, pero todavia se lo cultiva bastante poco. La mayo-
O 1979 de la traducci6n castellana para España y Améóca:
Editorial Crítica, S. A., calle de la Cruz, 58, Barcelona-34 . .
ría de las ensayos que integran este volumen pertenecen a esta últi-
ma categf¡rjq_.
ISBN: 847423-101-9
Depósito legal: B. 27.746-1979 Varioi 7fe e_stfts ensayos son expositivos. La aristocracia obrera,
Impreso en España
1979. -Alfonso impresores, S. A., Carreras Candi, 12-14, Barcclona-28 Costun)brb, s~~s e intensidad de trabajo y El artesano ambulante
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8 TRABAJADORES PREFACIO 9
fueron intentos preliminares de reunir materi.al acerca de los respec- M~~illan y .Lawrence and Wishart, por su autorizaci6n para reim-
tivos temas y de considerar algunas de sus implicaciones. Esto vale prtmzr materiales originalmente publicados en sus páginas o con su
también para los estudios acerca del «nuevo sindicalismo». Otros sello editorial.
ensayos son polémicos o tienen un carácter de revisi6n hist6rica.
Por eiemplo, Los destructores de máquinas trata de revisar las con- - E. J. HoBSBAWM
cepciones tradicionales del ludismo; El metodismo y la amenaza re- Londres, diciembre de 1963
volucionaria refuta la afirmaci6n de Elie Halévy según la cual W es-
ley habría '!alvado a Gran Bretaña del cataclismo social a comienzos
del siglo XIX; y los artículos acerca del nivel de vida con contribu- Salvo co"ecciones y alteraciones de detalle, la edici6n británica
ciones a una controversia que en estos últimos años ha interesado de tapas blandas no difiere de la edición encuadernada de 1964. Esto
bastante a los historiadores. Reconsideración de los fabianos también no significa que el autor desconozca las críticas que han merecido al-
apunta a revisar las concepciones tradicionales acerca del tema. Otros gunas de sus afirmacione¡, ni que, de haber tenido que emprender
trabajos se refieren a diferentes aspectos de la ideología radical, obre- una nueva redacción de los mismos en 1967, lo hubiese hecho exac-
tamente de la misma manera.
ra y socialista. Puesto que algunos de los ensayos fueron escritos para
revistas no especializadas o para un público no especializado, no ·se
encuentran tan cargados con el habitual aparato de erudici6n como los
dirigidos inicialmente a los expertos. Sin embargo, espero que in-
cluso los trabaios aparentemente más especializados tengan un cierto
interés general, porque he tratado de que sean más amplios de lo
que a veces sus títulos pueden sugerir.
La mayoría áe los artfculos reimpresos en este volumen no han
sufrido ninguna modificaci6n substancial, salvo ciertas co"ecciones o
modificaciones de detalle y unas pocas referencias a la literatura pos-
terior a su fecha de publicaci6n. Las principales excepciones son el
artículo más importante acerca del nivel de vida, al que he incorpo- .
rado material recogido a partir de 1957 o material incluido en ar-
tículos no reimpresos aquí, y Las tendencias del movimiento obrero
británico, publicado por primera vez en 1949, que ha sido reescrito
y cuya última parte ha sido muy ampliada. Ocasionalmente he aña-
dido un breve postscripto referido a la investigaci6n ulterior perti-
nente para mi argumentaci6n. Los lectores que deseen profundizar
en el tema pueden consultar la bibliografía completa acerca de la
investigaci6n británica sobre la historia del movimiento obrero a
partir de 1945, publicada en los primeros números del Bulletin of
the Society for the Study of Labour History.
Agradezco a los editores de Economic History Review, History
, Today, Marxism Today, New Left Review, del desaparecido New
Reasoner, de New Statesman y Past and Present, y a los señores
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·-· ....
1. THOMAS PAINE
,
12 TRABAJADORES THOMAS P AINE 13
.]
más efectivo consiste en mejorar la condición del hombre a partir .que no estaban divididos aún entre patronos y asalariados. El hom-
de su interés». Su análisis de los males de la sociedad, a saber: que bre que fue sucesivamente aprendiz de corsetero, maestro, empleado
todos ellos derivan de la guerra y de los impuestos elevados, sigue • subalterno, tabaquero, periodista y «una persona ingeniosa que con-
siendo doctrina válida en la franja de los ejecutivos de Sussex, salvo fiaba en poder introducir sus invenciones mecánicas en Inglaterra»,
en los momentos en que los beneficios del negocio de armamentos y ese hombre fue capaz Je hablar por todos ellos. La construcción más
el miedo al comunismo contranestan el horror por los gastos ele- popular de la revolución industria], a juzgar por sus innumerables
vados del gobierno. La incursión más radical de Paine en el proces<_? reproducciones en cacharros, es el puente de hierro sobre el río
económico fue su propuesta de un impuesto del 1O % sobre la he- \Y/ear, construido según el diseño precursor de Paine, aunque sinto-
rencia para financiar las pensiones de ancianidad. Cuando fue a máticamente no para su beneficio personal Tanto para él como para
Francia se unió, como otros «jacobinos» ingleses, a la Gironda, y fue sus lectores el descubrimiento del hecho de la revolución les infun-
incluso un moderado dentro de ese grupo. ' · dió una enorme confianza en un futuro que les pertenecería.
Pero no hay que sorprenderse de que, a pesar de eso, baya sido En realidad ese descubrimiento marcó su vida. A no ser por la
un revolucionario. Después de todo era una época en la que los lucha en América, en 1776, hubiese podido convertirse en una figu-
sólidos industriales estaban dispuestos a erigir barricadas (o, más ra literaria menor o, más verosímilmente, en un inventor y en un
precisamente, a apoyar su erección) contra las fuerzas de la iniquidad " industrial fracasado, porque la ciencia aplicada nunca dejó de ser su
que impedían «la felicidad general que la civilización era capaz de pasión primera y última. Sus amigos -y sólo pocas personas más-
J
'
producir», al preferir a los reyes y a los duques en lugar de a los le hubiesen admirado como una estrella ingeniosa y encantadora de
hombres de negocios. Lo sorprendente, en cambio, es el éxito ex- la sociedad de una pequeña ciudad, como un deportista y un buen
traordinario, y en realidad probablemente incomparable, de Paine ajedrecista o jugador de picquet. Hubiesen lamentado un poco su
como vocero de la rebelión. Esto es lo que lo convierte en un pro- afición por el brandy y ocasionalmente hubiesen podido comentar la
blema histórico. falta de toda vida sexual en una persona al parecer tan sensible al
Otros panfletistas han logrado a veces el acierto que justifica sus bello sexo. Si no hubiese emigrado a América con una recomendación
vidas de agitadores y que por un momento les pone en boca de del ingenioso Franklin, se le hubiese olvidado. Si no hubiese rena-
todo el mundo. Paine 1o logró en tres ocasiones. En 1776 El Sentido cido en la Revolución, sólo se le hubiese recordado en alguna rara
Común cristalizó las aspiraciones, todavía no plenamente formula- tesis doctoral.
das, hacia la independencia norteamericana. En 1791 su defensa de Pero no ha sido olvidado; y resulta sintomático que esto ocurra
la Revolución francesa, Los Derechos del Hombre, dijo todo lo que no en e1 mundo del liberalismo ortodoxo sino en el universo com-
la mayoría de los radicales ingleses hubiese querido decir alguna prometido de la rebelión política y teológica: a pesar de su constan-
vez sobre el tema. Se afirma que se vendieron 200.000 ejemplares te fracaso político, salvo como periodista, y de su falta de extre-
en pocos meses, en una época en que toda la población de Gran mismo. (Fue el único miembro de la Convención francesa que luchó
Bretaña, incluidos los niños y otros iletrados, era menor que la del abiertamente contra la condena a muerte de Luis XVI, a pesar de
Gran Londres actual. En 1794 LA Edad de la Razón fue el primer haber sido el primero en reclamar una república.) Seis de sus ocho
libro que dijo claramente, en un idioma comprensible para la gente biograñas publicadas antes de la más reciente del profesor Aldridge
común, que la Biblia no era la palabra de Dios. Desde entonces no fueron escritas por autores de izquierda, y un comunista ha edita-
ha dejado de representar la afirmación del racionalismo de la clase
obrera. Es evidente que este triple triunfo no fue casual.
Se debió en parte al hecho de que Paine formaba parte de la
.. do sus obras completas.
¿Por qué? Porque para la mayor parte de los lectores de Paine
la respuesta no era la salvación a través de la empresa privada, a
gente para quien escribió: esos hombres artífices de sí mismos, que pesar de lo que él o ellos puedan haber pensado. Su oposición y la
se habían educado a sí mismos y que sólo se apoyaban en sí mismos, de ellos se planteaba contra el «privilegio», que cerraba el paso al
14 TRABAJADORES THOMAS PAINE 15
avance de la «libertad»; pero de hecho iba contra las fuerzas nuevas hilar, que lo que dicen los curas acerca de la Biblia, o lo que dice
y desconocidas que empujaban a los hombres de su clase hacia la el rico acerca de la sociedad, es falso. A través de Los Derechos del
pobreza. Eran lo bastante independientes -<:orno hábiles artesanos, Hombre brilla la obviedad de esa gran verdad. Para Burke esa razón
pequeños tenderos o granjeros- para considerar que representaban revolucionaria significaba que «todo el ropaje decente de la vida sería
el futuro; no porque (como el proletariado de Marx) el mismo nivel brutalmente arrancado» para dejar expuestos todos los defectos de
de su opresión les destinase para la revolución, sino porque parecía <<nuestra naturaleza desnuda y temblorosa>.> . Pero Paine no le temía a
ridículo e irracional ql!e unos hombres independientes no fuesen a una desnudez que revelaba al hombre como artífice de sí mismo en la
triunfar. Los artesanos racionalistas del tipo de Paine tuvieron que gloria de sus infinitas posibilidades. Su humanidad se plantó des-
esperar todavía 25 años para buscar su salvación a través del «sindi- nuda, como la de los atletas griegos, porque de ese modo se afir-
cato general» y de una comunidad cooperativa; pero la pobreza fue maba para la lucha y el triunfo. Todavía hoy cuando leemos esas
ya para ellos un hecho colectivo, que tenían que resolver y no sólo frases claras y sencillas en las que el sentido común llega al plano
eludir. del heroísmo y un puente de hierro atraviesa la distancia entre
Paine habló por y para esos pobres que se apoyaban en sí mis- Thetford y la nueva Jerusalén, nos sentimos alborozados y conmo-
mos. Su análisis no importa tanto como su constante y fume devo- vidos. Y si creemos en el hombre, ¿cómo podríamos no seguir aplau-
ción hacia ellos, expresada con esa «honda razón y energía» que diéndole todavía hoy?
Condorcet tanto admiró en él. Cuando hablaba de la felicidad hu-
mana, se refería al fin de la pobreza. El gran problema de la Revolu- (1961)
ción, a pesar de su devoción por los bajos impuestos y por Ja libre
empresa, era «si el hombre heredaría sus derechos y se establecería
la civilización universal. Si disfrutaría del producto de su propio
trabajo... Si el robo sería expulsado de las cortes y la miseria de los
países». Ese problema era el hecho de que «en países que llamamos
civilizados vemos a los ancianos conducidos a los asilos y a los jóve-
nes a los padbulos»; el hecho de que la aristocracia dominaba a «esa
clase de gente pobre y miserable desparramada por toda Inglaterra,
a la que hay que anunciarle mediante una proclama que es feliz».
Pero Paine no se limitó a decir a sus lectores que la pobreza era
incompatible con la felicidad y la civilización: les dijo que la luz de
la razón alboraba en hombres como ellos para acabar con la pobreza
y que la Revolución mostraba cómo debía triunfar la razón. Fue el
menos romántico de los rebeldes. El sentido común, obvio, práctico
y artesanal transformaría el mundo. Pero el simple descubrimiento
de que la razón era capaz de cortar como un hacha la maraña de
hábitos que mantenía a los hombres esclavizados e ignorantes, cons-
tituyó una revelación.
A través de las páginas de La Edad de la Razó111 así como a través
de la actividad de grupos de discusión de la clase obrera a lo largo
de varias generaciones, brilla la exaltación del descubrimiento de lo
fácil que es descubrir, una vez que habéis decidido no dejaros obnu-
J
. )
LOS DESTRUCTORES DE MÁQUINAS
\ 2. - BOJISllAWM
\
18 TRABAJADORES LOS DESTRUCTORES DE MÁQUINAS 19
tinamiento v en la destrucción de la propiedad en general (o, con l> en Lancashire en 1811 y en Wiltshire en 1826.s El primer tipo no
términos m~emos, en el sabotaje y en Ja acción directa). supone una hostilidad hacia las máquinas como tales, sino que cons-
Para la mayoría de los no especialistas, los términos «destructor tituye, en determinadas condiciones, un medio normal de presión
de máquinas» y «ludita» son intercambiables. Lo cual resulta com- sobre los patronos. Como se ha señalado correctamente, los luditas
pletamente natural, porque los estallidos de 1811-1813 y de algunos de Nottinghamshire, Lcicestershire y Derbyshire «utilizaban los ata-
años después de Watetloo atrajeron más que cualquier otro la :iten- ques contra la maquinaria, taoto nueva como vieja, como u n medio
dón pública, y se creyó que la supresión de los mismos requería para obtener de sus patronos unas concesiones con respecto a sala-
mayor fuerza militar. DarvaJl 3 ha hecho bien en recordarnos que rios y otros asuntos».6 Este tipo de destrucción fue un aspecto tradi-
los 12.000 efectivos desplegados contra los luditas excedieron con cional y reconocido del conflicto industrial en el período del sistema
mucho el tamaño del ejército que Wellington llevó a la Península doméstico y manufacturero, y en las primeras etapas de la fábrica y
ibérica en 1808. Sin embargo, la natural preocupación por los luditas de la mina. No estaba dirigido sólo contra las máquinas, sino también
tiende a oscurecer la discusión acerca de la destrucción de máquinas contra la materia prima, los productos terminados o incluso contra
en general, que comenzó a plantearse como un fenómeno de impor- la propiedad privada de los patronos, según el tipo de daño que más
tancia (si cabe afirmar con propiedad que comenzó en un momento pudiera afectarles. Por ejemplo, en los tres meses de agitación en
preciso) durante el siglo XVII y que se prolongó aproximadamente 1802, los tundidores de Wiltshire quemaron parvas de heno, grane-
1~ -
hasta 1830. En realidad, la serie de rebeliones de trabajadores del '
campo, que J. L. y B. Hammond bautizaron en 1830 como «el últi-
. ' ros y perreras pertenecientes a pañeros detestados, talaron sus ár-
boles, destruyeron cargamentos de paño, así como atacaron y des-
mo alzamiento de labradores», fueron básicamente una gran ofensiva truyeron sus fábricas.7
contra la maquinaria agraria, aunque incidentalmente hayan supues- El predominio de esta «negociación colectiva a través del motín»
4
to la destrucción de una gran cantidad de maquinaria industrial. En es un hecho bien documentado. Por ejemplo -para referirnos sólo
primer lugar, el ludismo, considerado desde el punto de vista admi- a los sindicatos textiles del oeste de Inglaterra- los pañeros se
nistrativo como un fenómeno singular, abarcó diferentes tipos de quejaron al Parlamento en 1718 y en 1724 de que los tejedores
destrucción de máquinas, la mayoría de los cuales se dio en forma «amenazaban con derribar sus casas y quemar su producción si no
independiente, tanto antes como después. En segundo lugar, la rá- se aceptaban sus condiciones».ª En 1726-1727 los tejedores de So-
pida derrota del ludismo difundió la creencia de que la destrucción merset, Wiltshire y Gloucestershire lucharon «irrumpiendo en el in-
de _máquinas siempre conducía al fracaso. terior de las casas (de patronos y esquiroles}, estropeando la lana, y
Consideremos el primer punto. Hay por lo menos dos tipos de cortando y destruyendo las piezas de los telares y utensilios del
destrucción de máquinas, bastante diferentes de la destrucción oca- oficio».9 Como resultado de esas acciones, lograron algo parecido a
sional en los motines normales contra las alzas de los precios o por
otras causas de descontento, por ejemplo las destrucciones producidas 5. Para un análisis de los amotin~entos ~ntra las alzas de los precios,
d. T. S. Ashton y J. Sykes, Tbe coal mduslry tn the eigbteenth century, Man-
chester, 1929, cap. VIII; A. P. Wadsworth y J. de L. Mann, The cotton trade
t. 3. F. O. Darvall, Popular disturbances and public order in Regency En- and industrial Lancashire, Manchester, 1931, pp. 355 ss.
J g)and, Londres, 1934, p. l. 6. Darvall, op. cit., cap. VI11 passim.
4. Por ejemplo 'máquinas para la elaboración de la lnna y de la seda en ?· Bonner ,and MiddJ.eton's Bristol Jo~aJ, 31-VTI-1802. Algunos de estos
1Wiltshire máquina; para la elaboración del papel en Buckinghamshire, máqui- moones se deb1an a confiictos laborales comentes y otros a la oposición contra
nas para '1a elaboración del hierro en Berkshire (Public Record Office, Home las .nuevas máquinas. Véas~ J. L. y B. Hammond, The skil/eá labourer; para
Office Papers HO 13/57, pp. 6&-69, 107, 177; Assizes 25/21 pa.ssim); J. L. y un informe acerca del movlJillento, d. A. Aspinall, ed., The early Englisb trade
B. Hammond: The vi/lage labot1rer (varias ediciones) constituye el infora>:e más u_nions, Londres, 1949, pp. 41-69, que incluye algunos de los documentos per-
accesible; véase también dos tesis inéditas: N. Gash, The rural unrest rn En- unentes.
gland in 1830, Oxford Examination SchooJs, y Alice Colsoo, Tbe revolt o/ the 8. Hc use of Commons Joumals, >.'Vlll, p. 715 (1718); xx, p . 268 (1724).
Hampshire agricultura/ labourers, London University Library. 9. House of Coro.moas Journals, xx, pp. 598-599 (1726)¡ Salisbury Assizc
20 TRABAJADORES
un convenio colectivo. El gran motín de los trabajadores textile& en > _, más importante utilizada en los famosos motines de 1778 (los ante-
cesores del ludismo), básicamente integrados dentro de un movimien-
21
las cadenas de los telares pertenecientes a Mr. Coulthurst ... porque to de resistencia contra las reducciones de salarios.
éste había rebajado las retribuciones»; 10 y tres años más tarde algu- En ninguno de estos cosos - y podrían mencionarse otros-- se
nos patronos inquietos de la misma zona escribían a Londres-recla- trató de una hostilidad contra Jas máquinas como tales. La destruc-
mando protección contra las amenazas de los obreros de que si ción era simplemente una técnica del sindicalismo en el período pre-
daban empleo a forasteros destruirían la lana.11 Y así sucesivamente, vio y en las primeras fases de la revolución industrial. (El hecho de
durante todo el siglo. que todavía no existiesen sindlcatos organizados en las industrias im-
También allí donde los mineros del carbón llegaron al punto de plicadas no afecta mayormente a esta tesis. Como tampoco el hecho
plantear sus exigencias a los patronos, recurrieron a la técnica de de que, con el advenimiento de la revolución industrial, la destruc-
la destrucción. (Por supuesto, en su mayor parte los motines de los ción haya adqairido nuevas funciones.) Ese recurso era más útil
mineros todavía se dirigían contra las alzas de los precios de los ali- cuando se necesitaba ejercer una presión intermitente sobre los pa-
mentos y contra los acaparadores, a quienes se consideraba respon- tronos que cuando se necesitaba mantener una presión constante;
sables de las mismas.) Por ejemplo, en los yacimientos de North- más útil cnando los salarios y las condiciones cambiaban repentina-
umbetland Ja quema de la maquinaria de las bocaminas fue normal ' mente, como en d caso de los obreros textiles, o cuando los contratos
en los grandes motines de la década de 1740 en los que los obreros ;.. .. anuales se planteaban para una renovación simultánea, como en el
conquistaron un considerable aumento de salarios.U También las ' caso de los mineros y de los marineros, que donde, por decirlo así,
máquinas fueron destrozadas y el carbón quemado en los motines la entrada en el mercado de trabajo debía ser firmemente restringida.
de 1765 en los que los mineros conquistaron la libertad para esco- Podía ser utilizado por toda clase de gente, desde los pequeños pro-
ger sus patronos al terminar el contrato anual.° En la última parte ductores independientes, pasando por las formas intermedias tan
del siglo se aprobaron de vez en cuando en el Parlamento proyectos típicas del sistema de producción doméstico, hasta los trabajadores
de ley contra la quema de las bocaminas.14 Todavía en 1831 los asalariados más o menos completos. Sin embargo se vinculaba en
huelguistas de Bedlington (Durham) destrozaron cabrestantes.lS general con los conflictos planteados por la relación social, típica
La historia de la destrucción de bastidores en la industria de la de la producción capitalista, entre los empresarios que empleaban la
calcetería de East Midlands es demasiado conocida para que haya fuerza de trabajo y los hombres que directa o indirectamente depen-
que recordatla.16 Por cierto, la destrucción de máquinas fue el arma dían de la venta de la misma; aunque esta relación existiese ya en
formas primitivas y estuviese entrelazada con las relaciones de Ja
Records, cit. en Wiltsbire Time del 25-1-1919 (Wiltshire Note and Queries). pequeña producción independiente. Cabe mencionar que el motín y
10. Gentleman's Magazine (1737), p. 658. ' este tipo de destrucción parecen más frecuentes en la Gran Bretaña
11. Public Record Office, Sr.ate Papers Domestic Geo. 2 (1741), pp. 56, dd siglo xvm, que ya había hecho su revolución «burguesa» que
82-83.
12. E. Welhoume, The miner's unions o/ Norlhumberland and Durham, en la Francia de ese mismo siglo.17 Por cierto, los movimientos de
Cambridge, 1923, p. 21. nuestros tejedores y mineros difieren mucho de las actividades de ca-
13. Asbton y Sykes, op. cit., pp. 89·91.
14. 10 Geo. 2, c. 32, 17 Geo. 2, c. 40, 24 Geo. 2, c. 57, .31 Geo. 2, c. 42 rácter aparentemente sindical desarrolladas por las asociaciones de
(E. R. Turner, cThe english CQal industry in the seventeenth and eightecntb oficiales en muchas áreas más anticuadas de Europa.18
ccnturies», Amer. Híst. Rev. XXVII, p. 14). Al parecer, Tumer no ha tenido El valor de esta técnica era obvio, tanto como medio para pre-
en ruenta 13 Geo. 2, c. 21, 9 Geo. 3, c. 29, 39 y 40 Geo. 3, c. 77, 56 Geo. 3,
c. 125, también dirigidos contra la destrucción en las minas. (Bum's iustice o/
the peace, ed. Oútty, 1837, vol. IlI, pp. 643 ss.)
15. Wclbourne, op. cit., p. 31. 17. Acerca de las minas francesas, d. M. Rouff, Les mines de cbarbon en
16. W. Felkin, A history oJ the machine-wrought bosiery and lace manu- France au XV/JI• siecle, París, 1922.
factures, Londres, 1867, constituye la principal autoridad. 18. E. MQq:\1;'"' 1901, I,
Le 'º';!$.gnonnag<, p.,¡"
r
"' ap. 5.
sionlll' sobre los patronos como para asegurar la solidlll'idad esencial ~ más, entre los hombres y mujeres mal pagados y carentes de un
de los trabajadores. fondo de resistencia, el peligro de que surjan esquiro]es siempre es
El primer aspecto queda admirablemente expuesto en una carta muy grande. La destrucción de máquinas fue uno de los métodos
19
que el secretario del Ayuntamiento de Nottingham escribió en 1814. pata contrarrestar estas debilidades. Mientras el cabrestante de una
Los calceteros de bastidor, según informa, estaban en huelga contra bocamina de Northumbria estaba roto o el alto horno de una fundi-
la fuma perteneciente a J. y George Ray. Dado que esa fuma solla ción de G.tles estaba fuera de combate, al menos se podía estar se-
emplear obreros que poseían sus propios telares, éstos eran vulnera- guro de qoe por un tiempo Ja planta no podía ser utilizada.21 Este
bles por una mera reducción del trabajo. Sin embargo, la mayoría era sólo un método, y no se lo podía aplicar en cualquier sitio. P ero
de las fumas alquilaban los telares a los calceteros «y de ese modo rodo el complejo de acciones que los administradores del siglo xv1u
llegaban a controlar completamente a sus obreros. Quizá la manera y de comienzos del :iGX llamaban «motín», desempeñaba la misma
más efectiva en que la asociación podía coaccionarlas era su primi- función. Todos conocen las bandas de militantes o de huelguistas de
tiva manera de luchar mediante la destrucción de sus bastidores». En una fábrica o localidad, que recorren toda la región, que incitan a la
un sistema industrial doméstico, donde pequeños grupos de obreros, huelga a las aldeas, talleres y factorías mediante una mezcla de lla-
o bien obreros aislados, trabajaban esparcidos por numerosas aldeas mamientos y de fuerza (a pesar de que pocos trabajadores necesitaban
y viviendas rurales, no resulta fácil en todo caso concebir algún otro demasiado esfuerzo de persuasión en las primeras etapas de la lu-
método que garantizara un paro efectivo de la producción. Además, ;:: ·)
cha}.22 Incluso mucho más tarde las manifestaciones de masa y los
dada la cantidad complll'arivamente pequeña de patronos locales, la mitines constituían una parte esencial de todo conflicto laboral, no
destrucción de la propiedad --o la constante amenaza de destruc- sólo para intimidar a los patronos sino también para mantener uni-
ción- resultaba muy efectiva. Allí donde, como en la industria del dos a los obreros y levantar su moral. Los motines periódicos de los
paño, tanto la materia prima como los productos terminados eran marineros del noreste en las fechas en que se establecían los con-
caros, la destrucción de la lana o del paño podía resultar más conve- tratos laborales, constituyen un buen ejemplo de lo anterior; 23 así
niente que la de los telares.20 Pero en las industrias seminurales in- como las huelgas de los obreros portuarios modernos.24 Es evidente
cluso la quema de las parvas de los patronos, de sus graneros y de que la técnica ludita era adecuada pata esta etapa de la guerra in-
sus casas, podía afectlll' gravemente su cuenta de ganancias y pér- dustrial. Había profundas razones técnicas para que los tejedores
didas. británicos del siglo xvn1 (o los obreros madereros norteamericanos
Pero esa técnica tenía otra ventaja. El hábito de la solidlll'idad, del XX} constituyesen un conjunto de obreros proverbialmente pro-
que constituye el fundamento del sindicalismo efectivo, se tarda en i' clives a los amotinamientos.
)
aprender, incluso en los casos en que, como en las minas de carbón, También surge cierta confirmación acerca de este punto a partir
se insinúa de manera espontánea. Tarda todavía más en pasar a del testimonio de un líder sindical moderno, que cuando niño vivi6
formar parte del código ético incuesrionado de la clase obrera. El la transición en una industria lanera del sistema doméstico al fabril.
hecho de que unos calceteros dispersos en East Midlands hayan
21. Cf. la cliscus:ión de estos problemas en E . Pouget, Le sabotage, Paás,
podido organizar huelgas eficaces contra las fumas que les emplea- S. d., pp. 45 SS.
ban, demuestra un alto nivel de «moral sindical»; más alto de lo que 22. Por ejemplo, los obreros del ruerro en 1816 (The Times, 26 octubre
cabía esperar normalmente en esa etapa de la industrfalización. Acle- 1816), la huelga general de 1842 (F. Peel, The risings of the L11ddites ChtJT-
tists and Plugdrawers, Heckmondwike, 1888, pp. 341-347) y los minei'.osale-
manes en 1889 (P. Grebe, «Bísmarks Srurz u. d. Bergarbeiterstrei.k vom Mai
1889~, Hist. Ztschr., CLVIJ, p . 91).
19. Aspinall, op. cit., p. 175.
23. Aspinall, op. ci/., p. 196: «No puedo dejar de pensar que las reuniones
í•
20. En 1826 se afinn6 que los obreros de Bolton habían planeado. la des-
trucción de todo el hilado de algod6n ya empaquetado para la exportaa6n, as{ matinales y el acto de pasar lista son actualmente el nexo de unión•.
cvwo de las máquin3s. (Public Record Office, Home Office Papers HO 40/19, 24. H. L. Smith y V . Nasb, The sto-:,• 1Jf the Jockers' strike, Londres,
Fletcher a Hobhouse, 20 abril 1826.) 1889, p.usim. ·
24 TRABAJADORES LOS DESTRUCTORES DE MÁQUINAS 25
«Es necesario recordar», escribe Rinaldo Rigola,25 «que en esa época hombres sin ellas»; en 1719, contra los usuarios de calicó estampa-
presocialista la clase trabajadora era una multitud, no un ejército. do; en 1736, contra los inmigrantes que trabajaban por menos de las
Las huelgas lúcidas, ordenadas y burocráticas eran algo imposible. tarifas establecidas; y en la década de 1760 destruyeron los telares
[Rigola es un dirigente sindical muy conservador. E. J. H.] Los tra- contra la reducción de las tarifas: 17 pero el objetivo estratégico de
bajadores sólo podían luchar mediante manifestaciones, gritos, acla- estos movimientos fue siempre el mismo. Alrededor de 1800 los re-
maciones, abucheos, intimidacioties y violencia. El ludismo y el sa- jedores y los tundidores del oeste se movilizaron simultáneamente:
botaje, aunque no fuesen asumidos como doctrinas, tenían que for- los primeros se organizaron contra la inundación del mercado de
mar parte sin embargo de los métodos de lucha». trabajo por trabajadores de afuera; los segundos, contra las máqui-
Ahora debemos examinar la segunda clase de destrucción, consi- nas.i.a Sin embargo su objeúvo -el control del mercado de trabajo--
derada como la expresión de la hostilidad de la clase obrera hacia era el mismo. A la inversa: allí donde el cambio no perjudicó en nada
las nuevas máquinas introducidas por la revolución industrial, sobre a los trabajadores, no encontramos ninguna hostilidad especial con-
todo hacia las que permitían ahorrar trabajo. Por supuesto, no cabe tra las máquinas. Entre los tipógrafos, la adopción de prensas me-
duda acerca del enorme sentimiento de oposición contra las nuevas cánicas a partir de 1815 no provocó aparentemente mayores per-
máquinas; un sentimiento bien fundado, según la opinión de una turbaciones. Lo que sí produjo un conflicto fue la ulterior revolución
autoridad tan grande como la de Ricardo.26 Sin embargo, cabe hacer en la composición de los úpos, porque amenazaba con una degrada-
tres observaciones. Primero, esta hostilidad no fue tan indiscrimi- ción masiva de Ja categoría profesional.29 Entre comienzos del si-
nada ni tan específica como a menudo se ha supuesto. Segundo, con glo XVIU y mediados del XIX la mecanización y los nuevos dispositi-
excepciones locales o de distrito, en la práctica esa hostilidad re- v~s aumentaron mucho la productividad del minero del carbón; por
sultó sorprendentemente débil. Por último, de ninguna manera se e1emplo, la introducción del sistema de los barrenos. Sin embargo,
limitaba a los trabajadores, sino que era compartida por la gran masa como esta innovación no afectó la posición de los picadores, no sabe.
de la opinión pública, incluidos muchos industriales. mos de la existencia de ningún movimiento importante para oponer-
1 1) El primer ponto será evidente si consideramos el problema se al cambio técnico, a pesar de que los mineros eran proverbial-
tal como se le presentaba al propio trabajador. Éste no se interesa- mente nltraconservadores y levantiscos. La restricción de la produc-
ba por el progreso técnico en abstracto, sino por el doble problema ción realizada por los trabajadores de la empresa privada es un asun-
práctico de evitar el paro y de mantener el nivel de vida habitual, to completamente distinto: puede ocurrir y ocurre en industrias
que incluía factores no monetarios como la libertad y la ~_Eida.JL totalmente no mecanizadas, como por ejemplo en el ramo de 1a
tanto como los salarios. De modo que no objetaba la máquina como construcción; tampoco depende de los movimientos manifiestos, de
tal, sino cualquier cosa que supusiera una amenaza contra ese nivel las organizaciones o de los estallidos de violencia. J
de vida: sobre todo objetaba el cambio global de las relaciones soáa- En algunos casos, en realidad, la oposición a la máquina era una
les de producción que le amenazaba. Según las circunstancias, esa resistencia bastante consciente al hecho de que ésta se encontrara
amenaza podía proceder de la máquina o de otros aspectos. Los te- en manos del capitalista. Los destructores de máquinas de Lancas-
jedores de Spitalfields se amotinaron en 1675 contra Jas máquinas hire en 1778-1780 distinguían claramente entre las máquinas de hilar
con las que «un hombre puede producir casi tanto . . . como veinte
competidor y ya no estaban en condiciones de imponerse sobre la Esto no debe sorprendernos. Los empresarios capitalistas plena-
máquina. (Salvo, _por supuesto, que fuesen lo suficientemente afor- mente desarrollados constituían entonces una pequeña minoría in-
tunados como para poseer un mercado especializado independiente cluso dcnuo del conjunto de aquéllos cuya posición era técnic~en
de la producción mecánica, como los zapateros manuales y los sastres te fa de ~rceptores de beneficios. El pequeño tendero o patrono
en las décadas de 1870 y de 1880.) Una cansa de que la destrucción local no qwere una economía de e.A'Pansión ilimitada, de ilimitada acu-
practicada por los tundidores haya sido más persistente y grave que mulaci~n y revolución técnica, la salvaje persecución que condenaba
la practicada por otros trabajadores residió en el hecho de que esos al débil a la bancarrota y a la condición de asalariado. Su ideal era
obreros irreemplazables altamente especializados y organizados con- ~ sueño s~ar de todos los «hombrecillos», que encontró perió-
servaron en gran parte el control sobre el mercado de trabajo, inclu- dica ex-~res1ón en el radicalismo nivelador, jeffersoniano o jacobino:
so después de la mecanización parcial.39 una s0C1edad de dimensiones reducidas integrada por poseedores de
3) La mitología de los precursores industrialistas también oscu- ~~estas propiedades y por asalariados acomodados, sin grandes dis-
reció la aplastante simpatía hacia los destructores de máquinas mani- ttnaones de riqueza o de poder; aunque, por cierto, capaz de obte-
festada en todos los sectores de la población. En Nottinghamshire ni ~er por e~a ví~ tranquila cada vez más riqueza y comodidad. Ese
un solo ludita fue denunciado, a pesar de que gran cantidad de pe- r ·j ideal era mealizable, sobre todo en una sociedad que evolucionaba
queños patronos tenían que haber conocido perfectamente bien quién con una celeridad sin precedentes. Sin embargo, permítaseme recor-
rompía sus bastidores.40 En Wiltshire --donde se sabía que los inter- dar que aquellos que se sentían motivados por ese ideal constituían
mediarios que terminaban el paño y los pequeños patronos simpati- la mayoría de ~a pob~ación a comienzos del siglo xrx en Europa, y,
zaban con los tundidores- 41 los verdaderos terroristas de 1802 no al marge? de mdustrias como las del algodón, también constituían
pudieron ser descubiertos.42 Los mismos comerciantes y fabricantes I~ may~ria_ de la clase patronal.46 Pero incluso el auténtico empresa-
laneros de Rossendale tomaron decisiones contra los telares mecáni- no cap1talista ~udo tener_un~ actitud ambigua acerca de las máqui-
cos algunos años antes de que los obreros los destruyeran.º Durante nas. La creenaa de que inevitablemente éste debía ser favorable al
el alzamiento de los labradores de 1830, el secretario de los magis- progreso técnico como algo que iba en su propio interés, carece de
trados de Hindon, en Wiltshire, informó que «allí donde la turha fundamento, aunque no contáramos con la experiencia del capitalis-
no destruyó las máquinas, los granjeros 1as sacaron para que fuesen mo . ~~cés Y del capitalismo británico ulterior. Dejando de lado la
destruídas»,44 y Lord Melbourne envió una tajante circular a los ma- pos1b1!Jdad de g~ar más dinero sin las máquinas que con ellas (en
gistrados que «en muchas peticiones habían recomendado que se sus- mercados protegidos, etc.), sólo en muy pocas ocasiones las nuevas
pendiese la utilización de máquinas para trillar el cereal y para otros máquinas constituyeron proposiciones inmediata y obviamente ren-
tables.
39. Los tundidores quitaban la lanilla del paño tennínado y la afeitaban En. la historia de todo dispositivo técnico existe un «umbral de
con pesadas tijeras de hieno. Tenían que ser al mismo tiempo muy fuertes y
muy habilidosos. gananaa>~ que se tarda bastante en superar: tanto más cuanto mayor
40. Darvall, op. cit., p. 207. e~ el capital q~e hay que ~v~tir en una máquina. Esto explica, qui-
41. Aspinall, op. cit., pp. 57-58. za, la proverb1al falta de exito comercial de los inventores, quienes
42. 1bomas Helliker, ejecutado como tal en 1803, suele ser considerado
inocente.
43. G. H. Tupling, Economic bistory o/ Rossendale, Manchester, 1927, 45. ~ar impresa, 8 diciembre 1830. Este dato es mencionado en Ham-
p. 214. mond, Vi/lage labourer, Guild Books, TI, pp. 71-72.
44. C.Orrespondencia manuscrita de M. C.Obb, secretario de juzgado en Sa- 4.6. . Yéase el brillante análisis del «pequeño burgués dewócrat.a. en la ~
lisbury, en Library of Wiltshire Archaeol. and Nat. Hist. Soc.., Devizes: 26 no- murucaoon de Marx al C.Onsejo Central de la Liga C.Omunista Sel. W orks o/
1 viembre 1830. Marx and Engels, 11, pp. 160-161. '
il
30 TRABAJADORES
• _,. dente local revela que el movimiento ludita no era tanto una agita-
31
3. - HOllSllAWM
34 TRABAJADORES LOS DESTRUCTORES DE MÁQUINAS 35
1• ' de Wesley eran pilares del status quo. En realidad, el grupo religioso
1 de \Vesley se asustó incluso del movimiento militante en pro de la
templanza, tan apreciado por el inconformismo radical. No puede
decirse que Wesley o sus primeros seguido.res hayan sido democráti-
cos en cuanto a sus ideas acerca de la organización y de la propaganda
de la Iglesia: esa fue la causa principal de que, entre 1797 y 1849,
se produjeran una serie de separaciones del grupo principal. A par-
tir de 1850 el wesleyanismo se Vbetalizó y desde el punto de vista
político se asemejó más al resto <\ef inconformismo. Sin embargo, en
3. EL METODISMO Y LA AMENAZA su.juventud y en su «poderío medio» (de 1790 hasta 1849) parece
REVOLUCIONARIA EN GRAN BRETAÑA cierto que no fue así, y precisamente ése es el período que nos inte-
resa en especial. -
A pesar de que en la Gran Bretaña de los siglos xvm o XIX no
¿Evitó el metodismo la revolución o el desarrollo de un moví- 1 se produjo ninguna revolución, hubo sin embargo bastantes senti-
miento revolucionario en Gran Bretaña? Este problema ha suscitado mientas revolucionarios en amplias zonas del país, particularmente
durante mucho tiempo el interés de los historiadores. El período que 1 durante los duros cincuenta años que transcurrieron desde mediados
va desde 1789 hasta 1848 estuvo lleno de revoluciones en todas \ - de la década de 1790 hasta finales de la de 1840. Si los estallidos de
partes de la Europa occidental, pero no en Gran Bretaña, donde du- violencia auténticos fueron pocos, limitados y bastante pequeños,
rante esa misma época el metodismo creció muy rápidamente. En rea- ello no se debió a que en determinadas épocas -por ejemplo, du-
lidad, la creencia de que el metodismo mantuvo inmune a Gran Bre- rante la espantosa deptesión de 1841-1842- no haya habido gran-
taña de la revolución se encuentra bastante difundida. La History o/ des masas de ciudadanos británicos coléricos, desesperados y dispues-
the Englisb People del difunto Elle Halévy sostiene enérgicamente tos prácticamente a cualquier tipo de acción política. La fuerza del
esa idea. Por consiguiente, puede ser útil elucidar las relaciones que cartismo, por ejemplo, no puede medirse sobre la base de la debili-
hubo entre d metodismo y la amenaza de revolución durante ese dad de los intentos reales de expresarla mediante Ja rebelión.
período. Como ha sostenido Leo.in -un especialista en el tema- el de-
Por supuesto, sabemos que John Wesley y los líderes iniciales de terioro de las condiciones de vida de las masas y el aumento de su
su grupo religioso, al igual que los metodistas calvinistas de White- actividad política no bastan para producir una revolución. También
field, condenaban violentamente la revolución. Eran extremadamente~- ~~ debe existir una crisis en los asuntos del orden dominante, así como
conservadores en política: no sólo se oponían a la revolución social, un grupo de revolucionarios capaces de dirigir y de conducir el mo-
sino también a la reforma liberal y radical, que después llegó a estar vimiento. En el período que estamos considerando faltaban ambos
tan asociada con el inconformismo británico del siglo XIX, el sindi- elementos. Con la posible excepción de los años que precedieron
calismo y otras manifestaciones del movimiento obrero. De modo inmediatamente a la ley de reforma de 1832, la clase dominante bri-
1 que es un error afumar que Wesley fue el inspirador del moví- tánica nunca perdió el control sobre la situación política. Cabe pensar
>-'
miento obrero y sindical moderno. Este último le hubiera chocado. que algo parecido a una «situación revolucionaria» pudiera haberse
Los seguidores de Wesley en Cornualles se enorgullecían de que sus desarrollado si el Parlamento anterior a la reforma no hubiese sido
miem.b os no participaran en las huelgas ni en las agitaciones. Los suficientemente sagaz como para ceder pacíficamente ante la presión
metodistas calvinistas excomulgaban tanto a los partidarios de la de los reformadores de clase media (o, para ser exactos, ante Ja pre-
emancipaaón católica como a los miembros de los sindicatos. Los sión de las masas que estaban sometidas al liderazgo de los refor-
seguidores de Wesley en el Leicester radical eran conservadores. madores de clase media). Pero la Cámara de los Lores fue suficien-
Los agentes del gobierno no tardaron en observar que los seguidores< [ '
38 TIWlA)ADORES T LA AMENAZA REVOLUCIONARIA EN GRAN BRETAÑA 39
temente sagaz como para ceder, y el partido reformista no tardó en ~· •1 y los partidarios más activos de la Revolución francesa procedieron
llegar a un compromiso que quizá les otorgó menos de lo que pedían de ellos. Sin duda, a partir de la década de 1790, en la medida en
la mayoría de sus voceros -por ejemplo, los seguidores de Jeremy que su número aumentó, se fueron volviendo más «respetables».
Bentham-, pero evitó las imprevisibles consecuencias de una ulte- Cabe discutir si esto se debió a la influencia del metodismo, que con-
rior agitación de las masas. En cuanto a los revolucionarios, duran- tribuyó a revitalizarlos, y en caso afirmativo, cuál fue el grado de esa
1 · te todo el período, fueron ine.~pertos, carecieron de lucidez mental, influencia. No puede darse una respuesta neta a esta pregunta. Lo
1estuvieron mal organizados y divididos. más que cabe decir es que existen muchas otras razones posibles para
Por consiguiente, es cierto que no hubo revolución y que el me- explicar por qué pudieron volverse menos jacobinos, sobre todo el
'{ todismo de Wesley fue hostil a la misma, pero de esto no se sigue hecho de que entre 1793 y 1815 la mayoría de los ingleses, por ra·
que este segundo hecho haya sido la causa del primero. El metodis- zones obvias, tuvieron poca simpatía por el jacobinismo. Así, ese
mo no fue responsable de la moderación y de la flexibilidad de los típico puritano del siglo xvn que fue Zechariah Coleman se quejaba
políticos del Parlamento o de los urilitariscas radicales. Tampoco cabe amargamente en Revolution in Tanner's Lane de Mark Rutherford:
considerarlo responsable de la debilidad del movimiento revolucio- acerca de «la triste decadencia respecto de aquellos días, incluso en
nario en las clases trabajadoras. Para demostrar esto, es necesario mi época, en que los Disidentes representaban la clase insurreccional».
indagar -en la medida de lo posible- cuál fue su efecto sobre los Sin embargo, sus simpatías siguieron estando del lado del radicalis·
políticos de las clases trabajadoras británicas de ese período, y sobre mo y de la reforma, movimientos éstos que apoyaron activamente.
todo durante los dos períodos de mayor inquietud que hubo en el t- Los diferentes grupos que se desprendieron del metodismo ne
mismo: los años que van desde los Juditas hasta Peterloo (1811-1819) simpatizaron políticamente con los seguidores de Wesley. Los kilha·
y los que van de 1829 hasta 1849, que abarcaron la agitación por mitas o Nueva Conexión (que se separaron en 1797) declararon orgu·
la reforma y los grandes movimientos sindical, de reforma fabril y liosos en 1848 que desde hacia mucho tiempo ellos habían anticipado
de oposición a la Ley de P obres, asi como el cartismo y la gran el liberalismo que por entonces estaba en auge. Uno de sus predica·
agitación campesina. Esto supone estar en condiciones de respon- dores, incluso, había sido encarcelado en Northampton por hacer pro.
der a la pregunta más general: ¿cuál fue el peso de la religión orga- paganda radical. Los cristianos de la Biblia (1815) tomaron su propic
nizada, y en particular de las diferentes sectas inconformistas, sobre camino pacífico en Devon y en otras zonas del Sudeste y llegaron ~
las clases trabajadoras en el período inicial del industrialismo? colonizar zonas de Kent. Pero su camino era el fiero camino del
La primera pregunta que debemos plantear es si los seguidores viejo testamento que insistía en que había que optat por escapru
de Wesley eran suficientemente fuertes como para marcar de alguna de las llamas de la perdición: idea ésta que no necesariamente con
manera una diferencia decisiva. Porque resulta bastante claro que ( tribuía a la pasividad social. En las uniones de labradores llegarot
las otras sectas inconformistas no compartieron su conservadurismo a ser muy activos. Lo mismo se aplica en un grado todavía mayor ~
político (salvo los metodistas calvinistas, que estaban localizados en los secesionistas más importantes, los metodistas primitivos (1811).
el norte y en el centro de Gales, donde la concentración industrial Éstos, los más puramente «proletarios» de las sectas principales, se
no era grande). Los «viejos disidentes» -independientes (congrega- separaron porque consideraban que los seguidores de Wesley no era.IJ
cionalistas), baptistas de diversas clases, presbiterianos-unitaristas (que suficientemente democráticos en cuanto a la predicación por parte de
no deben ser confundidos con la Iglesia de Escocia, cuya influencia los seglares y de las mujeres y porque se oponían a las campañas de
fue relativamente fuerte entre los inmigrantes del Tyneside}- no propaganda de masas en los grandes «mitines de campo» restauracio·
estaban en absoluto comprometidos con el apoyo al gobierno y no nistas introducidos por los evangelistas norteamericanos. Sus baluar·
tenían ninguna clase de respeto por la autoridad constituida como tal, tes se encontraban entre los mineros del norte, los trabajadores del
que les seguía discriminando de diferentes maneras. En realidad, los campo y los operarios de Staffordsbire. En este último sitio el meto-
primems tres grupos se desplazaron ampliamente hacia la «izquierda», dismo primitivo estaba tan ligado a los sindicatos que práctica·
\ '
40 TRABAJADORES LA AMENAZA REVOLUCIONARIA EN GRAN BRETAÑA 41
mente se convirtió en una religión obrera. Cuando Lord Loodonde- ~ , ferencia. Staf/ordshire se encontraba dividida acerca de este tema.
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.rry expulsó a los huelguistas después de la huelga del caroon de En el otro extremo de la escala estaba el Sur de Gales, donde los
1844, dos tercios de los metodistas primitivos de Durham se queda- niveles de asistencia a los actos religiosos que se elevaban al 40 por
ron en la calle. (En esa Illisma época los seguidores de Wesley se ciento del total de la población no eran raros; por ejemplo, en
felicitaban de que sus miembros no participaran en las huelgas salvo Pontypool, Merthyr y Bridgend, es decit en el West Riding, y en
compulsivamente.) Si alguien debía estar dispuesto a ofrecer la otra ciertas zonas de Derhy, Leicester y Nottingham. Por supuesto, las
mejilla, seguro que no se trataba de los primitivos. Además, a pesar áreas rurales, como promedio, acusaban una mayor asistencia a la
de que los predicadores estaban excluidos de Ja política, muchos de iglesia que las urbanas.1
ellos «probablemente interpretaban esto sólo como la prohibición de También a excepción de Lancashire, las ciudades importantes y
~ hacer discursos en favor de los intereses de los conservadores». las áreas industriales eran más inconformistas que anglicanas. Ea la
Incluso entre los seguidmes de Wes]ey los miembros de base mayoría de las mismas, la Iglesia de Inglaterra no sólo era una mi-
eran menos conservadores que sus líderes. Por cierto así ocurría en no~ sino que a menudo constituía un grupo completamente mar-
Leicester. A1 menos un clérigo de Yorkshire sólo logró impedir en ginal. Por ejemplo, en ocho de las asociaciones de la Ley de Pobres
el último momento que los luditas sepultaran uno de sus muertos del W est Riding y en parte de las Potteries los principales grupos
en el cementerio de los wesleyanos, en medio de discursos políticos; inconfortllistas (independientes, baptistas y wesleyanos) superaban en
este episodio nos permite concluir que los metodistas no estaban más del doble a la Iglesia anglicana. En Gales, por supuesto, la
en condiciones de contener la destrucción de máquina. En las zonas -: 1 .1 Iglesia anglicana era una fuerza sin importancia, por razones nacio-
alejadas, donde no habían penetrado sectas más simpatizantes nales. Sin embargo, entre los inconformistas, los metodistas en su
--como en Dorset- , ]os wesleyanos pudieron incluso llegar a ser conjunto no tenían la misma fuerza en todas partes.
-líderes sindicales, como los mártires de Tolpuddle. Sin embargo, En líneas generales no constituían una fuerza importante al su1
antes de la década de 1850 hechos como éstos eran más bien ex- de una línea trazada desde Wasb hasta Dudley en el Black Country y
cepcionales. de allí hacia el oeste hasta la costa de Gales; salvo ciertas zonas de
¿Cuál era la fuerza, pues, de los seguidores de Wesley en com- Norfolk. También eran muy fuertes en Cornualles. Al sur de esa línea
paración con la de los otros grupos y con la población total (que el inconforillismo importante era el de los «viejos disidentes», a sa-
abarcaba una gran cantidad de indiferentes y una pequeña minoria ber, los independientes y los baptistas. En el sur de Gales los meto-
de no creyentes)? distas eran aun más débiles. Incluso los metodistas calvinistas', qüe ·
~
La única información adecuada de que disponemos acerca de este apelaban a la identidad galesa, eran invariablemente superados en
tema es la del Censo religioso de 1851, y es oportuno resumirla antes .- \ número ya por los independientes o bien por los baptistas. Los anti-
de orientamos a tientas por períodos para los cuales la documenta- guos disidentes también tenían enclaves en el territorio metodista,
ción no es tan buena. En líneas generales obtenemos el siguiente sobre todo en East Midlands. En realidad, dentro de las áreas in-
cuadro de las áreas industriales de Inglaterra y de Gales. Las grandes dustriales del Norte y de los Midlands, el metodismo era realmente
ciudades y algunas, pero no todas, de las áreas atrasadas mineras y fuerte sólo en tres zonas: la región con centro en los Peninos del sur
de explotación del hierro, eran relativamente no religiosas (es decir, -es decir las zonas industriales del West Riding, Derbyshire y al-
menos del 25 por ciento de la población total asistía a los servicios gunas zonas de Lancashire lindantes con Yorkshire, Durbam y algu-
religiosos del sábado). Sin embargo, Bristol, Leicester, Nottingham, nas zonas de Staffordshire. De éstas, sólo los distritos textiles del
Leeds y Llverpool -la última con muchos habitantes cat6licos-
presentaban cifras de asistencia bastante elevadas. De las áreas indus- l. Es evidente que la población total, que incluye a los niños, a los enfer-
mo~, et;., es mucho más grande q~e ~a población potencial capaz de asistir a
triales, Lancashire, que era la más importante, también era la de l~ iglesia. Pero no oont~os con rungun medio adecuado para calrular la can-
mentalidad menos religiosa. El Noreste le sigue en la escala de indi- ndad de hombres y mujeres adultos que eran asistentes potenciales.
42 TRABAJADORES
considerados como el feudo inconmovible de los wesleyanos. En Dur- importante de los wesleyanos en alguno de sus baluartes durante la
ham eran seguidos de cerca y a veces superados por los metodistas primera mitad del siglo xrx? En Yorkshire no hay ningún signo real
primitivos. (En Norfolk, que luego se convertiría en el principal cen- de la misma. Huddersfield, Leeds, Birstall y Wakefield (después de
tro del sindicalismo de Jos trabajadores del campo, les superaban Nottingham) eran los centros principales del ludismo; pero fueron
de manera contundente.) En Staffordshire tuvieron que competir -a también los centros de algunos de los círculos metodistas más fuer-
veces sin éxito- tanto con los primitivos como con otros disidentes. tes en el West Riding. (El metodismo disidente todavía carecía de
En Derbyshire, por lo general, eran superados en número. importancia.) El West Riding, encabezado nuevamente por Leeds
Por consiguiente, cabe esperar que el metodismo en conjunto --que, como recordamos, tenia una asistencia a la iglesia anormal-
sólo haya tenido una influencia política importante sobre las agita- mente elevada para una ciudad industrial- se manifestó y se amoti-
ciones populares en el norte, en los Midlands, en East Anglia y en nó en favor del proyecto de Ley de Reforma con tanto entusiasmo
el extremo sudeste; y el wesleyanismo como tal, sólo en el West como cualquier otro sitio, con abundancia de rosetas, escarapelas y
Riding. Es importante señalar este hecho, porque una gran parte de banderas tricolores francesas. Durante las décadas de 1830 y 1840 fue
la agitación radical y revolucionaria de ese período se produjo en quizás el más fume baluarte del radicalismo y del cartismo violentos
áreas en las que ambos grupos religiosos eran débiles: en Londres, en el norte. Huddersfield tenía la congregación wesleyana que; por su
Bristol y Birmingham, en el sur de Gales y en los East Midlands. fuerza ocupaba el segundo lugar en el West Riding en 1851; y por
Por supuesto, una gran parte de la misma se produjo en áreas en (. cier to la que había crecido más rápidamente durante todo ese perío-
que la religión organizada como tal era débil: por ejemplo, en Lan- do iniciado en 1814. Sin embargo, Huddersfield fue el centro de
cashire y en las ciudades importantes. una resistencia casi insurreccional contra la nueva Ley de Pobres, y
¿Cuál era la situación en épocas anteriores? A partir de los días sus cartistas se empeñaron a fondo en la huelga general revolucio-
de los luditas, Jos metodistas habían crecido más rápido que la po- naria en favor de la Carta en 1839. También fue un centro destaca-
blación en conjunto o, incluso, que la población urbana. Todas sus do del owenismo. Bradford tenía la congregación wesleyana más
sectas consideradas globalmente eran casi cuatro veces más grandes fuerte de Riding en 1851, y durante cuarenta años había sido un
en 1851 que en 181O; y los wesleyanos solos eran alrededor de dos baluarte de la secta. Pero Bradford fue también un centro del car-
veces y media más numerosos. A pesar de que prácticamente no sa- tismo. Cuando Feargus O'Connm planeó una gira por el norte, al
bemos nada acerca de los otros disidentes, es verosímil que, en In- salir de la cárcel, se organizaron mitines en diecisiete ciudades en
glaterra a diferencia de Gales, los metodistas crecieran más rápido las que presumiblemente esperaba obtener el mayor apoyo: diez de
que el resto hasta 1850, con algunas excepciones locales. De modo ( \ ellas se encontraban en el West Riding.2 En 1851 los metodistas de
que en 1811-1819 o en 1830 eran obviamente mucho más débiles, esas ciudades constituían entre el 5 (Sheffield) y el 12 o el 15 por
tanto relativa como absolutamente, que en 1851, cuando abarcaban ciento del total de la población (Todmorden, Dewsbury y Keighley).
quizá medio millón de miembros (300.000 wesleyanos) dentro de Resulta bastante irónico que haya sido en la menos metodista de esas
una población total de 18 millones. La pauta general de distribución ciudades -Sheffield- donde el cartismo se mantuvo durante todo
geográfica ya estaba establecida -en líneas muy generales- hacia ese período menos inclinado al extremismo.
1810; Jos principales baluartes dd metodismo en Yorkshire y en Lo cierto es que en esa región se desarrollaron tanto el metodis-
otras partes ya habían aparecido. Incluso dentro de estos baluartes, mo como el radicalismo. Existían razones perfectamente convincen-
eran por Jo general más débiles y el número de sus miembros era tes para que los tejedores de lana y estambres del West Riding estu-
fluctuante. No parece verosímil, pues, que un grupo, digamos, de
150.000 personas baya podido ejercer una influencia decisiva sobre 2. York, Leeds, Sbef:field, Keighley, Halifax, Bradford, Todmorden, Hud-
1O millones de ingleses y galeses. de:rsfield, Dewsbury y Barnsley.
44 TRABAJADORES
LA AMENAZA REVOLUCIONARIA EN GRAN BRETAÑA 45
viesen desesperados y dispuestos a amotinarse. Los tejedores de hi-
lados, que en 1814 ganaban 34 chelines y 6 peniques, recibían 21 cabe pensar que participaron activamente en él. (Sin embargo, parece
chelines en 1821; 20 chelines en 1829 y 12 chelines y 6 peniques muy difícil que alguno de los dirigentes cartistas hubieran sido mi-
en 1838. En tales condiciones, el metodismo tenía tantas posibilida- neros del carbón.) En los principales yacimientos del noreste y del
des de evitar que una gran cantidad de sus miembros se inclinasen sur de Gales no hicieron huelga, a pesar de que tomaron parte activa
hacia la rebelión, como las que tenía el arzobispo de Canterbury. De en la formación de la unión nacional que llegó al punto ·álgido alrede-
hecho, muchos operarios wesleyanos debieron participar en las gran- dor de un año más tarde. Es muy probable que los yacimientos que
des agitaciones. se declararon en huelga en 1842 también habrían esperado basta en-
En Cornualles, por otra parte, el radicalismo político y el car- tonces si Jos obreros industriales que les rodeaban no les hubiesen
tismo eran débiles entre los mineros, quienes eran los principales arrastra?º· En el sur de Gales los metodistas eran un grupo sin im-
partidarios de los wesleyanos. Pero no debemos apresurarnos a con- portancia. En el noreste predominaban los metodistas primitivos,
cluir que ello se debía a la influencia moderadora de los wesleyanos. que apoyaban a los sindicatos. No. h.ay que considerar a los wesleya- ) •
En muchos aspectos, la estructura industrial y social de Comualles nos como responsables por la pas1v1dad de esas comunidades mine-
era arcaica. Los mineros calificados, por ejemplo, seguían considerán- ras en 1842. De modo que probablemente es más sensato atribuir la(
dose no como trabajadores asalariados sino como subcontratistas o ~al~a de interés en el cartis~o de Comualles y la debilidad. de este )
como asociados según los acuerdos llamados de «tributo». Esto ex- ulumo a unos factores desvmcuJados con la religión vigente en esa
plica que la conciencia de que los trabajadores como clase se contra- ' zona. \.
"
ponían a los patronos como clase sólo se desarrollara lenta y tardía- El historiador oficial de los metodistas primitivos, H . B. Kendall,
mente. El primer «confilcto laboral» se produjo en 1831 y la pri- que escribió en 1906, afuma también que éstos contribuyeron a evi-
mera huelga genuina en 1857. La forma característica de agitación t~ la revolución. Se apoya sobre todo en el hecho de que los pri-
social en Cornualles -y Jos mineros eran proverbialmente un grupo meros grandes progresos de esta secta se produjeron en Notting-
propenso a los motines- era el motín contra las alzas de los precios hamshire y en Leicestershire en 1817-1819; es decir, en dos de los
de los alimentos en épocas de escasez. Como en Ja Francia del si- principales baluartes del ludismo y del radicalismo. Menciona también
glo xvm, el trabajador consideraba que su verdadero enemigo no el caso de diversas aldeas que abandonaron las doctrinas «nivelado-
era el patrono sino el intermediario acaparador. Pero fuesen o no me- ras». Tampoco esta afirmación puede tomarse demasiado en serio En
todistas, los mineros y otros trabajadores de Cornualles marcharon primei: lugar, Ja gran mayoría de la veintena de aldeas de Nottin)-
hacia las ciudades para apoderarse de los alimentos, para impedir hamshire en Las que los primitivos se establecieron en 1817-1818
por la fuerza la exportación de grano o para obligar a que los ali- l· \ se encontraban en la zona menos industrializada del condado· con-~
mentos se vendiesen a precios justos, a la manera clásica de los amo- tenían sólo alrededor del 7 por ciento de los bastidores para 1~ labo- ~
tinados del siglo xvm: por ejemplo, en el difícil año de 1846-1847. res de punto del condado. (Sin embargo, en Le.icestershire probable-./~
Además los mineros -tanto del carbón como del metal- eran mente tuvieron más éxito entre los trabajadores de géneros de punto.) r
un grupo aislado de obreros, a menudo estaban separados geográfi- En segun~o lugar, los P!ogresos de los metodistas en esta región eran
camente del resto de los trabajadores y estaban menos interesados .en temporan9s, y en la década de 1820 perdieron la mayor parte del :V
la política que en sus luchas económicas específicas. Por eso en la terreno, para reconquistarlo sólo mucho más tarde. En tercer lugar,
mayoría de las w nas del país participaron so.rprendentemente poco los East Midlands no se volvieron perceptiblemente menos radicales
en las agitaciones radicales y cartistas. En Yorkshire, Lancashire y a partir de 1818. De hecho, Leicester es uno de los sitios donde una
sobre todo en Staffordshire hicieron huelga en el año desesperado P.!Oporción de metodistas activos mayor que la normal parecen ha-
de 1842, junto con el resto de los operarios con los que vivían, y ber si~o entusiastas del cartismo. Hubiese resultado sorprendente que
cuando este vasto movimiento de huelga se fundió con el carlismo los te1edores a mano y los calceteros, cuyo ingreso semanal --de
acuerdo con lo que dice el cartista metodista de Leicester, Thomas
46 TRABAJADORES LA AMENAZA REVOLUCIONARIA EN GRAN BRETAÑA 47
Cooper- descendió en 1841 basta los 4 chelines y 6 peniques por gión que puede haber atraído a la masa miserable del pueblo en esas
semana no hubiesen sido t 3dicales cuando se estaban muriendo de épocr:s. Los predicadores, profetas y sectarios expresaron algo que los
' trabajadores podían considerar más como llamados a la acción que a
hambre.
1 Por consiguiente, podemos resumir más o menos de la sjguieo- la resignación. La existencia de sectas de este último tipo también
te manera las .relaciones entre el metodismo y la amenaza de revolu- se encuentra bien documentada. En nuestra generación, por ejemplo
ción. La conducción oficial de la Conexión deseaba mantenerla com- en el cinturón de cobre del norte de Rhodesia, Jos Testigos de Jehová ,
pletamente al margen de cualquier agitación,zadical, fuese o no ésta desempeñaron durante cierto tiempo un papel similar aJ de los meto-
revolucionaria. Aunque lo hubiese logrado / )a fuerza del wesleyanis- distas primitivos de las bocaminas de Durham.
mo no era probablemente lo bastante gra~e, ni estaba lo bastante Conocemos bastante poco acerca de Ja vida del pueblo común en
bien distribuida, como para afectar de manera decisiva a la situación Gran Bretafia durante la revolución industrial como para poder afir-
política.'.Pero de bech~us miembros no se mantuvieron al margen
de las ~gitaciones radicafes. Al parecer, el wesleyanismo perdió te-
mar con alguna seguridad cómo consideraban su inconformismo.
Todo lo que sabemos es que el metodismo progresaba cuando el radi-
.
l
rreno en benelicio de sectas políticamente radicales como los meto- calismo hacia lo mismo y no cuando disminuía, así como que los
distas primitivos y ciertamente se produjo una creciente oposición de grandes «resurgimientos religiosos» normalment e no se producían
los miembros de base contra el conservadurismo de los líderes, sobre cuando las condiciones económicas estaban llegando a su punto más
todo en las décadas de 1830 y 1840; a veces sobre la base de unos ~ - grave, por ejemplo en los momentos más bajos de las depresiones
motivos políticos (como en Leicester) y más a menudo por motivos comerciales. Los períodos en que el wesleyanismo reclutó adeptos
abiertamente morales, como la templanza (como ocurrió en Cor- con mayor !3pidez -con un promedio anual de 9.000 a 14.000 miem-
nualles y en otras partes).; Muchos wesleyanos deben de haber par- bros-- fueron tambjén, con la única excepción de los años de la
ticipado en las agitaciones radicales y revolucionarias, desde el ludis- expansión (1820-1824 ), períodos de aumento de la agitación popu-
mo al carásmo, junto con sus compañeros no wesleyanos. A menudo lar: 1793-1794 (la época de la agitación jacobina), 1813-1816 (en
se ha exagerado la efectividad del conservadurismo oficial wesleyano. q~e creció la inquietud en los últimos años de las guerras napoleó-
Esto pudo haberse debido a un error fundamental acerca de las rucas), 1831-1834 (durante la gran Reforma y las agitaciones owe-
razones por las cuales los trabajadores de la Gran Bretaña de la pri- nianas, cuando se alcanzó Ja tasa más acelerada de crecimiento), l
mera etapa del industrialismo se volcaron hacia las diferentes sectas. 1837-1841 (el cartismo) y 1848-1850 (la última oleada del cartismo).
Se supone con demasiada facilidad que lo hicieron como una alterna- A la inversa: cuando el carrismo declinó, otro tanto ocurrió con las
tiva con respecto a la política revolucionaria o radical. Hasta cierto 1 \ sectas. En Ja primera mitad de la década de 1850 los grupos incon-
grado así fue. En las primeras etapas de la transformación capita- formistas, metodistas o de otro tipo, fueron perdiendo miembros du-
lista de la ciudad y del campo encontramos de hecho con frecuencia ran~e lo que ?e ~echo representó la única recesión importante que
sectas -místicas, apocalípticas y quietistas- que predicaban la re- registra su bistona en el siglo XIX. 1850 señala el final de una
signación y el desligamiento absoluto respecto de los asuntos de este fase del desarrollo del inconformismo, así como del movimiento
mundo diabólico. El magnífico drama de Gerhart Hauptmann, Los obrero. Cuando ambos resurgieron, eso se produjo en condiciones
tejedores, basado sobre un informe documentado acerca de la rebe- muy diferentes. Este curioso paralelismo puede explicarse ya sea afir-
lión de 1844 de los tejedores de Silesia, contiene un maravilloso re- mando que las agitaciones radicales empujaron a otros obreros hacia
trato de un antiguo sectario de este tipo. En las áreas industriales de el metodismo, como una reacción contra las mismas, o bien que los
Bélgica, por esa misma época, se difundieron unos cultos similares obreros se volvieron metodistas y radicales por idénticas razones.
centrados en la figura de la Virgen, y en una etapa ulterior de ese PIObablemente ambas e..~licaciones sean válidas. En conjunto, la se-
siglo un grupo llamado de los nazarenos bacía notables progresos en- gunda interpretación resulta quizá más verosímil, porque, como he-
tre los labradores sin tierra de Hungría. Pero hay otro tipo de reli- mos visto, la insatisfacción de los wesleyanos de base contra el anti-
< 11 .
.
48 TRABAJADORES
4. - UOBSBAWM
..
50
r 51
TRABAJADORES EL ARTF.SANO AMBULANTE
local no oficial de intercambio de trabajo. Cuando no había trabajo, ~ .. gían los camaradas vigilantes. Por consiguiente, había circulares men-
seguía su camino. Si no conseguía suficiente trabajo permanente como suales que contenían listas de los obreros que estaban viajando, así
para pasar a una nueva sección del sindicato, el viajero debía volver como otra información de ese tipo. La asistencia al viajero tampoco
normalmente a su ciudad de residencia, una vez recorridas todas las llegaba a escalas .cJemasiado pródigas: en el caso de los albañiles era
secciones: en la década de 1850, en el caso de los cajistas ese cir- de 6 peniques por día hasta una época bastante avanzada del sig]o.6
cuito grande era de alrededor de 4.500 kms; 2 en el de los fabricantes De modo que era bastante común que la asistencia fuese completada
de cepillos, de más de 2.000 kms, en la década de 1820.3 Las formas con el paso del sombrero entre los miembros del sindicato y entre
de pago de la asistencia al viajero eran variables. Podía ser pagado los compañeros en cada trabajo que el viajero encontraba en su iti-
por día o por distancia, en cuyo caso los funcionarios responsables nerario. De todas maneras el sistema funcionaba. En realidad, en
se tomaban el cuidado de asegurarse de que el viajero había ido de muchos sindicatos durante mucho tiempo fue el único método para
sección en sección por el camino más corto, y a veces les proveían ayudar a los parados; en algunos de los sindicatos de la construc-
de planos. La asistencia para el fin de semana solía ser mayor que ción seguía funcionando todavía en el siglo xx.
para los días laborales.
Los pagos corrían por cuenta (en las primeras épocas del siste-
ma) de las secciones del sindicato, que cada tanto arreglaban cuen- II
tas entre sí en forma directa, o bien a través de una oficina central; 4 ~
Sabemos muy poco acerca de las primeras épocas de la vigencia
más tarde el sistema se fue centralizando cada vez más, y también
del sistema -por lo menos un sindicato lo llamaba asf-,7 a pesar
llegó a utilizarse un sistema de cheques. Al partir, el viajero recibfo
de que a menudo se ha señalado su semejanza con la costumbre de
un talonario de cheques válido por una cierta cantidad de días -98
viajar de los oficiales en otros países de Europa.' De hecho, la inves-
en el caso de los albañiles, menos en el de los panaderos- 5 e iba
tigación ulterior no ha alterado fundamentalmente el cuadro bosque-
cobrando los cheques de asistencia en cada sección del sindicato. Esa
jado por S. y B. Webb en 1894, lo cual supone un reconocimiento
centralización ayudaba a evitar la ruina del sistema, el abuso en que
del mérito de esos extraordinarios estudiosos. Entre los cardadores
pudiesen incurrir viajeros a quienes no les correspondía ninguna asis-
de Devon el sist·ema organizado de trabajo migratorio ya existía en
ten.da o bien obreros que ya habían recibido la totalidad del dinero
1700, y entre esa fecha y 1726 se extendió a los gremios afines.9
de la asistencia anual a los viajeros. Las estadísticas excepcionalmen-
Según parece, en 1707 los tejedores de Taunton tenían un acuerdo
te completas, sobre las que se basa en gran parte el presente arúcu-
rudimentario de trabajo migratorio,1° aunque, a diferencia de lo que
lo, apuntaban también a preservar el sistema. El secretario local
\ ocurría en el gremio del cardado, en el del tejido siguió estando
debía ser capaz de comprobar la autenticidad de los billetes de los ~
organizado sobre una base puramente local.11 Los adobadores de piel
viajeros, porque se daba incluso el caso de que se los falsificaba, sobre
todo entre los impresores, algunos de los cuales viajaban con «docu- 6. La dureza de esas bajas tarifas resultaba mitigada por los sistemas de
mentos» emitidos por secciones totalmente míticas hasta que los co- pago de asistencia por milla recorrida.
7. Estatutos de la Sociedad Mutua de Carpinteros y Ensambladores 1836.
(Esta sociedad es más conocida por el nombre de Unión General de ~inte
2, «Typograpbical reminiscences by an old T ypo», Typographical circtJlar, ros y Ensambladores, integrada actualmente en la Asociaci6n de Trabajadores
junio 1891, p. 8. de la Madera Unidos.)
3. W. Kiddier, op. cit., pp. 16-17. 8. S. y B. Webb, op. cit., p. 24; W. J. Ashley, Suroeys, historie and
4. Por ejemplo: Bye lAws o/ Operative Carpenters and Joiners Society o/ econom~, pp. 249--262.
Birmingham (fundada en mayo de 1833), IV; es probable que esta asociación 9. Hosk:ins, Industry, trade and people in Exeter, 1688-1800, Exeter,
estuviera integrada en la Uoi6n de Obre.ros de la Construcción (Binningham 1935, pp. 58-61.
Public Library 239882). 10. Lipsoo, Economic history o/ England, IlI, p. 39.3.
5. Estatutos del Sir:dicato de Obreros Albañiles, 1871 y años sucesivos; 11. A short essay upon trade in general by a lover of hir cnuntry and
Estatutos del Sindicato de Obreros Panaderos, 1873. the Constitution, 1741, pp. 40-41 (British Museum).
52 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 53
establecieron una federación de trabajo migratorio hacia mediados ~ dema» parecen más fuertes. Por lo que conocemos, en Gran Bretafü
del siglo; los sombrereros, en la década de 1770_.12, Los acuerdos de no existen testimonios de costumbres e instituciones similares a1
trabajo migratorio entre los estampadores de calico, los papeleros Y tour de France o al W a11derpflicht de otros países de Europa. AJ
los cajistas estaban tan desarrollados a comienzos dc:l siglo x1x, que parecer, el trabajo migratorio en Gran Bretaña nunca fue una parte
deben habler florecido un cierto tiempo antes. Por aerto las pruebas del perfeccionamiento de la educación del artesano, sino un recur-
de la difusión del sistema son abundantes a comienzos de ese siglo. so para compensar el pat o estacionario o irregular; eso es lo que
Se registra la existencia de «papeletas» entre los zapateros en 1803 y ocurrió en el caso de los cardadores y en el de los tejedores y som-
de asistencia al trabajo migratorio entre los carpinteros de Preston brereros de West Country. (Sin duda también se utilizó bastante
en 1808.13 Los estampadores de calleó informan acerca de titánicos pronto como un medio para ayudar a los huelguistas, como protec-
viajes en busca de trabajo de 1.600 y de 2.200 kms .14Haaa . 1a epoca
,
ción contra la persecución, etc., funciones que más tarde llegaron a
del Comité para las leyes contra las coaliciones, los gremios de Dublín ser importantes.) Además, en el sjgJo XVIIl el trabajo migratorio
15
tenían acuerdos de trabajo migratorio con los ingleses; Francis organizado estuvo limitado aparentemente a unos pocos gremios.19
Place encontró oficinas de empleo en Londres entre los sombrereros, Los sastres habían establecido casas de pedidos en Londres y en
herreros, carpinteros, zapateros y fabricantes de botas, trabajadores Dublín ya en la década de 1720, en Birmingham antes de la de 1770
del metal, panaderos, sastres, fontaneros, pintores y vidrieros, encua- y en Edimburgo al menos en la década de 1780; 20 pero no adopta-
dernadores y otros,16 y en muchos gremios antiguos puede darse por e , ron el trabajo migratorio hasta la década de 1860, quizá durante o
17
descontada la existencia del sistema de trabajo migratorio. después de la imposición de estrictos cotos cerrados (closed shops)
Aunque W. J. Ashley no lo creyó así, el problema del origen del en las ciudades en las décadas de 1820 y 1830.21 No cabe duda de
sistema de trabajo migratorio es importante. Directamente: el traba- que, digamos, a partir de 1790 el sistema fue adoptado por gremios
jo migratorio fue una institución central de varios sindicatos antiguos, que previamente no tenían trabajo migratorio, y pedeccionado por
y es difícil imaginar cómo algunas de las federaciones de clubs gre- los que ya lo tenían. Aunque es probable que los albañiles hayan
miales, que tanto atemorizaron a las autoridades. a partir de 17??-• realizado trabajo migratorio, hasta el siglo XIX no contamos con re-
hubiesen podido existir sin el mismo. ¿Era ese sistema la expres1on gistros de esa práctica entre otros obreros de la construcción. Los
de la movilidad recientemente alcanzada por el artesano, como se sombrereros no adoptaron la «papeleta» hasta 1798/ 2 a pesar de
ha sugerido,18 o derivaba de una tradición, antigua y todavía viva, que tenían casas de pedido en la década de 1730 23 y cierta clase de
de viajes de los oficiales? ¿Cómo se difundió? federación de trabajo migratorio en la de 1770. Quizás hayan utiliza-
A primera vista, las pruebas a favor de la interpretación «mo- do una forma intermedia del sistema, como la que encontramos entre
los estampadores de calleó, cuyos trabajadores migratorios estaban
12. S. y B. Webb, op. cit., pp. 32, 48.
13. Aspinall, Tbe early engfüh trade unions, Londres, 1949, pp. 76 ss.;
Postgate The builders' hiJtory, Londres, 1923, p. 25. 19. The book o/ English trades, 1808, sólo lo menciona entre los sombre-
14. 'Tbe memorial of the joumeymen calico pri~tet;s a~d others connected reros y los cardadores; pero obviamente esta fuente no es may confiable (ed. de
wilh their trade Londres, 1804, pp. U-13 (Goldsmith s Llbrary). 1823, p. 441).
15. Select éommittee on artisans and machinery, 1824, pp. 295-296. 20. F. Galton, Select documents... Tbe tailoring lrade, Londres, 1896,
16. Gnaham Wallas, Li/e of Francis Place, Londres, 1~9~, p . 211. p. 3, para el caso de Londres; A satyrical poem on the Socie/y o/ Journeymen
17. S. y B. Webb, op. cit.. pp. 68-69; J. Dunlop, f?.nnking .usages o/. tbe Tail-Ors, British Museum 1890 e 5 (169), para el caso de Dublin, s. f., pero pro-
United K.ingdom, ed. de 1844, pp. 128, 132, 168! tamb1en. menao~ la ~en bablemente de 1726; para el caso de Edimburgo, D. M. Moir, Life of Mansie
cia del sistema entre Jos sastres y peleteros, y sugiere también su ex1stenaa en W auch, tailor in Dalkeith, Edimburgo, 1828, p. 44.
el caso de los vidrieros, joyeros, los torneros en madera y 28 gremios del metal 21. F. Galtoo, op. cit., LXXXI y passim.
cit:l tipo de Birmingham. 22. Place Papers (British Museum Add. MSS. 27799, 77). Cwiosamente,
18. Unwin Industrial organiz.ation in the sixteenth and seventeentb centu- los Place Papcrs contienen muy poca información acerca del trabajo ambulante.
ries, p . 227; cbpbam, Concise economic history o/ Britain, p . 261. 23. M. D. George, London li/e in the eighteenth century, p. 293.
54 TRABAJADORES
oficialmente autorizados para hacer colectas loc.ales entre sus com- r"
pañeros.24
r EL ARTESA.NO AMBULANTE
Tampoco es totalmente imposible que el sistema se inventara en «seguro». No está claro si se trataba de una costumbre antigua como
un sitio -en West Country, verosímilmente- y que después se tal o bien de una costumbre antigua racionalizada a través del cristal
difundiera por los trabajadores viajeros de la lana o quizá por los de la moral victoriana.30 Un sistema cuyo objetjvo hubiese sido el
albañiles migratorios desde las canteras del oeste. Se suele afumar de desplazar a Jos obreros desde las áreas en las que no había trabajo
que las instituciones y rituales de los sindicatos posteriores le deben hacia aquellas en las que sí lo había, debiera haber recurrido aJ medio
mucho a los de Jos trabajadores de la lana, y quizá las «papeletas» de transporte más veloz, por ejemplo los barcos de cabotaje.31 No
hayan sido parte de esa deuda.25 sabemos a ciencia cierta qué importancia debemos atribllir a los testi-
Por otra parte, en los vjejos sistemas de trabajo migratorio exis- monios decimonónicos acerca de una creencia según la cual «ningún
ten arcaísmos que de todas maneras hacen pensar en las antiguas obrero conoce su capacidad o su valía hasta que no ha trabajado en
costumbres. Por ejemplo, estaban adaptados, y siguieron estándolo, más de una ciudad)>.32 Nuestra ignorancia de las costumbres y tradi-
por completo a los trabajadores individuales. No me be topado con ciones de los primeros asalariados es profunda en la medida en que la
ningún caso en que estuviese prevista la asistencia para la espo- mayoría de ellas no se encuentran registradas, de modo que el predo-
sa y la familia del oficial que realizaba trabajo migratorio; en rea- minio de tales creencias es bastante posible.33
lidad, una de las primeras quejas contra los tejedores consistía en < Por cierto, en algunos casos el trabajo ambulante organizado no
reprocharles que abandonaban a sus familias a la caridad del Estado era más que la sfatematización de unas costumbres más antiguas. «Los
mientras se marchaban a hacer trabajo migratorio.26 Si originalmen- trabajadores ambulantes que vengan por esta carretera deberán traer
te el sistema hubiese apuntado a compensar el paro, difícilmente sus papeletas. Del mismo modo, vosotros pediréis las papeletas a los
hubiese dejado de tener en cuenta aJ trabajador casado. También se que puedan venir desde aquí [sic] », dicen los zapateros de Porst·
trataba de sistemas ambulantes en el sentido estricto de la palabra. mouth, así como los de Bath, al anunciar la fundación de un sindi-
Los caldereros, que, ya en la década de 1830,77 preveían viajes por cato local en 1803.34 Los carpinteros de Birmingham fundaron una
tierra «O bien por agua o por vehículos de tracción a vapor», son asociación en 1808 inicialmente para establecer una casa donde «reci-
un caso único, según mi opinión. Los fabricantes de máquinas de bir a los trabajadores que viajasen con el propósito de conseguir un
vapor no preveían viajes en barcos de cabotaje hasta la década de empleo, llamados comúnmente ambulantes».33 En 1809, los obreros
1840 28 y Jos cajistas sólo reemplazaron la palabra «ambulante» por
«viajero» en 1872.29 Por cierto, todavía en las décadas de 1850 y 1860 , \ 30. Henry Broadhurst, op. cit., p . 13.
e:.
. Jl._ Cf. la Autohiography de William Lovett ( 1876), la Life o/ Sir Willi.am
24. S. y B. Webb, op. cit., p. 24, n. Fatrba1rn (ed. Pole, 1877) y la Autobiography of an artisan, de C. Thornson
25. Ibid., p. 111 , n. Por cieno, l3 única marca real de antigüedad se en- (Londres, 1847).
cuentra entre los cardadores, quienes tenían «un banco reservado... siempre 32. F. Galton, en S. y B. Webb, op. cit., p. 4.38.
dispuesto en el taller, en el que los Jrabaiadores ambulantes podían quedarse» . 33. Knoop y Jones, Tbe !-o!1d°."; mason in the sev~n~eenth century, pá·
(Book of Englisb trades, loe. cit.). gmas 58-59, 62, acerca de la limataoon de nuestro conoonuento incluso en d
26. Lipson, op. cit., p. 393. ~ de un ~o muy es_tudiado. Esto muestra también lo incierto que es
27. D. C. Cummings, History o/ the United Society o/ Boilermakers and u~ UD_?S ~stros refend~s sobre tc;xJo a los maestros artesanos, para ilu-
Iron and Steel Shipbuilders, Newcastle, 1905, p. 31. ~ar la s1tuaao~ de los ofi~ales ~alanados, por ejemplo, los registros de las
28. Versión revisada de los Estatutos del Sindicato de Fabricantes de M~· lo~as francmas6.rucas en Íunaonamaento, como los de Alnwick y SwaJwell, des--
quinas de Vapor, 1846. cntos en Vorgescbichte u. Anfaenge d. Freimaurerei in England de W. Bege-
29. Reporl of proceedings o/ the meeting o/ delega/es from the Provincial mann (Berlín, 1907), The Scottish mason and the mason worltÍ, de Knoop y
Typographícal Association, Manchester, 1873, p . 15. La Unión General de Car- Jones (1939), etc.
pinteros prohibía específicamente viajar en coche o por agua, salvo para atra- 34. Aspinall, op. cit., pp. 75, 79.
vesar el Canal, para lo cual se asignaba una asistencia de ) dlelines y 6 peni- 35. «Rules and or?ers to be observed by a Friendly Society of Journey-
ques (Estatuto de 1836). men Carpenters aod Jomers .. . Est. July 12th 1808•, Bioningham Public Libra-
56 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 57
de las fundiciones de hierro de Bolton reconocen la existencia de una € de un somhrere.ro y de un adobador de piel.40 El principal obstáculo
red oficiosa de esa clase de puestos, porque al fundar su asociación para que viajaran no fue quizá la ley, sino la exclusividad gremial de
loe.al conffan en que los gastos de asistencia a los trabajadores am- las ciudades (aunque ésta se fue debilitando a lo largo del siglo xrx
bulantes de otros sitios «serán reembolsados a esta Asociación por y de todas maneras resultaba difícil de imponer en épocas de expan-
la Asociación a que pertenezca el miembro que reciba esa asistencia» sión ).41 Incluso los gremios cerradamente organizados de Dublín,
[«cena, una pinta de cerveza, alojamiento por una noche y dos che- que llegaban a excluir a los miembros de sindicatos extranjeros, en·
lines en moneda contante para que pueda llegar hasta la siguiente víaban y recibían trabajadores ambulantes.42
ciudad»] .y, Es evidente que la práctica del trabajo ambulante no El verdadero problema consiste en saber cómo el artesano llegó a
era nueva de por sL En realidad la concepción según la cual los sis- recurrir al sistema de deambular por todo el país. Lo importante es
temas de trabajo ambulante tenían como función la de asegurar el el hecho de que una red nacional de «estaciones», que iban desde
desplazamiento de los trabajadores, deja escapar el aspecto esencial. Exeter a York, tal como la encontramos, por ejemplo, en el caso de
Los primeros sindicatos no querían el desplazamiento como tal, sino los primeros fabricantes de cepillos, es algo bastante distinto del
el desplazamiento con financiación asegurada o bien el control del modelo producido por las migraciones normales de trabajo, fenómeno
mismo en interés de un coto cerrado local. «Ninguno de sus miem- éste básicamente regional.43 El trabajo ambulante sistemático tampoco
bros», decían los zapateros refiriéndose a los sombrereros y a los 1 fue adoptado por gremios que experimentaban bruscas fluctuaciones
adobadores de piel, «ha tenido que hacer la experiencia de deambu- , · estacionales: aunque los sombrereros realizaron trabajo ambulante en
lar como vagabundos sin empleo».n Se daba por supuesto que en el siglo xvm, los sastres no lo hicieron. 44 Tampoco las actividades
todo caso debían deambular. normales del sindicalismo crearon redes nacionales en esa etapa ini·
Y no había razones para que no lo hicieran. Las Leyes de Asenta· cial. En Francia, donde el trabajo ambulante era bastante indepen-
miento no molestaban prácticamente al artesano. S. y B. Webb afir- diente de los sindicatos y estaba en manos de los compagnonnages,
man en forma categórica que no se toparon con ningún miembro de organizaciones antiguas y bastante inadaptables, los sindicatos no
un sindicato que en el siglo XVII1 hubiera sido expulsado en virtud desarrollaron organizaciones nacionales basta la década de 1880 0
de la aplicación de esas Leyes; 38 y una amplia colección de certifi- como en el caso de los sombrereros, prácticamente hasta finales dd'
cados de asentamiento de Newark no registra el caso de ningún al- Segundo lmperio.45 Allí donde las unidades industriales locales eran
bafiil, impresor o fabricante de cepillos (a pesar de que estos últimos de alguna manera interdependientes y donde se reconocía que las
tenían un puesto para trabajadores ambulantes en esa ciudad a co-
mienzos del siglo xix),39 y en más de un siglo sólo registra el caso ; ' 40. . Unos 900 ce.r~c.ados emitidos por Newark están impresos en Tho~
t~n Society, Record Series, vol. IX, pt. 1: A misce/lany (1943). Abarcan el pe-
riodo que va desde 1697 hasta 1822.
41. Knoop y Jones, op. ciJ., pp. 9-18.
ry, non:nas I, XIII, XV. Agradezco al señor Jack Co.rbett, de Biuningbam, quien 42. S. y B. Webb, Industrial democracy, p. 75, acerca de la exclusión de
me ha proporcionado esta reíe.rencia. Dublin.
36. Centenary souvenir of the Friendly Society of Iron/ounders, Manches. 43. Por ejemplo: de un total de 105 certiñc.ados extendidos en Newark
ter, 1909, p. 20. para artesanos y obreros partiatla.res, s6lo una docena se extendieron a traba-
37. Aspinall, op. cit., p. 83. El divertido libro Sixty years g/eanings /rom jador~ procedentes de fuera de Nottinghamshire y los condados vecinos. Véase
life's harvest, de John Brown, Cambridge y Londres, 1858, pp. 23-25, 44, pre- tunb1én en general, Lab?ur migra/ion in England 1800-1850, de A. Redford.
senta un ejemplo de ttabajo ambulante no organizado en el gremio de Jos zapa- 44. F. Ga1ton, op. czt., LXXVII.
teros (el señor Jobn SaJtmarsh, del King's College de Cambridge, me ha seña- . 45. Paul Louis, Histoire du mouvement syndical en France 1789-1910, pá-
lado la existencia de este testimonio). Después de una carrera accidentada y, gmas 151 ss. P~ en Coutume cbapelib~, París, 1941, Vial sugiere que los
si cabe creerle, siempre brillante, Brown teanin6 por abrir un sal6n de billares somb~ereros tuvieron durante la Restauraoón unos convenios rudimentarios de
en Cambridge. tr;iliaJO . ambulante. Acerca de la rclació!l entre compagnonnages y sindicatos,
38. S. y B. Webb, English Poor Law history, I, p. 336. vease E. Labrousse, Le mouvement ouvner et les idées sociales en Frtmce, fas-
11 39. W . Kiddier, op. cit., pp. 16-17. dculo Il, pp. 71-82, París, Centre de Documentation Universitaire, 1948.
r
58 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 59
mismas formaban parte de un todo nacional, como en el caso de la saran sólo a uno o dos gremios. Un sistema tan peculiar y de una
industria lanera, es más fácil explicar la existencia del sistema del tal organización sólo podía erigirse sobre unos cimientos tradicio-
trabajo stnbulante; esto puede explicar que el sistema haya apare- nales muy fumes. Por otra parce, su adopción general por parte de
cido tempranamente entre los obreros de la lana. Pero ¿por qué los los diferentes gremios reflejó sin duda la necesidad de defender los
zapateros, sombrereros o adobadores de piel, que trabajaban en mer- monopolios locales de los artesanos experimentados contra los nue-
cados localmente limitados y no tenían mayores motivos para estar vos desafíos económicos.
enterados de lo que ocurría en otras ciudades,46 lo adoptaron ya
antes de la década de 1790? 47 Posiblemente tenga alguna importan-
cia la atracción ejercida por el gran imán que era Londres.43 Sin em- III
bargo, resulta difícil explicar el sistema del trabajo ambulante en su
conjunto sin presuponer alguna clase de tradición viajera (por lo Por consiguiente, el sistema del trabajo ambulante se convirtió
menos en algunos oficios) análoga a las costumbres de otros países en la verdadera vértebra de unión de los clubs de artesanos más
de Europa sobre la base de las cuales se había desarrollado el fenó- antiguos. Los sombrereros y los obreros de las fundiciones de hierro
meno de los compagnonn<Jges.49 En el caso de los albañiles tal tradi- construyeron incluso sus emblemas en torno de dicho sistema: el de
ción existía por cierto; y quizá también en el de los impresores y en estos últimos muestra un moldeador con su hatillo, que dice «Gremio
el de un par de oficios más. ·. hermano, ¿puedes darme un trabajo?», pregunta que recibe la si-
Siempre resulta insatisfactorio apoyar una argumentación sobre guiente respuesta: «Si no podemos, te ayudaremos». Los zapateros
pruebas negativas; y en este caso a lo sumo podemos dejar el vere- de Nanrwich se tomaron el cuidado de incluir en la procesión de
dicto en suspenso. Sin embargo, una cosa está clara: tanto los fac- su gremio en 1833 «un compañero con todo el atavío del trabajador
tores «antiguos» como los «modernos» contribuyeron a dar forma al ambulante, con su equipo a cuestas y un bastón en Ja mano».50 Hacia
sistema, suponiendo incluso que las viejas costumbres, que debían ser mediados del siglo XIX el sistema estaba en realidad ampliamente
adaptadas de acuerdo con las necesidades del nuevo sindicalismo, pa- difundido. En 1860 estaba en vigor entre los cajistas, litógrafos, sas-
tres, fabricantes de coches, encuadernadores, herreros, mecánicos, fa.
46. a. The Trial o/ ... ]oumeymm Hotters of Maccles/ield, Macclesíield y bricantes de máquinas de vapor, albañiles, carpinteros, fundidores de
Londres 1806 cuya argumentación prinápal giraba en torno a la cuestión de hierro, toneleros, zapateros, caldereros, fontaneros, enladrilladores y
si los ~aes~ y obreros iocales a) conocían cuáles eran las tarifas salariales varios oficios más.51
en Stockport o bien b) si tal conccimiento debía afectarles (Goldsmith's Li-
brary). . . . , Las razones de tal difusión son evidentes. En primer lugar, el sis-
47. Wadswortb y Mann, The cotton trade and mdustrzal Lancashtre, pa- tema {aunque ésa no haya sido su finalidad original) proveía los
gina 377 sugieren Ja existenáa del sistema ambulante entre los zapateros en fondos de huelga y brindaba un medio para contrarrestar las oerse-
la décad~ de 1750 (S. y B. \Vebb, History of trade unionism, pp. 46, 51, 80).
48. Surrey apprenticesbips 1711-17)1 (Surrey Record Soc., vol. XXX), XV, cuciones. Todavía a finales del siglo sabemos de albañiles que ~olían
donde se calculaba que cerca del 40 por ciento de los aprendices proced1an de salir a la carretera tan pronto como se iniciaba un conflicto para no
fuera de la ciudad en Ja que vivían sus maesrros. Naturalmente, las ciudades
menores también atraerfan a los forasteros, pero el magnetismo de Londres era
pesar sobre los fondos; 52 por supuesto, era muy convenien~e que el
excepcional. Muchos volverían a sus provincias después de haber cumplido ~u
período de aprendizaje o en épocas malas (C. E . Howe, Tbe London bookbm- 50. «Thoroas Dunning's Reminiscences», ed . Chaloner en Trans Lanc
dm 1780.1806, 1950, p . 29). . . . . Ches. Antiq. Soc., 1947, LIX, p. 98. ' · .
49. No es preciso que supongamos la existencia de runguna conex16n entre 51. El Report on Trade Sodelies (Social Science Association 1860) pági-
las asociaáones de oficiales de Gran Bretaña y las de otros países de Europa, nas 141-146, presenta una Jista incompleta. ' '
en sus formas desarrolladas; sin embargo, llama la atención el paralelismo exis- . 5~; Fred_ Bower, Rolling stonemason, 1936, pp. 45-46, presenta una des.
tente entre sus respectivas instituciones: las costumbres rituales y de bebida, el crtpa?D admirable dd artesano que d~bulaba permanentemente; Aspinall,
Herberge y el club, el Gescbenk y el donativo parn el trabajador ambulante, el op. cit., p. 78, acerca de los zapateros de Bath en 1803: «Señor, me han orde-
schmaehen y la lista negra de obre.ros o patronos, nado que os informe de que los obreros... que pueden marcharse de la áudad
60 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 61
obrero consiguiese trabajo en otra parte durante el conilicto. Casi sis~ema ~o fue. concebido para compensar las contingencias del capi-
invariablemente la lucha por el reconocimiento y por unas tarifas re- talismo mdustrlal. Se ajustó admirablemente a las necesidades de los
gulares derivaba en persecuciones, incluso en los casos en que esa viejos cardadores: un grupo más bien pequeño y cerrado de artesanos
lucha se saldaba con éxito. Si los obreros debían ser «sacrilicados» amb~~tes, en una rama fluctuante de la industria, que operaban en
-expresión utilizada por los cajistas- tenían que estar seguros de co~dioones a largo plazo bastante estables. Como S. y B. Webb han
su sustento, y el sistema de trabajo ambulante solfa asegurarles un señalado, en casos extremos como éste el sistema pudo reemplazar vir-
trato especialmente favorable, distinguiéndoles a veces de los otros tualmente a cualquier tipo de negociación colectiva.55 En cuanto única
trabajadores viajeros. Los albañiles entregaban a los trabajadores am- forma debidament~ desarrollada de asistencia a los parados, fue adop-
bulantes huelguistas una tarjeta verde y a los otros una blanca. De tado por la mayoria de los gremios que necesitaban tales pagos· pero
este modo, el sistema de trabajo ambulante reforzó mucho el poder se deri:un?<S cuando tuvo que enfrentarse con las enormes ten~iones
de negociación de los obreros, como bien se ha demostrado en el del capitalismo moderno y sobre todo con el ciclo económico.
caso de los cardadores de mediados del siglo XVllI.53 De esto a un Podría parecer que el sistema no llegó al límite de su capacidad
cálculo más sofisticado de economía política sólo había un paso. Al hasta la~ décadas. ~e 1830 y 1840, aunque los cajistas de Londres ya
retirar al parado de los lugares donde había menos trabajo y al en los. anos 30 hicteron ~a campaña contra el mismo.56 Sin embargo
ponerlo en circulación, el sistema de trabajo ambulante mantenía a partrr de entonces el sistema empezó a aperimentar serias dificul-
restringido el abastecimiento del mercado de trabajo. Como escribía tades., ~s archivos del pequeño sindicato de Oficiales Fabricantes
el Sindicato General de Carpinteros en 1846: «Si no hubiésemos de Maq':"'°~ de ~a~r (fundado en 1826 e integrado a partir de 1921
podido conservar nuestro sistema de drenaje mediante el trabajo e~ el Smdicato Uruco de Mecánicos) nos permiten seguir bastante
ambulante... se hubiese producido una reducción general de los sa- bien el proceso, como lo muestra el cuadro 1.
larios».>4 Los impresores lo formulaban de una manera clarísima:
la Circular de protección tipográfica apuntaba en mayo de 1849 que CUADRO 1
el trabajo ambulante había llegado a ser más un método de asisten-
cia que un medio para encontrar trabajo, «de modo que el gremio El lraba¡o ambulante entre los oficiales fabricantes
de máquinas de vapor, 1836-1841 S7
mantiene virtualmente una ley de pobres local ... según la cual aque-
llos miembros ocasionalmente pobres reciben una pensión de po-
breza pagada por los miembros que tienen trabajo y administrada Años Cantidad total de viajeros
:Miembros Secciones asistidos
por los funcionarios de la Asociación».
~ )
Este severo comentario refleja el cambio radical que se produjo 1836-1837 525 13
1837-1838 44
en el sistema cuando el mismo se enfrentó con el paro masivo de co- 695 15 224
mienzos del siglo XIX, ya se tratase del paro tecnológico que des- 1838-1839 . 794 18
1839-1840 289
truyó a los estampadores de calleó, a los cardadores, etc., o bien del 876 18 893
1840-1841 981 22
paro cíclico producido durante el período 1820-1850, menos perma- 1841-1842 673
nente pero igualmente desastroso. Una vez más observamos que el 994 24 2.226
grado por obreros especialmente migratorios ni especialmente desa- co~veruen~a~ de un método de asistencia totalmente nómada. Una vez
fortunados. Los datos de otros gremios de la misma época resultan mas, el Sindicato de Productores de Máquinas de Vapor ilustra el
más llamativos. Los fundidores de hierro desembolsaron en 1840 la prob!ema. En 1836 la sección de Londres introdujo por su cuenta
bonita suma de 11.500 libras en concepto de asistencia al trabajador un sistema de pago .por desempleo sedentario, para gran disgusto de
ambulante: el gremio contaba con un total de menos de 3 500 miem- la sede central. Haaa 1847 otras nueve secciones, desde Leeds hasta
bros con o sin trabajo. Siete años antes sólo habían gastado en ese ~~rtsmouth, habían seguido el ejemplo de Londres. En 1848 la revi-
concepto 800 libras.58 En ese año los cuatro sindicatos más impor- s1~n del :1leglamento autorizaba formalmente a las secciones a insti-
tantes de impresores, con 3.400 miembros en 1841-1842, asistier~n
a no menos de 7.200 viajeros.59 Por supuesto, gran parte de los IIDS-
tuir ese upo.de pagos; en 1851 se lo introducía a nivel nacional como
"11
.
una alternativa para el sistema ambulante.62 Más o menos hacia esa
mos eran trabajadores ambulantes que recorrían grandes distancias, época los ~didores de hierro introdujeron un pago similar en forma
recorrían desesperadamente muchísimas secciones en busca de traba-
jo y se apuntaban en cada una de ellas; pero no por ello disminuyó
el peso de la carga financiera. Como dijo el Sindicato General de Car-
63
de <~dooat:Jvo». La nueva Asociación de Técnicos Unidos surgió a
I~ vida con,e~e sistema; pero por otra parte su antecesora, los «An-
tiguos Mecarucos», nunca se había apoyado solamente en el sistema
' '
pinteros, con energía aunque sin demasiada corrección gramatical: ambulai;te: Y quiz~s ~a haya sido una de las razones por las que se 1
adelanto a la A~octac~on de Fabricantes de Máquinas de Vapor, que
1
CUADRO 2
gente del Síndkato de Caldereros, se fue a «ver el mundo» antes de
vul'ler a su casa en Devon; y no fue el único de su gremio en ha- Desplazamientos de los miembros deL Sindica/o de Fundidores de Hierro
cerlo.71 El mecánico John Burns viajó al África occidental y a Euro- entre 1830 y 1908 16
72
pa antes de volver a Battersea y alcanzar fama polítíca. Incluso entre
(2) (3)
los trabajadores agrarios cabe mencionar el caso de Joseph Arch, Cantidad media de Cantidad media de
quien vagabundeó por el sur de los Midlands y por Gales antes de viajeros asistidos miembros por década,
sentar cabeza; y el del joven George Edwards, quien pasó un año (1) hasta el último sábado repartidos según las cifrns
Período del afio de la columna (2)
andrajosamente en sitios alejados, a unos cincuenta kilómetros de su
pueblo natal.73 F. W. Galton, miembro de un antiguo gremio, registra 1850-1859 77 73 71
la vitalidad de la traclición del trabajo ambulante en una época tan 1860-1869 75 126
tardía como la década de 1890.74 En ese período de rápido desarrollo 1870-1879 60 190
económico algunos obreros también eran seminómadas y dejaban sus 1880-1889 52 232
lugares de residencia por períodos variables o trasladaban a sus fa- 1890-1899 44 361
1900-1908 63 78 295
milias cada tanto, sobre todo los constructores, los artesanos espe-
15
cializados y los trabajadores que ejerdan funciones de supervisión. ('
Tampoco estos movimientos pueden ser medidos con exactitud. En anticuado.79 Como de costumbre, las cifras corresponclientes al Sin-
los pequeños gremios ambulantes tradicionales es probable que casi dicato de Funclidores de Hierro son las más completas (cuadro 2).
todos los miembros hayan recurrido al sistema ambulante alguna vez La cantidad de viajeros disminuyó absoluta y relativamente a lo
en su vida, al margen del viaje motivado por la depresión económi- largo de la segunda mitad del siglo y, si consideramos otro índice
ca. Sín embargo, en todos los gremios existió aparentemente una -el porcentaje de miembros que anualmente sacó tarjetas de via-
clara clistinción entre Ja mayoría, que una vez establecida ya no je- , vemos que la decadencia continuó incluso hasta el período
recurrió al sistema ambulante -salvo en circunstancias muy espe- 1900-1908. La catástrofe de la Gran Depresión sólo logró suavizarla.
ciales-- y una minoría que era más andariega. En realidad nada resulta más revelador que comparar el trabajo am-
Cualesquiera que hayan sido con exactitud los tipos de despla- bulante de los «años oscuros», cligamos, de 1841-1842 con el de
1879. En el primer caso el Sindicato Tipográfico del Norte dio
zamiento que se producían - y éstos son sólo algunas de las moda-
asistencia a una cantidad de viajeros aproximadamente cinco veces
lidades que un análisis inadecuado agrupa indistintamente bajo el l
más numerosa que el total de sus miembros; en el segundo la Aso-
ciación Tipográfica Provincial sólo dio asistencia aproxim~damente
nombre genérico de «tnovilidad de la mano de obra»--, no hay du-
das de que la mayoría de los mismos fueron disminuyendo. Hacia al doble de sus afiliados en calidad de viajeros.80
la década de 1870 George Howell pudo describir el sistema como
~6.. I~ormes del Sindicato de Fundidores de Hierro. Pero hasta 1868 toda
la distnbuo6n de las tarjetas de viaje estaba en manos de las secciones.
71. D. C. Cummings, op. cit., pp. 62, 156. 77. Para los años 1850 y 1852 no disponemos de cifras.
72. W. C. Grubb, John Burns, 1908. 78. Este incremento refleja quizás el desarrollo del paro tecnológico entre
73. Joseph Arch, The story of bis lije, told by himself, 1898, p. 40; G. Ed- alg_unos artesanos fundi~ores, producido por la expansi6n del moldeado a má-
wards, From Crowscaring to W estminster, 1922, p . 27. qwna ;-sectot de traba1adores no organizado por el sindicatcr-, así como las
r
74. En S. y B. Webb, Hístory o/ trade unionísm, p . 438. depres1ones de 1903-1904 y de 1908.
75. R. C. on the housing of tbe working classes, 1884-1885, XXX, 3707, 79. Conflicts of capital and labour, 1878 1 , p. 141.
3754, acerca de esa clase de constructores en Londres, o bien George Lans- 8?. 1841-1~2: 1226 miemb~os, ~.036 asistenc~as por trabajo ambulante;
bury, My life, 1928, cap. I, quien se refiere a un caso de familia seminómada 1879. 520? miembros, 11.900 as1stenoas por traba¡o ambulante (incluidos los
de esa clase. ~ ~gos de fin do """'"'" dios "" quo ].,, obmoo no W.i•bon).
EL ARTESANO AMBULANTE 69
68 TRABAJADORES
venes el trabajo ambulante no se limitó a sobrevivir. En primer lu- • Gran Depresión.92 En lugar de recibir un adiestramiento complete
gar, la corriente de aprendices desde las áreas de bajos salarios hacia como artesano, el obrero joven era adscrito al trabajo del obrerc
las de salarios altos se mantuvo firme, más aun cuando determinados con carácter de «aprendiz», y recibía sólo una parte del salario. S:
gremios de las ciudades importantes -por ejemplo el de la cons- quería ganar el salario de un obrero, tenía que buscarse trabajo er
trucción- se apoyaron sobre todo en ese tipo de migraciones para otro taller o en otra ciudad, en donde sólo contase su capacidad par~
su reclutamiento de anesanos.88 La encuesta realizada en 1897 por realfaa~ el trabajo, y no el hecho de haber alcanzado o no el rangc
Lawrence 89 revela que varios gremios de Bristol -la gran puerta que de oficial pleno. Pero, por supuesto, esta clase de desplazamientrn
atravesaban quienes procedían de la región occidental donde los sa- sólo habría quedado registrado de manera muy incompleta en la!
larios eran bajos- estaban compuestos principalmente por esa clase estadísticas relativas al trabajo ambulante.
de trabajadores viajeros, la mayoría de los cuales consideraban esa
ciudad como su primera estación. Por supuesto, muchos de esos
obreros jóvenes habrían viajado directamente de su lugar de residen- V
cia hacia esa ciudad, sobre todo si en ella había un núcleo de com-
pañeros o de conocidos que pudiera encontrarles trabajo.90 Por ejem- Sin embargo, a pesar de la existencia de esos factores compensa
plo, el traslado de algunos obreros del yute de Dundee hacia Barrow torios, parece indudable que el sistema ambulante, en su antigm
en Furness no tardó en convertir esta última ciudad en «una especie modalidad, fue desapareciendo. ¿Por qué?
de vestíbulo a través del cual los jóvenes de Dundee salían al mundo ,- Consideremos ante todo Ja disminución de los viajes motivado!
exterior» .91 Por otra patte, el obrero joven era precisamente el más por Ja depresión. En determinado momento, entre la década de 184(
dispuesto a encaminarse hacia su lugar definitivo de residencia ha- y la de 1970, se produjo un profundo cambio de actitud de cari
ciendo etapas, porque cuando estaba cargado con esposa y familia al paro por parte de los cajistas. En la Conferencia de delegados de
la vida errante ya no le resulta fácil, y además Ja papeleta, el alber- Gremio Tipográfico, realizada en 1849, alguien soscuvo que el sis
gue y la ayuda económica le abrían las puertas del país. Sin duda tema ambulante era fundamental, porque un obrero con familia nu
en las últimas épocas del sistema ambulante éste era utilizado sobre merosa no podía trasladarse con facilidad ni emigrar; semejante a.fu
todo como una manera de realizar un viaje equivalente al grand tour mación presuponía que Ja emigración era Ja respuesta inevitable ant<
del artesano, como solía serlo también el subsidio a la emigración. la mala situación del grerrúo.93 Treinta y ocho años más tarde, por e:
Además, con la mecanización de ciertos oficios surgió un nuevo contrario, los cajistas de Manchester defendieron la idea de los sub
incentivo para viajar, que fue motivo de amargas quejas durante la sidios sedentarios por paro, recientemente introducidos, mediant(
1 el argumento de que los mismos «les permitirían a los miembro:
permanecer en las diferentes ciudades a la espera de la demanda
88. H . Llewellyn-Smith, «InfltIX of population into East London», en
C. Booth, Life and labour, III, pp. 74, 96; N. B. Deatle, Problems of unemploy- de su trabajo, les mantendrían junto a sus familias y les evitaríar
ment in the London building trade, 1907. ir ofreciendo, como vagabundos, su trabajo por todo el país»: lo que
89. F. W. Lawrence, Local variations iti wages, 1899. Los resultados de de hecho implica la suposición contraria." Con términos tajantes:
su encuesta entre los sindicatos se presentan de una manera muy comple1a en
las pp. 5~0, y abarcan a los albañiles, enladrilladores, carpinteros, yeseros,
fontaneros, pintores, cajistas, caldereros, mecánicos, encuadernadores, litógrafos
y fundidores de hierro. 92. R. C. . on depressi'!" o/ trade (Pa_rl. .Pap~rs XXII, 1886), p. 8 Sincli·
90. H . Llewcllyn-Sm.itb, op. cit., pp. 129 ss., especialmente p. 134. La R. C. caro de Mecánicos de Dukinfield), p. 9 (Srndicato de Mecánicos de St. Rollox
on Poor Law, Apéndice IX, p. Tl.9, afuma terminantemente que la mayoría de Glasgow), p. 12 (Sindicato de Mecánicos de Neath), p. 18 (Sindicato de Fundi'.
los campesinos que emigraban hacia Londres sabfan ya qué cipo de tareas de- dores de hierro de Bury), etc.
sempeñarían. Pero esto no excluye un elemento de incertidumbre, como lo 93. Reun!ón de delegados de la Asociación Tipográfica Provinóal 1849.
muestra la experiencia de Will Tbome (My life's battles, s. d., pp. 49-53). , ?4. Reumón de de.legados de la Asociaáón Tipográfica Provincia( 1872
91. G. Barnes, From workshop to war cabinet, 1923, p. 20. pagma ! 8. '
72 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 73
vemos en este caso la diferencia entre unos obreros que aceptaban presiones como meras interrupciones temporarias de una expans1on
el ciclo industrial como la forma típica de la depresión, tanto na- económica triunfal, que pasarían con sólo mantenerse fume durante
cional como transitoria, y otros que no lo aceptaban así. Pero este algunos meses. Podemos discutir cómo y cuándo se produjo esa tran-
último punto de vista era cosa reciente. Como ha mostrad~ Labrous- sición, pero difícilmente podemos esperar que la visión optimista
se basta bien entrado el siglo XIX, la masa de los uaba1adores no haya gozado de popularidad entre los trabajadores a partir de la
95
c;nsideró la crisis cíclica como la crisis típica. En todo caso, hasta década de 1850.
la década de 1850 sus efectos estuvieron aparentemente disimulados La actitud tardó en volcarse de manera decisiva. Tanto en la
por los de ouas clases de crisis, generadoras de un tipo de paro que Gran Depresión como en la depresión del período de entreguerras
00
podía solucionarse sin un desplazamiento por parte del obrer~: encontramos sindicatos que llegaron casi a agotar sus fondos porque
por ejemplo, los cambios tecnológicos que rompieron las forma~ mas creían que se trataba de depresiones normales, superables a corto
antiguas de artesanado industrial. Además, el sector que ~iamos plazo. La tenaz reluctancia a emigrar de los trabajadores de las áreas
denominar no capitalista de la economía siguió siendo amplio du- de depresión entre las dos guerras mundiales bien pudiera ser un
rante bastante tiempo y el sector capitalista siguió estando bastante reflejo de los últimos vestigios de esta fe en la capacidad del sistema
localizado y diversificado corno para que la ~~ración temp_oraria pa- económico para corregirse a sí mismo en cualquier circunstancia. Sin
reciese una salida viable en épocas de depres1on. El albañil a quien embargo, sería un error apoyarse exclusivamente sobre esta fe en la
la depresión había cogido en Norwich podía esperar razonablemente expansión británica. En la medida en que las innovaciones de co-
que encontraría un empleo temporario en las ciudades de East An- mienzos de la década de 1850 -paga a los trabajadores sedentarios
glia; 96 el mecánico podía imaginar que la siguiente ciudad que en- en paro, etc.- significaron un reconocimiento del ciclo económico,
97
contraría en su trayecto no sufriría de crisis económica. Sólo en las mismas marcaron un paso importante en la educación del mo-
las grandes depresiones se re~elaba el carác~er n_a,cional de. la inac- vimiento obrero; el reconocimiento de que la economía capitalista
tividad y el viajero era arrojado a una mi~rac10~ angustia.da, t~ no era algo que debía ser esquivado, sino algo que había que enca-
como lo registran las estadísticas.98 Esto explica la l.Dlportanaa deC1- rar mediante la comprensión de sus específicas leyes de movimiento.
siva del papel desempeñado por la hambruna de la década de 1840 Esta actitud nueva y más madura hacia el sistema económico ex-
en la quiebra del sistema; sin embargo, las condiciones que haóan plica en gran medida la disminución del número de parados que re-
plausible el sistema ambulante sobrevivieron en una escala más pe- currían al sistema ambulante, pero no da cuenta totalmente de la
queña basta mucho tiempo después. Una vez más, una época cuyo disminución de otras formas de movilidad de los obreros. Quizá
portavoz fue Cobbett difícilmente podía seguir considerando las de- valga la pena mencionar tres posibles causas de este último proceso.
i:.- . La naturaleza de la expaosi6n indusuial -por una parte, el
95. Cf. su Crise de l'ancien régime; también el valioso capítulo del curso aumento del tamaño del mercado de trabajo y, por otra, el cambio
de la Sorbona, ya citado. en el ritmo- desalentó al trabajador ambulante. Las cifras del Sin-
96. Broadhurst, op. cit., cap. U. .
97. Cf. las grandes diferencias locales en cuanto a la pros_pe~1da~, que to- dicato de Albañiles ponen claramente de manifiesto el efecto del
davía en la década de 1880 se reflejan en las respuest~ ~e los smdica~os a la primero de estos factores. En 1849 ese sindicato consideraba que sólo
R C. on depression o/ Jrade; también las grandes vanaaones de salario entre
localidades vecinas, por ejemplo: Wakdield y Barosley (Coll. EA, lV: Bams- cuatro ciudades -Londres, Manchester, Liverpool y Birmingham-
ley Trades C.Ounc:il, L. S. E . Library). justificaban una estancia de más de un día para buscar trabajo. Hacia
98. He aquí un caso extremo, ~do en la década de 1840: ~ l.º ~e 1887 las ciudades que se encontraban en esa situación ya eran 48.
marzo de 1848 un cajista sacó una tar¡eta en Londres y regresó ca;s1 un ano
después. Había viajado b1tcia Brigbton y borde~do la co~ta ~~sta Bns~l, tOO>- El cuadro 3 resume el proceso, tal como se refleja en las diferentes
rriendo después Birmingham, Liverpool y Carlisle en dtreeoon a Edimburgo, ediciones de las leyes de trabajo ambulante del sindicato.99
Stranraer Belfast Dublin y diecinueve ciudades irlandesas; Y regresó a LondJ:es
pasando Por Liv~l, York.shire y Cambádge. Recibió asistencia en setenta c-111-
99. Reglamento de Jos obreros albañiles correspondiente a esas fechas.
dades y sólo consiguió trabajo en tres.
74 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 75
CUADRO 3 - 1• trabajo eventual (o, lo que es lo mismo, el subempleo permanente de
Ciudades en que se permitia permanecer más de un día u_n sector de la masa laboral); pero a partir de la última parte del
a los albañiles ambulantes siglo cabe observar una tendencia a la disminución, aunque este
cerna todavía debe ser investigado.
11
muy grande de trabajadores marginales e inferi~r~s al nivel normal, Pocos sindicatos lo abolieron realmente, a pesar de que los tipógra·
que eran los primeros en ser despedidos y los úlnmos en. ser con~ra fos de Londres y de Escocia lo hicieron antes de finales del siglo;
tados. Una generación de artesanos imbuidos d: pru~enCI~ Y sent:tdo pero no fue necesario porque poco a poco d sistema fue perdiendo
del esfuerzo propio fue perdiendo cada vez mas el ~teres por sub- importancia. De todos modos, pocos fueron quienes deploraron su
sidiar a quienes iban reconociendo ya como sus .ove1as n~gras. Ya desaparición .final en la década de la primera guerra mundial.
en las décadas de 1840 y 1850 se había notado Cierta tens16n ,en~;
los cajistas que hacían trabajo ambulant~ y los que no lo baoan.
Si el sistema sobrevivió durante tanto tiempo fu<: sobre todo po~ VI
que la cantidad de tr1lbajadores eventuales era sufi~entemente amplia
como para dar origen a unos intereses creados importantes ~:1 tal Todavía queda una pregunta por plantear. ¿Cómo afectó un sis-
sentl·do.. en 1851,ta> la Sociedad Tipográfica de Manchester, sufrto una
d tema de desplazamientos así organizado a las diferencias entre las
gran crisis al tratar de abolir el sistema. Como lo expreso un ora or condiciones de trabajo locales? Algunos gremios ambulantes anti-
en la reunión de delegados de 1856: «conoció obreros que e~taban. en guos deben haberse aproximado, en su época de apogeo, al ideal
la carretera desde la época en que eran aprendices. Era imposible clásico de una mano de obra perfectamente móvil. ¿Acaso el sistema
terminar con el sistema ambulante dado el gran número de per~? ambulante no debió provocar, pues, una nivelación de las condicio-
106
najes incorregibles que había en la profesión». Ouo orador di10 ,.
l
nes de trabajo en el área por él cubierta? Desgraciadamente no hay
'
que «en todas partes se reconoce que el sistema. ambulante _;u:J-ve ninguna forma de probarlo. En primer lugar, las «condiciones de
malos a }os obreros buenos».1º7 También era obvio, como senalo el trabajo» a las que cabe atribuir la elección de un obrero entre di-
Sindicato de Yeseros en 1879, que la asistencia al trabajo :"'°bul.ante ferentes trabajos, abarcan una gran cantidad de variables, de las que
beneficiaba al sector andariego del gremio (el cual, cetem !'artbu;, sólo una o dos -tarifas normales por tiempo trabajado o por pieza
no constituía probablemente la mejor parte de los obreros ru la mas producida, o bien horas de trabajo normales- resultan fácilmente
deseable), que distaba bastante de co~s~tuir la ~ayorí~. De modo
108
comparables. Consideradas por separado, esas variables pueden re-
que resulta fácil comprender la hostilidad haoa el sistema ambu- 100 sultar más equívocas que reveladoras.110 En segundo lugar, las es-
lante que los observadores señalaron en las décadas de 1890 Y 1900. tadísticas de salarios y de horas de que disponemos para la etapa an-
terior al último cuarto de siglo -incluso en el caso de gremios bien
104. Reunión de delegados de la Asociación T!p.~gráfica Pro~cial, 18~6,
documentados, como el de los impresores- raramente proporcionan
· . d también· cYa conocen ustedes la condioon del ~abaJador aro u· series temporales lo bastante comparables como para apuntalar un
b~~~El ~to d~ ese tipo de obrero represC?!ª un descrédito para la pro- análisis que tenga cierta significación. Por último, los escasos efec-
fesión cuyo arte ha tardado siete años en a~qwnr ... E~ cuanto cl'.6e,
ha.adores ambulantes no están lejos de ser caaruras perdidas» (reuru n e
lºsd~~ tos niveladores del sistema ambulante (si los hubo) quedan comple-
ga~os de 1849). W. E. Adams, Memoirs o/ a social a~om, Londres, 1903, vo- tamente tapados por otros factores: algunos, que obraron en favor
lumen I, cap. XXXI, retrata alguoos de estos persona¡es. . de la urúformación, como la nueva costumbre de la negociación co-
105 Actas de Ja Sociedad Tipográfica de Mancbester, transcr1ptas en ~D.
EA, x:Xx, pp. 5g.59 (L., S. E. Library); también Manchester Typograpbtcal lectiva entre las asociaciones de patronos y los sindicatos, que abar-
Sociely Cenunary Souuemr, Mancbester, 1898.
106. Loe. cit., p. 7.
107. !bid., p. 6. r ¡ al d 1879 Bir 110. Tampoco las cifra~ acerca de los salarios semanales reales -virtual·
108 Asociación Nacional de Obreros Yeseros, n orm~ anu e . •, - mente inexistentes hasta 1inales del sig.l~ nos permiten hacer una estima-
min~, 1880. La paga por paro a trabajadores sedentan?s. cbenefio:ma más ción de otros aspectos muy importantes: la regularidad del trabajo, el control
a más miembros de nuestra Asociación, que no pueden via¡ar, que lo que la sobre las condiciones de trabajo y la posición social general que las mismas su-
paga por viaje beneficia a quienes sf pueden hacerlo»._ ponían, las perspectiva:; de promoción social y los factores tradicionales, .ele-
109. Beveridge, op. cit., ed. de 19~~· ~P· .241·24'.i Howell, op. cit., pá· mentos todos que inciden en la elección del trabajador, en los casos en que
ginas 141-142, para una típica coocepoon smdical ofiaal. tenía la libertad de escoger entre diversas alternativas.
78 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 79
caban áreas extensas; m otros, no necesariamente orientados en esa gociaáón local- se difundieron a lo largo de las rutas establecidas
dirección, como el ritmo de l a expans1on., m . dustn"al.112 por el sistema ambulante?
Quizás un análisis más detallado podría revelar algunos efectos No lo sabemos; porque las normas de trabajo o las reglamenta-
medibles del sistema ambulante. Por ejemplo, entre los albañiles no- ciones internas de los sindicatos locales no han sido muy estudia-
toriamente migratorios del norte de Inglaterra encontramos una uni- das; 116 sin embargo, lo que sabemos resulta sugerente. Las de los
formidad ligeramente mayor que entre los enladrilladores, a pesar de enladrilladores de Sheffield, por ejemplo, fijaban una semana labora-
que se trata de una diferencia demasiado pequeña como para re- ble de 49 1/2 horas a comienzos del siglo xx. La mayoría de las ciu-
sultar significativa. Si dispusiéramos de datos más completos acerca dades del oeste de Riding tenían la misma semana como norma;
de los gremios cerrados y calificados más antiguos (que hacia m~ pero esa norma también tenía vigencia a través de los Peninos, en
diados del siglo XIX tenían una tradición bastante larga de traba10 el valle del Ribble, a lo largo de la costa de Lancashire al norte y
ambulante) quizá descubriríamos una tendencia más marcada hacia la al sur del estuario del Ribble, desde Merseyside hasta Blackpool
nivelación de las condiciones de trabaJo. . 113 p ero aunque sea dif'1cil y Fleetwood; y en una franja de ciudades que se extendía desde el
de medir, no hay que subestimar la influencia del artesano ambu- Ribble pasando por Darwen hasta Bolton. El resto de los albañiles
lante. Sabemos que éste difundió el sindicalismo al fundar en sus de Lancashire trabajaban una cantidad bastante diferente de horas:
viajes secciones locales; u4 en realidad, a veces las oficinas centrales 53 o 54 horas por semana.117 O bien consideremos otra norma de
trataron deliberadamente de tender puentes entre estaciones ex- Sheffield, que asignaba una paga extra para los obreros que traba-
cepcionalmente distantes fundando estaciones o secciones de asis- jaban en las alcantarillas, en tareas de depuración de aguas y en los
tencia. También sabemos que el viajero funcionó como un vínculo cañones de las chimeneas. Normas como ésta, cuya forma estaba
entre las diferentes áreas, transmitiendo información acerca de las bastante estandarizada, sólo aparecieron en los convenios laborales
tasas salariales locales, aconsejando acerca del mejor momento para establecidos en ciertas zonas del país: Yorkshire, East Midlands, el
lanzar un movimiento de demandas salariales, y que fue como una Noreste (aunque esa clase de pagas no existía únicamente en estas
enciclopedia ambulante de conocimiento sindical comparativo.us regiones).us Incluso podemos observar el desplazamiento de dichas
¿H asta qué grado los «estereotipos sindicales» -fórmulas normali- normas: por ejemplo, llegaron a la región del Tyne haáa 1890.119
zadas de reivindicaciones cuyo contenido era llenado por cada ne- ¿Hasta qué punto la corriente de artesanos ambulantes, que se des-
plazaban a lo largo de unas rutas habituales, determinó las direc-
ciones en que se desplazaron tales fórmulas? Tampoco en est~ caso -> una discusión muy somera.122 Otro debate desarrollado en la misma
lo sabemos, porque resulta difícil seguir sus huellas en medio ~el reunión de delegados ilustra de una manera más clara las dificulta-
surgimiento y de la desaparició~ de las secci~nes locales de los sm- des para lograr la homogeneización mediante la mera movilidad. Se
dicatos. Sin embargo, por deba10 de esa cornente a veces podemos preguntó si el impresor ambulante debía exigir que se le pagara
descubrir, apenas esbozado, el plan b~ico habitu~; quizás en esas según la tarifa vigente en su lugar de residencia cuando la de la
casas públicas que la costumbre estableada ha bauuzado con el nom- ciudad en que se encontraba era inferior. En teoría todos estu-
bre de un 0oremio. En 1849 una quinta parte de los albergues de los vieron de acuerdo en que así debía ser. Pero en la práctica se plan-
albañiles o de sus estaciones de asistencia seguían exhibiendo a tearon toda clase de dificultades. ¿Cómo podían los obreros de Shef-
pesar de todo el «Escudo de los albañiles», el «Escudo de los enla- :field obtener su tarifa en Chesterfield? ¿Cómo podía esperarse que
drilladores» y el «Escudo de los carpinteros». Entre esa fecha y 18?9 los impresores de los valles del sur de Gales encontraran los cinco
el «Escudo de los albañiles» fue utilizado -aunque no necesaria- chelines adicionales por semana para pagárselos a los obreros pro-
mente en forma permanente- por lo menos en veinte ciudades cedentes de Cardiff? ¿Acaso no era mejor que el obrero de Man-
120
diferentes. Sería conveniente recordar a esos oficiales que se des- chester que estaba en Preston recibiese la tarifa inferior vigente
plazaban llevando sus herramientas, que viajaban a lo largo de ~as en esta última ciudad, en vez de recibir el subsidio por paro de
determinadas rutas y se presentaban en los albergues establecidos Manchester, que era todavía más bajo?
por la costumbre de generaciones anteriores. . t ' -·· Sin duda un éxodo masivo desde los centros de bajos salarios
La mayor parte de lo anterior son meras especulac1o~~s. Pero
no tan especulativo es el hecho concreto de que la movilidad no
eliminó ni pudo eliminar ciertas discrepancias locales muy marca-
y un flujo masivo de obreros organizados que se negasen a trabajar
por debajo de la tarifa hubiese podido nivelar las condiciones de
trabajo. Pero lógicamente era muy raro que esto ocurriese. Consi-
'
J
das, que se daban incluso dentro de regiones poco extensas. ~ caso deremos el ejemplo extremo de los cajistas, en 1841-1842, cuando
de los cajistas resulta ilustrativo. Ni siquiera tenemos que co~d.erar la cantidad de viajeros era el doble del toe.al global de los miembros
las variaciones entre las tarifas salariales de los diferentes dis~~~s, de su sindicaco, es decir, aproximadamente, dos o tres veces la
121
que eran muy amplias. Recordemos sencillamente la propos1oon cantidad de miembros que normalmente tenían trabajo. Supongamos
planteada por la secci§n de Bitmingham en una fecha t_an av:mzada que estos aproximadamente 7 .000 uabajadores ambulantes hubieran
como 1891, según la cual habría que establecer una tar_ifa unifor~e circulado sólo por 40 secciones en vez de por las 72 que había en
para todas las secciones situadas en un radio de seis milla~ a parur 1850. Por consiguiente, como promedio, cada sección podía esperar
de todo gran centro impresor, distancia .ésta n~da excesiva. Pues ~ que recibiría unos tres trabajadores ambulantes por semana, canti-
bien: la proposición fue rechazada por l!Dpractlcable, después de dad que, en circunstancias normales, no llegaba a afectar el mercado
de trabajo local.w El mismo hecho de que el sistema ambulante bien
120 Estatutos de la Sociedad de Obreros Albañiles, 1849, 1852, 1859. Las
ciudad~ son: Bcistol, Leeds, Penrhyn, Princetown, Aberdare, ~by, Darwen, 122. Asociación Tipográfica, Actas de la Reunión de Delegados, Manches-
Scarborough, Stapleton, York, Bradford-00-Avon, Gran.tham, Liverpoo~, Ret- ter, 1891, pp. 67.(,8, 75-76. Resulta bastante típico, que el problema de Bir-
ford, Warrington, Neath, Soathport, Old Swan (éBÍfm.U:1gham?), Leamington, mingbam haya surgido a partir de una sentencia de arbitraje que wndicionaba
Fisbponds (posiblemente la misma que ~ «Escud?• ~e Bnstol). ~ usaron o~ un aha en las tarifas a ahas similares en las ciudades de los alrededores, donde
«Escudos de los Constructores» en Bnghton, Bmrungham, Cardiff, Cbester-le la paga era inferior. Birmingham lanzó de inmediato una campaña local de
Stteet y Londres. · l agremiación (Coll EA, XXX, pp. 73-75; Coll. EA, IV, p. 118 (DudJey], pá-
121. E. Edwards, «The disease and the remedyi. (ensayo ~remiado por a ginas 294-298 fWest Bromwich, Oldbury, Smetbwick]).
Sociedad de Cajistas, Londres, 1850), citado en Howe, op. Ctl., pp. 305-~07, 123. Pero la presión pudo haber sido mucho peor. Un infonna.nte de
presenta unas cifras salariales muy completas. Ese autor calculaba las tarifas ]. Dunlop, Drinkillg usages o/ Jbe United Kingdom, Londres, 1844 ', p. U2, se
escocesas entre 12 y 19 chelines por semana; las del none de Inglaterra, entre refiere a una sección del Sindicato de peletexos, integrada por vrinticinco miem-
18 y 22 c.:helines; ]as del sudeste, entre _18 y 24 chelines; las del sudoeste, de bros, que recibió hasta treinta Lrabajadores ambulantes por mes; sin duda ello
18 chelines y las de Londres de 25 chelines. debió ocun:ir en 1841-1842.
6, - HOBSBAW.U
82 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 83
,.
Europa norocodental estaba mucho mejor en 1900 que en 1800.
oonado, y al profesor T. S. Asbton y al señor John Savile por sus criúcas y
comentarios. Pero no hay razón alguna para que los niveles de vida hayan aumen- .
2. Cf. la lista presentada por J . L. Hammond en «The Industrial Revolu-
tion and discontent», Econ. Hist. Rev., TI (1930), pp. 215-228. 4. '.f.
McKeown Y R. G . Brown, «MedicaJ evidence relating to English 111
3. T. S. Ashton, «The standard of life of the workers in England, 1790- populaaon chaoges», PopuJation Studies, IX (1955 ), p. 119. La conclusi6n for-
1850., J. Econ. Hist., suplemento IX (1949), pp. 19-38. mulada en la p. 141 me parett casi inevitable.
t ¡I
86 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 87
tado en todas las épocas. Dicho aumento depende de la distribución +- ,_.. las diferencias cualitativas entre la vida urbana y la rural, la vida
entre la población de los recursos adicionales producidos. Ahora industrial y la preindustrial como diferencias entre «mejor» y «peor».
bien: sabemos que en la primera fase del industrialismo a) no existía A menos que hagamos pesar ciertos criterios imponderables en
mecanismo efectivo alguno que hiciera más igualitaria la distribu- la discusión, los ciudadanos no se encuentran necesariamente en
ción de la renta nacional y sí en cambio varios que la hacían menos mejores condiciones que los campesinos; y, como lo han mostrado
igualitaria, y b) que la industrialización en las condiciones entonces J. L. y B. Hammond, tales criterios imponderables también pueden
dominantes requería muy probablemente una distracción de los re- hacerse pesar en la parte pesimista de Ja balanza.
cursos respecto del consumo más gravosa de lo teóricamente nece- Hay que señalar un último punto. Normalmente, los optimistas
sario, porque el mecanismo de la inversión todavía era ineficiente. tienden a descargar al capitalismo de toda responsabilidad vinculada
Una gran proporción de los ahorros acumulados no se invertía di- con la existencia de esas malas condiciones de vida, cuando admiten
rectamente en ningún tipo de industrialización y, por consiguiente, tal existencia. Sostienen que las mismas se debieron a que el desa-
la comunidad debía realizar un mayor esfuerzo ahorrativo. En paí- rrollo de la empresa privada aún no era suficiente, a ciertos resabios
ses con aguda escasez de capital era casi inevitable que eso supusiera del pasado preindustrial o a factores similares. No tengo la inten-
una depresión de los niveles de vida del pueblo. En países como ción de entrar en tales discusiones metafísicas. Este artículo se ocu-
Gran Bretaña, donde teóricamente se disponía de abundante capital, pa básicamente de hechos, no de acusaciones, exculpaciones o justi-
ocurría algo semejante, sencillamente porque la mayor parte de ese ~ . ~ ficaciones. A los historiadores no les incumbe lo que hubiese ocurri-
capital disponible no se dedicaba a la inversión más útil. Por con- do si todos los ciudadanos de la Europa de 1800 se hubiesen com-
siguiente, en el mejor de los casos debemos esperar que las mejoras portado como dicen que deben hacerlo los manuales de economía,
en el nivel de vida hayan sido más leves de lo que hubiesen podido y si no hubiesen e.~stido obstáculos o fricciones. Ante todo les
ser, y en el peor de los casos no debiéramos sorprendemos si com- concierne lo que de hecho ha ocurrido. La cuestión de la posibilidad
probamos que se produjo un deterioro de dicho nivel de vida. de que ocurriera de otra manera corresponde a otro terreno de di~
No hay razón alguna para suponer que en países con una pobla- cusión.
ción en rápido crecimiento y con una amplia reserva de mano de
obra rural o inmigrante, la escasez por sí sola haya sido capaz de
provocar un alza de los salarios reales, salvo en el caso de grupos n
reducidos de trabajadores. Cabe argüir que la industrialización y la
urbanización siempre provocan automáticamente mejoras en los ni- Ahora podemos considerar Ja opinión de Ja escuela «optimista».
veles de vida, porque los salarios industriales normalmente tienden ~ ) Su fundador, Clapbam, se apoyó básicamente sobre unos cálculos de
a ser más altos que los no industriales o rurales, y los niveles ur- salarios reales, según los cuales estos últimos habían crecido durante
banos de consumo tienden a ser mayores que los de las aldeas. Pero el período comprendido entre 1790 y 1850; en cambio, los con-
a) no nos interesa la renta de un sector de los trabajadores pobres, temporáneos, y los historiadores que han seguido la opinión de és-
sino de su conjunto. No debemos aislar ningún grupo de trabajadores tos, suponían que el pobre se estaba volviendo cada vez más po-
pobres, por mejores o peores que hayan sido sus condiciones, salvo bre. Desde el punto de vista del dinero, esos cálculos estaban prin-
que ese grupo constituya la mayoría de la población. Además b) ese cipalmente basados en las conocidas series de datos salariales ela-
argumento no siempre es correcto. Por ejemplo: mientras que en boradas por Bowley y Wood. Desde el punto de vista del coste de
muchos otros países de Europa los índices sociales, como el de mor- la vida, estaban basadas casi totalmente en el índice de Silberling.5
talidad y analfabetismo, solían mejorar más rápidamente en la ciudad
que en el campo, en Gran Bretaña no ocurría siempre así. Por últi- 5. Clapham, Economic history o/ modern Brilain, I, p. 601. Cabe señalar
"f.
mo e) -debemos tener cuidado de no interpretar automáticamente que d valor de la colección de datos acerca de los salarios monetarios esta-
88 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 89
No es exagerado afirmar que la versión de Oapham de la opinión <ti:.. ~ aunque menciona Ja ausencia de datos al respecto. El índice del
optimista dependía de la solidez o de la fragilidad de los datos de volumen 1 de su obra ni siquiera incluye ese término.) Acerca de
Silberling.6 amplios sectores de los «trabajadores pobres» (labouring poor) -los
Actualmente suele reconocerse que 1as bases estadísticas usadas obreros no calificados cuyos ingresos no pueden ser expresados cla-
por Clapham son demasiado endebles como para soportar el peso ramente en términos de salarios monetarios regulares-- nos en-
de sus conclusiones; sobre todo en la medida en que el análisis del con~ramos en una oscuridad casi total. Por consiguiente, en la ac-
período 1815-1840 gúa curiosamente en gran medida alrededor de tualidad no contamos coa nada que pueda ser considerado como un
la cuestión de si la curva del coste de la vida descendió más brus- índice adecuado de los salarios monetarios. Nuestras cifras acerca
camente que la del salario monetario, admitiendo que ambas ten- d_el coste de la vida tampoco son muy sólidas. Silberling ha sido cri-
dieron a caer. Es evidente que en ciertos casos extremos -por tlc~do por Cole, por Judge~ Y: más recientemente, por Asbton, el
ejemplo: cuando los precios caen y los salarios suben o bien en el mas destacado de los «optumstas».7 Por razones prácticas ya no
caso contrario--- incluso un índice leve puede resultar significativo. resulta seguro, pues, usarlo como base para sacar conclusiones gene-
Sin embargo, en tal caso las posibilidades de error son mucho ma- rales acerca del coste de la vida de la clase obrera. En realidad se ha
yores. pu~~o. en duda, por razones prácticas y no ya metodológicas, la
Ahora bien: las cifras de que disponemos acerca de los salarios legitumdad de esos intentos de elaborar unos índices de salarios
monetarios son principalmente tarifas por tiempo trabajado para .. reales para la primera mitad del siglo XIX. Por ejemplo, las cifras
artesanos calificados (Tucker, Bowley). Sabemos muy poco acerca q~e presenta Ashton. acerca de los precios a) por menor en algunas
de los trabajadores que cobraban por pieza producida. Como tam- oud~des de Lancasb:ire, para el período 1790-1830, no revelan nada
poco sabemos mucho acerca de la incidencia del paro, del sistema semeJant; ª.la caída d: posguerra que, según Silberling, cabría espe-
5
de jornadas reducidas, etc., no podemos considerar nuestras cifras rar. El mdice establectdo por Tuc"ker para los salarios reales de los
como un reflejo fidedigno de los ingresos efectivos. (Clapham, dicho artesanos de Londres muestra que en 1813-1822 se produjo Ja ma-
sea de paso, no hace el menor intento por detectar el nivel de paro, yor mejora de su situación durante el per(odo 1810-1843.9 Pero,
como veremos, en esos años hubo un estancamiento o una c-aída del
blccida por Bowley y Wood es incuestionable. En cambio cabe preguntarse -in- consumo per capita de carne en Londres, y de azúcar y tabaco en el
cluso a la luz de un intento reciente por rehabilitar el enfoque de Oapham nivel nacional: hechos éstos que difícilmente apuntalan la hipótesis
(Dcane y Cole, British economic growtb 1688-19)9, Cambridge, 1962)-- hasta de una elevación de los salarios reales.
qué punto ese enfoque representa Jos movimientos de los ingresos reales (a. dife-
En defensa de Clapham cabe decir que sus conclusiones fueron
rencia de las tarifas} y hasta qué punto constituye una base para construu: un
índice realista de los salarios reales, ya sea apoyándose en Silberling o bien en
-- . . mu?i~ más caut~losas que las de ciertos vulgarizadores de la opinión
Gtyer-Schwartz-Rostow. Deane y Cole admiten, por supuesto, que el paro in- optI.nUsta. Por e:Jemplo, el propio ínclice de Silberling presenta el cos-
cidiría sobre un índice de ese tipo.
6. En pequeña medida, también dependía de la elección del perfoclo. Ac- te de la vida ~mo bastante estable durante casi veinte años a partir
tualmente, cuando la mayot parte de los historiadores económicos se inclinarían de 1822, oscilando alrededor de una tendencia nivelada. Sólo des-
a situar el momento del cambio entte el periodo de dificultades posnapoleóni- pués de 1843 cayó por debajo del nivel de 1822. El índice de Tuc-
co y la ~edad de oro~ de los victorianos más bien antes de lo que solfa estar
de moda -en 1842-1843 más bien que en 1848 y aledaños-, pocos estatían ker, que es posterior, muestra que entre 1822 y 1842 los salarios
dispuestos a negar que las cosas mejoraron rápidamente en Gran Bretaña (aun-
que no en Irlanda) a partir de comienzos de la década de 1840 y que la crisis
de 1847 interrumpió un período de progreso en vez de inaugurarlo. Pero el 7.. '?>Je y P~t.gate, The common people; G. D. H. Cole, Sbort history o/
reconocimiento de que a mediados y a finales de la década de 1840 se produ- the _Bntish workmg class movement, ed. de 1947; A. V. Judges en Riv. Stor.
jeron mejoras, no implica que las mismas hayan caract~do también a tocio Italzana, 1951, pp. 162-179; T . S. Ashton, art. cit.
el período 1790-1842 o 1815-1842, a pesar de que as1 suden suponerlo a 8. T. S. Ashton, :i."!. cit.
veces ciertos análisis poco cuidadosos (por ejemplo, Oialoner y Henderson, His- 9. R. S. Tucker, e.Real wages of arúsans in London 1729-1935> J. Anur.
tory today, julio de 1956). Sial. Assn., XXXI (1936), n .º 193. '
TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 91
90
reales de los artesanos de Londres sólo en cuatro años superaron el 4' apoya fundamentalmente sobre el tipo de,. pruebas aducidas por Mc-
nivel de 1822 y que la mejora mec:fu para todo el período, incluso Culloch -un optimista de la primera época- en 1839, aunque ac-
para esos artesanos, sólo fue de al~ededor del 5 o ~ por ciento. Las tualmente la argumentación suele ser menos detallada." Ahora bien:
dos décadas de relativo estancanuento, en el meior de los casos, la argumentación de McCulloch H está construida sobre los siguien-
de los salarios reales -situación que R. C. O. Matthews confirma tes cimientos. La declinación del consumo de cereales morenos a
para la década de 1830- 10 son significativas, aunque no s~elen men- partir de 1760 y de la comida elaborada con cebada de Cornualles
cionarse en la discusión. De hecho llegamos a la coodusion de que a partir de 1800 -hecho conocido pero no medidcr-, demostraría
la interpretación de Clapbam se impuso de una manera tan. _sor- el reemplazo del pan mmeno por el pan blanco. Pero es evidente que
el cálculo de McCulloch, según el cual hacia 1839 sólo quedaban
p rendentemente fácil en virtud sobre todo de la extrema11
debilidad
• •
de la réplica de su principal oponente, J. L. Hammon , qUJen vi:-
d 20.000 consumidores de centeno, no es un cálculo razonable. (Dicho
tualmente aceptó las estadísticas de Clapbam y despla:6 toda la d!s-
l sea de paso, su fuente para Comualles is se refiere aparentemente
cusión hacia el terreno moral y hacia otros campos igualmente m-
materiales. .,
¡ sólo al área de St. Austell y no a todo el condado.) El incremento
del consumo de carne se demostraría sobre la base del presunto
a~mento del peso del ganado vendido en Smithfield, dado que a par-
J
Actualmente sin embargo, las deficiencias de la argumentac1on
de Clapham h~ sido reconocidas y el más serio de los op~stas, ttr de 1740-1750 las cantidades reales de animales sólo habrían
el profesor Asbton, la ha abandonado de hecho, aunqu~ no siempre aumentado proporcionalmente al crecimiento de la población de
se le baya interpretado asi. 12 Asbton se apoya, en cambio, sob~e tres Londres. Pero a), como veremos, la cantidad de animales vendidos
úpos de argumentos o supuestos. En primer .lugar, sobre diversos
argumentos teóricos orientados a probar que tiene que haberse pro-
l en Smithfield no aumentó proporcionalmente al crecimiento de la
población de Londres, hecho que probablemente conoció McCulloch
ducido una elevación de los salarios reales. En segundo lugar, sobre y que al menos un contemporáneo conoció con seguridad.16 Además
7
unas pruebas empíricas del incremento de la prosperidad material: b). Fussell 1 ha descalificado virtualmente la idea de que ese peso
por ejemp1o, en la vivienda, la alimentación, el vestido, etc. En haya aumentado de una manera notable. Por último e), el cálculo
tercer lugar sobre el supuesto infundado -hasta donde podemos de McCulloch, según el cual el peso de la carne en canal en esa
apreciar- de que la parte de la población trabajadora cuyos sala- época era de 362 kilos, resultó muy exagerado. Otros cálculos lo
rios reales mejoraron tiene que haber sido mayor que la parte de .fijan en 302 kilos (1821), 285 kilos (1836) y 290 kilos (Smithfield
esa población que no experimentó tal mejora. As~~on reco_noce que 1942); 18 por su parte, tanto los carniceros de Braithwaite Pool:
las condiciones de vida de una parte de la poblaoon traba1adora no
mejoraron. No me propongo discutir el primer gruP:° de ar~en 13. T. S: ~shton en J. Econ. Hist. , y Tbe industrial revolution, 1948.
tos, porque se derrumban si puede probars~ que el ruvel de vida no 14.
15.
Staluttcal account o/ the Britísh Empire, 1839, Il, pp. 494 ss.
Select Commíttee on Agrículture, Parl. Papers, 1833, V, Q. 3431 ss.
mejoró de manera significativa, o no lo hiro en absoluto, durante 16. ~ndon, ed. de C . .Knight, 1842, 11, p. 318 (capitulo: «Smithfielcb)
c:Ucula el mcrement~ de la población desde 1740-1750 a 1831 en un 218 por
los períodos pertinentes. oento, de la pr~uco6n de carne vacuna en un 110 por ciento y de carne ovina
Quizá valga la pena señalar la debilidad de las pruebas que pue- en un 117 por aento. Como el autor también ha advertido que el cálculo de
de invocar actualmente la opinión optimista, dado que ya no es po- Dav<;'lan~, según el cual a comienzos del siglo xvm el precio de la res vacuna
sible seguirla apuntalando como lo haóa Clapham. Esta opinión se habna sido de 370 horas, es probablemente demasiado bajo no resulta fácil
comprender cómo puede llegar a conclusiones tan optimistas' acerca del incre-
mento del consumo per cápita de carne en Londres.
10. R C. O. Matthews, A study in trade cyde history: economic /luctua- ~ 7. G. E .. Fusscll, cThe size of English cattle in thc eighteenth centu.ry»,
tions in Great Britain, 1833-1842, Cambridge, 1954. Agncultural History, III (1929). ~.P· l~ ss.; también A.gríc. Hist., IV (1930).
11. J. L. Hammond, loe. cit., y J. H . Oapham, 1, pp. IX-X. • Mc.Cull.ocb acepta el ~culo de ,Stndatr acerca de los peros en Smithfidd en
12. T . S. Ashton, art. cit., y Econvmu history o/ England: the e1ghteentb 1785 sm someterlo a runguna cntica.
18. Select Commíttee on tbe depressed stat.e o/ Agriculture, Parl. Papns,
century (1955}, pp. 233-235. ~ ~
EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 93
TRABAJADORES
92
perío?os para los que se reconoce que la situación era mejor) no
(1852) como los de Smithfield, a quienes se consultó en 1856 acerca per~te apuntalar dicha hipótesis. Como he tratado de mostrar más
del cálculo de McCulloch, también fueron menos entusiastas al res- amp~amente_ en o~a parte,21 alrededor del 40 por ciento de la clase
pecto.19 Acerca del vestido, la argumentación de McCulloch se apo- t;abaJadora rndusmal de períodos ulteriores vivía en el nivel de la
vaba sobre la caída de los precios de los artículos de algodón y no líne~ de p~breza, o por debajo de la misma; es decir: en el nivel de 1
~obre pruebas directas. En el caso de Escocia, presentó una compara- subs1stenoa o por de~aj_? del mismo, según las definiciones vigentes
ción fiable, aunque ca.rente de justificación estadística, entre e] pasa- de este concepto. QU1Zas un 15 por ciento baya pertenecido a un
do y el presente. No menciona las patatas, los productos lácteos, y estr_a~~ favorecido que prácticamente siempre se encontraba en una
otras provisiones. po_s1aon adecu~d~ para mejorar sus salarios reales. Es decir que el
Por consiguiente, su base estadística es exigua y su actitud ten- primer ~rupo v1v1a en un mercado de trabajo permanentemente satu-
denciosa linda con la duplicidad. (Los críticos del industrialismo no r~do, .~entras que el segundo casi siempre se encontraba con una
han sido los únicos en elegir las pruebas que más les convenían.) slluaoon de_;scasez de oferta de mano de obra, salvo en épocas de
Los ulteriores investigadores pertenecientes a la escuela optimista no gran depres1on. El resto de la población trabajadora estaba situada
han ahondado en el examen de las pruebas. Por ejemplo, pareciera entre estos do~ grupos. En la medida en que la opinión optimista
que los datos acerca del consumo de carne han sido totalmente sos- s: basa sobre aertas suposiciones acerca de la estructura de la renta,
layados. Incluso el artículo del profesor Ashton sobre el nivel de solo puede mantenerse si suponemos que en el período de 1790-1850
vida en el período 1790-1830 -quizás el análisis reciente más com- el estrato favorecido era notablemente mayor, y el pobre notable-
pleto y mucho más erudito que el de McCulloch- se apoya en unos °:1ente :ne?or, que en períodos ulteriores, o bien que al menos las
20
datos escasos y dispersos. c:nco .s,eptunas partes del estrato intermedio se encontraban en una
Por cierto, esas pruebas son demasiado incompletas como para s1tuaaon qu~ tendía a .asemejarse a la de la aristocracia obrera. Esto
apuntalar la hipótesis, al parecer fundamental ~ctualmente para. }a no es demasiado plausible, de modo que, hasta que no existan más
concepción optimista, según la cual la proporoón de la poblaoon pruebas en favor de la opinión optimista, no hay motivos para man-
trabajadora cuyas condiciones de vida mejoraron tiene que haber
¡
tenerla-_ Po_r r~ones de espacio, no me propongo ahondar en la
sido mayor que el resto. Como hemos visto, no hay razones teóricas ~ompleJa discus1ón acerca de la estratificación social de los «traba- 1
para suponer tal cosa respecto del período que se extiende aproxi- 1adores pobres».
madamente desde 1790 hasta 1840. Por supuesto, dada la ausencia
de datos adecuados acerca de la estructura de la renta en Gran
. Parece evidente, pues, que las pruebas que aduce la opinión opú-
n:usta no son tan sólidas como suele creerse. Tampoco las razones teó-
1
Bretaña durante esos años, esa suposición no resulta verificable; pero ricas en favor de la misma resultan arrolladoras. Por supuesto, no '
lo que sabemos acerca de esta estructura en períodos ulteriores (y en se excluye que puedan llegar a ser correctas, pero hasta que no se
las ap~tale o se las fundamente mucho más, no parecen existir ra-
zo~es unport~tes para abandonar Ja opinión tradicional. Dado que
1821, IX, p. 267; General statistics of the British empire, 1836; Knigbt , op. existen tam?;én pruebas estadísticas que tienden a apoyar esta últi-
cit., TI, p. 325. . . .. d Th ma concepoon, las razones para mantenerla resultan más poderosas.
19. Braithwaite Poole, Stat1stics of Brztish commerce, 1852; G . Dod , e
/ood o/ London, 1856, p. 213.
20. Además de las fuentes habituales acerca de salarios (Bowley Y Wood,
Gilboy, Tucker), este arúculo sólo contiene de hecho unos datos acerca de
Lancashirc los preóos extraídos de Rowbonom, del .Mancbester Mercury y del
libro de A. Redford A!ancbester mercbants and foreign trade 1794-1858, 1934,
as{ como una opinión de Tbomas Holmes. Esta última. c?nstituy~ _la única
,,
fuente nueva que defiende de una manera rotunda la oplnlÓn optllDlsta. Por '
supuesto, la finalidad del profesor, As~ton en esre articulo no era la de pro- 21. Véase más adelante, cap. 12.
porcionar nuevas pruebas sino mas bien la de presentar nuevos argumentos.
TRABAJADORES
EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 95
94
estaban integradas principalmente por los trabajadores más próspe-
ros o por los que tenían empleos estables; en todo caso como ha
III
demostrado Farr (1839),2~ antes de esa fecha no hay p~ebas sufi-
~ente~ b~s,adas en datos procedentes de tales sociedades. Quizá la
Podemos considerar tres tipos de pruebas en favor de la opinión
mvestlgaaon de los registros hospitalarios nos permita descubrir más
pesimista: las que se refieren a a) la mortalidad y la salud, b) al paro
datos acerca de las tendencias de enfermedad, pero por el momento
y e) al consumo. Dada la debilidad de los datos acerca ?e los sala-
no disponemos de los suficientes como para sacar conclusiones.25
rios y los precios, analizados más arriba, lo más co~vemente es no
Por consiguiente, tenemos que basarnos sobre las tasas de mor-
tomarlos en consideración-. De todas maneras, las cifras acerca del
talidad. ~stas tienen sus limitaciones,26 aunque se ha alegado con
consumo real arrojan una luz más confiable sobre la situación de los
bastante razón _que incluso Ja estimación más cruda -mortalidad ge-
salarios reales. Sin embargo, no conocemos bastante la estructura
neral por debajo de los 50 años- 71 es un indicador sensible de los
real de la población como para poder aislar los movimientos .de los
niveles de vida. Sin embargo, una tasa de mortalidad elevada o en
índices de la clase trabajadora respecto del resto de los «traba¡adores
pobres» y de otras clases. Pero esto sólo significaría un pr?bl~ en
aumento, una baja esperanza de vida, son datos que no conviene sos-
layar. No debemos preocuparnos demasiado por las conocidas im-
el caso de que los índices mostraran una marcada rendenoa hacia la
perfecciones de las cifras con que contamos; en todo caso, no cuan-
elevación cosa que no sucede. Puesto que los «trabajadores pobres»
constituí~ claramente la mayada de la población, un indice general -
'
do vemos que surgen determinadas tendencias a lo largo de ciertos
períodos de tiempo. De todas maneras, la peor de esas imperfeccio-
que llegase a mostrar una esta?ili~ad o un. deterioro d~ ~s _con-
nes, el hecho de que los nacimientos están registrados de una ma-
diciones de vida resultaría más bien mcompaable con las hipotesis de
nera menos completa que las muertes --de modo que las cifras de
una mejora significativa de su situación específica, aunque no ex-
cluiría la posibilidad de ciertas mejoras para una minoría dentro de m?rtalidad ~anti! de la primera époai resultan exageradas-- pcr-
Dll~e corregir cu.alquier inclinación pesimista. Porque a medida que
esa clase. me1oran los registros, las tasas de mortalidad consignadas también
descienden automáticamente en los papeles, aunque en la realidad no
deben haber cambiado tanto.
A. 1ndices sociales El movimiento general de las tasas de mortalidad se conoce has-
Los mejores índices de que disponemos son las tasas d~ morta-
lidad (esperanza media de vida, mortalidad infantil, mortalidad. por , 24. ~ J. McCulloch, Statistical acoount, U .
tuberculosis, etc.), las tasas de morbilidad y datos antropométncos. ... 25. Sm embargo, dos series extensas para Doncaster y Catlisle (1850) que
aclir~~en en Reports to the General Board o/ Health, apuntan en la oilima
Lamentablemente en Gran Bretaña carecemos de datos antropomé- 6
eco n.
tricos tan fidedi~os como los franceses, así como de algún índice de 26. Con ~teriorida~ a 19'J! la concepción tradióonal del cambio demográ-
salud como por ejemplo el porcentaje de reclutas rechaz.a?os en .~l fico en ese ¡x;nodo ~a Sido_ ~amente cnticada, especialmente por J. T. Krau-
se, cCh~ges in English fertility and mortality 1781-1850» (Econ. Hist. Rev. XI,
servicio militar.22 Tampoco contarnos con cifras de morbilidad utili- 1958). Sm embargo, por el momento todavía se puede estar de acuerdo con
zables. Las sociedades mutuas, cuyos consejeros realizaron algunos P. Deane Y ~- A. Cole (British economic growth 1688-1959, p . 125) en que
«en la a~alida~ las pruebas no parecen tan arrolladoras como para que co-
cálculos utilizables acerca de las tasas de enfermedad,n no pueden ser nespon~ 10vernr J?Or compJeto el cuadro sugerido por las estadísticas escueus
consideradas como muestras representativas porque, como se sabe, aunque estas sean indudablemente defectuosas>. '
. 27. S. Sw~oop y K. Uemura, cAn attempt to evolve a comprebensive in- ~
dicator to quantify the component " health, including demographic conditions"»
22. No cabe suponer que los militares b~tánicos de ese ~ríodo, o los re- Wor~d f!ealt h Working Paper N.º 8, WHO/PHA/25 (22 noviembre 1955>'
1
1
clusos, constituyeran una muestra representanva de l~ poblac16~. . . mul~pista. J?ebo esta referenda a M. Jeffe.rys, de la Escuela de Higiene y
23. Por ejemplo, F. G. P. Neison, cConttibunons to vital stansucs•,
J. Stat. Soc., VIII (1845), pp. 290 ss.; IX (1846), pp. 50 ss. ~( •Mmiana Trop•OÚ de Londus.
96 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 97
tante bien. Desde un punto de vista teórico, como el que analizan ,.._ ~ do en cuenta que la investigación moderna -en especial los estudios
McKeown y Brown,28 resulta prácticamente inconcebible que no se sobre Holanda durante y después de la Segunda Guerra Mundial-
haya producido un descenso real de Jas tasas de mortalidad por efecto tiende a relacionar tales tasas mucho más con el monto de la renta
de las mejoras en los niveles de vida a comienzos de la industrializa- Y con el consumo de alimentos que con otras condiciones sociales.32
ción, al menos durante cierto tiempo. Las tasas generales de morta-
lidad descendieron notablemente a partir de la década de 1780 y si-
guieron haciéndolo basta la de 1810; a partir de entonces crecieron B. Paro
hasta la década de 1840. Esto «coincidió con un cambio en la distri-
bución por edades, favorable a la existencia de una baja tasa de , . Este tema todavía no ,ha sido estudiado suficientemente y no es
mortalidad: a saber, un aumento de Ja proporción de habitantes ma- facil comprender por que se lo ha descuidado. Aquí sólo quiero
duros y sanos».29 Por consiguiente, al suponer que durante todo el llamar la atención acerca de algunos datos dispersos, que apuntalan
período se mantuvo Ja misma composición por edades, las cifras de una opinión más bien pesimista.
que disponemos subestiman Ja elevación real de las tasas de morta· Aunque poco sabemos acerca del período que se extiende hasta
lidad. Se atribuye esa elevación sobre todo a la mayor mortalidad mediados de la década de 1840, la mayoría de los estudiosos admi-
infantil y juvenil, particularmente en las ciudades; pero las cifras tirían que el verdadero aspecto de la mejora del nivel de vida de
relativas a Glasgow en 1821-1835 sugieren que se debió básicamente ,,• las clases trabajadoras a partir de entonces no se debió tanto a un
a un aumento notable de la mortalidad de los hombres en edad de aumento de las tarifas salariales -que a menudo permanecieron no-
trabajar, más pronunciada en los grupos de edad de los 30 a los tablemente estables durante muchos años- o a una mejora de las
60 años.30 Para explicar este hecho suelen invocarse las condiciones condiciones sociales, como al ascenso de los trabajadores desde unas
sociales. Edmonds, que analizó las cifras correspondientes a Glas- careas muy mal pagadas hacia otras un poco mejor pagadas, y sobre
gow, observó ( 1835) que «esto precisamente es lo que cabía esperar todo a la declinación del paro o a una mayor regularidad del empleo.
suponiendo que la población adulta en aumento poseyera un menor De hecho, durante la primera época el paro fue muy grande. Consi-
grado de vitalidad que sus antecesores inmediatos».31 Por otra parte, deremos ciertos componentes y aspectos del mismo.
no debemos olvidar que las tasas de mortalidad sólo mejoraron de
j
En primer lugar podemos considerar el pauperismo -es decir
manera notable mucho más tarde -digamos a partir de las décadas
de 1870 o 1880- y que, por lo tanto, su incidencia sobre los mo-
el núcleo constante de pobreza-, relativamente poco afectado po; 1
los cambios cíclicos (incluso en 1840-1842).33 Las tendencias del
vimientos de los niveles de vida quizá no haya sido tanta como suele
suponerse. (En otras palabras: a partir de la década de 1840 los
- ... pauperismo son difíciles de determinar, dados los cambios funda-
mentales instroducidos por la nueva Ley de Pobres, pero su exten-
J
1
1
niveles de vida mejoraron de una manera mucho más suave de lo sión resulta suficientemente indicada por el hecho de que a comien-
que suele suponerse.) Sin embargo, la elevación de las tasas de f
zos de la década de 1840 alrededor del 10 por ciento de la pobla-
mortalidad en el período 1811-1841 tiene evidentemente cierto peso
dentro de la justificación de la opinión pesimista, sobre todo tenien-
ción total estaba constituida probablemente por indigentes. Como ¡
32. El profesor . McKeown, d.e Birm.ingbam, me ha llamado la atención
28. Loe. cit. acerca de estos estudios. La elevaa6n de las tasas de mott.alidad y enfermedad
29. T . H. Marshall, 4<Tbe population prob1em during tbc: Industrial Rcvo- en Holanda. durante la guerra y su caída después de la misma tienen que
lution», Economic History {1929), p. 453. haberse debido ex<=!u.sivament~ a las variaciones en e] consumo de carne, por-
30. T . R. Edmonds, 4<Ün the mortality of Glasgow and on tbe inc:reasing qu~ las otras condiCJones sooales -por ejemplo, la vivienda- no mejoraron
mortality in England~, lAncet, II, (1835·1836), p. 353. Resumido por Farr en senamente du~ante el período en que esas tasas declinaron.
McCulloch, op. cit., II. 33. , Por e}emplo, en 581 sindicatos el número de indigentes que estaban
31. T. R. Edmonds, ocOn the law of morcality>, lAncet, I, (1835-1836), s~s solo se mcrement6 en un octavo desde el trimestre del día de la Amm-
página 416. .., oaa6n de 1841 hasta el de 1842: ]. Stat. Soc., VI (1843), p. 256.
7. - HOBS!U.WU
98 TRABAJADORES
indigentes nunca superó el 5 o el 7 por aento del total de la pobla- mos tienden a sobrevalorar hasta cierto punto la miseria, porque las
ción (1850). En la década de 1850 su promedio era del 4 al 9; Y en áreas particularmente malas tendían a atraer más la atención que las
la de 1860 del 4 al 6. Los indigentes del período que estamos con- áreas no tan afectadas; sobre todo en el caso de la depresión de
siderando ~o se encontraban en una situación necesariamente peor 1826, para el análisis de la cual nuestra fuente es el informe de una
que el resto de los trabajadores pobres, porque Tufnell, en el segun- comisión de asistencia pública. Sin embargo, las cifras son tan nota-
do informe anual de los comisionados de la Ley de Pobres, ~alcu- bles que toleran una deflación bastante grande. Las mismas sugieren
laba que los trabajadores rurales comían quizás un 30 por oento que en las áreas duramente afectadas de Lancashire, entre el 30 y el
menos de alimentos (en peso crudo) que los indigentes. Otro tanto 75 por ciento de la población total puede haber perdido su empleo l
ocurría en ciudades afectadas por 1a depresión económica, como durante la depresión; en las áreas laneras de Yorkshlre, entre el 25
Bradford-on-Avon donde en 1842 el consumo medio de carne de la y el 100 por ciento; en las áreas textiles de Escocia, entre el 25 y 1
clase obrera no lle~aba a los dos tercios del mínimo consumido en los el 75 por ciento. En Salford, por ejemplo, la mitad de la población
asilos para indígentes.34 • , se encontraba parcial o totalmente sin trabajo; en Bolton, casi un
La repercusión del paro estructural no puede ser medida. Los mas tercio; en Burnley, por lo menos el 40 por ciento.33
afectados por el mismo solían ser precisamente aquellos artesanos En cuanto a la depresión de 1841-1842 -probablemente la peor
independientes -trabajadores que realizaban sus tare~ ~era de los ~ 1 del siglo--, disponemos de cifras más representativas, porque en esa
talleres o trabajadores de tiempo parcial- cuyos padecuruentos, salvo época se recogió mucha información, no sólo a efectos de la asisten-
en condiciones de catástrofe absoluta, se reftejaban más en una caída cia pública sino también para ser utilizada en la discusión política
de los precios por pieza producida y en un subempleo, que e;i (sobre todo por la Liga contra la Ley de Granos). Además, varias
una suspensión del trabajo. Los padecimientos del grupo mas de tales encuestas merecen confianza porque se basan evidentemente
grande de esta clase de trabajadores, integrado por ~en~ ?peraban sobre unas investigaciones serias y detalladas realizadas por hombres
con los aproximadamente 500.000 telares manuales (q~ más d~ de negocio locales con sentido práctico y con mentalidad estadística.
1.250.000 ciudadanos),36 se encuentran ampliamente atestiguados. S1 La investigación realizada por Asbworth en Bolton puede resu-
consideramos las cifras más modestas presentadas por Gayer, Ros- mirse el siguiente cuadro:
tow y Schwartz, y tenemos presente que durante la década de 1830
más de la mitad de esos tejedores abandonaron sus telares, pode-
mos calcular de alguna manera la posible repercusión del paro ~- ·
tructural en ese gremio, aunque por supuesto esto no nos perID1te (. -
en absoluto sacar conclusiones acerca de los otros.
En cuanto a la repercusión de las depresiones cíclicas o de otros 37. C.omo C. Chísholm, «ÜD tbe statistical pathology of Bristol and of
periodos de depresión aguda, contamos con bastantes pruebas acerca Clifton» {Edinburgh Medical and Surgical ]ournal, l.º de julio de 1817, p. 274),
de dos (la de 1826 y la de 1841-1842) y con pruebas incompletas quien cita un censo (o una estimación) realizado por el alcalde en enero de
1~17, ~poca de auge industrial después de una aguda depresión, pero de pre-
aos elevados. En esa fecha, 3.045 personas estaban en paro total o parcial y
34. Devizes and Wiltshire Gazelle (13 enero ~~2). la población total era quizá de unos 78500 habit.antes. Si se considera que el
35. Clapbam, Economic bistory o/ modem Bntam, I, _p . 179.. Gayer! Ros- tamaño promedio de la familia era de cuatro personas, aquella cifra podría re-
tow y Schwartz citados por Neil Smclsc:r, Social cba11ge m tbe mdus_tr1al re- presentar, por cierto, un 15 por cienco o más de la población.
volution (1959),' dan una cifra menor: 240.~ en 1830; pero, como senala Qa~ 38. La fuente principal es el Report of tbe Committee appointed al a
pham nunca se est2bleci6 un censo de los DllSIDOS. public meeting on tbe second o/ May 1826 Jor... relief to the «WORKING
36. De aaierdo con Smclser, op. cit., p. 138, supongo. que entre el 30 Y. ~ AfANUFACTURERS.>, Londres, 1829. Los Home Office Papers (por ejemplo,
50 por ciento de los telares eran. ~ej~dos por. otros Dllembros ~: la familia HO 40/19 para 1826, carta de J. W. Paget, Preston on Darwen) contienen
del tejedor; calculo que cada familia tema aproximadamente tres runos. también datos pertinentes.
100 TRABAJADORES
.__.
r EL NIVEL DE VIDA ENTRE
<~ •
102 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 103
gido a la Ley de Pobres y el 33 por ciento de la de Paisley dependía En la p. 115 se mencionan otras cifras referentes a la declinación
de )a caridad.45 Entre el 15 y el 20 por ciento de la población de Leeds del consumo de carne durante las depresiones. Sin embargo cabe
46
tenía una renta semanal de menos de un chelín por cabeza; más de mencionar un caso particularmente tremendo - aunque considerado
un tercio de las familias del distrito de Vauxhall, en Liverpool, tenía excepcional- en el que se combinaron los efectos de la declinación
una renta de menos de cinco chelines semanales y muchas en realidad secular y de la depresión cíclica: el de Bradford-on-Avon, en el área
no tenían ninguna renta visible.47 De los 25.000 habitantes de Hud- lanera agonizante del oeste de Inglaterra (hecho que explica rotun-
dersfield, 3.196 tenían una renta media de 8 peniques semanales por damente el apoyo que allí encontraron las tendencias más combatien-
persona. Todavía en enero de 1843, en Bradford, «muchas de las tes del cartismo). En esa trágica ciudad, durante 13 semanas --desde
personas más respetables habían empeñado desde hada mucho sus el l.º de octubre hasta el l.º de diciembre de 1841-, los 8.309 ha-
relojes y otros objetos de valor, y no habían podido rescatarlos; Y bitantes consumieron 9.497 libras de carne y 9.437 panes de 4 libras.
la ropa empeñada ahora raramente es rescatada».~ En Stockport Pero de este total, 6.000 libras fueron comidas por 2.400 ciudada-
(donde, como hemos visto, el paro llegó basta el 50 por ciento) la nos más prósperos y por 409 inquilinos de los asilos para pobres;
renta semanal media de los que trabajan a tiempo completo era de de modo que para los otros 5.909 habitantes quedaron sólo 3.088
7 chelines y 6 IA peniques, y la media de los que trabajaban a tiem- libras de carne (o sea 8 onzas y 3/a por semana). El consumo de
49
po parcial era de 4 chelines y 7 V2 peniques. • pan y carne había descendido en un 75 por ciento en comparación
Afortunadamente, puede medirse el efecto de tales depresiones ~ , con 1820.52
sobre el consumo. Fue muy grande. En el distrito de Vauxhall, en Puesto que sólo una minoría de trabajadores poseía algunas re-
Liverpool, los ingresos totales se habían reducido a la mitad ~m servas con que hacer frente a tales contingencias, para la mayoría el
parados con los de 1835, el consumo de carne se redujo a la nutad, paro equivalía a hundirse en la miseria. Podían, por cierto, empe-
el consumo de pan se mantuvo estable, el consumo de harina de ñar sus propiedades, y así lo hicieron. Pero esto no altera práctica-
avena se había duplicado y el de patatas había crecido en más de mente la situación. Por ejemplo, en Ancoats y Newtown (Manches-
un tercio.50 En Manchester la declinación de las condiciones de vida ter) 2.000 familias (8 .866 personas) tenían 22.417 boletas de empe-
puede ser medida con mayor precisión aún. Entre 1839 (que de ño en 1842; pero el valor promedio de las mismas por familia era
ninguna manera fue un año extraordinario) y 1841 los ingresos de sólo de 1 libra y 8 chelines. Una muestra más amplia, de 10.000 fa-
51
50 tenderos de Salford disminuyeron de la siguiente manera: milias, no tan próximas al grupo de los muy pobres, tenía un pro-
medio calculado en 2 libras y 16 chelines por boleta de empeño.
1839 1841 (en libras esterlinas) ( 12.000 familias en la miseria representaban entonces un tercio de
1J abastecedores . 70.700 47.300 la población.) No es difícil calcular el significado de estas cifras en
14 carniceros . 27 .800 17.200 cuanto al equipamiento doméstico: según las tarifas vigentes, un
10 abaceros 63.800 43.300
colchón, un edredón, unas mantas y dos sábanas podían ser empeña-
13 lenceros, etc. 35.400 22.300
das por un total de 11 chelines y 11 peniques y 1/2 •53 Sin embargo,
si suponemos que la renta familiar era de 10 chelines, incluso 3 libras
45. StatisticaJ Cornmittee o/ Anti.Corn-IAw League, p. 45. de propiedad empeñable difícilmente hubiesen podido asegurar la
46. Facts and figures, loe. dt.
47. Finch, op. cit., p . 34. subsistencia de una familia en paro durante más de seis semanas.
48. Report o/ tbe Committee ... for the relief o/ the Jistressed manufactu- ¿Pero cuánto podía durar el paro? En 1841-1842 podía durar
rers, Londres, 1844, pp. 19, 41. . . más de un año, como lo muestran diversos cómputos realizados en
49. Citado en W . Cooke-Taylor, Notes on a tour in the manufacturmg dts-
tricts o/ Lancashire, Londres, 1842, pp. 216.217.
50. Fmch, op. cit., p. 34.
51. J. Adshead, Distresr in Manchester. Evidence ... o/ tbe stale o/ tbe 52. Devizes and Wiltshire Gazette (13 enero 1842).
1Abouri11g Classes in 1840-1842, Londres, 1842, p. 55. 53. J. Adshead, op. cit., pp. 18-24.
104 TRABAJADORES
EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 105
54
1843. Pero aunque supongamos que un obrero haya estado en paro
presión de 1837- más de un tercio de los «tejedores» eran «sindi-
durante 6 meses y haya sido capaz de sobrevivir a costa de sus pro- calistas» .si
piedades domésticas durante 6 semanas, no tuvo más remedio que Lamentablemente no nos resultan demasiado útiles las estadísti-
vivir de Ja asistencia pública o endeudarse o ambas cosas a la vez. cas incompletas de los sindicatos (entre las que se destacan los datos
Y suponiendo que su crédito con los tenderos locales baya valido acerca del paro recogidos por el de fundidores de hierro, que se re-
para un par de meses, todavía tenía que devolver, digamos 8 libras, montan hasta el período que estamos considerando; las cuentas rela-
cuando volviese a tener un trabajo de tiempo completo, lo cual (con tivas al «sistema de trabajo ambulante» también nos proporcionan
un promedio de devolución o de rescate de 2 chelines por semana) ~gunos da~os_): en parte porque los sindicatos que disponían de me-
prolongaría los efectos del paro sobre su nivel de vida durante otros JOr~s estadísncas eran demasiado pequeños como para ser represen-
18 meses. Por supuesto, estos cálculos son especulativos, pero pue- tanvos,. y _en parte también porque esos sindicatos estaban integra-
den sugerir cuál pudo haber sido el efecto de los cataclismos perió- dos casi siempre por un sector anormalmente próspero de sus res-
dicos a que estaba expuesto el obrero de comienzos del siglo XIX. pectivos gremios. Por ejemplo: el promedio de paro del sindicato de
Por supuesto, salvo en años como 1839-1842, lo más probable fundidores de hierro desde 1837 hasta 1842 inclusive, apenas su-
es que los efectos del paro o del trabajo con horario restringido se peraba ~ 13 por ciento (1841: 18,5 por ciento). Por malo que ese
hayan difundido de manera desigual: siempre mayores entre los tra- P.r?medio fuese para un gremio de obreros calificados, cuya ocupa-
bajadores no calificados y entre los trabajadores de los gremios en ~ .;- aon ~ra extrem~d~ente próspera, y con respecto a un período tan
decadencia, y menores entre los trabajadores calificados y entre los amplio como seis anos, es bastante probable que suponga una irifra-
dedicados a oficios no afectados por las crisis cíclicas. Por ejemplo, valor~?ón de ~ª.gravedad del paro en 1841-1842; así como quizá
en 1842-1843 en Burnley, el 83 por ciento de los habitantes que tamb1en del fillDlmo de paro permanente de ese gremip en el mejor
estaban en la miseria y dependían de la caridad correspondían a fa- momento de una expansión industrial (por ejemplo en 1836), calcu-
milias de tejedores y peones.55 Mientras que en octubre de 1841 se lado en un 5 por ciento. Además, aun sin enmiendas, estas cifras
afumaba que en Londres casi dos terciós de los sastres estaban sin resultan engañosas, porque no toman en cuenta la duraci6n media
trabajo, cuando normalmente era raro que estuviese en paro más de del paro por miembro del sindicato. Afortunadamente el desembolso
un tercio, incluso en la estación mala (cifra bastante alta, sin em- del sindicato en concepto de asistencia al trabajador ambulante (que
bargo, para un gremio que en 1830 estaba sindicalizado en un 100 sí refleja tal duración, porque los pagos correspondían a los días de
por ciento y que había sido capaz de rechazar todas las reducciones paro y no sólo a los obreros en paro) indica la magnitud de tal
de salarios desde 1815).36 De los parados que trabajaban en las ca- error. Así por ejemplo, mientras la proporción entre el paro en
rreteras de Manchester en 1826, 356 eran peones, en su mayoría 1835 y el paro en 1842 es más o menos de 1 a 2 en cambio la
irlandeses, y sólo 89 pertenecían al gremio textil (aunque sin duda propo~ción entre la asistencia al trabajador ambulant:, para los mis-
esto se explica también por la gran resistencia de los obreros «res- mos ~os., es de 1 a 14. Ningún análisis que soslaye las grandes olas
petables~ a descender de categoría). Por otra parte, en una muestra de misena que sumergieron a vastos sectores de los trabajadores
de los «obreros de la clase más pobre» -analizada según los traba- pobres cada vez que se produjo una depresión económica, puede pre-
jadores que recibían asistencia pública en Glasgow durante la de- sentarse como realista.
El vagabundeo proporciona otro índice poco utilizado del nivel
de paro, porque los trabajadores que estaban en esa situación ten-
54. Parl. Paperr, 1843, XXVII, Factory lnspectors, pp. 313-315. Report dían a deambular en busca de trabajo. El nivel real de vagabundeo
o/ Committee... for tbe relief of the distressed manufacturers, pp. 27-28, 41, 62.
55. Report of Committee ... , p . 62.
56. Facts and Figures, pp. 29 ss. Sel. Ctee. on Manu/acturers' Employ-
57. C. R. Baird, «Übservations upon the poorest class of operatives in
ment (Parl. Papers, 18.30, X, p. 226).
<l ~ Glasgow in 1837>, Journal Stal. Soc., I, p. 167.
106 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 107
CuADRO 4
Zapateros 14/- 11/8 Pintores 20/- 15/-
Fontaneros 23/- 19/2 Planchadores de
Promedio anual de paro y salarios semanales rectificados telas 20/- 15/-
Oasificadores
según ese parámetro, Leeds, 1838 71
de lanas 21/- 17/6 Torcedores 24/- 18/-
Salarios Torneros de la Yeseros 18/- 13/6
Gremios que Salarios Gremios que madera 17/- 14/ 2
Salarios semanales trabajaban Salarios semanales Enladrilladores 23/- 17/3
trabajaban semanales rectificados
12 meses semanales recúficados 11 meses Albañiles 22/- 18/4 Anudadores de
14/8
Tejedores 13/- 10/10 lana 5/- 3/9
Diseñadores Sastres 16/-
24/6 4 Sombrereros 24/- 20/ - Rellenadores de
teniles 24/6 Ensambladores 19/6 17/11 t;; ..:·
lana 5/- 4/6
Cardadores 14/- 11/8
Herreros 19/- 19/- Talabarteros 21/- 19/3 Tintoreros 22/- 16/6
Carreteros 18/- 15/ -
C.Onstructores de Adobadores de Aserradores 20/- 15/-
molinos 26/- 26/- piel 20/- 19/1
Fabócantes de Fundidores de
garlopas 21/- 21/- bronce 25/- 24/1
Este cuadro supone, por cierto, una valoración insuficiente de la gra-
Escopeteros 25/- 25/- Toneleros 20/- 19/l vedad de la situación, porque según los cálculos iniciales los obre-
Mecánicos 24/- 24/- Impresores 21/- 19/3 ros de la construcción de Londres trabajaban sólo durante una tem-
porada de 6 o 7 meses,72 y los cálculos de la época muestran, por
Moldeadores de
hierro 25/- 25/- ejemplo, que dos tercios de los pintores de Edimburgo estuvieron •
22/- ociosos 4 meses por año.73 Sin embargo el cuadro indica cómo habría
Torneros 22/-
que deflacionar unas tarifas salariales teóricas para obtener los pro-
Anudadores de medios reales de ingresos incluso en épocas de relativa prosperidad.
estambres 4/6 4/6 La masa de los gremios no calificados y por definición eventuales no
Preparadores 6/6 6/6 está incluida en esta lista ni en ninguna otra lista disponible. Sin
embargo, quizá valga la pena mencionar el cálculo general hecho por
un observador contemporáneo de probada agudeza y dotado de un
buen sentido de la información estadística.
Henry Maybew no es un informador desdeñable. Y si, como últi-
11
71. cCondition of the town of Leeds and its lnhabitants>, J. Stat. Soc., TI
72. R. Campbell, Tbe London tradesman, 1747. .
1
73. Goldsmitb Collection, B. 853.
(1839), p. 422.
TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 113
112
mamente nos recordaba E. P. Thompson en su valioso análisis del incomparablemente superiores a las de 1841-1842. P or cierto, po-
problema del nivel de vida, la «controversia dep~de r~alme~te de demos afirmar que las cifras relativas al paro arrojan dudas sobre
una "conjetura 11 acerca de qué grupo era el que mas. creo.a - aque- los cálculos optimistas que no las toman en cuenta. Pero nuestrm
llos que eran capaces de participar de los. be~eficios del progreso datos son insuficientes de por sí para probar una interpretación alter·
' · 11 "aquellos que quedaron exclwdos - , entonces la con· nativa.
ecoDOIDlC0 0 . ., 74
jetura de Mayhew resulta digna de atencion»:
tre el aspecto de la curva del consumo antes y después de mediados ._ - ~ El caso de la carne es distinto. Respecto de ella contamos con
de la década de 1840, en que la misma comienza a aumentar de dos índices: las cifras de Smithfield para Londres relativas a todo el
manera tajante, constituye uno de los argumentos más fuertes exhi- período que nos interesa, y el producto de los impuestos sobre el
77
bidos por la parte pesimista. Las tres series muestran por igual una consumo de cueros y pieles a partir de 1825. Las cifras de Smith-
71
tendencia muy leve hacia el alza y después de la década de 1840 un field muestran que mientras la población de Londres pasó de un
alza mucho más tajante, aunque el consumo de tabaco descendió en índice de 100 en 1801 a uno de 202 en 1841> durante el mismo
la década de 1810 (probablemente debido al incremento de los im- período, en cambio, la cantidad de ganado vacuno sacrificado sólo
puestos). La serie del tabaco incluye el consumo en Irlanda a partir aumentó hasta 146 y la de ganado ovino basta 176. El siguiente cua-
de mediados de la década de 1820 y por esa razón es difícil de uti- dro presenta las cifras pertinentes por décadas:
lizar. La serie del té también es difícil de interpretar, porque no
refleja sólo la capacidad de compra de la población sino también la CUADRO 5
tendencia secular a reemplazar las bebidas tradicionales por una
Porcentaje de aumento por décadas de la población de Londres,
nueva. La significación del consumo de té fue muy discutida por los y de la producción de camer vacunar y ovinas en Smithfield
contemporáneos, quienes estaban lejos de considerarlo como el signo entre 1801 y 1851
inequívoco de una mejora de los niveles de vida. En todo caso, ese
consumo sólo presenta cuatro períodos de declinación: 1815-1816, ~
fndicc Incremento por década
1818-1819, una caída notablemente abrupta en 1836-1837, después V ti
-o-e
de un incremento muy marcado, y una caída más leve en 1839-1840. V"'
-e~
o e e:
;a~ "O
o "O
El té fue aparentemente inmune a las depresiones de 1826 y, lo que e:
as u v- ·oe: ºo
-e e: ·o ºo o
~o
es más sorprendente, a la de 1841-1842, lo que hace dudar acerca
de su valor romo indice del nivel de vida. El tabaco no refleja la
depresión de 1836-1837, pero sí las otras, aunque no de una ma-
-5 u
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1801
º ·-Q
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Como puede observarse, hasta la década de 1840 el incremento. ,de fe- ~ velocidad que la población, de modo que al parecer la cantidad de
la carne vacuna se mantuvo retrasado con respecto a1 de la poblacron. trigo disponible per capita fue disminuyendo en forma sostenida
La carne ovina también presenta ese retraso -aunque más leve-, desde .finales del siglo XVIII hasta las décadas de 1840 o 1850, mien-
salvo en la primera década. De modo que en general queda prácti- tras que la cantidad de patatas disponible fue devándose con un
camente confirmado que, hasta la década de 1840, se produjo una de- ritmo aproximadamente similar.32 Las mejores cifras para el incre-
clinación del consumo de carne per capita en Londres. mento de la producción de trigo 13 muestran unos resultados bas-
Los impuestos sobre el consumo de 01eros y pieles proporcio- tante estables hasta 1830, un leve incremento de alrededor del 10
nan unas cifras algo más escuetas. (Cuyas fuentes se analizan en el por ciento en la década de 1830 y otro notablemente amplio del
apéndice.) El siguiente cuadro resume lo poco que podemos extraer 40 por ciento a partir de 1840, lo cual corresponde al cuadro de
de las mismas: una mejora muy acelerada de los niveles de vida una vez superados
CUADRO 6
los efectos de la depresión de 1842. De esto se sigue que, cuales-
quiera sean las pruebas documentales, una parte de la población
Producto de los impuestos sobre el com11mo de cueros y pieles tiene que haber abandonado el consumo de trigo presumiblemente
en Londres y en el resto del país a partir de 1801 por el de patatas. La interpretación más sencilla supondría que el
(1800-1801, para los impuestos) = 100 cambio importante del pan moreno a1 pan blanco ya se había P!odu-
<::. _.. cido hacia, digamos, la década de 1790, y que a partir de entonces
Producto Producto se produjo el abandono del trigo; pero esto no explicaría el aban-
Fecha Poblaci6n en el país en Londres
dono del pan moreno en favor del blanco, que casi con seguri-
1801 100 100 100 dad se produjo más tarde en el norte y en el oeste. Sin embar-
1811 114,5 122 107 go, esto último pudo haberse «pagado» con una declinación del
1821 136 106m 113 m consumo per capita en otra parte, lo cual es técnicamente posi-
1825 150 135 150 ble. El consumo medio de pan entre los peones de campo en
1862 era de alrededor de 6 kilos y 112 por semana. Doce condados 84
consumían menos que eso: de 4,6 a 5,3 kilos; seis condados, más de
Sin abundar en el análisis bastante complejo de las fuentes, parece 5,9 kilos; y catorce, aproximadamente el promedio.15 Puesto que el
claro que las cifras no indican ningún alza importante del consumo
consumo básico variaba tanto -entre 4,6 y 6,9, para no mencionar
de carne per capi ta.
Acerca de los cereales y las patatas, artículos básicos de la dieta t-· '""
82. He seguido los cálculos de R. N. Salaman, History and social in/luence
del pobre, también podemos extraer algunas conclusiones. El hecho o/ the pot4to, Cambridge, 1949, apéndice IV, quien analiza las fuentes. Otras
fundamental, como ya lo advirtieron los contemporáneos,81 es que estimaciones, romo la de Drescher ( «The development of agricultura! produc-
la producción y la importación de trigo no aumentaron con la misma tion in Great Britain and Ireland from the early nineteenth cennuy., Manches-
ter School, mayo de 1955) admitían que la producci6n de trigo se desarroll6 con
un ritmo casi similar al del crecimiento de la poblaáón. La opinión de que el
paso del pan moreno al pan blanco ya se había producido en su mayor pane
cionalmente elevada de 1843 hubiese entrañado una sobrevaloración del alza hacia 1790 es refor7.ada por el análisis de P. Deane y W. A. Cole, British eco-
de.cenal. La elección de unas fechas diferentes hubiese alterado levemente los re- nomic growlh 1688-1959, pp. 62-67.
sultados aunque no los hubiese transformado de una manera sustancial. 83. M. J. R. Healy y E. L. Jones, «\Vhat yields in England 1815-18.59»,
79 bi:. Por razones que se analizan más adelante, esta cifra entraña probable- J. R. Stat. S., Serie A, vol. 125, parte 4, 1962.
mente una minusvaloración. 84. El primero es átado por R. M. Hartwell, «The rising standard of
80. Por razones examinadas más abajo, estas cantidades están probable- living in England 1800-18.50~, Ec. Hist. Rev., XIII, 1%1, p . 4U; el segundo
mente subestimadas. procede de John Hogg, London as il is... , Londres, 1837, p. 226.
81. W. Jacob en Select Committee on tbe state o/ agriculture, Parl. Pa- 85. Seis en el sudeste y en el sur; los restantes, industriales. No se dan
pers, 1836, VIII, 1, Q. 2~32. t °" .
.
cifras acerca de otros seis condados del sudeste y del noroeste.
118 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 119
el 8,.5 de Anglesey- cabe suponer tanto una declinación inicial del _.._ vela que los mismos eran bastante poco elásticos.119 Los pocos pre-
consumo per capita en determinados sitios como una «compensación» supuestos comparables con que contamos para el caso de Eden 90
considerable entre los diferentes condados. Sin embargo no me pro- revelan una pauta de gasto similar, aunque quizás el desembolso en
pongo sugerir ninguna explicación. Lo único que podemos afumar es mantequilla haya sido algo menor que el de carne. De modo que el
que hay que excluir la posibilidad de un incremento en el consumo obrero pobre comía mantequilla y sólo el que se encontraba en la
per capita de pan blanco ea este período que pudiera haberse produ- miseria resultaba imposibilitado de hacerlo. Es probable que el pro-
cido sin detrimento para nadie. El consumo de trigo pudo haber dis- ceso de urbanización haya supuesto un incremento del consumo de
minuido con o sin un consumo adicional de patatas, o bien algunas mantequilla, porque, cuando la crianza de cerdos disminuía y el
áreas pudieron experimentar un alza del mismo a expensas de otras consumo de carne era bajo y errático, debía ser más dilicil encon-
(con o sin un incremento del consumo de patatas). trar otra cosa -por ejemplo, manteca de cerdo o pringue- con que
Carecemos de estadísticas generales acerca del consumo de otros acompañar el pan. Al parecer, el consumo de queso descendió, por-
artículos alimenticios corrientes. Apenas cabe comprobar un descen- que muchos trabajadores urbanos no tenían, o no desarrollaron, el
so del consumo de leche, porque la urbanización pudo haber entra- hábito de reemplazar la carne por ese producto alimenticio. En Du-
ñado un descenso de la crianza de vacas (a pesar de que la misma kinfield y Manchester gastaron macho menos en queso que enmante-
probablemente se prolongó en las ciudades en una escala mayor de quilla, y los peones rurales comieron en 1862 mucha más mantequi-
lo que se suele reconocer} y por la declinación de la dieta rural tradi- e ~ lla (teniendo en cuenta, incluso, su posición ligeramente mejor) que
cional, integrada sobre todo por «carnes blancas». Los cálculos rela- los «pobres de las ciudades». Al parecer la importancia de los
tivos a la crianza de vacas en Londres no son fidedignos. Frente a huevos no fue mucha. Es dilicil que el consumo per capita de este
uno de 20.000 vacas en la ciudad y los suburbios en 1854, tenemos producto aumentara. Otros estudiosos 91 también consideran que el
otro de 10.000 en 1837; probablemente uno de los dos o ambos son consumo de artículos perecederos descendió o bien que es muy difí-
16
incorrectos. Sin embargo, todavía en 1862 algunos grupos afortu- cil que baya aumentado hasta la época del ferrocarril (concepción
nados de trabajadores pobres seguía manteniendo la antigua dieta; que, sin embargo, ha sido impugnada a partir de unas razones no muy
los tejedores de seda de Macclesfield consumían 41,5 onzas liquidas evidentes).
semanales por cabeza, frente a las 11 onzas de los tejedores de Co- Sin embargo, en el caso del pescado se registra un notable in-
ventry, las 7,6 onzas de los tejedores de Spitalfields y la 1,6 onza cremento del consumo.92 En Birmingham, el consumo per capita
de Bethnal Green.87 Pero todas las pruebas sugieren un descenso del -muy reducido en 1829- era de más del doble hacia 1835 y siguió
consumo de leche. No ocurría lo mismo en el caso de la mantequilla, ~ °"' creciendo con ritmo acelerado hasta 1840.93 Sin duda ello supuso
que evidentemente era considerada como algo más necesario que la una mejora del valor nutritivo de J.a dieta del obrero pobre, aunque
carne, lo cual resulta natural, porque el pan desempeñaba un papel no tiene por qué significar que éste tuviera la impresión de que
muy importante en la dieta del trabajador.&11 En Dukinfield y en Man- comía mejor, porque el pobre siempre ha tenido un profundo pre-
chester ( 1836) los desembolsos por compra de mantequilla eran com-
parables con los relativos a la carne y la comparación con 1841 re- 89. W. Neild, «Expencfüure of the working classes in Dulcio6e1d and Man-
chester in 1836 and 1841», ]. Stat. Soc., IV (1841), p . 320.
90. Tbe state of tbe poor: 6 casos. En tres de esos casos se dan las canti-
86. 6th Reporl of Jhe Medica{ Olficer lo Jbe Privy Coundl, 1863, pági- dades: 1/6 libras, 2/7 libras y 1/2 libras (cardador).
~as 21~330: •The food of the poorer labouring classes. A piooee:r investiga- 91. A. ] . Taylor, «Progrcss, ~d poverty in füitain 1780.1850» (History,
OOIU. XLV, 1960), p. 22; para una cnnca., d . R. M. Hartwell 1%1 loe cil p~o1-
87. lbid. nas 409, 412. ' ' · ., .._
88. AJ parecer, la investigaci6o (no cuanótativa) de las dietas de los tra- . 92. En Ja versi6o original de este trabajo no había tenido en cuenta este
bajadores de las ciudades realizada por la Royal Commission on the Poor lAws, opo de consumo (J>C;IO R. M : ~artwell, ºP.· cit., lo analiza brevemente).
App. B., Parl. Papers, 1834, XXXVI, Q. 40 de los cuestionarios, menciona la 93. Fac/s and fzgures prmapally relatmg lo railways and commerce por
mantequilla sobre todo como un componente de las dietas más bien pobres. Samuel Salt, Londres y Manchcster, 1848, p. 3. '
120 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 121
juicio contra este alimento barato y abundante y «la clase más baja
de Ja población considera que el pescado no es una comida suficiente- V
mente consistente para ella y prefiere la carne».94 Es muy probable
que se desplazaran hacia el pescado porque no estaban en condicio- Por consiguiente, la opinión optimista carece de toda base sóli-
nes de adquirir suficiente carne. da, en todo caso para el período comprendido entre alrededor de
Las pruebas, pues, no son de ninguna manera favorables a la opi- 1790 o 1800 y mediados de la década de 1840. La plausibilidad y
nión «optimista>>. Aunque no confirma o consolida necesariamente la las pruebas de la existencia de una deterioración DO deben ser dese-
opinión pesimista, el estudio del consumo tiende a sugerir su plausi- chadas a la ligera. La finalidad de este trabajo DO es analizar la
bilidad. El desarrollo de la adulteración refuerza levemente la justi- evolución de los niveles de vida en el siglo XVIll, porque el debate
ficación de esta concepción pesimista. La existencia de este fenómeno más importante acerca de los niveles de vida se ha referido al perío-
ha sido puesta en duda, pero sobre una base bastante inadecuada. do que va desde el fin de las guerras napoleónicas basta «una fecha
E1 hecho es que la adulteración se desarrolló rápidamente.95 La inves- no especificada situada entre el final del cartismo y la Gran Exposi-
tigación de Lancet, realizada en la década de 1850,96 esclarece muy ción». Sin embargo, es probable que los niveles de vida hayan mejo-
bien los siguientes puntos: 1) todo el pan analizado en dos mues- rado a lo largo de la mayor parte del siglo xvn1. No es improbable
tras separadas estaba adulterado; 2) más de la mitad de la harina que a poco de comenzar la revolución industrial -acontecimiento
de avena estaba adulterada; 3) todo el té, salvo el de calidad supe- ~ -... que quizá convenga situar en la década de 1780 y no en la de
93
rior, estaba invariablemente adulterado; 4) poco menos de la mitad 1760- esos niveles dejaran de mejorar y comenzaran a bajar.
de la leche y 5) toda la mantequilla estaban aguadas. Más de la Quizás el vuelco se produjera a mediados de la década de 1790, el
mitad del jamón y las conservas tenían substancias nocivas, aunque período de Speenhamland y de la escasez. Ea el otro extremo, el
esto podía deberse sólo a defectos de producción. La única mercan- vuelco se sitúa por cierto a mediados de la década de 1840.
cía de uso corriente que no estaba muy adulterada era el azúcar, el Por consiguiente, podemos resumir nuestra argumentación de la
90 por ciento aproximadamente del cual estaba en buen estado, aun- siguiente manera. La opinión clásica ha sido expresada por Sidney
que a menudo estaba sucio. Webb: «Si en 1837 los cartistas exigieron que se comparara la si-
El análisis del consumo alimenticio arroja, pues, bastantes dudas tuación de su época con la de 1787, y obtuvieron una representación
sobre la opinión optimista. Sin embargo, hay que señalar que esto no adecuada de la vida social efectiva del trabajador en cada uno de
significa que los britanos de comienzos del siglo XIX tuvieran un nivel esos momentos, es casi seguro que tienen que haber registrado un
de vida «asiático». Esto es un sinsentido y este tipo de afirmaciones ~ franco descenso del nivel de vida de amplias clases de la pobla-
99
imprecisas han provocado mucha confusión. Es casi seguro que Gran <!. ción». Hasta ahora esta concepción no ha sido conmovida. Pudie-
Bretaña estaba mejor alimentada que los otros países de Europa, ra ser que surgiesen pruebas capaces de desacreditarla, pero éstas
salvo en sus áreas campesinas más prósperas o en sus clases más tendrán que ser mucho más fuertes que las hasta ahora aducidas.
acomodadas; pero, como han señalado Drum.mond y Wilbrabam,97 eso
ya ocurría mucho antes de la revolución industrial. Lo que se discute (1957-1963)
no es si nuestro nivel de vida descendió hasta el de los otros países,
sino si mejoró o se deterioró, y en qué medida lo hizo.
~·
124 TRABAJADORES « LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 125
La escuela de los historiadores optimistas de los comienzos del in- lo general, calificados), y contamos coa bastante información acerca
dustrialismo en Gran Bretaña tiene que justificar una cantidad de de las tari~as po: ~ieza producida: datos que, por supuesto, no .resul-
hechos muy inoportunos: la opini6n mayoritaria de los observadores tan demas1ado utiles por sJ solos. No conocemos casi nada acerca
y estudiosos de la época, el enorme peso de la documentación sobre de lo q~e la gente ganaba efectivamente. ¿Cuánto tiempo dedicaban
las tremendas condiciones sociales y económicas de Ja población tra- ~ traba¡o extra o al trabajo por tiempo parcial? ¿Con qué frecuen-
bajadora en la primera mitad del siglo XIX y, por supuesto, el des- cia estaban en paro y por cuánto tiempo? ¿Quién lo sabe? En cuan-
contento masivo de los trabajadores pobres, que una y otra vez esta- to al índice del coste de la vida, también es endeble porque se basa
lló en amplios movimientos de radicalismo, sindicalismo revoluciona- en gran medida sobre conjeturas. De todas maneras, Ja experiencia
rio, cartismo, en forma de motines y de intentos de insurrección ~~erna nos demuestra las muchas trampas que pueden ocultar los
armada. mdices. del cost~ de la vida, incluso en nuestra propia época, en que
La manera más sencilla de lograrlo consiste en sostener que todos se realizan cons1derables esfuerzos para recoger estadísticas dedicadas
los contemporáneos estaban equivocados, porque las estadísticas re- específicamente a tales efectos. ' Más aún: en realidad podemos ver
velan que la situación era mejor que antes y que mejoraba perma- donde fallan los estadísticos. Por ejemplo: han argumentado que,
nentemente o casi permanentemente. Un personaje de la sórdida no- como el coste de la. vida descendió abruptamente después de las
vela de Disraeli Sybil (1845) decía: «El otro día estaba leyendo un guerras napoleónicas, la situación del pueblo mejoró. Pero casualmen-
libro donde se afumaba que, según han demostrado las estadísticas, te se han descubierto los precios efectivos que se pagaban en las tien-
las condiciones generales del pueblo son mucho mejores ahora que d.as al por menor de algunas ciudades de Lancashire en 1830: esas
en cualquier otro período conocido»; el argumento estadístico ha sido cifras m~estran que los compradores de Lancasbire pagaban en esa
durante mucho tiempo el ancla de la esperanza de los optimistas en fecha, ~as o menos lo mismo que en 1790. Otro ejemplo: las series
este terreno de estudio. Sin embargo, hace sólo unos 35 años que e:'~dísticas acerca de los artesanos de Londres sostienen que la situa-
un estudioso norteamericano, el profesor Silberling, creyó haber en- c10~ ?e ~tos úl~os mejoró en forma acelerada entre 1810 y 1820.
contrado una base estadística sólida para la concepción según la cual Qui.zas as1 haya sido, pero sucede que sabemos por otras fuentes que
el nivel de vida había ido elevándose durante el período que estamos en ~e período el consumo de carne de la población de Londres des-
considerando; y durante una generación la fe de los historiadores de cendió de una manera bastante notable, es decir que los londinenses
la escuela optimista se ha basado fundamentalmente sobre su obra. en gene~al sólo podían adquirir una cantidad menor de carne. Un
Silberling elaboró un índice de salarios monetarios y otro de coste tercer ejemplo Iesulta todavía más revelador: el difunto Sir John
de la vida para la primera mitad del siglo xrx; los combinó y llegó Oapham, fundador de la escuela «optimista», empleó un lenguaje
a la conclusión de que los salarios reales de la clase trabajadora de ~aestro ~e escuela paia censurar a R. W. Postgate porque éste 1
habían aumentado. Es obvio que, si estaba en lo cierto, todas las habta sosterudo, sobre la base de otras pruebas que en Ja década d 1
otras pruebas resultaban al menos parcialmente no pertinentes. Si 1830 la situació~ ~e los obreros de la cons~cción era muy mala~ 1
afumaban que la situación era negra, o incluso que se fue volviendo ¿~caso las estad1sttcas no habían probado que sus salarios moneta- 1
cada vez más negra, entonces tenían que carecer de representatividad
o bien ser erróneas. Lo único que quedaba por hacer era explicar
nos estaban aumentando y que la paga que recibían esos trabajado-
res era ba.s;ante buena (cosa que parece cierta)? Así era. Pero sucede
¡
cómo se había podido difundir hasta tal punto semejante ilusión. que ~amb1en sabemos algo acerca del paro en e1 gremio de la cons-
truca?n: 1as estadísticas (indirectas) respecto del mismo revelan q 1
Lamentablemente en los últimos diez años el índice de Silberling ha ,,1
caído en descrédito. En primer lugar, se ha mostrado sencillamente los pruneros años de la década de 1830 fueron de profunda depr .~e •
. E 'd es1on
que no sabemos lo suficiente como para construir tales series esta- en. ese gremio. s ev1 ente que una masa de obreros estaba sin tra- 1
dísticas de una manera realista. Conocemos las tarifas de salarios mo- bajo. (Por supo.esto, esos trabajadores no recibían ningún subsidio
netarios por tiempo trabajado de gran cantidad de trabajadores (por de paro.) Es ev1dente que muchos iban andrajosos y hambrientos y
126 TRABAJADORES «LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 127
que, com9 sabemos, ese gremio normalmente ~a~cado y bien paga- que con ese método han probado, por ejemplo, que «la década ham-
do llegó a manifestar un descontento y un radicalismo extremo_s. brienta de los cuarenta» es una denominación equivocada (como ha ,1
Por ahora el intento de probar estadísticamente que la primera tratado de hacerlo el doctor Chaloner en un panfleto de la Historical
época del capitalismo supuso una mejora de la situación del pueblo ssociaticm), no estaban personalmente en la situación en que se
ha fracasado. El profesor Silberling ha sido discretamente abando- encontraba un trabajador inglés o irlandés durante ese período.
nado. Los historiadores optimistas se han quedado con la masa de Con este método, los historiadores optimistas han tratado de
pruebas, que sigue siendo sombría. ¿Qué pueden hacer con ellas? desacreditar sistemáticamente las pruebas derivadas de los testimo-
Pueden tratar de desacreditarlas: la nueva edición del libro de En- nios de la época. Los doctores Chaloner y Henderson se han con~
gels constituye un ejemplo particularmep.te fino de cómo acometen centrado en Engels porque su libro sobre las condiciones de la clase
esa empresa. Pues bien: existe una técnica académica, venerable y trabajadora era la única obra contemporánea importante que trató
muy conocida, para probar que, por ejemplo, un desierto no es seco de tomar en cuenta a la clase trabajadora en su conjunto, que ha es-
y estéril. El crítico señala que de hecho éste no carece totalmente de tado disponible siempre y que los historiadores no marxistas han con-
agua y de vida. Hay en él pozos de agua y torrentes ocasionales y a siderado «como una descripción fidedigna, que pueden recomendar
veces llueve. Los camellos y los beduinos, y diversos animales, hasta tranquilamente a sus estudiantes» (p. xrx). Pero conviene recordar
moscas y mosquitos, viven en muchas zonas del mismo, a veces en que ha habido intentos similares de desacreditar a otros observadores
grandes cantidades. Tampoco está totalmente compuesto de arena. de la época y a los informes del Parlamento: por ejemplo, el del pro-
Por consiguiente, es una exageración salvaje y poco erudita afirmar fesor W. Hutt en el volumen Capitalism and the historians (1954)·
que un desierto es seco y estéril; y aunque el verdadero erudito no libro en el que se emprende claramente una defensa del buen nom~
se propone indagar las motivaciones de los demás («No es fácil pro- bre del capitalismo frente a las afirmaciones de los historiadores.
bar las motivaciones que han inspirado la acción emprendida por un La manera más sencilla de hacer eso consiste en señalar los erro-
ser humano» como dicen los doctores Chaloner y Henderson cuando res Y las pequeñas equivocaciones de Engels, que no escasean. Es
atacan a En~els por poner en duda las motivaciones de los capitalis- sorprendente hasta qué punto un libro puede resultar sospechoso si
tas), resulta bastante evidente que quienes afirman eso no se com- s~, enumeran de. ~anera sistemática todos sus errores de transcrip-
portan como auténticos eruditos o probablemente están influidos por cion y puntos similares: es sorprendente hasta que examinamos la
algún prejuicio en contra de los desiertos. Por supuesto, hay muchas índole de tales errores. El hecho de mostrar página por página que
pruebas de que no es poca la gente que piensa eso de los desiertos, Engels no cita textualmente los informes parlamentarios, que dice
pero sus conocimientos son insuficientes. Este método es extraordi- que una muestra de niños ha sido tomada de una escuela dominical
nariamente útil: se lo ha usado, por ejemplo, para probar que nunca cuando de hecho se trataba de dos escuelas, etc., socava naturalment~
ha habido cosas tales como revoluciones (incluida la revolución in- I~ confianza del lector. Pero lo único que prueba es que quien desee
dustrial). Un historiador realista dijo en una ocasión que por esa vía citar textualmente los informes parlamentarios ha de remitirse a
cabe definir la agricultura de subsistencia de modo tal que se pueda las fuentes originales y no ha de limitarse a transcribir las citas de
probar que ésta no ha existido jamás en ninguna parte; y lo mismo Engels. No prueba, en cambio, que la descripción de Engels sea
vale para los desiertos, las revoluciones, la pobreza -en aumento o falsa. En realidad, los casos concretos en que los errores o prejuicios
en disminución-, el capitalismo o lo que se prefiera. El único incon- de Engels le han llevado presuntamente a dar una impresión falsa o
veniente de este procedimiento reside en que, si el erudito se encon- errada de los hechos pu~den contarse con los dedos de las manos y
trase efectivamente en un desierto, de nada le serviría la prueba de algun.as de tales acusac10nes resultan falsas. Aquí no corresponde
que, en rigor, éste no existe o de que, en caso de existir, no es tan exammarlas en detalle, pero quizá sea conveniente mencionar. las dos
seco y estéril como suele decirse. Afortunadamente para ellos, los ~ue una reseña del Sunday Times ha destacado como ejemplos par-
historiadores de los comienzos de la era industrial en Gran Bretaña, ticularmente malos del «fraude» que habría cometido Engels. La pri-
128 TRABAJADORES
r·_ «LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 129
mera es «una decripción sensacionalista de la tasa de nacimientos .;, 1 ~ teriores.) En realidad, como lo señalan los responsables de la edición,
ilegítimos entre las mujeres obreras de una determinada fábrica, hay un error en la descripción de Engels: dos oraciones, sacadas pro~
[que] no se refiere en realidad a 1840 sino a 1801»; la segunda es 1
1
bablemente del informe de 1842, no se refieren a Edimburgo sino a
<mna sórdida descripción de las condiciones sanitarias de Edimburgo Tranent, aunque ese informe incluye también una descripción de los
[que se basa] sobre un artículo escrito en 1818». . ., tugurios de Edimburgo. Los doctores Chaloner y Henderson no su-
En cuanto al primer caso, Engels no afirma que esa descnpc1on gieren que los pasajes relativos a Edimburgo que Engels no cita -pro-
corresponda a 1840. Al analizar los efectos sociales del trabajo ~x bablemente por un lapsus- presenten una impresión más favorable
cesivo y del trabajo nocturno, cita como ejemplo el caso (mencro- de esa ciudad que la que presentan las fuentes que Engels sí men-
nado en el informe de la Factory Enquiries Commission de 1833) de ciona. Con otras palabras: en este caso no hay ninguna prueba de que
una fábrica que tiempo atrás había introducido unos turnos noctur- Engels haya «hecho trampa», como tampoco de que su descripción
nos de 12 horas, hecho que desmoralizó tanto a los trabajadores -la presente una imagen falsa de lo que afirman sus fuentes o de la
tasa de nacimientos ilegítimos se duplicó en los dos años en que el realidad.
sistema se mantuvo en vigor- que esos turnos tuvieron que ser La segunda manera de desacreditar a Engels consiste en sostener
suspendidos. El hecho, pues, ocurrió en 1801, tal como señalan los que las fuentes que utiliza son selectivas o no son representativas.
doctores Chaloner y Henderson. También es cierto que el testigo Este es un método muy conocido para arrojar dudas sobre las prue-
que informó acerca del mismo dijo que el trabajo nocturno s~ ha~ía bas contemporáneas referentes a las malas condiciones sociales. Se
establecido porque habían incendiado una fábrica y los prop1etan~s procede aproximadamente de la siguiente manera: «Estos informes
establecieron el doble turno para que los obreros no se quedaran sm parlamentarios (o libros, artículos, panfletos) no eran investigaciones
trabajo. (Sin duda, no pensaron para nada en sus propios beneficios.) desinteresadas de la verdad. Quienes los compilaron eran reforma-
Pero esto no viene al caso. Si alguien afirma: «cuando se obliga a dores deseosos de abolir ciertos abusos (o bien rev~lucionarios de-
estar de pie demasiado tiempo a los soldados, algunos se desmayan; seosos de desacreditar al capitalismo). Por consiguiente, selecciona-
puedo mencionarle un caso en que eso ha ocurrido», la validez de ban los peores casos, porque éstos provocarían mayor indignación
tal afirmación no resulta afectada porque se alegue que el hecho ha pública. Esto no supone que las cosas en general estuviesen tan mal».
ocurrido hace mucho más tiempo de lo que · odría pensarse, o que los Un buen ejemplo de esto es la manera en que los doctores Chaloner
soldados fueron obligados a mantenerse de pie por el más noble de y Henderson tratan a las famosas (o, más bien, de infame condi- 1
2
los motivos. Engels podría ser atacado si hubiese dicho: «Actual- ción) mujeres de las minas: «la descripción que hace Engels de !
las minas de carbón en la Gran Bretaña de la década de 1840 puede .11
mente la inmoralidad aUlPenta a pasos agigantados; como lo prueba
4 sugerir a los lectores que las mujeres y los niños trabajaban bajo
este caso», y después resultase que ese caso correspondía a cuarenta J
años antes. Pero no fue eso lo que Engels dijo. tierra en todos los distritos mineros. En realidad, en esa época sólo
El segundo ejemplo es todavía más revelador, porque Engels no se empleaban mujeres en las minas del oeste de Riding, Lancashire,
basó en · absoluto su descripción justificadamente sórdida de las con- Cheshire, Escocia y el sur de Gales», y añaden: «La cantidad de ,'¡
diciones de vivienda en Edimburgo sobre un artículo publicado en obreros era bastante pequeña. En 1841 en todas las minas de Gran
Bretaña trabajaban bajo tierra y en las bocaminas unas 6.000 mu- . '
1818. Los informes sobre los que se basó eran de 1836, de fecha no
indicada (1818), de 1842 y de 1843: todos ellos bastante próximos jeres y muchachas. En las minas de carbón trabajaban bajo tierra y
al presente que estaba describiendo (1844). (¿Por qué razón no en las bocaminas 1.185 hembras de más de 20 años y otras 1.165
hubiese debido utilizar un artículo de 1818, si éste confirmaba, como de menos edad» (p. XXV). Añaden también que, según Engels, la
sostenía Engels, las pruebas de 1836, 1842 y 1843? Los doctores
Chaloner y Henderson no pretenden que el artículo de 1818 haya 2. Aquí el original inglés hace un juego de palabras (famous-infamous) que
presentado una impresión errónea de las condiciones de vivienda pos- ' se pierde al traducir. (N. de los ed.)
' 9. - HOBSBAWM
\
130 TRABAJADORES «LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 131
ley de 1842, por la que se prohibía el empleo de mujeres y niños~ - -;;7 una montaña de pruebas acerca de sus penurias y a reconocer la nece~
bajo tierra, era virtualmente letra muerta por no haberse nombrado sidad de reformar su situación. Si además los procedimientos que
los correspondientes inspectores: pero demuestran que estaba equi- utiliza para defender a los capitalistas son los mismos que, según
vocado, porque se había nombrado un inspector. él, sus críticos han utilizado ilícitamente contra ellos, su ceguera es
La naturaleza de este procedimiento puede ilustrarse aplicándolo triple.
a algún otro tema. Entonces el argumento se desarrollaría de la si- Pero esto es precisamente lo que hacen los doctores Chaloner y
guiente manera: «a) Hay gente que ha dicho que existe un problema Henderson y otros autores de la misma escuela. Por ejemplo, acusan
de drogadicción, pero en realidad sólo existen 6.000 adictos, de los a Engels, quien presenta una conocida descripción de los padecimien-
cuales no más de 2.400 son efectivamente morfinómanos. b) Se ha tos de las costureras, de no mencionar que «la desdichada condición
insinuado que se trata de un problema general, pero en realidad sólo de esas infortunadas muchachas había tenido bastante publicidad en
se da en todas las grandes ciudades, salvo en Newcastle y Birming- los periódicos, y su difícil situación había suscitado la simpatía del
ham. Después de todo, no perdamos la cabeza y no comencemos a público», y de no mencionar un caso (comunicado en el Northern
lanzar salvajes acusaciones contra los vendedores de drogas». En Star) en el que un magistrado se había apiadado de una de esas mu-
cuanto al hecho de que la exlstencia de un único inspector nombra- chachas (p. XXIV). «Esto demuestra», afirman, «que la presunta indi-
do para vigilar la aplicación de la ley de 1842 pudiera alterar el ferencia de las clases medias ante los padecimientos de las costureras
cuadro que Engels nos presenta para 1844, sólo basta mencionar que t. . _.1 no era tal.» En realidad, eso no demuestra nada, salvo el hecho de
en un único distrito minero otro inspector, nombrado más tarde, tar- que un solo magistrado se compadeció de una muchacha. Aunque el
daba 4 o 5 años en visitar todas las minas de carbón una sola vez. comportamiento de ese juez haya sido típico (cosa que los doctores
Sólo queda añadir que Engels, lejos de sugerir que la cantidad de Chaloner y Henderson no sugieren), eso no demuestra que se estu-
mujeres que trabajaban en las minas fuese mayor de lo que en reali- viese haciendo algo en favor de esas muchachas. Sólo cabe añadir
dad era, se limitó a copiar el cuadro detallado que incluía las esta- a) que los responsables de esta edición de ninguna manera recusan
dísticas citadas más arriba (p. 274). la descripción que Engels presenta de esa situación, y b) que Engels
En síntesis: este método para tratar de desacreditar las pruebas no dejó de mencionar la protesta pública, porque señaló que a co-
de la é;zoc se basa sobre dos tipos de c_eguera. Es una ceguera no mienzos de 1844 «la prensa estaba llena de descripciones de la mise-
ver que ..:.,existencia de 6.000 miserables obreras podía indignar ria de las costureras» y dedicó una extensa nota al o«St>ng of the
legítim ente a las personas honestas (como ha escrito Blake: «Un Shirt» de Thomas Hood, que, como indica allí, se publicó en Punch
perro/que se muere de hambre en la puerta de su Amo, Anuncia la (pp. 239-240). No creo que sea necesario dedicar más tieqipo a
rui a de la Nación»). Es una ceguera aún mayor no ver el abuso '- J ejemplificar las tentativas de los responsables de esta edición por en-
general que subyace a los ejemplos excepcionales utilizados a menu- jalbegar el cuadro de la situación reinante en esa época.
do por los reformadores y los revolucionarios (pero de ninguna ma- El tercer método para desacreditar las pruebas de la época con-
nera en todos los casos) para provocar la reacción de la opinión pú- siste en sostener que las mismas mostraban una inclinación contra-
blica. Un historiador del siglo XXI que ponga en duda las penurias ria a los capitalistas y que, por consiguiente (cabe suponer) reflejaban
de quienes dependen actualmente de las pensiones de ancianidad, más los prejuicios del autor que la realidad. La presente edición del
porque haya llegado a descubrir que un sector de esas personas no libro de Engels es un buen ejemplo de este procedimiento, porque
comparte la situación de miseria de algunos de los casos menciona-
dos por los que luchan por mejores pensiones, será un insensato. No
sus autores sostienen básicamente que «en 1842, Engels era un joven
iracundo henchido de resentimiento» que le venía de su padre, un :1
piadoso hombre de negocios de la Renania, enemigo de la burguesía
más sensato resulta el historiador que hace otro tanto con respecto
a los padecimientos que incitaron a una .clase dominapte, no carac- británica. No es -preciso que desperdiciemos nuestro tiempo psicoana- !I
terizada por la blandura de corazón para con los pobres, a producir lizando al joven Engels, porque los motivos que hayan o no podido ]
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132 TRABAJADORES
de lugar. Las atrocidades cometidas en el Con~o, que R~ger Case- pudiera haberse apoyado la afirmación de Engels» (p. XXVI, 168 n.).
ment y E. D. Morel describieron hace más de cmcue~ta anos no .son Ahora bien: Engels no dice que las fábricas apenas se distinguían de
menos reales porque al menos uno de esos investtgad?res tuviera un harén. Dice (p. 168) que las muchachas estaban a merced de sus
unas características psicológicas muy extravagantes. (Dicho. sea de patronos; que algunos no seducían a sus muchachas y otros sí, y que
paso, no hay ninguna prueba de que Engels no haya sentid? un~ en casos extremos no había nada que les impidiera hacerlo en gran
rabia perfectamente genuina y comprensible contra la bu:guesia bn- escala. Se sabía de la existencia de tales casos. Tampoco cabe esperar
tánica lisa y llanamente a partir del espectáculo que podia observar un nivel moral demasiado alto en el pasado, si tenemos en cuenta
en Manchester.) La pregunta puede responderse de ~~~ manera bas- cuál era la clase de gente que llegaba a ocupar la posición de patrono
tante sencilla con sólo ci~ar a ~os. auto~es de la edicion: «Es com- en la primera época del sistema fabril.3 Todo esto suena bastante
prensible», dicen (en med10 de msmuaciones de que no lo es), «que razonable al menos con respecto a una época en la que abundaban
Engels haya tenido una imagen lúgubre de la situa~ión inglesa cuan- las carica~uras de patronos arrojando directamente a sus escribientes
do llegó hacia finales de 1842 . . . No hay que maravillar~e de que f:n- de los pupitres; de modo que no necesitamos esperar que unas esta- l·
l
1
gels pensara que llegaba a un país que en general trabaJaba demasia- dísticas exactas, 0 incluso aproximativas, nos prueben cuál era la 1
do, estaba subalimentado e insuficientemente ?~gado» (xxvu-2onx). cantidad de patronos que efectivamente seducían a las muchachas de .
Podemos añadir (aunque los autores de la edición n.o se atreven a ~ -~ las factorías. Por conocida que haya sido esa práctica, lógicamente
decirlo en forma directa) que tal cosa es comprensible porque de ..,, tales estadísticas no parecen disponibles o confiables. En realidad,
hecho Engels había lleg~do a un. país que re~men:e estaba «en ge- no sé cuál pudo haber sido la extensión exacta de esa clase de seduc-
neral excedido de trabajo, subahmentado e. msufic1enten:iente ~aga- ción; por supuesto, los doctores Chaloner y Henderson tampoco lo
do». Si acompañamos a Engels en su recorrido por las hilan?enas. Y saben. En cambio, sé que si les pidiésemos a los novelistas del si-
los tugurios de Manchester, a pesar de los 114 años de distancia, glo XIX, que una y otra vez nos cuentan que los hijos de las familias
sentiremos sin duda horror y furia. ¿Para qué evocar entonc~s sus burguesas tenían sus primeras experiencias sexuales con las criadas
problemas familiares? Se cuenta la siguiente anécdota d~l difun~~ de sus padres, una prueba estadística de la frecuencia relativa de tales
emperador Francisco José: al llegar a un~ ciudad de Boherrua oc~rno episodios, no serían capaces de proporcionárnosla. No obstante, estoy
que, cosa bastante sorprendente, no se dispararon las sal~as de ng~~; dispuesto a creer lo que afirman esos novelistas al margen de las esta- i
el emperador exigió una explicación al alcalde. «Su Maj~stad», dijo dísticas, en parte porque son buenos observadores y en parte por- J~
éste temblando, «hay tres causas por las que no hemos dis~arado ~~ , que lo que dicen dista mucho de ser inverosímil. ¿Por qué no po- w
salvas. La primera es que no tenemos pólvora ... ». «Gracias», dijo ~ J demos creer entonces lo que escribe Engels sobre una base siíni- 1
el monarca (demostrando así una perspicacia poco común en un em- lar hasta que no aparezcan pruebas en contrario? Sólo cabe añadir
perador) y le dijo que podía retirarse. Los doctores Chaloner Y Hen- qu~ los autores de la edición contraatacan a Engels insinuando que
derson podrían meditar acerca de esta anécdota. él es el último que debiera arrojar piedras porque «su propia que-
!/ El cuarto método para desacreditar las pruebas de la época con- rida (Mary Burns) había sido obrera en una hilandería» (p. XXVI).
siste en afumar que éstas no son suficientemente buenas. Esto resulta
naturalmente muy fácil criando los abusos en cuestión son de tal
índole que no se prestan a unas estadísticas exactas. Un ejemplo útil 3. Señalo al pasar uno de los frecuentes lapsus y errores que contien~ l.a
es el de la moralidad de los dueños de las fábricas. «Según una de nueva traducción. Este traductor, cuyo respeto por las muchachas de las fabri-
sus acusaciones más frecuentes, una fábrica inglesa apenas se dis- cas es evidentemente menor que el de Engels, habla de «inclinación a la casti-
dad» en lugar de «ocasión» o «aliciente» para preservarla (sin duda confunde
tinguía de un harén y los patrones tenían relaciones inmorales con la palabra alemana Veranlassung con Veranlagung). Aunque suele ser más pesa-
sus empleadas.» Pero «(el informe de la Factories' Enquiry Commis-
~ ., da, la antigua inºucción (por ejemplo, la publicada en Marx and Engels on
Britain) suele ser también más exacta.
,,
134 TRABAJADORES «LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 135 1
Es evidente que a cierta gente le resulta difícil distinguir entre un se debieron a la pobreza "secundaria" o "autoinducida ", como re~
patrono que seduce a su personal amenazándole con el despido y un sultado de sus gastos excesivos e irresponsables en bebida, juego y
hombre que vive como marido y mujer con una muchacha que antes tabaco» (Chaloner y Henderson, History today, 1956, p. 855). El
ha trabajado en una fábrica, durante 18 años, hasta su muerte y ha- segundo recurso, en el que tampoco vale la pena demorarse, con-
biendo reconocido a la muchacha como su verdadera esposa, incluso siste en afumar que los horrores de esa época no se debieron a la
entre «mis relaciones filisteas». (Los socialistas de otros países de crueldad o a la mala voluntad: mucha gente, incluso algunos capi-
Europa solían negarse, por razones de principio, a casarse oficialmen- talistas, era buena y tenía las mejores intenciones. Sin duda: pero ya
te.) Como se sabe, el único altercado importante entre Engels y sabemos que el camino hacia el infierno está sembrado de buenas
Marx se produjo cuando este último no manifestó suficiente simpa- intenciones. El acta de acusación contra el capitalismo de comienzos
tía hacia el pesar del primero por la muerte de Mary Burns. Es in- del siglo XIX no deja de ser negra por el hecho de que supongamos
necesario que sigamos considerando esta acusación contra Engels. que todos los capitalistas eran como los hermanos Cheeryble descri-
El último y sin duda el más efectivo método para desacreditar tos por Dickens y que no había Gradgrinds. En realidad, esa acta de
las pruebas aducidas por Engels y otros contemporáneos acerca de acusación resultaría entonces aun más negra, porque revelaría que
la sordidez de la situación consistiría en presentar un cúmulo similar los horrores de ese período no se debieron a los «abusos» de algunos
de pruebas en contrario. Sin embargo, raramente la escuela opti- hombres malos, sino a la esencia de la sociedad. i·
.1
mista ha hecho tal cosa: se ha limitado, en cambio, a concentrar sus i(
El tercer recurso consiste en afumar que, por mala que fuese la ¡,
energías en la crítica negativa y en la especulación. situación, suponía sin embargo una mejora con respecto al período 1!
Todo esto demuestra que han sido grandes los esfuerzos reali- precedente. ;¡
zados para invalidar la visión siniestra (y tradicional) de las condi- Este tipo de argumentación también es bastante antigua: consis-
ciones del pueblo trabajador británico en la primera mitad del si- te en ennegrecer el siglo XVIII para que el XIX parezca menos negro.
glo XIX, pero hasta ahora con magros resultados. En el caso del Esto resulta hasta cierto punto fácil, porque se sabe tan poco acer-
libro de Engels, esos esfuerzos han sido bastante denodados. Es evi- ca de los niveles de vida en el siglo XVIII que nadie puede afirmar
dente que los autores de esta edición han trabajado durante años con seguridad que el color adecuado para describirlos no es el negro.
controlando cada una de las referencias de Engels y que han des- Da la casualidad, sin embargo, que la idea de que las condiciones
cubierto cada uno de los lapsus y errores que cometió, sin contar de vida en el siglo XVIII eran en algunos aspectos superiores a las de
con los que no cometió. Muy pocas veces un libro ha sido sometido comienzos del x1x, no es tan escandalosa como sugieren los doctores
a un escrutinio hostil tan sistemático y penoso. Puede afumarse .¡
Chaloner y Henderson: lo poco que sabemos acerca de la evolución
de una manera casi categórica que el libro sale bastante airoso de la t:. J del nivel de vida del pueblo sugiere una cierta mejora en la primera · ¡1'·
ji
prueba; más aun, en realidad, de lo que hubiésemos esperado. (De- parte del siglo XVIII; por el contrario, a partir de la década de
searía que lo mismo pudiese decirse de todos los trabajos ulteriores 1790 no se produjeron mejoras y hubo incluso un deterioro. Dado
consagrados por los marxistas a la descripción de las condiciones de el estado de nuestros conocimientos, no quisiera tampoco hacer 1
1
la clase obrera en el sistema capitalista.) conjeturas acerca de lo que pudo haber ocurrido en el período in-
Una vez fracasados sus intentos por invalidar las pruebas de la termedio. Sin embargo, la argumentación en contra del siglo XVIII es
época, a los historiadores optimistas les quedan tres recursos. El interesante no tanto como ejemplo de confianza equivocada sino so-
primero, en el que no vale la pena demorarse, consiste en admitir bre todo como caso paradigmático de la falta de realismo y de ima- 'I
que la situación era terrible, pero declarar que no era por culpa ginación histórica o humana de que adolecen tantos eruditos de la i
del capitalismo: la taza estaba hecha añicos, pero «se me deshizo escuela «optimista». Esto puede mostrarse mediante el famoso ejem-
entre las manos». Por ejemplo: fue culpa de los propios trabajado- plo de la oposición entre «trabajadores domésticos» y «trabajadores ,¡
res: «muchos infortunios de los trabajadores en la década de 1840 fabriles».
·¡
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136 TRABAJADORES «LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 137
La argumentación de casi todos los optimistas consiste en afir- siglo xvm. Dicho sea de paso: esos mismos autores acusan dura-
mar que los trabajadores domésticos y los obreros que realizaban su mente a Engels por no utilizar testimonios de la época.) Como ha
tarea fuera del taller con anterioridad a la revolución industrial eran dicho G. D. H. Cole en una ocasión: «Doce casas insalubres en la
tan duramente explotados como el proletariado industrial, aunque ladera de una colina pueden formar una aldea pintoresca, pero 1.200
con una paga y en unas condiciones materiales peores. Pero esta opo- son una molestia grave y 12.000 son una peste y un horror». Pre-
sición es artificial. Salvo en muy pocos gremios, el primer período cisamente, eso es lo que ocurrió durante dicho período: las aldeas
del capitalismo industrial no se caracterizó por una substitución de se fueron convirtiendo en ciudades y éstas en grandes aglomeracio-
los trabajadores domésticos por los trabajadores fabriles (en el gre-
mio textil, y en especial en el del algodón, eso no comenzó a sucede.r
nes urbanas; las mejoras en la vivienda y en la sanidad, que apenas
superaron el nivel de las aldeas, no acompañaron en absoluto ese
1
hasta 1850). Por el contrario: se incrementó el número de los pri- ritmo de crecimiento. Dicho sea de paso, esto supuso la aparición
meros. El hecho de que más tarde se muriesen de hambre, como los de nuevas enfermedades infecciosas a partir de 1830; por ejemplo,
tejedores manuales, o fuesen desplazados, es una cuestión diferente, el cólera. Lo mismo vale para las condiciones de trabajo. La «enfer-
que como tal atañe al problema de las condiciones sociales en la medad de los afiladores» (es decir, la silicosis) era peor en Sheffield
primera época del capitalismo: lo decisivo es que los tejedores ma- a comienzos del siglo xrx que en el siglo XVIII, porque era mucho
nuales y otros obreros sometidos a un régimen de hambre no eran mayor el número de afiladores que se apiñaban en pequeños talleres
meros «sobrevivientes de la edad media», sino una clase que se ~ ,,:; en una ciudad más grande, más sucia y más llena de humo, en la que
había desarrollado y en gran parte creado como resultado de las el desarrollo de las condiciones de trabajo y vivienda no había acom-
primeras etapas de la industrialización capitalista, al igual que la pañado al aumento de la demanda de cuchillería.
clase de los trabajadores fabriles . Los ejércitos de costureras, que En este sentido, el argumento acerca de )ps pobres condiciones
en sus desvanes cosían camisas por 2 chelines 6 peniques o por de vida (correctamente señaladas) de los trabajadores domésticos es
3 chelines 6 peniques a la semana, pertenecen tanto a la historia un argumento contra la concepción optimista de la primera mitad
del desarrollo de la industria algodonera como los obreros de las del siglo XIX y no, como piensan quienes lo proponen, en favor de
fábricas con sus máquinas de hilar o, para el caso, los negros escla- la misma. El hecho de que, en medio de esta sordidez general, las
vos que proliferaban en los Estados del sur de Norteamérica para fábricas fuesen en general menos terribles que los talleres de las
atender a la demanda insaciable de algodón en bruto por parte de casas, desvanes o sótanos, es verídico, pero resulta tan fuera de lugar
las fábricas de Lancashire. Dejar a los trabajadores no fabriles de la como el consejo del juez bondadoso (mencionado por los doctores
primera época del industrialismo al margen del cuadro de la situa- Chaloner y Henderson contra Engels) a la costurera que compare-
ción, es tan poco realista como lo sería restringir el análisis de los ció ante él. Le dijo a la muchacha que fuese a trabajar a un taller y
efectos sociales de la introducción de la máquina de escribir, a los que no siguiese haciéndolo para intermediarios explotadores. Pero
salarios y a las diversas categorías de los obreros de las fábricas que (dejando de lado el hecho de que, como muestra Engels, un taller
las producen en grandes cantidades, sin tomar en consideración a de costura de la década de 1840 distaba mucho de ser un lecho de
los mecanógrafos. rosas) la esencia del oficio de las costureras en esa época suponía
Ahora bien: cualesquiera hayan sido las condiciones de la in- la existencia de pocas fábricas. Sin duda, si el juez hubiese sido un
dustria doméstica y de los trabajadores que realizaban sus tareas profeta hubiese podido decirle a la muchacha que un siglo más tarde
fuera del taller antes de la industrialización, esta última supondría la situación sería muy diferente y que las muchachas como ella se
un empeoramiento de las mismas. (Por eso resulta tan poco signi- ganarían la vida como vendedoras en las tiendas, obreras fabriles, ca-
ficativa la práctica de utilizar los informes de la década de 1840 para mareras o empleadas de oficina. ¿Pero acaso con eso le hubiese le-
tratar de probar, como hacen los doctores Chaloner y Henderson vantado el ánimo a ella o a nosotros ante el miserable esoectáculo
[p. XIV], las malas condiciones de los trabajadores domésticos del de aquellos tiempos? ~
TRABAJADORES
«LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 139
138
Sin embargo, el argumento acerca de la superioridad del trabajo deliberada crueldad: una degradación inhumana, impersonal e "in-
fabril coh respecto al doméstico no afirma sólo que de h~c~o exis- sensible del espíritu de los hombres y mujeres, y una destrucción de
tiese tal superioridad, sino también que la misma debía existir. Est? su dignidad. Quizás esto fuese históricamente inevitable e incluso
pone en evidencia de una manera muy. ~ate~te a sus .auto.r~s; Consi- necesario, pero la víctima sufrió (el sufrimiento no es un privilegio
deremos el siguiente extracto de un v1e10 libro de historia. de las personas instruidas). Y no vale la pena leer lo que pueda
escribir un historiador incapaz de apreciar esto.
A pesar de que a los sentimentalistas les impres~onaba la .rup- Resumamos. En la novela de Thomas Peacock Crotchet Castle
tura de la vida familiar, el comisionado (que investlgab~ _la situa- (publicada en 1831) hay un pasaje en el que las discusiones de los
ción de los tejedores a mano) consideraba que «la felicidad do- personajes de clase alta reunidos en Chainmail Hall son interrum-
méstica no resulta favorecida sino dañada por el hecho .de que pidas por la muchedumbre agolpada ante las puertas: «El capitán
todos los miembros de la familia se amontonen y se empujen per- Swing» ha llegado y los míseros peones rurales se han sublevado.
5
manentemente unos a otros en la misma habita~ióm>. Se~n e~e El reverendo doctor Folliott, un inteligente tory, dice que tal es la
comisionado el hecho de trabajar con un horario regular mducia
prueba del «avance de las ideas», del progreso, que los capitalistas
un progreso' moral en el obrero, al generar en él unos hábitos re-
suelen exaltar: la guerra campesina. El señor McQuedy, econo-
gulares.
Ahora bien: como señala el propio Engels, sin duda los obr~ros
de esa época solían ser ignorantes, estaban embrutecidos Y ;us mi:as
J, mista escocés que representa la pura ideología del capitalismo, dice
que es imposible. ¿Cómo puede conciliarse la guerra campesina
con el «avance de las ideas»? El señor Chainmail, el romántico
eran muy estrechas; y no hay que asombrarse de ello. Sena roman- reaccionario, dice que la causa de tales rebeliones siempre ha sido
tico afirmar que debían tener razón, porque, como sabemos: no les la misma, tanto en las épocas oscuras como en el presente: «la
gustaba ir a las fábricas y sólo lo hacían cuando se les obh~aba, pobreza desesperada». Y el doctor Folliott resume: «Es el resul-
0
afirmar que sus ideas acerca de la felicidad doméstica eran ideale~. tado natural, señor McQuedy, del sistema de marinería estatal que
Al mismo tiempo, es evidente que los observadores de clase media propicia vuestra ciencia [de la economía política burguesa]. Dismi-
que afirmaban este tipo de cosas, y los hist?riador~s que se hace~ nuir las raciones de la tripulación y duplicar las de los oficiales
eco de ellos no tenían la menor idea de la influencia real del capi- es el mejor modo de provocar un motín a bordo de la nave ~
talismo ind~strial tanto sobre los sentimientos como sobre los cuer- apuros, según McQuedy». Así veían Inglaterra los miembros inteli-
pos del pueblo. Quizás el comisionado creía ho~estamente ~~e las gentes de las clases dominantes en un período que ahora algunos his-
familias serían más felices si los hombres, las muieres y los mnos se toriadores intentan blanquear infructuosamente. La descripción es co-
separaban y trabajaban cada uno en una hilandería de comienzos del rrecta, aunque podemos discutir el análisis. Nada de lo que ha hecho
siglo XIX en vez de hacerlo en la casa. Quizá los reformadores que la escuela optimista la ha invalidado. Pero por si acaso estas citas
propiciaron la Ley de Pobres creían ~?nestamente que los pobres de fuentes de la clase dominante pudieran sugerir ideas erradas acer-
mejorarían moralmente con la separacion de las esposas y los ma- ca de quienes hacían ese tipo de declaraciones, conviene citar la
ridos en el asilo; por lo que sé, también es probable que hayan pen- continuación del diálogo. «Ahora no tenemos tiempo para discutir 1
sado que eso aumentaría la felicidad doméstica. Pero en lo qu_e a acerca de las causas y de los efectos», dijo el Dr. Folliott. «Debemos 1
las víctimas de estas ideas atañe, los resultados eran tan. negativos deshacernos del enemigo.» Y los miembros de la clase dominante
(y quizá peores) como si las - mismas hubiesen sido aplicadas con allí reunidos interrumpieron sus análisis, cogieron las armas y se
precipitaron fuera de Chainmail Hall para dispersar en la noche a los
miserables peones.
4. L. Knowles, Industrial and commerci~l revolufions, ed. de. ,1933, ~· 86.
5. Al parecer, al comisionado no 1~ a~~a¡o demasiado la soluc1on consisten-
(1958)
te en proporcionarles más de una hab1tac1on.
'.
..
LA DISCUSIÓN ACERCA DEL NIVEL DE VIDA 141
mistas», probablemente haya sido la exposición ~ás elabor~~a de sólo como unas pruebas que no cabía soslayar, aunque hasta enton- ,.
la argumentación contra ellos y, por lo tanto, no solo se lo cito am- ces se las había ignorado.
pliamente durante la animadísima. discusión qu~, sobre el te:°1~ se ;~
En la actualidad la mayoría de los historiadores aceptan esta ar- ji~
.,
desarrolló a partir de entonces,1 smo que tamb1en (como qu1za ca- gumentación negativa. Sin embargo, el debate continúa entre quienes lt
1
l. Las principales contribuciones británicas ª. est~ discusión han sido h~sta reales, quienes siguen pensando que puede justificarse la existencia
el presente: D. Woodruff, «Capitalism and the histor.ians» qou~n. Econ . .H~st.,
XVI, 1956, p. 1); W. H . Chaloner, The hungry fortzes (Histo~1~al Assoc1auon, ';. J de alguna deterioración y los agnósticos, según quienes «la índole
Aids to Teachers Series, I , 1957); E. J. Hobsbawm, «The Bnush standard of problemática de la actual discusión ... quizá da pie para suponer que
living 1790-1850» (Econ. Hist. Rev., X, p. 1, 1957); W. H. Chalon~r Y W. f:?· hasta las décadas de 1850 y 1860 no se produjo una elevación
Henderson edición del libro de F. Engels Condition of the worktng class tn
England (Londres, 1958) [hay trad. cast.: K. Marx · y F. Engels, ~.Sagrada substancial, general y demostrable de los salarios reales de los tra-
Familia. La situación de la clase obrera en. In glaterra, .OME .6, Critica? B~r bajadores industriales».3 Sin embargo, se trata de una discusión bas-
celona, 1978]; R. M. Hartwell, «Interpretanons of the mdustnal revoluuon m
England» (Journ. Econ. Hist., XIX, 1959); A. J. Taylor, «Progress and povTi{
in Britain 1780-1850» (History, XLV, febrero 1960); R .. M. Hartwell, « e 2. Hobsbawm y Hartwell, op. cit., pp. 120, 123. Desde la fecha de pu-
rising standard of living in England 1800-185,0» (E.con .. Htst. J?..ev., XI~I, P· ~' blicación _de este libro el debate ha proseguido. Cabe mencionar los artículos
1961); E. J. Hobsbawm, «En Angleterre: Revoluuon mdustr1elle et v1e mate- de J. E. Williams y R. S. Neale en Econ. Hist. Rev., XIX, 3, 1966. Se ha pro-
rielle des clases populaires» (Anna!es, XVI~, p .. 6, 1962); «The standard of ducido un progreso importante respecto de un aspecto del problema: el estudio
living during the industrial revolut10n: A discuss1on», por E. J. Hobsbawm Y de la dieta (véase J. Burnett, Plenty and want, 1966; T. C. Barker, J. C. Mac-
R. M. Hartwell (Econ. Hist. Rev., XVI, p. 1, 1963); E. P . Thornpson, Th~ kenzie y J. Yudkin, ed. Our changing fare, 1966).
making of the English working-class (Londres, .1963 ), parte II [~ay trad. cast .. 3. H . J. Habbakuk, American and British technology in the nineteenth
La formación histórica de la clase obrera, Laia, Bar~elona, 19 / /, 3 ~ols .]. El century, Cambridge, 1962, pp. 138-139.
problema se ha analizado incidentalmente en una sene de otros trabaios.
.,.
"
TRABAJADORES
LA DISCUSIÓN ACERCA DEL NIVEL DE VIDA 143
142
tante marginal. Sus limitaciones resultan ahora evidentes y para ~a al menos en sus versiones más sencillas, el argumento mediante · el
mayoría de nosotros no tiene demasiada import~~cia si _se pr?du}o cual los historiadores optimistas trataban de evitar la interpretación
una pequeña elevación, una pequeña detenorac1on o bien _mngun tradicional y predominantemente sombría de los efectos sociales de
cambio en los ingresos reales de la mayor parte de los traba¡adores. la revolución industrial, así como las pruebas y argumentos sobre
En la mayoría de los casos probablemente sea suficiente con afirmar los que la misma se apoyaba. Ha vuelto a cargar sobre las espaldas
que, en promedio, los ingresos reales no cambiaron mucho en uno . de los optimistas la responsabilidad de refutar esa concepción tra-
dicional. Pero esto ha supuesto restringir el debate al terreno es-
u otro sentido durante el período considerado.
Sin embargo, puede ser conveniente aclarar qué tipo de pruebas cogido de entrada por los «optimistas»: es decir, el de los cálculos
podrían proporcionarnos una respuesta concluyente, en caso que cuantitativos de cosas tales como los ingresos reales. Con ello se
c~rre el riesgo de soslayar el problema histórico real, problema que
contáramos con ellas. Si tuviésemos cifras relativas al consumo de - f·
carne de una muestra representativa de la población (y no sólo de vieron los observadores originales de la revolución industrial, pero
Londres), podríamos aproximarnos a una decisión. Si pudiésemos que los «Optimistas» dejaron de ver. Los efectos de la revolución
elaborar un índice de paro (o de empleo a tiempo parcial), que pu- industrial sobre los trabajadores pobres son tanto económicos (en el
diera ser utilizado para deflacionar las estimaciones de los salarios sentido estrechamente cuantitativo y material) como sociales. Ambos
reales, también nos aproximaríamos bastante a una decisión; salv? aspectos son indisociables. Y ahora que se ha refutado la pretensión
que los datos acerca del consumo las contradijesen en forma te~nu de mostrar que los beneficios económicos eran tan grandes que
nante. Y si pudiésemos descubrir alguna manera de determmar realmente no había razones materiales para el descontento, ya es
con algún grado de precisión la estructura social y de ingresos de la hora de que volvamos a la perspectiva más amplía y más sensible
población trabajadora británica, eso sería de gran ayuda. Por el que tenían los historiadores anteriores a la era de Clapham.
contrario, el problema no puede decidirse sólo sobre la base de unas La argumentación de esos historiadores ha sido reformulada en ·
estimaciones globales del movimiento de la renta nacional, de unas términos modernos de la siguiente manera: la revolución industrial
estadísticas no representativas (por ejemplo, las que presentan la fue algo malo para los trabajadores pobres (al menos durante varias
renta o el consumo de las clases ricas y acomodadas o de localidades décadas) porque produjo <mnas presiones sobre los niveles de vida
u oficios aislados), y menos aún sobre alguna base teórica a priori. materi~les y de consumo de la masa de la población, al tiempo que
Porque cuando hay conflicto entre la hipótesis y el hecho, y este-~ la obligaba a adaptarse a unos cambios sociales de gran enverga-
timo es cierto, la primera tiene que someterse al segundo; y tamb1en dura» .4 (Vale la pena repetir que esto no entraña -la existencia de
porque no hay ninguna hipótesis a priori en virtud de la cual cabría una tendencia absoluta hacia una deterioración de dichos niveles
demostrar de una manera mínimamente convincente que en los es- aunque probablemente la mayoría de los tradicionalistas creían qu~
tadios iniciales de la industrialización el nivel de vida de la clase hasta · la década de 1840 eso fue lo que ocurrió.)
pobre trabajadora tiene que elevarse o descender en una medida Hasta ahora la discusión se ha concentrado casi totalmente so·
determinada o indeterminada. Desde un punto de vista teórico, la bre la primera parte de esa tesis, y obviamente ha sido fructífera.
hipótesis de una elevación substancial del nivel de vida en ese p~ Si los optimistas tuviesen razón y los pobres, a pesar de su im-
ríodo histórico es la menos verosímil, lo cual no excluye la pos1b1- presión subjetiva de intranquilidad e infelicidad, no hubiesen hecho
lidad de una modesta elevación o de un modesto descenso del otra cosa que llorar durante todo el camino que les conducía a unas
cenas dominicales cada vez más copiosas, entonces el análisis de los
mismo. efectos sociales de la industrialización requeriría evidentemente una
Por consiguiente, el análisis desarrollado hasta ahora no ha sido
inconducente. Por de pronto ha permitido eliminar la hipótesis de revisión bastante profunda. Además, una parte importante de la
una elevación substancial de los ingresos reales medios; aunque ha
dejado indecisa la elección entre otras hipótesis. Ha eliminado, pues, 4. Pollard, op. cit.
LA DISCUSIÓN ACERCA DEL NIVEL DE VIDA 141
porque no hay ninguna hipótesis a priori en virtud de la cual cabría una tendencia absoluta hacia una deterioración de dichos niveles
demostrar de una manera mínimamente convincente que en los es- aunque probablemente la mayoría de los tradicionalistas creían qu~
tadios iniciales de la industrialización el nivel de vida de la clase hasta la década de 1840 eso fue lo que ocurrió.)
pobre trabajadora tiene que elevarse o descender en una medida Hasta ahora la discusión se ha concentrado casi totalmente so·
determinada o indeterminada. Desde un punto de vista teórico, la bre la primera parte de esa tesis, y obviamente ha sido fructífera.
hipótesis de una elevación substancial del nivel de vida en ese p~ Si los optimistas tuviesen razón y los pobres, a pesar de su im-
ríodo histórico es la menos verosímil, lo cual no excluye la pos1b1- presión subjetiva de intranquilidad e infelicidad, no hubiesen hecho
lidad de una modesta elevación o de un modesto descenso del otra cosa que llorar durante todo el camino que les conducía a unas
cenas dominicales cada vez más copiosas, entonces el análisis de los
mismo.
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Por consiguiente, el análisis desarrollado hasta ahora no ha sido efectos sociales de la industrialización requeriría evidentemente una
inconducente. Por de pronto ha permitido eliminar la hipótesis de revisión bastante profunda. Además, una parte importante de la
una elevación substancial de los ingresos reales medios; aunque ha
dejado indecisa la elección entre otras hipótesis. Ha eliminado, pues, 4. Pollard, op. cit. 1. .
1 1
TRABAJADORES LA DISCUSIÓN ACERCA DEL NIVEL DE VIDA 145
144
historia británica de comienzos del siglo XIX resultaría bastante ~n- ~ :;; fiaba de la propia expresión «revolución industrial», logró escribir
comprensible: sobre todo el descontento popular durante ese pena- toda una historia económica de la Inglaterra del siglo XVIII sin men-
do que fue singularmente profundo, amplio y desesperad?. Pero cionar esa expresión. Afortunadamente, así como la misma revolu-
la 'segunda parte de la argumentación clásica siempre ha t.emdo una ción industrial, después de haber pasado varias décadas en el desier-
importancia igual 0 incluso mayor que la pr.in;era. Por e}emplo:. _;l to, ha vuelto a ocupar el centro de la discusión histórica y econó-
libro pionero de Engels, escrito en 1844, quiza p~esta mas ~tencion mica, también los aspectos sociológicos de la industrialización han
a la sociología de la industrialización que ~ los m~~les de vida m~ vuelto a suscitar una consideración más atenta. 9 De ahora en adelante
teriales, y con toda seguridad le presta mas atencion que al movi- ya no será posible desarrollar la discusión acerca de sus efectos so-
miento efectivo de los salarios reales.5 J. L.. Y B., Ha~mond, los ciales y económicos como si se tratara de un simple problema vincu-
exponentes clásicos del «pesimismo», ponían igual enfasis sobre los lado con los ingresos reales. '
factores sociológicos.
6 Una vuelta a la tradición revelará nuevamente todo el peso con
Se trata de una actitud realista. Aunque no tomemos e? cuen~a
la parte de explotación deliberada, la dureza de c~razón del neo hacia
que cuenta la concepción pesimista. En la actualidad, esta última no
puede verificarse puramente desde el punto de vista de los salarios
1
~
el pobre, la incapacidad del liberalismo econólll.lco ~a~a dar algu?a reales, y quizá nunca tengamos pruebas suficientes para hacerlo (a
respuesta a sus necesidades soci~les, y otra~ caracteristicas de la ~ pesar de que la cuestión sigue planteada). Sólo podemos afirmar con
dustrialización capitalista de colll.lenzos del siglo XIX, un. lugar comun f: ). seguridad que «el trabajador "medio" se mantuvo en un nivel muy
sociológico afirma que «es típico, sobre todo en sus primeras ~eper próximo al de la subsistencia, en una época en que podía observar
cusiones, que los nuevos modelos ec.onómicos ~mena~en o. quiebren a su alrededor un aumento de la riqueza nacional -gran parte de
las relaciones sociales preexistentes sm proporcionar mmediatamente la cual era claramente el producto de su propio trabajo- y en que
nuevos dispositivos de seguridad capaces de reem?lazarlas».7 Ad:- observaba con no menor claridad cómo la misma pasaba a manos de
más es evidente que la revolución industrial pr oduJ? ,«una c~ta~tro- sus patronos».1º Es probable que esta concepción pesimista pueda
8
fica dislocación de las vidas del pueblo llano». Qmza· sea signifi:ca- ser verificada desde un punto de vista no material -al menos así
tivo que los pioneros de la concepción .«optimis~a» hayan tendido podría hacerlo todo aquél que fuese capaz de apreciar toda la pro-
no sólo a exagerar al máximo los beneficios materiales .~e l.os pob~es fundidad de la dislocación producida entonces en las vidas del pue-
sino también a minimizar la repercusión de la revoluc1on mdustnal. blo llano: capacidad de la que carecían los pensadores del libro de
Tanto Clapham como Ashton insistieron en la n~turaleza gradual Y T. L. Peacock Steam Intellect Society y de la que siguen careciendo
continua del cambio económico; y Ashton, que directamente desean- t:... J sus sucesores actuales. Cuando la presión económica, que mantuvo
los niveles de vida apenas en el límite de la subsistencia durante
5 Se suele pasar por alto el hecho de que Engels no creía que la .revol':1- un período de acelerada expansión económica, se combina con los
ción ·proletaria estallaría en Inglaterra como consecuencia de una ten9encia hio~ efectos de la dislocación social, la argumentación «pesimista» resulta
la depauperación absoluta sino de una tendencia a largo plazo hacia la po an-
'~
., ocial así como d~ las depresiones periódicas y desastrosas. El paro pe- muy difícil de objetar. Más aun: esa argumentación se ajusta a los
~fó:ii~o sintol~rable sería, en todo caso, el catalizador: (Edición de Chaloner Y hechos de la historia de Inglaterra. Desde el punto de vista de una
Henderson, p. 334.) Sus opiniones acerca de los s~larios son _notablemen~e yru- interpretación sombría, el descontento popular de comienzos del si-
dentes. Suponía que los salarios «promedio». estarian yor encima del «mirub-o»
--el cual permitiría «a una familia con varios a'Salar.iados (estar) ~a~tante. iel glo XIX resulta comprensible; desde el de ,una interpretación opti-
de diner0>>- y que podrían estar bastante por enc~a de ese. mmimo si «e mista, resulta prácticamente inexplicable. Sin embargo, la idea de
nivel de cultura de los obreros» impidiese una reducción del ruvel de _los sala-
rios; por ejemplo, «SÍ los obreros están habituados a comer carne varias veces
9. Cf. Neil Smelser, Social change in the industrial revolution, Londres,
por semana» (pp. 90-92). . . 1959, y E. P. Thompson, The making of the English working-class Londres,
6 Por ejemplo The Bleak Age, ed. Pengum, p. 15. 1963. . ,
1: Wilbert E. Moore, Industrializa_tion and labour, Ithaca, 1951, P· 21.
8. Karl Polanyi, Origins of our time, Londres, 1945, p. 41. 10. E. P. Thompson, op. cit., p. 318.
,. ~·
•. f
10. - HOBSBAWM
146 TRABAJADORES
3. El libro de G. D. H . Cole, Short history of the British working-class 5. La~ :fuentes má_s accesibles son las siguientes: Abstract of Foreign La~
movement, 1948, constituye la fuente más accesible para las cifras relativas a bour Statzsttcs (a Pai:tlr d~ 1899); Labour Gazette (a partir de 1894)· «The
Gran Bretaña a partir de la década de 1860. Las series continuas individuales ~rowth of Trade Uruons smce 1913», Int. Lab. Rev., III (1922) p 7g y IV
relativas a cie"rtos gremios se remontan bastante más atrás, pero hay que utili- ( 922), p. 53; W. Kulemann, Die Gewerkschaftsbewegung Jena i'900 di ·
zarlas con mucho cuidado. Para otros países, véase la nota 5. nes ulteriores,. y el d~sigual Int. Handbuch d. Gewerkschaft~wesen/ Va~fo
4. Respecto de las primeras, d. S. y B. Webb, History of trade unionism, Fbras. secundarias con~enen estadísticas útiles; pero ejemplo, para el ·caso <l!
edición de 1894 y siguientes, cap. 3; R. W. Postgate, The builders' history, rancia_, G. Le~anc, Htst: d. mouv. syndical Fran(ais, París, 1937; para el caso
1923, capítulos 3-4; W. Warburton, History of the trade union organization in · R.
Al Italia,
de K Rigola, Stor:a
z · G hdel mov. operaio ita!- ., Mila'n ' 1947·, para e1 caso de
the potteries, 1931, capítulos 3-5; C. Chapman, The Lancashire cotton indus- emarua, · w~~' ese . d. deutschen freien Gewerkschaften, Jena 1922·
try, 1904, cap. 9; Trades Union Congress, Tbe martyrs of Tolpuddle, 1934; para el caso de Belg1~a, E. V:andervelde, Le Partí Ouvrier Belge, Brusela; 1925'.
G. D. H. Cole, «Attempts at General Union 1829-1834», Int. Rev. Social His- fj~ª el caso de Suecia, Sve~sson, W ages in Sweden 1860-1932, Londres: 1935'
tory, IV (1939); respecto de las últimas, cf. las numerosas historias del car- Vi~npar~9~8 casodi?~ Austrulia, J. Deutsch, Gesch. d. oesterr. Gewerkschaften'
tismo. a, Y e aones tenores; para el caso ut: Rusia W G · · h'
t ,' ) Gewerkschaftsbewegung in Russland 1905-1914 (Berlín, 1927\ . rmewitsc '
,,
150 TRABAJADORES
dio de las variaciones cuantitativas se debe sólo a razones de con- de los movimientos sociales en otros países de Europa entre 1899 I!
veniencia, porque al parecer éstas brindan un índice razonablemente Y 1908 o a las de Inglaterra entre 1911 y 1913. Por consiguiente, ¡fi
·11
útil para determinar las variaciones cualitativas, que son más com- no existe ninguna explicación adecuada para este fenómeno; al me-
plejas. nos a partir de 1850. Sólo sabemos que se vincula de alguna manera
Resulta llamativo que los estudiosos no se hayan interesado más con las fluctuaciones cíclicas a corto plazo y probablemente tam-
por estos «saltos». Recientemente los eruditos han investigado un bién con los períodos de cambio económico más extensos, que ac-
poco el período anterior a 1850,6 sin darse demasiada cuenta a veces tualmente muchos investigadores tienen en cuenta: las expansiones
de que sus explicaciones no se aplican a los períodos siguientes. económicas del período que termina en 1815, desde la década de
También existe una literatura bastante amplia acerca de la correla- 1840 hasta comienzos de la de 1870, y desde finales de la de 1890
ción de los movimientos obreros con los ciclos económicos, que hasta la Primera Guerra Mundial, y los períodos de dificultades y
muestra que la magnitud y la actividad de los movimientos aumen- de crisis que alternaron con ellos.
tan en las épocas favorables para la negociación y aflojan en otras
épocas.7 Tampoco estos autores son siempre conscientes de que sus
conclusiones no son aplicables universalmente o no lo son directa- F :)
II
mente. Con algunas raras excepciones,8 el problema se les escapa,
porque la magnitud de los «saltos» no guarda al parecer ninguna Nuestra primera tarea ha de ser la de examinar de qué manera
relación con la magnitud de la oscilación cíclica positiva o negativa los cambios en las condiciones de trabajo y en los medios de vida
de las clases trabajadoras iluminan la interpretación de este pro-
durante la cual se producen, en todo caso a partir de 1850. El
período entre 1868 y 1873 se destacó, como sabemos, por unos blema. Los índice que con más frecuencia utilizan los estadísticos
(los de salarios, coste de la vida y paro) son muy defectuosos; ante
booms de enorme magnitud, pero difícilmente podría afirmarse que
las expansiones que se produjeron en 1887-1890 o 1909-1912 en todo como consecuencia de nuestra profunda ignorancia acerca de la
~anera en que las diferentes clases de la población se ganaban la
Gran Bretaña fueran tanto más grandes que las de 1880-1882, 1896-
1901 o 1904-1907, como para explicar la ausencia de «explosiones» vida y de la manera en que las fluctuaciones económicas las afecta-
9 ban; en segundo lugar como consecuencia de los defectos técnicos
comparables en estos últimos años. En realidad, se ha sostenido que
los grandes «saltos» se producen después de las depresiones excep- ) de los propios índices, que en todo caso muy pocas veces se elabora-
cionalmente graves, que infunden a los obreros el sentido de la orga- ron con una intención similar a la nuestra. Quizás el hecho de que
nización. Sin embargo, aunque éste pudo haber sido uno de los la ~ay.cría de ;sos índices .sean promedios de componentes cuyo
mov1m1ento varia mucho (e mcluso puede marchar simultáneamente
factores actuantes en Gran Bretaña en 1889 -así como en los Es-
tados Unidos en 1933-1937-, obviamente no se aplica al · vuelco en direcciones contrarias) 10 no sea fatal, porque los grandes «saltos»
suelen afectar al mismo tiempo a grupos muy distintos. Sin embar-
6. C. E. Labrousse, Le mouv. ouvrier et les idées sociales en France, Pa- 10. Ver, por ejemplo, D. Chadwick, «Ün the rate of wages in Manches-
rís, s. d.; W. W. Rostow, British economy of the nineteenth century, Oxford, ter and Salford and the manufactur~g districts of Lancashire 1839-1859», J. R.
1948, II parte. Stat. Soc., XXIII (1860), p. 1, qmen muestra que las tarifas salariales de un
7. Por ejemplo, A. H. Hansen, «Cycles of strikes», Amer. Econ. Rev., XI grupo de 6 artesanos calificados de la industria del metal aumentaron en los
(1921), p. 616; N. Barou, British trade unions, Londres, 1947, pp. 86-87, apén- 6 casos; l~s de un grupo de 7 obreros semicalificados aumentaron en 2 casos,
dice VI.
8. Por ejemplo, Horace B. Davis, «The theory of union growth», Q. Journ.
Econ., LV (1940-1941), pp.· 621 ss., pp. 632-633.
9. Davis, loe. cit., p. 623. L·l se mantuvieron estables en 3 r.a§o_s y descendieron en los 2 restantes; mientras
que las de un grupo de tres obreros no calificados permanecieron estables en
'"° y d"'""diernn en 2.
TRABAJADORES i- MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 153
152 '.' 1
go es importante recordar que a menudo oscurecen distU:ciones ~ dores que se ajustan al modelo normal del asalariado que trabaja
fundamentales como la que existe entre el sector de los trabaJadores con tiempo completo, aunque haya diferentes niveles de renta y
que normalmente vivían (al menos en Gran Bretaña) en. c?ndiciones posición social.
de pleno empleo y el de aquéllos que normalmente v1v1~ ~n un Por último, no contamos con ningún tipo de índices utilizables
mercado de trabajo saturado.U Un defecto más grave es el s1gu1ente: para ciertos ~actores importantes que afectan el comportamiento de
para que un índice de salarios o de paro pueda utili~arse, hay que la clase trabaJadora (por ejemplo, la intensidad y la incomodidad del
suponer que se aplica a una clase regularmente asalariada, empleada trabajo) ~ en. el mejor de los casos sólo podemos improvisar unas
de una manera bastante permanente y que atiende la mayoría de sus pocas senes dispersas y parciales.
necesidades mediante compras en dinero contante en un mercado.
Cuanto más retrocedemos a partir del período que va de 1880 a
1913, o cuanto más nos alejamos de países altamente proletarizados III
como Gran Bretaña o Sajonia, los índices con que contamos se vuel-
ven menos representativos. No pueden aplicarse sin las máximas Con unos instrumentos tan frágiles, ¿qué podemos descubrir
precauciones a los trabajadores domésticos, a los subcontratistas o a acerca de nuestras «explosiones»? A pesar de la abundancia crecien-
otras clases de pequeños productores de mercancías en vías .de fu- te del material disponible, podemos descubrir mucho menos a par-
sionarse con la clase trabajadora; o al amplio grupo de trabaJadores t: - ~ tir de 1850 que antes de esa fecha. Alrededor de la década de 1840
eventuales, flotantes e irregulares; o a los trabajadores semiagrícolas. se sitúa una divisoria de aguas cuya naturaleza sólo ahora comienza
a suscitar ' 13 An tes de 1850 -y en ciertos países atrasados
• •mteres.
Por. ejemplo: para un trabajador eventual del siglo XIX la depre-
sión significaría sólo un incremento en la duración de las temporadas también después de esa fecha- los movimientos sociales resultaron
sin trabajo, siempre presentes en su caso, y no una frontera absoluta profundamente afectados por unos incrementos catastróficos y si-
entre el trabajo y el paro; es decir: una diferencia de grado y no de multáneos de la miseria en la población trabajadora, revelados incluso
clase. Para el productor independiente o para el trabajador q~e por los documentos más esquemáticos. Se trata ele un fenómeno tan
realizaba su tarea fuera del taller podía significar sólo mayor trabaJO p!obado que el profesor Rostow ha podido construir un índice legí-
durante más horas para obtener menores resultados, y de ninguna timo, aunque hasta cierto punto arbitrario,1 4 de la «tensión social»
manera el paro. Además, tampoco podemos suponer que el estado para el período q~; va desde 1792 hasta 1850, a partir del supuesto
de que la depres1on y el aumento de los precios de los alimentos
general del mercado de trabajo fuese, m~s o menos e~ ~ismo para
aquéllos a quienes se aplicaban los md1ces de los smd1catos que ~ (fenómenos que normalmente se combinan) inevitablemente indican
para aquéllos a quienes esos índices no se aplicaban. Por lo menos . . un incremento de la agitación. Los profesores Labrousse y Ashton '
han mostrado a qué obedece ese fenómeno. 15 Por entonces las de-
1 ••
meses inmediatamente previos a la nueva cosecha. (Véase el cua- 1812 . . . ludismo en Nottingham noviembre-dicbre.
dro l.) Sin embargo, la «explosión» provocada por la depresión · ludismo en Lancashire marzo-ABRIL
ludismo en Yorkshire feb.-junio (ABRIL)
siguió siendo normal hasta 1850, sin duda mantenida por las políti- t
1816 ludismo y peones rurales mayo-junio
cas de salarios de la época, por el estrecho margen que separaba a -J
1817 tejedores de mantas, «levantamien- COMIENZOS DE
los trabajadores de la miseria (incluso en épocas buenas), por la falta tos» de Derby y de Huddersfield JUNIO
de flexibilidad del sistema de distribución de los alimentos y por 1818 huelgas en Lancashire julio-agosto
otros factores similares. 1819 Peterloo (agitación por la Reforma) comienzos del vera-
no-AGOSTO
16. Los precios locales tendían a fluctuar de un modo acelerado e incon- d~lii;· w:~~Yi~~M{l~~~~º1::19n4~5letth~
, es, .
~~~~~nn~e~~:u;¡~h~ ~~gl~~e~thti~:!tu~
trolado.
17. Pero véase E. Phelps Brown y S. Hopkins, «The course of wage rates 19. Se registran ~oti~es en 36 años de este período.
20. Este cuadro solo mcluye los episodios más ·
in five countries», Oxford Econ. Papers, N.S., II (junio 1950), pp. 234-235, para no ~s estrictamente comparable con el cuadro 1 La;n1fuºr~antes p~r- kr tadto
Ji
una crítica de la concepción ampliamente aceptada según la cual la estructura del masiado numerosas como para poder enumerarl~s convecie~te~en~~- as son e-
salario habría tendido a perder flexibilidad.
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 157
TRABAJADORES
156
cidental durante las dos generaciones siguientes fue desdibujando
CuADRO 2 (continuación) los contornos de la pauta que se daba en la época anterior.
Esa pauta no fue reemplazada por ninguna otra igualmente de-
Parte del año (los
meses «pico» se expresan finida. Por un lado, muchos países, estando cada uno de ellos en un
Descripción en versalitas) estadio de desarrollo económico diferente, entraron entonces en la
Afio esfera de la economía capitalista, y en gran parte de ellos todavía
abril-mayo dominaba el viejo ritmo, mientras que en otros seguía siendo im-
1826 ludismo octubre-noviembre
1830 levantamiento de los peones rurales portante dado el nivel excepcionalmente bajo de los ingresos. L~
enero-MARZO
1830 . . . . campañas por las Diez Horas (en el jacquerie de los mineros belgas en 1886 y las grandes huelgas polí-
norte) 21 noviembre ticas de los años de depresión de 1893 y 1902 son al menos tan
1831 . . . . motines por la Reforma 21 21 mayo importantes dentro de la historia social de este país como la expan-
1832 . . . . motines por la Reforma 21 enero-marzo sión de los sindicatos durante el auge de 1904-1907 .24 (De hecho,
1833 campaña por las Diez Horas •,
expansión acelerada de la Gran Umon enero-abril 1902 foe un año muy importante para las huelgas generales en toda
1834 (¿MARZO?) Europa.) 25 Los movimientos italianos presentan una «pauta de de-
Nacional de Sindicatos
campañas contra la Ley de Pobres enero-COMIENZOS presión» casi clásica hasta bien entrado el siglo xx: en especial en
1837 DE JUNIO, NO- los motines a escala nacional de enero a mayo de 1898, desencade-
VIEMBRE nados por un salto en el coste de la vida comparables con los de la
diciembre-junio
1838-1839 . cartismo vieja época.26 Incluso la expansión principal de los sindicatos en 1901
(MAYO-JUNIO)
puede haber coincidido con una depresión y no tanto con una eleva-
cartismo: levantamiento de Newport diciembre ción de la curva económica, 27 y en 1906 todavía estaba vigente la
agosto
1842 . . . . cartismo: huelga general antigua pauta del coste de la vida.28 En la génesis de la revolución
Gales: motines de Rebecca mayo-junio
1843 . . . . abril-junio rusa de 1905 los períodos de depresión (a mediados de la década
1848 . . . . cartismo de 1880 y a comienzos de la de 1900) tuvieron más importancia
inmediata que las repentinas expansiones de la agitación industrial
A . d 1850 las cosas cambiaron. El ciclo económico logró
. p~ur e l· 1 de 1857 fue quizá la primera crisis a escala 24. J. Destrée y E. Vandervelde, Le socialisme en Belgique, París, 1903,
su victoria genera · ª d 1 d 1 ·d a
mundial. El fondo de la depresión y el pico e coste e .ª v1 a y IIª parte, capítulos 1, 4 y 10. Vandervelde, op. cit.
25. Para los casos de Bélgica, Suecia, Trieste y Barcelona, cf. E. Georgi,
. coi'nci'dir De hecho en todo caso se produ10 lo con- r ":) Theorie u. Praxis d. Generalstreiks, Jena, 1908, pp. 52, 57 y 89; A. J. C. Reu-
no ten d1eron a · ' d ·
. 1 d 1853-1855 fue la primera que no pro uJo -gran ter, De Spoorwegstakingen van 1903, Leiden, 1935. Véase también W. H.
trar10: a escasez e fu d Crook, The general strike, Chapel Hill, 1931. Con respecto a· las huelgas gene-
agitación en la mayoría de los países,22 puesto que e compensa a rales en Rusia en 1902-1903, cf. J. Mavor, An. econ. hist. of Russia, Londres,
or el pleno e~pleo excepcional generado por ese boom monumen- 1914, II, libro 7, cap. l.
~al.n De todas maneras la desaparición de las h~mbrunas y la amor- 26. N. Colajanni, L'Italia nel 1898, tumulti e reazione, Milán, ed. de 1951,
capítulos 3 y 11. Para una lista detallada de los motines, cf. Almanacco Socia-
tiguación de las fluctuaciones del coste de la vida en la Europa oc- lista de 1899.
27. El libro de E. Lemonon, L'Italie écon. et sociale 1861-1912, París,
21. Afectadas por el calendario( del Parllamoendt~i Píamente) véase A. Frilli,
1913, pp. 159-178, presenta pruebas en ambos sentidos. Acerca de las «explo-
22. Acerca de las exc~pciones como e cas ' siones» sindicales de 1901, cf. M. Bettinotti, Vent'anni di movimento operaío
genovese, Milán, 1932, pp. 54-55, 63, y las cifras admirablemente completas
I partiti popolari, Flor~nc1i, 1xoo, 1?· 22. tendieron a convertirse en períodos incluidas en Origini, vicende e conquisti delle organizzazione operaie aderenti
23. Por el contrario, as . epres1~nc~ntrarrestar de ese modo el efecto del alla Camera del Lavoro in Milano, Societa Umanitaria, Milán, 1909.
de descenso del coste dD~bbv11~u~ies in the development of capitalist?t, .Lon- 28. Vf>:g~~ Ja recensión de A. Boscolo, «l moti del 1906 in Sardegna», Mo-
~~~~ Í9~6,' ;:3J':!· (Ey trad.' cast. Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, vimento Operdío, II (junio-julio 1950), pp. 9-10.
Siglo XXI, Madrid, 1976].
TRABAJADORES
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 159
158
\
a finales de la década de 1890. Por supuesto, en países como G~:n
de advertir el ritmo singularmente sincopado de los «saltos» sindi-
Bretaña tampoco desapareció por completo la pauta de depres1on cales europeos entre 1889 y 1914, en especial el hecho reiterado de
después de haber perdido su primacía. Se ha señala~o que las cam- que los momentos de mayor énfasis en Gran Bretaña ( 1889-1890 y
pañas por el sufragio, incluso después de 1850, t.endian. a recrudece.r 1911-1913) se produjeran en medio de unos picos mucho menos
en épocas de depresión, en las que las formas mdustn.ales de acti- acentuados en los otros países de Europa. 33 Fenómenos similares
vismo no eran oportunas,29 de la misma manera en que incluso antes pueden observarse en las expansiones sindicales a escala mundial de
de 1850 las expansiones sindicales (que a veces sólo tenían una r;- . la segunda parte de la década de 1930, bastante menos notables en
percusión local) habían tendido a producirse en los momentos mas Gran Bretaña que en muchos otros países, entre ellos muchas co-
elevados de los booms: por ejemplo, en 1792, 1818, 1824-1825 Y lonias y posesiones británicas.34 Tales cambios se reflejaron en las
1844-1846.3º Sin embargo, sigue siendo cierto que los «saltos» más ideas y las tácticas de quienes creían en la revolución europea o
llamativos tendieron a producirse cada vez menos en el fondo de mundial, que evolucionaron desde las concepciones tradicionales de
las depresiones y cada vez más en los momentos ~e auge cí~lico, de los hombres de 1848 hasta las complejidades de la «ley del desarro-
incremento del empleo o (caso especial de gran importancia en el llo desigual» enunciada por Lenin. Sin embargo, cabe añadir que la
creciente interdependencia política de los países y la fuerza unifica-
siglo xx) de guerra. . ,.
Mucho podría decirse acerca de las consecuencias pohticas ~e dora de fenómenos como la guerra, contrarrestaron en cierto modo
estos cambios, que produjeron una especie de dispersión de la .m- ~ _;; esta «dispersión».
quietud tanto en las diferentes clases de un país como e~ los dife-
rentes países. Por ejemplo, la historia de 1848 bien pudiera haber
sido distinta si la máxima depresión de los países dominados por IV
un ritmo industrial no hubiese ocurrido unos años antes (en 1839-
1842) 31 y si los ritmos viejos y nuevos hubiesen coincidido más en Por consiguiente, no resulta muy fácil analizar el nuevo mode-
todos los otros países de Europa. La historia británic~ de la décad.a lo de «explosión». Por cierto, el análisis de los índices disponibles
de 1880 fue muy influida por el hecho de que los picos del movi- acerca de las condiciones de trabajo es más complejo, a pesar de
miento irlandés (protagonizado por pequeños comerciantes y arren- que permite resolver el problema de la duración precisa de los «sal-
datarios) se produjeron durante las depresiones cíclicas de 1879-1881 tos». En Gran Bretaña, los más fáciles de medir se produjeron. en
y 1886-1887, y no durante el auge de 1889-1891, como los ~el los momentos de alza de los ciclos económicos, pero al parecer co-
movimiento obrero británico. El observador tampoco puede deJar ¡;:; ~
32
29. Sin embargo, la distinción neta entre acción industrial y acción polí.ti· período de ~an prosperidad. (Véase los manuscritos de la correspondencia de
Cobb, _en Wilts A:~h. a;id Nat. Hist. Soc. Library, Devizes.) En 1839, cuando
ca resulta artificial; sobre todo en los otros países de Europa, _?onde ~i:os sin-
dicatos permanentemente débiles solían apoyarse en las campanas pohucas.
el carusmo de amon directa domif1a~~ en estos últ~mos (P.R.O. Home Office
30. Para las expansiones previas a 1824-1825, sólo. contamos con prue~as Papers, I_!:.0. ~0/40, 40/48), la agttac1on rural (medida por la quema de almia-
fragmentarias y aproximativas: por ejemplo, en A. Aspu.:all, The. e_arly Eng~zsh !es y danos similar~s) atravesaba el período más bajo de la década (véase el
trade unions, Londres, 1948, pp. 7, 246-313; Cole y F1lson, Brztzsh work~ng mforme I?ªr!amentano ,anual, «Numbers of criminal offenders» de 1834 ). Entre
class movements 1789-1875, Londres, 1951, pp. 149-158. Para 1824-1825, vease esos ID?Viffilentos, _las areas de agitación en 1830 y 1839 cubren la mayor parte
ibid., p. 241; S. y B. Webb, op. cit., pp. 98-100. Para 1844-1846, Cole Y Post- del pa1s, pero casi nunca llegan a superponerse.
:33: Las princi~ale~ excepciones en los otros países de Europa son el recru-
gate The common people, Londres, 1946, pp. 316-317. , deClIDle~to de la agitación obrera en Rusia en 1912 y la huelga general de 1913
Jl. Bélgica, el otro país industrializado, al parecer fue afectado ~olo en
en Bélgica.
parte por la crisis de comienzos de 1848. Véase J. Dhondt, ~<La Belgique en 34. · H . A. Marquand, ed. Organized labour in four continents Londres
1848» Actes du Congres Historique de la Rév. de . 1848, Pans, 1948, p. 120.
32'. En el sur de Inglaterra encontramos un e1emplo tem¡;f-&..'10 y destaca- 1939; V. Thompson, Labor problems in south-east Asia1 Yale 1947'. K Kuri~
do de esto. En 1830 la agitación de los peones rurales se detuvo a unas pocas
ha~a, [Abo_r in t~e Philippine economy, Stanford, 1945; S. D.' Punekar,· Trade
millas de los centr~s textiles, tradicionalmente rebeldes, que atravesaban un ; ,? unzonzsm zn Indta, Bombay, 1948, subraya este aspecto.
CUADRO 3 MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 161
1860 ia familia obrera disponía de menos dinero. Las est~d1stlcas en las primeras etapas de estos booms los salarios iban rezagados
de la sociedad de los Oddfellows así lo confirman: la cantidad de con re~~ecto a los precios, mientras que el descenso del paro y · 1a
renuncias a la misma aumentó notablemente entre 1864 y 1869 Y expanston de las horas extra u otras formas elásticas de ingreso aún
37
hasta 1871 no comenzó a descender en realidad. El incremento del no llegaban a compensar el aumento de los precios.
pauperismo fue suficientemente notable como para provocar un mar- La situación del paro es más compleja. No sabemos casi nada
cado endurecimiento de la administración de la Ley de Pobres en acerca de los primeros años de la década de 1830, salvo que hasta
1869 y 1871,38 porque ese incremento era atribuido (sin ninguna 1833 el paro aumentó entre los fundidores de hierro, un sector
clase de pruebas) a la aplicación irresponsable de esa ley. Al ~are- favorecido de la clase obrera.42 Sin embargo, en general tiene que
cer el período más rígido se produjo en 1870. Las pruebas dispo- haber descendido a partir del pico de 1832, aunque quizá no en el
nibles acerca de 1886-1889 son un poco más débiles, pero resultan caso de los obreros perjudicados por los cambios tecnológicos. En
suficientemente sugerentes. La declinación de los salarios · reales du- 1871 el paro aumentaba desde ya hacía un par de años en las in-
rante los años previos a 1911 es cosa conocida. Acerca del est~ dustrias del metal; mientras que en la construcción, la industria grá-
39
40. B.M. Add. MSS 34, 245 A y B. Los ~armes sólo ~epresentan apenas - ¡'
unas pocas áreas, sobre todo las ciudades textiles de Escooa y del oeste de 44. ]. R. Stat. Soc., LXVII (1904), p. 58.
45. W. H . Beveridge, Unemployment, ed. de 1930, p. 429.
Inglaterra.
164 TRABAJADORES MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 165
..
Lamentablemente no es fácil comparar esta situación con las de t .")· anormales de los períodos bélicos; fenómeno que puede ser consi-
otros países. Los datos son más escasos 46 y, dada la menor industria- derado como un caso extremo de los procesos que hemos estado
~esc~ibiendo. Este difícil campo de estudios requiere unas inve~-
51
lización de las otras áreas, resultan menos representativos de las .
clases que se adhirieron a los movimientos obreros. Teniendo en tlgacwnes mucho más intensas.
cuenta su estado, esos datos coinciden bastante. Por ejemplo, las ci- Tampoco es posible realizar ninguna estimación de los cambios
fras relativas al consumo y las pruebas generales sugieren un aumen- anuales
, en la d intensidad Y en la incomodidad del trabaJ· o en ninrun
b
to temporario de las dificultades laborales hacia finales de la década pais e_uro~eo urante este período, hasta que se hayan hecho unas
de 1860 y comienzos de la de 1870, al menos en Prusia.47 En el mvestigacwnes Y unos cálculos trabajosos, y probablemente inútiles.
caso de Sajonia, algunas cifras relativas al consumo de carne per ~~ muy probable que esos cambios tengan una importante vincula-
capita nos sugieren lo mismo para finales de la década de 1880 y cron con las «explosiones». Contamos con algunas pruebas generales
acer~~ de este asunto Y resulta interesante que los períodos de «ex-
52
para la década de 1890.48 En el caso de toda Alemania y de algunas
ciudades muy distantes entre sí lo mismo parece aplicarse al perío- plosion» suelan cae~, dentro de los pocos períodos en los que las
do 1904-1906.49 Un problema distinto es el de determinar cómo demandas. de reduccion del horario de trabajo (que en este período
conviene valorar estos y otros índices aislados y engañosos.50 Quizá c~be ~onsiderar en general como tales) 53 desempeñan un papel sig-
valga la pena señalar q~e los primeros pasos en la organización la- ~cativo en las luchas obreras: en Gran Bretaña pensamos inme-
boral de los países asiáticos aparecen globalmente asociados con el t .) diata~ente en los co!11ités para la reducción del horario de trabajo
retraso de los salarios respecto de los precios durante los booms ª comienzos de la decada de 1830, en la campaña en favor de las
. nueve horas de 1871-1872 y en la campaña en favor de las ocho
horas.~ finales de la década de 1880 y comienzos de la de 1890.
46. Las cifras acerca del paro son escasas hasta la década de 1890, y hasta
el siglo xx no resultan muy útiles. El material utilizado para establecer las Tambien podemos ª?reciar la importancia de este factor si compa-
cifras del consumo es bien analizado en el libro de K. Apelt, Die Konsumtion r~mos el comportamiento de los grupos cuyo trabajo se había inten-
d. wichtigsten Kulturlaender, Berlín, 1899. Las cifras relativas a los salarios y
los precios son más abundantes, pero el análisis de los niveles de vida de la
s~cado con el de los grupos que no habían sufrido ese proceso. Por
clase obrera británica en la primera mitad del siglo pone en evidencia los eJ~mplo'. las e~celentes cifras presentadas por Simiand revelan la
riesgos de manipular los índices de los salarios reales. exi~te~c1a de clilco grandes períodos de activismo obrero en los dos
47. Apelt, op. cit., p. 22 (pan), p. 95 (café); F. Mehring, Gesch. d. deut- yac1m1entos carboníferos del norte de Francia entre 1850 1902.
~l cu~dro ~,
schen Sozialdemokratie, Stuttgart, 1898, II, pp. 320-321. Pero J. Schmoele su-
giere la existencia de una mejora de las condiciones de vida (sin aducir prue- muestra que los yacimientos en los que se profujo una
bas), en su libro Die sozialdemokr. Gewerkschaften in Deutschland seit d. Er- " ) mt~n.sificac10n del trabajo eran aquéllos en los que había mayor
lass d. Sozialistengesetzes, Jena, 1896, p. 39.
48. R. Martin, «Fleischverbrauch im Kgr. Sachsem>, Ztschr. d. Kgl. Saer.hs. ... activismo obrero, hasta 1893. (La última expansión sindical la d
Statist. Bureaus (1895), pp. 119 ss., 150; «Stoerungen im deutschen Wirt· 1900-1902, se produj~ ~n un momento de rápida mecanizaciÓn y d:
· schaftsleben», Schriften d. Vereins f. Sozialpolitik,, vol. 109 (1903), pp. 5, 238. un descenso del rendimiento per capita, de modo que no se ajusta
49. «Kosten d. Lebenshaltung in deutschen Grosstaedten», Schriften d. V.
Soz. Pol., vol. 145 (1914), I, 93 (Hale), 211 (Leipzig); 145, II, 58 (Barmen);
145, IV, 49 (Chemnitz), 384 (toda Alemania). Cabe destacar la notable con- 51. B. Shiva Rao, The industrial worker in India, Londres, 1939, p. 181 · _
cordancia entre los desplazamientos producidos en estas series. Sen Katayama, The labour movement in ]apan Chicago 1918 p 36 i
50. G. Moreau (Le syndicalisme, París, 1925, pp. 312 ss.) y C. Tyszka período de la guerra chino-japonesa, 1896-189Í. ' ' · ' para e
(Loehne u. Lebenskosten in Westeuropa im 19 ]h., Leipzig, 1914, p. 21) su- 52. Cf. L. Dechesne, L'avenement du régime syndical a Verviers p ,
gieren la existencia de importantes incrementos en el coste de la vida en París 1908, pp. 102 ss., acerca de la importancia de la lucha contra el · t ar~s,
hacia finales de la década de 1880 y comienzos de la de 1890. Sin embargo, no dos telar~s» en la génesis del estallido de 1906. Se trata de una d:s1Ja~m~ca~
contamos con datos acerca del consumo utilizables para los casos de los centros monografias consagradas a una «explosión». sindical. p
1
urbanos o industriales de Francia, porque las estadísticas del octroi respecto 53. Estas de-':Ilandas yueden ser a veces unas demandas disimuladas de .J
de ciertas ciudades (Bulletin de Statistique et Legislation Comparée, anual) son Dument.~s de salanos med!.ante el pago de las horas extra. Pero durante la Gran
muy difíciles de utilizar. Hace poco tiempÓque se ha iniciado el estudio serio epr~s1~n d~, Gran Bretana a menudo se trataba de unas demand di · 1 d
de estas fuentes: cf., R. Laurent, L'octroi de Dijon au XIX siecle, París, 1955. de distnbuc1on homogénea del paro. as s1mu a as
,il
166 TRABAJADORES MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 167
del siglo XIX, el análisis se simplifica por el hecho de que, grosso motor Diesel (más elegante) e . , pa externa, o bien con el
modo, sólo tenemos que considerar las economías en proceso de
., p ' uya exp1os1on se produce por la .
compres10n. odemos encontrar ejemplos d b . . tnlsma
crecimiento y podemos soslayar las grandes modificaciones intro- todas maneras el cid , . e am as sltuac10nes. De
ducidas por las etapas ulteriores del desarrollo económico. Hasta cionan como bujía d~ :~ºc~~:1~~- o los acontecimientos políticos fun-
1914, la intervención activa del gobierno se limita principalmente, Una vez hechas todas las simplificacio ºb
pues, a la creación de un marco legal para la negociación industrial, sigue siendo comple ·0 Por . . nes posi les, el fenómeno
1 · consiguiente q · ' l ·
a funciones de policía, a las relaciones con sus propios empleados enfocarlo sea partir de un d . ' mza ª me1or manera de
(que, salvo en el caso de los ferroviarios, no constituyen un sector 1890 G B - a etermmada «explosión»: la de 1889
en ran retana Aunq , 1 . -
importante de la clase obrera), a la interferencia ocasional en los gran- 1 . · ue esta sue e asociarse con la huelga d
os portuarios de Londres, con la organización de los obreros e
des conflictos y a ocasionales gastos de fomento producidos por ad-
ministraciones de izquierda como las de Waldeck Rousseau en Fran-
~~alifica~os
0
J
con el «resurgimiento del socialismo» en realidad f no
ª casi to os los sectores industriales ·del país ' ª :e-
cia y las de Zanardelli y· Giolitti en Italia, tendentes a estimular las dad de industrias y t , d b Y ª una gran vane-
incipientes expansiones de los movimientos sociales. La formación ~ -, muy diversas.6ª ca egonas e o reros de preferencias políticas
·<"
de vastos conjuntos de empresas durante el período que estamos con-
siderando todavía no ha desembocado en la creación de importantes men~o~e:o~ dispo;er los difer~ntes grupos afectados por este fenó-
monopolios mixtos con el sector obrero,65 sino que, al inclinar la mis argo e una especie de espectro. En un extremo del
balanza de la negociación francamente a favor de los patronos, suele por~~ ~n~ontram~s. a aquellos cuya «explosión» estaba determinada
intensificar la actitud tradicional de la dirección empresarial respecto de la ~le o ~ono~1~0 (dentro del contexto particularmente amplio
a los sindicatos. Por entonces sólo comienzan a desarrollarse el re- ran epres10n), por ejemplo los mineros del carbón
obreros de las industrias pesad t dº . l y los
conocimiento formal de los sindicatos, la negociación colectiva ins- as ra 1c10na es. en el otro t
encontramos grupos como los obreros del ' . ex remo
titucionalizada, etc.66 cíclicos apenas afectaban De h h l gas,, a qmenes los cambios
Esto no supone que nuestro análisis no pueda aplicarse, mutatis tuaban entre ambos ext~emos ec o, a mdayona de los grupos se si-
mutandis, a las etapas ulteriores. Aunque cabe esperar que cada fase ' a pesar e que los factores cíclicos
del desarrollo económico tenga sus propias pautas de acumulación y ·
de ignición, existe una cierto aire de familia entre todas ellas.67 No ;; ' que no es posible pasar en form · [. . .
lo nuevo». (J. A. Schumpeter Th~ocont¡nua m~mtesimal steps] de lo viejo a
68. Todavía no contamo~ con :;ino eco'{;¡ ev_elopment, p. 64 n.)
65. El análisis de las interesantes excepciones a esta tesis nos apartaría del del «nue".o sindicalismo» de 1889-1890 gGa oh stona adecuada de la explosión
eje de la presente argumentación. mente floJa acerca de este tema Jos . . ra. de B. y S. Webb es notable-
66. Los Manuscritos W ebb (Coll. EA. VI, Biblioteca de la London School valor~ci~n del problema (como ~l artf~1~nt~! ~c1Etes de establecer una nueva
of Economics) contienen una :nteresante lista de los sindicatos británicos que, m Britam 1889-1890» Econ Hist R d · P. Duffy, «New Unionism
320) no añaden nada trealm~nte i~te ev., segun. a serie, XVI, 1961, pp. 306-
a comienzos de la década de 1890, tenían o no acuerdos con los patronos a
nivel nacional, local o por talleres. Acerca del predominio de los acuerdos lo- problema de la discontinuidad E r
resante sirven más bien para eludir el
cales y por talleres (donde los había), véase H. Koeppe, «Fortschritte d. Arbeit- algunos aspectos de esta explo~iónn E~~~ ]ªPI~~los .de <leste ?bro se consideran
starifvertrages in Deutschland, Oesterreich, etc.», Jrb. f. Nationaloek. u. Stati- teresantes, cabe señalar Jas siguientes: R. p ª& istonTh el .smdicalismo más in-
stik, XLIV (1912), p. 362; D. Saposs, The labour movement in postwar France, J : W. Jefferys, The story of the engineers .Lo not, e mzners, Londres, 1948·
Nueva York, 1931, pp. 190 ss. ctt.; A. Fox, History of the National U . ' fnc;es, 1945; R. W. Postgate, o/
67. Cabe aducir que muchos procesos sociales se ajusta" a esta pauta, que 1957, Oxford, 1958; P . Bagwell The ~~~/1w o oot and Shoe Operatives 1874-
algunos denominan la de «la transformación de la cantidad en calidad» y otros ~hort history of the General Unfon of T 1?wn, kLondres, 1963; B. Turner
describen como un cambio «que desplaza su punto de equilibrio de modo tal ~
. B. Suthers, The story of Natsopa, Lo~~:e:, 1;{9.ers, Heckmondwike, 1920(
TRABAJADORES MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 173
172
ue los afectaban no eran unas rachas periódicas y ~ruscas ?e
par,o {¡,. \, , ;,¡ 1830, y el de las minas de carbón (sometido a escalas movibles) sí
q reducciones de los salarios durante las depresiones, smo mas «estallaron» .72 . I,:
o unas d ·, , · d · tas y frag Por consiguiente, podemos concluir que los factores de depresión
bien la incidencia de unas formas e presion mas 11,1 uec .- 1.~11
mentarías creadas por los patronos para tratar de evitar ~.a tendencia a largo plazo (tal como se expresaban en los ciclos producidos du- .,1
. 1 di minución de los márgenes de beneficio. Los mo- rante esos períodos) ayudaban a acumular material inflamable en vez 1
genera1 h acia a s b t 1 •.I
vimientos determinados por el ciclo comenzaron astan te, an es e de prenderles fuego directamente. Sin embargo, cabe recordar que
estallido principal: en el caso de los mineros, con la caida .de los la presión directa ejercida por la Gran Depresión sobre la clase obre-
· d t del carbón· en el de los obreros de los astilleros, ra británica fue bastante más suave que en el período comprendido
precios e ven a ' d · d ·
inmediatamente después del año más desastr?so e es~ m ust~~a; en entre 1815 y 1847 o entre las guerras. Por supuesto, tales presio-
el de los obreros de la industria del algodon, todavia a~tes. .Sor- nes no se limitaban a los períodos de depresión secular. En los perío-
prendentemente, estas explosion~s tuvieron. pocos efec~os mmediatos dos de expansión secular quizá los patronos tuvieran menos razones
sobre el resto del país, que espero que la chispa proce_d1ese ~e los;~~ para atacar en forma directa las condiciones de la clase trabajadora,
rineros, portuarios y obreros del gas, .un p~r de anos ~as tar e. pero los efectos indirectos de las actuaciones empresariales pueden
Además, siguieron conservando una cierta mdependencia con res- haber sido igualmente graves: por ejemplo, los cambios en la orien-
pecto al movimiento principal; aunque a veces, .como en el caso de tación de las inversiones. En la sección IV ya se han considerado
los mineros en el congreso sindical o Trade. Unz~n Congress (TUC), IC '""~ brevemente esos factores en la medida en que afectaban las condi-
. se aliaron al mismo para plantear unas exigencias co~1mnes ( 188~- ciones de los trabajadores y los salarios (factores que aquí no es
1893) El único .sindicato importante de obreros no calificados no di- necesario analizar con mayor profundidad).
rigido. por los socialistas era el que tenía su cuartel general en los Por otra parte, podemos agrupar nuestras industrias según un cri-
astilleros del noreste.
71
, d d terio distinto. En un extremo de la escala colocaremos a aquellas
Cabe señalar de paso que la «explosividad» era menor allí on e cuyo rendimiento o actividades aumentó sin que haya habido ningún
existían instituciones regulares supuestamente cap~ces de asegurar l.a cambio técnico o de organización significativo, por ejemplo, en el
posición general de negociación de los obreros, asi com~ el mantero: sector de los trabajadores del gas; en el otro extremo colocaremos
miento de su nivel de vida básico. El sector del algodon no estallo a aquellas que experimentaron una rápida revolución técnica del tipo
en la década de 1880, sino que se fue ajustand~ ded m:era. ~ra- que más probablemente afectaría a los trabajadores, por ejemplo la
dual; en cambio, el de la lana (que carecía de ese t;po e sposiuvo manufactura de producción masiva de ropa. Puesto que (a diferen-
institucional), así como el del algodón en las decadas de 1820 Y t. ) cia de lo que entonces ocurría en Alemania o en los Estados Uni-
dos) en Gran Bretaña no se produjo en líneas generales ningún
cambio realmente llamativo en la técnica o en la organización empre-
69. Acerca de los sindicatos de los trabaj~dores de la ~dustr~a Ldbl alg?- sarial, la mayoría de los grupos en este período se sitúa más cerca
dón cf. R. P. Arnot, op. cit., cap. III; H. Pelling, .«The Knights o a our 1~
Brit~in 1880-1901» (Econ. Hist. Rev., segunda sene, IXA,b19J6, pl9~~3J3 Í del primer extremo de esa escala; aunque algunos {bastante destaca-
K. D. Buckley, Trade unionism in Aberdeen 18!8-1900, er een'. R' p · · dos en la explosión, como los fabricantes de botas y zapatos, los
Turner Trade union growth, structure and polzcy, Londres, 1962,. E. .alizeas~,
«Labo~r Federation», Today (junio 1887). A. E. P. Duffy, loe. ctt., an a tn obreros de los tranvías, los electricistas, los obreros químicos, los de
extenso esos primeros saltos. W Th
70. Acerca de los impulsos generados en Lon?res, cf. · orne, Y
M l'f
battles s. d.; Ben Tillett, Memories and reflexzons, 1931; Toro M~nn, Mi;,
e:
1 ,
72. Los principales logros en el sector del algodón fueron anteriores a la
expansión: la constitución de la Unión de Talleres de Carda en 1886 la admi-
· '1923. Smith y Nash, op. cit.; acerca de los del norte, cf. T he ltfe of Si sión en ella de los hilanderos anulares (ring-spinners) en 1887 la co'nstitución
]a°,;;:; Hrelxtif ~scy,;/~¡::;mJs v:~:r~
Sextdn, agitator, by himself, 1?36 ; JXV. 1 de la Asociación de Tejedores Unidos de los Condados del No;te en 1884 y la
negociación de la nómina :final de hilanderos de Bolton en 1887. Comparada con
through life, 1925, pp. 134-136, cap1tu 1os Y , '
19 febrero 1889. la situación de este gremio en la década de 1830 y en 1911-1912 la de 1889-
,-- 71. Véase infra, p. 189. 1890 sólo manifestó débiles signos de «explosividad». '
174 TRABAJADORES MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 175
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TRABAJADORES
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 177
176
J
o-oría de los artesanos manuales después de su «edad de oro» del ~ calzado (antes del «acuerdo» de 1895) 84 puede ilustrar lo que
;eríodo revolucionario y napoleónico (factor fundamental, por su- ocurre durante un período de innovación técnica; la historia de las
puesto, en los estallidos de la década. de 1830); el brusco d~s~enso
relaciones entre la Federación de Armadores y los sindicatos de ma-
de los ingresos percibidos por los te¡edores .manuales; la cnsis de rineros y obreros portuarios puede ilustrar lo que ocurre durante la
los talleres de los artesanos productores de bienes de consumo: sas· transición hacia una estructura oligopolística.85 Ambas industrias fue-
tres fabricantes de muebles y quizá también obreros de la construc- ron muy afectadas por la «explosión» de 1889. En muchos países,
ció~ · la amenaza que las máquinas representaban para los artesanos el sindicalismo de los mineros y de los obreros textiles se ajustó a
inddstriales: cardadores e hilanderos.80 Sin embargo, encontramos unos pautas similares. Sin embargo, estos subproductos del cambio técni-
desplazamientos hacia la izquierda (de menor importancia pero no co producen material explosivo pero no explosiones propiamente d¡-
81 , • •,
desdeñables) en varios grupos de artesanos, as1 como una ag1tacion chas, aunque es muy probable que la chispa se genere en algún sector
más difícil de definir en el grupo sensible constituido por los tra- de la masa inquieta. ·
bajadores domésticos semi-independientes y los subcontratistas vincu- Además hay factores (inherentes a la tasa de crecimiento indus-
82
lados con las industrias de bienes de consumo. De todas maneras, trial y a la estructura social del país) que impiden una disipación
un cambio en el aparato productivo supone un cambio en la super- gradual de esa inquietud. El sociólogo y el historiador conocen bien
estructura de instituciones y de políticas que se apoya sobre él; pues- a!gunos de estos períodos de retraso . Para mayor brevedad, aquí con-
to que estas últimas son hasta cierto punto rígidas, el ajuste~ no ~ _;; sideraremos una sola clase de tales factores . Las expansiones indus-
resulta probablemente suave ni inmediato. Casi con toda seguridad triales del siglo XIX encontraban no.i;malmente su mano de obra
encontraremos un período de experimentación, tanto por parte de los ( ~alvo ciertas excepciones) fuera de la clase obrera industrial, por
patronos como de los obreros (y, por tanto, de agitación latente o e¡emplo en las aldeas, o bien fuera del sector de los trabajadores in-
manifiesta), antes de que se establezca una nueva pauta .de rel~ciones dustriales permanentes.86 Lo que solía atraer a los nuevos reclutas era
industriales. La historia de estas relaciones en la mdustna del la perspectiva de mejores ingresos y de otros incentivos; por consi-
gmente, durante cierto tiempo eran más fáciles de contentar. (No
. 80. Acerca de la «edad de oro», cf. Cole y Filson, op. ~i~.! p. 20; acerca
por ello tenían que resultar más dóciles: los ex-campesinos tienen
del consenso de opinión sobre la ineficacia de las leyes de .coa~1c1on promulgadas su propio ritmo de descontento, a veces más vehemente que el de
contra los «artesanos», cf. M. D. George, «The Combma~1~m Laws», Econ. los obreros ya establecidos.) En todo caso, no estaban condicionados
Hist. Rev., VI (1936), p. 172. Acerca del fracaso de las coaliciones locales P:U:ª
la negociación, cf. F. Galton, The tailoring trade, 1896, p. LXXXI Y passzm'. para jugar el juego industrial de acuerdo con sus reglas específicas.
H. Mayhew, London labour and the London poor, 1~61-1862, Ill, pp. 232-241. El proceso de su condicionamiento en tal sentido se ha analizado con
fabricantes de muebles. Acerca de los cardadores e hilanderos, cf. E. C. Tufnell, '- ) frecuencia desde la.perspectiva del patrono, pero pocas veces desde la
Character, obiects and elfects of trade's unions, 1834, PJ?· 4~-62~ W. Mar~o~t,
The Marcroft family, Rochdale, 1~89; H. Ashworth,_ An znquzry z'!to the orzgzn, del líder obrero, que también desempeñó su papel en ello. El hábi-
procedure and results of the strzke of the operative cotton sptnners ... 1836- to de la solidaridad industrial ha de ser aprendido, al igual que el
1837, 1838. ,..._ d E · d
81. Jefferys op. cit. IIIª parte, cap. 6; D . M. \3\JO , « conoIDlc an po-
litical origins oí' the Labour ·Party» (tesis inédita, manuscritc;>, Bib~oteca de la 84. S. y B. Webb, Industri~l . democ~acy, e~. de 1902, pp. 185-192, capí-
London School of Economics). El pequeño grupo de gremios ca1?1cado_s _que tulo VII~; ~- Brunner, «The ongms of mdustrial peace», Oxf. Econ. Papers,
participaron en el Labour Representation Committee, de tendencia sc;ciali~ta, N.S. 1 (¡uruo 1949), pp. 247-260; Alan Fox, op. cit.
ante el Taff Vale, estaba integrado en su mayor parte por los que habian sido , 85. L. H. Powell, The Shipping Federation 1890-1950, Londres 1950 ca-
afectados por tales cambios. pitulos 2-3. ' '
82. Por ejemplo, los trabajadores domésticos del gre~o del calza.do .~e ~6. Los estudios ~}emanes son los más sistemáticos: R. Ehrenberg, Krupp-
Bristol y Norwich. L. Dechesne, op._ cit., pp. 131 ss., menciona, una ag1taoon studien III, «Fruehzeit d. ,Kruppschen Arbeiterschaft», Thuenen-Archiv. III
similar entre los fafonniers del greIDlo belga de _la lana en la ~ecada de 1890. (1908), pp. 1-165, y los volumenes «Auslese und Anpassung» en los Schriften
83. «Ajuste» es un término general y relativo. Algunos a¡ustes se lo~an d. V. Soz. Pol., vals. 133-135, I-IV (1910-1912). Los obreros calificados solían
con mayor facilidad que otio~; algunos· ?-º pueden ~~grarse en ab~oluto IDlen- proceder de las bases artesanas.
tras subsista una economía orientada hacia la obtenoon de beneficios.
12. - HOBSBAWM
..~'
TRABAJADORES
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 179
178 . ',
de trabajar con regularidad durante la seman~;. como tamb', ien 1ª sen- "' . ~ siguió el gran boom de comienzos de la década de 1870, son en gran
satez de plantear exigencias cuando las condiciones son favorables Y parte responsables de las «explosiones» notablemente simultáneas
no cuando la ira las sugiere. Este proceso representa, pues, un ~e- que se produjeron en muchos sitios.
ríodo de retraso natural: hay que esperar a que los nuevos traba¡a- El mecanismo de este proceso puede ser ilustrado mediante el
dores se integren de manera efectiva en el movimiento obrero. Donde caso de los ferroviarios ingleses, que se destacaron en las tres expan-
las industrias desarrollan un núcleo suficientemente fuerte de traba- siones producidas entre 1850 y 1914, y que difirieron de la mayoría
jadores «maduros», como ocurrió durante la Segun~a Guerra Mu~- de los ferroviarios extranjeros a quienes no se les prohibió que se
dial en Gran Bretaña, o donde se ataca en forma directa las co~~l- organizaran, por ser uno de los últimos, y no de los primeros, grupos
90
ciones de la clase obrera, como ocurrió en los períodos de depresion industriales en sumarse a los estallidos. Salvo los maquinistas 'y
secular, ese lapso será menor que donde las cond~ciones se~ulares de los obreros calificados de los talleres, la mayoría de los ferroviarios
1
auge posponen la urgencia de las exigencias organizadas o bien donde procedían de las aldeas o de otros grupos no organizados.9 Además
se desarrollan nuevos centros, como en el aislamiento de Le Creusot, de los factores ya mencionados, la estructura de esa industria forzaba
en las minas de Silesia o en las regiones apartadas de Quebec. El virtualmente la aparición de una pauta explosiva: o bien se organiza-
desamparo la ignorancia pueden prolongar ese período de retraso ban sobre una base general que abarcara todas las categorías y en
0
de manera artificial: ·porque puede ocurrir que los nuevos obreros en una red global (tarea de por sí difícil, que requería técnicas nuevas),
92
las industrias nuevas (o eventualmente obreros ya antiguos), dotado~ e; ) o bien no podían organizarse de ninguna manera. Sin embargo, tan
sólo de viejas técnicas inadecuadas, sencillamente no sepan que pronto como esos obreros llegaron a establecerse, constituyeron in-
hacer. Así en los años que precedieron al estallido de 1834, podemos mediatamente núcleos de activismo laboral, sobre todo en el campo,
ver cómo 'buscan nuevas técnicas de organización nacional o del ám- Y de ese modo ayudaron a propagar la «explosión» de la que forma-
93
bito de un ramo industrial entero para enfrentar unos problemas que ban parte. De un salto, pasaron desde una posición muy atrasada
ponen en jaque los métodos de los gremios · loca1es. Los. prm:eros
87 . a una de las posiciones dirigentes más efectivas dentro del movimiento
años de la década de 1900 están llenos de este tipo de discusiones obrero.
sobre estrategia y táctica en varios países europeos.88 Hay diversos En la práctica, cada «explosión» es una combinación de esos dife-
factores que pueden precipitar esa entrada artificialmente retar~a.da
de los trabajadores en la actividad sindical organizada. Las noticias 90. Acerca de los maquinistas, cf. J. R. Raynes Engines and men Leeds
acerca de la agitación· obrera en otro sitio pueden filtrarse en una 1921, .Y !'J. McKillop, The Lighted Flame, Londres, '1950; para el rest~ de lo~
nueva área y provocar un estallido. Otro tanto pueden hacer. los (" . . ferrovianos, cf. P. B~gwell, op. cit. Au~q~e ya estuvo en activo en 1871-1872 y
l ¡ en 1889-1891, el con¡unto de los ferrovianos no estuvo en plena acúvidad hasta
acontecimientos y las tensiones políticas; por ejemp1o, 1as e eccwnes 1907; Cole y .Arnot, Trade unionism on the railways, Londres, 1917. Acerca
generales francesas de 1936 o el establecimiento de gobiernos pro- del s~to relaavamente temprano de ~os ferroviarios en otros países, cf. Rigola,
.nci'ales del Partido del Congreso en la India en 1937.89 Cabe sos- op. czt., p. 228 ;. V .. Thompson, º?·cit., p. 53; W. Kulemann, op. cit., p. 333;
G .. Chaumel, Htstozres .des chemznots et de leur syndicats, París, 1948; H. A.
Vl
pechar que en la mayoría de los países europeos los acontecimientos Milis, ed., Hor:i collectzve bargaining ~orks, Nueva York, 1942, p. 323.
olíticós y militares de mediados de la década de 1860, a los que 91. Por e¡emplo, H . ~lewellyn-Srruth, «The in:flux of population into East
Lond?n», en C. Booth, Lzfe and labour, III, 58-166; R. C. on housing of the
P
workzng classes, 1885, Q 10, 615; Alfred Williams, Life in a railway factory,
Londres, 1916.
87. G . D . H. Cole, Attempts at General Unio'!s, .loe. cit. . . .
88. Sobre todo acerca de la alternativa entre smdicatos de mdustna Y sm- . ~2 .. Esto e~lica ~l interés general de los sindicatos ferroviarios por el
smdicalismo de mdustna, las huelgas generales y otras técnicas nuevas de lucha
dicatos de oficio. · · d obrera. Véase las obras citadas en la nota 90.
89. Por supuesto, estos acontecimientos no son neces~nam~nte m ep~n-
~3. A~adezco a la señora Florence Hancock la información acerca de la
dientes de las raíces económicas del descontento. laboral. Grmew1ts~h, op. ctt.,
p. 1'45, ·'presenta unas cifras que J?Onen de manifiest.o el efecto e~ttmulante ?e
mani:festac1on de este fenómeno en Wiltshire. Véase también F. E. Green,
A htstory of the English agricultura! labourer 1870-1920 Londres 1920 pági-
los disúntos acontecimientos políucos sobre la cantidad de traba¡adores afilia- nas 118, 253. ' ' '
dos a los sindicatos en Rusia en 1905-1906.
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 181
TRABAJADORES
180 .'.">!
· rentes tipos de pautas: industrias estáticas y en expansión, industrias~ "_ Cabe mencionar brevem~nte un último factor: el papel desempe-
técnitamente inertes y dinámicas, factores cíclicos a corto Y a largo nado por los grupos de agitadores, propagandistas y organizadores
plazo, mecanismos de dilación, etc. Por ejemplo, el movimiento de a~mados c~n nuevas ideas y nuevos métodos, y dispuestos a introdu'.
los mineros no fue sólo una campaña ortodoxa y cíclica en pro de cirlos en arcas hasta entonces inactivas y no organizadas. Sin duda
mejores salarios, sino también (bajo consignas de un salario mínimo las «:xplosiones» ge~eralizadas
pueden producirse sin su presencia;
y de una jornada de ocho horas) un intento de hacer frente a una pre- P_or e1:mplo, los motmes por las alzas de los precios desencadenados
sión a largo plazo sobre los niveles de vida vigentes entre los mine- simultaneamente :n muchas regiones de la Inglaterra del siglo XVIII,
ros del carbón. Ese movimiento también se interesó mucho por el ª.un~ue estos motrnes no presentan precisamente las novedades cua-
desplazamiento de los grupos establecidos, porque (como en el caso litativas de. los movimientos sindicales, tan típicas de la mayoría de
de los marineros) a finales de la década de 1880 se produjo un reclu- las «explosiones». Estas últimas han estado asociadas normalmente
tamiento anómalamente rápido de mano de obra bruta. En el gre- 94
con nuevos tip~s de liderazgo, de organización o de exigencias, efec-
mio de los ferrocarriles se dio una pauta similar a la de los obreros tos a s~ vez srn duda del período de cambio económico que las
del gas,95 aunque agudizada por la situación mucho menos favorable «explo_s10nes» trat~ban de enfrentar: los seguidores de Owen y en
de esa industria y por su mayor vulnerabilidad ante las fluctuaciones. el :arusmo en la decada de 1830, la Asociación Internacional de Tra-
Según la descripción de Beatrice Potter,96 el gremio de los portuarios baJadore~ Y sµs movimientos afines a finales de la década de 1860
de Londres presenta un cuadro casi clásico de competencia por la dis- ~ ) Y.ª comienzos de la de 1870, el resurgimiento del socialismo (mar-
minución de los beneficios de una industria en expansión pero técni- xtsta 0 no ma~xista) a finales de la década de 1880, durante la de
camente estática, y por la consiguiente presión progresiva sobre. la si- 1.890 Y ª co~i~nzos de la de 1900, o bien su ala izquierda revolu-
tuación de los trabajadores. La industria naval, la otra gran pionera · cionaria 0 s~dicalista. Si lo preferimos, podemos considerar esto
de la expansión, tenía problemas similares. Volvemos a percibir en c~mo ot.ro eJ~mplo de esa rigidez institucional que incide en el ca-
este caso el incremento de la vulnerabilidad ante la presión obrera, racter. discontrnuo de _los movi~ientos. Es posible que los líderes y
que produjo el éxito tan portentoso de la huelga de portuarfos de orgamzadores establecidos (por e1emplo, el liderazgo del Trade Unían
1899: entre 1878 y 1888 el tonelaje que entró y pasó por el puerto Congr~ss en la déca?a de 188?) hicieran más por la organización que
de Londres aumentó alrededor de un 35 por ciento 97 (el incremento los ag~tadores marxistas o casi marxistas; pero de estos últimos fue
promedio en otros puertos afectados por la expansión fue mucho ' de quie?es las masas .no ~rganizadas recabaron ayuda y consejo. El
mayor ),9s mientras que de hecho la cantidad de obreros clave califi- nuev.o ~d~razg? cont:ibuyo a dar a las «explosiones, por decirlo así,
cados (por ejemplo, lancheros) declinó.99 En todo el país se acumula- é. l na rndividualidad histórica; hasta tal punto que, cuando se mencio-
ron pilas de material explosivo, listas para encenderse. n~n las explo~i?nes de las décadas de 1830, 1880 y 1910, el lego
. piensa automatlcamente en Owen y en los sindicalistas, y no suele
, estar muy e~terado en cambio de la <{explosión» de 1871-1872,
94. Arnot, op. cit., p. 112. Statistical Abstract 1875-1890, Parl, Pap., 1890. menos llamativa dc:sde el ~u~to de vista ideológico. Dejando de lado
LXXXVIII p. 156 acerca de los marineros.
95. J. :&favor, The Scottish railway strike, Edimburgo, 1891; J. Mavor en el aspecto de .re1ac10nes pub~cas de !ªcuestión, esos agitadores ayu-
Econ. ]ourn., I (1891), p. 204. 1 daron a fundir en una totalidad mas amplia unos movimientos se-
96. En Booth, Life and labour in London, vol. IV. parados, locales, regionales o sectoriales. Los grandes sindicatos na-
97. Parl. Pap., 1902, XLIV: R. C. on the Port of London" P: 232.
98. Una estimación basada sobre los datos de Mulhall, Dictwnary of Sta-
tistics (ed. de 1898) revela un incremento promedio de alrededor de ?n 45 o
un 50 por ciento en el tonelaje declarado y franqueado en Londres, Liverpool, t?dos, pdodujo u~ incremento en las retribuciones de los trabajadores más expe-
Cardiff Newcastle, Shields, Bristol, Hull y Glasgow. tlIDent~ os, capacita;Ios para ~a manip~laci6n de unos dispositivos que de ronto
99.' Censos de 1881 y 1889. También en este caso la vulnerabilidad era bas- se bab1an vuelto mas enmaranados. Vease por e¡"emplo R Willi" Th PL.
tante mayor que la medida según e,ste .criteri?, p~rque el ~um.ent~ ,de l~ com¡,l~ P
ool dock s pro blem, L"1verpoo¡, 1912, pp.' 21-22, e infra,
' · pp. ams,
226-230.e zver-
jidad de un puerto que se expandia sm racionalizar su dtstnbuc1on m sus me- ~
182 TRABAJADORES
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 183
cional~s generales de los obrer~s no organizados surgidos . a ~artir ¡s- ·. '-~:
1870, los factores .más importantes quizás hayan sido los procesos
de 1889 fueron aquellos que estaban dominados por el ala izquierda de retraso y las discontinuidades del desarrollo técnico. En 1889, al
(sindicatos de obreros portuarios y de la industria del gas); los que · parecer la situación estuvo dominada por la pauta peculiar de estanca-
no lo estaban tendieron a seguir siendo puramente sectortales o re-
miento técnico de la Gran Depresión, por la actividad comercial en
gionales.100 Además aportaron la fuerza .unificadora ~ás amplia dada expansión y por el descenso de los beneficios. En 1911 cabe reconocer
por las metas y las consignas comunes. Sin los seguidores de Owen la presencia de todos los factores principales, aunque se destacan las
en 1834 o los Seis Puntos del cartismo a partir de 1838, es muy pro- discontinuidades técnicas y el descenso de los salarios reales. 103 Sin
bable q~e las fuerzas muy heterogéneas (y a menudo contradicto- duda un análisis más completo trataría de distinguir unas «familias»
rias) del descontento no hubiesen logrado convertirse en una fuerza más pequeñas de «explosiones» dentro del conjunto más amplio que
nacional única, aunque frágil, y los historiadores quizá se hubiesen hemos considerado aquí : las de los países que estaban pasando de
limitado a señalar la coexistencia de diversos movimientos . En menor la sociedad preindustrial al capitalismo industrial, las del capitalismo
grado, lo mismo vale para consignas como la de la jornada de och? de «mercado libre» y de competencia, clásico del siglo xix,1 04 y las
horas en la década de 1880 y comienzos de la de 1890. En determi- de las economías capitalistas modernas dominadas por el gobierno
nados momentos, grupos como las Internacionales obreras lograron la c~mpetencia imperfecta y la «segunda revolución industrial», ;
incluso imprimir un sello común a «explosiones» simultáneas produ- las diferentes maneras en que el desarrollo desigual de las economías
cidas en diferentes países, aunque quizás hayan sido demasiado entu- t<; :? combina y proyecta a unas sobre otras. Aquí no es posible ni desea-
siastas acerca del alcance de tales actividades. 101 Sin embargo, allí ble realizar esta tarea. Sin embargo, podemos sugerir que la investi-
donde el ímpetu ideológico no se limitaba a las resoluciones de las gación ulterior no se ocupará demasiado de los factores cíclicos (salvo
conferencias y actos similares, no cabía subestimar su capacidad para que, con Kondratiev, optemos por llamar «ciclos» a las diferentes
hacer saltar la chispa de unos países a otros. Así sucedió en 1830 y fases cualitativas de la evolución económica). Los meros factores
en 1848; y la «explosión» de Europa central en 1905-1907 depen- cíclicos de corto plazo explican aparentemente la distribución tem-
dió en gran medida de la de mayor envergadura producida en Ru· poral de las «explosiones» dentro de cada ciclo, pero no explican
sia.102 mucho más.
,_ Ahora podemos tratar de extraer una breve conclusión. Sólo los
análisis individuales pueden revelar la combinación específica de ten-
siones característica de cada una de las «explosiones», y es probable (1952)
que los intentos por descubrir la presencia de una misma combina- ..
ción (y no tan solo de un mero aire de familia general entre las "' ) ·
diferentes pautas) estén destinados al fracaso. Por ejemplo, en Gran
Bretaña, los principales factores operantes en la década de 1830
quizá hayan sido el desplazamiento secular de unos grupos que antes
estaban bien establecidos, así como la presión directa ejercida sobre
los niveles de vida de los trabajadores. En las décadas de 1860 y
103. La información más completa acerca de esta «explosión» se encuentra
100. E. J. Hobsbawm, loe. cit.
en E. H. Phelps, Brown! The growth of .British indus~rial relations, Londres,
. .,
101. La Primera Internacional, sencillamente mediante la orgaruzac10n co-
1959, y1, pero aun conviene consultar el libro de Askwtth, Industrial problems ·
mún· la Segunda mediante manifestaciones de masas espontáneas en favor de
exig~ncias uniforr:ies, en el contexto de las cuales se produjo el l.º de mayo. ~nd disputes, Londres, 1920, Watney y Little, op. cit. y otras obras de la
epoca. '
102. Jrb. f. Nationaloekonomie, 1905, !!· 580, ac~rca de la huelga en lo,s
ferrocarriles checos; Otto Bauer, The Austrzan revolutton, Londres, 1924, capi- 104. Quizás el. 0;.ico caso «puro» de este tipo (no deformado fundamental-
tulo IV, acerca de las huelgas de enero de 1918. mente por la translClon desde la el_'.1pa preindustrial, por la etapa monopolista,
:· ·• o por ambas) sea el de Gran Bretana durante la segunda mitad del siglo.
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LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 18.J
1:
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... . ....
LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 189
TRABAJADORES
188
entre unos obreros políticamente bastante inmaduros, que estaban
II tratando de organizar a algunos grupos «débiles» de trabajadores
(portuarios, obreros del gas, de la lana, etc.), y los socialistas revo-
La teoría que tenían los fundadores de. los s~~cato~ gen;;~~ lucionarios de la década de 1880, de cuyas filas procedieron la mayo-
l889 (y sus predecesores) era bastante simple. . «peon»d T' ría (aunque no la totalidad) de los líderes de los sindicatos genera-
~n b de una industria a otra, era incapaz e ut~ 1- les.11 Sería artificial pretender trazar una frontera exacta entre los
mdefenso, ~ue pasa ª d l . d. ali de oficio. Puesto que solo que comenzaron siendo unos «sindicatos» corrientes (como el de los
zar las tácticas ortodoxas e sm icb . sm~ dí recurrir como el
oseía «el valor general de su tra a10», no .P~ a Tillett's Tea Operatives, antecesor del Sindicato de Portuarios) para
p b alifi adm> a diversos métodos restrictivos para lograr unos llegar a tener más tarde una conducción socialista, y aquellos que,
«O rero c c ' d b capaces de «mantener su
márgenes de escasez de su mano . e. o ra , . día hacer como los sindicatos inspirados en las ideas de Owen (y quizá la Fe-
nivel de retribuciones» .s Por cons1.gui.ente, ~o u~ico que
era a ru arse en un gigantesco smd1cato 1unt? con to
Jºo: . . -
aquellos deración Nacional de Trabajadores de Tyneside, 1886-1893 ),U se
constituyeron pensando tanto en unos objetivos sindicales como en
que :odfan convertirse en sus. eventuales esqu1r~les: en ult~a m;e algún tipo de transformación social o moral. Tanta los sindicatos de
b 1·oven del pais que careciera trabajadores «débiles» como los grupos político-industriales tendie-
tanda cualquier h om re, mu1er o li coto
toda ~alificación industrial, para crear de ese modo un amp o ron a desarrollarse casi en las mismas épocas de tensión y agitación
social; y hacia finales de la década de 1880 ya había en Gran Bretaña
cerr:~~·nos limitáramos)>, decía Will Thorne, «a unadinldus;riaqu~~;:~ un nuevo grupo de organizadores y propagandistas socialistas. Sin
. d mo la del gas y si la gente de otras zonas e pa1s embargo, cabe conjeturar que los sindicatos «generales» amplios, a
mina a, co ' d ·' un con-
al margen de la organización, entonces, cuan o ~viesemos drían ser nivel nacional y regional, de 1889 fueron el resultado de un casa-
flic to con alguna de las compañías 9 p
de gas, esos o reros po ,
i iente en teoria no miento entre el sindicalismo de clase de los socialistas y los planes
tilizados para reemplazarnos». or cons gu ' 1 más modestos de los propios trabajadores no calificados.13 La expan-
U . d · d. tos tal como o recono-
h bía nin , n límite para este tipo e sm ica ' . sión de comienzos de la década de 1870 -que en otros aspectos fue
.ª on suis: líderes. El Sindicato de Trabajadores de ~ynesideUn? una importante precursora (a la que no se le ha prestado la debida
~~dó en convertirse en el Sindicato Nacional de Traba~dores m-
dªos Una a rupación puramente regional del sur ~e G es se auto-
de~ominab: Sindicato Nacional de Trabajadores Umdos .de Gran Br~- cados de mineros y operarios de la industria del algodón se encuentran a mitad
- I 1 d . 1 Unión de Trabajadores de Lancash1re se c?nvu- "? de camino entre los «viejos» y los «nuevos» sindicatos (Cole, Short history of
tana e r an a, a . , . radio de
·, 1 Unión de Trabajadores Britamcos, aunque su M British working-class movement, ed. de 1948, pp. 245-246. Cf. también los de-
tlo. ~n ª1i·m1·taba a unas veinte millas alrededor de Piccadilly ( an- bates acerca de la jornada legal de 8 horas en el TUC Report, 1889, sobre todo
accion se , dil t ino mera la intervención de W. Matkin, p. 55.
chester). Estas denominaciones no parecian gran ocuen es s 11. Salvo los primeros líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores Uni-
·, d na situación de hecho. dos, el Sindicato de Trabajadores del Gas de Birmingham (cuyos líderes eran
exp~~~l~ a~~nte, la reconocida debilidad de los «peo~:s)> hi~o. que seguidores de Chamberlain) y quizás el Sindicato Nacional de Trabajadores Uni-
dos, acerca de los cuales puede consultarse el libro de T. J. O'Keeffe, Rise and
g ho más que los «artesanos» en la pres1on pohtica y progress of the National Amalgamated Labourers' Union, Cardiff, 1891.
se apoyaran mue ·, lianza natural 12. Véase el artículo del secretario de ese sindicato, el fabiano E. R. Pease,
en la acción legislativa.10 De esta manera surg10 una a publicado en To-day (junio 1887). A comienzos de la década de 1890 el sindi-
cato se desintegró y sus miembros se adhirieron al Sindicato de Trabajadores del
M Hallsworth Unemployment in Lancashire, Man-
7. s. J. ehaproan y H . . , Gas. Los informes que han quedado se conservan en Brit. Lib. Pol. Sci., Coll.
E. B., CVI.
chester, 1909, p. 83b. I d t . l democracy passim pero sobre todo los capí- 13. El único sindicato que contaba con una verdadera red nacional (el Sin-
8. Véase Web , n us rta ' '
dicato de trabajadores del gas), se apoyaba para ello en gran mediJa"sobre los
tulos X Y XI. Lab A testimonio 24, 943. . ·fi , grupos socialistas locales.
9. R. C. on our, grupo ' t también en éste los grupos sem1cali -
10. Al igual que en otros aspee os,
190 TRABAJADORES
LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 y 1914
191
atención) del <<nuevo sindicalismo»- produjo unos sindicatos de ca- ~ ->
puramente tradicional. Cada vez comprendemos mejor hasta qué
rácter mucho más sectorial.14 .
punto la organización industrial británica en el siglo XIX (al menos
Tal era, pues, la teoría. No es posible comp~ender ca~almente sus
hasta la época de la producción en masa y de la «dilución» de las
debilidades si no se tienen en cuenta las creencias de la epoca acerca
diferencias entre los distintos tipos de obreros) estaba realmente con-
de la estructura de la clase trabajadora y sobre todo acerca de la níti-
formada según un modelo de la época preindustrial. Los constructo-
da frontera que habría existido entre los obreros «calific.ados» Y. los
r~s y los mecánicos, los caldereros y los sastres todavían podían ima-
«no calificados», los «artesanos» y los «peones». A primera vista, 1
gmar razonablemente que eran capaces de hacer casas, máquinas,
la nitidez de esta división resulta sorprendente, porque tanto los
economistas de clase media como los de la clase artesanal creían que
barcos y ropa prescindiendo de la ayuda (conveniente pero no indi,s- ..
1
ciertos avances de los grupos semicalificados hacia la posicion social taba endiabladamente difícil de organizar en condiciones de laissez-
de los «artesanos»,23 a finales de la década de 1880 las filas de los faire. Los sindicatos integrados por esta clase de obreros -el sin~
«peones» estaban integradas por una c~ntidad c~d~ v~z mayor de dicato de peones (navvies) en Gran Bretaña, el IWW en Estados
obreros inmediatamente capaces de practicar un srnd:c~smo or~o~o- Unidos-26 se daban por satisfechos si podían conservar algunos cen-
xo y a menudo dotados de una gran fuerza _de negociacion. Lo_ ~meo . tenares de miembros regulares y algunos centros u oficinas regulares,
que necesitaban era el impulso para orgamzarse, y_ la explosion de y por consiguiente si podían reclutar en forma temporaria una can-
1889 se lo brindó.24 Pero incluso el «peón general» ideal ?el mo?elo~ . ·~, tidad masiva de obreros y ejercer también temporariatnente un con-
convencional victoriano (inestable, desplazable de una :~dustna ª trol sobre el trabajo allí donde estallaba algún conflicto. Resultaba
otra, capaz de desarrollar mal que bien sus funciones auxiliares don- difícil mantener más allá del primer arrebato de expansión los cotos
dequiera que se lo asignase) era pr~bableme~te bastante menos a?un- cerrados a nivel nacional, regional e incluso local que para el viejo
dante de lo que se suponía. Ademas, a medidas que se fueron difun- sindicato general representaba la salvadón. Por consiguiente, no es
diendo la mecanización y los métodos fabriles modern_os, los pa~ro- sorprendente que los líderes de esos sindicatos generales hayan mo-
nos llegaron a dudar incluso de que esos obreros care~ies~n efect1va- dificado su política. Lo sorprendente, en cambio, es que no hayan
mente de todo «valor especial».25 De modo que los srndicatos gene- advertido de entrada sus defectos y se hayan aferrado a ella durante
tanto tiempo.
. dic~to de Tejed~res de Algodón, el Sindicato de Operar10s de Carda Y Aventa- cial Committee on Unskilled Labour, 1908, p. 6. ~ .
miento el Sindicato de Conductores de Locomotoras. . . . 26. Acer.ca de la IWW (International Workers of the World), cf. el libro )
24 yPor ejemplo el Sindicato de Estibadores de Card1ff y el S~n~1cato ?e
TrabaÍadores de los 'muelles y del río Tyne obtuvieron un reconoGMWto
mediato y permanente y un virtual. ,régimen ~e ~oto cerrado. (_NU
s:·u-
de P. F. Brissenden, The IWW, Nueva York, 1920, y The decline of the
IW}lí', ~ueva York, 1932. Acerca de los peones camineros (navvies), cf. el
testtmo~10 de John Ward ante la R. C. on Poor Law, vol. VIII, y por ejem-
11!
I~
venir, 1929, p. 13.) Lo mismo ocumo con el Smdicato de Traba¡adores del Gas ll
plC? el rnform~ acere~ de la huelga de la represa de Leighton (Leighton Reser-
r · · voir) en Navvtes Umon Quarterly Report (enero 1914), pp. 31-34. ,¡¡
en varias ciudades.
25 Cf el testimonio de Sir B. Browne ante la Royal ._,c::nrmss1on on
p
ºsr 27. Los problemas planteados por esas secciones mixtas se analizan en la "
Law; ·apéndice, vol. VIII, pp. 86.211 ss., 86.286, 86.299, 86.301; Prof. · obra de J. Commons y asociados, History of labour in the U. S., 11, parte 6,
13. - HOBSBAWM
194 TRABAJADORES LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 195
...,
los díversos oficios, lugares de trabajo, y criterios similares. El Sin- . • peraban los intentos esporádicos (de los delegados del norte y de l~s
dicato de trabajadores del gas (pionero de los sindicatos generales obr~ros de, la const~cción de Londres) de asignarles unas funciones
y el mayor de ellos) 28 constituye un ejemplo de ambas situaciones. oficiales mas compleJas que la mera recaudación de las contribucio-
En la fluctuante área de Londres la organización era general (así se nes. 31
describía en 1897 a 44 secciones de un total de 61 y en 1906 a 37 Sin embargo, fuera de Londres la cantidad de secciones organi-
secciones de un total de 55) o de carácter no específico. Parece evi- zadas por_ofici? o empleo era mayor (al margen de los puertos y de
dente que estas secciones se desarrollaron a partír de los núcleos ori- las pequenas cmdades donde predonimaban) que la de secciones ge-
ginales de fogoneros organizados alrededor de sús fábricas de gas nerales, como muestra el cuadro 2.
locales; pero el líder del sindicato resistió con firmeza los intentos de Resulta claro, pues, que desde el comienzo la masa de adheren-
fragmentar estas aglomeraciones (que a veces agrupaban varios mi- tC:s a. l,os sindicatos generales no se acomodó fácilmente en una orga-
llares de trabajadores) en secciones por oficios, de acuerdo con el ruzac1on preparada ~ara los tr?bajadores móviles e inestables y para
modelo provincial.29 Este sistema tenía la ventaja de permitir que los que no estaban ligados a runguna industria en particular.
esas aglomeraciones cambiasen de carácter en vez de disolverse, cuan- ¿Hasta qué punto, en realidad, esos sindicatos eran organizacio-
do (como fue sucedien~o poco a poco) los primeros fogoneros fueron n~s para el peón «general»? No podemos saberlo, porque este tér-
desapareciendo. Sin embargo, el sistema debió haber sido muy im- ~no es vag? y su significado varía según las regiones y las indus-
perfecto, porque permanentemente lo encontramos combinado con ~ ·:_1 tria~. Ademas, la mayor parte de nuestras cifras se refieren a las
uno u otro tipo de organización «por lugar de trabajo». Dada la secc10nes, Y una sección «general» bien pudo haber consistido en
ausencia de secretarías de distrito, el obrero londinense perdía una un n:er? surtido ~~ oficios varios (demasiado pequeños como para
gran parte de su tiempo recorriendo las obras en construcción, los const1tmr una secc10n aparte) .Y no en una asociación de peones ge-
muelles donde se descargaba carbón y las fábricas, registrando pape- n_e,rales. Desde un punto de vista global, es evidente que la propor-
letas, etc. Una muestra del carácter imperfecto del sistema es el hecho c10n de peones generales aumentó en épocas de expansión 0 du-
de que los miembros del sindicato que reclamaban una indemniza- rant~ las grandes huelgas, en las que se agrupaban en sindicatos.
ción a una gran firma contratista venían de nada menos que de siete En. epoca~ normales esa cantidad debió haber sido pequeña. Las
secciones tan alejadas como West Ham y Battersea.30 Existían ofici- meJores c~ras. con que contamos (extraídas de una lista ocupacio-
nas administrativas (como las que funcionaban en las secciones del nal del Srnd1cato Nacional de Trabajadores Unidos fechada en
1895) dan una cantidad de 1.088 «peones general~s» sobre un
32
Sindicato de Trabajadores Unidos del norte), pero difícilmente pros-
( ~ total de 11.000 afiliados; dos años antes, en ese mismo sindicato la
proporción era similar: 2.700 «peones generales» sobre u~ totai' de
cap. 10 (Asambleas Mixtas de los Caballeros del Trabajo); L. Lorwin, The 22.000, en trece secciones sobre un total de 103 en la costa noreste
American Federation of Labour, 1933, pp. 70-71 (Sindicatos Federales de Tra-
bajadores); y H . A. Logan, Trade unions in Canada, 1948, pp. 347 ss., 389 ss. Y tres sobre un total de trece en Sheffi.eld.33 Realmente no cabe con:
28. Las fuentes más importantes son los balances y estados de cuenta tri- cluir demasiado de unas cifras tan circunstanciales. '
mestrales, y luego los informes de las Conferencias y actas de la Junta Direc-
tiva que han sobrevivido. Acerca del Sindicato, véase los dos Recuerdos del
Jubileo (1929 y 1939), el Recuerdo de Jubileo de su Distrito del Norte (New-
castle, 1939), y las memorias de Will Thorne y J. R. Oynes. No contamos con . 31. Informes de las Conferencias (1892), p. 37; (1894), p. 91; (1898), pá-
una verdadera historia del mismo. En 1924 se fusionó con el Sindicato Nacional 'nb ~Oj (1900),_p. 17. ,Acerca de los funcionarios del Sindicato Nacional de
de Trabajadores Unidos y con el Sindicato de Empleados Municipales para rgª9oª)Ja ores Urudos, vease los informes de sus Conferencias de delegados
formar el Sindicato de Trabajadores Generales y Municipales. Ha absorbido a (l , pp. 7, 20; (febrero 1892), pp. 48-49 .
una gran cantidad de otros sindicatos. _ · . 3t. Infor~e Anual (1895), p. 7. Estos datos se referían a la mitad de los
29. Conferencia de 1890, p. 7. nu~ ro~ fommales, es decir, a dos tercios de los que recibían subsidios
30. Extraído de los informes trimestrales de las estadísticas de indemniza- ,. l 3. n orm~ Anual (1893), pp. 7 ss. Este informe contiene un análisis com-
0
ción de los trabajadores (1904-1905). .;>p eto y muy valioso de las distintas secciones.
' '
LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 197
196 TRABAJADORES
~ -'.} Sin embargo, algo está claro: los sindicatos generales, al menos
CUADRO 2
entre 1892 y 1911, dependían mucho más de su implantación e~
Sindicato de Trabajadores del Gas. Cantidad de secciones «generales» · determinadas industrias y grandes talleres que de su capacidad para
en los distritos en diferentes períodos entre 1980 y 1911 34 reclutar adherentes de una manera indiscriminada; dependían, pues
(cabe suponer), en líneas generales, de un tipo de trabajador más
Secciones «generales»
estable y más regular que el que originariamente había tomado en
Parcialmente consideración.35 Por supuesto, esta tendencia fue reforzada por el
Cantidad total o de carácter no
Distrito Año de secciones Totalmente especificado hecho del reconocimiento local que esos sindicatos obtuvieron de los
patronos. Por ejemplo, en el distrito de Leeds del Sindicato de Tra-
Birmingham 1896 (a) . 25 o o bajadores del Gas, los dos grupos «reconocidos» de Tintoreros y
1899 (a) . 33 o o Trabajadores del Gas constituyeron en 1891 doce de un total de
1909 ... 30 1 1 veintiocho secciones; en 1891-1892, diez de un total de veintitrés
Bristol 1891 (b) . .. 10 o o y en 1896, dieciséis de un total de treinta. El cuadro 3 refleja bien
1893 11 o o la fuerza del Sindicato Nacional de Trabajadores Unidos en los as-
1896 11 1 o tilleros de la costa noreste (donde ese sindicato estaba reconocido).
1904 8 o o ~- _) Por ejemplo, mientras alrededor de la mitad de la fuerza que tenían
Lancashire 1903 41 10 10 (b) en 1893 las secciones de obreros generales desapareció, en los asti-
lleros esa fuerza se mantuvo prácticamente estable. Aunque no
Leeds 1890-1891 .. 28 2 o contamos con cifras comparables para los casos de otros sindicatos,
1891-1892 23 9 (c) o
30 7 (c) o es evidente que su situ~ción era similar. La Liga para la Protección
1896 .
de los Trabajadores se apoyaba ampliamente sobre su implantación
Mersey 1891 21 9 2 en el Arsenal de Woolwich (además de su control sobre los cargado-
1896 14 4 o res especializados de grano y de madera de los muelles); los traba.
Costa Este 1909 33 8-9 o jadores del gas de Birmingham, sobre sus lazos con la Corporación;
1 o e incluso los miembros del pequeño Sindicato de Trabajadores Gene-
Noreste 1896 16
36 4 o rales y Maquinistas de Bolton señalaban que «hemos conquistado
1899
1904 .. 37 1-2 o { ~ una sólida implantación en algunas empresas».36
Por supuesto, estos sindicatos fueron en general los más gran-
(a) Fecha en que estaban en vigor las «Birmingham Metal Trade des. Por ejemplo, sabemos que, en una época en que las casi 300
Alliances». secciones del Sindicato de Trabajadores del Gas contaban sólo con
(b) En este caso, se incluye entre las «generales» a una cantidad de sec-
ciones municipales y quizá también a algunos trabajadores mecánicos de Lan- 29.000 miembros, cinco secciones de mecánica, goma, construcción
cashire que hasta 1911 se declaraban «organizados por oficio» (NUGMW Sou- de puentes, algodón y herrería de obra (integradas cada una de ellas
venir, 1929, p. 26). por obreros de una sola empresa), agrupaban en cambio por sí solas
(e) Este dato es equívoco. Por ejemplo, en 1896 las secciones «generales».
incluían hasta seis secciones municipales y una de trabajadores de las acerías.
34. Las cifras relativas a Leeds y a Mersey para 1890-1892 han sido ex- 35. «Why the New Union was founded», octavilla I del Sindicato de Tra·
traídas de los balances publicados en cada localidad (Brit. Lib. Pol. Sci.; Coll. bajadores, 1898 (Brit. Lib. Pol. Sci., Coll. E. B., XI).
¡_ E. B. cv1)- las otras proceden de los Informes Trimestrales. · Los datos sólo
puede'n pre~entarse de un modo fragmentario, porque la descripción de las sec-
36. Sindicato de Trabajadores Generales y a Máquina Unidos, Informe
Anual, Bolton, 1893 (Brit. I..ib. Pol. Sci., Coll. E. B. CVI).
ciones varía según los distritos y los años. -~
k LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 199
198 TRABAJADORES •\,'
42 y 1893 lo- constructores navales del Tyne reconocier~n ~as esca- 45. Conferencia de 1902 (Sindicato de Trabajadores del Gas), p. 16; se-
1 d· dende los' sindicatos (actas de la comisión directiva del Sm?icato de gundo trimestre, 1904, p. 15.
T~abajaJ:re:sNacionales y de la Región del Tyne; marzo, p. 7; abril, p. 10; 46. J. H. Jones, The tinplate industry, 1914, pp. 229-230. A partir de 1900
los sindicatos generales se implantaron con fuerza en esa industria.
Biblioteca del NUGMW · , · d d 1 ·
43 Por ejemplo: en 1892, 1899 y 1902 mas de la nu~a. e os mg~esos 47. Discurso presidencial de W. Beard, en Workers union record, julio
del Si.ndicato de Trabajadores del Gas se gastaron en subsidios por conflictos 1916, pp. 3, 6.
48. «Que todos nosotros deseamos tanto... una unificación de todos los
laborales.
44. Sus informes anuales incluyen cuadros detall ~ dos. E n l'm~as gene rales , trabajador~s»~ Sindicato de ~rabajadores del Gas, primer trimestre, 1897, p. 11.
alrededor del 90 por ciento de los conflictos se soluc10nab.an. pac1ficamente ~o 49. Smdicato de Traba¡adores del Gas, segundo informe semestral 1889-
que demuestra la existencia de un elevado nivel de reconoc1m1ento por parte e 1890), p. 5; segundo informe anual, 1894, p. 9; Conferencia de 1R94. p'p. 117-
118. ,
las empresas).
LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 203
TRABAJADORES
202 ......
d , Ernest Bevin en 1914: «¿Cuál es el problema grave con que Ce grandes fusiones de las que nació el Sindicato de Trabajadores · del
-..t
ecia . f ";> • allí donde los obreros están organizados desde Transporte y Generales y el de Trabajadores Generales y Municipa-
nos en rentamos . . di · 1 les, una vez que el Sindicato de Portuarios (en líneas generales, de
hace mucho tiempo y han logrado imponer algunas con c1ones, e .
acuerdo con el modelo de la organización establecido por Bevin en
patrono hace todos los esfuerzos posibles para atraer. un g~an e~ces¡°
de mano de obra y de ese modo intimidarles».so Si se enta a a . Bristol) hubo desarrollado un esquema que aseguraba la autonomía
movilidad indiscriminada de los obreros, entonces los que est~ban de los diferentes grupos gremiales.53 (Sin embargo, la adopción de
agremiados representaban una amenaza tan importante como quienes un sistema de organización más flexible sólo fue una de las razones
de su éxito; la fuerza que impulsaba a los sindicatos separados hacia
no lo estaban. , · d la fusión era en gran parte la agitación política y revolucionaria.) '
Los líderes de la primera época (que eran escepticos acerca e
li del traba¡· o mantenido por los «peones») no se preo- Por consiguiente, podemos distinguir tres etapas en la táctica
un monopo o d , il ( 0 los de los sindicatos generales: el viejo sindicalismo general de
cupaban demasiado por esto. Los trabaja ores mov es com, .
· ' · quizá también los obreros mecamcos 1889-1892; el sindicalismo «por secciones», cauto, limitado y con-
obreros d e 1a construccion y
. semicalificados de la región central de Inglaterra, que pasaban _Pºr servador, de 1892-1910; y la presión revolucionaria hacia la fusión,
una etapa de expansión y distaban mucho de haberse .establecido) el sindicalismo de industria o la organización «general» articulada
podían seguir pensando de esa manera. (Esto exph~a que J~ del Sindicato de Trabajadores del Transporte moderno, desarrollada
1911-1914 el distrito londinense del Sindicato de :raba¡adores e ~ ::; a partir de las expansiones de 1911-1920. Tanto la primera como
Gas y quizás los voceros del Sindicato de Traba¡adores apoyar~ · , la tercera de estas etapas se planteaba la organización de todos los
la antigua consigna.) 51 Los revolucionarios, que pensaban en t,er- obreros «no calificados», mientras que la segunda renunció en la
minos de militancia de clase (como La~kin y Conno~y ), detectarian práctica (sobre todo por obra de las circunstancias) a ese objetivo
en el restriccionismo el peligro «reformista» y. aboganan por el gra? y se limitó a la organización de los grupos capaces de realizar el vie-
sindicato único. Sin embargo, de hecho, hacia 1910-1914 era evi- jo tipo de negociación. Resulta significativo, por ejemplo, que haya
dente que aunque deseable, el sindicato de todos los obreros «no fracasado totalmente en la tarea de organizar a quienes eran autén-
calificados;> no podía agrupar una masa de trabajadores flotante:, ticamente débiles (por ejemplo, las mujeres). A pesar de su entu-
sino un vasto conjunto de monopolios ~ cotos cerrados de traba¡o siasmo inicial por la organización de las mujeres, de los 32 .000
locales, cuyos intereses particulares debian ser preser~ad~s a cam- miembros que integraban el Sindicato de Trabajadores del Gas en
bio de su renuncia a la independencia. Este fue e~ pri?c1pal punto 1908 sólo 800 eran mujeres. 54 En realidad, en este período interme-
de estancamiento al que llegaron las importantes discusiones ~ara la dio entre las expansiones, el sindicalismo general se había converti- "
unificación, emprendidas por el Consejo Nacional de Traba¡adores ~ J do en algo parecido al sindicalismo por secciones de ciertos grupos il
'I
1,
Generales y la Federación de Trabajadores del Transpor~e entre «no calificados» de . la Federación Norteamericana de Trabajadores
1911 y 1914 .s2 Sólo unos diez años más tarde fueron posibles las (American Federation of Labour) entre 1896 y 1935; el Sindicato de
carreteros, el de peones de albañil, etc. De no haberse producido
il
!1
una segunda ,expansión durante las dos décadas que siguieron a la '\
5o. Conferencia especial sobr~ la u~ificación (Fed~ración 1¿;cion~ ~e J{:~
1 1j.
bajadores del Transporte y Con~eio Nacional de Traba¡adores ener es , \
p. 47. Este documento es muy importante. 53. Acerca de la organización de la autonomía industrial véase «The union
51 lbid., p. 28. nifi · , (F d
52. Las proposiciones conjuntas para la u cac1on
·ó Nacional
e. eraci n al .
it~ .work ar;d problems» I y II . El Sindicato de Trabajador~s Generales y Mu~
de Tr~bajadores del Transporte y Cc:in~ejo Nacional . de Traba1adCrls ~eld es~
ruapales solo en los cuarteles generales contaba con funcionarios industriales
especializados que se ocupaban de los intereses sectoriales.
inclu en un resumen de los acontecimientos a partir de 1906. o e, or o 54. Informe acerca de los Sindicatos, 1912-1913. Indudablemente este fallo
laboJr ed. de 1915, pp. 235-237 ..«The union, its work and problems», Lon- explica el establecimiento de -la Federación Nacional de Trabajadore~ como un
dres, TGWU, 1945, I , pp. 5-7 analiza el problema, aunque de una manera poco
sindicato general a partir de 1906.
precisa. ,~
' .
TRABAJADORES LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 205
204
. bi"en pudieran haberse asimilado al modelo del sindicato de ~· decisiva para que el sindicato de «peones» pudiera encarar con
1
primera, U "d ) 55
fidos (como ocurrrió en los Estados ru os · , eficacia unos riesgos bastante difíciles de prever: en cualquier mo-
o De modo que el <muevo sindi_cali~m~» ~e 1889 llego a ten~r mento sus fondos podían quedar agotados por los conflictos entre
un incómodo parecido con el «vieJO smdicalism?» que antes habi~ patronos y «artesanos» o entre los sindicatos de obreros calificados.
combatido. y la política propugnada por sus ~idere_s se fue mo,di- De modo que, nada se hubiese ganado, si el Sindicato Nacional de
ficando correlativamente. Los marxistas revoluc1onanos, que h~bi~n Trabajadores Unidos se hubiese convertido en un mero sindicato
conducido a los trabajadores portuarios y del gas, fueron sien o de trabajadores de astilleros o sí el Sindicato de Portuarios se hu-
reemplazados por socialistas más moderado~ (aunqu; como r~~~r biese dividido en asociaciones gremiales de trabajadores de la ri-
do de las viejas glorias algunos hayan seguido llamandose soci . e- bera y de trabajadores de la industria de la hojalata. Por el contra-
mócratas marxistas). Fue Ernest Bevin, y n? Tom ~ann, quien rio: siguió siendo fuerte el incentivo para desarrollar una afiliación
hubo de controlar a los trabajadores portuarios despues de su .se- muy amplia. Por ejemplo, el Sindicato de Trabajadores del Gas
· ' El sm·dicato de Trabajadores del Gas, orgaruza- aceptó a los obreros de las bocaminas, a quienes en un principio
gund a expans10n. 1'd n
ción notablemente «controlada por el partido», cuyo . i er e~ u había rechazado,57 y los tres sindicatos generales más importantes
1 aprovecharon el boom de 1898-1900 para lograr importantes con-
favorito de Engels y cuyas eminencias grises .ª coIDlenzos · ,e da
década de 1890 eran partidarios de Marx y Av_ehng, ~ la mayorta e quistas (que fueron sus únicos progresos realmente sólidos entre
cuyos puestos clave estaban en poder de socialdemocratas, se con- <t. .:; las dos expansiones) en los sectores del carbón, del hierro, del acero
virtió en el sindicato del muy honorable J. ~; Clynes y en una or- y de la hojalata en el sur de Gales y en el área integrada por
ganización que se destacaba por su moderac1on. Nottingham, Derby y el sur de Yorkshire. Aunque una gran parte
de la masa de afiliados fluctuaba, ese hecho no debilitaba necesaria-
mente al sindicato, siempre que éste contara con un núcleo de sec-
V ciones estables. Por el contrario, un aflujo sostenido de cuotas de
ingreso y subscripciones temporarias se limitaba a aumentar los fon- i¡'
Sin embargo, a partir de 1906, la caída de lo~ s~larios reales ~ dos de las asociaciones, pero éstas no podían asumir tantas obliga- ¡i
la inquietud de la bases, volvieron a obligar a los smdicatos a a:u~ir ciones como los sindicatos de oficio.58 ,1
una posición ofensiva. Los problemas planteados ~or la afihacto? Sin embargo, hacía mucho que los más izquierdistas habían re- 1:
masiva y la negociación agresiva obligaron ~ lo: lideres a reconsi- conocido la necesidad de contar con una táctka agresiva más ade-
derar su táctica. Hasta entonces eso no habta sido ,realmente nece- l, . J cuada. Ya en 1889 se había sugerido la creación de todo tipo de
sario. El ímpetu de la expansión de 1_889 les habta dado toda.}ª federaciones y de «estados mayores generales» centralizados.59 Tom
fuerza ofensiva que en principio necesitaban. Cuando la ~ep~esion
y los ataques de los patronos acabaron con casi _todos los smdicatos
ás fuertes éstos descubrieron poderosos re- del Gas, tercer trimestre, 1896, p. 9, para unas afirmaciones oficiales en tal
generales salvo los m ' . . di
cursos defensivos que les permitieron subsistir. Exten eron .s~s sentido.
57. NUGMW (1929), Souvenir, p. 47, acerca de los comienzos de este
riesgos por industrias y áreas en las que difícilmente se produ~r1a proceso.
·''
un ataque simultáneo. De hecho, se comport~ban como un .« ~~- 58. El movimiento de afiliados fue considerable. Por ejemplo: el distrito
uero» oportuno para una multiplicidad de umdades de negociac1on de Sunderland del Sindicato de Trabajadores del Gas reclutó en 1900-1920 ,1
'
deración de Trabajadores del Transporte. Cuando los s~dicatos de desarrollaron a partir de 1906, y sobre
Sin embargo, para la mayoría de los sindicatos generales el pro-
todo cuando se implantaron en industrias no localizadas, tuvieron
blema de la negociación «por industrias» no consistía tanto en la que desarrollar una mayor flexibilidad. El Sindicato de Portuarios
formación de unas asociaciones capaces de abarcar toda una indus- fue el primero en hacerlo, sin duda porque las dos unidades de la
tria, como en el reclutamiento, la demarcación y la delimitación de ribera. de Bristol y de la industria de la hojalata de Gales, muy di-
sus diferentes intereses. Lo más difícil era realizar una demarcación, 1
ferencrnd,as y contrapuestas, le obligaron a concederles una gran
porque naturalmente esos sindicatos atravesaban cualquier frontera e .J autono~ia. En 1911-1914 podemos ver cómo surgen en el oeste
industrial que pudiera trazarse. En realidad, ése fue el escollo63 con las. semtllas del nuevo modelo: el «distrito de la industria de la
que chocó el sindicalismo sistemático en la década de 1920. Sin ho¡alata» se convirtió en una sección industrial y funcionó como un
embargo, algunos convenios locales se habían establecido desde modelo para otros; una ruptura aun mayor se produjo cuando se
tiempo atrás (los portuarios de Bristol se comprometieron a no me- estableció una «Sección de galvanización» sobre una base principal-
terse en el terreno de los galvanizadores y los trabajadores del gas
64. Sindicato de Trabajadores del Gas, actas de la comisión directiva (7
60. «Why the new union was founded», loe. cit., W. Beard, en Workers agosto 1904).
65. El hecho ~e 9ue sindi~atos externos (como el Sindicato de Trabajado-
union record, loe. cit. . res del Ga~ Y el ?md1cato Nacional de Trabajadores Unidos) afiliaran a miem-
61. Cole Organized labour, ed. de 1924, p. 32: «algunos de sus funoona-
rios pensaba~ en un embrionario Sindicato de Trabajadores Industriales del bros de la mdustr1~ del transporte, era un signo de flexibilidad encomiable.
Mundo [IWWJ que agrupara a todos los trabajadores de su provincia». 66. Conferenoa de 18,?~, pp. 119, ~27:128. Acerca de unas protestas simi-
lares (~unque con menos exlto) en el Smdicato Nacional de Trabajadores Uni-
62. Dockers record, marzo 1911, p. 2. dos, vease asamblea de delegados (febrero 1891), pp. 7-8.
63. TUC Report, 1927, pp. 99 ss.
l.
TRABAJADORES
LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 209
208 .-'\
't
,, no fuese tan real como suponía la idea convencional, era hasta cierto
mente no geográfica.67 El Sindicato de Trabajadores Generales Y d;l
punto real. El primero estaba en la situación del aprendiz, mientras
Transporte tardó en organizarse según el sistema ?e ~a autonom1a
de los oficios. Tuvo su recompensa. En 1910, el Smdicato de Por- que el segundo tenía muchos recursos para conseguir trabajo. In-
tuarios era, a nivel nacional, uno de los sindicatos generales menos cluso al fogonero experimentado de la industria del gas o al marinero
exitosos y de ninguna manera se contaba entre los mayores. Du- les resultaba mucho más fácil cambiar de industria, que al calderero
rante los siguientes veinte años descontaría la ventaja que le llevaba transformarse en carpintero. De manera que, en un principio, el pro-
el Sindicato de Trabajadores del Gas, organizado de una manera greso de la mecanización podía aparecer sencillamente como un fac-
menos sistemática, y se convertiría en el mayor sindicato del país. tor que incrementaba la cantidad de «peones», por oposición a los
Pero haya o no sido sistemática la adopción de la autonomí~ de lo.s «artesanos»; como un fenómeno, pues, que no planteaba ningún
oficios todos los sindicatos generales se movieron en esa misma di- problema fundamentalmente nuevo.69 Además, sobre la base de lo
recció~. Hacia la época de las grandes fusiones posteriores a la poco que sabemos acerca del proceso efectivo de «adquisición» de
Primera Guerra Mundial, estaban transformándose en alianzas de sec- nuevas capacitaciones (a veces de un nivel bastante elevado), pode-
ciones de oficios y de industrias (por oposición a las unidades loca- mos imaginar al obrero joven derivando de un taller a otro, quizá
les de negociación, que habían predominado en el pasado). Actual- de un oficio a otro y con seguridad de una máquina o sección a
mente funcionan de acuerdo con esa modalidad. otra, antes de llegar a establecerse en un puesto fijo.70 En segundo
ti! ~ lugar, la gran irregularidad, el carácter estacional y la fluctuación
de muchos trabajos no calificados sugiere la existencia de una fluidez
VI mayor que la real. Por ejemplo, una gran parte de los fogoneros de
las fábricas de gas eran emigrantes estacionales que durante el vera-
Hemos seguido la pista del lento progreso de los Sindicat?,s Ge- no trabajaban como ladrilleros, peones de albañil, cosechadores o
nerales desde la política de 1889 hasta la moderna federac1on. ~e incluso (como ocurría en Southamptón) como tripulantes de yates.71
secciones de industria. Sólo queda explicar esa lentitud y descnb1r Pero sabemos que en una gran fábrica de gas, a comienzos de cada ~
nueva temporada de invierno, de hecho se esperaba contratar a ..}a ,¡
algunos de sus efectos.
Cabe sugerir una cantidad de razones para el hecho de que esas
alianzas de cotos cerrados locales, integradas por trabajadores que 69. Sindicato de Trabajadores del Gas, tercer trimestre 1896 (Will Thor-
tenían empleos regulares, que quizás hayan restringido la entrada ne): «¿Acaso el señor Stevenson no reconoce que la competencia entre los peo-
de otros a su trabajo, hayan seguido considerándose como una e -,, nes es mayor que la que existe entre los mecánicos, dado el veloz desarrollo ~
y la simplificación de la maquinaria? ¿y que el artesano calificado está más
suerte de sindicatos de trabajadores eventuales flotantes; o bien para · · liga?o a su ofi~o particular que el peón no calificado?» (pp. 8-9). «La maqui-
1
I~
el hecho de que los obreros mecánicos semicalificados, al organizar nana que permlte ahorrar fuerza de trabajo reduce a los obreros calificados al 11
1
sindicalmente los talleres de producción en masa modernos, no hayan n_ivel de los obreros no calificados» (considerados, por supuesto, como los clá-
sicos mandaderos), en «A Speech by John Burns on the Liverpool Congress» ;¡
comprendido que su posición para la negociación era esencialmente (1890), p. 6.
1
distinta de la de los peones de albañil.68 En primer lugar hay que 70. Cf., de una serie de bfografías de miembros destacados del Sindicato
aclarar que la brecha entre el «peón» y el «artesano», aunque de Trabajadores, publicadas semanalmente: un fabricante de herramientas de
Bilsto~, ~e 32 años de edad, trabajaba en su época durante media jornada en
u~a fabnca _de botas Y, zapatos, fue ayudant~ de carnicero y de granjero, «deri- .
1
~
67. Dockers record (marzo 1911), p. 5; (junio 1911), p. 2. vo por la v1~a de la fabrica» y ~~ alternauvamente soldador de ollas de quin-
68. Por ejemplo, Workers union record (septiembre 1916), p. ~l: «t?~os calla, aprendiz de herrero, maqmrusta, ayudante en un taller mecánico y fabri- 1i
estábamos entusiasmados por lo que considerábamos como un maravilloso exito ¡I
cante d~ herr~entas. (Workers union record, marzo 1917, p. 9.) En el libro
[en 1904] ... más aún porque se consideraba imposible organizar a esa cl~s~ de I~fustrzal fr~;nzng, 191~~ ~- B. Dearle analiza bien el aprendizaje por migra-
11
¡ti
trabajadores (en BSA, Birmingham): En esa época _l~ clase de los maquirustas c1on, repet1c~n y adqmslClon (caps. V-VII). IP
;¡
semicalificados todavía no era conocida en muchos sitios, y en todo caso no era
\[ .,_· • 71. Trans. Gas lnstitute, 1890, p. 80.
reconocida como tal».
• 14. - HOBSBAWM
210 TRABAJADORES LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 211
mayor parte del personal del año anterior .72 Allí donde, en teoría, no~ ~ ni difícil de controlar. Aparentemente la política restrictiva clásica
existía vínculo alguno entre el trabajador y una determinada empre- siguió siendo eficaz. O bien los nuevos grupos de obreros difíciles
sa o industria, resultaba fácil confundir la fluidez real con la fluidez de controlar eran incitados a constituir sus propios sindicatos, para
potencial. En tercer lugar, la situación «legal» de los obreros .más que no complicaran o debilitaran las negociaciones de los artesanos:
calificados solía ser exactamente la misma que la de los no califica- como hicieron los mecánicos con los electricistas y los fabricantes
dos, de cuyas filas procedían y a cuyas filas podían volver en cual- manuales de botas con los fabricantes de botas a máquina; 76 como
quier momento, ya fuese para siempre por un período brev:, cu~~ los cajistas, quienes apoyaron la formación de una asociación in-
do la industria en que trabajaban pasaba por una etapa de mact1v1- dependiente de «impresores»; y como los moldeadores de hierro,
dad. Desde el punto de vista técnico, el trabajador portuario espe- quienes no hicieron intento alguno por organizar a los moldeadores
cializado, o estibador, que podía disponer de trabajo en el momento a máquina. 77 O bien el «artesano» podía tratar de apoderarse de la
en que lo deseaba, era un trabajador tan eventual como el último máquina, asimilándola a los ritmos artesanales, como trataron de ha-
de los vagabundos de los muelles; y el «artesano» podía también cerlo con cierto éxito los cajistas, los mecánicos y los caldereros.78
73
considerarlo despreciativamente como un trabajador «no calificado». Sólo en muy pocas ocasiones el gremio se sintió impulsado a exten-
El hecho de que los trabajadores situados a uno y otro lado de der su jurisdicción hasta los nuevos grupos de obreros no calificados
la brecha se adhirieran. a sus respectivas posiciones de «artesanos» Y o semicalificados (técnica utilizada más tarde por la Federación
«peones» resultó muy ventajoso para los sindicatos g~nerales du- ~ .·'1 Norteamericana del Trabajo para competir con su rival más moder-
rante su etapa de formación. De ese modo evitaron el tipo de com- no ).79 Además, los problemas relativos a la unidad eran en gran me-
petencia con los «gremios», que a finales de la década de 1880 des- dida meramente académicos en los casos en que los sindicatos de
truyó en los Estados Unidos -país donde la mecanización estaba obreros «no calificados» se habían constituido tanto para luchar
74
más adelantada- a los Caballeros del Trabajo (Knights of Labor). contra los «artesanos» como contra los -patronos (por ejemplo, en los
Porque, aunque a los peones de los astilleros o a los obreros de las astilleros).
bocaminas les haya afectado el tener que recurrir a los caldereros o Los sindicatos generales podían echar raíces siempre que los ar-
a los picadores para reforzar su capacidad de negociación, tampoco •
tesanos siguiesen siendo complacientes y los peones modestos: po-
eran lo bastante fuertes como para pensar -como hicieron los Ca- dían organizar aquí una industria completamente dejada de lado
balleros- en imponer una unión de acuerdo con sus propias condi- (como la del transporte) y allí los grupos inferiores de obreros de
ciones ni los «gremios» sintieron la necesidad de imponerla de
una industria cuyas categorías superiores estaban organizadas por los
acuerdo con las suyas. A pesar de las advertencias en tal sentido de
'l sindicatos de oficio (barcos, hierro y acero, mecánica); o bien podían
su ala izquierda,75 hasta 1906 el desarrollo de la mecanización y el ~
- organizar áreas enteras marginadas por la localización del sistema
avance del proceso de dilución de las diferencias entre las diversas
sindical (Devon y parte de los Midlands) o grupos enteros de oficios
categorías de obreros no supuso al parecer ningún peligro urgente
72. R. C. on Labour, grupo A, testimonio 25, 744 (W. A. Valon): . 76. «50 Years of the ETU», Manchester, 1939; Webb, Industrial demo-
73. En su informe acerca de las huelgas (1889), John Burnett, mgeruer? cracy, ed. de 1902, pp. 418419.
del Departamento de Trabajo del Ministerio de Comercio, clasificaba a los esu- 77. R. B. Suthers, The story of Natsopa, 1929, pp. 12-13; Asociación de
badores de carbón a los cargadores de granos y a los trabaj~dores eventuales Moldeadores de Placas y Máquinas Unidos (Oldham), Informe Anual (1894),
de los muelles co~o obreros «no calificados». . p. 5 (Brit. Lib. Poi. Sci., Colección E. D., p. 163).
74. Véase J. Commons y asociados, op. cit., II, cap. 8-10; S. Perlman, Hzs- 78. Webb, Industrial democracy, cap. VIII, «New processes and machi-
tory of trade unionism in the USA, pp. 114-116. . nery»; Ellic Howe y H. Waite, The London Society of Compositors, 1948,
75. Por ejemplo, John Burns, op. c~t.; J. B. Jefferys t?ue.stra que la admi- pp. 231-233.
sión en el Sindicato de Mecánicos de aertos obreros sem1cali:ficados, en 18~2, 79. El reclutamiento de los hiladores de anillo (ring-spinners) por parte del
por efecto de las presiones del ala izquierda, era sólo nominal (Story of the Sindicato de Operarios de Talleres de Carda constituye un ejemplo de ese fe-
engineers, 1944, pp. 136-138). ~ / nómeno en Gran Bretaña.
TRABAJADORES LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 213
212
·~
80
calificados pequeños o dispersos (el Sindicato de Artesanos de Gales 't Por el contrario; el incentivo para establecer sindicatos «indus-
81
o el ·Sindicato de Cardadores de Yorkshire ), que preferían contar triales» sistemáticos fue durante mucho tiempo débil. Hasta 1914
con los recursos de un gran sindicato o bien necesitaban el apoyo de la negociación eran mayoritariamente local o en el mejor de los casos
82
otras categorías de obreros de su industria. El estancamiento del regional. Hasta la primera guerra mundial, además, la estructura
«viejo» sindicalismo a partir de 1875 y la localización de la industria salarial siguió siendo mayoritariamente tradicional (en todo caso,
les brindaron la posibilidad de organizar un importante conjunto de para los obreros «no calificados» ). 85 En la medida en que los patro-
grupos fuertes. Y el gran incentivo para extender sus riesgos les con- nos podían establecer los salarios para esos obreros «no calificados»
firió una elasticidad de la que carecían otros sindicatos. Mucho antes sencillamente según la «tarifa regional» de ese trabajo, y en la me-
de que una nueva industria o una nueva región se desarrollaran hasta dida en que las variaciones locales eran substanciales,86 seguía exis-
poder establecer sus propios sindicatos, ya había sido invadida y, en tiendo un argumento fuerte en favor del ideal de un «coto cerrado
83
caso de ser receptiva, organizada por un sindicato general. Por regional» ejercido por el sindicato general. Resultó bastante com-
consiguiente, los partidarios del sindicalismo industrial sistemátic? prensible que los diferentes gremios que se sumaron a la famosa huel-
estaban equivocados al creer que los sindicatos generales se marchi- ga del Black Country de 1913 exigieran no sólo unas concesiones
tarían, aun cuando todas sus secciones industriales se integrasen en sectoriales, sino también un mínimo general de 23 chelines para
sindicatos específicos y aun cuando la reducción del trabajo eventual el Black Country. 87 Mientras el obrero pudo sentir que su negociación
84
redujera el tamaño del núcleo de los trabajadores «generales». Pues- l. -~ dependía tanto del mercado de trabajo «general» de la región como
to que no existía autoridad superior alguna capaz de distribuir los de la situación de su industria específica (a nivel nacional o local),
diferentes campos que debían ser organizados, esos sindicatos gene- un sindicato «general» adecuadamente articulado podía resultar la
rales conservarían sus funciones residuales y, por consiguiente, ten- forma más ventajosa de «sindicalismo de industria».
derían a beneficiarse extraordinariamente por cualquier gran expan- Se trataba sin duda de una fase temporaria. Hacia la época en
sión del sindicalismo. Por ejemplo, el Sindicato de Trabajadores, que que los obreros de la construcción y los portuarios comenzaron a
entre 1898 y 1910 nunca tuvo más de 5.000 miembros, declaró un negociar a nivel nacional, en que la estructura tradicional de los
.. total de 150.000 en 1914, la mayoría de los cuales eran hombres y salarios de la industria mecánica fue sacudida por la guerra y en
mujeres que, aun no siendo «obreros independientes», sencillamente que los ferroviarios adoptaron una política moderna consistente en
no encontraron otros sindicatos en su región o industria dispuestos pedir los salarios más elevados posibles, los argumentos en favor del
a absorberlos. «sindicalismo de industria» lograron imponerse. Además, los meca-
e ,) las
nismos institucionales como las juntas de industria (trade boards),
leyes de salario mínimo (mínimum wage acts), etc., proporciona-
80. Trabajadores de mantenimiento de la industria de la hojalata (funda-
da en 1889). En 1935 se adhirieron al Sindicato Nacional de Trabajadores Ge- ron un método alternativo para resolver el problema de fijar una
nerales y Municipales. . «tarifa regional para el trabajo no calificado». Pero entre 1911 y
81. Ahora también integrado en el Sindicato Nacional de Trabaiadores Ge-
nerales y Municipales. . . . 1914, período en que se produjo la expansión decisiva de los sindica-
82. Picapedreros, trabajadores de las mmas de metal, algunos cuchilleros Y
obreros de pequeñas industrias metálicas, toneleros amenazados por el desarro-
llo de la maquinaria, obreros calificados de los molinos de harina, etc. En 18?9 85. J. W. F. Rowe, Wages in practice and theory, 1928, pp. 151-156.
surgieron sindicatos de molineros de harina, de obreros del papel, de t~abaia 86. Rowe, op. cit., pp. 69-71, 74-75. Véase también F. W . Lawrence Local
dores de la industria química y de otras industrias nuevas y muy mecanizadas, variations in wages, 1898. Las dimensiones de los distritos sindicales d~n una
pero no tuvieron demasiado é~ito. independiente: . i~ea de la pequeñez del área de negociación. El censo salarial de 1906 {por
83. Cf. la campaña del Smdicato de Trabaiadores del Gas para orgaruzar e1emplo, 1:-XXXIV del Gremio de la Construcción y de la Carpintería en 1910)
a los trabajadores telefónicos en la década de 1890 (Informes Trimestrales, 1896- nos permite observar las notables variaciones de los salarios estándar de los
peo~es dentro de áreas bastante pequeñas (por ejemplo, en el sur de Lan-
1897; por ejemplo, I , 1897, pp. 43-47).
84. Cole y Mellor, The greater unionism, 1913, p. 17; Cole, World of la- cashire).
bour, ed. de 1915, pp. 239-240, es más moderado. 87. Askwith, Industrial problems and disputes, 1920, p. 252, cap. XXV.
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214 TRABAJADORES
1
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tos generales, estos fenómenos apenas comenzaban a producirse. De~
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modo- que los sindicatos generales fueron los principales beneficia- ti
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rios de la expansión, aunque su desarrollo no era incompatible cori j!
la negociación por industrias. Quizás esto explique su asombroso ti
éxito a partir de 1911 en la absorción de sus rivales organizados por
industrias, quienes entre 1900 y 1910 habían logrado a su vez un
éxito relativo. La fusión del Sindicato de Trabajadores Generales y
del Transporte con el Sindicato de Trabajadores de Tranvías y Ve-
hículos, así como la adhesión del Sindicato de Empleados Munici- 10. LOS SINDICATOS NACIONALES
pales para formar el Sindicato de Trabajadores Generales y Munici- EN LAS ZONAS PORTUARIAS
pales, supuso una doble ventaja: la de negociar junto con otras cate-
gorías de trabajadores de su ramo y, en cierto modo, la de coordinar
sus negociaciones con las de los numerosos trabajos relativamente I
equivalentes (o los numerosos trabajos cuyas tarifas salariales se :fija-
ban recíprocamente), uno de cuyos sectores estaba organizado por Las batallas, triunfos y derrotas más dramáticos del llamado
esos sindicatos; al margen del hecho de que, dada la existencia del ~ ~ <<nuevo s~ndicalismo» de finales del siglo XIX y comienzos del siglo xx
gigantesco Sindicato de Trabajadores Generales y del Transporte, se produ1.e~o~ en las zonas portuarias británicas. Muchas personas,
era mucho más fácil fusionarse con él que, por ejemplo, formar el poco famihanzadas con los episodios de la historia del movimiento
sindicato unido de trabajadores del transporte por carretera, orga- obre~o, recuerdan, en cambio, sus huelgas, como, por ejemplo, el
nizado a nivel nacional, con el que todavía en 1911-1914 seguían conflicto de 1889, dirigido por John Burns, Tom Mann y Ben Tillett.
soñando los carreteros.88 Los Sindicatos Generales llegaron a estable- Sus lock-outs y las contraofensivas de los patronos también tuvieron
cerse, y sus ventajas y su fuerza eran tales que siguieron creciendo. mucha envergadura. Un líder de los portuarios, Ernest Bevin se ha
Por cierto -al margen de una eventual transformación revoluciona- convertido en el sindicalista del siglo xx más conocido por lo; legos.
ria del movimiento sindical-, a partir de 1911 toda esperanza de Resulta nat~ral, pues, que la historia de las agitaciones en los puertos
eliminarlos resultó utópica. Un problema distinto es el de determi- se haya escrito por lo general insistiendo en sus acontecimientos dra-
nar si su crecimiento -a pesar de la flexibilidad que supuso para la máticos Y en sus personalidades más sonadas, aunque como suele
expansión del sindicalismo británico-- no planteó en realidad más C - suceder, ni. siquiera existe todavía una historia narrativa adecuad::>---
1
·problemas de los que resolvió. - de estos mismos hechos. No es mi intención, sin embargo, c("···
otra vez o completar tal narración, sino examin.ar las causas d~
(1949) gimiente del sindicalismo de las zonas portuarias británicas e:..
etapa determinada.
En líneas generales puede afirmarse que surgió entre 1889 y
1:14: ,Hast~ 1889 el obrero portuario no disponía de ninguna orga-
ntzac10n seria o permanente. Después de las grandes huelgas y Zock-
º .uts de 1911-1912 el sindicalismo ya no volvió a perder importan-
cia en ese sector. El primer problema que se nos plantea se vincula
pues, c~n el comienzo tardío y difícil del sindicalismo de las zona;
~ortuarias. Este hecho requiere una explicación, porque en la actua-
88. Conferencia especial sobre la unificación (1914), pp. 22, 25-26. ~ °.) lidad se da por supuesto que los obreros portuarios se encuentran
~
216 TRABAJADORES LOS SINDICATOS EN LAS ZONAS PORTUARIAS 217
~j
en una posición de negociación extremadament~ fuerte . Las huelgas .C- . en las fábricas de .gas, con los montadores y torneros en los VH!JOS
de lQs muelles, al igual que las de los ferrocarriles, pued~n provocar talleres mecánicos, con los picadores en las minas o con los hilan-
grandes pérdidas financieras o pueden perturbar un ampho sect~r de deros en la industria del algodón. Según los momentos y lugares,
la economía (sobre todo en las áreas que dependen del comercio de prácticamente cualquier grupo puede convertirse en el núcleo de un
ultramar) al retardar o impedir el transporte de mercancías ! mate-
1
sindicato. En Bristol (cuna del modernq Sindicato de Trabajadores ¡
rias primas. Los portuarios son poderosos porque su capacidad .de Generales y del Transporte), ese núcleo estuvo formado por los obre- ,, ¡
1
huelga es poderosa; y en general los sindicatos de las zonas portuarias ros de los muelles y los cargadores de b'arcos; en Harwich, por los
tienen una fuerte tradición de combatividad. De Santos a San Fra~- ferroviarios; en Grimsby, por el sindicato externo de Trabajadores
cisco, de Sydney a Liverpool, la amenaza de una .huel~a portuaria del Gas y por los marineros (quienes también iniciaron el movimien-
es algo que todavía se sigue tomando muy. en seno: ~m embargo, to sindical en Glasgow y en Liverpool). 2 En otros puertos, cada sector ,,,,:I
de hecho (salvo en el caso de ciertos gremios especializados, como de trabajadores estaba organizado por separado sobre una base semi- i
los lanchoneros), la organización sindical portuaria tuvo por l~ ge- gremial. Algunos grupos, en especial el personal permanente de man- 1 •
neral un desarrollo lento. En ese sentido, el caso de Gran Bretana se tenimiento y los operadores de la maquinaria, podían estar organiza-
t'
asemeja mucho al de la mayoría de los otros países industrialmente dos por sindicatos externos de carácter gremial o no gremial, como 1
Las actividades de las zonas portuarias tienen fronteras muy fluidas carbón; el sindicalismo gremial compuesto, como en el caso de cier- ¡1
y su configuración no es muy nítida: el trabajo que en ella se realiza tos carreteros y marineros; el sindicalismo general, como en él caso ..,,
consiste en la carga y descarga de los fletes, el transporte de, las de los miembros de los diferentes sindicatos generales que operaban I,
mercancías por agua (mediante lanchones o barcaz?s), en l~s. darse- en los puertos; y toda clase de sindicalismo de industria, local, re- -~ 1
nas (mediante camiones, carretones y otros medios mecamco~). Y gional y nacional.3 ,1
Alan Bullock sobre Ernest Bevin dice bastante poco a~e~ca del per;o~o m1cial. 'I
Existe una amplia y excelente literatura sobre l~s condiciones e~onom1cas Y so- l~ mecanización de la carga y descarga del grano y del carbón, y hasta
ciales en los muelles, y sobre todo ac.erca de~ sistema de traba¡o eventual (ca- cierto punto de la madera; y ese proceso se desarrolló con lentitud.
·J:
1¡
sualism) imprescindible para el estudioso seno. La mejor descripción del trabajo de los muelles de Londres hacia
4. De modo que en Aberdeen hubiese tenido que tratar sobre todo c~m
el Sindicato Nacional de Trabajadores de los Muelles; en Dundee, cor~ el Sin- 1908 6 casi no menciona el equipo mecánico -salvo en el muelle de !1
·!
dicato Escocés de Trabajadores de los Muelles; en. los puertos de Fife Y en Victoria: trigo, carne congelada y carbón- y todavía en 1914 la ,1.
Leith otra vez con el Sindicato Nacional de Traba¡adores de los Muelles; en mayor parte del elevado del carbón en Liverpool se hacía con canas-
Blyth: con el Sindicato de f\rruroador~s y Estibadores del Norte de lnglaterr.a; íl
en Newcastle con una variedad de smdicatos; en Sunderland, con las Asocia- tos manuales, mientras que en Bristol la descarga de granos con sacos
ciones Federadas de la Costa Nordeste; en los Hartlepools, de n~ev.o sobre todo 11
con el Sindicato de Arrumadores; en Middlesbrough, con el Sind~cato d~ Por- 5. ?· Jeroroe, Mechanization in american industry, Nacional Bureau· of ¡1
tuarios de Londres; en Hull, con casi todos lo.s sindicatos de la industria; en Economic Research, 1934. .1
Goole sólo con el Sindicato Nacional de Traba1adores de los Muelles; peiu en 6. El valioso ~exto presentado por Ben Tillett al Joint Select Ctee. on the ¡i
Grimsby con el Sindicato de Trabajadores del Gas y en Boston y en los puer- Poro of London füll, Parl. P., X, 1908, pp. 677-682 (705-710).
tos del sur, con el Sindicato de Portuarios de Londres.
'<,
capacidad para tomar una serie de decisiones ajustadas a l~s ~x1gen tes» y los «débiles». El estibador o el cargador de granos -aunque
cias de la carga y descarga de mil y un barcos de caractenstlcas no no contase con una organización oficial- era virtualmente inmune a
uniformes, sí como la capacidad para supervisar el trabajo de los la contratación eventual. Dentro de la multitud que se apiñaba a
otros obreros. A pesar de que, según los criterios convencionales, su las puertas de los muelles eran muy pocos los que estaban dotados
nivel de calificación no se consideraba muy elevado -el delegado de la fuerza, el equilibrio y los nervios de acero necesarios tan sólo
de Trabajo del Ministerio de Comercio, que era ingeniero, describía9 para corr~r de arriba a abajo por las pasarelas inestables con un saco
a los estibadores de carbón como trabajadores «no cali:ficados»-, de un qumta~ s~bre los hombros. Desde el punto de vista práctico, el
su fuerza de negociación era considerable. r obrero especializado resultaba tan irreemplazable como el carpintero
Pero -al igual que los «obreros encargados del proceso» e~ la
industria química, que el personal de plataforma de los ~err?carrile~,
al igual de hecho que las categorías esenciales de cualquier mdu_st~ia E _10. En Lon?,re~, tres organizaciones de obreros calificados (el Sindicato de
b s~1badores, el, Smdicato de Barqueros y la Liga para la Protección de los Tra-
moderna (a diferencia de la producción artesanal)- esos especialis- aiador;s l te.man un. promedio de entre 6.000 y 8.000 miembros en los años
tas sólo constituían una parte, que -aunque grande- no coincidía del penodo mtermedio en~e las expansiones sindicales. Es probable que en la
~ran huelga de 1912 hub1erar;i participado efectivamente unos 45.000 obreros
e los muelles «Watney y Little Industrial warfare/ pp 90-91) V'
bién el apéndice l. ' · · ease tam-
7. Court of Enquiry concerning Transport Workers' Wages and Conditions
_11. El libro de H. Lle~ellyn Smith y V. Nash, The story of the dockers'
of Employment of Dock Labour, Parl. P., XXIV, 1920, de ahora en adelante
s~~zke, Londres, 1889, constituye_ la mejor introducción al estudio de la situa-
citado como Encuesta Shaw, pp. 136 (338), 153 (355), 212 (414). , . c10n. en Londres; Sex_ton!, op .. cz~., representa otro tanto con respecto a los
8. The lije of Sir James Sexton, agitator, by himself, Londres, ~936, pagi-
comienzos de la organ1zac10? smdical en Liverpool. El informe de la R e
nas 109-113. Compárese con G. Perillo, <~S~cialis~o ~ c~asse operata nel G~ L~bour, grupo B, es una mma de información acerca de muchos aspect~s de I~
novesato dallo sciopero del 1900 alla sctss10ne smdtcalista l», en_ ll movz-
mis~a. Cf. E . ~a.thbcn~, Report on ... dock labour in Liverpool, Liverpool Eco-
mento operaio e socialista in Liguria, VI, 4, 1960, p. 109. ,• '", nomtc and Statlstlcal Soc. Transactions, 1904.
9. Report on strikes, 1889, cuadro II (c 6176). ~ ~
LOS SINDICATOS EN LAS ZONAS PORTUARIAS 223
TRABAJADORES
222
Pero el pr?blema de. !os .trabajadores no calificados no podía
modelista.12 Por otra parte -sobre todo en épocas de rápida expan-
r;solv:rse mediante el vieJO sistema del restriccionismo. En teoría
sión comercial-, la perspectiva de obtener un jornal extra atraía ~ s1 pod1a haberse resuelto de ese modo, porque bastantes economistas
los muelles menos especializados una gran cantidad de obreros res1- ·
insistían en la ineficiencia desorganizadora del sistema de trabajo
duales -incapaces por alguna razón de hacer otro trabajo Y deseo-
eventual, y toda medida seria orientada a acabar con ese sistema
sos de probar las tareas que requerían el mínimo de fue:za, de e~pe suponía una reducción absoluta o relativa de la mano de obra com-
riencia y de regularidad-Y Como es natural, la existencia de ese lID-
petidora. Después de todo ¿acaso no se había demostrado que la
portante ejército laboral de reserva, por ineficiente que éste fuese, m~o de obra disponible en 1912 en los muelles de Liverpool era
hacía descender los niveles salariales del resto de los obreros Y deter-
casi el doble de la necesaria para cubrir la demanda máxima en
minaba el paso progresivo de las categorías inferiores de ?ro~esio
condicio~es de ~pti~1ia eficienc~a en la contratación? 16 Pero, aunque
nales hacia la situación de trabajadores residuales. Por cons1gu1ente,
a~gu~~s lideres su:d1cales apreciaran las ventajas que suponía la erra-
el organizador sindical de los muelles se enfrentaba con dos, o más
d:cac1on del :ra~ªJº. ;ventual para la negociación, los obreros se opo-
bien con tres, problemas. El primero de ellos era el problema non~al ruan a su elimmac10n. Una cosa era impedir que entraran nuevos
de los sindicatos de oficio: ¿cómo establecer y mantener la restric-
obreros en el gremio, y otra que Pedro y Juan (y quizás uno mismo)
ción de la entrada en el oficio? Los portuarios «calificados» y los que
quedaran en la calle. Una cosa era conseguir trabajo más o menos
ejercían funciones de «supervisión» resolvían ese problema de una
14 t ·u regular, por el hecho de ser más veloz o más fuerte, por haber sobor-
manera bastante similar a la de los artesanos corrientes. De hecho,
nado al capataz o por haber conocido a su madre en cualquier pue-
como el volumen del tráfico se expandía en forma sostenida sin que
blecito, y otra condenar a Pedro y a Juan (o muy probablemente a
se produjera la correspondiente mecanización, los obreros de cual-
uno. mismo) a convertirse en permanentes trabajadores «de prefe-
quier muelle establecido tenían siempre cierta ventaja (mientras se
rencia B», condenados a conseguir trabajo menos regular y peo~ pa-
entrenaban los nuevos cargadores de carbón o de sal, y se establecían
gad~. Incluso el obre:o ~o~tuari~ má.s pobre y más eventual siempre
convenios razonables) . Allí donde se abrían muelles totalmente nue-
pod1a aferrarse a la Justicia arb1trar1a del sistema de trabajo even-
vos su posición ya no era tan cómoda, aunque con un poco de acción
tual, a~nque sólo se tratara de la justicia de la lotería, según la cual
y de organización pronto podía ser estabilizada. El movimie?to de cualqmera puede sacar el número de la suerte. Por consiguiente -al
1889 quizá les proporcionó precisamente el estímulo necesario para
ma~ge~ de la opinión del economista o del organizador sindical-,
realizar ese esfuerzo, porque en los puertos carboníferos del norte
el mstmto de conservación empujaba al obrero portuario no califica-
de Inglaterra y del sur de Gales, y en muchos otros sitios, las orga-
do hacia una política de solidaridad, de distribución «justa» del tra-
nizaciones gremiales de portuarios se establecieron muy rápidamente ~:
.f bajo disponible. En Londres, donde los patronos habían impuesto
y obtuvieron todas las ventajas de la restricción, el reconocimiento
por razones económicas la erradicación del sistema de trabajo even-
y el coto cerrado, privilegios que ya nunca perderían a partir de en-
t~al,. estaba en vigor el método preferencial. En Liverpool, donde el
tonces.15 sindicato era fuerte, este método no pudo implantarse; y aun enton-
ces la base se opuso al nuevo plan, y el convenio -que otorgaba al
12. W . H. Beveridge, Unemployment, ed. de 1930, p. 83.
13. Booth, Life and labour, III, p. 88, analiza «el empleo residual»; acer-
ca del mismo en los muelles de Manchester, d . T. Fox en Informe de la R. C.
on the Poor Laws, pregunta 83.945. . (]ubilee History of National Union of General and Municipal Workers 1929
14. Acerca del restriccionismo véase el testimonio de H. Gosling, lancho- p. 13). ~n 1910-1911, los acuerdos conciliatorios (que constituían un' índi '
nero ante el Joint Ctee. on Port of London Bill (Parl. P., VIII, 1903, pp. 250- bastante. importante de reconocimiento) abarcaron a los estibadores del nord~s~
251 /y de la Amal. Stevedores Labour Protection League ante el Joint Ctee ... , te, Card1ff Y Newport y a los portuarios de Greenock y Bristol (TUC Report
Parl. P. X 1908 pregunta 9.426. El Sindicato de Estibadores de Londres co- 1?11, pp. 106 ss.). _ . . '
braba 2' lib~as po~ derechos de afiliación y la Liga para la Protección de los 16. R. Williams, The Liverpool docks problem, Liverpool Econ. and Stat.
Trabajadores 1 libra, salvo a los hijos de afiliados. . ' Soc., 1912, p. 15.
15. Al parecer, el coto cerrado se estableció en la ribera del Tyne en 1889 J
LOS SINDICATOS EN LAS ZONAS PORTUARIAS 225
TRABAJADORES
224
sindicato el control virtual de toda la mano de obra de e~e puert~ t;
Afortunadamente, había varios factores que evitaron una exce-
siva. separación de ambos niveles, separación que pareció probable
tuvo que ser impuesto a los obreros de Birkenhead mediante la uti-
17
en cierto momento. En primer término, para el mundo externo tanto
lización de esquiroles. • uno como el otro eran igualmente «peones». En realidad, hasta cier-
Por supuesto, a la larga el restriccionismo pudo ir~e _establecien-
to punto su posición técnica era la misma: la de trabajadores en
do. Cuando el volumen del tráfico portuario aumento, mcluso una
teo~!ª completamente «eventuales», sin derecho a un empleo regu-
mano de obra estable de alrededor de 29.000 obreros (y ya no de
lar. Por supuesto, en la práctica, los «obreros calificados» eran re-
16.000 o de 20.000) pudo comenzar a especular con su escasez du-
gulares, pero, igual que al siervo de la gleba rico de finales de la
rante la negociación, fenómeno que a su debido tiempo supus? un
Edad Media, cuya condición de siervo le mantenía unido a sus com-
gran incremento de la fuerza de las organizaciones de portuarios o
pañeros más pobres, al estibador acomodado no le resultaba fácil
cargadores de Gran Bretaña y del extranjero. Sin embargo, a corto
ser «aceptado» por el mundo externo. Acerca de esta cuestión el
plazo el sindicalismo de los muelles se vio obFgado a desarrollar nue-
vas tácticas de negociación combinada y de sindicalismo «de in_du~
sindicato de Londres tuvo algunos dificultades en 1885 con el Lon-
don Trades Council. En segundo término, a diferencia de los cal-
tria». A partir de 1910 -fecha en que por primera vez el Smdi-
dereros. o de los c~rpinteros, los portuarios especializados no poseían
cato de ·Portuarios de Bristol recluta deliberadamente grupos de
18 u~ con1unto suficientemente uniforme de calificaciones y experien-
obreros portuarios «estratégicamente vitales», y en que se funda
i¡ cias. Cada muelle o dársena tenía su conjunto específico de proble-
la Federación Nacional de Trabajadores del Transporte- los pro-
blemas relativos al sindicalismo de industria se discutían permanen- · ~
mas y costumbres, que no coincidía necesariamente con los de otros
~itios, ! ~uienes estaban especializados para trabajar en ellos, por
temente en la industria, y no sólo -como en algunos otros sitios-
mverosimil que parezca, constituían un grupo puramente localizado.
entre los grupos de intelectuales. Pero esto planteaba el tercer pro-
De modo, que, a pesar de su calificación, esos obreros eran relativa-
blema con que se enfrentaba el organizador de los muelles: ¿cómo
mente débiles; porque, dentro de la estructura cada vez más inte-
evitar que los sectores «fuertes» formaran sus propios sindicatos casi
grada del gran puerto moderno, la fuerza de negociación suficiente
gremiales y dejaran a los sectores «débiles» a merced del mercado?
para a:errorizar un muelle no tenía, después de todo, tanto peso en
O bien si no se podía evitar que eso ocurriera, ¿cómo lograr una
el con1unto, de.l puerto de Londres. Además (y, sin duda, este es
coordi;ación más eficaz entre los diversos tipos de sindicatos? Exis-
el factor mas importante) difícilmente podían los «artesanos» con-
tía el peligro de que se desarrollara un sindicalismo desarticu~ado.
solidar su posición en momentos en que la mecanización ya comen-
En muy pocos puertos todos los sectores importantes de trabaJado-
~ ~ab~ ~ expulsarlos de la misma. El tobogán de granos (grain-chute)
res portuarios estaban integrados en un solo sindicato'. El ejemplo
liqmdo al cargador de granos especializado; la toma de carbón me-
más importante de esto último era quizá Bristol. En Londres,, por f
cánica debilit? l~ posición d~ los estibadores. A medida que los
ejemplo, los estibadores, los lanchoneros, los operad~res de g:Uas Y
o?r:ro~, «sem1cahfi~ados» se iban haciendo cargo de las tareas, la
los cargadores de carbón tenían sus propias asociaciones, IDlentras
distmcion entre estibadores y no estibadores comenzó a desaparecer
que los cargadores especializados de la zona sur se habían unido en en al~nos puertos.20 Esto bien pudo suponer a corto plazo un estre-
una federación local de juntas sindicales independientes (no todas
chamiento de filas del sindicato de oficio y una intensificación de
integradas por trabajadores portuarios) denominada Liga de Protec-
ción de los Trabajadores. El Sindicato de Portuarios siguió abarcan- 19. El puerto de Bristol empleaba sólo unos 100 obreros de manera regu-
do un vasto conjunto de obreros especializados y de obreros comu- lar como personal de mantenimiento. El resto era en su totalidad técnicamenté
eventual. (R. C. on Poo_r Laws, XVI, p. 85.) Cf. Parl. P., X, 1908, pregunta
nes de los muelles. 9.401, acerca de los esubadores de Londres: «somos todos traba¡·adores even-
tuales».
17. J. Maluegue, Le travail casuel dans les ports anglais, París, 1913, pá- 20. Federación Na~i~nql de Trabajadores del Transporte, Mapa de sindi-
ginas 297-298. catos en los puertos bntarucos, 1913 (?), LSE, Colección EB cv 18, p. 3.
18. Dockers' record, marzo 1911, p. 2.
15. - H OBSBAW.M
LOS SINDICATOS EN LAS ZONAS PORTUARIAS 225
TRABAJADORES
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sindicato el control virtual de toda la mano de obra de e~e puert~ ~ Afortunadamente, había varios factores que evitaron una exce-
siva. separación de ambos niveles, separación que pareció probable
tuvo· que ser impuesto a los obreros de Birkenhead mediante la uti-
17
en cierto momento. En primer término, para el mundo externo tanto
lización de esquiroles. •
uno como el otro eran igualmente «peones». En realidad, hasta cier-
Por supuesto, a la larga el restriccionismo pudo ir~e _establecien-
to punto su posición técnica era la misma: la de trabajadores en
do. Cuando el volumen del tráfico portuario aumento, mcluso una
teo~!ª completamente «eventuales», sin derecho a un empleo regu-
mano de obra estable de alrededor de 29.000 obreros (y ya no de
lar. Por supuesto, en la práctica, los «obreros calificados» eran re-
16.000 o de 20.000) pudo comenzar a especular con su escasez du-
gulares, pero, igual que al siervo de la gleba rico de finales de la
rante la negociación, fenómeno que a su debido tiempo supus? un
Edad Media, cuya condición de siervo le mantenía unido a sus com-
gran incremento de la fuerza de las organizaciones de portuarios o
pañeros más pobres, al estibador acomodado no le resultaba fácil
cargadores de Gran Bretaña y del extranjero. Sin embargo, a corto
ser «aceptado» por el mundo externo. Acerca de esta cuestión el
plazo el sindicalismo de los muelles se vio obFgado a desarrolla~ nue-
vas tácticas de negociación combinada y de sindicalismo «de m.du~
sindicato de Londres tuvo algunos dificultades en 1885 con el Lon-
don Trades Council. En segundo término, a diferencia de los cal-
tria». A partir de 1910 -fecha en que por primera vez el Sindi-
dereros. o de los c~rpinteros, los portuarios especializados no poseían
cato de ·Portuarios de Bristol recluta deliberadamente grupos de
18 u~ con¡unto suficientemente uniforme de calificaciones y experien-
obreros portuarios «estratégicamente vitales», y en que se funda
.11 cias. Cada muelle o dársena tenía su conjunto específico de proble-
la Federación Nacional de Trabajadores del Transporte- los pro- ~
mas y costumbres, que no coincidía necesariamente con los de otros
blemas relativos al sindicalismo de industria se discutían permanen-
~itios, ! ~uienes estaban especializados para trabajar en ellos, por
temente en la industria, y no sólo -como en algunos otros sitios-
mveros1mil que parezca, constituían un grupo puramente localizado.
entre los grupos de intelectuales. Pero esto planteaba el tercer pro-
De modo, que, a pesar de su calificación, esos obreros eran relativa-
blema con que se enfrentaba el organizador de los muelles: ¿cómo
mente débiles; porque, dentro de la estructura cada vez más inte-
evitar que los sectores «fuertes» formaran sus propios sindicatos casi
grada del gran puerto moderno, la fuerza de negociación suficiente
gremiales y dejaran a los sectores «débiles» a merced del mercado?
para a~errorizar un muelle no tenía, después de todo, tanto peso en
O bien si no se podía evitar que eso ocurriera, ¿cómo lograr una
el con¡unto de.l puerto de Londres. Además (y, sin duda, este es
coordi;ación más eficaz entre los diversos tipos de sindicatos? Exis-
el factor más importante) difícilmente podían los «artesanos» con-
tía el peligro de que s~ desarrollara un sindicalismo desarticu~ado.
solidar su posición en momentos en que la mecanización ya comen-
En muy pocos puertos todos los sectores importantes de trabaJado-
' ~ah~ ~ expulsarlos de la misma. El tobogán de granos (grain-chute)
res portuarios estaban integrados en un solo sindicato. El ejemplo
liqmdo al cargador de granos especializado; la toma de carbón me-
más importante de esto último era quizá Bristol. En Londres,, por
camca debilit? l~ posición d~ los estibadores. A medida que los
ejemplo, los estibadores, los lanchoneros, los operad~res de g.ruas Y
o?r:ro~, «sem1cahfi~ados» se iban haciendo cargo de las tareas, la
los cargadores de carbón tenían sus propias asociaciones, ffilentras
distmc1on entre estibadores y no estibadores comenzó a desaparecer
que los cargadores especializados de la zona sur se habían unido en en al~nos puertos.20 Esto bien pudo suponer a corto plazo un estre-
una federación local de juntas sindicales independientes (no todas
chamiento de filas del sindicato de oficio y una intensificación de
integradas por trabajadores portuarios) denominada Liga de Protec-
ción de los Trabajadores. El Sindicato de Portuarios siguió abarcan- 19. El puerto de Bristol empleaba sólo unos 100 obreros de manera regu-
do un vasto conjunto de obreros especializados y de obreros comu- lar como personal de mantenimiento. El resto era en su totalidad técnicamenté
eventual. (R. C. on Poo.r Laws, XVI, p. 85.) Cf. Parl. P., X, 1908, pregunta
nes de los muelles. 9.401, acerca de los esubadores de Londres: «somos todos ttabaJ·adores even-
tuales».
17. J. Maluegue, Le travail casuel dans les ports anglais, París, 1913, pá- 20. Federación Na~i~n~l de Traba¡adores del Transporte, Mapa de sincli-
ginas 297-298. catos en los puertos bntarucos, 1913 (?), LSE, Colección EB cv 18, p. 3.
18. Dockers' record, marzo 1911, p. 2.
15. - HOBSBAWM
226 TRABAJADORES LOS SINDICATOS EN LAS ZONAS PORTUARIAS 227
la separación entre éste y el resto de los trabajadores; al parecer,~ ~·~ usuarios, grandes compañías portuarias, municipios (como en el caso
esto· fue lo que realmente sucedió. O bien pudieron constituirse nue- de Bristol), grandes fletadores y masas de pequeños representantes
vos sindicatos «de oficios».21 Pero a largo plazo ese proceso también de los armadores en los muelles y patronos estibadores envolvía la
les convencería de la necesidad de una acción común dentro del zona portuaria; cada uno de ellos con una reserva de trabajadores
conjunto de la industria. Los problemas de los estibadores no po- eventuales con la que atendían sus necesidades de trabajo, que fluc-
dían ser abordados de manera efectiva al margen de los problemas tuaban violentamente, cada uno de ellos con su propia modalidad
de los trabajadores portuarios comunes. Salvo el Sindicato de Esti- de contratación en cada muelle y en cada cargamento. El patrono pe-
badores de Cardiff y algunos sindicatos de estibadores «especializa- queño, el subcontratista, dominaba todo el cuadro, porque incluso :j
:li
dos», muy pocos sindicatos del numeroso conjunto de sindicatos «de las grandes unidades subcontrataban una gran parte del trabajo, y, l
!I.,
oficios» sobrevivieron a las unificaciones de comienzos de la década cuando no era así, el sistema de contratación eventual colocaba a los
de 1920. Ya se integraran en el Sindicato de Trabajadores Genera- capataces en una posición muy parecida a la de los subcontratistas, .~
1
les y del Transporte o bien, como los menos, en el Sindicato Nacio- aunque sus ganancias bien podían proceder de operaciones ilícitas, IJ)
nal de Trabajadores Generales y Municipales,22 incorporaron tam- soborno, préstamo de dinero, etc.23 Por supuesto, a este grupo le
bién a las categorías inferiores de obreros. Por supuesto, mucho interesaba mucho la perduración del sistema. El pequeño represen-
tiempo antes de que se considerase con seriedad la unificación, las tante del armador en los muelles o el patrono de cargadores estaba
necesidades derivadas de la negociación impulsaron a las diferentes f. -~ satisfecho con un sistema que le proporcionaba una reserva perma-
asociaciones a federarse de una manera bastante estrecha. · nente de mano de obra con que hacer frente a las fluctuaciones repen-
tinas· y que, de ese modo, lo protegía contra la competencia de los
usuarios más importantes. Los capataces de Liverpool introducidos en
III Manchester se negaron categóricamente a trabajar con cualquier sis- I'
I~
tema de contratación que no fuera el eventual, que les aseguraba una
Desde el punto de vista empresarial, la perspectiva de unos sin- posición tan favorable (y, sin duda, tan gananciosa).24
dicatos fuertes en los puertos no era, en teoría, inaceptable. El ramo Desde el punto de vista empresarial, podían hacerse varias obje-
estaba muy necesitado de racionalización. No resulta exagerado afir- ciones a este sistema. La eficiencia de la mano de obra negligente '·¡
mar que todavía se encontraba en el estadio del ferrocarril Stockton- que el mismo fomentaba era abrumadoramente baja y la mano de
Darlington o de las carreteras de peaje: el equipo común de capital obra total estaba muy por encima de lo necesario, incluso con res-
estaba al servicio de un abigarrado conjunto de usuarios privados y t". ¡ pecto a los momentos de mayor demanda. Sin embargo, estos aspee-
no uniformizados. (En algunos casos -sobre todo en Londres antes · tos eran percibidos por los economistas que, desde fuera, tenían una
de 1908- ni siquiera el equipo básico estaba programado y adminis- vista a vuelo de pájaro de toda la situación, pero no por los fleta- 1
trado por un órgano central.) Una maraña de pequeños y grandes dores y representantes de los armadores, ocupados en la carga o des- I'.1,
carga de unos fletes desvinculados entre sí. Más perturbadora era la ·!'
¡I
extrema falta de homogeneización, en virtud de la cual la negocia- .1
21. Por ejemplo, los operadores de grúas o grupos como el Sindicato Uni- 1
ficado para la Protección de los Conductores de Locomotoras, los Conductores ción del precio de cada cargamento resultaba bastante impredecible. • ¡¡
de Grúas y los Encargados de Dispositivos Hidráulicos y Calderas, que era una Como los comerciantes de carbón de Londres expresaron a la Comí-
pequeña asociación obrera de Londres. A veces estos trabajadores se afiliaban 11
a sindicatos externos, por ejemplo en Liverpool al Sindicato de Trabajadores ¡1
del Gas o en Swansea al Sindicato Nacional de Trabajadores Generales y Mu· 23. Testimonio de Sexton ante la R. C. on Poor Laws (pregunta 84.243) .1
nicipales. acerca de los que practicaban la usura y otras actuaciones ilícitas ( «gombeen
22. Los sectores de las zonas portuarias y de los muelles del Sindicato Na- men») en los muelles de Liverpool. Cf. también Beveridge, op. cit., ed. de 1909,
cional Unificado de Trabajadores y el Sindicato de Barqueros del Tyne se inte- p. 264 D. · •
graron en el Sindicato Nacional de Trabajadores Generales y Municipales. 24. Informe ed Squire y Maitland, R. C. on Poor Laws, XVI, p. 84.
228 TRABAJADORES LOS SINDICATOS EN LAS ZONAS PORTUARIAS 229
''f
sión de Trabajo un sindicato fuerte bien podría simplificar Y uni- • - mecanización, y cualquier clase de disposición que asegurase una
formar los tem;s.25 Es decir, siempre y cuando ese sindicato fuese contratación más racional y más flexible en todo el puerto, se hu-
«sensible» y no tratase de elevar los costes de mano de obra más biese recomendado por sí sola a la comunidad comercial, siempre y
allá de lo «razonable», porque cuando hasta las firmas más grandes cuando esta última hubiese podido acceder a una perspectiva común
pagaban casi unas dos terceras partes de su desembolso anual o casi y hubiese superado el punto de vista limitado de cada firma en par-
un 50 por ciento del total de su facturación en concepto de mano ticular. El estímulo de un gran levantamiento sindical y la discreta
de obra 26 era evidente que se trataba de una industria muy sensi- ayuda de los funcionarios del gobierno le ayudaron a hacerlo.
ble. Po; otra parte, allí donde no había sindicalismo, los tra~ajador;s De hecho, hasta 1914 conocemos pocos ejemplos de este tipo de
portuarios no especializados podían tomar o dejar el trabaJO segun racionalización deliberada: en las grandes compañías portuarias de
las condiciones ofrecidas; en todo caso, la fluidez de la mano de Londres (1891-1912), en Liverpool y en algunos puertos más peque-
obra (alguno siempre pasaría de un muelle a otro) tendía a nivelar ños como Goole y Sunderland (aunque los 1.000 o 2.000 obreros de
de alguna manera las condiciones de trabajo. Por ejemplo: no hay estos últimos no pueden compararse con los 4.000 u 8.000 de Lon-
pruebas de que estas últimas fuesen substancialmente distint~s en el dres o los 29 .000 de Liverpool).29 El plan de Londres era sólo indi-
sector norte del puerto de Liverpool, que no estaba orgamzado, y rectamente el producto del levantamiento de 1889, a pesar de haber
en el sector sur, más pequeño pero sindicalizado.27 sido adoptado por recomendación de Charles Booth, miembro de
Por otra parte, dada la ausencia de una reorganización sistemá- f , la inspección social, que era a su vez un gran armador. Por supuesto,
tica, el negocio de los grandes puertos en expansión se había entor. se limitaba a una gran firma y a sus asociadas {la Compañía Portua-
pecido hasta el punto de provocar serias pérdidas para todos, s_alvo ria de Londres y la India y más tarde las diferentes compañías aso-
para los subcontratistas. Williams (el defensor del plan de Liver- ciadas en el «Comité conjunto» [Joint Committee]) y fue en gran
pool) da una serie de ejemplos ilustrativos.28 Un barco se encu~ntra parte una severa medida de racionalización interna, virtualmente no
parcialmente descargado, pero el cargamento no puede ser retirado afectada por las complejidades que supone la negociación entre una
con rapidez de los muelles en que está depositado: obstaculiza a otros multitud de patrones separados y un sindicato fuerte. Su resultado
y para retirarlo hay que pagar horas extraordinarias. Las mercancías no fue tanto el incremento de la intensidad del trabajo como la elimi-
se dejan deliberadamente en los muelles, dispuestas para coger uno nación del sistema de trabajo eventual; porque mientras el porcen-
de· los primeros barcos: el remitente prefiere pagar más para evitar taje de trabajo realizado por obreros portuarios «permanentes» aumen-
la demora que puede producir el pesado dispositivo de almacenaje tó del 30 al 38 por ciento entre 1894-1896 y 1902-1904,30 el por-
y manipulación. Mientras tanto esos productos ocupan también el ' centaje de trabajo a destajo aumentó en el muelle de Victoria y Al-
espacio disponible. El agente del comerciante baja tradicionalmente a f - berto desde apenas un 19 por ciento en 1894 hasta casi un 81 por
los muelles por la mañana para recibir sus mercancías, pero es pro- ciento en 1904.31 Además, la transferencia de los tipos de trabajo
bable que para ello tenga que ir a tres o cuatro sitios, y cuando por más fluctuantes "a los subcontratistas hizo que incluso el grado de eli-
fin las localiza ya se ha cerrado la contratación, los obreros ya están
comprometidos o se han marchado y las mercancías tienen que es- 29. Acerca de Londres véase el informe de la comisión sobre la Ley de
perar un día más (y ocupar más espacio valioso). Evidentemente, la Pobres, el libro de Beveridge y la Labour Gazette. Acerca de Liverpool, el libro
de R. Williams One year's working of the Liverpool dock scheme, Liverpool,
1914. El Sindicato de Trabajadores Generales y del Transporte también respetó
algunos de los convenios contemporáneos de Liverpool (Departamento de In-
25. R. C. on Labour, grupo C, pregunta 27.741, 27.772-27.775. vestigaciones del Sindicato de Trabajadores Generales y del Transporte).
26. Relation of wages to cost of production in certain industries, C. 6.535 30. Beveridge, op. cit., ed. de 1930, p. 90. El porcentaje combinado de
de 1891, pp. 172 SS. .obreros permanentes y de preferencia «A» se elevó desde el 63 por ciento en
27. Maluegue, op. cit., p. 48. Pero sí había diferencias en cuanto a las 1894-1896 hasta el 78,5 por ciento en 1902-1904.
pagas extras y al régimen de horas extraordinarias. ;1. _Charity Organization Society, Report on unskilled labour, · Londres,
28. R. Williams, op. cit., pp. 21-23. ..., 1908, p. 121. En otros muelles ya predominaba el régimen de trabajo a destajo.
f .,...,
230 TRABAJADORES LOS SINDICATOS EN LAS ZONAS PORTUARIAS 231
~ r
minación del sistema de trabajo eventual pareciera mayor que el real- · embestidas y contragolpes. La historia del sindicalismo antes de 1889
mente logrado. El plan de Liverpool, a pesar de ser más modesto todavía es poco conocida, pero al parecer el primer movimiento ge-
desde el punto de vista técnico, fue mucho más ambicioso, porque neral se produjo durante el boom de 1871-1873 y tuvo como con-
abarcaba a unas 60 :firmas y a un sindicato en todo el puerto. Por secuencia {aparte del primer convenio salarial para Londres que re-
otra parte, la real concentración de la producción y la regularización cuerden los sindicalistas) una organización permanente de los estiba-
de la mano de obra de la zona portuaria había llegado ~n poco más dores. Los desarrollos de Liverpool son aún menos claros, aunque al
lejos en el litoral del río Mersey que en el del Támesis. Once firmas, parecer se produjo una huelga en 1879 y un convenio salarial en
sobre un total de 63, empleaban a unos 17 .000 trabajadores, sobre 1885.34 En todo caso, el primer movimiento nacional se produjo en
un total de 28.000: por supuesto, se trataba sobre todo de grandes 1889-1890 y estableció sindicatos fuertes en varios grandes puertos,
fletadores, que tenían barcos regulares de línea; a sólo dos grandes lo que, virtualmente, supuso el establecimiento de unos cotos cerra-
:firmas -la White Star y la Leyland Dominion- se les asignaron no dos. Para algunos sindicatos y puertos especializados y calificados ese
menos de 7 .000 trabajadores portuarios dentro del plan efectivo.32 movimiento significó el logro de los objetivos buscados (por ejem-
Además, de mutuo acuerdo, los muelles de barcos de línea del sector plo, en la ribera del Tyne o, en cierta medida, en el sur de Londres),
norte, que utilizaban casi el 80 por ciento de la mano de obra, y los porque fueron reconocidos en forma inmediata y permanente. En
33
muelles del medio, que surtían el comercio de cabotaje, tenían de- otras partes se desarrolló el contraataque, estimulado por la c;reencia
mandas excepcionalmente regulares. En realidad, como en el caso de .~ · -·; de que los amplios cotos cerrados suponían una excesiva concentra-
la industria del gas, con el tiempo la gradual regularización de la ción de poder: porque una cosa era reconocer a los 1.000 o 1.500
demanda atenuó más las fluctuaciones de la mano de obra que los estibadores de carbón de Cardiff, cuya importancia estratégica era in-
planes efectivos de eliminación del sistema de trabajo eventual. Como versamente proporcional a su participación en el coste total de la
puede verse, las condiciones para una reorganización no eran desfa- producción y exportación de carbón,35 y otra muy distinta reconocer
vorables {sobre todo en los casos de puertos extremadamente próspe- un puerto totalmente sindicalizado.36 A veces el contraataque no
ros). Además, la oligarquía de los grandes fletadores, bien pudo estaba coordinado: una :firma o un grupo de firmas dominantes deci-
haber fomentado una especie de simbiosis entre patronos y sindica- <lían resistir, mientras el resto de las firmas esperaba los resultados.
tos, como la que se produjo en Detroit. Y eso fue realmente lo que Esto fue lo que ocurrió en el caso de los comerciantes de carbón;
ocurrió. los trituradores de semillas (seed-crushers) y, a este respecto, los
trabajadores del gas de Londres.37 A veces se trataba de un con-
r . traataque planeado y coordinado en todo el frente, conducido por
IV la Federación de Fletadores, recientemente fundada, como ocurrió
en Cardiff (1891) y en Hull (1893). 38 A veces la actitud tomada es-
Pero el surgimiento y el reconocimiento de los sindicatos no es
algo tan sencillo. Dejando de lado las importantes variaciones loca- 34. Informe de Bevin en la Encuesta Shaw, pp. 5 (207) ss.; testimonio
les, este proceso tendía {y sigue tendiendo) a pasar por una serie de de M. Reid sobre la huelga de 1879, ibid., p. 133 (335).
35. Para otros ejemplos d. S. y B. Webb, Industrial democracy, ed. de
«figuras», semejantes a las de una antigua danza o galanteo, o bien, 1902, pp. 478-479.
puesto que la metáfora militar resulta apropiada, por una serie de 36. Tales como Cardiff en 1890, con sus 16 secciones de trabajadores de
los pue_rtos del Sindicato _de Portuarios y del Sindicato Nacional de Trabajado-
res Unidos, sus dos secc10nes de apare¡adores y barqueros, los estibadores y
32. Archivos del Sindicato de Trabajadores Generales y del Transporte. Las un coto cerrado de marineros. (Cardiff Trades Council, Report, 1890.)
otras grandes empresas eran W. Berrie, Pacific Steam Navigation, Lamport and 37. R. C. on Labour, grupo C: testimonio de T. Gardner, G. Adams (pre-
Holt, Ellerman, Cunard, Alfred Holt, Mannion, T. and J. Harrisuu y Elder gunta 31.626-31.661).
Dempster. 38. Cf. los documentos de la Federación de Fletadores en R. C. on Labour,
33. Muelles de Clarence y Princes. grupo B {Parl. P., XXXV, 1892, apéndices); también Clem Edwards acerca de
TRABAJADORES LOS SINDICATOS EN LAS ZONAS PORTUARIAS 233
232
• <it
taba a mitad de camino entre uno y otro procedimiento. Como re- Clyde, del Mersey y del Támesis), sino que estaba enmarcada dentro
sultado de esta contraofensiva, el sindicalismo importante fue des- de la estructura, no muy articulada pero tampoco completamente ine-
truido salvo en el caso de negociadores «fuertes» como los obreros ficaz, de una Federación Nacional de Trabajadores del Transporte
calific~dos especializados, estibadores, barqueros, etc., de determina- fundada en 1910.40 La estrategia y la táctica estaban mucho más de-
dos puertos especializados, sobre todo en los dedicados a la expor- sarrolladas que en 1889, porque líderes como Mann y Tillett habían
tación del carbón; y de ciertas áreas relativamente favorables, como reflexionado bastante acerca de ellas; se contaba con la experiencia
Bírkenhead y Bristol. En la primera, los sindicatos siempre habían de los sindicalistas revolucionarios de la Europa continental y de
sido fuertes (incluso los vestigios de un sindicato de la década de Norteamérica y, lo que es más importante, el cuadro de líderes com-
1840 han sobrevivido hasta el siglo xx) y los problemas específicos bativos había podido reflexionar acerca de ella. Como resultado de
planteados por la carga para la exportación, así como la falta de todo esto, no se produjo ningún contraataque nacional y el más grave
concentración en el campo de los patronos, y el aislamiento respecto de los contraataques locales (el de la ribera del Támesis) sólo tuvo un
de Liverpool, ayudaron al sindicato.39 En el segundo puerto roen- éxito parcial.
donado, el sindicato pudo haber sido ayudado por el hecho de que La diferencia entre la ribera del Támesis y la del Mersey resulta
la propia ciudad no sólo controlaba las instalaciones del puerto, sino particularmente instructiva. En ambas el levantamiento comenzó más
que también era un gran empleador de trabajadores de los muelles, o menos de la misma manera. En realidad, en Liverpool fue mucho
sobre todo en-el sector de granos, y por esa razón estaba sometida ~ . ·., más espontáneo que en Londres, donde el sindicato oficial estuvo
a ciertas presiones políticas. .- detrás del mismo, aunque la conducción revolucionaria de Tom Mann
Los cambios que se produjeron entre el colapso posterior a 1889 logró cohesionado. En ambas los patronos cedieron, como lo habían
y la expansión de 1910-1914 (que una vez más abarcó prácticamente hecho tantas veces en 1889 y como lo estaban haciendo en todo el
a todos los puertos) fueron comparativamente pequeños. Los puertos país, porque les habían pillado descuidados y francamente habían
fuertes registraron unos pocos progresos moderados, y los débiles, perdido su aplomo. 41 Sin embargo, mientras que en Londres no tar-
que eran la mayoría, directamente ninguno (aunque, quizás, el caso daron en lamentar sus concesiones y contraatacaron, en Liverpool la
de Liverpool, cuyas tarifas salariales permanecieron estables entre huelga se limitó a reforzar la colaboración entre ambas partes. La
1885 y 1915, fuese excepcional). En 1910-1914 se repitió el esque- diferencia quizá se explique (dejando de lado todas las diferencias
ma de 1889, pero en condiciones más favorables para los sindicatos. económicas) por la existencia del nuevo Gobierno del Puerto de Lon-
Dejando de lado los cambios políticos y administrativos producidos dres (Port of London Authority ); dirigido inflexiblemente por Lord
durante el período intermedio, no hubo mengua alguna en la prospe- f'" · ~· Devonport. Por cierto, no ha-y dudas acerca de la deliberación con
ridad de los puertos que incitara a los patronos a reducir los costes. • que los patronos de Londres, bajo la dirección de su comandante en
Además, las organizaciones, que entonces se expandieron incluso más jefe, se empeñaron en provocar una segunda huelga por parte del
allá de sus cotas máYJmas anteriores, ya no estaban integradas por sindicato, la crueldad con que aprovecharon la superioridad de sus
luchadores novatos, sino por veteranos experimentados con más de fuerzas en una confrontación y la no menor crueldad con que, des-
veinte años de campañas. La expansión sindical ya no fue la serie pués de su triunfo, se empeñaron en reducir a los trabajadores de
apenas coordinada de rebeliones independientes (en las riberas del los muelles de Londres a una situación de trabajo eventual carente
«The Hull lock-out» en Econ. Journ., 1893, y, en general, J. Saville, «Trade 40. Acerca de esa estructura, cf. los análisis de (}. D. H. Cole, The world
unions and free labour», en A. Briggs y J. Saville, eds., Essays in labour his- of labour, y G. D. H. Cole y W. Mellor, The Greater Unionism ambos de
1913. )
tory, Londres, 1960. 41. . Watney y ~ittle, Industrial warfa!~' Londres, 1912, pp. S0-85. George
39. Acerca de las diferencias entre las condiciones de trabajo de Liverpool
y Birkenhead -sobre todo la ausencia de distinción entre marineros (shipmen) Dangerf1eld, en su libro Strange death of tzfJeral England, describe la atmósfera
y portuarios (quaymen}-, véase la Encuesta Shaw, p. 12 (344). reinante con vívidos traros.
TRABAJADORES
LOS SINDICATOS EN LAS ZONAS PORTUARIAS 235
234
~
de organización sindical. El plan del Comité conjunto para la eli- tendencia general se orientaba en el sentido contrario. El ímpetu ini-
minación del sistema de trabajo eventual fue deliberadamente echa- . cial hacia el sindicato o la federación nacional era, por parte de los
do por la borda, las viejas listas de trabajadores «permanentes» y obreros, algo casi totalmente estratégico. Puesto que los diferentes
«de preferencia A» fueron borradas y los esquiroles de la huelga de42 sindicatos se enfrentaban con enemigos especialmente concentrados
1912 tuvieron preferencia por encima del resto de los trabajadores. (incluida la poderosa Federación de Fletadores, que estaba organi-
El resentimiento producido por esa huelga no ha desaparecido del zada a nivel nacional), era deseable coordinar sus fuerzas, aunque en
todo. Todavía hoy (1964) los obreros se niegan a trabajar con los los años de relativa inactividad sindical (entre 1892 y 1910) la cues-
hijos de los esquiroles de 1912. Sin embargo, a pesar de la catastró- tión resultara de alguna manera académica. Además, la masa de los
fica disminución del número de afiliados a los sindicatos, Londres no trabajadores del transporte estaba organizada de una manera inesta-
volvió a caer en un estado de desorganización y el sindicato era ya ble y no estaba reconocida, y cuanto más débiles eran sus sindicatos
tan fuerte que incluso la recaída temporaria de una u otra zona ya mayor era su deseo de ampliar el alcance de la organización. Cuando,
no pudo interrumpir la ascensión general. Por supuesto, la primera a mediados de la década de 1890, los trabajadores portuarios y los
guerra mundial acabó para siempre con las esperanzas de destruir el barqueros de Londres fracasaron, trataron de fortalecerse formando
una vasta Federación Internacional de Trabajadores del Transporte
sindicalismo portuario .
Por otra parte, la huelga de Mersey condujo directamente al pleno para oponer al sindicato nacional de patronos una concentración aún
reconocimiento. Se estableció un comité conjunto de propietarios y 'f ' mayor de fuerzas obreras (plan éste que no tuvo mucho éxito).44
obreros y se desarrolló el Plan Portuario. Los resultados no tarda- Tampoco resulta sorprendente que la iniciativa en favor de una Fe-
ron en verse. Cuando los trabajadores del puerto de Londres apela- deración de Trabajadores del Transporte en 1911 surgiera del com-
ron apremiados a una huelga nacional de apoyo en 1912, Liverpool, bativo sindicato de Londres. Pero en un período de combatividad y
temerosa de hacer algo que pudiera perjudicar su posición privilegia- de expansión general incluso los sindicatos establecidos {sin renunciar
da, se negó a adherirse (aunque Bristol, el viejo centro del ~indica a sus derechos especiales) podían considerar ventajosa una vincula-
lismo industrial, sí lo hizo). Los sindicatos de Liverpool se situaron ción más amplia. La industria portuaria estaba constantemente ase-
en la extrema derecha del movimiento, porque ya habían logrado es- d.ia~a por el e.spectro de los esquiroles: el peón de labranza no espe-
tablecer en su puerto un dominio virtualmente absoluto sobre la ciah~ado que mundaba los muelles, los marineros o trabajadores por-
contratación y (a todos-los efectos prácticos) habían ganado su bata- tuar10s sobrantes de la bolsa del trabajo eventual de otras partes y
que los patronos de un puerto en huelga trasladaban para substituir
lla sectorial.43
r:- t al sindicalista en. huelga. Nadie era en realidad inmune a este peli-
gro. En un conflicto real era evidente que los patronos tenían todas
V las probabilidades de ganar, siempre y cuando la lucha llegase hasta
s~s últimas consecuencias; e incluso los sindicatos «de oficio» prote-
. Sin embargo, esta intensificación de las diferencias regionales (los gidos optaban (en momentos en que estaban en juego demandas im-
trabajadores portuarios de Escocia llegaron a separarse de los de Li- portantes) por evitar la batalla aislada, que suponía una derrota se-
verpool y a formar su propio sindicato) fue sólo temporaria. La gura. Además, la gran ola de radicalismo que se desarrollaba en la
base tendía a sumergir los intereses locales y a restar importancia al
42. Maluegue, op. cit., pp. 286-287, quien cita al miembro del sindicato argumento según el cual un convenio local con los patronos era el
H. Orbell. . . .
43. Acerca de su oposición a la unificación con otros sllldicatos mientr~s
no se contara con determinadas garantías, véase el informe de la Conferencia
Especial sobre la Unificación , con'.7ocada yor la Federa~ón Nacional de Traba- 44. Tom Manr~, Me1!1oirs, 1923, pp. 135 ss.; Tom Mann, The position of
jadores del Transporte y el Conse¡o Nacional de Traba¡adores Generales, 1914, the dockers an~ s,azlors m 1897, Clar1on, 1897; acerca de las repercusiones in-
LSE. Colección EB CIV, II, p. 24.
' 11 ternas, cf. C. Gilles de Pélichy, op. cit.
'
236 TRABAJADORES
en la· lucha contra la ruptura de huelgas organizada a nivel nacio- ~ calismo de las zonas portuarias se convirtió en un sindicalismo de
lt
nal) a unos sindicatos que en otras circunstancias quizá no la habrían industri~, aunq~e vin:ulado a un cuerpo general. Pero no hay que
alcanzado. Por parte de los obreros podemos afirmar casi con toda confundir la «mdustna» tal como efectivamente operaba desde el
seguridad que los socialistas dirigían a los portuarios de Londres, punto de vista de las relaciones laborales, con las industrias ideales
el grupo más dinámico de las zonas portuarias, que con el tiempo construidas por los estrategas del movimiento obrero y del gobierno
se convirtió en el núcleo del Sindicato de Trabajadores Generales y o por los economistas. Estos últimos pensaban desde el punto de·
del Transporte, y desde el principio superó las limitaciones de orga- vista. del «transpo.rte» o, a lo sumo, en el del transporte por agua.
nización locales y sectoriales o, en el caso del sindicato «irlandés» La vida, en camb10, operaba desde el punto de vista de los «puer-
de Liverpool, nacionales. Si las circunstancias hubieran permitido que tos». Tanto el transporte por mar como el transporte por tierra lle-
los sindicatos permanentes de trabajadores portuarios surgieran vein- gaban al puerto, pero la mayoría de sus problemas relativos a las
te años antes, casi con toda seguridad hubiesen constituido una es- relaciones laborales no se planteaban allí y sus condiciones de funcio-
pecie de conjunto, o quizás a la larga una federación no muy rígida, namiento eran distintas de las que allí se daban. Por esta razón
de puertos y de zonas marítimas independientes. Pero surgieron en alianzas estratégicas tan naturales como las que se plantearon entr~
la época del resurgimiento del socialismo y resulta significativo que trabajado:es port~arios y marineros, nunca duraron mucho tiempo,
pocos años después del nacimiento de los sindicatos británicos, éstos y los suenos ocasionales de una solidaridad nacional o incluso inter-
constituyeran -por iniciativa de los portuarios izquierdistas de Lon-"f t nacio?al de lo~ trabajadores del transporte nunca tuvieron más que
dres- una Federación Internacional de Trabajadores de los Barcos, una importa!1cia momentánea. Es cierto que las zonas portuarias
Muelles y Ríos, a efectos de sindicalizar activamente no sólo todos tenían una vinculación más estrecha y más permanente con el trans-
los puertos británicos, sino también todos los extranjeros: empresa porte de carretera que con los ferrocarriles o con los marineros. Por
típicamente socialista.56 Por parte del gobierno, las bases para la razones históricas, el sindicato británico se había desarrollado como
formulación de unas soluciones nacionales surgieron evidentemente una organización conjunta de esos dos grupos interconectados más
de la conciencia creciente de que «el problema de los muelles» cons- un conjunto variado de otros grupos, aunque quizá lo hubiese 'podi-
tituía un problema social de alcance nacional (uno de los muchos do hace.r d~ otra ma?era. Lo esencial es que, hasta ahora, una huelga
problemas respecto de los cuales el gobierno estaba aceptando por portuaria. ~igue basandose ~undamentalmente sobre la capacidad de
entonces algún tipo de responsabilidad). Como ha señalado Beverid- perturbacion de la economia por parte de los trabajadores de los
ge, se trataba del «principal ejemplo» de empleo eventual, y el muelles y de los que operan entre los muelles y los barcos o entre
empleo eventual era uno de los principales componentes del proble- ~ t barco Y barco, y no sobre la de los que llegan y salen por las entra-
ma del paro, que a su vez era una de las principales razones por las das de los puertos.
que, a partir de la década de 1880, el gobierno sintió la obligación de
emprender la elaboración de una legislación sistemática para el bienes-
tar, legislación que, con el tiempo, condujo al establecimiento de la
seguridad social moderna.
Evidentemente, no era inevitable que el sindicato nacional sur-
giera como una asociación general y no industrial; pero, dada la
estructura del sindicalismo británico y los límites fluidos de esta in-
dustria, era bastante probable que así ocurriera. De hecho, el sindi-
56. No sólo los marineros, sino también (lo que resulta más significativo)
el sindicato de Liverpool se pusieron bajo la conducción de Londres. ~ 1
' '
I
.1 RECONSIDERACIÓN DE LOS FABIANOS 245
~ 1.:.,
" no, nueve ministros de gabinete fabianos y una clara mayoría de
fabianos entre los 394 miembros del Parlamento laborista. El doc-
tor Alan Macbriar, el más detallista de los historiadores fabianos,
enumera no menos de cinco tesis escritas por estudiosos de tres con-
tinentes a partir de 1942 acerca de la Sociedad, y un puñado de
artículos que van desde el ]ournal of the History of Ideas hasta el
]ournal of Economic History. Puesto que su lista se publicó en 1962,
no es exhaustiva. Tarde o temprano, todos esos estudiosos pueden
11. RECONSIDERAClóN DE LOS FABIANOS llegar a descubrir durante el desarrollo de su trabajo (como le ocu-
rrió al autor del presente, que es uno de ellos) que estaban perdien-
do el tiempo, salvo, por supuesto, en la medida en que eso les sirva
I para obtener sus diplomas de doctores. Las pretensiones fabianas son
en gran parte mitológicas y las investigaciones acerca de esa Socie-
Los fabianos siempre han sido fuertes en cuanto a las relaciones dad, por consiguiente, han aceptado automáticamente, por lo general,
públicas. Puesto que 5e trataba de una sociedad fundamentalmente esta imagen de su expansión sistemática.
integrada por intelectuales, nunca han necesitado que otros _les anun- "!:'! · ; Los fabianos no han sido los inspiradores y los precursores del
ciaran con bombos y platillos, porque en el momento culminante de Partido Laborista. En contra de los otros grupos socialistas y obre-
su influencia inicial (en 1892) alrededor del 1O por ciento de sus ros surgidos en la década de 1880, se opusieron en realidad repetidas
miembros masculinos eran periodistas y escritores, como por ejemplo veces a la fundación de un partido obrero independiente; y cuando
Bernard Shaw. Por esta misma razón han atraído el interés de edito- no lo hicieron, «parece cierto que el Partido Laborista Independien-
rialistas e historiadores. Quienes pueden anunciarse con bombos Y te y el Partido Laborista hubiesen surgido sin su ayuda, que fue ma-
platillos no sólo suenan más alto que quie?es no pueden, ~acerlo, s~no yormente equívoca y no muy útil» (Macbriar). No hay peligro en ir
que automáticamente proporcionan matenal para los cnt1~os mus~ca más lejos y afirmar que su contribución a la formación del Partido
les; quienes por profesión suscitan y provocan comentarios escritos Laborista Independiente fue (como ha mostrado recientemente el
o impresos, son una bendición para las personas que tienen que apo- doctor Siegfried Bünger en su estudio sobre Engels y el movimiento
yarse en documentos para escribir notas al pie de página. Más aún: obrero británico) 1 claramente menor que la del pequeño grupo de
el sonido de la música fabiana resulta particularmente tentador. Esta •t" . ~ngels, y que su contribución a la creació~ del . Part~do Laborista fue
sociedad ha pretendido que su influencia sobre la vida pública bri- · incomparablemente menor que la del Partido Laborista Independien-
tánica fue extraordinaria, en especial entre su fundación y finales de te (ILP) y notablemente menor que la de la Federación Socialdemó-
la primera guerra mundial, y muchas personas han aceptado tal pre- crata marxista. Sabemos que hasta 1914 (fecha en que Sidney Webb
tensión. Los fabianos han pretendido que fueron ellos quienes aca- se incorporó al ejecutivo del Partido Laborista) los fabianos ni siquie-
baron con la influencia del marxismo en Gran Bretaña; quienes ins- ra se tomaron muy en serio a la nueva organización; y a partir de esa
piraron al Partido Laborista; quienes anunciaron y de hecho echaron fecha sólo lo hicieron porque no tenían otra opción, dado el fracaso
las bases del Estado benefactor; o, más humildemente, de la refor- de sus otros proyectos políticos.
ma municipal y del London County Council. Alan Macbriar desmiente con igual derecho la principal preten-
Estas pretensiones, y la relativa facilidad para investigar acerca sión de los fabianos (según la cual, éstos habrían «roto el hechizo del
de ellas, han atraído a una gran cantidad de historiadores, sobre todo
durante el período del gobíerno laborista de 1945, cuya inspiración l. Friedrich Engels und die britisc.~: sozialistische Bewegung 1881-1895,
directa era al parecer fabiana y que incluía un primer ministro fabia-'" •¡Berlín-Este, 1962 .
. '
"·
RECONSIDERACIÓN DE LOS FABIANOS 247
TRABAJADORES
246
1 El fracaso de lo~ fabianos en las cuestiones importantes resulta
marxismo» en G . ran Bretana ., es extravagante, por- r
- ) : «Esa pretension
compensado hasta cierto punto por su infatigable actividad, su ta-
que el marxismo no lanzó ningún hechizo sobre Inglaterra». Tam- l:nto para redactar panf}~tos y proyectos administrativos, su amplio
bién podríamos añadir que no hay pruebas de que las críticas especí- circulo
., de contactos políticos y, por encima de todo , p or 1a abnega-
ficas de los fabianos contra el marxismo hayan sido particularmente c10.n con que estaban dispuestos a ayudar a toda persona 0 grupo a
eficaces, ni siquiera en los círculos a los que tenían acceso. Su alter- quien c~eyeran capaz de ayudar al progreso de su causa. Sin embargo
nativa privada frente a la economía marxista (incluido el marginalis- en realidad, ese fr~caso es aún mayor de lo que podría sugerir ~
roo neoclásico tal como lo propuso Shaw en sus Fabian essays) difí. mero desmantelamiento, . del mito fabiano , y deri·va del carac' t er no-
cilmente dejó huella alguna en el resto de los británicos no marxistas ta
t blemente
líf bat1p1co
· , · delibesa sociedad. No estaban situado s en 1a cornen- ·
o socialistas reformistas . e po 1ca ntamca ~ra1 ni en la de la clase obrera (en la medida
Sus pretensiones de haber echado las bases del Estado benefac- en que se trataba de orientaciones divergentes). Ciertamente n
tor son levemente más plausibles, porque los fabianos ejercieron se- d E l"d , o eran
cons.e~va ores. n rea 1 ad, no tenían ningún puesto dentro d 1
1
t ~ad1c1ón p?lítica
1 erea~
guramente su influencia más directa como redactores de material de británica y, a pesar de que se jactaban de su
propaganda para el movimiento obrero y de varias proposiciones con- 1smo po 1ttco, tampoco reconocían este hecho.
cretas de reforma. Además, a partir de comienzos de la década de Tanto su i~eol?gía como su política tenían muy poco que ver con
1890 S. y B. Webb estaban en contacto con una cantidad de respon- -, el resto ?e la 1zqmerda. Por ejemplo: los marxistas (ya se tratara de
sables de decisiones presentes o futuros de los altos círculos del go- "' los se~mdores d.e la Federación Socialdemócrata de Hyndman 0 del
bierno, de la oposición y de la administración pública. Sin embargo, - pequeno, y relativamente i?significante, grupo de Engels) estaban más
de hecho, las propuestas específicas de reforma social planteadas por c~r~a que ellos de .1,a corr~ente principal del movimiento obrero bri-
los fabianos muy pocas veces fueron adoptadas, y en esos casos ~amco. L~ Federac1on Socialdemócrata estuvo a favor de un partido
«nunca reprodujeron en detalle los planes fabianos, cuando éstos mdep.end1ente de l,a clase ob~~ra, sus miembros (a pesar de la actitud
habían sido expuestos en sus opúsculos» (Macbriar ). Indudablemente, asuffilda. P?r su hder) partlClparon activamente en la organización
esto podría discutirse, pero la discusión siempre sería marginal. Las del mov1ffilento. obrero durante ., el período 1889-1892 , di eron a1gu-
pretensiones de otros hombres y de otros grupos de haber sido los nos pasos h acia 1a fundac10n del Partido Laborista (aunq e ,
precursores de las reformas específicas del período de 1906-1914 (que t ar d e se a1e¡·aron d e1 ffilsmo
· u mas
), se opusieron a la guerra de Sudáfric
a veces, como en el caso del Seguro Nacional, fueron llevadas a cabo
de una manera francamente antifabiana) y de las doctrinas sobre las
a pesar, del i~p~rialis~o y del apoyo a la primera guerra mun~~
ít d.e ~':- hder, sigu1~ron siendo mayoritariamente antiímperialistas y an-
que se basaría el futuro Estado benefactor, son mucho más sólidas. ~ t1behcos. Los
El difunto Lord Beveridge nunca fue fabiano y ni siquiera se adhirió · 1 f · , fabianos
d fueron
.d elb único grupo socialista que se opuso
a ~ ?rmacion e un partl o o rero independiente, apoyaron el im-
a ninguna clase de socialismo (a pesar de haber estado en contacto con perialismo,
S. y B. Webb). Las teorías económicas de los marshallianos de Cam- . dse 1negaron· a· oponerse a la guerra de los bo'ers , se desen-
ten d1eron e as tradicionales preocupaciones internaci·onale ·
bridge y de J. A. Hobson, quien estaba estrechamente unido al grupo b 'li d 1 · · , s y anti- .
e cas e. .ª iz~;-uerda, y sus lideres no tuvieron prácticamente nin-
muy eficaz de los liberales de izquierdas (que se hicieron famosos guna part1cipac1on en los resurgimientos del sindicalismo de 1889 0
en 1906), son mucho más fuertes que las de los fabianos. 1911. En un mo~ento en que todo el movimiento obrero se unió
Incluso su humilde pretensión de haber sido reformadores mu- para
nicipales, sobre todo en Londres, puede ser seriamente rebajada. Las . di r masivamente al juicio de T aff Vale ' esos 1)1·st ona
d 1 oponerse · dores
e sm ca ismo apoyaron una solución de compromiso y Sidne
recientes investigaciones de P. Thompson, de Oxford, han tendido a Webb fu~ formalmente declarado inaceptable como representante l
reducirla a dimensiones notablemente más pequeñas que las que les lo~ t.r~ba¡adores en la Comisión Real de conciliación de 1903 b ~
habían atribuido los historiadores anteriores (entre ellos Macbriar y
el autor de este libro).
~ :J
cateada por los sindicatos. Es difícil encontrar una ho¡·a d e servic10s ' · ?i-
248 TRABAJADORES
1
RE CONSIDERACIÓN DE LOS F ABIANOS 249
más discordante con la línea del movimiento obrero y socialista del~ r~, perialismo y sus ant1c1paciones de la doctrina de Keynes, les hizo ~,,
1
período que va desde 1889 hasta 1914. rechazar el análisis económico reformista dotado de más fuerza inte-
Tampoco armonizaban con los liberales, aunque lo más cercano lectual. Resulta significativo que al fundar la London School of Eco-
a una política fabiana consistente que podamos encontrar durante ese nomics, S. y B. Webb prefirieran la ortodoxia de Cannan a la eco-
período sea una «infiltración» en el Partido Liberal. No se trataba nomía izquierdista de Hobson (a quien ni siquiera ofrecieron un
sólo del hecho de que se les escapara por completo la esencia de la puesto).
i1
política de parúdos, en virtud de la cual los liberales (como recono- Pero al mismo tiempo los fabianos, o más bien el puñado de \
1:
1
ció Engels) sólo hubiesen hecho concesiones a los trabajadores ante
la amenaza de una pérdida de votos obreros y no porque hubiese al-
líderes que impusieron su política a una sociedad integrada por la
habitual gradación y variedad de opiniones de izquierdas, eran in-
,,!.
1
guna manera de convencerlos de que se hicieran socialistas sin darse cuestionablemente socialistas, aunque bastante sui generis. Se convir-
cuenta. No se trataba sólo de la sorprendente falta de sentido político tieron en los santos patronos del reformismo y nadie como ellos cargó !·
11
que llevó a S. y B. Webb a ligar su suerte con los imperialistas libe- con esa culpa, a pesar de que difícilmente hubiesen profetizado que ¡;:
rales y a soslayar o subestimar a los hombres que realmente habrían llegaría el día en que tales ideas, que en la época de su juventud re- lli
Su falta de contacto con el movimiento obrero les aisló de los el último historiador oficial de la Sociedad Fabiana, «estaban en Rusia 'i
trabajadores; su falta de contacto (y en realidad su hostilidad) con 3
y sólo en Rusia». Algunos moderados, incómodos y ansiosos por
la tradición liberal radical les aisló de la masa de los intelectuales bri- proclamar su inspiración más fabiana que marxista, han preferido
'1
1
tánicos de izquierdas. Ninguno de estos aislamientos era en abso- imputar esto a la decadencia senil; pero ningún estudioso prolijo del
luto inevitable. Hubo un momento (entre 1890 y 1892) en que, a pensamiento inicial tanto de Shaw como de S. y B. Webb encontrará
falta de cualquier otro núcleo nacional, los socialistas de la clase obre- inconsistencia alguna entre ese pensamiento inicial y las :fidelidades-
ra y los militantes obreros se hubiesen agrupado alrededor del estan- ,! 7 de unos y otro de la última época. Siempre creyeron en una recons-
darte fabiano; pero la Sociedad no se sintió feliz con ellos y a partir trucción completa de la sociedad. Nunca se comprometieron con el
de 1893 autorizó a sus ramas provinciales a adherirse al nuevo Par- aparato político británico de su juventud. No sólo no eran liberales ,.
tido Laborista Independiente. En ese mismo período, su combinación sino que, segúri las definiciones de su época, eran antiliberales y e~ Jo
!1
de ideas socialistas con vinculaciones liberales atrajo a un cierto tipo realidad se les atacó por ser tales de manera permanente a partir por
de intelectuales de izquierdas, con una actitud crítica ante la socie- lo menos de los inicios del siglo xx. Fue su razón y no su corazón
dad, que no estaban dispuestos a abandonar lo que consideraban la quien les llevó hacia la derecha y cuando, como resultado de la
herencia radical democrática y jacobina del liberalismo: W. H. Mas- guerra y de la crisis, ésta les llevó hacia la izquierda y persuadió
singham, J. A. Hobson (quien en cierto momento estuvo muy cerca
de los fabianos). Su antiliberalismo hizo que se echaran hacia atrás;
2. B. C. Roberts, The Trades Union Congress 1868-1921 Londres 1958 1·
así como su incapacidad para percibir, por ejemplo, los análisis eco- pp. 360-364. ' ' ' "
1
nómicos e históricos que hiciera Hobson del industrialismo y del im- 3. M. I. Cole, The story of the Fabian Socialism, Londres, 1961, p. 252.
( j
'
250 TRABAJADORES RECONSIDERACIÓN DE LOS FABIANOS 251
a Beatrice Webb de que Marx tenía razón y de que los fabianos es- rogénea). En cuanto organización socialista de clase media también
taban .equivocados,4 no sintieron el menor reparo en seguirla. Pero eran muy atípicos. Porque en Gran Bretaña, quizás por el hecho
otra vez su carácter atípico volvió a frustrar sus proyectos. Se de que el auge del socialismo proletario fue menos masivo y preci-
convirtieron porque consideraban que «la evolución grad~al. era pitado que en los países de la Europa continental, en la década de
inevitable», no porque estuvieran convencidos de que el sociah~mo 1880 y comienzos de la de 1890 no se produjo el importante, aun-
fuese necesario. O más bien: sólo se impusieron, como una consigna que a menudo temporario, aflujo de jóvenes intelectuales hacia las
publicitaria, dos o tres frases vagamente asociadas con el. fabianisn;io, filas de la socialdemocracia. No tenemos ningún equivalente del joven
no las ideas fabianas. Pocas ideas expuestas por escritores senos Croce y de sus contemporáneos, del joven Sombart, de Luden Herr,
sobre temas sociales han sido soslayadas de una manera más cons- de Jaures y de la falange de normaliens, de los brillantes intelec-
tante que las de S. y B. Webb. Sus obras son valoradas como monu- tuales vieneses que se volvieron austromarxistas, por no mencionar
mentos de erudición, pero las conclusiones que extrajeron d~ sus a los rusos, que casi en su totalidad se hicieron socialdemócratas
investigaciones (o en función de las cuales las emprendieron) siguen o social revolucionarios en lo ideológico.6 Los fabianos constituían el
siendo prácticamente desconocidas. 5 • único grupo socialista británico que apelaba específicamente a los
¿Cómo se explican estas excentricidades en el pensam1ent? y. :n intelectuales y desde 1906 el movimiento estudiantil socialista bri-
la práctica de los fabianos? Creo que hay que buscar la explicac10n tánico se desarrolló a partir de las sociedades fabianas universita-
en dos direcciones: a través de la investigación de la situación in- (- ?it rias. Pero hasta mediados de la década de 1890 no contaron con
telectual de Gran Bretaña en la década de 1880 y a través de la ningún grupo de miembros entre los estudiantes universitarios y en
investigación de la composición social de los fabianos. Ni una ni esa fecha sólo tenían un puñado en Oxford, cuya evolución ulterior
otra tienen mayores contactos con el movimiento obrero. puso en evidencia su carácter atípico. (El más destacado fue L. S.
Amery, que terminó siendo un imperialista churchilliano.) La co-
rriente radical, de izquierdas, o meramente reformista (social-re-
II forming) de los intelectuales fue estimulada por el resurgimiento
del movimiento obrero, pero (hasta la primera guerra o a lo sumo
Hay dos aspectos vinculados con la composición social de la hasta la «extraña muerte de la Inglaterra liberal», que se produjo
Sociedad Fabiana que son inmediatamente obvios. Constituían un a partir de 1906) siguió vinculada en su mayor parte con el Partido
grupo abrumadoramente no proletario (factor que quizás era el único Liberal. Por consiguiente, mucho de lo que hicieron en la Europa
elemento unificador de una masa de miembros por lo demás hete- continental los intelectuales socialistas lo hicieron en Gran Bretaña
4. B. Webb, Our partnership, Londres, 1948, p. 490. ,
~ 1 los intelectuales liberales. La crítica básica del imperialismo y del
5. Tal es sobre todo el caso de Industrial democracy, que no solo es el capitalismo financiero, que en Rusia realizara un Lenin, en Austria
mejor libro que se haya escrit?. acere~ de los .sin?icatos británicos y un alegato un Hilferding y en Alemania una Luxemburg, fue hecha en Gran
especial en favor de los «vte¡os» lideres smd1cales de entonces c~mtra los Bretaña pot el liberal Hobson . Una pareja liberal, J. L. y Barbara
«nuevos», sino que también contiene toda una teoría de .la democracia,. ~l Es-
tado y la transición hacia el s~ci~smo . El c~nteni~o del libro ~e lo suhctente- Hammond, produjo las clásicas historias de izquierda (y las críti-
mente interesante como para msp1rar a Lerun, qmen lo tradu¡o, .algunos pasa- cas) de la industrialización británica. Incluso después del colapso del
jes fundamentales de ¿Qué hacer? Pero se lee tan p~o. Indust~1al demo~racy, Partido Liberal, los hombres que elaboraron las bases de la teoría
que la utilización que de él hace Lenin. pa.sa desaperc1b1da o bien se atribuye
a una lectura de la History of trade umontsm, obra carente de la mayor parte
de este interés teórico. Las historias del pensamiento político tam~oco ~en 6. Este aflujo de intelectuales al movimiento obrero, o a sus vecindades, se
cionan con algún detenimiento, o no ]~s mencionan en a~soluto, nt el hbro atribuye a veces erróneamente a la situación de «alienación» de los mismos. Al
Industrial de?JZOCracy ni otros dos traba¡os, a saber, las «Sur Lectures. on De- margen de lo que pueda haber ocurrido a partir de 1945, los normaliens de la
mocracy» de Webb (1896) y un artículo suyo sobre este ~ema publicado en década de 1890 eran lo más parecido a la élite reconocida de Francia, país que
Political Science Quarterly (1896), que se mueven en un IDismo terreno. después de todo era la «république des professeurs» .
.,
252 TRABAJADORES RECONSIDERACIÓN DE LOS FABIANOS 253 .
1
17. - HOBSBAWM
258 TRABAJADORES RECONSIDERACIÓN DE LOS FABIANOS 259
les y radicales, que entre 1846 y 1874 les aseguraron unas mayorías ~ ibución de la riqueza». Hasta la década de 1880 esa denominación
17
parlamentarias casi constantes. La necesidad de una adaptación inte- no tenía conexión alguna con un movimiento socialista nativo -por-
lectual se tradujo en un desplazamiento del pensamiento «individua- que tal movimiento no existía- y los del extranjero estaban dema-
lista» hacia el pensamiento «colectivista». Cabe señalar que, en siado lejos como para parecer una amenaza. De hecho, ese término
principio, se trataba de un problema intelectual propio del libera- era sólo el antónimo de la expresión laissez-faire, y como tal fue
lismo, porque éste era el único cuerpo doctrinario coherente dispo- utilizado -a veces en virtud de una opción deliberada contra su
nible. Desde el punto de vista práctico, los socialistas no existían, y uso actual- por diversos escritores no socialistas e incluso por algu-
aquellos conservadores que trataban de pensar más que de sentir nas personalidades de la primera época del movimiento socialista. 18
eran (al menos en cuanto a sus teorías jurídicas y económicas) libe- Aunque normalmente (pero, por cierto, no siempre) tenía cierta
rales. Poi: consiguiente, no sólo la mayoría de los socialistas británicos relación con el bienestar social y con la situación de los pobres, al
de clase media (o de cualquier otro tipo), que protagonizaron el igual que la expresión «problemas sociales», no aludía a más que
resurgimiento de la década de 1880, habían iniciado sus vidas inte- a eso y a veces podía aludir incluso a menos. El archidiácono Cun-
lectuales como radicales liberales, sino que -de una manera mucho ningham, precursor de la historia económica, que rastreó el avance
más paradójica- la adopción sistemática de la actitud «prusiana» del socialismo en la Contemporary Review de 1879, llegó a la con-
· frente al Estado y la ju~tificación hegeliana de la misma se produjo clusión de que «los capitalistas debieran dar la bienvenida a cual-
a través de T. H. Green, un radical de izquierdas, a través de persa- l._ , quier tipo de reorganización comercial que les procurase una vida
nalidades como Milner, Llewellyn-Smith, Morant y Haldane; y otros ~más tranquila. Creemos que el socialismo se nos viene encima no
reformadores de la máquina del Estado también procedieron de los como un remedio para las miserias del pobre, sino como un alivio
mismos círculos intelectuales de Oxford o de sus alrededores, y las para las preocupaciones del rico». Consideraba al parecer que sus
ideologías imperialistas sistemáticas fueron elaboradas en primer ideas acerca de un capitalismo de Estado racionalizado estaban em-
lugar no sólo por el ex-radical Disraeli, sino también por izquierdistas parentadas con el marxismo. Por consiguiente, la necesidad de en-
políticos de cosechas más recientes, como Dilke, Chamberlain y Cecil contrar alguna alternativa para el laissez-faire, la disposición para
Rhodes. Sus pasados liberales o radicales indicaban tan sólo' una definir cualquier alternativa de ese tipo como «socialista» y la ca-
cierta agilidad intelectual. Resulta tan ilícito suponer que la teoría pacidad de los britanos de ese período para separar el «socialismo»
elaborada por Sidney Webb en su madurez derivaba del radicalismo del movimiento de la clase obrera, proporcionaron un trasfondo muy
ortodoxo de su juventud, como suponer que el Milner o el Haldane adecuado para la singular versión fabiana del socialismo. 19
de la madurez hubiesen contado con la aprobación de John Stuart Sin embargo, .teóricamente había dos maneras de desarrollar una
jf' ·"Jteoría social más ajustada a la realidad que la pasada ortodoxia del
Mili.
Puesto que la teoría liberal parecía tan comprometida con el laissez-faire; una teoría, sobre todo, capaz de legitimar las nuevas
laissez-faire -la existencia de modificaciones marginales y la dispo- actividades del Estado y de las empresas. Cabía hacerlo a través
sición de ciertos intereses sectoriales a reclamar excepciones para del desarrollo de ciertas tendencias del radicalismo liberal: por ejem-
casos especiales, son aspectos que no resultan pertinentes-, se con-
sideró que lo más natural era buscar justificaciones alternativas para 17. A. Métin, Le socialisme en Angleterre, París, 1897, p. 20.
la «injerencia colectivista» o «estatal». Todo esto tendería automáti- 18. Cf. Cairnes, Some leading principies, p. 316, objeta el uso que hace
J. S. Mili de ese término; Sidgwick, Principies of political economy p. 527·
camente a ser considerado como «socialista», término que, todavía Milner's Whitechapel lectures, Nat Rev., 1931, pp. 37 ss., 642; Mo~ley, Lif;
en 1897 -según las palabras de un francés culto, próximo a los of Cobden, ed. de 1903, p. 303.
fabianos-, sólo se refería a «cualquier doctrina opuesta al laissez- 19. Acerca de la tranquilidad con que incluso Marx fue considerado du-
rante ese período, véase nuestro trabajo «Dr. Marx and the victorian critics»
faire ... , que confiere a la sociedad -cualquiera s<;:a su forma- el
derecho a intervenir en la producción y sobre todo en la distri-
t ,en fa. ed. inglesa de Labouring men. Studies in the history of labour Weiden~
feld and Nicolson, Londres, 1968 2, cap. 13. '
260 TRABAJADORES
.. RECONSIDERACIÓN DE LOS FABIANOS 261
plo, la tendencia que propiciaba una legislación antitrust, que -como'" 'ianza notable con las de aquéllos. Es interesante que S. y B. Webb
toda el ala jacobina del radicalismo, a la que pertenecía- permitía encontraran a sus asociados políticos más afines durante mucho
avanzar bastante más por el camino de la acción colectiva que la tiempo en el grupo de imperialistas liberales que se había formado
doctrina del laissez-faire. O bien para elaborar esa teoría alternativa alrededor de R. B. Haldane, ese colectivista bismarckiano. Resulta
con respecto al laissez-faire se podía recurrir a una variedad de posi- igualmente interesante que tanto S. y B. Webb como Shaw demos-
bles tradiciones no liberales (la mayoría de ellas extranjeras): el traran (en parte por su deuda para con la teoría económica del
hegelianismo alemán en filosofía; los economistas historicistas y los norteamericano F. A. Walker) una marcada preferencia por la gran
Kathedersozialisten (también alemanes); los positivistas (franceses) empresa (e incluso por la empresa monopolista) frente a la empre-
y el socialismo real (tanto francés como alemán). Todas estas doc- sa pequeña y mediana, porque la consideraban más eficiente, más
trinas tenían la ventaja de no estar históricamente entrelazadas con amplia de miras, capaz de pagar salarios más elevados y menos
la doctrina del laissez-f aire. Cada uno de esos enfoques contaba con comprometida con el laissez-faire.21
sus propios defensores. Pero hay que señalar un par de cosas. Pri- Estas afinidades explican tanto el carácter anómalo de las acti-
mero, que el modo normal del desarrollo de izquierdas desde el ra- tudes fabianas dentro del movimiento obrero hasta la primera guerra
dicalismo liberal suponía una elaboración ulterior de las ideas radi- mundial, como la ineficacia de las mismas. Porque, dada la situación
cales, porque en el . pasado inmediato la posición normal de las concreta de Gran Bretaña, quienes se aislaban de las tradiciones
izquierdas británicas había correspondido al flanco izquierdo del Par-é .tJjberales (poderosas y muy arraigadas) tenían todas las probabilida-
tido Liberal. Era natural que la Federación Socialdemócrata se desa- des de fracasar. La paradoja de Gran Bretaña era que, incluso las
rrollara a partir de una alianza de asociaciones obreras radicales, teorías y políticas más divergentes de las ortodoxias cobdenistas
que Henry George proporcionase un puente entre el radicalismo y del pasado, sólo podían triunfar en la medida en que se aliaban con
el socialismo para muchos de los primeros socialistas británicos, el liberalismo histórico o bien operaban dentro del marco del mismo.
y que el movimiento obrero se negara (de una manera no totalmente Joseph Chamberlain fracasó; Campbell-Bannerman y Lloyd George
lógica) a desempatar la partida política entre conservadores y libe- triunfaron. Desde el punto de vista de la política británica, Milner
rales. Por el contrario, los grupos que deliberadamente rompieron y Rhodes eran casos raros; pero los «imperialistas liberales» no lo
con la teoría liberal (al margen de los marxistas con conciencia de eran. Sin embargo, ni los fracasos fabianos ni sus afinidades hicie-
clase) representaban normalmente a las tendencias imperialistas, del ron de ellos meros ideólogos del imperialismo, del capitalismo cor-
gran capital o de otro tipo, que vagamente cabe clasificar como porativo y de la correspondiente burocracia de Estado. Se considera-
«de derechas». 20 • t . 'fªn socialistas. Si no lo hubiesen sido, probablemente no se hubieran
Ahora bien: los fabianos (o en todo caso el grupo que determv vinculado con el movimiento obrero y socialista, para no mencionar
naba la política y la ideología de esa sociedad) pertenecen de lleno su ulterior gravitación en la órbita de ese movimiento. Su socialismo
al segundo grupo, en parte por su teoría y en parte por sus afiliados. era sui generis, en parte porque su rechazo de la tradición mayorita-
En el Methodenstreit internacional de los economistas -que de
hecho separaba a los liberales de los antiliberales no socialistas-,
S· Y B. Webb eran partl"d anos
· ' · d 1
extremos, aunque tacltos, e a escue a
1 21. Además de los conocidos pasajes de Beatrice Webb (Our partnership,
p. 205) y de Shaw (Undershaft en Maior Barbara, y el sólo parcialmente irónico
«historicista». Aunque su deuda para con los hegelianos de Oxford Socialism for millionaires), vale la pena mencionar Moral aspects of socialism,
sea mucho menor de lo que supuso Halévy, no cabe duda de que de Sidney Ball (F. Tract 72, 1896), que defiende la concentración industrial («un
las teorías caseras que Sidney Webb estaba elaborando (vía Spen- monopolio, no del privilegio, sino de la eficiencia») y sobre todo The trust mo-
vement in British industry, de H. W. Macrosty (Londres, 1907). El autor, anti-
cer y Darwin) antes de su casamiento con Beatrice, tenían una seme- guo funcionario de la administración pública y miembro de la comisión directiva
fabiana, se opone a la política antitrust y justifica los monopolios británicos so-
20. Cf. el excelente lihn]. de B. Semmel, Imperialism and social reform, bre la base de que éstos «sólo se apoyan en su eficiencia como instrumeDLus
Londres, 1960. ~ ' fe producción y de distribución» {p. 345).
262 TRABAJADORES RECONSIDERACIÓN DE LOS F ABIANOS 263
~
riamente proletaria del socialismo les obligó a buscar otra tradición ' dones tendían a callar Q bien a irse de la Sociedad. 22 Por supuesto,
que no se apoyara en la clase obrera y porque su rechazo del radi- el antiliberalismo de la Sociedad era ampliamente reconocido, en
calismo liberal les cerró otros caminos teóricos obvios; en parte todo caso a partir de mediados de la década de 1890. «En el fondo
porque la ortodoxia dominante y profundamente atrincherada del [sus] principales líderes no son demócratas sino burócratas», escri-
laíssez-faire de mediados de la época victoriana realmente hada apa- bió alguien ya en 1901 , aunque la utilización de ese argumento por
recer como pequeñas y relativamente insignificantes las diferencias parte de la oposición a la «vieja camarilla» sólo se desarrolló entre
existentes entre las diversas teorías que, en contra de ella, exigían 1906 y 1914.23
una mayor acción del Estado. La frase «ahora todos somos socialis- Cuarto, las políticas concretas de la Sociedad, hasta inmediata-
tas» no era tan cínica entonces como ahora. mente antes de la primera guerra mundial, divergían casi siempre de
las de la mayoría de los otros sectores de la izquierda política, radi-
cal o socialista. De hecho, los fabianos, en la medida en que se
habían aislado de la izquierda, eran bastante más sectarios que los
IV marxistas.
La tesis del presente ensayo consiste en afirmar la existencia de
Ninguna hipótesis · que trate de vincular las ideas con su trasfon- una estrecha relación entre estas cuatro características. Si tal es el
do social puede ser demostrada a entera satisfacción de todos. Porf ·y caso, entonces la revisión de la historia fabiana debe ir más allá
consiguiente, como conclusión, sólo podemos resumir las pruebas de la mera reducción cuantitativa de la influencia fabiana, hasta
más importantes. ahora su resultado más importante. No cabe considerar a los fabia-
Primero, la composición social de la Sociedad Fabiana era pecu- nos (como hizo Eduard Bernstein cuando derivó su «revisionismo»
liar no sólo por su carácter francamente no proletario, sino también de la experiencia inglesa y de los contactos con los fabianos) como
porque contenía una gran proporción de una «nouvelle couche socia- un simple grupo particularmente empírico, testarudo y antirromán-
le», cuya importancia los fabianos reconocieron plenamente. Es bas- tico dentro del movimiento socialista británico y, por ese motivo,
tante probable que por ambos aspectos haya sido única dentro del como los precursores del rechazo o de la revisión del marxismo
movimiento socialista internacional. Si bien había muchos grupos doctrinario.24 No cabe considerarles (como sigue haciéndolo su últi-
socialistas integrados de hecho en su mayor parte por no proleta- mo historiador oficial) como los fundadores de una tradición «fabia-
rios, resulta muy difícil .encontrar alguno que no hubiera reivindicado na básica de abolición de la pobreza mediante la legislación y la
al menos una condición obrera honoraria o que no se hubiera( , ·; administración; del control comunal de la producción y de la vida
considerado subordinado de alguna manera a la clase obrera o a «las social, y de la conversión del público británico y de la clase gober-
masas». nante inglesa ... mediante una andanada de hechos y de propaganda
Segundo, el grupo dirigente fabiano era al mismo tiempo no "inteligente"».25
marxist¡:i., no jacobino/radical y no liberal. No por ello dejaba de Los fabianos no eran «revisionistas» en el sentido que adquirió
considerar que su enemigo principal e inmediato era el tipo de capi-
talismo de laíssez-f aire propiciado por Cobden, característico de la 22. Esto ocurría sobre todo en el caso de William Clarke, el ensayista fa.
Gran Bretaña de mediados de la época victoriana. biano que más firmemente adhirió a la tradición radical jacobina, junto con
Graham Wallas, liberal por instinto y quizá también junto con Ramsay Mac-
Tercero, la teoría socialista que llegó a dominar en la Sociedad donald.
era tanto no marxista como no liberal. Sus afinidades la vinculaban 23. Labour Leader (8 junio 1901). Cf. también E. Aves en Economic ]our-
con teorías que en otros contextos políticos correspondían al impe- nal, 1898, p. 512; L. T. Hobhouse, Democracy and reaction, 1904, y The nation,
1907, p . 182 ( «The career of Fabianí3ll1~> ).
rialismo, a la gran empresa, a la administración gubernamental y 24. Zur Theorie und Geschichte des Sozialismus, ·II, Berlín, 1904, p. 38.
a la derecha política. Los fabi anos que pertenecían a otras tradi·,. . t 25. Margaret Cole, The story of Fabian socialism, Londres, 1961, XIV.
\ '
264 TRABAJADORES RECONSIDERACIÓN DE LOS F ABIANOS 265
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esa palabra hacia finales de la década de 1890, porque pocos de La ruptura respecto de las anteriores interpretaciones del movi-
sus míembros más prominentes fueron alguna vez marxistas (aunque miento fabiano no debe limitarse a este juicio negativo. Hay que
varios estuvieron en la Federación Socialdemócrata), porque no sólo considerarlas como una parte «accidental» del movimiento obrero y
rechazaban algunas partes de la teoría marxista (pero de ninguna socialista, y no como una parte esencial del mismo (ya fuese eficaz
manera todas),26 sino también el sectarismo y la fraseología román- o ineficaz, reformista o radical). No hay que escribir su historia
tica insurrecciona! -rechazada en realidad por muchas otras perso- desde el punto de vista del resurgimiento del socialismo en la década
nas, incluido F. Engels- y porque la izquierda británica disponía de 1880, sino desde el punto de vista de las reacciones de clase
de teorías suficientemente sólidas acerca del cambio gradual y paula- media ante la ruina de las certidumbres de mediados de la época
tino, como para tener que esperar a que las formularan los fabia- victoriana, y el surgimiento de nuevas capas sociales, nuevas es-
nos. Tampoco era algo específicamente novedoso o fabiano el escri- tructuras y nuevas políticas en el capitalismo británico: como una
bir panfletos pragmáticos en favor de objetivos izquierdistas e incluso adaptación de las clases medias británicas a la era del imperialismo.
socialistas o semisocialistas. Su negativa a emitir «opiniones propias Todavía tendríamos que explicar el hecho de que la Sociedad hubiera
acerca del problema del matrimonio, de la religión, del arte, de la surgido en el pequeño movimiento socialista de la década de 1880
economía abstracta, de la evolución histórica, de la moneda circulan- (y no, como las otras corrientes imperialistas o de reforma social
te, o de cualquier otro tema ajeno a su interés particular por la de- de las clases medias y superiores, al margen o en la periferia de
mocracia y por el socialismo prácticos»,27 (incluidas la política ex- e :,1 ese movimiento); el hecho de que hubiera permanecido dentro de su
terior y la guerra), no demostraría que la Sociedad tuviese dema- órbita y que en realidad hubiera gravitado cada vez más hacia el
siado sentido práctico (aunque eventualmente pudiera estar en lo mismo; y el hecho de que varias personalidades dirigentes de la
cierto). Su capacidad para proyectar medidas específicas de reforma misma hubieran seguido siendo (como lo demostró su evolución ulte-
sólo hubiera sido una señal de realismo por su parte si también rior) socialistas en el sentido tradicional de la palabra y no sólo
hubieran considerado (como pocas veces hicieron con eficacia) la gente que solía utilizar la palabra socialismo como un seudónimo
manera de llevar a efecto tales reformas. Por tal falencia, su Nuevo vago o conveniente para denominar unas metas que no suponían
Proyecto de Reforma (New Reform Bill) de 1891 resultó tan utópico fundamentalmente la socialización de la economía.
como su propuesta para municipalizar el abastecimiento de leche, Se trata de problemas menores (sobre todo el último), reducibles
como la Constitución de una Comunidad Socialista (Constitution of en gran parte a las características biográficas de unos pocos indivi-
a Socialist Commonwealth) elaborada por S. y B. Webb o, en tal duos. Sin embargo, hay que solucionarlos. Pero si se considera a los
sentido, como el informe en minoría totalmente abortado de la Co- t . -; fabianos, según he sugerido, como la expresión de un «nuevo es-
misión sobre la Ley de Pobres (Minority Report of the Poor Law trato social», podemos solucionarlos sin mayores dificultades. Porque
Commission). No podía existir nada menos práctico que la estrategia la posición de los nuevos cuadros profesionales asalariados, adrninis-
y la táctica políticas reales desarrolladas por los fabianos durante trativos, tecnológicos e intelectuales, del capitalismo posterior al
el período en que persiguieron unas metas políticas total o parcial- laissez-faire, es ambigua. Resultan en gran medida indispensables
mente al margen de las del Partido Laborista. (Después ya dejaron en las versiones modernas de la economía capitalista; aunque a me-
de tener una política propia y la historia de la Sociedad sólo tiene nudo se les recluta en las clases medias acomodadas o se les asimila
interés para sus miembros o para unos pocos especialistas en los socialmente (y, en el caso de los administradores industriales, finan-
asuntos del Partido Laborista, principalmente en la década de 1930.) cieramente) a la clase rica, ni la empresa privada ni el afán de lucro
son esenciales para su funcionamiento. 28 Además (como ocurría con
26. Pocos marxistas hubiesen estado en desacuerdo (ni de hecho lo estu-
vieron) con el ensayo de William Clarke sobre la base industrial del socialismo
publicado en los Fabian essays. 28. «Y así como en toda empresa que supere un tamaño mínimo se ha
27. Shaw en F. Tract 70, p. 3. hecho necesario contar con un administrador, del mismo modo podemos pre-
266 TRABAJADORES RECONSIDERACIÓN DE LOS FABIANOS 267
los fabianos) suelen construir una élite de inteligencia y capacidad ~ nero por razones materiales, suficientemente seguro en un rango
reclutada en clases más bajas. Puede haber razones sociales e histó- social aceptado y respetado como para estar auténticamente exento
ricas para que los miembros de esos estratos sociales considere~ que de envidia hacia el rico ocioso o hacia los acaparadores de nego-
sus destinos están unidos a los del capitalismo, pero, como S1dney cios, suficientemente interesados por su trabajo como para hacerlo por
Webb nunca se cansó de repetir, no existen razones funcionales para su valor intrínseco y suficientemente de acuerdo con la sociedad
que así sea. Un «socialismo» igualmente capaz de funcionar. d:ntro como para sentirse socialmente útil. De los muchos fallos cometidos
de un capitalismo posterior al laissez-faire o dentro del socialismo, por los fabianos, el de no haber analizado la naturaleza y la base
expresa perfectamente esta situación. histórica de su modelo de la élite socialista no es el menos llamativo.
Si se acepta esta argumentación, surgen dos últimas preguntas. Nuestra segunda pregunta ya está respondida en parte. Quizás
La primera se refiere a la causa por la cual los dirigentes fabianos el resto de la respuesta sea el siguiente. El fabianismo surgió en
esperaron que, dada la situación real de Gran Bretaña, el .«n~evo Gran Bretaña y no en otra parte, porque en Gran Bretaña la «nou-
estrato social» abandonase el atractivo de las marmitas capitalistas velle couche sociale» era realmente nueva. El funcionario adminis-
por las gratificaciones menos tangibles que les ofrecía el socialismo. trativo o burocrático dotado de instrucción, el gerente u hombre de
La segunda se refiere a la causa por la cual, desde el punto de vista negocios adiestrado tecnológica o científicamente, e incluso el ofici-
social, tal ideología surgió en ese preciso momento en Gran Bretaña nista o, para el caso, la mera existencia de un sistema nacional de
y no en otra parte. ~ educación primaria, secundaria y superior, eran cosa corriente en
La primera de estas preguntas también puede contestarse con Alemania y en Francia desde comienzos del siglo x1x, pero no en
bastante facilidad. La idea que tenían los fabianos acerca de las Gran Bretaña. El arcaísmo de la estructura económica, social y polí-
gratificaciones que los profesionales podían esperar está clara. Desde tica de este país, que explica por qué personas instruidas interpre-
el punto de vista material, se trataba, como hemos visto, de «una taban cualquier desviación de la práctica manchesteriana en la época
cierta idea de lo que son unos medios de vida decorosos en una de Cobden como algo indiscernible del socialismo, explica también
[determinada] clase de sociedad . . . [y] una renta representativa por qué la clase de personas que los fabianos creían representar y a
de ese nivel normal».29 Desde el punto de vista no material, se quienes invocaban, surgió sólo masivamente durante las tres décadas
trataba de las gratificaciones derivadas del trabajo interesante y crea- previas a 1914. Todavía en 1897 un talentoso observador de la es-
tivo, «una vida de fascinante interés por el ejercicio de las capacida- cena británica 31 podía asombrarse por los primeros resultados de la
des y en la conciencia del servicio prestado, más que por la acumu- educación primaria y de la selección mediante exámenes. Los prime-
30
lación de riquezas para sí mismos y para .sus descendie?tes». Re- { ") ros muchachos del Internado de Londres (London Board School)
sulta interesante que aquí el modelo del fab1ano es el escritor y sobre que entraron en la administración pública superior, en la Iglesia
todo el hombre de ciencia; pero es aun más interesante que el pro- o en la enseñanza destinada a las clases altas, todavía podían recor-
fesional socialista del futuro se pareciera tanto al tipo ideal del darse por sus · nombres. Hacía muy poco tiempo que el periodismo
profesional liberal de clase media de la Gran. Bre.taña v~ctorian~: se había convertido en «una profesión liberal capaz de atraer a sus
suficientemente acomodado como para no necesitar Ir <letras del d1- columnas a toda clase de especialistas». La administración pública,
que hacia 1881 apenas había superado la discreta cifra de 100.000
cargos masculinos, hacia 1911 ya estaba por llegar a los 300.000;
decir con seguridad que . . . éste seguirá siend<? siempre un funcionario indispen- las profesiones intelectuales (y sus servicios auxiliares) que entre
sable sea cual sea la forma que asuma la soaedad.» (S. Webb, The . works ma-
nage; to-day, Londres, 1917, pp. 5-6. Cada página de este pequeño hbro resulta 1851 y 1881 habían aumentado en un tercio, en los treinta años
extremadamente reveladora.
29. Shaw, T he case for equaiity_. p. 6. Cf. también Webb, W orks manager,
p. 156. 31. T. H. S. Escott, Social trans/ormations o/ the Victorian age, Londres,
30. Webb, Works manager, p. 157. , !J 1897.
268 TRABAJADORES
!
1. ALGUNOS ASPECTOS GENERALES
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270 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 271
la «revolución industrial», se produjo el nacimiento de la clase 1! 'en Gran Bretaña; por ejemplo, tal era el caso de los fogoneros de
obrera. moderna. Durante el segundo (desde la década de 1840 hasta las fábricas de gas, casi dos tercios de los cuales ganaban en 1906
la de 1890), se consolidó el predominio absoluto del capitalismo, un salario semanal de 35 chelines. 1 Sin embargo, en determinadas
tal como se había erigido sobre aquellos cimientos iniciales. Con el circunstancias esta clase de obreros se consideraban a sí mismos
tercero (desde la década de 1890 hasta 1939) entramos en la era aristócratas, por comparación con la masa de sus compañeros: por
del imperialismo y del capitalismo monopolista y, desde el punto de ejemplo, los estibadores de Londres, con respecto a los trabajadores
vista técnico, del desarrollo de la producción en masa y de la gran portuarios comunes.
expansión de los sectores secundario y terciario. También entramos
en el período de la crisis permanente de la economía capitalista
británica. Sin embargo, los cambios más llamativos se produjeron a La naturaleza de la aristocracia obrera
partir de 1914. El presente análisis abarca también la primera mitad
de este período sobre todo porque la masa de investigaciones esta- Desde el punto de vista social, el estrato mejor pagado de la
dísticas realizadas entre 1890 y 1914 arroja una valiosísima luz clase trabajadora no se distinguía en forma nítida de lo que vaga-
retrospectiva sobre el siglo XIX. mente podemos llamar «clase media baja». De hecho, este último
término se utilizaba a veces para referirse a la aristocracia obrera.2 • 1
¡
. . En la primera parte del siglo el término designaba probablemente
¿En qué consiste la aristocracia obrera? · en especial a los pequeños tenderos, a algunos patronos independien- 1 1
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1 '
,'
272 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 273
tamental acerca de la situación de los maestros de escuela presenta ~ i bién el hecho de que no constituyera un partido obrero indepen-
1
la descripción más completa de este estrato social compuesto, porque diente. Sólo llegó a atraerles la idea de un Partido Laborista cuando
al parecer esa profesión era desempeñada principalmente por hijos el imperialismo comenzó a aislar a esa aristocracia obrera a) respecto
de integrantes del mismo. En Birmingham, la desempeñaban hijos de la clase de los administradores y pequeños patrones, con la que
de obreros (40 por ciento), de administradores de pequeños talleres estaba confundida, y b) respecto de la clase de los oficinistas (que
y empleados (15 por ciento), y de comerciantes al por menor. En se había extendido mucho y que había constituido una nueva aris-
Merthyr, eran hijos de mineros del carbón (porque éstos constituían tocracia obrera, políticamente conservadora).
prácticamente toda la población de la zona) «O de una clase muy Si por un lado de su territorio los límites de la aristocracia
próxima: la de los capataces de las minas de carbón; o "contra- obrera eran fluidos, por el otro en cambio eran precisos. En ningúp
maestres'', como les llamaban». En Bradford, procedían de una caso había que confundir al «artesano» con el «peón». «El cred~
clase «más acomodada»; en Manchester, de la de los «peones, me- del artesano respecto del peón consiste en considerarle como miem-
cánicos o pequeños tenderos»; en Lambeth, de las «clases de los bro de una clase inferior, a quien hay que señalarle su lugar y ha-
8
artesanos y comerciantes al por menor»; en Exeter, de la de los cérselo respetar.» Al secretario del Sindicato de Caldereros le es-
«empleados y de un determinado sector de capataces o cajeros de pantaba la sola idea de que un peón pudiera realizar el trabajo de
tiendas». Quienes ingresaban en una escuela para maestros en Chelsea un artesano, porque «no sería deseable que un obrero perteneciente
procedían de la clase de los carpinteros y ensambladores, emplea- ( '. \J a ~a clase pasase a otra». El secretario del Sindicato de Obreros
dos, jardineros, sastres y pañeros, viajantes y agentes de comercio, · Hilanderos estaba seguro de que sus obreros se diferenciaban de los
mecánicos, herreros y carreteros, pintores, maquinistas de hilanderías, trabajadores a destajo, Y en general de los obreros menos calificados
abaceros, administradores o subadministradores de hilanderías, fa- por su capacidad superior: «Los patronos han hecho una esplén:
bricantes de botas y zapatos, granjeros, contables y mayordomos (así dida selección Y se han quedado con los gigantes ... en cuanto a
9
como huérfanos y maestros de escuelas primarias).5 Sin embargo, de- capacidad de trabajo». Hasta el surgimiento de los «nuevos sindi-
bemos recordar que muchas comunidades británicas del siglo XIX catos», en 1889, solía creerse que los límites de la aristocracia coin-
estaban integradas casi totalmente por trabajadores manuales,6 de ~día1.1, con. lo? del sindicalism? (porque las grandes oleadas de orga-
modo que la aristocracia obrera podía ser casi pura. mzac10n smdical de los traba1adores generales y no calificados eran
Esta ausencia de una distinción nítida entre la aristocracia obre- temporarias), allí donde cabía hablar de algún tipo de sindicato.
ra y ot.ros estrat~s. sociales es importante porque pern;i~e explicar «Com? indica .su t~tu!o ?e "n~ calificado"», escrib,ía un trabajador,
sus actitudes pohucas. De ese modo se comprende facilmente su . 0
«no tiene ofic10 m smdicato». De hecho, se creia corrientemente
persistente radicalismo liberal a lo largo del siglo xrx, como tam- ~ f que los sindicatos no eran los que conferían fuerza a los grupos
7
18. - HOBSBAW.M
274 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 275
tocracia obrera con los sindicalistas correspondía a la verdad: el ~ 'i! de los pequeños productores y patronos, campesinos, etc., de la so-
registro sindical de Londres revela lo escasas y débiles que eran ciedad preindustrial, aunque en ciertas regiones e industrias ya había
las secciones sindicales de los distritos del East End en 1871.12 La adquirido un perfil bastante definido. 14 Este hecho complica mu-
frontera entre los miembros de la élite obrera y el resto de los chísimo el análisis. Para este período quizá sea más sencillo operar
trabajadores solía ser una frontera geográfica. con el concepto de «pueblo trabajador» ( working peo ple) o «traba-
Entre los «peones» y la aristocracia obrera se insertaban diver- jadores pobres» (labouring poor), términos muy utilizados en la
sos grupos de trabajadores no pertenecientes a ninguna de ambas época; 15 vale decir, un concepto que abarque a todos los explotados
clases, situados en una especie de zona de penumbra: peones que y oprimidos por el capitalismo industrial: proletarios propiamente
gozaban de una situación más acomodada, obreros con calificación dichos, trabajadores semiproletarios que realizaban su faena fuera de
normal, y casos similares. Entre la aristocracia obrera y estos últimos los talleres, pequeños productores y comerciantes que se enfrentaban
no existía una clara línea divisoria, aunque por cierto el miembro a los grandes capitalistas, así como las formas peculiares de transi-
de la aristocracia se consideraba superior a estos «obreros, que ción situadas entre ellos. 16 Sin embargo, desde el punto de vista del
-a pesar de su gran honestidad y de su afán por hacer bien las análisis, puede ser útil destacar el caso de aquellos «trabajadores po-
cosas- se diferencian ... del primer tipo de trabajadores por su bres» que cabe considerar como proletarios; vale decir, el sector
falta de educación y quizás por una cierta carencia de fuerza moral integrado esencialmente por asalariados que no poseían ningún medio
y de coraje».13 En realidad, al observador superficial la clase obrera t de producción importante.
'if
debió parecerle a veces como un complejo jerárquicamente organi- No disponemos de ninguna estimación general de la proporción
zado de grupos y categorías sectoriales, en el que las grandes divi- de «trabajadores pobres» que eran proletarios, sobre todo porque
siones no eran fáciles de percibir. los estadísticos de la época clasificaban automáticamente a los obre-
ros calificados y especializados junto con los patronos y los produc-
tores independientes (aunque solían tratar a los «peones», es decir
2. EL TAMAÑO DE LA ARISTOCRACIA OBRERA a los obreros no calificados, mineros y grupos similares, como una
clase aparte).17 Si consideramos al sector de la población del país que
Hasta la década de 1840 en 1841 todavía se encontraba en una etapa preindustrial -es decir,
los trabajadores dedicados al «comercio al por menor y a las indus-
No es seguro que en este período pueda hablarse de un aristo- trias artesanas, en calidad de maestros o de obreros»-, y compara-
cracia obrera, aunque ya existían sus elementos característicos. Ni mos las cifras pertinentes con las relativas a los peones (no agríco-
siquiera es seguro que pueda hablarse de un proletariado propia- < 1': las), comprobamos que en los condados agrícolas de Inglaterra los
mente dicho, porque esta clase todavía estaba surgiendo de la masa
14. Por supuesto, de hecho la mayoría de los trabajadores británicos ya
1837, p. 187, que por esa razón consideraba que los sindicatos no eran peligro- dependían totalmente de sus salarios para subsistir; pero la forma de esos sala-
sos. Statistical tables and returns of frade unions, 1887; R. C. on Trade Unions, rios todavía solía corresponder (como en el caso de los trabajadores domésticos
testimonio de Applegarth, 1867, XXXII, pregunta 168. de algunos tipos de mineros, etc.) a un pago por la compra de las mercancía;
12. Beehive (25 marzo 1871). Así, los sindicatos de mecánicos, enladrilla- prod~cidas (por ei,emplo, pieza~ -~e tela) .Y no por la compra de la fuerza de
dores, carpinteros y albañiles combinados tenían 13 secciones con un total de traba¡o. En un periodo .de trans1c1on, no siempre resulta fácil reconocer el punto
1.001 miembros en los municipios representativos del East End, pero 29 con en que tales pagos de1an de ser una retribución por la adquisición de unas
un total de 3.204 miembros al sur del Támesis. · mercancías para convertirse en un salario a destajo.
13. R. C. on Aged Poor, 1895, pp. 16.545-16.549, testimonio de H. Allen, 15. G. Briefs, The proletariat, 1937, p. 6, donde se mencionan ejemplos.
secretario de la Asociación de Trabajadores Joyeros de Birmingham. Ver tam- 16. Así, Mayhew, op. cit., III, p. 311, clasifica a los «pobres» en tres
bién W. B. Adams, op. cit., pp. 188-189, acerca de la jerarquía social existente grupos: artesanos, peones y pequeños comerciantes.
entre las diferentes categorías de obreros calificados de las fábricas de vagones 17. HMSO, Guides to Official Sources 2, Census reports of Great Britain
de ferrocarril. 1801-1931, 1951, pp. 27 SS.
276 TRABAJADORES
LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 277
peones representaban entre una sexta parte y la mitad del total de~ '1
ba compuesto por obreros. 20 Un minucioso empadronador de New-
los maestros y obreros artesanos, y que normalmente representaban
castle daba cifras similares en 1851: alrededor del 80 por ciento
entre una cuarta parte y un tercio de ese total. En las áreas urbani-
de los que no estaban clasificados como maestros ni co1Do peo-
zadas como Middlesex, Surrey, Kent, Edimburgo y en la ciudad de
nes o barqueros estaban empadronados como «oficiales» es decir
York, la proporción era aproximadamente la misma, aunque es pro-
como
'
asalariados. 21 Una muestra algo más completa de 12 distritos
'
bable que fuera un poco más elevada. 18 En los condados puramente
de empadronamiento de Newcastle revela que allí la cantidad de
agrícolas de Escocia era mucho más baja. Dentro del conjunto de
peones era igual a la cantidad de los oficiales más la del resto de los
«maestros y obreros» la proporción de cada grupo, y de los pequeños
q~e no eran ~aestros. Una muestra de cinco distritos de empadrona-
productores independientes de mercancías, era variable. En 1851
miento de Bnstol da una proporción un poco menor de peones eón
-fecha del primer censo que presentaba cifras (parciales) por sepa-
respecto a la cantidad de oficiales, aunque esa diferencia quizá no
rado para los maestros y los obreros-, alrededor del 80 por ciento
sea significativa.
de los maestros sastres, alrededor del 71 por ciento de los maestros
En las industrias fabriles (textiles, minería, hierro y acero) la
zapateros y casi el 90 por ciento de los maestros herreros empleaban
proporción de los asalariados de tiempo completo era por supuesto
entre O y 2 obreros, aunque alrededor del 60 por ciento de los
mucho más elevada, porque hay que incluir entre ellos a los traba-
maestros constructore~, un poco más del 60 por ciento de los curti-
jadores semiproletarios que realizaban su faena fuera de los talleres
dores, un poco más del 50 por ciento de los cerveceros y casi la
'.'# (tejedores de telares de calcetería, tejedores de telares manuales, et-
mitad de los fabricantes de máquinas y motores empleaban entre r
cétera). La proporción de trabajadores no calificados también era muy
3 y 19 obreros. (Los primeros tres grupos abarcaban el 8 por ciento
e~evada'. aun .en l.os casos en que no predominaba el trabajo feme-
de la población masculina no agrícola mayor de nueve años; los cuatro
mno e mfantil. Sm embargo, en esos oficios, sólo unos pocos obre-
grupos siguientes, abarcaban un porcentaje un poco superior.) 19 Por
ros especializados y dedicados a tareas de supervisión seguían sien-
consiguiente, podemos suponer en líneas generales que en las indus-
do considerados como «peones», aunque de una clase superior.
trias donde no se había producido la revolución industrial, los asala-
riados debían representar entre un 50 y un 80 por ciento de la pobla- De modo que, en este período, no conviene separar general en
ción empleada, y que los que no eran peones representaban no menos los elementos. de una «aristocracia» proletaria con respecto al resto
de la mitad de ese porcentaje, y quizás una proporción aún mayor. de los «traba1adores pobres». Una encuesta realizada en Bristol en
(La industria de la construcción constituye una excepción dentro del 1838 comprobaba que el 15,7 por ciento de los cabezas de familia
conjunto de las industrias artesanales, porque en ella la cantidad de obrera realizaban ingresos en cajas de ahorro y estaban adheridos
~ a sociedades mutuales o a círculos gremiales (trade clubs). Otra en-
peones por artesano era muy elevada.) Acerca de este punto, dispo-
cuest~, realizada en Hull en 1839, muestra que entre el 10 y el 13
nemos de un par _d e pruebas cuyo valor es relativo. Una inves-
tigación realizada en la ciudad de Hull en 1839, que distinguía en- po: ciento de los obreros contaban con viviendas «de amplias insta-
lac10~e.s», frente a ~na proporción de entre un 25 y 30 por ciento
tre los obreros de industrias artesanas empleados y parados, reve-
la que alrededor del 75 por ciento de la población ocupada esta- d~ vi~iend~s «ma! m~taladas», lo cual constituye probablemente un
entena mas preciso. Estos datos pueden servir como indicadores
.18. Se han omitido de este cálculo los condados con población minera. La
me1or fuente para las cifras de empleo en 1841 es W. F. Spackman, An ana- . 20. J. R . .s:~t. S., IV (1841), p. 164; pero el 75 por ciento incluye muchos
lysis of the occupations of the people (1847). tlpos de trans1c1on.
19. Cf. J. H. Clapham, An economic history of modern Britain, II, p. 35. 2.1. Cifras manuscritas .del. Censo de 1851, PRO, HO 107. El empadrona-
p~a un resumen más adecuado d<: los informes. Acepto el criterio de Clapham, dor informaba. acerca del .~strlto de empa~onamiento 5524jD, 17, pp. 434 ss.
quien supone que, en estas profes10nes, los patronos (masters) que no informa- 22. B. Fnpp, . <~Conditlon of ~e work:ing class in Bristol», J. R. Stat. S.,
ban acerca de1: número de empleados. eran principalmente pequeños producto- I!, p. 372; «Condinon of the working ~ass in Hull», ibid., V, pp. 212 ss. Las
1
res que trabajaban por cuenta propia. - . ctfra.s se han. calculado restando la cantidad de casas pertenecientes a los «ran-
t ..f gos mtermedios y elevados» (213). La cifra más elevada se basa solamente sobre
278 .TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 279
~ ·•1
aproximados del tamaño del estrato superior de }ª «pob_lació~ tra- De la década de 1840 hasta la de 1890
bajadora». Por supuesto, podemos detectar adem.as la ex1stenc1~ d,e
diversas categorías de trabajadores que cabe considerar como ansto-
Durante este período el problema de los estratos intermedios y
cratas obreros y que a veces demostraban el conservadurismo típico
de transición ya no resulta tan molesto. En todo caso, ya es fácil
y el exclusivismo sectorial característicos de ese grupo; sobre todo
distinguir un proletariado propiamente dicho, aunque se trata de
en el caso de aquellos artesanos cuya posición no fue substancial-
un proletariado que trabaja en pequeñas unidades de producción. Sin
mente afectada (y que eventualmente fue fortalecida) por la revo-
embargo, alrededor de la industria moderna sigue existiendo una
lución industrial: obreros gráficos, obreros de la industria del me-
producción realizada en pequeños talleres. Aunque la fabricación in-
tal,23 productores artesanales de artículos de lujo y casos similares.
dustrial de botas y de ropa se ha desarrollado ya -sobre todo a
No fue casual que los cajistas de Manchester se negaran a celebrar
partir de la década de 1870-, en Escocia sigue habiendo un maes-
la aprobación del proyecto de Ley de Reforma,24 mientras los ~~~ tro por cada cuatro sastres asalariados y un maestro zapatero por
dores de hierro evitaban las huelgas y confiaban en la negoc1ac10n
cada dos zapateros asalariados. Aunque las industrias del encaje, cal-
pacífica, y los mecánicos no participaban en el movimiento en favor
cetería, lana, yute y el resto de los ramos textiles se convirtieron en
del Sindicato General y en 1842 permanecieron neutrales. 25 En rea-
industrias fabriles, las numerosas pequeñas industrias del metal de
lidad resulta difícil pensar en algún constructor de máquinas o fun-
las áreas de Birmingham y Sheffield siguieron siendo complejos de
dido; de hierro que se destacara en los grandes movimientos sociales r. ,··i talleres especializados y de producción realizada fuera de los talleres.
del período 1830-1842, aunque muchos otros artesanos sí lo hicieron.
En realidad, en el área de Birmingham todavía en 1931 casi el 10
Sin embargo, conviene evitar las afirmaciones generales, dada la
por ciento de los trabajadores empleados en la fundición y en los
complejidad y la magnitud de los cambios que afectaron incluso a
procesos secundarios, y en «otras industrias del metal», y el 25 por
quienes entre 1780 y 1815 podían ser considerados como pertene-
ciento de los empleados en la joyería y en la industria de la plata
cientes a la élite obrera.26 (industrias que abarcaban unas 120.000 personas), eran patronos o
productores independientes.27 Sin embargo, aunque en cada etapa
del desarrollo capitalista se verifica una renovación relativa de la pro-
la cantidad de viviendas de la clase obrera cuyas instalaciones pudieron ser ducción en pequeña escala, esto se ajusta (y de hecho se ha ajus-
investigadas. . tado) a una escala decreciente, que supone un incremento de su de-
23. K. Marx, El Capital, l, capítulo 24, donde se dan razones que expli-
can el incremento de su fuerza. pendencia con respecto a la gran empresa.
24~ Minutes of the Manchester Typographical Society, Colección Webb EA, ( ''.l Podemos considerar algunas estimaciones generales del tamaño
XXX, p. 51. (LSE Library). . de la aristocracia obrera durante este período. La primera es la rea-
25. Webb, Hist. TU, 1894, pp. 180-182; J. B. Jefferys, Story of the engi-
neers, 1946, pp. 18, 22. . bl lizada por Dudley Baxter a propósito del sector de la clase trabaja-
26. Estos cálculos arrojan un poco de luz sobre el controvertido pro ema dora que en 1867 ganaba un salario medio de 28 chelines o más.
de Jo que ocurrió con el nivel de vida de la clase. obrera. CJapham,. ;\sht~n. Y Este sector estaba integrado por 0,83 millones de obreros sobre
otros especialistas en histori? económi~a han cu~st10nado la concepaon clasica
según Ja cual ese nivel habna descendido a par~1r de 1815. Estos aut.ores apo- un total de 7 ,8 millones de trabajadores (hombres, mujeres y niños,
yan su argumentación principalmente sobre la idea de que los . ~alanos re~les incluidos los trabajadores agrícolas y el servicio doméstico) o sea
habrían aumentado entre 1815 y la década de 1840. Esta pretension ya ha sido
socavada por las dudas relativas a las estadísticas del co~te de la vida sobre alrededor del 11 por ciento. Si descontamos a los peones agrícolas y
las que se apoya. Sin embargo, cabe mosa:ar que los salarios reales de algunos al servicio doméstico femenino, el porcentaje llega casi al 15 por
obreros probablemente a~entaron. Pero s1~ ,como he. argumentado en este estu- ciento.28 La segunda estimación se basa sobre la cantidad de miem-
dio los estratos favorecidos de la poblacion trabaiadora eran mucho menos
n~erosos que el resto, la concepción optimist~ se derrumb_a. Si_n emb?rgo, n,o . ·'
es éste el lugar apropiado para desarrollar esta importante discusión . Vease mas 27. West Midland Group, Conurbation, 1948, pp. 122-123.
arriba, capítulos 5-7 (pp. 84-146). !' 28. D. Baxter, The national income, 1868, apéndice IV.
280 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 281
~
bros. que tenían los sindicatos antes de la . expansión de 1889 (es No podemos tomar las cifras de Baxter como una guía fiable para
decir, antes de las «negociaciones fuertes» típicas de ese período). determinar la composición efectiva de esta aristocracia, porque su
Según la primera estimación fidedigna de la cantidad de afiliados a estimación no tiene en cuenta la irregularidad de los ingresos y
los sindicatos generales -realizada por S. y B. Webb en 1892-, esa -como solían hacer los investigadores de la época victoriana- esta-
masa sindical representaba alrededor del 20 por ciento del total de blece un promedio entre los ingresos muy altos y muy bajos de
la clase trabajadora (cifra quizás un poco exagerada). Si partimos de cada gremio. La composición del movimiento sindical en 187 5 cons-
esa cifra para calcular la cantidad de trabajadores sindicalmente orga-
nizados que no formaban parte de la aristocracia obrera (trabajado- CUADRO 1
ras de la industria del algodón, muchos obreros de las minas, miem-
Gremios que en 1865 tenían tarifas salariales de 40 o más
bros de los sindicatos de obreros no calificados creados en 1889, etc.),
chelines por semana
no nos apartaremos demasiado de la verdad. 29 Recordemos que, se-
gún Mayhew, el porcentaje de trabajadores sindicalizados en un gre-
Astilleros: algunos carpinteros na- res, tintoreros, estampadores a
mio normal de Londres constituía el 10 por ciento del total de obre-
vales. máquina, cortadores.
ros del mismo.30 De hecho, estas estimaciones se basaban sobre unas Ferrocarriles: algunos maquinistas. Piel: adobadores de Londres.
conjeturas relativamente plausibles, y sólo las mencionamos porque Encuadernación: destajistas, acaba- Vidrio: muchos obreros calificados.
no son incompatibles con los mejores datos disponibles para el t' dores, expedidores. Industria gráfica: cajistas de perió-
período siguiente. Instrumentos científicos: la mayoría dicos, lectores de pruebas, algu-
Cabe mencionar, para completar lo anterior, una estimación, ba- de los obreros. nos cuidadores de máquinas y
sada también en la encuesta de Baxter, acerca del tamaño del estrato Cuchillería: 32 forjadores de limas, mecánicos.
más bajo, con ingresos menores a los 20 chelines. Ese estrato es- auxiliares de herrero, afiladores Fabricantes de instrumentos musi-
taba integrado por 3,3 millones o sea algo más del 40 por ciento de (sobre todo de piezas de más de cales: algunos.
12 pulgadas), productores de sie- Litógrafos: muchos.
la clase trabajadora, con exclusión de los peones agrícolas, soldados
rras, muchos rectificadores de Tallistas: muchos.
y pensionistas y del servicio doméstico femenino. 31 Este P<?rcentaje sierras. Relojeros: muchos; algunos produc-
coincide curiosamente con los establecidos por las encuestas socia- Construcciones navales: algunos ca- tores de relojes de pie.
les ulteriores. pataces. Calcetería: algunos supervisores de
Ebanistas: un sector. fábrica.
29. Las estadísticas acerca de la cantidad de miembros de los sindicatos
antes de la expansión de 1871-1873 no son representativas, salvo para oficios o t •'J Sombrereros: muchos trabajadores Torneros de marfil y hueso: algu-
ciudades aisladas. Las de mediados de la década de 1870 (después de la inci- manuales calificados. nos.
dencia del aflujo de 1871-1872, pero antes de la contracción de la Gran Depre- Joyería: muchos obreros calificados. Alfarería: modeladores de arcilla,
sión) están viciadas por la organización desigual de los diferentes gremios «aris- Hierro: algunos «slingers»; más la- muchos torneros, muchos fogone-
tocráticos». De modo que las de 1890-1894, menos las correspondientes a los «no minadores; muchos herreros y ros de bizcocho.
aristocráticos», constituyen la mejor guía de que disponemos.
30. Op. cit., III, p. 231. auxiliares de herrero. Acero: la mayoría de los fundido-
31. Se ha llegado a esta cifra de la siguiente manera: sobre la base de las Textiles: estampado de calicó; mez- res, fraguadores y vertedores, la-
subdivisiones V-VII de Baxter (hombres que ganaban menos de 20 chelines) cladores de colores, blanqueado- minadores.
más todas las mujeres y niños que eran obreros; con las excepciones mencio-
nadas. Puesto que los precios eran más elevados en la década de 1860 que a
finales de siglo, los límites elegidos suponen probablemente una sobrevalora-
ción del tamaño de la aristocracia obrera. En 1858 se consideraba que un sala- FUENTE: Leoni Levi, Wages and Earnings of the Working Classes (1867).
rio de 27 chelines (sin contar las pérdidas por mal tiempo) no era suficiente
como para mantener a salvo de la «pobreza» a una familia con tres niños de un 32. De aquí hay que deducir los salarios que los trabajadores calificados
obrero de la construcción de Londres; cf. T own lífe, del autor de Liverpool pagaban a sus peo;;;.Gs. En las industrias del hierro y del acero este desembolso
life, etc., 1858, pp. 65-66 estaba previsto.
282 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 283
tituye una guía . mejor. Poco más de la mitad del mismo estaba in- La declinación del trabajo doméstico puede o no haber supuesto
tegrado por artesanos pertenecientes a los gremios poco afectados un incremento de la proporción de miembros de la élite obrera o
(salvo en cuanto a sus materiales y por el hecho de la aplicación de una mejora de la posición de los trabajadores de las industrias afec-
motores a las herramientas manuales) por la revolución industrial: tadas por ese proceso, pero sin duda situó a esa aristocracia. obrera
constructores, mecánicos, obreros navales y casos similares, así como en un puesto más prominente y supuso un descenso de la tempera-
varios gremios más antiguos (trabajadores gráficos, ebanistas, sastres, tura política de las respectivas industrias. Los trabajadores domés-
vidrieros, encuadernadores, constructores de vehículos y casos simi- ticos de las grandes industrias que utilizaban el sistema del putting-
lares). El resto estaba integrado principalmente por mineros, obreros out solían vivir en poblaciones o distritos urbanos especializados
del hierro y del acero, y obreros textiles calificados; estos últimos (por ejemplo, Spitafields y Cradley Heath), y era frecuente y pr~vi
constituían el grupo más pequeño, aunque numéricamente más esta- sible que formaran grandes conglomerados dependientes de uno o
ble. El cuadro 1, de la página anterior, presenta una lista de los dos patronos. Hay ejemplos de patronos de fábricas de clavos que
gremios que tenían tarifas salariares semanales más elevadas. controlaban entre 1.800 y 2.000 obreros.35 De modo que su decli-
Este cuadro muestra más la composición del sector superior de nación supuso en efecto una reducción del tamaño promedio de la
esa aristocracia, que la situación media del artesano próspero; cabe unidad de producción. En la pequeña fábrica , o en el laberinto de
compararlo con el cuadro correspondiente al período 1890-1914 (ver talleres especializados interdependientes --como los que encontra-
cuadro 5, pág. 293 ). Hay que señalar que si dispusiéramos de una ~ 'il mas en la industria de la calcetería, en el ramo de la fabricación de
lista similar para la primera mitad del siglo, no percibiríamos dema- cañones de Birmingham o en algunos ramos de Sheffield-, el arte-
siadas diferencias. sano indispensable o el operario especializado no sólo era más im-
¿Podemos averiguar mejor el origen de la aristocracia obrera? De portan te sino que consideraba que lo era. En esas condiciones, tam-
hecho, no estamos en condiciones de obtener estimaciones numéricas bién la unión de los trabajadores resultaba más difícil. Los trabaja-
:fidedignas.33 Sin embargo, podemos hacer un análisis general. Hay dores domésticos de Cradley Heath intentaron infructuosamente crear
tres hechos que se destacan: la disminución del trabajo doméstico y un sindicato; los artesanos de Birmingham, por su parte, apenas co-
el correspondiente desarrollo del sistema fabril; la declinación rela- nocían las asociaciones gremiales. (El terrorismo de Sheffield fue una
tiva de la industria textil y de las viejas industrias de producción reacción defensiva ante el surgimiento de la máquina y de la fábri-
de artículos de consumo, y el desarrollo de la industria pesada y de ca, y ante la crisis de una determinada modalidad de trabajo domés-
la industria metalúrgica; el incremento del trabajo femenino. Estos tico subcontratado. Por consiguiente, este fenómeno no es pertinente
tres hechos aparecen combinados. Por ejemplo, el incremento del tra- t , 1~ para la presente argumentación. En todo caso no fue una muestra
bajo femenino queda estadísticamente disimulado por su declinación de radicalismo sino una alternativa con respecto a este último.) 36
en algunas industrias domésticas: aunque entre 1851 y 1891 el por- Lo mismo puede decirse respecto del aumento de la proporción
centaje de mujeres ocupadas no aumentó de manera significativa, no de mujeres que trabajaban en las diferentes industrias (dato que
menos de 122.000 puestos femeninos desaparecieron en oficios como cabe utilizar como un índice del aumento de la proporción de obre-
la manufactura y costura de cintas, encaje, sombreros de paja, ca-
misas y guantes.34 Wales», Trans. Manchester Stat. Soc., 1897-1898, pp. 153 ss., presenta conve-
nientemente las cifras.
35. G. C. Allen, The industrial development of Birmingham and the Black
33. Las cifras del Censo salarial de 1886 no son fidedignas. Difiere,n hasta Country, 1939, p. 126.
tal punto de la subdivisión del Censo salarial de 1906 (sin motivo evidente 36. Los mejores informes acerca de sus actividades se encuentran en: Na-
para ello) que conviene no tenerlas en cuenta. Probablemente esa diferencia se tional Association for the Promotion of Social Science, Report on trade socie-
debe a que en 1886 se registraron las tarifas salariales, mientras. que-en 1906 ties, 1860, pp. 521 ss., sobre todo pp. 540-541; R. C. on Trades Unions, 1876,
se registraron los ingresos. passim. Véase también las memorias de Dronfield y Uttley en Notes and queries,
34. T. A. Welton, «Ün forty years industrial changes in England and ~ 1948, pp. 145-148, 279-280.
284 TRABAJADORES
ces una etapa de transición, aunque esos ramos no eran necesaria- f ¡,'I
zás e~tre un 70 y un 75 por ciento en la industria mecánica; 44 y con ¡,
mente los que resultaron afectados en el período 1850-1890. segundad su posición relativa mejoró. El desarrollo de las construc- 1
En definitiva, es probable que la aristocracia obrera de estos ra- ciones navales de hierro redujo el porcentaje de los aristócratas -que
J:
mos hubiera disminuido con respecto al total de trabajadores em- había sido a~rumador en la época de los barcos de madera, aunque
pleados en ellos. no todos hubieran gozado de una posición igualmente próspera- 45 y 1
(Hay que señalar que el surgimiento de las fábricas supuso una p~o~ablemente se mantuvo entre el 50 y el 60 por ciento hasta el sur-
reducción de los grupos peor pagados y una expansión de los que gimiento de. las m~quinas automáticas. 46 La cantidad de obreros grá-
recibían una paga menos terrible. Sin embargo, como ni los patro- ficos (otra Industria con elevado porcentaje de trabajadores califi-
nos ni los obreros estaban aún familiarizados con el concepto de ca~os) también aumentó más de tres veces. El porcentaje de obreros
«trabajador semicalificado»,42 tanto los miembros de la élite como calificados era elevado en la industria del hierro (casi el 44 por ciento
otras clases de trabajadores seguían considerándoles como meros en la muestra analizada por Levi en 1865) 47 y los salarios eran altos
· peones que trabajaban con máquinas.) pero los ingresos eran irregulares y al parecer el volumen efectivo d~
Esa disminución se acentuó cuando aparecieron industrias en las pobr~z.a era también elevado, como lo eran la suciedad y las malas
que virtualmente no había aristocracia, como el transporte y la mi- condiciones de sus viviendas. Ciudades como Middlesbrough, Wol-
nería del carbón (aunque probablemente en ambas la aristocracia haya verhampton y Neath se encontraban casi a la cabeza de todas fas
crecido durante ese período). 43 En 1851, los mineros, marineros, fe- r ) lista~ de an~lfabetismo o ancianidad indigente.48 Sin embargo, los
rroviarios, carreteros y otros trabajadores de este tipo constituían salan.os nommal~s extraordinariamente elevados y el predominio ge-
alrededor de medio millón de personas; en 1881 eran más de 1,3 mi- neralizado del sistema de subcontratación convirtieron a las indus-
llones . Sin embargo, este incremento es consecuencia en gran parte trias del hierro y del acero en un baluarte de la aristocracia obrera.
del traslado de los peones rurales y de otros obreros no calificados Los gremios de la construcción también experimentaron un cre-
hacia profesiones un poco mejor pagadas; por consiguiente, no alteró c~miento relativo y, como conservaron su vieja estructura, mantu-
la jerarquía general de la clase obrera tanto como cabría pensar. vieron la fuerza de la aristocracia obrera.
Por otra parte, durante este período se produjo un inmenso re- Por consiguiente, es probable que el período se caracterizara por
fuerzo de la aristocracia obrera debido al crecimiento de las indus- un desplazamiento del centro de gravedad dentro de la aristocracia
trias del metal. Así, el número de trabajadores del hierro se triplicó obrera, en virtud del cual las nuevas industrias pasaron a ocupar la
entre 1851 y 1881 y el de los constructores navales, mecánicos y ofi- posición antes detentada por los viejos oficios artesanales; así como
cios similares alcanzó proporciones aún mayores. En muchas de esas t 1() ·
industrias el porcentaje de obreros calificados era muy elevado, qui- ~4. 1: Y M. Jefferys, «The wages, hours and trade customs of the skilkd
engmeer m 1861», Econ. Hist. Rev., XVII I (1947) p 30 · J R Stat S ''
LXVIII (1905), p. 384. ' ' . ' . . . .,
42. No he encontrado registro alguno del uso moderno de la palabra «se- 45. Véas.e The shipwri~hts' journal, Sunderland, 1858, pp. 20-21 donde se
expresan que¡as en tal sentldo. '
micalificado» anterior a 1894 (Gas-workers and General Labourers' Union Con-
ference, p. 77), aunque el New English Dictionary no lo registra hasta 1926. 46. R. C. on !~acle Unio~s, 1867, XXXII, p. 17.167 (35 por ciento de los
El W orkers' Union Record de septiembre de 1916, p. 11, incluye un primer empleados en fundic10nes de hierro del Támesis eran no calificados) pp 17 363-
reconocimiento de esos trabajadores en cuanto grupo, al referirse a los movi- 17.364 (alrededor del 50 por ciento de los constructores navales ed hi~ro ·eran
mientos de 1904 en la B.S.A. (fábrica de armas pequeñas de Birmingham). peon~s). ~· e: º? Labour, 1892, XXXVI, p. III, grupo A, respuesta a los
43. P. W. Kingsford, Railway labour 1830-1870, tesis doctoral, Biblioteca cuesn~nanos smdicales, pp. ~74-287. (El 5~ por ciento de los obreros de 8 asti-
de la Universidad de Londres, 1951, p. 6, muestra que la cantidad de obreros lleros mgles~s y el ~6 por aento de 6 as~eros escoceses eran calificados.)
«calificados» aumentó desde el 9 hasta alrededor del 12 por ciento entre 1847- 47. Lev1, op. ~zt. p86~), p. 122. La mttad de los «slingers» junto con sus
«ayudantes» han sido mdwdos en cada uno de esos grupos.
1850 y 1884; pero las categorías administrativas y de supervisores experimen-
taron un descenso desde un 6,7 por ciento en 1850 hasta un 3,7 por ciento 48. ~ce~ca d~l ~nalfabeti,smo, véase los Registrar-General's reports; acerca
en 1884. de la anciarudad md1gente, vease C. Booth, The aged poor 1894 y Lady Bell
~ At the works, 1900, p. 84. ' ' '
~ .,.
.1 •
288 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 289
19. - HOBSBAWY.
290 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 291
•,
294 TRABAJADORES LA ARI STOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 295
Dos cosas le·llamarán la atención al lector: primero, el desplaza- Qi. ·~' del hierro, que era más antiguo, todavía en 1912 se negaba a adhe-
miento decisivo de la «superaristocracia» desde los oficios artesanales rirse al Partido Laborista.61
hacia las industrias metalúrgicas y en menor medida hacia la indus- Sin embargo, durante este período ciertos miembros antiguos de
tria del algodón, a partir de 1867 (compárese con el cuadro l); se- la aristocracia obrera comenzaron a sentir la competencia de la ma-
gundo, el hecho de que todos estos superaristócratas (salvo los ma- quinaria y la amenaza del descenso de categoría. Una vez más, ·esto
quinistas ferroviarios y un sector de obreros mecánicos) pertenecían se reflejó en sus actitudes políticas. Hasta el juicio de Taff Vale no
a ramos en que el trabajo a destajo era predominante o bien era exi- hubo muchos sindicatos que se adhirieran al Comité de Representa-
gido por los sindicatos.58 Sin embargo, la Asociación de Mecánicos ción Obrera. Salvo excepciones sin importancia, se trataba de los
Unidos se limitaba a tolerarlo, aunque de hecho sus miembros mejor principales sindicatos <<nuevos» creados en 1889, más los siguientes
pagados trabajaban según ese sistema. El trabajo a destajo demostró sindicatos «viejos»: el Sindicato de la Industria del Latón, el Sindi-
ser la forma de retribución salarial más adecuada al capitalismo, de cato de Encuadernadores de Londres, el Sindicato Nacional de Ope-
un manera mucho más amplia que la prevista por Marx. rarios de la Industria de Botas y Zapatos, el Sindicato de Cajistas de
Con las excepciones parciales de los mecánicos y los maquinistas Londres, el Sindicato de Pintores, el Sindicato de Pulidores, el Sin- ''i
ferroviarios, todos los obreros mencionados en esta lista pertenecían dicato de Fundidores de Hierro, el Sindicato de Obreros de Artículos '"
a sindicatos con una hoja de servicios totalmente conservadora. Los de lujo en Piel, el Sindicato de Carpinteros navales y la Asociación
hilanderos del algodón invertían sus ahorros personales y sindicales ~ :j Tipográfica. Dentro de este grupo, el Sindicato de Encuadernadores 1
en las hilanderías de algodón.59 Los obreros calificados de los astille- """ estaba embarcado en una lucha contra la mecanización y la desapari- )'
·¡,
ros de Jarrow y Newcastle hacían lo mismo en su industria y los ción de las diferencias de categoría, el Sindicato de Cajistas afrontaba
funcionarios del Sindicato de caldereros también desempeñaban sus el desafío de las máquinas de linotipo y monotipo, los pulidores y
¡!
tareas en las asociaciones de sus patronos.60 Los obreros del encaje trabajadores de la industria de artículos de lujo en piel eran casos •I
'
tf
se caracterizaban por su respetabilidad a ultranza. Los fundidores de claros de gremios acosados por la subdivisión y por la subcontra- 1
acero se encontraban de hecho entre los primeros sindicatos que tación, los fundidores de hierro estaban amenazados por el desarrollo .t
apoyaron el Comité de Representación Obrera (Labour Representa- del moldeado a máquina y los carpinteros navales estaban luchan-
tion Committee). Quizás hubiera sido así porque, en cierto sentido, do para mantenerse frente a los gremios en alza de los constructo-
constituían un «sindicato nuevo» (formado en 1886 ). La industria res navales en metal.62 Resulta difícil considerar a los pintores como
del acero se destacaba por reclutar más a sus operarios entre los peo- un gremio aristocrático, porque en su gran mayoría eran obreros se-
nes en ascenso que cualquier otro gremio aristocrático, y porque su micalificados y trabajadores eventuales. Los productores de botas y
sindicato -probablemente por esa razón- tenía inclinaciones más '# } zapatos acababan de ser derrotados en una gran batalla con los patro-
industriales que gremiales, y era un gran defensor de la instauración nos acerca de la cuestión de la mecanización y se encontraban en una p
compulsiva del coto cerrado. Sin embargo, su líder, John Hodge, era fase del retroceso. 63 Los trabajadores de la industria del latón se en- •'
'
y siguió siendo liberal y no socialista. El sindicato de trabajadores
61. A. P~gh, Men of steel, 1951, p. 81; John Hodge, From workman's
cottage to Wmdsor Castle, 1931, pp. 61, 138-139.
58. Webb, Industrial democracy, 1897, pp. 1, 286. 62. Encuadernadores: E. Howe y J. Child, The London Society of Book-
59. Chapman y Marquis, «The recruiting of the employing classes from the binders, 1952, cap. XXI: «The fight for full employment»; gráficos: E. Howe
wage-earners in the cotton industry»,]. R. Stat. S., LXXXV (1912); P. de Rou- Y.H. Waite, The London Society of Compositors, 1940, pp. 202-206, S. Gilles-
siers, The labour question in Britain, 1896, pp. 261 ss.; D. M. Good, Economic p1e, A hundred years of progress, 1953, pp. 111 ss.; fundidores de lúerro:
and political origins of the Labour Party, tesis, LSE Library, 1936, pp. 221-222. véase los «Reports for unemployment indices», y tambiéri el Annual Report of
60. Booth, The aged poor, p. 113; D. C. Cummings, History of the United Amal. Society of Plate and Machine Moulders, Oldham, 1894, p. 5; carpinteros
Society of Boilermakers, 1905, pp. 103, 119; S. Pollard, Economic_JJistory of navales: Pollard, op. cit., pp. 156-159.
British shipbuilding, 1870-1914, tesis doctoral, Biblioteca de la Universidad de 63. A. Fox, History of the National Union of boot and Shoe Operatives
Londres, 1950, p. 159. 1958, capítulos 21-22. '
¡!
296 TRABAJADORES
LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 297
frentaban con la declinación del sistema de vaciado y el incremento ~ -tll
ra, aüfique en determinadas regiones o industrias quizás hubiera sido
del sistema, «menos calificado», de estampado y prensado; así como más grande, o más pequeña.
con cambios de largo alcance en las demandas y una grave derrota No he tomado en cuenta deliberadamente las variaciones regiona-
en el arbitraje de 1900, que debilitó muchísimo al sindicato.64 les de los niveles salariales. Estas eran muy amplias, aunque a partir
En síntesis, en este período la aristocracia obrera siguió siendo de la década de 1870 se multiplicaron los signos de una estandariza-
básicamente del mismo tipo y composición que durante el tercer ción y de una reducción de los salarios diferenciales. Sin embargo,
cuarto del siglo, aunque su centro de gravedad se desplazó más hacia en cada región la aristocracia obrera seguiría ocupando la misma po-
las industrias metalúrgicas. sición respecto de sus «plebeyos», mientras no variasen otros pará-
No es fácil resumir este análisis del tamaño de la aristocracia metros, aunque su nivel absoluto (como en el caso de Escocia) fuese
obrera. ¿Su tamaño relativo aumentó a disminuyó? Realmente no más modesto que en otras partes.
sabemos lo suficiente como para decidir. A título de conjetura pode-
dos decir que en las décadas de 1860 y 1870 no era más grande de
lo que habían sido los estratos favorecidos antes de 1850 (aunque más 3. EL PUESTO DE LA ARISTOCRACIA OBRERA EN LA ESTRATIFICACIÓN
no fuera por el gran desplazamiento de mano de obra no aristocrá- SOCIAL
tica desde la agriculturn, donde quedaba al margen de la «jerarquía
proletaria», hacia las áreas industriales). Pero, en cambio, su posición ~ JI En esta sección consideraré tres problemas: el «salario diferen-
en cuanto aristocracia era mucho más firme. Por ejemplo, ya dejó de cial» entre los miembros de la élite obrera y el resto de los traba-
ser cierto que las depresiones la afectaran más gravemente que a jadores, la distancia entre ellos y la pequeña burguesía y los patro-
los que no pertenecían a ella, como alguna vez se dijo. 65 A partir nos, y el problema de la «coexplotación».
de la década de 1870, y hasta la de 1900, probablemente aumentó.
En un período de descenso de los precios y del coste de la vida, y
de aparición de una nueva gama de artículos de consumo más bara- El «salario diferencial»
tos, era fácil que los estratos superiores marginales de la masa de
los obreros de nivel medio o promedio gozaran de los beneficios de La razón principal de la existencia de una gran diferencia sala-
una posición aristocrática, aunque probablemente ello no supusiese rial entre las profesiones calificadas y no calificadas, las «aristocrá-
mayores ventajas para los «plebeyos», salvo una subsistencia no tan ticas» y las «plebeyas» en el sistema capitalista es el hecho de que
angustiante. Sin embargo, quizá sea arriesgado extraer de nuestro e t> el ejército industrial de reserva de parados y de subempleados, que
análisis otra conclusión que la siguiente: la aristocracia obrera repre- determina el movimiento general de los salarios, afecta de manera
sentaba entre el 10 y el 20 por ciento del total de la clase trabajado- diferente a las diferentes categorías de trabajadores. Opera en prime-
ra instancia sobre todo manteniendo bajos los salarios de la clase de
mano de obra que se expande con más facilidad: es decir, los de
64. G. C. Allen, op. cit., pp. 228-231, 251-252; R. D. Best, Brass Chan- la m~o de obra menos calificada. Una razón específica para que eso
delier, 1940, cap. x, pp. 80-81; Cadbury, Matheson, Shann, W omen's work and ocurnera en Gran Bretaña era que los pertenecientes a la élite obrera
wages, 1906, p. 263 y en general, W. A. Dalley, The life of W. J. Davis.
65. H. Ashworth, «Statistics of the present depression of trade at Bol- eran por lo general capaces de crear artificialmente una escasez de su
ton», I- R. Stat. S., V (1842), p. 79. De ahí el temor expresado en la época tipo de trabajo, ya fuese mediante la restricción de la entrada a sus
del cartismo: «Bastaría con rebajar el nivel de la clase artesanal de este país
hasta el del pe6n, para que haya que conceder la Carta». R. C. on Trade Unions,
P.rofesiones ~bien mediante otros recursos. Cuando perdían esa capa-
1867, p. 8.753. Los movimientos radical y cartista de las décadas de 1830 y c1~ad (por e1emplo, por el desarrollo incontrolable de las máquinas),
1840 tuvieron tanta amplitud porque, salvo algunas excepciones, los artesanos de1aban de pertenecer a la élite, como ocurrió en el- caso de los carda-
habían sido efectivamente rebajados temporariamente de nivel.
dores. Por _consiguiente, en la Gran Bretaña victoriana había siem-
298 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 299
,. .·'.~ por mucho menos de lo que éstos hubiesen podido cobrar, porque
~
pre algunos grupos de trabajadores que vivían casi si~mpre ~n c.o~-
diciones de pleno empleo, mientras que una masa mas amplia v1v1a tardaron mucho en aprender a pedir lo más posible en vez de pedir
casi siempre en una situación que suponía para los patronos un ma- lo que consideraban como un «buen» salario para un obrero califi-
ravilloso mercado para comprar mano de obra. El desarrollo del ca- cado con respecto a lo que ganaban los otros obreros calificados y
pitalismo iba a entrañar una reducción de est~ rel~tiva se~ri?ad de los peones. Por otra parte, en ese sistema la frontera entre la aristo-
la aristocracia obrera, y las dos guerras mundiales iban a elimmar la cracia obrera y el peonaje era probablemente mucho más nítida y
vieja presión del ejército industrial de reserva sobre los trabaj.adores fija.
no calificados. Por consiguiente, a partir de 1914 se produjo una En términos generales, en las industrias tradicionales el «peón»
notable disminución de la diferencia salarial entre ambos estratos. Sin o «ayudante» recibía alrededor de la mitad, o poco más, del salario
embargo, antes de esa fecha esos factores todavía no eran fuertes . del artesano. Eden, en su State of the poor, calculaba que los sala-
Sin embargo, de hecho otro factor mantuvo unas rígidas diferen- rios de los artesanos rurales en 1795 eran de 2 chelines y 6 peni-
cias entre los salarios de las diferentes categorías de obreros, en los ques a 3 chelines, y los de los peones de labranza de 1 chelín y 6 pe-
66
gremios que se ajustaban a un modelo antiguo: la costumbre. El niques por día. En Macclesfield, en 1793, los artesanos ganaban
salario de un peón de albañil estaba en relación con el salario del 3 chelines y los peones 1 chelín y 8 peniques. Los salarios de los
oficial, aunque ese vínculo podía tener una cierta elasticidad. En carpinteros navales de Portsmouth desde 1793 a 1823 eran de un
esas industrias, cuando los patronos contrataban a sus obreros se
~
·,t promedio de alrededor del doble del de sus peones.69 En la mayoría
guiaban por escalas salariales tradicionales; los trabajadores, por su de las profesiones urbanas, ya más avanzado el siglo XIX (y quizás
parte, también fijaban el salario que pedían mediante consideracio- incluso antes), el salario diferencial era al parecer menor (quizás es-
nes de tipo tradicional: lo que siempre se había considerado como taba más cerca del 40 ·por ciento), aunque si dejamos de lado los
un «buen» salario o como una diferencia salarial fija; lo que obte- ingresos medios de los artesanos (la mayoría de los cuales, como
nían otros trabajadores situados en una posición similar (o en una hemos visto, ganaban un salario subaristocrático) y consideramos sólo
posición que consideraban comparable con la suya.67 Por consiguien- los ingresos de la élite obrera, cabe dudar de que fuese mucho menor.
te, hay que distinguir entre dos tipos de industria: las tradicionales, Por ejemplo, en los gremios de la construcción, los artesanos gana-
donde seguían en vigencia los salarios diferenciales establecidos; y ban al parecer alrededor del 30 o del 40 por ciento más que los
las nuevas industrias, donde las consideraciones capitalistas habían peones.70 Por regla general, podemos decir que el salario diferencial
hecho retroceder a las viejas tradiciones, y en las que, por consi- debió estar más cerca del 100 por ciento cuanto más fuerte, más
guiente, las categorías inferiores de obreros se encontraban en una exclusivo y más «aristocrático» era el gremio, o bien que era mayor
situación relativamente peor y los miembros de la aristocracia obre- ~ J cuanto más baja era la tarifa según distrito para los obreros no cali-
68
ra en una situación relativamente mejor. Sin embargo, debiéramos ficados (como por ejemplo, en las áreas puramente rurales). Así, en
recordar que a) el salario del «peón» era, en origen o esencia, en Manches ter, la tarifa salarial de los peones oscilaba alrededor del 50
todas las industrias un salario de subsistencia, y b) que los elementos por ciento de la tarifa de los montadores mecánicos entre 1830 y
tradicionales siguieron activos durante mucho tiempo en el capita- 1871, mientras que en Leeds, donde la tarifa de los montadores
lismo británico y que todavía no han desaparecido. La principal con- era más baja, también lo era el salario diferencial. En Londonderry,
secuencia de esto durante el siglo XIX era la posibilidad de que entre 1821 y 1834, los peones ganaban por lo general menos de la
los patronos contrataran incluso a los miembros de la élite obrera
69. Eden, passim. Bowley, Wages in the nineteenth century, p. 61; «A sta-
66. Véase el capítulo 14 (pp. 352-383). tistical account of the parish of Madron, Cornwall», J. R. Stat. S., II, p. 217.
67. J. W. F. Rowe, W'ages in theory and practice, 1929, pp. 156 ss., con- 70. Postgate, .T,l:Je builders' history, 1923; A. L. Bowley, «Statistics of wa-
tiene un buen análisis de este fenómeno. ges in the UK in the last 100 yeats», VI-VII, J. R. Stat. S., LXIII ·(1900);
68. Mayhew, op. cit., III , plantea esta distinción con mucha claridad. E . . J, VIII, ]. R. Stat. S., LXIV (1901); Bowley, op. cit., p. 90.
' .,
300 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 301
'-3' <"·~
mitad que los salarios de los carpinteros navales.71 Si tomamos en tringida; de ahí las constantes quejas en gremios como el gráfico por
consideración estos datos, el 100 por ciento es una guía suficiente- el incremento de la cantidad de aprendices y la introducción de las
mente útil para determinar la diferencia salarial entre las categorías mujeres. Sin embargo, incluso en estos gremios, existía probable-
superiores y las inferiores, aunque no para determinar las de las mente un salario diferencial fijo. En todo caso, Dudley Baxter consi-
categorías intermedias. deraba que el,l la mayoría de las industrias los salarios medios de
La situación era bastante distinta en las nuevas industrias, salvo un muchacho, de una mujer y de una muchacha podían equivaler
en los casos en que toda la estructura salarial estaba basada sobre en conjunto al de un varón adulto.74
72
la tarifa de subsistencia del peón no calificado. Allí el salario dife- ¿Qué ocurrió con estos diferenciales a lo largo del siglo XIf{?
rencial era más amplio y m-ás elástico. Por ejemplo, entre 1823 y Nuestra información acerca de la primera mitad del mismo es dema-
1900, los salarios de los hilanderos de las selfactinas nunca bajaron siado imperfecta como para que podamos decir mucho, pero es evi-
del 221 por ciento de los salarios de sus anudadores, y sólo en dente que entre las décadas de 1840 y 1890 el salario diferencial se
cuatro años estuvieron por debajo del 200 por ciento con respecto a amplió y que no se redujo notablemente (en caso de que en realidad
los salarios de los tejedores. En la industria del hierro, desde 1850 hubiera dejado de ampliarse) entre la década de 1890 y 1914. Esto
hasta 1883, los salarios de los pudeladores eran entre un 200 y un choca con la afirmación de Marshall según la cual los salarios de los
240 por ciento superiores a los salarios de los peones. En los talle- obreros no calificados habían crecido más rápidamente que los de
res de blanquear, entre 1850 y 1883 el salario diferencial entre los ~ ti' los obreros calificados; pero las observaciones de Marshall acerca del
operarios manuales (varones) y las mujeres que cuidaban de las má-
quinas de blanquear, variaba entre 230 y 393 (siendo el salario de
tema de los trabajadores calificados y no calificados son excepcional-
mente poco fidedignas (o quizá representen sólo una expresión de
•
estas últimas igual a 100). En la década de 1860, los obreros más deseos). 75
importantes de la industria del encaje de Nottingham ganaban un Las características peculiares del mercado de trabajo británico
salario por lo menos tres veces superior al de los ayudantes y zur- determinaron que ese período fuese anormalmente favorable al desa-
cidores.73 rrollo de elevados salarios diferenciales. Así, desde 1851 hasta 1911
La causa de la existencia de estos salarios diferenciales excepcio- había en Gran Bretaña alrededor de 108 mujeres en edad de tra-
nalmente amplios podía residir en el hecho de que ciertos obreros bajar (de 15 a 49 años) por cada 100 hombres; había un gran exce-
ganaban salarios excepcionalmente altos (sobre todo en las indus- dente de mano de obra muy barata, que sólo en parte fue absorbida
trias muy cíclicas, donde de hecho la curva del abastecimiento de por la demanda creciente de servidumbre doméstica en la segunda
mano de obra podía descender bastante en épocas de mucha ocupa- t. ,' j mit~d del siglo. Como he~os visto, las ind~strias ~o~ésticas, que
ción), o bien en el hecho de que los obreros no calificados, así como · hab1an dado empleos parciales a muchas mu1eres, disminuyeron ca-
las mujeres y los niños, ganaban salarios excepcionalmente bajos, tastróficamente a partir de 1851 (por ejemplo: la fabricación de en-
que podían, en estos dos últimos casos, ser rebajados sin peligro por caje; guantes y sombreros de paja; y también desaparecieron ciertas
debajo del mínimo de subsistencia. Esto era importante, sobre todo, formas de trabajo femenino en la minería y en la agricultura).76 Ade-
en las industrias cuyos salarios diferenciales eran variables, pero más, el trabajo infantil siguió siendo sorprendentemente importante
donde la entrada de mano de obra se encontraba efectivamente res- en este país y casi hasta finales del siglo no mostró ninguna tenden-
cia significativa hacia la disminución en las industrias importantes.
71. A. L. Bowley y G. Wood, «Statistics o.f wages in the UK in the last
100 years», X-XI, ]. R. Stat. S., LXVIII (1905), pp. 137, ~76-377, 380-381.
72. Kingsford, op. cit., p. 145, acerca de los ferrocarriles, ]ournal of Gas 74. Baxter, op. cit., p. 49.
Lighting 52 (1888), p. 286, acerca del gas. Estadísticas de Trevethin (Ponty- 75. Principies, 8.ª edición, p. 716. También p. 3.
pool), ].'R. Stat. S., III, p. 370, acerca de los peones y los mineros del carbón. 76. Clapham ha reproducido en su Econ. hist. of modern Britaín, II, el
73. Algodón: calculado a partir de Wood, op. cit., p. 131; hierro y blan- mapa del censo de 1851, que permite :i_!)reciar la gran difusión de esa forma de
queado: Levi (1885), pp. 143, 126; encaje: Mise. Stats. (1866), p. 274. IC' j trabajo en las áreas rurales.
•
TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 303
302
e: la ausencia de series comparables de ingresos, o incluso de datos sobre ,.
En 1881 constituía todavía casi el 5 por ciento del total de la po-
blación ocupada, en comparación con el 3 por ciento escaso de ~e las tarifas salariales de los trabajadores calificados y no calificados t
1
mania.71 Era inevitable que esto provocase un descenso de los nive- (porque no sabemos nada cierto acerca de los salarios de los obreros
les de muchos no pertenecientes a la élite. no calificados), resulta difícil hacer este tipo de compa:i;aciones. Sin
Hay pruebas abundantes de que la brecha entre la arist?cracia y embargo, una estimación general referente a la situación de Lancas-
los estratos más bajos se amplió en las décadas de mediados de hire en 1839-1859, confirma nuestra impresión .80
siglo, independientemente de las afirmaciones generales en este s:?- Naturalmente, no debemos esperar que este salario diferencial se
tido.78 Así ocurrió con seguridad en los gremios de la construcdon haya ampliado de manera gradual y continua. Hubo épocas en las qlJe
de Londres, aunque quizás en esta industria el salario diferencial ~ue- los salarios de los trabajadores no calificados aumentaron más rápi-
ra más rígido que en muchas otras. Entre 1850 y 1870, las tarifas damente que los de los obreros calificados: por ejemplo, en áreas de
de los obreros calificados aumentaron con más frecuencia Y, como expansión veloz y durante ciertos booms. En cambio, hubo otras en
promedio, tres años antes que las de los no calificados. La. diferente las que descendieron con mayor rapidez (sobre todo durante las de-
evolución de los salarios de hombres y mujeres (las mu1eres eran presiones). Puesto que el salario normal del obrero no calificado
par excellence la categoría peor pagada y la más fácil de reempla- estaba determinado por una saturación normal del mercado de tra-
zar) apuntan en la misma dirección. En la industria del estambre el bajo, cabría esperar que fuese bastante más sensible que el salario del
aumento medio de los salarios de los hombres entre 1855 y 1866- t. :; obrero calificado y que, por consiguiente, se moviese de una manera
1868 (1850 = 100) era del 66 por ciento y el de las mujeres del mucho más espasmódica. Así, según el índice de ingresos elaborado
6 por ciento. En la industria del algodón, los ingresos semanales por Pollard en la industria pesada de Sheffield entre 1850 y 1914,
medios de los hilanderos de selfactinas aumentó desde 1850 hasta las fluctuaciones de los ingresos de los obreros no calificados fueron
1871 en 8 cheline.s y 3 peniques, y el de las tejedoras en 3 che- entre tres y cuatro veces más amplias que las de los ingresos de los
lines. Entre 1856 y 1870 el índice de la tarifa uniforme de los fundidores calificados desde 1850 hasta 1896, y entre dos y tres veces
modelistas y montadores se focrementó en seis puntos, mient~as más amplias que las de los mecánicos calificados. Los ingresos medios
que el de los peones mecánicos lo hizo en dos. Las comparado- de los mecánicos en la década 1890-1900 estaban 39 puntos por
nes relativas al período que va desde 1834 hasta 1884, en ~~n encima de los de 1851-1860, y los de los fundidores estaban 31 pun-
chester, dan resultados similares. En realidad, en un taller mecaruco tos más arriba, mientras que los de los trabajadores no calificados
de Manchester los ayudantes de los chapistas ganaban un poco menos sólo habían aumentado 18 puntos, a pesar de que sus fluctuaciones
en 1874 que en 1851, mientras que los salarios de los chapistas eran mucho mayores (1900 = 100).81 Quizá la idea de que los salarios
11
habían aumentado en un 25 por ciento. En las minas de carbón de
Lancashire los salarios de los descargadores no calificados descen- bre: J. R. Stat. S., LXV, pp. 110-111. Algodón: G. H. Wood, W ages in the
dieron ent;e 1850 y 1880, los de los carreteros semicalificados aumen- cotton trade, 1910, p. 131. Mecánica: J. R. Stat. S., LXIX, pp. 158-159; Tr.
taron más aun. En los astilleros el salario diferencial entre los cha- Manchester Stat. S., 1884-1885, pp. 13, 30; Leone Levi, W ages and earnings
of the working classes, 1885, p. 136. Astilleros: J. R. Stat. S., LXXII, pági-
pistas y los ayudantes éra del 85 por ciento en 1863-1865, del 88 nas 174 ss.
79
por ciento en 1871-1877 y del 91 por ciento en 1891-1900. Dada 80. D. Chadwick, «Ün the rate of wages in Manchester and Salford and
the manufacturing districts of Lancashire 1839-1859», J. R. Stat. S. XXIII
(1859). I
77 . K. Oldenberg, «Statistik der jugendlichen Fabrikarbeiter», Schmollers 81. S. Pollard, «Wages and earnings in the Sheffield trades, 1851-1914» en
Y orkshire Bulletin of Economic and Social Research, VI (1954 ), p. 62. El do~tor
Jahrbuch, XVIII, p. 969. . .. .
78. J. D. Bum, A glimpse at the social condztzons of the workzng classes Pollard. presenta un índice de los .ingresos. ,anu~les en diversos gremios, pero
during the early part of the present ce~tury, 18?0, p. 30. desgraciadamente no aporta mucha informac1on directa acerca de los salarios di-
79. Construcción: Bowley, Wages zn the nzneteenth century, p. 90; G . T. ferenciales. Para obtener una medida aproximada de las fluctuaciones salariales
Jones, Increasing return, 1933, pp. 258 ss.; J. R. Stat. S., LXIV (1901). Estam- comparativas he añadido todos los incrementos y disminuciones anuales. Vale
304 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 305
20. - HOBSBAWM
.'
306 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 307
moción_, de «emergencia de la clase obrera» y cuestiones similares. ~- ) •en que prácticamente ningún trabajador podía confiar en lanzar una
Aunque el mejor estudio sobre el tema corresponde a una peque- empresa con éxito, seguía estando ampliamente abierto el camino
ña ciudad danesa, 87 la situación general resulta clara. La clase tra- par: alcanzar puestos administrativos superiores en las plantas pe-
. ,:
bajadora se fue separando progresivamente de las otras clases y sus .!
quenas. Al parecer, la mayoría de los administradores de las factorías ~I
miembros se fueron reclutando cada vez más en su propio seno, y la de algodón de la década de 1890 y de comienzos de la de 1900 pro-
posibilidad de que ellos (o sus hijos) se establecieran como patro- cedían de las filas del sindicato de hilanderos; y el principal fabri- J
nos o productores independientes se fue haciendo cada vez más rara cant~ d~ botellas d~ Castledorf había sido antes secretario general 1
~I
a medida que se fue desarrollando el industrialismo. Sin embargo, del smd1cato de esa mdustria. Suele admitirse que muchos administra-
es evidente que hasta :finales del siglo XIX las posibilidades de que dores de la industria del hierro y del acero habían sido capataces
la aristocracia obrera se estableciera de manera independiente o se ascendidos de categoría. 93 .!.,
uniera a las clases patronales no eran en absoluto soslayables. Por Sin embargo, sería un error suponer que las opiniones de la aristo-
supuesto, debemos soslayar una gran cantidad de cambios sociales cracia obrera dependían mucho de sus perspectivas (en el mejor de los
que de hecho no les sacaron de ese estrato inferior de «clase media» casos remotas) de salir de ese estrato social. Lo que sí las afectó fue
al que, como hemos visto, se consideraban pertenecientes.88 Casi el l~ co~cienci~ de que ocupaba una posición firme y aceptada, en un
5 por ciento de los miembros del sindicato de fontaneros que se mvel mmediatamente inferior al de los patronos, y muy por encima
establecieron en forma independiente cada año de la década de 1860 89 ,_ ·• del rest? de los trabajadores. En la mayoría de los países de la Euro-
probablemente no salieron de esa posición social; como tampoco lo pa con~mental, todavía en la década de 1860 había una gran cantidad
hicieron los líderes sindicales que se establecieron como taberneros de aspirantes a ocupar la posición de esa aristocracia. Había impor-
o impresores y agentes de noticias.90 (En cambio, una cajista capataz, tante~ grupos de pequeñoburgueses prósperos y de campesinos ricos;
hijo de un joyero y relojero independiente, nieto de un hojalatero y amplios y respetables grupos de funcionarios públicos, de clero me-
productor de estufas, o un mecánico de la B.S.A. [fábrica de armas nor, de maestros de escuela o incluso de oficinistas. Había sistemas
pequeñas de Birmingham], hijo de un pequeño mecánico indepen- de educación pública primaria y secundaria que brindaban medios al-
diente de esa ciudad, probablemente no se hubieran sentido desclasa- ternativos para ascender en la escala social distintos de la fortaleza
dos.) 91 Sin embargo, hay abundantes ejemplos de trabajadores acomo- física, l~ ~estreza man~al, el ~ominio de dn oficio y la experiencia,
dados que se elevaron hasta las filas medias de la clase patronal, caracteristlcos de la aristocracia obrera: la diferencia social entre el
aunque pocos llegaron a ser muy ricos. La pequeña escala de muchas trabajo físico y el intelectual estaba mucho más marcada incluso en
industrias y el predominio universal d<:l s!~tema, de su~~ont~atación . los niveles inferiores. En Inglaterra (el caso de Escocia 'es un poco
8
posibilitó ese proceso y de hecho desd1buJO la lmea divisoria entre ..1) diferente) no existía nada de eso, salvo el ministerio sacerdotal di-
0
el obrero y el patrono (master).92 Además, incluso en las industrias sidente; y el primero se reclutaba en gran parte en el seno de la clase
dominante, mientras que el segundo a menudo funcionaba como un
87. T. Geiger, Soziale Umschichtungen in einer daenischen Mittelstadt, vínculo entre la aristocracia obrera y los rangos más bajos de la clase
Acta Jutlandica, 1951.
88. Véase más arriba, pp. 271-274. ~atronal. Hasta 1870 no existió ningún sistema de educación prima-
89. Calculado a partir de sus informes trimestrales. ria general y hasta 1902 ninguno de educación secundaria. Los estra-
90. Por ejemplo, John Doherty (Webb, Hist. TU, p. 104), Martín Jude tos de ofi~inistas y funcionarios tenían una importancia insignifican-
(Welbourne The miners' unions of Northumberland and Durham, 1923, p. 61),
William N~wton( Webb, p. 188 n.), T. Dunning el Zapatero (Dunning's Re- te. (P~r ~Jemplo: en 1841, sólo había en Inglaterra 114.000 emplea-
miniscences, Trans. Lancs. and Chesh. Antiq. Soc., LIX, 1947). dos publicas y «otras personas instruidas» -entre quienes se incluía
91. T. A. Jackson, Solo trumpet, 1953, pp. 26-27, Workers union record,
abril 1922.
92. Nat. Ass. for Prom. Soc. Sci., Report on trade societies, 1860, pp. 530, 93. Chapman Y Marqui_s, ~p. cit.; R. C. on Labour, grupo e, .30.069-
534. • 'J 30.081; D. L. Burn, Economzc hzstory of steelmaking 1867-1939, 1939, pp. 3_12.
1 1
308 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 309
~
tanto a los banqueros, comerciantes, cambistas y gestores, como a la de los peones inferiores, todas las categorías incluyen hombres· o
los empleados, tenderos y hombres de ciencias y de letras- dentro mujeres que tienen alguna clase de «incentivo de beneficio». Así, el
de un conjunto de 6 millones y medio de personas en edad de ser patrono mecánico podía subcontratar la construcción de una locomo-
empleadas.) tora a un piece-master, quien podía emplear y pagar a sus propios
La era del imperialismo alteró profundamente esta situación, por- artesanos utilizando para ello una parte del pago recibido; éstos a
que los propietarios administradores fueron reemplazados por los su vez podían emplear y pagar a sus propios peones. El patrono tam-
patronos que no desempeñaban funciones administrativas o por los bién podía contratar y pagar a los capataces, quienes a su vez podían
accionistas, porque se introdujo una cuña de trabajadores de oficinas contratar y extraer un beneficio financiero al pagar a aquellos obre-
y, en menor grado, de técnicos y administradores reclutados en forma ros que no trabajaban en régimen de subcontratación. Ese laberinto
independiente, entre los miembros de la aristocracia obrera y los de subcontrataciones entrecruzadas tenía ciertas ventajas. Permitía
«patronos» (masters), reduciendo de ese modo su posición social re- que la pequeña empresa desarrollara operaciones sin tener que mover
lativa, limitando sus posibilidades de promoción y creando una «je- grandes volúmenes de capital circulante, difíciles de manejar, propor-
rarquía alternativa» de funcionarios del gobierno nacional y local cionaba «incentivos» para todos los grupos de obreros pasibles de
y de maestros. Hacia 1914 este proceso ya se había desarrollado, por ser estimulados de ese modo y permitía que la industria hiciera
cierto, bastante, aunque más se lo sintió en el sur y en las ciudades frente a las abruptas fluctuaciones de la demanda sin tener que so-
portuarias que en las comunidades puramente manufactureras y mine- I- t' portar la carga permanente de un desembolso excesivo. (Por esta
ras del norte y de la «periferia celta». Se sabe que la mayoría de los razón, ciertos tipos de subcontratación se utilizan todavía amplia-
nuevos estratos sociales eran, de una u otra manera, hijos de la mente en industrias con grandes fluctuaciones de la demanda, como
«clase media baja» (incluidos algunos sectores de la aristocracia obre- el ramo del vestido, y en industrias primitivas que experimentan una
ra), pero este hecho no incidió en el proceso. En todo caso, pode- rápida expansión, como el auge de la construcción de viviendas en
mos afumar con seguridad que hacia finales de la era eduardiana la la década de 1930.) Por otra parte, este sistema tiene ciertas desven-
brecha existente por encima de la aristocracia obrera se había am- tajas, que hicieron que el capitalismo desarrollado en gran escala lo
pliado, aunque la que la separaba de las clases inferiores no hubiera abandonara por la administración directa, el empleo directo en todas
disminuido de manera signi:ficativa.94 las categorías y la provisión de «incentivos» mediante diversas for-
mas de pago por producción. Desde el punto de vista histórico, ese
sistema puede ser considerado como un estadio de transición en el
«Coexplotación» 1~ desarrollo de la administración capitalista, del mismo modo en que 11
tronos y empleados, el sistema de sobreexplotación y temas similares, y mono- 98. Baxter, op. cit., p. 48.
grafías acerca de algunas industrias sobreexplotadas. - 99. Schloss, op. cit., cap. XII .
96. J. y M. Jefferys, op. cit., p. 43. 100. !bid., cap. XII. Acerca de la localización de las quejas sobre la sub-
97. El 84,5 por ciento de la muestra de í886 sobre la construcción naval contratación en determinadas industrias y áreas, cf., S. C. on Mines, 1866,
en madera cobraba por el tiempo de trabajo. Los carpinteros se opusieron desde XIV_; S. C. on Master and Servant, 1866, XIII; R. C. Labour, 1891-1893,
1882 a los subcontratos en los astilleros. R. C. Labour, A., 22.077. J pamm.
312 TRABAJADORES LA ARISTOCRACIA OBRERA EN EL SIGLO XIX 313
\.,'\
trabajadores no calificados por parte de los trabajadores calificados ' do que se inicia en 1914 se produciría un colapso de la vieja aris-
con quienes ·trabajaban, o bien del pago de los trabajadores califica- tocracia obrera, comparable con el colapso de las viejas industrias
dos según su producción, mientras que sus ayudantes eran pagados artesanales calificadas y de los trabajadores especializados fundamen-
por el tiempo trabajado, como ocurrió en la industria del algodón, de tales en las industrias domésticas (cardadores, tundidores, peinado-
la cerámica, en las minas y en realidad de una u otra manera en la res, y oficios similares) de las décadas que siguieron a las guerras
mayoría de las industrias en que se impuso el trabajo a destajo. El napoleónicas, aunque probablemente más grave. Podemos señalar
sistema estricto de subcontratación entró por cierto en rápida deca- brevemente los siguientes factores. Primero, las regiones de las «in-
dencia a partir de la década de 1870 (salvo en las industrias y situa- dustrias básicas» del siglo XIX (es decir, los baluartes de la aristocra-
ciones mencionadas más arriba). Comparativamente muy pocas indus- cia obrera de esa época) cayeron dentro de las áreas de depresión
trias lo mantuvieron después de la primera guerra mundial. 101 Lo mis- de los años de entreguerras. Segundo, la modificación de los sistemas ,
mo ocurrió en el caso del funcionamiento de los trabajadores califica- de pago de los salarios hizo que la diferencia entre los salarios de
dos como copatronos de los trabajadores no calificados. Estos sistemas los obreros «calificados» y «no calificados» se fuese reduciendo en
fueron substituidos progresivamente por el trabajo a destajo corrien- forma continuada desde 1914 hasta la década de 1950, aunque en las
te, o bien (a partir de 1900) por métodos de pago por producción industrias donde regía el sistema del trabajo a destajo este proceso
más «científicos», que sirvieron para elevar los ingresos de muchos no se reflejara necesariamente en una aproximación correspondiente
miembros de la aristocracia obrera, pero que también sirvieron (como :t de los ingresos. Tercero, el surgimiento de una amplia clase de tra-
demostraron los acontecimientos) para quebrar la barrera existente bajadores semicalificados que operaban con máquinas (obreros que en
entre ellos y los trabajadores a destajo semicalificados. Sin embargo, su gran mayoría eran pagados por producción) y la disminución re-
lativa de la cantidad de antiguos peones no calificados «de traer y ''
podemos suponer que hasta el último cuarto del siglo XIX, la coex-
plotación tiñó las relaciones de la mayoría de los miembros de la élite llevar», colmaron en gran parte la brecha antes existente entre el
obrera con las categorías inferiores, salvo las importantes excepcio- aristócrata y el plebeyo; además, en algunas industrias, la mecaniza-
nes de los ramos de la construcción, la industria mecánica y algunos ción desclasó de hecho a la aristocracia obrera. Cuarto, el crecimien-
de los antiguos gremios artesanales. 102 to continuo de los estratos de oficinistas, administradores y técnicos
(de la «oficina» por oposición al «taller») hizo descender más aún
su posición social, en forma relativa y quizá también en forma abso-
4. LA ARISTOCRACIA OBRERA DURANTE EL CAPITALISMO luta; porque los nuevos técnicos y administradores ya podían reclu-
MONOPOLISTA t tarse no sólo entre los hijos de los antiguos miembros de la . élite
obrera, sino también entre los hijos y las hijas de la primera genera-
Si este estudio se limitase al período que termina en 1914, y no ción de oficinistas y técnicos.
aludiese para nada al desarrollo ulterior de la aristocracia obrera del Este descenso de categoría se refleja hasta cierto punto en el
siglo XIX, daría una impresión engañosa. Porque 1914 representa un cambio de la política de los sindicatos de los trabajadores que antes
ilusorio «veranillo de San Martín» para ese estrato social, así como habían pertenecido a la aristocracia obrera. No es casual que algunos
para el conjunto del capitalismo británico. En esa fecha ya habían de los sindicatos más conservadores de finales del siglo XIX (mecá-
nacido nuevas tendencias, que habrían de socavarlo, aunque sólo al- nicos, caldereros, fundidores de hierro y varios grupos de mineros)
gunas de ellas se habían manifestado abiertamente. Durante el perío- se convirtieran en los sindicatos en que el liderazgo de izquierdas era
más fuerte. Sin embargo, no cabe hablar de un descenso de categoría
en gran escala por parte de la aristocracia obrera. Algunos sectores
101. G. D. H. Cole, The payment of wages, 1918, resume la situación. (en las industrias anticuadas) mantuvieron sus salarios diferenciales
102. Webb, Industrial democracy, cap. V, donde. .;~ C!lcuentra el mejor
análisis de las actitudes frente al trabajo pagado por tiempo y a destajo. 'ti fJ virtualmente intactos: por ejemplo, en la industria del algodón, donde
314 TRABAJADORE S
el monopolio les protegía de los peores efectos de las depresiones, pesar de haberse iniciado como organizaciones revolucionarias e in-
como ocurría en la industria del hierro y del acero ; algunos, como cluso marxistas, se fueron convirtiendo en los principales baluartes de
en la industria de la construcción, sobrevivieron casi sin ningún cam- la política sindical de derechas. 104 Por último, habrá que considerar
bio de envergadura con respecto a la situación del siglo XIX; algunos, con seriedad las consecuencias de la observación de Engels según la
como en la industria gráfica, se adaptaron a los nuevos cambios tec- cual «el proletariado inglés se está volviendo cada vez más burgués;
nológicos antes de 1914 . Otros, incluso, se beneficiaron con el sur- de modo que, al parecer, esta nación más burguesa que todas las
gimiento de nuevas industrias: automóviles, obras eléctricas, mecá- demás tiende a tener, en última instancia, tanto una aristocracia bur-
nica ligera e industrias similares. Todavía hoy una gran cantidad de guesa y un proletariado burgués, como una burguesía. Por supuesto,
grupos integran el sector mejor pagado de la clase obrera, como e? esto se explica hasta cierto punto en el caso de una nación que ex-
1900 hubiesen integrado la aristocracia obrera. Sin embargo, ha habi- plota al mundo entero».1º5 En las condiciones del imperialismo y del
do un cambio. Incluso en el área de Birmingham, que desde 1886 capitalismo de Estado y monopolista ¿hasta qué punto los trabaja-
hasta 1945 votó por Chamberlain, por el conservadurismo y por el dores -o una mayoría de ellos- se benefician de alguna manera por
imperialismo, se produjo un vuelco hacia el Partido Laborista . la posición imperialista de su país? ¿Hasta qué punto el conjunto
Por consiguiente, el análisis de la aristocracia obrera durante la de la clase obrera británica se encuentra en la misma posición que
etapa del capitalismo monopolista tiene que enfocarse de una ma- & • esos huelguistas del norte de Italia contra quienes se envió en 1917
nera distinta del análisis de la aristocracia obrera del capitalismo del -como cuenta Gramsci- 106 una brigada de soldados procedentes de
siglo XIX. En este ensayo sólo puedo concluir con algunas indicac~~ la atrasada Cerdeña? «¿Para qué habéis venido a Turín?», pregunta-
nes acerca de las líneas por las que habría que desarrollar ese análi- ron los comunistas. «Hemos venido para bajarles los humos a los se-
sis, y señalar que ya no cabe reducirlo a un análisis de los estratos ñoritos que están en huelga.» «Pero no son señoritos quienes están 1
mejor pagados de la clase obrera británica.103 Primero, habrá que se- en huelga, sino obreros, gente pobre. » «Estos mozos son todos seño-
ñalar las supervivencias y adaptaciones de la aristocracia obrera del ritos; todos llevan cuello y corbata y ganan 30 liras por día. Conozco
siglo x1x, incluida la expansión de lo que entonces era un grupo a la gente pobre y sé cómo va vestida. En Sassari hay pobres; y ga- 1
numérica y políticamente muy pequeño: el funcionariado de dedica-
ción exclusiva de los sindicatos y los líderes obreros dedicados en
namos 1 lira y media por día.» En el siglo XIX este problema casi no
se planteaba, porque esas migajas de las grandes ganancias iban se-
guramente casi en su totalidad a la aristocracia obrera. En la etapa
l
1
21. - HOBSBAW.14
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.to
EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 325
TRABAJADORES
324
Este relativo arcaísmo de la estructura industrial británica se
ron a luchar por la jornada de ocho horas porque ello ~~b~ese su- refleja también en el tamaño de lo que podríamos denominar fo
puesto un debilitamiento de las perspectivas de competltlvidad de población «dócil». Los trabajadores de los ferrocarriles norteameri-
su industria -o la adoptada por los caldereros- qu~enes reembol- canos, por ejemplo, organizaron pronto unos sindicatos fuertes. En J
saron a sus patronos cualquier pérdida :financiera debida_ a defe~tos cambio, los de los ferrocarriles británicos --cuyo personal (salvo el
de fabricación o a huelgas ilegales realizadas por su~ a?,lia~os-. .se de movimiento y el correspondiente a determinadas categorías en i
generalizara y se insertara en el contexto de negociaaon ms~1tuc10- los talleres) se reclutaba en principio entre la gran reserva de mano 1
I~
nal y de política propio del siglo :xx, para llegar a ~lgo semeJante a de obra aldeana, barata y sumisa- sólo lo hicieron mucho más tar-
la política de los Consejos Generales ~el TU~ posteriores a 1945. de. Y cuando el sindicalismo llegó, se trataba en gran medidad de
Es importante recordar que la aris;ocrac1a obr.er~ o -en la m~ un sindicalismo de industria. Sin embargo, es cierto que la lentitud
dida en que se diferenciaban entre s1- el mov1mi~n,to obrero de del cambio técnico y la relativa protección e inmovilidad de ciertas
1
ese período excluían necesariamente a muchos , y qmzas a la mayor industrias, compensó en alguna medida ese fenómeno. Allí donde, i
parte de los obreros. En primer lugar, sólo poco~ eran capaces de por razones históricas, ya existía un núcleo de «negociadores fuer-
lograr alguna clase de organización sindical. La mmens~ masa de tes», dispuestos a luchar, no era tan fácil ahogarlo en la corriente
semiproletarios, de in~gentes con empleos flotantes e_ irregulares, de mano de obra barata. Así, los operarios de las selfactinas de
de trabajadores domésticos y de peones de los p,equenos talleres, Lancashire conservaron y extendieron el control de su industria, y
el mundillo miserable pintado por Mayhew en la decada de 18~0 en ® 'l se convirtieron en la espina dorsal de toda una serie de sindicatós --
su libro London labor and the London poor o por el estud10 de que abarcaban varias categorías de obreros (incluidas las mujeres)
Booth sobre las décadas de 1880 y 1890, se encontraba de hecho de la industria del algodón, mientras que, en cambio, en los Estados
más allá del alcance de los sindicatos. Además, en la medida en que Unidos las transformaciones más audaces dejaron al margen en el
determinados grupos de trabajadores tenían afinidades co~ ese subs- noreste a grupos similares (que siguieron constituyendo pequeños
trato flotante -emigrantes estacionales, como los trabaiadores del grupos de artesanos), en tanto que en otras partes se establecía una
gas; obreros eventuales, como los portuarios, o much~s de .10.s t~a industria de mano de obra barata dotada de sindicatos débiles. Incluso
bajadores de las categorías fabriles inferiores- ?~decian ~mltac10- entre los grupos más bajos, factores como la solidaridad nacional de
nes similares. La fuerza del cartismo había residido precisamente los irlandeses facilitaron en diversos casos el surgimiento de orga-
en su capacidad para movilizar a esas amplias masas de obreros no nizaciones sindicales bastante eficientes: por ejemplo, en el caso de
del todo proletarizados. Lo mismo harían las grandes oleadas de los estibadores. Sin embargo, en general, se necesitó la lucha de dos
militancia político-industrial de 1889 y 1911. Pero .todos est~s ~o- ¡\) t.l• generaciones para doblegar en forma decisiva la tradicional docilidad
vimientos triunfaron porque sobrepasaron los lílllltes del smdica- de un gran sector de la mano de obra barata británica.
lismo estrecho y dotaron al movimiento obrero de un liderazgo Y
de una perspectiva revolucionaria o social~s;a. A f~ta de :sa. con-
ciencia política, esos sectores de la poblac1on tra~aiadora s1gu1e.r?n III
estando durante mucho tiempo desorganizados y sm representacion.
No hay que olvidar que, salvo unos pocos centros: h~sta :fina~es del El tercer y más importante factor que incide en la limitación del
siglo no se desarrolló plenamente el sistema fabril ru otro tipo de tamaño de la aristocracia obrera era la creencia -dominante en las
.,
unidad de produccion en gran esca a.
1 10 políticas de contratación de la mayoría de los patronos- de que los
obreros podían dividirse en dos grupos: los «artesanos», dotados
º
9. Véase mi Labour's turning point, Londres , 194_8,lpp. 10 ss · Y 1 4· [hay
10 Cf D bb St dies in the development o1 capzta tsm, pp. 263-267
de unas habilidades o calificaciones especiales, y la masa de los
b , .
trad. ·castellan~: Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, Siglo XXI, Ma- «O reros comunes», que podian ser contratados, despedidos o in-
drid, 1976]. •lir \J
326 TRABAJADORES EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 327
tercambiados a voluntad, sin que ello significara ninguna diferencia•· . - • table). ~urante el t~anscurso de esta doble lucha, introdujo no sólo
apreciable en cuanto a la eficiencia, y de los que normalmente se una serie de mecanismos e instituciones que se convirtieron en el
disponía en cantidades que excedían la demanda (salvo, quizá, en patrimonio común del movimiento obrero -Consejos de J:ndustria
el momento más intenso de un boom cíclico o estacional). Sólo cier- (Tra?~s C~~ncil),. Congreso Sindical (Trades Unión Congress), la
tos tipos de obreros estaban en condiciones de provocar o de pre- admimstrac10n eficiente de los intereses de los sindicatos la estrate-
servar la suficiente escasez de su tipo de mano de obra, para obtener g!a Y la táctica de Jas campañas a corto plazo--, sino ~ambién un
un buen contrato. Pero las condiciones relativamente favorables que sistema completo de ética combativa.12 Aunque el miembro de la
obtenían se lograban, en gran medida, a expensas de sus compañeros aristocracia obrera usase el mismo sombrero y pensase lo mismo que
menos favorecidos, y no sólo a expensas del resto del mundo, do- su patrono en materia económica, sabía lo que había que hacer cuan-
minado por el capitalismo británico. No es necesario insistir en do los piquetes salían a luchar contra el patrono. Además, desarrolló
los frecuentes vestigios de la primera época del capitalismo (como el -aunque no fuera más que sobre una base limitada- una solidaridad
sistema de subcontratación y mecanismos similares), que de hecho y una concie~cia de clase, una creencia de que, en tanto que un
convertían a muchos obreros calificados o supervisores en copatro- hombre trabaJaba por un salario sus intereses estaban exclusivamente
nos de sus compañeros menos favorecidos , puesto que sindicatos determinados por ese hecho: convicción que se ha convertido en un
como el de los mecánicos, a menudo los combatieron o bien no valioso componente de la tradición obrera británica. El secretario
hicieron ningún esfuerzo destinado a perpetuarlos.11 Es más impor- ''f del sin~icato de hi!a~deros o de sopladores de vidrio bien podía
, flf
tante destacar el hecho de que la escasez de los obreros· relativamen- ' co.nvertirstt_en admlllistrador de una fábrica o en empresario, pero
te prósperos estaba en función de la relativa abundancia existente mi.entra~ era un hombre del sindicato se comportaba como tal. y la
en el resto del mercado de trabajo. El principio básico del sindicato ~xisten~ia de, i:n fuerte núcleo de sindicalismo en la mayoría de las
de oficio clásico consistía en mantener un control sobre ei gremio mdustnas basicas (porque los sindicatos de oficio británicos cose-
y sobre el ingreso al mismo, sin mencionar los argumentos de tipo charon, gracias a su estructura industrial, muchos más éxitos que los
previsional a propósito de la conveniencia de excluir a los obreros norteamericanos) facilitó la expansión ulterior del movimiento obrero.
menos robustos o menos calificados, quienes sólo hubiesen supuesto
un drenaje de los fondos sindicales y otra manera de debilitar su
fuerza de negociación. De modo que el sindicalismo generalizado es- IV
taba fuera de consideración -aunque la mayoría de los sindicatos
fuesen honestamente partidarios del mismo, salvo donde se presen- El advenimiento del imperialismo modificó esta situación. Si
4:11 .-1 hemos de hablar para este período de una «aristocracia obrera» con
1
taba como una amenaza para su monopolio sectorial del trabajo.
Sin embargo, este tipo de sindicalismo sectorial no carecía de tendencias reformistas, tendremos que describir un grupo mucho
un alcance más amplio. Después de todo tenía dos caras: aunque más complejo que la própera «clase artesanal» de la década de 1860
luchaba contra el resto de la clase obrera para defender su posición En aquella época, había ma~as de obreros británicos que práctica~
especial, también luchaba contra el patrono (por lo menos hasta con- ment~ no se habian beneficiado como consecuencia del monopolio
seguir el reconocimiento por parte de éste) para defender su dere- mundial detentado por el capitalismo británico. En cambio cuanto
cho a participar en los beneficios (una participación pequeña y es- más avanzamos en la era imperialista, más difícil resulta e~contrar
grup~s de obreros. ~?e de una u otra manera no hayan extraído
lt. Una excepción importante era la existencia de algunas formas de tra- ventajas de la poslClon de Gran Bretaña, que no hayan tenido un
bajo infantil en las industrias del algodón y de la minería del carbón, donde
los sindicai.os lucharon durante mucho tiempo y con gran energía por su per-
duración: en esos casos los miembros de los sindicatos estaban expoliando prin- 12. Cf. Maxime Leroy, La coutume ouvrier~ 1913, donde se analizan las
cipalmente a sus propios hijos. «obligaciones» del sindicalismo, pp. 190-361. '
fJ¡)
! "Sf .
328 TRABAJADORES EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 329
'I
nivel de vida bastante superior al que hubiesen tenido de pertenecer ~ tf que el patrono administrador fue reemplazado por la corporación 1
a un país cuya burguesía no contase con tantas ra~ones para acu- de capital social, y a medida que un nuevo grupo de empleados de !
1
mular beneficios y dividendos procedentes del exte~10r o con t~nto categoría y de administradores técnicos vino a insertarse entre el 1
poder para iID:poner las condiciones en el. comercio con l~~ ar~as «obrero calificado» y su patrono. Mientras que la segunda de esas
más atrasadas. O bien -puesto que no existe una correlac1on slm- brechas se fue reduciendo a medida que determinados estratos de
ple entre el nivel de vida y la moderación política- más difí.cil re- obreros semicali:ficados -operadores de máquinas y similares- fue-
sulta encontrar obreros a quienes no se les haya hecho sentir que ron colmando el abismo antes existente entre ei «artesano» y el
sus intereses dependían de la continuidad del imperiali~mo. ~~ rea- «peón», e incluso fueron empujando al propio artesano hacia un
lidad, sabemos que en cada etapa los «beneficios» d~l impena~smo, trabajo que él consideraba como semicalificado. La mayoría de los
y sus promesas, se distribuyeron de manera desigual. entre ~o.s miembros del actual Sindicato de Mecánicos Unidos no hubiesen
diferentes grupos de obreros, y que algunos de los mecarusmos utili- sido admitidos por su predecesor de la década de 1880. Además, la
zados para distribuirlos sólo llegaron a funcionar plenamente des- difusión de los alimentos baratos, de los artículos de consumo de
pués de la primera guerra mundial. También sabemos que la cre- producción masiva, de la educación pública y de la seguridad social
ciente crisis de la economía británica complicó el esquema. Pero en fue reduciendo las ventajas anormales de los salarios más altos del
líneas generales sigue siendo cierto que la situación cambió. período previo. Por último, por supuesto, la crisis de entreguerras
En la década de 18-60, pues, el «proletariado burgués» (del que afectaría precisamente a las industrias básicas del siglo XIX británico,
hablaba Marx) pertenecía casi totalmente al estrato de l~s «arte- ~ "+ donde el «viejo» movimiento obrero estaba más :firmemente atrin-
sanos» privilegiados. En el período imperialista, en cam?1.o, :1º lo cherado. Paso a paso la aristocracia obrera se vio forzada a entrar
encontramos sólo allí y en nuevos grupos de obreros privilegiados, en las filas de la clase obrera; y en general se desplazó hacia la iz-
sino también -hecho igualmente significativo-- en importantes gru- quierda. Esto explica la facilidad con que a partir de 1900, ese
pos de obreros hasta entonces no privilegiados y mal pagados? así grupo se alió con los socialistas en el Partido Laborista, rompíó con
como en lo que podemos llamar el movimiento obrero prof~s10nal el Partido Liberal al que había apoyado con entusiasmo, y por úl-
integrado por políticos, funcionarios sindicales y otros trabaJadores timo apoyó el programa socialista.
l .d d ·
especialmente susceptibles de adoptar una menta 1 a cap1ta 1sta. r 13
Sin embargo, mientras tanto habían surgido nuevos grupos de la
Resulta bastante paradójico que los menos «fiables» de estos aristocracia obrera en las categorías formadas por los administrado-
trabajadores privilegiados fueran los miembros de la élite obrera del res, los técnicos y los oficinistas: allí es donde tenemos que buscar
primer período, porque la nueva era suponía un desafío ~ara. su el verdadero «proletariado burgués del imperialismo», a quien sus
posición de privilegio. Es bastante probable -.habland~ ;n. termmos , . rj amos mimaban (la nueva prensa popular estaba dirigida sobre todo
relativos- que la posición del artesano calificad? bnt~ruco nu~ca a él) y que, incluso, se negaba a considerarse parte de la clase
hubiera sido mejor que en la década de 1860 -m su nivel de v~da trabajadora. Su posición especial ni siquiera dependía de la negocia-
y su acceso a la educación, la cultur~ y los vi~jes, t~n satisfacton~s ción colectiva, como había ocurrido en el caso de los «artesanos>»
(según los criterios de la época}-; ru que ht~b1era s.1do tan pequena los ingresos reales de sus estratos más bajos no eran muy superiores'
la brecha que le separaba de los pequeños rndustnales locales que a los de los artesanos: la mayoría de sus ventajas diferenciales se
-eran sus patronos; como tampoco tan amplia la que le separaba de vinculaban con la superioridad de su nivel social. Por tanto, dado
14
la masa de los «trabajadores». Pero la primera de esas brechas que su principal aspiración consistía en elevarse por encima de las
se fue ampliando a medida que la producción se fue concentrando Y categorías mejor pagadas de los trabajadores de mangas de camisa,
su hostilidad política hacia los obreros le suponía una intensa satis-
facción. Sólo poco a pqco la crisis de la economía imperialista les
13. Véase más arriba, capítulo 12 (pp. 269-316). . .
14. En realidad, se lo vinculaba cada vez más con la «clase media h~~!l». fue acercando al movimiento obrero. Los sindicatos de oficinistas
330 TRABAJADORES EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 .331
aparecieron, en pequeña escala, en la década de 1890; y más tarde,~ la estructura industrial británica en el período previo, aumentó la
inmediatamente antes de la primera guerra mundial. Como resultado repercusión de tales cambios.
de esa guerra comenzaron a surgir sindicatos profesionales de hom- Además, cualquiera fuese la situación del conjunto de los tra-
bres de ciencia, profesores universitarios y otros trabajadores de ese bajadores no privilegiados, es indudable que diversos grupos de ese
tipo; también aparecieron entonces unos sindicatos fuertes de al sector mejoraron su posición, aunque sólo fuese en virtud de los
menos un grupo de oficinistas: los funcionarios de la administración cambios automáticos producidos en la distribución y en la estructura
pública. Sólo a finales de la segunda guerra mundial -como resul- de las industrias. Mientras los viejos centros de la mano de obra
tado de la expansión de los sindicatos de profesionales y superviso- calificada se convirtieron en áreas anticuadas -pobladas por tra-
res, así como por la conmoción política que supuso el voto po~ pri- bajadores que pasaban largos períodos en situación de paro-, los
mera vez laborista de las masas de hombres y mujeres que trabaiaban viejos centros de mano de obra eventual y de categoría inferior pa-
en las oficinas y en puestos administrativos- se produjeron despla- saron a ser los hogares relativamente prósperos de la industria ligera
zamientos realmente importantes en la fidelidad de esos grupos (aun- de producción en masa, de distribución, etc. Entre 1929 y 1937 la
que quizás esos cambios todavía no fuesen decisivos). tasa de paro en Londres nunca llegó a la mitad de la de la costa
Aun más importantes resultaron los cambios en la posición social noreste. 16 En la década de 1880, los obreros de los muelles habían
de la masa de trabajadqres que hasta entonces no gozaban de pri- sido considerados -y, a pesar de que contaban con algunos grupos
vilegios ni estaban reconocidos ni tenían. ~na organización si?dical. ~~ más fuertes, correctamente considerados- como un grupo típica-
Estos cambios se reflejaron en la reduccron de la brecha existente mente débil e indefenso; en 1948 se encontraban entre los trabaja-
entre las tarifas salariales de los obreros «calificados» y las de los dores mejor pagados. Además, la gran expansión del gobierno cen-
«no calificados».15 Los desarrollos modernos de la producción posi- tral y local creó una gran cantidad de trabajos protegidos y relati-
bilitaron el ascenso desde .las tareas no calificadas hacia las semica- vamente seguros para unos obreros con baja calificación, que antes
lificadas; desde el subempleo eventual hacia el empleo regular, aun- inevitablemente hubiesen formado parte de la reserva de trabajado-
que no necesariamente mejor pagado; desde una fuerza de nego- res eventuales. Sería interesante rastrear el desarrollo de estas redes
ciación insignificante hacia una respetable. La moderna legislación de de «intereses creados en la estabilidad», por ejemplo en áreas como
seguridad social llevó en todo caso un ligero alivio a las tremendas el sur de Gales y Londres, en las que el Partido Laborista ha tenido
ansiedades de quienes carecían de toda reserva financiera. Dos gue- el control del patrocinio municipal durante un largo período. ~o
rras mundiales produjeron incluso la contingencia única de la es- dríamos multiplicar ejemplos de este tipo.
casez de mano de obra. Para los parias totales de los barrios pobres Resulta todavía más importantes el hecho de que los trabajadores
de mediados del siglo XIX incluso las mejoras modestas parecían ~· 'J' no privilegiados hayan llegado por primera vez a ser capaces de uti-
ganancias absolutas. Para el montador calificado, la introducción de lizar en gran escala los métodos de negociación del movimiento
una máquina semiautomática manejada por obreros que cobraban obrero. El alcance del convenio colectivo se amplió; se desarrolló
sólo uno o dos peniques más que el peón, era evidentemente una cada vez más en el contexto de una trama de instituciones públicas
manera de intensificar la explotación. Para el obrero no calificado, en o semipúblicas, y con el respaldo que significaba la presión de un
cambio, podía muy bien suponer (con todas las reservas del caso), movimiento obrero político, independiente y amenazador. Para el
al menos por un tiempo, una promoción triunfante. El arcaísmo de sindicato ya establecido (por ejemplo, el de los caldereros o los
cajistas) eso no representaba demasiado; porque ya estaba recono-
15. Por ejemplo, la tarifa del peón de la construcción, que antes de 1914
correspondía al 50 por ciento de la del artesano, corresponde hoy al 80 por 16. Compárese con el juicio de Schulze-Gaevernitz a comienzos de siglo,
ciento de esta última. Sin embargo, la difusión deí pago por producción ha su· según el cual «el problema del paro es sobre todo un problema de Londres y
puesto que el nivel de los ingresos no se identifique con el de las tarifas. del estrato más bajo del proletariado».
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332 TRABAJADORES
~-
EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 333
cido y de todas formas su fuerza de negociación era formidable. En
cambio, para los trabajadores hasta entonces débiles y carentes de . tán situadas lo más a la derecha posible dentro del Partido Laboris-
privilegios; supuso un cambio profundo y, como veremos, grandes ta. La historia del Sindicato de Portuarios, otro hijo d~ 1889 v
tentaciones. antepasado del actual Sindicato de Trabajadores del Transporte, e.s
Es cierto que la crisis de la economía británica contrarrestó un poco más compleja. Entre 1892 y 1910 se derrumbó catastrófica-
estas tendencias. Quizá si el país se hubiese enfrentado con una cri- n:ente y sólo resucitó cuando se produjo una nueva expansión agre-
siva, que supuso para sus primitivos dirigentes rebeldes un segundo ,¡
sis catastrófica, cuyos efectos sobre el nivel de vida de todos los
trabajadores hubiesen sido palpables, esas tendencias hubiesen sido período de prominencia; además, algunas de sus secciones, como la iJ
aplastadas. Pero las ganancias acumuladas por el monopolio mun- de los co.nductores de autobuses, se enfrentaron con problemas que
dial y el imperio, y la posición estratégica del capitalismo británico, las empuJaron también hacia la izquierda. Sin embargo, la tendencia
protegieron tanto a los obreros como a los patronos de ese choque general resulta bastante obvia si examinamos, por ejemplo, la carre-
tan rudo con la realidad, y permitieron que el limitado movimiento ra de Ernest Bevin, el mayor de sus líderes de la segunda aeneración
obrero favorable a la «libre empresa» de la década de 1870 llegase '
co? s~~ on.ge~es .socia.Id emóc:atas marxistas en Bristol, sub etapa de'
a ampliarse y se transformara en el poderoso movimiento reformis- ag1t~c1on smd1cahsta mdustnal activa y, finalmente, su llegada al
ta-fabiano de nuestro siglo. Así, el desplazamiento de los viejos Gabinete como ministro de Relaciones exteriores carrera lo más
aristócratas obreros hacia la izquierda fue más suave y más parcial
de lo que cabía esperar, aunque se hubiese producido inequívoca- ~)_
mente en sindicatos gremiales clásicos, como el Sindicato de Mecá-
"
alejada
del
posible de la de un jefe izquierdista del' mayor sindicato
país. Los dos grandes sindicatos de los parias de 1889 se con-
virtieron en los pilares principales del conservadurismo en el mo-
nicos Unidos; aunque lo que hoy pueda decir el secretario general vimiento obrero británico.17
del Sindicato de Caldereros haría removerse en su tumba a su pre-
decesor de la década de 1880; y aunque el venerable Sindicato
de Fundidores de Hierro, fundado en 1809, sea hoy un sindicato de V
izquierdas, integrado por obreros semicalificados y mal pagados.
Pero esos no fueron los únicos sindicatos que se transformaron; La complejidad de estos cambios deriva de la notable combina-
hubo otros que lo hicieron en forma todavía más llamativa: en espe- ción de corrientes políticas que corrían tanto hacia la derecha como
cial los dos grandes sindicatos generales, el de los Trabajadores Mu- hacia la izquierda; por ejemplo: la intensificación local del refor-
nicipales y el de los del Transporte, que representan hoy una cuarta mismo dentro de un contexto general de radicalización. Como hemos
parte del total de obreros sindicalizados. · El Sindicato de Trabajado. ~ <t' visto, en la edad de oro del monopolio mundial británico la clase
res de Gas, de Will Thorne -antepasado del Sindicato de Trabaja- dominante había comprado la estabilidad social y lo que consideraba
dores Municipales-, nació en el turbulento año 1889 y era lo más como producción eficiente 18 por un precio grotescamente barato,
parecido a un grupo «rojo» que cabía concebir antes de la fundación como Joseph Chamberlain fue el primero en recordar a sus colegas.19
de los partidos comunistas. Eleanor Marx tenía gran influencia en su
comité ejecutivo; su esposo fue quien redactó sus estatutos y obje- 17. El Sindi~ato ~e T!abajadore~ Generales y del Transporte se ha despla-
tivos; prácticamente todos sus líderes nacionales y de distrito eran zado otra vez hacia la 1;Zqwerd.a, grac1~~ a la sucesión en cierto modo inesperada
socialdemócratas marxistas. (Cabe añadir que ése fue probablemente del trono d: F .. Cousms, qwen deb10 su ascenso dentro del sindicato a los
sectores de tzquterda, y que representaba a tales sectores.
el sindicato general con más éxitos de los fundados en 1889.) Sin 18. De acuerdo con los criterios modernos de la administración de la mano
embargo, en veinte años se desplazó considerablemente hacia la de- d: obra esa producción era muy ineficiente. Véase más abajo capítulo 14 (pá-
gmas 352-383). '
recha; y las grandes figuras de su segunda y tercera generación -el
19. «¿Qu.é seguro tendrá la ~iqueza para su privilegio contra al riesgo a que
honorable J. R. Clynes, Lord Dukeston, Sir Toro Williamson- es- se encuen?"i;t mdudablemente su¡eto?» (es decir, ahora que los obreros ya no
son tan doctles); Speeches, ed. Boyd, I, p. 130.
334 TRABAJADORES EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 335
En teoría, l~ argumentación en favor de un reformismo deliberado famosas conferencias sobre la paz industrial y la racionalización
-o de U:na «economía de salarios elevados» como medio para ob- que, con el nombre de conferencias Mond-Turner, constituyeron un
tener esos dos resultados dentro de las condiciones de la nueva era- hito en la historia de la colaboración de clases. Análogamente, am-
tenía bastante fuerza; y numerosos grupos de intelectuales, desde bas tendencias coexistieron dentro del movimiento obrero. Así, du- '¡'
Toynbee y Alfred Marshall hasta Sidney y Beatrice Webb instaron rante el período general de la Gran Depresión (sobre todo desde
al cambio. Lo mismo hicieron algunos patronos; irónicamente se 1880 hasta mediados de la década de 1890) se produjo tanto una
I~
trataba de hombres que solían tener estrechas relaciones con las radicalización del movimiento (renacimiento del socialismo, organiza-
colonias: como los de fumas dedicadas a la producción de cacao, ción de sindicatos nuevos y combativos) como una intensificación
chocolate y jabón. En la práctica, sin embargo, los capitalistas eran del «aburguesamiento» de los viejos sindicatos, proceso cuyos ini-
conscientes de la amenaza creciente que ese proceso suponía para cios señalamos más arriba. ¡.I
sus intereses y pocas veces hacían concesiones importantes, salvo Por consiguiente, el historiador que considera retrospectivamente
bajo coacción. Después de todo, el imperialismo británico marcó todo el período, comprueba con igual asombro los importantes as-
prácticamente desde sus comienzos un retroceso a partir del mono- pectos regresivos de la colaboración de clases y las grandes ventajas .
polio mundial potencial hacia un monopolio real que sólo abarcaba de la misma. El paro producido durante la Depresión de la década
una cuarta parte del mundo; aunque en cifras absolutas este último de 1880 hizo más para conmover la creencia de los sindicalistas bri-
hubiera resultado más amplio que el primero. Pero precisamente • 'f tánicos en la libertad total de la empresa privada, que lo que el re-
en el momento en que ese horizonte ilimitado se estaba contrayendo conocimiento oficial de la aristocracia gremial pudo hacer para re-
para ellos, los hombres de negocios británicos eran incitados al pa- forzarla. En realidad, el desesperado contraataque de los patronos
recer, mediante concesiones directas, impuestos u otros medios, a contra el sindicalismo radical de 1889 y años ulteriores logró des-
que incrementaran la participación de una mayor cantidad de obre- truirlo casi por completo; pero su principal resultado a largo plazo
ros en sus beneficios. (No estoy discutiendo aquí si tal cosa ocurrió iba a consistir en empujar incluso a los viejos sindicatos conserva-
de hecho; pero así pensaba que estaba sucediendo el hombre de ne- dores hacia una simbiosis con los socialistas, hacia la constitución
gocios individual.) Por cierto, se les incitó a que renunciaran a ese de un Partido Laborista independiente, potencialmente separado del
derecho absoluto a que «cada cual haga lo que quiera con lo de cada liberalismo de clase media. Durante años ese partido fue tan sólo
cual», al que estaban acostumbrados. un pequeño grupo de presión sobre el flanco de los liberales; un
Por consiguiente, se arrancaron ciertas concesiones por la fuerza grupo de presión fácil de aplacar. Pero mientras los líderes del la-
y los contraataques desesperados que se desarrollaron cada vez más ~ 1
1f borismo parlamentario se iban domesticando (sólo pocos habían sido
como respuesta a ello obligaron a desplazarse hacia la izquierda alguna vez realmente salvajes), el fracaso del imperialismo eduardia-
incluso a los obreros moderados. El ejemplo más famoso es la de- no en mantener las condiciones de la clase trabajadora, precipitó
cisión de los sindicatos de constituir un Partido Laborista ( 1898- otro estallido de agitación obrera, conducido por los sindicalistas de
1906) como resultado del ataque contra su situación legal. En rea- base y por los miembros de los sindicatos de industria. La primera
lidad, tanto el reformismo como el ataque se produjeron en forma guerra mundial influyó todavía más para que los trabajadores dejaran
simultánea. Así, después de la huelga general de 1926 los propieta- de creer en el sistema capitalista, rompió la lealtad del Partido La-
rios de las minas de carbón y los sectores más estúpidos del Par- borista con respecto a los liberales -partido al que en pocos años
tido Conservador contraatacaron al estilo tradicional mediante la substituyó- e incluso comprometió en teoría al partido con un
destrucción de los sindicatos y una legislación punitiva antisindical. programa socialista. Es cierto que entre 1921 y 1934 los patronos
_W.J.entras tanto, otro grupo de patronos, encabezados por Sir Alfred contraatacaron con mucha eficacia. Hacia 1934 los sindicatos tenían
Mond, del trust químico, enfrentó la amenaza de una manera exac- apenas unos pocos más afiliados que en 1913, al Partido Laborista
tamente inversa: invitó a la dirección del Trade Union Congress a lf) 5j1 sólo le quedaban alrededor de 50 miembros del Parlamento; y, como
e,
\
EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 337
336 TRABAJADORES
4l ·i haya supuesto siempre una excesiva simplificación, todavfa no ha
consecuencia de una ~iseria humana difícil de igualar, el coste ines- . perdido toda su fuerza, porque lo más asomproso de la Gran Breta- .
peradamente elevado de los servicios sociales había sido sometido a ña del período posterior a 1945 es la extraordinaria lentitud con
un drástico «saneamiento previsional». Los líderes moderados del que todos los sectores de la política británica se fueron adaptando
movimiento obrero tampoco opusieron mayores resistencias, porque a la decadencia y caída del imperio británico. No puede decirse
estaban ansiosos por retirarse de la incómoda posición radical a que que hasta mediados de la década de 1950 ese proceso se hubiera
les había empujado la agitación del período 1911-1926, cuando no, puesto seriamente en marcha; y todavía a comienzos de la de 1960
como en los casos de Macdonald, Snowden, J. H. Thomas Y otros, había avanzado muy poco. Cabe argumentar (y de hecho es proba-
1
por pasarse totalmente al partido de las duquesas. Sin embargo, el ble que así hubiese sucedido) que si Gran Bretaña se hubiera en- 1
resultado más importante de las duras décadas del período de en- contrado verdaderamente expuesta a las realidades económicas Y' 'j
treguerras fue el de mantener a un núcleo constante de .millones de políticas del período postimperial, se hubiesen producido unos cam-
ciudadanos alejados en forma permanente (podemos decir con segu- bias profundos en su política interna y externa. En realidad, uno de
ridad) de cualquier partido que no prometiera el socialismo. La res- los argumentos menos divulgados esgrimidos por los partidarios
puesta a esta situación fue la victoria aplastante. del laboris~o. en del Mercado Común europeo· afirmaba que la exposición del sistema
1945. Esto no significa que la conducción reforffilsta del moviffilen- británico a las economías europeas supondría una ruptura de la
to obrero hubiera dejado en lo más mínimo de estar comprometida fuerza de los inmensos intereses creados en el conservadurismo eco-
con statu quo; en todo caso, ocurrió más bien lo contrario. ~e~ulta '.\ ' nómico y técnico vigentes tanto en el caso de los hombres de ne-
casi más fácil justificar una política moderada con palabras socialistas, godos como en el de los sindicatos, provocando la bancarrota de
que con palabras liberales o conservadoras; e incluso puede resultar los más ineficientes en el primero-y la destrucción en el segundo. El
mucho más efectivo hacerlo con ese lenguaje. Pero aunque la con- ·argumento según el cual el reformismo británico en su forma ac-
ciencia socialista de la clase obrera británica sea más potencial que tual dependería de la existencia de esa protección contra las reali-
real aunque de hecho en cualquier momento pueda transformársela dades económicas, es independiente del supuesto de que la explo-
en su opuesto dentro del contexto de un movimiento reformista Y tación imperial sigue existiendo de la misma manera que antes.20
de unas instituciones imperialistas, sería sin embargo un error su- Como tal, ese argumento puede formularse de manera que dependa
bestimar la importancia del amargo proceso de educación política de uno o más de cuatro supuestos diferentes.
que le eriseñó a rechazar absolutamente el capitalismo, aunque pue- El primero de esos supuestos se refiere a la inmensa y creciente
da no saber qué consecuencias supone ese rechazo. ventaja que todas las economías avanzadas tienen sobre todas las
D (!· economías atrasadas o débilmente desarrolladas. El segundo es la
ausencia de depresiones económicas serias, es decir de paro masivo,
VI a partir de 1941. El tercero es la fuerza extraordinaria del movi-
miento obrero en 'Gran Bretaña. El cuarto es la supervivencia de la
Sin ~mbargo, al observador le llama más la atención la supervi- explotación económica imperialista anticuada o remodelada, fenó-
vencia del reformismo británico, que su debilitamiento; le asombra meno que no cabe desestimar totalmente. Sin embargo, no es de
más que un partido comunista o la izquierda semimarxísta no hayan ninguna manera seguro que la adaptación de la posición económica
dado un franco paso hacia adelante, que el cambio producido en el real de Gran Bretaña en el mundo hubiese supuesto una transforma-
espíritu político del conjunto del movimiento. ción del movimiento obrero reformista en revolucionario, aunque
Suele decirse que esta fuerza del reformismo estaba basada sobre
los beneficios de la explotación imperial y que por consiguiente
duraría mientras los obrero1> británicos dispusiesen de esa protección 20. Cabe argumentar que nunca ha dependido de ello. Cf. Barratt Brown,
A/ter imperialism, 1963.
contra todos los rigores de su posición. Aunque este argumento
1) -" , 22. - HOBSBAWM
338 TRABAJADORES EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 339
. • )~ b
sólo sea porque hay factores muy importantes que se oponen a todo to o rero británico no sufrió la división que luego de la revolución
intento drástico de resolver las dificultades económicas a expensas · de 1917 separó a los comunistas de los socialdemócratas, sino más
de los obreros, en especial la competencia política entre los sectores bien una división que empujó a unos obreros inicialmente liberales
capitalista y socialista del mundo.21 Por consiguiente, es insensato hacia un partido de la clase obrera, independiente y oficialmente
profetizar tal transformación, aunque no más que sostener que el socialista. Este hecho fue reconocido por Lenin y la Internacional
obrero occidental ha entrado en una era de permanente satisfacción Comunista y les indujo a apoyar la política excepcional y consistente
económica. Pero en este ensayo no es necesario recurrir a la pro- en instar a los comunistas británicos a que entraran en el Partido
fecía. Nos interesa más la descripción del mecanismo mediante el Laborista para transformarlo y captarlo, en vez de competir con él.
cual se ha mantenido una conducción cada vez más reformista. A pesar de las desviaciones ocasionales hacia la política alternativa
Ese mecanismo plantea un problema porque la persistente lucha (en gran medida por efecto de la presión internacional, como ocu-
entre izquierda y derecha dentro del movimiento obrero demuestra rrió en el período 1928-1935 y a partir de 1948), la política de
que el reformismo -en el sentido que suele dar a ese término la empujar al Partido Laborista hacia la izquierda en vez de crear un
· conducción obrera- dista mucho de dominar en forma indiscutida. partido de masas alternativo ha seguido siendo la política normal
_En movimientos obreros como el de los Estados Unidos no existe de los comunistas británicos. Por supuesto, ese objetivo original
ningún ala izquierda importante y el socialismo no desempeña nin- de la afiliación de los comunistas al Partido Laborista se ha conver-
gún papel significativo. En los partidos socialdemócratas que domi- f.i ,,. ti:Io en un .obj~tivo más bien .académico, dada la progresiva exclusi-
nan en varios países europeos, como el de Alemania Occidental, el v1dad doctrmana de este partido y su tendencia a dejar fuera de la
de Austria y el de Francia, tampoco existen cuestionamientos serios masa de sus afiliados o asociados a una variedad cada vez más am-
a las políticas de derechas desarrolladas por su dirección, o bien plia de concepciones y organizaciones.
esos cuestionamientos proceden de fuera del partido, por ejemplo La cuarta causa consiste en que en Gran Bretaña (al igual que,
de los comunistas. En Gran Bretaña esos cuestionamientos tienen de alguna manera, en Australia) la izquierda siempre ha desempeña-
una fuerza persistente. Además, cada tanto esa fuerza aum~nta de do una función real, si no revolucionaria, dentro del movimiento
manera evidente --como en el período 1957-1962, en que acabó obrero: la de hacer que el reformismo sea efectivamente reformista.
la larga dominación del TUC por parte de un pertinaz bloque de Siempre ha actuado como el brain-trust del movimiento obrero es-
derechas, y la consiguiente derrota de la dirección del Partido Labo- pecialmente en el sector industrial. Virtualmente todas las inicia;ivas ,J
rista en una lucha franca . orientadas hacia la modernización de la estructura y la política sin-
Esta fuerza de la izquierda depende de cuatro causas. La prime- !lo J' dicales siempre han procedido del grupo que en cada etapa repre-
1
ra es el hecho de que la aspiración a una sociedad nueva, y no sólo · ' sentaba la izquierda: los marxistas de la década de 1880, los mar-
mejorada, se encuentra profundamente arraigada en los movimien- xi:tas sindicalistas de la década de 1910 y los comunistas de las
tos obreros europeos y probablemente en todos los movimientos decadas de 1930 Y 1940. Los militantes y los líderes de base, o los
obreros, salvo los verdaderamente atípicos. Esto no quiere decir que líderes de los sindicatos nuevos y no consolidados, o viejos y ame-
esa aspiración sea muy efectiva en la práctica. La segunda causa re- nazados, han tendido a desplazarse hacia la izquierda. Si esa izquier-
side en el sentido masivo de la solidaridad de clase y de la unidad ?ª
no hubiera existido, el movimiento obrero hubiese tenido que
de clase que tiene la clase obrera británica. Todavía hoy el principal, mventarla porque, como hemos visto, en Gran Bretaña el líder con-
en realidad el más abrumador atractivo del Partido Laborista sobre servador o moderado combativo, del tipo de John L. Lewis o
su electorado consiste en que se trata de un partido de clase. La James Hoffa en los Estados Unidos, se había convertido en una rara
tercera reside en el hecho a menudo soslayádo de que el movimien- . avis. En síntesis: la izquierda ha sido y es una parte masiva e inte-
- - gral del movimiento obrero; movimiento que ha seguido estando
21. T. Prager, Wirtschaftswunder oder keines?, Viena, 1963. fl ,, fundamentalmente unido, . tanto desde el punto de vista electoral
l
340 TRABAJADORES EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 341
como en las actividades sindicales. Puede discutirse acerca de la• '! «conciencia socialista», que no desarrollan de ese modo. La argu-
amplitud de esa izquierda, pero ni siquiera el halo de ~ublicidad · mentación de Lenin es doble.23 Por una parte, la experiencia espon-
favorable que rodea a todo líder del ala derecha -por e1emplo,_ al tánea de los trabajadores se limita a los problemas de su lucha econó- I'
difunto Hugh Gaitskell- nunca ha logrado oscurecer su relativa mica, es decir, al contexto de las relaciones entre patronos y obre-
falta de atractivo electoral, y la mucha mayor popularidad de la iz- ros. Pero de esa experiencia no puede surgir un sentido más amplio
22
quierda entre los militantes del partido. • • • de unos objetivos, de una estrategia y de una táctica socialistas a ¡
Sin embargo, al margen de la fuerza que ha temdo, la izqmerda largo plazo, que sólo surgen de «la esfera de las relaciones entre el /"
de la clase obrera ha sido en general mucho más ineficaz que la dere- conjunto de las diferentes clases y estratos sociales, y el Estado y el i
cha salvo en momentos de extrema tensión social. Casi siempre sólo gobierno», 24 situada, al menos en un comienzo, más allá de la pers-
ha ~ontado con la fuerza suficiente para modificar una política con-
'
~·
pectiva «espontánea» del proletariado. Por otra parte, cuando falta
trolada por la derecha. Su fuerza hubiese bastado para situarla en esa perspectiva, los movimientos espontáneos tienden a caer dentro
la posición más conveniente para desplazar al Partido Labori::a haci~ de la estela de la ideología burguesa. Pueden discutirse los detalles
un punto levemente a la izquierda del centro. Pero su palmea casi del análisis de Lenin, pero la importancia de su distinción es fun-
invariablemente ha estado en el mejor de los casos un poco a la de- damental.
recha del centro, y en el peor de los casos (como en 1923-1924, en Quizá sea útil para nuestro propósito elaborar y reformular esa
1929-1931 y en la década de 1950) muy a la der~cha del mis1?º· ;rn- ' 11 distinción. La experiencia «espontánea» de la clase obrera le lleva
cluso en el período 1945-1950, el gobierno labonsta era de «lzqmer- a desarrollar dos cosas: por una parte, un conjunto de reivindicacio-
das» sólo según los criterios liberales y no según los socialistas o nes inmediatas (por ejemplo: mejores salarios) y de instituciones,
incluso según los de un radicalismo populista como el de la segu?da modos de conducta, etc., adecuados para conseguirlas; por otra parte,
administración de Franklin D. Roosevelt. Lo que hay que explicar pero de una manera más vaga y no en forma invariable, un descon-
es precisamente esta inferioridad casi permanente de la izquierd~ con tento general con respecto al sistema vigente, una aspiración general
respecto a la derecha (y dentro de la izquierda, de los revoluc10na- hacia un sistema más satisfactorio y un esquema general (cooperati-
rios respecto de los no revolucionarios). vo en vez de competitivo, socialista en vez de individualista) de unas
organizaciones sociales alternativas. Lógicamente, el primer grupo de
ideas es mucho más preciso y específico que el segundo. Además, está
VII siempre presente, mientras que el segundo tiene poca importancia
l1'1 práctica -aunque su importancia moral sea inmensa-, salvo en los
En esta etapa se vuelve pertinente la teoría de la «espontanei- lJI momentos comparativamente raros en que la destrucción total del
dad» en los movimientos obreros, mejor conocida en la forma de la sistema vigente parece probable o inmediatamente practicable.25 En
distinción establecida por Lenin entre la «conciencia sindical» limi- las condiciones de un capitalismo estable, «la conciencia sindical» re-
tada, que los movimientos obreros desarrollan espontáneamente, Y la sulta bastante compatible con la aceptación de facto (o incluso con
22. La falta de división electoral en el movimient? obrero ha conde~a?~, a 23. ¿Qué hacer?, partes II y III, Selected Works, II.
los partidos rivales a integrarse en el Partido Laborista; la falta ~e division 24. Loe. cit., p. 98.
dentro del movimiento sindical ha favorecido el desar!ollo de l~s IDismos. J?or 25. Lenin no se dio cuenta de que un utopismo vago -y por consiguiente,
ejemplo, el Partido Laborista _Indepen~ente desapareció de la vista pocos anos completamente ineficaz-- puede ser un producto tan «espontáneo» de la expe-
después de separarse del Partido Laborista en 1932, a pesar. de. contar c.on. m~ riencia proletaria como el reformismo. En este sentido, los sindicatos de oficio
merosos representantes en. el parlamento, porq?e .s,u base sm~cal era msigru- británicos no son más espontáneos que el anarquismo español. La debilidad de
ficante. El Partido Comurusta, que nunca consiguio o se apoyo en un electo- ambos consiste en que no establecen ninguna vinculación operativa entre los pe-
rado separado, no ha sido mayormente afectado por sus fracasos electorales, dada queños combate~ i:0tidianos de los trabajadores y su lucha principal por el
su fuerza en los sindicatos. • ~poder .
.
342 TRABAJADORES EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 343
la aceptación formal) del capitalismo, salvo que el sistema no atienda • La «espontaneidad» permite que la base se desplace pasivamen'te
la reivindicación sindical mínima de <mna buena jornada laboral por · hacia la derecha (o que mantenga la lealtad hacia una izquierda tra-
un buen jornal». (Cuando no lo hace, la conciencia sindical parece 11~. dicional); pero impulsa activamente a los cuadros del movimiento
suponer automáticamente unos cambios del segundo orden.) Por con- hacia la moderación. El puñado de técnicas sencillas basadas sobre
siguiente, los movimientos obreros espontáneos se comportan proba- la conciencia de clase y la solidaridad, mediante las cuales la base
blemente como si el capitalismo fuese algo permanente, y reducen sus determina su conducta política, no es una guía suficiente para el
aspiraciones socialistas, donde las hay, a la función de unos apéndi- nivel superior. Mientras el movimiento está fuera de la ley~ es per-
ces políticamente insignificantes de sus actividades «reales», o a la seguido y no ha sido reconocido, basta con esa guía; y a veces detec-
función de apoyo para los grupos de presión políticos. Esto no ocu- tamos en la izquierda teórica una cierta nostalgia de esa situación
rre sólo porque la propaganda burguesa es más antigua, más influ- sencilla, un deseo de prolongar mediante la condena a priori de todo
yente y más omnipresente que la ideología socialista, sino también compromiso, coalición o maniobra, la edad de oro en que nada per-
porque incluso los movimientos socialistas en sus actividades coti- turbaba la mente del simple militante aguerrido. Pero salvo que el
dianas tienen que actuar en la mayoría de los casos como si el capi- sistema capitalista sea destruido en una etapa inicial, se llega al
talismo fuese permanente. Salvo en las raras épocas de crisis revo- reconocimiento y a las complicaciones que éste supone, de una u
lucionaria, se necesita un grado superior de conciencia política, un otra forma, para todos los movimientos obreros, cuando son dema-
esfuerzo especial, para evitar que el movimiento caiga en un mero '1 1 siado fuertes como para ser ignorados o destruidos. En ese momen-
reformismo; salvo que algún hecho obvio como el hambre total o el to, sólo la teoría revolucionaria o el compromiso moral más firme y ·
paro masivo mantenga el talante revolucionario de los trabajadores. más claro pueden impedir que el cuadro sindical caiga en un mero
Ese factor especial se encuentra en un movimiento socialista cons- reformismo.
ciente y sobre todo en un partido comunista. Si una clase obrera se En Gran Bretaña, donde la clase obrera había sido durante casi
adhiere a un movimiento de ese tipo en la fase crucial de su desa- un siglo demasiado fuerte como para que las clases gobernantes qui-
rrollo -en que crea tales adhesiones-, dispondrá de una garantía sieran destruirla, su movimiento había sido atrapado en la trampa de
interna contra la tendencia a caer en el reformismo, porque la con- la conciliación y de la colaboración más profundamente, y desde
ciencia de clase y la unidad (solidaridad, lealtad) son dos de las lec- mucho tiempo antes que en cualquier otra parte. En la mayoría de
ciones más elementales de la experiencia proletaria espontánea. Pero los países europe'os la decisión de tolerar al movimiento obrero y
si, como en el caso británico, se adhiere a un movimiento en su de operar con él en vez de contra él, no se tomó hasta finales del si-
mayor parte constituido dentro del molde premarxista, no ocurrirá" 'f/tl glo XIX. En Francia se produjo en la década de 1880, después del
eso. La lealtad y la inercia teórica que extrae de su experiencia espon- · final de la histeria que siguió a la Comuna; en Alemania, después
tánea mantendrán sus adhesiones tradicionales y, a menos que se de Bismarck, con la abolición de las leyes antisocialistas; en Italia,
produzcan catástrofes bastante extraordinarias (y en tal caso, tam- después del fracaso de la represión de Crispí. En Gran Bretaña, en
poco de un modo fácil o rápido), seguirá aferrándose a ellas. Mien- cambio, tanto la aceptación oficial del sindicalismo como del electo-
tras el movimiento obrero siga siendo «nuestro» movimiento, los de- rado de masas (en este caso predominantemente proletario) se pro-
sacuerdos locales o sectoriales con éste o aquel aspecto de su polí- dujo a mediados de la década de 1860. La investigación histórica
tica y de su conducta no afectarán la lealtad básica.26 reciente ha arrojado mucha luz sobre el examen de conciencia rea-
lizado por las clases dominantes antes de llegar a la decisión delibe-
. 26. No se han estudiado seriamente los factores que condicionan un cam-
bio de lealtad, aunque se han registrado varios cambios de ese tipo: normal- tales factores: la escisión organizativa, el surgimiento de una región nueva o de
mente desde la socialdemocracia hacia el comunismo, o desde el liberalismo una nueva generación no condicionadas por las lealtades de las viejas, y un
hacia el socialismo, pero ocasionalmente (como ha ocurrido en Alemania occi- fracaso o abdicación espectacular por parte del viejo movimiento. O bien una
dental) desde el comunismo hacia la derecha. Cabe sugerir brevemente tres de t
;,' .
1Í combinación de estas tres condiciones.
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J44 TRABAJADORES EL MOVIMIENTO OBRERO A PARTIR DE 1850 345
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rada de adoptar tal aetitud.27 A partir de entonces no se produjo en En tales circunstancias hay dos factores que impulsan al movi-
Gran Bretaña ningún intento sistemático de suprimir el movimiento · miento obrero hacia la derecha. Por una parte, las complejidades
obrero, salvo los intentos de determinados sectores patronales, que técnicas de la actividad sindical reconocida dentro de una economía
incluso los gobiernos más conservadores nunca respaldaron total- capitalista moderna, comprometen ya a los líderes situados por encima
mente. Por el contrario, la actitud fundamental del gobierno y cada del nivel del taller o de la fábrica en una red de actividades conjun-
vez más de las grandes industrias fue la del domador de leones, y ya tas con los patronos y con el Estado, y lo mismo supone la mera
no la del aficionado a la caza mayor. Los períodos más combativos existencia de un partido de la clase obrera, que es un gobierno po-
de ataque o destrucción contra el movimiento obrero -sobre todo tencial o un integrante potencial de coaliciones gubernamentales en
a finales de la década de 1890- fueron aquellos en que la política los sistemas parlamentarios. Este problema se plantea tanto para los
laboral escapó al control de los gobiernos para quedar en manos de partidos comunistas como para los socialdemócratas, como ocurrió en
los consorcios de capitalistas, mucho más cortos de miras, y de los Francia durante el Frente Popular y en los períodos de inmediata pos-
abogados ultraconservadores. 28 El sueño de un país sin sindicatos y guerra. Por otra parte, están los esfuerzos sistemáticos del gobierno
sin Partido Laborista (o aunque sólo fuera sin socialistas) sigue en- y de las empresas (en general la gran empresa) por fortalecer la
dulzando las conversaciones de sobremesa de aquellos hombres de posición de los obreros moderados y debilitar la de los revoluciona-
negocios que no conocen las realidades de la vida industrial -espe- rios. Hasta ahora los comunistas han estado a salvo de esto, porque
culadores de bolsa, banqueros y similares- o bien de los pequeños '1 ,( el gobierno y las empresas les han considerado colectivamente como
empresarios incompetentes; y encuentra eco en los discursos de los intransigentes, pero no es en absoluto imposible (especialmente a
políticos más estúpidos y en las publicaciones de los señores de la partir de la década de 1960) que se les aplique ·1a misma táctica.
prensa más feudales . Pero incluso entre 1921 y 1933, cuando los
«ultras» se impusieron temporariamente y trataron de poner de ro-
dillas al obrero, chocaron, como hemos visto, con una especie de VIII
freno impuesto por el ala dominante y moderada del Partido Con-
servador asistida tácitamente por los liberales. En momentos de Tenemos que examinar este proceso desde los puntos de vista
miedo e histeria todavía puede haber intentos de atacar al moví- algo diferentes de los patronos, del gobierno (es decir, de los grupos
.miento obrero de modo frontal; pero los gobernantes de un país con gobernantes que adoptan una concepción nacional de la política y ya
un 90 por ciento de ciudadanos que viven de salarios y con dos no individual o sectorial) y de los obreros.
tercios que son trabajadores manuales, fueron lo bastante sagaces ~i· No hay mucho que decir acerca de los patronos, porque su acti-
como para no permitirse ese lujo, incluso en la década de 1930, en tud sigue siendo de profundo rechazo ante la aceptación de la exis-
que el fascismo europeo presentaba como tentadora y posible la tencia del movimiento obrero como tal, salvo como un mal menor.
destrucción del movimiento obrero. Esto se refleja en la forma en que la prensa suele presentar la gran
mayoría de las huelgas o reivindicaciones sindicales, así como en la
persistencia de un folklore de clase media referente a las lacras de
27. Cf. sobre todo Royden Harrison, «The Tenth April of Spencer Wal-
pole: the problem of revolution in relation to reform, 1865-1867» (lnternational la «dictadura sindical». Todavía hoy el trabajador que se niega a
Review of Social History, VII, 1962, p. 352), y Asa Briggs, The age of im- adherirse a un sindicato suele ser considerado como un héroe, el
provement, Londres, 1959, cap. X. enlace sindical como un tirano -cuyo único atenuante admitido es
28. Lo que «no anduvo bien» en el contraataque de los patronos de la
década de 1890 -acerca del cual cf. J. Saville en A. Briggs y J. Saville, eds., una educación inadecuada (cómica, según los directores de pelícu-
Studies in labour history, Londres, 1960- fue que una ofensiva dirigida contra las}--, y el sindicato como una subespecie del totalitarismo. «La
los sindicatos nuevos y débiles, o contra determinados sindicatos, se convirtió dirección» -sobre todo en las empresas grandes e inteligentes- ha
-mediante una serie de decisiones legales-- en una ofensiva que amenazó a
la totalidad del movimiento obrero. incluidos los sectores más moderados. aceptado desde hace mucho al sindicalismo, tanto en el nivel nacional
346 TRABAJADORES EL MOVIMIENT O OBRERO A PARTIR DE 1850 347
como en el . local; pero, salvo relativamente pocas excepciones, sindicatos son hoy los intermediarios imprescindibles entre el Es-
patronos no han tomado la iniciativa de domesticar al movimiento tado y los trabajadores.
obrero. El ascenso del Partido Laborista a partir de 1918 planteó el pro-
Sin embargo, en el plano político, los partidos no obreros y el blema especial de un posible gobierno laborista. Dada la moderación
gobierno habían tomado deliberadamente ese tipo de iniciativas a de los líderes del partido, nunca hubo mayores dudas sobre la solu- ,1
partir de 1867. El Partido Liberal trató de afumarse como el partido ción que tendría ese problema. A partir de 1923 quedó claro que '~..
«del pueblo» (que abarcaba a los trabajadores), y quizá lo hubiese una coalición de liberales y laboristas, incluso con un primer minis- ;;ilt
logrado si los políticos más viejos -como Gladstone- y ciertos gru- tro laborista, no era sólo algo tolerable . sino en realidad deseable ..~
pos de hombres de negocio del partido no se hubiesen mostrado como un medio pa-ra atajar a los «irresponsables».31
reacios a pagar por ello el precio necesario en «injerencia guberna- El efecto de esta política de conciliación y de reconocimiento so-
mental». A esta era liberal corresponden el patrocinio deliberado bre el militante obrero «espontáneo» fue complejo. En el nivel más
de candidatos obreros, la promoción de ministros de la clase obrera simple, esa política pudo haber supuesto un debilitamiento de la
( 1906) y los primeros otorgamientos de honores reales -por ejem- coraza de ignorancia y de alejamiento con respecto a la tentación, y
plo, el nombramiento como miembro del Consejo Privado-- a tra- pudo convertirle en una presa fácil de la hospitalidad, la seudocama-
bajadores. radería o directamente el cortejo del poderoso. En un nivel algo
Una característica especial del capitalismo británico favoreció la .,. 'I menos elemental, el ex-militante podía identificar el reconocimiento
absorción de las organizaciones obreras en el aparato gubernamental, de su partido o sindicato, y su propio éxito personal, con el éxito
proceso que también comenzó antes de 1914: la ausencia de una del movimiento obrero. Podía pensar que el hecho de que un hom-
burocracia profesional de la administración pública. Tanto ésta como bre como él hubiera llegado tan lejos no sólo era un reflejo de la
los primeros sistemas estatales rudimentarios de administración de la fuerza del movimiento, sino que demostraba en realidad que éste
mano de obra y seguridad social tuvieron que improvisarse casi si- ha logrado realizar sus objetivos. Desde un punto de vista más obje-
multáneamente. En el contexto de una política de conciliación pare- tivo, el descubrimiento de que la política y la negociación de alto
cía tan natural emplear sindicalistas en la administración pública nivel eran bastante más complejas de lo que podía haber sospecha-
-hacia la década de 1890 muchos de ellos ya preveían que ocupa- do un simple agitador, propagandista y organizador, podía inquie-
rían esos cargos después de retirarse- 29 como utilizar los servicios tarle profundamente. Si se trataba de un rebelde; el militante «es-
estadísticos sindicales. La Ley de Seguros Nacionales (National In- pontáneo» podía reaccionar ante este descubrimiento con una hosti-
surance Act) de 1912 convirtió incluso a los sindicatos en una parte • lÍI' lidad general respecto del parlamento, de la política y de todas las
de la administración del seguro de salud en calidad de «sociedades otras instituciones que atentaban contra la pureza del movimiento;
autorizadas», y de ese modo confirió a los sindicatos que no tenían una corriente de este tipo de hostilidad suele surgir durante las pri-
demasiada· fuerza de negociación una razón convincente para retener meras fases del proceso de absorción del movimiento obrero en la
a sus miembros al tiempo que desalentaban toda combatividad ex- vida oficial: por ejemplo, en Inglaterra entre 1911 y 1926.
cesiva. De allí sólo había un paso hasta las modernas técnicas para Pero inevitablemente incluso los más revolucionarios tienen que
atrapar al movimiento obrero en la red de cuerpos de asesoramiento luchar por las mejoras y por la reforma adaptándose a la naturaleza
y consulta que se desarrolló sobre todo durante las dos guerras mun- del terreno, que corresponde al cálculo «realista» dentro de una eco-
diales y que alcanzó una gran importancia a partir de 1945.30 Los
política en época de guerra, cf. W. K. Hancock y M. Gowing, The British war
29. Beatrice Webb, Our partnership, Londres, 1948, p. 24. economy, 1949; Lord Inman, Labour in the munitions industry, 1957; Parker,
• 30. Cf. W. Milne-Bailey, Trade unions and the state, Londres, 1934; D . F. Ma.npower, 1957, estudios todo:. pertenecientes a la historia oficial de la se-
Macdonald The state and the trade unions, Londres, 1960; V. L. Allen, Trade gunda guerra mundial.
unions and the government, Londres, 1960. Acerca de las aplicaciones de esta ~ , (ti 31. Cf. R. Lyman, Tht: first Labour government, Londres, 1959.
, ~
bre o empíricamente, en caso de que recurrieran a algún tipo de cri- • menos que lo necesario para la subsistencia, pero como su tarifa solía
terio para· ello. fijarse con respecto al salario masculino, podemos soslayarles.) El
3. La segunda corresponde al aprendizaje completo de las reglas hecho de que los salarios de los trabajadores no calificados se fijaran
del juego. (Desde nuestro punto de vista no importa que en esa en el nivel del coste de subsistencia o alrededor del mismo, se en-
época el modelo ideal de una economía autorreguladora de mercado cuentra abrumadoramente documentado por los teóricos, los indus-
-salvo quizás en el mercado monetario internacional- estuviese de- triales y los historiadores. Por consiguiente, podemos considerar el
jando de ser tan siquiera aproximadamente realista.) Los trabaja- salario de subsistencia del peón no calificado o cuya mano de obra
dores comenzaron a pedir lo más posible y, cuando cabía alguna posi- existía en abundancia o de los mozos de labranza, como el punto de
bilidad de elección, a medir el esfuerzo en función del pago. Los referencia respecto del cual se fijaban las posiciones del resto de las
patronos descubrieron maneras verdaderamente eficientes de utilizar categorías. Podemos soslayar los problemas planteados por el pago
el tiempo de trabajo de sus obreros («organización científica del tra- del salario en especie. Por supuesto, la «subsistencia» no era una ca-
bajo»). tegoría :fisiológica absoluta sino una categoría convencional, que va-
riaba según las épocas y los lugares.
El obrero calificado típico de los gremios preindustriales espera-
I
ría obtener idealmente alrededor del doble de lo que recibía el peón
común: salario diferencial de mucha antigüedad y persistencia, por-
¿Cómo decidían los trabajadores de la primera época de la eco-•
que podemos encontrarlo tanto en las determinaciones de precios y
no mía industrial los salarios y las condiciones que debían aceptar, y
salarios de Diocleciano como en la de los jueces de paz ingleses de
qué esfuerzo ponían en su trabajo, suponiendo que contasen con al-
las épocas de Enrique VI y Carlos II, en la Italia del siglo XVIII, en
guna posibilidad de elección? Muy pocas veces nos lo han dicho, de
Francia, en los gremios de la construcción de Barcelona en el siglo XIX
modo que estamos obligados a hacer conjeturas, basadas en parte
y sin duda en otras partes también. (Por supuesto, se trata de tarifas
sobre la observación y en parte sobre el análisis de los datos históri-
y no de ingresos.) De hecho, el obrero calificado tendía normalmen-
cos dispersos de que disponemos.2
te a obtener menos que lo fijado por ese salario diferencial, sobre
En el caso de los obreros no calificados o de aquellos cuya mano
todo cuando no era capaz de restringir el ingreso a su gremio de obre-
de obra existía en abundancia no se planteaba en principio ningún
ros procedentes de categorías no calificadas; y más cuando ese ingre-
problema de determinación de los salarios. Tenían que recibir un
so estaba efectivamente restringido, como en los casos en que el
salario de subsistencia (si eran hombres) o bien un salario fijado e~
;r obrero calificado era blanco y el no calificado de color. En la prácti-
un nivel apenas suficiente para incitarles a abandonar, por ejemplo, el"
ca, la relación entre las tarifas del peón preindustrial y del artesano
trabajo agrícola. 3 (Por supuesto, las mujeres y los niños ganaban
preindustrial -por ejemplo, el albañil y su peón- era más proba-
2. J. W. F. Rowe, W ages in practice and theory, 1928, y Barbara Wootton, blemente de dos a tres o de tres a cinco, que de uno a dos.4
The social foundations of wage policy, 1955, sugieren diversas maneras de ¿Cómo :fijaba un obrero calificado su nivel salarial con respecto
abordar este problema. al de otros obreros calificados? En este caso los cálculos eran bas-
3. Por ejemplo, P. W. Kingsford, Railway labour 1830-1870, tesis docto-
ral, Biblioteca de la Universidad de Londres, p. 145. En el ]ournal of Gas Ligh- tante complejos, aunque tácitos y a menudo inconscientes. Por una
ting, LII ( 1888), p. 286, se encuentra un análisis útil de la base de esta «tarifa
de distrito» para la mano de obra, desde el punto de vista de la dirección de
las empresas. Ese análisis forma parte de una serie dedicada a «La administra- 4. E. Young, Labor in Europe and America, Washington, 1876; L. Dal
ción de los trabajadores». Acerca de algunos factores que tendían a elevar esta Pane, Storia del lavoro in Italia-secolo XVIII, Milán, 1944, apéndice III;
«tarifa de distrito» por encima del mínimo estrictamente económico, cf. R. New- H. Sée, Histoire écon. de la France, II, p. 179; Angel Marvaud, La question
man, «Work and wages in East London now and twenty years agm> (Charity sociale en Espagne, París, 1910, p. 426. Acerca de los salarios diferenciales en
Organization Review, julio 1887, p. 273); Charles Booth, Life and labour ... , Gran Bretaña, véase el capítulo 12 del presente libro, «La aristocracia obrera
2.ª serie, V, pp. 365 ss. • ., en la Gran Bretaña del siglo XIX», p. 269 ss.
COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO 357
356 TRABAJADORES
emplo, si un cajista no obtenía un salario superior, digamos, al de
parte cada trabajador se consideraría como miembro de un es~rato sastre local, no se consideraba satisfecho, independientemente de ·
particular -por ejemplo, el estrato de los artesanos, por oposición . " demanda relativa de cada una de esas profesiones en el mercado.
al de los peones- y por consiguiente esperaría un salario adecuadJ · ·. Por supuesto, los salarios diferenciales de tipo tradicional no eran
a su posición social: los albañiles, tejeros y carpinteros esperarían taP importantes en las nuevas industrias ni en aquellas donde predo-
ganar salarios del mismo orden de magnitud, así como lo esperarían JrtÍnaba el trabajo a destajo (salvo en los casos en que los precios
los herreros, mecánicos, sastres calificados y zapateros. Por otra parte, 9.Hginales ofrecidos para las diversas categorías de trabajadores se
dentro de cada estrato o industria había una jerarquía bien definida-, fi)aran por referencia a una escala salarial previamente existente). No
aunque no siempre se puede determinar si correspondía a una dife. eonviene exagerar el papel desempeñado por la costumbre en la es-
rencia en los ingresos, o si los ingresos la reflejaban. Así, los cons- tfuctura salarial de una economía plenamente industrial, como han
tructores de coches en 1837 s~cho algunos estudiosos recientes; pero es indudable que ese factor
Ja distorsionaba en alguna medida. (Después de todo, los criterios
no son un grupo homogéneo, sino dividido en clases ordenadas je- i ~sados por los trabajadores para considerar que un salario era o no
rárquicamente ... los primeros de la lista son los cons~ructores de aceptable, no eran los únicos factores que intervenían en la fijación
carrocerías; después vienen los constructores de carruajes; después
los desbastadores; después los herreros; después los productores de de dicho salario.) Lo importante es que la estructura salarial de una ¡,,
~ ...
muelles; después los ruederos, pintores, chapistas, productores de economía capitalista no se constituía en el vacío~ En un principio era I~
tirantes, etc. Los productores de carrocerías son los más ricos y UDa modificación o una distorsión de la jerarquía salarial de la época
forman una especie de aristocracia, que los otros obreros consideran p~eindustrial y sólo poco a poco se iba acercando al nuevo modelo;
con una mezcla de sentimientos de respeto y de celos. Se sienten eo.n mayor rapidez en las áreas de aguda escasez de mano de obra o
importantes y tratan a los demás con diversos grados de considera-, - cf~ saturación del mercado de trabajo, y en las economías en que
ción: los constructores de carruajes merecen una especie de fami- predominaban las fluctuaciones económicas agudas; y por cierto más
liaridad condescendiente; los desbastadores son considerados dema- rápidamente en las economías que lograban destruir o desarticular
siado buenos como para merecer desprecio; es probable que traten las organizaciones de autodefensa de los pequeños productores o de
con respeto a un capataz de pintores, pero a los obreros pintores a
los trabajadores preindustriales. Sin embargo, lo importante es el
lo sumo les favorecerán con una inclinación de cabeza.5
hetho de que el cálculo salarial que hacía el obrero siguió siendo du-
La existencia de jerarquías como ésta se encuentra documentada en rante mucho tiempo, y en cierto modo todavía sigue siendo, en gran
los casos de las nuevas industrias, en Alsacia, en Lancashire, en los rte un cálculo basado en la costumbre y no en el mercado.
talleres de mecánica y en otros sitios.6 Sin duda, la posición social . Una consecuencia de esto fue que los patronos del siglo XIX casi
era un reflejo de las . diferencias salariales, o bien esas diferencias seguramente obtuvieron su mano de obra calificada por menos del
salariales se solidificaban en forma de hábito; pero los obreros no . !l>.ste de mercado. Esto no sólo es válido para países con un nivel
distinguían con claridad entre esas diferencias salariales y las posi- sálarial bajo, como Alemania y Bélgica, sino también para Gran
ciones sociales que asociaban con las diferentes clases de tareas: por Bretaña. Parece claro que, incluso teniendo en cuenta las agudas
fluctuaciones cíclicas a que estaban sujetos, los fundidores de hierro y
los mecánicos de Gr~n Bretaña vivían, por ejemplo, hasta 1840 en
5. W. B. Adams, English pleasure carriages, Londres, 1837, pp .. 188-189. un mercado de venta maravilloso y hubiesen podido pedir mucho
6. Por ejemplo, Volz, «Die Fabriksbevoelkerung des Oberelsass un Jabre
1850» (Ztschr. f. d. ges. Staatswissenschaft, vu, p. 136): «Der Drucker hasst más que la tarifa de alrededor de 30 chelines que los mecánicos de
'den Stecher dieser fiihrt stolz an jenem vorüber; der Zeichner und der Maler Tuancashire obtenían en la década de 1850.7 Obviamente, la campe-
spricht mit Verachtung von Spinnem ... » y las difer~~tes ob~erv~ciones acerca de
la negativa de los ,«n;iecánicos» a a~andonar su pasmón s.oc1~l, mclu~o ante ~a
gran presión econom1ca en tal sentido, cf. Char1ty Orgamzatlon Sooety, Spectal J. B. Jefferys, The story of the engineers, 1?45, p. 23; D. Chadwick,
committee on unskilled labour, 1908, por ejemplo, pp. 102, 112.
358 TRABAJADORES COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO 359
tencia entre las fumas pequeñas y la ausencia de sindicatos efic¡c (por ejemplo, qué cantidad de trabajo corresponde a un «bueff
desempeñaron un papel importante en ello; así como el hecho ·d ario»); de consideraciones históricas y sin duda de otras más. Esos
que los obreros pidieran algunas de sus retribuciones extra en forrii¡ 'terios eran impuestos por poderosas presiones colectivas.8 De
de satisfacciones no económicas, como la independencia con respecto· .'cho, como sabemos, tales normas estaban tan aceptadas que -en
a la supervisión, un tratamiento más digno y movilidad en el trabajo~ · s casos en que los trabajadores podían optar- no solía haber gran
Sin embargo, el carácter esencialmente modesto de sus demandas era · erencia entre las tarifas por tiempo de trabajo y por pieza produ-
y sigue siendo importante, como puede certificarlo cualquier austra- ¿¡da: era muy fácil establecer una equivalencia entre ambas. El pa-
liano que llega a este país. Cuanto más tradicional y jerárquica era · re que empleaba obreros que cobraban por tiempo trabajado sabía
su sociedad, mayor era esa modestia de sus exigencias. , aproximadamente qué cantidad de productos podía obtener; el patro-
Puesto que sólo podemos especular acerca de lo que era posible'· no que empleaba obreros que cobraban por pieza producida sabía
pedir en esa época, no estamos en condiciones de medir el volumen cómo observó Adam Smith) 9 que no era probable que consiguiera
de los dividendos que extraían los patronos de la renuencia de s~s ufia producción mayor que la normal en una semana de trabajo, aun-
obreros a llegar a ese límite. Podríamos conjeturar que eran al menos , @e los obreros estuvieran capacitados para realizarla en menos días.
tan grandes como los dividendos que habían extraído en el siglo XVIII t,iis estadísticas de que disponemos tienden a mostrar que en las in-
del desequilibrio entre «beneficio e inflación», descrito por el profe. , ~strias no mecanizadas la producción tendía a fluctuar alrededor de
sor Hamilton. También parece probable que ese hecho incidiera un nivel. En las minas del Ruhr (salvo durante el período de 1796
sobre sus ideas acerca de la productividad individual. El esfuerzo de 1802 y a comienzos de la década de 1830) la productividad se man-
trabajo del obrero, o el nivel de producción por unidad de tiempo, . vo bastante estable desde 1790 hasta 1850: entre un 87 y un 97
también estaba determinado por un cálculo basado sobre la cos- or ciento con respecto al nivel de 1850. En las minas de cobre
tumbre y no sobre la situación del mercado, por lo menos hasta que e Halle era de un promedio de entre 12 y 13 toneladas por hombre-
éste comenzó a aprender las reglas del juego. El ideal de «un buen furno para cada período de ciclo económico entre 1800 y 1850.10 En
día de trabajo a cambio de un buen jornal» tenía (y tiene) poco en ª~ minas de carbón francesas también era estable entre 1834 y
común con el ideal de comprar en el mercado más barato y vender $52.11 Ese nivel no era necesariamente el más alto que se podía
en el más caro. Los criterios para determinar las características de ograr, pero es probable que los obreros trabajaran lo más intensa-
un buen día de trabajo eran probablemente demasiado complejos .ente que podían o lo · más que se esperaba tradicionalmente que
como para agotarlos en un análisis somero. Dependían en parte de fo harían, siempre y cuando sintiesen que estaban ganando un «buen»
consideraciones :fisiológicas (por ejemplo, la velocidad de trabajo y el lilario y que la faena no interfería con su comodidad en el trabajo 1 ·.:\~~
I'
esfuerzo que un obrero podía sostener indefinidamente, teniendo en en el ocio. Por supuesto, los obreros carentes de toda experiencia,
cuenta los descansos durante y entre los días o turnos de trabajo); s obreros destinados a trabajos forzosos y otros consagrados a
de consideraciones técnicas (por ejemplo, la naturaleza de las tareas .reas desagradables o no tradicionales, para quienes no existían cri-
que cabía esperar que realizara en un día o en un turno); de consi- erios establecidos por la costumbre, que se sentían mal pagados o
deraciones sociales (por ejemplo, la necesidad de que un equipo tra-
8. Por ejemplo, las declaraciones del señor Dent --<:apataz de la construc-
bajase con un ritmo tal que los miembros más lentos no quedaran ción- acerca de tal nivelación colectiva, en Special ctee. on unskilled labour,
rezagados y ganaran a su vez un buen jornal); de consideraciones o'. cit. , p. 104.
morales (por ejemplo, el orgullo natural que siente un obrero por ,.-
1
9. Wealth of nations, cap. VIII (ed. de Cannan, I, pp. 83-84). Cf. también
Pi Smith, Workshop management, s. d., 1884?, p . 1: «Por razones de conve-
hacer un trabajo lo mejor que puede); de consideraciones económi- mencia, el tiempo se computa como su equivalente en trabajo realizado».
·' 10. J. Kuczynski, Geschichte der Lage der Arbeiter in Deutschland, Ber-
lín, 1954, I , pp. 112-116.
«Ün the rate of wages in Manchester and Salford ... 1839-1859» (Journ. Stat. · ' 11. Ministere dés Travaux Publics, Statistiques de !'industrie minérale, Pa-
Soc., XXIII, 1859). rís, 1935.
360 TRABAJADORES COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO 361
realidad quizá todos los obreros que sentían al~n respe~o ~or sí filano de obra más breves posibles, para que cada una de las partes I,,¡
mismos y no eran incitados a la revuelta, no aplicaban critenos de pudieran negociar en los plazos más cortos posibles los términos
mercado para medir el volum~n de sus esfuerzos. Los obreros no contractuales más convenientes. Pero aun teniendo en cuenta aque-
calificados estaban, por supuesto, normalmente saturados de estímu- llas excepciones al laissez-faire a las que los sindicatos se aferraban
los y mal pagados, pero de todos modos los patron?s no esper.aban naturalmente (sobre todo la protección legal y el sindicalismo), esa
de su parte más que el mínimo absoluto de traba)~ voluntano, y adaptación al mecanismo de negociación del mercado libre era sólo
confiaban -quizás erróneamente antes de que apareciera la produc- parcial. Los criterios para determinar en qué consiste un «buen sala-
ción en masa moderna- en la disciplina o en la «estimulación» para rio» seguían siendo tradicionales en muchas industrias, y los concer-
14
obtener todo el esfuerzo que cabía esperar de ellos. nientes a un «buen día de trabajo» también seguían careciendo de
ilex.ibilidad. En realidad, algunos sindicatos combinaban la negocia-
12. H. de Man, ]oy in work, 1928. Sin embargo, hay que ~eñalar que las ción según el sistema del laissez-faire con la estricta penalización del
primeras investigaciones so):>re este tema, realizadas ~n Alen_iarua por A. ;Le- ttabajo mal hecho, como ocurría por ejemplo en el caso de los cal. f¡
venstein, dan resultados diametralmente opue~tos (Dze Arbezterfraf,e, Muruch, dereros. 16 .. i
1912). El 60,5 por ciento de su .muestra de romeros, el 75,~ P?r oento de sus ~
obreros textiles y el 56,9 por oento de sus obreros metal~gicos (todos ellos !'
pagados por producción) manifestaban d!sgusto por el trabaJo; el 15,2, el 7,1 Y ••-='----
el 17 por ciento respectivamente, manifestaban placer activo con respecto al huye en parte a la baja calidad de la mano de obra y en parte al hecho de que
mismo. . ~ estado social donde, como entre nosotros, la mano de obra suele exceder
13. Cf. algunas de las quejas de los patronos norteameric.~os .con~a 1os li demand11, tiende a engendrar indiferencia hacia el mejoramiento de la misma,
obreros calificados británicos; por ejemplo, R. T. Berthoff, Brttzsb .11:1mzgrants r se llega a considerar que ambas situaciones van necesariamente unidas» (pá-
in industrial America 1790-1950, Harvard, 1953, p. 66. Pero tamb1en es pro- gihas 330-331). La sintaxis es oscura, pero el sentido general es claro.
bable que los patronos y los capataces británicos se q~ejaran .de lo~ norteam~- 15. S. y B. Webb, Industrial democracy, passim; J. B. Jefferys, op. cit.;
ricanos diciendo que no trabajaban si no se les proporc10naba mcenuvos especl· A. Youngson Brown, «Trade union policy in the Scots coalfields 1855-1885»
ficos; por ejemplo, Special ctee. on unsk~lled labour, pp. 108-109. . (E'c. Hist. Rev., 2". serie, VI, I, 1953 ). Véase también el capítulo 4 del presente
14. Geo. White, A treatise on weavmg, Glasgow, 1846, se .queia del pr~- iliiro, «El artesano ambulante», pp. 49 ss
dominio de la administración de mano de obra puramente coerouva, Y la atn- _"· 16. R. C. on Labour, grupo A, 1893-1894, XXXII, Qs. 20, 769.
COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO · 363
TRABAJADORES
362
El- período inmediatamente pos~erior a, la Gran Depresión_ pu~
s incentivos, o bien que el debilitamiento de las formas más anti-
s de disciplina o de tradición laboral produjera el mismo re-
haber supuesto un cambio de actitud mas fundamen~al, asi · corn
tado.
supuso una revolución más fundamental en la economia y en la es.;
:Aunque en la década de 1890,20 ciertos militantes sindicales como
t ctura de la mano de obra. En primer lugar; como ha mostrado ,
ru algunos grupos de obreros -por ejemplo, los ferroviarios- oro Mann desarrollaron la teoría de la negociación según los crite-
Rowe, 1 , 'bl E d , os del mercad.o libre mediante la variación del esfuerzo de trabajo
comenzaron a pedir por primera vez. o mas po~i e. n se~n 0
1 gar en una serie de industrias de diferentes paises se produ30 ~ ob:e.ro, es mduda~le que este ti?o de aflojamiento consciente y
~ j 'miento muy marcado de la productividad individual, que con- .tematice en el trab~Jº. no e:~ corriente. Cuando alguien lo propo-
chocaba con una mdignac10n moral considerable no sólo --como
tr:S:aba notablemente con el aumento muy aceler~do que había ca-
~, natural, aunque sea ilógico-- por parte de los patronos, sino
racterizado al tercer cuarto del siglo. Así, en las mmas de carbón de, .
Francia la producción por día y hombre (calculada en 100 para los , bie~ por parte ~e los ~ropios obrero~ cal~ficados y sus simpati-
tes. La tendencia a afloJar en el trabajo mmaba la autoestima de
trabajadores de fondo en 190~) ascendí~ ,de 66 en la década de 1840
_., obreros, por más que les permitiese mejorar su posición en el
loo. eEn
ª1914.
n 1887-1895 y despues descendio suavemente a 95 en 1909- ·
Alemania,' la productividad por trab'd aJa or en 1as mmas.
· efcado; y la autoestima es algo mucho más fundamental que las
egorías históricamente evanescentes de la economía de mercado
de carbón pesadas aumentó de 45 en 1844-18.~2 a ,100 en 1887-1894
( 1900 = 100), después de lo cual permaneci~ mas .º, ~enos estable! re.
E~tre 1880 y 1~14, pues, los patronos comenzaron a perder las
hasta 1913.17 El producto per capita en las romas britam~as Y b,elgas,
emios de la construcción de Londres y en las hilanderias de · taJas de que hab1an gozado hasta entonces en virtud de la igno-
en 1os gr . . . · d 1 d' ~a de las «reglas del juego» por parte de los obreros -o de su
algodón de Lancashire mostró tendencias similares ~ partir e a e;
cada de 1890.18 Esta tendencia sigue siendo suficientemente suge· ta de disposición para jugar de acuerdo con ellas-; circunstancia
la que habían extraído importantes beneficios. En algunos casos
rente aunque tengamos en cuenta -allí donde corresponde hacerlo-
el efecto de la disminución de las retribuciones, el aumento de la mo en la industria británica de la hilatura del algodón- la exis-
cantidad de trabajadores no productivos incluidos a veces en estos cia de una situación casi monopolista les protegía de los efectos
, d'd
totales, 0 la reducción de las horas de tr~bajo. E~ u~o o dos casos
esta per 1 a; 22 en otros casos, no. Tenemos que examinar pues
perspectiva patronal sobre el problema. ' '
se la ha atribuido específicamente a un cierto aflo3amiento en el. es-
traba1· o individual de los obreros.19 Al menos es posible
fu ~o de afl' .
que ciertos grupos de trabajadores c?~en~aran entonces a ?Jar sis-
temáticamente su ritmo de produccion si no se les proporcionaban
III (la ~ulación de las Leyes de Asociación no alteró casi nada esta si-
túa:ion), una preferencia marcada por los contratos de trabajo ine-
Si el hecho de no aprender o de no aplicar las reglas del juégo· lfisttcos Y ~ largo plazo (como la obligación anual o mensual en el
25
determinó que los obreros trabajasen a menudo más intensamente y caso del mtnero ), y la nueva Ley de Pobres, ese implacable instru-
por menos dinero de lo que teóricamente hubiese correspondido, el lllento de coerción económico-legal. En otras partes abundaban m _
hecho de que los patronos no aprendieran o no aplicaran esas regias .
01smos l egales si'milares. eca
determinó que utilazaran la mano de obra que contrataban de una ! odo esto era en parte racionalmente justificable desde la pers-
forma notablemente ineficiente. . pect~va de la teoría de la ~poca, aunque no por completo; porque
Naturalmente, al considerar el comportamiento de los empresa- los. y~tronos estaban muy dispuestos a abandonar el criterio del lais-
rios del siglo XIX tenemos que distinguir entre lo que podría resultar ¡ez-fatre cuand? éste no se ajustaba a sus intereses. Los contratos
ineficiente en la actualidad, pero que desde un punto de vista racio- anuales, por ejemplo, comprensibles como respuesta a la escasez
nal podría ser justificado teniendo en cuenta las condiciones impe. !ocal de mano de obra -como en el caso de las minas durante el
rantes en la época, y lo que no admitiría semejante justificación. (No ~glo XVII.I-, no eran fáciles de defender para un discípulo de
es necesario que estemos de acuerdo con las justificaciones raciona. Adam S~tt~. Lo que no resulta justificable de manera alguna es la I·
les de los patronos de esa primera etapa del capitalismo: basta con extraordinana negligencia con respecto al problema de la productivi- ¡.
que reconozcamos su carácter racional.) El empresario industrial de ~d Y de la utilización eficiente de la mano de obra. En pocas pala- 1
esa época creía, no sin cierta justificación, que su mano de obra era ~tás:. los patronos suponían que cuanto menor fuera la cuenta de
en gran medida insensible a los incentivos monetarios, que era reacia arios Y mayor la cantidad de horas de trabajo, menor sería el coste
a trabajar de la manera que a él le convenía o que lo era, de hecho, la man~ d~ obra por unidad de tiempo; que el esfuerzo del obre-
a cumplir como fuese con sus obligaciones. Como observaba Town- no podia tncrementarse mayormente por encima de determinada
send en 1780: «Para el pobre no cuenta mucho los motivos que esti¡ .rm~, aunque éste solía ser demasiado perezoso como para alcanzar
mulan la actividad de los rangos sociales más elevados: dignidad, ~' n~~el; que el pr?b1:1;1ª de la productividad era esencialmente una
honor y ambición. Por lo general, sólo el hambre puede aguijoneark ~st10n de mecaruzacion. c?mbtna?a con disciplina; y que, en el
e incitarle a trabajar».23 Y, podríamos añadir, sólo la disciplina puede ~Jor d~ los casos, la prtncipal utilidad de los incentivos consistía
hacer que siga trabajando. Para los patronos resultaba lógico, pues, funcion~, como au~~liar.e,s para esta política. Aunque dedicaran
recurrir a la compulsión -tanto económica como no económica- ~cha atencion a la utilizacion económica de las materias primas los
para reclutar la mano de obra y para mantenerla en su trabajo. De ual~s para empresarios y administradores de empresas soslaya-
modo que la primera mitad del siglo XIX se caracteriza por cualquier . casi26por completo el problema de la organización de la mano
cosa menos por su política de laissez-faire en materia de relaciones obra.
laborales. En Gran Bretaña supuso la codificación de una ley de rela- '•
ciones laborales (Master and Servant Law ), que castigaba los in• '25. Su historia se cuenta en «The miners' bond in Northumberl d d
cumplimientos de contrato con más dureza en el caso de los obreros (haml946-»,19d5eO)Hylton Scott, Proc. Soc. Antiq. of Newcastle-upon-Tyne
' pp. 55-78, 87-98.
4•
' .
s3!
.,
que en el de los patronos,24 la puesta fuera de la ley sistemática ~6. De trs .manuales so~re el hilado del algodón que he consultado los
-aunque no siempre efectiva- de los sindicatos y de las huelgas entes se ni:t~ a hacer cálculos de taller y en algunos incluso se omite todo
-~º de salar1<;>s. W. Etchells, T~e c~tton spinner's companion, Manchester
7, G. Galbraith, The cotton spznner s companion Glasgow 1834· A K '
23. J. Townsend, Dissertation on the Poor Laws by a well-wisher of Mank- y, The practica[ COtton spinner Edimburgo 134'5. Daru' l' s u' Th. en-
ind; J. R. McCulloch, ed., Scarce and valuable economical tracts, 1859, p. 404. ..ber's asszstant,
· b ezng
· a co ndense~' treatise on ' the cotton
' e ne , e ma-
24. D. Simon, «Master and servant», en J. Saville, ed., Democracy and g; ~nn., 1850). El Scott 1s practzcal cotton spinner and manufacturer de R
manufacture (Hart-
the labour movement, 1954, pp. 160 ss. tt, ondres y Manchester,_ 1851 3 , considera el problema del pago a lo~ hilan~
s Y aconse1a llevar un hbro de pagos adecuado para el cálculo de la efi-
COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO 367
TRABAJADORES
366
.ar supue sto , esto entraña una simplifiación exagerada del .papel. pervisar en forma efectiva.28 O, para citar las palabras del señor
P 'onson, de Lieja: «El sistema de jornal es el método menos venta-
- d por los incentivos dentro del esquema con que se ma-
d esempena o lid d
nejaba el empresario de aquella época. En re~ a , se os ut za a .
1 m· b . joso en las minas, porque al no estar interesados en trabajar activa-
roente, la mayoría de los obreros aflojan sus esfuerzos tan pronto como
. en parte en forma de salarios a destaJO y en parte en forma 29
mue º·h
. embargo ninguna de esas mo dal'd
1 a d es era ·m~ se acaba la supervisión». De hecho, tenemos ejemplos de minas pro-
d e sub contratos. Sm ' · 1 . fi¡ndas en las que se pagaba por tiempo de trabajo en los primeros
· 1 concepción que acabamos de resuIDlr. E subcon-
cons1stente con a · 'b JIÍetros -mientras era posible la supervisión- y por producción
· t. de empresario y los empresar10s eran sens1 les,
tratista era un ipo ' · b IJlás allá de ese límite.30 En general, cuando se necesitaba un incre-
·ncenti'vos Además el subcontratlsta marca a el
por supuesto, a 1os i · ' . 1 . r.eeto del esfuerzo se lo obtenía mediante una «estimulación», aun-
· d producción de quienes estaban ba10 su contro Y no goza. que ello pudiera suponer la entrega de incentivos a una cantidad res-
ritmo e· · . de hecho el predomllliO . . de l a sub contratac1ofi ·, '
b an d e mcentlvos, Y • · d fringida de «caballos de varas». Por supuesto, este tratamiento no
1 1 Ca rácter en gran parte mnecesano e la p<i>día aplicarse a las categorías de obreros que se resistían a la super-
demostrab a a parecer e 1 d
entrega de incentivos a los propios obreros, .salv? en e caso ~ ge- Visión disciplinada: por ejemplo, los artesanos calificados.31
nuinos salarios colectivos por trabajo a destajo fi1ados por cuadnllas. Esta argumentación no se aplica de la misma manera a las indus-
El piece-master, el charter-master o co~o fuera ~ue se le llamase, trias en que siempre había existido el pago por producción -por
r.cado hilandero chapista o fundidor-, que paga- ~emplo, en las industrias domésticas donde el trabajo a destajo era
e1 artesano calin - ' d '
ba de su bolsillo a sus ayudantes no calificados (a menu o segun es- üna forma degenerada del pago recibido inicialmente por los artesa-
.
trictas tarifas ·
por tiempo trab ªlª· d o ), e1 capataz o el contramaestre
.. , b' . iios independientes al vender su producto- o en los oficios directa-
que, casi siempre, trabajaba sobre la base de una com~s10n o ien mente conformados según el modelo de tales industrias.
como subcontratista: 21 éstos eran quienes marcab~ el ritmo de pro- _Aunque tal actitud de los patronos no puede justificarse, resulta
ducción, y el resto no tenía otra opción q~e se~irlo. en cambio comprensible. Una vez que los obreros estaban adiestra-
El propio pago por producción (a diferencia del su~contrato) dqs y alcanzaban un cierto grado de experiencia, la combinación de
tampoco estaba pensado incialmente como una mane:a de i~cre~en u'nos costes salariales muy baratos con un nivel de esfuerzo de tra-
tar la productividad, sino como una manera de impedu ~ue a mis~a jo ajustado a una norma habitual, permitía a los patronos recoger
. d 1 norma Como declaraba el fabricante de hie- un excedente considerable, quizá mayor del que hubieran consegui-
cayera por d eb aJO e ª · d 1
rro galés citado por el doctor John, esa era la única manera e og~ dO mediante el pago de salarios elevados y la obtención de unos es-
que los obreros «cumpliesen con su deben> cuando no se 1es po a fuerzos más intensos por parte de los obreros. Por ejemplo, los mi-
n~os de carbón belgas estaban peor pagados que los de la cuenca
del Ruhr; entre ~886 y 1910 su producción era normalmente inf~- ' ja. El aumento de la producción debido a la innovación técnica
rior en un 30 o 40 por ciento a la de los alemanes. Pero durante el · ~a tan grande que result~~a fácil olvi~ar cuánto mayor hubiese po-
mismo período (1892-1910) la incidencia del coste de la mano de· ~do ser con una explotac1on eficiente. «Mediante la ayuda de unos
obra sobre el precio del carbón belga -medida en función de un por.. dedos mecá~cos»,, exclamaba el doctor Ure, 35 <~un inglés puede hilar
centaje sobre su precio en la bocamina-, era menor que en el caso en su self~ct~na mas que 200 de los mejores hilanderos del Indostán».
alemán: 53,9 por ciento, contra 55,9 por ciento.32 Otro ejemplo: los ~o parecia 1m~ortante que hubiese podido hilar más" aún, porque
talleres pequeños -quizá por la estrecha supervisión y por otros pocos,empresarios se. ~aban cuenta de las economías potenciales que
factores- pueden tener costes de mano de obra inferiores a los de ~Pº:11~ª una explotac1on de la mano de obra realmente eficiente. El
los otros talleres (salvo los muy grandes y muy eficientes); en todo Auefjtar del Maestro Ca:dador e Hilandero de 1832 aconsejaba a
caso, así parecen sugerirlo las cifras dadas por Rostas para la in. !~s ~atronos que no modificaran la disposición de su maquinaria una
dustria británica en 19 37 .33 La mayoría de los talleres de la primera ~ Instalada -aunque esa disposición distara mucho de parecerles
época eran pequeños y donde así sucedía y el capital no era abundan. ideal-, potque los costes de reorganización probablemente excede-
te, los empresarios podían pensar que era mejor utilizar más el factor rWn las economías logradas por la nueva disposición.36 Sin embar-
abundante -la mano de obra- que el escaso, aunque ello supusiese go.; se ~rataba de un error evidente. Quizá sea imposible -en todo
una cierta pérdida de productividad por obrero. Por último, parece ~o m~entr~s no se realice un estudio extenso y laborioso-- hacer
probable que incluso con pocos incentivos, la mano de obra no cali. una .e~~1mac1ón de esa ineficiencia, pero por lo menos el informe de la
ficada o simple puede ser utilizada con mucha mayor eficiencia que com1s10n de las Naciones Unidas sobre la industria textil en Améri
la mano de obra calificada o compleja: sencillamente porque su ritmo ~tina (19 50) -al~os de cuyos sectores son extremadamente· a~~
de trabajó puede ser supervisado y controlado de manera más efec- cos- nos proporciona una guía en tal sentido. En este estudio
tiva, ya sea por medios humanos o mecánicos. Un libro de texto nor- pr:cur~or se trata de distinguir entre la ineficiencia debida a la ma-
teamericano corriente sobre «organización científica del trabajo» calcu- Fana obsoleta o ~mp~~fecta, y ~a debida a otros factores, en espe-
laba que lo_µ:>breros.._µo calificados y los empleados dedicados a tareas a.I a la mala organ~z~c10.~, ~or eJ~mplo, el exceso de personal; con
rutinarios fúpervisados-:en forma directa en grupos pequeños traba- tra~, palabras: la utilizac10n mefic1ente de la mano de obra. La con-
jan con una efieiendá"del 50 por ciento; los maquinistas semicalifi. ~s10n ~s ~ue ambos factores son causas igualmente importantes de
cadas, con una eficiencia de entre el 38 y el 40 por ciento; los me- . . ~efic1enc1~. En B~asil y en Ecuador -donde se encuentran lama-
cánicos plenamente calificados, con una eficiencia del 30 por ciento; ?,ha d~ l~s mdustr1as estudiadas más anticuadas desde el punto de
y los obreros altamente calificados -como los fabricantes de herra- sta tecruco--, la re~rgani~ación mejoraría la eficiencia en mayor
mientas-, con una eficiencia de entre el 25 y el 28 por ciento.34 \~do que las nue~as mv~rs10nes. «Al contrario de lo que siempre
Pero esto no modifica el hecho de que por cada unidad salarial paga· ~~ supuesto», dice el mforme, «la mala organización y adminis-
da los patronos obtenían mucho menos de lo que hubiesen podido ~1on afecta
3
tanto la productividad como la tradicional escasez de
obtener, y de que en gran medida no eran conscientes de ello. .Pit~l». ~ Es~e descubrimiento no sorprenderá en lo más mínimo a
Además, la combinación de una mano de obra no calificada, ni gun histon~dor de la primera época del industrialismo en Europa.
adiestrada, con la mecanización tendía a cegarles. No cabía esperar , Las. tentac10nes de la economía de mano de obra barata también
que la mano de obra bruta tuviese alguna clase de eficiencia: había . termmaron que los patronos se mostraran reacios a reconocer su
que hacer el presupuesto contando con una producción per capita
., 35. Dictio:zary of arts, manufactures and mines, ed. de 1863, 1 , p. 529.
32. Saitzew, op. cit., pp. 141, 175-176. · 36. Op. czt., p. 218.
33. L. Rostas, Productivity, prices and distribution, Cambridge, 1937, p. 37. 37.. El informe. (Report of the UN Commission on Latín America Textile
34. L. P. Alford, Cost and production handbook, Nueva York, 1942, pá· dustrzes)dse publicó en forma si~té~ica en la International Labour Review
gina 1.333. . agosto e 1952.
TRABAJADORES COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO 371
370 I',
ineficiencia, cuando la misma les era señalada. Salvo unos pocos hotn ~ ~. os y se d ab a e1 caso de que en esa m
V · · dustria la discusión técnica·
38
bres de ciencia, como Charles Babbage, se sabe que no había niu. a particularmente intensa y actualizada.43
chas personas capacitadas para enseñar a los empresarios industtiale8 · , T.ambién esta r~sist.encia a saber resulta comprensible. En la
la organización científica del trabajo. Por otra parte, el hecho de qtie" ~actica la gran eficiencia de la mano de obra suponía salarios más
los bajos salarios y las muchas horas de trabajo no coincidían nece. fvados y menos .horas de trabajo. Pero en primer lugar, a ningún
sariamente con los costes más bajos de mano de obra era algo proba.. ·robre de negoc10s le gusta elevar sus costes a menos de estar
do una y otra vez en los negocios, y que en realidad podía ser obser. · ro de recobrar su dinero, y los empresarios no contaban con
vado. Brassey dio amplia publicidad a su prueba.39 Como señaló · ~, guna garantía segura en tal sentido. En segundo lugar, no era
Lujo Brentano, incluso la experiencia del gran aumento de salarios ese~le alentar a los obreros para que pidieran salarios más eleva.
de 1872 probaba ese hecho, aunque se pensó que estaba formulando · s Y menos horas de trabajo, porque ¿qué límites tendrían tales
una paradoja y muchos observadores se negaron terminantemente a ;ro.anda~? Era más seguro, aunque menos eficiente, aferrarse a los ·'
creer lo que estaban viendo.40 Varias décadas antes, la experiencia de ~¡os me:odos -salvo que las presiones sobre los márgenes de bene-
Owen en New Lanark ya lo había demostrado. En 1853, el sensato G!OS, el incremento de la competencia, las demandas de los obreros
Ponson, quien daba unas estadísticas de producción por hombre y . otros hechos ineludibles obligaran a cambiarlos-. Pero los pe-
día para los picádores de carbón de 113 minas de cuatro países cuyos ó~os de ~~an ajuste econó~co después de las guerras napoleónicas
turnos iban de las seis a las quince horas, llegaba a la conclusión .Ja depresion de 1873 sometieron a los patronos precisamente a este
-sin que se le pudiera atribuir ninguna inclinación filantrópica-. 'eo de presión y, por consiguiente, provocaron grandes modificacio-
de que ocho horas parecería un turno promedio razonable en el caso ,s en el método de utilización de la mano de obra. En el período
del carbón.41 Pero todavía eri 1901, el 80 por ciento de los obreros ' stna?oleónico ese efecto fue retardado, porque los patronos trata-
belgas seguían trabajando más de once horas.42 Cuando en 1889 los. n primero de agotar las posibilidades de reducir los costes de mano
sindicatos obligaron a la industria británica del gas a adoptar tres . ' obra media? te la a~pliación de las horas de trabajo y la reduc-
turnos de ocho horas en lugar de dos de doce, la industria creyó ón de las tarifas salariales monetarias. Durante la Gran Depresión
1896
que se encontraba ante a) una evidente pérdida de eficiencia y b) un 1873 - ), los nuevos métodos tendieron a adoptarse en forma
método de trabajo totalmente carente de precedentes; pero varias, 1s ~celerada. Podemos decir en forma aproximada que a mediados
fábricas de gas del país habían funcionado con turnos de ocho horas . ,. siglo comenzó ª producirse el reemplazo de la utilización «exten-
por períodos de hasta quince años, sus resultados podían ser exami- ~» de la mano de obra por su utilización «intensiva», y que en la
t¡ma parte de la Gran Depresión comenzó a producirse el reem-
~o de !ª
utilización «intensiva» empírica por la utilización «inten-
38. On the economy of macbinery and manufactures, 1832. Dicho sea de .~» rac10nal o por la «organización científica del trabajo».
paso Babbage también insisúó mucho en la necesidad de establecer el pago con .
ince¿tivos en la forma de la parúcipación en los beneficios. .i
39. T. Brassey, On work and wages, 1873, passim. Este tema suscitó al- 43 The J . .
parecer por primera vez amplia atención d~ante el debat~ _ace~ca de, la reduc· " ~ . d durnai of Gas Ltg'?tzng, LIII (1889~, p. 894, declaraba no conocer
ción de la jornada o de la semana de trabaJO. Cf.: «Al. exigir siete dias de ~a- . gu ª ciu ª en ª.que estuvi~se en uso el sistema de tres turnos de ocho
bajo obtenéis menos que seis días d~ producción. Éste ~s ~ aserto amplia· · ~ª~¿nªadnque en reah~ad (lo:. ctt., PP· 953, 1.000, 1.0~3 )_ese sistema hubiera
mente verificado». Palabras del superintendente de maqumaria de la Eastem, · do durante. quince anos en Burnley, durante dieciocho años en Hull
and Continental Steam Packet Co., citadas por John T. Baylee en su obra · ~~e
Statistics and facts in reference to the Lord's Day, 1852, p. 68.
ºreen Bnstol Y por lo meno~ durante nueve en Birkenhead, para n~
nar os casos_ de D~ndee Y de. Liverpool, donde estaba establecido desde
40. L. Brentano, Ueber d. Verhaeltnis v. Arbeitslohn u. Arbeitszeit zur ¡/ «c~tor~e ºh qubnce /nos» (loe . cit., L, 1887, pp. 109-110). El libro Practical
Arbeitleistung, Leipzig, 189J2. al¡mE~~ C,1 /;ci~a0 Ae 11! ~tten~;§ the early payment ~f wages_. . ., _de J. Lil-
8
41. Ponson, op. cit., IV , pp. 275-~82. , . . ~ de em ~e~;~ d ssoc;:iatwn,1, ' ~taca un tipo. de 1_gnora~oa sllllilar por
42. Handworterbuch der Stadtswissenschaften, articulo «Arbeitszeit». eSas
-., de Lon p d res que
e pnmbera
paga an 1rnea .e mcluye
os viernes una lista
y/o daban rmpres1onante
medio de em·
sábado feriado.
r'
TRABAJADORES COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO 373
372
.
~ecuencia estos cambios legales eran la ratificación de una situación
IV jp.- facto. Es evidente que el reemplazo de la negociación impuesta
P.°r la negociación voluntaria supondría una elevación de la moral de
Aunque es muy probable que la eficie~cia en la/ utilización de los obreros calificados y, por consiguiente, de su productividad. (Este
la mano de obra hubiera aumentado a partir de la decada de 1840, f¡:nómeno era más importante en los países donde imperaba la doctri-
no resulta fácil demostrarlo con estadísticas. Sin embargo, es evi- na del laissez-faire, que en aquellos donde estaba difundido el pater-
dente que el sistema de las relaciones laborales de Gran Bretaña expe- -nalismo, como en el caso de la industria pesada alemana; pero en
~;
rimentó unos cambios fundamentales, y en otras partes pueden ob. este ensayo no corresponde analizar estas interesantes diferencias.)
servarse cambios similares (por ejemplo, la legalización de las huel- Es más importante el hecho de que el movimiento en favor de una \.
•
gas por parte de Napoleón III). La extinción de la obligación de iMucción de las horas de trabajo hubiera ido ganando terreno, en
los mineros y de otros contratos a largo pl~o,. ~a aboli~ió~ d~ las parte a través de la legislación y en parte a través de negociaciones
"
leyes de relaciones laborales y ~a. ?lena legahzac10~ /del srndic~lis~o y convenios privados (como en el caso del medio sábado feriado, que
supuso prácticamente la desapanc10n de la compuls10n no econ01mca. apartir de la década de 1840 se fue imponiendo entre los obreros de
Podemos rastrear la difusión de los contratos a corto plazo durante construcción y en algunas regiones de provincias; y a partir de
44
la década de 1850, sobre todo en Escocia; pero ta!?bién en una 111ediados de la década de 1850, en Londres).47 La menor cantidad
serie de convenios locales del gremio de la construcc1on. Es proba- Je horas de f:fabajo obligaba en la práctica a los patronos a buscar
ble que el piece-mastering y la subcontrat~ción --:-C~nc~~itant~s :asi un incremento de la productividad, y el hecho de que era posible
permanentes de las primeras etapas de la mdustnalizac1on capitalista [Qgrarlo ya iba teniendo mayor aceptación.
acelerada- ya hubieran pasado su momento de apogeo, eh todo caso Sabemos tan poco acerca de los sistemas de administración de
en las industrias más antiguas.45 Las modificaciones introducidas en empresas y de pago de salarios que resulta peligroso generalizar a
la Ley de Pobres (por ejemplo, la de 1867) también tend~an a eli. ·
propósito de los mismos, sobre todo dada la increíble complejidad
minarla como un instrumento de coerción contra los traba¡adores y
46 del mundo industrial. En todo caso, sólo tres hechos son seguros.
a convertirla en un instrumento de asistencia a los mismos. Con
Primero, que a partir de la década de 1830 los economistas -que
·,
44 Por ejemplo, W. H. Marwick, Economic developments in Victorian , mtes sólo habían analizado los sistemas de pago de salarios de un
Scotla~d, 1936, pp. 178·180; Proc. Industrial Remuneration Conference, 1885, niodo incidental (como en los casos de Adam Smith, Malthus, Say
p. 106; Sel. Ctee. on Master and Servant, 1866, XIII, pp. 1.281·1.~20, 2.320 s.s., y Sismondi)- comenzaron a prestarles atención en forma sistemá-
701-715 469 ss., 562 ss.; National Association for the Promot:J.on of Social
Science' Report on Trade Societies, 1860, pp. 290, 332-333; N. A. P~om. Soc. tlea. A partir de :finales de la década de 1830 los tratados de econo-
Sci., Pdpers and discussions on social economy, 1863, pp. _24, 37 (el sistema. de mía contenían normalmente una sección especial acerca de la forma
pago por horas en el gremio de los albañiles y en Escocia); W ebb Collectt~n,
Coll EA 31 British Library of Política! Science, manusmto pp. 258-264 (m·
trod~cción del sistema de pago por horas en el gremio de los enladrilladores . . . ,
d B" · h 1865) 311 (fracaso de la huelga contra la implantación del . 47. Sobre la literatura general acerca de la fest:J.vidad del sabado, que pro-
e. mrungGaml ' ' P18· 49)· R w Postgate The builders' history s. d., pá· ·eró a partir de mediados de la década de 1840, d. R. Cox, The literature of
tnlsmo
·na 209en asgow Workshop
. F. Smith, en ' management,
· · ' 1884?, obra dirigida ' en primer .
s. d., be Sabb.ªt.h questzon,
· n, Edimb ~go, 1865 . Sob re. 1/as act1Vl· "dad es y 1os ~tos
/ ·
fu g 0
ar a los constructores y a los ebanistas, observa que el pago por horas «poco
fu reemplazando al pago por día a pesar de la opo- ·
~10v1m1ento para el acortatruento de la durac10n semanal del horam~ de
ba¡o, d. J. R. Taylor, Government, legal and general Saturday half holtday,
ª.stoon
I?c;c dPer1o conb .mdeza» v(pa 32 )
ePoros supuesto,
tra a¡a ores ·en otros
·
'
/
857 4 ; John Lilwall, The half holiday question, 1856; (J. Lilwall) Practica!
· · 1858 , que trata so· b.re tod o d e Lond res, pero que con?e1.1e
· infor- .
. salvo países de Europa, donde ~n esa ep?ca se rtz.tlfon!es:··,
· · 45 ·, 1 · d t ·aliz ·, y se produ¡·o por lo tanto la expansión del sistema cron mc1dental acerca de la prunera etapa del desarrollo del moVltnlento en
1ruoo· a m us n· acwn
· d '
·bcontratación '
Cf L Bernhard · Akkordarbezt· · ·
provmc1as. La mayona ' d e Jas empresas d e Londres que cerrab an mas ' tero-
d. e Dptece-mhlast edrmLeg ·y · e 1s9u03 passz·m · · · '
Dze
rano, y que mencionaban las fechas de la introducción de este sistema, decla-
tn eutsc an , 1pz1g, ' · · 1 h b'
,ª~ que o a ian puesto, en
fu nc1onam1ent?
· · durante 1os u'l tunos
· -
46 · P · Asehrott ' The Englisb Pu.Jr Law system, 1888, l.ª parte, seccrones ' acticamente todas lo habtan hecho en la decada de 1850.
tres anos, y
XII y XIII.
374 TRABAJADORES COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO 375
del pago de salarios.48 Autores que, como McCulloch y Michet ·en la mayoría de los países de la Europa occidental, y pudieron
Chevalier,49 habían sido neutrales, o levemente hostiles con respecfu . charse las primeras defensas tímidas de una «economía de sala-
al pago a destajo, se volvieron entusiastas del mismo. Segundo, en ri~s altos». 56 Sin embargo, ignoramos casi por completo cuál pudo
varios países, los patronos mostraron una marcada tendencia a di- : r el incremento efectivo de la eficiencia de la mano de obra, y es
fundir el pago por producción -es decir, el pago con incentivos-:.. evidente que grandes áreas de la industria siguieron siendo decidida-
la mayor parte al principio en combinación con la subcontratación ; llÍente anticuadas.
el piece-mastering. Todo esto sugirió a Marx la conocida idea de que A partir de 1880 navegamos por aguas no tan ignotas. Dado que
el pago por producción era el tipo de sistema salarial que mejor precisamente en ese período la eficiencia de la mano de obra comen-
convenía al capitalismo.so Como no disponemos de estadísticas fía- w
a ser considerada como un tema de estudio específico -al menos
bles, no estamos en condiciones de apreciar los resultados de tales tá1l importante como el del uso eficiente del equipo y de las mate-
esfuerzos. En algunos casos fracasaron, como entre los mecánicos y nas primas-, atrajo la atención del investigador, del ingeniero, del
obreros de la construcción de Gran Bretaña.si En otros, tuvieron gobierno y de otros proveedores de materiales para el historiador.
éxito, como cuando los Krupp introdujeron a partir de 1850 el pago'. La conocida tendencia hacia la disminución de los márgenes de
a destajo junte con la producción en masa,s 2 o cuando en las !feneficios durante la Gran Depresión constituyó el principal incen-
nuevas minas de carbón -como las del sur de Gales- se pagó a la tlvo para modificar la situación. En este período también fue cuan-
mayoría de los obreros según la producción (mientras que en las más do se manifestó en gran escala la competencia imperfecta, cuando
viejas -como en las del noreste- esa forma de pago sólo se apli- sé: puso en marcha la «segunda revolución industrial» y cuando sur-
caba a algunas categorías de trabajadores, por ejemplo, los extracto- ~ó en varios países un movimiento obrero poderoso, integrado ade-
res de carbón).s3 Pero no hay dudas acerca de cuál era la tendencia, más por trabajadores que conocían cada vez mejor las «reglas del
tal como observaban los informes de los inspectores de fábricas de Nego». No sabemos qué pesó más sobre los patronos -la presión
Gran Bretaña.54 La construcción masiva de ferrocarriles, donde se de la competencia o la de los obreros- para que su pensamiento se
aplicó mayoritariamente el pago por producción, aceleró mucho la volcara hacia el tema de la eficiencia de la mano de obra. Hay argu-
57
difusión del sistema y ayudó a extender el principio del trabajo a mentas en ambos sentidos. Desde nuestro punto de vista, la pre-
destajo, por ejemplo, en la agricultura alemanass y en la industria de si9n de los obreros es más importante, aunque conviene no olvidar
la construcción. Por último, es evidente que disminuyó la reluctanci e las dimensiones y la complejidad cada vez mayores de la produc-
a aumentar los salarios monetarios. A partir de mediados del siglo
las tarifas salariales monetarias experimentaron un notable incrernen ~ • 56. En parte como una manera de evitar la radicalización política de los
· ~reros -como en el c~so de los alegatos de Mundella (W. H. Armytage, Mun-
lella, 1951, p. 23) y mas tarde de Joseph Chamberlain; pero también por razo-
48. He tomado esta observación de la obra ya citada de L. Bernhard, pá- ~es de productividad -por ejemplo, Brassey y John Ward, Workmen and
ginas 3-8. UJ(lges at home and abroad, 1868, este último gran creyente en las verdades de
49. Cf. McCulloch, Statistical account, u, p. 43, que llega incluso a atri- ~ econo~ía políti~a: «Gran cantidad de personas mantienen la opinión de que
buir la superioridad de la industria inglesa al predominio del trabajo a dest~jo. tos salarios altos. ~<;Dden a generar hábitos de ociosid.ad .Y de disipación en los
50. Capital, 1, ed. inglesa de 1938, pp. 561 ss. [trad. castellana: El Capital obreros. Esta oplDlo_n se basa sobre unos datos muy mciertos y muy poco con-
Barcelona, Grijalbo, 1976, trad. de M. Sacristán, libro I, vol. 2 (OME 41), pá, cluyentes. Los .salarios so~ la recompensa y el aliento de la industria, y ésta
ginas 189 ss.]. -::como cualqu~er otra calidad hum.ana- se desarrolla en forma proporcional al
51. Jefferys, op cit., p. 63; Postgate, op. cit., p. 149. aliento qu~ rec1~e. Doi:i~e los salarios son elevados, encontramos por lo general
52. E. Ehrenberg, Kruppstudien III (Thuenen-Archiv, m, pp. 53, 89 ss.) o)>reros mas activos, diligentes y perseverantes, que donde son bajos» (p. 216).
53. G. D. H. Cole, The payment of wages, ed. de 1928, p. 10. , 57: C. B. Thomps~n, Scient~fi.c management, Harvard, 1914, pp. 648 ss.;
54. Cf. Leonard Horner, quien en 1851 observaba que «cada dia er , N; Br~sco, The. economtcs of efftctency, Nueva York, 1914, p. 5. Cf. también
mayor la proporción de [trabajo a destajo] con respecto a los salarios seman F.~ SIDlth, op. czt., ~884, p. 2: «E? estas épocas de ~xcesiva competencia, es más
les fijos» . que nunca ne~esario que el patron obtenga el equivalente completo de lo que
55. L. Bernhard, op. cit., pp. 39 ss. gasta en salarios».
COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO 377 fí
376 TRABAJADORES
ción industrial .volvieron a las empresas más vulnerables que antes a. científica del trabajo descubrió que el esfuerzo óptimo era mucho más
la misma, al tiempo que volvían menos aplicables los viejos métodos ~to que lo que se había pensado; de modo que, en la práctica, se
de administración de la mano de obra. Como expresó uno de los dis- ~nvirtió en un conjunto de métodos orientados más a elevar que a
cípulos de F. W. Taylor: «Solíamos estimular a los obreros, pero !Jlántener el nivel del esfuerzo de trabajo.
-sobre todo si se trata de obreros calificados-... éstos no tienen Todo esto supuso importantes cambios en el comportamiento de
que soportarlo».58 Como observa un historiador de la organización los patronos. Podemos seguir la evolución de sus ideas --o más bien
científica del trabajo, una de las razones por las que no necesitaban de las ideas de los ingenieros de producción- en los debates desa-
hacerlo era que entonces tenía que existir «un substituto de la su- rrollados aproximadamente a partir de 1886 en la Sociedad Nortea-
pervisión eficaz, típica del pequeño tallen>.
59 lllericana de Ingenieros Mecánicos. Comenzaron buscando unos in-
El resultado de este proceso fue la «organización científica del ~ntivos para substituir la supervisión o la «estimulación», que habían
trabajo».60 En sus fases iniciales -las únicas que nos interesan en sido eficaces durante la primera época. Por consiguiente, su primera
el presente contexto- constaba de tres elementos principales: preocupación se vinculó con la elaboración de nuevas formas de pago
par producción, y en la década siguiente se inventaron los principa-
a) un análisis minucioso del proceso de producción; su fragmen- fes métodos actualmente en boga: los sistemas de bonos de recom-
tación en segmentos simples; y el establecimiento de normas de tra- 'psnsa elaborados por Halsey y Rowan, por Taylor, por Gantt, etc.
bajo para cada uno de ellos; Drspués los ingenieros pasaron a considerar los sistemas de cálculo
. b) un sistema de cálculo de costes que permitiese a la empresa 4e costes; y de hecho en algunos países los encargados de ese cálculo ·'·
descubrir el coste de mano de obra de cada operación y mantenerlo füeron los verdaderos precursores del movimiento, como ocurrió en
en constante observación; Gran Bretaña, donde en 1887 Fells y Garcke (dos jóvenes miembros
e) la elaboración de sistemas de incentivos o de supervisión ca- . de la Sociedad Fabiana, hecho bastante interesante) publicaron sus ~I
61
paces de hacer que los obreros trabajaran con un máximo de intensi- Factory accounts. Más tarde las discusiones se orientaron en forma
dad. En la práctica esto suponía el pago por producción. natural hacia la organización y la administración de empresas propia-
iíjente dicha, y en ese momento fue cuando intervino Frederick
En la práctica estos factores solían combinarse con la mecaniza- Winslow Taylor, quien a partir de entonces dominó todo el proceso.
ción, aunque desde el punto de vista teórico esto no es esencial. · Hasta 1914 y fuera de los Estados Unidos no era común encon-
Puede haber mecanización sin que exista una organización científica trarse con la organización científica del trabajo en el sentido mo-
del trabajo consciente, como ocurría a comienzos del siglo XIX; o , derno: la racionalización basada sobre el estudio de la relación entre
bien puede haber organización científica del trabajo sin que exista tíempo y movimiento, y aspectos similares. Sin embargo, de una
inversión de capital en nuevas máquinas. Al principio, la organiza- manera más empírica, esa concepción estaba implícita en la produc-
ción científica del trabajo compartía la vieja idea de que existía un ción en masa meqiante máquinas ' o procesos especializados, que por
esfuerzo de trabajo óptimo y de que la función del director consis- entonces experimentó una gran expansión, sobre todo donde la mano
tía en evitar que los obreros cayeran por debajo del mismo. Pero de obra era el factor más caro. Sin saber nada de taylorismo, los
cuando abandonó el criterio habitual y la tradición, la organización · tronos de la industria de calzado de Bristol que alrededor de 1890
daboraron el «sistema de trabajo en equipo» estaban aplicando sus
58. Thompson, op. cit., p. 685. .
59. H. S. Person, Scientific management in american industry, Nueva York, 61. L. Urwick y E. F. L. Brech, The making of scientific management n
1929, p. 7. . 946, pp. 22, 90, 148. La mayor conveniencia del pago por producción 'co~
60. H. B. Drury, Scientific management, Columbia, 1915, donde_ s~ mcluye . pee.to al pago por tie;'DPº tr~bajado~. para el cálculo de costes, es subr;yada,
un breve bosquejo y una historia de las primeras etapas del movtm1ento en r ejemplo, en C. Hetss, «Die Entlohnungsmethoden in der deutschen Me-
Norteamérica. : 'ndustrie» (Schmollers Jahrb., XXXVII, 1913), p. 1.479.
378 TRABAJADORES COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO 379
principios. Subdividieron el proceso de producción y se tfilundiéndose con ritmo sostenido. 63 La empresa Armstrong-Whit-
de que el equipo fuese «esperado con todo listo y de que 'nunca worth adoptó la organización científica del trabajo antes de 1900·
tuviese que quedarse esperando, porque toda "negociación" de lo que ese mismo año, la empresa Siemens-Schuckert de Viena adoptó ei
se ha hecho supone una pérdida de tiempo». 62 Todo proceso nuevo sistema de primas.64 No hay dudas acerca de la rápida difusión del
suponía automáticamente este tipo de cálculo de costes de la mano pago por producción. En 1886, el 5 por ciento de los trabajadores 1
de obra. Cuando la mano de obra que lo ejecutaba era barata y dócil mecánicos y de los caldereros británicos cobraba según ese sistema· · l
--como en muchas fábricas nuevas dedicadas a la producción de bie- en. 1906, lo hacía el 27,5 por ciento. (Los torneros: en 1886 entr~
nes de consumo- eso no tenía mucha importancia, porque de todas el 6 Y el 7 por ciento; en 1914, el 46 por ciento; los maquinistas:
maneras los costes salariales eran bajos. Sin embargo, el núcleo de _en 1886, el 11 por ciento; en 1913, el 47 por ciento.) 65 A menudo
la nueva revolución industrial estaba formado por una industria que podemos. observar. el cambio de los salarios por tiempo trabajado a
hasta entonces había funcionado sobre una base mayoritariamente se- los salarios por pieza producida, como en los casos de las fundicio-
miartesanal de trabajadores autosuficientes y bien pagados: la in- nes de hierro de Lorena (sobre todo en las más grandes) 66 los talleres
dustria metalúrgica y mecánica. En este caso la transición al nuevo ferroviarios británicos,67 los ferrocarriles alemanes y 'otras indus- 't,
;rias.68 Incluso en l?s casos en que los salarios por pi~za producida •·.,
sistema tenía que ser pensada y calculada de una manera mucho más
minuciosa que en otros sectores. Tampoco resulta sorprendente que ya estaban establecidos desde hacía tiempo --como en la industria
como consecuencia de ello los trabajadores metalúrgicos -que hasta 'del algodón-. , la Gran Depresión introdujo modificaciones significa-
entonces habían sido más bien conservadores- se convirtieran en ftvas. Lo menos que produjo --como en el caso de la nómina de
la mayoría de los países del mundo en los típicos líderes de los movi- los hilan~eros de Bolton en 1887- fue una sistematización general
mientos obreros militantes. La historia de tales movimientos a partir ae las tarifas a destajo; pero también pudo suponer el franco recono-
del lock-out británico de 1897 puede escribirse en gran parte desde cimiento del «incremento de productividad» como un elemento perti-
la perspectiva de los obreros metalúrgicos, más aún por cuanto los nente par-a los ~alarios por pieza producida, como ocurrió en Oldham,
donde predominaban las sociedades anónimas. 69
movimientos antibélicos de 1916-1918 -por ejemplo- se ajustaron
a un ritmo marcado casi exclusivamente por ellos. (Basta con pen- Por supuesto, el objetivo de esas innovaciones era reducir el coste
de man? de obra por unidad de producto. Cuando esto no se lograba,
.sar en el sindicato de Merrheim en Francia, en los delegados sindi-
~l _P~tron n? ganaba nada con la intensificación del trabajo, salvo
cales de Berlín, en los shop stewards británicos, en los talleres Puti-
"quizas un cierto ahorro general de capital y de mano de obra en
lov de Petrogrado, en los talleres Manfred Weiss de Budapest, en
.?tros sectores de la producción. Los trabajadores atrasados o dóciles
los obreros metalúrgicos de Turín y de Milán.)
Aunque la raci~nalización estuviera en su infancia, el pago por , 63. J~f~erys,. op . .c~t, pp . .129-~30, 154-155; M. L. Yates, Wages and La-
producción y los programas de incentivos, en cambio, se desarrollaron ~our condztzons m Brztzsh Engzneerzng, 1937, pp. 86, 88, 98.
rápidamente. En Gran Bretaña, fueron impuestos a la Asociación de' '., 64. ~· C. on Govt. Contracts (2.469); J. Deutsch, Auslese u. Anpassung
tn del Szemens-Schuckert Werken, Wien (Schriften des Vereins f. Sozialpolitik,
Mecánicos Unidos hacia 1903 -después de duros conflictos a lo vol. CXXXIV).
~:;
largo de la década de 1890- y hasta la guerra de 1914 siguieron 65. Yates, op. cit., p. 98;. Cens? salarial de 1906, Cd. 5.814 (1911), p. 15.
~6. A. Carbonnel de Camsy, L ouvrier dans les mines de fer ... de Briey,
Pans, 1914, pp. 81-82; L. Bosselmann, Entlohnungsmethoden in d. südwest-
peutsch-luxemku~gischen Eisenindustrie, Berlín, 1906, p. 144. 1
62. Report of factory inspectors for 1894, p. 213; S. y B. Webb, Industrial 67. A. ~illiams, Life in a railway factory, 1916. 't;;
democracy, p. 399. Cf. también el consejo de F. Smith, op. cit., en el mismo 68. A. Zunmermann, «D. Arbeitstarifvertrag im Deutschen Reich» (Schmo-
sentido, porque «cada minuto que [el artesano] pierde de su ocupación esp~í /lers .Jahrb., XX?U• ~907, ~· 339), _Dora Landé, Arbeíts-u. Lohnverhaltnisse i. d.
fica [significa] una pérdida proporcional para el patrón», y sobre la convemen- Perlzner Maschznemndustrte (Schriften des Vereins f. Sozialpolitik vol cxxx1v ' ¡
cia de contar con obreros semicalifiéados especializados para cada máquina (pá· 1910) y muchas otras publicaciones alemanas sobre el terna. ' · ' '
ginas 5-6, 13-14). . 69. Jcwkes y Gray, op. cit., pp. 60 ss., 82 ss.
¡·r"
.,."'
380 TRABAJADORES COSTUMBRE, SALARIOS E INTENSIDAD DE TRABAJO 381
no presentaban ningún problema. Idealmente se les podía «estimular»· ~ ertos en eficiencia o tasadores calificados para establecer los pre-
sólo aumentando la velocidad de la máquina o mejorando la efectivi- 4os de las tareas de una manera correcta y completa. Era raro que
dad de la supervisión, pagándoles tarifas fijas por tiempo de tra- / 11 producción en masa estuviera tan uniformada como para que los
bajo y apropiándose, por consiguiente, de todo el beneficio. Este sis- ' productos permanecieran idénticos durante períodos prolongados. Los
tema -llamado «sistema continental»- 70 se aplicó a veces: por 1I1étodos técnicos y los productos presentaban variaciones. Por con-
ejemplo, cuando la industria de cintas de Coventry pasó a la pro- ~guiente, los nuevos programas de pago no solían asegurar una adap-
ducción fabril en la década de 1850; así como en muchas fábricas ~~ión gr~~ual. Podían cre~r incluso -como en el caso de la indus-
de calzado de la primera época.71 La difundida práctica de sobornar . fha mecaruca- esos conflictos permanentes a propósito de la fija-
ª los «caballos con cencerro» o «perseguidores» para que marcaran dón de precios para tareas nuevas o para el trabajo con máquin~s
el ritmo de trabajo a los demás obreros, también evadía el problema nuevas, que hicieron la fortuna de los delegados sindicales. Esto ex-
de los pagos con incentivo. Los trabajadores un poco menos inde- · vlica la tendencia moderna a volver a las tarifas fijas por tiempo
fensos o un poco menos ignorantes podían recibir una simple grati- trabajado (aunque basadas sobre una norma de producción por uni-
ficación o premio por toda producción que excediera la norma, sin dad de tiempo calculada y controlada de un modo mucho más cien-
que importara el volumen de la misma. Este sistema se utilizó mucho tilico), como en la industria automotriz norteamericana. Sin embar-
en Lancashire hasta que los sindicatos de tejedores lograron elimi- go, como lo atestiguan los escritos de Alfred Marshall,73 hasta 1914
narlo. 72 Pero los obreros fuertes o «instruidos» debían recibir unos la organización científica del trabajo y la difusión del pago por pro-
incentivos más realistas, porque de lo contrario se limitaban a hacer ducción siguieron desarrollándose paralelamente.
«huelga de celo». . Es casi innecesario demostrar la eficacia de los nuevos métodos.
Por consiguiente, la enorme importancia del pago por produc- Jewkes Y Gray han calculado el alcance del incremento de producti-
ción durante este período refleja ampliamente el hecho de que los . vi.dad en las hilanderías de algodón entre 1876 y 1906, y sus esti-
patronos ya tenían que negociar con una clase trabajadora conoce- ~aciones concuerdan con las realizadas en la época por la Comisión
dora de las «reglas del juego» y dispuesta a realizar un esfuerzo sólo . lfeal acerca de la Depresión del Comercio.74 Sin embargo, el ahorro
proporcional a la recompensa, estuviese o no organizada en sindica- real de coste de mano de obra -23 por ciento entre 1876 y 1886-
tos. Esta circunstancia también desalentó el trabajo a destajo corrien- fue frenado a partir de entonces por la resistencia de los obreros.
te; porque con este sistema la única forma de lograr que los costes El incremento de producción per capita que supuso la substitución
de mano de obra disminuyeran eran las periódicas reducciones de de los salarios por tiempo trabajado por los salarios por producción
tarifas, procedimiento siempre impopular. Por lo tanto, todos los -7-Y el incremento de los accidentes que ello solía traer aparejado-
nuevos sistemas de pago por producción tendían automáticamente a e8 cosa tan obvia que casi no requiere prueba alguna. Según el
introducir el pago regresivo: es decir, que cada nuevo incremento de manual norteamericano citado más arriba, la eficiencia del trabajo a
la producción se pagara según una tarifa inferior a la del incremento destajo o con primas era de un 78 por ciento, frente a los porcenta-
precedente, hecho éste generalmente (y a menudo intencionadamen- jes antes mencionados.75 Bastará un solo ejemplo tomado del perío-
te) oscurecido por la inmensa complejidad de esas tarifas. Pero aun- do que estamos considerando. Durante la década de 1890, la pro-
que de esta manera la reducción de los costes de mano de obra resul- . ducción por hombre en la industria belga del vidrio permaneció esta:•
taba en teoría automática e implícita, en la práctica eso ocurrió ' ~ilizada entre 750 y 800 unidades; aumentó alrededor de un 25 por
pocas veces. Era raro que las empresas contaran con los suficientes 01ento hasta 1903, fecha en que se introdujo el pago por producción
junto con una prolongación de la jornada de trabajo; a partir de en-~ · , rendas en la cronología del desarrollo industrial. Esta simplifica-
tonce¿ subió rápidamente, con fluctuaciones, hasta representar hacia 'ón corresponde al deseo de dirigir la atención hacia las conclusio-
1909 un 300 por ciento con respecto al nivel de 1890 y un 200 por nes p~incipales expuestas al comienzo. Conclusiones, obviamente, muy
ciento con respecto al de 1903.76 Por fin los patronos se habían dado aproximadas, y que sólo podrán ser verificadas en forma satisfactoria
cuenta de las fantásticas economías en el coste de mano de obra que cuando se haya investigado más el tema de la intensidad en el tra-
podía suponer la utilización científica de la misma. Cabe argumentar ~.ajo Y de la pro~u~ción_ por obrero en el siglo x1x. Tales investiga-
que el recurso a esta reserva mediante la explotación eficiente era al o,ones deberan dtstmgmr en la medida de lo posible --<:orno muy
menos tan importante para el progreso continuo de la economía corno pocas veces se ha hecho hasta ahora- entre los diferentes efectos
la reducción de otros costes.77 de reducción de costes derivados de la mecanización y los derivados
En este análisis somero he tenido que hacer simplificaciones ne- de ~tras. f?r.mas de reorganización de la división del trabajo, por el
cesarias y deliberadas. Por ejemplo, me he concentrado en un aspec- camtno imc1ado por la comisión de las Naciones Unidas sobre la
to de los programas de incentivos -los salarios a destajo regresi- índust_ria ~:xtil ~e América Latina. Esto supondrá un gran trabajo de
vos-, con exclusión de otros métodos para lograr resultados funda- wvest1gacron, as1 como la cooperación de estudiosos dotados de bue-
mentalmente idénticos; a veces, como en el caso del propio sistema os c~nocimi;~t.os de mecánica, contabilidad e historia, porque su-
de Taylor, a expensas de otras empresas mediante el acaparamiento gondra el anahs1s de los procesos de trabajo y la contabilidad de los
de la mejor parte de la mano de obra existente en el mercado local. c_?stes d~ muchos tipos particulares de trabajo. La importancia de
Además, me he concentrado en un aspecto de la organización cientí- ~s cambios sobre los que este artículo ha tratado de llamar la aten-
fica del trabajo -el ahorro directo real de tiempo de trabajo por ~ón quizás haya sido de alguna manera subestimada por el hecho
trabajador-, en lugar de considerar otros aspectos que también inci- de q_ue el materi_al dis~onible no suele decir mucho acerca de los tipos
den sobre el uso eficiente del tiempo de trabajo, aunque no tanto P?rtlculares de mtens1dad en el trabajo y por el hecho de que mu
ºd ~ y
por el ahorro de mano de obra como por el ahorro de capital; por t>,O~~s. veces 1os hi stona ores es tan capacitados para emprender tales
ejemplo, los diversos sistemas de trabajo por turnos y de trabajo anáhs1s.
continuo, que también fueron muy reformados y desarrollados a par-
tir de 1860, en parte como respuesta a la presión de los obreros en
favor de una reducción de las horas de trabajo.78 También me he li-
mitado a ilustrar el análisis con ejemplos procedentes de unos pocos
países situados alrededor del Atlántico, porque he querido evitar las
complicaciones que hubiese supuesto la consideración de grandes di-
Le Pere Peinard al Pere Duchene de Hébert. Además la ideología ': aquellos disidentes del siglo XVII que en el siglo siguiente evolu-
revolucionaria se imponía automáticamente a los obreros e intelec- .:onaron hacia el deísmo y luego hacia el agnosticismo. Una parte
tuales avanzados que formaban el núcleo del grupo dirigente del rno- e la otra tradición -sobre todo en la Escocia calvinista- se re-
vimiento. Los obreros de la porcelana de Limoges eran republicanos onta directamente a la revolución del siglo XVII, que todavía com- ..
¡.
y pasaron fácilmente de los métodos sindicales a los políticos; por tía .en el plano de la ideología religiosa. Incluso en Inglaterra, el
ejemplo, cuando su sindicato fue prohibido, organizaron de inmediato etano independiente siguió siendo un tipo puro, retratado, por
una comuna revolucionaria.5 La izquierda del departamento del Nie- jemplo, en el Zechariah Coleman de Mark Rutherford.7 Sin em-
vre se opuso al golpe de estado de Louis Napoleón y se organizó en go'. lª. tradición obrera de disensión deriva en su mayor parte del
una sociedad secreta conocida por el nombre de «Jeune Montagne».6 urgim1ento del metodismo; más particularmente, de la serie de
En Gran Bretaña la situación es más compleja, porque la origina- pturas que se produjeron a partir de 1810, la más conocida de las
ria tradición radical democrática se había desarrollado en dos alas, ales es el Metodismo Primitivo. Ésa fue la escuela en que los
cuya línea divisoria era en gran parte (para simplificar) la misma que uevos proletarios de las fábricas, los peones rurales, los mineros y
separaba a los artesanos y a los miembros de los gremios de las ciu- tros trabajadores de esa clase aprendieron cómo organizar un sin-
dades más antiguas, de los obreros de los nuevos centros fabriles y 'cato tomando como modelo la capilla y la parroquia. Basta con
mineros: por un lado, los secularistas radicales; por el otro, los meto- er el informe de distrito de un sindicato de peones de granja de
8
distas disidentes. En Londres, por ejemplo, la tradición disidente , st Anglia para advertir cuánto deben a ese modelo. Como ha
nunca arraigó realmente como una tradición de izquierdas, hecho ostrado el doctor Wearmouth, del metodismo también procedieron
que quizás explique la influencia relativamente mayor del marxismo ~ortantes mecanismos de agitación de masas y de propaganda: el
en ese lugar en épocas ulteriores. De todos modos, un trabajador 'ttn de campo, el mitin de clase, etc. Sin embargo, la disidencia
tan inclinado hacia la religión como George Lansbury se encontró ~~porcionó, por e?c~ma de todo, el fondo ideológico común del grupo ·•
en la Federación Socialdemócrata marxista en los comienzos de su igente del mov1m1ento, sobre todo en las áreas mineras. Cuando
carrera política, y nunca se sintió atraído hacia las capillas disiden- · 18~3 Lord Londonderry expulsó a los líderes de la agitación de
tes, aunque sí hacia la Iglesia de Inglaterra, caso muy poco común. ~ mmeros de Durham, dos tercios de los metodistas primitivos de
En las provincias el camino conducía más naturalmente hacia el Par- zona resultaron perseguidos; 9 y cuando en la década de 1870 un
tido Laborista Independiente (ILP) o hacia el metodismo laico. De ' dicato de peones de labranza de Lincolnshire se encontró en difi-
hecho, nos encontramos con dos líneas de descendencia intelectual. tades, contempló la posibilidad de fusionarse con los metodistas
Una arranca de hombres como Tom Paine, pasa por hombres como' !fuiitivos. Es evidente que esta secta era para los mineros de Dur-
los radicales ateos del período de Owen y Carlyle, hasta llegar a los de la década de 1840 o para los peones de Lincolnshire de la f
secularistas de mediados de la época victoriana, como Holyoake y écada de 1870, lo mismo que el Partido Comunista es actualmente ,i'"
:¡:
Bradlaugh, y, a partir de 1880, hasta los marxistas. De esta tradi- ' .ª los trabajadores franceses: el marco de referencia para su grupo
ción derivan algunos de los mecanismos de organización más impor- igente.
tantes del movimiento obrero: la «Corresponding Society» de la dé- Semejante fenómeno religioso no es totalmente desconocido en
cada de 1790, el panfleto, el periódico de la clase obrera, la petición .rancia. En algunas zonas del sur, la minoría hugonote siempre ha
al Parlamento, el mitin y el debate públicos, etc.; y también, por su- do, por razones obvias, más bien anticonservadora y por consi-
puesto, su interés -nada excesivo sin duda- por la teoría.
En cierto sentido, esta primera tradición se remonta hasta la rama 7. M:;ttk Rutherford, The revolution in Tanner's Lane.
8. Rermpreso en E. J. Hobsbawm, ed., Labour's turning point 1880-1890,
ndres, 1948, p. 89.
5. W. Lexis, op. cit., pp. 183-184. 9. R. F. Wearmouth, Some working-class movements of th~ ~ineteenth cen-
6. Duveau, op cit., pp. 89-91. ry, Londres, 1948, p . 305.
'
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TRADICIONES OBRERAS 389
388 TRABAJADORES
Además, el sector del socialismo francés que más tarde apoyaría con
guiente de ella ha surgido una cantidad enorme de líderes de izquier- ¡Dás entusiasmo la política de apaciguamiento, y que colaboraría con
das. Pero en conjunto ese fenómeno no tiene gran importancia para ' pétain -Dumoulin, Belin y otros-, derivaba en gran parte del ala ..
·
el movimiento obrero francés. Esta diferencia de tradición propor~ arquizante del movimiento obrero de antes de 1914. En general,
dona una explicación fácil de los diferentes grados de radicalismo . el sistema político francés había aprendido hacía mucho tiempo a
político de Gran Bretaña y de Francia. ¿Pero es válida esta expli- !llanejarse con estas formas más antiguas de revolucionarismo, a me-
cación? nudo intrínsecamente moderadas. Cuando en 1920 se formó el Par-
Una t~adición revolucionaria puede ser políticamente moderada; tldo Comunista Francés, de inmediato se adhirieron a él una serie
una tradición religiosa no tiene por qué serlo necesariamente. Cuan- de respetables :figuras de clase media, porque, según una tradición
do los principales communards volvieron del exilio en 1880 se en- iµuy arraigada, «el hijo de la familia comienza su carrera en la extre-
contraron por lo general 10 situados en la extrema derecha de un lila izquierda, bajo la indulgente mirada del clan, para terminarla en
movimiento que rápidamente estaba cayendo bajo la influencia socia- la más respetable de las posiciones»P De hecho, un grupo de ferro-
lista. La disposición para levantar barricadas no indica necesa.riamen- viarios revolucionarios, que más tarde daría una serie de líderes · al
te la existencia de un programa extremista. Durante gran parte del nuevo partido (Sémard, Monmousseau, Midol), al principio se negó
siglo XIX la tradición revolucionaria francesa era sólo un aspecto del a; afiliarse por esa razón. Sólo se «bolchevizó» unos años más tarde. 13
radicalismo liberal francés, cuyos partidarios se encontraban ideoló- Por otra parte, una tradición religiosa puede ser muy radical. Es
gicamente bastante cerca de respetables secularistas republicanos bri- cierto que algunas formas de religión se utilizan como droga para
tánicos como George Odger. Resulta significativo que la forma calmar el dolor provocado por las tensiones sociales intolerables, y
moderna de movimiento revolucionario, el Partido Comunista, haya proporcionan una alternativa con respecto a la rebelión. Algunas,
supuesto en ciertos aspectos una ruptura igualmente grande con res- como el wesleyanismo, lo hacen de modo deliberado. Sin embargo,
pecto a las tradiciones francesas que con respecto a las inglesas, ep la medida en que la religión es el lenguaje y el marco de toda
aunque en otros aspectos sea una continuación de ambas. acción general en las sociedades no desarrolladas -y también lo fue
Los avatares de la corriente anarquista -evidentemente una de en gran medida entre la gente común de la Gran Bretaña preindus-
las más violentas del movimiento obrero francés- ilustran este trial-, las ideologías de rebelión serán también religiosas.
punto. En general, los pequeños maestros y artesanos que constituían. Dos factores ayudaron a mantener a la religión como una fuerza
el soporte principal del anarquismo francés eran muy combativos. ~otencialmente radical en la Gran Bretaña del siglo XIX. En primer
· (Sin embargo, su padre espiritual, Proudhon, era notablemente pa- lugar, el acontecimiento político decisivo de nuestra historia, la re- tr
d:fico.) Lucharon, a menudo en forma descontrolada --como lo hi- volución del siglo XVII, se había producido en una época en que la
cieron sus homólogos de los pequeños gremios metalúrgicos de &ente común todavía no había adoptado el lenguaje secular moderno
~!
Sheffield- y atrajeron con facilidad a ciertos intelectuales radicales. de la política: fue una revolución puritana. A diferencia de Francia,
Pero así como los terroristas de Sheffield eran muy moderados en pues, la religión no se identificaba primariamente con el statu quo. Por
su política,11 del mismo modo los anarquistas franceses estaban situa- otra parte, los hábitos tardan mucho en morir. Todavía en la década
dos básicamente en el ala derecha de su movimiento. Después del de 1890 encontramos un ejemplo casi puro de la perspectiva medie-
estallido de la primera guerra mundial, su mayor logro -la CGT- val o puritana: las Iglesias Obreras. Su fundador, John Trevor, era
se desplazó con notable velocidad desde una posición aparentemente un retoño inadaptado de una de esas sectas, pequeñas y muy pia-
ultrarrevolucionaria hacia una prudente posición socialdemócrata.
' 12. A. Rossi, Physiologie du parti communiste fran~ais, 1948, p. 317.
A Zé ' De l'i troduction du marxisme en France París 1947 pá- • 13: A~erca de la crisis en. el Partido Comunista Francés, ~· L. '.frotsky,
. 10ÍlG · vaes, n ' ' ' The fzrst fzve years of the Comzntern, II, Nueva York, 1953, casi passzm, pero
gmas
11. Ass.cerca de 1a comb'maa.6n de acaon . , directa con moderaaon
·, extr ema en · especialmente pp. 153-155' 281-282 ' .321.
Sheffield, cf. S. Pollard, A history of labour in Sheffield, Liverpool, 1959. ·
/'
TRADICIONES OBRERAS 391
390 TRABAJADORES
c~mientos tales com_o el ar~ncel de McKinley ~'; 1891.) les fue v~l- generado, a partir de un combustible puramente secular, su propio
viendo cada vez mas conscientes de la separac10n de mtereses ex1s- hiego emocional capaz de calentar la fría vida de los obreros. Recor-
tente entre el hermano patrono y el hermano obrero en el seno de demos al viejo obrero de la década de 1840 que murió con estas pa-
•'
las capillas; y nada les pareció más natural que suponer que la división labras, «Üh, sol de 1793, ¿te veré salir otra vez?». La gran imagen
política tenía que asumir la forma de una secesión de capilla, así como de la República jacobina ejercía su atracción, y alrededor de la repú-
antes la división entre los metodistas wesleyanos y los metodistas plica personificada se agrupaban las emociones de los hombres y mu-
primitivos había sido una división entre grupos políticamente conser- jeres que luchaban, del mismo modo en que más tarde se agruparon
,,".I
vadores y grupos políticamente radicales. De ese modo surgieron en en Alemania y en Austria alrededor de la personificación de sus pro-
el norte de Inglaterra las Iglesias Obreras, con su conocida paraferna- pias luchas: los partidos marxistas y sus líderes. En Gran Bretaña
lia de himnos, escuelas dominicales, bandas de música y coros de ño existía esa experiencia viva; pero estaban los conventículos y las
capilla, reuniones de damas para actividades benéficas en favor de s~ctas disidentes, independientes del Estado, comparativamente demo-
las pobres, etc. En realidad, eran algo que se encontraba a mitad de ctáticas y vivas. Esto explica la experiencia tan típica del movimien-
camino entre el radicalismo liberal político ortodoxo y el Partido La- to obrero británico: el joven obrero que «ve la luz», a menudo como
borista Independiente (ILP), con el que las Iglesias no tardaron en metodista primitivo, y que traduce sus metas políticas al lenguaje de
fusionarse. 14 Este fenómeno, producido hace menos de sesenta años, la Nueva Jerusalén. 15
hubiese sido imposible por cierto en un país en el que las tradiciones , No por ello ~se ~oven obrero tiene que ser menos militante o
políticas preseculares no hubiesen desarrollado unas raíces especial- fener menos concrencia de clase. Abundan las pruebas de la natura-
mente hondas.
15. Para este pasaje y los siguientes, véase el capítulo sobre Sectas obreras
en mi libro Primitive rebels, Manchester, 1959 [hay trad. castellana: Rebeldes
14. Cf. K. S. Inglis, «The labour church movement», International Review primitivos, Barcelona, Ariel, 1968].
of social History, III (1958).
392 TRABAJADORES TRADICIONES OBRERAS 393
leza muy combativa de los metodistas primitivos; Y a veces -com~ ecciones de táctica y divisas políticas, aunque éstas fueran inaplica-
en el remoto Dorset- incluso los conservadores wesleyanos podían es. Era muy difícil eliminar el hecho de que la tradición revolu-
ser. el punto de convergencia de los dirigentes obreros locales. Esta ¡:ionaria glorificaba la rebelión armada del «pueblo» contra el «rico»;
tradición tampoco impedía que los obreros hicieran progresos polí- ·_; eliminar los métodos consagrados de tal rebelión: comunas revolu-
ticos ulteriores. En nuestros días, hombres como Arthur Horner tionarias, dictaduras revolucionarias, etc. Si había que convertirla en
(evangelista en su infancia) y William Gallacher (cuya primer.a expe- su opuesto -por ejemplo, en una teoría de la evolución gradual y
riencia política se desarrolló en el movimiento por la abstinencia, de la colaboración social-, sólo podía hacerse de una manera indi-
subproducto de la Disidencia) llegaron a ser comunist~s: tecta; por ejemplo, utilizando sus aspectos liberales radicales contra
·Hemos de considerar entonces a estas dos tradiciones como si igs comunistas, como la CGT del período de entreguerras y la Igle-
se t~atara de otros tantos trozos de plastilina, susceptibles de ser sia católica posterior a 1945 trataron de hacer al idealizar su trai:li-
modelados hasta ajustarse a la forma de la situación concreta y a eión vinculada con Proudhon contra sus tradiciones vinculadas con
la modalidad de los movimientos obreros de cada país? Ninguna teo- B,¡ibeuf y con Blanqui; o bien -como hizo Gambetta-17 poniendo
ría se presta menos a convertirse en una doctrina de la «inevitabi- el énfasis en el interés común de todas las clases integrantes del
lidad del desarrollo gradual» que la teoría de Marx. Sin embargo, «pueblo» contra algún enemigo externo, como la «Reacción» o el
entre finales de la Gran Depresión y la primera guerra mundial esa «.Clericalismo». Pero el verdadero proceso de limar sus filos sólo po-
conversión se cumplió -en forma tácita o bien mediante llamativas día realizarse en la práctica mediante la glorificación de la Revolución
piezas de acrobacia ~x.egética- e~ .una se~ie de ?ª~se~. La lgles~a en teoría. Tarde o temprano el auténtico conservador tenía que rom-
católica en pocas maximas de polltlca social ha msistido con mas r netamente con esta tradición. La tradición de disidencia, en
fuerza que en la indeseabilidad de organiz~r a los i:atrono~ Y. a lo_s ~mbio, en la medida en que era religiosa, no estaba ligada con nin-
obreros en forma separada; sin embargo, sm excepciones sigruficati- , programa o experiencia pasada específicos, aunque durante mu-
vas las organizaciones conjuntas que ha respaldado en los países in- o tiempo hubiera estado asociada con unas exigencias políticas
du;triales quedaron al margen del movimiento obrero o bien -des- articulares. En esto reside precisamente la falacia de la afirmación
16
pués de algunas luchas- se convirtieron en sindicatos . normales. 'oderna según la cual «el socialismo británico deriva de Wesley
En realidad las ideas son más elásticas que los hechos. Sm embargo, t; no de Marx». En la medida en que el socialismo (o, en este
una tradiciÓn política o ideológica, sobre todo si resume auténticos ~ tido, también el liberalismo radical) era una crítica específica
modelos de actividad practica del pasado o si está incorporada a · e un determinado sistema económico y un conjunto de propuestas
unas instituciones estables, tiene vida y fuerza independiente Y debe ~a el cambio, derivaba de las mismas fuentes seculares que el
afectar el comportamiento de los movimientos políticos. Evidente- ~arxismo. En la medida en que era sólo una manera apasionada de
mente la teoría de la plastilina supone una simplificación exagerada. ·- alar la existencia de la pobreza, no tenía ninguna conexión in-
Si~ embargo cuando tratamos de calcular el peso efectivo que ínseca con ninguna doctrina política particular. En todo caso,
tienen tales tradiciones, abordamos una de las tareas más difíciles 'astaba con un leve desplazamiento del énfasis teológico para con-
que se le plantean al historiador. No obstante, podemos s~ge~ir l:gí- ertir al disidente activamente revolucionario en el disidente más
timamente algunas cosas. En primer lugar, que, al ser mas bien im- ·anquilo (como lo habían hecho ya tanto los anabaptistas como los
precisa políticamente, la tradición de disidencia era mucho má~ m~ 'áqueros), o para que el militante de izquierdas se convirtiese en
leable que la revolucionaria. Detrás de ella no había una experiencia moderado. La diferencia de elasticidad de ambas tradiciones
histórica específica como la Revolución francesa, con sus programas,
17. Cf. sobre todo el «Discours prononcé le 12 aoilt 1881 a la réunion élec-
16. Cf. R. Goetz-Girey, La pensée syndicale fran~aise, París, 1948, pá· rale du :xx· arrondissement» (Discours ... de Léon Gambetta, ed. por J. Reí-
ginas 96 ss. . , París, 1895).
394 TRABAJADORES TRADICIONES OBRERAS 395
pueqe ilustrarse mediante casos individuales: la ~ransformaci?~ de '., -01encia, y que situaciones muy tensas, como la que se planteó en
John Burns de la posición de agitador revolucionario a la ~e rrurustr.o Glasgow en 1919, no hubiesen podido ser controladas con tanta fa-
20
liberal supone inevitablemente una ruptura con sus creencias marxis- lliidad.
tas de la primera época. Por otra parte, el seño: ~ov~, propietario Por supuesto, es bastante cierto que en la vida cotidiana normal
minero de Brancepeth, que en su juventud fue sindicalista Y que en del movimiento obrero la presencia o la ausencia de una tradición
1863-1864 destruyó la Asociación de Mineros de Durham, pudo ter- revolucionaria no tiene una importancia inmediata. Desde el punto
minar su vida tal como la había iniciado: como un metodista primi- de vista de la obtención de salarios más elevados y mejores condi-
tivo, activo y piadoso.18 .. , _dones de trabajo, la disposición de los picapedreros de Trelazé a
De este primer punto deriva un segundo. Una tradicion revo- proclamar la república social arrojando sombreros hacia el cielo sólo
lucionaria es de por sí una constante incitación tácita a la acción, o era una forma específicamente combativa de manifestación .de masas.
a simpatizar con la acción. El alzamiento de Newport, de ~839 fue, .Incluso pudo no haber sido la manera más efectiva de imponer sus
desde el punto de vista numérico, un asunto mucho mas seno -aun- reivindicaciones económicas inmediatas. O bien, quizás hubiera sido
que mucho peor manejado- que el alzamient? del ~st~ de Dublín útil sólo p~rque cuando se trata de organizar a unos obreros débiles
de 1916. Sin embargo, sus efectos sobre la decada sigmente fueron y no organizados, que han de enfrentarse con una fuerte oposición,
mucho menores que los de la intentona irlandesa, Y su repercusión la táctica agresiva y aparatosa siempre resulta la más eficaz. (Por esa
en la tradición popular británica, o incluso en la galesa, fue incom- ·: razón, los revolucionarios políticos siempre han desempeñado un papel
parablemente menor. Uno encajaba dentro de un ;uadro en .el que desproporcionadamente grande en ese modo de organización, ya fuese
«el rebelde» tenía asignado ya un puesto desde hacia mucho tiempo; en los movimientos del <<nuevo sindicalismo» británico de 1889 y
el otro, no. . 1911, entre los enlatadores de sardinas de Douarnenez, en la industria
Por consiguiente, uno se convirtió fácilmente en fuente de ms- tQ.ecánica ligera británica de la década de 1930 o incluso en los sin-
piración 0 en mito; el otro sólo se convirtió en un oscuro incide~te dicatos norteamericanos y canadienses de la misma década.) Sin em-
histórico. Esa diferencia es muy importante, porque lo que determma oargo, en épocas de rápido cambio político y de gran tensión, su
que un movimiento sea revolucionario no es la di~posic~ón a utilizar presencia o su ausencia puede ser un factor independiente impor-
la violencia sino una cierta manera de usar la v10lencia o de ame- !ante; por ejemplo, en Alemania a partir de 1918.
nazar con usarla. Ningún otro país europeo tiene una tradición más Por consiguiente, la tradición revolucionaria era política por na-
fuerte de amotinamientos que Gran Bretaña; tradición que perduró turaleza; la tradición de disidencia, en cambio, no lo era de una ma-
hasta bastante más allá de la mitad del siglo XIX. En el siglo XVIII nera tan directa. No es fácil decir hasta qué punto este hecho ha
el motín estaba reconocido como una parte habitual de la negociación é'ontribuido a que el movimiento obrero francés tenga un carácter
colectiva.19 La coerción y la intimidación eran vitales en las primeras ucho más político. Los movimientos sindicales débiles suelen vol-
épocas del sindicalismo, cuando la inmoralidad del hecho de romper carse hacia el activismo político en busca de fuerza adicional; mien-
una huelga todavía no formaba parte del código ético del ol;>rero or- ~as que los fuertes no tienen que preocuparse en tal sentido; y a lo
ganizado. Sería insensato afumar que, si Gran B:etaña hubiera ~~n- largo de todo el siglo XIX y del xx los sindicatos franceses han sido
tado con una tradición revolucionaria, habría temdo una re~oluc10n. mucho más débiles que los británicos. Sin embargo, esto no explica
Sin embargo, es lícito afirmar ~ue episo~ios como l?s alzamien~os de. d~~ todo dos hechos llamativos: la mayor velocidad con que la opi-
Derbyshire y de Newport hubiesen podido produorse con mas fre- mon de la clase obrera francesa se volvió socialista y la mayor inter-
sambiabilidad de la agitación política y sindical.
18. E. Welbourne, Tbe miners' unions of Northumberland and Durbam,
Cambridge, 1823, p. 115. - . ·, 1 · , 20. Cf. Y'.·Gallacher, Revolt ~n_ the Clyde, Londres, 1936, cap. X, para un
19. Halévy, op. cit., 1, pp. 148 ss. Acerca de la negociac1on co ect1va a relato autocntico de uno de los «dirigentes lmelguistas sólo eso· habíamos olvi-
través del amotinamiento, véase más arriba, capítulo 2 (pp. 16 ss.). do que éramos dirigentes revolucionarios». ' '
TRABAJADORES
396 TRADICIONES OBRERAS 397
Así en Francia el movimiento socialista y obrero comenzó a .
ganar ~unicipios unos veinte años antes que en Gran ~retaña. El significativo en el sindicato de mineros.) La carrera de Horner se
primer ayuntamiento británico que tuvo una mayoría labonsta-radical- '.divide en dos partes: el primer período, en que era fundamental-
irlandesa fue el de West Ham en 1898. Ya en 1881 el Parti Ouvrier mente un líder político, con una poderosa base local en Maerdy; y
ganó su primera mayoría en Commentry. Hacia 1892, cuando los con- ·el segundo, en que --después de su salida de los puestos dirigentes
sejeros socialistas (a menudo aún no electo~ como tales~ tod~vía eran del Partido Comunista- se concentró en la tarea sindical. Pero el
poquísimos en Gran Bretaña, sólo los marxistas r~voluc1onanos -sin Horner que llegó a ser el más hábil líder que jamás hayan tenido los
contar a los posibilistas, a los alemanistas y a vanos otr~s _g~upos que mineros británicos, nunca fue un líder de su partido en ningún sen-
22
lucían la etiqueta socialista- gobernaban en 12 mumc1p1os, entre tido significativo, aunque haya sido un ornamento del mismo.
ellos Marsella, Tolón y Roubaix. La disparidad es todavía más mar- Del mismo modo, es difícil encontrar huelgas políticas con éxito
cada en las elecciones parlamentarias. o tan sólo seriamente emprendidas en Gran Bretaña, aunque sean
Además, las actividades políticas de los sindicatos. británicos siem- corrientes las huelgas de simpatía y de solidaridad (que corresponden
pre han sido muy limitadas, aunque este hecho hubiera quedado os- a los más estrictos cánones del sindicalismo). La huelga general de
curecido por la circunstancia de que quienes tomaban parte en las 1926 pertenece a esta clase. Resulta difícil pensar en un equivalente
mismas a menudo eran también sindicalistas. Los sindicatos financian británico de las huelgas generales en favor de la reforma electoral,
al Partido Laborista, aunque dista de estar claro (salvo en determi- emprendidas en otros países de Europa por movimientos dirigidos
nados casos especiales) hasta qué punto los miembros de los sindica- por marxistas entre 1890 y 1914; como ocurrió en Bélgica y en
tos votan por el Partido Laborista por el hecho de que sus sindicatos Suecia. Sin embargo, las huelgas políticas no son inconcebibles en
apoyen a ese partido o bien son tanto miembros de sindicatos como Gran Bretaña, especialmente en épocas de excitación intensa y casi
votantes del Partido Laborista por el hecho de ser «gente de la revolucionaria, como en 1920, en que hubo una amenaza de huelga
clase obrera». Por cierto, los candidatos · puramente sindicales muy de ese tipo contra la intervención británica en la guerra ruso-polaca.
pocas veces han tenido éxito. En el Londres d~ la~ d~cadas de 1870 Con todo, la existencia de una tradición política casi siempre las
y 1880 los candidatos propuestos por el ConseJO Smd1cal de Londres favorece, aunque por supuesto el alcance de las mismas es siempre
(London Trades Council) obtuvieron muchos menos votos que los .más limitado (salvo en épocas de revolución) de lo que suelen supo-
propuestos por organizaciones políticas como la Sociedad Secular Na- _ner sus defensores.
cional (National Secular Society),21 y en la década de 1950, el repre- 1• En tercer lugar -aspecto éste muy importante-, una tradición
sentante electo de los delegados sindicales (comunista) de una gran revolucionaria apunta por definición a la transferencia del poder.
fábrica automotriz sólo obtuvo una cantidad ridícula de votos en una Puede hacerlo de una manera tan poco eficiente, como los anarquis-
región llena de obreros que en su fábric~ votab_an por él y -.?e~o tas, que no es preciso tomarlo en serio. Pero esa posibilidad siempre
aún más importante- le seguían. El caracter tajante de la distmc1on és explícita. El .historiador del cartismo, por ejemplo, difícilmente
resulta especialmente claro en el caso de un hombre como Arthur puede dejar de apenarse por la extraordinaria debilidad del mayor de
Horner, quien fue tanto una figura política como un sindicalista, com- todos los movimientos de masas de los trabajadores británicos; y
binación muy poco frecuente. (Aneurin Bevan, por ejemplo, fue una más aún por la ecuanimidad con que lo observaba la clase dominante
figura política muy importante, pero nunca deesmpeñó un papel muy
. 2~. A la inversa, en Franc~a, Pierre Semard, que comenzó siendo un sin-
dicalista puro, fue durante un uempo secretario general del Partido Comunista
y_Lé~i; Mauvais (secretario de la CG~ en 1933) lleg? a ser, secretario de orga~
1 .
21. Así en las elecciones de 1882 para la Junta de Educación de Lon?res
(London School Board), los candidatos sindic~les (salv_o uno que ya era tn1em- mzacron de~ P: C. en 1947. _Charles Tillon, que también tema una base princi-
bro de la Junta) hicieron un papel muy mediocre; rmentras que Helen Taylor p~ente smdi_ cal en Bretana .-~;ro c_o~binada con_ la P<;>lítica m~nicipal
y Aveling, cuyas vinculaciones eran b_ásicamente políticas o ideológicas, resulta- ll~go a ser el J_efe de la orgaruzacron rmlitar de la resistencia comurusta y mi-
ron elegidos. lllstro del gobierno de De Gaulle; otro tanto sucedió en el caso de Luden
· Midol. Esta lista podría ampliarse.
TRABAJADORES TRADICIONES OBRERAS 399
398
britátiica, cuando no estaba asustada por una revolución extraniera. 23 pos locales que no aceptaban la política central o que la descono-
Esta ecuanimidad estaba justificada. Los cartistas no tenían la menor cían. Sin embargo, lo interesante es el hecho de que, dadas las
idea de qué hacer si su campaña de recolección de firmas para una condiciones particulares del movimiento francés, hubo que hacer un
petición no lograba transformar al Parlamento, como por supuesto esfuerzo especial para evitar que la Resistencia aceptara lo que bien
inevitablemente ocurriría. Porque incluso la propuesta de una huelga hubiese podido parecer una lógica (aunque no necesariamente muy
general («mes sagrado») era, como señalaron quienes se oponían a aconsejable) invitación al poder; el hecho de que los grupos de la
ella sólo otra forma de expresar una incapacidad para pensar en lo Resistencia, abandonados a su propia dinámica, hubiesen terminado
que' había que hacer: «¿Vamos a echar sobre la ~ociedad. a c~ntena .,comprometiéndose con los intentos locales de toma del poder .26 :gs
res de miles de hombres desesperados y hambrientos, sm ninguna ·muy poco probable que un movimiento británico, por combativo y
meta específica a la vista o sin haber establecido ningún plan de ac- radical que fuera, se comportase espontáneamente de esa manera.
ción sino confiando en un conjunto de afirmaciones azarosas sobre Seguirá siendo motivo de especulación la manera de valorar la
las ~onsecuencias que ese hecho pudiera entrañar?... Me opondré a importancia de tales diferencias de tradición en la práctica. Es evi-
que se fije un día para la huelga ( holiday) . ~asta que dispongam?~ de dente que no son decisivas. Hacen al estilo de las actividades de un
más pruebas, primero respecto de su viabilidad o de la probabilidad movimiento, más que a su naturaleza. Sin embargo, el estilo puede
de que sea llevada a cabo, y después respecto de la manera en que tener un interés más profundo, y pueden haber épocas donde ese
se la ha de utilizar».24 Además, cuando en el verano de 1842, se Fstilo es el hombre, o mejor dicho el movimiento social. Es obvio
produjo una especie de huelga general espontánea, los cartistas fuer?n que muy pocas veces puede serlo donde -por ejemplo- los movi-
incapaces de utilizarla de alguna manera, y tuvo men~s consecuencias ¡pientos se ajustan a unas pautas de organización, de ideología y de
que el amotinamiento espontáneo de los peones ~g~1cola~ ~e 1830, comportamiento rígidamente determinadas, como en el caso de los
quienes de hecho tuvieron gran éxito en su obJet1vo limitado de partidos comunistas. Sin embargo, cualquiera que conozca los movi-
detener el avance de la mecanización en las granjas. Y la causa de mientos comunistas sabe que la extrema uniformidad internacional
la falta de efectividad del cartismo residía al menos en parte en la 9ue se impuso a los mismos a partir de mediados de la década de
poca familiaridad de los ingleses con la auténtica idea de insurrección, 1920 ( «bolchevización») fue tan incapaz de evitar la aparición de
de la organización necesaria para la insurrección, y de la transferen- diferencias llamativas en la atmósfera nacional y en el estilo de los
cia del poder. somunistas, como la uniformidad del clero católico de evitar que la
Por el contrario, el movimiento de la Resistencia francesa duran- Iglesia irlandesa se diferenciara de la italiana o de la holandesa. Allí
te la segunda guerra mundial deliberadamente se abstuvo de ser ~n 'donde las fuerzas conscientes que dan forma al movimiento no son
intento de toma del poder, en todo caso por parte de los comunis- tan fuertes, los efectos estilísticos de la tradición pueden ser incluso
, ,
tas, quienes, como es habitual, constituían con mucho su contingente mas patentes.
más jmportante y activo. El argumento de que sí lo era, propuesto Un ejemplo instructivo es el del «movimiento pacifista», que
como excusa para fines propagandísticos después de 1945 y durante25 siempre ha sido extraordinariamente fuerte en Gran Bretaña y rela-
la «guerra fría», es un canard, y ha sido categóricamente refutado. tivamente débil en Francia. (No hay que confundirlo con el movimien-
Nunca ha tenido grado alguno de plausibilidad ni han habido prue- t? antimilitarista, que suele acompañarle.) Desde la época de los ja-
bas que lo respaldaran, salvo las previsibles acciones de ciertos gru- cobinos, un patriotismo agresivo y a veces militante ha echado pro-
fundas raíces en la extrema izquierda francesa, y de hecho ha domi-
23. Cf. F. c. Mather, Public order in the age of the chartists, Manches- nado en ella, salvo en ciertos períodos históricos (por ejemplo, desde
t er, 1960 aproximadamente 1880 hasta 1934) en que_ la bandera tri.color fue
·
24. William Carpenter en The Charter (21 J·ulio. 1839)
· . 1 -
25. A. J. Rieber, Stalin and the French Communzst Party 1941-1947, Nue· -1
va York y LOndres, 1962, analiza el tema in extenso, pp. 142-155. 26. Rieber, op. cit., pp. 150-151.
400 TRABAJADORES TRADICIONES OBRERAS 401
empufiada por otras manos. Podríamos sugerir incluso que los perío- un llamamiento antinuclear y recogió una gran cantidad de firmas.
dos de mayor unidad y poder del movimiento obrero francés fueron Los británicos no habían tenido ninguna organización política im-
aquéllos en los que estigmatizó a las clases dominantes no sólo como portante que desease movilizar a la opinión pública contra la guerra
explotadoras sino también como traidoras: como ocurrió durante la nuclear o que fuera capaz de lograrlo. (La estrecha conexión existente
Commune de París, durante el período del Frente Popular y en es- entre el «movimiento mundial por la paz» y los comunistas proba-
pecial durante la Resistencia. (En cierto sentido, se trata sólo de . blemente retardó la emergencia de un movimiento pacifista de masas
una expresión más de la aspiración intrínseca al poder propia de de amplia base en Gran Bretaña, hasta que terminó la peor histeria
una tradición revolucionaria: los jacobinos y sus herederos siempre de la «guerra fría».) En cambio, un grupo oficioso de personas fu~
se consideraron potencial o realmente como portadores de una capa- capaz de improvisar la campaña para el desarme nuclear, implícita-
cidad estatal o de una fuerza gobernante.) 71 Por otra parte, en el mente pacifista, que no sólo se ha convertido en el movimiento anti-
movimiento obrero británico siempre arraigó profundamente un re- nuclear más masivo del mundo -salvo quizás el de los japoneses-
chazo moral por la agresión y por la guerra, que constituye evidente- Y. en un ~~delo para los extranjeros (que han tenido menos éxito),
mente uno de los componentes más importantes de su herencia radi- smo tambten en una gran fuerza de la política británica al margen de
cal liberal, y a menudo específicamente de su herencia de disensión. sus estrechos cánones propios. Porque el tema de la «paz» fue en
No es casual que en 1914 el Partido Laborista Independiente (lLP) gran medida el que permitió al ala izquierda unirse para derrocar la
fuese el único partido socialista no revolucionario de un país en larga dominación ejercida sobre el partido por un grupo dirigente de
guerra -y de hecho el único partido socialista de todos 16s países im- derecha.
plicados- que se hubiera negado en conjunto a apoyar la guerra;
pero en ese momento Gran Bretaña fue el único país beligerante en
el que dos ministros -ambos liberales- renunciaron al .gabinete por
la misma razón. En repetidas ocasiones la oposición a la agresión o a
la guerra ha sido el método más eficaz para unificar o dinamizar a la
izquierda británica: a finales de la década de 1870, en la época de la
guerra de los bóers, durante la década de 1930 y nuevamente a fina-
les de la década de 1950.
El contraste entre los movimientos pacifistas de Francia y de Gran
Bretaña a partir de 1945 resulta particularmente esclarecedor, por-
que es difícil encontrar otros factores que no sean los vinculados con
la tradición, capaces de explicar sus diferencias. En Francia no había
habido ningún movimiento pacifista de masas espontáneo, salvo en
una etapa en la que el Partido Comunista puso todas sus energías tras
26. - HOBSBAWM
APÉNDICES
i.
'
1
y la de los de Berkshire, que comían tocino. (Vancouver, Agriculture of Las cifras de Neild para Manchester y Dukinfield -1836 y 1841
Hampshire, p. 338; Mavor, Agriculture of Berkshire, p. 419; R. C. on (]. Stat. Soc., IV, p. 320)- son las más detalladas para las áreas indus-
Poor Laws, 1834, XXXI, pregunta 14, passim.) El primer cálculo de triales. En 1836 el gasto promedio per capita en esas zonas variaba entre
cantidades, realizado en 1862, revela que los peones rurales comían un 2 Vi peniques y 11 Vi . peniques por semana; y el caso más frecuente
promedio de 16 onzas semanales por a~u,lt~ (6th Report of ~edical Offi- estaba más cerca de los 3 peniques que de los 4 peniques. De ·acuerdo
cer to Privy Council, 1863 ). Resulta diflCll creer que esta dieta, aunque con los precios vigentes, esa cantidad difícilmente podía bastar para ad-
probablemente superior a la de comienz~s del siglo .xrx, haya sido más quirir una libra de carne. Algunos otros cálculos: el sector mejor situado
abundante en carne que la de finales del siglo xvru; s1 no los obreros que de los cardadores de Keighley, grupo cuyo nivel de -paro era muy elevado,
la consumían hubiesen desarrollado el mito de un John Bull campechano comía (1855) 1 % libra de carne (una familia}; dos familias comían alre-
y alimentado con carne vacuna. dedor de Vi libra de carne por cabeza; 15, no más de 5 onzas de caro~,
En cuanto a las ciudades, tenemos que desechar los cálculos optimis- pero por lo general mucho menos; la mitad de ese sector no compraba
tas elaborados por los observadores de clase media, quienes afirmaban carne o bien no incluía el consumo de carne en su cálculo semanal
que los trabajadores comían alrededor de 6 libras de carne por semana (Report to the General Board of Health: Keighley, 1855). El 96 por
(W. Lethaby, Lectures on the economy of food, 1857; The family oracle ciento de los pobres de las ciudades investigados por el Consejo Privado
of health, 1824 ). Incluso los cuchilleros de Sheffield, descritos por Le en 1862 (loe. cit.) comían carne; el consumo promedio era de 13,6 onzas
Play en 1855, tenían al parecer un consumo anual por .adulto de sólo 81 por adulto: desde 18 % onzas entre los cosedores de guantes hasta 3,25
libras es decir considerablemente menos que aquella cifra (Le Play, Les onzas entre los tejedores de seda de Macclesfield.
ouvri~rs européens, 1855, p. 197). Un cálculo para la familia de un 1
Como punto de comparación, podemos señalar que en 1936-1937 la
artesano de Londres en 1841, que ganaba el buen salario de 30 chelines, clase más pobre, integrada por quienes ganaban menos de 2 libras ester-
permite un consumo semanal per capita de 2,8 ~bras; suponga~os que linas y 10 chelines por semana, comía un promedio de 30,4 onzas de
una ración de adulto fuese de 4 libras. En el mvel de 20 chelines, el carne por semana (W. Crawford y H. Broadley, The People's Food, 1938,
consumo desciende a 1,4 libras; en el de 15 chelines, a 1 libra; cálculo pp. 177-188), mientras que las dietas de la Ley de Pobres recomendadas
que incidentalmente revela la elevada elasticidad de la demanda en por Chadwick en la década de 1830 variaban entre las 8 y las 16 onzas.
función de la renta y la amplia variabilidad del consumo (S. R. Bosan- (W. Guy, «Sufficient and insufficient dietaries», J. R. Stat. Soc., XXVI,
quet, The Rights of the Poor, 1841, pp. 97-98). Los cuestionarios de las 1863, p. 253.) Por consiguiente, podemos suponer que el consumo de carne
ciudades elaborados en 1834 (Parl. Papers, 1834, XXXVI) presentan promedio per capita en la ciudad en la primera parte del siglo xrx era al
unos resultados similares a los rurales. Sobre un total de alrededor de menos un tercio menor que el de la clase más pobre en 1936-1937, y que
57 ciudades, sobre las dietas de cuyas clases trabajadoras se proporcionan probablemente apenas superaba 1 libra por semana. Obviamente, el con-
detalles precisos en 10 no se menciona la carne; en 6 el consumo de fumo de carne fresca era aún menor.
'
la misma es descrito como «amplio», «decente» o de «cuatro o mas
, Quedan las fuentes estadísticas, que consisten básicamente en las se-
veces por semana»; en 24, es descrito mediante expresiones tales como ries de Smithíield y de los Impuestos sobre el consumo, además de algu-
«ocasionalmente», «un poco», «una vez por mes»; para las restantes no os otros datos dispersos. Aunque no hay duda de que las investigacio-
se mencionan cantidades, salvo en 7 casos en que el consumo es descrito es ulteriores las ampliarán.
como «bueno» o de «uno o dos días por semana». La carne que se La principal deficiencia de las series de Smithíield reside en que no
comía solía ser de cerdo, no carne fresca (es decir, sólo tocino y salazón · cluyen toda la carne vendida en Londres, porque dejan de lado. la de
de cerdo), aunque a veces se menciona el cerdo para los días normales Y erdo y la de los animales sacrificados en el campo y en las casas -carne
la carne fresca para los días festivos y las celebraciones. La respuesta pro- vendida prindpalmente en Newgate-. Sobre la carne de cerdo no es mu-
cedente de Limehouse (Londres} nos permite relacionar esto con el coste o lo que sabemos, salvo que la crianza de esos animales en la ciudad era
de la vida: «Una familia puede subsistir con 100 libras esterlinas co- tácticamente insignificante: en 1843, en el área urbana de Birmingham
miendo carne dos veces por semana; la comida ordinaria consiste en ólo se criaban 3.375 cerdos. (Apéndice al Second report of the inquiry
sopa, gachas, pan, patatas, arenques y otro pescado, cuando está barato». 'nto the state of large towns, Parl. Papers, 1845, XVIII, p. 134.) Es
Pero una renta de alrededor de 2 libras esterlinas por semana ya era robable que la matanza doméstica de otras clases de animales también
elevada. ubiera disminuido. En realidad, parte del consumo de carne reflejado
410 TRABAJADORES APÉNDICES 411
por las cifras del mercado corresponde quizás al paso de la carne de ; Cantidad de cerdos
animales sacrificados en las casas a la de animales sacrificados por el (aproximación de
carnicero, tal como ocurrió en Sheffield, según me informa el Dr. Po- Año Ganado vacuno un millar) Ganado ovino
llard. Por consiguiente, nuestra ignorancia acerca de la matanza domés-
tica supone en todo caso una sobrevaloración de las cifras con que con- 1839 43 57.000
tamos. 1840 66.000
Hasta finales de la década de 1840 no disponemos de cálculos cuan- 1841 322 66.000
titativos de la carne de animales sacrificados en el campo (Report of the 1842 4.086 98.000
commissioners ... relating to Smithfield market, Parl. Papers, 1850, XXXI; 1843 7.197 142.000
G. Dodd, The food of London, 1856, p. 273). Pero, por las razones que 1844 6.789 132.000
,¡¡!
expongo a continuación, no creo que ello invalide las cifras de Smithfield, 1845 23.682 234.000 55.000
que a mediados de la década de 1830 eran consideradas como represen- 1846 53.586 327.000 104.162
tativas. (On the condition of the agricultura! classes of Great Britain
and Ireland; con extractos de los documentos parlamentarios y pruebas ~lt
FUENTE: Facts and figures, principally relating to railways and commerce,
acerca del período 1833-1840, así como observaciones del compilador por Samuel Salt, Londres y Manchester, 1848, p. 57.
francés; publicado en Viena, con un prefacio de Henry Drummond, Esq.,
1842, vol. II, p. 259.)
Ya a mediados de la década de 1830 se consigna el abastecimiento Por consiguiente podemos suponer que los ferrocarriles no alteraron
por vía marítima de carne de animales sacrificados en Escocia; el viaje fundamentalmente el cuadro de la situación hasta después de la de-
duraba alrededor de un par de días (John Hogg, London as it is, Lon- presión de 1842. Opinión confirmada por la evolución de los precios
dres, 1837, p. 273; Drummond y Wilbraham, The Englishman's food, de mercado de la carne en Londres durante la década de 1840 (Parl. Pa-
1939, pp. 262-263). Fue quizás a mediados de la década de 1820 cuando pers, 1850, LII, pp. 310 ss.). En 1840-1842 los animales más baratos
este tipo de transporte llegó a ser económicamente significativo. Pero costaban (por unidades de 14 libras de peso) 3 chelines 1 peniques y 3
aunque esta fuente de abastecimiento haya dejado de ser desdeñable, sal- . chelines 4 Yz peniques; a partir de entonces el precio cayó notablemente
vo en verano, las fuentes de la época no contienen la menor sugerencia y el promedio para el resto de la década fue de 2 chelines y 8 peniques,
de que la misma haya sido suficientemente amplia como para colmar la . salvo en los años malos de 1847-1848. (Sin embargo, el precio de la
brecha que había en esa década entre la cantidad de carne disponible '. carne ovina no presenta tal descenso, aunque sí el precio de los terne-
y el número de la población. Por supuesto, los ferrocarriles modificaron ros, a partir de 1842 inclusive.)
aun más la situación tanto en el abastecimiento de carne de animales ' Por otra parte, en períodos anteriores había habido un notable des-
sacríficados en el campo como de ganado en pie; éste último procedía censo de la cantidad de reses sacrificadas. Entre 1818 y 1830 habían
sobre todo de los condados cercanos a Londres, que antes enviaban reses -disminuido casi en un 50 por ciento (Smithfield Commission, Pregunta
muertas a la ciudad, puesto que a partir de entonces el principal incre- -892). Podemos suponer que esto compensa el posible nuevo abas-
mento de carne de animales sacrificados procedía de más lejos (Smithfield tecimiento de carne por vía marítima durante ese período, aunque de
Commission, Pregunta 795, 892-893 ). Pero en 1842 estos suministros hecho no lo incluya. ...
todavía no habían afectado demasiado al abastecimiento (C. Knight, ed., No sabemos con certeza si ya en 1850 Smithfield había perdido mu-
Lon'don, 1842, II, p. 322; véase también las pruebas presentadas por ·cho terreno frente a los otros mercados. En todo caso, quienes presta-
R. Moseley acerca del Ferrocarril de los Condados del Este, en Smithfield ron declaración ante la Smithfield Commission no estaban dispuestos
Commission, Pregunta 1.871 ). El incremento realmente drástico del trans- a afirmarlo, a pesar de lo mucho que se insistió en tal sentido (Pregun-
parte de carne o de ganado por ferrocarril se produjo al parecer a me- tas 250 ss., 1.105). En el mejor de los casos, pues, podemos sostener
diados de la década de 1840, como lo ilustra el siguiente cuadro de trá- que las cifras de Smithfield tendieron a subestimar cada vez más la
fico de ganado por el Gran Ferrocarril del Empalme de Liverpool (que cantidad de ganado ovino disponible en Londres, a medida que la carne
era un puerto importante para el tráfico procedente de Irlanda). de este tipc fue pasando a Newgate (Report, p. 17), interpretación con-
firmada por la tendencia de las ventas de ganado ovino en Smithfield
412 TRABAJADORES
APÉNDICES 413
a rezagarse durante los tres meses en que las ventas de carne muerta
eran más fuertes : de diciembre a febrero (Pregunta 1.866). Por razo- puedan ser utilizadas ni siquiera a nivel regional. Nuestra fuente nacio-
nes obvias la carne muerta difícilmente podía ser llevada al mercado nal más importante es el impuesto sobre el consumo de cueros y pieles,
en verano. que Deane y Cole siguiendo el criterio de este trabajo- han aceptado
Por consiguiente podemos concluir -teniendo en cuenta el estado como un indicador potencial del abastecimiento de carne. ¡,
actual de nuestro conocimiento- a) que las series relativas al ganado El principal problema que plantean las series del impuesto sobre 1
1
ovino pueden no ser del todo correctas; b) que las series relativas al el consumo -que se detienen en 1825- es el siguiente: ¿hasta qué
ganado vacuno son correctas; e) que, en cambio, entre 1818 y 1830, la punto cabe utilizarlas como índices del consumo de carne? Sólo cabe i··
no consideración de las reses sacrificadas introduce una tendencia a la
sobrevaloración, y d) que los efectos distorsionantes de los nuevos mé-
argüir que ya en 1821 se las utilizó en tal sentido (S. C. on !he depres-
sed state of agriculture, Par!. Papers, 1821, IX). Lamentablemente para
~
todos de transporte o de las nuevas fuentes de abastecimiento no fue- períodos prolongados sólo contamos con series nacionales; salvo un úni- ..
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1:.
ron al parecer demasiado grandes hasta comienzos de la década de 1840, co caso en que se distingue entre el producto de Londres y el del país
época en la que de todas maneras el consumo per cápita comenzaba a (Customs ,House Library). Algunas de las series nacionales también apa-
elevarse. Por consiguiente, en líneas generales, las series de Smithfield recen en S. C. on Agricu,lture, Parl. Papers, 1833, V, p. 628; Par!. Pa-
pueden ser utilizadas para Londres sin mayores vacilaciones. Desde la pers, 1830, XXV, p. 61; 1851-1852, XXXIV, p. 503 y en Statistical
fecha de la publicación original de este trabajo, se las ha utilizado cada Illustrations of the British Empire, 1825, pp. 68-69. Acerca de los pro-
vez más (B. R. Mitchell y Phyllis Deane, Abstrae! of British Historical blemas planteados por estas series, cf. Gayer, Rostow y Schwartz, Growth
Statistics, 1962, p. 341). and fluctuations of the British economy, II, p. 720. Alguna vez tienen
Se ha argumentado que estas cifras están distorsionadas por un su- que haber existido cifras relativas a los diferentes productos del país,
puesto incremento del tamaño promedio de los animales vendidos en ·porque en las S. C. on the depressed state of agriculture, 1821, se las
Smithfield. No hay pruebas de esto. Los cálculos con que contamos acer- utiliza, pero las únicas que al parecer quedan en la Customs House Li-
ca del peso en canal de la carne de ganado vacuno en esa época son de brary consisten en un compendio de los informes de los recaudadores
668 libras en 1821 , 630 libras en 1836 {otro cálculo para la misma fe- del país de las obligaciones consolidadas del impuesto sobre el consumo
cha es de 650 libras) y 640 libras en 1842. En líneas generales estos pe- (Abstrae! of Country Collectors Accounts for Consolidated Duties of Ex-
sos corresponden a los entre 6 y 7 quintales {cada quintal vale 112 libras) cise ), correspondientes al período del 5 de enero de 1826 al 5 de enero
establecidos por la Marina a :finales del siglo XVIII como tamaño de los de 1827, que sólo proporciona una comparación estática de órdenes de
animales adquirido para salar. (Select Committee on the depressed sta- magnitud. La ventaja de estos impuestos reside en que, salvo en los ca-
te of agriculture, Parl. Papers, 1821, IX, p. 267; General Statistics of the sos de la vitela, el pergamino y unas pocas pieles raras (ante, gamo,
British Empire, 1836; H. Drummond, On the condition of the agricul- venado), se mantuvieron bastante estables durante todo el período, salvo
tura! classes .. ., 1842, 11, p. 261, quien cita a Youatt; C. Knight, op cit, entre 1812 y 1822, en que se duplicaron. Normalmente se aplicaban
11, p. 325; Phyllis Deane y W. A. Cole, British Economic Growth . por libra de peso, de modo que -al menos hasta cierto punto- su
1688-1959, 1962, pp. 69-70, quienes citan a Beveridge.) Por consiguien- monto expresaba las diferencias de tamaño entre los animales. Por con-
te, al parecer el cuadro general reflejó una cierta mejora del tamaño de siguiente, las recaudaciones efectivas pueden ser utilizadas como un
los animales en el siglo XVIII, mejora que Deane y Cole calculan en al- . índice de la producción, aunque si dividimos por dos la recaudación del
rededor de un 25 por ciento, pero ningún incremento significativo du- período 1812-1822 el resultado es un poco inferior a lo que sugiere el
rante el período que estamos considerando. A partir de comienzos de resto de la curva, presumiblemente por el incremento de la evasión.
la década de 1840 el incremento del peso bien pudo haber sido más Para evitar las complicaciones que supone separar las series que repre-
importante. sentan, digamos, el ganado ovino o bovino, del conjunto de las pieles
Nos queda la pregunta más amplia y para la que no tenemos ninguna curtidas, curadas con alumbre y sal o adobadas en aceite con sus diversas
respuesta: ¿hasta qué punto las series de Smith:field son representativas . '
subvar1edades, me he basado sobre el producto bruto de las recaudacio-
de las tendencias generales? No estamos en condiciones de suponer que nes, aunque éste incluya también las pieles de otros animales y por
lo sean; pero lamentablemente a partir de 1825 no contaifü:fs con ci- consiguiente resulte bastante más aproximativo de lo deseable.1
fras que puedan ser utilizadas a nivel nacional y tampoco de series que
l. El producto bruto es el recaudado realmente por los recaudadores. Las
TRABAJADORES APÉNDICES 415
414
El cuadro A presenta las cifras del producto bruto anual de estos Las cifras locales efectivas, tal como se presentaron ante el Comité de
impuestos para Londres y el país, con respecto a los porcentajes de 1821, demuestran sobre todo la notable elasticidad de la demanda de
1801; el año contable va del 5 de julio al 5 de julio. carne en función de la renta. Por ejemplo, entre 1818 y 1820 la matanza
Como se apreciará, el producto de Londres no revela señales de in- de animales descendió en Birmingham alrededor del 29 por ciento; en
cremento absoluto hasta 1810. Parece poco probable que el consumo de Walsall, alrededor del 38 por ciento; en Dudley, alrededor del 29 por
carne medido sobre esta base haya recuperado hacia 1820 el nivel apro- ciento; en Leeds, alrededor del 19 por ciento; en Liverpool, alrededor
ximado de 1800, aunque se admita que la serie entraña cierta infrava- del 18 por ciento; pero en Manchester sólo alrededor del 13 por ciento
loración de la situación real; en cambio, la expansión de comienzos y en Sheffield alrededor del 12 por ciento. Por el contrario, la matanza de
de la década de 1820 aparece reflejada. La serie no es incompatible con terneros en Liverpool se incrementó en alrededor de un 25 por ciento
las cifras de Smithfield. Las provincias se encontraban en una situación entre 1803 y 1805; la de ganado vacuno, en alrededor de un 37 por cien-
claramente mejor -o al menos no estaban tan rezagadas-, salvo en los to (1814-1817) y en Manchester, durante el mismo período, en alrededor
de un 26 por ciento. La depresión de 1842 revela unos descensos igual-
años bastante malos del período 1815-1821.
mente drásticos. En el gremio lanero de Yorkshire se calculaba que el
consumo de carne y comestibles se redujo a la mitad desde 1835-1836;
CUADRO A
en Kendal, el descenso se calculaba en un tercio; en Rochdale, se calcu-
Producto bruto del impuesto sobre el consumo de pieles y cueros laba en la mitad con respecto al de 1837 (Report of Statistical Commit-
durante el período 1796-1826 con respecto a los tee of the Anti-Corn Law League, pp. 18, 28, 33). Este último cálculo
porcenta;es de 1801 supone al parecer una infravaloración, porque C. Knight (op. cit., II,
p. 325) da unas cifras de matanza en Rochdale de 180 bueyes por sema-
Año Londres País Año Londres País na en 1836 y de 65 a 70 en 1841. El volumen de ventas de 14 carnice-
ros de Manchester descendió de 27 .800 libras esterlinas en 1839 a 17 .200
1796-1797 87 96 1811-1812 126 128 en 1841. (J. Adshead, Distress in Manchester . . ., Londres, 1842, p. 55.)
1797-1798 89 96 1812 1813 2 • 97 117 La comparación entre décadas sólo puede realizarse en los casos de
1798-1799 94 92 1813-1814 106 119 Liverpool y de Manchester para el período 1801-1820, y revela una de-
1799-1800 103 96 1814-1815 110 120 clinación en el consumo per capita en Liverpool y un probable incre-
1800-1801 100 100 1815-1816 100 106 mento en Manchester. Véase el cuadro B:
1801-1802 94 100 1816-1817 97 106
1802-1803 89 99 1817-1818 108 111
1803-1804 87 100 1818-1819 116 111 CUADRO B
1804-1805 90 106 1819-1820 110 106
1805-1806 87 111 1820-1821 113 106 Liverpool Manchester
1806-1807 84 113 1821-1822 108 101
1807-1808 84 114 1822-1823 3. 142 123
Porcentaje de aumento de la población entre el pe-
1808-1809 94 119 1823-1824 . 142 129
ríodo 1801-1811 y el período 1811-1820 . . 22 25
1809-1810 90 122 1824-1825 . 150 135
Porcentaje del aumento promedio de matanza de
1810-1811 107 122 1825-1826 4 • 137 133
ganado vacuno, para los mismos períodos . 18 29
Porcentaje del aumento en el caso de la ternera o 20
cuentas se presentan a la antigua: por un lado el «Debe» y por el otro el Porcentaje del aumento en el caso del cordero 12 25
«Haber».
2. Nuevos impuestos: las cifras representan la mitad del producto de los
mismos. ¡Hay que tener en cuenta la mayor evasión!
3. Vuelta a los antiguos impuestos. En el cuadro C se tabulan todos los datos presentados en la S. C. on the
4. Las cifras anuales representan el producto de medio año multiplicado d;pressed state of agriculture, 1828, pp. 243-244, 265-267.
por dos.
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APÉNDICES 417 e
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En el caso de Birmingham, las cifras para 1818 son de 127,91 y 582;
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para 1819, 104,93 y 470; para 1820, 91,90 y 388. Como se apreciará la
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depresión de 1815-1816 no afectó al parecer a la matanza de ganado va- (.
cuno en ninguna de las cuatro ciudades, y afectó a la de ternera sólo en
bil una. Sólo el cordero resulta afectado de una manera franca. Esto resulta (
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sorprendente porque normalmente esperaríamos que la carne más barata
fuese menos sensible a tales fluctuaciones.
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,.....O\ONN,.....O,.....r-- de Dundee y de Glasgow, para 1833 (en M'Queen, op. cit.), y en los de
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u Wolverhampton, Liverpool, Manchester, Glasgow y Newcastle para 1848-
1850 (en Braithwaite Poole, op. cit.). En el caso de Glasgow estos cáfcu-
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..."'oo los revelan un incremento del 25 por ciento en el ganado vacuno, un des-
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"<T '<t "<T V\ "' "' "' "<t "<t censo del 60 por ciento en la ternera y del 10 por ciento en el cordero.
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º C/) E-< También existen cifras de la matanza semanal comparada en Leeds, en 1!1
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o o 1835-1836 -2.450 animales- y en 1841 -1.800 animales-; y en Roch-
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dale, 180 bueyes semanales en 1836 y entre 65 y 70 en 1841 (C. Knight,
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op cit., p. 325). No conozco las fuentes de donde proceden estas cifras.
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El problema de los cambios en el- tamaño de los animales aún no ha
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<u \.Ot'--OOOOt'--O\t'--0,.....00,.....,.....\.0N<"\N'<t<"\<"\ sido analizado. Lo único que cabe decir es que en Londres el consumo
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de las respectivas reses haya aumentado por lo menos en un 40 por ciento
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aproximadamente entre 1801 y 1841, y el de las de ganado ovino por lo
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menos en un 15 por ciento. Aunque el peso promedio de ambos tipos de
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E-< ganado haya aumentado en un 25 por ciento aproximadamente, sigue sien-
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do probable que se haya producido una declinación del consumo.
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Todas estas cifras son globales; es decir, que no discrimina entre el
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~ 6'o consumo de la clase obrera y el del resto de la población, como tampoco
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;; <u entre el consumo de los diferentes estratos de los trabajadores pobres.
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Esto supone que están expuestas a una interpretación incorrecta hacia el
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.... ~G~~~G~~~G~~~$r--~oor--r--r-- lado optimista, porque los cambios en el consumo por parte del sector
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relativamente pequeño de la población que comía bastante carne provo-
can un desequilibrio notable. El siguiente ejemplo permite ponderar las
posibilidades de error que entrañan tales cifras. El Report of the Statis-
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tical Committee appointed by the Anti-Corn Law Conference, reunido
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en Londres del 8 al 12 de marzo de 1842 (Londres, sin fecha), p. 18,
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o o c31culaba que en Leeds el consumo había descendido alrededor de un
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8<IS~i:: S°'oooo°'°'°'S~ ............................................... 25 por ciento desde 1835-1836; pero, dado que el consumo de las clases
:::> OJ) más favorecidas no había disminuido, la reducción del consumo en la
clase obrera se calculaba en un 50 por ciento.
27. - HOBSBAWM
.
TRABAJADORES APÉNDICES
418
Pesadores de grano .
Obreros de la madera
Obreros del carbón .
APÉNDICE 2 Obreros de minerales
TIPOS DE TRABAJADORES DE ALGUNOS PUERTOS Representantes de los armadores . .
Empleados del Consorcio del Clyde (Trust Clyde)
FUENTE: Shaw pnquiry (Encuesta Shaw), apéndice 130. Estas cifras proce-
den de la parte patronal. Se mencionan según el orden de los puertos a lo largo
de la costa a partir de Londres.
TRABAJADORES APÉNDICES 423
422
Para este período disponemos de varias listas impresas de miembros.
A partir de ellas he tratado de rastrear las ocupaciones de la mayor can-
tidad posible de fabianos. Las fuentes de estos análisis son demasiado nu-
APÉNDICE 4
merosas como para mencinarlas, pero (dado el carácter de la Sociedad
COMPOSICIÓN SOCIAL DE LA SOCIEDAD FABIANA Fabiana) contamos con indicaciones biográficas en los casos de muchos
de sus miembros. Por supuesto, la muestra resultante no es representa-
ENTRE 1890 Y 1907
tiva. La cantidad de sacerdotes, médicos y sindicalistas -bastante exhaus- t.
1890 1892 1904 1906 tiva quizá- puede servir como control para las restantes.
Los grupos 1 a 10 incluyen algunas mujeres con profesiones conoci-
Cantidad total de miembros 188 626 1 767 1.060 das, pero la mayoría aún no tenía ocupaciones profesionales.
Tamaño de la muestra . 67 197 194 244
Consejo Nacional de Trabajadores General Labour National Sindicato de Encuadernadores de London Bookbinders
Generales Council Londres
Sindicato Escocés de Trabajadores Scottish Union of Dock
Federación de Fletadores Shipping Federation de los Muelles Labourers
Federación Internacional de International Federation of Ship, Sindicato de Estibadores de Cardiff Cardiff Trimmers
Trabajadores de los Barcos, Dock and River Workers Sindicato de Estibadores de London Stevedores
Muelles y Ríos Londres
Federación Internacional de International Federation Sindicato de Estibadores del Norte Northern Trimmers
Trabajadores del Transporte Transport Workers' Sindicato de Fundidores de Hierro Ironfounders
Federación Nacional de National Federation of Women Sindicato General de Carpinteros General Union of Carpenters
Trabajadoras Workers Sindicato de la Industria del Latón Brassworkers
Federación Nacional de National Transport Workers' Sindicato de Mecánicos Unidos Amalgamated Engineering Union
Trabajadores del Transporte Federation Sindicato Nacional de Trabajadores National Union of General and
Federación Norteamericana del American Federation of Labor Generales y Municipales Municipal Workers
Trabajo (A.F.L.) (N.U.G.M.W.)
Federación de Patronos de la Engineering Employers' Sindicato Nacional de Trabajadores National Union of Dock
Industria Mecánica Federation de los Muelles Labourers
28. - HOBSBAWM
434 TRABAJADORES
Apéndices
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434 TRABAJADORES
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