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Terapia contextual con base en la persona aplicada a un caso complejo de


esquizofrenia

Oscar Vallina-Fernández, Marino Pérez-Álvarez, Purificación Fernández-Iglesias,


Cristina Soto-Balbuena, Salvador Perona-Garcelán, José M. García-Montes

Antecedentes. Las terapias psicológicas están siendo cada vez más importantes en la
esquizofrenia, y no como meras adjuntas a la medicación. Su creciente importancia se
debe a dos circunstancias concurrentes. Por un lado, el tratamiento centrado en la
medicación está dejando la esquizofrenia como la “enfermedad abandonada” de nuestro
tiempo, según informes recientes. Por otro, la psicoterapia de la esquizofrenia está
cobrando nueva vida a la luz de desarrollos fenomenológicos y psicológicos centrados
en la persona. Método. Se presenta un caso complejo, de abigarrada sintomatología y
larga duración, sin que hasta ahora la medicación produjera cambios clínicos
significativos. La formulación del caso de acuerdo con la terapia cognitiva basada en la
persona permitió entender los síntomas psicóticos en el contexto biográfico y llevar a
cabo una terapia de relativa larga duración (53 sesiones) centrada en la recuperación del
sentido del yo y de la vida. Resultados. Al final de la terapia y en el seguimiento de un
año las experiencias psicóticas habían desaparecido prácticamente o dejado de ser
perturbadoras y la paciente se había reintegrado en vida la social, todo ello observado y
medido con datos cuantitativos y cualitativos. Discusión. Los síntomas psicóticos
cobran sentido en el contexto biográfico. Esto puede servir a la explicación
psicopatológica y a una ayuda terapéutica significativa, más centrada en la recuperación
que en el mero sostenimiento que, fácilmente termina en “abandono” asistencial y
existencial. La terapia psicológica muestra ser viable en casos complejos atendidos en
dispositivos públicos.

Articulo publicado como:

Vallina-Fernandez, O., Perez-Alvarez, M., Fernandez-Iglesias, P., Soto-Balbuena, C., Perona-


Garcelan, S. & Garcia Montes, J.M. (2014). Person-based contextual therapy applied to a
complex case of schizophrenia. Psicothema, 26, 3, 299-307.  

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Dos circunstancias concurren para el relanzamiento de la terapia psicológica en la
esquizofrenia. De un lado, la reconocida insatisfacción con el cuidado estándar confiado
a la medicación y, de otro, la creciente evidencia de la viabilidad y eficacia de la terapia
psicológica.

La insatisfacción relacionada con la medicación no viene sólo de la asistencia


clínica, sino también de la investigación. De parte de la asistencia, la Schizophrenia
Commission establecida en noviembre de 2011 por Rethink Mental Illness muestra que
el cuidado estándar de la esquizofrenia es “vergonzoso”, lo que ha llevado a titular su
informe como The Abandoned Illness (The Schizophrenia Commission, 2012). Como
se dice en el informe: “Time after time we heard the same thing. Fundamentally, what
service users want is to be listened to, to have their experiences validated, to be seen as
a person and not just a set of symptoms and to be given hope. Surely that’s not such a
big ask?” (The Schizophrenia Commission, 2012, p. 35). Entre sus recomendaciones, la
comisión enfatiza la mejora del acceso a terapias psicológicas, recomendadas por la
National Institute for Health and Clinical Excelence (NICE, 2010). De parte de la
investigación, un editorial de Schizophrenia Bulletin reconoce que en los últimos 30
años no se ha desarrollado ninguna nueva fórmula farmacológica, a pesar de los miles
de millones de dólares invertidos (Figiber, 2012).

La creciente evidencia del papel de la terapia psicológica en la esquizofrenia está


reconocida y recomendada en el citado NICE (2010) y en diversas revisiones (por ej.,
Lemos, Vallina, Fonseca, Paíno & Iglesias, 2012). No se ha de pensar que su papel es el
de mero adjunto a la medicación. La terapia psicológica podría ser también la primera
línea de ayuda y la medicación como adjunta, cuando fuera necesario, en una
perspectiva más centrada en la persona que en la reducción de síntomas (Pérez-Álvarez
y García-Montes, 2012). La terapia cognitivo conductual ha tenido un papel
protagonista en este renacer. Esta terapia ha evolucionado desde una perspectiva más
centrada en la reducción sintomática a través de la “disputa” de contenidos cognitivos, a
otra más centrada en la persona como contexto dentro del cual integrar y aceptar
experiencias y recuperar el sentido del yo (Chadwick, 2006; Tai & Turkington, 2009).
Así, Paul Chadwick ha desarrolado la Person-based cognitive therapy for distressing
psychosis (PBCT) (Chadwick, 2006).

PBCT es una evolución de la terapia cognitiva tradicional para delirios, voces y


paranoia (Chadwick, Birchwood & Trower en 1996). Esta nueva terapia incorpora
varios avances, como la aceptación y la validación en la relación terapéutica, el
concepto de Vygotsky de zona de desarrollo próxima que fija el estilo de colaboración
paciente-terapeuta, el mindfulness como estrategia terapéutica, el yo como armazón del
proceso personalizado y la metacognición en la comprensión de la perturbación y
articulación de los procesos de cambio (Chadwick, 2006). A partir de estos avances,
PCBT se organiza de acuerdo con cuatro dimensiones básicas: 1) el sentido de las
experiencias psicóticas en el contexto biográfico, 2) la aceptación y mindfulness como
alternativa a la “lucha” contra los síntomas, 3) el desarrollo de esquemas positivos
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acerca del carácter dinámico del yo, y 4) el yo como perspectiva que permita la
comprensión metacognitiva sobre la naturaleza compleja, contradictoria y cambiante de
uno mismo.

La PBCT cuenta con creciente apoyo empírico obtenido tanto en la aplicación a


casos individuales (Chadwick, 2006; Newman, Harper & Taylor, 2009) como en
formato grupal (Chadwick, Newman, & Abba, 2005; Chadwick, Hughes, Russell &
Dagnan,2009; Dannahy, Hayward, Strauss, Turton, Harding & Chadwick, 2011). En
ambas modalidades los resultados obtenidos coinciden en una mejoría clínica
caracterizada por la reducción de las ideas delirantes y de la ansiedad y depresión
asocidas, del malestar y convicción de las creencias asociadas con las voces y una
confianza mayor en las habilidades para convivir con las voces. Un estudio cualitativo,
basado en una entrevista semi-estructurada dirigida a entender participants’ experiences
of person-based cognitive therapy groups for distressing voices, supported that benefit
is gained through re-evaluating beliefs about voices, strengthening positive self-schema,
mindfulness practice and principles and moving towards a sense of self (May, Strauss,
Coyle, & Hayward, 2012).

La PBCT converge con acceptance and commitment therapy (ACT) en el


objetivo de cambiar la relación con las experiencias estresantes mediante aceptación y
mindfulness, en vez de luchar contra los síntomas (Bach & Hayes, 2002; Gaudiano &
Herbert, 2006). Por su parte, ACT enfatiza la orientación de la persona a la acción y el
compromiso en dirección a valores (García-Montes, Pérez-Álvarez, & Perona-Garcelán,
en prensa; Pérez-Álvarez & García-Montes, 2012; Veiga-Martínez, Pérez-Álvarez, &
García-Montes, 2008). PBCT y ACT son de las mayores innovaciones de la terapia
psicológica en el campo de las psicosis. Aquí se va a mostrar su viabilidad y eficacia en
un caso complejo y en un contexto clínico natural, en el marco de un servicio público de
salud mental.

Método

Participante.

Se trata de una mujer de 41 años, que llamaremos Ana. Está divorciada y vive
con su hijo de 21 años, en paro. Ella trabaja como limpiadora en un colegio. Fue
diagnosticada de esquizofrenia paranoide a los 14 años. A lo largo de este tiempo ha
estado recibiendo distintos tipos de medicación prescrita por diferentes psiquiatras. Su
medicación actual es a base de perfenazina y diazepan. Nunca antes ha recibido
tratamiento psicológico. Su adherencia a la medicación y motivación para recuperarse
es buena. El tratamiento psicológico que se referirá fue llevado en el Centro de Salud
Mental de Torrelavega, dispositivo comunitario ambulatorio perteneciente al Servicio
Cántabro de Salud e integrado en el Sistema Nacional de Salud de España.

Ana presentaba síntomas psicóticos de “primer orden”. Así, estaba convencida


de que la gente podía saber lo que pensaba porque le oían sus pensamientos; tenía un
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delirio referencial vinculado especialmente a la televisión y a las miradas y gestos de las
personas, así como un delirio de control e influencia; afirmaba estar continuamente
vigilada a través de cámaras a su alrededor y por medio de un microchip que le habían
implantado en el cerebro y “desde el más allá”; presentaba alucinaciones auditivas
esporádicas en las que decía escuchar la voz de su padre (fallecido) emitiendo
comentarios sobre alguno de sus comportamientos o pensamientos y con la que
mantenía breves conversaciones; presentaba también alucinaciones olfativas
desagradables y alucinaciones cenestésicas altamente aversivas en las que percibía que
su cráneo se ablandaba y era penetrable por lo que fácilmente podría ser manipulado.
Todas estas experiencias estaban asociadas a elevados niveles de malestar, interferencia
y preocupación, absorbiendo de manera casi continua su actividad mental,
manteniéndola en un estado de alerta y vigilancia, tanto hacia la gente que la rodea,
como hacia sus propias experiencias psicóticas, aislándola cada vez mas de su vida
cotidiana. En este momento solo mantenía contacto con su hijo, una de sus hermanas y
su psiquiatra.

Todo parece empezar a los 14 años, cuando sufrió una brutal violación. Cuando
llega a casa, su madre se indigna con ella y la culpa de lo ocurrido acusándola de vestir
y relacionarse con los hombres de manera provocativa. El padre, con quien estaba muy
unida, mantiene una actitud fría y distante sin decirle nada. Cuando despierta al día
siguiente comienza a escuchar las primeras voces. Unas la insultan, “puta, guarra,
zorra”, y otras le dan ordenes homicidas, “tienes que matarlos a todos, no dejes vivo a
ninguno”. Abandona su casa y se va a vivir a Valencia con una amiga, allí recibe su
primer tratamiento psiquiátrico tras ser diagnosticada de esquizofrenia paranoide.

A los 17 años su padre enferma de cáncer, vuelve a casa a cuidarlo y fallece al


poco tiempo. Desarrolla la creencia de que pensamientos suyos del pasado deseando su
muerte fueron los que le generaron la enfermedad y trajeron la muerte: “Creo que si
deseo algo fuertemente, sobre todo si es negativo, y lo deseo con toda mi energía, lo
que deseo se puede producir”. Se agudizan las ideas de culpa y tiene un nuevo brote
psicótico en el que empieza a tener alucinaciones cenestésicas. “Me comenzaron las
sensaciones. No me podía tocar la cabeza porque la tenia blanda, me hacía daño en el
cerebro y tenía miedo, era como si me fuese a traspasar, es una sensación horrible…
Tenía la sensación de un grifo en la cabeza. Se me inundó la cabeza de agua y el
cerebro se me encogía.” Posteriormente tiene un sueño donde se le aparece su padre
acompañado de otros muertos: “Uno de los que estaba con papá me sacó el cerebro y
me puso un chip en él para tenerme controlada en todo momento y hacer lo que me
pidiesen”. Desarrolla la creencia de que desde el más allá le han insertado algo en el
cerebro para controlarla.

A los 21 años queda embarazada y su familia le presiona para que aborte pero
decide tener el hijo. La despiden de su trabajo, abandona la medicación y tiene un nuevo
episodio psicótico con múltiples voces que la amenazan con dañar a su hijo. Huye al
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bosque, se instala en una cabaña y da a luz. Su pareja le es infiel y ella le abandona y
vuelve a casa con su madre y su hermana. A los 33 años inicia una nueva relación de
pareja que acaba siendo traumática y en la que padece múltiples abusos sexuales y
maltrato. Nueva agudización psicótica con presencia de alucinaciones olfativas de fuerte
contenido sexual.

A los 37 años fallece su madre. A los 41 años y coincidiendo con conflictos


laborales desarrolla su último episodio psicótico, antes de iniciar el tratamiento
psicológico. Lo describe de la siguiente manera: “A finales de julio empecé a ver
sombras, me acechaban por el colegio controlando lo que hacía y lo que no. Al
principio no les di importancia, pero poco a poco me aceleraban más. Me empezó a
oler mal, me olía la habitación a sexo y tenía que ir al salón a dormir, pero en el salón
me olía a muerto, decidí limpiar la casa a fondo, la puse patas arriba, lo limpié todo y
cuando me fui a dormir se me apareció papá. Él me decía que la gente solo quería
encerrarme, yo le contestaba que estaba muerto, pero él decía que tenía poderes
especiales para hablarme, había venido porque tenía algo muy importante para mí,
pero para esto tenía que estar preparada. Salí a la calle y la gente me miraba, me
seguían, hablaban mal de mí, fui a la tienda y me sentí transparente, como que
escuchaban todo lo que pensaba, y me angustiaba más y más”.

Instrumentos

Además de las entrevistas clínicas, se utilizaron dos escalas para la evaluación


de la sintomatología positiva y de las creencias negativas.

Scales to measure dimension of hallucinations and delusions: the psychotic


symptoms rating scales (PSYRATS; Haddock, McCarron, Tarrier, & Faragher, 1999). Se
trata de dos escalas para la evaluación de delirios y alucinaciones. La escala de
alucinaciones auditivas evalúa 11 dimensiones (frecuencia, duración, localización, etc.).
La escala de delirios evalúa 6 dimensiones: la cantidad de preocupación generada por
los delirios, la duración de la preocupación, la convicción sobre estas ideas delirantes, la
cantidad de angustia que generan, la intensidad de esta angustia y el trastorno causado
en la vida diaria por causa de estas creencias.

The evaluative beliefs scale (EBS; Chadwick, Trower & Dagnan, 1999). Evalúa
las creencias negativas que sostiene la persona sobre el yo y los demás. La escala mide
18 evaluaciones personales negativas sobre 6 temas: inutilidad, antipatía, debilidad,
maldad, fracaso e inferioridad, agrupadas en tres categorías: la evaluación sobre uno
mismo, sobre cómo me ven los demás y sobre cómo valoro yo a los demás.

Procedimiento

La terapia fue llevada en 53 sesiones, a lo largo de dos años, primero en sesiones


semanales, después quincenales y finalmente mensuales. El seguimiento tras la terapia

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fue de un año, mediante citas bimensuales el primer semestre y después trimestrales. Se
expone la formulación del caso y el curso del tratamiento de acuerdo a seis fases.

Primera fase: establecimiento de una relación terapéutica (6 sesiones). Dada su


actitud inicial escéptica y de desconfianza y la presencia de una sintomatología psicótica
activa, fue decisiva la flexibilidad de las sesiones en cuanto a horarios, duración, etc., y
la compresión empática y la aceptación de sus experiencias y problemas y de su
persona.

Segunda fase: evaluación y conceptualización del caso (3 sesiones). Aunque


este proceso es continuo y se inicia con el primer contacto con el paciente, la aplicación
de escalas y la formulación del caso se hicieron en esta fase. La formulación del caso
consiste en establecer relaciones funcionales vitales (biográficas) entre adversidades de
la vida (experiencias traumáticas), experiencias psicóticas, esquemas personales
negativos y modelos explicativos personales (ideas delirantes). Ana explicaba los
síntomas que tenía (ej. cenestesias, alucinaciones) con ideas delirantes de control e
influencia. Cada vez que tenía una experiencia psicótica, se producían elevados niveles
de disforia que aliviaba con conductas de evitación, hipervigilancia, neutralización o
eliminación. Estas experiencias y explicaciones psicóticas estaban relacionadas tanto
con las experiencias traumáticas vividas (violación, rechazo familiar, fallecimiento
paterno, maltrato de sus parejas), como con los esquemas personales negativos que
estos traumas habían generado (soy mala, la gente es mala). Estas relaciones constituían
bucles dinámicos entre eventos vitales, experiencias psicóticas, respuesta cognitivas y
delirios que encierran a la persona cada vez más en un sistema de evitación y la apartan
así de una involucración en la vida que pudiera cambiar algo (Figura 1).

Poner aquí Figura 1

A continuación se acordaron los siguientes objetivos terapéuticos: 1) la


reincorporación al trabajo al hilo de su mejoría clínica, 2) el abordaje del significado de
sus síntomas, empezando por las cenestesias y alucinaciones olfativas y las ideas
delirantes, 3) el abordaje de sus evaluaciones personales de culpabilidad, maldad y
fracaso, 4) la recuperación del entido del yo, y 5) el mantenimiento de la mejoría y la
prevención de recaídas.

Tercera fase: cambiando la relación con las experiencias psicóticas (14


sesiones). Básicamente, se ha aplicado mindfulness, dirigido a la aceptación de las
experiencias psicóticas sin sentirse uno preocupado, excluido, dominado o absorbido
por su “tiranía” (Abba, Chadwick & Stevenson, 2008). La escena siguiente recoge el
inicio de una de las primeras sesiones.

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Terapeuta. Me dices que cada vez que tienes esas sensaciones en tu cráneo
sientes gran angustia e intentas deshacerte de ellas por cualquier medio. Lo que
has hecho está bien, pero se ve que no ha servido de mucho. Te propongo otra
manera a ver si va mejor.

Paciente. Bueno, ¿pero cómo se hace eso?

T. Verás, se trata de que te permitas tener la experiencia y la observes, la sientas, sin


intentar eliminarla, cambiarla, juzgarla o hacer cualquier cosa para librarte de ella. Se
trata de contemplarla de manera pasiva, sin enredarte en ella, […] Si lo haces así, las
experiencias irán perdiendo su intensidad y se harán soportables. Puedes aprender a
entenderlas como una sensación, sin más, molesta o incomoda, pero inofensiva y sin
poder alguno sobre ti o sobre tu vida.

P. No sé si podre hacer eso, cada vez que la tengo me pongo fatal y no lo controlo.

T. Podemos hacer una prueba aquí. Veamos, ¿en este despacho tienes esas mismas
sensaciones, tienes la sensación de un grifo en la cabeza?

P. Si, en ocasiones sí.

T. Pues entonces haremos lo siguiente, los dos estaremos un rato en silencio, cierra los
ojos y concéntrate en tus sensaciones; si empiezas a tener esas sensaciones quiero que
por una parte me cuentes en voz alta lo que vas notando y por otro lado que sigas
atendiendo a esas sensaciones como quiera que sean, pero quiero que lo hagas sin
intentar pararlas o usar cualquier otro truco que estés acostumbrada a hacer para
quitártelas de encima. Lo que sientas lo dices en voz alta, esa será tu única tarea, dime
lo que está pasando dentro de ti. Si, en algún momento, notas una angustia muy elevada
utilizarás la respiración como te enseñé.

P. Vale

T. Pues entonces empezamos, ponte cómoda, concéntrate en tus sensaciones y me vas


diciendo lo que vas sintiendo.

P. Ahora noto como si se estuviese moviendo algo dentro, como un balanceo y me


pongo muy nerviosa, me acelero, es que parece como que se ablanda la cabeza, es como
si se estuviese volviendo de plastilina. […] ¡Me está dando mucho miedo, estoy muy
nerviosa, no puedo seguir haciendo esto! [abre sus ojos y se agita en la silla]

T. Muy bien, tranquila, concéntrate en tu respiración, en cómo se inflan y desinflan los


pulmones, como un fuelle y en cómo el aire entra y sale de tu cuerpo.

Ana empieza a hacer ejercicios de respiración con la ayuda del terapeuta, al cabo de un
rato se va calmando. El terapeuta normaliza estas reacciones ante la toma de contacto
consciente con las experiencias psicóticas, sin huir de ellas y motiva la realización de
nuevos intentos continuando la sesión.

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Cuarta fase: abordaje del significado sintomático (28 sesiones). Se refiere a la
exploración de evidencias a favor y en contra de la creencia y de su utilidad, así como a
intervenciones metacognitivas relacionadas con la vinculación cognición-emoción. Se aplican
técnicas como dialogo socrático, experimentos conductuales, normalización, análisis de
evidencias, generación de explicaciones alternativas, conductas de seguridad, creación de
narrativas coherentes (Morrison & Barratt, 2010). La exploración e intervención se centra en
tres ideas delirantes: influencia y control (“Mi cerebro se puede extraer, es manipulable y me
han insertado en él algo con lo que me controlan.”), difusión del pensamiento (“La gente sabe
lo que pienso, escuchan mis pensamientos.”) y delirios referenciales (“la gente está
continuamente hablando de mi a mi alrededor, me lo dicen sus caras y sus gestos.”). Se
entiende que estas construcciones delirantes son intentos de explicar las experiencias
alucinatorias (cenestésicas, auditivas y olfativas) vinculadas, a su vez, a valoraciones personales
negativas y enraizadas en las experiencias biográficas traumáticas. En relación, por ejemplo,
con el pensamiento mágico, éste es un fragmento del diálogo mantenido:

T. Vamos a ver, Ana, ¿me estás diciendo que tienes la capacidad mental de provocar
dolor o incluso la muerte en quien quieras solo con desearlo?

P. Puede resultarte extraño, pero sí. Mira lo que le pasó a mi padre.

T. ¿Y el resto de las personas podemos hacer lo mismo?

P. Supongo que sí, si yo puedo alguien más podrá también.

T. Pero si eso fuese así, entonces bastaría con desearles cualquier mal a quien nos
estuviese fastidiando y ya nadie tendríamos problemas. No parece que los problemas
desaparezcan solamente deseando que esaparezcan. Nadie tendría problemas, y la gente
seguimos teniendo problemas a diario.

P. Ya.

T. ¿A ti eso te ha funcionado siempre?, ¿No ha habido ninguna vez que le deseases mal
a alguien y no haya funcionado?

P. Bueno… [pensativa] es cierto que también le deseé la muerte a Juan (expareja)


varias veces, recé y todo para que dejara de respirar, pero no ocurrió nada… No sé,
debo estar equivocada o algo falla. Tal vez pudo haber sido todo fruto de la casualidad,
muchas casualidades juntas pueden formar una verdad equivocada. No sé hasta qué
punto puede ser una falsa creencia.

Tras varias sesiones se consiguió una reformulación del tema y un abandono de esta
creencia: “He estado pensando hasta qué punto pueden influir los pensamientos o los deseos en
las personas y tal vez tengas razón Oscar. Tal vez yo tenga pensamientos mágicos y no influyen
en nada en el resto del mundo. Mi odio no hizo que mi padre enfermase, tal vez eso le hizo daño
psíquico, pero no físico. Puede que no sea cierto, puede que tan solo sea una muñeca rota
jugando a ser diablo. Creo que ya debo dejar de dar vueltas a todo esto”.

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Quinta fase: trabajo con los esquemas del yo (16 sesiones). El trabajo con esquemas se
centra en experiencias cognitivo-afectivas del yo tanto negativas, las dominantes (“Soy una
mala persona y me merezco todo lo malo que me pase y más”; “Soy muy burra, no sé decir las
cosas”; “No me ha salido una relación de pareja bien por culpa mí”), como positivas, a
identificar y poner de relieve. Básicamente, se ha utilizado la “técnica de las dos sillas”
(Chadwick, 2003; 2006), la cual permite poner en juego e integrar ambos esquemas, sin la
dominancia de uno, en este caso, el negativo. A continuación se presenta un fragmento de la
aplicación de esta técnica a esquemas de maldad y fracaso

T. Veamos Ana, en todo este tiempo no paras de decir que eres un desastre, un ser
despreciable que solo se merece que le pasen cosas malas y que en tu vida no has hecho
nada que valga la pena. Vamos a utilizar las dos sillas para analizar esta situación.
Primero nos centraremos durante unos cinco minutos en aquellas características
negativas de tus relaciones con los hombres. A continuación te cambiarás de silla y
analizaremos las positivas. Si te parece, empezamos con tus experiencias negativas.

P. Nunca fueron buenas, ya empezó todo con lo de la violación que te conté y luego fue
problema tras problema.

T. ¿Qué era lo que pasaba?

P. Yo creo que fue todo por los problemas con el sexo

T. ¿Qué te ocurre con el sexo?

P. No funciona. Siempre tuve un miedo atroz a tener relaciones sexuales. Cuando


conocí al padre de mi hijo, que fue mi primera relación, tardamos un año en tener un
acercamiento sexual y cuando lo intentamos no pude, me venían imágenes de lo que
sucedió [su violación] y me ponía tensa, me despertaba en medio de la noche
sobresaltada y llorando. Cuando al fin pude no conseguía tener orgasmos y los fingía.

T. ¿Cómo te sentías entonces?

P. Sucia, como una cerda en una pocilga.

T. ¿Qué pasó en las siguientes relaciones?

P. Más de lo mismo. Con Luis empezó muy bien, le quería mucho, pero se torció todo,
quería sexo de continuo, en lugares muy extraños y si protestaba me insultaba, me
humillaba. En varias ocasiones me forzó [narra escenas muy escabrosas] me llegue a
sentir como una puta.

T. ¿Por qué le permitías que te tratara así?

P. Eso mismo decía mi hermana. Al principio porque estaba muy enamorada y no lo


quería perder, ¿quién iba a querer a una psicótica? y al final por miedo […]

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T. ¿Qué piensas ahora?

P. Que todo es una mierda […] no merece la pena….

T. Bueno, ya veo cuánto te afecta este tema […] Ahora vamos a cambiar de silla y dejar
lo negativo en ésta. En la otra vas a centrarte en experiencias y reflexiones positivas en
tus relaciones afectivas.

P. No sé si me saldrá alguna (media sonrisa) […] Creo que el padre de mi hijo sí me


quería, me ayudó cuando me fui al monte, me llevó al hospital a dar a luz y me ingresó
para curarme el brote. Aún me llama a veces y comentamos cosas de nuestro hijo.

T. Parece que no te trataban todos siempre mal.

P. Sí. Bueno, Juan (un amigo actual) también me dice que tengo un cuerpo muy bonito,
que estoy muy bien para la edad que tengo. Aunque sea mentira es agradable oírlo.

T. No debe ser incierto del todo, Ana. Aunque no hayan salido bien, has tenido
bastantes relaciones afectivas en estos años, y eso quiere decir que hay cosas tuyas que
han gustado a todas esas personas. Parece que desde aquí se ven cosas distintas a las que
se ven desde ahí, en la otra silla.

P. Sí, aquí es más agradable estar que en aquella otra.

T. Bueno, como ves, las dos forman parte de ti, pero si miras exclusivamente a las cosas
dolorosas de la primera te pasarán desapercibidas las agradables de la segunda […]

El abordaje de los esquemas negativos conllevó trabajar la experiencia de la violación y


las dificultades de las relaciones sexuales, así como el sentimiento de culpa. Esto permitió
entender aspectos característicos del caso, como las sensaciones de fuerte olor a sexo en
determinadas situaciones o estados emocionales, el esfuerzo por agradar e involucrarse en
relaciones asimétricas e infelices, su atenuación de la estética femenina y la baja autoestima
relacionada también con la imagen corporal. De esta manera, se ha tratado de integrar los
esquemas positivos sobre el yo y de reconstruir una identidad personal sobre la base de un yo
que contextualiza la diversidad de experiencias acontecidas.

Sexta fase: establecimiento de nuevos referentes y trabajo de la recaída (últimas


sesiones incluidas en la fase anterior). Al hilo de la remisión de las experiencias psicóticas y de
la mejoría en los esquemas del yo, se produce, como suele ocurrir, un cierto bloqueo,
estancamiento y temor en la evolución personal, en la “nueva vida” más allá de la psicosis.
Como dice Ana: “Cada vez me encuentro mejor, tengo la cabeza muy despejada, me encuentro
francamente bien, pero tengo una sensación rarísima. Estoy tan bien que me parece irreal, que es
una ilusión o un nuevo delirio, no lo sé, no sé hasta dónde puedo llegar y eso me tiene
confundida. Es como irte renovando poco a poco, cada día encuentras algo diferente y se te hace
raro”. A este respecto, se siguieron la intervenciones sugeridas por Gumley and Schwannauer
(2006). Así, se ha incluido en las sesiones el abordaje de “una mente normal” y sus diferencias
con una “mente paranoide”. Se realizó un análisis de las experiencias entre sesiones que Ana
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recogía en un diario, tendente a la normalización y apoyo de las nuevas experiencias. Esto
incluía experiencias y eventos como aceptar la alegría y satisfacción por haber hecho algo (por
ejemplo, galletas que llevó a las compañeras de trabajo), apreciar un cumplido, sentirse a gusto
consigo misma en el espejo, apreciar la alabanza o afecto hacia ella de los demás sin
suspicacias. El trabajo incluyó la previsión de posibles “recaídas”.

Resultados

Los avances en el estado clínico de Ana se iban produciendo a medida que se aplicaban
las intervenciones terapéuticas. La mejoría se empezó a observar en la reducción de sus
experiencias cenestésicas a medida que avanzaba la utilización del mindfulness. Al cabo de
cuatro meses, estas experiencias prácticamente habían desaparecido; las sensaciones que
perduraban eran intelectual y afectivamente indoloras, sin perturbar el día a día. Sin estas
experiencias de penetrabilidad craneal empezó a debilitarse la teoría de manipulación cerebral y
de la implantación del microchip, teoría también debilitada, por la revisión del pensamiento
mágico relativo a su influencia en la muerte paterna. Sin esta culpabilidad perdía sentido la
teoría de una venganza paterna desde el más allá. A su vez, sin teoría personal de manipulación
cerebral ni de control, las vivencias referenciales se fueron debilitando. Sobre esta exposición
narrativa del cambio observado, se presentan datos cuantitativos y cualitativos.

Datos cuantitativos. Las Figuras 2, 3 y 4 muestran la evolución de las dimensiones de


las tres creencias delirantes: manipulación cerebral, control y referencialidad, medidas en las
escalas PSYRATS al inicio de la terapia y al cabo de un año de tratamiento.

Figuras 2, 3 y 4

La reducción de todos los parámetros es homogénea en las tres ideas al cabo de un año
de terapia. Solamente perdura una preocupación por si estas ideas vuelven a reaparecer, no por
su presencia activa en estos momentos. Como dice Ana:

“Ahora me entero mejor de las cosas y comienzo a relacionar de otra manera los olores
y las sensaciones molestas. El lunes, por ejemplo, me levanté con dolor de cabeza y
malestar, pero ya no pensé que fuese el chip ni que me quisiesen controlar, simplemente
me dolía la cabeza y tenía el estómago mal porque estaba revuelta, no porque nadie me
quisiera hacer daño”.

Con la reducción de estas experiencias e ideas delirantes se empezaron a modificar los


esquemas personales evaluativos de inutilidad, fracaso, inferioridad y maldad detectados en la
EBS muy especialmente en la escala de evaluaciones personales yo-yo donde la puntuación
descendió de 14 puntos al inicio de la terapia a 1 al final. Así mismo, la escala de evaluaciones
yo-otros descendió de 5 a 2 y la escala otros-yo pasó de 9 a 0 puntos (la puntuación máxima es
de 18 en cada escala). Estos esquemas parecen desactivados y resituados como un producto
mental más de su diverso ecosistema psicológico.

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Datos cualitativos. Se presentan viñetas de distintos ámbitos de recuperación personal,
tomadas en la sexta fase y corroboradas en el seguimiento (Cuadro 1).

Cuadro 1

Dos autorretratos realizados por Ana al comienzo y al final del tratamiento dan medida
también del cambio en la autoimagen y la identidad (Figura 5). Según la explicación de la
propia paciente, el autorretrato de la izquierda representa la percepción de sí misma al inicio del
tratamiento donde todo era confusión, angustia y caos y la “identidad” era una amalgama de
experiencias, sensaciones e ideas inconexas o superpuestas y deformes que salen de su cabeza.
El de la derecha, al final del tratamiento, refleja una imagen e identidad reequilibrada, armónica
y agradable para sí misma.

Figura 5

En el seguimiento, Ana mantenía el trabajo con normalidad y estaba empezando una


nueva relación afectiva. Este acontecimiento, junto con la decisión de su hijo de hacerse soldado
profesional e ir a Afganistán, supuso un estado de estrés que, según refiere, tomó bien, sin
“rebrote” de experiencias psicóticas, ni esquemas negativos.

Discusión

Se presenta un caso complejo de psicosis, con diagnóstico de esquizofrenia,


tratado con éxito mediante una terapia psicológica, concretamente, la PBCT. El caso
tiene más de un aspecto que lo hace especialmente relevante. Uno es que fue llevado
en un centro de salud mental, en el contexto de los servicios que presta un psicólogo
clínico. Es razonable pensar que sin una intervención psicológica el caso fácilmente
pudiera estar abocado a un “abandono” terapéutico, asistencial y existencial, según la
esquizofrenia es la “abandoned illness” de nuestro tiempo (The Schizophrenia
Commission, 2012). Como reconoce y denuncia la Schizophrenia Commission, este
abandono se debe en buena medida a la primacía de la medicación en detrimento de la
terapia psicológica. Se da la circunstancia de que la medicación antipsicótica está
estancada, sin ninguna aportación en los últimos treinta años, como es reconocido por
líderes en el campo (Figiber, 2012; Hyman, 2012). Por su parte, la terapia psicológica
está teniendo una nueva vida en la esquizofrenia (Lemos et al., 201; Pérez-Álvarez et al,
2011; Pérez-Álvarez y García-Montes, 2012). El presente caso es un ejemplo de la
viabilidad de la terapia psicológica en centros asistenciales públicos.

12  

 
Otro aspecto es que en la perspectiva psicológica, los síntomas psicóticos tienen
sentido. De hecho, lo que quieren los usuarios es que les escuchen, sean comprendidas
sus experiencias y sean vistos como personas, no como un conjunto de síntomas (The
Schizophrenia Commission, 2012). Este caso es un buen ejemplo de cómo síntomas
“enloquecidos” cobran sentido en el contexto biográfico, en relación con adversidades
de la vida, incluyendo experiencias traumáticas. De otra manera, el caso sería un
“manojo” de síntomas, sin sentido, a combatir con la medicación.

Aunque no se puede asegurar que los “síntomas” deriven de las experiencias


vividas, una creciente literatura permite entender el papel de la despersonalización y la
disociación entre experiencias traumáticas y síntomas psicóticos, así como el bucle que
mantiene a uno absorbido en sus propias experiencias (Perona et al, 2012). La
comprensibilidad que los síntomas han tenido para el propio paciente y su utilidad
terapéutica vienen a avalar esta explicación biográfica.

Otro aspecto más es que la aplicación de la terapia puso en juego de la mejor


manera los componentes que se entiende son importantes en la terapia para la psicosis
como el engagement, una estructura y principios terapéuticos genéricos y específicos,
una formulación comprensiva del caso, una evaluación continuada y ajuste a la
evolución del paciente, tareas para casa como puente entre la terapia y el mundo real,
estrategias de cambio como la validación, la consideración de perspectivas alternativas
y la experimentación y, también muy importante, asunciones del terapeuta acerca del
sentido de los síntomas y de la recuperación de la psicosis (Morrison & Barratt, 2010).

Este caso presenta también un ejemplo de paranoia de castigo, distinta de la


paranoia de persecución, de acuerdo con una distinción establecida en la literatura
(Chadwick, Trower, Juusti-Butller & Maguire, 2005; Melo & Bentall, 2012 ). Esta
distinción es importante con miras al tratamiento y por lo que muestra este caso la
PBCT parece ser un buen tratamiento psicológico para la paranoia de castigo.

La PBCT es un nuevo look de la terapia cognitiva tradicional, en su evolución a


una terapia más orientada en términos fenomenológicos y contextuales (Skodlar,
Henriksen, Sass, Nelosn, & Parnas, 2012; Tai & Turkington, 2009). La aplicación de la
PBCT realizada aquí toma de la fenomenología la consideración de los “síntomas” en el
contexto de una reorganización global, alterada, de la conciencia o del yo (Skodlar et al,
2012) y de la perspectiva contextual, en particular de la acceptance and commitment
therapy, la aceptación y mindfulness, así como la identifying an individual's personal
values and encouraging them to act on these (Tai & Turkington, 2009). Una noción
fenomenológico-contextual del yo permite entender el “centro de gravedad” de la
alteración esquizofrénica como alteración de la experiencia de sí mismo y del mundo y
anclar la terapia en la recuperación del sentido del yo (Nelson, & Sass, 2009; Nelson et
al, 2009; Pérez-Álvarez, 2012; Sass, & Parnas, 2003). La aplicación de la PBCT llevada

13  

 
aquí se sitúa en esta perspectiva, por lo que bien podría identificarse como una terapia
contextual con base en la persona, incorporada al título del artículo.

El presente trabajo no está exento de limitaciones. Siendo PBCT una terapia de


componentes, como los señalados que funcionan en psicosis (Morrison & Barratt,
2010), plantea como suele la cuestión de en qué medida la eficacia final depende de
componentes específicos (y cuáles) o, más bien, de factores comunes. La cierto es que
no hay componentes específicos que valgan, sin formar parte de un contexto
terapéutico, empezando por el enganche terapéutico y la formulación del caso. Dentro
de terapias con coherencia teórica y empírica como PCBT, es hora seguramente de
superar esa dicotomía a favor del con-junto de la terapia. Del mismo modo que las
piedras son componentes para hacer un puente, pero lo que hace puente es el arco, así
también los componentes son necesarios en terapia, pero lo que hace terapia es el
puente que conjunta los componentes y ayuda a pasar de una situación problemática a
otra mejor (Pérez-Álvarez, 2013).

Por otro lado, la paciente estaba bajo medicación durante la terapia, de modo
que no se podría descartar su incidencia en la mejoría final. Sin embargo, la medicación
estaba ya mucho antes de la terapia psicológica, sin haber producido las mejorías
observadas ahora. Además, las mejorías observadas se dieron contingentemente a las
intervenciones y logros sucesivos, por lo que es razonable sostener que el resultado se
deba más que nada a la terapia aplicada.

Posibles aspectos neurobiológicos no son considerados en la terapia aplicada, ni


en la formulación del caso. De todos modos, aun sin considerarlos expresamente, no
dejan de estar asumidos en la perspectiva de la terapia. Su mejor consideración es como
mediadores y correlatos dependientes ellos mismos de adversidades de la vida y
probablemente reversibles en condiciones saludables, incluidas las propiciadas por una
terapia psicológica, de acuerdo con un modelo socio-evolutivo (González-Pardo &
Pérez-Álvarez, 2013; Pérez-Álvarez, 2012; Pérez-Álvarez & García-Montes, 2012).

El seguimiento fue de un año, consistente en sesiones espaciadas. Aunque


seguimientos más largos siempre son bienvenidos, un año de mejoría sostenida es
clínicamente significativo, dada una historia abocada al empeoramiento progresivo. Al
final de la terapia y durante el seguimiento, la paciente parece estar más abocada a la
reintegración social y la recuperación personal, que al deterioro y el “abandono”.

El énfasis que se ha puesto en medidas cualitativas de los resultados,


consistentes en viñetas, puede ser tanto una limitación, como un mérito. Sería una
limitación en la perspectiva de la socorrida aplicación de cuestionarios. Pero sin negar la
utilidad de cuestionarios y escalas (que de hecho se han aplicado), estos procedimientos
pueden dejar fuera aspectos esenciales, que solamente son “captados” con medidas
cualitativas, tomadas de la narrativa de la propia persona. De hecho, hay un creciente
14  

 
interés en el análisis cualitativo (Pain, Chadwick & Abba, 2008; Rogers, Farkas &
Anthony, 2005; Stanghellini & Ballerini, 2008). En este sentido, el presente caso tendría
el “mérito” de enfatizar la perspectiva de primera-persona de la paciente, coherente por
lo demás con los cuestionarios aplicados.

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18  

 
¿Qué está sucediendo? sensaciones, experiencias e intrusiones mentales

El cerebro se mueve y se sale del cráneo


Fuerte olor a sexo y muerte en su casa
Sensación de transparencia mental
Escuchar la voz de su padre fallecido  

¿Qué explicaciones doy a todo


lo que me está pasando?

Me han metido un chip en el cerebro


Me controlan desde el más allá
La gente escucha y sabe todo lo que pienso y me pueden
manipular
 

Creencias sobre uno mismo


y los demás

Soy una puta, una mala persona


Todo el mundo me ve como una psicótica
La gente es mala y hace daño

Experiencias vitales

Violación y paliza a los 14 años


Fallecimiento paterno
Maltrato y vejaciones por una de sus parejas

¿Qué hago cuando ¿Cómo me siento cuando


ocurren estas cosas? ocurren estas cosas?

Aislarme en casa y evitar a la gente Angustiada, aterrorizada, furiosa, triste,


Evitar tocarse la cabeza y asearse nerviosa, desesperanzada, sucia,
Limpiar toda la casa bloqueada mentalmente, transparente,
Vigilar su mente y a los demás indefensa
Rumiar, intentar eliminar las sensaciones y
pensamientos molestos

Figura 1. Diagrama de Formulación del caso

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Inicio 
tratamiento 

Final 
seguimiento 


Can+dad  Duración  Convicción  Can+dad de  Intensidad  Trastorno 
preocupación  Preocupación  angus+a  angus+a 

 
Figura 2. PSYRATS: Evolución de la idea delirante de manipulación cerebral


Inicio 
tratamiento 

Final 
seguimiento 


Can+dad  Duración  Convicción  Can+dad de  Intensidad  Trastorno 
preocupación  Preocupación  angus+a  angus+a 
 

Figura 3. Psyrats: Evolución de la idea delirante referencial

20  

 


Inicio 
tratamiento 

Final 
seguimiento 


Can+dad  Duración  Convicción  Can+dad de  Intensidad  Trastorno 
preocupación  Preocupación  angus+a  angus+a 

Figura 4. Psyrats: Evolución de la Idea delirante de control

21  

 
 

Ámbitos de Viñetas
recuperación
Ideas delirantes “Ahora me entero mejor de las cosas relaciono de otra manera los olores y
las sensaciones molestas. El lunes, por ejemplo, me levanté con dolor de
cabeza y malestar, pero ya no pensé que fuese el chip ni que me quisiesen
controlar; simplemente me dolía la cabeza y tenía el estómago mal porque
estaba revuelta, no porque nadie me quisiera hacer daño”.
Sensación de “Me siento fuerte y con seguridad, se me quitaron las sensaciones que me
seguridad angustiaban, es como si me hubiese quitado un peso de la cabeza que no me
permitía pensar. Leo otra vez bien”. / “Ahora cuando tengo alguna
sensación me digo que es una experiencia más de mi mente, que no va a
pasar nada”.
Imagen corporal y “He empezado a ver mi cuerpo de otra manera, me veo otra vez femenina,
autoestima antes lo veía masculino, feo, distorsionado, ahora me gusta, me he vuelto a
maquillar y a usar faldas, estoy contenta”.
Autonomía “Antes para comprar ropa siempre llevaba a mi hermana para decidir qué
me compraba. Este año he ido yo sola a comprarme ropa y un bolso, y cada
vez que voy al armario y lo miro me siento bien porque lo he comprado
sola”.
Funcionamiento social “Yo era más cerrada que una avellana y ahora no es que sea muy abierta,
pero soy mucho más sociable, no me cuesta tanto estar con gente, incluso
hablo y saludo a los vecinos que no conozco de nada”.
Libertad “Lo mejor de todo es que ya no estoy pendiente de mí todo el día, de lo que
digo o hago, ahora me encuentro más relajada, no se me carga tanto la
cabeza y las cosas me salen mejor. Lo mejor que me está pasando es la
sensación de libertad que tengo ahora”.

Cuadro 1. Viñetas mostrando cambios en distintos ámbitos de recuperación personal

22  

 
 

Figura 5. Autorretratos realizados al inicio y al final del tratamiento

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