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3 claves que debes conocer para superar las bajas pasiones

Las pasiones son aquellos hábitos pecaminosos que tenemos en nuestra vida y que
deseamos vencer para purificar nuestro corazón.

Cada día puede ser una oportunidad para crecer y ser libres del pecado, acercándonos a
Dios. El día de hoy se convierte en el campo de batalla en el que hacemos la guerra con
nuestras propias pasiones: la codicia, la envidia, la ira, la lujuria, y muchas otras.

En el Oriente Cristiano se utiliza la palabra “pasiones” para llamar a los diferentes tipos de
pecados y disposiciones habituales, tanto grandes como pequeños. La primera de las tres
etapas de la vida espiritual es superar estas pasiones o, hablando de forma más práctica,
situarnos en el proceso de superación de las mismas, y dedicarnos continuamente a la
purificación del corazón. Esto parece una tarea de enormes proporciones y en cierto
sentido, lo es. ¿Cómo puedo eliminar hábitos pecaminosos que han estado conmigo desde
mi juventud, o todos los nuevos hábitos pecaminosos que he adquirido con los años?

Hay esperanza de que estas pasiones se pueden superar tomando en cuenta que: 1) Dios
quiere que nosotros venzamos el pecado, 2) la naturaleza humana es esencialmente buena,
y 3) la Iglesia en Su sabiduría nos ha proporcionado los medios para superar las pasiones.

1. La Voluntad de Dios es que venzamos el pecado

Dios está presente para nosotros en todo momento, Él es todopoderoso y todo amor, el
perdón de Dios está siempre disponible para nosotros. No importa cuántas veces nos
caigamos, cuando volvamos a levantarnos, Dios estará esperándonos con los brazos
abiertos para abrazarnos. Jesús nos dice, a través del Evangelio de Mateo: "El Padre del
Cielo no quiere que se pierda ni tan solo uno de estos pequeñitos."; mientras que San Pablo
nos dice que “El pecado paga un salario y es la muerte." (Mateo 18,14; Romanos 6,23).
Jesús nos revela que Dios no quiere que nosotros permanezcamos en nuestro pecado que
lleva a la muerte, sino que quiere que tengamos vida en abundancia a través de la unión con
Él en la vida eterna. Si Dios que es todopoderoso y lleno de amor hacia nosotros, que es
capaz de hacer cualquier cosa y nos acompaña siempre, desea que eliminemos las pasiones
de nuestros corazones, entonces, debe ser posible.

2. La Naturaleza Humana es esencialmente buena

Dios creó a la humanidad, y después de que Dios había formado la joya de Su creación, vio
que todo lo que había hecho "era muy bueno" (Génesis 1,31). Estamos formados y
diseñados por la mano de un Dios bueno y amoroso; Jesús nos dice que Él incluso sabe el
número de cabellos de nuestra cabeza (cf. Mateo 10,30). Dios no crea nada mal, por lo que
nuestra naturaleza humana, nuestra verdadera naturaleza humana, incluso si está enterrada
debajo de generaciones de maldad (comenzando con Adán y Eva), es realmente buena. Es
nuestra verdadera naturaleza, la verdadera esencia de la que fuimos creados, estar libre de
pasiones, estar libre de pecado. Según nos relata el libro del Génesis, el orgullo y la
desobediencia a Dios se introdujeron como una reacción "pasiva" a los impulsos de la
serpiente. En el Oriente cristiano, el estado de la naturaleza humana antes de la caída de
Adán y Eva, es a menudo llamado el "estado primordial." Para nosotros, liberar nuestros
corazones y vidas de las pasiones, es recuperar nuestro estado natural: el verdadero estado
en el que Dios nos creó para vivir.

3. La sabiduría de la Iglesia nos brinda medios de ayuda.

En los últimos dos mil años, construida sobre la revelación del Dios Padre a través de
Jesús, la Iglesia ha desarrollado una rica psicoterapia espiritual. Este amplio y completa
"terapia", se evidencia en las ricas y fructíferas vidas de los santos. La santificación del
tiempo, a través de los ciclos litúrgicos de ayuno y de celebraciones, nos permite avanzar
en la autodisciplina en algunos momentos, y regocijarnos en la alegría de otros. Las
Escrituras, los escritos de los Padres de la Iglesia y las historias de las vidas de los santos,
se han convertido para nosotros en un cuerpo de literatura que da orientación e inspiración;
estos escritos dan testimonio de la verdadera vida ofrecida por nuestro Señor: una vida libre
de las pasiones. La participación en los sacramentos, que son medios visibles a la gracia
invisible, permite que nos comuniquemos con Dios semanalmente (y mejor, diariamente)
en la Eucaristía, y en las etapas más importantes de la vida. La Iglesia, en su sabiduría, nos
enseña a someter nuestras vidas a nuestras conciencias, a proteger nuestros sentidos, a
buscar la voluntad de Dios, a rezar continuamente, a sumergirnos en las Escrituras, a dar a
los pobres, y a emplear un sinnúmero de otras prácticas antiguas y venerables que nos van
liberando progresivamente de la cárcel de las prisiones.

Con la ayuda de Dios, podemos integrar la disciplina que nos enseña la Iglesia en nuestra
vida cotidiana, con el fin de preparar nuestros corazones para el don de las últimas etapas
de la vida espiritual: la unión con Dios.

¡No podemos perder la esperanza!

Hay un dicho de los Padres del Desierto del siglo IV en Egipto, que circula de manera
anecdótica entre los cristianos de Oriente:

A un monje le preguntaron: “¿qué haces durante todo el día?" Y la respuesta del monje fue,
“nos caemos y nos levantamos, nos caemos y nos levantamos, nos caemos y nos
levantamos.” El hacía referencia en sentido literal a las innumerables postraciones
realizadas por los primeros monjes, donde el cristiano caía literalmente ante Dios en
adoración. Al mismo tiempo, el dicho se puede interpretar en el sentido de que la vida del
monje se basa en caer en el pecado a causa de las pasiones, pero siempre va seguido de
levantarse en el arrepentimiento y volverse hacia Dios, una y otra vez. Si incluso el monje,
que vive una vida de trabajo continuo y de oración sin las distracciones de la vida secular,
puede caer en el pecado, entonces no deberíamos sorprendernos por nuestros propios
defectos. No hay razón para perder la esperanza: "Dios no se cansa de perdonarnos", puede
que nosotros no nos cansemos de volver a Él. (Papa Francisco, Evangelii Gaudium).
3 pasos para sanar heridas matrimoniales y familiares - Papa Francisco
En los hogares en los que no se piden disculpas comienza a faltar el aire y se estancan, por
eso ¡nunca terminar el día sin hacer las paces!

"El Perdón es el mejor remedio para impedir que nuestra convivencia se agriete y llegue a
romperse. El Señor nos lo enseña en el Padrenuestro, aceptar nuestro error y proponer
corregirnos es el primer paso para la sanación. Esposos, no terminen nunca el día sin
reconciliarse." fue parte de la reflexión que nos ha entregado en esta oportunidad el Papa
Francisco en su catequesis realizada en la Plaza de San Pedro, en la que hizo ahínco en la
relación de amor y de perdón que debe existir en la convivencia matrimonial y familiar.

El Santo Padre volvió a mencionar las tres palabras eficaces en la resolución de conflictos
familiares: «permiso, perdón y gracias», expresó que estas contienen una gran
fuerza que custodia el hogar aún a través de las pruebas y dificultades. A continuación su
reflexión:

Queridos hermanos y hermanas:

La catequesis de hoy quiere ser la puerta de una serie de reflexiones sobre la vida de la
familia, la vida real, cotidiana. Sobre esta puerta están escritas tres palabras que ya hemos
utilizado otras veces: permiso, gracias, perdón. Más fáciles de decir que de poner en la
práctica, pero absolutamente necesarias. Son palabras vinculadas a la buena educación, en
su sentido genuino de respeto y deseo del bien, lejos de cualquier hipocresía y doblez.

Cuidado con el formalismo

San Francisco de Sales que solía decir: "la buena educación ya es media santidad". Pero
debemos estar alerta ante el formalismo de las buenas maneras, que puede convertirse en
una "máscara" que esconde la aridez de ánimo y de desinterés por el otro. De hecho, el
diablo que tienta a Jesús hace alarde de las buenas maneras y cita inclusive las Sagradas
Escrituras. Su estilo aparece como correcto, pero su intento es el de desviar de la verdad del
amor de Dios.

1.- Permiso: La palabra Permiso nos recuerda que debemos ser delicados, respetuosos y
pacientes con los demás, incluso con los que nos une una fuerte intimidad. Como Jesús,
nuestra actitud debe ser la de quien está a la puerta y llama”

Para entrar en la vida del otro aun cuando éste es parte de nuestra vida es necesaria la
delicadeza de una actitud no invasiva, que renueva la confianza y el respeto porque la
confianza no autoriza a dar todo por descontado. Por eso cuando nos preocupamos por
pedir gentilmente también aquello que tal vez pensamos que podemos pretender, ponemos
al amparo el espíritu de la convivencia matrimonial y familiar.

2.- La Gratitud: Dar las Gracias parece un signo de contradicción para una sociedad
recelosa, que lo ve como debilidad. Sin embargo, la dignidad de las personas y la justicia
social pasan por una educación a la gratitud. Una virtud, que para el creyente, nace del
corazón mismo de su fe.

Muchas veces oímos decir malas palabras y utilizar malas maneras también públicamente,
como si fueran un signo de emancipación, pero ésta es una tendencia que debe ser
combatida en el seno mismo de la familia, porque si la vida familiar descuida la educación
a la gratitud y al reconocimiento, también la vida social lo perderá.

3.- El Perdón: Finalmente, el Perdón es el mejor remedio para impedir que nuestra
convivencia se agriete y llegue a romperse. El Señor nos lo enseña en el Padrenuestro,
aceptar nuestro error y proponer corregirnos es el primer paso para la sanación. Esposos, no
terminen nunca el día sin reconciliarse.

Esta palabra difícil pero a la vez tan necesaria, a la vez que nos hace dignos del perdón,
abre el camino para sanar las muchas heridas de los afectos y desgarros en las familias que
comienzan cuando se pierde esta palabra preciosa:

En los hogares en los que no se piden disculpas comienza a faltar el aire, y las aguas se
estancan, por eso ¡nunca terminar el día en familia sin hacer las paces!; basta una
caricia, un pequeño gesto, una palabra, y así, ¡la vida será más bella!

Que el Señor nos ayude a colocar estas tres palabras en su justo lugar, en nuestro corazón,
en nuestra casa, y también en nuestra convivencia civil. Muchas gracias

- Papa Francisco
Catequesis, Audiencia general, Plaza de San Pedro, 13 de mayo de 2015

-
Redacción: PildorasdeFe.net | Fuente de la Homilía: Radio Vaticana

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Etiquetas: Papa Francisco, Matrimonio, Familia

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