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Itálica es, según la historia, la primera ciudad creada por el Imperio Romano en Hispania, y fuera de la Península

Itálica, de la que adquiere su nombre; localizada entre las ciudades turdetanas Hispalis -ahora Sevilla- e Ilipa -
actualmente Alcalá del Río-. Es considerada, por algunos autores, como la obra más importante realizada por los
romanos en toda Andalucía.

Plano de las dos ciudades romanas de Itálica

Fue fundada en el año 206 a.C., por el general Publio Cornelio Escipión, “El Africano”, en el contexto de la segunda
guerra púnica, tras la batalla de Ilipa Magna, de la que salió victorioso contra los cartagineses; con el objetivo de
asentar un lugar de reposo para sus soldados heridos, así como una nueva residencia para los veteranos de guerra –
vicus ci

vium romanorum-, en las tierras de la margen oeste del río Baetis -nuestro ahora río Guadalquivir-.

Así fue como nació vetus urbs -la ciudad vieja- (todo el núcleo fundado por Escipión), que yace en el emplazamiento
que hoy ocupa el municipio de Santiponce desde el siglo XVI, por lo que se han perdido la mayoría de las
construcciones originales.

A partir del siglo I, y sobre todo en el siglo II, empiezan a crecer las ciudades de la región, aportando a la zona bética
seguridad militar y rutas comerciales; necesarias para que empezaran a aflorar importantes figuras para el imperio,
además de un gran esplendor en el mundo romano.

Adquiere su status de municipio durante la época de Augusto (Cayo Julio César Augusto, 63a,.C.-14d.C.), primer
emperador del Imperio Romano; momento en el que la ciudad empieza a acuñar moneda y a experimentar el inicio de
un gran auge.

En el año 53, nace en la ciudad de Itálica el emperador Trajano (Marco Ulpio Trajano, 53-117), quien reinó desde el
año 98 hasta su muerte en 117 -siendo el primer emperador no nacido en la Península Itálica-.

Posteriormente, en el año 117, nace, también en Itálica, el emperador Adriano (Publio Elio Adriano 117-137), quien
propició un importante progreso para la ciudad, en todos los aspectos; ampliándola y construyendo una gran cantidad
de edificios para servicios públicos, culturales y sociales. Así creó la nova urbs -la ciudad nueva-, denominándose
entonces Colonia Aelia Augusta Italica, en honor al emperador. Con esta ampliación la ciudad adquirió el status
de colonia, con lo que comienza a equipararse, administrativamente, a la metrópoli de Roma; copiando sus
instituciones.

Esta nueva ciudad, cuyas ruinas son visibles en parte actualmente, fue especialmente querida por Adriano, por lo que
hizo de ella una urbe honorífica, caracterizada por tener anchas calles y aceras porticadas, así como grandes
construcciones y viviendas. Implantó servicios públicos como el alcantarillado y la canalización del agua; de los cuales
se conservan algunos restos.

Las excavaciones arqueológicas en Itálica, que aún no han cesado, comienzan con las realizadas por Francisco de
Brunaen 1.781, dan lugar al actual Conjunto Arqueológico de Itálica, parte de la nova urbs, la cual podemos visitar,
en la que se conservan numerosas estructuras de la ciudad; así como numerosos mosaicos y monumentos de valor
incalculable.

VISITA ITÁLICA CON CENTERBICI


El Conjunto Arqueológico de Itálica
La ciudad, amurallada, tenía una extensón de 3.150 metros, y la componían cinco calles principales, paralelas y con
alcantarillado.

Entre las ruinas de lo que en su día fue la nova urbs, podemos encontrar seis edificios públicos y aproximadamente
cincuenta casas -generalmente dos en cada manzana-, la mayoría de ellas aún sin excavar. Podemos destacar varias
grandes construccionbes que sí son visitables, como el anfiteatro, el teatro, el templo dedicado a Trajano
(el Traianeum), las termas y varias casas; algunas de ellas cuentan con mosaicos de gran colorido y creatividad.

De los importantes monumentos que hubo en la ciudad hay muchos restos de gran interés y valor arqueológico y
escultórico; muchas piezas se conservan en el Museo Arqueológico de Sevilla.

Una importante parte de los restos romanos se perdió durante las guerras de los reyes visigodos Leovigildo y
Hermenegildo, al usarlos como elementos constructivos para desviar el curso del río Guadalquivir.

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