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Actualmente, los docentes no se sienten preparados para afrontar las nuevas condiciones
socioculturales y las nuevas subjetividades, y se ven desbordados por las múltiples demandas que
se depositan en ellos.
Esta crisis sistemática de la educación, ocurre particularmente entre los alumnos del nivel
secundario. Los nuevos contextos escolares presentan grupos de alumnos provenientes de familias
muy diferentes y, a su vez, de gran diversidad subjetiva y grupal en cuanto a su capital cultural de
base, a los conocimientos disponibles, a las motivaciones para concurrir a la escuela y aprender y la
posibilidad de integración y convivencia.
En cada condición socioeconómica, en cada nivel educativo, se supone que todos tienen “el trabajo”
arduo de construir su propio éxito, o de soportar y explicar su propio fracaso. Esto recae como
responsabilidad individual.
Por ello, como docentes podríamos pensar que se nos demanda una constante autogestión y cómo
respondemos a esa demanda. Pero, hay una barrera con la que se encuentra cada demanda: los
escasos recursos, sean materiales o de tiempo. Para que esto fuera posible, sería indispensable el
“empoderamiento” del personal docente: la actualización formativa sin tener que pagar por ella.
Por otra parte, en el día a día, cada docente se encuentra “a solas” con sus 15, 25, 40 o más alumnos
y alumnas. En cada una de sus horas de clases, dependerá de su preparación, si experiencia, su
ingenio, su creatividad, el clima emocional que circule en el aula. Qué es lo que resulta del
intercambio con sus alumnos y alumnos, qué les trasmite, cómo lo hace, cómo construyen el vínculo
con su docente, cómo ese vínculo favorece el proceso educativo, o produce interferencias y
obstáculos para cumplir las metas educativas, que logran aprender.
¿Cuáles son los obstáculos más frecuentes qué encuentran los docentes cuando incian su trabajo?
Por ejemplo: como pasar de la teoría pedagógica a la práctica didáctica diaria. Cómo motivar sus
alumnos y alumnas. Cómo coordinar su tarea docente con el cumplimiento de los aspectos
administrativos u evaluativos formales. Poder comprender la psicología de los alumnos,
comprender cómo funciona cada grupo clase y favorecer un clima relacional recíproco que posibilite
aprender.
En los nuevos escenarios sociales, pueden encontrar en las escuelas algunos acontecimientos que
incluyen el desborde o el horror: alumnos que se hieren gravemente o que matan, padres que
golpean a docenes, docente que se agreden físicamente ente sí, adolescentes que se suicidan en las
escuelas.
Esto se debe, a que nos encontramos en tiempos de cambios acelerados que algunos denominan
“modernidad líquida” en la que los contextos cambian vertiginosa y dolorosamente, dejándonos
expuestos, más vulnerables ante una sociedad, una cultura y un sistema económico que no nos dan
tregua.
La “modernidad líquida” ofrece tiempos instantáneos, entre tanto, se licúan los vínculos de
reciprocidad, solidaridad y mutua responsabilidad, y muchos seres humanos entran en la implacable
espiral de la exclusión. Son tiempos turbulentos, en que la educación como sistema se interroga
sobre su eficacia, se cuestiona sus bases, metodologías y la formación que se le brinda a alumnos y
los decentes, para enfrentar esta nueva etapa de distintas adversidades.
La escuela, hoy encara demandas urgentes: incrementación de recursos, asegurar la práctica de los
derechos humanos, de forma tal que todos tengan acceso a una educación de calidad y puedan
permanecer en ella hasta terminar sus estudios, debe afrontar problemas de deserción, repitencia,
exclusión, etc.
Los docentes ven sobrecargado su rol específico, ya que deben atender a aspectos asistenciales,
sanitarios, de socialización básica y de convivencia que exceden ampliamente la función de dar
clases sobre determinados conocimientos.
Por ello, que se hable con frecuencia de escuelas abiertas a la diversidad. Porque pluralidad y
diversidad es lo que reclama justicia y equidad para todos, igualdad de oportunidades, libertad de
pensamiento, sociedades más democráticas, respetuosas de los derechos humanos, más atentas a
los riesgos de discriminación, exclusión, intolerancia y violencia.
De allí, que la convivencia social sea una laboriosa construcción que implica afrontar conflictos y
adversidades presentes en las instituciones y en las personas. Requiere desarrollar en forma
consciente una cultura de la paz, de la convivencia, que reconoce las diversidades y aprende de ellas,
no sólo en los alumnos, sino que también en las familias, los docentes, la sociedad y en las distintas
manifestaciones de la vida.
El rol docente pasa a recibir demandas sociales, familiares y personales referidas a la salud
psicofísica, la violencia y otras cuestiones que afectan decididamente los procesos de enseñanza-
aprendizaje. Entonces, docente es quien educa, quien se hace responsables de una transmisión
portadora de vida cultural, que contribuye a formar subjetividad. Docente es quien despierta o
sostiene el deseo de aprender y de pensar; quien reconoce y habilita la libertad de la autoría de
pensamiento, la percepción y el respeto por la diversidad.
Mas allá de los contextos escolares, los países del mundo tienen una deuda interna y externa
pendiente que consiste en promover una verdadera democracia, reconociendo no solo las virtudes
de la libertad, sino también las de igualdad y la solidaridad social, para construir sociedades
inclusivas, no excluyentes, para promover un futuro sustentable, vivible y esperanzador para
respetar la diversidad.
Es imprescindible repensar, en estos nuevos contextos, las políticas educativas, laborales, de salud
y de vivienda, a partir de las políticas sociales, culturales, de igualdad de oportunidades para todos,
económicas y laborales.
Debe atenderse que la educación como proceso continuo acompaña, y favorece el desarrollo y la
formación de seres humanos, no solo intelectual y del pensamiento, sino también social, afectiva,
ética y espiritual.
Según la investigación de Marina Müller (2007) los rasgos adolescentes y juveniles actuales que se
reiteran en la consulta orientadora son:
Respecto a lo social-cultural:
Por eso, la escuela debe operar como transmisora de contenidos cognitivos y culturales,
convocando a la formación desde la transversalidad e interdisicplinariedad de contenidos
educativos.
Se debe fomentar una escuela más democrática, donde sea posible transmitir conocimientos y
entusiasmo por tomarlos y producirlos, donde acompañemos a los alumnos en sus aprendizajes, sus
éxitos, sus dificultades y fracasos, sonde aportemos recursos para su formación no solo intelectual
y tecnológica, sino humanista, ética, ciudadana, social, personal y espiritual.
Una escuela que incorpore la cotidianeidad mediante los temas y ejes transversales: ética y valores,
convivencia, diversidad cultural, inclusión y exclusión, empleo y desempleo, ciudadanía
participativa, procreación responsable, salud afectiva, reproductiva y psicosexual, educación para el
consumo inteligente, educación vial, orientación para el desarrollo del proyecto
persona/vocacional/ocupacional, etc.