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EDUCACIÓN SEXUAL: APORTACIONES DESDE LA

NUEVA PSICOLOGÍA DE LAS EMOCIONES

Rafael Jódar Anchía

Profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales

Universidad Pontificia Comillas de Madrid 1.

1. Los puentes entre la educación sexual y las emociones.

En primer lugar urge justificar la propuesta que hacemos en el título:


¿Tiene algo que aportar la nueva Psicología de las Emociones a la
educación sexual? Los contactos entre estos dos mundos, la educación
sexual y la Psicología de las emociones, pueden parecernos difusos
cuando en realidad, los puentes entre los dos ámbitos son múltiples.
Ambas disciplinas son jóvenes, rescatadas de un baúl donde ciertas
tendencias culturales los habían desterrado, protegidas por cierto velo
que impedía su estudio científico. Ese velo invisible, en el caso de la
emoción, consistía en un rechazo cultural a la emoción como opuesta a
la razón, que venía siendo parte del Zeitgeist , considerándola como uno
de los errores de nuestra mente hasta bien mediado el siglo XX. Por otra
parte, la educación sexual también resultaba asunto inamovible y ajeno
al estudio. Los preceptos que han ido regulando la sexualidad en las
sociedades han venido siendo asumidos sin mayor reflexión y el sólo
hecho de cuestionarlos o repensarlos ha sido habitualmente castigado.
Por tanto, sólo recientemente se ha podido apartar estos velos de
ambos objetos de estudio, y como con otros tantos casos se ha roto el
encantamiento que hacía imposible el estudio de ambas realidades y se
ha podido comenzar a incorporar el análisis de la educación sexual y el
estudio de las emociones al ámbito científico.

La expresión “Nueva Psicología de las Emociones 1 ” es una forma de


denominar la extraordinaria cantidad de conocimiento que en los últimos
años hemos acumulado en torno a la emoción. Podemos diferenciar tres
grandes ámbitos en los que ha fructificado el esfuerzo por entender la
afectividad humana: el estudio del cerebro y la fisiología de la emoción,
la observación del funcionamiento de la emoción en psicoterapia y el
estudio de estrategias concretas de regulación de las emociones. Estas
tres áreas de conocimiento, frecuentemente aisladas entre sí, ofrecen
implicaciones relevantes para la educación sexual. Algunas de ellas
trataremos de recogerlas aquí.

Antes, se hace necesario ofrecer una definición de emoción que sea


común a los tres ámbitos. Una definición consensuada en diferentes
ámbitos de investigación concibe la emoción como un patrón de
respuestas, fundamentalmente innato, disparado por determinados
estímulos pertinentes, que prepara al individuo para la acción 2 . Esta
preparación para la acción se concreta en cuatro tipos de respuestas: la
reacción fisiológica (capas internas de la piel, cambios
cardiorrespiratorios, cerebrales, endocrinos), una reacción conductual
(cambios en la expresión facial, en la posición del cuerpo), cambios en
la cognición (limitación o ampliación de diferentes recursos, ya sean
atencionales, perceptivos, de la memoria…) y cambios subjetivos (existe
una percatación, un darse cuenta de que la emoción tiene lugar).

Por delimitar los conceptos, la experiencia consciente que tiene lugar


durante el proceso emocional suele denominarse sentimiento o afecto 3
y puede clasificarse según las variaciones experimentadas en las
dimensiones denominadas valencia y activación. De esta forma, los
sentimientos pueden diferenciarse según la connotación hedónica
(valencia positiva o negativa) y el grado de activación (desde la
excitación a la calma) que conllevan. Una vez definida la realidad
emocional, enumeramos los puentes que pueden unir esta realidad con
la educación sexual.

— Multitud de situaciones relacionadas con la sexualidad suelen ser


escenarios propicios para la aparición de intensas emociones. Los
temores, los sentimientos de vergüenza y culpabilidad, o el éxtasis y el
placer, son aspectos emocionales que por tanto pueden tener un papel
primordial en la sexualidad y la educación sexual.

— Las emociones también omnipresentes en los padres, en los


maestros, en los diseñadores de planes de educación sexual (el miedo a
ciertas conductas impulsivas de los jóvenes, la hostilidad hacia el patrón
de conductas que despliegan, o el afecto y el aprecio hacia los
adolescentes que suele estar presente en la escucha empática) pueden
condicionar en gran medida la educación sexual ofrecida.

— Sexualidad y emociones están también vinculadas a las necesidades


psicológicas humanas. En las experiencias emocionales y sexuales
surgen diferentes necesidades con las que el ser humano lidia. Por
ejemplo, la necesidad de vinculación con otros suele estar
frecuentemente presente en el panorama sexual y emocional.
— Tanto en las relaciones sexuales como en las emociones están
implicadas una dimensión evolutiva, una dimensión personal, una
dimensión comunicativa y una dimensión social. Es decir, ambas son
herramientas extremadamente útiles para la supervivencia, llenas de
significados personales, que generalmente implican intercambios de
información entre individuos, intercambios regulados por prescripciones
sociales implícitas y explícitas.

— Como consecuencia de lo anterior, tanto las emociones como la


sexualidad conllevan impulsos para actuar, que buscamos regular en
conformidad al contexto específico y a una ética personal y social. La
regulación (de las propias emociones y del impulso sexual) es objetivo
común tanto de la educación sexual como de la educación emocional.

— Por último, proponemos que la percatación del impulso sexual, el


corazón mismo de la subjetividad de nuestra tendencia sexual, es en
realidad un sentimiento. Es decir, la experiencia del impulso sexual es
indistinguible del proceso emocional.

Es necesario justificar con algo más de detalle esta última afirmación, ya


que si la vivencia de la sexualidad es fundamentalmente emocional, los
conocimientos y habilidades de lo que ha venido denominándose
“Inteligencia Emocional” son por derecho propio aplicables a la
educación sexual. Para ello, nos apoyaremos en el trabajo que el equipo
de Peter J. Lang y Margaret M. Bradley llevan desarrollando en el Centro
para estudio de la Emoción y de la Atención (CSEA, Estado de Florida,
EEUU) desde el año 1994, estudiando la neurología y la conducta
asociada a la respuesta emocional 4 . Junto con las importantes
aportaciones teóricas que este equipo de investigación viene realizando,
este laboratorio norteamericano ha generado un conjunto de estímulos
visuales y auditivos estandarizados que son empleados en los
laboratorios que estudian la respuesta emocional. Tras una preselección
de un gran número de fotografías (decenas de miles), se registraban los
componentes emocionales (subjetivos, fisiológicos y motores) que
estaban presentes en amplios grupos de personas de diferentes culturas
y países. De este estudio se ha derivado la selección de estímulos
visuales conocido como IAPS (International Affective Picture System).
Estas imágenes varían en contenido (paisajes, alimentos podridos,
bebés, parejas en actitudes románticas, animales peligrosos, ataques
humanos, mutilaciones o comidas apetitosas) y conocemos la respuesta
emocional que la persona media experimenta ante cada una de ellas.
Las fotografías de serpientes, arañas, las caras agresivas, o los lugares
contaminados son estímulos que sabemos evocan respuestas
emocionales intensas y desagradables. Pero, ¿cuáles resultan ser las
fotografías capaces de generar respuestas emocionales placenteras más
intensas en la persona media? Precisamente son fotografías de
contenido claramente sexual (desnudos humanos en actitud provocativa
o parejas realizando alguna práctica sexual). Quizá este resultado no
sorprenda al lector –dado que la emoción es una herramienta de
enorme importancia evolutiva en el reino animal, y quizá sea difícil
encontrar una actividad más vinculada con la evolución que la
reproducción y la propagación de la especie– pero vincula
definitivamente emoción y sexualidad. La percepción visual de desnudos
humanos y de prácticas sexuales, son los estímulos que generan
reacciones emocionales positivas de mayor intensidad en el ser humano
medio (con mayor intensidad aún si el ser humano en cuestión es
varón) 5 .

Por tanto, no es descabellado entender la experiencia del impulso sexual


como un tipo de experiencia emocional más. De hecho, podemos aplicar
la definición de emoción al impulso sexual sin que se produzca fricción
alguna: el impulso sexual (como la emoción antes) es entendido como
un cierto patrón de respuestas fundamentalmente innato, disparado por
determinados estímulos pertinentes que prepara al individuo para la
acción, cambiando su fisiología, subjetividad, expresión corporal y
cognición. De hecho, otros autores consideran el deseo sexual un
sistema emocional básico comparable con la ira, el juego o el miedo 6.

Dado que emoción y sexualidad están, pues, íntimamente relacionadas,


es apremiante tender puentes entre el conocimiento del mundo
emocional y la educación sexual. Éste es el objetivo del presente
trabajo. Las aportaciones de la Nueva Psicología de las Emociones a la
educación sexual serán presentadas en tres grandes bloques: el
conocimiento de la fisiología subyacente a las emociones, el
conocimiento que de las emociones nos ofrece la práctica
psicoterapéutica, y el conocimiento que se va acumulando en torno a las
estrategias concretas de regulación emocional. Creemos que las
aportaciones desde estos tres campos ofrecen posibles vías de
intervención que pueden dar respuesta a los retos que la
educación sexual presenta en el contexto español actual. Pero
antes de presentar las respuestas, escuchemos las preguntas presentes
en el contexto español. Asumiendo el riesgo de obviar determinados
problemas, o de ponderarlos de manera arbitraria, enumeramos a
continuación los desafíos que emergen al revisar el estado de la
educación sexual.

2. Los retos de la educación sexual en ESÑA

La educación sexual aún con una historia tan larga como la humanidad
(en la medida que sabemos que siempre han existido normas culturales
que la regulaban la sexualidad en toda cultura), presenta una muy
reciente incorporación en los currículos de las escuelas en España 7 .
Transcurridos algo menos de 20 años, creemos que estamos en
disposición de enumerar algunos retos y algunas amenazas para la
educación sexual venidera.

2.1 Integrar la educación sexual en la educación para la


Salud.

Cuando la educación sexual se presenta de manera aislada, con


un cariz únicamente preventivo (tratando de reducir embarazos no
deseados o enfermedades de transmisión sexual) los efectos
derivados de la misma se revelan adecuados en el corto plazo,
pero declinan muy rápidamente con el transcurso de pocos meses
8 . Es por tanto necesario ampliar el marco en el que realizamos la
educación sexual y superar un modelo meramente preventivo, con
el fin de situar la educación sexual en el contexto general de
educación para la salud. Desde luego, esta inmersión en el
contexto gene

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