Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
GOBIERNO
LA NACION
22 de febrero de 2018
E l miedo fue la única emoción compartida ayer por el Gobierno y por la extraña
alianza que rodeó a Hugo Moyano. La administración nacional temía incidentes que
repitieran las escenas del 18 de diciembre pasado, cuando 14 toneladas de piedras
fueron lanzadas sobre las fuerzas de seguridad. Moyano tenía el mismo temor, porque la
violencia, cualquier violencia, hubiera sido la peor compañía de su variopinta marcha.
Los dos, Gobierno y moyanismo, saben que hay elementos violentos en la sociedad que
ninguno de los dos controla. Los dos están en problemas. Tal vez por eso el acto fue una
catarsis breve, que duró poco más de media hora. Fue un acto de Moyano y el
kirchnerismo, acompañado por el antimacrismo de la Capital. Fue también un acto
multitudinario, aunque de una constatable soledad política. Ningún otro dirigente
sindical importante (solo el radical filokirchnerista Sergio Palazzo, del sindicato
bancario), ni ningún otro dirigente del peronismo que no hayan sido exfuncionarios del
cristinismo. Ni los gobernadores ni los senadores ni los diputados peronistas alejados
del kirchnerismo estuvieron en ese lugar de contradictorias consignas. Fue la
desesperación de Moyano lo que impulsó el acto y, desde ya, la intransigente vocación
opositora de los seguidores de Cristina Kirchner. Es difícil encontrarle otro sentido a esa
marcha.
Los movimientos sociales merecen una lectura aparte. En primer lugar, porque
representan a los que están excluidos del sistema productivo. Sus intereses son muy
distintos de los grandes sindicatos (sobre todo el de camioneros), que cuentan con
paritarias anuales y amplia cobertura social. Los movimientos sociales hablan
permanentemente con Carolina Stanley, ministra de Desarrollo Social, a la que elogian
al mismo tiempo que critican a Macri. Es como si Stanley fuera una figura política al
margen del Presidente. ¿Estrategia para no romper con el Gobierno? ¿Táctica para no
reconocerle ningún mérito a Macri? Sea como sea, los movimientos sociales aspiran a
que nuevos programas sociales que está por lanzar la administración de Macri pasen por
esas organizaciones para conservar el poder que tienen. Esto explicaría, de alguna
manera al menos, el activismo de los movimientos sociales en las últimas semanas.
Las razones estructurales consisten en que Moyano es el obstáculo más importante para
modificar los criterios sindicales que encarecen el costo argentino. A Macri le gustaría
firmar con él un acuerdo como el que suscribió con los petroleros de Vaca Muerta o con
los trabajadores de la industria automotriz. El Gobierno propone mejorar los salarios al
ritmo de la productividad y Moyano se empecina en su viejo esquema: los salarios deben
acompañar lo que él llama la "inflación del supermercado". Esa disputa está en el fondo
del combate entre Macri y Moyano. Si el líder camionero aceptara negociar de otra
manera los convenios colectivos de trabajo, no quedaría ninguna resistencia sindical
importante a los nuevos parámetros. Es evidente que la economía argentina necesita
establecer otras bases de producción y que ellas deberían comprender a los sindicatos y
a los empresarios por igual. El Gobierno adeuda una explicación sobre qué quiere hacer
con la economía y qué les pedirá a sus protagonistas.
Lo viejo y lo nuevo también chocaron ayer, si bien esa colisión estuvo subyacente, casi
invisible. Moyano habló más de él que de cualquier otra cosa. Algo quedó claro: Moyano
es la preocupación de Moyano. Los otros dirigentes que discursearon (Schmid, Palazzo,
Micheli, Yasky) se ocuparon de criticar a Macri. El final pacífico de la marcha dejó un
resultado sin valor para nadie. Moyano es un dirigente querido por su gremio, pero su
acto pasará rápidamente a la historia en una ciudad que vive entre el caos y la anarquía.
Algunas presencias (Aníbal Fernández, Hebe de Bonafini, la foto recurrente de Luis
D'Elía) alejaron cualquier incipiente simpatía de los sectores medios, si esa simpatía
existió en algún momento. Macri conoció el espectro íntegro de sus adversarios, que
vienen de extracciones contradictorias y hasta incompatibles. Es una alianza imposible
de perdurar en el tiempo. Solo un mal resultado de la gestión económica o la frecuencia
del oficialismo en el error podrían consumar el milagro de su conservación.