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Alzar la voz para sobrevivir

Por Laura Nieto Carrillo

El mundo moderno teme al poder de los medios de comunicación. El


género que durante años caracterizó al origen de la profesión periodística como
un oficio orientado al cultivo intelectual de los ciudadanos, mediante la
investigación, el análisis y la reflexión de quienes se atreven a descubrir los
intrínsecos rincones de la realidad, quedó en el pasado.

Pese al halo democrático en el que suelen refugiarse las grandes


productoras de información, la labor de estos consorcios ha quedado limitada a
recrear —con la premisa de actuar con inmediatez y en línea con la ingenuidad
del concepto de «objetividad periodística»—únicamente lo que se vio u
escuchó en un primer plano.

El resultado es evidente. En las salas de redacción teclean fantasmas


eufóricos y no autores apasionados. El compromiso de los actores de la
Comunicación Social es hueco: en la tinta y el papel no hay lugar para la
construcción de ciudadanía, tampoco para la promoción de la democracia y la
cultura de paz. Así queda expuesto en el artículo Causas y azares del
Periodismo de Opinión, publicado en la revista Razón y Palabra N.º 72, de
Orlando Villalobos.

En efecto, a través de una revisión exhaustiva de cinco periódicos de


producción nacional y regional, el periodista y profesor titular de la Universidad
del Zulia asume la tarea de determinar los principales retos de este género
periodístico, su incidencia en la escena mediática venezolana entre 2001-2009
y, en ese sentido, sus inexploradas posibilidades.

Para ello, aplica una metodología dual en el que enfoques cualitativos y


cuantitativos se fusionan, revisando los aspectos teóricos vinculados a las
características de su esencia como base para identificar su importancia —en
relación a la zona concedido para su desarrollo— en los diarios El Nacional, El
Universal, Últimas Noticias, Panorama y La Verdad.
El producto es un texto que trasciende en el tiempo y despierta el interés
por resolver la problemática que impide la restitución de la opinión como
protagonista y potencial salvadora de los medios impresos; pero no solo eso: el
autor, cual buen crítico, construye una solución con la emisión de cada juicio.

Villalobos ofrece, en ese sentido, «una serie de ideas claves» para


rescatar desde el Periodismo de Opinión espacios dirigidos el debate y
planteamiento de nuevas perspectivas capaces de romper con la
superficialidad de la pirámide invertida y de incentivar a los individuos a
activarse ante los múltiples cambios que se producen en el medio en el que se
desenvuelven. Hoy más que nunca, cuando el ruido informativo inquieta a
usuarios en todas partes, es oportuno que, desde el Periodismo, surjan voces
que guíen un recorrido más profundo.

Reivindicar el Periodismo de Opinión requiere pues, en primer lugar, la


existencia de escritores con almas apasionadas e indomables, profesionales
aguerridos que no tiemblen con la idea de exponer al público su ser interior,
sus pensamientos y experiencias; narradores astutos, maestros en el arte de
indagar en todos los temas que tienen a su alcance; y más aún periodistas
conscientes de la responsabilidad que conlleva responder al impulso de
expresarse libremente y proponer ideas al público.

En definitiva, el primer gran desafío que debe enfrentar este género


periodístico es pues la ausencia de esta esencia en los columnistas modernos
y, por ende, la degradante valoración del oficio. «En el periodismo de opinión
se hace patente la exigencia de decir lo que existe. El riesgo se hace inevitable,
no por simples ganas de crear incomodidades, sino porque no queda otra
alternativa en el momento de hacer un registro justo, razonables y exigente de
lo que ocurre», sostiene el profesor de LUZ.

En el caso venezolano, debido a la clara polarización de los medios de


comunicación, las columnas de opinión se perciben no solo como un despilfarro
—sobre todo en relación a la publicidad y formatos informativos, de
entretenimiento e interpretativos, mucho más populares y convenientes—, sino
también como una amenaza contra la línea editorial impuesta por los ejecutivos
de las grandes cadenas o incluso por el escenario político-social del país.
Como consecuencia, los redactores de este tipo de artículos son vistos
como meros colaboradores, sus retribuciones salariales son bajas, se producen
élites integradas por solo ciertas firmas, desaparecen las voces disidentes y se
crean convenientes relaciones de dudosa complicidad.

Es mérito de Villalobos que, de cara a esta sombría «modalidad


aceptada», encuentre inspiración quien, tras la faceta de lector, desea
convertirse también en amateur de un Periodismo capaz de fusionar arte y
oficio. La razón podría estar relacionada con la especial convicción y
entusiasmo con que le confía la oportunidad de convertirse en uno de los
protagonistas de la evolución que el tratamiento de la información y el formato
impreso necesitan para aventajarse a los medios digitales y brindar al usuario
una experiencia comunicacional realmente única, justamente con sello de
autor.

Lo cierto es que sobre las causas y azares del Periodismo de opinión aún
queda mucho que decir. Corresponde pues, a los verdaderos profesionales,
alzar las voces que recuperarán los espacios en los que surgirá esta nueva era
del quehacer informativo.

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