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Sobre la idea de decisión judicial correcta *

Flavia Carbonell Bellolio **

Resumen
Este artículo es un ejercicio analítico que tiene por objeto contribuir a cla-
rificar el significado de la expresión “decisión judicial correcta”, centrándose
especialmente en este último adjetivo. Propone considerar “correcto” como un
atributo cuya función es dar cuenta de la existencia de una relación de ajuste en-
tre algo y un parámetro preestablecido. Se trata de una forma de correlación que
admite diversos contenidos. Así, el significado sustantivo de “correcta”, por una
parte, varía según sea el tipo de corrección a la que se haga referencia —de qué
cosas se predica y qué tipo de operación involucra— y, por otra, es theory-depen-
dent, es decir, depende de la aproximación teórica e ideológica que se tenga en
materia de concepto de derecho, interpretación jurídica y aplicación judicial del
derecho. En la parte final, se presenta una tipología de los criterios de corrección
aplicables a decisiones judiciales.
Palabras clave: Decisión judicial correcta. Criterios de corrección en el dere-
cho. Corrección epistémica. Corrección axiológica. Verdad. Objetividad.

Abstract
This article is an analytical exercise which aims at clarifying the meaning of
the phrase “correct judicial decision”, by focusing specially in the first adjective.
It proposes to consider “correct” as an attribute that has the function of account-
ing for the existence of a relation of fit between something and a pre-established
parameter. This relation admits different contents. Thus, the substantive mean-
ing of “correct”, on the one hand, varies according to the type of correctness
under reference —what things are said to be correct and which kind of activity
takes place— and, on the other, is theory-dependent, in that it depends on the
theoretical and ideological approach used with regard to the concept of law, legal

*  Este artículo se ha beneficiado del debate tenido en los seminarios del Istituto Giovanni Tarello,
Derecho y Justicia (UC3M), y Derecho Penal y Filosofía del Derecho (PUCV). Agradezco las sugerencias
de todos quienes participaron en estas instancias, y especialmente los comentarios de Paolo Comanduc-
ci, Riccardo Guastini, Giovanni Battista Ratti y Cristina Redondo. Asimismo, me fueron muy útiles las
observaciones que me hicieran Álvaro Núñez y Rodrigo Coloma a las primeras versiones de este texto.
No estoy segura que haya sabido resolver las cuestiones que todos ellos, generosamente, me plantearon.
**  Profesora de teoría del derecho, Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile. Email: fla-
via.carbonell@gmail.com. Dirección: Abdón Cifuentes 217, CP 8370120, Santiago, Chile.

ANALISI E DIRITTO 11
2015: 11-46
Flavia Carbonell Bellolio

interpretation and adjudication. The last section presents a typology of criteria of


correctness for judicial decisions.

Keywords: Correct judicial decision. Criteria of correctness in law. Epistemic


correctness. Axiological correctness. Truth. Objectivity.

Con cierta frecuencia, escuchamos frases o leemos oraciones pronunciadas


o escritas tanto por legos como por juristas que tienen por propósito juzgar una
determinada decisión judicial como correcta o incorrecta. Para dar cuenta de
ello, utilizan distintas expresiones tales como “aquel juez decidió al margen de la
ley”, “este fallo es injusto”, “esta decisión se ajusta a derecho”, “la Fiscalía pre-
sentó una versión incorrecta sobre los hechos del caso”, “el tribunal interpretó
correctamente el derecho”, “la única interpretación conforme con la Constitu-
ción resulta ser esta, y es la que sirve de base a mi decisión”, “no es verdad que
Pedro mató a Juan”. Proposiciones como estas, emitidas por distintos sujetos
queriendo significar diversas cosas, pueden todas, sin embargo, comprenderse
desde la díada decisión judicial correcta y decisión judicial incorrecta.
En las líneas que siguen, me gustaría explorar los posibles significados de
la afirmación “la decisión judicial X es correcta”. Se trata de un enunciado que
puede ser afirmado por los operadores de un sistema jurídico, al igual que por
los legos de la comunidad dentro de la cual funciona dicho sistema. Aquí me in-
teresa el o los potenciales contenidos semánticos que operadores especializados
atribuyen a aquel enunciado, es decir, personas que tienen conocimiento del de-
recho —de los enunciados normativos y normas que lo integran—, de la dogmá-
tica —entendida simplificada y ampliamente como el aparato conceptual que re-
flexiona sobre aquellos enunciados y normas— y de las instituciones que crean,
modifican y aplican el derecho. Para concretizar la cuestión, me centraré en un
tipo de operador especializado: un jurista que emite un juicio a posteriori sobre
una decisión cualquiera, la decisión X, pronunciada por un juez. Despejada esta
variable, me concentraré en los significados de “decisión judicial correcta”, y
particularmente, en qué entienden por esa expresión algunos filósofos y algunos
teóricos del derecho contemporáneos, para de esa manera poder dar contenido
al juicio del jurista. Así, el desarrollo que sigue será metateórico y no empírico;
además, se prescindirá del contenido normativo de sistemas jurídicos concretos  1.

1.  Corrección: significado genérico

En el lenguaje común, se dice que algo es “correcto” cuando se quiere emitir


un juicio positivo sobre ese algo —por ejemplo, “Clara actuó correctamente al

1 
Ello, sin perjuicio de que dicho contenido pueda influir para que una decisión concreta sea
juzgada como correcta.

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Sobre la idea de decisión judicial correcta

ayudar a una no vidente a cruzar la calle”—. Este mismo signo aprobatorio está
presente cuando se usa la expresión en áreas especializadas del conocimiento,
como la teoría y la práctica del derecho, en filosofía de la ciencia y en filosofía
moral. Ejemplos de ello son las oraciones “el derecho formula una pretensión
de corrección moral”, “la sentencia que califica una conducta como delito de
secuestro consumado realizó una correcta aplicación del derecho”, “la teoría de
la relatividad es correcta” y “una acción es moralmente correcta si produce la
mayor utilidad de una persona o la mayor utilidad global de todas las personas
que otros cursos de acción posibles para el sujeto”.
Sin embargo, más allá de este carácter positivo, pareciese que, genéricamente,
“correcto” o “corrección” —y sus antónimos, “incorrecto” e “incorrección”—
no tienen ningún significado sustantivo a priori. Más bien, estas locuciones tienen
un contenido estructural que consiste en dar cuenta de una relación de ajuste de
una cosa con otra cosa; o en describir el resultado de una operación de contraste
entre una cosa y un parámetro o criterio prefijado. Cuando el ajuste se produce,
o el contraste arroja conformidad, se dice que la cosa objeto de comparación es
correcta; en caso contrario, se dice que es “incorrecta”. Así, funciona como un
designador flexible de una relación de ajuste de cualquier contenido epistémico
o axiológico —esto es, de una relación que se da entre diversas cosas y diversos
parámetros— que se valora positivamente por quien emite el juicio.
En lo que sigue, emplearé “correcta/o” y “corrección” como un adjetivo y un
sustantivo, respectivamente, en este sentido estructural. Ello permite considerar
la palabra “corrección” como un paraguas terminológico que posibilita la re-
construcción de distintos debates filosófico-jurídicos que versan sobre qué es lo
que hace a una decisión judicial una decisión correcta. En efecto, nociones como
“verdad” y “objetividad” desempeñan una función homóloga a la de corrección
en distintas teorías científicas, morales y jurídicas: hacen referencia al resultado
de una relación de ajuste y singularizan el parámetro con el que la cosa bajo exa-
men se contrasta  2. Volveré sobre estas nociones más adelante.
Por otra parte, el atributo “correcta/o” se aplica a diversas cosas, tales como
enunciados o afirmaciones, acciones, conductas, normas y decisiones. Respecto
de todas estas cosas existe intervención humana en alguna medida; por el con-
trario, estos términos no se emplean para calificar directamente eventos de la
naturaleza, careciendo de sentido expresiones tales como “aquel terremoto es
incorrecto” o “es correcto que hoy llueva”. No debe confundirse estos ejemplos,
claro está, con la calificación como correctos o incorrectos de enunciados que
hacen referencia a estos eventos de la naturaleza, sea simplemente para descri-

2 
Así, en la frase “este enunciado es verdadero”, el enunciado es el objeto que se contrasta con un
parámetro, en este caso, un criterio de verdad —por ejemplo, verdad como correspondencia o verdad
como coherencia—, y dicho contraste arroja la calificación del enunciado como “verdadero”. También
podrían incluirse aquí, aunque no las desarrollaré, las nociones de bondad, justicia y racionalidad. “La
decisión judicial es justa”, por ejemplo, correlaciona el objeto “decisión judicial” con un criterio de
corrección, como puede ser la justicia entendida como satisfacción de las reglas de una concepción
procedimental de la justicia, o una utilitarista o comunitarista.

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Flavia Carbonell Bellolio

birlos, sea para formular una ley científica, sea, entre otras cosas, para atribuirles
algún efecto causal en una situación o contexto determinado. Esta última des-
cripción, formulación y atribución pueden, perfectamente, juzgarse de acuerdo
al binomio verdad/falsedad, reconducibles a correcto/incorrecto, de acuerdo al
significado genérico aquí atribuido a corrección.

2.  Corrección: significado específico

Ahora bien, cuando la pregunta ya no consiste en saber qué significa genéri-


camente “correcta/o” y “corrección”, sino que se quiere indagar qué quiso decir
el jurista que emite un juicio de corrección a posteriori sobre una decisión judicial
determinada —significado específico—, el foco de atención recae precisamente
en qué se entiende por decisión judicial y qué se entiende por la corrección de
aquella. Es decir, se debe clarificar cuál es el objeto del que se predica correc-
ción —qué se entiende por “decisión judicial”— y cuál es el/los parámetro/s de
corrección que se entiende/n satisfecho/s —qué se entiende por “correcta”—.
Para desambiguar los posibles significados específicos de correcta, por su parte,
hay que tener en cuenta, a lo menos, dos elementos: a) la cosa de la se predica
corrección y el tipo de operación de contraste involucrada; b) el/los postulados
teóricos y/o ideológicos que dan contenido al parámetro de contraste.

2.1.  Decisión judicial

Por decisión judicial entenderé el procedimiento —y el resultado de este pro-


cedimiento— que lleva a cabo el juez para resolver un problema con relevancia
jurídica que ha sido sometido a su conocimiento  3. De esta manera, “decisión
judicial” incluye tanto la formulación de las partes que componen este procedi-
miento (premisas justificadas)  4 como el resultado o decisión final (conclusión),
que se obtiene de la subsunción de la premisa fáctica —cadena de enunciados
referidos especialmente a hechos— en la premisa normativa —cadena de enun-
ciados cuyo objeto son especialmente normas—. A efectos de aplicar el califica-

3 
Sigo la clásica distinción entre actividad-producto, que se emplea también en materia de inter-
pretación. Por ejemplo, Guastini señala que interpretar «denota, grosso modo, o bien la actividad de
averiguar o decidir el significado de algún documento o texto jurídico, o bien el resultado o producto
de esa actividad: el significado mismo», Guastini 2001: 2-3.
4 
A esto se denomina justificación externa. Guastini sostiene acertadamente que la justificación
externa consiste en dos cadenas de argumentos: a)  el conjunto de argumentos que fundan la elección
de la premisa normativa (tesis interpretativas); b) conjunto de argumentos que sostienen la premisa
cognoscitiva o fáctica (enunciados sobre hechos). Guastini 2004: 128 y ss. Bulygin señala que la deci-
sión judicial puede usar —y no solo mencionar— en su justificación a más de las premisas normativa
y fáctica, premisas de carácter analítico. Las premisas analíticas están presentes cuando el objeto del
juicio consiste en determinar si algo pertenece o no a una categoría jurídica, o dicho en otras palabras,
si la presencia de una propiedad implica la presencia de otra propiedad, Bulygin 1991: 33 y ss.

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Sobre la idea de decisión judicial correcta

tivo “correcto” a la decisión judicial, solo me haré cargo de las premisas y del
resultado en tanto textos o documentos  5, sin hacer referencias al “contexto de
descubrimiento”  6, esto es, sin incluir en el análisis las actividades mentales o
procesos psicológicos del juez que lo conducen a generar y justificar las premisas
y la conclusión. Tampoco me detendré mayormente en la expresión “decisión
judicial”, sino que caracterizaré brevemente sus partes  7.
La premisa fáctica es un enunciado  8 que resulta de una serie de pasos y/o de-
cisiones fraccionarias que “transforman” los hechos brutos en hechos del caso  9.
En primer lugar, y sobre la base de las interpretaciones que se realizan de las dis-
posiciones normativas, se seleccionan los hechos del caso —se individualizan— y
se determinan las circunstancias relevantes del mismo que han de ser objeto de
prueba. La interpretación del supuesto de hecho de la disposición normativa
permite la calificación jurídica del hecho concreto, esto es, la subsunción en la
clase de casos previstos por la norma, y la identificación de las características del
supuesto de hecho abstracto presentes en el caso concreto  10. En segundo lugar,
deben usarse las normas que rigen la prueba de los hechos en un sistema jurídico
dado. En palabras simples, prueba es un hecho u objeto que se observa directa-
mente y que induce a tener por acaecido otro hecho pasado respecto del cual no
cabe observación directa  11. A través de la prueba, se conjeturan nexos causales
entre eventos y se articulan proposiciones descriptivas sobre hechos presentes
que dan soporte a proposiciones descriptivas sobre hechos pasados, y que calzan
con la descripción prevista en la norma a aplicar. En tercer lugar, el juez debe
valorar la prueba de acuerdo al sistema de valoración que rija en el ordenamien-
to jurídico respectivo —por ejemplo, prueba legal o tasada, sana crítica o libre

5 
Vid. la distinción entre razonamiento-actividad y razonamiento-documento que hace Coman-
ducci 1999a: 73 y ss.
6 
La referencia subyacente es a la clásica distinción entre contexto de descubrimiento y contexto
de justificación. Vid., por todos, Reichenbach: 6 y ss.; 382 y ss.
7 
Me parece que esta forma de presentar la decisión judicial puede ser ampliamente aceptada.
8 
Empleo la palabra “enunciado” preferentemente para referirme a enunciados sobre hechos o
a enunciados descriptivos. En los casos en que hago alusión a enunciados contenidos en normas ju-
rídicas —esto es, a los textos que están en las fuentes del derecho— empleo la expresión “enunciado
normativo” o “disposición normativa”.
9 
La selección de los hechos, prueba y valoración de la prueba son las tres etapas que distingue
García Amado 2010: 72 y ss.
10 
Respecto de las decisiones “fraccionarias” que configuran el modelo descriptivo decisional sus-
tantivo, Wróblewski describe aquella referida a los hechos como la «aceptación de los hechos del caso
como probados y descripción en el lenguaje de la regla de derecho sustantivo aplicada (decisión de
evidencia o prueba)», que luego serán subsumidos bajo la regla de derecho sustantivo aplicada, Wró-
blewski 1992: 30 y ss.
11 
Guastini 2004: 134. Hay algunas tesis que hablan de “interpretación de los hechos” para referir-
se a la calificación jurídica de un hecho o incluso algunas veces para referirse a la prueba de los hechos.
Guastini dice que “interpretar un hecho” es una expresión infeliz, toda vez que es confuso el objeto al
que se hace referencia: el texto jurídico, específicamente, el supuesto de hecho genérico en el que se
pretende subsumir un hecho en concreto; un evento, acto o comportamiento para conjeturar sobre la
intención del agente, o subsumirlo dentro de una clase de actos, o calificarlo jurídicamente dentro del
supuesto de una norma, Guastini 2011: 9.

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Flavia Carbonell Bellolio

convicción—. En ese ejercicio de valoración, recurre a los estándares de prueba


que el sistema contemple, que suelen variar según la materia regulada —por
ejemplo, el estándar “más allá de toda duda razonable”, “la inferencia a la mejor
explicación”, “probabilidad prevaleciente”, “prueba clara y convincente”—. En
cuarto lugar, el juez acepta como probados los hechos y los describe en el lenguaje
de la regla de derecho sustantivo aplicada  12.
La premisa normativa es el resultado de una cadena de enunciados interpre-
tativos y argumentos que los apoyan y que sirve de premisa mayor al silogismo.
Contiene una norma que describe en forma general y abstracta una conducta o
supuesto de hecho, atribuyéndole una determinada consecuencia jurídica. La ma-
yoría de estos enunciados son enunciados interpretativos, es decir, aquellos que
atribuyen significado a las disposiciones normativas de fuentes del derecho. En
ese sentido, la premisa normativa generalmente es compleja, en tanto se confor-
ma por más de una norma extraídas a través de la interpretación de las disposicio-
nes normativas; el contenido de cada norma —el significado de las disposiciones
normativas en las que se sustenta— requiere ser justificado mediante argumentos.
Desde el punto de vista de la forma de la premisa normativa, se ha sostenido por
algunos autores que siempre es posible reconstruir la cadena de enunciados y
argumentos de manera silogística. El requisito de fondo es que la premisa esté
externamente justificada, y para ello se emplean distintos argu­mentos  13.
La decisión es la conclusión resultante de subsumir la premisa fáctica en la
premisa normativa. Desde el punto de vista normativo, es una norma individual
que resuelve el caso concreto mediante la aplicación de una regla, atribuyendo
las consecuencias jurídicas previstas por dicha regla para el caso genérico del
que el caso concreto constituye una especie. A esta subsunción se denomina
“justificación interna”  14.

12 
Esta fase la tomo de Wróblewski 1992: 30 y ss.
13 
La tesis de que la motivación de la sentencia puede ser internamente reconstruida en forma de
cadena de silogismos es sostenida por Chiassoni 1999: 155 y ss., y por Comanducci 1999a: 100. Coman-
ducci agrega que las interpretaciones contenidas en la premisa normativa deben estar interna y externa-
mente justificadas; para la justificación interna de una interpretación se recurre a premisas tales como
disposiciones legales, directivas de interpretación justificación y criterios de valoración. La justificación
externa consiste en dar razones en apoyo del tipo de premisas empleadas y en fijar metacriterios que
resuelvan las disputas entre criterios cuya aplicación conduzca a resultados interpretativos diversos.
Se trata del modelo simplificado de justificación racional de la tesis interpretativa (ibid., pp. 99-102).
14 
La conocida distinción entre justificación interna y externa la introduce Jerzy Wróblewski 1974:
33 y ss. La justificación interna es aquella que intenta determinar la consistencia lógica entre la decisión
del juez y las premisas de su razonamiento. La justificación externa se refiere a la fundamentación de
las premisas normativa y fáctica empleadas, determinando su corrección o verificando su justificación.
Con posterioridad, la emplea en otros escritos, por ejemplo, Wróblewski 1988: 11. Referencias a esta
popular distinción se pueden encontrar, entre otros, en Alexy 1989a: 214 y ss., y en Atienza 2003: 26.
La distinción entre justificación interna y externa es útil para mostrar que se realizan tres operacio-
nes diversas cuando el juez aplica el derecho: a) una operación en la que se justifican las decisiones in-
terpretativas que originan la formulación de la premisa normativa que regula el caso; b) una operación
en que se valora la prueba y se construye un discurso sobre los hechos que es el contenido de la premisa
fáctica; c) una operación en que el juez deriva una norma individual —contenido de su decisión— en-
cuadrando el discurso sobre los hechos en la norma que regula el caso. Guastini indica que, en realidad,

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Sobre la idea de decisión judicial correcta

2.2.  “Correcta”: de qué cosas se predica


Dependiendo del tipo de cosas de las que se predica el ajuste a un determina-
do parámetro y del tipo de operación de ajuste involucrada, se pueden distinguir
dos grandes tipos o posibles significados específicos de “corrección”: corrección
epistémica y corrección axiológica.
Por una parte, los adjetivos “correcto” e “incorrecto” se emplean para cali-
ficar versiones o enunciados sobre hechos. Más ampliamente, se predican de las
afirmaciones que cumplen con determinados criterios de validación. Desde un
punto de vista epistémico, decir que un enunciado es correcto equivale aproxi-
madamente a afirmar que es verdadero. Ello significa que su calificación como
“correcto” implica una operación cognitiva de contraste entre el enunciado y un
criterio, ya sea que este último se refiera a la comprobación de la ocurrencia de
hechos en el mundo físico, ya sea que se relacione con la correspondencia o co-
herencia de una afirmación con un conjunto más amplio de afirmaciones, entre
otros criterios. En adelante, usaré indistintamente las expresiones “corrección
como problema epistémico” y “corrección epistémica” para referirme a este tipo
de corrección. Un ejemplo de este primer significado específico de corrección
sería “‘Antonio compró veneno para ratones en el supermercado el día 21 de
mayo’ (E) es un enunciado que ha resultado probado en el juicio”; o, reformula-
do, “E es verdadero”, “E es epistémicamente correcto”.
Por otra parte, los adjetivos “correcta” e “incorrecta” califican acciones, nor-
mas o decisiones cuando cumplen con determinados criterios o estándares fijados
por la moral o el derecho. En un sentido axiológico, afirmar que una acción,
norma o decisión es correcta equivale, dependiendo del postulados teórico que
se siga, a afirmar que es buena, justa o válida, lo que requiere de una operación
de valoración que compara la acción, norma o decisión con un criterio o estándar
moral o jurídico. Aquí las acciones, normas o decisiones tienen en común que
son productos humanos susceptibles de evaluación en tanto, normalmente, con-
llevan una toma de posición ético-normativa  15. En lo que sigue, usaré indistin-
tamente las expresiones “corrección como problema axiológico” y “corrección
axiológica” para referirme a este tipo de corrección. Ejemplos del uso de co-
rrección en sentido axiológico son: “‘Los textos T significan N’ es una interpre-
tación mala/incorrecta/injusta”  16; “La decisión del juez de calificar la acción de

el razonamiento deductivo se estructura con más premisas que la premisa fáctica y normativa: 1) la
primera premisa es la regla que se aplica —expresa o inexpresa— fruto de interpretación decisoria o
de creación; 2) la segunda premisa es una proposición fáctica que describe los hechos del caso; 3) la
tercera premisa es un enunciado subsuntivo genérico; 4) la cuarta premisa es un enunciado subsuntivo
individual —interpretación en concreto—; 5) finalmente está la conclusión como regla individual y
concreta, Guastini 2011: 258.
15 
Dejo fuera de este estudio las acciones o decisiones que no implican operaciones de valoración,
por ejemplo, aquellas que resultan del azar.
16 
Para entender este juicio como ejemplo de corrección axiológica es necesario adherir a una
teoría escéptica de la interpretación, según la cual el significado de la norma no se “conoce” sino que
se “atribuye” por el intérprete. Vid. infra n. 45.

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Flavia Carbonell Bellolio

Antonio como delito de homicidio —y no como cuasidelito de homicidio, como


alegaba la defensa— es jurídicamente correcta”  17; “La acción de Antonio de
dar de beber agua envenenada a su novia, causándole la muerte, es moralmente
reprobable/incorrecta”.
A esta gran clasificación entre corrección epistémica y corrección axiológica  18
es posible agregar la “corrección lógica”, que califica el cumplimiento de las
reglas lógicas del silogismo en el paso de las premisas a la conclusión y que es el
resultado de una operación de subsunción.

2.3.  “Correcta”: dependencia teórica de los criterios

Apuntados los principales tipos de corrección —que vienen dados tanto por
la cosa que es objeto de contraste como por la clase de operaciones de ajuste que
se llevan a cabo— una siguiente ambigüedad del término “correcta” viene dada
por los diversos usos que de él hacen filósofos, juristas y teóricos y la consiguien-
te pluralidad de significados resultante. En realidad, el significado de “correcta”
es theory-dependent  19.

17 
Al igual que en el ejemplo anterior, para entender este juicio como ejemplo de corrección axio-
lógica se requiere asumir que la calificación jurídica de un hecho es una decisión que involucra valo-
raciones.
18 
Podría pensarse que esta es una distinción similar a la que utiliza Diciotti cuando señala que hay
dos sentidos en que los juicios interpretativos pueden ser calificados como correctos: correctos en el
sentido de verdaderos, correspondientes a hechos o fundado en hechos; correctos en el sentido de jus-
tos, fundados en normas y valores. Sin embargo, la distinción de este autor se aleja de la aquí propuesta
porque: a) se limita a juicios interpretativos, es decir, a enunciados que interpretan textos o fuentes del
derecho (y que aquí se consideran parte de la premisa normativa); b) procede de la distinción entre
dos tipos de cuestiones interpretativas, teóricas y prácticas, dependiendo del tipo de pregunta a la que
aquellos juicios responden: cuál es el contenido del texto T y cuál contenido debe ser/es bueno que sea
atribuido al texto T; c) la cuestión teórica asume que la interpretación envuelve actividades puramente
cognitivas (siendo las distintas propuestas al respecto criticadas por el propio autor), Diciotti 2008:
1119-1126.
19 
Empleo la expresión theory-dependent en un sentido amplio, incluyendo aproximaciones teóri-
cas e ideológicas, para señalar que tanto la teoría como la ideología condicionan el contenido del juicio
de corrección. La distinción entre teoría e ideología que empleo aquí es sencillamente la que utilizan los
filósofos analíticos y que, en último término, presupone la posibilidad de distinguir conceptualmente
entre ser y deber ser y, consiguientemente, avala la utilidad de distinguir entre un uso descriptivo y un
uso prescriptivo del lenguaje. Así, la teoría versa sobre aquello que es y que puede ser objeto de des-
cripción por parte de un individuo; la ideología versa sobre aquello que debe ser y cumple una función
normativa que aspira a dirigir el comportamiento —en este caso de los estudiosos y operadores del
derecho— hacia la realización de determinados valores. En palabras de Tarello, la ideología cumple
una «función de instrumento de política cultural en general y de política del derecho en específico»,
Tarello 1984: 276. Y como indica Comanducci, la palabra “ideología” considerada como “política del
derecho” no tiene una valoración metaética negativa, Comanducci 1991: 272. Bobbio también realiza
la distinción entre teoría e ideología. Por “teoría” entiende un conjunto de enunciados entrelazados a
partir de los cuales se describe e interpreta un cierto grupo de fenómenos con un alto grado de gene-
ralización y luego se le unifica como un sistema coherente (una forma de entender la realidad para dar
una descripción y explicación global de la misma, que se distingue de una aproximación a ella). Por
“ideología”, en cambio, entiende una toma de posición frente a la realidad, que se funda en un sistema

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Sobre la idea de decisión judicial correcta

En lo que sigue, entenderé por juicio de corrección el enunciado que expresa


el (des)ajuste o contraste entre un enunciado sobre hechos, o una norma, acción
o decisión, y los parámetros fijados por una determinada tesis o teoría. “Co-
rrecto” quiere decir, entonces, que la afirmación o enunciado, o que la norma,
acción o decisión, se ajusta al parámetro con el que se realiza el contraste; en
este sentido, significa “correcto según la teoría X”, y desde el punto de vista
de quien lo afirma, equivale a decir “me adhiero a la teoría X”. Los criterios de
corrección son los distintos parámetros o elementos construidos desde múltiples
propuestas teóricas para evaluar afirmaciones o enunciados, o normas, acciones
y decisiones.
Un análisis del lenguaje de los filósofos y de los filósofos del derecho permite
detectar los usos más frecuentes de “correcta” y “corrección”, a la vez que, tal
como se ha indicado, el recurso a otras palabras que se empleen para designar
esta misma relación de ajuste  20. Un panorama completo requiere, además, tomar
en consideración los autores que rechazan explícita o implícitamente el uso de
este tipo de calificativos para las decisiones judiciales.
En efecto, este análisis revela que existen distintos modos de pensar la co-
rrección en el derecho, en general, y la corrección de la decisión judicial, en
particular. Una de las fuentes de esta diversidad proviene de la forma de hacer
teoría del derecho; más concretamente, de la perspectiva teórica e ideológica que
se adopte, y de los consiguientes presupuestos ontológicos, epistemológicos y
metodológicos que se asuman. Ello lleva a que se califiquen como correctos dis-
tintas cosas y se asignen múltiples contenidos sustantivos al juicio de corrección,
sobreviviendo tan solo la estructura de relación de ajuste.
Las mayores divergencias se producen en la manera de entender la premi-
sa normativa. Algunos consideran que, en su formulación, intervienen princi-
palmente operaciones cognitivas y no —o no exclusivamente— operaciones de
valoración. Con relación a la premisa fáctica, si bien hay divergencias en cuanto
al/los criterios de verdad aplicable —criterio de corrección epistémica—, la ma-
yoría de los autores estaría de acuerdo en aceptar la naturaleza —al menos en
parte— cognitiva del proceso que la formula  21.

de valores más o menos conocido, y que se manifiesta a través de juicios de valor que tienden a ejercer
una influencia sobre la realidad, conservando la realidad como es si la valoración es positiva o modifi-
cándola si es negativa, Bobbio 1961: 16.
20 
Por cierto que el lenguaje de los filósofos del derecho está impregnado de expresiones y sentidos
de expresiones que provienen de otros ámbitos filosóficos, y respecto de la corrección de decisiones
judiciales, provienen particularmente de la filosofía de la ciencia y de la filosofía moral. Un análisis de
estos otros dos ámbitos excede con creces los objetivos y pretensiones de este escrito, pese a lo cual se
harán algunas referencias a importaciones que los filósofos del derecho han hecho del significado de
expresiones construidas originalmente al alero de estas otras dos disciplinas.
21 
Sin embargo, hay varios autores de los que se verán a continuación que no tratan la cuestión de
la premisa fáctica.

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Flavia Carbonell Bellolio

2.4.  Sobre la corrección de la premisa fáctica: verdad y objetividad

Un rasgo distintivo de la premisa fáctica es que contiene enunciados que


describen hechos  22. Hay relativo consenso en que el parámetro de corrección
epistémica de los enunciados es la verdad. Según Austin, la verdad o falsedad
solo puede predicarse, precisamente, de enunciados o aserciones (statements,
assertions)  23.
Desde la epistemología y la filosofía de la ciencia, se han explorado varios
criterios de verdad aplicables a los enunciados y al conocimiento del mundo que
producen. Entre ellos se encuentran la teoría de la verdad como correspondencia
—en su variante semántica y no semántica—, la teoría coherentista de la verdad,
una variante de la teoría consensual de la verdad y la doctrina falibilista de la
verdad. Las enuncio a continuación muy condensadamente.
Tarski es uno de los más conocidos exponentes de la teoría de la verdad como
correspondencia en su variante semántica. Para este autor, “verdadero” expresa
una propiedad de las oraciones que requiere de otras nociones semánticas para
su definición  24. La definición debe dar cuenta de la dicotomía entre lenguaje-
objeto y meta-lenguaje, tal que en un esquema como el siguiente

(T) X es verdadero sí, y solo sí, p

“X” es el nombre de la oración “p”, “si y solo si” es un conector lógico, y


“p” es una oración arbitraria. Los dos primeros elementos pertenecen al meta-
lenguaje (lenguaje que se refiere al lenguaje objeto), en tanto el último es parte
del lenguaje objeto (lenguaje sobre el cual se habla)  25. Esta es la llamada Con-
vención-T de Tarski. En el ejemplo clásico, si X es el nombre para “la nieve es
blanca”, “la nieve es blanca” es verdadera si, y solo si, la nieve es blanca. El ajuste
para calificar un enunciado como verdadero, por tanto, se produce entre el nom-
bre de la oración (“X”) y la oración arbitraria (“p”).

22 
El ejercicio de descomponer la premisa fáctica en distintos enunciados y decisiones evidencia
que, en su formulación, no se llevan a cabo exclusivamente operaciones cognitivas; dicho de otra
forma, que si bien puede considerarse que un rasgo distintivo de la premisa fáctica es que contiene
enunciados que describen hechos, además contiene otros elementos no descriptivos, sino valorativos.
Así, por ejemplo, si siguiésemos la distinción de Jordi Ferrer entre tres momentos de la actividad
probatoria en el proceso —formación del conjunto de elementos de juicio, valoración y decisión so-
bre los hechos— solo en el primer momento, en el que se practica la prueba, se aprecia con mayor
claridad la naturaleza epistémica de la operación destinada a probar la verdad de un enunciado sobre
los hechos, mientras que los otros momentos necesariamente incluyen operaciones de valoración. Vid.
Ferrer 2007: 66 y ss. De ahí que, en esta parte, me refiero solo a este rasgo distintivo de prevalencia
de aspectos epistémicos en la formulación de la premisa fáctica. Agradezco a Giovanni Battista Ratti
por esta observación.
23 
Los enunciados son emisiones lingüísticas (palabras, oraciones), formuladas por un hablante
o escritor, referidas a un determinado evento o situación, y dirigidas a una audiencia, Austin 1950:
111-114.
24 
Tarski 1944: 343-346.
25 
En otro lugar Tarski especifica esta forma la Convención T. Vid. Tarski 1956: 187-188.

20
Sobre la idea de decisión judicial correcta

Las teorías de la correspondencia no semánticas tienen como exponentes a


autores empiristas como Carnap. Este autor señala que se debe distinguir clara-
mente entre “verdad” y “verificado” como cualidades atribuibles a un enunciado
científico —o entre verdad y conocimiento de la verdad (o verificación)—. Con-
sidérense las dos oraciones siguientes, con las que el autor ejemplifica: 1) “La
sustancia que contiene este recipiente es alcohol”; y 2) “La oración ‘la sustancia
que contiene este recipiente es alcohol’ es verdadera”. En el primer caso, la ora-
ción es o bien verdadera o bien falsa; en el segundo caso, “verdadera” quiere
decir que alguien ha tomado conocimiento en un tiempo t, a través de un proce-
dimiento de verificación, de que la sustancia de aquel recipiente es alcohol. Car-
nap afirma que estas oraciones son “lógicamente equivalentes”, es decir, tienen el
mismo contenido fáctico; una implica la otra; la aceptación de una requiere de la
aceptación de otra; y transmiten la misma información de forma diferente. Esta
equivalencia lógica solo es posible si se asume el concepto semántico de verdad
de Tarski  26. No obstante, insiste en que “verdadero” (oración 1) y “verificado”
(oración 2) son conceptos distintos.
Por tanto, para predicar la verdad o falsedad no es necesario que se haya
confirmado su verdad, toda vez que muchas veces una oración no es objeto de
verificación y, no obstante, puede ser verdadera o falsa. En cambio, para pre-
dicar que una oración se ha verificado es necesario que efectivamente se haya
“verificado” en sentido débil o que se haya confirmado por evidencia con algún
grado de probabilidad en un tiempo determinado. Así, los valores dicotómicos
de verdad son muy diferentes a los valores múltiples de probabilidad lógica  27.
Este autor renuncia, de esta manera, a una verificación absoluta en favor del
principio de confirmación: «Un término (predicado) es un término científico
legítimo (tiene contenido cognoscitivo, posee significado empírico) si y solo si es
posible confirmar, al menos en algún grado, una oración que asigna el término
a un caso dado»  28 y en tanto obtiene confirmación, es verdadero (en sentido no
absoluto).
En términos generales, las teorías coherentistas postulan que la verdad de
cualquier proposición consiste en su coherencia con un conjunto dado de propo-
siciones. Estas teorías difieren de las teorías de la verdad como correspondencia
en su variante no semántica en dos aspectos: primero, en el tipo de relaciones en-
tre las proposiciones y sus condiciones de verdad (coherencia y correspondencia,
respectivamente); segundo, en el tipo de condiciones de verdad (proposiciones y
características objetivas del mundo, respectivamente). Estas condiciones de ver-
dad de las proposiciones son aquellas circunstancias bajo las cuales el hablante
emite una proposición. Dentro de las teorías coherentistas, las divergencias se
producen por las diferentes formas de dar cuenta de la relación de coherencia y
por las diversas maneras de configurar y especificar el conjunto de proposicio-

26 
Carnap 1946: 598-599.
27 
Carnap 1945: 529-531.
28 
Carnap 1946: 602.

21
Flavia Carbonell Bellolio

nes —creídas o tenidas como verdaderas— con las que la proposición verdadera
debe ser coherente  29.
Hempel explica cómo los positivistas lógicos han evolucionado desde un con-
cepto de verdad como correspondencia a una teoría parcialmente coherentista.
Los positivistas lógicos parten de la noción de verdad del Tractatus de Wittgens-
tein, que solo atribuye el predicado verdadero a aquellos enunciados que descri-
ben hechos o estados de cosas existentes, es decir, a enunciados empíricamente
verificables en el mundo. El mundo es reducible a sus partículas elementales, los
hechos atómicos, y “cada enunciado se concibe como una función de verdad de
los enunciados atómicos”. El problema de esta concepción, arguye Hempel, es
que al existir una “fisura entre los enunciados y la realidad” que muchos autores
no estarían dispuestos a negar, los enunciados no se comparan directamente con
la “realidad” ni con “hechos”, sino más bien con otros enunciados científicos
verdaderos o previamente tenidos o aceptados como verdaderos  30.
La teoría de Rescher, por su parte, hace equivalentes “verdad” y “coherencia
ideal”: la verdad de una proposición está dada por la coherencia óptima de dicha
proposición con una base de datos ideal. Junto con este requisito de adecuación,
defiende que una teoría de la verdad debiese garantizar una continuidad entre
aquello “aceptable-como-verdadero y la ‘verdad’”. Este requisito de continuidad
consiste en que “las proposiciones verdaderas sean coextensivas con creencias
justificadas criteriológicamente en circunstancias ideales”  31.
La tesis de las tradiciones científicas de Kuhn bien puede entenderse como
una concepción consensual de la verdad: ciencia —conocimiento científico—, es
aquello aceptado por una determinada comunidad científica (ciencia normal).
Los cambios de paradigmas que se producen tras una revolución científica  32, que
cuestiona algunos postulados de la ciencia normal, se convierten en científicos

29 
Young 2013. La relación de coherencia ha sido entendida: como consistencia, como vincula-
ción o consecuencia lógica y como soporte explicativo recíproco entre proposiciones. Con respecto al
conjunto de proposiciones que se requiere especificar como parámetro para afirmar la verdad de una
proposición, se entiende que consiste en proposiciones creídas o tenidas como verdaderas. No es, en
cambio, pacífico, quiénes deben tener esta creencia de la verdad de aquel conjunto de proposiciones
ni si debe vincularse a todas las personas reales en un momento determinado, a aquellas que tengan
capacidades cognitivas finitas, o a aquel conjunto de proposiciones que tendrían por verdaderas per-
sonas ideales u omniscientes.
30 
Hempel 1997: 482-483.
31 
Rescher 1997: 495-497.
32 
Las revoluciones científicas son precisamente estos “episodios extraordinarios” en los que se
produce el cambio de paradigma o de creencias dentro de una comunidad de científicos y que des-
truyen la tradición dominante, reemplazándola por otra incompatible con aquella. Se caracterizan por
actuar como polos de atracción de un grupo de científicos a la vez que son lo suficientemente abiertas
como para dejar cabida a la resolución de distintos tipos de problemas. Posteriormente, se erigen como
patrones o modelos aceptados, pese a que las razones por las cuales los científicos individuales los
aceptan suelen ser a la vez muchas y de variada índole, Kuhn 2006: 186. Podría argüirse que las teorías
consensuales de la verdad no son, necesaria o exclusivamente, de carácter epistémico. Una discusión
detallada de esta interesante cuestión excede, sin embargo, la finalidad de este artículo y la estructura
sinóptica de este apartado. Solo apuntaré que me parece que el elemento cognitivo sí está presente en
estas teorías, aunque pueda estarlo en combinación con elementos valorativos.

22
Sobre la idea de decisión judicial correcta

precisamente cuando son aceptados —como verdaderos— por aquella comuni-


dad e incorporados a la práctica científica.
Como un desarrollo de su criterio de falsación, Popper propone una teoría
falibilista de la verdad. En contra del relativismo histórico, argumenta que pese
a que no exista un criterio de verdad, hay un criterio para eliminar críticamente
el error —falsación— que permite acercarse a la verdad  33; la verdad absoluta o
verdad objetiva cumple la función de un ideal regulativo  34. Ante la imposibili-
dad de aseverar la verdad o falsedad de los enunciados científicos —que deriva
de la posibilidad de falsearlos— surge la “idea de un grado de mejor (o peor)
correspondencia con la verdad o de mayor (o menor) parecido o similitud a la
verdad”. Distinguiéndola del concepto de probabilidad, Popper habla de la idea
de (grados de) verosimilitud. Mientras mayor sea el grado de contenido empíri-
co de una hipótesis o teoría, menor es su probabilidad. Las teorías científicas son
genuinas conjeturas, intentos serios de búsqueda de la verdad o suposiciones
altamente informativas que, pese a no ser verificables, sí pueden ser sometidas
a crítica  35.
Según Popper, desde el punto de vista lógico, «[l]a lógica deductiva no es
solo la teoría de la transmisión de la verdad desde las premisas a la conclusión,
pero es también, al mismo tiempo, la teoría de la retransmisión de la falsedad des-
de la conclusión a, a lo menos, una de las premisas». En este sentido, argumenta,
la lógica deductiva se transforma en la teoría de la crítica racional, que consiste
en el intento de mostrar las conclusiones inaceptables que derivan del enunciado
sometido a crítica, para de esta manera refutarlo  36.
Para algunos, verdad y objetividad son términos más o menos intercambia-
bles si se entienden como criterios de corrección epistémica de los enunciados  37.
Así, según el mismo Popper, el conocimiento objetivo es aquel que se obtiene
con un método racional  38, el método crítico, que permite cuestionar el dogma
dominante y afirmar que todas las teorías son tentativas —falseables— y están

33 
Popper 2005: 179.
34 
Popper 2005: 199; Popper 2007: 6 y ss.; 21. De acuerdo con un concepto absoluto u objetivo
de verdad, una proposición es verdadera si se corresponde con los hechos; o si las cosas son como las
describe dicha proposición.
35 
Popper 2007: 294-298, 316, 154. Sobre grados de testeabilidad y corroboración.
36 
Popper 1996: 75.
37 
No todos están de acuerdo con hacer sinónimos objetividad y verdad. Hare, por ejemplo, em-
plea los referentes verdad y falsedad para calificar juicios descriptivos o la parte descriptiva de un
juicio moral, pero rechaza el empleo del par objetivo/subjetivo debido a que la considera una de las
principales fuentes de confusiones en filosofía moral. Abiertamente señala que no entiende lo que
quiere significarse con “la objetividad de los valores” y agrega que no ha conocido a nadie que lo haya
hecho. Pone el siguiente ejemplo. La actividad que consiste en decir o pensar que algo es incorrecto, y
que es conocida por todos, será llamada por un objetivista “una intuición moral” y por un subjetivista
“una actitud de desaprobación”; pero toda vez que no hay nada en la experiencia que permita descifrar
ninguna de estas afirmaciones, solo queda recurrir a aquella experiencia común y conocida por todos
que se da cuando se piensa que algo es incorrecto, y por tanto, no hay diferencia entre lo que señala
uno y otro, Hare 1972: 40-45; Hare 1976: 191-208.
38 
La plantea de forma sistemática por primera vez en Popper 1979.

23
Flavia Carbonell Bellolio

abiertas a la discusión crítica que permita eliminar los errores  39. La objetividad


es un resultado social al que debe precederle una actitud crítica recíproca, una
cooperación y competencia entre científicos, así como una red de instituciones
sociales y políticas que favorezcan la tolerancia y el debate libre  40.
En el caso de la clasificación propuesta por Searle, objetividad y verdad
también se encuentran relacionadas: la objetividad en sentido epistémico se
predica de juicios cuya verdad o falsedad es independiente de las actitudes, sen-
timientos y puntos de vista del sujeto (hablante u oyente), y que depende, por
el contrario, de hechos objetivos  41. Cuando decimos que algo es “objetivo”,
en el sentido epistémico delineado por Searle, ello tiene un efecto similar en el
oyente que decir que algo es “científico” o “racional”. En este caso, “objetivi-
dad” y “verdad” como criterios de corrección se traducen en “correspondiente
con hechos objetivos e independiente de actitudes subjetivas”. Similar es la
caracterización que hace Leiter de la objetividad epistémica, cuando señala que
esta exige que “el proceso cognitivo y los mecanismos a través de los cuales
formamos nuestras creencias sobre el mundo esté constituido de tal mane-
ra que ellos a lo menos tiendan a producir representaciones exactas de cómo
son las cosas”. Es decir, la objetividad epistémica se alcanza o bien cuando el
proceso cognitivo llega fidedignamente a representaciones exactas, o cuando
dicho proceso se encuentra libre de factores que producen representaciones
inexactas  42.

2.5.  Sobre la corrección de la premisa normativa

Enfocándonos ahora en la premisa normativa  43, pareciese posible distinguir


dos grandes posturas dentro de algunos de los más importantes representantes

39 
Popper 2005: 198.
40 
Popper 1996: 67; 72-73.
41 
Searle defiende una versión de la teoría de la verdad como correspondencia en el último ca-
pítulo de The Construction of Social Reality. Partiendo del criterio de desentrecomillación, llega a la
siguiente versión de la teoría de la correspondencia: para cualquier o, o es verdadera si y solo si o se
corresponde con el hecho de que p (o significa oración, aunque la fórmula original usa s de “sentence”;
“el hecho de que p” son las condiciones que deben satisfacerse para que la oración sea verdadera, esto
es, hechos), Searle 1995: 199 y ss. La verdad importa, argumenta, ya que verdadero y falso son términos
evaluativos que se refieren al éxito o fracaso de enunciados (y creencias) para alcanzar la dirección de
ajuste “palabra-(o mente)-hacia-el-mundo”. Vid. también Searle 2004. Junto con el sentido epistémico
de objetividad, Searle identifica también un sentido ontológico, que se predica de entidades cuya exis-
tencia es independiente del sujeto, Searle 1995: 7-9.
42 
Leiter 2007. En esta misma obra, Pettit —un objetivista confeso y convencido— defiende tres
dimensiones de la objetividad ética: la semántica, la ontológica —que son grosso modo coextensivas con
la epistémica y metafísica descritas por Leiter— y la justificatoria, Pettit 2007.
43 
Como he sostenido antes, la premisa normativa es compleja y está conformada por un conjunto
de enunciados y argumentos. En este apartado, me referiré particularmente al problema de la “correc-
ción” de los enunciados interpretativos y asumiré que ellos son, en gran medida o al menos en parte,
resultado de operaciones valorativas del intérprete. No analizo aquí, entonces, la actividad cognitiva de
identificación de disposiciones normativas válidas del sistema (vid. infra n. 63).

24
Sobre la idea de decisión judicial correcta

de la filosofía del derecho contemporánea. Un primer grupo emplea la palabra


“corrección” para calificar el derecho y/o las interpretaciones y decisiones ju-
rídicas. En general, desde aquí se arguye que es posible y deseable distinguir
entre normas/interpretaciones/decisiones correctas e incorrectas. Este grupo de
autores, además, postula la conexión necesaria entre derecho y moral —tesis que
podrían denominarse “moralistas”  44—, adhiere al cognoscitivismo interpretati-
vo  45 y suscribe algún tipo de objetivismo moral  46. Es el caso de Dworkin y Alexy,
por mencionar dos de los iusfilósofos contemporáneos más influyentes y conoci-
dos  47. Expongo brevísimamente los puntos de sus obras que aquí interesan para
dilucidar cuál es el o los significados que la expresión “correcta” adquiere en las
teorías de estos autores. El análisis de aquellas teorías se hará desde las categorías
“corrección axiológica” y “corrección epistémica” como han sido antes configu-
radas, lo que puede conducir, en ciertos casos, a incluir un uso de la expresión
correcta u otra homóloga en una categoría contraria a aquella dentro de la cual el
propio autor se autoincluiría o autoincluye. Sin embargo, esta toma de posición
es inescapable en un ejercicio analítico como el que se propone.
Dworkin emplea la expresión “respuesta correcta” para designar una deci-
sión judicial que consiste en la interpretación que mejor reconstruye la práctica

44 
“Tesis moralistas” es una expresión de Neumann 1995. Simplificadamente, la conexión ne-
cesaria entre derecho y moral se traduce en que el punto de vista moral es relevante en materia de
identificación de las fuentes del derecho o que la moral forma parte de la regla de reconocimiento, y en
que en algunos supuestos —por ejemplo, injusticia extrema— la norma moral prima sobre la norma
jurídica. Hay una vasta literatura sobre este punto. Para una clara exposición sobre los términos del
debate, vid. Escudero 2004.
45 
Para la teoría cognoscitivista de la interpretación, los enunciados interpretativos son descripti-
vos, toda vez que se limitan a describir aquel significado objetivo o intrínseco del texto o aquella volun-
tad subjetiva unívoca del autor de la norma. Como se trata de un significado propio y de una voluntad
unívoca, el texto normativo admite una sola interpretación verdadera o correcta. Esta es una de las tres
familias de teorías (la teoría cognitiva o formalista, la teoría escéptica o realista y una teoría intermedia
o mixta) que distingue Guastini en varios de sus escritos, por ejemplo: Guastini 1997; Guastini 2001:
13-18; Guastini 2004: 33 y ss, 49 y ss.; Guastini 2006: 133 y ss.; Guastini 2011: 407 y ss. Comanducci,
por su parte, las denomina tesis neoformalista, neoescéptica, y ecléctica, respectivamente, asignándole
significados similares a los de Guastini, aunque planteando la cuestión respecto de esta última tesis de
un modo diverso e inclinándose a su favor, Comanducci 1999b: 9-11.
46 
De uno o más de los que distingue Chiassoni 2011a. Volveré enseguida sobre ellos.
47 
Algunos podrían sostener que la relación entre el uso de la expresión “corrección” y los tres
postulados recién mencionados es meramente contingente. En principio, esto es así, pese a que no
deja de ser revelador que esta relación sea suscrita por estos autores en particular (Alexy y Dworkin) y,
más generalmente, por los iusmoralistas contemporáneos. A este grupo pertenecen, también, autores
anglosajones como Finnis, y dentro del ámbito hispano, autores como Atienza. Por otra parte, se pue-
den encontrar teóricos del derecho que, junto con aplicar el calificativo de “correcto” a las decisiones
judiciales, no suscribirían la conexión entre derecho y moral (es decir, rechazarían al menos uno de los
tres postulados). Es el caso, de Hernández Marín, quien indica que la segunda obligación de los jueces
es dictar decisiones judiciales conformes al derecho, o lo que es lo mismo en su terminología, material
y procedimental o procesalmente correctas. La decisión es materialmente correcta sí y solo si dice el
derecho material o derecho procesal —y dice el derecho si aplica un enunciado jurídico—. La decisión
es procesalmente correcta si se respetan los enunciados jurídicos procesales (aquellos referidos a la ju-
risdicción, tribunales competentes, tipo de procedimiento, etc.). Vid. Hernández Marín 2005: 133-141.

25
Flavia Carbonell Bellolio

jurídica y la moralidad política de la comunidad  48. Entender el derecho como


esta “mejor” práctica interpretativa implica que la teoría dworkiniana no distin-
gue entre el derecho que es y el derecho que debe ser; a mayor abundamiento,
el derecho como integridad es un concepto holista en tanto incluye a la moral y
a la política. Asimismo, desde la terminología aquí sugerida, la corrección axio-
lógica de los procesos de aplicación del derecho consiste, para este autor, en
el ajuste entre la cosa decisión y los criterios material jurídico existente/doctrina
jurídica —leyes, decisiones judiciales anteriores— y moral social (objetiva), o en
la lectura coherente de estos (amplios e indeterminados) criterios. A la relación
entre la decisión y los dos primeros criterios Dworkin llama dimensión de ajuste,
y a la relación entre la decisión y criterios de moralidad política, dimensión de
valor o justificación; a estas dimensiones debe someterse la justificación moral del
derecho como integridad  49.
Alexy emplea la expresión “corrección” con diversos niveles de abstracción.
Según este autor, el derecho es un sistema de normas que formula una pretensión
de corrección moral. La conexión conceptual y argumentativa entre derecho y
moral es tal que aquel se encuentra subordinado a esta. De ello se sigue que un
sistema jurídico que no formule esta pretensión de corrección o que sea extre-
madamente injusto no es derecho; y que una norma individual o una decisión
judicial injusta es defectuosa —incorrecta— aunque válida  50. Aquí se trata de
una relación de ajuste entre los objetos conjunto de norma o normas individuales
y el criterio “una moral”.
Por otra parte, desde la teoría de la argumentación alexiana, una decisión es
correcta o racional si es el resultado del seguimiento de un procedimiento regla-
do: “Un enunciado normativo N es correcto si y solo si puede ser el resultado
de un procedimiento P”. Este procedimiento está compuesto por diversas reglas
y formas del discurso práctico general y aquellas especiales del discurso jurídi-
co  51. Ellas proveen diferentes criterios de corrección —axiológicos, epistémicos,

48 
Pese a que hay varias formulaciones de la tesis de la única respuesta correcta (TURC) en Dwor-
kin, me parece que esta es la más representativa. Vid. de este autor: a) sobre la TURC desde la distin-
ción entre principios y reglas, y entre casos fáciles y difíciles: Dworkin 1963, 2002; b) sobre la TURC
como consecuencia de la tesis de los derechos y el derecho a un fallo favorable: Dworkin 2002; c) sobre
la defensa negativa de la TURC (que rechaza el escepticismo moral y la discrecionalidad judicial):
Dworkin 1963, 1967, 1978, 1996; d) sobre la TURC dentro de su concepto de derecho como integri-
dad: Dworkin 1982, 1986, 2006; e) sobre la TURC como tesis de sentido común: Dworkin 1991.
49 
Dworkin 2006: 15; Dworkin 1986: 255 y ss.; Dworkin 1982; Dworkin 1977.
50 
Sobre la pretensión de corrección vid. especialmente Alexy 1998, 1999a, 2000.
51 
Las reglas y formas del discurso práctico general se agrupan de la siguiente manera: las reglas
fundamentales, las reglas de la razón, las reglas de la carga de la argumentación, las formas de los
argumentos, las reglas de fundamentación, y las reglas de transición, Alexy 1989a: 184-201. Las reglas
del discurso pueden referirse tanto a las proposiciones como al comportamiento del hablante. Desde
otro punto de vista, algunas se refieren a la estructura de los argumentos y otras al procedimiento del
discurso, Alexy 1992: 235; Alexy 1993: 172. Las formas y reglas especiales del discurso jurídico se cla-
sifican según se ubiquen dentro de la justificación interna o externa. Dentro de la justificación interna,
rigen los principios de deducibilidad y de universalidad. La justificación externa se encargará de dar
razones a favor de las premisas elegidas, que serán —dicho sintéticamente— las reglas del derecho

26
Sobre la idea de decisión judicial correcta

lógicos y técnicos  52— que, como se sabe y pese a que se la designe como teo-
ría procedimental de la argumentación, no pueden todos considerarse criterios
“procedimentales” sino que hay muchos que son “sustantivos”. Este es el caso,
por ejemplo, del presupuesto —que deriva de las reglas— conforme al cual los
participantes son capaces de distinguir entre buenas y malas razones  53. Además,
algunas reglas son sustantivas en la medida que se refieren a la bondad de los
argumentos  54. En igual sentido, la fundamentación última de estas reglas es una
moral universal procedimentalista  55.
A diferencia de Dworkin, Alexy sostiene que en el discurso real no se puede
asegurar una respuesta correcta, ya que es posible obtener resultados contradic-
torios igualmente correctos desde el punto de vista procedimental. La corrección
relativa solo descarta resultados irracionales o imposibles, en tanto la idea de úni-
ca respuesta correcta opera como ideal regulativo. En el discurso jurídico, por lo
demás, el carácter autoritativo e institucionalizado del sistema impide lograr la
corrección (moral) absoluta  56.
Dentro del segundo grupo, incluyo a autores que: a) no emplean o incluso
rechazan el uso de la palabra “correcto” o “corrección” en el derecho, particu-
larmente como predicados de las decisiones judiciales; b) utilizan estas palabras
para reconstruir “modelos”  57; c) conscientes de que solo pueden ser entendi-

positivo, los enunciados empíricos y aquellas que no sean ni lo uno ni lo otro. Estas reglas y formas
son las de interpretación, de argumentación dogmática, del uso del precedente, de la argumentación
práctica general, de la argumentación empírica y las formas especiales de argumentos jurídicos. Alexy
1989a: 213 y ss. Vid. también Alexy 1999b.
52 
Ejemplos de corrección técnica en Alexy serían la forma en que se construyen ciertos argumen-
tos jurídicos, como el a contrario y el analógico. La expresión corrección técnica la tomo de Chiassoni,
que la emplea, me parece, para hacer referencia al ajuste de un argumento interpretativo con su forma.
Así, dice que luego de identificar los argumentos interpretativos que emplean los razonamientos in-
terpretativos judiciales, se procede a valorar la corrección técnica y plausibilidad axiológica de dichos
argumentos, Chiassoni 2011b: 72. Entonces, estos argumentos interpretativos poseen una “forma”
—no necesariamente “lógica”, aunque en algunos casos reconducible a forma lógica— una manera de
construirse, o ciertos elementos sin los cuales no se configura el argumento.
53 
Alexy 1988: 56. En otras palabras, sostiene que los participantes de un discurso —que forman
parte de la situación ideal de diálogo que emitirá el juicio de racionalidad— “están en principio en
condiciones de tener ideas o de poseer imaginación, y de distinguir las buenas de las malas razones, en
favor de enunciados sustantivos”, Alexy 1989a: 294.
54 
Dentro de ellas están las exigencias de: no contradicción; universalización (o uso consistente
de enunciado); claridad lingüístico-conceptual; verdad empírica; carácter plenamente deductivo de
los argumentos; consideración de las consecuencias; determinación de las relaciones de preferencia;
análisis de la formación de las convicciones morales; y la consideración de todas las objeciones y puntos
de vista, Alexy 1989a: 292-293.
55 
Alexy 1989b: 182.
56 
Alexy 1988: 61 y ss. Dicho en otras palabras, el discurso práctico general pretende que el enun-
ciado normativo que se afirma sea sin más racional; en el discurso jurídico, el enunciado jurídico solo
es racional en la medida en que pueda ser racionalmente fundamentado en el contexto de un ordena-
miento jurídico vigente, Alexy 1989a: 208.
57 
Por ejemplo, en la reconstrucción que hace Chiassoni del modelo analítico de motivación co-
rrecta, según el cual «[u]na sentencia judicial está motivada correctamente si, y solo si, cada una de las
decisiones judiciales (disposiciones individuales, juicios jurídicos, normas individuales judiciales) que

27
Flavia Carbonell Bellolio

dos como términos theory-dependent, los emplean para describir —sin ninguna
pretensión normativa— los criterios que los operadores pertenecientes a una
determinada tradición jurídica y en épocas determinadas utilizan para juzgar la
corrección de normas, decisiones, interpretaciones (que podríamos denominar
criterios de corrección en un contexto determinado)  58; d) entienden que la exis-
tencia de algunos criterios —interpretativos o argumentativos, u otros institu-
cionales— constituyen algún tipo de límite al intérprete; y/o e) los usan como
sinónimo de expresiones tales como “racionalidad” o “justificación” y, en último
término, rebajan la exigencia del estándar al cual los enunciados o decisiones
deben ajustarse.
Todas las tesis de este segundo grupo que analizaré a continuación postulan
la no conexión necesaria entre derecho y moral —incluyo aquí algunas tesis po-
sitivistas y realistas—, adhieren a alguna forma de escepticismo interpretativo  59 y
suscriben algún tipo de no-objetivismo moral  60. En materia interpretativa, acep-
tan la concurrencia de diversas atribuciones de significado a un mismo enunciado
normativo dentro de los semánticamente admisibles y jurídicamente posibles  61, a
través del empleo de un amplio rango de argumentos interpretativos. El carácter
decisorio —no cognitivo— de la interpretación se acentúa en los espacios de dis-
crecionalidad en que el ordenamiento jurídico permite la “creación intersticial”
de derecho  62. Así, y más allá de límites mínimos impuestos comúnmente por los
sistemas occidentales contemporáneos de derecho legislado para estar frente a

esta contiene es racional o está justificada racionalmente», y se entiende que cada una es racional o está
racionalmente justificada si satisface las condiciones de la justificación interna y externa. La justifica-
ción interna o lógico-deductiva es una condición de racionalidad formal que refleja el principio de no
contradicción; la justificación externa puede ser normativa o probatoria según el tipo de premisas a
las que se refiera y es condición de racionalidad sustantiva que refleja el principio de razón suficiente.
Racionalidad, en este modelo, es sinónimo de justificación interna y externa, Chiassoni 2011b: 18 y ss.,
56. Dicho en la terminología de este estudio, afirmar la corrección de una decisión equivale a afirmar
que es racional o que se encuentra justificada, siendo los parámetros de corrección —racionalidad o
justificación— de tipo lógico (justificación interna) y de tipo epistémico y axiológico (justificación
externa). También desde una perspectiva analítica, Comanducci construye tres modelos teóricos sobre
el razonamiento judicial que presenta varias similitudes con el modelo analítico de la motivación co-
rrecta presentado por Chiassoni, especialmente al enfatizar los dos tipos de justificación —interna y
externa— del razonamiento del juez: un modelo de la decisión judicial silogísticamente justificada, un
modelo de la justificación racional de la premisa normativa del silogismo decisional y, finalmente, un
modelo de justificación garantista de la premisa menor del silogismo decisional, Comanducci 1999a:
73-74.
58 
Ello sucede, me parece, en los modelos descritos en la nota anterior.
59 
Para la teoría escéptica de la interpretación los enunciados interpretativos contienen una deci-
sión, una adscripción de significado, y en tanto tal, no son susceptibles de valores de verdad o falsedad.
Vid. las referencias citadas supra (n. 45).
60 
Por ejemplo, alguno de los tipos de escepticismo ético que distingue Nino: relativismo, subje-
tivismo y emotivismo ético. Vid. Nino 1995: 80-90. O el no-cognitivismo ético, cuya tesis fundamental
Chiassoni la explica de la siguiente forma: «La acción moral depende, en última instancia, de emo-
ciones (sentimientos, actitudes) y no del conocimiento de (pretendidos) valores y normas objetivas»,
Chiassoni 2011a:148-150.
61 
Comanducci 2011.
62 
Hart 2001: 6-7.

28
Sobre la idea de decisión judicial correcta

“decisiones correctas”  63, este grupo de autores evita, por inapropiado, hablar de


interpretaciones / argumentaciones / decisiones correctas en términos absolutos,
por la simple razón de que ellas no existen: «No existen interpretaciones obje-
tivamente correctas (correctas independientemente de los juicios de valor subje-
tivos de los intérpretes)»  64. Pueden existir interpretaciones más correctas que
otras, por ejemplo, en el sentido de que las primeras son aquellas que emplean
los argumentos interpretativos que operan en un contexto determinado y las se-
gundas los desconocen. O interpretaciones correctas entendidas como aquellas
que se conforman con el código hermenéutico o interpretativo  65 del jurista que
emite el juicio de corrección. Se trata de “un” código, y no de “el” único código
posible. Apuntaré muy rápidamente algunos puntos de las tesis interpretativas
de Kelsen, Hart, Ross y Leiter desde la idea de corrección.
En materia de interpretación, Kelsen niega que existan respuestas correctas
a los problemas jurídicos, principalmente debido a la indeterminación del dere-
cho y a la consecuente discrecionalidad del juez. En tanto la determinación del
derecho nunca es completa, siempre hay aspectos que corresponde establecer al
aplicador del derecho  66. La indeterminación implica que las normas contemplan
varias posibilidades de aplicación, ya que constituyen únicamente un marco para
la producción de otra norma. Todo acto que se mantenga dentro de ese marco
o que adopte uno de sus sentidos posibles se entenderá que es conforme a dere-
cho. Esto también quiere decir que la interpretación, en tanto acto de dotación
de sentido dentro de las posibilidades interpretativas, “no conduce necesaria-
mente a una decisión única, como si se tratara de la única correcta”. Tratándose
del marco proporcionado por una ley, la norma individual es solo una de las
normas individuales permisibles y, al contrario de lo suscrito por la teoría tradi-
cional, argumenta Kelsen, no existen criterios ni patrones objetivos para preferir
una sobre la otra, no existe ningún método jurídico-positivo «según el cual uno
entre los varios significados lingüísticos de una norma pueda ser designado como
el “correcto”»  67.

63 
Aquí podrían mencionarse ciertos presupuestos de “corrección jurídica mínima”, que se re-
quiere que se den “de hecho”, en el contexto de una decisión judicial, para predicar la corrección de
esa decisión. Se trata de condiciones necesarias mínimas —aunque no consideradas por todos como
suficientes— que pueden ser suscritas sin mayor controversia por teóricos y prácticos pertenecientes a
distintas escuelas y tradiciones: la identificación y aplicación de disposiciones normativas formalmente
válidas del sistema y el seguimiento de las reglas procesales del sistema (competencia, procedimiento).
Estos elementos son similares a los mencionados por Hernández Marín al hablar de corrección mate-
rial y procedimental de las decisiones judiciales, aunque luego este autor desarrolla cinco tesis —que
deben justificarse para cumplir con la tercera obligación de los jueces de motivar sus decisiones— que
se alejan de lo aquí sostenido (vid. supra n. 47; y Hernández Marín 2005: 187 y ss.).
64 
Chiassoni 2011b: 74-77. Es distinto hablar de un “modelo” de motivación correcta (como el
descrito en la n. 57), que de una determinada “interpretación” como una correcta.
65 
La expresión es de Chiassoni 2011b: 89, 130, 347. Los códigos hermenéuticos son el conjunto de
parámetros de corrección de la interpretación que el intérprete elige de entre las directivas metodológicas
tradicionalmente utilizadas por los operadores del derecho de un determinado ordenamiento jurídico.
66 
Kelsen 1983: 349-351.
67 
Kelsen 1983: 351-353.

29
Flavia Carbonell Bellolio

Este argumento es aún más tajante cuando dice que «la pregunta de cuál
sea la posibilidad “correcta”, en el marco del derecho aplicable, no es —según
los supuestos previos— ninguna pregunta dirigida al conocimiento del derecho
positivo, no es una pregunta teórica-jurídica, sino que es un problema político
[...] Así como no se puede obtener, partiendo de la constitución, mediante in-
terpretación, la única ley correcta, tampoco puede lograrse, a partir de la ley,
por interpretación, la única sentencia correcta»  68. La determinación de una de
aquellas posibilidades interpretativas como contenido de la norma individual
—o de uno de los sentidos posibles de la norma general— constituye un acto de
voluntad, una decisión, y no un acto de conocimiento. Si ha de tener algún lugar
la función cognitiva en la interpretación y aplicación del derecho, ella solo pue-
de referirse, prosigue Kelsen, al conocimiento de otras normas y elementos que
se encuentran fuera del derecho positivo o tienen el carácter de metajurídicos,
como normas morales, juicios de valor sociales y consideraciones de justicia. El
órgano aplicador es libre de emplear uno y/u otro de estos elementos para elegir
entre los significados posibles.
Hart se adhiere a una teoría intermedia de la interpretación que estima que
los jueces algunas veces ejercen discrecionalidad y crean derecho (pesadilla),
mientras que en otros casos simplemente se limitan a aplicar el derecho existente
(noble sueño). Cuando se está ante un texto claro o un caso fácil —que cae en el
“núcleo esencial” luminoso de una norma— el intérprete se limita a descubrir el
significado del texto. Cuando, por el contrario, el texto es oscuro o el caso está
en la “zona de penumbra”, el intérprete atribuye significado al texto normativo,
creando derecho  69.
En las zonas de penumbra o textura abierta de las normas y en aquellos ca-
sos en que no existe norma que solucione el caso pero que el sistema jurídico le
impone al juez la obligación de fallar, este actúa discrecionalmente, precisando
el significado de las normas, en el primer caso, o creando derecho como un legis-
lador intersticial, en el segundo. Esta discrecionalidad, sin embargo, no significa
que abandone las normas ni que legisle arbitrariamente, ex novo o en el vacío; más
bien —manteniendo la distinción entre la creación legislativa y la creación judi-
cial— los jueces deciden por analogía, procurando respetar principios y razones
generales subyacentes y/o previamente reconocidas por el derecho existente  70.
En una operación como esta, intervienen una multiplicidad de consideraciones o
estándares tales como intereses individuales y sociales, objetivos sociales y políti-
cos, estándares morales y de justicia  71. La decisión final corresponde al tribunal
o autoridad, quien realiza un balance de los intereses en cuestión, atendidas las
circunstancias. Todo ello conduce a que no hay posibilidad de llegar a una única
respuesta correcta si esto significa algo diverso de un “compromiso razonable en-

68 
Kelsen 1983: 353.
69 
Hart 1977.
70 
Hart 2001: 6-7.
71 
Hart 2001: 107.

30
Sobre la idea de decisión judicial correcta

tre diversos intereses en conflicto”  72. Asimismo, por la coexistencia de variados


criterios de corrección axiológica dentro de una sociedad, tampoco es posible
establecer, desde la teoría hartiana, la prioridad de una solución jurídica por
sobre la otra.
En materia de interpretación judicial del derecho, Ross señala que el juez
no respeta de manera absoluta la ley —conciencia jurídica formal—sino que
procura adoptar decisiones que siente como “correctas” y que se insertan en
su tradición de cultura —conciencia jurídica material—. «La decisión a que
se arriba está determinada por el efecto combinado de la interpretación cog-
noscitiva de la ley y de la actitud valorativa de la conciencia jurídica»; y ello
sucede en todas las decisiones, no en casos excepcionales. Así, las funciones
cognoscitiva y valorativa se fusionan en la práctica, ya que se reconoce que en
la interpretación intervienen, de hecho, postulados jurídicos, políticos, morales.
Por estas mismas razones, la interpretación no asegura ningún resultado cierto,
correcto  73.
El juez también integra múltiples valoraciones en su labor interpretativa, lla-
madas por Ross factores pragmáticos, y que «son consideraciones basadas en una
valoración de la razonabilidad práctica del resultado, apreciado en relación con
ciertas valoraciones fundamentales presupuestas». Así, el propósito de la ley so-
lamente indica una consideración dentro de esta multiplicidad  74. Una vez que
todos los factores hayan influido en su espíritu, el juez “construye una fachada de
justificación” a través de técnicas argumentativas. Sin embargo, no existen reglas
que indiquen cuáles son los criterios de interpretación que deben usarse o que
pueden considerarse como “razones verdaderas” —léase correctas—, como tam-
poco existen reglas que establezcan una jerarquía entre los mismos: las reglas de
interpretación simplemente fijan límites a la libertad del juez en tanto delimitan
el área de soluciones justificables  75.
Leiter suscribe un escepticismo empírico ante las reglas —y no uno concep-
tual  76—, lo que se traduce en que las reglas jurídicas son indeterminadas y que,

72 
Hart 1997: 126-132; 135.
73 
Ross 2006: 154, 173-175.
74 
Ross 2006: 181-184.
75 
Ross 2006: 188-190.
76 
El escepticismo conceptual niega que exista derecho que preexista a la decisión judicial; el
derecho consiste simplemente en las decisiones judiciales y en sus predicciones, por lo que es un mito
hablar de reglas jurídicas. El escepticismo empírico sostiene que es falso que los jueces estén sujetos a
—u obligados por— reglas cuando deciden los casos; es decir, niega que las reglas influyan causalmente
demasiado en la decisión de casos. Vid. Leiter 2004: 61 y ss. En sentido similar a Leiter, Guastini pos-
tula un escepticismo empírico ante las reglas. Para este autor, este tipo de escepticismo es de carácter
interpretativo: «[e]l escepticismo ante las reglas, tal como lo concibo, equivale a sostener que cualquier
tesis sobre la existencia de una única interpretación correcta —cualquier tesis que sostenga que los
problemas interpretativos admiten una única respuesta “correcta” (i. e. verdadera)— es falsa. Y es falsa
precisamente debido a la indeterminación del sistema jurídico en el sentido especificado, lo que trae
como consecuencia que los enunciados interpretativos no tienen valor de verdad. La indeterminación
interpretativa del sistema jurídico es el verdadero fundamento del escepticismo ante las reglas». Sin
embargo, su escepticismo interpretativo no es radical y no necesita comprometerse con «la inexistencia

31
Flavia Carbonell Bellolio

consiguientemente, las reglas jurídicas no determinan ni restringen las decisio-


nes. Y ello no se debe, como piensa Hart, a la característica de textura abierta
del lenguaje en que se formulan las reglas o el precedente, ni al conflicto entre
principios morales o políticos, como sostienen los Critical Legal Studies, sino a
los resultados incompatibles que producen los métodos interpretativos  77.
Según Leiter, la indeterminación del derecho significa dos cosas: que el dere-
cho está racionalmente indeterminado y que está causalmente indeterminado  78.
El derecho es racionalmente indeterminado en el sentido que “la clase de razones
legítimas que puede emplear un tribunal en la justificación de sus decisiones
fracasa, de hecho, en la justificación de un único resultado en muchos de los
casos”; en palabras simples, los argumentos o razones legítimas —entiéndase la
ley y el precedente como fuentes del derecho— son inhábiles para justificar una
única decisión. Así, los tribunales pueden extraer de la misma ley o del mismo
precedente, por métodos diversos igualmente legítimos, reglas o decisiones con-
tradictorias. El derecho es causalmente indeterminado en el sentido de que las
razones jurídicas no son suficientes para explicar por qué los jueces deciden de
una u otra forma. Si las reglas jurídicas no pueden justificar ni explicar las causas
de la decisión —argumentan los realistas— hay que buscar otros factores que las
expliquen, como lo son los hechos psico-sociales (personalidad, clase, género y
socialización del juez)  79.
Además de las tesis recién descritas, en este segundo grupo —que rechaza, no
emplea, usa de forma descriptiva o poco exigente la palabra “corrección”— pue-
den incluirse autores como Tarello, Guastini, Wróblewski y Chiassoni. Chias-
soni, en efecto, reconstruye las tesis de aquellos y la suya propia como modelos
metodológicos —descriptivos— sobre los instrumentos o argumentos que están
o pueden estar presentes en los discursos interpretativos: el modelo argumenta-
tivo simple (Tarello y Perelman), el modelo argumentativo estructurado (Guasti-
ni), el modelo de directivas interpretativas (Wróblewski) y el modelo de códigos
interpretativos (Chiassoni)  80.
Todos estos modelos se caracterizan por: 1) identificar una “caja de herra-
mientas” de las que dispone el juez, y que son las comúnmente empleadas en
la jurisprudencia y descritas en la teoría y en la dogmática. Ejemplo de ello es

de significado previo a la interpretación. El verdadero fundamento del escepticismo ante las reglas es
el reconocimiento de que es siempre posible interpretar un mismo texto de múltiples formas distintas
[...], asociado con la tesis de que no existe un criterio de verdad para los enunciados interpretativos»,
Guastini 2012: 38, 54.
77 
Leiter 1997.
78 
Leiter 2004: 51-52. El problema de la indeterminación es examinado con mayor detalle en
Leiter 1995.
79 
Leiter 2001: 284-285.
80 
El análisis incluye también el modelo normativo de reglas interpretativas de Alexy, que perte-
nece al primer grupo de autores analizados, Chiassoni 2011: 74 y ss. La mayor diferencia entre estos
cuatro modelos descriptivos viene dada por el hecho de que, a diferencia de Tarello y Guastini, Wró-
blewski y Chiassoni, a más de describir las directivas o argumentos interpretativos que operan en
sistemas de derecho legislado, las clasifican en dos y tres niveles, respectivamente.

32
Sobre la idea de decisión judicial correcta

el conjunto de argumentos interpretativos de Tarello  81, aunque no constituye


un listado cerrado, sino que se acepta que puedan existir otras herramientas
destinadas a determinar el significado de palabras, expresiones o enunciados de
textos jurídicos; 2) estos argumentos admiten distintas combinaciones; 3) estas
distintas combinaciones pueden conducir a que coexista una multiplicidad de
posibilidades interpretativas; 4) todas estas posibilidades interpretativas pueden
tener cabida en el sistema jurídico y ser consideradas como igualmente correctas,
es decir, no existe un resultado interpretativo “correcto”, a menos que exista una
o más reglas de interpretación en el sistema —un metacriterio o un principio
metodológico  82— que establezcan prioridad en el uso de las herramientas o res-
trinjan las posibilidades interpretativas; 5) es el intérprete quien elige las directi-
vas a aplicar de acuerdo con sus propios valores e ideología; es decir, el intérprete
tiene en sus manos la decisión sobre cuáles directivas asumirá como válidas y
le guiarán en la justificación de su decisión interpretativa  83. En terminología de
Chiassoni, el juez construye su propio código hermenéutico para la resolución de
un caso determinado. Los límites en su elección vienen dados por la existencia
de directivas de interpretación que se presenten en forma de reglas jurídicas y
por la existencia de directivas de interpretación comúnmente aceptadas  84.
Llegados a este punto, es posible afirmar que en la formulación de la premisa
normativa se suele incorporar ideologías  85, valoraciones y juicios morales  86. Así,

81 
Tarello identifica los siguientes argumentos: a contrario, a simili ad simile, a fortiori, a completu-
dine, a coherentia, psicológico, histórico, apagógico, teleológico, económico, autoritativo o ab exemplo,
sistemático, naturalista, equitativo, y a partir de principios generales, Tarello 1980: 345-387.
82 
Es decir, un principio metodológico positivizado en las fuentes del derecho que indique la
forma en que se debe atribuir contenido o significado al texto normativo, y que establezca, para esos
efectos, una jerarquía entre métodos o argumentos interpretativos, y justifique la elección entre aque-
llos. Diciotti 2008: 1110 y ss. Según este autor, el principio metodológico de la interpretación consiste en
la respuesta a las siguientes cuestiones prácticas ¿cuál es el contenido que debe ser atribuido al texto
jurídico?, y ¿de qué forma o sobre la base de qué argumentos de interpretación se debe atribuir conte-
nido a un texto jurídico. El juicio resultante es del tipo «al texto jurídico debe atribuírsele el contenido
de la forma X o sobre la base de los argumentos A1, A2, A3 en orden de prelación».
83 
En palabras de Wróblewski «estas directivas son reglas de comportamiento interpretativo asu-
midas como válidas por el intérprete», Wróblewski 1992: 177.
84 
Wróblewski 1992: 93 y ss. Estas últimas presuponen lo siguiente: que las reglas jurídicas tienen,
al menos en alguna medida, un significado independiente del intérprete; que es posible racionalizar la
interpretación a través de directivas; y que la corrección de la interpretación deriva de la aplicación de
directivas y de los valores que justifican la decisión interpretativa, Wróblewski 1992: 110-111.
85 
La ideología del juez en tanto actitud valorativa se forma por la concurrencia de diversos ele-
mentos: 1) información del juez sobre las reglas válidas que sirven de base a la decisión; 2) información
sobre los hechos del caso y sobre otros hechos que sean relevantes para la decisión; 3) cultura jurídica,
cultura socio-política e ideología del poder judicial en la que esté inserto el juez, junto con el conoci-
miento y aceptación de un sistema axiológico; 4) factores biográficos personales del juez. Wróblewski
1992: 322.
86 
Esta es una afirmación sobre lo que sucede, y no sobre lo que debiese suceder. Me parece
que moralistas, positivistas y realistas —o cognoscitivistas y escépticos— estarían de acuerdo con una
afirmación como esta. En lo que diferirían sería, más bien, en: a) si estos elementos morales forman
parte del derecho; b) si pueden ser calificados de verdaderos, correctos u objetivos o, por el contrario,
expresan sentimientos subjetivos, y c) si debiesen estar presentes.

33
Flavia Carbonell Bellolio

la selección de los argumentos interpretativos que el intérprete utilizará, y la for-


ma y contenido que se les dé están permeados por valoraciones morales. Ejemplo
de ellas son las decisiones sobre los fines de la norma en el argumento teleológi-
co, sobre las mejores/peores consecuencias de la decisión en el argumento conse-
cuencialista y sobre la justicia de la decisión en el caso del argumento equitativo.
Así, la cuestión sobre la corrección de la decisión judicial —específicamente,
de las interpretaciones contenidas en la premisa normativa— se entrecruza con
los debates sobre la posibilidad de calificar como verdaderos y/u objetivos a los
juicios morales, discusiones sobre las que existe una extensa literatura. A conti-
nuación, me limitaré a dar cuenta muy genéricamente de estos debates.

2.5.1.  Verdad de los juicios morales

Hay algunos autores —entre los que se encuentran Ayer y Hare— que insis-
ten en que la distinción entre diversos usos del lenguaje —específicamente, el
descriptivo por una parte y el prescriptivo por otra— es una relevante a la hora
de atribuir verdad o falsedad a los enunciados. Solo los enunciados descripti-
vos —o la parte de los juicios morales que comparte este carácter en el caso de
Hare— tendrían carácter asertórico o suscribirían la tesis de la “apofanticidad”.
Respecto del lenguaje prescriptivo, en cambio, no tiene sentido afirmar su ver-
dad o corrección.
Ayer analiza el carácter de los “juicios de valor”, y específicamente de los
“juicios morales” desde su tesis de empirismo radical. Los juicios morales son
aquellos que contienen términos éticos y, por tanto, el análisis de estos últimos
condiciona la conclusión sobre el estatus de los juicios morales. La cuestión
consiste en determinar —prosigue Ayer— si se pueden reducir los términos éti-
cos a términos no-éticos, es decir, si los juicios morales se pueden traducir en
afirmaciones sobre hechos empíricos. Para Ayer, y a diferencia de la tradición
utilitarista o subjetivista, las frases que contienen símbolos ético-normativos
—como “X está mal”, cuando X no expresa la descripción de una conducta que
es considerada repugnante en una sociedad particular— no son equivalentes a
frases que expresan proposiciones ni psicológicas ni empíricas de ningún tipo.
Más enfáticamente, no son solo imposibles de analizar e inverificables, sino que
son simples expresiones de emociones que no pueden ser verdaderas ni falsas.
En opinión de este autor, los términos éticos nada agregan al contenido fáctico
de las proposiciones, sino que solo añaden un sentimiento de aprobación o re-
probación moral. Finalmente, niega que las frases que contienen conceptos éti-
cos expresen proposiciones genuinas: «Mientras los subjetivistas sostienen que
los enunciados éticos en realidad afirman la existencia de ciertos sentimientos,
nosotros sostenemos que los enunciados éticos son expresiones y exaltadores de
sentimientos que no necesariamente involucran ninguna afirmación»  87. En tanto

87 
Ayer 1990: 102-114.

34
Sobre la idea de decisión judicial correcta

solo expresan o exaltan sentimientos, no tiene sentido preguntarse sobre su ver-


dad. Los conceptos éticos, por tanto, son pseudoconceptos y, en consecuencia,
indefinibles.
Por su parte, Hare sostiene la tesis de que los juicios morales comparten ca-
racterísticas tanto de los actos de habla descriptivos como de los actos de habla
prescriptivos; solo a la parte descriptiva del juicio moral se le aplica la tesis de
la apofanticidad  88. Son prescripciones en tanto el acuerdo con un juicio moral
por parte del agente requiere que este actúe en conformidad con aquel  89. Com-
parten el carácter de los actos de habla descriptivos o constatativos en la medida
que expresan que algo debe ser hecho, que algo es correcto. En otras palabras,
los hechos de la respectiva situación condicionan el contenido del juicio moral,
lo cual no significa que el juicio moral se siga lógicamente de los hechos ni que
por aquel condicionamiento se altere la división is-ought  90. En este sentido, “los
hechos son relevantes a los argumentos morales porque diferencian casos que de
otra forma serían similares”  91.
Mackie postula que el escepticismo moral consiste en negar la existencia de
los valores morales objetivos —tesis ontológica—, y que no constituye una teo-
ría ética normativa, ni una forma de análisis lingüístico o conceptual. Esta tesis
adopta la forma de una teoría del error, en la que se admite que la creencia en la
objetividad de los valores se encuentra efectivamente presente en el lenguaje mo-
ral y en los debates morales, pero se sostiene con fuerza la falsedad de esta creen-
cia  92. La teoría del error, que consiste en denunciar la equivocación en la que
incurren ordinariamente los juicios morales cuando formulan una pretensión de
objetividad, se justifica mediante dos argumentos: el argumento de la relatividad
y el argumento de la extrañeza (queerness)  93. Aquí, la corrección epistémica cum-
ple un rol curioso ya que siempre calificará los juicios morales “objetivos” como
juicios falsos.
Según el relativismo ético de Harman, la moral surge de un acuerdo implícito
o de un entendimiento tácito entre un grupo de personas sobre sus relaciones mu-
tuas. La adhesión de una persona a un conjunto de principios morales se realiza

88 
Aplicado al campo del derecho, y en particular a si se puede predicar la verdad de las normas,
Guastini —en la línea de lo que hace Tarello siguiendo a Hare— considera que las normas constan
de un enunciado deóntico y de una parte referencial o descriptiva, que es la descripción o referencia
semántica a una acción o estado de cosas a la que se vincula un operador deóntico. Esta parte referen-
cial o descriptiva de la norma puede considerarse una proposición normativa, susceptible de verdad o
falsedad, Guastini 2011: 240 y ss. Tarello distingue entre un néustico prescriptivo y un frástico o parte
descriptiva de los enunciados que expresan una prescripción jurídica, G. Tarello 2011: 20 y ss.
89 
Los juicios morales son primariamente prescriptivos, lo que significa que tener una preferencia
es aceptar una prescripción, Hare 1992: 91, 107-116. En otro lugar señala: «Hacer un juicio de valor
es tomar una decisión de principio. Preguntar si debo hacer A en estas circunstancias (para tomar
prestado el lenguaje kantiano con una pequeña pero importante modificación), preguntar si quiero o
no hacer A en esas circunstancias se transformará en una ley universal», Hare 1991: 70.
90 
Hare 1991: 12.
91 
Hare 1977: 215.
92 
Mackie 1991: 48-49.
93 
Mackie 1991: 35 y ss.

35
Flavia Carbonell Bellolio

en el entendido de que otras personas también lo harán  94. En otras palabras, «la


corrección o incorrección moral son relativas a uno u otro marco moral, donde
existen varios marcos morales bastantes diferentes, ninguno de los cuales es ob-
jetivamente más correcto que los otros»  95. Por marco moral entiende un sistema
de coordenadas morales, esto es, un conjunto de valores, estándares y principios
morales acordados. A partir de aquí, propone el siguiente principio: «Con el ob-
jeto de asignar condiciones de verdad, un juicio de la forma, sería moralmente
incorrecto para P hacer D, tiene que ser entendido como elíptico de un juicio de la
forma, en relación a un marco moral M, sería moralmente incorrecto para P hacer
D». Constatada la diversidad moral radical que existe en distintas sociedades,
estas condiciones de verdad no pueden considerarse sino como subjetivas  96.
Por otra parte, Habermas es un autor que extiende el predicado verdad a
las normas o actos de habla regulativos en general. Dentro de su lógica del dis-
curso, presupone que los participantes en un discurso vinculan pretensiones de
validez  97 a sus afirmaciones o juicios. En el caso de los actos de habla regula-
tivos, como lo son los juicios morales, esta pretensión se denomina pretensión
de rectitud o corrección, es decir, quienes los emiten pretenden que la norma
que formulan sea aceptada o reconocida como válida por sus interlocutores. Los
participantes plantean pretensiones de rectitud, cuando se refieren «a algo en el
mundo social conjunto (como la totalidad de relaciones interpersonales legítima-
mente reguladas)»  98. En este caso, se busca un consenso sobre la obligatoriedad
de la norma existente dentro de un sistema social  99.
La comprobación de las pretensiones de validez de los actos de habla cons-
tatativos y regulativos se realizan a través del criterio que proporciona la teoría
consensual de la verdad  100. Según ella, la atribución de un predicado a un objeto
por parte de un hablante está condicionada al hecho de que todos los potenciales
participantes del discurso aceptasen que el enunciado se encuentra justificado, o
lo que es lo mismo, atribuyesen el mismo predicado al mismo objeto. De esta for-
ma, para que un enunciado/norma pueda calificarse como verdadero se requiere
“el potencial asentimiento de todos los demás”, en tanto promesa de alcanzar un
consenso racional sobre lo afirmado. Este consenso se produce por la fuerza o
“coacción sin coacciones” del mejor argumento, o dicho de otra forma, por una
motivación racional. Es la situación ideal de habla la que permite que se alcance
este consenso racional  101.

94 
Harman 1975.
95 
Harman 1998.
96 
Harman 1998: 162.
97 
Habermas hace la distinción entre cuatro pretensiones de validez —pretensiones de inteligibili-
dad, de verdad, de rectitud y de veracidad—, en Habermas 1991: 78; Habermas 2001: 78-79.
98 
Habermas 1991: 78.
99 
Habermas 1997: 562.
100 
En Habermas, la teoría consensual de la verdad se aplica tanto a los actos de habla regulativos
(normas) como constatativos (enunciados).
101 
Habermas 1997: 553-554, 589 y ss. A continuación, Habermas enumera las condiciones de esta
situación ideal de habla: 1) todos los participantes potenciales en un discurso deben tener la misma

36
Sobre la idea de decisión judicial correcta

Así, la validez o corrección de una norma consiste en su potencialidad de


ser aceptada o reconocida intersubjetivamente como válida, lo cual tiene que
demostrarse o justificarse discursivamente bajo condiciones aproximativamente
ideales. La validez normativa carece de referencia en el mundo objetivo —care-
ce de connotaciones ontológicas, a diferencia de la verdad de un enunciado—,
es decir, se agota en la aseverabilidad racional bajo condiciones ideales  102. La
validez de los juicios morales se mide por la naturaleza inclusiva del acuerdo
normativo alcanzado por las partes, mediante el cual se reconoce la validez de
una norma. El hecho de guiarse por el ideal regulativo de una “única repuesta
correcta” supone que los participantes comparten un único mundo social o mo-
ral donde caben las pretensiones disímiles de los participantes  103.

2.5.2.  Objetividad de los juicios morales

Siguiendo a Chiassoni, entenderé por objetivismo moral «cualquier posición


(metaética) caracterizada por la tesis según la cual hay un espacio para la objeti-
vidad en la moral» o para hablar fundadamente de objetividad moral. Quienes
se adhieren al objetivismo moral aceptan tesis tales como: que hay una realidad
moral, valores morales, propiedades morales, normas morales o hechos morales
objetivos; que los juicios y las proposiciones morales son o pueden ser objeti-
vas; que se da un conocimiento moral objetivo. Así, la objetividad se predica de
una multiplicidad de cosas: juicios, hechos, normas, propiedades de acciones o
estados de cosas, conocimiento  104. Este autor distingue cinco nociones de ob-
jetividad en la moral  105: algunas de ellas pueden enmarcarse en tesis sobre la
corrección como problema epistémico y otras en tesis sobre la corrección como
problema axiológico.
En ciertas tesis sobre el objetivismo moral, la objetividad cumple una función
similar a la de verdad, es decir, es un criterio de corrección epistémica que cali-
fica el resultado de una operación cognitiva. Aquí encontraríamos, por ejemplo,

oportunidad de emplear actos de habla comunicativos (igual derecho a abrir o perpetuar un discurso);
2) todos los participantes en un discurso deben tener la misma oportunidad de hacer interpretaciones,
afirmaciones, dar explicaciones y justificaciones, problematizar pretensiones de validez, etc. (igual de-
recho a hablar); 3) solo se permiten hablantes que tengan iguales oportunidades de emplear actos de
habla representativos (igual derecho a expresar actitudes, sentimientos, deseos); 4) solo se permiten
hablantes que tengan iguales oportunidades de emplear actos de habla regulativos (igual derecho a
mandar, oponerse, prohibir, permitir).
102 
Habermas 2002: 54-55.
103 
Habermas 2002: 287.
104 
Chiassoni 2011a: 154 y ss.
105 
Estas nociones pueden presentarse combinadas, dando lugar a dos tipos fundamentales de
objetivismo moral: el radical y el temperado Lo que define la “radicalidad” de las variantes radicales de
objetivismo moral caracterizadas por Chiassoni es que se adhieren a la tesis del objetivismo ontológico,
y a la tesis o del objetivismo epistemológico intuicionista o del objetivismo epistemológico racionalista.
Ninguna de estas tesis está presente en versiones moderadas de objetivismo moral. Chiassoni 2011a:
162-165.

37
Flavia Carbonell Bellolio

tesis que suscriben algún tipo de objetivismo epistemológico y el objetivismo


semántico, de acuerdo a la clasificación propuesta por Chiassoni.
La objetividad entendida como una tesis epistemológica es aquella según la cual
«los valores, las normas, y/o las propiedades morales son susceptibles de conoci-
miento objetivo por parte de los agentes morales»  106. Chiassoni distingue diversos
tipos de objetivismo epistemológico, dependiendo del tipo de conocimiento objeti-
vo al que se esté haciendo referencia. Así, el objetivismo epistemológico será intui-
cionista si se trata de un conocimiento espontáneo por parte de los agentes morales;
será racionalista si el conocimiento se produce luego de seguir procedimientos heu-
rísticos racionales aceptables por cualquier agente racional; será constructivista si el
conocimiento se refiere a principios y valores morales que los individuos racionales
que participan en la práctica argumentativa moral de la sociedad aceptan bajo con-
diciones ideales; y será empirista si el conocimiento es empírico y avalorativo, y se
refiere a valores, normas y/o propiedades morales “existentes” en cierta cultura.
Tal como señala este autor, la tesis constructivista y empirista no serían genuina-
mente objetivistas, sino tesis cuasi-objetivistas o subjetivistas temperadas.
La objetividad entendida como una tesis semántica afirma que «los enun-
ciados que expresan principios y juicios morales son susceptibles de verdad o
falsedad», es decir, suscriben la tesis de la apofanticidad. Adhieren a esta tesis el
objetivismo epistemológico intuicionista y racionalista. También lo hace el ob-
jetivismo epistemológico constructivista, aunque aquí la verdad se entiende no
como correspondencia sino como aceptabilidad racional.
Desde esta misma tipología, la objetividad deontológica y la objetividad me-
todológica podrían ser consideradas como tesis de corrección axiológica, en el
sentido de que involucran operaciones de valoración. La objetividad entendida
como tesis deontológica es aquella según la cual «el ámbito de experiencia moral
debe ser entendido como una práctica de reglas, normas y valores que deben
guiar la conducta humana con alguna pretensión de universalidad (igualdad de
trato para todos los comportamientos de una misma clase), de independencia de
los puntos de vista personales, de imparcialidad». Así, para esta tesis las normas y
juicios morales deben ser objetivos, es decir, responder a una combinación de va-
lores tales como la imparcialidad, universalidad, honestidad, equidad. Esta tesis
normativa es compatible, según Chiassoni, tanto con el objetivismo ontológico
como con el subjetivismo ontológico.
La objetividad entendida como tesis metodológica entiende que las normas,
los valores y/o los juicios morales “deben estar, en la medida de lo posible, obje-

106 
Este tipo de objetivismo presupone el objetivismo ontológico (onto-metafísico), tesis según
la cual «hay valores, normas y/o propiedades morales que poseen la propiedad de la objetividad, esto
es, tales que su existencia, su contenido, su validez [...] sean independientes de las creencias, opinio-
nes, actitudes y/o acciones de los sujetos», Chiassoni 2011a. El objetivismo ontológico se asemeja al
individualizado por Searle y Pettit, y al objetivismo metafísico descrito por Leiter. Vid. supra nn. 41 y
42. Este tipo de objetivismo no puede ser entendido como una tesis sobre corrección de enunciados o
decisiones, sino como un presupuesto de otras tesis objetivistas o como tesis que algún autor adopta
en combinación con otra.

38
Sobre la idea de decisión judicial correcta

tivamente justificados”. La idea que subyace a esta objetividad metodológica es


la de la justificación racional del discurso moral, que exige que los juicios estén
apoyados por argumentos razonables y plausibles. Un objetivista metodológico
no está interesado en el conocimiento moral objetivo, sino que en construir un
método para la justificación racional. También aquí, como sostiene Chiassoni,
estamos frente a una tesis de ética normativa, que rechaza el objetivismo ontoló-
gico y epistemológico en sus variantes intuicionista y racionalista.
Dentro de esta última tesis podría ubicarse la concepción de la objetividad
en la moral de Moreso, quien sostiene que hay posibilidad de acuerdo moral
racional o que hay espacio para la convergencia o respuesta correcta en materia
moral. Según este autor, hay ciertos juicios que son siempre verdaderos o falsos,
sin importar la moralidad ideal al interior de la cual se prediquen. Ello es así ya
que pueden haber «buenas razones para considerar que, en condiciones idea-
les, nuestras actitudes convergerían en un amplio número de casos»  107. Buenas
razones parecerían ser aquellas que, dentro de un procedimiento de argumen-
tación moral en condiciones ideales y aceptando un marco moral que provee un
conjunto de creencias verdaderas y actitudes correctas compartidas, ningún ser
humano razonable rechazaría. Por tanto, hay aquí dos presupuestos y una tesis:
el primer presupuesto consiste en que existe un marco lingüístico y moral común
que es un requisito básico para que sea posible la argumentación moral  108; el se-
gundo, el que se refiere a la determinación de condiciones ideales  109; y una tesis,
que sostiene que garantizado este marco común y estas condiciones ideales, es
posible obtener la convergencia frente a una cuestión moral debatida, o en otras
palabras, que aquello conduce a una única respuesta correcta. Esta tesis, junto
con poder ser ubicada dentro de un objetivismo metodológico, participa, me
parece, de las características de un objetivismo epistemológico constructivista.

3.  Conclusiones: hacia una tipología de corrección

Para saber qué quiere decir el jurista con la palabra “correcta” empleada en
la frase “la decisión judicial X es correcta”, se ha distinguido entre significado
genérico y específicos de corrección. Genéricamente, “correcta” denota una re-
lación estructural de ajuste entre una cosa y un parámetro. Específicamente, el

107 
Moreso 2009: 88.
108 
Con una afirmación en este sentido, se pronuncia en contra de la diversidad de marcos morales
propuesta por Harman, Moreso 2009: 88-89.
109 
Señala Moreso que: «Una persona P está en condiciones ideales frente a la acción x si y solo si:
a) P es imparcial; b) P posee un conjunto unificado de deseos; c) P dispone de una información com-
pleta y sensible acerca de las alternativas y consecuencias en relación con x; d) P posee la capacidad
imaginativa para ponerse en el lugar del que ha de tomar una decisión con relevancia moral». Aunque
más adelante en este libro propone una forma de solucionar el dilema de Eutifrón al que se ve enfren-
tado el constructivismo ético, aquí señala que su propuesta es neutral en cuanto a «si la satisfacción de
las condiciones ideales es definitoria de la corrección moral o es, únicamente, el medio adecuado para
descubrirla», Moreso 2009: 90-91.

39
Flavia Carbonell Bellolio

significado de “correcta” depende de dos elementos: primero, del tipo de cosa


que se contrasta y del tipo de operación que se lleva a cabo al contrastar; segun-
do, de postulados teóricos e ideológicos que asume quien realiza el juicio.
Con respecto al primer elemento —tipo de cosa que se contrasta y tipo de
operación involucrada—, los principales significados detectados son los de co-
rrección epistémica y corrección axiológica. En el primero, las cosas objeto de
contraste son enunciados descriptivos y la operación es cognitiva; en el segundo,
las cosas objeto de contraste son decisiones, normas o valores, y la operación es
valorativa.
Para la aplicación de estos criterios a la decisión judicial, hay que tomar en
cuenta el carácter complejo de las premisas que la componen. Por ello, aquí se ha
relacionado la corrección de la premisa fáctica con distintos criterios de verdad,
precisando que el test de contraste epistémico se aplica a los enunciados fácticos
o descriptivos que integran esta premisa (y que son, por lo demás, un rasgo dis-
tintivo de ella). A su turno, partiendo del presupuesto de que los enunciados in-
terpretativos involucran —en mayor o menor medida, siempre o en ciertos casos,
según la tesis que se adopte— una actividad valorativa, juicios de valor (morales
o políticos), se ha vinculado la premisa normativa preferentemente con criterios
de corrección axiológica. Sin embargo, como se ha expuesto, existen desacuer-
dos filosóficos sobre la naturaleza de los juicios morales —específicamente, si
puede de ellos predicarse verdad y/u objetividad— y, consecuentemente, sobre
cuáles son las operaciones involucradas en su formulación —puramente o par-
cialmente cognitivas/valorativas—.
Con relación al segundo elemento, un recorrido por el lenguaje de algunos
filósofos y filósofos del derecho contemporáneo exhibe que: a) existen ideas
fraccionadas y diversas de corrección dependiendo del tipo de aproximación
(teórica e ideológica) que se adopte; b) las referencias a la corrección en el de-
recho se encuentran fundamentalmente en tres ámbitos: en los discursos sobre
el concepto de derecho, sobre interpretación y argumentación jurídica, y sobre
aplicación judicial del derecho; c) el uso de “correcta” o “corrección” se da en
distintos estadios, siendo de mayor generalidad las tesis que predican la correc-
ción en los discursos sobre el concepto de derecho (por ejemplo, la pretensión
de corrección alexiana, la tesis dworkiniana de la única respuesta correcta y la
pretensión de rectitud habermasiana). No obstante, la mayoría de las propues-
tas que emplean/rechazan/moderan estas palabras se enmarcan dentro de tesis
sobre interpretación, argumentación o justificación de las decisiones judiciales,
específicamente, listando o proponiendo criterios y/o metacriterios —al menos
en apariencia más concretos— para evaluar la corrección de una decisión (por
ejemplo, las tesis sobre aplicación judicial del derecho de Wróblewski, la teoría
de la argumentación de Alexy, el catálogo de criterios de interpretación de Tare-
llo); d) dentro de los filósofos del derecho analizados, se pueden identificar dos
grandes grupos de postulados que llevan a adoptar con cierto entusiasmo o a
rechazar/emplear con cautela, respectivamente, el uso de la palabra “correcta”
para calificar interpretaciones jurídicas: aquel que postula la conexión necesaria

40
Sobre la idea de decisión judicial correcta

entre derecho y moral, adhiere al cognoscitivismo interpretativo y suscribe algún


tipo de objetivismo moral y aquel que postula la no conexión necesaria entre
derecho y moral, adhiere al escepticismo interpretativo y suscribe algún tipo de
no-objetivismo moral; e) varios de estos usos provienen de debates en filosofía
de la ciencia y del lenguaje —aquellos sobre la verdad de los enunciados— y en
filosofía moral —aquellos sobre verdad y objetividad de los juicios morales—.
Desde este estudio, es posible proponer una tipología de criterios de correc-
ción según la directriz que proporciona la idea genérica de corrección: correc-
ción como relación de ajuste que compara algo con un parámetro de contraste.
Sin pretensiones de exhaustividad —y admitiendo que ellos pueden ser mayor-
mente desarrollados en estudios futuros— me parece que es posible distinguir
grupos y construir la siguiente tipología de criterios de corrección:

a)  Corrección lógica: se predica de la conclusión que se deduce lógicamente


de las premisas; es decir, consiste en una relación de ajuste entre las premisas y
la conclusión. En este caso, la conclusión es la propia decisión judicial final que,
desde el punto de vista de la justificación interna, asume la forma de un silogis-
mo. La corrección lógica también puede predicarse, en estadios anteriores al de
la decisión final, de la configuración de las premisas fáctica y normativa, ya sea
planteando que cada una de ellas es el resultado de una cadena de silogismos
deductivos —es decir, de relaciones de ajustes entre premisas y conclusiones que
pasan a ser premisas—, ya sea afirmando que en este caso las cadenas de enun-
ciados deben ser consistentes, esto es, exentas de contradicciones.
b)  Corrección epistémica: es aquella que da cuenta de una relación de ajuste
de tipo cognitivo entre un enunciado y un criterio para su “verdad” (entendida,
por ejemplo, como verificación empírica completa o probable; como coherencia;
como falsabilidad; como consenso). Así, un juicio de corrección epistémica es
una fórmula de validar enunciados descriptivos que apela a alguna forma de
comprobación empírica. Sin embargo, la mayoría de estos criterios son concep-
ciones aproximativas de la verdad que renuncian, por diversas razones, a la posi-
bilidad de asociar una verdad absoluta a los enunciados.
c)  Corrección axiológica: se predica de la relación de ajuste de tipo evalua-
tivo entre una norma o decisión y un criterio moral (criterio moral tal como im-
parcialidad, justificación, racionalidad, universabilidad, coherencia axiológica,
consenso moral, o algún otro argumento interpretativo que integra la tradición
jurídica de los sistemas occidentales de derecho legislado). Estos parámetros eva-
lúan, básicamente, la “justicia”, “bondad” o “validez” de aquella norma, acción
o decisión; dicho de otra manera, consagran preferencias éticas, jurídicas y po-
líticas.
d)  Corrección técnica: consiste en la relación de ajuste entre un argumento
interpretativo y la forma en que debe ser construido el argumento. La forma
de construcción consiste en las propuestas de algunos autores o en la lectura de
ciertos consensos sobre la “correcta” arquitectura del argumento dentro de una
tradición jurídica determinada. Respecto de algunos argumentos, se prescriben

41
Flavia Carbonell Bellolio

formas lógicas o pseudológicas, mientras que en otros casos se pide explicitar


los elementos que lo constituyen. El argumento de reducción al absurdo y el
argumento analógico, por ejemplo, pueden ser reconstruidos en forma lógica;
en cualquier caso, como mínimo debiesen expresar en forma clara el absurdo de
la solución y la similitud entre el caso regulado y no regulado, respectivamente.
e) Corrección jurídica mínima: consiste en el cumplimiento de presupuestos
contextuales de la aplicación judicial del derecho y constituye el punto de par-
tida para aplicar otros criterios de corrección en orden a juzgar la decisión re-
sultante. Estos presupuestos se refieren a que el juez: a) identifique y aplique
disposiciones normativas válidas del sistema jurídico —dictadas por autoridad
competente y de acuerdo al procedimiento previsto en el sistema jurídico res-
pectivo—; b) cumpla con la “corrección jurisdiccional”, es decir, con las reglas
procesales que establecen competencias y procedimientos. En términos de re-
lación de ajuste, se trata de a) una relación entre la disposición normativa y su
validez formal; b) una relación entre la decisión jurídica y las reglas procesales y
de competencia del sistema jurídico respectivo.
f) Corrección plena: la corrección plena o corrección all-things-considered  110
consiste en la satisfacción de todos los criterios de corrección jurídica mínima
más el cumplimiento de criterios de corrección lógica, epistémica, axiológica y
técnica que adopte quien emite el juicio de corrección.

Como se hace evidente de esta agrupación de criterios que propongo, entre


cada una de ellas varían los objetos, y al interior de una misma categoría pueden
igualmente variar los parámetros de contraste (según la tesis que se siga). Lo úni-
co que sobrevive es la idea de corrección como relación de ajuste entre la cosa y
el parámetro elegido o predefinido.
Adicionalmente, también es posible situarse en un segundo nivel y detectar
cuáles son los criterios de corrección empleados por los operadores de un sis-
tema jurídico en un tiempo y lugar. En este caso, se trata de un metacriterio de
corrección, la corrección en un contexto determinado  111, que describe aquellos
criterios concretos que operan en la práctica al interior de una cultura jurídica
particular. Es decir, se asume que desde un punto de vista externo es posible de-
tectar y describir cuáles son las normas, valores y decisiones que, en el contexto
de una cultura jurídica particular, son consideradas correctas desde el punto de
vista técnico, epistémico y axiológico. Estos criterios de corrección pueden per-
fectamente cambiar si aquellos operadores deciden introducir modificaciones en
el código de corrección que compartan.
Finalmente, según lo expuesto, el contenido semántico de la afirmación “la
decisión judicial X es correcta” puede descomponerse en los siguientes, pudien-

110 
Chiassoni emplea la expresión “corrección plena” (habida cuenta de todo o todo considerado),
aunque para hacer referencia a algo más limitado de lo que aquí se propone: tener en cuenta todo el
código hermenéutico.
111 
La idea de considerar este metacriterio me fue sugerida por Paolo Comanducci.

42
Sobre la idea de decisión judicial correcta

do el jurista incluir uno o más de ellos en su juicio de corrección: a) la decisión es


correcta ya que identifica y aplica normas formalmente válidas y cumple con los
requisitos procesales del sistema; b) un/cada enunciado sobre hechos que integra
alguna de las premisas es correcto en el sentido epistémico, ya que cumple con
un/el criterio de verdad; c) una/cada decisión, norma o enunciado interpretativo
que contiene alguna de las premisas es correcta en el sentido axiológico, esto es,
es válida, justa, buena, objetiva y/o racional, porque cumple con el/los criterios
que el jurista ha elegido, o que el jurista debe seguir (aquellos que operan en su
cultura jurídica; o aquellos que, según determinada tesis normativa o ideología,
deberían usarse); d) la conclusión del razonamiento es correcta en el sentido ló-
gico, toda vez que se deduce lógicamente de las premisas; e) un/cada argumento
que apoya una interpretación es técnicamente correcto, en tanto se construye de
acuerdo a la arquitectura estándar o que le es propia.

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