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Ficha de la cátedra:

CRISIS DE LA MODERNIDAD

Cada momento histórico-social se caracteriza por un modo de ver la realidad y


actuar en ella, es decir que existen determinadas redes de significaciones que constituyen
el imaginario social de cada época, la episteme propia de un determinado suelo histórico-
político-económico-social.

Imaginario social: “ Este elemento que da a la funcionalidad de cada sistema institucional


su orientación específica, que sobredetermina la elección y las conexiones de redes
simbólicas, creación de cada época histórica, su manera singular de vivir, de ver y de
hacer su propia existencia, su mundo y sus propias relaciones; este estructurante
originario, este significado-significante central, fuente de lo que se da cada vez como
sentido indiscutible e indiscutido, soporte de las articulaciones y de las distinciones de lo
que importa y de lo que no importa, origen del exceso de ser de los objetos de inversión
práctica, afectiva e intelectual, individuales y colectivos –este elemento no es otra cosa
que lo imaginario de la sociedad o de la época considerada ”. Cornelius Castoriadis. La
institución imaginaria de la sociedad. Editorial Tusquets. 1983.

Vamos a tomar algunas conceptualizaciones sobre la llamada crisis de la


modernidad que nos ayudarán a pensar sobre algunos cambios en relación con los
tiempos que nos tocan vivir y que han hecho efecto en las teorizaciones, en las prácticas
sociales y en la vida cotidiana.

MODERNIDAD
"Ser moderno es encontrarnos en un ambiente que nos promete
aventura, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros
mismos y del mundo y, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo
lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos [...] Ser
moderno consiste en ser parte de un universo en el que, como dijo
Marx: Todo lo que es sólido se desvanece en el aire".
Marshall Berman.

Situaremos al proyecto de la Modernidad, cuyas delimitaciones se tornan arbitrarias


según desde qué disciplina se trabaje el tema, tomando en cuenta la conmoción que
generaron ciertos acontecimientos históricos en el imaginario social de la edad media.
Consideraremos:
 El descubrimiento de América en 1492.
 Las conceptualizaciones teóricas sobre la tierra de Copérnico, Giordano Bruno y
Galileo.
 Las conceptualizaciones filosóficas de René Descartes.
 La Revolución Francesa en 1789.
 La primera Revolución Industrial.

Estos acontecimientos señalaron los ejes centrales de la Modernidad, esto es, el


control y el dominio sobre la realidad a través de la razón y la búsqueda de la libertad, del
desarrollo autónomo del hombre.
Debemos situar a estos ejes y a aquellos acontecimientos, como efecto de los
atravesamientos del suelo histórico, político y social, es decir, de una coyuntura histórica
con gran impulso demográfico y de crecimiento del aparato de producción con rentabilidad
creciente. Rentabilidad que se logró a partir del dominio del hombre sobre la naturaleza a
través de los adelantos científico-tecnológicos que, paradójicamente, llevó al control sobre
el hombre mismo.
Para poder pensar cómo se construye el imaginario social de la Modernidad es
importante recordar someramente qué sucedía en la Edad Media. La organización político-
social de la Edad Media giraba en torno a normas y valores impuestos por la Iglesia y la
monarquía, con la organización económica del feudalismo. El monarca ejercía un poder
absoluto sobre determinados territorios y determinados hombres, era considerado el
representante de Dios en la tierra. La concepción del mundo y las conceptualizaciones
teóricas estaban centradas en Dios y sustentadas por los preceptos de la Iglesia.
Los acontecimientos históricos antes mencionados pusieron en crisis a esta
concepción del mundo, del hombre, de las teorías transformando las prácticas sociales y la
manera de vivir.
Tanto con las conceptualizaciones sobre la tierra de Copérnico, Giordano Bruno y
Galileo, como con los grandes viajes de conquista y colonización de los siglos XV y XVI
-entre los que destacamos al descubrimiento de América, que comprueba empíricamente
aquellas teorías-, se puso en cuestión al paradigma reinante acerca del orden divino y se
ampliaron los horizontes del mundo conocido. Copérnico postuló al sol como el centro del
universo, reemplazando la concepción geocéntrica tradicional que acompañaba a la crisis
de la concepción medieval del mundo que ubicaba a Dios y a la fe divina en el centro de la
escena.
Las conceptualizaciones filosóficas de René Descartes, conocido como el primer
pensador moderno, ubicaron a la razón, al hombre en el lugar privilegiado que sostuvo en
el transcurso de la Modernidad. Descartes utilizó la duda metódica como modo de conocer
y ubicó al ser pensante en un lugar fundamental. La razón ocupó el trono y la fe divina dejó
de ser garante del conocimiento.
Así, el hombre desarrolló su poder para comprender, racionalizándolo todo.
A través del Iluminismo, Kant planteó la liberación del hombre de su culpable
incapacidad, de su imposibilidad de servirse de su inteligencia. Enarboló el sapere aude,
pensar por sí mismo, esto es, buscar en sí mismo la suprema prueba de la verdad y elevar
la propia razón como único juez de la verdad. Pero esto conlleva una paradoja: el sujeto
logra poder sobre la realidad a costa de la pérdida de su libertad. El sujeto se transforma
en un objeto de dominio. La Razón queda ubicada al servicio del poder y se busca la
liberación del mundo de la magia por medio de la ciencia.
Las ideas iluministas sustentaron las revoluciones francesa, inglesa y norteamericana
que tuvieron gran influencia sobre nuestra Revolución de Mayo. La Revolución Francesa
representó la caída de la monarquía como forma de gobierno y el auge de la burguesía
como clase social (que se oponía tanto a la nobleza como a las reivindicaciones obreras).
Libertad- Igualdad- Fraternidad se instalaron como nuevos valores.
Cada vez más se fueron demarcando los criterios sobre qué es científico y qué no lo
es, ya no desde la autoridad de la Iglesia sino desde el tribunal de la Razón.
En este sentido, los aportes desarrollados por Auguste Comte sobre el positivismo,
ubicaron como único pensamiento válido al que se atiene a los hechos, éste es el
pensamiento positivo. El orden de las ciencias se utiliza para ordenar a la sociedad y
transforma al positivismo en una estrategia política. Se busca una explicación causal (todo
hecho individual puede ser comprendido si se lo introduce en una ley general) y la
validación del pensamiento desde su matematización.
En las prácticas sociales esto queda explicitado con el invento de la sociología y con el
ideal de alcanzar el progreso a través de la ciencia.
Como plantea García Canclini en su texto "Consumidores y ciudadanos", el hombre
moderno -hombre-ciudadano-, que sostenía los valores enarbolados por la Revolución
Francesa, que peleaba por un lugar donde lo que se privilegiaban eran sus derechos, pasa
a ser considerado sólo en términos de consumidor a partir de movimientos político-
económicos. Punto de partida en el momento en que el ejercicio de la ciudadanía estaba
ligado a la capacidad de apropiación de bienes y sus usos, nivelado por la igualdad en
derechos civiles, explicitados en la participación al votar o pertenecer a un partido político;
espacio que, al caer en el descreimiento, permite que la convocatoria venga desde el lugar
de consumidores. Actualmente, a partir de los cambios en la manera de consumir, se han
alterado la función del sujeto dentro de la sociedad, las posibilidades y formas de ser
ciudadano. Dice G. Canclini: " ...en América Latina la experiencia de los movimientos
sociales está llevando a redefinir lo que se entiende por ciudadano, no sólo en relación con
los derechos a la igualdad sino también con los derechos a la diferencia".
Con la Modernidad abundan los grandes relatos, verdades absolutas sostenidas por
diferentes disciplinas que atraviesan y constituyen las prácticas sociales y la vida cotidiana.
En el siglo XIX se construyeron saberes que rompieron con algunas largas tradiciones.
Surgió la geometría no euclidiana, la física de Einstein, la física cuántica, la biología
darwiniana, el marxismo transformó la forma de hacer análisis histórico de las sociedades
(en oposición a Durkheim y a la sociología positivista de Weber) y el psicoanálisis rompió
con la psicología experimental y de conciencia.
La Revolución Industrial señaló el progreso logrado a través de la ciencia con los
adelantos tecnológicos. En lo económico-social, se consolidó el desarrollo industrial y se
constituyó la clase obrera o el proletariado que desplegará una serie de luchas para
defender los derechos del trabajador.
La organización económico-social oscilará entre repúblicas constitucionales y
absolutistas, grandes revoluciones y el predominio y despliegue del capitalismo en el
mundo.
El concepto de Revolución, siguiendo lo trabajado por Octavio Paz, es pensado como
mito central de la Modernidad. Hija de la critica moderna, es creadora y destructora a la
vez, al destruir crea. Momento en que la crítica se transforma en utopía y la utopía encarna
en hombres y en acciones. “Cierto, la novedad de la revolución parece absoluta; rompe
con el pasado e instaura un régimen racional, justo y radicalmente distinto del antiguo.
(...)La revolución es la vuelta al tiempo del origen, antes de la injusticia, antes de ese
momento en que, dice Rousseau, al marcar los límites de un pedazo de tierra, un hombre
dijo: Esto es mío. Ese día comenzó la desigualdad y, con ella, la discordia y la opresión: la
historia.”(Octavio Paz).
Con relación a todo lo mencionado, los intelectuales y el arte han ocupado un lugar
protagónico durante la Modernidad. Creyeron ser, dice Beatriz Sarlo en sus “Escenas de la
vida posmoderna”, la voz de los que no tenían voz, se sintieron portadores de una
promesa, la de obtener los derechos de los que no los tenían. En una época donde el
saber era de suma importancia para la producción y reproducción de la vida, allí
encontraron una fuente de poder. Militantes en las revoluciones y exiliados, perseguidos,
encarcelados, torturados, censurados... Tuvieron una pasión por lo universal: los derechos
del hombre y del ciudadano. Creyeron en las vanguardias políticas como indispensables
para la lucha por el progreso y la revolución. Confiaron en el deber de su saber y allí
fundaron su poder. El saber como fuente de libertad pero denunciando que también puede
ser un instrumento de control social. Creyeron que el arte tenía algo que decir a la
sociedad. Exploraron como nadie los límites de la experiencia, de lo permitido, de la moral.
Creyeron ser la vanguardia del arte.

"... "todo lo sólido se desvanece en el aire". Esta cita pertenece a K. Marx,


quien la escribe a mediados del siglo pasado. Marx es un autor
moderno, como Baudelaire, Nietzsche, Freud, a ellos los mueve el deseo de
cambio (trasformarse y transformar su mundo) y el miedo a la
desintegración. Todos ellos conocen la emoción y el espanto de un mundo
en el que 'todo lo sólido se desvanece en el aire'; ser modernos es vivir una
vida de paradojas y contradicciones. Es estar dominados por las inmensas
organizaciones burocráticas que tienen el poder de controlar y a menudo de
destruir las comunidades, los valores, las vidas y sin embargo no vacilar en
nuestra determinación de enfrentarnos a tales fuerzas, de luchar para
cambiar su mundo y hacerlo nuestro. Es ser a la vez, revolucionario y
conservador: vitales ante las nuevas posibilidades de experiencia y
aventura, atemorizados ante las profundidades nihilistas a que conducen
tantas aventuras modernas, ansiosos por crear y asirnos a algo real cuando
todo se desvanezca”.
Por la Lic. María Luisa Castillo, sobre “Todo lo sólido se
desvanece en el aire” de Marshall Berman

Recordemos que lo central para el pensamiento moderno pasaba por la búsqueda del
progreso a través de la razón, por la lucha por un futuro mejor y la posibilidad de
cambiar al mundo. Metas a lograr por medio de la ciencia y la tecnología y con
grandes relatos instaurados como verdades absolutas.
Se suele metaforizar la crisis de la modernidad utilizando como metáfora el estallido
de un gran espejo. Gran espejo que cae y se fragmenta en miles de pedazos.
Pequeños brillos homologables a la amplia gama de terapias alternativas que
conviven con el psicoanálisis, de sectas que acompañan a la religión, de
manifestaciones musicales que se amparan bajo el estigma del rock. Espejo
quebrado, fin de las certezas, de los absolutos. Puesta en duda de aquellos
grandes relatos que invitan a la deconstrucción de la realidad moderna.
Aquel futuro mejor, no llegó. Aquellas luchas no cambiaron el mundo. El progreso a
través de la ciencia mostró una serie de riesgos para el planeta. La posibilidad de querer
cambiar el mundo dejó de ser el motor de los jóvenes y el desencanto se echó a rodar.
“Una primera dimensión del desencanto posmoderno es la pérdida de la fe en que exista
una teoría que posea la clave para entender el proceso social en su totalidad”,
dice Nortber Lechner. Desconfianza que nace porque detrás de toda concepción
de verdad se oculta una relación de poder. El desencanto tiene al menos dos
aspectos: la pérdida de la ilusión y la resignificación de la realidad.

Nuestros tiempos
"...la cultura posmoderna es descentrada y heteróclita,
materialista y psi, porno y discreta, renovadora y retro,
consumista y ecologista, sofisticada y espontánea,
espectacular y creativa; el futuro no tendrá que escoger una
de esas tendencias sino que, por el contrario desarrollará las
lógicas duales, la correspondencia flexible de las
antinomias...”.
Gilles Lipovetsky.

Desde los años 80 se ha desplegado un debate acerca de la crisis de la modernidad.


Existen diferentes posiciones acerca de estos tiempos. Para algunos pensadores la
modernidad ha quedado atrás y se refieren entonces a la posmodernidad. Para otros, hoy
asistimos a otro momento de aquel proyecto moderno. Sea como sea, no podemos negar
los importantes movimientos a los que hemos asistido.
Caracterizan a la llamada posmodernidad por la negación del análisis de lo moderno,
de la razón, del progreso y del poder emancipatorio de las ciencias. Se rechazan los
dualismos y las oposiciones binarias y se pone el énfasis en el texto y el discurso como
elementos constitutivos de la realidad. No se cree en la razón fundamentadora que da
cimientos para una visión de la realidad y del hombre, ni en los grandes relatos que dan
sentido a la historia y legitiman proyectos políticos, sociales y económicos. Se piensa que
los grandes relatos emancipadores de la modernidad albergan coerción, uniformidad y
totalitarismo.
La figura del intelectual de la modernidad, ha entrado en el ocaso. Los intelectuales
trabajan como expertos que construyen su poder sobre el dominio de un campo de
saberes o técnicas. Son la continuidad técnico administrativa del Estado y se consideran
por encima de las fracciones sociales. Creen en su neutralidad respecto de los valores.
Se plantea una nueva concepción de la razón. Nueva racionalidad que abre a la
heterogeneidad, al pluralismo, a una comprensión de la vida humana donde la racionalidad
(objetiva, instrumental, logificante) no sea lo central. Esta crítica a los excesos de la
racionalidad moderna ve, a su vez, los riesgos del abandono de la universalidad. Según
Habermas, sin principios o éticas mínimas no hay posibilidad de ser críticos y resistir al
statu quo, en el fondo del posmodernismo anida el neo-conservadorismo. La mayor
deficiencia es la ausencia de algún análisis socio-políticos del fracaso de la modernidad.
Para Lyotard la posmodernidad sería una edad de la cultura que se correspondería
con un tipo de sociedad, la posindustrial o del capitalismo tardío. Con predominio de la
producción de artículos en serie, en constante innovación tecnológica, la producción de
servicios concentra a la mayor parte de la población económicamente activa; el
conocimiento es la fuerza de producción, y la información y su adecuada circulación son
imprescindibles para el éxito de los emprendimientos económicos.
En la arquitectura se comenzó a trabajar con lo que más tarde sería propio de la
posmodernidad. Tanto en las construcciones como en la decoración, comenzaron a
tomarse objetos de otras épocas y a redefinirlos en un nuevo contexto. Algunos autores
hablan del reciclaje, del pastiche posmoderno, de la estética del video clip.
Las categorías de espacio y tiempo se han redefinido con la inefable ayuda de los
medios de comunicación, que mágicamente acercan realidades geográficamente muy
distantes, contribuyen a redefinir los ritmos de vida al son del zapping y a transformar e
inventar nuevas realidades. Algunos autores hablan de la fugacidad del objeto, de la
llamada cultura de lo efímero.
Hoy el cuerpo aparece entronizado intentando mantenerse joven y a dieta, aún
pactando con el Diablo si fuera necesario, para ser eternamente joven y respondiendo a
ser eficiente y eficaz, y enarbolando los valores de la sociedad de consumo: individualismo
y competencia. Vivimos en un mundo guiado por las leyes impuestas por el mercado. Su
mandato es: "¡a consumir!", cada quién lo hará según las posibilidades económicas,
sociales, psíquicas, consumiendo ropa, zapatillas, computadoras, televisores, comida,
alcohol, drogas...
Gilles Lipovetsky sostiene que asistimos a una nueva fase en la historia del
individualismo occidental y que constituye una verdadera revolución al nivel de las
identidades sociales, en lo ideológico y en lo cotidiano. Revolución que se caracteriza por
un consumo masificado de objetos y de imágenes, una cultura hedonista que apunta al
confort generalizado, personalizado, con valores permisivos, light en relación con las
elecciones y modos de vida personales. Estos cambios, novedosos en la cultura y los
valores morales implican una fractura de la sociedad disciplinaria (analizada por Michel
Foucault) y la instauración de una sociedad basada, según Lipovetsky, " en la información
y en la estipulación de las necesidades, el sexo y la asunción de los ‘factores humanos’, en
el culto a lo natural, a la cordialidad y al sentido del humor". Esto lleva a planificar una vida
"a la carta", la utopía de los tiempos posmodernos para Lipovetsky.
La sociedad disciplinaria moderna, si bien correspondía a un sistema político
democrático, era de tipo autoritario. El individuo quedaba sujeto a reglas uniformes, se
eliminaba al máximo posible las elecciones singulares en pos de una ley homogénea y
universal, es decir, de la primacía de una voluntad universal que tenía fuerza de imperativo
moral que exigía una sumisión y abnegación a ese ideal. La Modernidad plasmada como
sociedad disciplinaria constituyó una subjetividad y una forma de control. Esto permitió,
como señala Foucault, el control sobre los cuerpos y las prácticas sociales de los sujetos.
La posmodernidad no implica una liberación del control social global, la manera de ejercer
dicho control ha variado.
Será responsabilidad de quienes tengamos ganas de asumirlo, ponernos a pensar de
qué se trata este nuevo ejercicio del control social para apostar así a ser cada día un
poquito más libres.

Lic. Verónica P. Scardamaglia –2001-.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

CASTILLO, María Luisa y Scardamaglia, Verónica: “Escenas posmodernas de la vida


institucional”, trabajo inédito, 1996.
DA SILVA, Tadeu: “Sociología de la educación: Pedagogía crítica en tiempos
posmodernos”. 1993.
DÍAZ, Esther: “Para seguir pensando”, EUDEBA, 1989
“Posmodernidad”, Editorial Biblos, 2000.
FOUCAULT, Michel: “Vigilar y castigar”, Siglo XXI, Bs. As. Capítulo: “Disciplina”.
GARCÍA CANCLINI, Néstor: “Consumidores y ciudadanos, conflictos multiculturales de
la globalización”, 1995.
“Imaginarios urbanos”. EUDEBA. 1997.
GIBERTI, Eva: “Hijos del rock”. Editorial Losada. 1996.
GIROUX, Henry y otros: “Nuevas perspectivas críticas en educación”, capítulo: “Jóvenes,
diferencia y educación posmoderna”. Editorial Paidós. 1994.
LECHNER , Norbert y otros: “Modernidad y Posmodernidad en Educación”. Capítulo 1: “
Un desencanto llamado posmoderno”.
LIPOVETSKY, Gilles: “La era del vacío”. Editorial Anagrama. 1986.
LÓPEZ GIL, Marta: “Filosofía, modernidad y posmodernidad”.
MARÍ, Enrique y otros: “¿Posmodernidad?”. Editorial Biblos. 1988
OBIOLS, Guillermo y DI SEGNI, Silvia: “Adolescencia, posmodernidad y escuela
secundaria”. 1995.
SCARDAMAGLIA, Verónica P.: “Los adolescentes, la música y la imagen. El lugar de la
música para los jóvenes según los distintos momentos de la cultura”. Trabajo presentado
en el IX Congreso Metropolitano de Psicología. “Niñez y adolescencia hoy. Ética, amor y
violencia en la constitución de la subjetividad”. Noviembre de 1997.
SARLO, Beatriz: “Escenas de la vida posmoderna”. Editorial Ariel, 1996.
Jóvenes de ayer y ¿de hoy?.
Notas de una conferencia de la Dra. Esther Díaz. Junio de 1998.

EN LOS ‘70 EN LOS ’90


 “Zafar” de la - Lectura - Televisión
realidad
 Entretenimientos - Radio, cine. - Televisión, videos.
 Relaciones - Reuniones con familia, con - Encuentros mediatizados por el teléfono,
humanas amigos. fax, Internet.
 Imaginario - Se hacía desde los héroes, - Viene hecho, se da la realidad “a medida”,
santos “pantallismo”.
 Atención - Constante - Alterna, tiempo del video clip.
 Figuras de - Héroes - Figuras del rock, TV. (Choque entre el
identificación encuentro del ideal televisivo con la realidad
cotidiana)
 Paradigma del ser, - Pienso, luego existo. - Aparezco en los medios, luego existo. No
de la existencia existe la idea de trascendencia más allá de
la aparición en los medios, videos caseros.
 Militancia, - Política. - Rock, “ sin sensibilidad social”
participación
 Panorama político - Idealismo, lucha por - Pragmatismo, utilitarismo (hacer sobre las
ideales. prácticas según intereses del momento).
Con democracia, fracaso de lo serio,
farandulización de la política, corrupción,
falso optimismo y pragmatismo.
 Lenguaje - Rock. Lugar para compartir el lenguaje, los
- Política, triunfar implicaba jóvenes triunfan, no hay que esperar para
ser grande, crecer. tener éxito.
 Productos - Concretos, ropa igual a la de ídolos.
 Compañía - Ideales, utopías - Walkman, grabadores, etc.
-Pobreza, injusticia, mundo
 Participación mejor. - Se llena con el rock
- Política partidaria.
 Modelo paterno. - Inmigrantes, generaciones - Militantes, autoritarios.
que buscaban un futuro
mejor a través del esfuerzo,
por eso hijos idealistas. 1º
generación de clase media
que accede a la
Universidad.

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