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Eric Hobsbawm, Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas asociadas de los
movimientos en los siglos XIX y XX. Barcelona: Crítica, 1983.
Sobre Eric Hobsbawm (1917-2012) se puede decir que fue una de las figuras más
representativas del ejercicio de la disciplina histórica en el transcurso del siglo XX. Inscrito
en la tradición y pionero de la escuela de los historiadores marxistas británicos, dedico su
quehacer a la historia social y económica de los grandes procesos de consolidación del
capitalismo en Europa desde el siglo XVIII hasta el siglo XX. Así mismo, su curiosidad
intelectual lo llevó a trabajos y expresiones investigativas relacionadas con temas culturales
de los grupos, clases y sectores populares o subalternos. En su producción académica, tal
vez los textos que mayor difusión y debate han tenido fueron La era de la Revolución
(1789-1848), La era del Capital (1848-1875), La era del imperio (1875-1914), y una de
sus más célebres e interesantes obras, Historia del siglo XX, donde no sólo reconstruye los
procesos más dramáticos del siglo que vivió y padeció, sino además establece discusiones
sobre el porvenir que el derrumbe de la Unión Soviética y de los grandes relatos trae para la
humanidad.
El texto reseñado para este seminario es producto de una serie de ensayos que versan sobre
un amplio espectro de movimientos sociales, fundamentalmente referidos al ámbito
europeo desde la Revolución Francesa hasta mediados del siglo XX (salvando los últimos
dos ensayos sobre Colombia y Perú respectivamente). En la caracterización sociológica que
integra la naturaleza de éstos movimientos, Hobsbawm asevera que “se trata de gentes pre-
políticas que todavía no han dado, o acaban de dar, con un lenguaje específico en el que
expresar sus aspiraciones tocantes al mundo”1.
Frente a ésta, el siguiente capítulo destaca que no son movimientos sociales puros con
metas y programas específicos; y si bien en la historiografía que existía para el momento,
había una tendencia a pensar en la Mafia como un fenómeno organizado y fuertemente
centralizado, Hobsbawm se encarga de demostrar que dicha centralización era más un mito
y en realidad se trataba de una expresión fuertemente desorganizada. En sociedades como
la siciliana, donde la ausencia estatal era fuerte y donde las condiciones sociales eran
precarias para los sectores pobres, la Mafia constituye una actitud frente al estado, una
actitud paternalista de protección como respuesta a la ausencia de autoridades seculares. En
últimas, se trató de un sistema de grupos secretos que se encargó del control de la vida de la
comunidad.
En los capítulos referidos al milenarismo (los Lazaretistas, los anarquistas andaluces y los
fasci sicilianos), se ubica cómo los movimientos primitivos, por una serie de
consideraciones culturales, ideológicas y religiosas podían tener una vocación
revolucionaria. Sin embargo, al carecer de herramientas modernas de organización, los
destinos de estos grupos milenaristas estaban atados a la capacidad con la cual pudieran
adaptarse a formas modernas. Su base común son situaciones de pobreza, inequidad y
tenencia de la tierra exacerbada por un grupo reducido de personas, una élite local. En esos
contextos, la aparición de una ideología milenarista, antes que la de una ideología moderna
es la que permite que florezca el milenarismo. El caso más exitoso de adaptación para
Hobsbawm es el de los fasci sicilianos, en tanto lograron compaginar elementos de su
ideología religiosa con el programa del PCI en la región. No ocurrió lo mismo con el
anarquismo andaluz y con los lazaretistas, que al verse inmersos en condiciones históricas
que no les permitieron relacionarse con ideologías modernas, sucumbieron en la posibilidad
de trascender históricamente (sobre todo la experiencia anarquista española).
En cuanto a las críticas, me parece que una central, muy inspirada en la lectura sobre la
historia que traen consigo los Subaltern Studies, tiene que ver con la lectura que Hobsbawm
hace del problema de los movimientos sociales “pre-modernos”: “Su problema es el de
cómo adaptarse a la vida y luchas de la sociedad moderna, y el tema de este libro es el
proceso de adaptación (o fracaso en el empeño adaptador) tal cual queda expresado en sus
movimientos sociales arcaicos”. Pero Hobsbawm va más allá, y nos plantea una relación
polémica entre “Evolución Histórica” y el lugar que en ella tiene el Estado: “Los
movimientos discutidos en este volumen tienen todos detrás de sí no poca evolución
histórica, porque pertenecen a un mundo familiarizado de antiguo con el Estado (es decir,
soldados y policías, cárceles, cobradores de contribuciones, acaso funcionarios), con la
diferenciación y la explotación de clase, obra de terratenientes mercaderes y afines, y con
ciudades”2. La crítica tiene que ver con el hecho de que la historia de los subalternos, de
los sectores populares, se ha hecho siempre mirando hacia las estructuras de dominación,
ignorando muchas veces sus dinámicas internas o sus modos.
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de la mano con la generación de unas instituciones y unos marcos normativos seculares que
empiezan a ocupar un lugar central en las sociedades europeas. Pero al hacerlo reproduce,
sin que sea ese su objetivo, toda una serie de prejuicios sobre dichos sectores y no es capaz
de asirlos en su dinámica propia, sino que los mide con relación a formas “modernas” de
organización social. Leyendo el contexto en el que pudo haber sido escrito el texto, se
puede decir que en todo caso, el marxismo aún pensaba que sería por la vía de la
organización partidaria o sindical del movimiento social que serían llevadas a cabo toda
una serie de transformaciones sociales revolucionarias, pero en efecto la historia demostró
que esas formas también fueron susceptibles de ser absorbidas por el establecimiento.