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EL DEBER
Domingo García Marzá
Sin embargo, el deber no tiene un sentido tan forzoso como el que sí tiene
la palabra obligación, por ejemplo, en este sentido, el deber es algo que
corresponde a un hecho de responsabilidad, pero que una persona puede
dejar de hacer si no tiene mayor preocupación por la moral o la ética, la
obligación, en algunos casos, puede denotar una situación forzosa en la cual
la persona no puede elegir por más que esté de acuerdo o no con ella, por
ejemplo, cuando hablamos de esclavitud. Entre estos deberes, los morales
pueden definirse como aquello que nos es imperativo hacer por demanda de
nuestra propia conciencia, que, en caso de no cumplirlo, nos sanciona con el
remordimiento.
El deber moral está profundamente emparentado con la ética, que estudia las
acciones clasificándolas en buenas o malas, lo que se debe hacer es lo bueno,
pero lo que no es tan fácil de descubrir en algunos casos es qué es aquello
que llamamos bueno. Esto dependerá de nuestra propia concepción del
mundo y de la influencia que en la formación de nuestras percepciones
valorativas hayan tenido la familia, la religión, los padres o los grupos de
amigos en la praxis
Muchas veces los deberes morales coinciden con los religiosos y los
jurídicos: por ejemplo, no matar es un deber moral, pues si lo hago me condena
mi conciencia; pero a la vez es un mandamiento divino, que si no lo cumplo
me conduce al infierno según la tradición judeo-cristiana, y es también un
deber jurídico, pues si mato voy a la cárcel, tal como lo contempla la ley penal.
Hay otros deberes que son morales, pero no están contemplados por las
normas jurídicas para castigarlos, como dar limosna a un necesitado.
La idea de deber aparece justamente como uno de los medios que una
comunidad tiene para ordenarse, así, es un deber por ejemplo asistir a la
escuela, es un deber pagar los impuestos, es un deber cruzar la calle cuando
es permitido y no cuando uno quiere, es un deber cumplir con las leyes, es un
deber ser responsable con los hijos. Estos y otros deberes tienen mayor o
menor relevancia en cuanto hacen a cuestiones como la subsistencia de la
especie y el evitar que la sociedad entre en caos. Muchos de ellos están
claramente especificados en la ley (por ejemplo, las responsabilidades que un
padre tiene para con sus hijos), pero muchos otros tienen que ver con el
sentido común y son parte del derecho consuetudinario (por ejemplo, no cruzar
la calle en rojo).
La justificación del deber como una virtud que lleva a la felicidad pienso que
es necesario el obedecer a Dios, que nos lleva hacia la verdadera felicidad,
una felicidad que como lo decía Kant se logra: “no por inclinación, sino por
deber, y sólo entonces tiene su conducta un verdadero valor moral” (en
Metafísica de las Costumbres). Ahora que la felicidad va de la mano de
sentimientos transitorios, del vano egoísmo y del afán consumista materialista,
volvamos a los mandamientos y hagamos la prueba para ver si nos pueden
hacer verdaderamente felices.
Tal vez para algunos sea difícil entender que la vida en sociedad implica
un cambio permanente y a no dudar un tremendo desafío, que tiene que ver
no solo con el cumplir con las obligaciones propias de las personas y su
participación en un estado de derecho, sino que más aún con el compromiso
permanente por ser mejores personas, tanto en el desarrollo personal, como
en cada esfuerzos realizado por defender los derechosde todos quienes no los
poseen o a quienes se les ha negado la posibilidad de ejercerlos en propiedad.
Culmino este breve ensayo citando a Kant que define el deber como “la
necesidad de una acción por respeto a la ley”