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El golpe de Estado ha fracasado en

Cataluña

21.09.2017 – Jesús Cacho

La mañana de ayer apareció fría, pero fue calentándose rápidamente con las noticias que
llegaban de Barcelona como un torrente. La Guardia Civil, en funciones de policía
judicial a las órdenes del titular del juzgado de instrucción número 13 de la capital
catalana, Juan Antonio Ramírez Sunyer, intervenía en cuatro consejerías de la
Generalidad, realizaba más de 40 registros, detenía a 14 personas, altos cargos todos,
empezando por el número dos de Oriol Junqueras, y requisaba material -millones de
papeletas- preparado para la celebración de la consulta sediciosa. Un puñetazo
inesperado que ha desarbolado la logística del referéndum y ha descabezado al núcleo
duro encargado de poner en marcha la consulta, a lo que hay que añadir, que no es poco,
que es casi todo, la intervención de las cuentas de la Generalidad ordenada por el
ministro Montoro. Y todo sin apelación expresa al 155. Simplemente poniendo en
marcha la maquinaria judicial del Estado. El golpe de Estado protagonizado por el
independentismo catalán ha fracasado. Una batalla muy importante se ha ganado. La
guerra, sin embargo, no ha terminado.

Ha empezado el mambo de verdad. Y millones de españoles, acostumbrados a sufrir las


vejaciones constantes de ese nacionalismo supremacista y provocador, respiraron ayer
aliviados. Ya era hora, hora de que los golpistas enseñaran las cartas, hora de saber
hasta dónde están dispuestos a llegar los mártires del prusés, hasta cuándo están
decididos a seguir con su locura, cuál es su predisposición a ingresar en el listado de los
mártires de la patria, hora de saber si son tan chulos como los pintan, si tienen o no esos
collons de los que llevan años alardeando cual matones de barrio, porque como un golpe
“por cojones” lo han planteado, y tan seguros estaban de que el tren del prusés era
imparable que ayer quedaron atónitos, con la boca abierta, y quienes los días 6 y 7 del
presente se ciscaron en el reglamento del parlament, en el Estatuto de Cataluña, en la
Constitución española, en las leyes europeas y en el Derecho internacional comparado,
se rasgaron las vestiduras y uy, uy, uy, qué daño, Puigdemont habló de “régimen
totalitario” y de “vergüenza democrática”.

Ha empezado el mambo de verdad. Y millones de españoles, acostumbrados a sufrir las


vejaciones constantes de ese nacionalismo supremacista y provocador, respiraron ayer
aliviados"

El gesto de desesperación que ayer exhibían los patronos de la “revolución de la


sonrisa” les delata. Hacienda remitió el martes a los bancos un listado de casi 300
sociedades (297 para ser exactos), incluyendo entes públicos, sociedades mercantiles,
universidades, organismos autónomos, consorcios y fundaciones sobre las que ejercer
una vigilancia especial en tanto en cuanto podrían servir de vehículo para desviar dinero
con el que financiar el golpe, una cifra que pone de relieve el apabullante régimen
clientelar surgido en torno a la Generalidad en los últimos 40 años. Acabar con el
golpismo en Cataluña equivale, por eso, a enterrar un sistema clientelar prácticamente
indestructible, a hacer añicos la tela de araña que forman esas 300 empresas, princesas
todas del famoso 3%, con más de 100.000 personas, tal vez muchas más, viviendo del
pesebre de la Generalidad, 100.000 y sus familias viviendo, al final del camino, de los
PGE del Estado, que es quien ha venido pagando la absurda fiesta del independentismo.

Acabar con la abierta rebelión contra la legalidad que hoy representa Puigdemont y
compañía supone, por eso, dar a la Cataluña trabajadora de siempre la posibilidad de
liberar sus energías rompiendo el cepo de complicidades que hoy atrapa su economía y
le impide crecer con todo su potencial. Tanto o más importante aún, hacerlo supondrá
sobre todo dar comienzo a la gran labor de sutura de una sociedad partida en dos
mitades por la locura de unos insensatos que ha roto familias, amistades y lealtades de
muchos años, envenenando la convivencia como nunca antes había ocurrido desde los
terribles años 30 del siglo pasado. “Esta gente ha jugado muy sucio; tanto, que ahora
solo puedes hablar con el que piensa como tú. Con el resto, punto en boca. Esa es la
realidad social que hoy impera en esta asfixiante Cataluña”, contaba ayer uno de esos
catalanes que sueñan con superar este trauma.

Al golpismo solo le queda la calle


El Estado ha arrebatado al golpismo la infraestructura necesaria para la celebración de
su referéndum, y ahora solo le queda la calle, la batasunización de esa Barcelona que
fue culta y rica y acogedora y liberal. Sólo la calle, pero en la calle había ayer apenas
unos miles de fieles manifestantes insultando a unos impertérritos guardias civiles
obligados a tragar bilis mientras los Mossos se ponen de perfil. Mal que les pese, la
tranquilidad presidía la vida de la gran ciudad: la gente iba y venía, salía del trabajo (por
cierto, ¿dónde trabajan, en qué se ocupan, cómo se ganan la vida esos “camisas pardas”
de la CUP listos para movilizarse a cualquier hora del día?), entraba en las tiendas,
llenaba los bares y tomaba los medios de transporte ajena al ruido y la furia de los
sediciosos… El Maidán catalán solo parecía vivo en la pantalla de TV3, la televisión de
los golpistas que financian todos los ciudadanos de Cataluña.
Esta guerra será larga. Larga y dolorosa, porque ningún golpe dispuesto a acabar con un
Estado de siglos y a alterar dramáticamente paz, libertad y bienestar de sus ciudadanos
se salda con un par de claveles clavados en el fusil de un soldado

Esta guerra será larga. Larga y dolorosa, porque ningún golpe dispuesto a acabar con un
Estado de siglos y a alterar dramáticamente paz, libertad y bienestar de sus ciudadanos
se salda con un par de claveles clavados en el fusil de un soldado. Las cosas han llegado
muy lejos. “Si yo fuera presidente del Gobierno, hace tiempo que habría utilizado el 155
en Cataluña”, ha dicho Felipe González. El PSOE que hoy dirige el desdichado Pedro
Sánchez no quiere saber nada del 155, o lo quiere por la mañana y lo niega por la tarde,
como quiere y/o detesta a esa España (“Vas alta y dolorosa / Gimes, deliras, bramas /
Vas firme y pura por el firmamento / a hundirte en Dios como una espada”) que ni ha
comprendido ni nunca sentido. Su concurso, con todas sus dudas, con todo su cabildeo,
se anuncia, sin embargo, crucial para el resultado final de este combate ante la deriva
revolucionaria emprendida por Pablo Iglesias, decidido a reforzar el golpismo
menguante del independentismo catalán con la revolución de una izquierda comunista
que busca acabar con el régimen del 78, para después expandir su miseria sobre los
cascotes de una España rota.

Es el monstruo que, en todo caso, ha creado la vicepresidenta del Gobierno y sus


televisiones amigas, con el beneplácito, por supuesto, de su jefe de filas. No es
momento, sin embargo, para los reproches. Hoy toca felicitar a la Guardia Civil por su
trabajo y apoyar sin fisuras, sin vacilaciones, al Gobierno de la nación y a su presidente
en su determinación de ir a por los golpistas, haciéndoles probar todo el peso de la ley
desde la legitimidad que le otorga nuestro Estado democrático y de Derecho. Bien,
Mariano, bien. Mantén erguido el paso del hombre que cree en la justicia de sus
razones. Mira de frente. Que el ruido de la calle no quiebre tu ánimo. Nada me gustaría
más que tener que reconocer que me equivoqué contigo, como seguro harían con gusto
millones de españoles. Cumple con tu deber. Sigue firme. No te rajes.

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