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Trabajo fin de modulo:

“Multiculturalismo y derechos humanos de las mujeres”

Por:

Raissa Sánchez

Docente:

Rafaela Vos Obeso

UNIVERSIDAD DEL ATLANTICO

Facultad de humanidades

Maestría de Estudios de Género y violencia intrafamiliar

2017
Multiculturalismo y derechos humanos de las mujeres

El ser humano requiere del mundo simbólico para dotar de sentido su existencia en
relación con el mundo que lo rodea, ya que su percepción de la realidad está
condicionada por mitos, leyenda, arte… constituyendo el universo simbólico, que
direcciona su vida en cuanto verdades absolutas, significaciones culturales y
sociales.

El ser humano, más que un animal racional es un animal simbólico por su gran
capacidad imaginativa de otorgar valor y sentido su existencia, como también de
construir referentes conceptuales o imaginarios sociales sobre quien es el otro o los
otros; social en el sentido en que institucionaliza unas prácticas que constituyen su
cultura, es decir, su identidad.

En este sentido, podríamos decir que la cultura y los imaginarios sociales que la
permiten determinan la subjetividad de los sujetos, como también las maneras de
relacionarse los unos con los otros, las expectativas que circundan a los sujetos
conforme a su sexo, género, etnia y posición social surgen a partir de estas
significaciones sociales compartidas que responden a inequidades y distribuciones
de poder desiguales, constituyendo una rémora para el progreso y un obstáculo
para el reconocimiento de ese otro como ser humano sujeto de derechos, desde la
concepción de los derechos humanos universales, ya que por lo general, el
problema siempre está en el otro y no en las construcciones mentales y culturales
que ubican al otro en situación de vulnerabilidad y desventaja, tal y como sucede
con las personas negras, LGTBI, las mujeres, niñas y niños.

La cultura patriarcal predominante ha otorgado una serie de atributos determinado


por la naturaleza a las mujeres, limitando su existencia a una especie de destino
inevitable producto de la esencialización del género, así la reproducción, la
virginidad, la fidelidad y el control de su sexualidad son determinantes a la hora
instituir prácticas culturales consideradas a la luz de los derechos humanos
universales, como violentas, que ubican a este grupo humano en posición de
desventaja, opresión y subordinación con respecto al género masculino.
Si bien es cierto, las culturas enriquecen nuestra diversidad de cosmovisiones del
mundo y todas ameritan su respectivo reconocimiento y respeto de sus tradiciones,
no hay que pasar por alto que mucho de lo que somos, hacemos, y normalizamos
es producto del condicionamiento cultural y al momento de justificar una tradición
violenta por el hecho de ser cultural y ser tradición, impedimos, lo que Cornelius
Castoriadis define como lo “imaginario instituyente” el cual determina la posibilidad
del surgimiento de nuevos imaginarios diferentes a los ya registrados históricamente
y definidos por y en el lenguaje, como también, posibilita la capacidad creadora que
hace posible la re significación y la deconstrucción de lo ya dado o del orden social
prestablecido (Castoriadis, 1983, citado por Cisneros), previniendo la vulneración
de los derechos individuales de las mujeres por mantener los derechos colectivos o
grupales.

En este orden de ideas, algunas prácticas culturales son una violación sistemática
de los derechos básicos de las mujeres y se pretende pasar por alto desde el
reconocimiento de la identidad cultural desprovista de perspectiva de género, a
partir de la cual podemos comprender como opera la discriminación y la violencia
por razones del sexo biológico y los roles y expectativas asociados a estos. Donde
la práctica cultural impide el cuestionamiento y la transformación hacia la justicia y
el principio de igualdad y de la diferencia, teniendo en cuenta que muchas mujeres
defienden su autodeterminación a partir de esas mismas prácticas culturales que se
consideran las someten a una condición eterna de inferioridad y cosificación, es
decir, habría que indagar en la forma como algunas mujeres viven y asumen sus
marcas “etnoraciales y de sexo-género” (Femenías, 2012). Es válido mencionar la
pregunta que se realiza N. Fraser ¿Cómo las mujeres puestas a elegir entre género
y etnia, las mismas optan por su identidad étnica aun en contra de sus propios
intereses? (N. Faser, citado por Femenías, 2012).

Prácticas como la poligamia, el burka, matrimonios forzados y la ablación de clítoris


anulan a la mujer como sujeto de derecho, por lo que si bien es cierto todas las
culturas tienen derecho a la diferencia y al reconocimiento, ante estas tradiciones y
rituales religiosos no cabe la concepción de justificación cultural sino única y
exclusivamente la de violencia basada en género, porque si bien las culturas son
cambiantes y dinámicas, sus prácticas y concepciones tan arraigadas en relación
con la feminidad y la masculinidad desde las figuras de máximo poder y autoridad
en la propia cultura, hace de esta un lastre para la equidad entre hombres y mujeres.

Se podría afirmar que el reconocimiento a la multiculturalidad constituye una salida


a las prácticas culturales violentas en la medida en que favorece la inclusión dentro
de marcos internacionales universales, como lo son los derechos humanos y las
distintas convenciones que protegen a las mujeres como sujeta de derechos; se
posibilita el dialogo, la reflexión y la conciencia de lo que representa el otro en una
cultura específica para delimitar como algunas costumbres ancestrales ya no se
corresponden con los principios universales que pretenden proteger al ser humano
por el simple hecho de serlo, es decir, deconstruir el sentido de ser humano
asociado a nociones culturales que despojan a las individuas de esa concepción
básica para garantizar sus derechos. Además, este reconocimiento promueve y
visibiliza a las mujeres como agentes de cambio de paradigmas culturales que las
privan de sus libertades fundamentales, como personas empoderadas que ofrecen
resistencia al orden cultural que las condena, haciendo posible la re significación de
los imaginarios misóginos y patriarcales predominantes.
Bibliografía

 Cisneros, María (2011). Individuo e imaginario en la obra de Cornelius


Castoriadis, Universidad Central de Venezuela.
 Femenías, (2012). Feminismo y Multiculturalismo: Voces y cuerpos
“marcados” en la era de la globalización.
 Marcos del Cano (2009). Los derechos de la mujer y la cultura, ¿Un conflicto?
 Motlagh Labani Sepideh (2017) Feminismos, identidades culturales y
religiosas: algunas claver teóricas y críticas.
 Okin Moller Susan (1999) “¿Es el multiculturalismo malo para las mujeres?”

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