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Por:
Raissa Sánchez
Docente:
Facultad de humanidades
2017
Multiculturalismo y derechos humanos de las mujeres
El ser humano requiere del mundo simbólico para dotar de sentido su existencia en
relación con el mundo que lo rodea, ya que su percepción de la realidad está
condicionada por mitos, leyenda, arte… constituyendo el universo simbólico, que
direcciona su vida en cuanto verdades absolutas, significaciones culturales y
sociales.
El ser humano, más que un animal racional es un animal simbólico por su gran
capacidad imaginativa de otorgar valor y sentido su existencia, como también de
construir referentes conceptuales o imaginarios sociales sobre quien es el otro o los
otros; social en el sentido en que institucionaliza unas prácticas que constituyen su
cultura, es decir, su identidad.
En este sentido, podríamos decir que la cultura y los imaginarios sociales que la
permiten determinan la subjetividad de los sujetos, como también las maneras de
relacionarse los unos con los otros, las expectativas que circundan a los sujetos
conforme a su sexo, género, etnia y posición social surgen a partir de estas
significaciones sociales compartidas que responden a inequidades y distribuciones
de poder desiguales, constituyendo una rémora para el progreso y un obstáculo
para el reconocimiento de ese otro como ser humano sujeto de derechos, desde la
concepción de los derechos humanos universales, ya que por lo general, el
problema siempre está en el otro y no en las construcciones mentales y culturales
que ubican al otro en situación de vulnerabilidad y desventaja, tal y como sucede
con las personas negras, LGTBI, las mujeres, niñas y niños.
En este orden de ideas, algunas prácticas culturales son una violación sistemática
de los derechos básicos de las mujeres y se pretende pasar por alto desde el
reconocimiento de la identidad cultural desprovista de perspectiva de género, a
partir de la cual podemos comprender como opera la discriminación y la violencia
por razones del sexo biológico y los roles y expectativas asociados a estos. Donde
la práctica cultural impide el cuestionamiento y la transformación hacia la justicia y
el principio de igualdad y de la diferencia, teniendo en cuenta que muchas mujeres
defienden su autodeterminación a partir de esas mismas prácticas culturales que se
consideran las someten a una condición eterna de inferioridad y cosificación, es
decir, habría que indagar en la forma como algunas mujeres viven y asumen sus
marcas “etnoraciales y de sexo-género” (Femenías, 2012). Es válido mencionar la
pregunta que se realiza N. Fraser ¿Cómo las mujeres puestas a elegir entre género
y etnia, las mismas optan por su identidad étnica aun en contra de sus propios
intereses? (N. Faser, citado por Femenías, 2012).