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Eduardo L. Menéndez*
CIESAS
* emenendez1@yahoo.com.mx
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Pero ocurre, sin embargo, que una parte sustantiva de las investiga-
ciones antropológicas –por lo menos dentro de ciertos campos– se carac-
terizan actualmente por ser arrelacionales. O lo que es más interesante
se caracterizan por hablar de relaciones sociales en el nivel de las pro-
puestas teóricas, pero las relaciones sociales no aparecen en sus descrip-
ciones etnográficas o sólo suelen aparecer en el imaginario de sus infor-
mantes, pero no en los procesos sociales descriptos y analizados.
Por lo tanto, el objetivo de este texto es no sólo evidenciar las conse-
cuencias que tiene esta orientación en términos de la producción acadé-
mica y de la comprometida con la investigación/acción, sino también lo
que la misma expresa en términos tanto teóricos como ideológicos (Me-
néndez 2001, 2002 a).
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Recuerdo que estas omisiones ocurren cuando en América Latina se incrementan
los niveles de pobreza y de extrema pobreza, así como las desigualdades socioeconómi-
cas, que dan lugar a hablar de las “décadas perdidas” de los ochenta y noventa.
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Aclaro que esta orientación no se da solamente en los estudios de género, sino en
muy diversos campos y especialmente en los estudios de interculturalidad referidos a
procesos de salud/enfermedad/atención
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o dos años. Dicho Juramento se hace en una iglesia católica y ante un sa-
cerdote, y supone que el sujeto que “juró” pueda documentar ante los
demás que está “jurado”. Desde este momento, el sujeto ya no tiene la
obligación social de beber alcohol, de tal manera que el sujeto puede
permanecer dentro de su red de amigos o familiares sin tomar bebidas
alcohólicas, y sin que los miembros del grupo lo presionen a beber, dado
que el sujeto está “jurado”.
La importancia de este ritual, y más allá de su real eficacia, se expre-
sa en que en la propia basílica de la Virgen de Guadalupe se ha habilita-
do una capilla especial para los sujetos que “juran” no beber alcohol ante
la Virgen (Maldonado, Menéndez, Di Pardo 1999).
La existencia de este nuevo ritual nos conduce además a reconocer
que toda una serie de procesos relacionales son los que están operando
para que se genere o se agudicen determinados problemas en el nivel de
sujetos o de pequeños grupos, y que son estrategias relacionales las que
pueden reducir o eliminar las consecuencias generadas –o por lo menos
desarrolladas– dentro de estas relaciones sociales.
Desde esta perspectiva no podemos dejar de reconocer que gran par-
te del consumo de bebidas alcohólicas se desarrolla dentro de relaciones
sociales; más aún por lo menos una parte de dichas relaciones parecen
necesitar la existencia de dicho consumo. Muchos sujetos que han dejado
de beber señalan que lo que extrañan no es tanto el alcohol, sino las rela-
ciones sociales constituidas en torno al alcohol (Menéndez y Di Pardo
2003). De allí que las características de las relaciones sociales dentro de las
cuales siguen funcionando los sujetos con problemas de alcoholismo, pa-
rece ser la principal causal de la “recaída” de los sujetos que a partir de
tratamientos habían dejado de beber alcohol en forma “excesiva”.
Por lo tanto no es casual ni arbitrario que los propios sujetos y gru-
pos generen estrategias relacionales para enfrentar su problema de alco-
holismo, pues debemos asumir que no sólo los Juramentos a la Virgen
constituyen una estrategia relacional, sino que la principal estrategia an-
tialcohólica actual tiene como base la reconstitución de nuevas relacio-
nes sociales no alcoholizadas como alternativa terapéutica. Y por su-
puesto me estoy refiriendo a los grupos de Alcohólicos Anónimos
El caso del alcohol nos posibilita observar que gran parte de su con-
sumo, como se señaló, se da casi necesariamente dentro de relaciones
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Por otra parte debemos reconocer que si bien toda una serie de rituales,
relaciones y símbolos político/ideológicos que caracterizaron a grupos
identificados con distintas orientaciones político/ideológicas han perdi-
do significación y uso, no cabe duda que actualmente se están desarro-
llado nuevos rituales político/ideológicos (Abéles 1988) que evidencian
la notable significación de los mismos, como ocurre en el caso de “las
madres de Plaza de Mayo”.
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Considero relevante hallar una explicación respecto de por qué toda una serie de
rituales, de conductas de “riesgo” están estrechamente vinculados con la muerte, espe-
cialmente en adolescentes varones
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Ya sabemos que “sociedad occidental” no constituye un concepto sino un etique-
tamiento que se modifica constantemente.
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Una parte de los “niños de la calle” siguen viviendo con sus familias, y su vida en
la calle obedece a que en la misma pueden conseguir medios para sobrevivir. De tal
manera que estos niños “viven” en la calle inducidos, en gran medida, por sus propias
familias.
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Como sabemos, el proceso de la “gran migración” hacia países como Argentina,
EEUU o Uruguay entre 1880 y 1920 se caracterizó por el notable desarrollo de estrategias
de autoayuda y de apoyo de muy diferente tipo.
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En el texto nos hemos referido a algunos rituales, relaciones y símbolos que
tuvieron un notable desarrollo durante el siglo XIX y parte del siglo XX, pero que actual-
mente han desaparecido, tienen una escasa presencia o se han resignificado. Lo que me
interesa subrayar es que algunos de estos rituales, símbolos y relaciones sólo operaron
durante unos pocos años como fue el caso de toda una gama de rituales y símbolos
implementados durante el régimen nazi en Alemania. Como sabemos Alemania consti-
tuyó la sociedad capitalista desarrollada que más ritualizó no sólo las actividades políti-
cas sino gran parte de las actividades de la vida cotidiana, pero dichos rituales fueron
efímeros en las prácticas aunque paradojalmente sigan teniendo una notable presencia
en los medios audiovisuales de comunicación masiva (Menéndez 2002a).
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Hay una última idea que mencioné varias veces a lo largo del texto,
y que considero decisiva para observar y explicar algunas de las princi-
pales tendencias de los que actualmente trabajan con relaciones sociales.
Me refiero a la concepción de que las relaciones sociales son buenas “en
sí”. En forma explícita o implícita en la mayoría de los que trabajan con
redes sociales, con grupos sostén, con factores socioculturales “protec-
tores”–y especialmente en los que trabajan en investigación/acción– do-
mina una concepción según la cual las relaciones familiares, las relacio-
nes de amistad, las relaciones intraétnicas o las relaciones comunitarias
son cooperativas, favorecen el desarrollo de mecanismos de autoayuda
y pueden funcionar como grupos sostén. Más aún, las relaciones sociales
son consideradas unilateralmente benéficas, por lo menos respecto de la
mayoría de los procesos de s/e/a.
Domina la idea –como ya se señaló– de que gran parte de los proble-
mas actuales son producto de la pérdida de relaciones sociales; de que
gran parte de los problemas de salud física y mental que aquejan a los
sujetos es debido a la carencia o debilidad de sus redes sociales. Según
la Encuesta Nacional sobre Violencia contra la Mujer realizada reciente-
mente en México, la participación en actividades y redes sociales tiene
un efecto positivo sobre la salud mental y física de las personas porque
dan apoyo directo y contribuyen al desarrollo de sentimientos de com-
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Si bien es correcto señalar que se reconoce el papel de las relaciones y rituales bási-
camente en el nivel microsocial y se las considera escasamente a nivel macrosocial, tam-
bién debemos reconocer que por lo menos una parte de las relaciones microsociales están
expresando procesos macrosociales. Desde esta perspectiva no debiera pensarse lo micro
y lo macro como excluyentes, sino como complementarios. Por supuesto, esta acotación
no niega asumir que la mayoría de las relaciones sociales están pensadas e implementa-
das en términos microsociales.
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En México, pese a las décadas perdidas de los ochenta y noventa mejoran todos los
principales indicadores de salud.
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