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Poetisa precoz, con diecisiete años publicó un breve poemario que pasó
inadvertido: Tristes mirajes, que vio la luz gracias al mecenazgo del general y
poeta Juan José Cañas, uno de sus primeros mentores. Por esa época Claudia
Lars mantenía relaciones sentimentales con el poeta Salomón de la Selva. Pero
en 1919, cuando habían ya formalizado su compromiso de matrimonio, el padre de
Claudia decidió romper el vínculo y enviar a su hija a los Estados Unidos, a casa
de unos familiares afincados en Pennsylvania. Allí conoció a Le Roy Beers, con
quien contrajo matrimonio tras un breve período de noviazgo.
Esta obra, bien recibida por críticos y lectores, allanó el camino del siguiente
poemario de Claudia Lars, Canción redonda (1936), al que siguió, tras un
paréntesis, La casa de vidrio (1942). En este fértil periodo publicó también
Romances de norte y sur (1946), Sonetos (1947) y Ciudad bajo mi voz, libro
premiado en el Certamen Conmemorativo del IV Centenario del Título de Ciudad
de San Salvador.
En 1959 publicó Fábula de una verdad y Tierra de infancia, obra que presentó
como sus memorias poéticas. En 1961 se imprimió una muestra antológica de sus
versos destinados a los niños (Girasol), que se complementó aquel mismo año
con una selección del resto de su producción lírica (Presencia en el tiempo). Al
año siguiente, su poemario Sobre el ángel y el hombre fue distinguido con el
segundo premio del Certamen Nacional de Cultura, y en 1965 fue galardonada
con el primer premio del certamen conmemorativo del cincuentenario de los
Juegos Florales de Quezaltenango (Guatemala), por su libro Del fino amanecer.
Su última obra, Nuestro pulsante mundo, se publicaría en 1969.
Desde su libro inicial, Estrellas en el pozo (1934), el ideal poético de Claudia Lars
quedó en evidencia: la transparencia, la sencillez y la ternura como revelación de
la belleza, a través de un notable conocimiento formal del verso. El paisaje y los
seres que lo habitaban, así como el tema familiar, la influyeron hondamente, como
reflejó en La cantora y su pueblo. Ella misma declaró: "Bajo los temores y las
supersticiones que con los años se irían desprendiendo de mi credulidad como
hojas sin savia, la abuela sembraba en mi mente ideas magníficas: la diferencia
que hay entre la cobardía y la acción heroica; entre la pureza del alma y los bajos
instintos corporales".