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“ACLARACIONES SOBRE EL NO CALENDARIO MAYA y EL ORIGEN DE ESTA

DESINFORMACIÓN”

Al salir fuera del área maya nos sorprendimos al encontrar en el mundo occidental
información sobre un supuesto calendario maya que lamentablemente no tiene nada
que ver con la tradición maya.

Este calendario contiene una serie de errores en cuanto a correlación, significado,


tradición mística y un total desfase sobre el tiempo maya; el cual han manejado los
grandes abuelos sabios por siglos, así como la totalidad de las naciones del pueblo
maya, quienes han sabido resguardar su exactitud, pureza y confidencialidad en
aquellos momentos en los que se ha requerido.

Lo contrario sucede con respecto al calendario ajeno al mundo maya, hemos


investigado minuciosamente su origen y ahora sabemos que todo comenzó en forma
simultánea con el proceso de la invasión occidental a las tierras de América.

Con las tropas invasoras llegó la oscuridad del fanatismo inquisidor y entre ellos uno
de sus cabecillas Fray Diego De Landa.

Lamentablemente el fanatismo religioso y pensamiento oscurantista, se había


apoderado de las religiones que en ese momento se profesaban en Occidente y
llegaron a América con toda su carga de prejuicios, en las que su estrecha visión
percibía en todos los actos pecados y demonios.

Se destaca la actitud de Landa quien pidió viajar a Mesoamérica a cumplir con su


nefasta misión, la que consistió en destruir y quemar todo lo que era considerado por
él como satánico. En el clímax de su proceso realizó la más nefasta de sus tareas, solo
comparable con el incendio de la biblioteca de Alejandría, que consistió en prender
una hoguera que estuvo ardiendo por semanas y cuyo combustible fueron miles de
códices mayas, estelas y desmantelar monumentos. También fruto de su locura
sacrificó en el fuego a muchos de los líderes y sabios indígenas.

Con antelación a esta época, en el mundo maya sus grandes profetas y visionarios, en
especial, Tekumamchu, habían anunciado estos sucesos como parte del ciclo que
llegaría, B'elejeb Tiku (el ciclo de las nueve oscuridades) que anunciaba esta triste
etapa y además marcaba que era un proceso inevitable.

Por ese entonces se anunciaron las regiones donde más fuerte sería el proceso
invasor, lo que permitió tomar ciertas medidas de precaución, específicamente en dos
de las cuatro áreas en las que vivía el pueblo Mayab: en la región Noratlántica, donde
comandó la invasión Francisco de Montejo y en la zona Surpacífica que comandó
Pedro de Alvarado, dejando casi intacta la región del Petén, selva tropical
inaccesible, centro de las grandes ciudades y pirámides y El altiplano guatemalteco,
matriz del mundo maya que ha sido siempre la más importante de sus regiones.

Al rea Noratlántica llegó el grueso de la invasión e inquisición, pero gracias a la


prevención de los grandes profetas mayas ésta fue preparada. Cuando sucedió la
invasión lo más importante se había desmantelado previamente. Así mismo, a los
grandes sabios del lugar se les había trasladado a las zonas más seguras de la selva,
las altas montañas, a Honduras y Paxil.

Una vez concluida esa primera etapa conocida como el sendero de las pruebas, se
pudo corroborar que las consecuencias no fueron tan negativas, lo que demuestra la
permanencia hasta hoy del pueblo Maya.

No obstante, el cura inquisidor creía que había realizado en el área prevista su


nefasta misión y cuando creyó cumplida su tarea partió a España, para pedir
retribución por lo que él consideraba como servicios a la Corona y la Iglesia. Sin
embargo, el rey Carlos V, le pidió retornar al área maya para reconstruir la
información supuestamente destruida.

Con su visión inquisidora trató de recabar datos, en su gran mayoría equivocados,


pero basándose en ellos escribió su obra La relación de la Conquista de Yucatán, en la
cual consigna sus equivocados datos sobre 3 de los 20 calendarios mayas.

Resulta sorprendente cómo esta información tergiversada, en la posteridad ha sido


tenida en cuenta, desde los primeros arqueólogos que la convirtieron en ley, hasta el
señor Argüelles, quien desde el siglo XX la tomó para crear su supuesto calendario
maya-galáctico.

Obviamente este calendario está desde todo punto de vista alejado de la realidad del
sagrado Cholqij, calendario del pueblo maya. Este calendario entre sus energías
maneja el número 20 que representa plenamente al winaq (palabra maya que
significa 20 y en forma simultánea hombre) con referencia a los 10 dedos de las
manos que se acoplan a las 10 energías cósmicas y a los 10 dedos de los pies que
manejan la conexión hacia las 10 energías telúricas. A su vez éstas se complementan
con los 20 días del calendario sagrado y con la gradación de estas 20 energías en sus
13 niveles de potencialización. De ahí resulta el sagrado 260, que además refuerza lo
humano del Cholqij, porque estos 260 más 13 días son en el calendario occidental de
9 meses, en una clara referencia al tiempo de gestación del ser humano.

En el mundo maya se utilizan varios calendarios galácticos conocidos como Choltun


(260 años tun) y Nima Qij (67.600 años tun), así como otros calendarios que hacen
relación a los ciclos del sistema solar y, además, en correlación con nuestra galaxia.
También contamos con uno que maneja este nuestro universo y otros que
consideramos divinos con relación a otros universos.

Tampoco es un calendario lunar, para esto contamos con el calendario Iktun que si
maneja los ciclos lunares.

Lo que si es claro es que la totalidad de las naciones mayas, principalmente las mayas
hablantes, coincidimos con los mismos ciclos del calendario. Todos estamos claros y
coincidimos en el uso del Cholqij, su tiempo y las energías que maneja, lo cual es
coherente con la cosmovisión de toda la población maya.
Esta sabiduría es un legado milenario que se enseña desde la más temprana edad y
que utilizamos en nuestra vida personal y comunitaria y que es consecuente con los
ciclos de nuestra historia.

Su veracidad se puede comprobar a través de los códices que conoce el mundo


occidental y los que se resguardan en nuestras comunidades, al igual que en los
distintos Memoriales y los distintos Chilan Balam, documentos mayas escritos en
idiomas mayas con escritura occidental, de los cuales hay veinte en el área maya de
México, ochenta en el área maya de Guatemala por ejemplo, el Memorial de los Xajil,
y otros veinte en los restantes pases centroamericanos.

Incluso nuestros datos se confirman con los de los mismos cronistas españoles que
acompañaban a los conquistadores en los siglos XVI y XVII. En los siglos XVIII, XIX y
XX, por anotaciones en periódicos antiguos o por datos de antropólogos que fueron a
las comunidades mayas en distintas épocas y que registraron la relación calendario
maya-occidental, siendo toda la información clara y coincidente con la guardada por
el pueblo maya original.

Lo único equivocado es el calendario galáctico no-maya del norteamericano


Argüelles, que lamentablemente se basa en los pobres y erróneos datos de Landa que
es una mezcla con el I Ching, tradición oriental que respetamos, pero que tampoco es
maya. Y la que su creador Argüelles ha tratado de sostener, incluso con un
acercamiento tardío a personas mayas a quienes les ha regalado su libro, bajo la
consideración que por el simple hecho de que se lo reciban esto implique la
aceptación del mismo.

Sentimos que la tradición maya si es un proceso milenario que conlleva vivencias y


sabiduría y que quince millones de mayas residentes en Mesoamérica merecen
respeto. Sin duda, una persona ajena al pueblo maya no puede pretender mezclar el
calendario del cura inquisidor con la mística y la tradición de todo un pueblo
milenario.

Lo que procedería es que Argüelles como mínimo abriese su mente y corazón y


reconociese las fallas manejadas y que empezara a usar el tiempo correcto y el
manejo de las energías en forma adecuada, porque si estamos de acuerdo en que el
calendario occidental (gregoriano) está desfasado, pero la solución no es proponer
otro igualmente desfasado.

El calendario del pueblo maya es real y es una tradición verídica, lo seguimos y


seguiremos utilizando y es por eso que estamos vivos.

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