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Talak, Ana; Rios, Julio: La articulacion entre el saber academico y diversas practicas de la psicologia, en la "sociedad de psicologia de Buenos Aires"

Entre 1908 y 1...

La articulación entre el saber académico y diversas prácticas


de la psicología, en la "Sociedad de psicología de
Buenos Aires". Entre 1908 y 1913.[1]
Julio César Ríos y Ana María Talak
 
 
Programa de Estudios Históricos de la Psicología en Argentina
Instituto de Investigaciones Facultad de Psicología
Universidad de Buenos Aires. Independencia 3065 3er. Piso
 
 
 
Resumen:
 
El objetivo principal de este artículo es analizar la articulación entre el saber psicológico académico y
diversas prácticas fundadas en este saber, a partir de las publicaciones de la primera Sociedad de Psicología
de Buenos Aires, entre 1908 y 1913. Se mostrará la existencia en esta Sociedad de una conciencia compartida
sobre el estatus de la psicología como disciplina científica y académica, diferenciada y autónoma. Además,
se pondrá en evidencia que la práctica de este saber, no involucró la elaboración de un proyecto de campo
autónomo de aplicación ni de un campo ocupacional específico. Los aspectos aplicados de la psicología se
desarrollaron en otros ámbitos científicos ya conformados, tales como: el educativo y el psiquiátrico-
criminológico. No obstante, se mostrará que discursivamente se fue conformando la figura de especialistas
en estos saberes aplicados. A los fines de evitar establecer continuidades prematuras con desarrollos
posteriores de la Psicología, se discutirán las categorías interpretativas utilizadas en el análisis de las
articulaciones entre el saber académico y las diversas prácticas.
 
 
 
Abstract:
 
   The main objective of this article is to analize the articulation between the academic psychology
knowledge, and several practices based on that knowledge, starting from the publications of the first
Society of Psychology of Buenos Aires, between 1908 and 1913. It shows that there was a shared awareness
about the posición of psychology as an autonomous scientific discipline. It is argued, as well, that the
practice of that knowledge did not involve the elaboration of an autonomous applied field proyect nor an
specific occupacional field. The applied aspects of psychology developed in others fields already
established, as the educational and the psychiatric-criminologic. However, it is argued that the figure of
specialists on this applied knowledge was discursively formed. To avoide stablishing premature
continuities with subsequent developments of psychology, the interpretative cathegories used in the
analysis of the articulations between the academic knowledge and the multiple practices are discussed.
 
 
 

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Talak, Ana; Rios, Julio: La articulacion entre el saber academico y diversas practicas de la psicologia, en la "sociedad de psicologia de Buenos Aires" Entre 1908 y 1...

 
 
 
 
El presente artículo se propone explorar cómo se plantea la articulación entre el saber psicológico
académico y diversas prácticas fundadas en este saber en las publicaciones de la primera Sociedad de
Psicología de Buenos Aires entre 1908 y 1913.
Por un  lado se mostrará que hubo en esta Sociedad una conciencia compartida sobre el estatus  de  la
psicología como una disciplina académica autónoma, diferenciada de otras disciplinas.  En este sentido,
existió un proyecto de desarrollar un saber específicamente psicológico. Por el otro lado, en la búsqueda de
la aplicación práctica de este saber no existió un proyecto de un campo autónomo de aplicación y de campo
ocupacional, sino que las aplicaciones se desarrollaron en otros campos ya conformados, como por ejemplo
el campo educativo y el médico-criminológico, en los cuales se venían desarrollando estudios e
intervenciones basadas en la psicología, no obstante, de hecho se va delineando la figura de especialistas en
algunos de estos saberes aplicados.
Por último, teniendo en cuenta la tesis sobre los dos momentos en la historia de la psicología en la
Argentina, una historia de psicología sin psicólogos a principios de siglo y una historia de los psicólogos a
partir de la década del cincuenta. (Vezzetti 1987, 1989, 1996), se planteará cuestiones  específicas en torno al
estudio de las articulaciones entre saber y prácticas, a fin de evitar establecer continuidades rápidas con
desarrollos posteriores de la psicología en la Argentina, que incluyeron procesos de profesionalización en
sentido estricto a partir del segundo momento de la historia de la psicología en nuestro país.
 
 
 
1. El proyecto de una psicología académica a través de los textos programáticos de los Anales.
 
El intento de reconstruir el pasado de la psicología en nuestro país no puede dejar de lado las
características que son comunes a todos los  proyectos de la psicología moderna a partir del siglo XIX y
consolidadas en el siglo XX. Es decir, una disciplina que al mismo tiempo que sostiene los ideales de
conocimiento racional sobre el individuo, se convierte en una práctica instituida de ordenación,
clasificación e intervención en los desordenes sociales e individuales de la sociedad moderna en los cuales
se reconocen factores psicológicos.  Es decir, bajo la aparente unidad del término psicología, los objetivos
que se propusieron quienes comenzaron a construir la disciplina se enfrentaron a partir de ese doble
objetivo –teórico y práctico- a una diversidad de construcciones teóricas y dispositivos prácticos que
complejiza aún más el escenario de crisis en cuanto a la definición y el estatuto epistemológico de la
psicología (Caparros, 1991).
En la Argentina este “nacimiento” de la psicología moderna se ubica en el momento de mayor
hegemonía del llamado pensamiento positivista. Sin embargo, a partir de los estudios históricos recientes
(Terán, 1987; Dotti 1989) el positivismo argentino debe ser concebido en toda su complejidad debido a los
diferentes enfoques científicos e intelectuales de las figuras más representativas de esta versión nacional del
positivismo: José Ingenieros, Octavio Bunge, José María Ramos Mejía,  Francisco de Veyga, Víctor
Mercante. En ese sentido, el panorama que ofrece la construcción de la psicología en nuestro país muestra
los avatares del objetivo de definición de cientificidad de los iniciales estudios de psicología y los intentos
de concebirlos como un saber aplicado a las problemáticas sociales e individuales que afectan a los procesos
de modernización de la sociedad y el estado argentino.
Con relación a esto debe tomarse en cuenta que la implantación teórica y disciplinaria de la psicología
en nuestro país se desplegó en diferentes escenarios: cátedras, laboratorios, publicaciones, asociaciones,

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servicios en instituciones, además de la amplia difusión literaria, en el periodismo y en el ensayo de ideas.


Estos lugares institucionales, académicos y culturales  permite señalar el interés público que despierta esta
nueva disciplina y abre así las posibilidades para conjeturar un desarrollo y consolidación autónoma de la
psicología en este primer momento histórico. Si embargo de lo que se trata es, en realidad,  de un
movimiento científico e intelectual que aspira a la construcción de una nueva disciplina de conocimiento
incorporada a la enseñanza universitaria pero en el interior de la medicina, la pedagogía, las ciencias
sociales y el ensayo literario social. Es decir,  se está asistiendo a los momentos iniciales de recepción y
construcción propia de la disciplina psicológica, en lo que se considera un “tiempo de una psicología sin
psicólogos” (Vezzetti 1996:83).
Ahora bien, es notable como esta psicología académica argentina de este primer período que concibió
una organización societaria de psicólogos no se haya planteado explícita o implícitamente crear una nueva
profesión. Entonces ¿qué papel histórico ha cumplido esta Sociedad de Psicología en la implantación y
consolidación disciplinaria de la psicología en nuestro país? Si bien la importancia de esta Sociedad  ha sido
mencionada en algunos estudios históricos, desde el artículo de José Ingenieros (1919) “Los estudios
psicológicos  en la Argentina” hasta los de Foradori (1935), Gotthelf (1969), Papini (1976) y Vezzetti (1988) 
es preciso señalar algunas cuestiones orientadas a responder el interrogante formulado.
En el mes de noviembre de 1908 se funda la Sociedad de Psicología de Buenos Aires, fundamentalmente
por iniciativa del Dr. Francisco de Veyga, titular de la cátedra de Medicina Legal en la Facultad de Ciencias
Médicas, y Horacio G. Piñero, titular del primer curso de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras. 
Por esa fecha se elaboran los estatutos de la Sociedad, pero sus sesiones científicas mensuales se inician en
abril de 1909. Los trabajos producidos entre 1909 y 1913 (último año de funcionamiento de la Sociedad) son
publicados en tres volúmenes de los Anales de la Sociedad de Psicología de Buenos Aires (1910, 1911, 1914).
Los miembros de esta sociedad  (1), cuyo principal objetivo era “el cultivo de esta ciencia y la difusión
práctica de sus principios” (Anales, Vol. 1, pág. 351), tenían en común más allá de sus diferentes
formaciones académicas, la dedicación a la enseñanza superior de la psicología o de disciplinas
estrechamente relacionadas con ella.
En ese sentido, la Sociedad permitió reunir en un campo común de investigaciones a los estudiosos en
Biología, Psicología Normal y Patológica, Psicopatología Legal,  Pedagogía,  Estudios Sociales y Culturales,
“evitando de esta manera que los numerosos aportes científicos se malograran en revistas de limitada circulación, de
vida efímera y de diversa índole” (Foradori, 1935).  La Sociedad se organizó en  cuatro secciones: Psicología
Normal, Anormal, Pedagógica y Social.
Entre los artículos publicados en los Anales, se encuentra una serie de textos (Ingenieros, 1910; de
Veyga, 1910; Rivarola, 1911; Piñero, 1911; Jakob, 1914)   que tematizan la situación de la psicología en tanto
saber académico teórico. Ahora bien, el carácter en común de estos textos es que no sólo analizan la
situación vigente de la psicología sino que también discuten lo que ella debe ser, hacia dónde debe tender
su desarrollo. De ahí el carácter programático de estos textos.
Entre ellos, los trabajos de José Ingenieros y de Francisco De Veyga tienen una importancia especial. Por
un lado, ambos tienen un carácter inaugural. El de Ingenieros introduce el primer volumen de los Anales y
formula los fundamentos del marco teórico de la psicología. El de Francisco de Veyga, por su parte, 
inaugura las sesiones científicas de la Sociedad, en abril de 1909. Por el otro, ambos abordan cuestiones
claves con relación a la creación y desenvolvimiento futuro de la Sociedad recién fundada. Al formular los
fundamentos teóricos de la psicología que orientará la producción de los trabajos de la Sociedad, Ingenieros
logra una articulación teórica que permitirá un trabajo diversificado pero identificado como en un mismo
campo de producción por sus protagonistas; y de Veyga, al abordar los problemas de la enseñanza de la
psicología y establecer la relación entre estos y el estado de la disciplina, define en forma precisa el papel
que cumplen –y podrían cumplir- los miembros de la Sociedad, dedicados a la tarea docente, en el  campo

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disciplinar y en el de la enseñanza.
Las formulaciones de ambos trabajos se relacionan con los problemas presentes desde años atrás por la
vigencia de definiciones ambiguas y equívocas de la naturaleza de la psicología y de su relación con las
ciencias y las disciplinas filosóficas.  La implementación del segundo curso de Psicología en 1906 exigió
establecer en forma más precisa las relaciones epistémicas entre el desarrollo de una psicología como
ciencia natural y el desarrollo de una psicología más teórica o filosófica que complementara la primera y
justificara su pertenencia a la Facultad de Filosofía y Letras, y, más específicamente, a la sección de
disciplinas filosóficas de la misma. El logro de un marco en el cual ambos desarrollos pudieran articularse
en forma coherente se produce cuando José Ingenieros formula  los lineamientos generales de la psicología
como ciencia natural, como un capítulo de la biología, y al mismo tiempo desarrolla los aspectos filosóficos
de sus fundamentos y su relación epistemológica con las ciencias en general y las disciplinas filosóficas. 
Precisamente el primer trabajo escrito donde Ingenieros explícita esta formulación de la psicología, es el
articulo  "La Psicología Biológica", que se publica en el primer tomo de los Anales de Psicología.
Si bien estas dos orientaciones de la psicología (la filosófica y la científico naturalista) están presentes
anteriormente, tanto en las ideas de Horacio Piñero (1901) como en las de Rodolfo Rivarola (1896), ninguno
pasa de la simple enunciación de tal formulación, dedicándose más al desarrollo de un aspecto o de otro.
José Ingenieros es el primero en desarrollar sistemáticamente los problemas implícitos en las articulaciones
anunciadas y analizar las consecuencias que se desprenden de la adopción del marco naturalista y de sus
supuestos. Los postulados básicos de esta concepción de la psicología son: el naturalismo, el evolucionismo,
el determinismo y el monismo energetista.
De acuerdo con esta concepción naturalista, las funciones psíquicas se producen en los seres vivos y,
por consiguiente, deben estudiarse como funciones biológicas. Por lo tanto, la psicología es un capítulo
especial de la biología, la cual estudia además otras funciones.
El monismo energetista alude a la unidad de lo real a partir de la concepción de una energía que se
transforma y se manifiesta de diferentes formas especializadas: como energía mecánica, energía química,
energía vital y energía psíquica. Todas obedecen a las leyes de la energía que son leyes naturales.
El evolucionismo y el determinismo aparecen articulados de una forma necesaria con el monismo
energetista, ya que éste sólo puede sustentarse con relación a una concepción evolutiva de la energía y de
las funciones a través de las cuales se manifiesta. La adaptación al medio, clave de la evolución, produce
necesidades cada vez más complejas en la materia viva, que promueven el desarrollo de funciones a su vez
cada vez más complejas. De ahí, que las funciones psíquicas no pertenezcan sólo al ser humano, sino que se
manifiestan en diversos grados de complejidad. Las funciones psíquicas, por lo tanto, desempeñan un
papel en la adaptación junto con otras en la evolución biológica de las especies. Cabe señalar que la
conciencia, en ese sentido para Ingenieros, lejos de caracterizar las funciones psíquicas, sólo representa una
parte de ellas.
Estos cuatro postulados caracterizan el marco común tanto de los desarrollos filosóficos como científicos
del proyecto de psicología que propone Ingenieros. Su obra de 1911 Principios de Psicología Biológica, se
presenta como el desarrollo filosófico de la psicología. En tanto la psicología como disciplina científica
forma parte de la biología, las hipótesis filosóficas que pueden construirse a partir de sus desarrollos
basados en la experiencia, se conectan con los problemas básicos de la filosofía científica en general. Estos
son: la materia viva, la personalidad consciente y el pensar.  Estos tres problemas serán contestados por
medio de una hipótesis de carácter filosófico: la formación natural de todos esos procesos.
Estas formulaciones logran conformar un programa que será aceptado como la solución de los
problemas de definición y abordaje de los estudios psicológicos.
Ingenieros, en realidad, no intenta decir cómo es la psicología sino cuál es la dirección que está tomando
y el estado al que va a llegar. En este sentido, juega con la ambigüedad inherente a la doble ubicación de la

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reflexión epistemológica, la cual debe tener en cuenta el estado actual de una disciplina y su historia para
captar las tendencias, y al mismo tiempo debe introducir criterios de análisis teniendo en cuenta ciertos
modelos a los cuales el conocimiento científico debería apuntar.
Desde otra perspectiva, el trabajo de F. de Veyga (1909), aborda el tema del estado de la disciplina como
causa de los problemas de la enseñanza de la psicología. Señala, además, que el principal interés de los
miembros de la Sociedad, e incluso la razón de la constitución de la misma, es la enseñanza de la
psicología.
Si bien, según F. de Veyga, no se puede poner en duda que la psicología es una ciencia,  varios aspectos
del estado de la misma van en contra de esta idea. Estos aspectos son: la falta de un orden interno y de un
método en el trabajo científico; la ausencia de obras que abarquen el conjunto de la disciplina con un
“espíritu científico” (es decir, sin dedicarse sólo a una escuela o a ciertos temas); y las relaciones estrechas y
parciales que se establecen entre la psicología y las demás disciplinas científicas y filosóficas (por ejemplo,
se rechaza la filosofía; se subordina la psicología a la biología sólo en palabras, pero no en los desarrollos
concretos; el distanciamiento cada vez mayor con respecto a la matemática). Este estado de cosas es la
única causa de la “anarquía de opiniones sobre la enseñanza de la psicología” (de Veyga 1910:46). 
No obstante, F. de Veyga afirma que para modificar esta situación no hay que buscar modificar la
causa, sino la cátedra. La misma está al alcance de la esfera de acción propia y, además, la cátedra termina
modificando con el tiempo el ambiente científico.  De ahí que la solución propuesta se formula en el ámbito
de la tarea docente: en él ha sido planteado el problema original; es en ese ámbito donde es posible actuar y
lograr cambios concretos; y es la enseñanza de la disciplina la que termina influyendo en el estado de la
disciplina. Propone que la enseñanza de la psicología incluya: el conocimiento previo de las ciencias
naturales (base del estudio de la psicología); el conocimiento de la historia de la psicología (para mostrar el
progreso de la ciencia y, a partir de la comparación, fijar los límites de una cuestión en el momento
vigente); la práctica de las reglas del método experimental; la amplitud de miras en la investigación; y la
aplicación de los conocimientos psicológicos  “al terreno de las demás ciencias” (de Veyga 1910:48).  Por
último, señala la necesidad de retomar el estudio de la filosofía, supeditándola a la psicología, y como
punto terminal y ámbito “práctico” de aplicación de la psicología.
El análisis de estos dos textos muestra que desde perspectivas diferentes se busca la formulación de un
proyecto de saber psicológico autónomo, en cuanto a la autorrepresentación de los miembros de la
Sociedad, y permite identificar en un campo teórico común las diversas producciones teóricas y prácticas.
 
 
 
2.      Las articulaciones entre el saber académico y diversas prácticas psicológicas
 
¿Por qué se crea la Sociedad de Psicología? Ante todo, surge como una voluntad de lograr una
articulación entre un saber académicamente reconocido y las actividades de los que serían miembros de
esta Sociedad. ¿Esta articulación podría  considerarse como un núcleo del proceso de profesionalizaciön de
la disciplina?
Según Geuter (1992),  la profesionalización de disciplinas académicas constituye el proceso de
institucionalización de áreas específicas de aplicación del conocimiento en una disciplina determinada. Una
profesión constituye un campo de actividad que no sólo requiere la aplicación de conocimiento científico
sistemático sino también de una institución educacional de carácter superior con el propósito específico de
adquirir ese conocimiento científico. Y fundamentalmente que esa adquisición sea documentada mediante
determinados procedimientos de certificación,  los cuales califican al individuo para llevar a cabo ciertas
actividades profesionales y constituyen un requisito en el mercado de trabajo para acceder a cierta labor

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específica.
Como ya se señaló, la pertenencia a la Sociedad está condicionada por la dedicación a la enseñanza de la
psicología o a la producción de trabajos que contribuyen a la misma, y no por haber obtenido una
certificación de un estudio específico en psicología que los habilite para una actividad ocupacional.
La Sociedad se crea en un período en el cual se están llevando a cabo los primeros desarrollos de
enseñanza universitaria de la psicología, y durante el cual se busca definir más concretamente su perfil
teórico y las posibilidades de aplicación de los conocimientos psicológicos en diferentes ámbitos
profesionales y teóricos. La regulación de las primeras actividades especializadas en las que la aplicación de
la psicología aparece como eje central o, por lo menos, como un instrumento indispensable, proviene de los
mismos colegas que tienen en común su actividad docente en torno a la psicología, y no de una
organización educacional específica que habilite como tal para una actividad diferenciada de otras. El
criterio de reconocimiento es la trayectoria intelectual y docente.
Si bien la creación de la Sociedad de Psicología supone un proceso de diferenciación (de delimitación de
saberes específicamente psicológicos) y de distancia social (ya que no cualquiera puede participar de esta
Sociedad y es necesario ser admitido por los pares según la contribución realizada a la disciplina
psicológica o a la enseñanza de la misma), ambos procesos no están institucionalizados a través de un
control y una habilitación estatales, sino a través de criterios provenientes de un cuerpo colegiado que tiene
en cuenta más la contribución específica al campo que la habilitación de un título universitario específico.
Si se toma en cuenta que los miembros de la Sociedad poseen estudios académicos de carácter superior
obtenidos en instituciones de organización estatal, y si los roles profesionales en los cuales se aplica la
psicología, en su mayoría,  se encuentran en el sector público,  es así cómo se puede resaltar el papel del
estado nacional en este proceso de articulación entre saber académico y prácticas psicológicas (2), que está
mediatizado aquí por los criterios de los miembros de la Sociedad. Estos definen por primera vez un marco
teórico compartido que permite determinar con claridad los límites de los saberes y prácticas psicológicas
legítimas, esto es, científicas, y promover aplicaciones de la psicología en diferentes campos ocupacionales
más definidos y con una tradición más establecida.
De este modo, al mismo tiempo que se busca conformar un campo de producción común en torno a la
psicología, esto se hace desde diferentes ocupaciones. Si bien hay conciencia de un marco común de
producción teórica y práctica (véase los textos programáticos analizados), no hay un proyecto de configurar
un campo profesional de la psicología específico en tanto actividad ocupacional. La aplicación de los
conocimientos psicológicos no se piensa ni se proyecta como un campo autónomo de aplicación, sino que
siempre aparecen supeditados, en lo que se refiere a actividad ocupacional, a otros campos ya constituidos
y reconocidos como tales.  Entre estos campos se pueden distinguir, en primer lugar,  el campo médico y el
campo educativo. El primero, incluye la clínica y la criminología. El segundo, abarca todos los usos de la
psicología en la actividad escolar y en la conceptualización de una educación acorde con los fines de lograr
una identidad nacional. Además, se puede distinguir otro grupo de problemas y de planteos en torno a la
interpretación de la sociedad y los problemas de la evolución.   La psicología, como instrumento intelectual
de comprensión, constituye un medio indispensable para lograr una comprensión de la propia realidad y la
transfomación de la misma. Por lo tanto, aún este tercer grupo posee una dimensión práctica explícita, ya
que el conocimiento, la comprensión de los problemas de la realidad social incluye la intención de su
utilización en una intervención promotora del cambio (3).
 En consecuencia, al hablar de los intentos de articular el saber académico y  diversas prácticas
psicológicas, se quiere destacar ante todo que en la conformación de la Sociedad de Psicología y en los
trabajos publicados en los Anales, al mismo tiempo que aparece la búsqueda de una articulación entre un
saber reconocido como científico y una actividad fundamentada en ella, están ausentes otros aspectos
imprescindibles en la configuración de una profesión en sentido estricto, como la conformación de un

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campo ocupacional específico, diferenciado de otros, y el control del entrenamiento y la habilitación por
parte de quienes ejercen un papel de regular las relaciones entre las demandas sociales de expertos y los
productores de ese capital.
Al tener en cuenta los procesos de articulación entre saberes y prácticas psicológicas desarrollados en
Alemania y en Estados Unidos a fines del siglo XIX y principios del siglo XX,  se resaltan  los rasgos
específicos de estos procesos en diferentes contextos nacionales.
En Alemania, la institucionalización de las prácticas psicológicas basadas en los saberes académicos se
realiza tardíamente, durante el período nazi. Tal como lo muestran Geuter (1992) y Danziger (1990), antes
de este período, la articulación entre los saberes académicos y diversas aplicaciones del mismo debe
afrontar obstáculos principalmente de carácter académico para lograr cierto reconocimiento como campo
autónomo de saber y ocupacional. En sus comienzos, la psicología académica tiene que desarrollarse
primero dentro de las cátedras de filosofía.  Cualquier incremento de cargos para la enseñanza de la
psicología, es duramente resistido por los profesores de filosofía. La polémica adquiere progresivamente un
carácter definidamente político (Geuter 1992:44).  Al mismo tiempo, las posibles aplicaciones de este saber
psicológico son definidas primariamente como la contribución, a través de sus nuevos métodos empíricos, a
la resolución de  problemas filosóficos, especialmente los de carácter epistemológico. En el siglo XX, la
utilización de conocimientos psicológicos aplicados en la industria y en la guerra permite la adquisición de
cierta reputación de la psicología entre un público más amplio que el estrictamente académico. Luego, el
interés por la psicología aplicada, principalmente desde el Ministerio Prusiano de Ciencia, Arte y
Educación, y desde el Ministerio de Trabajo e Industria, alrededor de los años 20, se traduce en medidas
estatales que favorecen la institucionalización de las prácticas psicológicas, al mismo tiempo que crean
condiciones favorables para abandonar la subordinación casi exclusiva a la filosofía que la psicología ha
tenido desde el siglo XIX (Geuter 1992).
En cambio en EEUU  el panorama de la institucionalización de las prácticas y saberes psicológicos es
radicalmente diferente. En 1892 en la Universidad de Clark, Stanley  Hall, el primer doctor en filosofía con
orientación en psicología en EEUU, junto con 31 especialistas en psicología que venían trabajando en el
país,  fundan la primera asociación de psicólogos del mundo, la American Psychological Association. (4)
Este acontecimiento tiene su explicación no sólo por la ausencia de una subordinación de los estudios de
psicología respecto a la filosofía en los ámbitos universitarios, que permitiría una rápida implantación del
saber psicológico académico autónomo, sino que además el contexto institucional y político
norteamericano, a finales del siglo XIX, favorece una rápida legitimación institucional  de los resultados de
las investigaciones psicológicas (Buss, 1976,  Danziger, 1990),  Es decir, este  temprano  proceso de
profesionalización de la psicología supone la existencia de un grupo de especialistas que definen, sin
mayores obstáculos, una “identidad profesional”, la del psicólogo, en la medida que el producto de sus
estudios tiene una rápida aplicación en los ámbitos sociales, económicos, educativos y hasta militares y por
ende una legitimación estatal y privada, ya que la joven Nación Norteamericana requería de soluciones a
las problemáticas que la consolidación de su modelo capitalista moderno generaba.    
 
 
 
3.      Aplicación del conocimiento psicológico en los campos médico-criminológico y educativo.
 
Campo médico-criminológico.
 
En Buenos Aires, hacia 1910, el dispositivo público criminológico  se constituyó a partir del
funcionamiento en común de varias instituciones estatales convocadas por la necesidad de  producción de

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conocimientos en el campo del saber criminológico, de intervención y asistencia práctica y de constituir


ámbitos de observación y experimentación de estos fenómenos sociales ligados al delito y a la criminalidad.
Estas eran: el Instituto de Criminología de la Penitenciaria Nacional, el Servicio de Observación de
Alienados de la Policía de la Capital, el Hospicio de las Mercedes y su sala de alienados delincuentes, que
funcionaban junto con  las cátedras de Medicina Legal,  Clínica de las Enfermedades Nerviosas, Clínica de
las Enfermedades Mentales, los cursos de Psicología de la Facultad de Filosofía y Letras, y publicaciones
médicas y jurídicas; sobre todo los Archivos de Psiquiatría, Criminología y ciencias afines.  Ahora bien, demás
esta decir que, para lograr este objetivo de reunir este tipo de instituciones se debía contar con una
concepción lo suficientemente  homogénea de la naturaleza del fenómeno de la criminalidad que reuniera a
los especialistas jurídicos y médicos. Y por otro lado las acciones a cumplir, ya fueran, como peritos,
estudiosos del tema o funcionarios, debían también tener un carácter unificado.    
En principio la criminalidad  se la consideraba a partir de un enfoque naturalista y cientificista,
mediante el cual el delito era asimilado a una patología  en el que la sociedad, como un organismo
biológico, se veía afectada. De allí que la llamada criminología moderna de finales del siglo XIX recurría a
un paradigma biológico-evolucionista  en el que el papel de los médicos adquiría una función significativa.
Sólo basta mencionar que uno de los fundadores de esta corriente fue el médico italiano Césare Lombroso.
            La recepción de estas ideas en la Argentina en las últimas décadas del siglo XIX coincidió con los
complejos procesos de modernización del país, a partir de la consolidación del proyecto de Nación y que
significó grandes transformaciones en la trama social, económica y cultural. Y en ese sentido Buenos Aires
constituida ya como una urbe cosmopolita padecía como uno de los males modernos de todo  proceso de
urbanización, al fenómeno de la delincuencia, y de esta manera se ponía en consonancia con la realidad que
vivían  las naciones occidentales, es decir enfrentar este tipo de problemáticas sociales que significaba un
serio obstáculo para la marcha hacia la Civilización y el Progreso. Por consiguiente nuestro  Estado nacional
y sus instituciones debían encarar la criminalidad mediante el recurso a una intervención práctica-
disiciplinaría  pero sustentada en las ciencias y en el papel de los científicos.
            Ahora bien esta teoría criminológica, a principios del siglo XX, comienza a ser interpretada y en
cierta medida modificada, fundamentalmente, porque entra en crisis el determinismo naturalista del
original  programa criminológico  positivista. Y en ese sentido  se puede señalar que la   criminología
argentina con la obra de autores como Francisco de Veyga y José Ingenieros va a reflejar el agotamiento del
paradigma lombrosiano, esencialmente,  en lo que se refiere al peso de la antropología criminal que debe
ser sustituida por una psicología del delincuente, y la utilización de la categoría de degeneración biológica
que debe ser reinterpretada a partir de las causas sociales que inciden en la conducta del delincuente. Es así
como se define la problemática criminal en función de un abordaje psicosocial, es decir, una psicología y
una sociología del delincuente.
            Este enfoque psicocriminológico de Francisco de Veyga y de José Ingenieros se nutre
conceptualmente con los estudios de la psicología de tradición francesa, fundamentalmente Ribot, Sollier y
médicos del campo de la psicopatología como Charcot, Janet y el ingles Maudsley. El desarrollo de estas
ideas, en de Veyga  y en Ingenieros se realiza desde la cátedra de Medicina legal,  que contaba con un
ámbito nuevo para la práctica médica –a la manera de un laboratorio de la psicopatología social- el Servicio
de Observación de Alienados. Este organismo estaba ubicado dentro de una dependencia de la Policía de la
Capital, el Depósito de Contraventores “24 de noviembre”  y cumplía, una doble función. Por un lado, era
el lugar de formación práctica para los estudiantes de la cátedra y por otro lado, prestaba el asesoramiento
médico-legal a la Policía que consistía en discriminar dentro de la población de delincuentes los que
padecían algún cuadro de alienación mental y los que no. Por consiguiente, la tarea requería una atenta
observación de los casos y algún tipo de clasificación psicológica de los delincuentes.
            A finales de la primera década la producción de textos, la publicación de una profusa casuística y la

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elaboración de un marco de análisis psicocriminológico señala la consolidación de una nueva especialidad


de la psicología que toma a la personalidad del delincuente como objeto psicológico y a la llamada “mala
vida” como la problemática a intervenir (Ríos, 1997).
            Los dos textos que aparecen publicados en los Anales de la Sociedad de Psicología de Buenos Aires, el de
Francisco de Veyga  “ Psicología de los delincuentes profesionales”  (2) y el de José Ingenieros, “Sobre la
clasificación psicológica de los delincuentes”. (3) reflejan las ideas centrales de esta nueva especialidad. El
texto de Veyga, se propone realizar una exhaustiva descripción de las modalidades específicas del
delincuente desde su “vocación delincuencial” inicial o desde el delito ocasional y el vagabundeo hasta la
consolidación de una “profesional de la delincuencia” que de Veyga define como el “lunfardo”. A su vez,
éste profesional cuenta con la colaboración de los llamados por de Veyga “auxiliares del vicio y del delito”,
individuos cuya propensión a la transgresión legal no parece definitiva, y por ende, en algunas
circunstancias logran convivir con la población “normal”. Estos auxiliares son los pequeños delincuentes,
las prostitutas, los invertidos sexuales,  los alcohólicos, etc. Ahora bien este artículo, esencialmente
descriptivo, revela la mirada experimentada de un médico psicólogo que ha observado detenidamente su
objeto de estudio y que intenta mediante una destreza literaria costumbrista detallar comportamientos
delictivos y sus consecuencias morales y sociales. La  psicología, en ese sentido, parece servir a una inicial
catalogación del delincuente con el objetivo de precisar grados de peligrosidad para la sociedad y 
responsabilidades en los delitos. De hecho el lunfardo padecía de un estigma degenerativo antisocial que lo
hacía incorregible. Pero los delincuentes ocasionales o auxiliares del crimen pueden ser sometidos a
medidas regenerativas, que en de Veyga se basan en la educación moral y social.
            En el texto de Ingenieros con una elaboración más conceptual y por consiguiente más explicativa, la
especificidad del delito, es decir la modalidad de delinquir va estar dado por “los propios agentes que los
producen”. En ese sentido una clasificación de los delincuentes debe basarse en una clasificación
psicológica de los delincuentes. 
            Para Ingenieros el delito se origina en la dinámica del conflicto de intereses entre el individuo y la
sociedad. Es una transgresión sancionada tanto por las leyes morales como jurídicas. Es decir constituyen
conductas antisociales  que implican inadaptaciones del individuo en su lucha por la vida  ya sea por una
incapacidad biológica, los congénitos, o por los desajustes sociales y psicológicos, los  adquiridos, o por
circunstancias ocasionales, los transitorios, pero que en todos queda afectada sus personalidades y
caracteres. Estos desajustes son provocados por disfunciones en las clásicas esferas o facultades psicológicas
del individuo: los afectos, la voluntad o la inteligencia, pero, unificadas a partir de la teoría  sintética de la
personalidad, en la que se tiende a concebir las funciones psíquicas como un proceso biológico
esencialmente unitario en el cual no es posible distinguir facultades autónomas y originalmente distintas.
Solamente, señala Ingenieros, por abstracción se puede distinguir analíticamente en las manifestaciones
psíquicas superiores tres aspectos funcionales o cualidades que no son realidades. Por consiguiente, la
conducta individual, requiere cierto equilibrio de los elementos de la personalidad, pero este equilibrio
nunca es perfecto y por lo tanto un modo de funcionamiento prevalece sobre el otro,  y puede provocar
disfunciones afectivas, volitivas, intelectuales.
            Ingenieros considera que esta clasificación tiene ventajas sobre las clasificaciones clásicas de la
criminología italiana ya que permite una  mayor especificidad psicológica y una amplitud etiológica  que
permite incluir casos criminológicos que antes quedaban fuera de estas clasificaciones. Pero, además,
significa un aporte de la psicopatología a la determinación, aunque sea aproximativa,  a la peligrosidad del
delincuente y así definir las medidas a tomar con cada uno. Es decir permite que los jueces puedan
orientarse acerca de la posibilidad de que algunos delincuentes se reformen. Los delincuentes congénitos se
consideraran como los más peligrosos e irreformables, los adquiridos como poseedores de una temibilidad
mediana y con algunas posibilidades de rehabilitación y a los transitorios como no peligrosos y fácilmente

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reformables. También para Ingenieros las medidas regenerativas eran de naturaleza educativa, pero
incorpora la dimensión de lo que llama la profilaxis del delito que significa estudiar e intervenir en la
problemática infantil, es decir anticipar la emergencia de la marginación y la transgresión social en el sector
en el cual están depositadas las esperanzas de un futuro venturoso de la Nación y de la naciente sociedad
argentina.          
 
 
Campo educativo
 
            La utilización del saber psicológico en el campo educativo se sustenta en un problema más amplio,
complejo y apremiante: el del logro de una identidad nacional. En el tratamiento de este problema se
entrecruzan consideraciones políticas, históricas, sociológicas, psicológicas, biológicas, etc. Todas, aún las
de carácter más especulativo, apuntan al diseño de una forma de intervención concreta que transforme la
sociedad en la dirección deseada.
            Todas las reflexiones, al considerar las formas eficaces posibles de intervenir en la realidad social,
desembocan en el tema de la educación pública. La psicología llega al campo educativo desde diferentes
disciplinas y aparece nuevamente como un instrumento indispensable en la didáctica y en la pedagogía las
cuales, a diferencia de las otras perspectivas, se ocupan en forma primaria de la educación pública.
            Desde la obra de Sarmiento, la educación pública se convierte en el medio que permite alcanzar un
doble objetivo. Por un lado, la adquisición del conocimiento y el desarrollo de la cultura civilizada como
patrimonio universal. Por el otro, la concepción y utilización de la educación pública como medio para
desenvolver los valores propios de la nacionalidad, comprometida así en la construcción de un sujeto social
y moral: el niño argentino. Las Escuelas Normales creadas a partir de 1880, el Instituto Nacional de
Profesorado Secundario (que después de varios inconvenientes, comienza a funcionar en 1908), la Sección
Pedagógica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de La Plata (a partir de 1906,
convertida en  Facultad de Ciencias de la Educación en 1914), así como la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad de Buenos Aires, abordan el problema de la formación docente como la clave para incidir en
la transformación del sistema educativo.
            Ahora bien, la eficacia del sistema de educación pública plantea una doble exigencia: definir
claramente los fines de la educación (en concordancia a los fines de la sociedad en la que se desarrolla) e
implementar los medios adecuados para el logro de aquellos fines. En los discursos pedagógicos, aparece
asumida como “natural” cierta valoración ideológica en relación con los fines,  al mismo tiempo que la
pedagogía y la didáctica se presentan como disciplinas científicas, objetivas y neutras, que basan sus
conclusiones en el conocimiento psicológico científico y en la reflexión filosófica “positiva”, en tanto
reflexión a partir de lo que los hechos muestran y como complemento de los mismos (Vidal, 1914).
            La educación es definida como un proceso de enseñanza y adquisición de conocimientos y desarrollo
de aptitudes (Mercante 1911:280; Vidal 1914: 492). La psicología brinda el conocimiento científico de los
procesos de conocimiento (en relación con los problemas del conocimiento en general), y del desarrollo del
niño (en relación con las cuestiones evolutivas). A partir de la sólida base empírica de la psicología
(apoyada en lo posible por medidas estadísticas e investigaciones experimentales), los educadores intentan
“deducir conclusiones prescriptivas las cuales guiarán las intervenciones didácticas (Vidal 1914: 501).
            No obstante, la eficacia de las intervenciones pedagógicas debe ser también evaluada en forma
objetiva. A esto se refieren dos trabajos publicados en el segundo volumen de los Anales: “Valor de la
psicoestadística en pedagogía” de Víctor Mercante y “Psicofisiología del trabajo escolar” de Antonio Vidal.
En el primero, a partir de la diferencia entre masa y grupo (el cual implica la introducción de orden, de una
clasificación), Mercante señala la necesidad de utilizar  métodos de medición estadística para evaluar los

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resultados de la aplicación de ciertos procedimientos didácticos y otorgar a la pedagogía una “base real”
(Mercante 1911:285). El estudio estadístico de poblaciones escolares se complementa con los trabajos del
laboratorio de Psicopedagogía de la Universidad de la Plata,  cuya denominación alude  al carácter  de los
problemas y al ámbito de aplicación que tienen por fin las investigaciones desarrolladas por Mercante. La
Psicopedagogia remite, en este contexto, a los conocimientos psicológicos que se desarrollan a partir de
problemas pedagógicos y didácticos. Muchos de estos estudios coincidían  con los desarrollados en el
laboratorio de psicología experimental de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires, es decir, con los estudios de Psicofisiología sensorial, pero la clara definición de la finalidad a la que
apuntan les permite delimitar un  ámbito de investigación con una identidad propia. En ese sentido, los
problemas educacionales que encauzan la selección y desarrollo de los trabajos de investigación son
(Mercante 1911:286):
1º Aptitudes de cada raza, cada sexo y cada edad dentro del grupo de la escuela.
2º Diferencia de aptitudes por edades, sexo y razas.
3º Efectos diferenciales de la cultura.
4º Determinación de la edad para comenzar estudios o aprendizajes.
5º Determinación de los métodos más eficaces, considerados dentro de la exactitud, de la persistencia del
conocimiento y de la rapidez de la adquisición.
6º Determinación de la capacidad del hombre y de la mujer, para enseñar ciertas asignaturas y a un grupo
escolar dado.
7º Determinación de las crisis psico-morales.
 
            El segundo trabajo mencionado de los Anales (Vidal 1911), ilustra las derivaciones didáctico
pedagógicas sobre las formas convenientes de tomar exámenes y su distribución a lo largo del año escolar,
las cuales se realizan a partir de ciertos conocimientos de Psicofisiología de la atención, de la fatiga
intelectual, y del trabajo del cerebro en el esfuerzo intelectual y en el desarrollo de la inteligencia.
            Esta conceptualización de la psicología en relación con los métodos mencionados, y en relación con
la biología, la pedagogía y la didáctica, la convierte en la base primera e insustituible para el logro de dos
objetivos educacionales: la formación docente (ya que de él depende que la intervención sistemática se
lleve a cabo eficazmente) y el conocimiento de la población local sobre la que se va a actuar (aquí la
psicología del niño aparece como disciplina matriz  dentro de la “Psicopedagogía”). Estas ideas
fundamentan la necesidad de desarrollar  una “pedagogía nacional”, una “pedagogía argentina”, que
persigue como fin primordial el desarrollo de la nacionalidad. En el trabajo “Los factores psicológicos del
movimiento educacional contemporáneo” de A. Vidal, publicado en el tercer volumen de los Anales, se
trata esta cuestión en forma explícita. Se señala la necesidad de partir de un nivel  local e inmediato para
luego acceder al plano de lo universal y a los ideales más lejanos. La aparente paradoja entre la promoción
de un desarrollo nacional y local, y al mismo tiempo el intento de introducir el país en un orden
internacional y según los ideales de la cultura moderna, es resuelta a partir de una postulación de orden
metafísico: la unidad de lo real, y de un modelo de progreso único, inexorable, en donde lo racional
termina por triunfar e imponerse. De esta manera, el desarrollo de la nación se integra a un orden
internacional en el que los progresos de las diversas naciones terminan compartiendo los mismos
caracteres e ideales universales (Vidal 1914:504).
            También aparece aquí la idea sobre la posibilidad y la necesidad de prever la dirección de la
evolución y anticiparse a él para evitar o corregir desviaciones, interrupciones, etc.
            En última instancia, toda intervención que no sea exclusivamente sobre lo orgánico, supone una
intervención educadora, y como tal es interpretado como una intervención psicológica, ya que se actúa
sobre los procesos de conocimiento, el desarrollo de aptitudes y de comportamiento.

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4. Conclusiones
 
            En la primera década de nuestro siglo XX se ha  mostrado que existió en la Sociedad de Psicología
de Buenos Aires,  un marco teórico común de la psicología que permitió convocar producciones teóricas,
estudios psicológicos, investigaciones e intervenciones prácticas que se venían desarrollando en ámbitos
disciplinarios diversos, como por ejemplo, los campos médico-criminológico y educativo.
            En ese sentido la elección de la Sociedad de Psicología resulta clave, porque a través del consenso
acerca de la matriz científica, naturalista y evolucionista que debía prevalecer en estas primeras
expresiones de la psicología en nuestro país, se logró, en esta Sociedad, un contacto articulado entre los
protagonistas de esos estudios, como así también un espacio de debate y difusión de sus trabajos; además
del reconocimiento mutuo de pertenencia a una disciplina que nació como cruce entre un saber académico
y un saber  aplicado.
            En función  de esto se intentó ilustrar el modo en que miembros significativos de esta Sociedad –por
su inserción académica y su trayectoria de investigación e intervención en las problemáticas sociales y
humanas- plantearon y sobre todo justificaron la necesidad de una articulación entre la teoría unificada y la
praxis consecuente en esos dos ámbitos señalados.
            Queda por resolver quizás un interrogante básico. ¿Por qué en esta Sociedad,  no se generó la
inquietud por definir una identidad profesional autónoma del psicólogo, lo que es decir además,  delinear
un campo ocupacional que defina tareas específicas de un psicólogo profesional? La pregunta es pertinente
porque en principio en otro contexto nacional como el de EEUU, en este mismo período, ya se había
iniciado y desarrollado el proceso de profesionalización.  (marco común, saber aplicado y legitimación
pública)
             Quizás lo que se puede conjeturar, sobre todo en relación con lo hasta aquí desarrollado, es que una
de las posibles respuestas a este interrogante debería tener en cuenta que en la Argentina,  la medicina y la
educación se hicieron cargo de los problemas a intervenir y recurrieron a la psicología como un medio o
instrumento nuevo de conocimiento, eso significa que tanto este saber psicológico aplicado como su
implantación pública eran patrimonio de la medicina y la educación argentina, por lo menos hasta más allá
de la segunda mitad de este siglo.-
 
 
 
 
Notas
 
1) La nómina completa de los miembros de la sociedad: Agote, Luis, Ameghino Florentino, Ayarragaray, Lucas;
Areco, Horacio; Anargyros, Pastor; Bunge, Carlos; Cabred, Antonio; Drago, Agustín; Dellepiane, Antonio;
Estevez, José; Fernández, Helvio; Gómez, Eusebio; García, Juan; Gaíllen, Clotilde; Guglianone, Pascual; Herrera,
Leopoldo; Ingenieros, José; Kelper, Guillermo; Korn, Alejandro; López, Lucio; Lozano, Ernesto; Matienzo, José;
Melo, Carlos; Mercante, Víctor; Morel, Camilo; Piñero, Norberto; Piñero, Horacio; Pizzurno, Pablo; Podestá,
Manuel; Ramos Mejía, José María; Rivarola, Rodolfo; Rodríguez Etchart, Carlos; Roveda, Nicolás; Rodríguez,
Fermín (h); Semprún, José; Senet, Rodolfo; Sixto, Genaro; Tedín Uriburu, Virgilio; Veyga, Francisco de; Vidal,
Antonio.  (Ingenieros, José, “Los estudios psicológicos en la Argentina”, nota a píe de página, Revista de Filosofía,
Cultura, Ciencias, Educación, tomo V, 1919, p. 296)    

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2) Al describir el paso de la vieja concepción de filosofía y ciencia a la nueva representación de carácter
cientificista, ligado a los procesos de organización nacional a partir de 1880, José Ingenieros, en 1919, señala cómo
“las ciencias monopolizaron el interés de los estadistas y de los pedagogos” (Ingenieros 1963, p.84).
 
3) Clasificación de los textos según los ámbitos de aplicación mencionados:
 
Textos programáticos
Ingenieros, José, La  Psicología biológica, Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 1, 1910.
Veyga, Francisco de; La enseñanza de la psicología. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 1
Congreso Científico Internacional. Trabajos de la sección de ciencias psicológicas. 1910.
Rivarola Rodolfo; Unidad y organización de la ciencia.  Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Piñero, Horacio; La psicología en la cultura argentina.  Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Jakob, Cr. ; La psicología orgánica y su relación con la biología cortical. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen
3, 1914.
 
Campo médico-criminológico
Rodríguez Etchart Carlos; La duración de los sentimientos como la de las sensaciones es mayor que las de sus
respectivos excitantes. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 1, 1910.
Piñero Horacio; Psicosis comunicada y familiar Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 1, 1910.
Ingenieros, José; Pseudo discromatopsia por amnesia verbal en una hemianopsia cortical. Anales de la Sociedad de
Psicología, volumen 1, 1910.
Rodríguez Etchart Carlos; Concepto actual de las funciones afectivas Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2,
1911.
Veyga Francisco; Psicología de los delincuentes profesionales Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Roveda Nicolás; Atrofia craneana por comprensión intracerebral Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2,
1911.
Areco, Horacio; Los temperamentos humanos. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 3, 1914.
Ramos Mejía, José María; Contribución al estudio de las obsesiones medicamentosas. La bronomanía de los
epilépticos. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 3, 1914.
Ingenieros, José; Sobre la clasificación psicológica de los delincuentes. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen
3, 1914.
Roveda Nicolás; Trastornos nerviosos por los traumatismos de la cabeza. Anales de la Sociedad de Psicología,
volumen 3, 1914.
Jakob, Cr; La psicopatogenía de los niños retardados. Psicogenésis degenerativa y su tratamiento biológico. Anales
de la Sociedad de Psicología, volumen 3, 1914.
Areco, Horacio; El loco moral. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 3, 1914.
Gómez Eusebio; Concepto del delito pasional Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 3, 1914.
 
Campo educacional
Mercante Víctor; El fotismo cromático de las palabras. Contribución al estudio de las aptitudes expresivas. Anales
de la Sociedad de Psicología, volumen 1, 1910.
Senet, Rodolfo; Las estoglosias Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Mercante, Víctor; Valor de la psicoestadística en pedagogía. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Vidal Antonio; Psicología del trabajo escolar. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Mercante Víctor; La afectividad en composición de las edades y sexos. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen
3, 1914.
Senet, Rodolfo; Los sentimientos estéticos. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 3, 1914.
Vidal Antonio; Los factores psicológicos del movimiento educacional contemporáneo. Anales de la Sociedad de
Psicología, volumen 3, 1914.
Senet, Rodolfo; Teoría de la Atención. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 1, 1910.
 
Estudios sociales, históricos y evolucionistas
Roveda, Nicolás; Las papilas táctiles del apéndice digitiforme de la trompa del elefante. Contribución al estudio

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de los órganos de los sentidos. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 1, 1910.


.Rodriguez Etchart, La fe religiosa y su enseñanza. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 1, 1910.
Rodríguez Etchart Carlos; El sentimiento estético. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 3, 1914.
Senet, Rodolfo; Los ascendientes del hombre según Ameghino. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 1, 1910.
Onelli, Clemente; Anécdotas de psicología zoológica. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 1, 1910.
Senet, Rodolfo; Los ascendientes del hombre según Ameghino. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Ingenieros José; Los modos reales del pensar. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Ingenieros José; Psicología de Juan Moreira. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Ferri, Enrique; Psicología de la mirada. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Korn Alejandro; Las supersticiones nacionales. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Ingenieros José; Teoría biológica de la conciencia. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 2, 1911.
Merzbacher Luis;  Sobre algunas leyes de la herencia en la patología humana. Anales de la Sociedad de Psicología,
volumen 3, 1914.
Rodríguez Etchart Carlos; Vida afectiva. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 3, 1914.
Chiabra Juan; La función de la lógica contemporánea. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 3, 1914.
Angulo, José; Programa para un estudio del tatuaje en la Argentina. Anales de la Sociedad de Psicología, volumen 3,
1914.
 
4) Bajo la influencia de filósofos psicólogos, formados en Europa, como es el caso de William James, se fue
configurando un progresivo y rápido desarrollo de los estudios psicológicos.  fundamentalmente a través de las
investigaciones realizadas en los primeros laboratorios de psicología experimental  (1883), de los primeros cursos
de psicología en las universidades de Harvard,  Pennsylvania, Columbia (Nueva York), Johns Hopkins y Clark  y
publicaciones como la American Journal of Psychology en 1887. Pero si bien los enfoques de estos estudios de
psicología estaban originariamente inspirados en la psicología experimental wundtiana, los objetivos propuestos
en la utilización del método experimental,  en la elección de los temas de estudio e investigación, y en la
aplicación de los resultados, definieron un carácter propio a este primer momento de la psicología experimental
en EEUU.
 
 
Bibliografía
 
Anales de la Sociedad de Psicología de Buenos Aires  volumen 1, 1910.
Anales de la Sociedad de Psicología de Buenos Aires, volumen 2, 1911.
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INGENIEROS, José (1914) Sobre la clasificación psicológica de los delincuentes. Anales de la Sociedad de Psicología,
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Educación, V (pag.296)

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de Psicología, volumen 3.
 
 

[1]
Artículo publicado en el VI Anuario de Investigaciones. Facultad de Psicología. UBA. 1999.
 

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