Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Introducción
1
Blanco Rivero refiere a ambos casos como formas específicas, entre otras, de “estabilización semántica”
(Blanco Rivero, 2012: 69-70).
2
“En cuanto observaciones, las operaciones que condensan y confirman las semánticas son ciegas para su
propio operar… Por otra parte, un observador sí puede observar y describir el hecho de que las
operaciones producen diferencias; lo mismo vale para las operaciones producidas por otras operaciones
de observación” Luhmann, 2007: 425).
1
en la medida en que presentan un valor positivo y uno negativo con la función de
orientar, hacia el lado positivo, las reespecificaciones que amplíen y estabilicen la forma
de la autodescripción social. Así, por ejemplo, la oposición comunidad/sociedad,
formulada por Ferdinand Tönnies, se reespecifica mediante las oposiciones
natural/artificial, real/falso, etc., las cuales organizan una autodescripción de la
inviabilidad de la sociedad moderna y permiten proyectar entonces, semánticas
condicionales o de solución. Estas semánticas condicionales han sido una forma de
tematizar en la autodescripción social las transformaciones estructurales acaecidas con
el cambio en la forma primaria de la diferenciación social.3
La semántica de lo masivo
3
Se hace referencia aquí, haciendo uso de la terminología luhmanniana, al pasaje de la estratificación
social a la diferenciación funcional como forma de organización social, proceso que también ha sido
descrito en términos de una evolución del feudalismo al capitalismo o de la sociedad tradicional a la
moderna.
4
O, en sus versiones anglosajona y francesa, crowds y foules.
2
políticas que tuvieron entre los sucesos de 1789 y la Comuna de París de 1871 sus
momentos más emblemáticos. En distintas obras Zola y Taine presentan la descripción
de las multitudes revolucionarias como agentes destructivos agitados por procesos
hipnóticos o incitadas por un agitador (meneur). Así, como afirma Pablo Nocera,
“La multitud emerge como un sujeto de naturaleza destructiva que pone en evidencia el lado
oscuro de los procesos de modernización que traen aparejados los cambios industrialistas”
(2013: 27).
Entre 1880 y 1920 (Moscovici, 1981), la psicología de las masas se convertirá en una
tenaz herramienta de las élites intelectuales francesas tanto para tratar de entender las
transformaciones sociales acaecidas como, quizás aún más, para diseñar algún tipo de
respuesta a la desorganización social que percibían como resultante de la constante
agitación de los sectores populares. En ella confluirán tanto herramientas gnoseológicas
desarrolladas en el ámbito de la psicología y perspectivas sociológicas de matriz
utilitarista y evolucionista como analogías orgánicas e higienistas tomadas de la
medicina contemporánea y metáforas evolutivas acarreadas desde la biología. Los temas
del atraso o retroceso evolutivo de los sectores populares, del contagio de los humores,
de la influencia hipnótica de los líderes, del carácter atávico de las multitudes por
oposición a la intelectualidad racional del individuo darán forma a los principales
intentos de explicación de las vorágines de insurrección que tensionaban la tesis
aceptada de la naturalidad del orden burgués. Efectivamente, si el desarrollo capitalista
de las sociedades occidentales era una ley evolutiva de la historia asentada en bases
naturales, los fenómenos patológicos que amenazaban ese desarrollo no podían deberse
a sus propias condiciones (lo natural no puede ser patológico) sino a una corrupción
desencadenada por factores externos o rémoras del pasado que generan retrasos
evolutivos parciales.
5
Así lo relata con mucha precisión Pablo Nocera (2013: 41 y ss.)
3
transformaciones sociales sino, más bien, al desarrollo de propuestas o herramientas
para su direccionamiento y control.
José María Ramos Mejía (1849-1914) y Ernesto Quesada (1858-1934) fueron, por
distintos motivos, dos precursores del pensamiento social en la Argentina. Sendos
representantes de las élites políticas y culturales argentinas y, más específicamente,
porteñas, su posición y preeminencia social no estaba fundada en su participación
política y en el debate público como en los miembros de la generación anterior sino,
fundamentalmente, en su posición académica. Ambos constituyeron, aunque por
distintos motivos, puntos de referencia para el desarrollo de una reflexión sociológica en
este país.
4
exclusivamente a su obra Las Multitudes Argentinas, de 1899. De formación y profesión
médico psiquiatra, pero también político y escritor, Ramos Mejía es uno de los más
claros exponentes de la generación de pensadores biopositivistas que pueden ser
caracterizados como los primeros cientistas sociales argentinos (Barbe, 1993).6 En esta
obra, Ramos Mejía toma como referencia la recientemente editado obra de Le Bon antes
citada parar pensar a partir de ella la cuestión de las multitudes en la construcción de la
sociedad argentina. En este sentido, podría discutirse la relación de la obra de Ramos
Mejía con respecto a la de Le Bon como de mera importación o de recepción y
traducción, ya que puede interpretarse también como un punto de referencia para una
problematización simultánea de problemáticas específicas que, sin embargo, son
diversas (Bialakowsky, en prensa). Más allá de “la bella e ingeniosa concepción del
hombre-carbono” que Ingenieros (1918: 100) le reconoce como quizás el único aporte
original de Ramos Mejía a las apreciaciones de Le Bon sobre las multitudes, hay en la
mirada del autor argentino, importantes diferencias. No en la caracterización de lo que
da en llamar la “biología de la multitud”: impulsivas, femeninas, poco racionales, ya
que la multitud
“Es poco inteligente, razona mal, pero imagina mucho y deforme; todo lo quiere grande,
ampuloso, porque vive en un perpetuo gongorismo moral, ampliando y magnificándolo todo en
proporciones megalomaníacas” (Ramos Mejía, 1899: 9).
“el individuo humilde, de conciencia equívoca, de inteligencia vaga y poco aguda, de sistema
nervioso relativamente rudimentario é ineducado, que percibe por el sentimiento, que piensa con
el corazón y á veces con el vientre : en suma el hombre cuya mentalidad superior evoluciona
lentamente, quedando reducida su vida cerebral á las facultades sensitivas” (Ibíd.: 11).
Así, el médico deja a salvo de la pertenencia a lo masivo a las élites ilustradas, a las
cuales pertenece, cultural e intelectualmente superiores y por eso capacitadas para
dirigirlas. Pero no solo eso, sino que además, nuestro autor se embarca en una tarea que
Le Bon ni siquiera había insinuado: la historización de las multitudes en el proceso de
construcción de una nación. Y hay aquí una declinación sutil. Aun tergiversando
parcialmente los hechos históricos para amoldarlos a su intención preestablecida, y
abandonando muchas de las afirmaciones hechas en la caracterización teórica de las
multitudes, y con ello, en gran medida al propio Le Bon, las multitudes de las guerras de
6
Otros miembros destacados serían Carlos Octavio Bunge y José Ingenieros.
5
independencia americana, y aún las inconexas y esporádicas de la época virreinal, no
son agentes puramente destructivos del orden como reflexiona Le Bon, sino que en su
acción destructiva de la organización virreinal asumen también el rol de agentes
constructivos del nuevo orden social que va a dar forma lo que luego será la sociedad
argentina.
En ciertos aspectos de la obra de Ernesto Quesada podrá verse una operación en algún
sentido similar. Quesada no puede considerarse de ningún modo en la matriz del
positivismo biologicista del estilo de Ramos Mejía aunque sí está fuertemente
influenciado por las teorías evolucionistas, además de conocer con sobrado detalle la
obra de Durkheim (Barbé, 1993: 168). En este sentido, las posiciones intelectuales de
quesada, sin dejar de ser evolucionistas, ya no estarán sin embargo marcadas por la
influencia de las ciencias biológicas y médicas sino por la historia, la jurisprudencia y la
sociología. Más adelante, se notará en su obra una gran influencia de Oswald Spengler.
6
aristocrática de la sociedad colonial y cambiaron así, descantillando su firmeza, los criterios
tradicionales con lo cual encarrilaron las aspiraciones patrias en rumbos e ideales distintos y las
enderezaron a enseñorearse de ellos” (Quesada, 2011: 309).
Las causas del proceso de transformación y los fundamentos de la vida social argentina
no deben buscarse, según Quesada, en los dogmas ilustrados de las élites sino en las
formas de vida de los sectores populares, aquellos que encarnaron el proceso
revolucionario y quienes encontraron en la figura de Rosas, un factor de consolidación y
estabilización de un orden y una paz social que veían como continuamente desbaratada
por las injerencias externas del dogmatismo unitario. Rosas fue, para las masas
plebeyas, la posibilidad de consolidación de un orden y una organización social de la
nación que las incluyera.
Por eso solo pudo ser derrotado cuando esa tarea de consolidación de un orden estuvo
ya concluida y las condiciones institucionales alcanzaran cierta madurez. Las
consecuencias de esa derrota significaron la definitiva unificación del país y la
modernización de sus instituciones.
“La evolución social se produjo en el sentido de la mutua penetración de las masas gauchas en la
vida pública, sea para hacer un copioso y lustroso número en los regimientos del ejército o para
formar el núcleo de los movimientos cívicos populares: la democratización del país fue
completa, porque las clases urbanas superiores por lo general se afiliaron en el partido unitario,
mientras que las populares lo hicieron en el partido federal; de modo que el triunfo sangriento de
este trajo su predominio completo, quedando del todo resuelto el problema social y político, y
quitadas de en medio las diferencias de sangre y tradición” (Ibíd.: 304-305).
“La evolución social argentina por fin ha dado en la vena de la gracia y se encuentra ahora en
pleno período de transición; a medida que la inmigración extranjera se va extendiendo por todo
el país, difundiéndose regularmente pero a la vez sin solución de continuidad, la modificación
local se acentúa en el indicado sentido: la inmigración de gente trae a felicísimo cumplimiento de
la capital, y el territorio nacional se va cubriendo de borde con industrias de todo género, cuyo
crecimiento asombra a tal punto que, siendo el aumento de la producción total tan
desproporcionado con el de la población, solo da razón en la aplicación, casi exclusiva y en
grande escala, de todos los sistemas de explotación perfeccionada, en los cuales la maquinaria
economiza y multiplica el trabajo humano”. (Ibíd.: 307)
Pero esta evolución no está exenta de la emergencia de las viejas formas bajo nuevos
rostros.
“Poco a poco esa sombra del antiguo sistema va trocándose en el boss de lugarejo, de barrio, que
se ocupa de las masas de votantes, sacude su influencia, las hace concurrir a los comicios y
mistifica deliberadamente la opinión pública, convirtiéndose así en empresario electoral, lo que
le da influencia decisiva en la antesalas de los gobiernos y las legislaturas, de lo cuales se sigue
gran pérdida de la paz y no poca legislación interesada, acordando granujerías más o menos
7
censurables (Ibíd.: 308)
"El peligro grande, es el del falseamiento paulatino de nuestra organización constitucional”
(Ibíd.: 309).
Más incluso que controlar la extracción de las riquezas nacionales por parte del capital
extranjero.
Conclusiones
Pueden observarse así, en los orígenes del pensamiento social y la sociología argentina,
no solo una tematización recurrente de lo masivo, sino una construcción semántica en
gran medida confluente. La semántica de lo masivo en los autores reseñados construye
una polaridad conceptual en la que de un lado se ubican las masas, multitudes o turbas
con sus descripciones y caracterizaciones pero del otro se encuentra, casi sin definir, lo
que sin embargo posibilita, por contraste, esas descripciones y caracterizaciones: el
orden.
Pero se había dicho más arriba que lo que hace Ramos Mejía no es una mera recepción
traducida de la tematización de Le Bon. Existe una simultaneidad en la pregunta por el
orden pero no se trata en estas tierras del orden industrial burgués sino de la
construcción y consolidación del orden político que Botana (1979) ha llamado “el orden
conservador”. En esta perspectiva van a coincidir, desde posiciones distintas, Ramos
8
Mejía y Quesada. Las multitudes argentinas, las masas plebeyas han sido el otro lado
del orden virreinal, y un factor de su destrucción. Pero han sido a su vez el agente
constructivo del orden social argentino. No son ellas el problema, como lo figuraba
Sarmiento, con quien Quesada no ahora críticas. En ambos casos, en el autor francés y
en los autores argentinos, el orden es lo ausente en la distinción que construye la
semántica de lo masivo. Ausente de la descripción porque es lo que la posibilita, el
motivo que traza la distinción y que presupone un valor en el caso de Le Bon. Ausente
porque es el producto final de la acción inconsciente de las masas y por eso su pasado
tanto como su futuro.
Puede observarse que la distinción entre el orden y las masas se traza, en el caso de Le
Bon, en la dimensión objetiva del sentido mientras que en Ramos Mejía y Quesada se
lleva a cabo en la dimensión temporal. El orden es el pasado y el futuro de las masas,
que son tantos constructivas como destructivas. El orden ausente es lo negativo y así las
multitudes, pese a la carga negativa de su teorización en manos de Ramos Mejía,
pueden ser consideradas un factor positivo en el decurso de la historia argentina.
Pero una vez consolidado el orden, subrepticiamente aunque de un modo mucho más
claro, por supuesto en Ramos Mejía, la oposición semántica se establece otra vez en la
dimensión objetiva, cuando las masas son masas urbanas, desconocidas, extrañas,
alienadas, amenazante. Sobre ellas es que hay que imponer dispositivos disciplinarios si
no se quiere poner en riesgo el orden tan trabajosamente construido.
Para cerrar este ejercicio exploratorio podría intentarse pensar si este valor positivo de
las multitudes argentinas en el contexto de su historización no forma parte también de
esa oposición construida en la dimensión objetiva en la medida de señalar el carácter
nacional y popular de un orden restrictivo en lo político, represivo en lo social y
exclusivo en lo económico que comenzaba a percibir con creciente preocupación las
luchas económicas y la agitación política de novedosos actores sociales surgidos al calor
de las corrientes migratorias que transformaron aceleradamente a la sociedad argentina.
Bibliografía
9
Argentina, Paidós, Buenos Aires (31-65).
BIALAKOWSKY, Alejandro (en prensa): “Investigar teoría sociológica del Sur y del
Norte: el abordaje simultáneo y el caso de las clasificaciones sociales”.
BLANCO RIVERO, José Javier (2012). “Hacia una teoría operativa del significado”.
Ariadna histórica. Lenguajes, conceptos, metáforas. N° 1,
http://www.ehu.es/ojs/index.php/Ariadna, (41-79).
NOCERA, Pablo (2013). “Gabriel Tarde y las formas elementales del espíritu público”.
En Gabriel Tarde, La opinión y la multitud, Editorial Urbanita, Buenos Aires, (13-81).
RAMOS MEJÍA, José María (1899). Las multitudes argentinas, Félix Lajouane Editor,
Buenos Aires.
10