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CONSOLIDACIÓN Y LEGITIMACIÓN DE LA DEMOCRACIA

De acuerdo al artículo 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos


Mexicanos, considera que es “voluntad del pueblo […]” consolidarse en una “[…]
república representativa, democrática, laica y federal […]”. Pero, ¿a qué se refieren
estos últimos conceptos? Se debe saber que dentro de una república los asuntos
del Estado son percibidos como asuntos de dominio público e interés general.
Cuando se habla de representación, se utiliza el facto que la soberanía reside en el
pueblo a través de sus representantes; por otra parte, la característica de ser
federal, es cuando los diferentes estados se norman bajo un pacto para solucionar
asuntos que observen de interés general (pero conservando cierta soberanía).
Simultáneamente, el rasgo principal que se ejecuta para llegar a lo anterior, es la
democracia. Reflexionar sobre democracia en México es especular sobre un
poliedro, ya que al no existir una idea específica sobre lo que es y no es democracia,
el análisis de cada cara de la democracia en el país se hace de una forma parcial
por tanto se siembra la duda sobre si el sistema político que rige la nación es
realmente una democracia. Ergo, debemos preguntarnos ¿qué es una democracia?
¿Cuáles son sus características? Consecuentemente puede saberse si la
democracia instaurada en México cumple con los mínimos para ser democracia o
si presenta una calidad aceptable para la ciudadanía.

La democracia ha sido conceptualizada de diversas formas a través del


tiempo. Al referirnos a la democracia, hablamos de un concepto muy complejo que
ha pasado por un largo proceso de formación que emana en el constructo que
hemos hechos de ésta hoy. Pero la percepción de lo que implica democracia, lo que
identificamos como democrático y lo que no, no es nada más que una construcción
que responde a la coyuntura particular de cada definición ergo sus características
dependen del entorno histórico. Etimológicamente, la palabra democracia proviene
del latín y griego, demos o pueblo y krateo o gobernar. Con base a esto podemos
responder fácilmente a que la democracia es el gobierno del pueblo, sin embargo la
problemática de la conceptualización empieza al preguntarnos quién o quiénes son
el pueblo y cuando un gobierno es de este; lo cual dificulta más la tarea.

Así, por ejemplo, en la antigüedad filósofos y pensadores como Tucídides en


su Discurso fúnebre de Pericles, hace referencia a
[…] un régimen político que no se propone como modelo las leyes de las personas,
sino que más bien es él modelo para otros. Y su nombre, como las cosas dependen
no de unos pocos, sino de la mayoría, es Democracia.
Este tipo de régimen es caracterizado por Aristóteles en La Política como un
sistema de gobierno donde
[…] el ciudadano no está obligado a obedecer a cualquiera; o si obedece, es a
condición de mandar él a su vez; y he aquí cómo en este sistema se concilia la
libertad con la igualdad.

Por otra parte, cabe recordar que estas percepciones corresponden a una
coyuntura completamente disímil a la nuestra. Por ende, autores contemporáneos
como Kelsen entienden la democracia como el Estado de gobierno que posee
formas que garanticen valores democráticos. Sartori (2003) presenta la democracia
como un sistema ético-político que se rige por la influencia de las mayorías pero
que se ejerce a través de las minorías con el poder conferido por las mayorías.
Schumpeter aborda la democracia como un instrumento institucional para llegar al
consenso en la toma de decisiones políticas donde los individuos logran llegar a
estos acuerdos mediante el voto popular.

Sin embargo la democracia es un sistema que implica no solo derechos y


obligaciones, sino además el ejercicio de las libertades civiles, la igualdad de
oportunidades y la participación de los ciudadanos en la elección de los gobiernos.
Partiendo de éstas comparaciones, podemos inferir que la democracia puede
comprenderse como un sistema político que posee lineamientos y métodos,
resultado de un consenso que implica derechos y obligaciones para la toma de
decisiones a través de la representatividad mediante el voto popular, legitimando
así al sistema y sus instituciones.
Ahora que ya hemos clarificado el aspecto de qué es la democracia, viene
otra pregunta que surge desde esta misma conceptualización: ¿qué es la
legitimación y cuándo sucede en un sistema democrático? De acuerdo a Lipset
(1997) la legitimidad es la capacidad del sistema para engendrar y mantener la
creencia de que las instituciones políticas existentes son las más apropiadas para
la sociedad; Morlino (2005) la encuentra como la convicción sobre las instituciones
políticas existentes a pesar de sus defectos y fracasos. Consecuentemente
entendemos la legitimación, como aquella característica que le permite al sistema
tener el respaldo de la ciudadanía sobre sus instituciones a pesar de su desempeño.
Sin embargo a partir de esto surge la cuestión a saber bajo cuáles mecanismos los
sistemas políticos logran adquirir esta característica.

Así, por ejemplo, autores como Lipset, ha sido reconocido en el desarrollo de


la teoría política; principalmente por su discurso de la correlación existente entre el
desarrollo económico y el gobierno democrático. No obstante, en reiterados
momentos ha mencionado explícitamente que, para él, la base más significativa y
determinante de la democracia no es el nivel de desarrollo económico, sino la
conformación de la cultura política. De este modo, la determinación de la cultura
política es un factor clave tanto para la formación de la legitimación (que
posteriormente dará pie a la democracia) como para la democracia misma.
Consecuentemente, el desarrollo económico favorece una cultura política más
democrática debido, a los progresos educacionales que suscita (Lipset, 1997). Los
ciudadanos más educados tienden a valorar cada vez más la democracia y cultivan
un estilo más tolerante, moderado, limitado y racional en el terreno político con sus
adversarios. Debido a esto, la legitimación del sistema se da de forma natural y
simultáneamente a la construcción de éste.

Por otro lado, el desarrollo de las nuevas tecnologías (y no sólo de la


economía como lo percibe Lipset) abren las puertas a nuevas formas de
construcción de los sistemas políticos como la democracia y lógicamente, de la
forma en que legitiman. Estas nuevas tecnologías son los medios de comunicación,
en especial la televisión. Esta visión fue desarrollada por Sartori (2000) en su obra
Homovidens; donde enuncia la importancia que adquiere la política para el individuo
promedio y para la sociedad en general (ya que se trata de concepto que condiciona
y norma nuestra vida y convivencia diaria) por medio de la televisión. Aunque, la
estandarización de lo político radica en lo sencillo que se ha vuelto para el individuo
acceder a ello como lo hace a través de la videopolítica. Este concepto, hace
referencia al poder que es ejecutado mediante el uso del video, es decir, utilizar el
poder de la imagen (que está a disposición de muchos que tienen poder). Por lo
cual, la televisión incita la opinión sobre temas de política y condiciona fuertemente
los procesos políticos como el proceso electoral; ya sea en la elección de los
candidatos, en el modo de plantear la batalla electoral o en la forma de ayudar al
vencedor. Por ende, la televisión puede condicionar fuertemente el sistema de
gobierno, es decir las decisiones de un gobierno sobre lo que puede o no puede
hacer. En consecuencia, la construcción de la opinión hacia el sistema político (y
con ello su legitimación) dependerá fuertemente de la opinión construida en los
medios. Así, la opinión pública surge del conjunto de opiniones que se encuentra en
el público o en los públicos, aunque con la televisión, la autoridad es la visión en sí
misma (sin importar que la imagen engañe a las masas) y lo que importa es que se
crea en lo que se ve. Así, la video-democracia (aquella construida a partir de medios
como la televisión) crea una opinión sólidamente heterodirigida (Sartori, 2000).

Como resultado, la adquisición de la legitimidad por parte del sistema político


dependerá entonces tanto de factores como la construcción de la cultura política (y
el tipo de ésta), como de la imagen y opinión del sistema a través de los medios de
comunicación. En el caso de México, la construcción de la cultura política es un
proceso que aún se encuentra encaminado ya que el desarrollo económico del país
es lento y aunque exista una tendiente al crecimiento del Producto Interno Bruto
ideal, la distribución de ingresos per cápita (como lo demuestra el índice de Gini) es
altamente irregular, por lo que causa disconformidad entre la población y con ello
se crean problemas al momento de legitimar a las instituciones ya que se pone en
duda la eficiencia y eficacia de éstas.

La política pública puede ser tomada entonces como ejemplo de la función


democrática ya que al hablar de política pública estamos hablando de democracia
puesto que las políticas públicas implican el llegar a acuerdos que permiten vivir en
sociedad. Entendemos como política pública al conjunto de acciones que los
gobiernos llevan a cabo para tratar con un problema o situación insatisfactoria con
una dimensión práctica. Por otro lado puede entenderse también como lo que los
gobiernos hacen concretamente (o dejan de hacer) ante situaciones colectivas.
Harold Laswell es el primero a empezar a hablar de los programas de acción política
de los gobiernos para intentar resolver los problemas colectivos desde una
perspectiva democrática, tomando en cuenta el punto de vista de diversos actores.

Por otro lado la democracia es evidente en la definición de la problemática


sobre la cual se hará la política pública puesto que intervienen diferentes actores,
con ello el proceso de creación de políticas públicas corresponde más a un proceso
de acción e interacción dónde todo es meramente democrático. En consecuencia
las decisiones públicas no sirven al interés general sino que derivan de la acción
política mejor ejecutada. Lo anterior nos da un panorama de cómo la democracia y
la legitimización encuentran su relación y cómo las limitantes que una presenta la
otra puede complementarlas y con esto comprender el funcionamiento político.
Un claro ejemplo de este proceso de consolidación y legitimación de la
democracia en México es la instauración del Instituto Federal Electoral. Hace años
el sistema de partidos se consideraba hegemónico. Esto se debe a que sólo un
partido tenía posibilidades de ocupar los cargos más relevantes del poder político,
además el régimen político escrito en la Constitución no era del todo real. Por otra
parte la existencia de elecciones, estas sólo servían para complementar un proceso
un supuesto. Sin embargo, esa se quebró en los años ochenta, como producto de
sucesivas crisis económicas, minando la base tradicional de la legitimidad del
régimen. Por lo cual este contexto período dio paso a la creación del IFE. El
problema era grave, nadie creía en las elecciones. En las nuevas circunstancias,
esa falta de confianza significaba que estaba cuestionándose la viabilidad del
régimen político. El Instituto se creó para superar la desconfianza en las elecciones,
lo que era necesario para construir una legitimidad democrática al régimen político
que, por lo demás, experimentaba. Cabe mencionar que la creación del IFE inició
por la reforma en 1977 que promovió el entonces presidente José López Portillo, y
evolucionó a través de cinco reformas posteriores (la última de las cuales tuvo lugar
en 1996). Todas acciones y reformas fueron graduales y acumulativas. El resultado
final de la creación del IFE así como el largo proceso de reformas electorales fue la
construcción de un nuevo marco institucional que permite unas considerablemente
elecciones más libres, en donde diversas fuerzas políticas tenían la posibilidad de
competir en un contexto equitativo, y en el cual las elecciones y sus resultados
fueran confiables y transparentes.

Empero, de acuerdo a la coyuntura actual, la sociedad mexicana se siente


bastante desconforme respecto al sistema, y este hecho se confirma en algunos
estudios e investigaciones que reprueban los indicadores democráticos del país. De
acuerdo a un estudio del Índice de Desarrollo Democrático de América Latina
(2015), 19 de los 32 estados de México no alcanzaron un puntaje suficiente en
diversos indicadores democráticos. Entre los estados con mayor reprobación se
encuentran Guerrero, Puebla, Oaxaca, Querétaro y los mejor posicionados en
cuanto a los indicadores democráticos son Yucatán, Hidalgo, Ciudad de México,
Aguascalientes y Colima. Respecto a otros países, México descendió a la posición
10 de 18 países de la región que son evaluados de acuerdo a su índice de
democracia. Se observan mejores números en democracia ciudadana e
institucional, pero hay un índice negativo en referencia la democracia social,
relacionadas con el desempleo, la escolaridad y le acceso a la salud.

Llegados a este punto, tenemos clara la intervención de la democracia y la


legitimización para la consolidación del sistema. Con ello podemos comprenderla
como es un sistema que implica no solo el respeto de los, sino además el ejercicio
de las libertades civiles, la igualdad de oportunidades y la participación de los
ciudadanos en la elección de los gobiernos. Además, el sistema democrático tiene
al menos dos grandes procesos: el sistema electoral, que sintetiza la forma en que
se consigue, legítimamente llegar al poder; y el que condensa la forma en que ejerce
el mismo. La construcción de una sólida democracia no es un tema sencillo, pero
es deber de cada nación hacer lo posible para encontrar vías de desarrollo que
permitan el acceso a una mejor calidad de vida de sus pueblos e impulsen una
participación activa de la ciudadanía en búsqueda de cambios.
BIBLIOGRAFÍA

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