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«La embriaguez del arte es más apta que cualesquier otras para velar los
terrores del abismo» (Baudelaire). A pesar de que el arte de este enorme poeta
maldito del siglo XIX fue de excepcional esplendor, no hay que desestimar que su
luz era lo que tanto Nerval como el mismo Baudelaire llamaron «el sol negro». El
autor de Les fleurs du mal se sumergió en la substancia misma del abismo (le
gouffre), del vacío y de la tiniebla, a la vez que su inteligencia poética luchaba por
extraer del mal la gracia gozosa de unas «flores» y, aún más, alcanzar a Dios por
la vía antitética de la sensualidad, belleza y horror, drogas que exaltan y deprimen
hasta cuasi necesidad del suicidio. Cuatro o más veces intentó esta salida. Por su
parte, el vino, el haschisch, el opio fueron entregándole sus secretos, pero
invadiéndolo de un sentimiento tal de vacío que solo deseaba la muerte. La
muerte, no la Nada, explica un crítico francés. Y es así: Baudelaire, en muchos
poemas y especialmente en algunos de sus últimos escritos, ya no habla de Dios
en forma blasfema (un tanto «esteticista»), sino, por el contrario, aspira a Él como
a un Absoluto en cuyo seno ya no hay ni concupiscencia ni caducidad, ni paraísos
artificiales y efímeros, sino el reposo y la claridad de las Ideas. El poema «Le
Gouffre» nos ilustra muy bien, ya que despliega su sentimiento permanente de la
angustia, que sufrió toda su vida y, en el último verso, súbitamente, la ascensión.
Es difícil traducir la palabra francesa gouffre. Es más que «abismo», ya que este,
en cierto grado, sugiere un suelo, por profundo que sea. Hay que agregarle, in
mente, para nuestra lengua castellana, la idea de «vacío» y, todavía más: de
vacío aterrador, de vacío perfecto, y no tan perfecto puesto que incluye el terror.
Traslademos en prosa (de otro modo traicionaríamos su forma, que es su
pensamiento y su experiencia), al castellano, algunos versos de «Le Gouffre».
«Pascal tenía su abismo, moviéndose con él». La traducción traiciona, ya que en
francés es el abismo el que se movía con él, dentro de él. Nótese lo difícil que es
traducir poesía. Traslademos, pues, al pie de la letra: «Pascal tenía su abismo,
con él moviéndose»: he ahí el pensamiento, aunque nuestra redacción resulta
muy complicada y fea, aparte que el ritmo acentual del alejandrino ha
desaparecido. Y sigamos con esta transliteración al «castellano»: «Ay, todo es
abismo» (aquí el poeta empleó el vocablo abîme, y no ya gouffre), «acción, deseo,
sueños (...) Arriba, abajo, en todas partes, la profundidad, el desierto» (el autor
escribió la grève: playa, arena solitaria, lisa, etc.).