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SEMANA DE ORACIÓN JUVENIL

LA ÚNICA ESPERANZA

Del 11 al 17 de junio del 2017

Temas:

D 11,. Arlene ( miuset)

L 12..(ligny)

M 13.. ( iara)

M 14..

J 15..

V 16

S 17.. Concierto Hender García

D 18.. GIRA PLAYA SALINAS BANI Y LAS DUNAS

REALIZA:

Invitaciones
Ujieres
Letreros
Secretarias
Cantos
Asistencias de visitas
Decorar iglesia
Motivos de oración
Regalos
Identidad
1 drama
Sección de salud

MOTIVOS DE ORACIÓN:

 Porque el Espíritu de Dios nos envíe una nueva y fresca unción, nos renueve,
nos abra nuevas puertas e inicie algo sobrenatural en esta semana en nuestras
vidas.
 Por la consolidación de los jóvenes, Dios quite el vacío de sus corazones y los
llene de su amor.
 Que Dios traiga a los jóvenes un gran reavivamiento en su iglesia.
 Que el evangelismo florezca entre los miembros jóvenes, adultos y niños de
nuestra iglesia
 por el crecimiento espiritual y un compromiso real de los nuevos creyentes con
Dios.

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


 Para que toda barrera, todo lo que nos impide acercarnos al señor sea quitado
y que podamos depender solo por el.

Horas de oración 6 de la ma;ana, 12 del medio días y a las 6 de la tarde

Jesus es nuestra experansa

El que espera, desespera” dice un refrán popular. Esperar algo no es satisfactorio para nadie y
en ocasiones las salas de espera en oficinas y consultorios se convierten en salas de tortura
para muchos que, como yo, son impacientes y perciben el tiempo de espera como un tiempo
perdido. Esta creencia común puede percibir a la esperanza como algo negativo y algo no muy
deseado.

Sin embargo, la esperanza, desde el punto de vista bíblico, es una virtud esencial y tiene una
connotación positiva. De hecho, la esperanza de los creyentes siempre está basada en Dios y
sus promesas. Nuestro Dios no solamente es una fuente de nuestra esperanza sino que El es el
Dios de esperanza: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que
abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo (Rom. 1:13). La esperanza de los
cristianos está personificada en Jesús: “Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios
nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza”(1 Tim.1:1). El carácter de Dios,
quien siempre es bueno, fidedigno y verdadero nos motiva a confiar y esperar en El y en sus
promesas. Así que, el teólogo Jurgen Moltmann en su famoso libro La teología de la esperanza
nos dice que “la esperanza no es otra cosa que la expectativa de aquellas cosas que por la fe
creemos han sido claramente prometidas por Dios.”

Con frecuencia también la escatología, la doctrina de las cosas futuras, es percibida por
muchos como algo controversial y, por lo tanto, como algo que es mejor hacer a un lado.
Algunos cristianos dicen con esta actitud que “lo que será, será” y es mejor dejar que Dios
haga lo que tenga que hacer cuando lo crea necesario. Desgraciadamente esta manera de
pensar es totalmente equivocada al propósito bíblico de las promesas futuras de Dios. De
hecho, Brian Dailey ha definido acertadamente a la escatología como “la esperanza de los
creyentes de que el estado incompleto de su experiencia presente con Dios será resuelta, su
sed presente será saciada, su necesidad presente de liberación y salvación será satisfecha.” La
esperanza es una virtud esencial de la vida cristiana porque hace que nuestra vista y confianza
esten fundamentadas en un Dios bueno que cumple sus promesas y que un día redimirá
completamente nuestra vida y circunstancias. La escatología es la doctrina de las buenas
noticias para quellos que han confiado en Cristo y que viven bajo las promesas de Dios.

Además, la esperanza no es solamente la expectativa de algo que Dios cumplirá en el futuro


sino que tiene repercusiones presentes. La perspectiva de nuestra vida y nuestro
comportamiento cambian cuando nuestra esperanza en Dios y en sus promesas forman parte
de nuestra vida como seguidores de Jesucristo.
De hecho, nuestra esperanza como cristianos debería originar por lo menos cinco respuestas
presentes en nuestras vidas:

1. Debemos mantener nuestra fe firme y sin vacilaciones: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la
profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Heb. 10:23).

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


2. Debemos vivir vidas puras como hijos de Dios: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para
que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a
él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él
es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”(1
Juan 3:1-3).

3. Debemos renunciar a la impiedad y vivir de una manera sobria, justa y piadosa: “Porque la
gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que,
renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y
piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos
de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14).

4. Debemos actuar con inteligencia vivir de una manera santa: “Bendito el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una
esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos … Por tanto, ceñid los lomos
de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá
cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que
antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed
también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos,
porque yo soy santo”(1 Pedro 1:3,13-16)

5. Debemos mantenernos firmes, constantes y creciendo en el servicio a Dios ya que Jesús ha


conquistado a la la muerte: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes,
creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en
vano” (1 Cor. 15:58).

Para los cristianos la esperanza no produce desesperanza o es infructuosa sino que nos motiva
y guía para vivir confiados en Dios y en sus promesas. La narrativa bíblica termina con la
promesa del regreso de Jesús quien es nuestra esperanza y nos asegura “Ciertamente vengo
en breve” y como cristianos podemos responder confiados “amén; sí, ven, Señor
Jesús”(Ap.22:20).

P
Usted puede vencer la tentaciónMuchísimas personas nos escriben cada semana para
contarnos que han recibido a Cristo como su Salvador en una cruzada, o para hacer
comentarios sobre nuestro ministerio radial o televisivo. Lo que más me anima es saber que no
solo muchos dan ese paso decisivo, sino que muchos continúan en la vida cristiana. Por eso, le
doy gracias a Dios.

Sin embargo, algunas personas me escriben para decir que están progresando poco o nada en
su andar cristiano. Están luchando, y hay pocas evidencias de una conversión genuina en sus
vidas. Quieren ayuda para que su vida cristiana sea gozosa y victoriosa.

Permítame recordarle que la Biblia enseña que en el instante en que usted recibe a Cristo
como su Salvador, ya tiene el poder de Dios para crecer espiritualmente. La conversión no es el
fin, sino el comienzo. Usted debe continuar para ingresar en una vida cristiana más plena y
rica.

El apóstol Pablo escribió: “Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién
nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación” (1 Pedro 2:2). El apóstol Pablo elogió

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


a los cristianos de Tesalónica: “Su fe se acrecienta cada vez más” (2 Tesalonicenses 1:3). ¿Es
esta su experiencia? ¿Está usted lleno de gozo porque está lleno de Cristo? La salvación, sin
duda, no es algo que se deba “soportar”; ¡es algo para disfrutar! Y la disfrutará solo cuando
descubra la voluntad de Dios, el propósito y el plan que Él tiene para su vida.

Las personas más desgraciadas son los cristianos que viven fuera de la voluntad de Dios. No
pueden crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Si usted desea tener una vida gozosa y victoriosa, una de las cosas más importantes que querrá
saber es qué hacer en cuanto a la tentación.

No tiene nada de inusual o anormal que un cristiano sea tentado. De hecho, es de esperar que
lo sea. Las personas que creen que nunca son tentadas deberían preguntarse si en realidad
están espiritualmente vivas. Dígase a sí mismo: “Los cristianos son tentados. Ahora, yo soy
cristiano; por lo tanto, seré tentado. ¿Qué ha preparado Dios para mí?”.

Con el fin de ayudarle a responder esa pregunta, le sugeriré cinco cosas:

Primero, reconozca que la tentación es una experiencia normal. La Biblia dice que no nos ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los seres humanos en general (1 Corintios
10:13).

Cristo, siendo el único hombre perfecto, fue tentado en todo tal como nosotros (Hebreos
4:15). Además, sintió profundamente la angustia mental y espiritual que acompaña a la
tentación, ya que está escrito que “él mismo padeció siendo tentado” (Hebreos 2:18, RV60).

Dios nunca tienta a nadie (Santiago 1:13); eso es tarea del diablo. Satanás es el tentador, y nos
tienta según nuestros deseos naturales. Muchos de nuestros deseos son buenos, como el
deseo de comida, descanso, comunión, autoconservación, etc. Pero, dado que somos
miembros de una raza pecadora y caída, tenemos algunos deseos equivocados; por ejemplo,
podemos sentirnos tentados a engañar, mentir, odiar y buscar venganza.

Algunos deseos no son malos en sí mismos, pero terminan en pecado si se abusa de ellos. La
preocupación por las necesidades de la vida y el cuidado de la propia familia es esencial; pero
esto puede degenerar en ansiedad, y entonces, como Cristo nos recuerda, los cuidados de este
mundo ahogan la semilla espiritual que fue plantada en el corazón.

El dinero es necesario para la vida diaria, pero ganar dinero puede degenerar en amar al
dinero, y entonces, el engaño de las riquezas arruina nuestra vida espiritual.

He aquí una fórmula para utilizar cuando esté en duda. Pregúntese: “¿Glorifica esto a Dios?
¿Puedo hacerlo en el nombre de Cristo? ¿Puedo orar dando gracias por ello? ¿Me hace
preocupar más por las cosas del mundo, o me acerca a los pies de Cristo? ¿Me edifica en mi
vida cristiana, o me aplasta? ¿Ayudará a los demás, o les hará tropezar?”.

Si usted puede responder sinceramente que sí a estas preguntas, podrá reconocer una
tentación cuando le llegue. La Biblia enseña que Dios siempre nos da la salida de la tentación,
para que podamos soportar. En cuanto sea tentado, pida ayuda a Dios.

Segundo, sepa que Cristo vive dentro de cada persona que lo ha aceptado como Salvador.
Ningún enemigo es demasiado poderoso para Cristo. Toda tentación puede ser resistida. Usted
puede tener una gloriosa victoria diaria.

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


La Biblia dice: “Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley
sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Pablo escribió en Romanos 7:24: ¡Soy un pobre miserable!
¿Quién me librará de este cuerpo mortal?”. Y luego responde su propia pregunta: “¡Gracias a
Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” (Romanos 7:25).

En Romanos 8:2 leemos: “pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la
ley del pecado y de la muerte”.

Tercero, reconozca el lugar de la Palabra de Dios en el crecimiento cristiano y la lucha contra la


tentación. La Biblia dice: “¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra? Viviendo conforme a
tu palabra. […]. En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti” (Salmos 119:9,11).

Crecemos en gracia y tenemos acceso a la fuente de fortaleza espiritual cuando leemos y


estudiamos la Palabra de Dios. Esa Palabra realmente nos cambia.

La Palabra de Dios es “la espada del Espíritu” (Efesios 6:17). Para el cristiano, la Biblia no es
solo un libro santo que se coloca en un estante. Es un arma potente que se toma con ambas
manos y se utiliza para derrotar al enemigo.

Estúdiela. Memorícela. Decídase a leer la Biblia todos los días a partir de hoy. No se puede
tener una vida física sana si no se come con regularidad; tenga el mismo sentido común para
mantener la salud de su vida espiritual. La lectura diaria de la Biblia es esencial para tener una
vida cristiana victoriosa y crecer como cristiano.

Cuarto, aprenda el secreto de la oración. Durante todos los días de su vida en la tierra, es
notorio que Jesús fue un hombre de oración.

Oraba con sus discípulos. Oraba en secreto. A veces, pasaba toda la noche orando. Haga de Él
su ejemplo. Si Él, el santo Hijo de Dios que no tuvo pecado, no podía vivir en esta tierra sin
tener una comunión constante con Dios, usted y yo, sin duda, tampoco podremos hacerlo.

Quizá usted esté pensando: “Pero no sé qué decir cuando oro”. A Dios no le importa que usted
balbucee o no arme frases elocuentes. No le molesta que tenga errores gramaticales. A Él le
interesa lo que hay en su corazón.

Tenga un tiempo de oración secreta cada día, cuando pueda orar a solas. Debe ser un hábito
regular y convertirse en algo tan vital y necesario para usted como la comida diaria. Otra cosa
que le sugeriría es que ore “sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). En otras palabras, que
mantenga un espíritu de oración durante todo el día.

Esto no significa que tenga un rostro solemne y severo todo el día. Significa que, en todas las
situaciones, tenga conciencia de estar apoyado en Dios, con su corazón inclinado hacia Él.

Quinto, entregue y consagre su vida a Cristo. La Biblia dice que debemos consagrarnos al Señor
(vea Éxodo 32:29). Pablo escribió: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia
de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como
sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean
transformados mediante la renovación de su mente” (Romanos 12:1-2).

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


Arrodíllese delante de Dios y pregúntele si hay algún área de su vida que usted aún no haya
entregado a Él. El reflector del Espíritu Santo iluminará los rincones más profundos de su alma
y revelará cosas que usted creía que ya había entregado, pero no lo había hecho. Pase un
tiempo orando y pensando en las cosas que ven sus ojos, las que oyen sus oídos y las que
pronuncia su lengua. Pida a Dios que tome sus ojos, sus oídos, su lengua, sus manos, su vida
social, sus amigos y todas las áreas de su vida bajo el control de su Espíritu. Entréguese a Él
completamente y sin reservas. Esto agrada a Dios. La Biblia dice: “El obedecer vale más que el
sacrificio” (1 Samuel 15:22). Más que cualquier otra cosa, Dios quiere que usted le obedezca y
le ame. La vida consagrada es la vida victoriosa.

pp
Jiménez

Sencillo. Esa palabra resume más inteligentes de muchas generaciones. El científico que
debería ser famoso y que muy pocos conocen. Hay quienes lo ubican en la Galería de los
Famosos, junto a Albert Einstein, Thomas Edison y Stephen Hawking.
Sencillo. Esa palabra resume más inteligentes de muchas generaciones. El científico que
debería ser famoso y que muy pocos conocen. Hay quienes lo ubican en la Galería de los
Famosos, junto a Albert Einstein, Thomas Edison y Stephen Hawking.

A él se le atribuye la invención del motor de inducción que fue un paso crucial para el
desarrollo de los sistemas eléctricos modernos. Mark Twain, amigo de este genio, describió su
invento como “la patente más valiosa desde la aparición del teléfono“. Nos estamos refiriendo
a Nikola Tesla.

La Biblia enseña que los ganadores son aquellos que confían en Dios y avanzan hacia la
materialización de sus sueños

Tesla estaba del lado de los ganadores en la “Guerra de las corrientes” –como se llamó a la
batalla entre George Westinghouse y Thomas Edison–, por ver qué tipo de corriente se
emplearía para la trasmisión eléctrica.

En criterio de sus allegados, el científico era un excéntrico. Creía en el celibato para


estimular la mente y estaba convencido de haber entrado en contacto con extraterrestres.

Nació en lo que hoy es Croacia, hijo de padres serbios. Se mudó a Nueva York en 1884. Allí
desarrolló vehículos a control remoto, tecnología inalámbrica y la primera planta hidroeléctrica
en las cataratas del Niágara, en la frontera entre Estados Unidos y Canadá.

En la actualidad hay en marcha un proyecto para transformar su antiguo laboratorio en un


museo, con fondos recolectados por sus seguidores. Gracias al sitio en internet The Oatmeal,
sus defensores lograron juntar más de los US$850.000 que se habían propuesto. Esta suma
será igualada con una contribución de las autoridades del estado de Nueva York.

Los inventores de su generación trataron de desacreditarlo, pero al él no le importaba el


reconocimiento, sino ser fiel a su inventiva y servir a la humanidad.

Un célebre desconocido

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


La historia me llamó poderosamente la atención al pensar que alrededor nuestro hay célebres
desconocidos. ¿Ha pensado en el médico que salvó de morir a un enfermo y sin embargo,
nadie lo conoce, excepto su familia?¿O tal vez en el joven que ayudó a cruzar una peligrosa
avenida a una viejecita que de otra manera hubiese muerto arrollada por un vehículo?¿Y qué
decir del padre de familia que se esfuerza por sus hijos hasta el punto de dejar de ponerse una
prenda de vestir por regalarle un par de zapatos a su hijo? Son héroes que nadie conoce.

Pero vamos más allá; en este caso, es quizá usted el protagonista. ¿A qué me refiero? A sus
esfuerzos por cambiar, tomado de la mano del Señor Jesús. Tal vez nadie se da por enterado,
pero usted en lo profundo de su ser sabe que ha experimentado modificaciones en su forma
de pensar y de actuar. No obstante, nadie parece darse cuenta y lo critican, lo cuestionan, lo
persiguen.

La clave está en la perseverancia. Ya nos fijamos una meta: cambiar con ayuda del Señor
Jesucristo. Pues bien, debemos seguir adelante, por encima de las circunstancias. No podemos
detenernos.

El apóstol Juan escribió que “…pero el que permanece en la enseñanza de Cristo tiene una
relación tanto con el Padre como con el Hijo.”(2 Juan 1:9. Nueva Traducción Viviente)

Permanecer es seguir firme aun cuando surjan al paso problemas. Es cierto, quienes nos
rodean son justo quienes ponen muchas veces tropiezo a nuestra vida cristiana, pero no
debemos detenernos sino avanzar.

Claves para la vida cristiana

Hay dos claves para una vida cristiana: la perseverancia y la permanencia. ¿Cómo logrados
perseverar y permanecer en la vida cristiana? Cuando dependemos del Señor Jesucristo.

Al respecto el propio Señor dijo a sus discípulos y a nosotros hoy: “Ciertamente, yo soy la vid;
ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto
porque, separados de mí, no pueden hacer nada. ”(Juan 15:5. Nueva Traducción Viviente)

Si no nos desprendemos de la mano de Jesucristo, sin duda alcanzaremos la victoria. Es algo


inherente a nuestra fe. La dependencia del Salvador unida a la perseverancia y la permanencia
en Él dan como resultado la victoria. Es como la sumatoria de varios factores.

Es evidente que hay un paso que usted debe dar: recibir a Jesucristo como el Señor y Salvador
de su vida. Es el tipo de decisiones de las que jamás nos arrepentiremos porque de Su mano,
avanzamos en el maravilloso camino de crecimiento personal y espiritual.

Si tiene alguna inquietud, por favor, no dude en escribirme a pastorfernandoalexis@gmail.com


o llamarnos al (0057)317-4913705

P
Las batallas por la victoria se libran en oración

Las batallas por la victoria se libran en oración


0 0 0 0 19 Octubre, 2014

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


Fernando Alexis Jiménez

No podemos olvidar que el Dios en el que hemos creído, es un Dios de poder y de milagros que
hace posible lo imposible…

Apenas regresó de la iglesia, después de una mañana gloriosa en la que además de un mensaje
inspirador para su vida, había prestado el mejor servicio como ujier, recibió a dos personas
nuevas en la congregación e incluso, tomó sus datos cuando recibieron a Cristo como su
Salvador, se encontró con una tormenta que le llenó de tristeza y desilusión…

Su esposo, Heriberto, estaba viendo un partido de fútbol en la televisión. Junto a la mesita de


sala, el periódico abierto en la página de tiras cómicas, el cenicero lleno de colillas de cigarrillo
y en el suelo, varias latas de cerveza vacías.

Arrugó el ceño apenas la vio, con la expresión de quien está pensando qué decir, y arremetió
contra ella sin darle tiempo a defenderse:

–¿Nuevamente en la Iglesia y llegando tarde? Ya me tienes harto con tu religiosidad. No hay


domingo que te encuentre en casa.—Arrojó con violencia la cerveza a medio consumir y, con
la mano libre, señaló con violencia–: Estoy por irme de casa. Estoy cansado, ¿oíste? Cansado…
Quédate tú con la religión, que yo me voy…–

Martha no podía comprender por qué razón, a pesar de su consagración a Dios, seguía
experimentando esa concatenación de escenas, tras las cuales su corazón terminaba cada vez
más herido.

Alguien le habló de dar las batallas en oración. Y redobló su clamor. Al comienzo, parecía que
nada cambiaba, sin embargo, oraba sin cesar.

Un fin de semana su esposo, intrigado, decidió seguirla. Se quedó esperando afuera. Quería
“sorprenderla en algo”, pero el sorprendido fue él.

Todo el mensaje tocó su corazón y cuando el pastor invitó a recibir la Salvación, cruzó el
umbral, atravesó la congregación por el pasillo central y se arrodilló ante el altar. Luego,
visiblemente quebrantado, se dirigió a Martha. “Perdóname”, fue lo único que dijo. Hoy es un
creyente que persevera y orienta el ministerio de parejas.

Si creemos, simplemente los milagros ocurrirán… Orar, creer y actuar, tres principios de
victoria…

Busque a Dios en la crisis

Todos los seres humanos tenemos un punto de encuentro, en algún momento de nuestra vida,
con Dios. Nadie lo determina con antelación. Unos llegan a Él en medio de profundas
depresiones, otros cuando les asalta una escasez económica sin precedentes, hay quienes
tienen ese contacto cara a cara con el Señor al enfrentar una enfermedad o cuando su
matrimonio está a punto de desmoronarse.

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


Sin embargo, ese encuentro con Dios resulta definitivo, transformador. Marca la diferencia en
la existencia de toda persona.

En la Biblia aprendemos una verdad que alentará nuestro corazón en los momentos difíciles:
“Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia.
Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo
del mar; aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante su furia retemblen los montes.
”(Salmo 46:1-3. Nueva Versión Internacional)

Es probable que en medio de las circunstancias difíciles sintamos que no hay salida al callejón.
No obstante, aun cuando al orar experimentemos la sensación de vacío y que nadie nos oye, la
Escritura nos enseña que no solamente nuestro Padre celestial está ahí sino que además, nos
ofrece sus brazos para que nos refugiemos en Él.

Bajo ese convencimiento, podemos vencer el temor, mirar el futuro con serenidad, tener la
certeza—en lo más profundo del corazón—que los obstáculos y situaciones inesperadas, no
podrán llevarnos al laberinto de la desesperación y la angustia. No importa que todo alrededor
se derrumbe, Dios está en control y si le permitimos tomar el timón de nuestra existencia, nos
llevará a puerto seguro en medio de aguas tormentosas.

Desconozco qué situaciones complejas, traumáticas y en apariencia imposibles de resolver


esté atravesando. Vuélvase a Dios, sométale sus complicaciones y espere en Él. Tenga la
seguridad que cambiará el curso de su historia y el amanecer nublado de hoy, se convertirá en
un mediodía despejado y en un atardecer soleado y prometedor…

La mejor decisión que puede tomar ahora, es recibir a Jesucristo como Señor y Salvador.
Abrirle las puertas de nuestro corazón es lo mejor que puede ocurrirnos, porque
emprendemos el camino maravilloso hacia el crecimiento personal y espiritual. Decídase hoy
por Cristo Jesús.

Si tiene alguna inquietud, por favor, no dude en escribirme a pastorfernandoalexis@gmail.com


o llamarnos al (0057)317-4913705

Pp Vida victoriosa a través de la oración

Vida victoriosa a través de la oración

0 0 0 0 25 Junio, 2014

Dios nos llama a experimentar crecimiento en oración

Dios nos llama a experimentar crecimiento en oración

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


Fernando Alexis Jiménez

Sobre la oración se ha escrito mucho. Basta que vaya a una librería cristiana para que pueda
apreciar la infinidad de títulos y de autores que versan sobre cómo orar y las estrategias para
ser eficaces cuando vamos a la Presencia de Dios. Ahora, ¿realmente sirven todos esos textos?
Sin duda que sí, entonces, ¿por qué nos avanzamos? Porque hay una enorme brecha entre
conocer cómo y vivir el cómo.

Hasta tanto logremos superar esa brecha, probablemente no daremos pasos sólidos para
experimentar crecimiento en nuestra espiritualidad. De lo contrario, sin duda, nos moveremos
en un desasosiego permanente, sin poder llenar el vacío que representa no poder sostener
una relación íntima y edificante con el Dador de la vida.

Si ha caminado por ese sendero de búsqueda que parece interminable y a primera vista se
aprecia que se pierde en un horizonte lejano, llegó al lugar apropiado.

Llegue a una conclusión: Quizá no sabe orar y ¡necesita aprender! Creo que todos hemos
pasado por ese momento decisivo en nuestra vida espiritual. Y cuando dejamos de lado todo
viso de orgullo para dar paso a contemplar la posibilidad de que si bien no sabemos orar,
deseamos aprender cómo y reconocer que quien puede ayudarnos es Dios mismo.

El Espíritu nos ayuda a orar

Al dirigirse a los creyentes de Roma en el primer siglo, que sin duda experimentaban al igual
que nosotros inquietud sobre cómo orar, el apóstol Pablo sentó las bases del principio más
maravilloso que podemos aplicar a nuestra espiritualidad devocional: Dios nos enseña a orar.

Él escribió: “Además, el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros
no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y el Padre, quien conoce cada

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


corazón, sabe lo que el Espíritu dice, porque el Espíritu intercede por nosotros, los creyentes,
en armonía con la voluntad de Dios.”(Romanos 8:26, 27. NTV)

¿Se ha preguntado alguna vez si su oración está llegando a la Presencia del Señor? Creo que a
todos nos ha ocurrido. Es una expectativa que quisiéramos colmar, con esa misma ansiedad de
quien espera que toquen a la puerta de su apartamento y un cartero con rostro sonriente le
saluda y luego le dice: “Aquí Dios le envía un mensaje”. Usted mira el sobre, cuidadosamente
acomodado, y sabe que ahí está la respuesta pero al mismo tiempo una amalgama de
sentimientos le lleva a sentir temor de abrirlo.

¡Dios nos ha enviado un mensaje claro sobre cómo orar! Está en las Escrituras y es Pablo quien
lo deja claro: El Espíritu Santo intercede por nosotros y nos ayuda a orar como debiéramos. Es
Dios mismo quien nos guía por el sendero apropiado.

Siguiendo a Jesús en la oración

Cuando procuramos cómo orar adecuadamente, y más si estamos desarrollando algún


ministerio en la extensión del Reino de Dios, debemos acudir al ejemplo que nos brinda el
Señor Jesús y que se consigna en los Evangelios.

Una buena sugerencia es que tome la Biblia y comenzando desde Mateo hasta concluir en
Juan, resalte con colores cada uno de los pasajes donde se habla de la oración y de algo que
era una disciplina diaria en el Señor Jesús: Orar.

Medite en esos versículos y pregúntese de qué manera puede aplicarlos a su vida. Puedo
asegurarle que iniciará un proceso maravilloso de crecimiento espiritual que irá en aumento
cada día.

Despierte… y ore

Con más frecuencia de lo que quisiéramos, estamos muy ocupados con los quehaceres que
tenemos escritos en la agenda, pero también aquellos que salen al paso y que nos resultan
inevitables.

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


Abrimos los ojos al sonar la alarma del reloj despertador—lo más probable es que el primer
pensamiento sea para Dios–, e inmediatamente tomamos conciencia que llegó la hora de
emprender un nuevo día y de atender múltiples compromisos, compromisos que a veces nos
esclavizan.

¿Cuál es el primer punto que debemos atender? Sin duda el hablar con Dios, quien guía
nuestros pasos y es quien prospera nuestros planes y proyectos cuando los sometemos en Sus
manos (Salmo 37:5) Pero, seamos sinceros: No lo hacemos así.

Generalmente saltamos de la cama y emprendemos el ritual de arreglarnos, tomarnos un


desayuno ligero e ir al trabajo; nos ocupamos ocho horas o quizá más en la oficina o la factoría,
y regresamos cansados para reiniciar el ciclo unas cuantas horas después.

Nuestro amado Salvador iniciaba su día en oración. El evangelista Marcos relata que: “A la
mañana siguiente, antes del amanecer, Jesús se levantó y fue a un lugar aislado para
orar.”(Marcos 1:35. NTV)

¡Claro que las jornadas de Jesús eran intensas, pero aun así, no por ello dejaba de orar! Esa
práctica de intimidad con el Padre que era cotidiana en el Salvador, no era cuestión de unas
veces y otras no, sino de todos los días, recién comenzaba a amanecer.

Como apreciará, es tiemplo de aplicar modificaciones a nuestra cotidianidad y empezar cada


mañana en oración, que sin duda, agrada a nuestro amado Creador. El rey David lo expresó
con las siguientes palabras: “Oh Dios, tú eres mi Dios; de todo corazón te busco. Mi alma tiene
sed de ti; todo mi cuerpo te anhela en esta tierra reseca y agotada donde no hay agua.”(Salmo
63:1. NTV).

Es esencial que no solo anhelemos a nuestro Padre celestial como un rapto de emocionalismo,
sino con un corazón sincero, y que desarrollemos intimidad con Él emprendiendo cada día con
oración.

Trabaje… y ore

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


Desconozco cuántas veces ha cometido errores por decisiones equivocadas. En mi caso han
sido muchas las veces que fallé al inclinarme por un negocio, un viaje o simplemente una
compra doméstica. Minutos, horas o días después me arrepentí. ¡No había nada qué hacer!

Lo más probable es que a todos nos ha ocurrido lo mismo. Nos dejamos guiar por amistades o
quizá un promotor comercial. Nos pintan un panorama alentador, que promete mucho.
Llegado el momento comprendemos la magnitud del equívoco.

Nuestro Maestro Jesús no tomaba decisiones sin antes consultarlas al Padre. Sus actuaciones
estaban rodeadas por oración, como lo leemos en Evangelio de Lucas: “Cierto día, poco tiempo
después, Jesús subió a un monte a orar y oró a Dios toda la noche.”(Lucas 6:12. NTV)

¿Por qué lo hizo? Porque al día siguiente debía escoger a sus discípulos. Y Él oró sin medir el
paso de las horas. Intimidad con Dios. Permanencia en Él.

Un principio que aprendemos para nuestra vida práctica de fe, es orar antes de decidir algo,
incluso aquello que nos parezca muy trivial.

Termine sus jornadas en oración

Lo mejor que podemos hacer como discípulos de Jesús el Señor, es comenzar nuestras
actividades diarias en oración, pero además, terminar las jornadas en búsqueda del rostro de
Dios.

Aun cuando estaba muy cansado, nuestro Salvador lo hacía siempre. No había excusa. El
evangelista Mateo lo describe así: “Después de despedir a la gente, subió a las colinas para
orar a solas. Mientras estaba allí solo, cayó la noche.” (Mateo 14:23. NTV)

¡Cuántas veces pretextamos estar muy cansados para no orar! No le ha ocurrido a usted
solamente. A mí, al vecino, a todos. Y el hecho de tratarse de un comportamiento o hábito
común, no significa que sea bueno. Por el contrario, es equivocado y nos lleva a errores, por
con Dios iniciamos el día y con él, debe terminar.

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)


Sólo cuando aplicamos modificaciones a nuestro esquema de oración, podemos expresar: “En
paz me acostaré y dormiré, porque solo tú, oh Señor, me mantendrás a salvo.”(Salmo 4:8.
NTV)

No es asunto de si queremos o no, sino de evaluar qué nos conviene. Y usted está llamado a
tomar decisiones radicales, que con ayuda de Dios, permanezcan en el tiempo.

¿Cuánto tiempo orar?

Con frecuencia al dictar conferencias me preguntan: ¿Cuánto tiempo debemos orar? Y mi


respuesta es invariablemente la misma: Todo cuanto más pueda.

El apóstol Pablo reafirma este principio cuando enseña: “Nunca dejen de orar.”(1
Tesalonicenses 5:17.NTV)

Orar debe ser un principio de vida que no se circunscribe a tiempo, sino más bien, a la
disposición de nuestro corazón. Orar siempre.

Le animamos para que evalúe su vida de oración y, desde hoy, aplique modificaciones en la
meta que nos asiste de desarrollar intimidad con Dios…

Si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador le invito para que lo haga ahora mismo.

Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.guerraespiritual.org

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“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis...” (Mateo. 21:22)

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