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Sampayo, Azucena del Rosario

La desmanicomialización
como práctica
contrahegemónica en el
abordaje de la salud mental
Tesis presentada para la obtención del grado de
Licenciada en Sociología

Director: Horacio Martínez

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Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad
Nacional de La Plata, que procura la reunión, el registro, la difusión y
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Cita sugerida
Sampayo, A. R. (2005) La desmanicomialización como práctica
contrahegemónica en el abordaje de la salud mental [en línea].
Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.677/te.677.pdf

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA


EDUCACIÓN

DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

TESINA DE LICENCIATURA
“La desmanicomialización como práctica
contrahegemónica en el abordaje de la salud mental”

Presenta: Ma. Azucena R. Sampayo


Tutor: Lic. Horacio Martínez
La Plata, Junio de 2005

Índice
Introducción 4

Parte Primera: Manicomialización: una construcción social.

1 Salud/enfermedad mental. Construcción y transformación histórica del


concepto y sus prácticas 9

1.1 La Institución Neuropsiquiátrica. Características del Modelo Médico


Manicomial 18

1.2 Politización de la salud y Medicalización de la pobreza 26

Parte Segunda: Desmanicomialización: inicios de un cambio.

2 Crisis del Modelo Manicomial 32

2.1 Crítica al MMH y Desmanicomialización 41

La desmanicomialización en Río Negro 49

Parte Tercera: Un intento de aplicación de la política de


desmanicomialización en el Hospital “Dr. A. Korn”.

3 Formación histórica y actual del Hospital “Dr. A. Korn” 55

Área de Comunicación Social e Institucional 61

3.1 Fundamentación teórica del Programa de Rehabilitación y Externación


Asistida (P.R.E.A) 62

3.2 Llegada del P.R.E.A al Hospital “Dr. A. Korn” 65

3.3 Fundamentación de la Muestra Artística ¿lo/cura el encierro? 66

3.4 Contexto socio político en el que se enmarcó la Actividad 68

2
3.5 El título

70

3.6 El arte en el psiquiátrico 71

Conclusiones 74

Bibliografía General 78

3
Introducción

Este trabajo emerge como producto de mi recorrido institucional por el


Hospital Interzonal Especializado de Agudos y Crónicos “Dr. Alejandro Korn”,
de la ciudad de Melchor Romero, partido de La Plata.
Durante el lapso de tres años, entre agosto de 2000 y agosto de 2003, y
junto con otros estudiantes de las carreras de Periodismo y Comunicación
Social y Psicología, participé en la producción de actividades recreativas para las
personas que se encuentran internadas en el Hospital, crónicos, para pacientes
ambulatorios y para la comunidad en general. Estas acciones se cristalizaron en
Talleres de Expresión, de Lectura de Diarios y en una Muestra de Pinturas
realizadas por pacientes de la Sala Griesinger en el Centro Cultural Islas
Malvinas de la ciudad de La Plata. Tales prácticas estaban enmarcadas en la
política de desmanicomialización.

Algunos de los pacientes crónicos que formaban parte de estas


actividades se encontraban en vías de externación, es decir, estaban
preparándose para salir del hospicio e instalarse en las casas de pre-alta con las
que cuenta el Hospital en el centro de la ciudad platense. Estos pacientes habían
sido admitidos en el P.R.E.A. (Programa de Rehabilitación y Externación
Asistida) que se hizo extensivo en varios Hospitales Neuropsiquiátricos de la
provincia de Buenos Aires. Este Programa, del que también formé parte, seguía
la tendencia de disminuir las internaciones psiquiátricas a cambio de favorecer
la reinserción social de quienes padecen una enfermedad mental.

En el manicomio, el Arte, la Expresión y la Creatividad son consideradas


como instrumentos no sólo convocantes sino también como organizadores de
un hacer específico que tiende al encuentro, al despertar de la conciencia crítica,
a la desalienación, a la desmanicomialización. De hecho, este último concepto
comenzó a circular a partir de la inserción del arte en los hospitales
psiquiátricos

4
La idea de “desmanicomialización”, es decir, el cuestionamiento al
manicomio y su modalidad de atención y cura caracterizada como violenta y
represiva, nace en la segunda posguerra y hace referencia a las innovadoras
experiencias iniciadas y llevadas a cabo por grupos políticos y técnicos en Gran
Bretaña, Europa y Estados Unidos. Se trata de movimientos antipsiquiátricos
que apuntan a redefinir el concepto de Salud Mental. Son propuestas
contrahegemónicas que se oponen al Modelo Médico manicomial que se basa
en el internamiento crónico, promoviendo prácticas alternativas a éste como
instancias de cura. Argentina también formará parte de esta corriente,
importando y adaptando tales ideas.
Este giro en el modo de pensar el proceso de salud-enfermedad mental
es dado por diferentes disciplinas sociales que comienzan a cuestionar las
prácticas psiquiátricas con su modalidad asilar en la cura de los enfermos. Estas
corrientes teóricas enfatizan lo social en la producción de la enfermedad y,
consecuentemente, focalizan en la sociedad el espacio para la cura.

Esta redefinición se fundamenta principalmente en el cierre definitivo del


manicomio y en la transformación total del modo de atención de la práctica
psiquiátrica con la finalidad de recrear o crear redes vinculares y sociales que
posibiliten la contención extramuros.

El manicomio, loquero u hospicio es una institución medieval, que


persiste hasta estos días, creada con fines aislacionistas y segregativos.
Históricamente, su función fue instalar en la sociedad la presencia de un lugar
de exclusión para los que no cumplían con la normativa social, siendo
marginados. Su característica totalizante implica que las personas que ingresan
allí renuncian a su anterior vida, penetran en un mundo con sus propias
normas, con una cultura propia que el recién llegado debe internalizar al
tiempo que se desaprende de la anterior. Pierde sus lazos afectivos y con ellos su
identidad y sus derechos.
El fin último del manicomio, su razón de ser, no es sólo la cura, sino
también el control. Discursivamente, procura reencauzar a las personas que
padecen, según un diagnóstico, una enfermedad mental. Sin embargo, en la
práctica lo que hace es aislar a estas personas bajo el criterio de que pueden
causar un mal a la sociedad, borrándoles su identidad y reduciéndolas a objetos

5
sin historia ni futuro. Dicha institución se convirtió en un lugar de donde no se
sale nunca o se sale peor.
El manicomio está regido por el Modelo Médico Hegemónico (MMH) que
se define por el mandato curativo y el de custodia, la práctica asistencial como
eje de atención y el predominio del psicofármaco y la psicoterapia como modos
de abordaje terapéutico. Se concibe a la enfermedad mental como producto de
trastornos biopsicológicos. Excluye lo diferente, lo desviado de la norma social a
fin de preservar la unidad del conjunto, confinando y castigando al hijo
indeseado de la sociedad.

Por lo tanto, el objetivo de la desmanicomialización es transformar los


dispositivos institucionales, considerando el sistema custodial y el cuerpo de
ideas que lo constituyen una negación de los principios y derechos elementales
de la condición humana. Se busca transformar las técnicas con las que se
aborda la enfermedad, exigiendo cambios en la estructura edilicia sanitaria, y
por sobre todo, en la mirada social hacia la enfermedad mental. Se procura
rescatar la condición humana del interno, liberar su dignidad, y reparar su
identidad movilizando sus capacidades expresivas.

Por todo esto, parto de la hipótesis de que dentro y fuera de la


institución manicomial, donde impera el Modelo Médico Hegemónico (MMH),
emergen prácticas desmanicomializantes, basadas en una concepción
alternativa de la salud mental y que se oponen a tal Modelo.
En base a tal suposición me planteé un doble objetivo: por un lado
historizar y describir la institución manicomial desnaturalizando sus prácticas
hegemónicas en el tratamiento de la Salud/enfermedad mental del paciente. Por
el otro, y en el marco de la crisis manicomial, caracterizar la política de
desinstitucionalización manicomial, o desmanicomialización, ejemplificando la
misma con la ejecución del Programa de Rehabilitación y Externación Asistida
(P.R.E.A.).

Me propongo demostrar que las categorías “enfermo” y “salud mental”


son construcciones sociales, y que las mismas varían en función de la época y de

6
los intereses políticos económicos que la cruzan. Señalar que los factores
socioeconómicos también intervienen en la producción y agravamiento del
padecimiento mental. En muchos casos las personas llegan al hospital
psiquiátrico en un estado de enajenación, pero permanecen por situaciones de
pobreza y abandono socio-familiar. Al mismo tiempo, explicar la importancia
que tienen las alternativas de atención en salud mental en la comunidad que
tienden hacia el proceso de desmanicomialización.

Para ello, tomé como referentes teóricos a los autores Michel Foucault,
Irving Goffman y Emiliano Galende. Los mismos quiebran la mirada
monopolizadora del biologicismo sobre la problemática del enfermo mental
introduciendo variables sociales en la determinación de la construcción del
enfermo mental.
Con el propósito de comenzar a introducir al lector en el abordaje del
presente Trabajo, señalaré que el mismo se encuentra estructurado en tres
partes. La Primera se refiere a los diferentes conceptos y cambios que hubo a
largo de la historia en torno a la noción de salud/enfermedad. A su vez, se
caracteriza a la institución manicomial y al modelo médico que allí se aplica.
También, se describe cómo la situación de pobreza es categorizada como
enferma, y medicalizada. El Segundo Apartado hace alusión a la crisis que cruza
al modelo médico hegemónico que impera en el manicomio y la crítica hacia
éste que surge desde la política de desmanicomialización. Por último, el Tercer
Apartado es una relatoría de lo que consistió una aplicación de la política de
desmanicomialización en un hospital bonaerense.

Para finalizar, vale aclarar que nada de lo que diga en esta investigación
es nuevo o innovador en materia de salud mental. Hay una vastísima
bibliografía sobre el tema. El aporte que realizo es la reproducción de mi
experiencia con un grupo de personas que padecen una enfermedad mental,
pero que son más que esa enfermedad. Es un trabajo que nació como una
ayudantía impulsada por la curiosidad, pero que con el devenir del tiempo fue
convirtiéndose en una investigación-acción. Fue necesario encuadrar teórica e
históricamente la gestión para dar cuenta de que nada de lo que sucedía en el

7
Hospital era natural sino que cada práctica y cada discurso era producto de una
voluntad política y de un decir y hacer médico-científico fuertemente instituído.

Para cumplimentar tales objetivos que implican análisis e interpretación


de procesos sociales se utilizó metodología cualitativa, empleando como
técnicas de recolección de datos:

• Material bibliográfico y documentos institucionales

• Observación participante

• Entrevistas semiestructuradas a informantes claves directamente


relacionados con la temática

Una vez recopilada la información, se procedió a su procesamiento y


análisis a fin de construir las categorías teórica-conceptuales que guiaron la
investigación.

8
Parte Primera:
Manicomialización: una construcción social.

“La enfermedad mental sólo puede florecer totalmente


en un Hospital Psiquiátrico. Así como una planta alcanza el
nivel óptimo de crecimiento en la tierra bien abonada, también el
enfermo mental logra su mejor desempeño en las salas cerradas de las
instituciones totales”. (Jay Haley)

1- Salud/enfermedad mental. Construcción y transformación


histórica del concepto y sus prácticas.

En esta primera etapa, y con el propósito de encuadrar teórica y


temporalmente esta investigación, me propongo repasar brevemente las
distintas acepciones que tuvo la noción de salud/enfermedad mental y su
relación con la locura desde la época primitiva hasta la actualidad. La forma en
que tal relación fue abordada y tratada da cuenta de cómo las sociedades se
transforman, evolucionan y con ello sus representaciones acerca de ésta.

9
Cada sociedad crea a sus enfermos y sus respectivas curas, de hecho es la
sociedad la que dictamina quien se sale de la norma y como debe reencauzarse
el “anormal” para que siga siendo funcional al sistema. Los distintos discursos
que circulan sobre lo que es la salud/enfermedad mental y cual es el mejor
método para su alivio son una construcción social de un determinado período
histórico y se corresponden con una determinada línea política, económica e
ideológica. Tales decires y ciertos simbolismos generan materialidad, es decir,
se cristalizan en instituciones, en prácticas médicas, en etiquetamientos, o
diagnósticos, que hacen huella en la persona que lo lleva.

Para Emiliano Galende “toda sociedad produce una subjetividad situada


en su tiempo histórico y a la vez genera las condiciones suficientes y necesarias
para establecer distintas formas de padecimiento mental. El daño mental se
comprende en relación a los códigos simbólicos que cada sociedad, en cada
momento histórico, pone en juego”. Es decir, que el sujeto esté enfermo o sano,
sea normal o anormal no sólo depende de las alteraciones de su personalidad sino
también de las actitudes, juicios, prejuicios y valores que tiene la sociedad con
relación a ese tipo de alteraciones.
Por lo tanto, se podría afirmar que el término “enfermedad mental” es de
difícil definición por su gran contenido valorativo. Las distintas evaluaciones de
los síntomas y procesos afectivos, cognitivos y del comportamiento utilizados
para designar a una persona como sana o enferma, varían según las
representaciones sociales y paradigmas científicos dominantes en cada cultura y
período histórico.
Todo núcleo social marca una diferencia entre el sujeto que padece una
alteración crónica de su conducta y el que sólo altera su comportamiento en
determinadas situaciones, que son aceptadas socialmente y no se salen de la
normas como pueden ser los rituales religiosos.

Hay cuestiones y temas que son atemporales y, en algunos casos, tabú


para el conjunto social. Es así que el paso de los siglos no fue suficiente para
desechar del imaginario social el prejuicio de peligrosidad y el consecuente
confinamiento de los enfermos mentales en instituciones psiquiátricas a fin de
contenerlos, tratarlos y preservar así el orden social. Esta idea de peligrosidad

10
se constituye en el fundamento de las prácticas que se implementan con el
internamiento asilar y la idea de asociar el tratamiento con: el aislamiento, la
segregación social justificada por el juicio de peligrosidad, la consecuente
necesidad de control y vigilancia asilar, y la cruel idea de irreversibilidad y
cronicidad del padecimiento mental de la persona. Todos estos factores
determinan el internamiento manicomial.

Michael Foucault, en su obra La Historia de la locura…1 propone la


existencia de diversas conciencias de la locura, formas en que la sociedad se
relaciona con el loco y la locura a través de las representaciones que de ellos se
hace. Afirma que en cada momento histórico hay figuras de la locura que
construirán de una manera particular las formas de conciencia.

Así, el hombre primitivo atribuía las causas de su padecer físico o mental


a una influencia maligna, ya sea de otros hombres o de seres sobrenaturales.
En el año 1000 a.c. los comportamientos extraños del enfermo mental
eran atribuidos al castigo de los dioses. En la Antigua Grecia, se construían
templos en lugares sagrados y su espíritu actuaba sobre el cuerpo del enfermo
mental quien dormía dentro de estos. En Roma, Hipócrates –padre de la
medicina- aseguraba que el exceso de calor o frío podían generar enfermedades
mentales.

Durante el transcurso de la Edad Media, y en el marco de grandes


hambrunas y pestes, emerge la Iglesia ofreciendo el servicio hospitalario como
respuesta a los espíritus en crisis. A fines de este período la locura es vista con
mal gusto, siendo rechazada y temida.
En el período renacentista, entre los siglos XV y XVI, el límite entre la
locura y la cordura era difuso y móvil, siendo reversible cualquier situación,
predominando una conciencia crítica, que acusa la presencia de la locura en
tanto no puede diferenciarse claramente de ella. Las experiencias del
Renacimiento se representan en la “Nave de los Locos”, embarcación que
llevaba a bordo a una tripulación de insensatos, que vivían una existencia
errante, evitando de esa manera el merodeo de éstos por la ciudad.

1
Foucault, Michel. Historia de la locura en la época clásica. Tomos 1 y 2, Edit. Fondo de Cultura
Económica, Bogotá, 1998.

11
Durante el período clásico, entre los siglos XVII y XIX, coexisten formas
críticas y analíticas de conciencia, es la época del Gran Encierro, que sólo
después de un tiempo tendrá un sentido terapéutico. Los trastornos mentales
son considerados como un alejamiento voluntario de la razón que debía ser
corregido mediante el internamiento y severas medidas disciplinarias. En la
época de las Luces, la barca es reemplazada por el Hospital. La razón moderna
se deshace de los dogmatismos religiosos y de las explicaciones metafísicas
explicando las conductas de los sujetos a través del conocimiento. Los desviados
sociales ya no eran quemados en la hoguera, pero eran internados en los
hospitales, siendo encerrados y apartados de la vida comunitaria junto con
indigentes, pobres, huérfanos, prostitutas, homosexuales, delincuentes,
ancianos y enfermos crónicos, o también vagaban solitarios, siendo objeto de
desprecios, burlas y maltratos. Según Foucault “La finalidad de su aislamiento
no era su tratamiento sino proteger a la sociedad de aquellos que infringían las
normas sociales”. El internamiento es la nueva forma de ocuparse
indiferenciadamente de todos los que representan un peligro y/o un escándalo
para la construcción de la soñada comunidad perfecta.

La época clásica es una etapa de entendimiento para la locura cuya


estructura más visible es el internamiento de los alienados. Pero tal práctica no
se ordenaba por una decisión médica, sino por la de un juez. La casa de
confinamiento simboliza la “policía”, autoconcebida como equivalente civil de la
religión. Recién a fines del siglo XVIII los médicos ingresaron a los internados.
Como sujeto de derecho, el hombre se libera de su responsabilidad porque está
alienado. Como ser social, la locura lo compromete desde la culpabilidad.
En un mundo plagado de miseria debido a la crisis económica que
afectaba a todo occidente, y ante el aumento contínuo de la pobreza, los
grandes internados fueron la solución para suprimir la mendicidad e impedir el
ocio, fuentes de todos los desórdenes. Más que un establecimiento médico, el
hospital era una estructura semijurídica que decide, juzga y ejecuta. En esas
instituciones se mezclan los antiguos privilegios de la iglesia en la asistencia a
los pobres y en los ritos de hospitalidad, y el afán burgués por poner orden y
disciplina mediante la represión y el castigo. El hecho de encerrar no es inocente

12
sino que está cruzado por interese políticos, sociales, económicos, jurídicos,
religiosos y morales.
Los hospitales generales o el correccional servirán para guardar a los
desocupados, pobres y vagabundos ya que reina el imperativo capitalista de la
utilidad y la producción. La locura es percibida en el horizonte social de la
pobreza. Los locos se distinguen de los otros confinados por su incapacidad para
trabajar y seguir los ritmos de la vida colectiva. El trabajo humaniza, reforma al
ocioso a quien se lo encierra para resocializarlo, haciéndolo trabajar custodiado
por la iglesia y el Estado. Se lo hace trabajar en algo que no tiene fines
productivos, ni utilidad, hasta que realmente pueda aprender un oficio. El
trabajo de los internados adquiere así un sentido ético, moral y también
represivo.
Por lo tanto, el manicomio estatal fue erigido para construir un mundo
ideal, cuyos bastiones eran la razón y el poder. Era la solución para ocultar lo
disfuncional para la sociedad burguesa, controlando y disciplinando a los
marginados /pobres. El protestantismo, siguiendo la lógica de Max Weber,
legitimaba al Estado y al monopolio de su medio específico: la violencia sobre
los internos, concibiéndola como a una institución divina.
En el “loquero”, el poder médico se tornaba totalitario, donde todo era
posible y donde la única limitación real del poder era la conciencia del médico.
Sólo el médico podía introducir a alguien en el mundo de la locura y distinguir
al hombre normal del insensato. Es decir, el loco es el símbolo del poder que
interna. Los locos sólo le interesaban a la sociedad en la medida que
testimoniaban la fragilidad de la cordura. Para aquel sistema social,
embuído en la lógica de la producción, era necesario reprimir la locura ya que
presentaba una amenaza para las reglas que presidían la organización de la
nueva sociedad. La locura era la figura de la asociabilidad, poniendo al loco al
lado de la animalidad. Por ello, los hospicios tenían aspecto de jaula y de
zoológico.
El asilo estará protegido de la evolución social. Apuntalado sobre
estructuras y símbolos anacrónicos, será siempre un inadaptado que esta fuera
de su tiempo. El interno estará sujeto a un juicio perpetuo, que no cesa de
aplicarle sanciones.

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En definitiva, el Hospital General fue un dispositivo que articuló el
pasaje de una forma de conciencia a otra, dando lugar a la "objetivación" de
la enfermedad mental y al nacimiento del hospicio.

Será en el siglo XIX donde predominará una conciencia analítica que


delimitará científicamente el límite entre la cordura y la locura, convirtiendo a
ésta última en objeto de estudio. Al loco se lo encierra, se lo separa, es
objetivado y analizado por una disciplina particular y emergente, a saber, la
Psicopatología. Es ésta la que dará respuesta a las demandas e interrogantes
sociales sobre la conducta de los “desviados”, dándole la identidad de
“enfermedad mental” a tales comportamientos”. Por lo tanto, es la
medicina mental y la consecuente medicalización la que legitima al hospicio.
La psiquiatría materializa las demandas de orden y control de la sociedad
moderna, dándole legalidad científica, y sustituye lo que anteriormente eran
establecimientos de reclusión como espacios de curación y cuidado, sin que la
función anterior se borrara completamente. En relación a esto, Galende asegura
que el gran cambio en la práctica terapéutica se da cuando se medicaliza la
relación de asistencia, pasándose de lo que era un encierro compulsivo y policial
avalado por la iglesia, a un tratamiento compulsivo de los enfermos.

Así, se refuerza la cura como técnica privilegiada de la medicina. En esas


curas nacía la posibilidad de una psiquiatría de observación, de un
internamiento de índole hospitalaria, y del diálogo entre el loco y el médico. Se
comienza a dar a la locura un contenido de culpabilidad, de sanción, de
tratamiento moral, según los principios establecidos por Pinel.
El modelo médico – psiquiátrico del siglo XIX, por su insistencia en
hipótesis naturalistas, anátomo - patológicas y mecanicistas, reduce al sujeto a
un nivel biológico. Tras las tesis organicistas habita siempre algún criterio
moral: ya se trate de las hipótesis de Pinel y sus ideas acerca de la etiología
moral de la locura, como las tesis de Morel y su teoría de la degeneración
hereditaria, encontramos que el cuerpo humano es considerado “normal” en la
medida en que se encuadre en los criterios determinados por la Sociedad Civil,
pero también de las normas morales. Lo “anormal” podrá deberse entonces a
una tara congénita que impide el desarrollo del cerebro o a algún tipo de causa
exógena que destruye al tejido nervioso , como el medio ambiente familiar o

14
bien ser el resultado de un proceso de “naturalización de la razón”, que supone
una ruptura del equilibrio entre la razón y las pasiones.2
La sinrazón es dotada de nuevos valores, la describe como el efecto
psicológico de una falta moral. Es aquí donde el personaje médico cobra
relevancia, el médico puede aislar la locura, no porque la conozca, sino porque
la domina.
El sentimientos de respeto y obediencia que genera el médico en los
pacientes es fruto de su superioridad de discernimiento, de una educación
distinguida y de la dignidad entorno de las maneras.
Como afirma Foucault, la práctica del internamiento coincide con el
momento en que la locura era percibida no tanto en relación al error sino en
relación a la conducta regularizada y normal. La locura es vista como una
alteración en la manera de actuar, de querer, de sentir las pasiones, de adoptar
decisiones y de ser libre.
El encierro deja de ser entendido como castigo y se lo empieza a vincular
con criterios morales- terapéuticos, sustentado en los valores de la burguesía,
que propone una idea de familia, una clara vinculación con lo normativo, y en
un necesario “reconocimiento del error” y aceptación de los castigos, para que el
paciente se acerque a la “curación”. En este contexto el médico llega a ser la
figura central, que aparece legitimando al asilo.
En la coyuntura de una época de gran efervescencia social, con fuertes
cambios económicos y políticos, nacen disciplinas de control y clasificación:
psiquiatría, criminología, así como aquellas que intentan dar una respuesta y
explicación a tales cambios, como es el caso de la sociología.
Por su parte, la psiquiatría, respuesta disciplinar ante la demanda
burguesa de más control, se basará en el modelo médico – mecanicista,
concibiendo a la locura en términos de “enfermedad mental” (instituyéndola así
como su “objeto” de estudio), y proponiendo teorías etiológicas que sostienen
que la presencia de enfermedad mental se correlaciona invariablemente con
alteraciones en el cerebro.
La psiquiatría, al igual que otras ciencias, se resguardará en la
objetividad científica y estará influenciada por la corriente del positivismo. Con

2
Cacciari, Analía, Pioletti, Paula, Rubinovich, Viviana y Martínez, Horacio. Documento de la Cátedra:
Modelos en Psicopatología. Universidad Nacional de Mar del Plata, 2005.

15
el advenimiento de la modernidad se dejan de lado las explicaciones religiosas o
mágicas respecto de los padeceres mentales, prevalece la razón y se legitima la
figura del médico como poseedor del conocimiento y de la verdad sobre la
locura.
Como afirma la Trabajadora Social Lucía Amico “con el diagnóstico
psiquiátrico, el loco es reconvertido en enfermo mental y sometido a
tratamiento, incluso en contra de su voluntad, ya que la psiquiatría era (y en
cierta forma es) omnipotente frente al enfermo mental, cuyo discurso es negado
por incoherente y cuya palabra solo sirve para verificar un diagnóstico. De este
modo, la psiquiatría creía tener suficientes “armas terapéuticas” para curar a los
locos, aunque para ello tuviera que encerrarlos y tratarlos coercitivamente:
Choques biológicos e insulínicos, abscesos de fijación, contención mecánica,
celdas de aislamiento, lobotomías, altas dosis de psicofármacos, electrochoque,
punciones cisternales, diciéndose aplicadas con fines terapéuticos y no
disciplinarios”.
Siguiendo a Foucault, el poder disciplinario no sólo opera en el asilo
psiquiátrico sino también en la penitenciaria, en el correccional. Todas las
instancias funcionan de doble modo: el de la división binaria y la marcación:
loco-no loco, peligroso-inofensivo, normal-anormal; y el de la asignación
coercitiva, de la distribución diferencial quién es; dónde debe estar; por qué
caracterizarlo, cómo ejercer sobre él, de manera individual, una vigilancia
constante, etc. 3
Por último, y sin entrar en detalles que exceden a este trabajo, el siglo
XX se caracteriza por la influencia del psicoanálisis, la categorización
nosológica de las enfermedades mentales, el avance de la neurología, la
fisiología y la bioquímica, bases del desarrollo de la psiquiatría organicista, el
apogeo de la psicofarmacología y, finalmente, el inicio de concepciones
psicosociológicas de la enfermedad mental.
Michel Foucault afirma que hay enfermedad cuando el individuo no
puede gobernar las contradicciones de su medio, cuando no puede reconocerse,
en tanto que hombre, en las condiciones de existencia que él mismo ha
instituido. Es en esta situación en que el individuo se encuentra alienado. Por lo
tanto, debe entenderse y reconocerse a la enfermedad mental en el contexto de

3
Foucault, Michel. Vigilar y Castigar, Cap. El Panóptico. Edit. S XXI, México DF, 1998.

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las relaciones sociales, condicionantes de la expresión de la patología.
En síntesis, la enfermedad o padecimiento mental puede ser considerado
como producto de una posesión diabólica, como una desviación a la normativa
social, como una enfermedad física o como un estado otorgado por diferentes
disciplinas basadas en modelos psicológicos y sociogenéticos. Con esto quiero
expresar y a las vez sumarme a las corrientes que aseguran que lo social va a
influenciar y condicionar en las distintas concepciones, prácticas e instituciones
erigidas en torno al campo de la salud mental. Es por esa razón que las
diferentes líneas explicativas - psiquiatría, modelos psicoanalíticos,
sociogéneticos, comunitarios, etc.- y la persistencia de diferentes
representaciones sociales de la enfermedad mental hacen inviable un criterio de
definición unívoco.
Por lo tanto, salud y enfermedad mental son categorías construídas,
expresando contrariedades emocionales, cognitivas y de comportamiento. Son
creaciones socioculturales, históricamente situadas. Esto explica el motivo por
el cual la definición de lo que es normal y lo que es patológico varía según la
época y su contexto y en función de las perspectivas teóricas y criterios de
diagnóstico utilizados, las concepciones filosóficas, morales y psicológicas
vigentes y los modelos médicos predominantes.
Huelga aclarar que la Salud es un derecho que deben gozar todos los
individuos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en sus
diferentes artículos, hace mención a esto. También la Salud es un derecho que
se expresa en la Constitución Nacional: todos los individuos tienen derecho a
recibir una atención en condiciones de igualdad, ya que los problemas de la
salud y de la vida son iguales para todos los ciudadanos. Sin embargo, y como
afirma Emiliano Galende, si pudiéramos garantizar ese derecho a la salud y
tuviéramos una atención adecuada en el sistema de atención primaria de la
salud y en los hospitales generales no serían necesarios los hospitales
psiquiátricos. Las personas que están internadas en tales instituciones
perdieron todo derecho de ciudadanía.
Nuestro país adhirió formalmente a varias Declaraciones Internacionales
(Alma Atta, 1968; Caracas, 1990; Asamblea General de las Naciones Unidas,
1991; Convención Interamericana de derechos Humanos, 2001) que promueven
la Atención Primaria de la Salud, haciendo mención también a la inclusión de la

17
Salud Mental dentro de esa atención. Particularmente, en el encuentro de 1991
se establece el principio de cuidar y respetar la dignidad de las personas
internadas en los establecimientos psiquiátricos. El paciente debe consentir su
internación lo cual implica que está protegido judicialmente, la decisión de la
privación de la libertad ya no puede ser monopolizada por los profesionales
médicos. Se aclara que si una persona no consiente ser internada se le está
privando obligadamente de su libertad.
Las personas que se encuentran internadas en los manicomios perdieron
todos sus derechos: no tienen libertad, no gozan de igualdad, menos de salud, ni
siquiera votan porque la mayoría no tiene documentos, por lo tanto no existen
como ciudadanos. Y los que reclaman por sus derechos, eso pasa a formar parte
de su psicopatología.

1.1. La Institución Neuropsiquiátrica. Características del Modelo

Médico Manicomial

En esta instancia me propongo caracterizar brevemente a las


instituciones psiquiátricas, sus particularidades, y las modalidades de atención
en torno a la salud/ enfermedad mental. A su vez, mencionaré la situación
social y económica por la que atraviesan la mayoría de los pacientes internado.

Casi automáticamente, relacionamos enfermedad mental con manicomio,


una institución arcaica, moderna y, si se quiere, posmoderna que se encuentra
inserta en un entramado político e ideológico que pugna por perpetuarse y
perpetuarla.

Las instituciones, producto del pensamiento moderno, se constituyen


como modos instituídos de pensar, de sentir y de actuar, que los individuos
encuentran ante sí, es decir, que están preestablecidos, imponiéndoseles. Tienen
por objetivo nuclear a un grupo de personas con similares características y
contenerlas por un corto o largo periodo de tiempo, formándolas y
transformando sus diferencias con el resto. La premisa es la homogeneidad de

18
conocimientos y percepciones. Las ideas, creencias, símbolos, costumbres,
usos, prácticas, son legadas por la tradición.

La dinámica institucional instituye saberes y modos de actuar a través de


los discursos sociales. Los individuos están atravesados por lo institucional y se
constituyen en base a sus reglas y normas.
En relación a esta temática, el filósofo latinoamericano, Jesús Martín
Barbero, afirma que “la institucionalidad es desde siempre una mediación
espesa de intereses y poderes contrapuestos, que ha afectado, y sigue afectando,
especialmente la regulación de los discursos que, de parte del Estado, buscan
dar estabilidad al orden constituido y de parte de los ciudadanos –mayorías y
minorías- buscan defender sus derechos y hacerse reconocer, esto es
reconstituir permanentemente lo social”4. Por lo tanto, toda institución define y
regula las prácticas sociales que se materializan en leyes, normas, costumbres, y
creencias y, a su vez, están gestionadas por los que detentan el poder económico
y del estado.
Para Erving Goffman, toda institución tiene tendencias absorbentes, es
decir, recluta parte del interés y del tiempo de sus integrantes
proporcionándoles un mundo propio, en el cual se inscribe una cultura propia.
“Se llaman establecimientos sociales -o instituciones en el sentido
corriente de la palabra- a sitios tales como habitaciones, conjunto de
habitaciones, edificios o plantas industriales donde se desarrolla regularmente
determinada actividad”.5
La concepción de este trabajo parte de entender a la institución
neuropsiquiátrica o manicomio o loquero como una institución total,
perspectiva desarrollada por Erving Goffman desde la literatura sociológica.
Según este autor las instituciones psiquiátricas "están erigidas para cuidar de
aquellas personas que, incapaces de cuidarse por si mismas, constituyen además
una amenaza involuntaria para la comunidad”.
La Institución total es considerada como un “lugar de residencia y
trabajo, donde un gran número de individuos en igual situación, aislados de la
sociedad por un período apreciable de tiempo, comparten en su encierro una
44
Barbero, Jesús Martín. De Los Medios A Las Mediaciones, Edit. Convenio Andrés Bello, Bogotá,
1998, pg. 18
5
Goffman, Irving. Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Edit.
Amorrortu, Buenos Aires, 1992. pg. 22

19
rutina diaria, administrada formalmente”.6 Lo que caracteriza a este tipo de
instituciones, y les da un signo particular, son los obstáculos que interceden en
la relación con el exterior, dificultando la interacción social. Estas “barreras” se
materializan, siguiendo con Goffman, en puertas cerradas, altos muros,
alambres de púa, acantilados, ríos, bosques o pantanos.
Los establecimientos psiquiátricos se clasifican “entre las instituciones
totales, porque abarcan todos los aspectos de la vida del paciente, que
transcurre allí en la compañía inmediata de otras personas igualmente aisladas
del resto del mundo mayor”.7
Las instituciones totales violan los actos que en la sociedad civil cumplen
la función de demostrar al actor que tiene cierto dominio sobre su mundo, que
es una persona dotada de autodeterminación, autonomía y libertad,
características fundamentales del individuo. Entendiendo al individuo como
aquel que se separa de un todo, de un conjunto y en ese acto de separación se
constituye a si mismo como uno, indivisible, autónomo e independiente.
Goffman afirma que una característica es la del manejo de muchas
necesidades humanas mediante la organización burocrática de conglomerados
humanos indivisibles. Otra particularidad es que produce una escisión básica
entre un grupo manejado, los internos, y un pequeño grupo personal supervisor.

Etimológicamente, la palabra manicomio viene del griego manía: locura y


koméo: cuidar. El manicomio, loquero, hospicio o psiquiátrico, eran las
denominaciones comunes que tenían los hospitales de salud mental que estaban
a cargo del Estado. Dichos establecimientos aglutinaban a personas de bajos
recursos económicos, con escasa inserción social y contención afectiva. Las
instituciones neuropsiquiátricas privadas recibían el nombre de sanatorios o
clínicas, que albergaban a los mismos pacientes pero con la diferencia de que
éstos tenían mayor poder adquisitivo y, por consiguiente recibían mejor
atención en mejores condiciones edilicias.
En la sociedad moderna, y siguiendo a Goffman, los neuropsiquiátricos u
hospicios, han funcionado como depósito de cuerpos. El ‘encierro moderno’ sólo

6
Goffman, Irving. Op. Cit. pg. 25
7
Goffman, Irving. Op. Cit. pg. 26

20
reproduce una manía de las anteriores sociedades: poner a resguardo a la
comunidad del diferente.

El manicomio se constituye como un dispositivo disciplinar del Estado


para dar una respuesta científica, moralmente adecuada e institucionalmente
organizada a la presencia social de la locura. Como lo mostró Foucault en su
ensayo sobre la locura, la sociedad moderna priorizó el orden y la limpieza
social, separando del espacio público lo que provocaba desorden.

Con relación a ello, Galende expresa que desde sus inicios el manicomio
fue la torre de los pobres, el lugar donde ocultar lo que afeaba el espacio público
de la sociedad. El fin último era practicar el ideal del orden por medio de la
segregación de la marginalidad, el control y la disciplina. El muro manicomial
marca el límite interior-exterior restableciendo la polaridad de los espacios
públicos y privados.

La base fundacional de estas instituciones manicomiales entiende que


para mantener el orden social hay que aislar a los sujetos que lo perturben. El
dispositivo con que se manejan es la privación de la libertad. Se sabe cuándo se
ingresa a ellos, pero nunca en qué momento se saldrá. Adolescentes, jóvenes,
adultos pasan sus días en hospitales que, en la mayoría de los casos, no
contribuyen a mejorar su salud mental. Los especialistas, juristas y médicos,
atribuyen la internación a desequilibrios mentales, fallas psíquicas que deben
tratarse muy de cerca y que pueden afectar al resto de la sociedad en caso de que
esta práctica no sea realizada.

En la misma línea, Foucault explica la función del manicomio. “En


primer lugar tendrá, por supuesto, la función encomendada a los hospitales a
finales del siglo XVIII: permitir descubrir la verdad en la enfermedad mental,
alejar todo aquello que en el medio en el que vive el enfermo pueda
enmascararla, confundirla, proporcionarle formas aberrantes, alimentarla y
también potenciarla. Pero todavía más que un lugar de desvelamiento, el
hospital, cuyo modelo proporcionó Esquirol, es un lugar de confrontación: la

21
locura, voluntad desordenada, pasión pervertida, debe de encontrar en él una
voluntad recta y pasiones ortodoxas.” 8
Según el Dr. Hernán Kesselman al referirnos a manicomialización,
hablamos de “un proceso de captura, de aspiración hacia el agujero negro de la
locura, en cuyo abismo caen no solo los pacientes sino también los terapeutas,
apresados por una ideología que se refleja principalmente en los diversos
procedimientos de reclusión, represión y control sobre lo caótico". 9
Desde su origen se presenta una contradicción; los manicomios parten de
aislar socialmente a los individuos, para luego reinsertarlos, sin querer
comprender que nadie se puede socializar en la base del aislamiento. “No se
puede ser ajeno a como influye lo institucional en la externación, sobre todo con
pacientes en Rehabilitación con tanto tiempo de internación. El aplastamiento
subjetivo pasa a veces por las condiciones de internación donde es tomado, en
realidad, no como sujeto sino como objeto, no tiene un lugar en donde poder
hablar de lo que le pasa, pasa solamente por la medicación y nada más”.10
La descripción que realiza Foucault con respeto a la figura del médico en
el siglo XIX no dista demasiado a la imagen que prevalece de éste en la
actualidad. “Todas las técnicas o los procedimientos puestos en práctica en los
manicomios del siglo XIX – aislamiento, interrogatorio público o privado,
tratamientos-castigo tales como la ducha, los coloquios morales (para estimular
o amonestar), la disciplina rigurosa, el trabajo obligatorio, las recompensas, las
relaciones preferentes entre el médico y determinados enfermos, las relaciones
de vasallaje, de posesión, de domesticación, y a veces de servidumbre que ligan
al enfermo con el médico – todo eso tenía como función convertir a la figura
del médico en el ‘dueño de la locura’: el médico es quien la hace mostrarse en su
verdad (cuando se oculta, permanece emboscada o silenciosa) y quien la
domina, la aplaca y la disuelve, tras haberla sabiamente desencadenado.”11

El modelo asilar, según Goffman, es puesto en práctica gracias a la


imposición arquitectónica de los hospicios, debido a que este ámbito de grandes
edificios desarticulados entre sí y con capacidad para muchas personas, es

8
Foucault, Michel. La vida de los hombres infames. Edit. La Piqueta, Madrid, 1990. pg.71
9
Dr. Hernán Kesselman. Revista Zona Erógena Nº 14, Buenos Aires, 1993.
10
Entrevista realizada a la Psicóloga Claudia Perinchisky
11
Foucault, Michel. Op. Cit. pg. 72

22
funcional y alimenta las prácticas manicomiales, que consecuentemente tiende a
cronificar la estadía del paciente.
Los pacientes casi nunca están completamente solos, siempre hay alguien
que puede verlos y oírlos. Todos los aspectos de la vida de los internos se
desarrollan en el mismo lugar y bajo la tutela de un responsable (enfermero,
tallerista, psiquiatra).El personal cumple generalmente una jornada de ocho
horas, y está socialmente integrado con el mundo exterior, ésta es una de las
escisiones básicas entre un grupo manejado, los internos, y un pequeño grupo
supervisor, el personal.
“Por duras que sean las condiciones de vida de las instituciones totales,
su rigor no basta para explicar este sentimiento de esterilidad absoluta; hay que
atribuirlo más bien a las desconexiones sociales causadas por el ingreso, y a la
impotencia (habitual) para adquirir dentro de las instituciones, beneficios
ulteriormente transferibles a la vida de afuera: ganancias pecuniarias, relaciones
matrimoniales o conquista de una capacitación o título profesional”.12

El psiquiatra Alfredo Moffat13 explica que la vida manicomial instituye


acallamientos y dosifica intensidades. La intensidad se piensa como desborde,
como desorden, como desequilibrio, como descompensación. Discrepancia,
entonces, como intensidad que se resiste a desaparecer. Las ideas de control,
continencia, equilibrio, se corresponden con un ideal de mesura, armonía.
Como necesidades importantes de los individuos que no difieren de sus pares.
Por ello, dentro del hospicio se reprime la singularidad, unificando a todos los
internos como tales.
Hay personas que desde que nacieron están insertas en una institución,
generalmente de características totales. Como declara el Director del Hospital
“Dr. A Korn”, Dr. Egidio Melía: primero, Casa Cuna, luego un instituto de
menores o reformatorio, cuando cumplen la mayoría de edad son largados a la
calle, muchos terminan delinquiendo, pasan por la informalidad laboral, y
terminan acá porque tuvieron un brote. También hay casos en que los padres ya
estuvieron internados o que, incluso, los concibieron en el mismo hospital.
Al tiempo que una persona es ingresada al loquero comienza a sentirse
y a pertenecer a esa horrible categoría social de los abandonados, a quienes
12
Goffman, Irving. Op. Cit. pg.78
13
Moffat, Alfredo. Psicoterapia del oprimido. Edit. Humanitas, Buenos Aires, 1988, pg. 20

23
depositaron una vez en un hospital; por haber exteriorizado algo que es
problema de todos. Pero lo han abandonado de una vez, y para siempre.

La psiquiatra Patricia Pauluc y la psicóloga Claudia Perinchisky


coinciden en que una de las causas de que los manicomios sigan existiendo es
una cuestión de oferta y demanda. “La oferta que ofrece la salud mental en este
país o en el mundo es el manicomio y las pastillas, entonces la comunidad pide
manicomios porque es lo que siente que se le está dando. Desde ahí, muchas
concepciones, desde lo familiar, los jueces y desde los mismos pacientes que
empiezan a percibir esa enfermedad creen que es el manicomio lo que le
corresponde”.
Hay un pedido creciente de medicalización por parte de las personas que
quedaron excluidas del sistema productivo, empobrecidos, sin trabajo ni
cobertura social y sin ninguna red asistencial primaria provista por el estado.
Esta falta de redes de atención que los contenga conduce a las personas a
atenderse en la “gran institución”, generando un mecanismo de control social
desde la psiquiatría. De esa manera, manuales diagnósticos psicopatologizan
todas las conductas, se psiquiatriza la demanda cuya causalidad es, en la
mayoría de los casos, socioeconómica, medicalizando de ese modo la pobreza. El
poder médico ejerce así una sutil violencia y control social.
La psiquiatra Pauluc asevera que todo es una cuestión de manejo político,
los hospitales se arman en función de un gran aparato de poder médico,
psicofarmacológico y judicial, y se los mantiene, aunque sea costoso, porque el
rédito económico es mucho mayor.
Por lo tanto, y como consecuencia del predominio de intereses político-
económicos y empresariales, que lejos están de apuntar a la prevención en
salud, sigue predominando dentro del hospicio el psicofármaco y la psicoterapia
como formas de abordaje terapéutico, modalidad característica del Modelo
Médico Hegemónico (MMH). El propósito es evitar crisis que irrumpan el
orden y, por decantación, alejar a los pacientes de la realidad del “afuera”, esto
hace que la función del neuropsiquiátrico sea la de cronificar la enfermedad.
La noción de MMH fue introducida por el antropólogo Eduardo L.
Menéndez definiéndola como la construcción teórica, técnica, ideológica, social
y económica política de los médicos y de las instituciones implicadas en su

24
funcionamiento.14 El MMH entiende a la enfermedad mental como efecto
excluyente de trastornos biopsicológicos. Descarta lo diferente a fin de asegurar
la unidad del conjunto, confinando y castigando al hijo indeseado de la
sociedad.
Menéndez afirma que en nuestro país la institución y práctica médica
identifica su actividad académica y profesional exclusivamente con la función
curativa primero y en segundo lugar, preventiva, no identificando las otras
funciones básicas: normalizadora, controladora, legitimadora y de reproducción
económico-ocupacional. No admite que su trabajo implica controlar sujetos,
normalizar conductas, legitimar sistemas, instituciones y prácticas. Parte de
estas funciones son realizadas inconscientemente porque son intrínsecas, pero
no evidentes dentro del espacio ideológico de la práctica académica y/o
profesional. Tal práctica no sólo reproduce las pautas del sistema dominante
sino que también asura la reproducción de la institución médica manicomial.
Esta situación lleva a negar, obviar, marginar y olvidar el contenido de algunas
de las actividades que afectan y violan los derechos humanos.

En conclusión, se podría afirmar que existe en el imaginario colectivo una


ideología hospitalocéntrica, es decir, ante una situación de crisis emocional sólo
se piensa en atender a la persona en un neuropsiquiátrico, viendo a la
internación y al suministro de “pastillas” como los únicos recursos terapéuticos
posibles. Tal aceptación masiva de la demanda de manicomios e internación
quizás no se ajusta a la necesidad específica del paciente en crisis. Es decir,
socialmente se pide o se demanda lo que se aprendió a pedir. Nadie sabe o nadie
se acuerda que, por ley, la internación es el último recurso al que se debe apelar.

En relación a este tema, la Asociación Mundial de Psiquiatría dice que


“la internación compulsiva es una gran infracción a los derechos humanos y a
las libertades fundamentales del paciente” y que la misma “debe llevarse a cabo
con el principio de la mínima restricción”.

Sin embargo, todavía se cree que el manicomio y la internación son la


única respuesta ante una crisis emocional, no se acepta o no se sabe que puede

14
Menéndez, Eduardo L. Cuadernos Médicos Sociales, Nº 21, CESS.

25
haber una solución distinta. “Es característico que los internos lleguen al
establecimiento con una ‘cultura de presentación’ (para modificar una frase
psiquiátrica) derivada de un ‘mundo habitual’, un estilo de vida y una rutina de
actividades que se dan por supuesto, hasta el momento del ingreso de la
institución. De ahí que si la estadía del interno es larga, puede ocurrir lo que se
ha denominado ‘desculturación’; o sea, un ‘desentrenamiento’ que lo incapacita
temporariamente para encarar ciertos aspectos de la vida diaria en el exterior, si
es que vuelve a él y en el momento que lo haga”.15

1. 2 Politización de la salud y Medicalización de la pobreza

El objetivo fundacional del Hospital “Dr. A. Korn”, como el de otros


neuropsiquiátricos es ser una institución erigida para cuidar de aquellas
personas que además de no poder cuidarse por si mismas, constituyen una
amenaza involuntaria para la comunidad. Su función principal es la de
“rehabilitar” al enfermo mental, a partir del paradójico principio de aislamiento
social.
El Dr. Melía asegura que la salud mental está asociada a las condiciones
sociales y económicas, y sobre todo a la pobreza. “El psiquiátrico es el hijo
pobre del sistema de salud, las falencias están acá. El enfermo mental no vota,
no lo quiere nadie, la sociedad quiere desaprenderse de él, asilarlo, por eso la
enfermedad mental no está legitimada como cualquier otra. Del 100% de las
personas que se internan, al 92% se le da el alta a los 180 días”. Sin embargo, la
externación del paciente es compleja, la mayoría no tiene trabajo, muchas de las
familias de éstos están desmembradas y no los quieren recibir en sus casas. En
consecuencia, los pacientes se quedan en el hospital, pasando a ser un
reservorio, y el cuadro clínico que había sido resuelto, comienza a revertirse.
Al respecto, la Psicóloga consultada afirma que “hay muchos pacientes
que están en condiciones de ser dados de alta, pero no hay subsidios, no hay un
continente externo: techo, trabajo, trama social, si los externamos al tiempo
volverían al hospital, no tienen otro lugar a dónde ir, y pasan años acá,
convirtiéndose en gerentes”.
15
Goffman, Irving. Op. Cit. pg. 25- 26.

26
En relación con esta reflexión, en el año 1996, y cuya actualización en el
2002 evidencia muy pocos cambios, se realizó un estudio en el Hospital José T.
Borda para determinar el número de pacientes externables. Los resultados
fueron que de los 1270 pacientes registrados, porque internados eran 995, el
87,7% estaban en condiciones de ser efectivamente externados y que sólo el 12,2
% necesitaban permanecer internados. Los 275 restantes no se encontraban en
el hospital, es decir, ya se les había dado el alta.
De estos datos se extraen varias conclusiones que no hacen más que
sustentar lo anteriormente dicho; que las grandes instituciones asilares
continúan siendo un depósito de pobres, ejerciendo control y violencia social y
pasando por alto los Derechos Humanos. Primero, que un gran porcentaje de
personas padecen patologías que pueden tratarse de forma ambulatoria y que,
sin embargo, siguen internadas y hacinadas. Los motivos: “falta de recursos
económicos” que imposibilitan la construcción de instituciones intermedias, o la
ausencia de un entramado familiar continente del paciente. Segundo, que el
presupuesto que se le asigna al hospital es para la totalidad de pacientes
registrados, siendo los internados muchos menos, entonces, ¿a dónde se
destina el dinero restante?

Está comprobado que para el Estado es más costoso mantener a


personas internadas en grandes manicomios que externadas en instancias
intermedias. Teniendo en cuenta que el costo de manutención de una cama
psiquiátrica por mes es de $2.047,80, por una cifra mucho menor los pacientes
podrían vivir en Casas de Medio Camino integradas a la comunidad. Entonces,
¿cuál es el interés evidentemente político que sustenta y sostiene este modelo
manicomial?

La pobreza, extendida a grandes sectores de la sociedad, pasa a engrosar


los factores de internación, puesto que la otra cara del problema es que la
mayoría de los internos en condiciones de tener el alta no pueden hacerlo, y
muchas veces no quieren, y la razón es básicamente económica.
Eduardo Menéndez asegura que los pobres son portavoz de un sistema
social injusto, que hace que la gente pobre se enferme más y que la pobreza los
enferme, sin que ningún defensor de los derechos humanos pueda hacer algo
para evitarlo.

27
Nuevamente, como en sus orígenes, el campo de la sinrazón intersecta al
de la pobreza. “Los pobres vuelven a ser lo cohabitantes del territorio de la
sinrazón (…) Su desterritorialización los ha ubicado en el seno mismo del
espacio de exclusión, aunque en el hospital se produzca una nueva fijación
institucional. Si pensamos en aquellos pilares que consolidan el buen orden
burgués: trabajo-razón-virtud, es precisamente la desocupación lo que ha
precipitado la nueva composición habitacional del hospital psiquiátrico (…) Si la
pobreza como hecho estético molesta y enturbia el actual escenario urbano,
entonces es preciso desterritorializarla”.16
El Hospital se vuelve un albergue, con prácticas asistencialistas que
brinda techo y comida a los que no lo tienen fuera, convirtiéndose en un nuevo
espacio-continente. Pobres y enfermos, enfermos pobres, orden judicial
mediante, cohabitan en un espacio saturado, hacinados, faltos de alimentos e
higiene, en síntesis, en condiciones infrahumanas. Esto es consecuencia del
paupérrimo presupuesto asignado por el gobierno a lo que se agregan los
diversos “filtros” en los que se pierde el dinero.
El pobre pierde su lugar en la ciudad, el territorio dado por el trabajo,
pero también pierde la dignidad. Y no sólo la ausencia de trabajo excluye y
desterritorializa. El rechazo familiar, el no querer tener un “enfermo mental” en
el seno familiar también es un factor de exclusión. La sociedad y la familia,
génesis del sujeto, terminan por deshecharlo, desentendiéndose de lo que es su
propio producto. Como afirma A. Moffat, es muy cómodo para una comunidad
de “sanos” tener un “tacho de basura psicológico” donde proyectar las partes
locas y sentirse más sanos todos.
La Unidad Coordinadora Ejecutora de Salud Mental y Comportamientos
Saludables del Ministerio de Salud de la Nación afirma que “factores sociales
como la urbanización incontrolada, la pobreza y los rápidos cambio tecnológicos
tienen gran influencia en la salud física y mental de la población. Los pobres y
los desfavorables tienen una prevalencia más alta de padecer trastornos
mentales. Las desigualdades en materia de accesibilidad tienen un gran impacto
en la mayoría de los trastornos, pero para la población pobre son enormes.
La crisis socioeconómica por la que atraviesa muestro país afecta y se
constituye en un factor desencadenante de múltiples trastornos psicosociales,
16
Colombani, Ma. Cecilia, La locura: una lectura desde los procesos de territorialización y
desterritorialización.

28
con un alto grado de disgregación social, donde la población cuenta con escasos
recursos para la contención de las personas con problemas mentales.
Por su parte, en el año 2002, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
informó que 400 millones de personas en el mundo tienen problemas mentales
o psicológicos, una de cada cuatro personas que busca atención médica lo hace
por trastornos mentales
En ese mismo año, en Argentina, casi 100 mil personas estaban
internadas en instituciones totales: 23 mil en hospitales psiquiátricos estatales y
Colonias, alrededor de 13 mil internadas en clínicas psiquiátricas privadas, 25
mil menores en hogares de menores y reformatorios, cerca de 40 mil adultos
mayores internados en geriátricos. La gran mayoría de estas personas están
privadas de sus derechos humanos básicos fundamentales: el derecho a la
libertad, a la salud que fue violado cuando fueron mal atendidas generando la
internación y custodia. Pero, además, viven sin derechos desde la institución en
la que se encuentran porque las condiciones de internación suelen privar a estas
personas de la misma conciencia de ciudadanía, de la capacidad para reclamar
por sus derechos.
Esta población es la más pobre del sistema, son los excluídos sociales que
a su condición de pobreza económica se le suma tanto la pérdida de derechos de
identidad ciudadana, como la de recursos psíquicos para saber y poder
reclamar.
“El manicomio es un lugar para los locos pobres, el único reloj es la
pastilla y la comida, la vida de sus habitantes está marcada por el ocio, el
abandono familiar, la discriminación y el olvido. Así, se da este doble
ensañamiento, se nos castiga por locos y por pobres, y no se puede salir del
manicomio porque no hay dónde, no hay con qué, no hay casa, y generalmente,
tampoco familia. Miles y miles de mis compañeros no pueden contar esta
historia. Siguen caminando todavía en un patio infinito, sin hora, sin
almanaque, sin tiempo. El manicomio no cura sino que enferma. El que tiene
suerte, sobrevive y si se tiene mucha, pero mucha suerte, algún día se sale.”17

Por lo tanto, no gozar de buena salud mental y encontrarse en situaciones


de pobreza constituyen la combinación suficiente para que la estadía en el
17
Wagner, Marisa. Ex interna del neuropsiquiátrico “Colonia Montes de Oca”. Autora del libro de
poesías “Los Montes de la Loca”.

29
hospicio se prolongue y perpetúe para siempre. Y, si tras largo años de
institución se le da el alta, el problema pasa a otro nivel, comienza el proceso de
desinstitucionalizacion, difícil pronunciarlo al igual que realizarlo, del paciente
siendo, “más fácil sacar al paciente de la institución que la institución del
paciente”, así lo afirman todos los entrevistados
La Psicóloga consultada dice que “al paciente hay que abordarlo como
sujeto con una historia, que piensa y siente y no como objeto”. Sin embargo, en
esta coyuntura es muy difícil que se reconozca al otro en su propia dimensión
de sujeto. El aparato de salud al que está sometido no le garantiza una buena
calidad de vida, y ni siquiera la vida.
Estas características tornan al manicomio en una institución ahistórica.
Actualmente, y al igual que en el siglo XIX, se presenta un fuerte vínculo entre el
poder médico burgués y el paciente loco y pobre, y viceversa. Tal poder se
absolutiza porque el médico se encuentra frente a pacientes sin derechos civiles,
sin familias, recluídos y pobres.

Dentro del Hospital “Dr. A. Korn”, los internos psiquiátricos están


distribuidos fundamentalmente en dos Servicios: el de agudos y el de crónicos,
lo que da cuenta de las limitaciones del servicio que pueden ofrecer estas
instituciones a una persona con padecimiento mental.
“Tal vez habría que aclarar los conceptos, a mí no me gusta la palabra ni
rehabilitación ni crónicos, porque significa que no pueda cambiar su posición
frente a lo que le pasa. Por lo general crónico se toma como que siempre va a
estar igual, que es para siempre, para mí lo que no va a variar es que es un
psicótico, pero no su posición frente al padecimiento”.18
“Las prácticas manicomiales que implican una cronicidad del paciente
(largos períodos de internación, que dificultan la externación de un juicio
mental) producen en él lo que se denomina desculturación es decir un
desentrenamiento, que lo incapacita para encarar ciertos aspectos de la vida
diaria en el exterior. De hecho, la eficacia de la institución manicomial ya viene
cuestionada a lo largo de la segunda mitad del siglo”19.

18
Entrevista realizada a la Psicóloga Claudia Perinchisky
19
Goffman, Erving. Op.Cit. pg. 28

30
A partir de las prácticas realizadas en el Hospital “Dr. A. Korn”,
compartimos la percepción con la del Dr. Moffatt, quien, en base a sus
experiencias en los hospitales neuropsiquiátricos Borda y Estévez, concluye que
"el paciente no posee nada de sentido como propio, ni siquiera su propia ropa,
es un mundo uni-sexual. Las salas con las camas en largas hileras no permiten
la reconstrucción de grupos primarios".
En el manicomio esta impedida la privacidad, prevalece una intimidad
vigilada. No hay lugar para que alguien esté a solas consigo mismo, a veces con
la excusa del control necesario, se anulan las puertas en los baños. También
describe a las camas como la única porción de espacio que es reconocida como
propia. El espacio interior de ésta es donde encuentra una forma de privacidad
Advierte que si cada uno es lo que posee, el estado de desposesión de
objetos personales debilita la representación de quien cada uno cree ser. La
expulsión familiar contribuye a tal estado o a tener a la locura como única
posesión. Moffatt constata que estar loco es, para la sociedad, estar muerto.
Asimismo, entiende que la amputación más dolorosa es la de la dignidad.
El internado se siente una cosa. Algunos se adaptan, hacen lo que espera que
hagan: comienzan a comportarse como locos buenos, obedientes, respetuosos
de las reglas manicomiales. Sin embargo, por experiencias narradas por
personal de la institución, los pacientes que tienen la oportunidad de salir, por
algún evento especial, se sacan el "traje de locos", del cual vuelven a hacerse
cargo a su regreso a la misma.
El loco es el que no tiene lugar. Cuando aparece alguien con otro modo de
sentir, de pensar y de expresar se consideran que ya no tienen un lugar en la
sociedad, quedando fuera, armándose para él otro algo: el manicomio, lugar
donde se cristaliza la locura. La Psiquiatra asevera que “hay algunas conductas
que sí implican una gravedad o riesgo tanto para el paciente como para quienes
lo rodean, pero también sabemos que el riesgo está afuera del manicomio. En
este momento, locura es romper proyectos, futuro y aparecen brotes, entonces,
dónde empieza la locura, quién la produce”.

Se sostiene que vivir con una enfermedad crónica significa tanto la


aceptación y reconocimiento de inhabilidades como la posibilidad de su
transformación. Sin olvidar que alguna de las limitaciones existentes en estos

31
pacientes son compatibles con la convivencia cotidiana/social. Esto implica
resignificar el lugar que el padecimiento psíquico tiene en la vida en comunidad.

Parte Segunda:
Desmanicomialización: inicios de un cambio

2 Crisis del Modelo Manicomial

Desde una visión crítica hacia la institución manicomial, esta


investigación se condice con nuevas concepciones sanitarias que indican
prácticas alternativas a las fuertemente instituídas políticas manicomiales. En
este marco, se tienen en cuenta dos transformaciones político-sociales que
hacen a la configuración de un nuevo escenario dentro del ámbito de la salud
mental: por un lado, el Estado Post Benefactor, o Post Social que pone en
crisis las políticas públicas de Salud que protegían a los grandes hospitales
neuropsiquiátricos. Y por otra parte, dentro de las formas de abordar un
tratamiento psiquiátrico, está en crisis la idea del encierro asilar como práctica
terapéutica de los que padecen una enfermedad mental.
Con respecto a la primera transformación vale hacer una aclaración. Si
bien las políticas de desinstitucionalización aparecen en pleno Estado de
Bienestar, mediados del siglo XX, como políticas de desmanicomialización, en
la actualidad, donde imperan las políticas neoliberales y donde se ha vivenciado
un “deshuase” del aparato estatal, tal concepto es redefinido. Con esto quiero
decir que a nivel político y económico cerrar los manicomios en los años ‘60 no
significa lo mismo que cerrarlos en los ‘90.
Escapa a los objetivos de este trabajo ahondar en ese aspecto por lo que
me limitaré a desarrollar los orígenes y prácticas de la idea de
desmanicomialización, apelando a experiencias concretas, sin dejar de deslizar
una mirada crítica y cuestionadora hacia las prácticas médicas hegemónicas.

32
Con el siglo XX comienzan los cuestionamientos al manicomio y al
Modelo Médico que éste aplica. Foucault llama a tal acontecimiento “primeras
reacciones antipsiquiátricas”, haciendo referencia al Psicoanálisis, que postulará
la etiología de las enfermedades mentales en relación con conflictos psíquicos.
Al mismo tiempo modificará fuertemente las prácticas propias del campo: se
pasará del modelo asilar (con funciones de control, encierro y clasificación) al
modelo del “tratamiento por el espíritu”. Por último, se cuestionará el poder
discrecional del médico, base del tratamiento moral pineliano.
El autor afirma que “Se puede avanzar en la hipótesis de que comienza
la crisis y la época, apenas todavía esbozada, de la antipsiquiatría cuando se
tiene la sospecha, y muy pronto la certeza, de que Charcot producía de hecho la
crisis de histeria que describía. Es un poco el equivalente del descubrimiento
realizado por Pasteur de que el médico transmitía las enfermedades que
pretendía combatir. Parece en todo caso que todas las grandes conmociones que
han sacudido la psiquiatría del siglo XIX han puesto en cuestión esencialmente
el poder del médico, su poder y el efecto que producía sobre el enfermo más que
su saber y la verdad de lo que decía sobre la enfermedad. Se puede decir con
más exactitud que lo que ha sido cuestionado, desde Bernheim hasta Laing o
Basaglia, es el modo cómo el poder médico estaba implicado en la verdad de lo
que decía e inversamente el modo cómo ésta podría ser fabricada y estar
comprometida con su poder”.20
Para Foucault, la antipsiquiatría pretende conferir al individuo la tarea y
el derecho de llevar su locura hasta el límite, en una experiencia a la que los
otros pueden contribuir, pero nunca en nombre de un poder que les sería
otorgado por su razón o su normalidad. La antipsiquiatría intenta separar las
conductas, los sufrimientos, los deseos del estatuto patológico que se les había
conferido, liberándolos de un diagnóstico y de una sintomatología que no tenían
simplemente un valor clasificatorio sino también un carácter de decisión y
decreto. El propósito es invalidar la retranscripción de la locura en la
enfermedad mental que se emprendió en el siglo XVII consumándose en el siglo
XIX.
Hacia la década del ’60, en Europa, y en el marco del Estado de
Bienestar, surgirá la segunda reacción antipsiquiátrica, que centrará sus

20
Foucault, Michel. La vida de los hombres infames. Edit. La Piqueta, Madrid, 1990. pg. 74-75

33
cuestionamientos en la medicalización de la vida humana, proponiendo un
nuevo status para la locura, que ya no será pensada como “enfermedad” sino
como modo de expresión de la singularidad humana. La antipsiquiatría
promueve una salida del espacio manicomial, su destrucción sistemática,
mediante un trabajo interno, se trata de transferir al enfermo mismo el poder de
producir su locura y la verdad de su locura más que de intentar reducirla a cero.
Los procesos de crítica asilar y reforma psiquiátrica desplazan el centro de
gravedad desde el hospital psiquiátrico al trabajo con la población afectada,
dando lugar a nuevas formas institucionales.

Sin embargo, esta corriente es un tanto extremista ya que culpa a la


familia como el único agente responsable de todo padecer mental del sujeto,
punto altamente objetable, así como también niega la existencia de la
enfermedad mental.

"La anti-psiquiatría ha ido mucho más allá de la crítica del manicomio


para negar incluso la existencia de la enfermedad mental, de los psiquiatras y de
los medicamentos, basándose en que no existen anomalías biológicas en el
cerebro de los enfermos mentales, al mismo tiempo se contradicen cuando
afirman que los medicamentos provocan daños en el cerebro y sostienen que las
supuestas enfermedades mentales no son mas que situaciones “normales” que
desarrollan las personas para defenderse de un ambiente social y sobre todo
familiar, que es el culpable de todo, es decir para estos la causa de una supuesta
enfermedad mental es exclusivamente social.
Detrás de la antipsiquiatría hay un falso humanitarismo, una
pseudociencia y un conjunto de prácticas pseudomédicas peligrosas e ideas que
son totalmente cuestionables y erróneas ya que se basan en razonamientos
falaces y contradictorios como son la negación de ciertas enfermedades que hoy
por hoy son realidad en el ámbito de la biología(…)La peligrosidad de la
antipsiquiatría radica en que defiende que no debe intervenirse en el curso de la
enfermedad mental, dejando que ella misma llegue a un desenlace y el individuo
"se cure" espontáneamente, sabiendo que durante el curso de determinadas
enfermedades, como por ejemplo la esquizofrenia, existen riesgos reales y
completamente demostrables de autolesiones, llegando incluso al suicidio, y

34
riesgo de agresión sobre otras personas. Existen medios muy eficaces de aliviar
el sufrimiento y el riesgo y lo verdaderamente humanitario es aplicarlos.” 21

De este modo, la segunda posguerra brinda el escenario en el cual se


desarrollan vastas investigaciones en el campo sociológico cuyo propósito es
transformar las ideas y relaciones que instituyen y rigen la psiquiatría asilar.
Estas formas, movimientos o tendencias, son producto de una profunda
revisión, que se estructura en diversas propuestas y acciones. Para Galende, esto
se debe a que, entre otros causantes, el conflicto bélico dejó a gran cantidad de
individuos con necesidades de atención psiquiátrica a la vez que generó un
crecimiento de las posiciones humanistas.

El proceso de reformas de la atención psiquiátrica se basaba en una serie


de principios: el cierre definitivo de los manicomios, considerando al asilo como
el núcleo central de la atención psiquiátrica y responsable de la relación
autoritaria y custodial que la misma instauraba. La creación de redes para la
atención y prevención de salud mental, a través de Centros Periféricos, servicios
comunitarios, etc. La participación de profesionales de diferentes disciplinas a
fin de instrumentar acciones interinstitucionales e interdisciplinarias. Al mismo
tiempo, se trataba de modificar los criterios psiquiátricos tradicionales
centrados en el diagnóstico de enfermedad hacia criterios basados en la salud.

Para alcanzar tales principios era necesario que el paciente, su familia y la


comunidad participaran del proceso de atención. El propósito era doble: por un
lado, maximizar el uso de los recursos de salud del paciente y su comunidad
para el tratamiento y, por el otro, obtener un control participativo sobre las
decisiones que le concernían y el tratamiento que le afectaba

La mirada con respecto a la enfermedad mental y sus causantes se


amplía, aparecen en escena factores sociales como determinantes en el proceso
de construcción y cura del enfermo mental. Se comienza a cuestionar la
categoría de enfermedad incorporando la complejidad existencial del sujeto y la
noción de conflicto humano. Se cuestiona a la medicina como única disciplina
21
“La antipsiquiatria, movimiento humanitarismo o peligrosa pseudociencia”
www.antipsychiatry.org/español.htm, octubre de 2003.

35
para abordar la cuestión temperamental y se empieza a incorporar a otros
profesionales, de otras especialidades, que piensan con otros criterios la
cuestión.
En aquel momento, la principal crítica que se efectuaba era sobre el
reduccionismo que se hacía cuando solamente se encaraba esta problemática
desde la medicina, y que sólo se hablaba de enfermedad mental. Y también que,
desde esa perspectiva, se avasallaban los derechos de los enfermos,
sometiéndolos a la marginalidad, a la segregación, internándolos en
instituciones asilares manicomiales. Se fue pasando de considerar la
enfermedad mental desde un punto biologicista, organicista clásico a una
concepción pensada desde una perspectiva más amplia, de lo psiquiátrico a lo
patológico, comenzando a pensar en términos de salud mental, concepto más
integrador que el de enfermedad.
En consecuencia, al hablar de salud mental ya no se piensa al individuo
solo, aislado sino a todo su entorno social y a la comunidad a la que éste
pertenece. Se piensa al hombre como una unidad bio-psico-socio-cultural que
puede ser abordada desde diferentes disciplinas e interdisciplinariamente. Es
un concepto integral porque rompe con las falsas antinomias: salud-
enfermedad, salud mental-salud física, individuo-sociedad, articulando a la
salud mental con la salud en general y planteándola como un producto social. La
salud mental está definida en su especificidad por la comunidad, en relación con
su historia, con sus tradiciones, con los valores, con las diferentes subculturas,
niveles educativos y socioeconómicos.
El doble carácter, social y biológico, del proceso salud-enfermedad
significa reconocer la especificidad de cada uno de estos factores y, a su vez,
analizar la relación que guardan entre sí. Esta dualidad se manifiesta en el
grupo, más que individualmente, es el proceso colectivo el que determina las
características sobre las cuales gravita la variación biológica individual. Es decir,
al reparar en cómo el proceso biológico se da en la sociedad se recupera la
unidad entre “la enfermedad” y “la salud”, variables dicotomizadas en el
pensamiento médico clínico.
Galende hace alusión a diferentes tendencias teóricas en torno a la Salud
mental. A los fines de este trabajo se pueden mencionar dos. Por un lado, las
teorizaciones a partir de intervenciones comunitarias e institucionales que

36
surgen de reformas profundas de lo psiquiátrico por diversos movimientos
sociales o políticos de posguerra como lo son: la psiquiatría comunitaria en
E.E.U.U., la creación del Sector en Francia, las socioterapias de Rapport y las
comunidades terapéuticas de Jones. Por el otro, las teorizaciones desarrolladas
por los movimientos de desinstitucionalizacion como la antipsiquiatría inglesa
de Ronald Laing y David Cooper y el movimiento de psiquiatría democrática
iniciado por Franco Basaglia en Italia. La llamada antipsiquiatría apuntó a
suprimir el asilo, a eliminar la noción misma de enfermedad mental. Estos
propulsores de la psiquiatría comunitaria cuestionaban la existencia de las
instituciones psiquiátricas y sus prácticas existentes -instituidas-, a la vez que se
basaban y apoyaban los valores positivos que resignificaban la problemática de
la salud mental.
La mirada sociológica corre el eje de atención en el estudio sobre las
concepciones acerca de la locura y el reduccionismo biológico al cual se
subyugaba al “loco”. Ahora, se apunta a reconocer a los factores sociales como
determinantes en todo proceso de construcción del enfermo mental. Al respecto,
E. Menéndez afirma que donde los psiquiatras ven enfermos o diferentes a ser
controlados, aun para cuidar a la sociedad de la locura, como lo reconocía
Esquirol, no ven el problema del conjunto. Son los científicos sociales los que
comenzarán a dar cuenta en términos teóricos de la diferenciación a medida que
ésta necesita ser reconocida como tal.
Autores como Foucault, Goffman y Becker, entre otros, teorizaron sobre
los conjuntos desviados y diferentes, y los procesos de rotulación-
estigmatización y etiquetamiento. Las nuevas conceptualizaciones referirán la
problemática a los conjuntos sociales y a la estructura social que determina la
presencia de éstos.
La presencia del estigma (mirada esteriotipada y prejuiciosa que la
sociedad tiene sobre el enfermo mental) en el discurso simbólico surge a partir
de que “el loco” entra en una dimensión donde la contradicción de la
enfermedad, de la desviación de la norma, está fijada en la definición científica
de un status de anormalidad (como si la norma fuese la salud absoluta, la
rectitud y la honestidad social absoluta) con la que se garantiza el orden público
y la fidelidad a las reglas que lo definen”.22 Es la sociedad construye sus normas

22
Basaglia, Franco. Utopía de la realidad

37
y es la misma sociedad que sanciona y sentencia a quien las transgrede.
Siguiendo la línea de Goffman, el psiquiatra norteamericano T. Szasz
radicaliza la idea del “etiquetamiento”. Para este autor, que se enmarca dentro
de la corriente crítica de la psiquiatría, toda enfermedad mental es etiquetada y
esto se relaciona con “los procesos de psiquiatrización de la sociedad y de las
relaciones sociales”. Afirma que la sociedad homogeniza a los conjuntos y
reprime a todo aquel que se desvía de los mismos.
“Esta corriente crítica ubicará a la psiquiatría hegemónica como
etiquetadora, y el rol del psiquiatra como técnico que, a través del diagnóstico,
ejerce el “control social”, emergiendo las instituciones asilares como los espacios
instituídos y legitimados para el ejercicio de ese control”.23 Es interesante la
observación de Menéndez quien asegura que las instancias ideológicas, sociales
y técnicas conforman una unicidad que es la que instituye este proceso de
etiquetamiento como “inconsciente”.
Cuando la persona es internada en el manicomio se la rotula como
“enferma”, la institución le impone una nueva identidad, la que ella quiera,
despojando al individuo de su yo anterior.
La psiquiatría italiana tendrá como cara visible al Dr. Franco Basaglia
quien caracteriza a las instituciones psiquiátricas como “instituciones de la
violencia”, y considera que la institucionalización es el verdadero problema de la
“estigmatización”. Basaglia afirma que en el manicomio se manifiesta la
violencia ejercida por los que están de parte del sistema, sobre los que están
bajo su dominio. En aquel lugar, la subdivisión de roles expresa una relación de
opresión y violencia entre poder y no poder, materializándose en la exclusión de
los dominados.
Faraone, siguiendo la teoría de Basaglia, asegura que en psiquiatría la
rotulación se dará a través del “diagnóstico”, creándose a partir del momento en
que “se le imprime a alguien” una situación estigmatizante que desde el
imaginario social constituye un símbolo etiquetando al que lo recibe como
“distinto de lo que una sociedad ha elaborado como normal”, produciendo un
circuito de segregación y marginación social del cual no puede escapar.
Por lo tanto, el diagnóstico hace socialmente visible, y en consecuencia
juzgable, el padecimiento mental. Tiene un efecto clasificatorio sobre las
23
Faraone, Silvia. Desinstitucionalización, un debate: ¿Propuesta tecnocrática o propuesta alternativa?
Documento de la Cátedra: Psicología Forense. Universidad Nacional de La Plata.

38
personas como mentalmente sanas o enfermas.
Junto a la teoría de la desviación y el etiquetamiento, la corriente italiana
agrega que la estructura económica y productiva son las causas determinantes
de la desviación. Para Basaglia, el concepto de “enfermedad mental” posibilita a
la sociedad segregar y marginar al improductivo. Estar fuera del sistema laboral
implica correr el riesgo de ser rotulado como “diferente” y de ser etiquetado
como “enfermo mental”. Por ello, y focalizando su análisis en las condiciones de
producción social y económica, entiende que los problemas de salud-
enfermedad mental no están definidos por la ideología médica sino por los
sistemas socioeconómicos. Desde ese punto de vista, la enfermedad mental
adquiere un significado diametralmente distinto según el nivel socioeconómico
del enfermo, por lo que la enfermedad en sí (en tanto entidad mórbida) no
determina la condición de “enfermo mental”.
También Szasz, pensando en la sociedad norteamericana, sostendrá que
una de las funciones del psiquiátrico será la de contribuir a la disminución de la
reserva nacional de desocupados. Para el autor, las estructuras del poder
político-económico generan la enfermedad mental quedando la persona
excluída, marginada del sistema, sin poder reingresar en éste.
Szasz radicaliza su pensamiento al decir que el concepto “enfermedad
mental” es un mito construído socialmente, “una metáfora que
equivocadamente se ha considerado un hecho real”.
La antipsiquiatría británica vendrá de la mano del psiquiatra David
Cooper quien será consecuente con las ideas anteriormente expuestas. Cooper
se preguntaba ¿Cómo se lleva a cabo esta revolución de la psiquiatría?, la
respuesta, expuesta a continuación, explica el carácter explosivo de su
movimiento: “Simplemente politizando la locura, terminando de una vez con la
concepción romántica de la misma. Convenciendo a la gente para que acepte su
propia locura sin temor. Hay que recuperar a la locura como una propiedad
social común (¿De qué modo?), antes que nada mandando al carajo a los
expertos, cortando la cabeza a los psiquiatras. En mi libro lo digo muy
claramente. Los psiquiatras sólo tienen dos alternativas: o se suicidan o habrá
que liquidarlos. Lo cual se significa al margen de toda metáfora, que si quieren
salvar a los pacientes, deben decidirse a abandonar su práctica

39
espontáneamente; de lo contrario, nos veremos obligados a hacérselas olvidar
por la fuerza”.24
Concluyendo, profesionales como Szasz, Laing, y Cooper procuraban una
horizontalidad en las relaciones dadas entre técnicos, profesionales, enfermos,
borrar las diferencias y deshacer la relación de verticalidad que implicaba el
saber médico o psicológico sobre el enfermo mental, llegando a negar, incluso,
la presencia de la enfermedad.
Por su parte, Galende, con una mirada menos radical a la anterior, y en
su crítica al modelo médico, no niega que exista la enfermedad mental por lo
que asiente la presencia tanto de especialistas que traten a las mismas y a las
personas que las padecen como la aplicación de medicación. Sin embargo
promueve y lucha para que los psicofármacos no sean una hegemonía en la
intervención. A su vez, si bien está en contra de la institución manicomial y sus
prácticas alienantes, apoya la presencia de instituciones alternativas que
contribuyan a devolverle a la persona su integridad en tanto tal.
En Argentina, Fernando Fabris25 se suma a la idea de que el orden social
es la principal causa de producción de enfermedad mental. La acción que como
sujetos realizamos se nos aparece como producto de una capacidad extraña,
ajena o como una potencialidad externa. Desde la perspectiva de la psicología
pichoniana el orden social y particularmente las relaciones sociales de
producción son la principal causa en la producción de la enfermedad mental.
Pichón Riviere decía que “el paciente es el alcahuete de la subestructura
de la cual él se ha hecho cargo como consecuencia de técnicas de segregación o
marginalidad (internación en el psiquiátrico). El enfermo mental es el símbolo y
depositario del aquí y ahora de la estructura social. Curarlo es transformarlo o
adjudicarle un nuevo rol, el de agente de cambio social”.
Los cuadros predominantes son hoy los signos emergentes de la amenaza
a la exclusión del orden productivo, así como de los “fracasos” de adaptación
respecto a los prototipos sanos que nos ofrece el capitalismo de fin de siglo: un
trabajador polivalente, rápidamente adaptable y con conductas de estrés
continuo.
Las relaciones sociales que determina la economía actual bajo las formas

24
¿Lo/cura el encierro?, revista La Horda Nº 4, abril de 1995, Buenos Aires.
25
Entrevista realizada a Fernando Fabris, “La desmanicomialización bien entendida”, en
www.espiraldialectica.com.ar

40
de competencia, de la explotación y de la lucha de clases ofrecen al hombre una
experiencia de vida alienante y contradictoria. Este cuadro se potencia y agrava
en el hospital psiquiátrico porque éste no hace más que reproducir las
relaciones de poder que se desarrollan en el campo social. Se puede pensar,
entonces, a tal institución como el síntoma de una sociedad enferma que no
reconoce ni se reconoce en la práctica del loco
La mayoría de nosotros no está inmerso en una institución manicomial,
pero si en otras que muchas veces nos hacen sentir sin horas, ni tiempos,
alienados, siendo un encierro más sofisticado. Por eso, al hablar de las
condiciones de producción de la salud/enfermedad hay que observar también
esos espacios sociales, las instituciones que compartimos, la forma de
relacionarnos y darnos cuenta que muchos de esos lugares y formas sociales nos
generan patologías. Las personas que, finalmente, enferman son los portavoces,
los “chivos expiatorios” de esas interacciones y espacios vinculares. Nuestra
problemática y la de nuestro entorno nos remiten a la complejidad del orden
social, espacio donde se produce la locura.

2.1 Crítica al MMH y Desmanicomialización

El manicomio genera un mecanismo de segregación, pero ésta no nace en


el hospicio sino mucho antes, en los tejidos vinculares que el sujeto fue
construyendo a lo largo de su vida; con su familia, amigos, en el barrio, en la
escuela y que termina en el internamiento a falta de una contención previa. Con
ello quiero expresar que es el factor social uno de los principales determinantes
del destino que tiene la persona que padece sufrimiento mental. La sociedad
genera muros simbólicos que impiden ingresar al status de “normal” a todo
aquel que no piensa y actúa como la mayoría y que no es funcional al sistema.
En consecuencia, se comienza a pensar en la necesidad de nuevas
configuraciones en salud mental y, junto a ellas, las vinculadas con políticas de
desinstitucionalización manicomial, y su problemática y compleja articulación
con la clínica, entendida como una práctica individual y descontextualizada de
la realidad social, asociada a una visión atomista de la misma. El concepto de

41
desinstitucionalización surge históricamente ligado al de la salud mental
comunitaria. Supone el cuestionamiento del manicomio como institución
custodial y generadora de patología, y el desarrollo de una red asistencial
alternativa ubicada en la comunidad.

Es importante aclarar que la tendencia a la desinstitucionalización que


muestra la legislación vigente, (la Declaración de Caracas en 1990, los
principios para la protección de las personas que padecen enfermedades
mentales y para el mejoramiento de la salud mental en 1991) no implica el
cierre abrupto de los manicomios, ya que hay pacientes que por la severidad de
su patología o por la falta de continencia familiar deben ser internados en una
institución. Sin embargo, se sugiere que en la comunidad se abran lugares
alternativos para su tratamiento.

Los procesos de salud-enfermedad suponen la construcción de saberes y


ejecución de prácticas que no pertenecen sólo al patrimonio médico cientificista.
También, diferentes actores, insertos en distintos campos sociales e incluso
dentro del mismo campo, han intervenido en esta construcción, se han
apropiado, reelaborado y reinterpretado estas formas de pensar y hacer.
En el campo propio de la salud, hay un conflicto continuo entre los
actores por legitimar sus propias ideas y prácticas médicas, diferentes visiones
sobre cómo abordar el proceso salud-enfermedad y la problemática de la salud
mental. Pugnan por dominar el capital específico del campo, hegemonizar su
mirada y ordenar la realidad en función de sus intereses y creencias

Es en este proceso de carácter cognitivo-valorativo, pero también


ideológico político, en el que se constituyó el Modelo Médico Hegemónico
(M.M.H.) de saber y prácticas en relación con los problemas de salud-
enfermedad. El MMH se presenta como una de las dificultades en la
implementación de políticas tendientes a la desinstitucionalización.
De este modo, existe entre ambos grupos de actores una tensa relación y
constante lucha por la producción, apropiación, reproducción y resignificación
de sentidos, que articulan procesos sociales, económicos, políticos ideológicos,
jurídicos, cognitivos, etc. Cada actor quiere imponer y ejercer el monopolio de
su verdad a través de diferentes prácticas que generan relaciones de poder y

42
saber.
Foucault asegura que no hay poder sin saber, y que no hay saber que no
genere prácticas de poder. “Estamos sometidos a la producción de la verdad
desde el poder y no podemos ejercitar el poder más que a través de la
producción de la verdad. El poder no cesa de preguntarnos, institucionaliza la
pesquisa de la verdad. Estamos sometidos a la verdad en el sentido en que la
verdad hace ley, elabora el discurso verdadero que decide, transmite efectos de
poder. Somos juzgados, condenados, clasificados, obligados a competir,
destinados a vivir o a morir en función de discursos verdaderos que conllevan
efectos de poder”.26
Desde sus inicios, el paradigma clínico psiquiátrico hegemonizó su
mirada y forma de intervenir sobre el campo de la salud, enfatizando el
diagnóstico individual, descontextualizado de la realidad social que atravesaba
al actor. La mirada clínica ejerce un poder que instaura el saber acotado y
específico del clínico sobre la enfermedad, conocimiento que no es compartido
con el paciente. El predominio clínico se desliza hacia el MMH, el cual enfatiza
lo curativo, el diagnóstico, la relación asimétrica profesional de la salud-
paciente, enfoque individual reduccionista, poca atención a variables sociales,
etc.
Es el MMH el que prevalece en el hospital neuropsiquiátrico, donde
coexisten el mandato curativo y el de custodia, la práctica asistencial como eje
de atención y el predominio del psicofármaco y la psicoterapia como modos de
abordaje terapéutico. Se concibe a la enfermedad mental como producto de
trastornos biopsicológicos. Excluye lo diferente, lo desviado de la norma social a
fin de preservar la unidad del conjunto, se confina y castiga al hijo indeseado de
la sociedad. Así, la respuesta a los problemas de salud mental se sigue
centrando en el hospital psiquiátrico, la institucionalización y la custodia, el
tratamiento farmacológico, la marginación y exclusión del sujeto.

Sin embargo, dentro de la misma institución, y fuera de ésta, emerge un


abordaje contrahegemónico, miradas que intentan desterrar la aplicación de tal
modelo asilar promoviendo el cierre definitivo de la institución manicomial y la

26
Foucault, Michel, Microfísica del poder, Curso del 14 de enero de 1976, Edit. La Piqueta, Madrid,
1992. pg. 40.

43
construcción de modelos de atención extramuros Son prácticas alternativas en
el campo de la salud mental que se fundan en la crítica al orden manicomial.

Se produce así una ruptura con la terapéutica asilar, que generó a nivel
mundial la aparición de este nuevo concepto: desmanicomialización, el cual
alude a un acercamiento a la comunidad del proceso de rehabilitación de los
enfermos con patologías mentales y la abolición de los grandes asilos de
internación.

Desmanicomializar es desestructurar el sistema manicomial, hacia una


nueva forma de atención de la salud mental. Desmanicomializar no es cerrar el
Hospital Público, dejando en la calle a las personas internadas y a los
trabajadores de la salud sin sus puestos de trabajo, tampoco es privatizar la
atención de la salud pública. Desmanicomializar no es sobremedicar, ni
encerrar, ni segregar, ni ejercer ningún tipo de violencia ya sea física, psíquica o
química sobre el paciente, no es abandonarlos ni desampararlos a las personas y
tampoco es judicializar la internación.

Por el contrario, desmanicomializar es dignificar la atención de la salud


mental transmutando el vínculo entre el profesional y la persona internada
dignificando el trabajo de todos los trabajadores del hospital. El objetivo es
implementar internaciones cortas en hospitales generales o centros de salud
mental procurando la atención ambulatoria y domiciliaria. También se quiere
recuperar los lazos familiares y sociales de los internados brindando más
información, apoyo y contención a las familias. Se procura garantizar la vivienda
(propia y/o familiar o a través de hogares sustitutos, casas de medio camino,
cooperativas de viviendas u otras alternativas, etcétera) siendo necesario para
ello mejorar la utilización y distribución de los recursos económicos. A su vez, se
trata de garantizar el trabajo de los internados (mantenimiento de la relación
laboral; creación de cooperativas, bolsas de trabajo, microemprendimientos y
otros).

El objetivo final es convertir el “manicomio” en un hospital general con


un área de salud mental, buscando nuevas alternativas de tratamiento
consensuar con el paciente un tratamiento adecuado. Transformar el modelo

44
asilar y de reclusión de los manicomios y convertirlos en ámbitos dinámicos
con una mayor interacción entre la institución y la comunidad. La propuesta
está dirigida a generar las condiciones para una resignificación, por parte de la
comunidad, tanto de las instituciones psiquiátricas como de las patologías que
asisten a estas organizaciones. Se propone que los pacientes con diversos grados
de inhabilidad o discapacidad sean abordados a partir de un trabajo de
rehabilitación singular y diferente del modelo tradicional.
La desmanicomialización trabaja en dos planos, el primero hace
referencia a la transformaciones hospitalarias: casas de medio camino para
insertar a pacientes recuperados en la comunidad, hogares de día para la
atención de pacientes de alta, geriátricos con asistencia especial para los
gerontes, casas de huéspedes para pacientes de alta que no han podido
insertarse en la sociedad, etc. Y en un segundo plano, este proceso se refiere al
movimiento global que va a llevar al cierre definitivo de la concepción asilar o
manicomial como única respuesta al malestar psíquico.
Sin embargo, hay muchas voces que cuestionan la instalación de casas de
medio camino argumentando que son nuevos lugares donde se perpetúa la
manicomialización reproduciendo tales prácticas. Además, aseguran que la
única diferencia que existe es que en las Casas de… los pacientes tienen dinero
el cual modifica las relaciones interpersonales haciéndolos sentir incorporados a
la sociedad a través del consumo. “Todas las tentativas de transformación de los
dispositivos caen en la repetición porque el Estado se apropia de las
modificaciones y reinstala y transmite su ideología y valores a través de los
nuevos dispositivos (…) Las intendencias municipales y regionales compren las
casas a los internos, provocándoles una sensación de posesión. Pero surge una
contradicción entre la propiedad y el uso que de ella se hace porque la
comunidad explota a los locos que están afuera del manicomio a través del
poder del consumo”.27
Otro obstáculo que se presenta en este proceso son los trabajadores en
salud, quienes sienten que la reestructuración de políticas puede afectarlos
dejándolos sin empleo. Es decir, la desinformación que existe sobre la
problemática construye la creencia de que podría reducirse el número de
fuentes laborales ante la posibilidad del cierre del psiquiátrico. Cabe señalar que
27
Percia, Marcelo. Ponencia presentada en el 1º Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos
Humanos, noviembre de 2002, Buenos Aires.

45
la formación de este grupo de actores se inscribe en marcos conceptuales que se
orientan a una práctica netamente clínica e individualista.

No obstante, la mayor dificultad tanto en la implementación de las


políticas de desinstitucionalización de los pacientes como en la apertura de las
prácticas de rehabilitación orientadas hacia la sociedad se encuentra,
precisamente, en el núcleo social. La población asocia locura con marginalidad
y peligrosidad, tiene un conocimiento insuficiente acerca de experiencias de
desmanicomialización en nuestro país y en el extranjero, así como de los
diversos intereses que en torno a la misma se entretejen: políticos, económicos,
farmacológicos, gremiales, teóricos, etc. El Dr. Hugo Cohen asegura que mucha
gente reclama lo viejo (manicomios), porque todavía no se le ha demostrado que
lo nuevo es mejor. “Se trata de una transformación cultural que, cuando se
concreta, es sin retorno”.

Por lo tanto, la desmanicomialización es un proceso que necesita, para


evolucionar, producir cambios en las percepciones sociales que existen sobre la
locura. Es necesario generar un consenso en la comunidad sobre la posibilidad
de recuperación de los pacientes psiquiátricos, desechando el prejuicio y la
opción de exclusión, construyendo una nueva cultura hacia lo diferente. Esta
política relaciona al daño psíquico con la vida social. Se incorporan prácticas
sociales no médicas que amplían el espectro psiquiátrico, inaugurando el campo
de la salud mental, como una nueva disciplina.
En consecuencia, y en base a esta reconceptualización del proceso de
salud/enfermedad, se desarrollan en los países capitalistas más avanzados
experiencias de desmanicomialización. Se pueden citar como modelos básicos
de desinstitucionalizacion manicomial a: la Política del Sector en Francia, la
antipsiquiatría británica y la psiquiatría democrática italiana. Esta última es la
más paradigmática y la que pudo realizarse de manera más acabada. Las demás
formas “alternativas” para el tratamiento de la enfermedad mental terminaron
coexistiendo con los manicomios.
Liderada por el Dr. Franco Basaglia, la reforma sanitaria italiana se
inició en el neuropsiquiátrico de Goritzia para seguir en el de Trieste, a pesar de
que había sido precedida por las experiencias institucionales Inglesas y por

46
otras ocurridas en Francia y en Estados unidos.28 También mundialmente
reconocida es la desarrollada Río Grande Do Sul, Brasil. Argentina, en base a
tales antecedentes, aplicó tal política en las provincias de Río Negro y San Luis.

Todas estas reformas, que dan paso a las políticas alternativas en salud
mental, tenían como objetivo modificar el lazo social que la psiquiatría y su
soporte intitucional, el manicomio, había instaurado: un modelo médico de
control/cura, con internaciones prolongadas, cuyo saber y poder sobre el
enfermo estaba monopolizado por el médico. En cambio, se predicaba un lazo
social más humano dando un lugar a la participación del enfermo y la
comunidad.

Sobre este proceso E. Galende dice que en los años cincuenta se va


definiendo el nuevo reordenamiento de lo mental en el mundo. I. Goffman
muestra en EE UU la creación de una nueva patología por el internamiento.
Crecen en todo el territorio norteamericano las socioterapias y las comunidades
terapéuticas, en 1963 llega la ley Kennedy con el Programa Federal de
Psiquiatría Comunitaria. En Francia, con el apoyo del Frente Patriótico, se
promulga la reforma sanitaria y la creación del Sector como una nueva política
en Salud Mental. En Italia, el Frente Democrático reconstruye la organización
de salud e instala las primeras comunidades terapéuticas para luego terminar
con el cierre del Hospital de Trieste y la actual Ley de Salud Mental. “Todo este
movimiento no debe entenderse como despliegue, extensión o modernización
de la psiquiatría, ya que, por el contrario, constituye su crisis, expresada
justamente en su imagen institucional, y ha de llevar a la construcción de un
nuevo modelo de acción, que son las políticas de Salud Mental”. 29

En Italia, en 1978 finaliza el proceso iniciado tiempo antes y que


concluye con el cierre definitivo de los hospitales psiquiátricos, dejando de ser
establecimientos de puertas cerradas. En aquel año se suprimió por Ley toda
nueva internación en los neuropsiquiátricos, que poco apoco fueron
despoblándose.
Este proceso de cambio demandó la participación y articulación de todos
los sectores de trabajadores de la salud mental, psiquiatras, enfermeros,
28
Renata Rocco-Cuzzi, Ley de Salud Mental, Diario Clarín, enero de 1999, Buenos Aires.
29
Galende, Emiliano. Psicoanálisis y Salud Mental, Edit. Paidós, Buenos Aires, 1990. pg.146

47
trabajadores sociales, psicólogos, sindicatos y partidos políticos. Se rompe así
con la idea de Centro Psiquiátrico, en donde un Servicio no es una Sala de un
hospital sino que el Servicio es la Red, en la cual el Jefe de Servicio se ocupa de
consultorios externos, ambulatorios y centro diurno. Ante la imposibilidad de
abarcar todos estos espacios, éste debe coordinar equipos en los cuales su
función no sea la de tomar decisiones, sino la de guiar a la resolución de
dificultades a través del dictado de seminarios para casos específicos, es un
entrenamiento constante y de constante formación. Por eso se dice que la idea
asilar es mucho más cómoda y que para desmanicomializar es imprescindible
crear las condiciones para hacerlo, armar previamente un dispositivo distinto. 30
Simultáneamente a la experiencia italiana, organismos mundiales como
la Organización Mundial de la Salud (OMS) dirigen su mirada hacia el sector de
la salud mental. Recomienda un cambio en los sistemas de atención
psiquiátricas, en pos de la atención comunitaria del enfermo mental, lo que
implicó alternativas de reinserción como devolver al paciente al espacio en el
que se desenvolvía hasta el estallido de su crisis.

El análisis de la evolución de estas propuestas pareciera indicar que la


simple disminución de las internaciones psiquiátricas y la creación de formas
asistenciales alternativas no ha sido una garantía de transformación real de los
supuestos básicos criticados. El manicomio, como establecimiento y dispositivo
institucional, continua hasta nuestros días siendo la respuesta asistencial
hegemónica, es decir como el único referente “legitimado” frente al tratamiento
de la salud/ enfermedad mental.

30
Entrevista a Armando Bauledo, “Sur, manicomio y ¿Cuándo el después?”. www.topía.com.ar

48
La desmanicomialización en Río Negro.

Vale la pena describir brevemente lo sucedido en los hospitales


neuropsiquiátricos rionegrinos a partir de la reforma en el pensamiento-acción
con respecto a la concepción de la salud/enfermedad mental. A pesar de que
nuestro país siguió con la lógica de importación de políticas, en esta
oportunidad la adaptación no fue tan mala y, desde el año 1988, la provincia de
Río Negro comenzó a trabajar para cerrar los manicomios de manera definitiva.

Argentina se agregó al proceso de desmanicomialización en septiembre


de 1991 con la experiencia realizadas en la provincia de Río Negro en donde se
llevó a cabo una reforma psiquiátrica, tomando como referente teórico y
práctico a la desinstitucionalización italiana. El conductor del proceso fue el Dr.
Hugo Cohen.

Con la restauración de la democracia se inició una etapa de


transformación del Sistema de Salud Mental rionegrino. Hasta ese momento la
asistencia psiquiátrica provincial estaba concentrada en un único Hospital
Neuropsiquiátrico. Este Hospital tenía características manicomiales: Institución
Total y como tal alienante y favorecedora de la cronificación de los pacientes,
concentraba además el 90% de los recursos humanos disponibles en salud
mental.

En 1985, con la llegada del Dr. Cohen a la provincia de Río Negro se


ocupa por primera vez el cargo de Jefe de Departamento de Salud Mental
recientemente constituido por las autoridades provinciales. Es entonces que se
inicia un proceso de profunda transformación del sistema de atención
psiquiátrica que tendrá dos hitos fundamentales: El cierre del manicomio en
1988 y la sanción, en septiembre de 1991, de la Ley 2440 de “Promoción
Sanitaria y Social de las Personas que Padecen Sufrimiento Mental”.

La legislación prohíbe la habilitación y funcionamiento de manicomios,


neuropsiquiátricos, o cualquier otro equivalente (público o privado). La
internación se concibe como último recurso terapéutico, intentando

49
continuamente lograr la externación de la persona y su tratamiento
ambulatorio. A su vez, asegura y procura el mantenimiento de los vínculos de
dichas personas con sus familiares y amigos. Y explicita, como fin último, la
recuperación de la identidad, dignidad y respeto de la persona humana con
sufrimiento mental.
La Ley se propone cambiar el modelo tradicional de asistencia
institucional e individual por un modelo de salud mental comunitaria, con un
abordaje socio-familiar, cuyo objetivo es reinsertar socialmente al que padece
un sufrimiento mental.
En la modalidad rionegrina cada usuario es integrado al sistema bajo el
diagnóstico de "sufrimiento mental". Este concepto adquiere un gran valor en
tanto desmedicaliza un fenómeno predominantemente social y resulta una
estrategia en las relaciones intersectoriales y con la comunidad, que moviliza e
identifica un grupo humano altamente comprometido.

Para lograr el cierre del manicomio se persigue la externación de los


pacientes internados, lo cual se inicia en forma sistemática la entrada al
sistema. La elaboración de las normas para la intervención en crisis y la
conformación de los equipos de patrulla, compuestos por choferes, mucamas,
mapuches, cocineros, agentes sanitarios, enfermeros, estudiantes, etc., son
fundamentales para impulsar la transformación que culminara con el cierre de
la institución manicomial.

Por otra parte, se implementan estrategias terapéuticas para resolver


problemas reales y concretos de las personas, como la actividad recreativa en
lugar del psicofármaco. Asimismo, se realizaron gestiones ante los organismos
correspondientes para que el individuo con sufrimiento mental: conservase su
anterior trabajo con el fin de recuperar su autoestima, a la vez de facilitarle el
acceso a viviendas, calzado, alimento, subsidio o pensión.

Es decisiva la conformación de nuevos equipos en los hospitales


generales intentando implicar activamente a los trabajadores de la salud y,
especialmente, la decisión política de internar en las salas comunes a los
usuarios de Salud Mental, compartiendo con clínica médica el sector de camas.
Este hecho generó vastos conflictos, pero fue esencial para la inserción en el

50
hospital general y de esa manera revertir la marginación y depositación en el
manicomio.

Este proceso de cambio sociocultural se conoce como


"desmanicomialización", entendiendo que es posible regenerar la salud mental a
partir de la interacción social concreta en condiciones de horizontalidad de
poder. Es en esta "despsiquiatrización" del tema de la locura a favor de un
abordaje social que aparece la riqueza de los recursos de salud presentes en toda
comunidad.

Por lo tanto, los principios básicos que guiaron esta experiencia fueron
los siguientes: rescatar los recursos de salud presentes en todas las personas,
trabajar con la crisis emocional en el lugar donde se produce (es decir, el equipo
de salud mental opera en el lugar donde el individuo transcurre su vida en
forma habitual), reivindicar los derechos y necesidades cotidianas de las
personas como parte de su salud mental y trabajar sobre los mismos, y sustituir
el concepto de enfermedad mental por "sufrimiento mental", entendiendo que
todos podemos padecerla.31

Nadie está exento de padecer una crisis que afecte su estructura de vida,
alterando su comportamiento social. Para intervenir en el tratamiento de la
persona que sufre una alteración en su psiquismo hay que identificarse con ésta,
reconocer que no es un ser distinto ni opuesto al resto de la sociedad. Hay que
saber que es la misma interacción con la comunidad la que le devolverá su
dignidad. La Ley propone el trabajo de la sociedad para solucionar la crisis de
quienes padecen sufrimiento mental. Se debe evitar la reclusión en los lugares
destinados a los locos, hay que Desmanicomializar.

Para Cohen el afecto fue otro principio que dio sentido y guió la
reforma, sosteniendo que es un elemento clave al momento de entablar un
vínculo interpersonal siendo conductor de toda posibilidad de recuperación.
Aunque aún no se cuenta con el apoyo científico que permita precisar cuáles
son los fenómenos que el afecto despierta en un vínculo terapéutico y de qué
manera poder objetivarlos y sistematizarlos como herramientas de cambio.

31
Estos datos fueron relevados del Programa de Salud Mental de la Provincia de Río Negro, Argentina.

51
La familia es considerada por los profesionales de la salud como el
núcleo afectivo y de contención para el paciente, aunque se considera que los
trastornos neuropsiquiátricos pueden tener antecedentes familiares, o darse en
el marco de un núcleo conflictivo. La mayoría de las familias rompe el vínculo
con el paciente, y la institución pasa a ser el principal espacio de contención
para éstos.
Por lo tanto, el tratamiento familiar es otro factor importante para el
desarrollo del proceso de desmanicomialización. El Dr. García Baradaco, ex
Director del Departamento de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la
UBA, aconseja que debería armarse una Escuela para Familias, para que los
familiares de pacientes trabajen en grupos multifamiliares, a través de charlas
periódicas sobre temáticas, cómo hacer con el paciente en la casa y sobre la
comunicación entre ellos y los pacientes, a fin de que se reconstituya en un
ámbito de contención durante la externación. Estas prácticas son las que se
enmarcan en un modelo psiquiátrico actualizado, dirigido a la atención
comunitaria.

La desmanicomialización debe destruir muros y rejas llegando hasta la


transformación de nuestras propias mentes Una actitud autoritaria es
manicomial, se desarrolla dentro o fuera de las paredes del manicomio. Las
acciones para reducir el estigma social y la discriminación son claves para la
desmanicomializacion”

El proceso de apertura hospitalaria planteado hasta el presente


conceptualiza dos niveles de comunidad: “intrahospitalaria” y
“extrahospitalaria”. La propuesta de desmanicomialización se restringe a la
eliminación de barreras entre ambos niveles de análisis. La noción de derribar
muros adquiere entonces centralidad en este esquema porque apunta a superar
la disyuntiva intra-extra hospitalaria.

El proceso de desmanicomializacion, según Cohen, apunta a producir


transformaciones en las personas, construyendo una nueva cultura para con el
diferente. Para que esto se concrete deben intervenir todos los sectores de la
comunidad junto con sus instituciones siendo parte activa del proceso,

52
construyendo prácticas concretas que posibiliten nuevas alternativas para
atender y reinsertar al sufriente mental.

“Al manicomio se lo deja o se lo cierra. No hay medias tintas tales como


sistema de puertas abiertas o comunidad terapéutica. Si se lo deja, intentando
reformarlo, esa estructura se vuelve a “manicomializar”. Por todo ello, al
manicomio se lo deja o se lo destruye. Nosotros optamos por destruirlo”.

Los manicomios, que durante décadas fueron asilos reclutorios,


tenebrosos, asociado a lo desconocido y al temor, comenzaron a abrirse hacia la
comunidad a partir de las producciones de los mismos internos,
constituyéndose en manifestaciones culturales particulares con una modalidad
de producción, circulación y recepción cultural, separada de los mecanismos y
técnicas del sistema de difusión masiva. El objetivo es abordar la
desmitificación de la locura desde el mismo espacio (el hospital psiquiátrico),
romper con la indiferencia de la comunidad, propiciando la participación a
partir de un trabajo grupal y la muestra de los trabajos grupales.

El punto de encuentro de estas tendencias es transformar los


dispositivos institucionales, considerando que el sistema custodial que se
materializa en el manicomio y el cuerpo de ideas que lo sustentan, niegan y
atentan contra la condición humana, violando los derechos del hombre y
quebrantando su integridad física y espiritual. En base a ello se promueve un
dispositivo antimanicomial basado en la participación del interno en la
sociedad y del involucramiento de esta última en la realidad del paciente,
integración social y comunitaria, atención ambulatoria y no - de discriminación
por el diagnóstico de enfermo mental. La tarea más difícil era
desinstitucionalizar a los enfermos de la atención psiquiátrica, reintegrarles la
condición de ciudadanos, aunque se afirma que es más fácil sacar a los pacientes
de la institución que eliminar la institución que ellos llevan dentro.

Como contrapartida a la contención que ofrece la ciencias médica


(diferentes tipos de “Chalecos”, muros psicológicos, fármacos, etc.), se propone
un trabajo interdisciplinario donde intervengan otras ciencias, como la
antropología, sociología, entre otras, con el propósito de revalorizar la palabra.

53
A su vez, se focaliza en la atención primaria de la salud, dejar de lado las
prácticas individuales y curativas por las preventivas o de Promoción, que
reconocen el origen de la enfermedad en un contexto dinámico, en el que
intervienen multiplicidad de factores en constante cambio.

54
Parte Tercera:
Un intento de aplicación de la política de
desmanicomialización en el Hospital “Dr. A. Korn”.

3 Formación histórica y actual del Hospital “Dr. A. Korn”

Fines del siglo XIX, época de la Federalización de Buenos Aires, el


gobernador de Buenos Aires, Dr. Dardo Rocha, eligió a la ciudad de La Plata
como capital de la Provincia.
El 20 de Octubre de 1883, la Honorable Legislatura de la Provincia
sancionó una ley disponiendo la construcción del “Hospital Barraca” para
hombres y mujeres, el mismo seria emplazado en tierras fiscales, a 10 Km. de la
ciudad.
La obra se emprendió mediante la construcción de “barracas de madera”.
Se preveía cada diez años la destrucción por fuego de las mismas, para impedir
la cronicidad de la infección hospitalaria. La lejanía de la ciudad mantenía el
criterio del aislamiento de los hospitales coloniales. Poco después, el Ministerio
de gobierno, haciendo suyas las palabras del Dr. Alejandro Korn, consideró que
el hospital se había convertido en un depósito de locos, donde se les daba abrigo
y vida material, pero no tratamiento específico, debiendo separarse los pocos
enfermos comunes y dejar todo destinado a manicomio.
Estaba previsto que el hospital tuviera un extenso terreno aledaño para
llevar a cabo su explotación agrícola. Así, se estableció un criadero de aves, se
fomentó la explotación vacuna. Estos servicios de granja eran prestados por
enfermos mentales, lo que da cuenta de que el hospital fue el primer nosocomio
de puertas abiertas del país.
El hospital debería tener un área para enfermos generales (con secciones
para hombres, mujeres y niños) y otra para pacientes psiquiátricos divididos
(según descripción de la época) en “dementes tranquilos”, “agitados”, y
“mujeres”. Se preveía una capacidad total de doscientas camas.
De esa manera, el 24 de Abril de 1884 se habilitaba el “Hospital Barracas”,
ubicado en la avenida 520 esquina 175, de la actual localidad de Melchor

55
Romero, con el nombre de José Melchor Romero. El hospital fue destinado a
“atender los enfermos pobres de solemnidad, sean hombres, mujeres o niños,
atacados por enfermedades comunes o de demencia”.
En su origen, el hospital tuvo por función atender patologías dentro del
campo de la neuropsiquiatría. Luego, se agregaron servicios de atención clínica,
los cuales se extendieron para atender la población de la zona aledaña. Así
mismo, también la institución albergaba enfermos mentales con causas penales.
El 2 de Noviembre de 1897, el gobernador de la Provincia de Buenos
Aires, el Dr. Guillermo Udaondo, le confía la dirección del hospital Melchor
Romero al Dr. Alejandro Korn, quien en su primer informe dirigido al
Ministerio del Interior se refiere a las condiciones en las que encontró a la
institución de la siguiente manera: “aquello no es Hospital, hospicio,
manicomio, ni colonia. Es sencillamente un depósito de locos de ambos sexos,
donde no se lleva tratamiento alguno, no puede seguirse una medicación dada o
apropiada. Allí no hay clasificación patológicas, no existen separados sino los
sexos. La manía parcial, el delirio bajo todas sus formas, la melancolía, los
impulsos, la imbecilidad, todo se confunde y se junta en un solo patio,
dormitorio o comedor, haciendo imposible todo tratamiento y toda esperanza
de mejoría. Es tan malo y tan rudimentario aquello, que puede decirse estamos
retardados más de un siglo, dando a los locos el abrigo, la vida material, pero no
el tratamiento, que ni se ha ensayado. Aquí se recogen los locos, pero no se
curan”.
La gran demanda hizo que se fueran construyendo ampliaciones,
edificándose colonias distantes del edificio principal. El mismo hoy alberga a
1.600 internos, cuenta con 1.500 empleados, sumando casi 2.000 con las
empresas contratadas. Siguiendo con las cifras, en el año 2002 el Hospital contó
con un presupuesto de $ 24.162.488, aunque el gasto devengado ascendió a
$25.674.504. Tal presupuesto decrece año a año al tiempo que aumentan las

demandas en Salud Mental, particularmente.


Alrededor del Hospital se extiende la comunidad de Romero, la cual se
funda y organiza en torno al mismo, sintiéndolo como propio. Sin embargo, no
ocurre lo mismo con la Unidad Penitenciaria Nº 10 que se encuentra contigua al
Hospital.

56
Durante la gestión del Dr. Martín Campos, 1953-1955, el establecimiento
pasó a denominarse “Hospital Neuropsiquiátrico de Melchor Romero”.
En 1972 surge el Club de Rehabilitación como primera instancia
rehabilitadora y con la participación mayoritaria de los pacientes. Al año
siguiente, se bautiza al Hospital Interzonal Especializado Agudos y Crónicos
Neuropsiquiátricos de Melchor Romero con el nombre “Dr. Alejandro Korn”,
como consecuencia de la labor realizada por éste, sus mejoras edilicias en el
establecimiento y la organización del trabajo de los internados para brindar al
nosocomio el carácter de una colonia donde los mismos se dedicaran a trabajos
agrícolas
Cuatro años después se inaugura la Sala Albina, espacio de rehabilitación
para ambos sexos, donde el objetivo es la recomposición de hábitos de higiene y
sociales.
En 1986 comienzan funcionar los talleres y la Granja Protegida
Intrahospitalaria, cuya finalidad es la de contener a pacientes de condición
asilar y con escasas posibilidades de reinserción social, a fin de incluirlos en
actividades terapéuticas.
En 1987 se abre la Casa de Pre-Alta, que funciona en la calle 56 entre 9 y
10, de la ciudad de La Plata. La misma se presenta como una instancia
intermedia entre la institución y el alta definitiva del paciente.
En 1988, y en función de un convenio entre el Ministerio de Salud
bonaerense y la Dirección General de Escuelas, surge el Centro de Formación
Laboral N° 3, en base a la Escuela de Enseñanza Especial N° 537, que
funcionaba dentro de la institución. Esta última tenía como finalidad la
alfabetización de adultos, mientras que al transformarse en Centro de
Formación Laboral, su misión se convirtió en la rehabilitación mediante la
enseñanza y aprendizaje de diversos oficios como, carpintería, albañilería,
confecciones, cuero, servicios, huerta y jardinería, armado de bolsas polietileno,
armado de cajas, armado de sobres y bolsitas en papel, etc.
En 1990 la Sala Albina se transforma en Hospital de Día, admitiendo a
pacientes externados que necesitan mantener un vínculo con la institución. Este
sector trabaja con una serie de talleres terapéuticos destinados a brindar un
apoyo psicológico a los pacientes externados y también a aquellos que llegaron a
la instancia de internación.

57
Además de la distinción institucional entre pacientes agudos y crónicos,
por nuestra experiencia en el hospital podemos realizar y agregar otra
categorización. Por un lado, las personas que desde su nacimiento pasaron su
vida en instituciones: Casa Cuna, Instituto de Menores, Reformatorios,
finalizando en el hospital neuropsiquiátrico. Su ingreso y permanencia en el
hospicio se convierte en una instancia más en sus vidas. Por otro lado, hay
personas que por diferentes motivos llegaron al hospital, padeciendo patologías
leves, y comenzaron a padecer allí un progresivo desgaste físico y psíquico.
“La inserción familiar del paciente es una cuestión importantísima. Hay
un 8% de las familias que visitan a los enfermos crónicos. Se trabaja mucho con
las asistentes sociales sobre esta cuestión de recuperar los lazos familiares. Esto
significó bajar 300 camas del neuropsiquiátrico de crónicos. Generalmente, si
hay una familia que contiene al paciente, éste se interna, se compensa y se va.
Debido al tabú, al miedo, al estigma, la gente deja al enfermo en la casa”,
comenta el Dr. Melía, quien en abril de 1992 asume la Dirección del Hospital,
en el cual trabaja hace 30 años, primero como enfermero y luego como parte del
personal médico.
“El director se ocupa sobre la atención y la calidad de vida que se brinda
al paciente, para que cada vez estén mejor. Históricamente, todos los directores
duraron entre un año o dos. Es un hospital muy complejo, difícil”. 32
Según la información suministrada por el Ministerio de Salud de la
Provincia de Buenos Aires, el establecimiento está orientado al diagnóstico,
tratamiento y rehabilitación de pacientes con patologías psiquiátricas. “Atento a
su capacidad y perfil de equipamiento le permite cubrir las especialidades
relacionadas con la psiquiatría con alto grado de complejidad tanto en
consultorios externos como en internación. Cuenta con odontología y servicios
de diagnóstico y tratamiento (radiología, laboratorio, etc.). Tiene servicio social,
rehabilitación y de urgencia las 24 horas, medicina preventiva y sanitaria.
Cuenta con docencia no universitario, universitaria, y becas para residentes en
distintas especialidades. Su área de influencia sobrepasa a la población de los
partidos de la correspondiente región sanitaria, siendo centros de referencia
provincial”.

32
Egidio Melía, Director del Hospital “Dr. A. Korn”.

58
En consecuencia, y en líneas generales, el Hospital podría dividirse en
cuatro grandes sectores. Psiquiatría y Psicología Médico-Asistencial; Psiquiatría
y Psicología Médica y Rehabilitación; el área Médico Quirúrgica y el Servicio de
Externación

1. El área de Psiquiatría y Psicología Médico-Asistencial está


compuesta por:
-Servicio de Atención en Crisis (SAC): cuyo objetivo es reducir el tiempo
de internación, evitar el hospitalismo y actuar como preventor
primario.
- Agudos: las salas de agudos se refieren a internaciones con un
máximo de 90 días.
- Consultorios externos: se refieren a visitas psiquiátricas y
psicológicas.
- Servicio de Alcoholismo: el cual se constituye a mediados de la década
del ’70 consecuencia de la gran afluencia de personas que declaraban
tener esta enfermedad.

2. El área de Psiquiatría y Psicología Médica y Rehabilitación,


conformada por 17 salas de internos crónicos. Cada sala tiene un
médico Jefe, un psicólogo, un encargado del personal de enfermería,
un asistente social y un tallerista. Cada sala tiene alrededor de 60
pacientes.
Estas salas cuentan con pacientes sicóticos con internaciones de
mediano y largo plazo, quienes constituyen un alto porcentaje de la
población hospitalaria. La cronicidad no determina la necesidad de la
internación. Dentro de este grupo también se encuentra una
alta proporción de internados que están en condiciones de salir
del hospital y que no pueden hacerlo por abandono familiar. A su vez,
hay pacientes geronto-psiquiátricos y con alteraciones orgánicas,
con muy pocas perspectivas de externación.

3. La tercera área es la Médico Quirúrgica, también llamada Hospital


General, o Pabellón V; Atiende a pacientes internados y también es
abierto a la comunidad. Desde el Ministerio de Salud, no existe la

59
división entre el neuropsiquiátrico y el hospital general, aunque
funcionen como hospitales separados. El presupuesto que reciben es
solo uno y va en orden de complejidad. El hospital General ha ido
agregando con el tiempo aparatos de alta complejidad y maquinarias
que lo amplían y categorizan. El neuropsiquiátrico no tiene
categorización por complejidad. Da la impresión de desigualdad: el
hospital general crece y crece, mientras que en el neuropsiquiátrico se
cierran salas porque se caen sus paredes. Cualquiera pensaría que lo
mejor sería dividir los presupuestos, es que es tan grande el Hospital...
Pero cuidado, que el achicar las unidades, es mayor el control que
indirectamente se ejerce sobre ellas. Entonces se prefiere pensar que
este monstruo es un hospital incontrolable...

4. Por último, el Servicio de Externación está compuesto por:


- Las casas de convivencia y las casas de pre-alta, sitas en La Plata;
- Los talleres productivos: Talleres hospitalarios: Bolsas de residuos,
Tejido y Costura, Granja y Huerta Orgánica; Talleres
extrahospitalarios: Trapos de piso, Pañales descartables.
- Talleres hospitalarios y extrahospitalarios: Dibujo, Pintura, Música,
de Màscaras, Literarios, de Comunicación, de expresión corporal y
recreativo,
- El Hospital de Día: con sus talleres, el Área de Atención Familiar y
Comunitaria y los grupos terapéuticos.

Los talleres de los que pueden formar parte los pacientes de cualquier
sala del Hospital se realizan desde distintos Servicios del mismo,
desarrollándose independientemente unos de otros, pero con un lineamiento
general común a todos: entretener. Es destacable la facilidad que existe a nivel
institucional, y a pesar de la burocracia que éste implica, para implementar este
tipo de prácticas. “Me parece bárbaro que haya talleres en el Hospital, aunque
parezca mentira en algunos hospitales cuesta mucho que se hagan talleres, pero
tiene que ver con los criterios, ‘para qué va ir a un taller si alguien considera que
está muerto’ ”. 33

33
Entrevista realizada a la Psicóloga Claudia Perinchisky.

60
Área de Comunicación Social e Institucional
En el año 1998, se crea el Área de comunicación social e Institucional, la
que depende de la acción que determina la Dirección del Hospital. Actualmente
está a cargo del Periodista Enrique Pérez Balcedo.
Entre los objetivos del Área se leen: contribuir a la cohesión interior de
sectores en post de objetivos propuestos, mediante un fortalecimiento de los
lazos formales e integración de los lazos informales del Hospital. También se
propone fomentar la apertura del mismo hacia la comunidad e instrumentar los
mecanismos para la participación comunitaria, así como aportar iniciativas para
mejorar la calidad de atención y el servicio brindado por el Hospital tanto a la
comunidad como a los pacientes.
El trabajo del Área no sólo se circunscribe al ámbito de la difusión
institucional, sino que está más cerca de la función preventiva y de apoyo para el
especialista de la medicina. En un hospital neuropsiquiátrico, el rol del
comunicador es contribuir a desmitificar la enfermedad psiquiátrica e instalar
en la sociedad elementos de análisis diferenciadores al momento de evaluar al
sujeto que padece una alteración mental.
“El rol del Área es trabajar en todo lo relacionado a la comunicación
institucional, en todo lo que pueda contribuir a mejorar los procedimientos en la
organización, que lo sectores del Hospital compartan una visión lo más
unificada posible sobre el hospital. La otra tarea es como el Hospital se vincula
hacia el afuera, con otras instituciones y con sus públicos”.34
El axioma básico es: “saber de la locura es contribuir a desechar los
prejuicios que hay sobre la locura, tan dañinos como la propia enfermedad”.
Otro aporte es en todo lo referido a la movilización interna del Hospital,
apuntando a la recreación e intercambio entre las personas internadas.
Entre las actividades que realiza el Área se pueden enumerar: la Corre
Caminata y Maratón, el Corso, la Conmemoración de Fiestas Patrias, la
Biblioteca, Club del Trueque, Actuaciones Teatrales y Corales, Muestras
Fotográficas y Celebración del Día de la Primavera.

34
Entrevista realizada a Enrique Pérez Balcedo.

61
3.1 Fundamentación teórica del Programa de Rehabilitación y
Externación Asistida (P.R.E.A)

El Programa de Rehabilitación y Externación Asistida (P.R.E.A.),


avalado por el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires en 1999,
resolución Nº 001832 y declarado de interés provincial, es creado por el Dr.
Lineros, Director del Hospital Estévez. Este Programa se enmarca en un nuevo
modelo de atención psiquiátrica, el cual está expresado en la Declaración de
Caracas, Venezuela del 14 de Noviembre de 1990.
Esta declaración explicita que la atención psiquiátrica convencional no
permite alcanzar los objetivos compatibles con la atención comunitaria,
descentralizada, participativa, integral, continua y preventiva. El hospital
psiquiátrico aísla al enfermo de su medio y crea condiciones desfavorables que
ponen en peligro los derechos humanos y civiles del enfermo. La Declaración
promueve una Atención Primaria de la salud en base a modelos alternativos,
centrados en la comunidad, y una revisión crítica del papel hegemónico y
centralizador del hospital psiquiátrico.
También dice que en los grandes hospitales psiquiátricos de la Provincia
de Buenos Aires se observa que, el deterioro propio de un largo proceso de
internación tiende a la cronificación del paciente, al alejamiento de su entorno
familiar, a la pérdida de capacidades laborales junto con síndromes de
hospitalismo, cuyas secuelas sociales son el deterioro afectivo, cognitivo,
descenso de la autoestima y del autovalimiento.
A su vez, se hace mención a la poca presencia de prácticas de
rehabilitación, en cuyo marco la administración de psicofármacos, en lugar de
plantearse como parte de una estrategia de recuperación, se presenta como una
herramienta de disciplinamiento y control de los propios efectos de la reclusión.
Por su parte, los trabajadores de la salud se convierten en soporte de un
sistema custodial que provoca que a los mismos ya no los motive las tareas que
realizan. La administración de la vida del otro, el manejo instituido del tiempo y
los espacios, el disciplinamiento y la medicalización constituyen la
manicomialización.

62
Ante todo ello, el objetivo es desarrollar las prácticas no manicomiales
que transcurren dentro del hospital, y que funcionan como alternativas
cotidianas al hospicio en el hospicio. Se propone que la rehabilitación ubique
como sujetos activos a:
Pacientes: que acordarán el porque y el para que de una acción
conjunta entre cada uno de ellos y la institución
Trabajadores de la salud: que habrán de reorientar sus practicas para
acompañar a los pacientes en el proceso de progresiva autonomía personal.
Familia y miembros de la comunidad: convocados a formar parte activa
en una red social de cooperación y participación en proyectos para la salud.

El propósito del P.R.E.A. es organizar e instaurar dispositivos


alternativos de atención en la comunidad para la externación asistida y
reinserción social de pacientes de mediana y larga internación que no padezcan
inhabilidades extremas ni factores de riesgo conductuales. Propone un
seguimiento del externado en la comunidad, no un alta definitivo. También,
pretende detectar en la comunidad personas e instituciones capaces de
acompañar la experiencia con sus recursos de salud. Para este fin se requiere
del cambio de prácticas de diferentes actores involucrados, para lo cual se
implementarán acciones de capacitación dirigidas a los sujetos activos.

El modo de externación tiene su originalidad en relación a otras


experiencias porque se propone casas de convivencia como lugar de acogida.
Las casas de convivencia son habitadas exclusivamente por pacientes. Se
diferencian de las casas de medio camino en que no tienen una limitación en
cuanto al tiempo de estadía y no son departamentos protegidos porque no
cuentan con un enfermero o un acompañante permanente. Solamente son
visitadas por un equipo de visitas domiciliarias que integra el dispositivo de
continuidad de tratamiento.

El programa tiene una base operacional que se llama Unidad Funcional


de Rehabilitación. Esta unidad funcional esta formada por siete dispositivos
coordinados.

63
Dos de ellos funcionan dentro de los muros del hospital: el de
evaluación (diagnostico y pronostico) de los pacientes que ingresa al
programa, el dispositivo escuela que se postula como el espacio para trabajar el
proceso de externación.

Los dispositivos de continuidad del tratamiento, de base


residencial (casas de convivencia) y terapéutico ocupacional laboral,
tienen su sede fuera del hospital.

Existe otro dispositivo que atraviesa los anteriores que es el de


capacitación permanente.

El dispositivo de capacitación plantea la misma como un espacio de


reflexión y transformación de las prácticas individuales, grupales e
institucionales. Esto exige generar propuestas específicas de trabajo en los
diferentes Hospitales y los grupos. Se trata de una obra colectiva que necesita
construirse con los protagonistas, de habilitar espacios para trabajar sobre lo
que no es evidente, ya que las problemáticas no "aparecen", sino cuando son
percibidas, enunciadas y tomadas como tales por los sujetos involucrados en
ellas. No se trata de diseñar los caminos de antemano, sino de trazarlos
mediante el permanente registro de la marcha y su análisis critico.

El P.R.E.A. se implementó en los siguientes Hospitales:


Interzonal Especializado en Agudos y Crónicos “Dr. Alejandro Korn”
Subzonal Especializado “Dr. Domingo Taraborelli”
Interzonal General de Agudos “Dr. José A. Estevez”
Interzonal Colonia “Dr. Domingo Cabred”
Local Especializado “San Lucas”
Subzonal Especializado “Dr. José Ingenieros”
Subzonal Especializado “Ramos Mejía”
Subzonal Especializado “Dardo Rocha”

64
3.2 Llegada del P.R.E.A al Hospital “Dr. A. Korn”

En junio de 2000, el P.R.E.A. llegó al Hospital “Dr. A. Korn” a cargo de


un grupo de profesionales contratadas por el Ministerio de Salud de la Provincia
de Buenos Aires. Este grupo provenía de otras experiencias en instituciones
neuropsiquiátricos de la Provincia.
Tras haber realizado un reconocimiento de las salas del Hospital y de
haber tenido una entrevista con el Director Dr. Egidio Melía, se eligió la
modalidad de presentación e implementación del Programa, la cual dependía de
las formas organizativas, recursos económicos, características del personal y
población de pacientes de cada hospital. En el Hosp. “Dr. A. Korn se optó por
realizar una serie de Jornadas las cuales estuvieron coordinadas por el equipo
capacitador, y de las que participaron personal de planta y estudiantes. Las
mismas tenían por finalidad socializar las prácticas del Programa en otras
instituciones.
En el Hospital “Dr. A. Korn” la ejecución del P.R.E.A. dependió del
Servicio de Externación aunque, según las profesionales del Ministerio, el
mismo fue pensado con una modalidad autónoma de desarrollo. El Programa
intentó trabajar con todos los sectores del Hospital y rearticular la tarea del
personal que se interesase por integrarlo.
A pesar de estar diagramado en siete dispositivos, en el Hospital “Dr. A.
Korn” sólo se implementaron dos:
El Dispositivo de evaluación, diagnóstico y pronóstico de los pacientes
que reúnan las condiciones de acceso al Programa (desde ahora, Dispositivo de
Admisión). Es la instancia de ingreso al Programa, conformada por un equipo
admisor responsable de esta tarea. Los equipos de la Sala tienen por tarea
proponer a los pacientes que consideren aptos para formar parte del Programa.
Este Dispositivo trabaja de manera permanente con el equipo de la Sala,
enfermeros y pacientes.
Este Dispositivo sólo capacita al personal que trabajará en el Programa,
no está bajo su responsabilidad llevarlo adelante, sino que esta tarea recae sobre
el director de cada hospital y del personal a su cargo
El Dispositivo Escuela. Constituye el primer paso en el proceso de
externación. Debe funcionar dentro del hospital y realizar experiencias de

65
resocialización. Su objetivo es la potenciación de los recursos propios de cada
paciente, recuperar hábitos y habilidades perdidas y adquirir saberes necesarios
para la vida cotidiana. La modalidad utilizada será la de Talleres grupales, a
cargo preferentemente de enfermeros, pudiendo incorporarse otros talleristas.
Asimismo, se realizarán grupos de reflexión que permitan el procesamiento de
la experiencia.
Ambos Dispositivos estaban integrados por personal externo al
Hospital, proveniente del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, y
por personal interno del Hospital, que se sumó voluntariamente a la propuesta.
El Dispositivo Admisión estaba integrado, por parte del Hospital, por: la
Dra. Patricia Pauluc, la Lic. en Psicología Claudia Perinchisky, la Trabajadora
del Servicio Social, Marcela Reichter, y el Tallerista Raùl “Pinky” Simón.
Provenientes del Ministerio de Salud se encontraban la Lic. en Psicología Leticia
García, la Dra. Psiquiatra Analía Carlé y la Trabajadora Social Alejandra
González.
El Dispositivo Escuela estaba integrado por: el coordinador del Taller
de Plástica de la Sala Griesinger: Raùl“Pinky” Simón, la Trabajadora del Servicio
Social del Hospital, Lucía, y estudiantes provenientes de las carreras de
Psicología, Sociología y Periodismo y Comunicación Social.
La idea de realizar una Muestra de Pinturas surgió del Tallerista Simón
quien se interesó por exhibir los trabajos realizados por los pacientes que
participan de su taller. Simón es miembro del Frente de Artistas del (hospital)
Borda (FAB), y ya había participado de diferentes eventos de esta índole.

3.3 Fundamentación de la Muestra Artística ¿lo/cura el encierro?

El objetivo de esta Actividad, además de presentar las pinturas


realizadas por internos de la sala Griesinger, fue construir un espacio en la
comunidad donde interlocutores y pacientes pudieran interactuar e
intercambiar realidades. Se buscó el reconocimiento de la locura como producto
y parte constitutiva del discurso social, el cual lo margina y lo desconoce.

66
La Muestra se articuló en base a tres ejes: una Radio Abierta, cuyo
objetivo fue socializar la palabra entre los concurrentes, un Taller de Pinturas y
un Panel conformado por especialistas y pacientes. Cada espacio fue pensado
como una instancia de socialización y problematización de la locura.
La comunidad tiene una percepción determinada del interno psiquiátrico
y el discurso instituido de la locura es una de las limitaciones más fuertes que
encuentra la concepción de desmanicomialización. Por ello, aquel espacio se
propuso como un canal viable de comunicación donde los interlocutores
pudieran refutar o reforzar dicha percepción, contribuyendo a romper con el
estigma que la locura representa. Es decir, con la mirada esteriotipada y
prejuiciosa que tiene la sociedad sobre el enfermo neuropsiquiátrico. Además,
se pretendió abrir interrogantes sobre la problemática a la cual alude el título
del evento.
Como asiente el encargado del Área de Comunicación Social e…, al
referirse a la Muestra de Pinturas: “hay gente que hace apología de la locura, le
gusta lo loco, ven lindo ese estado como de vuelta a la naturaleza. Hay muchos
que quieren al loco, les despierta ternura y querer conocerlos es como ir al
zoológico y querer ver al mono”.

Consecuentemente, y en base a una imagen distorsionada de la persona


que padece una enfermedad mental, existe un temor a la reinserción de los
“enfermos” en la sociedad, considerándolos peligrosos y negándose a tenerlos
como vecinos. Sin embargo, vivir con una enfermedad crónica significa tanto la
aceptación y reconocimiento de inhabilidades, como la posibilidad de su
transformación, considerando que las limitaciones de cualquier persona con
diferentes capacidades son compatibles con la convivencia cotidiana.
Por lo tanto, con este evento se buscó que estas representaciones que se
forman en el sentido común de la gente sobre lo que es un “loco”, tengan origen
en una aproximación y acercamiento verdadero hacia ese “loco”, y no que se
desprendan de las convenciones sociales aceptadas.
El tallerista Raùl “Pinky” Simón plantea una relación directa entre
desmanicomialización y sociedad, donde la primera depende de la segunda para
poder cumplir con su cometido “la desmanicomialización tiene que ver el
condimento social, si la gente no esta de acuerdo que los locos estén afuera, por

67
más que vos te rompas no va a pasar nada se tienen que dar en el seno de la
sociedad estas cuestiones, si es la misma sociedad la que produce los locos, los
psiquiátricos, las guerras, entonces es la misma sociedad la que se tiene que
hacer cargo de ese tipo de cosas, la desmanicomialización esta puesta como una
tarea a hacer a futuro. Tiene que ver con las miradas sociales, con los modelos
médicos que uno tome”.
La viabilidad del proyecto estuvo dada por las condiciones políticas-
institucionales emergentes en el marco de la política de desmanicomialización,
cuyo objetivo no consiste en cerrar hospitales sino transformar manicomios,
reemplazar el modelo asilar de internación por uno de integración y un
tratamiento ambulatorio, a conciencia de que no se pueden transformar las
políticas en salud, si no se da un cambio en la forma de pensar el enfermo
mental por parte de la sociedad.
En el manicomio se refuerza y, de no mediar actividades que lo eviten, se
consolida y cronifica la enfermedad que tuvo su origen en el orden social. Es
decir, es la fase final, es la institucionalización, de un largo proceso durante el
cual se produce y fortalece el sufrimiento.
Una investigación realizada en la ciudad de Oliva en la provincia de
Córdoba, en el año 1993, sobre las representaciones sociales de la enfermedad
mental, arrojó como conclusión que cuanto menor es la relación de los
habitantes de la ciudad con los pacientes y con el hospital, mayor es la
representación de la locura como “peligroso”, el “loco” como sujeto que no debe
tener los derechos de otros humanos y su necesidad de asilarlos y custodiarlos.
También mayor es la representación del hospital en su antigua acepción
manicomial.35

3.4 Contexto socio-político en el que se enmarcó la Actividad

La actividad se desarrolló en un contexto de protestas generalizadas en


varios sectores institucionales de la sociedad. Las políticas sanitarias también se
vieron atravesadas por la crisis. El recorte del presupuesto económico destinado
a salud empeoró la calidad de vida de los pacientes.

35
María J. Villa, Transformación de la institución psiquiátrica, Universidad Nacional de Córdoba.

68
“Se vio en la comida, esta es la tercera empresa que agarra la concesión
de la cocina. La calidad es pésima, hubo pacientes con diarrea, vómitos y
perdieron al menos 5 Kg. de peso en lo que va del año. Otro tema importante fue
la falta de medicamentos que está produciendo un cambio de medicación una
vez por mes.
No hay insumos para ropa y tampoco para arreglos. Tampoco hay nafta
para las ambulancias, ni pasajes oficiales para que los familiares vayan a ver a
los pacientes.
En la Sala, los elásticos de las camas están llenos de arañas, chinches,
pulgas, piojos, etc. y no hay presupuesto para mandar a fumigar una vez por
mes como se debería”. 36
El Director del nosocomio comentó que “la gestión es lo más difícil que
tiene el Hospital, las demandas son infinitas y los recursos escasos, es difícil
establecer prioridades, esto genera conflictos, todos los días hay que priorizar.
Sabemos trabajar en la crisis. Hubo un problema con la comida y los enfermos
adelgazaron mucho. Por eso, comenzó a funcionar la panadería del Hospital
luego de 50 años. Hay 1000 pollos en criadero, se sembraron 8 hectáreas entre
legumbres y hortalizas, se debe tener los insumos básicos ante cualquier crisis
para darle de comer a 1500 pacientes”.
Este escenario conflictivo fue el artífice para que diferentes sectores del
Hospital se organizaran de manera colectiva para defender sus condiciones
laborales. Esta coyuntura repercutió de manera negativa dentro del equipo de la
Sala Griesinger con la cual se trabajó para la gestión del proyecto.
La instancia de producción del evento estuvo determinada por las
discusiones internas del equipo, retrasando la realización del mismo. Al
respecto, la Lic. Claudia Perinchisky manifestó su punto de vista: “hubo un
intento desde ustedes (por el equipo de estudiantes) y de Pinky de reunirnos, lo
hemos hablado, ustedes cambiaron el tema, los días, por pedidos nuestros y
creo que influyó más el malestar que había en ese momento en el equipo y en el
Hospital, era un momento muy difícil para poder sostener algo así”.
“En el momento de la Muestra, lo fundamental tenía que ver con una
cuestión del equipo y creo que lo de la coyuntura sirvió de semblante para tapar
otras cosas internas. Esto no hay que dejar de tenerlo en cuenta, sino queda que

36
Entrevista realizada a Raúl “Pinky” Simón.

69
pasa solamente por como intervinieron ustedes o Pinky. Si hubiéramos querido
nos hubiéramos puesto nosotros, en ese punto hay una crítica, pretendíamos
ciertas cosas y no estábamos, creo que tenía que ver con una etapa muy difícil
del equipo para llevar una movida así. Hasta malestar para pedir un permiso,
cuestiones administrativas que son importantes, no estuvieron”37.
Estos factores actuaron al momento de gestionar la Muestra Artística.
Por un lado, la incertidumbre de no contar con los recursos materiales
necesarios, que la institución debía proveer. Por otro lado, el desconocimiento
de la realidad particular de lo que acontecía en la Sala, situación que sólo pudo
percibirse ante la indiferencia del equipo de la misma hacia el proyecto.

3.5 El título

“¿Lo/cura el encierro?”, fue seleccionado de un artículo publicado en la


revista La Horda, en la cual se citan algunas frases extraídas de la publicación
Zona Erógena. En ésta, diferentes autores reflexionan sobre la situación
manicomial en nuestro país, intentando abrir la polémica sobre nuevas formas
de intervención y abordaje de la locura.
La denominación intenta abrir el debate acerca del manicomio como
una institución cerrada y aislada, considerando la posibilidad de rehabilitar al
paciente en y con la comunidad.
Generar una dimensión crítica en la recepción pasiva, es lo que se
buscó promover con el título en los interlocutores. Ante la variedad de discursos
que circulan sobre la locura y el encierro como forma de curación, se procuró
que cada actor realice un auto cuestionamiento acerca de su posición y actitud
hacia la temática para construir el camino hacia la aceptación de las diferencias
y reducir así los márgenes de la discriminación.
El proceso de rehabilitación no tiene sentido si se aísla socialmente a la
persona para luego pretender su reinserción, es hasta paradójico pensar en
querer recuperar a un paciente para reintegrarlo a la vida social cuando
institucionalmente se lo ha desculturalizado. Se considera que el aislamiento no
hace más que fomentar las diferencias.
37
Entrevista realizada a la Lic. en Psicología Claudia Perinchisky.

70
3.6 El arte en el psiquiátrico
Las experiencias creativas y artísticas se realizan para luchar contra la
“racionalidad” del manicomio, presentándose como una propuesta terapéutica.
“El manicomio despoja al sujeto de su palabra, de sus capacidades conservadas
y su creatividad. Lo despoja de lo que constituye su humanidad: su posibilidad
de ser productor-hacedor de su propia vida. El arte y la creatividad es un
instrumento no sólo convocante sino organizador de un hacer específico que
tiende a la desalienación, al encuentro y la conciencia crítica. Las experiencias
artísticas y expresivas no actúan en los márgenes sino en el centro de las
disociaciones. Los talleres creativos cuestionan con su práctica un aspecto
central del manicomio: las rupturas de las comunicaciones entre el afuera y el
adentro y ocultamientos de las capacidades conservadas y potenciales de los
pacientes”38.
El arte se presenta como un discurso que da lugar a la subjetividad, a la
nota propia de cada uno, abre una posibilidad distinta a la lógica cerrada de la
razón pura. “Una persona con psicosis, no un psicótico, tiene una estructura
diferente, y su discurso delirante puede convertirse en comunicación, ser
comunicable y convertirse en arte y que, a su vez, eso tenga un efecto sobre la
persona. Nosotros definimos nuestra actividad como artística, pero con efectos
de recuperación”, dijo el tallerista.

Los talleres realizados en la Sala Griesinger se enmarcan en la ideología


seguida por el FAB que instaló, desde hace 20 años, la idea de
desmanicomialización. Vanguardista en su método, el FAB entiende al arte
como una herramienta contestaria, formadora y transformadora donde distintos
saberes y experiencias, dentro y fuera del hospicio, confluyen en una práctica
transformadora de la salud mental hacia la desmanicomialización. El Frente
desarrolla actividades a través del arte, creando espacios para encontrar
propuestas superadoras, y revolucionarias en el campo de la salud mental. El

38
Fabris, Fernando, La desmanicomialización bien entendida, www.espiraldialectica.com.ar, 2001.

71
propósito es poder transmutar una realidad para convertirla en otra mucho más
digna a la calidad humana.

“Mantener a un paciente del Hospital Borda cuesta entre 1500 y 2000


pesos por mes: proponemos que la mitad de esa suma se dedique a vivienda y
alimentos fuera del manicomio, o subsidio a la familia para sostener al paciente
externado, y la otra mitad en la atención ambulatoria: centros de salud mental,
hospitales generales, casas de medio camino”. Esto sostiene el FAB en su
propuesta de desmanicomialización entendiéndola no como expulsión a la calle
de los pacientes ni el cierre del edificio hospital. La entidad postula “equipos
interdisciplinarios para atender y ubicar en la comunidad a cada paciente. Esta
nueva estructura implicaría una redistribución de los puestos de trabajo ya
existentes”.
El Frente defiende el hospital público pero no la estructura manicomial como
sistema de control, exclusión social, maltrato físico y psíquico.

Sin embargo, los miembros del frente son conscientes de de que “uno de
los factores que sostienen la existencia de instituciones de tipo asilar es la idea
de peligrosidad del loco, entendido como un ser inevitablemente insensato”.
Para Alfredo Olivera, director de Radio “La Colifata”, también del Borda, la
caída del manicomio se ligaría con “un cambio en la mirada del hombre común
sobre la locura”. Observó también que “muchos internos, con el alta médica, no
tienen ningún punto de apoyo afuera. La radio, o “terapia de la palabra” como
también la llama, obra para muchos como lugar de sostén afectivo y actividad
organizadora de la semana, una especie de institución intermedia, pero es claro
que no puede dar casa ni trabajo”.

Para el tallerista de la Sala, las producciones que realizan los internos


intentan trascender la mera acción del hacer más ameno el paso del tiempo en el
interior del hospicio. Los talleres de Expresión Artística y Lectura de Diarios,
que se realizan semanalmente con pacientes sólo de la Sala, buscan generar en
ellos un desarrollo expresivo, a nivel personal así como interpersonal. Con la
Lectura se pretende propiciar momentos de debate, lo que implica comunicar
una posición frente a determinada temática, compartiendo y respetando las

72
ajenas, finalidad que conlleva explícitamente la intención de enseñar a
escuchar, para ser escuchados.

Simón, al referirse al arte en el neuropsiquiátrico, aseguró que “una cosa


es lo expresivo y otra lo artístico, lo estético, estamos hablando a varios niveles.
Creo que muchas de las cosas que hacemos en el taller de la Grisienger, son
referidas a los medios expresivos más que a los artísticos. Los pacientes que
están haciendo estos talleres en la Sala no son artistas, es gente que tiene la
posibilidad de poder expresarse y el arte es una de esas formas”.
Por su parte, la Lic. Perinchinsky considera que “el arte puede cumplir
la función de suplencia en algún (paciente), como que le puede dar una
respuesta a esto que le pasa y con eso hacer lapsus o anudar una estructura
desanudada. Tal vez no con todos, creo que es una buena instancia para tener en
cuenta, como indicación dentro del tratamiento”.

Conclusiones

73
Tal vez cuidar sea saber escuchar.
Marcelo Percia

Lo simbólico genera materialidad, es por eso que el discurso acerca de la


peligrosidad del enfermo mental hace que los manicomios se perpetúen y se
sigan poblando y superpoblando. La sociedad produce aquello de lo que se
aborrece, y es la causa más determinante del destino social que tiene la locura,
aunque ya no lucha tanto para ocultarlo. Por el contrario, el tema de la locura se
ha vuelto masivo, incluso es objeto de discusiones mediáticas y ha sido
protagonista de ficciones que potencian, burdamente, la imagen distorsionada
que la sociedad tiene del loco. La locura, como hace siglos, sigue siendo foco de
observación, mezcla de curiosidad y morbo.
En la práctica tradicional, una persona que manifiesta un desequilibrio
emocional producido por múltiples variables que cruzan lo social y económico
es llevada a un hospital psiquiátrico, la familia o la persona a cargo del paciente
no contempla otra alternativa para su atención. Por su parte, la institución
controla el problema, conteniendo el paciente y, en la mayoría de los casos,
reclutándolo a fin de “resguardar” al resto de la sociedad de los peligros, reales o
no, que esa persona pueda producirse y producirle al resto.
El grupo social demanda ayuda y protección al manicomio para la
persona a la que ve como una amenaza. Pero esa demanda existe por una
cuestión cultural, la sociedad no sabe demandar otra cosa más que loqueros.
Así, se deposita al enfermo en el lugar apropiado, instituido hace siglos, para el
cuidado de estas patologías percibidas como una amenaza para el cuerpo social.
La cura es sinónimo de reclusión, se los encierra para “curarlos”, se los recluye
para que no molesten.
El paciente que queda internado por largos períodos de tiempo va
perdiendo su conexión con el mundo exterior, ya que se han cortado los lazos
que lo vinculan a él: afectos, trabajo, espacios. Ahora está inserto en una nueva
realidad que no requiere su participación más que para reproducir el orden
instaurado. Ya no tiene identidad, nada le pertenece, excepto su cama, donde
pasa horas. La persona cada vez tiene menos herramientas para transformarse a
sí misma y a su entorno. De a poco, pasa a formar parte de esa terrible categoría
social de los abandonados, a quienes depositaron una vez en un hospital; por
haber exteriorizado algo que es problema de todos.

74
Ingresar a un neuropsiquiátrico estatal de un país tercermundista como
el nuestro, en calidad de mero observador, es movilizador. Los olores, los
colores, los gestos de los pacientes, su particular andar, el contínuo ruido del
arrastre de sus pies al caminar que da cuenta de la institución que los atraviesa.
El cigarrillo y el mate, lo único sentido como propio, la única propiedad privada,
objeto de peleas y disputas entre ellos. En el Hospital sólo hay días y noches, no
hay calendarios. Lo único que les hace recordar a los pacientes del paso del
tiempo es alguna visita, o un Feriado, luego todo vuelve a una inquietante
normalidad.
La imagen institucional es un tema recurrente en los actores
entrevistados quienes reconocen la existencia de una percepción negativa en la
comunidad hacia el hospital como lugar de encierro y aislamiento. En las
entrevistas se hace referencia a una construcción social de la locura desde la
discriminación, ejercida por múltiples poderes: judicial, médico, económico,
todo en un marco de una política ideológica que pugna por ejercer un fuerte
control social a través de la violencia del encierro que sobre los internos se
ejerce.
Lo extraño conmueve, llama la atención y despierta curiosidad. El tema
de la locura atrapa, se quiere saber qué es un loco, que hay detrás de sus
reacciones. El imaginario social construye al enfermo mental como a un loco
sujetado por un chaleco de fuerza, en un ataque de delirio constante. La idea
que se tiene de la locura está atravesada por el desconocimiento, creencias,
mitos y elaboraciones mediáticas. El loco es visto como un extraño, un diferente,
otro. El espacio manicomial es una construcción puramente social y responde a
una necesidad también de la sociedad la cual necesita encerrar a sus fantasmas,
sus miedos, sus partes no deseadas y debilidades. Amputa, se quita de encima
realidades y situaciones que ella misma genera. Por eso se entiende que la
pobreza se intercepte con la locura en un mismo territorio y que los internos
pobres, por orden judicial, compartan y hasta desplacen a los enfermos.
Todos los entrevistados coinciden en que la situación de pobreza y
despojo en los que se encuentran no sólo los pacientes sino el Sistema de Salud
Pública en su conjunto, que no brinda instancias intermedias de atención, es el
factor que retarda la externación de los mismos. Es en los estratos más
carenciados de nuestra estructura social donde existen menos posibilidades de

75
una vida digna, sana y más prolongada. Los que logran salir de la institución
deben cargar de por vida el“sello” en la frente de ex interno y luchar contra la
mirada estereotipada del “loco” y contra un estigma social que coarta todo
intento de ser uno más en el seno social.

Hablar del derecho humano a la salud mental es caer en las causas que la
dañan: factores familiares señalados por el campo de la psicología y todos los
elementos de la estructura socioeconómica, política e histórica a la cual
pertenece el sujeto que no puede acceder a este derecho. Tomando a Mario
Testa, salvo raras excepciones, la máxima concentración de las enfermedades
mentales se encuentra entre las clases sociales de menores recursos.

Para nuestra sociedad, el loco es sinónimo de desorden, de


anormalidad, pero mi pregunta es respecto a qué se es anormal y en relación a
qué orden cruelmente instituído. La persona que encarna el supuesto
“desorden” debe interiorizar una voluntad ajena a él, que representa la razón, y
que le dictamina cómo conducirse y actuar en lo cotidiano. Cuando aquella
persona actúa en consecuencia, se puede decir que está curada.
El loquero sigue siendo un lugar de depósito utilizado por la sociedad
para castigar como delito el pensamiento diferente, la emergencia de lo
reprimido, la aparición de sus propios síntomas. La actitud familiar, social e
institucional hacia el enfermo mental es atemporal: prejuicios, segregación,
proyección y desentendimiento, nadie se hace cargo de lo propio, de los locos
que engendramos.
En materia de salud mental, el sistema sanitario argentino es perverso.
Hace de los hospitales psiquiátricos instituciones para los locos pobres y se
arman clínicas privadas para los locos ricos. Sin embargo, en ambos espacios
impera el negocio más que redituable de la salud. Mantener un Modelo Médico
que apunta a la curación a través de la medicalización en lugar de invertir en
políticas preventivas beneficia a los grandes laboratorios de psicofármacos. Y
para el Estado es funcional mantener una gran cantidad de marginados sociales
en un mismo espacio, está probado que le sale más caro que crear instituciones
intermedias, pero de esa manera ejerce control y violencia sobre una masa que
formaría parte, estando fuera del hospicio, de la gran franja de desocupados.

76
Por lo tanto, la caótica situación por la que atraviesa la salud pública en
materia de salud mental está legitimada por todas las autoridades que ocuparon
y ocupan cargos políticos que poco hacen para modificar tal realidad y mucho
hacen para reproducir el sistema de exclusión.

Por lo expuesto anteriormente, considero necesario profundizar en el


conocimiento sobre las prácticas de tipo manicomial para la atención del
enfermo mental y tomar conciencia de que estas instituciones, burocratizadas y
funcionales al sistema social, político-económico, violan sistemáticamente los
derechos humanos de quienes se encuentran internados en los manicomios. En
éstos se ejercen relaciones abusivas de poder, coerción, disciplina
normalizadora, vigilancia, control y hasta el castigo físico, psíquico y moral
sobre los enfermos mentales, detrás de una aparente finalidad terapéutica.

El hospital neuropsiquiátrico, como lugar de encierro, está en crisis hace


tiempo. Tal realidad se manifiesta en la aparición de nuevas formaciones, como
los hospitales de día, las casas de medio camino o la atención a domicilio. Sin
embargo, y a pesar de que estas nuevas modalidades de atención marcan la
ruptura con el modelo médico manicomial, también participan de nuevos
mecanismos de control, más acotados, más sutiles pero control al fin.

Bibliografía General

77
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Documento de la Cátedra: Modelos en Psicopatología. Universidad Nacional de
Mar del Plata, 2005.
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• Moffat, Alfredo. Psicoterapia del oprimido. Edit. Humanitas, Buenos Aires,


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78
Revistas

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• Zona Erógena Nº 14, Buenos Aires, 1993. Nota realizada al Dr. Hernán
Kesselman

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www.antipsychiatry.org/español.htm
• Entrevista a Fernando Fabris, “La desmanicomialización bien entendida”, en
www.espiraldialectica.com.ar
• Entrevista a Armando Bauledo, “Sur, manicomio y ¿Cuándo el después?, en
www.topia.com.ar

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• Los primeros cien años del Hospital Neuropsiquiátrico “Dr. Alejandro Korn”.
Breve Reseña Histórica 1884 -24 de abril- 1984. Impreso en la Agremiación
Médica Platense.
• Propuesta de creación del Área de Comunicación Social e Institucional, del
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79
Bibliografía específica para construir el marco metodológico

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• Vasilachis de Gialdino, Irene. Métodos Cualitativos I. Los problemas teóricos-
epistemológicos. Edit. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1993.

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