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DESARROLLO HUMANO EN LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

El desarrollo humano es un proceso de ampliación de las opciones de la gente, al


aumentar las capacidades que ellas tienen para vivir el tipo de existencia que se quiere, o
el que ellas desean de acuerdo a un patrón normativo determinado. Aumento referido a
las opciones para escoger alguna que nos satisfaga, que se encuentre en concordancia
con lo que pensamos sea una vida digna, tal de satisfacer nuestras expectativas,
aspiraciones, deseos, en fin lo que se quiere hacer como modelo, como patrón de vida de
acuerdo a principios y valores.

Venezuela se encuentra en el lugar 71 del Índice de Desarrollo Humano (IDH), según la


evaluación del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), lo que ubica a la
nación en el rango de países que lograron mayor índice de igualdad social.
Según el informe de Desarrollo Humano de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) correspondiente al presente año, en el que se consideran variables sociales y
económicas, Venezuela entre las naciones latinoamericanas y caribeñas se ubica sólo por
detrás de Argentina, Chile, Uruguay y Cuba; mientras que México, Brasil, Perú, Ecuador y
Colombia cierran la evaluación.
"El desarrollo humano tiene por objetivo ampliar las oportunidades de las personas,
prestando especial atención a la riqueza de las vidas humanas y no solamente a la
riqueza de las economías", cita un fragmento del texto oficial.
El documento destaca que cada individuo obtendrá mayor desarrollo humano según sus
capacidad particulares y las posibilidades que tenga para desarrollarlas más, lo que
ocasionará mayor desarrollo humano.

FELICIDAD Y SOSTENIBILIDAD:

esta categoría es uno de los pilares fundamentales del IDSE, pues consideramos que en
estos dos conceptos se ha de basar la medición de la nueva idea de desarrollo, desligada
de concepciones economicistas.

La felicidad y la sostenibilidad encuentran su cuantificación en el interesante ‘Happy


Planet Index’, un índice alternativo que mide el bienestar humano y ambiental. El Índice
Planeta Feliz lo elabora desde el año 2006 la New Economics Foundation (NEF), y se
basa en la percepción subjetiva de la felicidad y en la huella ecológica.

Los resultados de este índice arrojan una realidad diferente a la que describen los
indicadores tradicionales: según la NEF, los países con mejor puntuación no son los
occidentales, sino todo lo contrario: Estados Unidos (puesto 114 de 143 países) y Europa
están al final del ranking (España, puesto 62; Italia, puesto 51; Francia, puesto 47). En
cambio otros países de la Periferia como Indonesia, Colombia o Vietnam ocupan los
primeros puestos de la lista.

Esto quiere decir que el IDH o el PIB per capita sólo reflejan un tipo de desarrollo, y no
tienen en consideración factores tan importantes como el bienestar ambiental o el estado
de felicidad de la población. Así, un ciudadano de Costa Rica vive mejor que uno de
Grecia, aunque éste último haya nacido en un lugar ‘más desarrollado’
PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), creado el 1 de enero de
1989, pertenece al sistema de Naciones Unidas, y su función es contribuir a la mejora de
la calidad de vida de las naciones. Desde 1990, el PNUD publica el informe sobre
desarrollo humano o Índice de desarrollo humano (IDH). El PNUD promueve el cambio y
conecta a los conocimientos, la experiencia y los recursos necesarios para ayudar a los
pueblos a forjar una vida mejor. Está presente en 177 países.

Áreas de trabajo

Su meta es ayudar a los países a elaborar y compartir soluciones que permitan responder
a los retos que plantean: gobernabilidad democrática, reducción de la pobreza,
prevención y recuperación de las crisis, energía y medio ambiente, tecnología de la
información y las comunicaciones y el VIH-SIDA. Igualmente, se establecieron metas
claras para reducir la enfermedad, el analfabetismo y la discriminación contra la mujer
para el citado.

El PNUD es una red internacional de la ONU en desarrollo económico y está orientado en


las siguientes áreas:

Gobernabilidad democrática

Reducción de la pobreza

Prevención y recuperación de las crisis

Tecnologías de la información y la comunicación

VIH/SIDA

Objetivos de Desarrollo del Milenio

Informes sobre Desarrollo Humano


El ingreso per cápita tiene una estrecha relación con el ingreso nacional. El ingreso hace
referencia a todas las entradas económicas que recibe una persona, una familia, una
empresa, una organización, etc. El ingreso nacional corresponde a la suma de todos los
ingresos individuales de los nacionales de un país.

PER CAPITA

El ingreso per cápita es un cálculo que se realiza para determinar el ingreso que recibe,
en promedio, cada uno de los habitantes de un país; es decir, en promedio, cuánto es el
ingreso que recibe una persona para subsistir. Este cálculo se obtiene dividiendo el
ingreso nacional entre la población total de un país.

Ingreso per cápita = Ingreso nacional (IN) / Población total (PT)

Al mirar esta relación, se puede deducir que, para mejorar el ingreso per cápita de una
nación, se necesita que el ingreso nacional crezca más que la población total, pues, de lo
contrario, el ingreso per cápita se reducirá.
Este cálculo es importante cuando se quiere estudiar el nivel de vida promedio de la
población. El ingreso per cápita de diferentes países permite establecer comparaciones
entre ellos y, por consiguiente, establecer el ritmo de progreso de un país.

MEDICIÓN DE LA POBREZA

Conscientes aun de que ser pobre significa distintas cosas en distintos países, el debate
inicial se planteó entre una medición absoluta y una medición relativa de la pobreza. La
primera, la medición absoluta, se basaba en un enfoque de necesidades básicas de tipo
biológico y fisiológico que atendían a una lista de mínimas capacidades. Dicho enfoque,
introducido por los países del Sur de Asia, establecía un nivel mínimo de consumo
calórico para un individuo teniendo en cuenta su edad. Se calculaba el costo de los bienes
necesarios para cubrir este consumo mínimo y se establecía una línea de corte mínima, a
partir de la cual se consideraba a un individuo pobre o no, dependiendo del lado de la
línea donde su nivel de ingresos cayera.

En un trabajo similar, basado en encuestas hechas a familias no pobres, la CEPAL


estableció una canasta de bienes básicos de consumo. Se calculaba el costo de esta, y a
partir de este precio de bienes básicos se establecía la línea de pobreza(PNUD 1990),
quien no ganara lo suficiente para adquirir esta canasta regularmente era considerado
pobre. Si bien el principio era similar a la medición de necesidades básicas, la selección
de la muestra tenía importantes diferencias. En el caso de un consumo calórico básico se
parte de un mínimo alimenticio para sobrevivir, mientras que en el caso de la canasta de
bienes se tienen en cuenta no sólo alimentos sino además ciertos bienes (no muchos)
que generan bienestar, pues no sólo de pan vive el hombre y la mujer.

Uno de los problemas que la medición de la pobreza representaba, era la dificultad para
hacer comparaciones entre países, o incluso entre diferentes grupos poblacionales en los
países. Si bien el nivel mínimo de consumo calórico es un elemento común a todos, el
precio de éste varía entre los países. Problema que posteriormente se resolvió, de alguna
manera, al introducir la conversión del indicador de ingresos Paridad del Poder Adquisitivo
PPA1 normales pueden sobrevaluar o subvaluar el poder adquisitivo.

Al partir de realidades diferentes, las dos unidades de medición eran difícilmente


comparables por lo tanto no suplían los requerimientos mínimos de una herramienta de
medición: la comparabilidad.

De acuerdo a las condiciones de vida, las experiencias, el contexto familiar y el proceso


histórico, los individuos encuentran un sinnúmero de opciones para perseguir. Sin
embargo, existen opciones que, podemos decir, son comunes a todos los individuos;
estas pueden ser agrupadas en las siguientes cuatro:

• tener una existencia sana y duradera,

• acceder al conocimiento,

• disfrutar de recursos materiales suficientes para tener un buen vivir, y

• tener la posibilidad de participar en la vida de la comunidad y en los asuntos colectivos.


El equipo del Informe sobre desarrollo humano, ha traducido las anteriores opciones en
un indicador que permite evaluar y hacer seguimiento al logro de éstas por parte de los
individuos.
El indicador de desarrollo humano, IDH, se construye entonces de la siguiente forma:

El desempeño de cada componente se expresa como valor entre 0 y 1, para cuyo efecto
se aplica la siguiente fórmula general: El cálculo del Índice del Desarrollo Humano (IDH)
es el promedio simple de los indicadores obtenidos para cada componente (PNUD 2007).

UN NUEVO INDICADOR PARA MEDIR EL DESARROLLO: EL ÍNDICE DE


DESARROLLO SOCIOECONÓMICO (IDSE)

El nivel de desarrollo se puede medir desde distintas ópticas. Durante el S.XX se


propusieron una serie de indicadores que han cuantificado el desarrollo desde un punto
de vista sesgado, occidental y economicista. En el mundo actual han aparecido nuevas
teorías económicas, sobre los modelos de crecimiento y de desarrollo.

Para dar cabida a todas las concepciones del desarrollo, se propone un nuevo
indicador, el IDSE (Índice de Desarrollo Socioeconómico), que mide el grado de desarrollo
de sociedades y territorios considerando variables alternativas, como el número de
usuarios de redes sociales, el bienestar ambiental, la felicidad, el coste de la vida, la
exportación de productos de alta tecnología… etc.

Mediante la evaluación de los países con el IDSE, aparecen unos resultados que reflejar
que el mundo no está polarizado entre un Centro desarrollado y una Periferia
subdesarrollada, sino que los matices son mucho más complejos, y la brecha entre
grados de desarrollo no es tan grande. Todo depende de qué concepción manejemos del
término ‘desarrollo’.

Por su parte, el Índice de Desarrollo Humano mide el avance conseguido por un país en
tres dimensiones básicas del desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable,
tener acceso a la educación y tener un nivel de vida digno. El IDH es la media geométrica
de índices normalizados que miden los logros en cada dimensión, y utiliza diversos
indicadores para su cálculo: esperanza de vida al nacer, años promedio de escolaridad y
años esperados de escolarización e ingreso familiar disponible o consumo per capita. Así,
el IDH es una medida comparativa de la esperanza de vida, la alfabetización, la educación
y el nivel de vida.

A simple vista parece generalizarse la idea de que la Periferia está subdesarrollada, y que
no hay ningún tipo de progreso económico ni social en esta zona del mundo. Convencidos
de que la realidad actual no es así, señalamos a continuación una serie de razones por
las que creemos que los indicadores tradicionales están incompletos.

Los indicadores que están midiendo el desarrollo social y económico actualmente


presentan las siguientes carencias:
• Como ya hemos apuntado, los indicadores tradicionales corroboran la idea de que el
mundo está dividido entre una serie de países centrales y otros periféricos. A nuestro
entender, el hecho de fomentar el concepto y la oposición Centro-Periferia es una
característica negativa, pues nuestra tesis es que esta visión de un mundo polarizado en
dos mitades no se ajusta a la realidad del momento ni a los datos socioeconómicos
actuales. Es, además, una consideración injusta hacia los países que no forman parte del
selecto club de Occidente. El término país periférico se puede considerar incluso
peyorativo o despectivo, así como el concepto país subdesarrollado, que implica que hay
un único tipo de desarrollo correcto, y que quien no se ajusta a dicho modelo está
subdesarrollado y no está progresando como debiera hacerlo.

• El indicador del PIB se elaboró en 1934, y el IDH parte de las ideas del economista
Amartya Sen en los años ochenta. Si bien este segundo no es un índice “antiguo” (se
empezó a utilizar a partir de 1990), podemos considerarlo “de otro siglo”, no únicamente
en el estricto sentido histórico (efectivamente es del siglo pasado), sino transmitiendo la
idea de que “es de otra época”, en tanto que el mundo ha experimentado grandes
cambios en estos últimos veinte años, y no se parece en nada al mundo de los años
noventa. Así, en el presente trabajo se considera a los indicadores tradicionales como
herramientas desactualizadas y anticuadas para medir el desarrollo, que no reflejan
fielmente la realidad de la segunda década de este S.XXI.

• La mayor parte de los indicadores tradicionales se crearon desde la óptica de


Occidente. Fueron los países europeos, junto a Estados Unidos, quienes promovieron el
desarrollo de los índices y las tasas que hoy siguen midiendo el desarrollo y determinando
qué sociedades o qué espacios están desarrollados y cuáles no. Es un factor injusto,
puesto que el mundo actual se caracteriza por la multipolaridad, la heterogeneidad y la
diversidad. Ninguna de estas características se pueden aplicar a los indicadores que se
utilizan en todo el mundo, puesto que fueron creados desde un único polo de poder
(Occidente), de manera homogénea y sin considerar la diversidad global a la hora de
determinar la forma de elaboración de los índices.

• Los indicadores tradicionales se enmarcan dentro de lo que Peter Dicken


llama mainstream economy, la corriente predominante a la hora de analizar la economía.
De esta manera, estos indicadores tienen un sesgo mainstream, en el sentido de que
miden y analizan parámetros sobre el desarrollo teniendo una determinada concepción
del desarrollo. La idea que desde Occidente se tiene del desarrollo es muy clara: ha de
perseguir alcanzar un modelo de libertad económica, democracia al estilo occidental y
sistema cultural determinado. Se analiza el desarrollo basándose en la corriente
dominante a nivel global y que se ha acabado aceptando por la supremacía de las
potencias occidentales, que controlan los principales organismos internacionales y
financian los estudios económicos más influyentes. Desde la concepción de qué es el
desarrollo y cómo se mide, se produce un sesgo pro-occidental que no considera las
diferentes características de los distintos países del mundo.

MODELO SIMPLIFICADO DE LA DINÁMICA CENTRO-PERIFERIA.

A simple vista parece generalizarse la idea de que la Periferia está subdesarrollada, y que
no hay ningún tipo de progreso económico ni social en esta zona del mundo. Convencidos
de que la realidad actual no es así, señalamos a continuación una serie de razones por
las que creemos que los indicadores tradicionales están incompletos.
Los indicadores que están midiendo el desarrollo social y económico actualmente
presentan las siguientes carencias:

• Como ya hemos apuntado, los indicadores tradicionales corroboran la idea de que el


mundo está dividido entre una serie de países centrales y otros periféricos. A nuestro
entender, el hecho de fomentar el concepto y la oposición Centro-Periferia es una
característica negativa, pues nuestra tesis es que esta visión de un mundo polarizado en
dos mitades no se ajusta a la realidad del momento ni a los datos socioeconómicos
actuales. Es, además, una consideración injusta hacia los países que no forman parte del
selecto club de Occidente. El término país periférico se puede considerar incluso
peyorativo o despectivo, así como el concepto país subdesarrollado, que implica que hay
un único tipo de desarrollo correcto, y que quien no se ajusta a dicho modelo está
subdesarrollado y no está progresando como debiera hacerlo.

• El indicador del PIB se elaboró en 1934, y el IDH parte de las ideas del economista
Amartya Sen en los años ochenta. Si bien este segundo no es un índice “antiguo” (se
empezó a utilizar a partir de 1990), podemos considerarlo “de otro siglo”, no únicamente
en el estricto sentido histórico (efectivamente es del siglo pasado), sino transmitiendo la
idea de que “es de otra época”, en tanto que el mundo ha experimentado grandes
cambios en estos últimos veinte años, y no se parece en nada al mundo de los años
noventa. Así, en el presente trabajo se considera a los indicadores tradicionales como
herramientas desactualizadas y anticuadas para medir el desarrollo, que no reflejan
fielmente la realidad de la segunda década de este S.XXI.

• La mayor parte de los indicadores tradicionales se crearon desde la óptica de


Occidente. Fueron los países europeos, junto a Estados Unidos, quienes promovieron el
desarrollo de los índices y las tasas que hoy siguen midiendo el desarrollo y determinando
qué sociedades o qué espacios están desarrollados y cuáles no. Es un factor injusto,
puesto que el mundo actual se caracteriza por la multipolaridad, la heterogeneidad y la
diversidad. Ninguna de estas características se pueden aplicar a los indicadores que se
utilizan en todo el mundo, puesto que fueron creados desde un único polo de poder
(Occidente), de manera homogénea y sin considerar la diversidad global a la hora de
determinar la forma de elaboración de los índices.

• Los indicadores tradicionales se enmarcan dentro de lo que Peter Dicken


llama mainstream economy, la corriente predominante a la hora de analizar la economía.
De esta manera, estos indicadores tienen un sesgo mainstream, en el sentido de que
miden y analizan parámetros sobre el desarrollo teniendo una determinada concepción
del desarrollo. La idea que desde Occidente se tiene del desarrollo es muy clara: ha de
perseguir alcanzar un modelo de libertad económica, democracia al estilo occidental y
sistema cultural determinado. Se analiza el desarrollo basándose en la corriente
dominante a nivel global y que se ha acabado aceptando por la supremacía de las
potencias occidentales, que controlan los principales organismos internacionales y
financian los estudios económicos más influyentes. Desde la concepción de qué es el
desarrollo y cómo se mide, se produce un sesgo pro-occidental que no considera las
diferentes características de los distintos países del mundo.

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