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Prudencia

“Confiamos porque somos precavidos”

Epicteto

La prudencia es la virtud que nos impide comportarnos de una manera ciega e


inflexiva en las múltiples situaciones que debemos sortear en la vida. Una
persona prudente se caracteriza por su cautela al actuar, la cual es resultado
de su alto valor que le da su propia vida, a la de los demás y en general a todas
las cosas que vale la pena proteger. Es así como nunca se atrevía a poner en
riesgo su bienestar o el de sus bienes queridos, lo mismo que su salud, su
seguridad o su estabilidad.

Ser prudentes significa ser precavidos, es decir, tener conciencia de los


múltiples peligros, inconvenientes e imprevistos de todas clases que nos
acechan por doquier, y anticiparse a ellos sin alarma ni pánico, guiados tan sólo
por un sano legítimo instinto de conservación. Las personas prudentes se
conocen también porque saben cuándo hablar y cuándo callar, y cuándo
actuar o abstenerse de actuar. Tal sentido de la moderación y el equilibrio es
uno de los legados más valiosos que heredamos de los filósofos antiguos, para
quienes la prudencia era la más auténtica expresión de la sabiduría natural de
la vida.

Para ser prudentes…

 Evitemos tomar al pie de la letra todo lo que leemos o lo que oímos.


 Tratemos siempre de pensar antes de actuar
 Seamos discretos. Tomemos como regla el no hablar más de la cuenta
en ninguna circunstancia.
La prudencia nos ayuda a "vivir la verdad en nuestra vida". Es esa disposición
de nuestro espíritu, conscientemente formada, que nos inclina a escoger
siempre el bien y, además, a atinar en la elección del mismo, en las
circunstancias en las cuales no aparece tan claro cuál es el bien.

Las mujeres que saben dar un consejo atinado, "prudente", en el momento


oportuno, pueden a veces salvar a una persona de tantos peligros y
consecuencias negativas, y permitirle vivir en el bien suyo y de su prójimo.
Cuando hay cuestiones serias por resolver y es difícil encontrar un camino
correcto, no acudimos al más simpático, al más guapo, al más deportista, ni
siquiera al más culto. Acudimos al que es prudente, es decir al que tiene la
cualidad de reconocer con claridad el bien concreto y sabe aplicarlo.

La prudencia requiere un gran espíritu de reflexión: quien no es capaz de


analizar los problemas y valorar el bien y el mal en ellos, no puede tomar
decisiones prudentes: “Prudente es quien sabe callar una parte de la verdad
cuya manifestación sería inoportuna; y que callada no daña a la verdad que
dice falsificándola; el que sabe lograr los buenos fines que se propone,
escogiendo los medios más eficaces de querer y obrar; el que en todos los
casos sabe prever y medir las dificultades opuestas y contrarias, y sabe escoger
el camino del medio con dificultades y peligros menores; el que habiéndose
propuesto un fin bueno e incluso noble y grande no lo pierde nunca de vista,
logra superar todas las dificultades y llega a buen término; el que en todo
asunto distingue la sustancia y no se deja importunar por los accidentes; el que
une y dirige sus fuerzas para alcanzar la meta; el que como base de todo esto
espera el éxito únicamente de Dios, en quien confía; y aunque no lo logre todo
o no logre nada, sabe que ha obrado bien, y en todo ve la voluntad y la mayor
gloria de Dios. La sencillez no tiene nada que contradiga a la prudencia, ni
viceversa. La sencillez es amor; la prudencia, pensamiento. El amor ora, la
inteligencia vigila. ‘Vigilate et orate’. Conciliación perfecta. El amor es como la
paloma que gime; la inteligencia activa es como la serpiente que nunca cae a
tierra, ni tropieza, porque va palpando con su cabeza todos los estorbos de su
camino” (Beato Juan XXII Diario del alma, 13 de agosto de 1961).

Por ello es indispensable no dejarse llevar por las impresiones provocadas por
los sentimientos y las pasiones. Una regla concreta y práctica para tomar
decisiones importantes, que tengan que ver con la propia vida o la de los
demás es esta: para tomar las decisiones es preciso esperar los mejores
momentos, es decir cuando hay serenidad y claridad; y nunca hay que
replantearse tales decisiones en los momentos negativos, de oscuridad,
dificultad, prueba, agitación de las pasiones o en presencia de sentimientos
turbulentos.

En todos los aspectos de la vida es indispensable obrar con prudencia, y evitar,


en la medida de lo posible, opciones equivocadas, provocadas por los engaños
de las pasiones, de los sentimientos, o del egoísmo: "No es prudente, como se
pretende con frecuencia, el que sabe situarse en la vida y sacar de ella el mayor
provecho, sino el que sabe construir su vida según la voz de la recta conciencia
y según las exigencias de la justa moral" (Juan Pablo II, 25-X-1978)..

EL PRUDENTE:

I. ES RESERVADO

1. Un sinónimo de reservado es “sobrio” está siempre en control.

3. El prudente es victorioso porque habla solo cuando le piden que hable o


cuando hay lugar para hacerlo. No anda diciendo todo lo que sabe en diez
minutos. No deja que su lengua lo controle. Procede sabiamente en todo.

II. ES CUIDADOSO

1. Los Padres hablan porque desean lo mejor para sus hijos. No lo hacen
porque desean perjudicar o impedir que se hagan cosas por cuenta propia.

2. Ellos tienen un camino ya recorrido y han aprendido mucho por cometer


errores y algunos fueron muy serios. Sabiduría justamente es aprender de los
errores de los demás.

IV. ES CAUTELOSO

1. El prudente prevé las dificultades y se prepara para enfrentarlas.

2. Sabe que se enfrenta a un mundo antagónico y enemigo de Dios. Sabe que


el enemigo tratará de buscar el lado flaco para luego destruirlo.
3. El prudente no se cree fuerte, sino adopta una actitud de debilidad para
doblar la guardia en situaciones de tentación hacia los vicios, drogas,
cigarrillos, alcohol, relaciones prematrimoniales, yugo desigual, pornografía,
fornicación, toda clase de desenfreno carnal, o situaciones de riesgo, etc.

4. Sabe cómo responder a invitaciones que comprometerán su fe. Con


mansedumbre presenta argumentos para aquellos que demandan razón de su
fe. Su testimonio es la predicación más fuerte que tiene y por eso lo cuida.
(1Pe. 3: 15-17)

V. VISIÓN ESPIRITUAL

1. El hombre prudente ve el camino del Señor como verdadero y recto, tal cual
es el Señor y no hay otra forma de transitarlo sino a través de una vida
totalmente entrega a él en santidad.

2. Querer andar con el Señor pero no desechar el pecado es insensato. El Señor


no cohabita con el pecado. Somos llamados a tomar una decisión firme hoy y
dejar de andar claudicando entre dos pensamientos. (1Ry. 18: 21)

3. Isaías tuvo una experiencia transformadora. Después de ésta no fue el


mismo. Tuvo una visión de Dios (Is. 6: 1-9) Lo vio Santo, pero se vio asimismo
impuro. Clamo a Dios por limpieza y no tardó la respuesta. Recién después de
limpio pudo escuchar la voz del Señor que llamaba a alguien para una tarea
especial y él pudo decir: ¡ahora sí, Señor, envíame a mí!

4. El prudente reconoce que hay un mundo espiritual mucho más real del que
estamos acostumbrados a ver y sabe que espiritualmente se ganan las batallas.

VI. SABE CUÁNDO HABLAR Y CUANDO GUARDAR SILENCIO

1. Vivimos tiempos como los del profeta, que los que deben administrar
justicia al pueblo se dejan sobornar y se han vuelto enemigo de lo bueno. Jesús
nunca tuvo temor a hablar, pero ante algunas autoridades del momento
guardó silencio.
2. Llega el día cuando Dios hará justicia, el prudente ese día no interferirá al
Señor, guardará silencio y dejará que él haga como quiera, pues ya habló
cuando era tiempo de hablar.

3. Así como es prudente clamar llamando al arrepentimiento genuino hacia


Dios y Su palabra, así de sensato es creer también que las oportunidades se
acaban y luego Dios ejecutará su juicio (Ez. 3: 16-21) Hoy todavía es tiempo de
hablar.

Se debe:

Amar la prudencia.

Buscarla.

Atesorarla y vivirla todos los días de nuestra vida. Al final siempre triunfa. El
prudente sabe con paciencia esperar su recompensa. Parece que tarda, pero
llega seguro.

El Prudente, llega a ser uno que ha vivido toda una vida de prudencia, de
sensatez, de cordura, ésta, no se consigue de forma instantánea.

El prudente se arma de mucha paciencia, es previsor, paga el precio cuando es


debido, y al fin es galardonado con lo que ha esperado tanto.

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