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Revista de la Asociación Geológica Argentina

versión impresa ISSN 0004-4822


Rev. Asoc. Geol. Argent. vol.68 no.3 Buenos Aires set. 2011

1- El "Hombre Fósil" de Miramar. Comentarios sobre la correspondencia de Carlos Ameghino a Lorenzo Parodi
Eduardo P. Tonni1 y Laura H. Zampatti1
1
División Paleontología Vertebrados, Museo de La Plata, Paseo del Bosque s/n°, C. P. B1900FWA, La Plata. E-
mails: eptonni@fcnym.unlp.edu.ar, laurazam@fcnym.unlp.edu.ar

RESUMEN
Se dan a conocer y se comentan algunas de las cartas cursadas por Carlos Ameghino a Lorenzo Parodi, relacionadas con
el "hombre fósil" de Miramar y su supuesta "industria". Estas cartas demuestran en conjunto el interés acrítico de Carlos
Ameghino por presentar evidencias que corroboraran las hipótesis antropológicas de su hermano. Se señala que en los
comienzos del siglo XX, Florentino Ameghino era considerado como paradigma del sabio, lo que implicaba para sus
sostenedores la defensa a ultranza de sus hipótesis. En este contexto se desarrolló la construcción de una "ciencia
nacional", enmarcada en el positivismo, que en la Argentina adquirió caracteres propios, y en el concepto de país
internacionalmente significativo. Probablemente esta situación condujo a que los hallazgos de los Parodi fuesen
aceptados sin mayor análisis crítico. Singularmente, hasta épocas recientes, los investigadores argentinos soslayaron la
discusión sobre el tema.
Palabras clave: República Argentina; Antropología; Arqueología; "Hombre terciario".
ABSTRACT
The "fossil man" of Miramar. Comments on the letters of Carlos Ameghino to Lorenzo Parodi.
We present and discuss some of the letters of Carlos Ameghino to Lorenzo Parodi, related to the "fossil man" of
Miramar and its alleged "industry". These letters show the interest altogether uncritical of Carlos Ameghino to present
evidence to corroborate the anthropologic hypothesis of his brother. It is noted that in the early twentieth century,
Florentino Ameghino was considered as a paradigm of the wise, which meant to its supporters the uncompromising
defense of his hypothesis. It is in this context that developed a "national science" framed on positivism, that in
Argentina acquired own characteristics, and in the concept of country internationally significant. probably this situation
led to the fact that the findings of the Parodis were accepted without much critical analysis. Until recently, Argentine
researchers avoided the discussion on the subject.
Keywords: Argentine Republic; Anthropology; Archeology; "Tertiary man".

INTRODUCCIÓN
Como señalan Tonni et al. (2001) el hallazgo del "hombre de Java" (Pithecanthropus erectus) por parte de Dubois, en
1891, dio lugar en todo el mundo a una intensificación en la búsqueda de posibles ancestros de los humanos modernos.
La Argentina no fue ajena a ello, fundamentalmente a través de la labor de Florentino Ameghino (1854-1911).
Producido el fallecimiento de éste, la búsqueda continuó a través de su hermano Carlos (1865 -1936), quien se
desempeñaba en el Museo Nacional de Historia Natural, actual Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino
Rivadavia", a cargo de la sección Paleontología. Desde 1912 Carlos Ameghino mantuvo contacto permanente con el
inmigrante genovés Lorenzo Parodi (1857-1932) y su hijo Lorenzo Julio (1890-1969) (Fig. 1), ambos radicados primero en
Necochea y luego en Miramar, provincia de Buenos Aires. Producto de los hallazgos de ambos Parodi, Carlos dio a
conocer publicaciones tales como Investigaciones antropológicas y geológicas en el litoral marítimo sur de la provincia
de Buenos Aires de 1913, El fémur de Miramar. Una prueba más de la presencia del hombre en el Terciario de la
República Argentina de 1915 y Los yacimientos arqueolíticos y osteolíticos de Miramar. La cuestión del hombre terciario
en la Argentina, resumen de los principales hechos después del fallecimiento de Florentino Ameghino publicado en 1918.
A partir de 1913 Lorenzo Parodi fue contratado por Ángel Gallardo (1867-1934), director del Museo Nacional de Buenos
Aires, a propuesta de Carlos Ameghino, para hacerse cargo de trabajos de exploración en la costa atlántica de los
alrededores de Miramar, trabajos que por otra parte ya había realizado para Florentino Ameghino. Cabe destacar que el
interés por la exploración de la costa atlántica en busca de indicios del "hombre fósil" fue iniciativa del Museo de La
Plata, institución que a través del profesor de esa casa, doctor Luis María Torres (1878-1937), propuso a Gallardo
desarrollar trabajos conjuntos. Gallardo aceptó inmediatamente, por lo que "…parte del mérito en la propulsión de esta
clase de investigaciones le corresponde al actual director del Museo nacional de historia natural de Buenos Aires, doctor
Ángel Gallardo" (C. Ameghino 1915: 436). Este convenio de colaboración comenzó en 1912 y cesó en 1915, cuando el
Museo de La Plata dejó las investigaciones en el área. Durante su vigencia se había acordado que los materiales
recuperados serían depositados en ambas instituciones (Bonomo 2002), sin embargo, como se desprende de la
correspondencia que aquí se comenta, en ocasiones el trato no fue cumplido en forma igualitaria.
Figura 1: Los Parodi en la costa atlántica bonaerense. Desde la izquierda, Lorenzo Julio, una persona no determinada, y
Lorenzo Parodi, circa 1920.
La sucesión de hallazgos supuestamente vinculados con el hombre fósil, que se produjeron aproximadamente entre
1910 y 1920 en los alrededores de Miramar, fue motivo de fuertes controversias contemporáneas. Sin embargo, no se
arribó a una conclusión definitiva sobre su validez o falsedad, como ocurrió con hechos similares casi sincrónicos en
Europa, como fue el caso del "hombre de Piltdown" (Podgorny 2009 y la bibliografía allí citada, Alinovi 2009). Como
señala Bonomo (2002) en una excelente síntesis reciente, al finalizar la década de 1920, los estudios arqueológicos en la
costa atlántica fueron disminuyendo, "… debido a, entre otras causas, la gran controversia y las sospechas que
generaron los hallazgos. Estos hechos llevaron a reinterpretar o a excluir de la reconstrucción del pasado de la Región
Pampeana a la mayoría de la información producida durante este período en la costa bonaerense" (Bonomo 2002: 81-
82).
La familia de Lorenzo Julio Parodi, en las personas de su hija Amelia Parodi, su nieto César R. Scafati y su bisnieto
Sebastián Colotto, puso al alcance de los autores numerosas fotografías que ilustran sobre las tareas de campaña de su
padre y abuelo, así como cartas cursadas entre Carlos Ameghino y los Parodi. Entre ellas se incluyen las producidas por
Oscar Parodi, también hijo de Lorenzo, quien residía en La Plata y en ocasiones era el encargado de transmitir las
indicaciones de Carlos a los Parodi radicados en Miramar.
A través de la información brindada por Amelia Parodi se ratificó que, tal como fuera oportunamente sugerido por
Daino (1979), Lorenzo era iletrado y su manejo del idioma español bastante precario. Consecuentemente, la
correspondencia dirigida a su nombre le era leída por Lorenzo Julio que, en el lapso en el que están fechadas las cartas,
era un joven de algo más de 20 años.
La familia Parodi ha tenido otros integrantes dedicados a diversos aspectos de la paleontología. Rodolfo Parodi Bustos
(1903-2004), también hijo de Lorenzo, luego de desempeñarse durante casi diez años en el Museo de Buenos Aires, se
integra en la década de 1950 a la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Salta, donde enseña e
investiga en Paleontología. Amelia Parodi y su hermana Graciela fueron técnicas preparadoras en la División
Paleontología Vertebrados del Museo de La Plata. Rogelio"Toto" Parodi (?-2000), sobrino de Lorenzo Julio y de Rodolfo,
radicado primero en Miramar y luego en Necochea, fue un excelente coleccionista que colaboró con varios
investigadores del Museo de La Plata.
En la presente contribución se dan a conocer y se comentan, algunas de las cartas que tienen relación con el "hombre
fósil" y su supuesta "industria". Ninguna de ellas aporta datos definitivos para determinar la validez de los hallazgos,
pero, en conjunto, demuestran el interés acrítico de Carlos Ameghino por presentar evidencias que corroborasen las
hipótesis antropológicas de su hermano. Adicionalmente, el tema es presentado como un motivo de orgullo nacional
partiendo "… de la evidencia material recuperada en el 'reservorio de riquezas' que constituía el actual suelo argentino,
medio natural poseedor de 'tesoros fósiles' que propiciaron la gestación de F. Ameghino como sabio nacional" (Bonomo
2002: 81).
LA CORRESPONDENCIA
En las cartas que se transcriben, se ha respetado la ortografía y sintaxis originales.
"Buenos Aires Novmbre 10 - 1914/ Sr. D. Lorenzo Parodi/ Miramar/ Estimado amigo. Le adjunto guía por 300 pesos y
espero recibo; pero no se olviden de ponerle fecha y la leyenda Miramar al pie, como ha sucedido con el que acabo de
recibir. He recibido las fotografías. Diga a Luachini que le mandaré los del Glyptodon, para que los reproduzca a su
gusto./ En cuanto al Glyptodon que le dije que mandara a este museo, son Uds. que confunden. No tiene más que leer
otra vez mi carta, y verá que yo hablo del último descubierto en la barranca de Miramar, y también el del Durazno. Hay
que poner un poco más de cuidado en todo, porque la responsabilidad es mía. Trate de mandarlo a este museo, porque
ya sabe el Director, y ha sido anunciado el descubrimiento en los diarios./ Al Museo de La Plata ya le he dicho, repetidas
veces, que le mande cualquier cosa./ Trate de mandarlo bien embalado y revisar bien la tierra removida para que no
quede ni un pedazo, porque ya le he dicho es de mucho interés para mí. También sería bueno registrar toda la tierra que
ha quedado removida en la bola, para ver si aparece alguna otra piedra./ Recomiéndole de mandar el Glyptodon del
Durazno también porque es muy raro. Así como también el Hoplophorus que tiene en su casa, sin perder ningún pedazo -
espero que ahora habrá entendido todo lo que le digo./ Aquí corren muy malas noticias en cuanto al nuevo presupuesto
y el alineador está muy desalentado, así que es bueno que lo vaya sabiendo por si se produce, y que no lo tome
desprevenido, parece que van a suprimir hasta empleados del Museo, y disminuir la partida de gastos./ Sin más por el
momento con recuerdos a todos y de mi hermano para Ud. Salúdale S.A. y S. S./ Carlos Ameghino".
"Al Museo de La Plata ya le he dicho, repetidas veces, que le mande cualquier cosa". Debe recordarse el acuerdo de
colaboración entre el Museo de La Plata y el de Buenos Aires (1912-1915), Lorenzo Parodi recibió, al menos
temporariamente, una retribución de 100 pesos moneda nacional mensuales por su envíos al Museo de La Plata.
Evidentemente, la puja entre ambas instituciones estaba vigente y en este sentido la figura de Carlos Ameghino era
preponderante en cuanto a la influencia que ejercía sobre Parodi en desmedro de la institución platense.
En esta carta se menciona una "bola", es decir un instrumento de piedra. Posiblemente se trate de la misma piedra de
boleadora a la que se refiere Carlos Ameghino en su contribución de 1915 (C. Ameghino 1915: 430) y que fuera hallada
en un sitio ubicado unos 5 km al norte de Miramar. En ese sitio, conocido desde poco después en la literatura geológica
y paleontológica como "Barranca Parodi", se iba a producir también en 1914 el hallazgo de un "fémur flechado" de
toxodonte, al que se hará referencia más adelante.
Los comentarios sobre la mala situación económica del Museo Nacional son frecuentes en la correspondencia de los
años 1915 y 1916. Así, el 22 de febrero de 1915, Carlos Ameghino escribe: "Si no le había mandado hasta ahora el
sueldo es porque todavía no han pagado al personal, debido al nuevo presupuesto el que todavía no está ordenado. Así
es que vista su situación me apresuro a mandarle de lo mío que después yo cobraré cuando paguen". Vuelve sobre el
tema el 13 de marzo de 1916: "Sus últimos meses de sueldo, me informan que no han sido pagados porque hay mucha
escasez de dinero, debido a que el gobierno hace meses que no abona al Museo la partida para gastos". El 25 de junio
de 1916 dice: "En mi poder todas las suyas así como también la encomienda última; pero no le contestaba esperando
por momentos que se resolviera su asunto para darle la noticia, dicen que esto es cuestión de días como siempre, pero
en fin esperemos que así será". La situación parece resolverse en julio de ese año a juzgar por lo siguiente: "Le adjunto
guía por 400 pesos que le remito en la fecha por F.C.S. 200 pesos corresponden a los meses vencidos de Abril y Mayo a
100 pesos cada uno, y los 200 restantes al mes de junio p.p. De modo que el Sr. Agustín J. Péndola [el entonces
secretario del Museo Nacional] ha hecho una gauchada, y sería bueno que Ud. le escribiera de su parte directamente,
agradeciendo" (11 de julio de 1916). Téngase en cuenta que la situación económica adversa no sólo afectaba al Museo
Nacional sino que se reflejaba en toda la economía del país. Durante la presidencia de Victorino de la Plaza (1840-
1919), entre 1914 y 1916, se desarrolló el primer conflicto bélico mundial. En la Argentina se produjo un deterioro
económico importante debido en gran medida a que el gobierno no pudo evitar el retiro masivo de oro por parte de los
estados en conflicto, crisis a la que también contribuyeron las malas cosechas, a las que el gobierno respondió con la
prohibición de las exportaciones de trigo y harina.
"Buenos Aires. Enero 13 - 1915/ Señor D. Lorenzo Parodi/ Miramar/ Estimado amigo: Le adjunto guía por 200 pesos m/n
por su sueldo del mes próximo pasado de lo cual espero recibo lo más pronto según costumbre, con la única diferencia
que se servirá ponerle al recibo fecha del último de Diciembre, por corresponder al fin del año pasado./ Puede Ud. ir a
Mar del Plata a sacar la carcasa de hoplophorus de que hemos hablado, y para esto le adjunto una carta para el Señor
Ángel Fernández quien es el donador. Compre cajón, pase recibo de los gastos que haya./ Dígame cómo le fue con Torres
y cómo salieron los esqueletos de Malacara. Mándeme si tiene algunas piedras-fósiles, y una mandíbula de tigre que nos
olvidamos con Roth y que encontramos cerca de Chocorí. No olvide de mandar a este Museo las muelas de Mastodonte,
todo bien embalado que no se vaya a romper porque son de importancia. Recuerdo al Dr. Faggioli y diga que en estos
días le contestaré./ Recuerdos a toda la familia y conteste lo más pronto -expresiones al Sr. Dupuy./ S.S./ Carlos
Ameghino/ [sigue] Ruégole ponga especial cuidado en la extracción pues no conviene que se pierda por tratarse de un
regalo que no se puede rehusar, y aunque salga en muchos pedazos mándelos todos bien embalados y acondicionados
que aquí se arreglarán./ Salud. C.A.".
El "Torres" al que hace referencia esta carta (Fig. 2) es Luis María Torres. En 1905 fue designado por el director Moreno
como encargado de la sección Arqueología del Museo de La Plata. Cuando en 1906 se produjo la incorporación de dicho
museo a la Universidad Nacional de La Plata, Torres recibió el nombramiento de profesor adjunto de Etnografía, siendo
titular Samuel Lafone Quevedo, en ese entonces director del museo de la plata (Cigliano 1977). Como se señaló en la
Introducción, fue por iniciativa de Torres que se realizaron trabajos de investigación conjunta en la costa atlántica
bonaerense entre los Museos de La Plata y de Buenos Aires. Uno de los resultados alcanzados fue el descubrimiento del
"Túmulo de la Malacara", un enterratorio hallado unos 40 km al sur de Miramar, en el que los Parodi tuvieron activa
participación (Torres y C. Ameghino 1913). En 1920, producida la muerte de Lafone Quevedo, Torres se hizo cargo de la
dirección del Museo de La Plata.

Figura 2: Carta de Carlos Ameghino a Lorenzo Parodi, fechada el 13 de enero de 1915.


"Roth" es Santiago Roth, nacido como Kaspar Jacob Roth en Suiza, en 1850. En 1866 su familia se trasladó a la Argentina,
asentándose en las proximidades de Baradero, provincia de Buenos Aires. Allí ofició como talabartero, pero además se
dedicó a la recolección de especímenes de ciencias naturales, entre los que se destacan los vertebrados fósiles. Esta
afición había sido "importada", dado que desde temprana edad en su pueblo natal se entusiasmaba en la colección de
materiales de esta índole (Bond 1999). En 1895, el director del Museo de La Plata, Francisco P. Moreno (1852-1919) le
ofreció el cargo de jefe de la Sección Paleontología, donde desempeñó una intensa labor que incluyó la investigación
geológica y paleontológica, así como un gran interés por la exhibición y conservación de las piezas resguardadas en el
museo. Superadas ciertas desavenencias heredadas de la disputa entre Moreno y Florentino Ameghino, Carlos recurrió
con frecuencia a Roth para avalar los hallazgos propios y de los Parodi en la costa atlántica. Así, Roth fue uno de los
firmantes del acta de 1914 (Roth et al. 1915), que certificaba los hallazgos referidos a industrias humanas
supuestamente procedentes de sedimentitas del Cenozoico superior (entonces considerados miocenos, ahora
pliocenos). Santiago Roth murió en Buenos Aires en 1924.
El "Dr. Faggioli" es Rodolfo Faggioli, médico italiano (1860-?) radicado en Necochea posiblemente desde comienzos del
siglo XX. Fue un entusiasta coleccionista de fósiles, actividad que lo llevó a tomar contacto con Florentino Ameghino a
través de Lorenzo Parodi. Así, en 1908 en una carta le recriminaba a Florentino: "Mi dispiace molto che Lei non mi abbia
mantenuto la promessa fattami di onorarmi con una sua visita. Anche il Parodi la aspettava con grande
anzietà…" (Faggioli 1915). La visita a Necochea se produjo en 1909, oportunidad en la que Florentino inspeccionó el
lugar donde tiempo atrás Faggioli había exhumado una calota humana que le obsequió y que éste denominó
como Homo pampaeus (Ameghino 1909), la primer especie de Homo que según Ameghino habría migrado desde la
región pampeana hacia otros continentes, a través de puentes terrestres.
"B. Aires. Marzo 13 - 1916/ Señor D. Lorenzo Parodi/ Miramar/ Mi muy estimado amigo:
En mi poder su muy atenta de 1º del corriente que he recibido con mucho atraso y por eso recién le puedo contestar./ En
primer lugar le debo decir que estoy un poquito mejor, pero no gran cosa y todavía tengo para tiempo, porque ahora me
ha quedado una enfermedad intestinal mucho peor que la primera, y me tiene muy preocupado./ La bola a que Ud. se
refiere de Mar del Plata está efectivamente en este Museo, pero no se ha publicado nada, porque tendría que ir yo a
presenciar el lugar de procedencia, y no sé cuándo podré hacerlo.
En cuanto a la rebaja de su sueldo recién me informé de ello con sentimiento cuando vine al Museo, y no hay, por el
momento, más que tener paciencia porque la desgracia mía ha sido también la suya, y si yo me mejoro, espero que todo
podrá arreglarse. Sus últimos meses de sueldo, me informan que no han sido pagados porque hay mucha escasez de
dinero, debido a que el gobierno hace meses que no abona al Museo la partida para gastos./ Puede ser que si va para
esa el Dr. Roth vaya yo también, haciendo un gran esfuerzo, porque tengo deseos de ver el resto fósil con la piedra
clavada de que Ud. me habla./ Creo mi querido amigo que yo soy siempre el amigo de siempre, pero no he podido hacer
nada por Ud. porque esta maldita enfermedad me ha aniquilado por completo y he creído francamente que me iba a
morir.
Deseamos saber de Ud. a quién fueron entregadas las piedras en este Museo, cuando yo estaba en casa enfermo, y que
Ud. me mandó de esa por intermedio de alguna persona, pues no las podemos encontrar./ Espero me conteste y con
recuerdos a toda la familia, y para Ud. de mi hermano Juan./ Los saluda S.S. y A./ Carlos Ameghino".
En esta carta Carlos Ameghino hace referencia a su quebrantada salud. Como se dijo, cuando fallece Florentino, Carlos
pasa a desempeñarse como encargado de la Sección Paleontología en el Museo Nacional. En 1919 es nombrado director
interino del museo, cargo que mantiene hasta su jubilación en 1923. Cabe destacar que se ha citado como inicio de sus
funciones como director interino al año 1917 (Farro y Podgorny 1998, Tonni et al. 2007). Sin embargo, en la página
oficial del Museo Argentino de Ciencias Naturales figura el año 1919, lo cual es corroborado a través de la
correspondencia aquí comentada. En efecto, una carta de Oscar Parodi dirigida a Lorenzo Julio, fechada en la paz,
provincia de Córdoba, el 1 de setiembre de 1919, dice: "En cuanto al nombramiento de don Carlos Ameghino estaba
enterado porque lo he leído en la 'Nación', hoy pienso escribirle felicitándolo, esto no deja de ser una buena noticia para
todos nosotros…".
Como director interino, reiteradamente usó de licencias por enfermedad. "Don Carlos fue un hombre físicamente sano,
pero su estado de depresión nerviosa lo colocaba, a veces, en inferioridad de condiciones…" (Rusconi 1965: 122). Esta
parece ser la enfermedad de base que provocaba el alejamiento temporario de sus actividades normales, incluyendo la
dirección del museo, en la que fue reemplazado con frecuencia por Lucas Kraglievich (1886-1932). Relata el mismo
Rusconi que en ocasión de un prolongado período de alejamiento por enfermedad (1922-1923), junto a Kraglievich lo
visitaron en su casa de La Plata, sorprendiéndose con "…algunas cosas raras o extrañas que decía y hacía como
pasatiempo, y reponerse según él" (Rusconi 1965: 123).
Nótense asimismo las dos menciones sobre hallazgos arqueológicos vinculados al supuesto "hombre fósil". Tanto
la "bola" como "el resto fósil con la piedra clavada" no merecieron comentarios posteriores ni publicaciones que los
ratifiquen.
"La Plata, Enero 3 de 1919/ Señor/ Lorenzo J. Parodi/ Querido hermano:/ Deseo que al recibo de la presente los alle bien
de salud que yo por el momento me encuentro bien./ Me dijo don Carlos que le digeras a papá que mande muestras de
tierra en orden de arriba a bajo de las barrancas de Miramar en tres lugares 1º en el sitio que se halló el femur de
Toxodon flechado. 2º En el sitio donde está la arcilla y una tercera toma de muestras en la barranca ensenadense al sur
de Miramar, tomar las muestras metro a metro verticalmente y explicar la altura de cada una de ellas, las mandan por
Villalonga dirigida a la casa de don Carlos./ Por giros te mando el sueldo de papá es decir 150 pesos porque 50 me quedé
yo como de costumbre./ Sin más por el momento darás recuerdos a todos./ Tu hermano Oscar A. Parodi"
En esta carta, Oscar Parodi se refiere a uno de los hallazgos más controvertidos y que mayor difusión tuvo en la época:
"el fémur de Toxodon flechado", que supuestamente provenía de sedimentitas en ese momento atribuidas al Mioceno,
que afloraban al norte de Miramar. Actualmente este material está depositado en las colecciones paleontológicas del
Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" bajo el número 255.
La noticia sobre el hallazgo del "fémur de Toxodon flechado" fue dada a conocer al público por el diario La Nación el 22
de noviembre de 1914, pocos días después de que Carlos Ameghino, tal como puede verse en su carta del 10 de
noviembre de 1914, le comunicara a Lorenzo Parodi la difícil situación económica del Museo Nacional, sugiriendo que
incluso corría peligro su puesto como contratado ("…parece que van a suprimir hasta empleados del Museo, y disminuir
la partida de gastos"). Es curioso que en esta carta Carlos no haga mención a tan significativo hallazgo que había
realizado en conjunto con Lorenzo Parodi. está claro que el fémur fue localizado por ambos, pocos días después que la
comisión que redactó el acta de 1914 se había retirado del lugar. Sin embargo, la presencia de "…un arma de piedra
engastada en el hueso" (C. Ameghino 1915: 442) fue detectada exclusivamente por Parodi, cuando ya Carlos había
regresado a Buenos Aires.
El hallazgo tuvo repercusión científica internacional, apareciendo un comentario en la revista Nature del 15 de enero de
1915, donde se expresan diversas objeciones. Entre ellas, la referida al tipo de arma utilizado y su efectividad: "…but no
explanation offered how such a feeble weapon could have penetrated the solid shaft of a bone of the type of a toxodont
femur." (Anónimo 1915: 515), o a la antigüedad atribuida: "…this is very far from affording proof that man… was of
Miocene age, and in existence prior to the union of South with North America." (Anónimo 1915: 515). Cuestionamientos
similares se produjeron en el medio local, en el mismo momento del hallazgo (Daino 1979, Bonomo 2002). Éstos se
referían no sólo al "fémur flechado" sino también a los instrumentos líticos supuestamente contemporáneos con el
mismo, en los que se observaba una manufactura similar a la de los provenientes de sitios arqueológicos recientes. Ello
llevaba a tener que admitir que durante millones de años no se había verificado evolución cultural. Tal hipótesis era
inadmisible aún entonces, dado que, si bien no se habían producido aún los extraordinarios hallazgos de África que
tanto aportaron al conocimiento de la evolución humana, era conocido el prolongado proceso de transformación de las
manufacturas líticas, verificado a través de los yacimientos arqueológicos europeos. El mismo Florentino Ameghino
había traído de su viaje a Europa (1878-1881) varios de estos instrumentos de distintas antigüedades, que demostraban
los cambios tecnológicos.
De acuerdo con los datos proporcionados por Carlos Ameghino, las sedimentitas portadoras del "fémur flechado"
corresponden a la unidad cronoestratigráfica que modernamente se denomina Chapadmalalense, referible al Plioceno
tardío, con una antigüedad mínima próxima a los 3 millones de años (Cione y Tonni 2005).
El análisis de imágenes tomográficas realizadas al fémur y al instrumento de piedra alojado en su trocánter mayor (Figs.
3 y 4), demuestra que el "arma de piedra engastada en el hueso" es en realidad una raedera fregmentada de cuarcita
(M. Bonomo com. pers. 2010), similar a las que se encuentran con frecuencia en sitios arqueológicos de superficie de la
franja de médanos de la costa del sudeste bonaerense; la antigüedad máxima de estos sitios es de 5704 ± 64 años
radiocarbono Ap (Bonomo y León 2010). La raedera tiene como dimensiones máximas un ancho en la base de 16,42
mm, longitud de 25,1 mm y espesor de 6,63 mm. Adicionalmente, las imágenes indican que el instrumento fue
introducido cuando ya habían actuado los procesos de fosilización, tal como la compactación del sedimento de relleno
en torno a la raedera.

Figura 3: Imagen tomográfica del "fémur de toxodon flechado" (corte horizontal). Obsérvese a la izquierda el
instrumento de cuarcita enclavado en el trocánter mayor.
Figura 4: Imágenes tomográficas del instrumento de cuarcita (raedera) de la Figura 3.
"La Plata, Marzo 2 de 1919/ Señor/ Lorenzo J. Parodi/ Querido hermano:/ He recibido tu carta en la cual veo con alegria
que se encuentran bien de salud, yo como siempre más o menos igual./ No te he contestado antes porque no he tenido
ni tengo ninguna noticia para darte, lo único que puedo decirte es que don Carlos y Doello Jurado y otro, salieron en
excursión por unos dias, pero han ido aquí cerca, creo que es en el partido de la Magdalena pero á la costa del mar, el
objeto del viaje lo ignoro, pero seguramente será para algun dato que le hace falta./…/ Espero seas noticioso y me
comuniques noticias de esa y tambien decile a papá que ya llegó Marzo y como recordará le prometió á don Carlos que
para esa fecha vendría para esta./ Sin más por el momento darás recuerdos a todos, Tu hermano que te quiere/ Oscar A
Parodi".
En este fragmento de carta de Oscar Parodi se hace mención a "Doello Jurado".
Martín Doello Jurado (1884-1948), fue un naturalista discípulo de Ángel Gallardo, con importante actuación en el campo
de la oceanografía biológica; incursionó asimismo en la paleontología, siendo el primer profesor de esta disciplina en la
Universidad de Buenos Aires entre 1921 y 1948 (G. Ottone com. pers. 2010). A partir de 1914 se relacionó con el Museo
Nacional, dando origen a la Sección de Moluscos e Invertebrados de esa institución. En 1923 fue designado director del
museo en reemplazo del director interino Carlos Ameghino, cargo que ocupó hasta su renuncia en 1946. El edificio del
actual museo, en Parque Centenario, es en gran medida producto de su actividad, como también lo es la creación de la
primera estación de biología marina de la Argentina en Puerto Quequén en 1928. Doello Jurado realizó viajes de campo
destinados a la prospección paleontológica, algunos de ellos en compañía de Carlos Ameghino, como el que menciona
aquí Oscar, y uno anterior, en 1915, durante el cual fue tomada la fotografía de la figura 5.
Figura 5: Fotografía tomada en 1915 en los acantilados de la costa atlántica bonaerense. Desde la izquierda, Carlos
Ameghino, Lorenzo Parodi, un niño, Martín Doello Jurado y Lorenzo Julio Parodi. Esta fotografía, actualmente en poder
de la familia Parodi, fue publicada en la década de 1910 en la revista de humor gráfico PBT (M. Bonomo, com. pers.,
2010).
Como señalaron Tonni et al. (1999), Doello Jurado será protagonista impensado de un episodio poco feliz y mal
interpretado que afectó al desarrollo de la paleontología en la Argentina. Es común en el ambiente paleontológico
argentino asumir que la actividad de Lucas Kraglievich y algunos de sus colegas en el museo de Buenos Aires, como
Lorenzo J. Parodi, Carlos Rusconi (1898-1969) y Alfredo Castellanos (1893-1975), fue interrumpida por el golpe militar
de 1930. Sin embargo, esto es sólo parcialmente correcto. Doello Jurado fue designado director del museo de Buenos
Aires por decreto del presidente Alvear, refrendado por su ministro de Justicia e Instrucción Pública, Antonio Sagarna.
En 1928 el gobierno de Hipólito Yrigoyen confirmó a Doello Jurado como director, cargo al que Kraglievich se
consideraba con méritos suficientes para desempeñar pues, como se dijo, había remplazado como jefe de sección y
director interino a Carlos Ameghino. Producido el golpe de 1930, Kraglievich y dos de sus colaboradores, Eusconi y
Castellanos, hicieron una presentación formal ante el Ministro de Instrucción Pública y Justicia del dictador José Félix
Uriburu, con severos e injuriantes cargos contra Doello Jurado. El ministro, Ernesto S. Padilla, desechó las imputaciones
y confirmó a Doello Jurado, lo cual provocó la renuncia de los tres citados. Lorenzo J. parodi se plegó a los denunciantes
a través de una nota y como era el único que revestía como personal de planta del museo, fue exonerado.
"Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires/ Febrero 5 - 1920/ Señor D. L.J. Parodi/ Córdoba/ Estimado
amigo:/ Le adjunto a la presente letra por 100 pesos por ahora, y a medida que vaya necesitando vaya diciéndome que
es lo que necesita porque yo no puedo saberlo./ Me escribió Parodi pidiéndome un nombramiento para que Ud. trabaje
en esa, pero como Ud. debe saber no es posible crear empleos fuera de presupuesto. Pero en vista de sus necesidades lo
que Ud puede hacer es hacer colecciones las que le serán pagadas por el Museo en concepto de compra. Puede Ud.
coleccionar de todo, fósiles, esqueletos de animales actuales. Roedores, comadrejas, moluscos vivientes, terrestres y de
agua, etc. etc., que todo será valorado./ Escríbame con frecuencia de la salud de Oscar y de su vida y de lo que vaya
viendo por ahí./ Recuerdos y saludos./ S.S Carlos Ameghino".
Esta es la cita más temprana con relación a una vinculación remunerada de Lorenzo Julio Parodi con el Museo Nacional.
Lorenzo Julio se incorporó definitivamente a ese museo en 1924 como Ayudante Preparador. Su actuación allí se
desarrolló bajo la dirección de Lucas Kraglievich, teniendo como compañeros a Alfredo Castellanos y a Carlos Rusconi,
formando parte de la nueva generación de paleontólogos que tomó el legado de Florentino Ameghino a través de su
hermano Carlos. Como se señaló, este grupo se disgregó a fines de 1930. Lorenzo Julio Parodi, luego de un período en
que se desempeñó en el zoológico de Buenos Aires, ingresó en 1936 en la entonces Sección Paleontológica del Museo
de La Plata, como preparador. En 1949 fue designado Jefe de Preparadores de la División Paleontología Vertebrados,
cargo que mantendría hasta su muerte. Contrastando con sus extraordinarios conocimientos empíricos, la producción
científica de Parodi fue escasa. En 1929 publicó con Kraglievich un artículo sobre carpinchos fósiles en la revista Physis,
de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales; en 1930, en la misma revista, apareció un aporte sobre mamíferos
fósiles pampeanos hallados en Patagonia; y en 1952, junto a su hermano Rodolfo, publicó en los Anales de la Sociedad
Científica Argentina un artículo sobre la geología de la costa atlántica. Falleció en La Plata el 25 de agosto de 1969.
CONCLUSIONES
"Ameghino [Florentino]…fue canonizado como 'santo moderno' en el contexto de una época en la cual la paleontología y
la antropología ocupaban un importante lugar en la mentalidad del público. Pero subrayemos que esos mismos años
corresponden al momento en que en la Argentina, como en el resto del mundo, la práctica de la ciencia pierde parte de
su retórica universalista para afirmarse en los límites de una ciencia nacional" (Farro y Podgorny 1998: 30). No hay
dudas que esta "canonización" implicaba para sus sostenedores, la defensa a ultranza de las ideas ameghinianas. En
este contexto se desarrollan los acontecimientos comentados con relación a la correspondencia entre Ameghino y
Parodi. Contexto que se vincula con la construcción de una "ciencia nacional", enmarcada a su vez en el concepto de
país internacionalmente significativo, cuya sociedad aún comentaba con orgullo las repercusiones del Centenario de la
Revolución de Mayo.
Las ciencias abrevaban en el positivismo, que en la Argentina adquirió características propias a través de su profundo
contenido anticatólico; así, especialmente las ciencias naturales terminaron enterrando a las explicaciones previas, en
su mayoría estrictamente metafísicas (Tonni y Scillato Yané 2001). De ahí que cuando las críticas provenían de personas
relacionadas con la Iglesia eran rechazadas sin beneficio de duda. Este fue el caso del jesuita José María Blanco, cuyas
objeciones sobre los hallazgos arqueológicos atribuidos al "hombre fósil del terciario", fueron, en general, soslayadas
(Daino 1979), tanto por el ambiente científico como por el periodístico.
Desarrollo de una ciencia nacional, euforia patriótica acrecentada por los festejos del Centenario, importancia
internacional del país, fuerte concepción anticatólica en las ciencias. estas fueron parte de las causas que condujeron a
que "…los hallazgos de Parodi hayan sido aceptados sin mayor análisis crítico"(Tonni et al. 2001: 62). A todo ello
contribuyó parte del periodismo gráfico, que siguiendo la euforia patriótica, introducía en la sociedad el concepto de la
singularidad de los hallazgos. Así, un diario como La Nación expresaba con referencia al "fémur flechado de toxodon"
que "...si hubiera algún espíritu retardado o incrédulo... [con esta nueva evidencia] tendrá que rendirse..." (citado por
Bonomo 2002: 78).
Como señala Bonomo (2002: 80): "Diferentes investigadores, luego del análisis de los restos recuperados y/o de visitas a
la costa, se mostraron escépticos con respecto a los hallazgos. (…) Estos autores rechazaron desde un principio las ideas
de alta antigüedad propuestas. Esto contribuyó al descrédito internacional de los hallazgos de la costa bonaerense.
Como consecuencia, se generó cierta rivalidad y rechazo de los investigadores del país (i.e., nosotros) hacia los
extranjeros (i.e., ellos), equiparándose las fronteras nacionales con fronteras científicas".
Es curioso que, hasta épocas recientes, los investigadores argentinos soslayaran la discusión sobre el tema. No hace
mucho Daino (1979) incluía en su síntesis, aunque tácitamente, la idea de que debían realizarse nuevas investigaciones
para tener una opinión definitiva sobre los hallazgos del "hombre fósil" de Miramar, es decir del "hombre terciario".
Mientras que en Gran Bretaña se aclaraba el fraude del "hombre de Piltdown", relativamente contemporáneo a los
hallazgos de Miramar (Tonni et al. 2001), en la Argentina hechos relativamente similares eran escondidos u olvidados.
Ciertamente, el país ya no era el de las primeras décadas del siglo XX, sino este otro, que reclama y declama el
esplendor pasado ¿Vergüenza o no querer perjudicar a figuras importantes en el quehacer científico nacional? Sea cual
fuese la explicación, esas actitudes no contribuyeron ni contribuyen al desarrollo científico y cultural de un país que,
como la Argentina, requiere que su ciencia transcurra sobre bases sólidas para que, al menos desde allí, se vislumbre un
futuro en el que la declinación cese o se revierta.
AGRADECIMIENTOS
A la familia de Lorenzo Julio Parodi por su valioso y desinteresado aporte documental. Alejandro Kramarz facilitó el
fémur MACN n ° 255 para su análisis por imágenes; Alfredo Carlini y Alejo Scarano tuvieron a su cargo el procesamiento
de las imágenes tomográficas que fueron realizadas en el CIMED-La Plata; Marcela Tomeo realizó el tratamiento digital
de la figura 5. A los revisores Mariano Bonomo e Irina Podgorny, por sus importantes sugerencias que contribuyeron a
mejorar el texto; y, en el mismo sentido, al editor Guillermo Ottone. La Agencia Nacional de Promoción Científica y
Tecnológica, la Universidad Nacional de La Plata y la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos
Aires, contribuyeron con el apoyo financiero.
TRABAJOS CITADOS EN EL TEXTO
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Recibido: 24 de septiembre, 2010.
Aceptado: 29 de marzo, 2011.

2- El Hombre Fósil de Miramar


Mariano Bonomo
Mariano Bonomo. CONICET-Departamento Científico de Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales y Museo,
Universidad Nacional de La Plata, Argentina. E-mail: mbonomo@museo.fcnym.unlp.edu.ar
RESUMEN
En este trabajo se abordan los descubrimientos ocurridos durante las investigaciones arqueológicas en la localidad de
Miramar en la costa atlántica de la Provincia de Buenos Aires durante las primeras décadas del siglo XX. Se analizan los
hallazgos arqueológicos, sobre la base de la lectura de las publicaciones científicas, de documentos de archivo y a la
consulta de los periódicos de la época.
A partir de los descubrimientos arqueológicos de Florentino Ameghino, la costa bonaerense se constituyó en un punto
de interés, relacionado con el establecimiento de la antigüedad de la ocupación humana. Luego, se intensificaron las
investigaciones en Miramar en un ambiente de fuertes polémicas, que incluyeron desde la defensa de la presencia
humana en épocas terciarias al íntegro rechazo de los materiales por sospechas de fraude.
Las expediciones a Miramar fueron objeto de numerosas notas periodísticas. De esta forma el lector tomaba
conocimiento de los descubrimientos que se efectuaban en el territorio argentino. Paralelamente al debate académico,
existió otro ámbito público de discusión a través de los medios de comunicación. En estos artículos el tema del Hombre
Fósil era alineado en los carriles de la cuestión nacional que ligaba la interpretación del pasado con los movimientos
nacionalistas de ese momento.
ABSTRACT
In this paper, the discoveries that took place during archaeological investigations near the town of Miramar on the
Atlantic coast of Buenos Aires Province during the first decades of the twentieth century are examined. These
archaeological discoveries are analyzed based on the reading of the scientific publications, documents and the
consultation of contemporary newspapers.
Beginning with the archaeological discoveries of Florentino Ameghino, the coast of Buenos Aires became of interest in
relation to the establishment of the early human occupation. Subsequently, investigations at Miramar intensified in an
atmosphere of strong polemic, which ranged from the defense of a human presence in tertiary periods to the complete
rejection of the fossil finds on the grounds that they were frauds and forgeries.
The expeditions to Miramar were the subjects of numerous newspaper articles. As such, readers were made aware of
the discoveries that were made in Argentinean territory. Paralleling the academic side of the debate, an environment
for public discussion existed through the popular media and literature. In such reports, the ‘fossil man' topic was aligned
along national lines, tying the interpretation of the past with the contemporary nationalist movement.
INTRODUCCIÓN
A más de setenta años de producirse las primeras investigaciones arqueológicas en la localidad de Miramar en la
costa atlántica de la Provincia de Buenos Aires, varios interrogantes aún permanecen abiertos. Un examen detallado y
exhaustivo de la bibliografía publicada en las primeras décadas del siglo XX, ha sido realizado por Daino (1979). Este
autor destaca los sucesos más significativos del desarrollo de las investigaciones en el litoral marítimo bonaerense, los
hallazgos arqueológicos de mayor importancia, el levantamiento del Acta de 1914, las principales discusiones y sus
protagonistas, las intervenciones de L. Parodi, la reunión de Tucumán de 1916 y la polémica de 1924.
En este trabajo se analizan los descubrimientos arqueológicos de Miramar y su divulgación al resto de la sociedad, en
base al relevamiento de los trabajos científicos, de documentos de archivo, como correspondencia, manuscritos, etc. y a
la consulta de la prensa escrita de circulación diaria de la época. El estudio de este período de las investigaciones es
complejo debido, entre otras causas, a las rivalidades personales entre los profesionales pertenecientes a diferentes
nacionalidades y generaciones, a los intereses extra científicos involucrados; así como los cambios de opinión,
replanteos y alejamiento del tema por parte de algunos protagonistas. El análisis de las distintas versiones periodísticas
acerca de los objetos recuperados en la costa atlántica, es una vía interesante de aproximación, pues en ellas se irradia
un lenguaje directo y fervoroso que refleja con claridad el estado de la cuestión. Además, la dimensión témporo-
espacial de los diarios (Anderson 1991), brinda la posibilidad de contar con fechas puntuales que conducen al
entendimiento de posturas y reacciones de los distintos participantes acerca de los polémicos hallazgos. Estas fuentes
de diversa índole permiten comprender el problema de los descubrimientos de Miramar desde una perspectiva más
amplia que traspasa el ámbito científico. Paralelamente al debate académico, existió otro ámbito público de discusión a
través de los medios gráficos de comunicación. En estos artículos el tema del hombre terciario se articulaba con la
construcción de una identidad nacional.
La costa bonaerense se constituyó en un punto de interés, relacionado con el establecimiento de la antigüedad de la
ocupación y los orígenes de la humanidad, a partir de los trabajos de Florentino Ameghino, cuyo enfoque se enmarcó
dentro del evolucionismo de fines del siglo XIX. En una primera etapa, en base de sus trabajos en los alrededores de
Luján, Ameghino(1880), sostuvo la coexistencia del hombre con los megamamíferos pleistocénicos en las pampas
argentinas. Luego, se dedicó de forma intensiva a la clasificación taxonómica y al estudio comparativo de mamíferos
extinguidos provenientes de la Patagonia y la Región Pampeana y planteó la presencia humana durante el período
terciario en el territorio argentino (Ameghino 1889). En 1909, con la idea de un remoto pasado humano, Ameghino dio a
conocer una serie de artefactos líticos hallados próximos a un gliptodonte en la costa bonaerense. Con este material,
que difería de los recuperados en las planicies, Ameghino definió la "industria de la piedra hendida" (Ameghino 1910a).
El alto grado de modificación que presentaban los artefactos costeros sometidos constantemente a la acción eólica, así
como la forma poco estandarizada de los productos bipolares, junto con su aparente asociación con fauna extinta,
contribuyeron a su caracterización de "primitivos" a los grupos humanos que ocuparon la costa atlántica.
En 1910, Ameghino visitó la localidad de Monte Hermoso, junto al antropólogo A. Hrdlicka y el geólogo B. Willis (ver
Podgorny y Politis 2000). Esta localidad, a la que se recurría sobre todo en busca de materiales paleontológicos, fue
visitada desde fines del siglo XIX por diversos investigadores y viajeros (e.g., Ameghino, Darwin, Claraz, Heusser,
Moreno). Aquí recuperó una serie de lascas elaboradas en rodados de cuarcita que denominó "industria de la piedra
quebrada" (Ameghino 1910b). La morfología del material recuperado lo llevó a considerar a ambas industrias costeras
como diacrónicas, relacionándolas filéticamente con estadios evolutivos diferentes y atribuyéndoles una edad terciaria
representando los vestigios más antiguos de la humanidad (Ameghino 1910b). Estas industrias conformaban la
transformación progresiva de los conjuntos artefactuales y sus técnicas de manufactura a través de las épocas
geológicas1.
Durante estos trabajos también registró una serie de huesos fracturados en sentido longitudinal y "tierras cocidas"
ubicados en el estrato Chapadmalense que interpretó como de origen antrópico (Ameghino 1909). Por otro lado, en la
conferencia titulada La edad de la piedra, luego de argumentar el carácter antrópico de los objetos presentados, sugirió
una serie de atributos que permitirían distinguir entre materiales arqueológicos antiguos y falsificaciones modernas,
como también entre restos que se encuentran en posición primaria de aquellos intrusivos (Ameghino 1913). La
presencia de materiales arqueológicos en sedimentos Chapadmalenses asignados al terciario y la posibilidad de fraude o
de que los mismos no se encontraran in situ, serían centrales en las discusiones sobre los hallazgos de Miramar hacia
fines de la década de 1910 y durante la de 1920.
Como consecuencia de las ideas de Ameghino se generó un extenso período de discusiones que dieron lugar a
distintas interpretaciones del mismo problema, la cronología de la ocupación humana del litoral bonaerense. Los
objetos materiales recuperados en un mismo espacio físico, la costa, fueron sujetos a distintas explicaciones. En el
ámbito local, F. Outes fue el primero en cuestionar las afirmaciones de Ameghino proponiendo una edad "neolítica"
para los materiales costeros (Outes 1909). Como lo había hecho antes con la atribución de un origen natural a las
"tierras cocidas", para el joven Outes estas discrepancias con Ameghino eran una vía para adquirir "visibilidad" en la
comunidad científica argentina (Barros 2000). Las discusiones trascendieron las fronteras del país; los extranjeros que se
opusieron a las ideas de alta antigüedad propuestas para la costa fueron los norteamericanos Hrdlicka, Holmes y Willis
pertenecientes a The Bureau of American Ethnology (ver Meltzer 1983, 1985). Estos autores reconocieron dos industrias
asociadas: black, que se correspondía con la "industria de la piedra hendida" y whitecompuesta por artefactos de
cuarcita. Ambas industrias fueron consideradas sincrónicas, de no más de unos pocos siglos de antigüedad (Holmes
1912; Hrdlicka 1912).
Antes de su visita a la Argentina, junto con Holmes, Hrdlicka se había dedicado a refutar toda evidencia que apoyara
la idea de una gran antigüedad del poblamiento americano (e.g., el cráneo de Calaveras 1866-1907 - el hombre terciario
de California, Vayson de Pradenne 1932). Estos autores rechazaron desde un principio la existencia de un Paleolítico
Americano análogo al europeo, es decir, la hipótesis de la contemporaneidad entre el hombre y la megafauna
cuaternaria (Willey y Sabloff 1974; Meltzer 1983). Los criterios científicos de certificación de los hallazgos en el campo,
por parte de los investigadores, se establecían a partir de la publicación de Early Man in South America, donde Hrdlicka
(1912) planteaba la necesidad de que el propio investigador efectuara la recolección in situ de los datos y, por lo tanto,
esta tarea no debía quedar en manos de aficionados, coleccionistas o naturalistas viajeros (Podgorny y Politis 2000).
Por su parte, el Padre J. M. Blanco, desde la revista católica Estudios (Blanco 1917a) y a través de una serie de
conferencias (Blanco 1916) criticó de manera reiterada las propuestas de Ameghino, argumentando entre otras
cuestiones, que su esquema evolutivo había sido formulado en forma previa a la obtención de la evidencia científica que
luego lo sustentaría (ver también Imbelloni 1928: 154). Estas opiniones generaron la oposición de los defensores de la
ideas de Ameghino (e.g., Vignati 1920), situación que se iba a agudizar con los descubrimientos de Miramar.
"REVELACIONES PREHISTÓRICAS. NUEVOS DESCUBRIMIENTOS DE AMEGHINO. UNA COMPROBACIÓN EXCEPCIONAL"2
El tema del hombre terciario no era un problema que estuviera aislado del contexto científico mundial de la época.
Esta cuestión venía siendo tratada en forma puntual desde fines del siglo XIX, durante los sucesivos Congresos
Internacionales de Antropología y Arqueología Prehistóricas (1872, 1876, 1880, 1889) llevados a cabo en distintas
ciudades de Europa. En estos congresos, la comunicación de los trabajos era seguida de extensas discusiones donde se
designaban comisiones de especialistas que analizaban los objetos. Luego eran presentados los resultados del análisis
de los materiales durante la reunión o en el siguiente encuentro. A diferencia de las mesas de trabajo de estos
congresos, a principios del siglo XX en Uruguay se popularizaba la discusión desde un periódico local donde se acusaba
de plagios al Dr. Schuller por atribuir con desacierto unos restos óseos al Hombre Fósil (El Día de
Montevideo22/8/1905). Con respecto a la Argentina, las controversias acerca del Hombre Fósil de Miramar del período
terciario (Vignati 1922a) generó abundante bibliografía y tuvo una gran trascendencia. Mientras otros países
abandonaron el tema, en el país siguió siendo discutido por algunos investigadores hasta la década de 1960 (como
Schobinger 1961 y Vignati 1963) e incluso hasta fines de la de 1970, en la cual el hijo del Sr. Lorenzo Parodi (ver Daino
1979; Tonni et al. 2001), Rodolfo Parodi Bustos, seguía defendiendo los hallazgos del Hombre Fósil con una antigüedad
de 2 millones de años, en su ponencia en el II Congreso Argentino de Paleontología y Bioestratigrafía (Parodi Bustos
1978).
Luego de la muerte de F. Ameghino en 1911 se intensificaron las investigaciones en la costa atlántica, en un ambiente
de fuertes polémicas (ver resumen de la discusión en Menghín 1957; Daino 1979; Politis 1988, 1995). Cabe destacar que
del total de las publicaciones acerca de la arqueología de la Región Pampeana, entre 1911 y 1920 un 68% se refieren a la
costa y entre 1921 y 1930 un 84%, declinando luego notoriamente (Figura 1). Entre los autores que participaron en esta
polémica se destacan Carlos Ameghino (hermano de Florentino) (Ameghino 1915, 1918), Luis María Torres (Torres y
Ameghino 1913), Joaquín Frenguelli (1927, 1936), Felix Outes (Frenguelli y Outes 1924), Alejo M. Vignati (1922a, 1923),
Eric Boman (1919, 1921), José M. Blanco (1921), Antonio Romero (1915, 1918). Algunos de ellos (C. Ameghino,
Frenguelli, Outes, Vignati) aceptaron la autenticidad de los nuevos objetos arqueológicos recuperados en diferentes
puntos de las barrancas de la localidad balnearia de Miramar (Figuras 2 y 3). Este sector fue visitado en diferentes
oportunidades por especialistas provenientes de diversas disciplinas, como geólogos, paleontólogos, zoólogos y
botánicos. En la discusión también participaron coleccionistas, militares y clérigos con formación científica (eg., Blanco
1921; Romero 1915, 1918) que reaccionaron ante las suposiciones de otros autores que proponían una edad terciaria
para los materiales arqueológicos de Miramar.

Figura 1. Número de publicaciones acerca de la arqueología de la costa bonaerense a lo largo del tiempo. Nota: los
datos fueron tomados de Fernández (1982) y Vignati (1936-1941).
Figura 2. Bolas de boleadoras manufacturadas en hueso provenientes de los estratos Ensenadenses de Miramar.

Figura 3. Instrumentos con ápice aguzado elaborados en hueso en estado fósil provenientes de los estratos
Ensenadenses de Miramar.
Partiendo del problema de la antigüedad del hombre, como premisa principal de su trabajo, Luis María Torres junto a
Carlos Ameghino (1913) recorrieron el litoral bonaerense en 1912 (Figura 4). Estas expediciones fueron solventadas por
dos instituciones, la Universidad Nacional de La Plata y el Museo de Historia Natural de Buenos Aires y las colecciones
recuperadas durante las tareas de campo fueron divididas entre este último y el Museo de La Plata3 [Acervo Histórico de
la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP (AHFCNyM), Actas del Consejo Académico, Tomo II 1914-1919]. En
1914, una comisión de geólogos fue invitada a Miramar por ambos museos nacionales para corroborar los hallazgos
efectuados porTorres y Ameghino. Con motivo de esta visita se labró un acta en la cual se certificaba la autenticidad y la
posición in situ de una serie de materiales arqueológicos recuperados en los sedimentos Chapadmalenses (AHFCNyM,
ejemplar original, 18/11/1914). Lo cual significaba la revalidación de la hipótesis de la alta antigüedad de la ocupación
humana, planteada por F. Ameghino, a lo que se le agregaba el aval dado por diferentes especialistas. Luego, en 1915, el
geólogo S. Roth, que había cuestionado algunas afirmaciones geológicas y clasificaciones paleontológicas de F.
Ameghino, realizó un sondeo próximo al lugar donde fue labrada el acta, recuperando un conjunto de artefactos, entre
ellos un tiesto cerámico, que fueron asignados al Chapadmalense (ver Menghín 1957).

Figura 4. Excavación del Túmulo de Malacara efectuada por L. M. Torres y C. Ameghino (AHFCNyM).
Más tarde, C. Ameghino (1915, 1918, 1919a y b) junto con otros seguidores de las ideas de Florentino, continuaron
con las tareas en los alrededores de Miramar. Para estos trabajos, fueron enviadas nuevas comisiones de especialistas,
ajenos a las investigaciones, con el objeto de certificar los hallazgos en el campo. En sus publicaciones, Ameghino (1915,
1918, 1919a) dio a conocer una serie de descubrimientos atribuidos a una edad terciaria, es decir de alrededor de 2
millones de años antes del presente. En 1915 comunicó el hallazgo de un fémur de toxodonte con una punta de
proyectil clavada, confeccionada en cuarcita4 (Ameghino 1915). El tema de los materiales de Miramar fue tratado en la
Primera Reunión Nacional de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales realizada en Tucumán en 1916, donde se
aceptó la autenticidad de los artefactos procedentes del estrato Chapadmalense presentados por C. Ameghino (1919a) -
(entre ellos, una porción de columna vertebral de un mamífero extinguido con dos puntas de proyectil clavadas). Allí se
generó una extensa discusión sobre la edad de los depósitos que contenían los materiales arqueológicos donde, sin
llegar a un acuerdo, se sugirió la intensificación de los estudios geológicos con el fin de esclarecer la antigüedad de los
mismos (Actas de la Sección Paleontología 1919). En este sentido, C. Ameghino afirmaba que la resolución del problema
del hombre terciario "... contribuirá a dar más lustre y más gloria a nuestro país y nuestra raza." (Ameghino 1919a: 165).
En dicha reunión C. Ameghino y M. Doello Jurado rechazaron la comunicación enviada por el zoólogo F. Lahille, que
ponía en duda estos hallazgos controvertidos (Boman 1921).
Es importante remarcar que casi la totalidad de los descubrimientos estudiados hasta este momento por C.
Ameghino fueron efectuados por el Sr. Lorenzo Parodi (Figura 5), quien antes había colaborado con Florentino (Faggioli
1908). Parodi fue encargado durante más de diez años por el Museo de Historia Natural de Buenos Aires de la
exploración y vigilancia de los sitios de los acantilados de Miramar (Daino 1979). Durante elperíodo de los años 1914-15
también recibía un sueldo del Museo de La Plata para efectuar trabajos de campo en la zona costera (AHFCNyM, L.
Parodi a M. Barrios, cartas, eg., 14/6/1914 y 3/2/1915). Parodi, descubridor de los yacimientos de Miramar (uno de los
sectores fue denominado Barranca Parodi), realizaba las tareas de descubrimiento, extracción de objetos y envío al
museo, donde eran depositados en las denominadas "Colecciones de Paleontología Humana". Además de su salario
como colector de materiales para el Museo de Historia Natural, Parodi explotaba de modo personal el sector
arqueológico con fines comerciales. En la temporada estival llevaba a turistas a las barrancas donde eran recuperados
los restos, allí les indicaba los puntos donde debían excavar para llevarse un souvenir del hombre terciario (Blanco
1921). Estos datos llevaron a poner en duda la figura de Parodi y la autenticidad de los hallazgos efectuados por él, dado
que podría haber empleado la misma estrategia tanto con turistas como con científicos que visitaban la zona. A causa
de las sospechas de fraude que comenzaron a surgir, en las publicaciones posteriores se explicitaba el grado de
intervención de Parodi, ya sea en el descubrimiento o en la extracción de los nuevos hallazgos y se remarcaba la
participación de otros especialistas durante estas actividades (Daino 1979). En 1924 Parodi fue trasladado al Museo de
Buenos Aires y en coincidencia con su alejamiento del sector costero, los reiterados descubrimientos arqueológicos
dejaron de aparecer en Miramar (Tonni et al. 2001: 61-62).

Figura 5. El Sr. Lorenzo Parodi en el "yacimiento paleolítico" de Punta Hermengo en Miramar (AHFCNyM)
Con los objetos de las barrancas de Miramar se incrementaba la base empírica para resolver el problema del Hombre
Fósil en la Argentina. En este sentido, Ameghino (1919b) afirmó de forma contundente la existencia en las pampas
argentinas del Homo sapiens con anterioridad, más antiguo y evolucionado que en Europa: "... estos hechos
sorprendentes, sumados a muchos otros... indican que en una época remotísima, durante la cual Europa estaba todavía
sumergida en la barbarie primitiva, esta parte del continente sudamericano estaba habitada por una raza humana
superior ..." (Ameghino 1919b: 563). Estos hallazgos revelaban que en tiempos muy lejanos el territorio argentino había
sido la cuna de un grupo humano que habría evolucionado independientemente y sin contactos con otros procesos de
hominización extra-americanos. En consecuencia, se intentaba conectar la creatividad y los adelantos del hombre
terciario con el aparente futuro progreso del país.
"EL AMEGHINISMO. CHARLATANERISMO ANTICIENTÍFICO E INDUSTRIALIZACIÓN MAQUIAVÉLICA. LA PALABRA DE LOS
HOMBRES DE CIENCIA"5
En oposición a los investigadores que defendían una antigüedad terciaria de la ocupación humana en la costa
bonaerense, otros autores plantearon la posibilidad de que los materiales no se encontraran in situ.Esta idea fue
sostenida por primera vez por el teniente coronel A. Romero, defensor de las ideas de F. Ameghino y disertante en el
"Funeral Civil de homenaje á la memoria del sabio naturalista Dr. Don Florentino en La Plata" (1911). Este autor bautizó
el tema, desde la prensa periódica, como la "farsa de Miramar". Así, Romero caracterizaba a los alrededores de Miramar
como la "Meca ... donde concurren tantos ‘fervientes devotos' de la obra del maestro ... en constante peregrinación"
(Romero 1918: 11). Por su parte, E. Boman propuso una edad cuaternaria para los materiales recuperados en Miramar,
al igual que Bonarelli (1918) y Romero (1918), remarcó la similitud entre los hallazgos del Chapadmalense con los
materiales recuperados en superficie y en los estratos superiores de la Región Pampeana (Boman 1919). En este
sentido, explicitó su desconfianza con respecto al desempeño de L. Parodi como empleado del museo en la Revista
Chilena de Historia y Geografía (Boman 1921; ver también Archivo Fotográfico/Documental Museo Etnográfico "J. B.
Ambrosetti", FFyL, UBA (AFDME), E. Boman a director del diario Del Plata, carta, 7/12/22). A medida que se
incrementaban las críticas, tomó una posición más sólida que influenció en el cambio de opinión e incluso el alejamiento
del tema de algunos investigadores.
Asimismo, el antropólogo físico francés M. Boule, investigador del Museum d' Histoire Naturell de París y director del
Institute de Paleontologie Humaine de Francia, discutió y rechazó los restos humanos de edad remota recuperados en el
litoral atlántico. En su libro Les Hommes Fossiles, Boule (1921) recalcó la escasez de material lítico tallado en estos
contextos y la naturaleza aislada de los hallazgos, como también que gran cantidad de dichos objetos podrían deberse a
fracturas producidas por agentes naturales. A su vez, afirmó que los materiales no estaban in situ y sugirió la posibilidad
de fraude con respecto a la presencia de artefactos líticos incrustados en el fémur y las vértebras de mamíferos
extinguidos. Boman (1921) sostuvo la imposibilidad de que estas sociedades se hayan mantenido "fosilizadas" desde el
período terciario hasta edades más modernas. A esto se le agregaba la presencia de bolas de boleadora confeccionadas
por alisamiento y pulido, técnica asociada a tiempos tardíos del neolítico europeo. Por tanto, se planteó que estos
hallazgos traían implícito un inaceptable "estancamiento" de la cultura material que se habría mantenido estática desde
el terciario o inicios del cuaternario hasta períodos históricos (Frenguelli 1927). La autoridad y el prestigio internacional
de Boule se convirtieron en uno de los golpes más fuertes que recibieron los defensores de los materiales de Miramar.
A lo largo de sus exploraciones geológicas del sector costero, Frenguelli (1920) modificó el esquema
cronoestratigráfico ameghiniano y asignó una edad cuaternaria (Pleistoceno temprano) a los depósitos donde fueron
recuperados los materiales de Miramar. Según esta afirmación, que no ponía en duda la posición primaria de los
objetos, toda la evidencia arqueológica recuperada hasta ese momento en Miramar no pertenecía al terciario.
En 1924, Aparicio, Frenguelli e Imbelloni realizaron una extensa investigación en la costa atlántica bonaerense. El fin
de este viaje era correlacionar los estudios de los dos puntos polémicos de la costa bonaerense, Miramar y Monte
Hermoso, para esclarecer la naturaleza de los hallazgos de la zona. Como resultado de estas actividades fueron
publicados una serie de trabajos. El primero de ellos llevó a que la comunicación presentada por Frenguelli y Outes
(1924) en la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales se prolongara por tres días, durante los que fueron discutidas
cuestiones geológicas y arqueológicas de los restos culturales de Miramar. Los participantes de estas reuniones seguían
de cerca la bibliografía sobre los descubrimientos de edades tempranas que se daban en el mundo, desatando una
fuerte polémica con otros investigadores. A esto se le sumaba el cuestionamiento de la participación extranjera en las
problemáticas científicas locales (Frenguelli y Outes 1924; ver también Podgorny 1997). En estas sesiones quedó
explícito el marcado enfrentamiento entre los defensores y detractores de los materiales costeros con los cuales estaba
asociada la figura de F. Ameghino.
El estado de las investigaciones en la costa hasta ese momento quedó reflejado en este debate, donde el
enfrentamiento más marcado entre las diferentes posturas estaba dado por la aceptación o el rechazo de los hallazgos
de Miramar y, en segundo término, por la adscripción temporal de los sedimentos en que se encontraban los materiales
(Bonarelli, en Frenguelli y Outes 1924). Resumiendo, las explicaciones sobre el mismo conjunto de elementos materiales
diferían en la interpretación de su cronología y autenticidad. En este sentido pueden distinguirse cuatro posiciones:
1- La primera posición afirmaba la validez de los materiales arqueológicos del litoral y apoyaba la idea de la presencia
de un antecesor del hombre en el terciario pampeano. Dentro de esta corriente se reunía un grupo de científicos del
Museo de Historia Natural de Buenos Aires, entre los que se encontraban Ameghino (1915, 1918, 1919a), el geólogo De
Carles (1918), Zeballos (1920), Senet (1921), Vignati, en sus primeros trabajos (1922b, 1923), Castellanos (1923) y L.
Kraglievich (en Frenguelli y Outes 1924). Esta fue la postura más criticada por especialistas de diferentes nacionalidades
y disciplinas, razón por la cual fue abandonada, salvo algunas excepciones, como el caso de los investigadores
ameghinianos Castellanos (1937) y Rusconi (1959), que mantuvieron su posición aún con diferentes líneas de evidencia
negativas y la mayoría de la comunidad científica en desacuerdo.
2- La segunda postura también sostenía que los materiales estaban in situ, que presentaban semejanzas con los del
musteriense del paleolítico medio europeo y se proponía una edad del cuaternario temprano para los mismos
(Frenguelli 1920, 1934, 1936; Frenguelli y Outes 1924; Vignati 1939). De este modo se separaban del controvertido
problema del hombre terciario presente en las publicaciones.
En cambio, algunos investigadores rechazaron los hallazgos de Miramar, se planteó que los artefactos no estaban in
situ. En este sentido, las críticas tomaron dos rumbos principales que caracterizaron a la tercera y cuarta posición:
3- La tercera posición sostenía que, dada la edad terciaria asignada a los depósitos, los materiales serían intrusivos, es
decir, que se habrían desprendido de sedimentos de menor antigüedad generando una mezcla de materiales recientes
con restos faunísticos del terciario. En otras palabras, otros autores proponían que los artefactos se habrían depositado
después de la formación del depósito que los contenía. Esta idea fue apoyada por Romero (1915: 14), Boman (1919,
1921), Outes, en un primer momento, Kantor (en Frenguelli y Outes 1924) y Boule (1921). No obstante, es interesante
destacar que la mayoría de los investigadores que visitaron la localidad y participaron en la extracción de los materiales
se opusieron a esta crítica.
4- La cuarta variante dirigía sus sospechas a L. Parodi (Daino 1979). Se sostuvo su intervención en falsificaciones y
fraudes, se conjeturó que habría incrustado en los perfiles materiales arqueológicos auténticos y otros enteramente
fabricados, asociando materiales recientes con materiales faunísticos antiguos. Quien creía encontrarse frente a un
engaño era el geólogo italiano G. Bonarelli (1918) (Frenguelli y Outes 1924), proponiendo que los materiales podrían
haber sido introducidos artificialmente en agujeros preparados en la barranca y a su vez desechaba algunos objetos
considerándolos de origen natural. El declarado antiameghiniano Padre J. M. Blanco, al visitar el sector de los hallazgos
junto con Parodi, confirmó las sospechas que había sobre estos materiales costeros en el Museo de La Plata. Blanco
(1921) afirmó que la persona que contratara los servicios de Parodi para recorrer los acantilados y excavara donde
Parodi le indicaba, hallaría los materiales arqueológicos del terciario.
En el Museo de La Plata se efectuó una imitación del fémur de toxodonte flechado, incrustando un artefacto lítico en
la misma posición en un fémur de la misma especie con el mismo estado de fosilización. Por consiguiente, esto
mostraba la factibilidad de falsificación del fémur de Miramar (Boman 1921). A esto se le sumaba el hecho de que
Parodi en una ocasión reconoció después de un tiempo de la extracción un fragmento de sílex con una fractura fresca,
de haberlo introducido hacia el interior del perfil, argumentando que estaba por desprenderse (Boman 1921); y el
hallazgo en las barrancas de una bola que poseía musgos adheridos en su superficie (Daino 1979). Asimismo, existe la
posibilidad de que dado el gran tamaño de los elementos recuperados, sólo hayan sido enterrados objetos que por su
volumen fueran fácilmente localizados (Tonni et al. 2001: 60).
De esta manera, es interesante el trabajo de Vayson de Pradenne (1932) con respecto a las distintas clases de fraudes
ocurridos en la arqueología mundial. Este autor describió una serie de pasos comunes por los cuales atraviesa una
situación de este tipo, como las dudas con respecto a la participación de personas sin instrucción científica, la
intervención de comisiones de especialistas para certificar los materiales, las controversias caracterizadas por ataques y
contra ataques y la apelación a los sentimientos del público. Así pues, este investigador sostuvo que los fraudes más
perfectos y difíciles de descubrir eran aquellos en que luego de enterrar las piezas, se conduce al lugar a los
investigadores para que ellos mismos extrajeran los materiales con sus propias manos (Vayson de Pradenne 1932; ver
también Griffin et al. 1988).
En relación a lo anterior, pueden remarcarse varios puntos negativos para la aceptación de los materiales de Miramar:
1- la naturaleza aislada de los hallazgos provenientes de depósitos sedimentarios de gran antigüedad, en los cuales
durante los trabajos paleontológicos y geológicos que se realizaron a continuación de este período no fueron
recuperados materiales arqueológicos, 2- la imposibilidad de asociación de fauna extinta con alfarería, 3- el aspecto
dudoso de algunos ítems presentados como producto de la acción antrópica (ver Ameghino 1918: láminas I, II), 4- la
presencia de artefactos manufacturados con morfologías y materias primas no registradas en la actualidad en el registro
arqueológico pampeano, 5- la falta de condiciones claras de los descubrimientos quitando la posibilidad de verificar su
contexto de asociación, junto con los testimonios controvertidos brindados por los diferentes investigadores que
participaron de los hallazgos. Por lo tanto, todos estos puntos conducen a la caracterización de la gran mayoría de los
materiales recuperados en la localidad de Miramar como un fraude científico (ver también Tonni et al. 2001).
A partir de este momento, las diferentes posturas quedaron divididas sin llegar a un acuerdo. A medida que fue
transcurriendo el tiempo fueron disminuyendo los estudios en esta zona (Figura 1) donde llamativamente no se llevó a
cabo ningún tipo de excavación ni se siguió cuestionando la autenticidad de los hallazgos. Solo Vignati, Frenguelli,
Castellanos y Rusconi siguieron defendiendo los materiales de Miramar. El peso de este debate marcó el desarrollo
ulterior de las investigaciones en la costa bonaerense.
Más tarde, de Aparicio (1932) sostuvo que todos los hallazgos superficiales efectuados en la costa atlántica
bonaerense correspondían a industrias tardías. Por su parte, J. Imbelloni (1928) también propuso que la ocupación
indígena de la costa era reciente aunque no tan tardía como lo afirmara Hrdlicka (Hrdlicka 1912). En cuanto a J.
Frenguelli (1927, 1934, 1936), continuó con las investigaciones en la costa. Ya con Parodi alejado de Miramar, Frenguelli
dio a conocer dos hallazgos en el Chapadmalense: un instrumento lítico y una bola. Al igual que Vignati (1939), mantuvo
la idea de que las edades de Ameghino debían rejuvenecerse a los inicios del cuaternario. Alejándose de sus primeros
trabajos en defensa del hombre terciario, Vignati (1939) con ideas próximas a la escuela histórico cultural, propuso que
la ocupación del litoral bonaerense se habría dado en cuatro períodos por diferentes "razas" (una forma usual, en ese
momento, de referirse a los grupos humanos con características físicas particulares a los cuales se les asociaba una
determinada cultura material, ver Bonomo 2000). Más adelante, Vignati (1963), en un trabajo autocrítico, reconoció la
posibilidad de que los materiales de Miramar no estuvieran in situ, ya sea a causa de la acción de agentes naturales o
por fraude. De todas maneras, cabe agregarse que durante este período, el tema del Hombre Fósil fue considerado
como tema oficial en la sesión plenaria del XXV Congreso Internacional de Americanistas (La Plata-Buenos Aires 1932).
"... OJALÁ PUDIÉRAMOS CELEBRAR TAMBIÉN EL CENTENARIO DE NUESTRA INDEPENDENCIA CIENTÍFICA Y
ECONÓMICA!"6
Durante la década del '10 y principios de la del '20, las expediciones científicas de la costa fueron objeto de
numerosas notas periodísticas en diarios y revistas de Buenos Aires y La Plata (Figura 6). Los periódicos que dieron
mayor difusión a los descubrimientos de Miramar fueron: La Prensa, La Nación, El Diario, El Pueblo y La Razón. Tanto La
Nación como La Prensa eran las organizaciones periodísticas más grandes, modernizadas y de mayor tirada diaria. El
diario independiente La Prensa, poseía una tirada de 180.000 ejemplares en el año 1914 y de 235.000 en 1927. Este
diario, junto con La Nación, representaba la línea liberal conservadora de la clase gobernante. Este último se centró en
la discusión a fondo de los problemas nacionales, este periódico distribuido en Buenos Aires, tuvo una tirada de 160.000
ejemplares en la década del '40. El vespertino El Diario era una periódico cultural que abogaba por los valores
nacionalistas que a menudo mantenía polémicas con otros diarios. En el año 1900 se editó por primera vez el diario
religioso El Pueblo, representante de la opinión católica, que analizaba la información con una mirada desde la ética. La
Razón era un diario de noticias de interés general, donde se exaltaban los progresos y el crecimiento del país. También,
los magazines informativos como Caras y Caretas, PBT, concentrados en los lectores urbanos, graficaban sus notas con
abundante material fotográfico (Beltrán 1943; Fernández 1943; Ford y Rivera 1990; Ulanovsky 1997). Estos, junto con
otros medios, describieron los objetos arqueológicos recuperados y difundieron los debates más allá del círculo de
especialistas. De modo que la polémica con relación a los hallazgos costeros traspasó el ámbito de reuniones científicas,
laboratorios y bibliotecas para instalarse en la actualidad periodística.

Figura 6. Titulares de los artículos periodísticos publicados en La Prensa del 5/12/20 (arriba), El Argentino del 29/4/20
(en el centro) y El Pueblo del 7/1/22 (abajo).
Los hallazgos de F. Ameghino atribuidos al hombre terciario habían sido dados a conocer en varias oportunidades por
el diario La Nación (por ejemplo La Nación [LN] 4/3/1887, LN 6/8/1887, LN 9/12/1908) en algunos casos antes de que
los artículos científicos sean publicados o como reseña de los mismos. De esta forma, el lector participaba de los
recientes descubrimientos que se efectuaban en el territorio argentino. Con posterioridad, se denominaba a los
"espectaculares" hallazgos de Miramar como "la cuestión suprema" (LN 22/11/1914); por el contrario El
Diario caracterizaba a los conflictivos descubrimientos como una "farsa ridícula y antipatriótica" (El Diario [ED]
19/4/1920) y El Pueblo titulaba los artículos referidos a estos hallazgos como "La farsa de Miramar" (El Pueblo [EP]
12/4/1922).
Los titulares a favor de los hallazgos del hombre terciario eran elocuentes, por ejemplo en El Argentino, órgano del
anterior Partido Nacional y defensor de los valores del patriotismo (Beltrán 1943; Fernández 1943), se enunciaba: "El
hombre fósil de Miramar y la afición al macaneo. Réplica a una sarta de disparates" (El Argentino [EA] 24/4/1920, Figura
6) firmado por un Ameghinófilo; en otros medios, donde se consideraban los hallazgos como un fraude, se intentaba
esclarecer los hechos a fin de restablecer la confianza internacional en la ciencia del país: "El hombre terciario de
Miramar. Es necesario para el honor del país que termine la farsa de su hallazgo" (ED 19/4/1920). Hay que tener en
cuenta que para ambas posturas era un problema patriótico. En efecto, tanto para los defensores como para los
detractores de los hallazgos de Miramar en particular y del ameghinismo como doctrina en general, era una cuestión
nacional. Estos artículos eran escritos por los propios investigadores que utilizaban la vía de la prensa para difundir sus
estudios, por periodistas profesionales y otros eran anónimos7, agregando así mayor controversia al tema. En lo que se
refiere a los medios de comunicación, no sólo participaron de la difusión masiva de los descubrimientos sino también en
la organización y dirección de expediciones a la costa para obtener material gráfico (e.g., Dr. J. A. Cortegarena del
diario La Razón, en Zeballos 1920). En consecuencia, a las fuertes oposiciones académicas e institucionales se les
sumaban la presión ejercida por la prensa local y la competencia para captar lectores entre los distintos medios.
A partir de las noticias de los "extraordinarios" descubrimientos de la costa bonaerense se buscaba sorprender y
atrapar al lector urbano. Como se ha dicho, la reaparición en escena del hombre terciario es producto de las
expediciones arqueológicas de Torres y Ameghino en 1912. En el diario La Nación (1/12/ 1913) se daban a conocer los
hallazgos de estos investigadores como "Una revelación antropológica. Descubrimiento Sensacional" y en La Prensa [LP]
(24/ 10/1914) se exclamaba que los descubrimientos en los acantilados de Miramar comprobaban las "predicciones" de
F. Ameghino. Hacia fines de 1914, a pocos días de que se firmara el Acta en la ciudad de La Plata, que certificaba la
posición primaria de los materiales, se presentaba en la prensa una "revelación concluyente": el fémur de toxodonte
flechado. Esta nueva evidencia era considerada una prueba definitiva de la "remotísima antigüedad" del hombre en
"territorio argentino, comprobatoria de su origen en este suelo" (LN 27/12/ 1914) y un golpe definitivo a aquellos que
pusieran en duda los descubrimientos anteriores. De esta forma, se afirmaba "...si hubiera algún espíritu retardado o
incrédulo... [con esta nueva evidencia] tendrá que rendirse..." (LN 22/11/1914). Este descubrimiento también fue
reseñado en la revista Nature (7/1/1915) de Londres. Además, desde el Museo de Historia Natural de Buenos Aires se
enviaron calcos de la pieza al Royal College of Surgeons de Londres (Giacchino 2000). Posteriormente, se realzaba el
caudal arqueológico dela localidad de Miramar "... se trata de un yacimiento abundantísimo inagotado aún, de tal
riqueza que todo el que vaya allí puede excavar y sacará fósiles, armas e instrumentos en abundancia, como viene
sucediendo desde hace tiempo: el suelo de Chapadmalal manantial inextinguible de pruebas de todo género, de que el
hombre terciario, de las capas bajas de esa era habitó toda la costa de la prov. de Bs. As." [Y se caracterizaban los
conjuntos artefactuales como] "... industria de aquellos hombres primitivos de Chapadmalal - que fueron los más
antiguos habitantes del globo que se tenga memoria ..." (LN 3/5/1916).
Por el contrario, Romero (1915, 1918) publica una serie de columnas en El Diario desacreditando los objetos
recuperados en Miramar (e.g., 13/12/1920). Este autor en su trabajo crítico acerca del fémur flechado ya había acusado
a C. Ameghino y L. M. Torres de manipular a los diarios de la Capital Federal en su beneficio personal y cuestionaba la
gestión de C. Ameghino en los Anales de la Sociedad Científica Argentina. Por su parte, C. Ameghino homenajeaba en
los Anales del Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires al redactor científico de La Nación, Sr. Carlos
Gutiérrez con motivo de la divulgación de los descubrimientos de la ciencia nacional (Ameghino 1915: 436). En cuanto a
L. M. Torres, en una entrevista concedida a La Razón en 1915 se desentiende de los nuevos hallazgos remitiéndose sólo
a lo escrito en el Acta de 1914 (La Razón [LR] 5/8/1915). En este mismo periódico, F. Outes declaraba en 1916 que la
información aún no era suficiente para aceptar la existencia del hombre terciario en la costa bonaerense pues debían
intensificarse los estudios en vistas a que este interesante problema no fuera "manoseado" y no cayera en el "ridículo"
(LR 11/5/1916). Asimismo, Boman cuestionaba el desempeño de L. Parodi durante el transcurso del año 1918,
remarcando que sólo había enviado tres piezas al Museo de Historia Natural, por lo cual considerando el sueldo de
Parodi, estas le costaron al gobierno 4200 pesos (AFDME, manuscrito, Interinato de A. F. Péndola y C. Ameghino 1917-
1922). En El Diario (11/2/1921) se reseñaba el libro de M. Boule y se aprovechaba la ocasión para atacar los hallazgos
del terciario. Boman pedía cautela con relación a Miramar en los medios gráficos (LN 23/4/1922), razón por la cual
Frenguelli respondió rápidamente criticando sus argumentos en un artículo publicado en La Capital de Rosario
(25/4/1922). Luego, Antonio Serrano escribiría una nota en defensa de Boman en las páginas del periódico La Acción de
Paraná (4/6/1922).
En definitiva, las disputas públicas en los periódicos se sumaban a las de las publicaciones científicas de la época
donde los conflictos entre investigadores e instituciones eran explícitos. En estas revistas especializadas se observa
cómo distintos autores citan y transcriben las notas periodísticas, empleadas como fuente bibliográfica para discutir la
evidencia de la costa y, en algunos casos, los contenidos de estos artículos de diario eran motivo de réplicas (en
particular las polémicas entre Blanco y Castellanos, Blanco 1917b y entre Vignati y Romero, Vignati 1919).
El Museo de Historia Natural de Buenos Aires, bajo la dirección de C. Ameghino, centralizó las investigaciones de la
costa en este período. A. F. Péndola y C. Ameghino, directores interinos del museo durante 1917-1923, fueron acusados
por Boman (AFDME, manuscrito, Interinato de A. F. Péndola y C. Ameghino 1917-1922) de manipular tanto los fondos
asignados para los viajes de campaña como los puestos de trabajo en el museo, reservando estos beneficios para un
círculo cerrado de personas que defendían su línea de pensamiento, es decir, para Kraglievich, Vignati, De Carles y R.
Parodi Bustos8. Estas podrían ser algunas de las causas por las que existe un gran desequilibrio entre la cantidad de
publicaciones en el país de los defensores de los materiales de Miramar (N=32) con respecto a la producción de sus
detractores (N=5). Mientras que en el extranjero, la situación está equilibrada (Tabla 1), reflejando un marcado rechazo
en el ámbito local a los argumentos opuestos a los hallazgos de Miramar. A su vez, se observa una competencia por
acaparar los escasos recursos económicos y centralizar el dominio de la recolección de los objetos materiales que
engrosarían las colecciones de los museos. DesdeEl Pueblo se denunciaba cómo los yacimientos de Miramar se
constituían en un territorio exclusivo:
"... los medios empleados para conservar el monopolio de los ‘hallazgos' de Miramar, el ‘ocultismo' de su origen y la
prestidigitación en la maniobra son ya viejos. Desde hace varios años, don Carlos Ameghino aconseja a las personasque
deseaban visitar aquella ‘mina', se hicieran conducir por determinada persona, pues de lo contrario: no hallaría nada.".
"...Más tarde se solicitó del ministerio que declarara las famosas barrancas bajo la vigilancia única del Museo, lo que
acaban de conseguir por decreto del P.E., y por último, aquello se ha convertido en un feudo del representante de dicho
museo". Además se agregaba que dicho "...museo se halla en manos de los interesados en explotar la ‘mina' en su
beneficio, hoy son otros los dueños del negocio..." (EP 7/1/1922 , ver también la nota del 12/4/1922).

Tabla 1. Distribución de las publicaciones acerca de los materiales arqueológicos de Miramar.


Debido a la factibilidad de que otros investigadores pudieran acceder a los lugares puntuales donde eran
recuperados los materiales, en muy pocas oportunidades eran dados a conocer con su localización exacta o
directamente se negaba la posibilidad de visitarlos (Romero 1915).
El diario La Nación resumía el debate científico con dos términos: Ameghinismo y Ameghinofobia (LN 24/7/1917). Las
discusiones sobre la autenticidad y edad de los materiales de Miramar estaban unidas a la construcción de la figura de F.
Ameghino. Por tanto, a la controversia de los descubrimientos, se le añadía la manipulación de la imagen del "sabio
argentino" por los partidos políticos y la fuerte oposición de un sector de la iglesia católica (Podgorny 1997). En
consecuencia, Boman afirmaba que los afiliados al partido Socialista eran ameghinistas porque sus adversarios, los
católicos, eran contrarios a estas ideas (AFDME, manuscrito). En este sentido, Blanco (1916) discutía, a partir de
bibliografía especializada, las ideas de Ameghino en el momento en que los socialistas intentaban apropiárselo como
símbolo. En este momento, tanto la iglesia como los socialistas de la provincia de Buenos Aires estaban compitiendo por
el reclutamiento para sus filas del mismo sector poblacional, la clase obrera ilustrada, en la cual el rechazo o la defensa
de Ameghino como ícono nacional tuvieron un rol central (Podgorny 1997). Boman (AFDME, manuscrito) descalificaba a
los seguidores de F. Ameghino, considerando que la defensa de sus ideas era utilizada para conseguir empleo, así como
para hacerse populares y, a su vez, que "El ameghinismo es un fenómeno curioso de auto sugestión colectiva que ha
contagiado un público numeroso." [Y agrega] "Los propagadores de las ideas del ameghinismo son generalmente
intelectuales que carecen de preparación y energía para hacerse conocer por medio de trabajos propios." Con respecto
a lo anterior, Podgorny (1997) remarcó el hecho de que luego de la muerte de F. Ameghino, su biografía y no
necesariamente sus hipótesis científicas, se constituyó en objeto de culto. El ameghinismo incluía los elogios al sabio, al
"santo laico" y su transformación en un símbolo de argentinismo por la clase intelectual nacionalista del país (i.e.,
Ingenieros, Rojas, Lugones). De esta manera, es sugestiva la carta que el antropólogo y médico italiano Enrico
Morselli9 envía a Boman (AFDME, E. Morselli a E. Boman, carta, 28/1/17). Este autor, expresó su admiración por F.
Ameghino, como lo había hecho en un principio en la correspondencia que mantenía con él (Morselli 1909), pero que
nunca aceptó sus propuestas y lo acusa de ser el "... creador de aquel falso movimiento psicológico y filosófico que
llamaré argentinismo (análogo al germanismo)" y agrega que "...los descubrimientos de Ameghino están impregnados
de personalismo los restos no son ni humanos, ni terciarios ... ¡y mientras tanto los Argentinos le están por erigir una
estatua!"10. Morselli comparaba las tendencias nacionalistas en la Argentina y Alemania. El argentinismo que unía las
aspiraciones de una independencia económica con una exaltada y confusa personalidad nacional se semejaba con la
doctrina germánica que promovía el patriotismo exacerbado como valor supremo y el destino imperial que darían forma
al movimiento nacionalista de la Alemania de posguerra (De la Vega 1983).
Cabe destacar la trascendencia internacional que tuvieron, en un primer momento, los hallazgos de materiales
arqueológicos ocurridos en la costa bonaerense (Le Soir de Brusellas 9/12/1913; LN 18/1/1914, 15/2/1915,
1/4/1919; Nature 7/1/1915). Estos descubrimientos atrajeron al país a distintos científicos del exterior, como también
se solicitó el esclarecimiento de la problemática desde Chile (Boman 1921, EP7/1/1922) y Ecuador (Fernández
1982; LN 20/8/1922). Diferentes investigadores, luego del análisis de los restos recuperados y/o de visitas a la costa, se
mostraron escépticos con respecto a los hallazgos. Entre ellos se destacan, además de los ya citados, Hrdlicka, Holmes y
Willis (Hrdlicka 1912) de Estados Unidos, vos Ihering (Zeballos 1920) de Brasil, Boule (1921) y Rivet (1939) de Francia, el
padre Obermaier (1932) y Pericot García (1961) de España, Gijón y Caamaño (Fernández 1982) de Ecuador, Laval
(Boman 1921) de Chile, entre otros. Estos autores rechazaron desde un principio las ideas de alta antigüedad
propuestas. Esto contribuyó al descrédito internacional de los hallazgos de la costa bonaerense. Como consecuencia, se
generó cierta rivalidad y rechazo de los investigadores del país (i.e., nosotros) hacia los extranjeros (i.e., ellos),
equiparándose las fronteras nacionales con fronteras científicas. En relación con este punto, Outes remarcaba la
fructuosa participación extranjera en la institucionalización de la ciencia en el país y denunciaba la existencia en el
ámbito científico de un nacionalismo con tintes de "... xenofobia, acentuada, por veces, con la amenaza moreiresca o el
desplante arrabalero." (Frenguelli y Outes 1924: 339). En general, los trabajos publicados en el Journal des
Americanistes de París referentes a estos hallazgos, figuraban como notas en los apartados de varios, críticas y
novedades, ocupando un lugar periférico en la discusión sobre la arqueología americana que se daba en Francia. El
escepticismo foráneo era interpretado como una maniobra para encubrir la evidencia del origen "argentino" de la
humanidad. En este sentido, es relevante la nota de P. Besson, donde criticaba la no-admisión de los extranjeros en los
problemas nacionales y planteaba que si todos los países mantuvieran esta postura "Habría tantos [hombres fósiles]
autóctonos cuantas hay naciones..." (El Tiempo [ET] 29/4/1913): "Pretender contrarrestar la campaña que en contra de
las hipótesis se hace en Europa, en nombre del nacionalismo argentino o contra los sabios ‘extranjeros', es olvidar que
las ciencias naturales son universales y en este caso, humanas y filantrópicas" (ET 29/4/1913). No obstante, con motivo
de una de las tantas excursiones a la costa, desde la prensa se exaltaba: "El resultado de la misión es, pues,
trascendental, constituyendo un honor para nuestro Museo [de Historia Natural de Buenos Aires] llevar tan adelante el
trabajo científico argentino, hoy que la ciencia está paralizada en Europa" (LN 7/6/1914). Aquí se hacía referencia a la
repercusión de la Primera Guerra Mundial que había perjudicado o detenido los trabajos de investigación en algunas
partes de Europa, lo cual llevó a que se interrumpieran o se mantuvieran de forma intermitente las redes de conexiones
que se venían forjando desde los inicios de la institucionalización de las prácticas científicas en la Argentina. Esta
coyuntura era vista como una oportunidad para el desarrollo local de una ciencia nacional que reivindicaría la figura de
"profeta científico" de F. Ameghino (Podgorny 1997, Farro y Podgorny 1998). Además, coincidía con la consolidación de
una clase de científicos locales que podían llevar a cabo esta tarea sin depender de investigadores extranjeros como
había ocurrido en tiempos anteriores (García y Podgorny 2000).
Como se ha visto, en forma paralela al debate académico, existió otro ámbito público de discusión a través de la
información transmitida por los medios de comunicación (i.e., periódicos y revistas locales y del extranjero) (ver para el
caso de las "tierras cocidas" Barros 2000). A partir de las noticias, el receptor era invitado a elaborar su propia opinión
sin las herramientas necesarias para hacerlo. De modo que el debate por la legitimación o el rechazo de los materiales
arqueológicos de la costa bonaerense tenía un alcance público virtual. Las notas periodísticas que describían los
remotos hallazgos eran acompañadas por pedidos de fondos para proseguir las tareas. Es posible que cierta exageración
en la importancia de las edades fuese percibida como una buena oportunidad para obtener recursos. Los
descubrimientos espectaculares de la costa eran un argumento más que contundente para recabar dinero para
proseguir los trabajos (LN 22/11/1914; LR 25/2/1918; LP 5/12/1920), así como para consolidar a la arqueología en el
ámbito académico. En los artículos, el tema del Hombre Fósil era alineado en los carriles de la cuestión nacional que
ligaba la interpretación del pasado con los movimientos nacionalistas. Por ejemplo, en una carta enviada a la Liga
Patriótica Argentina, abanderada de los valores chauvinistas patrióticos amenazados por la inmigración extranjera
(Romero 1994), se pedían recursos para las investigaciones en la costa bonaerense y se proponía acerca de los hallazgos
de Miramar que se debía "... implantar la cuestión bajo sus diversos aspectos, siempre patrióticos y nacionales, para
honor de la patria y de la ciencia" (LP 10/1/1921). En la misma carta se elogiaba la labor de Parodi por el
enriquecimiento de las colecciones de los Museos de La Plata e Historia Natural de Buenos Aires. La Liga respondió de
manera afirmativa creando un fondo especial destinado a las investigaciones en la costa.
CONSIDERACIONES FINALES
La idea de un pasado remoto de los "paleolíticos argentinos" estrechamente unida al símbolo de F. Ameghino
acompañaron la construcción artificial de una identidad nacional, en la cual, la prensa gráfica de lectura masiva jugó un
papel central (ver Anderson 1991). En este proceso no estaba claro qué constituía lo nacional y qué no. En particular,
Lugones estaba en desacuerdo con la atribución de una importancia patriótica a los restos etiquetados como testimonio
de los "hombres fósiles argentinos" (Podgorny 1997). Por suparte, C. Ameghino (ver arriba) ligaba los avances del
hombre terciario argentino con el futuro progreso nacional. Los orígenes de la humanidad eran nacionalizados a partir
de la evidencia material recuperada en el "reservorio de riquezas" que constituía el actual suelo argentino, medio
natural poseedor de "tesoros fósiles" que propiciaron la gestación de F. Ameghino como sabio nacional (e.g., Ingenieros
1956). En consecuencia, se intentaba delinear un vínculo entre la población y la tierra que ocupaban, la cual albergaba
un antiguo pasado prehistórico. El Hombre Fósil de Miramar, es decir extinto, fue revivido por la ciencia en los
modernos límites políticos de la Argentina para conformar parte del orgullo de la historia nacional (e.g., Vignati 1939,
en: Historia de la Nación Argentina. Desde los orígenes hasta la organización definitiva en 1862). Como sostuvo
Anderson (1991), el hecho de que las raíces nacionales no posean un origen concreto posibilitó la creación de
antecesores nacionales arraigados en los modernos territorios que se extendieran atrás en el tiempo como los restos
del "hombre de Pekín" o del "hombre de Java". La arqueología brindó a las naciones la posibilidad de poseer una
prehistoria que se extendiera desde tiempos remotos (Kohl 1998). Es importante señalar el paralelismo que presenta el
caso de Miramar, con el desarrollo de la arqueología en África donde existe un marcado interés en la búsqueda de los
orígenes de la humanidad, con relación a la escasa atención que se le brinda a los estudios de edades posteriores (Philip
Kohl, comunicación personal 2000) A partir de este caso de estudio, se observa cómo los objetos y el conocimiento
arqueológico derivado de ellos, fueron utilizados en el presente en nuevos contextos sociales (ver el tratamiento de
problemáticas semejantes en Trigger 1984; Jones y Graves-Brown 1995; Kohl y Fawcett 1995).
En 1926 el tema ya no estaba presente en los periódicos, si bien se dictaban conferencias sobre temas vinculados,
como el origen cuaternario del hombre en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires (Obermaier) (LN 21/8/1926,
28/7/1926, 18/6/1927; LP 31/7/1926), el poblamiento de América (Rivet) (LP23/8/1927) y el descubrimiento posterior
del fraude de Piltdown (Revista Esto es 9/12/1953 reseña de J. Imbelloni). El Hombre Fósil de Miramar ya estaba
ausente. Luego de este período los estudios arqueológicos en la costa fueron disminuyendo debido a, entre otras
causas, la gran controversia y las sospechas que generaron los hallazgos. Estos hechos llevaron a reinterpretar o a
excluir de la reconstrucción del pasado de la Región Pampeana a la mayoría de la información producida durante este
período en la costa bonaerense.
Agradecimientos
Deseo agradecer a Irina Podgorny, Gustavo Politis, Philip Kohl y Susana García por su lectura crítica, interesantes
aportes y útiles sugerencias efectuadas sobre versiones previas de este trabajo. A José Antonio Pérez Gollán, Máximo
Farro, Eduardo Tonni, Ricardo Alonso, Josefina Rossi Elgue, Carlos A. Rossi Elgue y Laura Piaggio por su orientación en la
búsqueda de fuentes que fueron fundamentales para este escrito. Soy el único responsable de los contenidos de este
artículo.
Notas
1. Cabe remarcar que en este mismo período otros hallazgos de gran antigüedad estaban siendo propuestos y discutidos
en distintas partes del mundo (Politis 1988).
2. Titular de un artículo periodístico publicado en el diario La Nación 3/5/1916.
3. Cuando finalizó el convenio de trabajo conjunto entre ambos museos, Torres y con él el Museo de La Plata,
abandonan las investigaciones en el litoral. Esto ocurrió debido a que en 1915 terminó el convenio de trabajo conjunto
entre ambos museos a pedido del Museo de la Plata. Más tarde Torres intentó retomar las investigaciones pero de
forma independiente (AHFCNyM, Actas del Consejo Académico, Tomo II 1914-1919; Torres 1930).
4 La mayoría de los hallazgos arqueológicos controvertidos o dudosos, incluido el fémur flechado se encuentran en los
depósitos de paleontología del Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" de Buenos Aires.
5 Titular de un artículo periodístico publicado en el diario El Pueblo del 7 de enero de1922 (Figura 6).
6 Comentario de Carlos Ameghino a Antonio Romero con motivo del centenario de la independencia Argentina en 1910
(Romero 1915: 33).
7 También en el Boletín de la Sociedad Physis I (1913) fue publicado un artículo anónimo defendiendo los materiales de
Miramar.
8 Recientemente en el periódico independiente CLAVES de Salta, fue publicada una conferencia inédita de Parodi Bustos
dictada en el Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" en 1985, donde menciona su alejamiento
de este museo en el año 30 (CLAVES septiembre de 1997, año VI, Nro. 63). En el 30 también renunciaron Lucas
Kraglievich, Carlos Rusconi y Lorenzo J. Parodi (hermano de Rodolfo) por problemas con el Sr. Doello Jurado.
9 E. Morselli era Doctor en medicina y profesor de psiquiatría en las Universidades de Turín y Génova, entre sus
antecedentes cuenta con más de 200 publicaciones referentes a antropología, psicología y medicina.
10 Subrayado en el original.
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