Sunteți pe pagina 1din 7

Johan Melo Peña

Patricio de Fernández. Relación historial de las misiones de indios Chiquitos que en Paraguay
tienen los padres de la compañía de Jesús. Madrid, Librería de Victoriano Suárez, editor. 1895. Tomo
1, 282 págs.

La Relación historial de las misiones de indios Chiquitos1 escrita por el padre jesuita Patricio
de Fernández y publicada en 1726, sorprende por la cantidad de formas literarias que
despliega para presentar el origen y la constitución de las misiones jesuíticas en el territorio
de los indios Chiquitos. Desde el prólogo el autor reconoce el carácter heterogéneo de su
obra ya que fue escrita bajo el supuesto “de no ser historia con las formalidades que piden
sus reglas” (13), por lo cual en sus páginas es posible encontrar además de relaciones
históricas, cuidados diarios de viajes, extensas observaciones etnográficas, y delirantes
narraciones fantásticas. Son estas formas puestas en juego por el imaginario del padre jesuita
lo que configura en esta relación histórica, un mundo maniqueo, en donde la concepción
mítica de los indígenas se ve subyugado por la voz omnipresente de la religión cristiana, que
en el texto todo lo eclipsa, todo lo matiza.

Apadrinado en la ideología cristiana la relación del Padre Patricio De Fernández se propone


“encender en el corazón de los que ó tienen por instituto la conversión de las almas, ó por
fervor cristiano la salvación de los infieles, un celo de dilatar la gloría de Dios en las
conquistas del Evangelio”, por lo cual se da “por bien empleado el trabajo de sacarla á la luz
pública, sin cuidado de que ó la censura ó la malicia le imponga” (14). Es este carácter
doctrinario que busca enarbolar la labor de los religiosos en las misiones en el sur del
continente americano y las virtudes de la religión cristiana, el que filtra todo el contenido de
la obra, reduciendo en muchos casos la cuestión de las misiones a una lucha entre el demonio
agazapado en los laberintos oscuros e impenetrables de la selva y la bondad de los jesuitas
impulsados por una misión divina.

Tres viajes y varias historias ejemplares conforman el primero tomo de La Relación historial
de las misiones de indios Chiquitos. El primero de los viajes tiene como protagonista al padre

1
Relación historial de las misiones de indios Chiquitos que en Paraguay tienen los padres de la
compañía de Jesús.
Joseph de Arce, quién designado con la misión de “llevar la luz del Evangelio á los
Chiriguanás” (24), termina su viaje en Santa Cruz de la sierra, donde el gobernador lo
persuade de trasladar su misión a los indios Chiquitos, ya que estos últimos resultan ser
menos barbaros y pérfidos que los antropófagos Chiriguanás. El segundo, narra los
infortunios de las expediciones hechas por los padres jesuitas desde las tierras de chiquitos y
la ciudad de Asunción con el fin de encontrar un camino al rio Paraguay que conecte las
misiones guaraníes con las nuevas misiones de Chiquitos. Cabe mencionar que para presentar
la expedición del padre Bartolomé Ximenez, el autor introduce el diario de viaje de uno de
los participante de esta: “Y porque á alguno no le desagrade leer los sucesos de este viaje,
tomaré el trabajo de trasladar fielmente una relación diaria de todo lo que hizo uno de los
sujetos que iban, la cual, después de muchas diligencia que puse en hallarla llegó finalmente
á mis manos” (184). Finalmente, este primero tomo cierra con las vicisitudes del padre Lucas
Caballero en sus viajes al interior de la selva donde intenta reducir a la fe cristiana a los
Puraxis y luego a los Manacicas. Acompañando estos relatos, el texto introduce secciones
donde la narración se detiene para presentar las costumbres y ritos, los modos, las geografías
de los pueblos indígenas encontrados y los Mamelucos2 del Brasil. Además de los viajes, en
esta relación jesuítica se narra infinidad de historias ejemplares en las que son protagonistas
tantos los religiosos como los indígenas, siempre situados entre la disyuntiva que plante la
conversión religiosa.

Dado que los protagonistas de los viajes son los padres jesuitas, estos son caracterizados
como mártires que han decidido arriesgar sus vidas y sufrir las penalidades de la selva con el
fin de salvar las almas de los indígenas dando a conocer la religión cristiana. Su compromiso
con las misiones es tanto que se ofrecen como voluntarios para emprenderlas: “tuvo el buen
Provincial no poco que hacer para aquietar los deseos, súplicas y lágrimas de tantos como se
le ofrecieron á esta ardua empresa, como el V.P Joseph de Ace, natural de las islas Canarias,
hombre de gran corazón y de igual celo” (22). Ya en camino, la labor de los jesuitas es

2
Descendientes de los conquistadores portugueses y provenientes de la ciudad de “San Pablo” en el
Brasil, los Mamelucos son traficantes de indios que invaden los pueblos indígenas con el fin de
esclavizar y vender indígenas. El autor considera su maldad fruto del mestizaje del portugués con los
indígenas: “por falta de mujeres europeas, mezclaron su noble sangre con la vilísima de los bárbaros,
mejor dijera que le mancharon, porque los hijos [los mamelucos], saliendo más semejantes á las
madres que a los padres” (72).
descrita como ardua e inmisericorde, para lo cual el padre Patricio Fernández recurre a una
forma que hoy podríamos llamar “novelesca”:

“cogían, pues, y cogen al presente su breviario debajo del brazo, y con una cruz en la mano se
ponían y ponen en camino sin otra prevención ó mataloje que la esperanza en la providencia
Divina, porque allí no había otra cosa; […] y caminaban ya las treinta, ya las cuarenta leguas,
siempre con una hacha en la mano para desmontar y abrir camino por la espesura de los
bosques; otras veces encontraban lagunas y pantanos que pasaban á pie con el agua á la boca,
y para dar ánimos á los neófitos eran los primero en vadear ríos ó en arrojarse por los
despeñaderos más difíciles[…]; y después de tantas fatigas y trabajos no hallaban á la noche
para repararse otro regalo que algunas raíces silvestres con qué romper el ayuno, y algunos
días no tenían con qué apagar la sed, sino un poco de rocío que quedaba entre las hojas de los
árboles, y por cama tierra dura […] ( 119)

El tránsito y los avatares de las espesas selvas dibujan la imagen de los padres jesuitas,
pletóricos de voluntad y fe, extasiados por la salvación de las almas. Retrato de este deseo
divino que mueve las almas de estos religiosos es el que se hace del padre Lucas Caballero,
quien “siendo [él] gobernado de espíritu superior á toda prudencia siempre humana, sin poder
contener su celo corría siempre más á donde la cosecha de las almas y de trabajos era mayor”
(235). Tanto el padre Lucas Caballero, como Joseph de Ace, Juan Bautista de Zea, o demás
religiosos jesuitas, son heroizados por la pluma de su colega Patricio Fernández bajo la
intención de presentar un mundo en lucha en las misiones, con dos bandos definidos, el bien
y la virtud de la religión cristiana y el salvajismo, el pecado y la oscuridad de los indígenas
y Mamelucos.

El otro actor en La Relación historial de las misiones de indios Chiquitos es el indígena,


quien partiendo de la visión maniquea del padre Patricio Fernández, es presentado en dos
dimensiones opuestas. La primera dimensión es la de bárbaro, infiel, mentiroso, apostata,
diablo, todos estos epítetos usados por el autor para describir a los indígenas que aún no han
sido tocados por la religión cristiana. La segunda dimensión corresponde a los indígenas
cristianizados que habiendo abandonado sus vicios e idolatrías son un ejemplo de paz,
bondad y alegría.

Sobre esta visión dual del indígena es que se presentan las observaciones etnográficas de los
diferentes pueblos presentes en esta relación, por lo cual los ritos y creencias de los indígenas
son sesgados y valorados como herejías y sandeces, provenientes de una “necia imaginación”
(48). Obsérvese como se presenta la medicina que practican los Chiquitos: “porque estos
bárbaros no saben aplicar sino dos remedios. El primero es chupar los cuerpos enfermos,
oficio propio de sus caciques y capitanes, que en su idioma llaman Iriabós […]” (46). “El
otro remedio es bien cruel y propio de bárbaros, y eran matar á las mujeres que se persuadían
eran causa de la enfermedad […]” (48). De igual modo al presentar una de las ceremonias de
los Manacicas, el padre Fernández introduce su ideología cristiana, para deplorar estas
muestras culturales:

“cubren y cierran una parte de la sala y este es el Santa Sactorum en que entran los dioses, á
quien con nombre común llaman Tinimaacas que saliendo del infierno fingen que bajan del
cielo […]” (269). Y prosigue más adelante: “A este tiempo que hablan los dioses, el pueblo se
está quieto y en silencio, así para oir sus oráculos, como también porque al principio afectan
seriedad, hasta que la chicha (que es su bebida) les calienta la cabeza; después de los cual se
siguen los bailes, las riñas, las heridas y muertes, de que hacen gran fiesta aquella maldita
canalla de dioses […]. (270).

La perspectiva cristiana presente en esta relación además de valorar negativamente las


muestras rituales de los indígenas considerándolas herejías propias del demonio, adapta la
concepción de muchos de los mitos al imaginario bíblico de los religiosos. Existe un proceso
de transculturación literaria en donde los relatos indígenas son presentados bajo las formas
del cristianismo:

“Creen, por tradición de sus mayores, que en los siglos pasados, una bellísima señora,
concibió, un hermoso niño sin obrar varón. Crecido en edad este niño, obró cosas maravillosas,
que le ganaron el estupor y asombro del mundo, como eran sanar á enfermos, resucitar
muertos, dar vista á ciegos, piés a tullidos y vencer otros imposibles á las fuerzas naturales.
Finalmente un día dijo, á una numerosísima turba que le seguía: Veis que mi naturaleza es
diferente de la vuestra; y levantándose en el aire á vista de todos, se transformó en este sol que
ahora vemos” (267).

El procedimiento es meramente literario y es válido únicamente para los jesuitas, quienes los
utilizan para delimitar la cosmología mítica de los indígenas dentro de los dogmas cristianos,
facilitando su misión evangelizadora. Si es el indígena quien rechaza o adapta estas nuevas
ideas religiosas a su tradición es visto como rebelión y herejía, ya que desde el sesgo del
autor era imposible comprender el sentido de estas trasnculturaciones, tanto como de las
costumbres milenarias de los indígenas:

“Ni se contenta el demonio con sólo hacerse adorar de esta gente usurpando la adoración y
culto que se debe al verdadero Dios, sino por escarnio é injuria de la Iglesia de Cristo, ha
querido en este rincón último del mundo remendarla, transformándola en un ser monstruoso,
convirtiendo los ministerios en fábulas, los sacramentos en supersticiones, las ceremonias en
sacrilegios” (268)
Totalmente opuesta es la visión que se presenta de los indígenas que ya han adoptado la
religión cristiana. En ellos los vicios e idolatrías han mudado en paz, fraternidad y
servicio, convirtiendo las misiones en verdaderos paraísos terrenales desde donde la
alegría y gloria de los cantos a la Santa fe vencen la fiereza y oscuridad de la selva. Las
historias de estos indios conversos son narradas por el padre Fernández a modo de
ejemplo para demostrando las virtudes del cristianismo y los milagros de este nuevo Dios,
quien en las páginas de esta relación se presenta piadoso y salvador. En muchas de estas
historias ejemplares, los indígenas son salvados de la muerte (manifiesta en enfermedad
o guerra) al aceptar el cristianismo y reconocer sus vicios, convirtiéndose en testigos de
los milagros la nueva religión y de la misión de los jesuitas, llegando algunos a ser ellos
mismos evangelizadores de otros pueblos:

“ !Espectáculo verdaderamente digno de alabar por él a la Divina Misericordia! Ver á nos


infieles instruidos pocos días antes en las cosas de nuestra fe, y aún no reengendrados en las
santas aguas del bautismo ser ya predicadores del Evangelio; una nación que no mucho antes
había respirado sólo fiereza, verla mudanza propia de la diestra del Altísimo, humillada á los
pies de Cristo” (253)

A pesar del sesgo que impone las ideas religiosas del autor, muchas de las observaciones
etnográficas tienen un importante valor documental, se conservan en las páginas de esta
relación venciendo el tiempo y esperando ser estudiadas e interpretadas sin todo el peso
ajeno que les impuso el religioso. A demás de los registros geográficos sobre los diferentes
pueblos indígenas que ocupaban la zona que hoy comprende la frontera entre Bolivia y
Paraguay, se encuentra en la relación del Padre Fernández descripciones sobre la
organización social, la economía, los modos de vestir, las formas de su vivienda3, el
matrimonio, los festines y banquetes, las ceremonias y adoraciones, la lengua, las conductas,
y el carácter de los pueblos indígenas que encontraron los jesuitas en estas regiones,
principalmente detallados los Chiquitos y los Manacicas.

Para finalizar cabe destacar como el carácter fantástico se hace presente en La Relación
historial de las misiones de indios Chiquitos. Dada la perspectiva dogmática impuesta por
el autor el texto introduce manifestaciones imaginarias propias del cristianismo. Demonios

3
“Las casas no son más que unas cabañas de paja dentro de los bosques, una junto á otra sin algún orden ó
distinción; y la puesta es tan baja que sólo se puede entrar á gatas, causa porque los españoles les dieron el
nombre de Chiquitos” (52).
y milagros abundan en los relatos de estas misiones jesuíticas, sin embargo la historia que
más llama la atención es la del indígena Lucas Xarapá, quién asaltado por una enfermedad,
abandona su cuerpo físico para emprender un viaje fantástico acompañado por dos ángeles
que le muestras los equívocos y males de sus rituales:

“[…]estaban celebrando allí sus paisanos algún solemne banquete; pero bien presto le sacó del
engaño una cuadrilla de demonios feísimos con terrible semblante y descompasados
movimientos del cuerpo; unos con cara de tigres, otros de dragones y cocodrilos […]; echaban
por la boca y por las otras partes del cuerpo llamas de color negro y espantoso, y gritando y
discurriendo de una parte á otra remendaban las danzas y bailes de los indios” (162).

Los infiernos a donde han ido sus compañeros idolatras:


“Entonces saltó fuera de en medio de aquella canalla un cruelísimo verdugo, arrastrando un
condenado á un vilísimo jumento, atadas las manos y los piés con cadenas de acero ardiendo
[…]. Daba entretanto el miserable horrendos gemidos y suspiros maldiciendo su desventura y
lamentándose desesperadamente. Ardía todo en vivas llamas como también el demonio que le
tiraba, el cual traía á la cintura, en señal del oficio, una grande haz de víboras, que le
despedazases” (163)

Y el cielo que le aguarda a los indígenas que adoptan la religión cristiana:


“y luego le pusieron los ángeles a las puertas de la Celestial Jerusalén, de tal riqueza y
hermosura, cual las pinta el apóstol San Juan en su Apocalypsi. […] le introdujeron en un
ameno jardín, donde por la fragancia de las flores, que no se puede comparar con ninguna acá,
y con la belleza de los que veía, estaba como en extásis admirado; y siendóle presentada una
fruta semejante á la granada, con sólo llegarla á sus labios, se le innundó el corazón de tanto
gozo y consuelo, que creía que en él estaba lo mejor y aun el todo del don de los ciudadanos
del cielo” (169).

Luego de este tránsito por lo terrenal, lo demoniaco y lo divino, el indígena Lucas Xarapá
regresa como testigo de los dogmas de la iglesia, pero sobre todo como prueba verdadera del
discurso de los padres jesuitas. Su viaje fantástico exhorta a sus compañeros a respectar las
misiones y dejar las discordias, los vicios y los engaños.

Al igual que muchas de las crónicas americanas, la relación del padre Florentino Fernández
mezcla los fantástico y lo conocido para dar cuenta de un mundo salvaje, mítico, y extraño,
que se abre antes los jesuitas como la flor de la granadilla, ingenua y virgen, a espera de ser
moldeado con un imaginario religioso que lo reclame para la fe cristiana. Los viajes, las
observaciones etnográficas y los relatos ejemplares y mágicos presentes en esta relación
reflejan un imaginario cristiano que luchaba por eclipsar y remplazar la cosmovisión
aborigen, sembrando las grandes cruces de caoba (monumentos de la fe) no solo en solo en
las selvas, sino en la historia de los pueblos latinoamericanos.

S-ar putea să vă placă și