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político-sociológica entre estas po- contra los festejos oficiales por los cin-
siciones polares? Este es el esfuerzo co siglos de la conquista de Améri-
de este artículo, en el que nos propo- ca), el Instrumento Político expresa-
nemos una «descripción densa» del ba un fuerte entronque histórico con
proceso político-social inaugurado la cultura sindical tradicional en el
en 2006 con la llegada de Evo Mo- movimiento popular boliviano, que
rales al gobierno, tratando de pon- el sociólogo René Zavaleta ya ha-
derar tanto las innegables rupturas bía advertido6. Una suerte de Tesis
como las no menos evidentes conti- de Pulacayo7 campesina, adecuada
nuidades con la rica historia nacio- a los nuevos tiempos, marcados por
nal-popular que transitó Bolivia –in- la fuerte hegemonía del neoliberalis-
tercalada con cíclicas restauraciones mo, el supuesto fin de las ideologías
«liberales»– durante todo el siglo xx. y una serie de luchas básicamente de-
Y, a partir de ello, ensayaremos al- fensivas, y a menudo derrotadas, de
gunas hipótesis relativas al devenir los sectores subalternos bolivianos,
del evismo. golpeados por la crisis de la Central
Obrera Boliviana (cob), que durante
■■ Los orígenes: el mas o el cerco décadas actuó como entidad matriz.
electoral a las ciudades Si en 1947 la federación de mineros
logró ingresar diputados y senadores
En 1995, el Congreso Tierra y Territo- a partir de su influencia política, so-
rio aprobó la tesis del llamado «Ins- cial y electoral en Oruro y Potosí8, el
trumento Político», que dio lugar a mas-ipsp logró avanzar hacia la are-
un complejo movimiento construido na política nacional desde el Chapare
a partir de las estructuras de los sin- cocalero y desde los valles de Cocha-
dicatos campesinos. El núcleo duro de bamba, a partir del liderazgo al prin-
esa articulación de organizaciones ru- cipio compartido entre Alejo Véliz y
rales eran los cocaleros del Chapare, Evo Morales. Y, como los mineros de
los colonizadores (hoy llamados «co- entonces, los cocaleros comenzaron a
munidades interculturales»), los cam- sentirse –no sin razones– la vanguar-
pesinos de los valles de Cochabamba dia del movimiento popular.
y la Federación de Mujeres Bartolina
Sisa. La propia entidad matriz, la Con-
federación Sindical Única de Trabaja- 6. «Las masas en noviembre» en R. Zavaleta
(comp.): Bolivia hoy, Siglo Veintiuno Editores,
dores Campesinos de Bolivia (csutcb), México, 1983.
adhirió a la iniciativa. 7. Aprobadas en 1946, en la localidad de Pulaca-
yo, estas tesis recogen la idea del gobierno obre-
ro, en una época de fuerte influencia trotskista.
Aunque recubierto con un discurso 8. Jorge Komadina y Céline Geoffroy: El poder del
movimiento político. Estrategias, tramas organizati-
indianista potenciado por la campaña
vas e identidad del mas en Cochabamba (1999-2005),
«500 años de resistencia» (organizada umss dic y t-cesu/ pieb, La Paz, 2007.
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Bolivia después de las elecciones: ¿a dónde va el evismo?
de árbitro entre estas diversas esferas versus antinación) y una fuerte dosis de
político-sociológicas. Es bastante sinto- antiimperialismo, fundamentalmen-
mático que en los ampliados del mas te antiestadounidense. Más que co-
no se produzcan verdaderos debates rrientes, lo que puede observarse es un
ideológicos, y que cada delegado hable masivo ingreso de ex-izquierdistas de
para Evo Morales, sin polemizar con los años 70 y 80, con sus bagajes ideo-
otros oradores que expusieron posicio- lógicos pasados por el tamiz (es decir,
nes diversas e incluso antagónicas (la fuertemente debilitados) de la grave
langue de bois nacional-popular-indíge- derrota post-udp (en el ámbito interno)
na ocupa, además, una no despreciable y de la crisis del socialismo real y la he-
parte de los discursos). Como ocurre gemonía neoliberal (en el contexto in-
a menudo, los momentos de «debate ternacional). Derrotadas, estas izquier-
ideológico» no atraen a la audiencia das se agarraron como tabla salvadora,
tanto como las estratégicas elecciones y por lo tanto bastante acríticamente, al
de dirigentes, cuando los adormecidos nuevo etnonacionalismo.
delegados recobran una inusitada fuer-
za. Esta descripción general se verifica En todo caso, resulta más producti-
en cada reunión partidaria. Pero eso no vo un abordaje sociológico, que per-
impide que cada investigador del mas mite observar una serie de tensiones,
que busca enfrentar el espinoso objeto luchas y alianzas a veces imprevis-
de su ideología se tope con la misma tas por el control de las candidaturas
respuesta: «en el mas hay una corrien- y los cargos («pegas») en el Estado o
te marxista, una corriente indianista y el propio mas; además de la lógica
una corriente proveniente de la Teolo- de la rotación entre sectores, distritos
gía de la Liberación». o incluso regiones para mantener cier-
tos equilibrios corporativos/territoria-
Basta avanzar un poco en la investi- les. Todo ello, en el marco de prácticas
gación para constatar que ninguna de asamblearias mediadas por maniobras
estas corrientes existe como tal. Ade- dirigenciales de diversa naturaleza
más, sintomáticamente, nadie refiere para incidir en las decisiones, no exen-
al nacionalismo popular como una de tas de clientelismo y prebendalismo,
las supuestas facciones, cuando la ma- en el marco de la fuerte cultura política
triz discursiva heredera de los años 50 corporativa15.
es la más productiva en términos po-
lítico-electorales: recuperación de los
recursos naturales, organización del 15. Pablo Stefanoni y Hervé Do Alto: «El mas, un
partido en tiempo heterogéneo», documento de
campo político como un clivaje entre trabajo, pnud, Coloquio «Democracia interna en
el pueblo y la oligarquía (lo que conlle- la elección de candidatos del Movimiento al So-
cialismo (mas) para las elecciones del 6 de diciem-
va el enfrentamiento entre clases na- bre de 2009. Resultados y hallazgos preliminares»,
cionales y clases entreguistas; nación La Paz, 19 de diciembre de 2009.
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Bolivia después de las elecciones: ¿a dónde va el evismo?
durante la Colonia, cuando la pérdida por cuenta propia (el comercio repre-
de importancia económica del tribu- senta 30% de la actividad económica).
to indígena habilitó una devastadora En esta urbe con mentalidad rural, las
ofensiva liberal contra el ayllu, destru- cabezas y los corazones han sido con-
yó el «pacto colonial»18 y consolidó el quistados por el evismo: el apoyo al
régimen de hacienda. Con una etno- presidente es superior a 80%.
historia que apenas ha reconstruido
provisoriamente la vida del «aymara Con 5.000 establecimientos, la mayo-
libre de ayer» –como John Murra llama ría microempresas (muchas de ellas
a los aymaras anteriores a la incorpora- textiles), en gran parte exportadoras a
ción al Estado inca19 – y con un periodo eeuu, El Alto es la segunda ciudad in-
colonial que durante varios siglos ge- dustrial de Bolivia21. No casualmente
neró poderosos sincretismos religio- el anterior alcalde, José Luis Paredes,
sos, políticos y culturales, y una com- era masivamente votado por «El Alto
pleja dominación mental, se dificulta rebelde» mientras defendía abierta-
sobremanera el proyecto descoloniza- mente el Tratado de Libre Comercio
dor, que Patzi define como igualdad (tlc) con eeuu. Con una identidad
de oportunidades y universalización obrera que es un recuerdo del pasado,
del «modo de producción comunita- tampoco resulta casual que la Cen-
rio» al ámbito urbano20. tral Obrera Regional alteña sea dirigi-
da por… un comerciante, del podero-
Pero, más allá de reconocer una bue- so sindicato de gremiales. Este mundo
na dosis de «trabajo directo» en la eco- plebeyo difiere, en todo caso, de la «cla-
nomía informal boliviana, la tesis del se obrera organizada» que era la base
comunitarismo urbano suele encubrir del cogobierno del 52 entre el Estado y
las desigualdades y la precariedad del
trabajo en un denso tejido político,
18. Tristán Platt: Estado boliviano y ayllu andino,
económico y social que bien podría iep, Lima, 1982.
asimilarse al mundo plebeyo descrip- 19. John V. Murra: «El aymara libre de ayer» en
X. Albó (comp.): ob. cit.
to por los historiadores de la vida co- 20. Entrevista, La Paz, octubre de 2009. Mariste-
tidiana en la transición al capitalismo. lla Svampa, Pablo Stefanoni y Bruno Fornillo:
Balance y perspectivas. Intelectuales en el primer
Dicho tejido reproduce una serie de
gobierno de Evo Morales, Ediciones Le Monde
inercias comunitarias, pero articula- diplomatique edición boliviana, en prensa.
das de formas complejas con la econo- 21. Datos tomados de Franck Poupeau: «El Alto:
une fiction politique. Alto markaxa wali puq’antata
mía de mercado «moderna» e incluso jiwa jich’axa», trabajo presentado en la conferen-
con el capitalismo global. La «ciudad cia «L’université de tous les savoirs, des Andes à
l’Amazonie», La Paz, 21 de septiembre de 2009.
aymara» de El Alto es el ejemplo pa- Y Gonzalo M. Vidaurre Andrade: «Documento de
radigmático de este mundo plebeyo, trabajo número 5: Análisis del desarrollo empre-
sarial en las mipymes y análisis de la utilización
con 47% de obreros –la mayoría en pe- de las tic», Cámara de Comercio de La Paz, di-
queños talleres– y 41% de trabajadores ciembre de 2005.
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Bolivia después de las elecciones: ¿a dónde va el evismo?
«Nuestro horizonte de gran salto in- que los nuevos gobiernos del «socia-
dustrial, de Estado social protector y lismo del siglo xxi» expresan, al mis-
el despliegue de la descolonización y mo tiempo, una cierta incompren-
la autonomía, será sí más rápido, más sión de las lógicas de las contiendas
contundente y más decidido», señaló socioeconómicas y del carácter civi-
más recientemente27. lizatorio de la lucha de clases en el
mundo moderno. De allí los riesgos
Nótese que no es la economía co- de que ciertos conflictos –incluso
munitaria el primer vagón (como se aquellos protagonizados por sectores
entusiasman ciertos descolonizado- populares– puedan ser considerados
res), y que el tren representa meta- espurios e inmorales frente a un bien
fóricamente una variante más «mul- común políticamente predetermina-
ticultural» del capitalismo de Estado, do, en función de los supuestos inte-
lo que parece corresponderse con el reses del pueblo.
clima ideológico que se fue consoli-
dando desde 2003 y, sobre todo, des- Este fundamentalismo ético, cuando pre-
de 2006. La vieja izquierda obrerista tende sostenerse en un apoyo popular
plebiscitario y en la teatralización de la
se debilitó hasta el límite de su exis-
legitimidad plebeya del poder, tiende
tencia con la crisis de la clase obre-
a expresar una incomprensión cabal, y
ra minera (el único sector subalterno quizás un cierto desprecio, por la diná-
que en Bolivia históricamente fue ca- mica de la institucionalidad democrática
paz de generar hegemonía nacional- como construcción social de un espacio
popular28). Pero tampoco logró pros- público donde las reglas plasman los con-
perar el programa «socialista» de la flictos y los conflictos reestructuran las
izquierda comunitarista –de donde reglas y transforman los propios actores e
intereses.30
provienen, con posiciones diferentes,
García Linera, Félix Patzi y algunas
agrupaciones de los 90–. Inspirados
en algunos textos de Marx, como la 27. «No hay una agenda oculta: la Constitución
respeta la propiedad», cit.
«Carta a Vera Zasúlich», buscaban 28. René Zavaleta: Lo nacional popular en Bolivia
acercar indianismo y marxismo. A la [1986], Plural, La Paz, 2008.
29. El anticapitalismo de Evo Morales es bási-
postre, el etnonacionalismo (o, más
camente sinónimo de antineoliberalismo; son
precisamente, un nacionalismo po- bastante sintomáticos los elogios del Fondo
pular parcialmente etnizado) fue co- Monetario Internacional (fmi) a la prudencia
macroeconómica del gobierno.
pando el espacio discursivo y el sen- 30. M. Saint-Upéry: «¿Hay patria para todos?
tido común oficialista29. Ambivalencia de lo público y ‘emergencia ple-
beya’ en los nuevos gobiernos progresistas» en
Íconos. Revista de Ciencias Sociales No 32, 9/2008.
Como mencionamos, el clivaje pue- Sobre este tema, v. tb. Juan C. Portantiero y Emi-
lio De Ípola: «Lo nacional popular y los populis-
blo/oligarquía o nación/antinación mos realmente existentes» en Nueva Sociedad No
volvió a la escena. Saint-Upéry señala 54, 5-6/1981.
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Pablo Stefanoni