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HISTORIA
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GRECIA EN LA
PRIMERA MITAD
DEL S. IV
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HISTORIA
^MVNDO
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Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

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Pedro Arjona

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© Ediciones Akal, S.A., 1989


Los Berrocales del Jarama
Apdo. 400 - Torrejón de Ardoz
Madrid - España
Tels.: 656 56 11 - 656 49 11
Depósito Legal: M-29280-1989
ISBN: 84-7600-274-2 (Obra completa)
ISBN: 84-7600-390-0 (Tomo XXVI)
Impreso en GREFOL, S.A.
Pol. II - La Fuensanta
Móstoles (Madrid)
Printed in Spain
GRECIA EN LA PRIMERA
MITAD DEL SIGLO IV

F. J. Fernández Nieto
G re cia en la prim era mitad dei siglo IV 7

Introducción

La d e rro ta de A tenas y la liq uida c ión Pero a la in e s ta b ilid a d g en eral y


de su im p erio m a rítim o pu sie ro n tér­ política se s u m a n los efectos de los
m in o a la G u e r r a del Pelo po neso en c a m b io s p r o d u c id o s p o r la in te n s i­
el a ñ o 404. pero en la práctica dieron d a d y d u ra c ió n de la G uerra. La ex­
p a so a u n a serie de p ro b le m a s p olíti­ tensión p a u la tin a de la miseria, que
cos, militares, sociales y e con óm icos se ceba sobre todo en el c a m p e s in a ­
c a paces de c o n fig u rar los siguientes do, y la n ecesidad de in c re m e n ta r los
c u a r e n ta a ñ o s c o m o u n a é p oca i n ­ ingresos del estado p a ra a te n d e r t a n ­
m ersa en reform as y trastornos, que to u n a la b o r social de asistencia p ú ­
no son sino el a g rav am ien to de a q u e ­ blica com o a los c o m p ro m iso s exter­
llas co n d ic io n e s que la guerra c o n si­ nos —c ontribución pecu niaria o mili­
guió a p la za r, m as no resolver. Si al tar en las alianzas, c o n tra ta c ió n de
cerrarse la p a z de Nicias (421) los dos mercenarios, sueldos de los com batien­
p rin c ip a le s beligerantes, A tenas y E s­ tes— oblig aron a a c e n tu a r la presión
p a r ta , h a b í a n re s ta b le c id o u n a s i­ sobre propietarios, c om erciantes y a r­
t u a c ió n de ig u a ld a d re la tiv a m e n te tesanos y fueron causa de no pocas
aceptable p ara sus intereses y sus alia­ c o n m o c io n e s sociales (revueltas, c o n ­
dos, el resu ltad o final de la co n tien d a fiscaciones, destierros). C o m o es n a ­
destruyó el equilib rio tr a b a jo sa m e n te tural, las instituciones p úblicas refle­
m o d e la d o a lo largo del siglo V: p o r ja r o n de in m e d ia to los distintos c a m ­
u n a parte Esparta, la gran ben e ficia ­ bios o p e rad o s en la sociedad; m a s el
ria de la victoria, no sabrá recon struir apego a la trad ición o el interés por
ni en A tenas ni en el resto de las c iu ­ preservar estructuras favorables a d e ­
d ad es jo n ia s u n a a u to n o m ía efectiva, te r m in a d o s g ru p o s sociales p r o d u ­
no será c a p a z de a n u la r la influencia cen, d e n tro de las in no vacio nes insti­
e inte rv e nc ión de los persas y cederá tucionales, tanto resultados sin d u d a
a la te n ta c ió n de sustituir el a ntiguo o r ig in a le s c o m o f o rm a s de c o n v e ­
d o m in io aten iense p o r el suyo p r o ­ niencia q ue elud en a rb itra r la tensión
pio; c o n ello favorecerá, p o r otro la ­ popular.
do, que la m a y o r parte de los griegos El siglo V, que c o m ie n z a con los
se ap liq u e n sin d e scanso a la tarea de sucesos de las G u e rra s M édicas y la
levantar nuevos y m ás costosos siste­ división entre los griegos a raíz de las
mas de defensa, que c o n s u m e n las m ism as, cierra su ciclo con los últi­
energías políticas e im p o rta n te s m e ­ mos episodios de este conflicto, diri­
dios e c on óm ic os de casi todos los es­ m idos en el c a m p o de batalla, y con
tados. el d e s m a n te la m ie n to del p oderío ate-
Indice

Pcigs.

Introducción................................................................................................................ 7

I. La Grecia continental (404-362) ..................................................................... 9


1. La hegemonía e s p a r t a n a .................................................................................. 9
Problemas de la política espartana ............................................................... 10
C am p añas contra Persia y expedición de A g e sila o .................................. 12
La situación en Grecia: la Guerra de Corinto (395-386)........................ 14
La Paz de Antálcidas o Paz del Rey ............................................................ 16
El apogeo del dominio espartano .................................................................. 19
2. El declinar de la hegemonía espartana ...................................................... 22
La Segunda Confederación Ateniense ......................................................... 22
La expansión ateniense y las reformas internas ....................................... 27
El resurgir de Tebas y el fin de la hegemonía espartana ......................... 30

II. La hegemonía tebana y el fin de la Segunda Liga Ateniense ................... 32


1. La hegemonía t e b a n a ....................................................................................... 32
La consolidación del dominio de Tebas ..................................................... 35
Las últimas conquistas y la batalla de M antinea .................................... 38
2. El fin de la Segunda Liga Ateniense (362-355) ......................................... 40

III. Los griegos de Occidente en la primera mitad del siglo I V .................... 44


1. La época de Dionisio I .................................................................................... 44
2. Los continuadores de Dionisio I ...................................................... ............ 50
3. Consideración final .......................................................................................... 51

Bibliografía................................................................................................................. 53
8 AkaI Historia del Mundo Antiguo

niense. Pero de este modo parece h a­ no deben impedirnos considerar este


berse quebrado también la continui­ medio siglo anterior a Filipo de M a­
dad de una época marcada por el cedonia como una época con sentido
sello del clasicismo o, por expresarlo propio —la de los grandes esfuerzos
con los mismos términos que los grie­ por la autonomía e identidad de los
gos del siglo IV, dueña de un pasado estados griegos— y que sabe armoni­
glorioso, imposible de reconstruir, cu­ zar la evolución social con los distin­
yos ejemplos sirven como paradigma tos cambios constitucionales. Pero
o medida a la situación del momento; además la historia del siglo IV no
de ahí deriva el que una de las formas acaba en los griegos peninsulares ni
de considerar la historia de la prime­ del Egeo, pues muchas de las comu­
ra mitad del siglo IV esté dominada nidades de Asia Menor contribuye­
por la perspectiva de la ruptura, deca­ ron continuamente a encauzar la res­
dencia o crisis respecto al «esplen­ puesta de los sátrapas persas por los
dor» del siglo anterior. caminos de la negociación y de la
Sin embargo, no es en absoluto co­ estabilidad, mientras que entre los
rrecto interpretar el siglo IV como un griegos de Occidente sobresale el po­
período que vive aferrado a las ideas derío de Siracusa, cuya hegemonía
de restauración de las antiguas for­ creció sobre la derrota de la expedi­
mas políticas —la búsqueda de los ción ateniense (413), gobernada por
patrios poliíeia— y que no ha produci­ la firme personalidad del tirano Dio­
do ninguna institución duradera de nisio I y de sus sucesores.
cierta importancia, pues desde la vic­
toria de Filipo II en Queronea (338) y, Escultura del templo de
en especial, a partir de la expedición Asclepios en Epidauro
(380 a. C.) Museo Nacional de Atenas
de Alejandro cuatro años más tarde
se desarrollaron significativas nove­
dades políticas, sociales y económi­
cas que configuran los sistemas propios
de la Grecia helenística (monarquías/
ciudades). Y esta realidad condiciona
a menudo otro modo de abordar la
historia del siglo IV, a saber, un pe­
ríodo de transición cuya importancia
radica en que preludia y modela los
elementos sociopolíticos que se han
definido como característicos del He­
lenismo; si con su actuación al térmi­
no de la Guerra del Peloponeso y los
vínculos que anuda con determina­
das ciudades el general espartano Li-
sandro anticipa ya los principales ras­
gos de los caudillos helenísticos, no
resulta difícil comprender que muchos
historiadores hayan trazado un puen­
te sobre la primera mitad del siglo IV
para enlazar la supuesta descomposi­
ción de la Grecia clásica con el naci­
miento del mundo helenístico.
Estas dos actitudes frente al siglo
IV (apéndice en declive del siglo V/
años de preparación del Helenismo)
G recia en la prim era m itad del siglo IV 9

I. La Grecia continental (404-362)

1. La hegemonía espartana nos a las órdenes de un com andante


o g o b ern ad o r militar, d en o m in ad o
Finalizada la G uerra del Peloponeso harmosta (es decir, encargado de ase­
muy pocos estados griegos mostraron gurar ese régimen). Por este método
su c o n f o r m id a d con E s p a rta y la de im poner constituciones oligárqui­
política que había emprendido, pues­ cas y vigilar manu militari su obser­
to que la victoria sobre Atenas no les vancia y mantenimiento Lisandro h a ­
hab ía pro p o rcio n ad o casi ning una bía procurado a Esparta la obedien­
ventaja y sí grandes inconvenientes. cia de miles de griegos, pero el odio y
En lugar de garantizar la autonom ía la repulsa que generó fueron simila­
de las ciudades griegas, como era su res a la merecida por los atenienses
promesa, los lacedemonios h abían le­ cuando hicieron de la liga marítima
vantado un dom inio todavía más rí­ un instrumento propio.
gido que el de Atenas por medio de El procedimiento seguido con Ate­
Lisandro. En efecto, desde algún tiem­ nas no fue muy distinto. Com o en el
po antes de la batalla de Egospóta- tratado de 404 que regulaba la rendi­
mos el general espartano com enzó ción nada se había señalado acerca de
una política marítima, con la ayuda la forma de gobierno futura, era evi­
financiera de Persia, que consistía en dente que los atenienses podían mante­
dotar a su país de una poderosa ilota ner su constitución tradicional, el con­
capaz de disputar a los atenienses los junto de normas políticas vigentes des­
enclaves más importantes de Asia Me­ de generaciones atrás; probablem en­
nor (Jonia y los estrechos), en donde te en las conversaciones previas al
obtenían sus últimos medios de resis­ tratado los espartanos hab ían tran­
tencia, y esta línea de acción la com ­ quilizado a los atenienses sobre este
plementó sustituyendo la hegemonía punto. Sin embargo, los grupos oli­
de la liga marítima por el control es­ gárquicos de Atenas poseían una idea
partano en todas aquellas localidades muy peculiar sobre cuál era esta pa­
que dejaron de pertenecer a la órbita trios polit eia, a la que deseaban privar
ateniense. de gran parte de los órganos nacidos
Lisandro expulsó a los partidarios en el siglo V durante la democracia,
de Atenas e instaló en cada ciudad de forma que para im poner su crite­
una comisión de oligarcas afectos a rio a la Asamblea buscaron el apoyo
su causa integrada por diez indivi­ de Lisandro; en presencia del general
duos -las llamadas decarquías- así co­ espa rtan o los ciu d ad a n o s tuvieron
mo guarniciones de soldados esparta­ que aprobar un decreto por el que se
10 Akal Historia del M undo Antiguo

designaba una comisión constituyente ción en la Acrópois. La victoria de


de treinta personas, elegidas en tres Trasíbulo condujo a u n a situación
grupos de diez (dos de los cuales que­ verdaderam ente anóm ala: m ientras
daron por completo en manos de la se libra de una guerra de barricadas
oligarquía). En el fondo, Lisandro ha­ entre el Píreo y Atenas, los Tres Mil
bía consentido un comprormiso para derrocaron a los Treinta y los reem­
instaurar tres decarquías con distinto plazaron por otra comisión de diez
talante conservador. m iem bros con funciones asim ism o
Después de ocupar con sus parti­ constituyentes; a raíz de esta decisión
darios el Consejo y las magistraturas el grupo de los Treinta, al que siguie­
obtuvieron de los espartanos el envío ron algunos oligarcas más, se retira­
de una guarnición de 700 soldados, ron a Eleusis y crearon allí una enti­
m and ada asimismo por un harmosta. dad política independiente —que d u ­
Lo sucedido a partir de este momento ró hasta el año 401/400, en que se fu­
en Atenas puede ilustrar de forma sionaron de nuevo con sus antiguos
bastante fidedigna, como en otras oca­ conciud ad ano s—. Es así como el es­
siones, qué tipo de poder ejercieron tado ateniense com enzó el año 403,
tales oligarquías en todo el m undo dividido en tres com unidades hostiles
griego; pues los treinta tiranos, como entre sí, cada una de las cuales ocu­
popularm ente se les conocía, 110 satis­ paba un territorio distinto del Atica.
fechos con generalizar las proscrip­ Y aunque Lisandro quiso favorecer
ciones hasta u na cifra de quinientos en esta lucha a los oligarcas de Eleu­
ciudadanos defensores de las institu­ sis, el estado espartano fue persuadi­
ciones democráticas y con desposeer do por el rey Pausanias para interve­
de sus fortunas a un cierto número de nir oficialmente y no dejar el asunto
ricos metecos, acentuaron el terror es­ en manos del primero. Pausanias con­
tableciendo una restringida lista de dujo hasta Atenas a un ejército de la
tres mil ciudadanos, únicos antenien- liga peloponesia a comienzos del ve­
ses a quienes se reconocían derechos rano del 403 y, después de frenar los
civiles y políticos; la condena a m uer­ ataques de la gente del Pireo, en sep­
te afectó incluso a políticos que, co­ tiembre logró que la negociación entre
mo Teramenes, fueron colaboradores am bos bandos desembocase en una
de los Treinta. Ante la gravedad de reconciliación: se promulgó además
tales excesos y considerando el m a­ una amnistía de carácter general —de
lestar dom inante entre la población, la que simbólicamente se excluyó a
algunos de los demócratas que ha­ medio centenar de oligarcas refugia­
bían escapado de Atenas -paradójica­ dos en Eleusis, entre ellos a los Trein­
mente encontraron refugio en ciuda­ ta — y se permitió a los más discon­
des aliadas de Esparta, como Megara formes retirarse, si lo deseaban, a
y Tebas- decidieron pasar a la acción. la ciudad independiente de Eleusis.
Trasíbulo llegó desde Tebas con se­ En cuanto el ejército de Pausanias
tenta atenienses y ocupó el puesto de ab an don ó el Atica la Asamblea ate­
File, sobre el monte Parnés, de donde niense restableció las instituciones
los Treinta no lograron expulsarlos. democráticas.
Allí acogieron a otros muchos deste­
rrados o fugitivos de Atenas, incluso Problem as de la política
esclavados y metecos, y en núm ero de espartana
mil av a n z a ro n sobre el Pirco, que
cayó en sus m anos al igual que el Al finalizar el siglo V el dom inio ins­
fuerte de M uniquia; en la lucha m u­ taurado por los lacedemonios en Gre­
rieron, junto a destacados oligarcas, cia h abía provocado, com o hem os
algunos de los espartanos de guarni­ visto en el apartado anterior, una serie
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 11

de trastrornos de imprevisibles conse­ recursos económ icos precisos para


cuencias, a la vez que comprometía sufragarlas, lo que no podía efectuar­
seriamente la imagen que de Esparta se a costa de otros griegos sin avivar
poseían muchos griegos. Las nu m e­ los mismos rencores que levantó el
rosas «hazañas» de Lisandro, obse­ imperio ateniense.
sionado en asegurar la presencia es­ El segundo obstáculo que se inter­
partana en todo el Egeo y en defen­ ponía ante Esparta provenía de las
der el gobierno de las cruentas oligar­ abiertas diferencias que m an ten ían
quías, desataron continuas reclamacio­ Corinto y Tebas respecto a la hege­
nes contra la violencia am parada por m onía laccdemonia. Estos dos m iem ­
los espartanos, aún más insufrible, se bros de la alianza espartana, sin duda
alegaba, que la de los regímenes adic­ los de mayor peso, h ab ían modifica­
tos en el pasado a Atenas. Sin em b ar­ do ostensiblemente su actitud; si en
go. las autoridades espartanas habían 404 fueron los dos aliados de Esparta
tom ado ya conciencia de los peligros que de forma más insistente aconse­
de esta forma de hegemonía y frente a jaro n la destrucción de Atenas, al ver
los partidarios de la política egea de rechazados sus deseos se mostraron
Lisandro se alzaban quienes enten­ reacios a toda colaboración: no reco­
dían que el papel tradicional de Es­ nocieron el tratado firmado con Ate­
parta debía circunscribirse al Pclopo- nas e impidieron por varios medios
neso y al cumplimiento de la política que Esparta controlase por completo
de alianzas. a la ciudad vencida a través del go­
A unque tarde, la primera reacción bierno oligárquico (y de la guarni­
espartana consistió en suprim ir las ción) que estableció Lisandro. Fueron
decarquías instaladas por Lisandro; los beocios, además de Megara, los
con ello se procuraba no sólo acallar que auxiliaron a los demócratas ate­
las quejas de la opinión pública grie­ nienses que regresarían a derribar a
ga, sino también eliminar buena p ar­ los Treinta y quienes junto con los co­
te del p o d er personal de L isandro rintios se negaron a participar en la
—la excesiva independencia de sus expedición confederal contra el Atica
generales no agradaba nada a los lace- dirigida por el rey Pausanias en 403,
dem onios— y poner freno al debilita­ pues ahora estaban más interesados
miento militar de Laconia y el Pelopo- en que un gobierno ateniense dem o­
neso por la continua instalación de crático ejerciese el debido contrapeso
guarniciones en tantos lugares de Gre­ a la dura hegemonía de los esparta­
cia. Esta última era, en efecto, una de nos. El frágil equilibrio en que se en­
las tres graves cuestiones que debía cuentra, con lodo ello, la liga del Pclo-
resolver el gobierno espartano: su ­ poneso vuelve a mostrarse cuando en
m ando los casi dos mil espartiatas o el 399 Corinto y Tebas cursan otra ne­
ciudadanos de pleno derecho a los gativa a acudir a la cam paña contra
«hipomeiones» o espartanos de cate­ la Elide anunciada por Esparta; y de
goría cívica inferior «neodamodas y este modo veremos cómo en un futu­
mothakes», más una parte de los pe- ro próximo el acercamiento de corin­
riecos e hilotas, se obtenían unos efecti­ tios y beocios hacia Atenas y el aisla­
vos militares francamente insuficien­ miento espartano para sostener un
tes para establecer un sistema de do ­ dom inio cada vez más complejo, que
m inio que reem plazaba, en buena comienza ya a dibujarse, adquieren
medida, al ateniense (cuya población una consolidación real.
movilizable había sido diez veces su­ La última carga que arrastraba el
perior a la de Esparta). La contrata­ estado lacedemonio atañía a las ciu­
ción de tropas mercenarias creaba la dades griegas de Asia Menor. La polí­
carga adicional de hacerse con los tica egea de Lisandro y la acogida
Akal Historia d el M undo Antiguo

todo el prestigio como potencia hege-


mónica, romper con Persia el término
de la ayuda económica en que se fun­
dam en tab an la expansión espartana
y sus efectivos navales.

C am pañas contra Persia y


expedición de Agesilao
Sin embargo Esparta optó por esta se­
gunda vía cuando los griegos de Asia
M enor d em andaron su am paro fren­
te a los intentos de los sátrapas por
someterlos. En realidad los esparta­
nos estaban practicando un doble jue­
go desde unos años antes, pues for­
malmente mantenían los acuerdos con
Persia pero ello no les impedía favo­
recer la resistencia de los helenos di­
recta o indirectamente e incluso in ­
tervenir en las frecuentes querellas y
conflictos que oponían entre sí a las
autoridades persas. La mejor prueba
de ello son las circunstancias que ro­
dearon la famosa Anábasis de Ciro o
Expedición de los Diez Mil (401/400):
Escultura del templo de cuando Ciro el Joven, sátrapa de Sar­
Asclepios en Epidauro des e hijo m enor de Darío II, preten­
(380 a C.) Museo Nacional de Atenas dió derrocar por la fuerza a su her­
m ano Artajerjes II, el G ran Rey, se
dispensada por los griegos de Asia a valió del concurso de un importante
los espartanos, abandonando a Ate­ ejército de mercenarios griegos; los
nas, habían facilitado el fin de la Gue­ espartanos colaboraron en esta em ­
rra del Peloponeso y el establecimiento presa no sólo enviando un cuerpo
de la hegemonía de Esparta; pero pre­ auxiliar, cuyo com andante era Quirí-
cisamente en virtud de su posición sofo, sino concediendo al harmosta
como potencia rectora de Grecia esta­ Clearco —que participó en la c a m p a ­
ba obligada a asumir la defensa del ña como general del contingente grie­
helenismo en Oriente líente a los peí- go— inmensas facilidades para reclu­
sas como antaño hicieran los ate tar voluntarios a sueldo en aquellas
nienses y la liga marítima. Política­ regiones de Grecia bajo influencia
mente se trataba de una diiicil taiea laccdemonia.
por cuanto que Persia y Esparta esta­ El resultado de esta operación no
ban ligadas mediante un tratado de fue, precisamente, propicio a los inte­
alianza, ultimado en el 411, por el que reses de los griegos; muerto Ciro en la
se reconocían los deiechos del G ran batalla de C unaxa (otoño del 401) los
Rey sobre Asia Menor, y además los expedicionarios que seguían a C lear­
espartanos venían recibiendo regu­ co —los llamdos Diez Mil— soporta­
larmente el dinero de los.medos —lo ron bien las acometidas del ejército
que les permitía financiar las opera­ de Artajerjes y se retiraron o rd e n ad a­
ciones en el Egeo y en Jonia . A b a n ­ mente desde las cercanías de Babilo­
donar a los griegos suponía perder nia hasta el M ar Negro, que alcanza-
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 13

ron seis meses más tarde a la altura bió ahora notablemente: Tisafernes,
de Trapezunte después de algunas pe­ que sustituyó en la satrapía a Ciro, in­
nalidades y desánimos (aunque per­ tentó recomponer el dom inio aque-
dieron a sus principales jefes, regresa­ m énida sobre Asia Menor, y Esparta
ron más de ocho mil hombres, entre y los griegos com probaron cómo las
ellos el historiados Jenofonte; su ver­ promesas de autonom ía que Ciro el
sión de la expedición y retirada de los Joven proyectaba cum plir si conquis­
Diez Mil quedó plasm ada en la Aná- taba el trono se m u dab an en exigen­
basis). La actitud de los persas cam ­ cias de sumisión.

Escultura del templo de


Asclepios en Epidauro
(380 a. C.) Museo Nacional de Atenas
14 AkaI Historia del M undo Antiguo

Después del ataque de Tisafemes a nabazo. desde donde paso a Misia; el


la ciudad jonia de Cum as los esparta­ m and o de la flota, que había recibido
nos iniciaron la guerra en Asia M e­ poco antes, lo delegó en Pisandro.
nor, en donde desembarcó el harmos- Después del invierno del 395/4 Agesi­
ta Tibrón con mil neodamodas, cua­ lao y su ejército son reclamados en
tro mil soldados peloponcsios y 300 Grecia por las autoridades esparta­
jinetes atenienses en el otoño del 400; nas; el rey obedece la orden, au nqu e
pronto se le unieron cinco mil vetera­ deja en Asia cuatro mil hombres.
nos de la expedición de los Diez Mil. La guerra librada por Esparta en
Con este ejército Tibrón entró en po­ suelo de Asia M enor contuvo venta­
sesión de algunas ciudades, que le josam ente los intentos persas de so­
abrieron sus puertas, pero debido a meter el litoral griego; sin embargo
su indecisión y a las quejas de los toda esta obra quedó anulada a raíz
aliados las autoridades de Esparta lo de las operaciones navales. C onón,
reemplazaron por otro comandante, uno de los estrategos atenienses del
el harmosta Dercílidas (verano de 399). final de la G uerra del Peloponeso,
Durante algo más de dos años Dercí­ partícipe en la batalla naval de las is­
lidas aprovechó con habilidad la p a ­ las Arginusas, poseía el m ando supre­
tente discordia entre los sátrapas Ti- mo de la flota del G ran Rey; en los
safernes y Farnabazo para atraerse a años 396 y 395 había conseguido do­
las ciudades de la Tróade, saquear los m inar la isla de Rodas e interceptar
territorios del segundo y apoderarse la ayuda (madera y grano) que los es­
de suficientes riquezas como para p a­ partanos recibían desde Egipto, país
gar a sus mercenarios durante un año; recientemente in dep end izado de la
el invierno del 398 cruzó a Tracia y se tutela persa; por fin, con una escua­
dedicó al pillaje del país. A su regreso dra compuesta por trirremes chiprio­
a Asia, en la primavera siguiente, con­ tas, rodias y cilicias a sus órdenes, y
siguió paralizar la acción militar de otra de naves fenicias guiada por Far­
am bos sátrapas, que olvidando las nabazo, C onón obtuvo junto a Cnido
rencillas habían conectado sus fuerzas, una aplastante victoria sobre P isan­
mediante la conclusión de un armis­ dro y la ilota espartana, que perdió
ticio cuando ya el ejército persa iba a más de cincuenta barcos (agosto 394).
enfrentarse con el griego en el valle La batalla de Cnido marca el ocaso
del M eandro (Dercílidas era partida­ del imperio m arítimo lacedemonio,
rio de esta fórmula del armisticio, que construido diez años antes sobre los
había usado en el 398 tanto con Tisa- despojos de Atenas, pero tam bién el
fernes como con Farnabazo, para elu­ declive de la aventura asiática. Ante
dirlos combates directos con los persas). la promesa de autonom ía p roclam a­
A comienzos del 396 el rey esparta­ da por Farnabazo, las ciudades de
no Agesilao llegó a Efeso con doce Asia (entre ellas Efeso) y de las islas,
mil nuevos soldados y se hizo cargo desde Mililene a Cos, expulsan a las
del mando; al término del armisticio guarniciones espartanas y ad o p tan
cerrado por Dercílidas efectuó una cam­ constituciones democráticas; C on ón
paña contra Frigia, territorio de Far­ fue saludado como libertador de los
nabazo, en donde obtuvo botín para griegos y en numerosos lugares se ele­
las tropas. En la primavera del 395 varon estatuas en su honor.
derrotó a Tisaferncs cerca de Sardes,
lo que provocó la desgracia y muerte La situación en Grecia: la Guerra
del sátrapa, que fue sustituido por Ti- de Corinto (395-386)
traustes; de acuerdo con él Agesilao
abandonó aquellas regiones y conti­ El verdadero interés de Esparta no se
nuó la guerra en los dominios de Far­ cifraba, sin duda, en Asia Menor, si­
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 15
no en la dom inación de la península nidades: Corinto, Argos, Eubea, Léu-
griega y del Peloponeso; y si en los cade, Ambracia, los acam am os, los
primeros años del siglo IV Atenas y locros, los atamanos epirotas y la liga
algunos de los aliados de Esparta m an­ calcídica; los tesalios expulsaron de
tienen aün una actitud de reserva, la su patria a las guarniciones esparta­
ruptura 110 tardó m ucho tiempo en nas y derrotaron a los focidios sin
producirse. A ello contribuyeron los que el harm osta lacedemonio de la
dos agentes enviados por los persas Fócide lograra impedirlo. Fue enton­
con grandes sumas de dinero para fo­ ces cuan do Agesilao recibió de las
m e n ta r los m o v im ien to s antilaco- autoridades espartanas la orden de
nios: primero Dorico de Rodas, m a n ­ suspender su cam paña en Asia Me­
dado por Tisafernes en 396 al Pelo­ nor y regresar sin pérdida de tiempo a
poneso —cayó en m anos de los es­ Grecia; mientras tanto la coalición
partanos y fue ajusticiado—; luego del resto de los griegos se reúne en
Tim ocrates de Rodas, com isionado C orinto y los atenienses com ienzan a
en 395 por Farnabazo, que estableció reconstruir, con los subsidios persas
contactos con las fuerzas democráti­ traídos por Timócrates de Rodas, los
cas, hostiles a Esparta, de Argos, Ate­ muros del Pireo. En el verano del 394
nas, Corinto y Tebas. las tropas de una parte de la alianza
A comienzos del 395 se abre defini­ (Atenas, Corinto, Argos, Bcocia y Eu­
tivamente el conflicto contra los lace- bea) entablaron batalla con las de Es­
demonios (conocido, por la denom i­ parta y su liga en dos ocasiones: pri­
nación que recibió de Jenofonte, co­ mero en Nemea y luego en Coronea;
mo Guerra de Corinto). C on motivo de en ambos enfrentamientos la victoria
un incidente fronterizo que indispuso espartana resultó estéril, pues sus ene­
a los focidios con los locros occiden­ migos no cedieron el control sobre el
tales, los prim eros llam aron en su Istmo y la Grecia Central.
ayuda a Esparta, mientras que Tebas Pero las am enazas sobre Esparta
se puso al lado de los locros; era la s ig u ie ro n a u m e n t a n d o al a ñ o s i­
ocasión que am bos estados espera­ guiente. Hacia el verano del 393 Far­
ban. aunque los tebanos demostraron nabazo y C onón han eliminado ya
mayor habilidad al convencer a la todas las guarniciones laccdcmonias
Asamblea ateniense, cuando Esparta del Egeo y llegan con la escuadra per­
estaba reuniendo ya sus tropas, para sa a la isla de Citera, en donde insta­
que estableciesen una alianza defen­ lan un gobernador, y al Istmo; repar­
siva por tiempo indefinido, como de ten además otras sumas de dinero,
hecho ocurrió. El ataque de Esparta que sirven a los aliados para reclutar
al territorio b e o d o fue un fracaso; más mercenarios y construir nuevas
una parte de su ejército fue derrotada embarcaciones. Por último C onón re­
junto a los muros de Haliarto (finales cibió permiso de los atenienses para
del verano de 395) y en este encuentro volver a la patria y entró en el Pireo
halló la muerte Lisandro, el victorio­ con el grueso de la flota del G ra n
so general de la Guerra del Pelopone­ Rey: Atenas le dispensó una acogida
so. El resto de las fuerzas lacedemo- excpecional y llegó a premiarle con la
nias, conducidas por el rey P ausa­ erección de una estatua en vida, h o ­
nias, evacuó el territorio beocio cu a n ­ nor que jam ás se había tributado a
do ya los atenienses h ab ían acudido, ningún ciudadado, como «portador
como aliados de Tebas, con un des­ de la libertad para los griegos aliados
tacamento. de Atenas». Con los cincuenta talen­
De inmediato, en el invierno del tos que C onón entregó al Estado la
395/4, la alianza suscrita entre Atenas reconstrucción de los Largos Muros
y Tebas es abrazada por otras cornil- 1 recibió un impulso tan notable que
Aka! Historia del M undo Antiguo
16
en menos de un año pudo considerar­ organizaciones confederales. A Es­
se acabada. parta acudieron luego (comienzos del
Atenas procede ahora también a la 391) delegados de distintas ciudades
recuperación de las antiguas cleru- (Atenas estuvo representada por una
quías (Lemnos, Imbros y Esciro); si­ em bajada plenipotenciaria de la que
multáneamente se restablecen los la­ formaba parte el orador Andócides),
zos con algunas ciudades que fueron los cuales acordaron proponer una
principales miembros de la Liga m a­ paz general —la llamada koiné eirene,
rítima ático-délica (Rodas, Cos, Quíos, idea que tanto renombre había de al­
Eritras, Mitilene, Éfeso, Tasos). Por can zar durante el siglo IV— que reco­
mediación de C onón se obtuvieron nocía las pretensiones de tebanos y
ciertas ventajas entre los monarcas de atenienses, pero no la simpoliteia ar-
la época: el Gran Rey, que recibió a givo-corintia; el tratado jam ás llegó a
la embajada ateniense compuesta por fraguar porque la Asamblea atenien­
Epicrates y Formisio; Evágoras de Chi­ se se negó, no obstante la ardiente d e­
pre, Sátiro del Bosforo, que favoreció fensa que del mismo hizo Andócides
a los comerciantes de grano atenien­ en su famoso discurso Sobre la paz,
ses, e incluso el tirano Dionisio I de a ratificarlo.
Siracusa, que mediante pretextos re­
trasa su ayuda a los espartanos. La Paz de Antálcidas
La guerra continúa en el 392; la lu­ o Paz del Rey
cha social dentro de Corinto desem-
boca en la eliminación de los aristó­ Las hostilidades h ab ría n de con ti­
cratas partidarios de imponer una paz n uar aún cinco años, hasta el 386. Es­
con Esparta y deja el gobierno de esta parta repartió sus operaciones en va­
importante ciudad, cuartel general de rios frentes: Agesilao sorprendió en
la alianza antilacedemonia, en m a­ prin cipio a Argos y C orinto im p i­
nos de los demócratas; para romper diéndoles la celebración de los Jue­
definitivamente con la liga peloponc- gos Istmicos del 390 y apoderándose
sia y privar a sus adversarios de la es­ de Lequeo, de otro puertç en el golfo
peranza de recuperar el poder, el gru­ Sarónico y del puesto de Énoe, pero el
po democrático estableció con Argos general ateniense Ifícrates descubrió
un acuerdo de simpoliteia o fusión po­ y casi aniquiló a un destacamento de
lítica de ambas comunidades —los seiscientos hoplitas lacedemonios en
corintios y los argivos—, primera ex­ Lequeo (murieron 250 espartanos, ci­
periencia griega de un expediente que fra grave para el ejército laconio), lo
constituirá más tarde un recurso co­ que le permitió recuperar los dos puer­
múnmente empleado por todas aque­ tos ocupados antes por las tropas pe-
llas poleis que debían agrupar sus loponesias. En Asia M enor inició Tri-
fuerzas para sobrevivir como estados. bón desde Efeso la guerra contra Persia
Los ataques espartanos contra C orin­ con ocho mil soldados, pero después
to fueron desde entonces continuos, y de su derrota y muerte por parte del
aunque Agesilao tomó el puerto de sátrapa Estrutas en el 390 Esparta no
Lequeo, los atenienses lo recuperaron. se aventuró más a a b a n d o n ar la fran­
Los diversos proyectos de paz em ­ ja litoral; en cambio los navarcas es­
prendidos tampoco culm inaron en partanos de los años 391 y 390 lom a­
algo positivo: en el congreso de Sar­ ron Samos, Cnido y Rodas. En el 389
des (finales del 392) Esparta ganó p a­ Agesilao saqueó el territorio de Acar­
ra sí al sátrapa Tiribazo, pero no fue nania.
capaz de persuadir a Atenas, Argos y Pero desde el 389 Atenas tomó de
Tebas para que abandonasen a los nuevo la delantera por m ar y, por m e­
griegos de Asia y disolvieran todas sus dio de Trasíbulo y Cabrias, reinstauró
G recia en la prim era m itad del siglo IV 17

Escultura del templo de


Asclepios en Epidauro
(380 a. C.) Museo Nacional de Atenas

su dom inio sobre el Quersoneso tra- cías, pero además Trasíbulo exige el
cio y los estrechos —excepto Sesto y pago de un cinco por ciento a las n a ­
Abidos, siempre en manos esparta­ ves aliadas al entrar y salir de los
nas— y sobre Jonia, reforzando ade­ puertos atenienses. La ausencia de fi­
más los lazos con el reino de los Odri- na n c ia c ió n persa trajo pues como
ses y con el rey del Bosforo, de donde resultado el recurso a las prácticas ya
los atenienses obtienen constantes pro­ utilizadas en las postrimerías de la
visiones de trigo. La operación se com­ G uerra del Peloponeso, aunque a h o ­
pleta con la instalación en el Bosforo ra los griegos no parecen escandali­
de un puesto de vigilancia para recla­ zarse frente a una imposición dictada
m ar a los barcos mercantes que por por la necesidad de defender la auto­
allí cruzaran un tributo del diez por nomía de Asia M enor y no más dura
ciento sobre el valor de las m ercan­ que las exacciones impuestas por Es­
18 Aka! Historia d el M undo Antiguo

parta en las ciudades gobernadas por trataba de una auténtica orden real,
oligarquías; por los mismos motivos que recibió en su día la aprobación
se acepta sin disgusto la instalación de A ntálcidas y de los espartanos,
de guarniciones en ciertas ciudades o cuyo tenor nos ha transmitido Jeno­
que la Asamblea ateniense dicte sen­ fonte (Hell. V 1,31): «el rey Artajerjes
tencias que son también ejecutivas en estima justo que las ciudades de Asia
territorio de los aliados. así como, de entre las islas, Clazome-
E sparta precisaba con tar ya con ne y Chipre, le pertenezcan, y que a
una paz que estabilizase su precaria su vez el resto de ciudades griegas,
hegemonía y pusiera fin a las hostili­ grandes y pequeñas, alcancen la au ­
dades con Corinto y Argos, en el pro­ tonomía, salvo Lemnos, ïm bros y Es-
pio Peloponeso, y con Atenas y Tebas. ciro, cuya posesión debe atribuirse,
Mas como sólo Persia parecía en co n­ como en tiempos pasados, a los ate­
diciones de forzar a los griegos a ne­ nienses. Si cualquier estado rechaza
gociar un acuerdo, se decidió que el esta paz yo mismo, de com ún acuer­
navarca Antálcidas m archara a Susa do con quienes la hayan firmado, le
para convencer a Artajerjes sobre la haré la guerra por tierra y por mar,
conveniencia de acabar con las gue­ con mi escuadra y mis fondos».
rras; Tiribazo, el sátrapa de Sardes, Sin embargo este documento pre­
acom pañó a la delegación espartana sentado por Tiribazo en Sardes sólo
hasta la capital persa y no fue difícil se convirtió en un tratado efectivo
inclinar al G ra n Rey ante la eviden­ cu a n d o los lacedem onios invitaron
cia: Persia soportaba demasiados con­ en Esparta a todos los griegos a ju rar
flictos (toda Asia Menor, Chipre, Egip­ sus cláusulas, aceptándolo como una
to) y Esparta le b rin d a b a term inar paz general. Unicamente corintios y
con uno sin perder la soberanía sobre tebanos opusieron ciertos reparos al
los griegos de Asia. Artajerjes concer­ ju ram ento de la Paz del Rey o Paz de
tó la paz con los laccdemonios (387). Antálcidas, como se la denom inó en
El siguiente paso de Esparta con­ Grecia, pues los primeros se resistían
sistió en entorpecer los abastecimien­ a disolver la simpoliteia con Argos y
tos de trigo a los mercados griegos, en Tebas deseaba ju ra r en nom bre de
especial a Atenas, táctica que venía toda la confederación b eod a; ambos
em pleando desde el 388 en el golfo tuvieron que ceder.
Sarónico m ediante ataques de la flota El beneficiario del nuevo orden in ­
de Teleutias, asentada en Egina, a los troducido en el m u n d o griego m e­
transportes de grano y m ercancías diante este tratado fue, sin lugar a d u ­
(388/387). Ahora Antálcidas bloqueó, das, el rey Artajerjes. Todos los grie­
con ayuda naval persa y de Dionisio gos, incluida Esparta, han capitulado
de Siracusa, el tránsito de cereales frente al predominio persa y retiran
por el Helesponto; la subida de pre­ sus tropas de Asia y de algunas islas;
cios, la am enaza del ham bre y la ex­ dura n te m ucho tiempo el m on arca
citación de movimientos demagógi­ oriental no tiene por qué temer que se
cos, que se traducían en juicios y con­ organicen más expediciones contra
fiscaciones, obligaron a los adversa­ su reino —y así será, de hecho, hasta
rios de Esparta a tratar con el G ran Alejandro M agno—. Mientras en la
Rey. G re cia c o n tin en tal n u m ero sos go­
En la primavera del 386 llegaron de biernos com partían un sincero fervor
nuevo a Sardes, convocadas por Tiri­ por los medos y recibían la ayuda en
bazo, delegaciones de todQS los esta­ dinero del Rey, las ciudades griegas
dos contendientes, a quienes el sátra­ de Asia Menor alcanzan especial pros­
pa hizo conocer las condiciones pre­ peridad, como depositarías comercia­
vistas por Artajerjes para la paz. Se les de múltiples artículos griegos y
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 19

orientales, bajo la vigilancia p erm a­ el poder a los desterrados; la liga de


nente de guarniciones persas y de los los aqueos tiene que reem plazar el
oligarcas locales. gobierno democrático por uno oligár­
Esparta obtenía el restablecimiento quico. Megara quedó obligada a con­
de su hegemonía sobre Grecia, a u n ­ tribuir militarmente en las expedicio­
que en condiciones poco brillantes: nes espartanas. M an tin ea , po r ne­
entregado el Oriente a Artajerjes y garse a derribar sus murallas, fue ase­
con el mediterráneo occidental (más diada y rendida por asalto (invierno
el Adriático) controlado por el tirano 385/84): la población fue disem inada
Dionisio I de Siracusa, su papel se en cinco aldeas, a cuya cabeza se im­
restringe al de guardián de la inde­ puso a un oficial espartano. Parecida
pendencia de los griegos; los esparta­ suerte corrió algo más tarde Fliunte;
nos quedan así destinados a extremar a causa del hambre capituló ante Age­
la vigilancia sobre quienes in c u m ­ silao tras casi dos años de cerco y
plan los términos del tratado. hubo de plegarse a admitir una guar­
La paz devuelve a Atenas sus anti­ nición lacedemonia y a que los oli­
guas cleruquías y la posibilidad de garcas en el exilio establecieran una
que surja un gobierno moderado, que nueva constitución (379).
protege el comercio y repara la flota, En Beoda, abolida la antigua con­
mientras que los griegos ven cómo federación, Tebas perdía casi toda su
Esparta disuelve todas las ligas y fe­ potencia y se hallaba además obliga­
deraciones y blande como enseña el da a participar con soldados en la
principio de autonomía para impedir alianza espartana. Las múltiples al­
cualquier nueva coalición que atente deas beocias veían reconocida su in­
contra su hegemonía. dependencia respecto a Tebas, a u n ­
que en Platea, Tespias y Tanagra ins­
El apogeo del dominio talaron los lacedemonios guarnicio­
espartano nes, m andadas por harmostas, para
crear un obstáculo a las com unica­
En virtud de la Paz de Antálcidas ciones entre Atenas y Tebas. Toda Gre­
quedaba Esparta como árbitro priori­ cia central (Fócide, Lócride, Tesalia,
tario. apoyado por Persia, de los asun­ Acarnania) prestaba fidelidad a Es­
tos internos de Grecia, y desde el pri­ parta, cuya soberanía habían recono­
mer m om ento ejercerá con tanta au ­ cido mediante tratados las aristocra­
toridad su papel que parece como si cias locales de estos territorios. Tam­
hubiera renacido la política practica­ bién las islas de Eubea, Sainos, N a­
da antaño por Lisandro: incremento xos y las Cicladas fueron ocupadas, o
de los aliados propios; control de las bien forzadas a seguir los dictados de
ciudades mediante gobiernos oligár­ Esparta, antes del 380.
quicos, guarniciones y harmostas; mo­ La última región de Grecia a d o n ­
vilización, bajo cualquier pretexto, de de se extiende en estos años la hege­
contingentes militares, y solicitud del m onía espartana fue la península de
pago de un tributo a aquellas com u­ Calcídica. Organizados en forma de
nidades que precisaran la defensa na­ una confederación desde el siglo V,
val de los espartanos. cuya cabeza era Olinto, los calcidios
Todo ello cristaliza con la política hab ían aum entado sus territorios a
de expansión y dom inio sobre los es­ costa de Macedonia y pretendían aho­
tados débiles que Agesilao aplica con ra establecer una alianza con Atenas
incansable energía desde Arcadia has­ —su tenaz enemiga durante la G ue­
ta el norte de Grecia. En el Pelopone- rra del Peloponeso—-, lo que repre­
so Corinto debe separarse de Argos, sentaba un peligro bastante conside­
entrar en la alianza de Esparta y dar rable para la política espartana. Por
20 Akal Historia del M undo Antiguo

ello, atendiendo a la llam ada hecha permitía que algunos aliados excusa­
por las ciudades de Acanto y Apolo- sen su asistencia militar a cambio de
nia y por el rey Amintas III de M ace­ u na com pensación en metálico, a sa­
donia, que acusaban a los calcidios ber, tres óbolos eginéticos por solda­
de atentar contra su autonomía, Es­ do y día, suma que subía a doce óbo­
parta organizó una expedición contra los por día en el caso de los jinetes.
Olinto cuyos efectivos ascendían a El año 379 marca pues el apogeo de
diez mil hombres, que fueron recluta- la hegem onía espartana, y en toda
dos entre los estados incluidos en la Grecia parece im perar un orden ga­
alianza lacedemonia. La guerra duró rantizado por la obediencia que los
más de dos años y en el curso de la lacedemonios han impuesto a sus alia­
misma m urieron dos generales espar­ dos. Sin embargo, este orden era ne­
tanos, Teleutias y el rey Agaesípolis; cesariamente precario porque la base
pero cuando el asedio levantado en del dom inio espartano carecía de una
torno a Olinto dio sus frutos, la capi­ seguridad estable: por una parte esta­
tal de los calcidios capituló (379) y ba subordinado al apoyo que la pre­
tuvo que someterse a duras condicio­ pon derancia de Esparta encontrara
nes: la federación de la Calcídica fue en Persia, pero ese pacto con el G ran
disuelta, Amintas recuperaba los te­ Rey los presentaba ante los otros grie­
rritorios que M acedonia había perdi­ gos como un agente al servicio de los
do y Olinto fue obligada, junto con medos, que había dado la espalda a
otras ciudades, a ingresar en la liga cuantos principios defendía la Héla-
del Peloponeso. de desde el siglo V; de ahí que, por te­
Atenas, mientras tanto, se m ante­ m or a soliviantar la opinión mayori-
nía activa; la diplomacia ateniense taria, los espartanos no cumplieran
había procurado establecer el mayor realmente un cometido satisfactorio
núm ero posible de alianzas con ciu­ para los intereses persas en Asia M e­
dades autónom as y había acogido a nor y el Egeo. En cualquier caso A rta­
todos los demócratas expulsados de jerjes era un espectador de la situa­
varias ciudades por los oligarcas, p ro­ ción política griega y, como en otras
tegidos de Esparta. No otra cosa p o ­ épocas, se limitaba a verlos debilitar­
día hacer, a fin de no ser acusada de se m utuam ente con sus rivalidades.
violación de los términos de la Paz Además, la hegemonía espartana
del Rey. El imperio espartano era, por no despertó ninguna simpatía entre
consiguiente, un hecho y parecía asen­ quienes quisieran defenderla, sino,
tado, en opinión de Jenofonte (Hell. por el contrario, un extenso rechazo
V 3, 27) sobre una base duradera. La por la perfidia y deslealtad de sus mé­
liga espartana estaba distribuida en todos. Pues no sólo la cláusula de a u ­
diez circunscripciones, que llegaban tonomía enunciada en la Paz de An-
desde el Peloponeso y las islas meri­ tálcidas se aplicaba de m anera arbi­
dionales hasta la Calcídica, cada una traria, im pidiendo al resto de los grie­
de las cuales aportaba un contingente gos federarse u obrar con verdadera
de tropas variable, aunque se atenía independencia y obligándoles a in­
al m ódulo de que por cada ocho pel­ corporarse al séquito de socios de la
tastas (soldados de infantería ligera) liga espartana, sino que la injusticia y
se aportaban cuatro hoplitas y un ji­ el daño moral provocados al adm itir
nete; a ello se su m ab an las tropas como lícitos todos los medios habían
procedentes de ciudades o reinos (Te­ derram ad o sobre el imperio de Es­
bas. Macedonia, Épiro, Tesalia) com ­ parta un desprestigio mayor que el
prometidas a participar con otros m e­ im putado al antiguo poderío atenien­
dios en las expediciones de los lace- se. Sucesos como el de la toma de la
demonios. En ciertos casos Esparta Cadmea acentuaron claramente la in-
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 21

dignación de los contemporáneos: en Cadmea). Febidas, jefe de la expedi­


el 382, cuando el ejército espartano ción. instaló en ella una guarnición y
m archaba a través de Bcocia hacia la un harm osta e hizo prisionero al otro
Calcídica, uno de los polemarcas te- polem arca tebano, Ismenias, m ien­
banos —Leontiadas— les facilitó la tras que trescientos de entre los de­
entrada en Tebas y la ocupación de la mócratas lograron escapar a Atenas.
acrópolis de la ciudad (la llam ada No obstante las numerosas quejas que

Arte peloponesio. Cabeza de Atleta


(Principios del siglo IV)
Museo del Louvre

el proceder espartano suscitó de in­ do sin instrucciones), sino que conde­


mediato. como violación palmaria que naron a muerte y ejecutaron a Isme­
era del derecho de Tebas a la autono­ nias —nueva c ilegal injerencia en la
mía, las autoridades lacedemonias no soberanía de Tebas, su p lan tan d o a
sólo decidieron m antener la ocupa­ sus tribunales—. El descrédito cose­
ción de la C adm ea (multaron sim bó­ chado por Esparta a raíz de este epi­
licamente a Febidas por haber actua­ sodio fue total, equiparable sin duda
22 Aka! Historia del M undo Antiguo

al que cubrió a Atenas por la con­ ca, así como un grupo de voluntarios
quista de Melos en el 416: pues si en atenienses orientados por dos estrate­
el diálogo de Melos refleja Tucídides gos. El harmosta espartano Herípidas
la filosofía política sobre el derecho no vio otra salida sino establecer un
del más fuerte que sustentó las razo­ acuerdo con los sublevados, que le
nes de los atenienses, idénticas consi­ permitieron evacuar la acrópolis j u n ­
deraciones alientan las ideas que Age­ to con su guarnición; a cambio no
silao expuso ante sus compatriotas tuvo reparo en entregarles a los teba­
para defender la ocupación de la Cad­ nos filolaconios acogidos a su a m p a ­
mea: si el hecho es útil a los intereses ro, que fueron aniquilados.
de nuestra patria, dijo el rey esparta­ Tebas restauró enseguida la consti­
no, es un acto legal. tución democrática y accedió de nue­
vo a la autonomía que le habían h u r­
tado los lacedemonios. La expedición
2. El declinar de de castigo enviada desde el Pelopone-
la hegemonía espartana so a las órdenes del joven rey Cleom ­
broto no pudo sorprender a los teba­
Mientras el conjunto de los aliados nos y optó por retirarse, aunque dejó
de Esparta proporcionase las tropas una parte del ejército al harmosta de
necesarias —o el dinero para contra­ Tespias, Esfodrias (378). Esparta su­
tar otras— de cada operación, el des­ fría un primer revés, que vino a com ­
censo constante del número de ciuda­ plicarse poco después cuando Esfo­
danos que la comunidad lacedemonia drias resolvió invadir el Atica y apo­
experimentaba desde comienzos del derarse por sorpresa del Pireo —¡aun­
siglo IV no tenía por qué ser un grave que en ese momento tres em bajado­
lastre para el mantenimiento de su res espartanos visitaban Atenas!—,
hegemonía. Sin embargo, la adhesión pero este golpe de mano falló y las
de los aliados de Esparta a la causa consecuencias que desató fueron im ­
lacedem onia brotaba más del miedo portantes. La principal de ellas cosis-
que de la identidad; bastaba, por tan­ tió en que la mayoría de las ciudades
to, con que algunos de ellos se atre­ independientes comenzaron a recon­
vieran a rom per el fuego para que el ciliarse mediante alianzas, de forma
dom inio espartano se desmoronase que incumplían los términos de la in­
sin remedio. terpretación espartana sobre la cláu­
Esto es lo que sucedió en el invierno sula de autonomía de la Paz de An-
del 379/8; fueron Tebas y Atenas las tálcidas, y este movimiento general
dos ciudades que impulsaron la trans­ dio igualmente impulso a Atenas pa­
formación de las estancada política ra reagrupar a todas las ciudades a
griega. El prim er acto se inició en Te­ las que ios lacedemonios no permi­
bas, en donde mil quinientos solda­ tían ser «libres ni autónomas, ni dis­
dos laccdemonios ocupaban la C ad­ frutar de lodo su territorio» (preám­
mea y cientos de tebanos habían to­ bulo del documento fundacional de
m ado el cam ino del destierro o se h a­ la segunda liga marítima).
llaban en prisión. Con la ayuda de
dos cómplices, siete tebanos refugia­ La Segunda Confederación
dos en Atenas urdieron una conjura
en la que recibieron muerte los pole- Ateniense
marcas y varios destacados partícipes Las primeras gestiones de los ate­
del gobierno oligárquico; pronto se nienses se encaminaron hacia Tebas,
unieron a los insurrectos los hoplitas, pues ambos estados habían compren­
los caballeros tebanos y un contin­ dido ya que la fuerza de Esparta en la
gente de exiliados procedente del A ti­ Grecia continental se nutría básica­
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 23

mente de la falta de entendimiento para tal proyecto residía en poder con­


entre sí. Atenas y los tebanos conclu­ vencer a los futuros aliados de que
yeron en el 378 una alianza defensiva esta nueva federación no repetiría los
que suponía un reto abierto a los la- errores de la antigua liga marítima
cedemonios; de hecho Agesilao atacó ático-délica, de que Atenas no aspira­
con un fuerte ejército, desde Tespias, ba a explotar la alianza como un ins­
pero los beocios resistieron sin pro­ trumento de imperialismo.
blemas con la ayuda ateniense. Fácilmente, a juzgar por la rapidez
Pero al mismo tiempo los contactos con que se produjeron, Atenas obtu­
establecidos con los griegos insulares, vo la adhesión de muchísimas ciuda­
que tras la Paz del Rey se hab ían des a esta nueva liga superando cual­
m antenido separados tanto de Espar­ quier desconfianza o envidia hacia su
ta como de Persia, em pezaron a dar jefatura. Entre febrero y marzo del
sus frutos; siguiendo los pasos de Quíos, 377 todo el sostén jurídico de la nue­
que ya en el año 384 había concerta­ va confederación estaba ya trabado,
do un tratado de alianza quiota-ate- puesto que en esa fecha se sometió a
niense (formalmente irreprochable den­ votación y fue aprobada la moción
tro del marco de la paz general), Bi- presentada por Aristóteles a la Asam ­
zancio, Rodas, Mitilene y M etimna blea, en la que anuncia oficialmente
suscribieron en el 378 otros tantos la creación de una alianza en torno a
acuerdos de alianza con Atenas for­ Atenas y expone sus principios: el
m ados sobre el modelo del que Trasí­ decreto de Aristóteles, al que se con­
bulo cerró con los quiotas. A partir de sidera como el acta de constitución
entonces la diplomacia ateniense, re­ de la segunda confederación m arí­
presentada por un grupo de activos tima ateniense, es en realidad el ins­
políticos de la Asamblea (Trasíbulo, trumento por el que Atenas ratifica
Calístrato, Céfalo, Pirrandro, Aristó­ los compromisos que había estipula­
teles de Maratón), desarrolló num e­ do con los aliados que figuran en el
rosas negociaciones en todo el conti­ propio documento y, sim ultáneam en­
nente y en Asia para construir un te, contiene un llamamiento público
pacto com ún capaz de devolver a los a todos aquellos griegos y bárbaros
griegos el protagonismo perdido pol­ (es decir, a los reinos del norte de
los dictados de la Paz de Antálcidas. Grecia que, desde el siglo V, fueron
Sin duda el program a teórico para ya ocasionalmente aliados de algu­
esta empresa se encontraba bien for­ nos de los griegos) que pretendían
m ulado en un discurso puramente re­ fortalecer su libertad y autonom ía,
tórico de Isócrates, como es el Panegí­ para que se sum aran a la naciente
rico, que había sido publicado en el confederación.
380. El orador ateniense justificaba F.1 decreto principia señalando los
en esta obra la hegemonía antaño destinatarios del tratado y los objeti­
ejercida por su patria y la responsabi­ vos propuestos. La alianza estaba abier­
lidad moral que por ello había con­ ta a los griegos y bárbaros del conti­
traído ante el m undo helénico; entre nente y a todos los insulares que no
sus recomendaciones figuraba la de se hallaran bajo soberanía persa, for­
fundar y dirigir una nueva confedera­ ma de garantizar a Artajerjes que no
ción, que no debería ser aprovechada tendría como efecto arrebatarle las
para los fines exclusivos de Atenas, ciudades de Asia M enor que en la
sino estar orientada al bienestar de Paz del 386 se le asignaban. La meta
Grecia. Muy probablemente esta se­ de la confederación será asegurar a
rie de ideas fue aludida una y otra vez las distintas ciudades la libertad y au­
en todas las negociaciones puesto que, tonomía juradas en la Paz del Rey,
efectivamente, el principal obstáculo autonom ía que se concibe como un
24 A ka l Historia d el M undo Antiguo

Arte ático. Estela funeraria de Dexileo


(394-393 a. C.) Museo Nacional de Atenas

derecho a autogobernarse, a no ver disfrutar libremente de la autonom ía


impuesta la presencia de una guarni­ y de la propiedad plena de sus respec­
ción o de un gobernador, a estar libre tivos territorios.
de cualquier tributo; para alcanzar El resto del documento recoge un
dicho objetivo se prevé la prestación com prom iso solemne por parte de los
de defensa mutua. C on esta declara­ atenienses a comportarse con los alia­
ción Atenas volvía a tranquilizar a dos de m anera tan justa y objetiva
Persia, puesto que confirmaba públi­ que incluso se realizó un voluntario­
camente su respeto a la paz general; so esfuerzo para borrar todos los m a ­
pero servía también para divulgar que los recuerdos: la libertad y autonom ía
la alianza era un arm a m ontada ú n i­ reconocidas a las ciudades de la con ­
camente contra Esparta, ¿i la que en federación se equipara a aquella con
el decreto de Aristóteles se le repro­ que contaban Quíos y Tebas; ambos
cha el que hasta ese m om ento no estados eran aliados de los atenienses
haya dejado vivir en paz a los griegos, desde antes de la fundación de esta
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 25

segunda liga y podrían, por tanto, dar ra válido se necesitaba el refrendo fi­
fe de que ahora Atenas respetaba la nal de la Asamblea ateniense. Como
soberanía de sus socios, extremo que Atenas se reservaba siempre la última
había ignorado durante los días del palabra sobre cualquier asunto, suce­
imperio marítimo. Además todas las día que la jefatura de la liga quedaba
propiedades inmuebles en manos del por completo en sus manos, pues los
estado ateniense o de sus ciudadanos ciu d ad a n o s corrían no sólo con el
situadas en territorio de los aliados peso de la decisión definitiva, sino
serían devueltas —las autoridades ofre­ que incluso efectuaban todos los pre­
cen garantías sobre este com prom i­ parativos (llevaban a cabo las nego­
so— y el Consejo ateniense quedaba ciaciones diplomáticas previas y estu­
autorizado a eliminar cualquier ins­ diaban los términos de cada propues­
cripción fijada en la ciudad que con ­ ta antes de exponerla al sinedrion).
tuviera el recuerdo de medidas in a­ A un que el sistema podía haber le­
mistosas decretadas otrora contra quie­ vantado constantes conflictos, la rea­
nes se convirtieran, en virtud del nue­ lidad es que la Boulé desempeñó siem­
vo pacto, en aliados de Atenas. pre con tacto su papel de agente me­
Por lo demás Atenas prohibe a to­ diador entre el sinedrion de los alia­
dos sus ciudadanos la adquisición de dos y la Asamblea ateniense; por las
tierras o casas en suelo aliado, sea noticias que conservamos, la mayoría
cual fuere el modo de adquirirlas, y de las decisiones de la confederación
prevé duras sanciones contra quienes parece que se adoptaron sin dem asia­
infrinjan esta norma. Para quienes, das divergencias.
en el marco legal de su propia ciudad, Las competencias del sinedrion eran
trataran de hacer aprobar la deroga­ bastante amplias. Debía pronu nciar­
ción o supresión de alguno de los se sobre todas las cuestiones políticas
puntos convenidos en el acta funda­ pertinentes a la confederación, co­
cional de la Confederación se decre­ m enzando por la admisión de cual­
taban otra serie de penas aplicables quier nuevo miembro; gestionaba la
tanto en Atenas como en todo el terri­ caja del tesoro federal, que se nutría
torio federal. Los confederados esta­ fundam entalm ente de las contribu­
ban, por último, obligados a venir en ciones de algunos aliados (syntaxeis)y
ayuda de Atenas y de cualquier otro fijaba la cifra a entregar por estas ciu­
de los aliados que se viera atacado dades que debían colaborar financie­
por un ejército. ramente. Regulaba también las dis­
La soberanía de la nueva liga resi­ putas que pudieran surgir entre los
día en el Consejo de los aliados, el sy- propios m iem bros de la alianza y,
nedrion, órgano federal perm anente como órgano de justicia federal, ju z ­
cuya sede quedó establecida en la ga las querellas presentadas contra
propia Atenas sin que los atenienses los atenienses que hayan adquirido
dispusieran de representación en el bienes raíces en territorio de los alia­
mismo. El resto de los aliados forma­ dos, así como las infracciones cometi­
ban parte de él, pero cada ciudad das contra el pacto de alianza. Por
contaba, sin importar las dim ensio­ último, era competencia del consejo
nes y el número de delegados que en­ señalar en qué casos convenía, no
viase al sinedrion, con un solo voto; obstante la declaración relativa a la
las decisiones se tom aban por m ayo­ autonomía, situar una guarnición o
ría de votos. Sin embargo el consejo tropas confederadas en algún em pla­
de la confederación era convocado zam iento p ropiedad de uno de los
por los pritanos atenienses y su orden aliados.
del día preparado por la Boulé, y ade­ Respecto a la organización militar,
más para que un acuerdo federal fue­ Atenas se responsabilizaba con su
AkaI Historia del M undo Antiguo
6

fon do general de los aliados. Y si alguien


Acta fundacional de la segunda confe­
entra en guerra, por tierra o por mar, con
deración ateniense (febrero/marzo 377)
los países firm antes de la alianza, que los
Durante el arcontado de Nausínico; Cali-
atenienses y los aliados corran en su au xi­
bio, hijo de Cefisofonte, del demo de Pea-
lio por tierra y por mar con todos los efecti­
nia, era secretario; en la pritanía de la tribu
vos de que puedan disponer. Si c u a lq u ie ­
Hipotóntida, la séptima del año. Ha d e cid i­
ra, se trate de un m a g istra d o o de un
do el C onsejo y el Pueblo; Carino, del
paisano, presenta o som ete a voto una
dem o de Atmonia, ejercía la presidencia;
m oción contraría a este decreto haciendo
A ristóte les hizo esta propuesta: tengan
constar la necesidad de elim inar alguno de
suerte propicia los atenienses y los aliados
los p u n to s e x p re s a d o s en el p re se n te
de los atenienses, para que los lacedemo­
acuerdo, le corresponderá la privación de
nios perm itan a los griegos vivir pacífica­
sus derechos cívicos y su fortuna será co n ­
mente, libres y autónomos, con la garantía
fiscada y el diezm o entregado a la diosa, y
de que podrán disíutar de todo su territo­
será llevado a juicio en Atenas o en las c iu ­
rio, y a fin de que produzca efectos y siga
dades aliadas bajo acusación de destruir
siem pre vigente, de conformidad con sus
la alianza; será castigado con la pena de
estipulaciones, la paz general que juraron
muerte o con la de extrañam iento de todos
los griegos y el Gran Rey, ha decretado el
los territorios bajo el dom inio de Atenas y
Pueblo: si alguno de los griegos o de los
de sus aliados. En caso de resultar c o n d e ­
bárbaros instalados en suelo continental o
nado a muerte, que no se le entierre ni en
cualquiera de los isleños — siempre que
el Ática ni en suelo aliado. Que el secreta­
no tengan la condición de súbditos del
rio del Consejo se ocupe de la anotación
Gran Rey— quiere ser aliado de Atenas y
del presente decreto en una estela de piedra
de sus aliados, cabrá hacerlo sin pérdida
y de que ésta sea instalada junto a la esta­
de su libertad ni de su autonomía, rigién­
tua de Zeus Eleuterío: el dinero para la g ra ­
dose por el sistema político que prefieran,
bación de la estela, sesenta dracm as, lo
sin obligación de recibir guarnición ni de
proporcionarán los tesoreros de la diosa
aceptar un gobernador ni de aportar con­
descontándolo de los diez talentos. Que en
tribución, sino exactamente en los mismos
la propia estela se inscriban los nom bres
térm inos aprobados para Quíos, Tebas y
de las ciudades que estén en la alianza y
los dem ás aliados. A quienes firmen alian­
de cua ntas otras vayan a d q u irie n d o la
za con Atenas y sus aliados la Asamblea
condición de aliados. Todos estos acu er­
les restituirá sus bienes raíces, a saber,
dos serán incluidos en la inscripción; que
aquellos de naturaleza privada o pública
el Pueblo elija de inm ediato a tres em baja­
que posean ahora los atenienses en el te­
dores para ir a Tebas con la m isión de
rritorio de los firmantes de la alianza, y so­
convencer a los tebanos sobre lo m ejor
bre esta devolución se otorgará compro­
miso form al. Y si ocurre que en Atenas que conviene hacer. Fueron designadas
existen estelas inconvenientes para alguna las siguientes personas: Aristóteles, del
ciudad que cierre la alianza con los ate­ demo de Maratón; Pirrandro, del de m o de
nienses, el Consejo que se halle de guar­ Anafliunte; Trasíbulo, del dem o de Coluto.
dia estará autorizado a destruirlas. A partir Esta es la relación de ciudades aliadas
del arcontado de Nausínico no se admitirá de Atenas: Quíos, Ténedo, Mitilene, Me-
que ningún ateniense, ni privada ni públi­ timna, Rodas, Poyesa, Bizancio, Perinto,
camente, adquiera en las comarcas de los Pepareto, Esquiato, Maronea, Dión, Paros,
aliados la propiedad de casas ni de cam­ T(asos?), Atenas Diades, P(— ), Tebas,
pos, ni mediante com pra ni por vencimien­ Cálcide, Eretria, Aretusa, Caristo, Ico, Par
to de una hipoteca ni por ningún otro pro­ 1— II— ¡I— I — II— I, el pueblo de C orci-
cedim iento: en caso de que alguien efec­ ra, Àbdera, I— , los calcidios de Tracia,
túe la com pra o entre en posesión de un Eno, Sam otracia, D iceópolis, Acarnania,
bien raíz o lo tome en garantía, sea como Prono de Cefalonia, Alcetas (rey de los
fuere, cualquier particular de entre los alia­ m olosos), N eop to lem o (p rin c ip e de los
dos que lo desee estará legitimado para molosos), (Jasó)n (tirano de Feras), A n ­
presentar una reclam ación ante el Consejo dros, Tenos, Histiea, M icono, Antisa, Ere-
de la alianza: y que los delegados, des­ so, Astrea, Yulís de Ceos, Cartea, Coreso,
pués de haber vendido el inmueble, entre­ Elaiunte, Am orgos, Selim bria, Sifnos, S ici-
guen la mitad de lo obtenido al denuncian­ no, Dión de Tracia, Neápolis, el pueblo de
te, mientras que el resto ingresará en el Zacinto en Meló.
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 27

ejército del grueso de las tropas fede­ conseguido nada práctico. A su vez la
rales, mientras que los aliados más flota lacedemonia, que desde Egina
poderosos reforzaban con una flotilla acechaba las Cicladas y cortaba los
a la escuadra ateniense o enviaban suministros en grano a Atenas, fue
soldados (hoplitas, peltastas, jinetes), vencida en el verano del 376 por una
como hacía Tebas. Mas para todas escuadra ateniense de 83 trirremes,
aquellas ciudades pequeñas que no m an d ad a por el estratego Cabrias, en
estaban en condiciones de m a n d a r un combate celebrado entre las islas
barcos u hombres se creó una figura de Naxos y Paros. Cabrias recorrió el
fiscal, la syntaxis, contribución o tasa Egeo sin encontrar resistencia, ex­
com pensatoria evaluada por el sine- pulsó a las guarniciones dejadas por
drion en concepto de disfrute de los los espartanos y recogió nuevas adhe­
beneficios de la liga sin participar di­ siones a la confederación (Naxos, Pa­
rectamente en las tareas de defensa. ros, Atenas Di ades, Poyesa, Téncdo);
Se evitó cuidadosam ente que las syn- cu a n d o regresó al Pireo traía co n ­
taxeis evocaran el recuerdo del anti­ sigo tres mil prisioneros, 49 trirremes
guo tributo federal exigido por Atenas, enemigas y un botín de 160 talentos.
el phoros, no sólo mediante el cambio Al año siguiente crece espontánea­
de nombre, sino que se procuró fijar­ mente el número de ciudades que
lo de m odo no autoritario y que refle­ entran en la segunda liga (Abdera,
jara las posibilidades reales de cada Diceópolis, Tasos, Samotracia, Eno, la
estado contribuyente. liga Calcídica), mientras Atenas per­
Por ser precisamente u na alianza trecha otra escuadra de sesenta naves
militar enderezada a defenderse de a las órdenes de Timoteo, el hijo de
Esparta y de su estricta hegemonía, la Conón. Después de saquear las costas
segunda liga marítima vio engrosa­ del Peloponeso, Timoteo entra en el
das sus filas con unos setenta aliados, Adriático y consigue que los dem ócra­
entre los que estaban las ciudades tas de Corcira, Acarnania, Prono de
aqueas, los estados de Tracia y la P ro­ Cefalonia, así como Alcetas y Neopto­
pontide, las pequeñas y grandes islas lemo (rey y príncipe, respectivamente,
del Egeo, Acarnania, Corcira, Cefa- de los molosos) acepten ingresar en la
lonia, M aced o n ia y parte del Epi­ alianza marítima. Esparta despacha
ro. No todos ellos fueron miembros hacia el m ar Jónico al navarca Nicó-
desde el pacto fundacional del 377, loco, con 55 trirremes, para atajar los
sino que sus nombres se añadieron efectos de la cam paña de Timoteo,
a la inscripción a m edida que, en pero sufre otra derrota naval en la
los a ñ o s sig uientes, a b r a z a r o n la costa de Alisia (junio del 375). El
alianza. imperio marítimo de Atenas parece
renacer.
La expansión ateniense y las Pero precisamente el extremo cui­
reform as internas dado de Atenas por no repetir los erro­
res de la primera liga ático-délica y
D urante dos años consecutivos (377, respetar verdaderamente la libertad
376) los espartanos organizaron una de las ciudades aliadas condujo en
expedición contra Bcocia con el fin de estas fechas a la reforma de varias de
rom per la integridad del más im por­ sus instituciones públicas.
tante de los aliados atenienses y aislar En prim er término se modificó la
de ese m odo a la Confederación, m e­ estructura y competencias de la Boulé,
nos peligrosa sin el concurso de los o Consejo ateniense. Para evitar que
tebanos. Pero por dos veces, la pri­ los pritanos —miembros del Consejo,
mera el rey Agesilao y luego C leom ­ en funciones de comisión p erm anen ­
broto, tuvieron que retirarse sin haber te— se vieran desbordados por la
28 Akal Historia del M undo Antiguo

Relieve ático dedicado a las Nereidas. sacados a suerte uno por tribu; entre
Escena de rendición
(detalle del pedestal) (Año 400 a. C.)
sus funciones figuraban el control de
Londres, British Museum los trabajos de construcción naval, la
gerencia de los astilleros y la ad m i­
nueva tarea acumulada de m ediar nistración financiera de los fondos
entre el sinedrion de la liga y la A sam ­ navales, pero también impartía justi­
blea ateniense, se les descargó de la cia como tribunal competente en
antigua función de preparar y dirigir asuntos marítimos militares (trierar-
los debates de la Ecclesia, misión que quía, pérdidas en navegación o com ­
se encomendó ahora a un colegio de bate, etc.). Mediante la actividad de
nueve proedros (sorteados entre los los epimeletas Atenas esperaba cu m ­
450 consejeros de las nueve tribus que plir ante los confederados su promesa
no estaban ejerciendo la pritanía, a de contribuir a la alianza con una
razón de uno por tribu). También se fuerza de doscientas trirremes.
liberó a la Boulé de la supervisión El principal obstáculo, sin em b ar­
inmediata de la administración naval, go, era el alto coste que el arm am ento
encargo que pasó a ser desempeñado naval exigía. Obviamente las syntaxe is
por el colegio de los epimeletas (inspec­ no eran ya el antiguo tributo federal,
tores) de los arsenales. El colegio con el que Atenas había sufragado los
estaba compuesto por diez miembros, gastos de su ilota, sino una pequeña
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 29

(rentas más capital), por medio de una


declaración personal verificada por
los demarcas, y se fijaron haremos
decrecientes de mayor a m enor for­
tuna de modo que los ciudadanos del
primer grupo (pentacosiomedimnos)
pagaran el doble de eisfora que los del
siguiente (hippeis), y estos últimos el
triple que los zeugitas. El recuento de
los valores imponibles de toda la po­
blación del Atica se acercaba a los seis
mil talentos; se decidió que el nuevo
impuesto tendría un alcance del uno
por cien, por lo que debían recaudarse
cerca de sesenta talentos anuales, a los
que se añadían la cifra constante de
diez talentos al año aportados por
los metecos.
A efectos de la percepción de la eis-

contribución de ciertos aliados; diver­


sas medidas adoptadas para recaudar
fondos (arrendam iento de los dere­
chos de aduana, incremento de las
lasas indirectas y de la presión sobre
los deudores públicos) se mostraron a
todas luces insuficientes para cons­
truir esa gran ilota y pagar sueldos de
combatientes. La solución consistió
en efectuar una modificación de la
eisphora, el impuesto extraordinario
de guerra que gravaba las rentas de las
categorías sociales más altas.
En líneas generales la reforma vino
a elim inar el carácter excepcional de
la eisfora y su distinta cuantía, según
cada oportunidad, convirtiéndola en
un impuesto regular anual sobre el Escena dionisíaca sobre una crátera ática
capital; para ello se realizó una tasa­ (Mediados del siglo IV a. C.)
ción global del patrimonio imponible Museo del Louvre
30 Aka! Historia del M undo Antiguo

fora se agrupó a los contribuyentes en que tres (a menudo cuatro) eran teba­
cien circunscripciones fiscales o siDi­ nos. La aceptación de la jefatura de
morfas, cada una de las cuales corres­ Tebas no condujo a la constitución de
pondía a un mismo cupo patrimonial un estado b eo d o unitario, pero propi­
—unos sesenta talentos— y pagaba la ció en cambio el refuerzo de las insti­
misma fracción del impuesto (unas 35 tuciones federales y la evolución de la
minas = 3500 dracmas). El sistema política b e o d a hacia posiciones más
era cóm odo para el estado, que con­ incisivas.
trolaba y podía rectificar las declara­ Esparta vio con ello multipicadas
ciones de los particulares a través de sus dificultades, que se acrecentaron
los diagrapheis y de los estrategos, a u n ­ cuando en Tesalia el tirano Jasón de
que obligaba a continuas revisiones Feras acabó de im poner su suprem a­
de las simmorías para corregir los cía con la adquisición de Farsalia (úl­
desequilibrios que se producían por la tima aliada de los espartanos en la
movilidad y alteraciones del capital. zona) y su nom bram iento como lagos
Unos años después se agilizó la recau­ o señor absoluto de los tesalios (374).
dación del impuesto mediante una De ahí que promoviera la búsqueda
reforma complementaria, que intro­ de un acuerdo pacífico, que se cerró en
dujo la llamada proeisphora: los miem­ Esparta en julio del 374 y contó con la
bros de la Boulé determ inaron quié­ mediación del G ran Rey y del tirano
nes eran los trescientos ciudadanos Dionisio I; el tratado fue declarado
más ricos de Atenas, y fueron distri­ koiné carene, es decir, una paz general
buidos entre las cien simmorías en que com prendía a todos los griegos, e
grupos de tres; cada grupo era res­ incluso a Artajerjes y a Dionisio, y que
ponsable de an ticipar al Estado el consagraba de nuevo los principios de
total de la suma correspondiente a la libertad y autonomía. En la práctica se
simmoría y debía luego recaudar por trataba de una segunda paz del Rey
su cuenta el impuesto. que beneficiaba, sin embargo, a Ate­
nas, puesto que Esparta reconocía el
El resurgir de Tebas y el fin de la derecho ateniense a ejercer la hege­
hegem onía espartana monía en el ámbito de la segunda con ­
federación marítima y retiró las guar­
Después de la liberación de la C a d ­ niciones que tenía aún destinadas en
mea, en el año 379, los tebanos em ­ Beocia; a cambio la paz confirmaba el
prendieron la reconstrucción de la predominio de los espartanos en el
Confederación beo da, que había que­ Peloponeso.
dado disuelta tras la Paz de Antálci­ En Atenas el tratado de paz se con­
das. La obra de reunificación, en la memoró como una gran victoria que
que intervinieron ya Epam in ond as y p o n ía térm ino, después de treinta
Pelópidas, se hizo sin la participación años, a la hum illación sufrida en el
de los oligarcas afectos a Esparta; la 404 (rendición de Atenas, fin de la
confederación reagrupó a la mayoría G uerra del Peloponeso, pérdida del
de las ciudades beocias —excepto Or- im perio marítimo); reconstruida la
cómeno, Oropo, Platea y Tespias— y Confederación marítima y recientes
en el 374 había coronado práctica­ todavía los triunfos navales sobre Es­
mente su labor. La confederación con­ parta, Atenas revivía los años glorio­
taba con una asamblea popular en la sos del siglo V al ver reconocida en el
que participaban todos los ciudada­ acuerdo su nueva supremacía. Se de­
nos b eo dos y en nombre de la cual se cretaron honores para los estrategos
emitían los decretos federales; sus re­ que habían elevado la gloria atenien­
presentantes o magistrados eran los se, fue erigida una estatua a Timoteo,
beotarcas, en núm ero de siete, de los el hijo de C on ón (primer ciudadano a
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 31

quien se otorgó tan especial distin­ sino el de los Beocios, cuya confedera­
ción), y se construyó un altar dedica­ ción lideraban (también Esparta h a ­
do a la Paz. Pero este tratado tuvo bía pronunciado el juramento en nom­
muy corta duración: apenas unos me­ bre de todos sus aliados). A esta pre­
ses después de su conclusión, la gue­ tensión, que hubiera supuesto el es­
rra estalló de nuevo en el escenario paldarazo oficial a la liga b eod a, se
del Adriático alentada por los espar­ opusieron los espartanos, lo que mo­
tanos y por Dionisio. tivó la retirada de los embajadores
D urante dos años y medio se suce­ tebanos y que el nom bre de su ciudad
dieron las operaciones ante Zacinto y fuera borrado de entre los de los fir­
Corcira, inscritas en la Confederación mantes; pero con ello se rompía tam ­
marítima; Corcira fue bloqueada por bién el dualismo espartano-ateniense
tiera y mar, pero los espartanos nunca que hab ía d o m in a d o hasta e n to n ­
lograron tomarla. Por su parte Tebas ces la escena política de la Grecia
aprovechó el conflicto entre atenien­ continental.
ses y espartanos para consolidar su Si Atenas decidió, para obedecerlos
jefatura al frente de la liga b e o d a y términos del tratado, repatriar al ejér­
separarse de hecho de la alianza que cito y disolverlo, los espartanos prefi­
la unía a Atenas; los tebanos asedia­ rieron com batir en defensa de un a de
ron Platea, que capituló, y la arrasa­ las cláusulas aprobadas, la de la auto­
ron de inmediato, ocuparon Tespias y nomía, contra quienes parecían h a ­
reclamaron Oropo a los atenienses; berla quebrantado: los tebanos. Se
además emprendieron una guerra con­ ordenó al rey Cleómbroto entrar en
tra los focidios, que estaban prote­ Beocia con un ejército peloponesio de
gidos por Esparta. En el verano del diez mil soldados, que se hallaba esta­
371 volvió a reunirse en Esparta, a ins­ cionado en la Fócide, para deshacer la
tancias de los atenienses y del G ran liga reconstruida por Tebas. Aunque
Rey. un congreso de todos los griegos; inferiores en núm ero (siete mil h o m ­
en él se hallaba representado no sólo bres), los beocios aceptaron batalla
Artajerjes, sino también una delega­ junto a Leuctra, en el territorio de Tes­
ción de Dionisio 1 de Siracusa y otra pias; en este enfrentamiento aplicó
del rey Amintas de Macedonia. Se E pam inondas por vez primera la tác­
acordó establecer una paz general so­ tica de la falange dispuesta en forma­
bre la base de reconocer a todas las ción oblicua, que tan buenos resul­
ciudades su autonomía; se licenciaba tados había de proporcionarle. Los
a todas las tropas que estuviesen en espartanos tuvieron que com probar
cam paña. Esparta accedía a retirarlas cómo el ala derecha de su ejército era
guarniciones instaladas fuera de su aplastada por un contingente selecto
territorio y se autorizaba a los atenien­ de los tebanos, el llamado batallón
ses a recuperar su antigua posesión de sagrado, dirigido por Pelópidas; caye­
Amfípolis. Esta nueva paz consoli­ ron 1400 lacedemonios, entre ellos el
daba en definitiva la legitimidad de propio rey Cleómbroto, aunque lo
am bas confederaciones, la ateniense y más grave para Esparta fue que perdió
la peloponesia, y dejaba en libertad al a 400 de los 700 ciudadanos de pleno
resto de los griegos para unirse en derecho (espartiatas) que formaban
defensa de los principios jurados en el aquel día en sus filas. La batalla de
acuerdo o abstenerse de combatir. Leuctra no sólo derribó de un golpe
Sin embargo los tebanos, que como el prestigio militar de Lacedemonia,
los demás estados presentes habían sino que además abrió, de forma es­
prestado juram ento al tratado, objeta­ pontánea. el camino directo hacia la
ron antes de a b a n d o n ar Esparta que ruina de la hegemonía espartana
en el texto debía figurar no su nombre, (junio del 371).
32 Akal Historia del M undo Antiguo

IL La hegemonía tebana y el fin de la


Segunda Liga Ateniense

1. La hegemonía tebana filas, el ala izquierda. Esta masa de


soldados ejercía u na presión fortísima
En lo que respecta a la defensa de su sobre el flanco derecho del enemigo,
identidad, los progresos de la confede­ en donde los griegos colocaban tradi­
ración beocia —reagrupada, como h e­ cionalmente a sus mejores hombres.
mos visto, a partir del 379— no deben Los tebanos alteraron así la disposi­
considerarse casuales, y sin duda res­ ción clásica del orden de batalla, que
ponden tanto a la forma en que políti­ residía en el choque frontal de los
camente quedó estructurada como a cuerpos de infantería, e introdujeron
la reorganización dada a su ejército. una práctica asombrosa para el arte
Para ello contó con excelentes teóri­ militar de la época: la rápida aniquila­
cos, los cuales a su condición de estra­ ción de las mejores tropas enemigas.
tegas unieron la de políticos y ad m i­ Las consecuencias de la batalla de
nistradores y que en el ejercicio de las Leuctra no fueron, sin embargo, inm e­
funciones de beotarca supieron dotar diatas. Esparta pudo reorganizar las
a la milicia federal de algunas técnicas fuerzas de la liga peloponesia y sólo a
de sum a originalidad y eficacia. comienzos del 370 retirará sus ejérci­
Fue Górgidas el creador del famoso tos de Grecia central y, una vez en
batallón sagrado, compuesto por tres­ Corinto, licenciará a las tropas. En
cientos combatientes escogidos entre Atenas no fue bien acogida la victoria
los miembros de la nobleza beocia e tebana, pues se recelaba de la tenden­
instruidos a cargo de los fondos públi­ cia beocia a expansionarse hacia el
cos, pero de Pelópidas partió la idea Ática. A finales del 371 Atenas reunió
de no seguir utilizándolos s e p a ra ­ a todos los griegos que quisieran reno­
damente, repartidos en grupos den­ var las estipulaciones de la Paz del
tro del ejército, y de convertirlos en Rey referentes a la autonomía, lo que
unidad de choque capaz de rom per excluía evidentemente a Tebas, que
perfectamente la muralla adversaria. siempre se había negado a aceptar
E p am inondas perfeccionó a su vez dicha cláusula; acudieron delegados
una nueva táctica de combate, la for­ de numerosos estados griegos, tam ­
m ación oblicua, que desguarnece el bién de Esparta, y se concertó otro
ala derecha y el centro del ejército koiné eirene: esta nueva paz general
(la caballería se encargaba de proteger confirmaba las disposiciones de ante­
esas dos zonas) y refuerza, mediante riores tratados, desde la Paz del Rey, y
la acumulación de medio centenar de obligaba a los firmantes a prestar so-
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 33
34 Aka! Historia del M undo Antiguo

corro a quienes viesen peligrar su in­ ron la decisión de formar con todos
dependencia. La respuesta de los grie­ los arcadlos una confederación simi­
gos a esla llamada marca un fortale­ lar a la beocia, proyecto que acabó
cimiento. más aparente que real, de la realizándose, aunque enfrentó entre sí
posición política ateniense. a los arcadlos. Esparta intervino a su
Ciertamente el tirano Jasón de Fe­ vez para exigir la autonom ía de Tegea
ras, aliado de Tebas, aseguraba con y el koinón (liga) de los arcadlos soli­
el ejército tesalio el norte de Beocia, citó ayuda a los atenienses, pero no
pero sus continuas conquistas y teme­ logró obtenerla, puesto que ello h u ­
rarios planes de acción (ocupación de biera supuesto para Atenas enemis­
la región lamiaca, control de la Amfic- tarse con los espartanos y hacer añi­
tionía délíica, expedición a Asia M e­ cos la paz general del año anterior;
nor) alarmaron a los tebanos por la fue entonces cuando la federación ar­
ambición que encerraban; la m uer­ cadla se dirigió a los tebanos y cerró
te del tirano en julio del 370 gene­ con ellos una alianza.
ró en Tesalia desórdenes nacionales En pleno invierno del 370/69 el ejér­
y Tebas dejó de temer la sombra de un cito beocio. capitaneado por E pam i­
competidor poderoso, e incluso se per­ nondas, llega al Peloponeso, en donde
mitió iniciar una expansión hacia el se le agregaron otros contingentes de
sur de Tesalia. Además, gracias a di­ simpatizantes y las tropas de los arca-
versos tratados los tebanos ganaron dios. Invadieron con cincuenta mil
para su causa o se aliaron con los hombre Laconia y llegaron hasta los
Focidios, los Locrios, los Enianos, los aledaños de la propia capital, Esparta.
Etolios, los Aqueos y con Alejandro Más preocupados por el botín, el pi­
de Feras, y fueron capaces de arrancar llaje y la destrucción de las casas y
de la confederación ateniense a los los campos que por plantear batalla a
acamanios y a los eubeos para recibir­ los lacedemonios —éstos se habían
los como miembros asociados, con hecho fuertes, junto con Agesilao, en
aportación militar, de la liga beocia. los lugares más protegidos de la ciu­
Después de esto los tebanos se h a ­ d a d — los beocios y sus aliados dieron
bían erigido ya en la tercera potencia por finalizada la expedición sin haber
federal del mundo griego, tras Esparta aprovechado su indiscutible superio­
y Atenas, y se sentían en disposición ridad para acabar expeditivamente
de demostrar que estaban preparados con Esparta.
para proteger con su hegemonía a los Esta primera cam paña de Epam i­
estados griegos que reclamasen ayu­ nondas en el Peloponeso causó, sin
da. La oportunidad se presentó ense­ duda, una fuerte impresión en toda
guida: la derrota espartana en Leuctra Grecia por la facilidad con que había
y la retirada de sus fuerzas provocó en reducido a la impotencia a la discipli­
numerosas ciudades del Peloponeso nada y siempre temible infantería es­
(Argos, Corinto, Sición, Elide, Arca­ partana; pero los efectos que produjo
dia) el nacimiento de movimientos tanto en el Peloponeso como en el
populares que llegaron desde la ex­ interior de Laconia fueron asimismo
pulsión de las guarniciones lacedemo- graves. En el terreno de la política
nias y de los partidarios de Esparta externa la cam paña arcadio-beocia
hasta la cruenta represión contra los dejaba en evidencia la endeble consis­
ricos y la aristocracia. En cualquier tencia de la antigua liga peloponesia,
caso, todos los estados proclamaron la liderada por los espartiatas: sólo C o­
autonomía y su derecho.a los bienes de rinto, Fliunte, Sición y Pelene habían
que les habían privado los espartanos. enviado refuerzos a la asediada Es­
En virtud de tales ideas las ciudades parta. Ahora bien, de auténtico desas­
arcadlas de Mantinea y Tegea toma­ tre interno merece calificarse la in-
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 35

dependencia de Mesenia: con la pro­ asignó, sino tam bién porque fue habi­
tección de los beocios, los esclaviza­ tada por un nutrido círculo de inm i­
dos mesenios y los hilotas fueron de­ grantes venidos de todas las demás
clarados libres e instalados por E pa­ poblaciones de Arcadia. Megalopolis
m inondas en el centro del territorio de se convirtió en un símbolo de la un i­
Mesenia, cerca del monte Itome; la dad federal, pero estratégicamente su­
capital del nuevo estado recibió el puso otro revés para Esparta puesto
nom bre de Mesene y fue fortificada que su emplazamiento vigilaba el paso
con un recinto am urallado práctica­ natural desde Laconia a la meseta
mente inexpugnable. La recién fun­ arcadia.
dada Mesene se convirtió en el mejor
aliado de los beocios dentro del Pelo­ La consolidación del dominio
poneso; su creación significó para
Esparta la pérdida de más de una ter­
de Tebas
cera parte de su territorio, y precisa­ Ya d u ra n te la invasión teban a del
mente de aquella que disponía de Peloponeso habían convenido E spar­
campos más fértiles y proporcionaba ta y Atenas en la necesidad de agru­
recursos alimenticios básicos a las par sus fuerzas como contrapeso de
familias espartiatas. La rápida dism i­ Tebas, y a solicitud de los lacedemo-
nución de la m ano de obra agrícola nios m a n d a ro n los atenienses u na
fue otro importante revés para el es­ expedición de auxilio, a las órdenes
tado lacedemonio, cuyo declive es un de Ifícrates, que entró hasta Arcadia y
hecho irreversible después de la de­ retrocedió luego al Istmo, cu a n d o
rrota de Leuctra. E pam inondas regresaba de Mesenia.
Com o resultado también de la ex­ Pero Ifícrates rehuyó el choque y no
pedición de E pam inondas tomaron se opuso al ejército beocio. Poco más
su forma definitiva las instituciones tarde, en el verano del 369, atenienses
centrales de la liga arcadia. Las fun­ y espartanos concluyeron una alian­
ciones de la confederación se repar­ za defensiva dirigida, obviamente, a
tían entre una Asamblea, llam ada de protegerse de Tebas, en la que el m a n ­
los Diez Mil —probablemente todos do supremo del ejército aliado cam ­
los arcadlos en edad militar y que biaba de unos a otros cada cinco días.
podían sufragar su arm am ento— y un C o n la c o l a b o r a c i ó n de C o rin to ,
Consejo federal, integrado por cincuen­ Fliunte y Acaya, así como la inclu­
ta delegados conocidos como demiur­ sión de buena parte de los hilotas, la
gos. C ada ciudad arcadia estaba re­ c o a lic ió n logró re u n ir veinte mil
presentada en el Consejo, según su hombres y emplazarlos en el Istmo.
relevancia, por un número desigual C on todo, no fue posible impedir la
de demiurgos (Megalopolis envía diez; segunda expedición de E pam inondas
M antinea, Tegea y Orcómeno, cinco). al Peloponeso, en la que llevó siete
El m agistrado suprem o de la c o n ­ mil infantes y 600 jinetes. Con ayuda
federación poseía el título de estra­ de Argos, Elide y Arcadia, el general
tego; era elegido anualm ente por la tebano rompió la barrera del Istmo y
Asamblea y en sus manos acumulaba conquistó Sición y Pelene, au n q u e
tanto el poder ejecutivo para los asu n ­ tam bién cosechó dos fracasos ante
tos externos de la liga como el m a n ­ Corinto y Fliunte. A su vez Pelópidas
do militar. fue e n v iad o p o r la co n fe d e ra c ió n
C om o capital propia del koinón los beocia a Tesalia, pues los macedonios
arcadlos fundaron la ciudad de Mega­ hab ían intervenido en las contiendas
lopolis, así llamada no sólo por su civiles que enfrentaban a los tiranos
extensa superficie (370 hectáreas) y de Feras, Farsalia y Larisa, pero su
por la am plitud del territorio que se le labor diplomática y militar encontró
36 AkaI Historia del M undo Antiguo

Escena de gjgantomaquia sobre


un ánfora ática
(Hacia el 400 a. C.)
Museo del Louvre

numerosos obstáculos. La decepción espartanos exigían, en virtud de la


de los tebanos se manifestó en la no cláusula, la desaparición del estado
reelección de ninguno de estos dos de Mesenia y que se les restituyera el
personajes com o beotarcas para el territorio, mientras que los tebanos se
año 368; acusados de traición, fue­ negaban a la disolución de las federa­
ron absueltos. ciones, estados y alianzas concerta­
La inquietud y el cansancio que das en los últimos años. El congreso
d o m in ab an a todos los beligerantes no alcanzó ninguna meta y la falta de
encontró una pausa en la primavera en tendim iento entre los griegos si­
del 368 mediante la celebración de un guió constituyendo, en el fondo, una
congreso para la paz en el santuario ventaja útil para Persia.
de Delfos. La convocatoria fue reali­ Al margen de los esfuerzos de paz,
zada por enviados de Dionisio I de los beocios continuaron hasta m edia­
Siracusa y por un agente del sátrapa dos del 367 con su política interven­
A riobarzanes de Frigia (un aventure­ cionista en el norte de Grecia: en
ro llam ado Filisco de Abidos, pródi­ M acedonia se erigió Pelópidas como
go en el reparto de dinero) en nom bre árbitro de las disputas al trono y con­
del G ran Rey. Las distintas delega­ dujo cincuenta rehenes a Tebas, entre
ciones de los griegos aceptaban en ellos al futuro rey Filipo. En Tesalia
p rincip io el m an ten im ien to de los E pam inondas forzó a tratar al tirano
términos de la Paz del Rey y la dedi­ Alejandro de Feras, que perdió Farsa-
cación de un fondo para reconstruir lia y hubo de consentir en que una
el templo de Apolo Pitio, pero no lle­ parte del territorio tesalio se constitu­
garon a un acuerdo respecto a la in­ yera en estado federal independiente.
t e rp re ta c ió n de la au to n o m ía : los En el Peloponeso la liga arcadia in-
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 37

cremento su territorio a costa de la Asamblea ateniense llegó a conceder­


frontera septentrional de Lacedemo­ le el derecho de ciudadanía), estable­
nia y se alió con los mesenios: los cieron finalmente con el tirano, en la
espartanos eran incapaces de sacu­ primavera del 367, una alianza defen­
dirse las am enazas que les rodeaban, siva que incluía un pacto solemne de
pues arcadlos y mesenios se bastaron no agresión. De esta forma Atenas se
para repeler el único contraataqu e encontraba con que, además de Es­
(368). Por suerte, au nqu e en el 367 parta, tam bién Siracusa, la gran po­
E p a m i n o n d a s efectuó u n a tercera tencia griega de Occidente, entraba
cam p a ñ a con las tropas beocias al en el círculo de sus aliados; mas la
Peloponeso, limitó sus operaciones seguridad que podía haber irradiado
al territorio de Acaya, en cuyo gobierno de esta entente se vino abajo cuando
introdujo modificaciones, que fueron durante la misma estación de ese año
luego desautorizadas por Tebas. falleció Dionisio.
Pero las negociaciones diplomáti­ Aunque ya entonces se había ini­
cas no se habían paralizado a pesar ciado un nuevo acercamiento a Per­
de la guerra. Los atenienses, que des­ sia. Los espartanos habían despacha­
de el 368 están esforzándose por obte­ do a Susa una em bajada que, con la
ner la ayuda de Dionisio I de Siracu­ presencia del propio Antálcidas, de­
sa m ediante halagos y honores (la bía renovar con Artajerjes la paz del

Ofrenda ritual ante un altar


sobre una hidria ática
(Mediados del siglo IV a. C.)
Museo de Nápoles
38 Aka! Historia del M undo Antiguo

386, y m uy p ro n to los p rincipales lograron desalojar a la guarnición te­


actores de la escena griega (Atenas, b a n a —, aunque el paso más im por­
Tebas. Arcadia, Argos. Elide, etc.) si­ tante consistió en el pacto de alianza
guieron el ejemplo. En la residencia defensiva que Atenas cerró con los
real de Susa rivalizaron todos ellos arcadios: el propio Epaminondas pre­
por conseguir que el G ran Rey res­ sionó a la Asamblea de los arcadios
paldara su política, pero fue Pelopi­ para que no se hiciera, pero el tratado
das, delegado de la liga beocia, el que acabo siendo ratificado. Atenas era
persuadió a la corte persa e impuso ahora aliada de Esparta y de Arcadia
sus ideas: Artajerjes p rom ulgó un (que lo era de Tebas y Argos), por lo
edicto real —como el redactado con que de momento neutralizaba cual­
motivo de la Paz de Antálcidas— por quier acción de importancia en aquel
el que declaraba a Mesenia in depen­ territorio y asumía una función de
diente. reconocía el derecho de la Eli­ estado mediador. En el m ar los ate­
de al territorio de Trifilia (reclamado nienses cosecharon tam bién in d u d a­
tam bién por los arcadlos, que no eran bles éxitos: autorizados por el rey
apoyados en esto por los tebanos) y Artajerjes a surcar de nuevo el Egeo e
decretaba no sólo que Atenas debía intentar la reconquista de Amfípolis,
retirar su flota del Egeo, sino que ade­ Timoteo rinde mediante asedio a Sa­
más todas las ciudades tenían la obli­ inos e instala en ella una cleruquía;
gación de colaborar con Tebas para luego, gana en el Helesponto las exce­
hacer cumplir los puntos expresados lentes posiciones de Sesto y Critota
en el edicto. Naturalm ente los demás (365).
griegos no atendieron al G ran Rey y La réplica por parte tebana se cen­
esta vez su rescripto no pasó de ser un tró, en el terren o dip lo m á tic o , en
frustrado tratado de paz, nunca ratifi­ separar a Corinto de la amistad es­
cado (otoño del 367). partana y concertar con la ciudad del
Como los beocios se habían con­ Istmo un tratado de paz, al que tam ­
vertido en el nuevo agente de Persia bién se adhirieron Epidauro, Fliuntc
entre los griegos, en el papel que has­ y Sición (Paz de Tobas, 365). En el
ta entonces desempeñara Esparta, en cam po militar Epam inondas conven­
cuanto las distintas delegaciones re­ ció a los beocios de la necesidad de
g r e s a ro n de S usa c o n v o c a r o n en construir u na flota de cien trirremes
Tebas otro congreso panhelénico con para poder luchar contra Atenas en el
la intención de que el edicto de Arta­ mar; durante todo el año 365 los asti­
jerjes fuera reconocido como una paz lleros tebanos, levantados en el puer­
general. Todas las ciudades presentes, to locrio de Larimna, no conocieron
com enzando por la liga arcadia, se descanso. Las obras navales estuvie­
negaron a jurar, y disuelto el congre­ ron dirigidas por un fenicio, Annóbal,
so los tebanos todavía pretendieron, hijo de Asrúbal. a quien los beocios
au nque sin éxito, negociar el tratado h o n ra ro n con el título de proxeno.
visitando estado por estado (366).
La guerra continuó, por tanto, en Las últimas conquistas y la
sus habituales escenarios. Los ate­ batalla de Mantinea
nienses perdieron Oropo en la fronte­
ra beocia, pues fue tom ada por el tira­ Los tebanos distribuyeron sus fuerzas
no de Eretria (Eubea) y entregada a en el 364 en n u m e ro s a s acciones.
los tebanos, lo que provocó el n o m ­ Ante las am enazas de Alejandro de
bramiento de Timoteo como estrate­ Feras los tesalios habían reclamado
go y la adopción de nuevos planes. la ayuda tebana: en la batalla de Ci-
En el Peloponeso ayudaron al tirano noscéfalos el tirano sufrió u na clara
Eufrón a recuperar Sición —pero no derrota, que no fue aprovechada por
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 39

el ejército beocio a causa de la muerte de la adm inistración del santuario


en el combate de su general Pelopi­ délfíco.
das. También por m ar se efectuó una Pero otros sucesos, que desencade­
expedición, conducida personalm en­ narían la batalla final entre los grie­
te por Epam inondas: con notable for­ gos, se estaban desarrollando en el
tu n a las naves beocias recorrieron Peloponeso. Los arcadlos h abían en­
desde el Helesponto al m ar de Feni­ trado en guerra abierta con Elide en el
cia y consiguieron, sorprendentem en­ 365 a causa de la región de Trifilia y
te, que Bizancio, Rodas, Quíos y Ceos se habían adueñado de Olimpia, cu­
a b a n d o n ara n la segunda liga maríti­ ya gestión arrebataron a los eleos y se
ma ateniense. Timoteo procedió con la encom endaron a la pequeña ciu­
cautela: n u n c a ofreció c o m b ate y dad de Pisa; en el conflicto se habían
esperó a la desaparición de la flota de visto im plicados ya los atenienses,
los tebanos antes de recuperar Bizan­ por ser aliados de Arcadia, así como
cio y castigar a la isla de Ceos. los espartanos y los aqueos por parte
A lo largo de otra operación, antes de la Elide. Después de los Juegos
de acabar el año, el ejército federal Olímpicos del 364, organizados por
beocio llegó a tom ar la ciudad de los pisatas, los arcadlos controlaban
Orcómeno. que era miembro regular perfectamente Olimpia y com en z a­
de la propia confederación, aunque ron a gastar las riquezas del santu a­
sospechoso de defección. Todos los rio para pagar a sus tropas.
hom bres recibieron muerte, mujeres Pero esta resolución de intervenir
y niños fueron reducidos a la esclavi­ el tesoro sagrado de Olimpia originó
tud: esta decisión, que contó sin duda u na enconada división dentro de la
con la aprobación del consejo federal liga arcadia: frente a quienes la de­
beocio, da perfecta idea de hasta qué fendían por razones de conveniencia
extrem o la d esc o n fia n z a se h a b ía federal (Megalopolis, Tegea), la m a­
ad ueñado de las com unidades grie­ yoría de la Asamblea arcadia, enca­
gas y con qué facilidad se a b a n d o n a ­ bezada por Mantinea, la rechazó por
ba una consigna o un aliado, o se estim arla, conform e a la tradición
adoptaban otros distintos, conforme griega, un sacrilegio (comienzos del
se alteraba el tablero político. 362). Los jefes del bando derrotado
Una segunda invasión de Tesalia apelaron a Tebas: un pequeño con­
con el ejército federal, a cuyo frente tingente expedido hasta Arcadia no
figuraban dos de los beotarcas. obtu­ hizo sino agravar las disensiones, for­
vo resultados favorables: Alejandro zando a la confederación bcocia o a
de Feras fue derrotado y tuvo que pe­ retirarse del Peloponeso o a una de­
dir la paz (363); por ella perdió to­ mostración de fuerza. Se decidió el
das sus posesiones en Tesalia, salvo envío de una gran expedición cuyo
Feras, y se obligó a proporcionar tro­ general sería Epam inondas, elegido
pas a los beocios. Los tesalios se con­ beotarca. El ejército tebano contaba
vertían así en súbditos de la confede­ con refuerzos tesalios y eubeos, y en
ración tebana. La fortuna tam bién cuanto cruzó el Istmo tuvo a su lado a
sonrió a los beocios en el campo di­ toda la Arcadia del sur, con Tegea y
plomático cuando, en la primavera M eg a lo p o lis, y a las c iu d a d e s de
del 363, la Amfictionía de Delfos les Argos, Sición y Mesene; sus adversa­
concedió la prioridad en las consul­ rios eran en esta ocasión todos los
tas a la Pitia, lo que les valió la ani­ arcadlos del sur, unidos en torno a
mosidad de Atenas —que disfrutaba M antinea, así como Elide, Acaya. Es­
hasta entonces de este privilegio— y parta y Atenas.
de los focidios y sería en lo sucesivo Esta cuarta ca m p a ñ a de E p a m i­
objeto de graves disputas en el seno nondas al Peloponeso sería la última
40 Aka! Historia d el M undo Antiguo

que emprendiera. M ientras las tio p as la postre, la intervención de Filipo de


lacedem onias acudían a concen trarse M acedonia y lesionaron irremisible­
en Mantinea los tebanos y sus aliados mente la autonom ía helénica.
trataron de sorprender a la desg u ar­ Ciertamente después de M antinea
necida Esparta, pero Agesilao volvió aún se hicieron esfuerzos por paliar
sobre sus pasos y defendió con éxito los efectos de miseria y extenuación
la ciudad; entonces, a la vista de que que arra stra b a n consigo los con ti­
sus oponentes —incluido un batallón nuos conflictos: en el 361 se concertó
ateniense— estaban ya reunidos al una koiné eirene, que sancionaba la
sur de M antinea, los beocios op taro n partición de Arcadia en dos estados
por entablar combate. Fue la célebre federales y reconocía la independen­
batalla de M antinea (com ienzos de cia de Mesenia. Con ello Esparta, que
julio del 362), tácticam ente m uy bien no consentía en renunciar a un terri­
planteada por E pam inondas, quien, torio que se había anexionado en el
como en Leuctra, im puso sus u n id a ­ siglo VII, se negó a participar en la
des de choque sobre el ala derecha paz general y continuó su particular
del adversario (com puesta por los es­ guerra de desgaste contra los mese­
partanos y los m antineos), m ientras nios. Para los espartanos terminaba
la caballería tebana y la tesalia m a n ­ el sueño de la hegemonía, acariciado
tenían a raya a los demás flancos de desde el 404, con una población diez­
la form ación enemiga. Pero E pam i­ mada y un estado cercenado casi por
nondas m urió en pleno ataque, los la mitad; cerrada sobre sí misma Es­
tebanos no supieron explotar la victo­ parta ya no ejercerá más ninguna in­
ria y el subsiguiente desconcierto sir­ fluencia decisiva en la política griega.
vió para que los atenienses conquis­ Atenas, a su vez, recurrió en princi­
taran otra parte del campo. La batalla pio a establecer una alianza defensi­
concluyó sin ninguna decisión, y am ­ va con Mantinea, Elide, Acaya y Fliun-
bos bandos se comportaron como ven­ te, con lo que aseguraba su posición
cedores y vencidos: erigieron un tío- en el Peloponeso, y confió en la fir­
leo, pero solicitaron al adversaiio la meza de la segunda confederación
devolución de los muertos. marítima. Pero los fundamentos del
Jenofonte, que pone fin a las H elé­ dominio ateniense estaban también
nicas con la narración de este cho­ socavados y su ruina se materializó
que, entendió acertadamente que la en cuanto fue ab a n d o n a d a por los
batalla de M antinea marcaba un hito aliados.
en la historia de su época. Lodos los
contendientes salían debilitados, con
m enor fuerza y autoridad de la que 2. El fin de la Segunda Liga
tuvieron, y ante la Hélade se abría, en Ateniense (362-355)
su opinión, un período sombrío de
ineertidum bre y confusión. Tebas con­ En los años anteriores a M antinea la
servaba la superioridad militar, pero sup rem acía ateniense p o r m a r no
carecía de continuadores de la expe­ había sufrido ninguna am enaza se­
riencia de Pelópidas y Epam inondas; ria, puesto que la expedición tebana
co n su obra hegemónica había alcan­ por el Egeo en el 364 tuvo, como vi­
zad o u n a gran influencia en M acedo­ mos, pocas repercusiones. Más digno
nia, el dom inio de Tesalia y la jefatu­ de preocupación era el descontento
ra de la confederación beocia, pero la nacido en el interior de la alianza a
estrechez de sus miras políticas le p ri­ causa de algunas de las viejas prácti­
v aro n de ejercer por mucho tiempo cas, que se oponían sin duda a los
u n papel director en los asuntos de compromisos proclam ados en el de­
G recia. Sus decisiones facilitaron, a creto de Aristóteles, reinstauradas por
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 41

Termópilas

EUBEA
LOCRIDE

Elatea
Opus

$ Orcómeno
Q u ero n ea #
Calcis
L ebadea' Llanura
Lago Copais Lelantina
BEOCIA
E r e tr ia *
Ascra · * Tebas
Helicón Tanagra
Leuctras ® Tespis
Oropo
jn « Platea

Citerón

GOLFO DE CORINTO
ATICA
Pagas
Eleusis
MEGARIDE Mégara
Atenas

Corinto
El Pi reo
Salamina

Beocia

Atenas: la fijación arbitraria de las el Quersoneso). Tuvo tam b ién que


syntaxeis por los estrategos, la dura hacer frente al tirano Alejandro de
represión dictada por la Asam blea Feras, que con una escuadra merce­
contra las ciudades rebeldes (Paros, naria saqueó dos islas de la confede­
Ceos), la instalación de cinco cleru- ración marítima, Teños y Pepareto, e
quías entre 366 y 362 (Sanios, Querso- incluso llegó a entrar de improviso en
neso, Sesto, Critote, Potidea). el Pireo: sin dar tiempo a reaccionar
El regreso de Timoteo a Atenas ac­ a los atenienses, vació los almacenes
tivó la línea más enérgica en la ex­ del puerto y las mesas de los cambis­
pansión marítima ateniense, que se tas. En el Adriático la ciudad de C or­
orientó desde los años 361 al 358 al cira dejó la confederación a conse­
norte de Grecia y al Helesponto, en cuencia de una revuelta promovida
donde no se pudo reconquistar Amfí- por los oligarcas. La posición de Ate­
polis (defendida ahora por M acedo­ nas era día a día menos fácil, pues
nia) y era preciso proteger las muchas cada nuevo revés ponía en peligro la
posesiones am enazadas por los reyes estabilidad de la liga y conducía a pre­
de Tracia (de hecho se perdió Sesto y s io n ar a los aliados en el cumplí-
42 Akal Historia del M undo Antiguo

miento de sus contribuciones. Preci­ aquellos que contribuían con naves


samente fueron numerosas, durante — no con syntaxeis— al ejército fede­
estos años, las multas impuestas y las ral. C om o Atenas tenía ahora puestas
sentencias de destierro o de muerte sus miras, después de la expedición a
pronunciadas contra una serie de cs- Eubea, en Amfípolis y Tracia, recla­
tategos (Calístenes, Ergófilo, Leóste- mó a los aliados la aportación de su
nes, Autocles, M cn ón, T im ó m a co , cuota federal para la cam paña que
Teótimo, C efisodoto, C alístrato ) a proyectaba en Calcídica. Quíos se
quienes se hacía responsables de fra­ negó a c u m p lir con este c o m p r o ­
casos políticos o militares, algunos miso y solicitó auxilio a sus nuevos
de los cuales hab ían privado a Atenas aliados (otoño del 357); estallaba así
del a n s ia d o ap ro v isio n am ien to en el conflicto con Atenas, la llamada
grano. «guerra de los aliados» o «guerra
Pero las bases de la fuerza maríti­ social».
ma ateniense empiezan a ceder a m e­ Sin duda, hasta alcanzar esta situa­
diados del año 357. La llegada de los ción se habían acumulado bastante
tebanos a la isla de Eubea, que había motivos. Ya señalamos cómo Atenas
a b a n d o n a d o la segunda confedera­ cometió la equivocación de reiterar
ción después de la batalla de Leuctra, antiguos abusos en la jefatura de la
alarmó de tal modo a los atenienses liga: fijación arbitraria de Jas contri­
—pues confiaban en la neutralidad buciones, restablecimiento de las cle-
de un territorio de donde procedía ruquías, restricciones impuestas a la
parte de su ab astecim ien to de ce­ autonom ía política y judicial de algu­
real— que se organizó una inmediata nas ciudades aliadas, explotación en
expedición no obstante el sacrificio monopolio forzoso de ciertos recur­
económico que representaba (hubo sos ajenos. Además, hacía ya años
que solicitar trierarcas voluntarios que el sinedrios federal había sido
para equipar trirremes); ciertamente marginado mientras que la Boulé y el
en un mes los beocios fueron expul­ pueblo ateniense realizaban las fun­
sados de Eubea y todas las ciudades ciones negociadoras y ejecutivas de la
de la isla juraron de nuevo su alianza liga; de esta forma, a través de los
con Atenas, mas el desgaste sufrido decretos de la Asamblea, que obliga­
había sido considerable. Y este fue el ban tam bién a los aliados, Atenas
momento escogido por algunos miem­ había equiparado los objetivos de la
bros de la liga marítima para consu­ alianza, eminentemente defensivos, a
m ar su secesión. los intereses de su política marítima.
En efecto, d u ra n te aquel verano Todavía cabe añadir que la libertad
tres ciudades cuyo comercio com pe­ comercial, que era de vital im portan­
tía desigualmente con el de Atenas en cia para las islas y para los griegos de
el M ar Negro a causa del control del Asia Menor, se hallaba restringida, y
Helesponto, Rodas, Quíos y Bizancio, las dificultades económicas, en parte
resolvieron apartarse de la segunda responsabilidad de Atenas, genera­
confederación ateniense y establecie­ b a n constantes problem as sociales.
ra una alianza propia, a la que p ro n ­ El descontento de los aliados resultó
to atrajeron a Cos. Eritras, Selimbria esta vez fomentado no por Esparta ni
y Calcedón. A unque la nueva asoca- Tebas, sino por el sátrapa de Caria,
ción tenía un carácter defensivo y no Mausolo, con la complicidad de las
se oponía a la confederación maríti­ oligarquías de las ciudades com pro­
ma, era prácticamente necesario que metidas en la revuelta.
Atenas frenara la defección en masa Paradójicam ente Atenas tam poco
de los principales estados aliados de podía eludir el recurso a las armas.
la zona de Asia Menor, precisamente La flota de la liga requería anualm en-
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 43

le un fuerte desembolso, que ya no se blea descargaba sobre los otros co­


podía cubrir con la proeisphora ni con m andantes la responsabilidad de las
el servicio de la trierarquía asumido pérdidas, lo cual costó un proceso
por particulares. De ahí que en el 357 por traición a Timoteo, Ifícrates y
se introdujese el sistema de agrupar a Menesteo.
los 1200 ciu dad an os más ricos por Cares recibió en solitario el mando
sim m orías —como se hacía con la militar; vista la imposibilidad de re­
proeisphora— para sufragar los gastos cuperar la superioridad naval, prosi­
de la trierarquía: se crearon veinte guió la guerra en territorio asiático
simmorías trierárquicas, cada una de con ayuda del sátrapa Artabazo, que
las cuales era adm inistrada por un se había levantado contra Artajerjes
epimeleta y tenía asignada una deter­ III. Tom ó algu n as ciud ad e s de la
m inada cuota naval (gastos de varias Propóntide y derrotó al sátrapa Ti-
trirremes en proporción a su medios). traustes; pero en el verano del 355
Las continuas cam pañas en Amfípo- fue llam ado a Atenas, que se había
lis y el Helesponto, así como la expe­ plegado ante un aviso enviado por
dición a Eubea, habían promovido el G r a n Rey: si C ares no se reti­
en A tenas m edidas excepcionales, raba de Asia, Persia decla raría la
pero la defección de los aliados vati­ guerra.
cinaba que sería difícil resarcirse de En efecto, Artajerjes había concen­
tales expensas: la mejor salida consis­ trado u n a potentísima escuadra en
tía en someter a aquel grupo de disi­ los puertos de Fenicia y Cilicia y am e­
dentes. decretar el pago de altas con­ nazaba con emplearla justo cuando
tribuciones y m antener la cohesión los atenienses se hallaban al borde de
del resto de la liga, lo que le permiti­ la penuria; llevaban consumidos más
ría con tin u ar con su política en el de mil talentos, casi todos salidos del
Egeo. La guerra convenía también a propio estado, en los dos años de lu­
los atenienses. cha, y de las syntaxeis de los aliados
La realidad es que las operaciones no cabría esperar ni cincuenta talen­
se torcieron desde un principio para tos (en la confederación persevera­
Atenas: en la primavera del 356 una b an sólo las ciudades e islas más
primera flota ateniense de sesenta n a ­ pobres). De las fortunas de los parti­
ves sufrió un revés en el asedio de culares era muy problemático extraer
Quíos y optó por retirarse hacia el nuevos fondos, y el ham bre se presu­
Helesponto. Sus enemigos, que h a ­ mía ineludible mientras durase la re­
b ían logrado reunir en Quíos una belión de Bizancio, que impedía el
fuerza de cien trirremes, atacaron en­ paso del grano póntico.
tonces las cleruquías de Im bros y Atenas aceptó la paz y reconoció la
Lemnos y cercaron Sainos. Temerosos autonom ía de sus antiguos aliados:
de que ocuparan por sorpresa otras Rodas, Quíos, Bizancio, Cos, Pcrinto
posesiones, los atenienses establecie­ y Selimbria. La confederación maríti­
ron guniciones en Andros y Amorgo ma proseguirá su existencia notable­
y remitieron al Helesponto otras se­ mente disminuida, aislada. Com o Es­
senta embarcaciones. La nueva es­ parta y Tebas, Atenas pagará su ago­
cuadra estaba al m ando de Timoteo, tam ien to viéndose a m erced de la
Ifícrates, Menesteo y Cares; cerca de M acedonia de Filipo II, mientras que
Quíos, en el estrecho de E m b a la , poco después la hábil instigadora de
avistaron al adversario: contra el p a ­ la división de la Hélade, la Persia de
recer de sus colegas Cares presentó los Aqueménidas, terminará sus días
batalla, pero sólo obtuvo un irrepara­ por haber debilitado en exceso a los
ble fracaso (finales del 356). En el tres grandes estados del continente
informe que hizo llegar a la A sam ­ griego.
44 Akal Historia del M undo Antiguo

III. Los griegos de Occidente en la primera


mitad del siglo IV

Gracias a la destacada participación esta forma quedó asegurado el d om i­


que obtuvo en los principales asuntos nio semita sobre la parte occidental
de la Grecia continental, y a la fuerte de la isla y la expedición regresó a
atracción ejercida por Siracusa en la Cartago. Dos años después los sira­
vida intelectual del siglo IV, dispone­ cusanos habían reconquistado Seli­
mos de bastante información en las nunte, pero Cartago envió otro ejérci­
fuentes antiguas sobre la historia de to que tras ocho meses de asedio
Sicilia, dom inada por la figura del ti­ ocupó la rica ciudad de Acragante sin
rano Dionisio I de Siracusa, que supo que las fuerzas de Siracusa lograran
crear un poderoso estado griego en romper el cerco.
competencia con Cartago y los pue­ La caída de Acragante afectó h o n ­
blos itálicos. dam ente a los griegos de Sicilia e Ita­
lia. En Siracusa se Culpó de incapaci­
1. La época de Dionisio I dad a los estrategos y fueron destitui­
dos. Entre los generales nom brados
La llegada al poder de Dionisio está en su lugar figuraba Dionisio, joven
directamente ligada a los problemas oficial distinguido por su valor ante
de Siracusa para encontrar un reme­ los muros de Acragante que desde el
dio al avance de los cartagineses. instante de ocupar el cargo apeló a
Desde la batalla de Himera del 480 medidas especiales —bien conocidas
Cartago no había intervenido seria­ en la tradición de las tiranías grie­
mente en los asuntos griegos de Sici­ gas— para reforzar su prestigio: hace
lia; pero tras la derrota de la expedi­ regresar a los desterrados, fomenta
ción ateniense se recrudecieron los movimientos populares tanto en Sira­
conflictos entre las ciudades griegas cusa como en Gela, acusa a los ricos
de Sicilia (disputas fronterizas, ex­ y logra que se condene a muerte no
pansión de Siracusa a costa de los a n ­ sólo a ciertos estrategos sino también
tiguos aliados de Atenas, como C ata­ a algunos grandes propietarios, cuyos
na y Naxos). Desde Segesta y Erice, bienes confisca y utiliza para dupli­
am enazadas por Selinunte, se había car el sueldo de las tropas.
solicitado de nuevo la ayuda cartagi­ El cam ino final fue relativamente
nesa: en la primavera del 408 desem­ simple: ante la gravedad del m om en­
barcó en la isla un potente ejército, to, Dionisio convence a sus conciuda­
que tomó Selinunte e Himera —mal danos de que es preciso entregar el
defendida por los siracusanos—; de gobierno a una sola persona, consigue
46 Akal Historia del M undo Antiguo

de la Asamblea la destitución de sus cia su delicada posición a la cabeza


colegas y su designación como estra­ de Siracusa, en donde aún tuvo que
tego autocrator (con plenos poderes, apagar otro motín general que lo ais­
título ya empleado por Gelón y sus ló en su fortaleza y estuvo a punto de
sucesores en Siracusa a comienzos derrocarlo (mayo del 403). Pero entre
del siglo V para encubrir su condi­ la paz con Cartago y los sucesos del
ción de tiranos); desde este cargo se 403 el tirano había diseñado ya toda
apropió, por medio de una guardia una estrategia política, que le perm i­
personal, de la jefatura del estado si- tió gobernar despóticamente durante
racusano (405). Ciertamente el ejérci­ 38 años. Para las fuentes antiguas Dio­
to de Dionisio tampoco acertó a fre­ nisio representó uno de los modelos
nar a los cartagineses, a los que fue más clásicos de tirano griego, cuyos
cediendo terreno; los aliados itálicos hechos se describían como muestra
del tirano regresaron a casa y en Sira­ arquetípica del régimen tiránico (por
cusa estalló una revuelta de los caba­ ejemplo en las obras de Platón, que
lleros en contra suya, aunque llegó a vivió durante un tiempo en la corte
tiempo para sofocarla. del tirano). Dionisio se rodea de mer­
Decidido entonces a tratar con los cenarios helenos y bárbaros (gentes
cartagineses a cualquier precio, se en­ de C am pania, del Peloponeso, iberos
contró con que la propuesta era bien y celtas), que a m enudo le libraron de
recibida por Himilcón —general car­ situaciones comprometidas, y reside
taginés— puesto que las tropas pade­ en una fortaleza, la isla Ortigia, unida
cían una epidemia y el asedio de Sira­ a Siracusa mediante un dique sobre
cusa constituía, en esas condiciones y el que se alzaba un gran muro flan­
ante la inminencia del invierno, un queado por dos bastiones. Aquí fue
riesgo difícil de calcular. Se convino edificada la acrópolis, el palacio del
así un tratado de paz, a finales del tirano, y se habilitó un pequeño puer­
405. por el que Dionisio tuvo que re­ to transform ándolo en una base n a ­
conocer todas las conquistas de C a r­ val inexpugnable, que garantizaba la
tago en la isla, permitiendo que con­ salida al mar.
trolara aproxim adam ente la mitad de Sus medidas de gobierno, que po­
Sicilia: el pueblo de los elimios y el de seen siempre un carácter demagógico
los sicanos pasaban a formar parte y populista, suelen tener precedente
del dom inio cartaginés, así como las dentro de la historia griega en las
ciudades griegas de Selinunte, H im e­ adoptadas por otros tiranos del siglo
ra. Acragante. Gela y Cam arina, que VI; las reformas que em prende tien­
se hallaban obligadas a pagar un tri­ den a fomentar su reputación como
buto a Cartago y se comprometían a protector del pueblo frente a los ricos
no reconstruir sus defensas. Fue esta­ y a granjearle una nutrida clientela
blecida además la autonom ía de las de ciudadanos afectos a su obra. Eje­
ciudades griegas de Mesina y Leonti­ cutó a muchos de los grandes propie­
nos. así como la libertad de los sícu- tarios que se oponían a su política y
los. por lo que Dionisio renunciaba a luego, an te las recon ven cion es de
las aspiraciones que siempre albergó los espartanos, se conforma confis­
Siracusa sobre estas poblaciones de cando sus bienes; distribuye algunas
la Sicilia oriental. Mediante tales con­ de estas tierras de los ricos entre la
cesiones obtenía el tirano que se res­ población menesterosa; modifica las
petara el territorio de Siracusa y se leyes sobre la ciudadanía, de suerte
aceptara su régimen pergonal como que pueda incluir en sus rangos a los
la autoridad legítima de Siracusa. esclavos de los ricos, tras su libera­
Para fortuna de Dionisio, el ataque ción, y formar con ellos el grupo co­
cartaginés afianzó en última instan­ nocido como de los neopolitai o «nue­
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 47

vos ciudadanos», mediante los cuales encierra mayor similitud con la de los
se aseguraba el dominio de la A sam ­ m onarcas macedonios —en la que se
blea siracusana. miran los futuros soberanos del He­
Pero además gracias a la mayoría lenismo— que con las de los antiguos
de los ciudadanos, así como a las tiranos griegos. Siempre rodeado de
bandas de mercenarios, Dionisio dis­ consejeros y amigos, Dionisio se apo ­
puso de un ejército fiel y eficaz. Para ya en sus dos hermanos para las ta­
tripular la renovada flota de Siracusa reas de gobierno; vive con dos espo­
—cuyos electivos oscilaron entre 200 sas y num erosos familiares, por lo
y 400 naves, muchas de las cuales su­ que en su círculo no faltan las intri­
peraban a las trirremes con una o dos gas propias de una corte oriental. Re­
filas de remeros adicionales— conce­ chazab a el nom bre de tirano, bien
dió la libertad a cientos de esclavos que fuera consciente de haber creado
privados; el tirano pagaba estimables un im perio personal: pero es ante
sueldos a las tropas y logró m oderni­ todo su carácter de jefe militar, por
zar las fuerzas de tierra con la inclu­ encima de su condición de tirano, el
sión de un cuerpo de oficiales, los lla­ que iguala su figura a la de conquis­
mados «frurarcas», y la creación de tadores como Filipo y Alejandro, con
una división de artillería, dotada con quienes posee otros puntos en co­
importantes m áquinas de guerra. A mún. Es cierto que Dionisio no se in­
todos los veteranos, en especial a los teresó mucho en proteger las letras y
soldados mercenarios, que le habían las artes, mas precisamente sobresale
servido con lealtad resolvió Dionisio como Mecenas de las ciencias aplica­
recompensarlos con tierras, para lo das en cuanto que de ellas puede ex­
que habilitó colonias especiales en C a­ traer ventajas bélicas: la arquitectura
tana, Entela, Leontinos y Tauromenio. e ingeniería militares, mecánica y b a ­
Dionisio no suprimió, como tam ­ lística, tales son los trabajos que pro­
poco lo habían hecho otros tiranos m u e v e (al ig u a l q u e o c u r r i ó en
griegos, las instituciones regulares del Macedonia).
estado: persisten las magistraturas y Los resultados de este interés se
la Asamblea, que es convocada para apreciaron, en prim er lugar, en Sira­
decidir ciertos asuntos (declaraciones cusa, a la que el tirano protegió a p ar­
de güera, elecciones de magistrados); tir del año 401 con un amplio cintu­
en el conjunto de ciudadanos y m a ­ rón defensivo de fortificaciones; la
gistrados reside teóricamente la sobe­ principal de ellas fue el muro que ro­
ranía, puesto que en las monedas de d e a b a la m eseta de las E p ip o la s
la c iu d a d figuran los sira c u s a n o s —terreno que tuvo gran importancia
como autoridad emisora, y el tirano durante el asedio ateniense a Sira­
era nom brado cada año estratego a it­ cusa—, para cuya ejecución empleó,
erator. cargo compatible con la exis­ parece ser, sesenta mil obreros y seis
tencia de un estado libre. Mas, en la mil parejas de bueyes. La red de amu-
práctica, se trata de formas aparentes: rallamientos y los dos puertos de la
con Dionisio conoce de nuevo Sira­ ciudad, que permitían transportar en
cusa una m onarquía absoluta, cuyo la flota a una parte del ejército para
poder será ejercido no sólo sobre una golpear al enemigo por los flancos,
ciudad, sino sobre un gran dominio, convirtieron a Siracusa en una plaza
el «reino de Dionisio», que com pren­ de sólida defensa, pero que admitía
de a casi toda la Sicilia griega y a va­ e m p re n d e r efectivos con tra ataq ue s
rios enclaves itálicos. (táctica de Atenas durante la Guerra
La tiranía de Dionisio anticipa, sin del Peloponeso gracias a los Largos
duda, bastantes rasgos que serán pro ­ M uros y al Pireo).
pios de los reyes helenísticos: su corte N aturalm ente que un estado como
48 Aka! Historia del M undo Antiguo

el de Dionisio debía soportar in m en ­ tricciones del patrimonio de aquéllos.


sas cargas, que d em and ab an la provi­ A p a r tir del 398, y d u ra n te seis
sión de fondos de distinto origen al años, Dionisio sostuvo en Sicilia dos
erario. El botín de guerra proporcio­ c a m p a ñ a s interm itentes contra los
naba importantes sumas, y en él en­ cartagineses, que cerró con un trata­
traban desde el saqueo de santuarios do de paz (392) por el que Cartago
(el de Pirgos, en Etruria, rindió mil ta­ conservaba toda la punta occidental
lentos; el de Hera del cabo Lacinio de Sicilia, mientras que el resto de la
ciento veinte) hasta la venta de co m u ­ isla, comprendidos los pueblos indí­
nidades enteras y la incautación de genas y las ciudades griegas, pasab an
sus tierras para entregarlas a colonias a dom inio de Siracusa; los sículos re­
militares. Pero también los ciu dad a­ gresaron, por tanto, al reino de D ioni­
nos acomodados de todas las ciuda­ sio. A patir de ahora el tirano redistri­
des dependientes del tirano debieron buyó la población de las distintas ciu­
soportar el peso de tributos directos dades sicilianas al objeto de integrar
que alcanzaban una quinta parte del en nuevas com unidades a los h abi­
capital o del valor de los bienes raí­ tantes griegos e indígenas; evacua a
ces; e incluso el tirano instituyó a su unos hasta Siracusa y en su lugar es­
favor la tutela^oficial de todos los tablece a los veteranos del ejército y
huérfanos, a fin de disponer sin res­ permite la incorporación de griegos

Belerofonte y la Quimera sobre


una crátera italiota (Detalle)
(Mediados del siglo IV a. C.)
Museo de Nápoles
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 49
Siracusa

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Ciudad primitiva

Muralla de Dionisio

Lafomías

Extensión en el Siglo V

Extensión en el Siglo VI

Fortaleza de Dionisio

de Italia y de Naupacto. Así se hace Entre los años 390 y 386 Dionisio
con C am arina, Catana, Gela, Leonti­ engrandeció su imperio m ediante la
nos, M esina, Naxos y Tauromenio; conquista de varios territorios en la
las ciudades disfrutaban de autono­ M agna Grecia. Venció a la llam ada
mía para decretar leyes y disponer de liga italiota —compuesta por C aulo­
tribunales propios, pero pagaban tri­ nia, Crotona, Elea, Metaponto, Síba-
b uto y e s ta b a n o cu p a d a s p o r u na ris, Regio y Turios para defenderse de
guarnición. los ataques de samnitas y lucanos—
50 Aka! Historia del M undo Antiguo

en la batalla de Eléporo (389), para lo tálcidas a im poner la Paz del Rey; re­
que hubo de aliarse con los lucanos y mitió tam bién doce em barcaciones
los locrios; luego tomó Caulonia, Hi- para el asedio de Corcira (374). El ti­
ponio y Regio (386), lo que le perm i­ rano fue también principal im pulsor
tió controlar el estrecho de Mesina del tratado del 374, que renovaba la
desde am bas orillas. En la ciudad de Paz del Rey, y de la paz general con­
Locros estableció Dionisio la capital venida en Esparta en el 371, poco a n ­
de sus dominios itálicos. tes de la batalla de Leuctra. Favoreció
Pero a continuación la ilota de Si­ a Alcetas como rey del Epiro, se mostró
racusa se aventuró en los dos mares dadivoso con los grandes santuarios
que rodean Italia. En el Tirreno ocu­ griegos (Olimpia, Delfos) por razones
pó las islas Lípari, antigua posesión de prestigio y para limitar la influen­
de Regio, situó una guarnición en cia tesalia en la Amfictionía pítica.
Córcega, saqueó Pirgos y el territorio Meses antes de morir mejoró sus rela­
de Agila, en la Etruria meridional. ciones con Atenas: una tragedia escri­
Pero fue en el Adriático en donde ta por el tirano recibió el prim er p re­
Dionisio fundó numerosas colonias mio en el concurso de las Leneas, y la
para aprovechar mercados hasta en ­ Asamblea otorgó a Dionisio y a sus
tonces desdeñados por los griegos; dos hijos el derecho de ciudadanía y
entre ellas destacan las factorías de una corona de oro. Acto seguido, ne­
Ancona, Adria e Isa, cuyo comercio goció con Atenas una alianza defen­
se basaba en el trigo, la madera, los siva, que tuvo efímera vigencia.
metales y el ámbar, y en la costa iliria Dionisio el Viejo fue un tirano prag­
el fuerte de Lisos, desde donde defen­ mático, gracias a cuya capacidad m i­
dió los derechos de su protegido Alce- litar Sicilia y M agna Grecia resistie­
tas al trono del Epiro. ron las ofensivas de los cartagineses,
Desde el 383/82 Dionisio hizo fren­ aun a costa de sacrificar su au ton o­
te en Sicilia e Italia a otra guerra con­ mía. Ciertamente los súbditos del ti­
tra Cartago, cuya duración exacta des­ rano carecieron de libertad política,
conocemos; terminó con un tratado pero al am paro de la seguridad pro ­
de paz, concertado entre 376 y 374, fa­ porcionada por la flota siracusana re­
vorable a la metrópoli africana: la vivieron un período de esplendor co­
frontera entre cartagineses y siracusa- mercial; con el control del estrecho
nos a v a n zab a h asta el río Halico; de Mesina y de la costa itálica del
Dionisio cedía además parle del terri­ Adriático, Siracusa se convirtió en el
torio de Acragante, Terma y Selinun­ más importante distribuidor de pro ­
te, y pagó a sus adversarios una in­ ductos griegos en el M editerráneo
dem nización de mil talentos, aunque occidental.
conservó C ro ton a, que h a b ía c o n ­
quistado en el 379. Otro conflicto es­
talló en el 368/67 entre Siracusa y los 2. Los continuadores de
cartagineses, pero el tirano murió a Dionisio I
los pocos meses.
Su cam po de acción no se redujo, Su obra fue en parte continuada por
con todo, a Sicilia e Italia, pues D io­ su hijo, Dionisio II o Dionisio el Jo­
nisio intervino a menudo, como h e­ ven, aunque no lograra m antenerla
mos advertido en las páginas anterio­ dem asiado tiempo. Cerró la paz con
res, en los asuntos generales de G re­ Cartago y decretó una amnistía, que
cia. Fue aliado de los lacedemonios facilitó el regreso de los desterrados y
durante la hegemonía de Esparta y en puso en libertad a los prisioneros po­
la guerra de Corinto contribuyó con líticos; continuó la política colonial
algunos navios, que ayudaron a An- en el Adriático, reconstruyó Regio —
Grecia en la prim era mitad del siglo IV 51

a la que llamó Febia— y repobló N a ­ ron sólo la forma de establecer un do­


xos y Tauromenio. Pero Dión, uno de m inio propio duradero, de instalar
los familiares de Dionisio, que había regímenes adictos a sus intereses, aun
sido expulsado de Siracusa y privado a costa prcisamente de subyugar a
de sus bienes, aglutinó a los adversa­ una parte de los helenos y de entregar
rios del tirano, reunió una escuadra a las ciudades de Asia M enor a mer­
con ayuda de varias ciudades griegas ced de los persas.
y regresó a Sicilia; en menos de dos Por haber sido el principal benefi­
años Dión derrotó a Dionisio y se ciario de la G uerra del Peloponeso, el
hizo con su palacio y con el poder Imperio Persa se erige a lo largo de
(355). Dión no se ganó el apoyo de la estos primeros decenios del siglo IV
aristocracia, por no haber dism inui­ en el director de la escena política
do las cargas tributarias —necesitaba griega. Su papel se reduce a m enudo
pagar a sus tropas—, ni el del pueblo, a permitir el desgaste continuo de las
que esperaba un reparto de tierras. grandes ciudades e im poner a su de­
U na con jura acabó pronto con su bido tiempo, por medio de alianzas y
vida en el año 354/53; y al abrigo de dictados de paz, la reconstrucción del
la confusión que se creó en Sicilia, fa­ frágil equilibrio entre los estados; apo­
tigada por levantamientos populares ya la supremacía de aquella potencia
y aventureros, Dionisio II regresó de (Esparta, Atenas, Tebas) más cercana
Italia y recuperó Siracusa en el 347, a su influencia, obstaculiza la fund a­
aunque fue vencido de nuevo en el ción de ligas o federaciones, m antie­
344 por Timoleón, el liberador llega­ ne la fragmentación y el aislamiento.
do de Corinto, y enviado a la antigua No obstante las disensiones que tra­
metrópoli, en donde el tirano vivió dicionalmente surgían entre las dis­
hasta su muerte como simple particu­ tintas satrapías y su presunta falta de
lar. La obra de Timoleón como re­ entendimiento con el poder central,
gente de Siracusa y su tarea para de­ según reflejan las fuentes griegas, lo
volver la a u to n o m ía política a las cierto es que en los momentos decisi­
ciudades sicilianas pertenece a otro vos fueron los sátrapas de Asia M e­
capítulo de la historia de los griegos nor quienes m ejor en c au za ro n las
de occidente. ambiciones y proyectos de los griegos
en beneficio del G ran Rey.
Los sucesos habidos en Grecia des­
3. Consideración final de la guerra de Corinto (395) hasta la
batalla de M antinea (362) constitu­
En el año 355 Atenas reconoció, so­ yen, desde luego, una nueva y defini­
metida al ultimátum pronunciado por tiva Guerra del Peloponeso, un últi­
Artajerjes III, la in dependencia de mo gran conflicto en que se debate la
sus más poderosos aliados, lo que autonomía, cuyo corolario resulta bien
condujo a la práctica desaparición de conocido: ruina y empobrecimiento
la segunda confederación marítima. de Grecia, estabilización de Persia,
Atrás qu edaban todos los esfuerzos irrupción de Macedonia. Los hitos de
desplegados por las grandes ciudades esta contienda los m arcan episodios
griegas para construir, según su crite­ tales como la fundación de la segun­
rio. un sistema hegemónico que pro­ da liga aten ie n se, las b a ta lla s de
porcionara a la Hélade una cobertura Leuctra y Mantinea; después de estos
de unidad y autonomía. ¿Pero se in­ se altera la composición de las alian­
tentó realmente en algún m omento zas y el protagonismo militar puede
extender tales beneficios al conjunto cam biar de manos, aunque los perso­
de todos los griegos? De ninguna m a­ najes seguirán siendo los mismos.
nera; Esparta, Atenas y Tebas busca­ Pues se trata sólo de efímeros triun­
52 Aka! Historia del M undo Antiguo

fos, porque en la lucha final vence pero tampoco cabe ignorar las nota­
claramente Persia: los varios tratados bles innovaciones efectuadas en el te­
jurados como koiné eirene por gran rreno social e institucional: algunas
parte de los griegos representan cor­ de ellas, como las confederaciones
tos interludios durante los que reina beocia y arcadia o las reformas fisca­
la paz «persa» y que, como la Paz de les atenienses, han quedado expues­
Nicias en la otra Guerra del Pelopo­ tas; el resto de los grandes problemas
neso, estaban lam ados a cesar en de la sociedad del siglo IV serán abor­
cuanto entrara enjuego la convenien­ dados en el cuaderno dedicado a las
cia de fortalecer las alianzas propias condiciones de la vida social, política
frente a la autonomía ajena. y económica y su reflejo en los pensa­
¿Debe acabar aquí, en el 355, la his­ dores griegos contemporáneos. Pero
toria de la Grecia independiente, como realmente tales esfuerzos no bastaron
sugirió Eduard Meyer? Es evidente p a r a c o n se rv ar la in d e p e n d e n c ia
que la Hélade perdió esa guerra y que cuando, poco más tarde, Filipo de
un agotamiento generalizado parali­ Macedonia se propuso afirmar su do­
zaba la eficacia de cualquier medida, minio sobre Grecia entera.

Escena de homenaje a un difunto


sobre un ánfora italiota
(Mediados del siglo IV a. C.)
Museo de Nápoles
G recia en la prim era m itad del siglo IV 53

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Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­

HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­


tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y

■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con


un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo

A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, L a guerra 44. C. González Román, La R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos.
Sumer y A kkad. la prim era m itad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones p o ­
2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27. D. Plácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Im perio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. Montero, L a religión rom a­
3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua.
4. J . Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas, Augusto.
Im perio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J . Mangas, F. J. Lomas, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-C laudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J . Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J . Lomas, Los Flavios.
Im perio N uevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, L a dinastía de los
7. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar donia. Antoninos.
y otros m ovimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, A lejandro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fin es d el I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Im pe­
8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Rom ano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I : El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. I I : Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Interm edio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ 54. J . M. Blázquez, Agricultura y
ta. lenística. m inería rom anas durante el
12. F. Presedo, J . M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ Alto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. I I I : Grecia y 55. J . M. Blázquez, Artesanado y
13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im ­
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GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­
mo durante el Alto Im peño.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
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15. A. Lozano, L a E dad Oscura.
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y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, L a Roma perio.
primitiva. 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
17. A. Lozano, L a colonización
38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ cesores. L a conversión d el Im ­
griega.
na, E l dualismo patricio-ple­
18. J. J . Sayas, Las ciudades de J o - perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39. S. Montero, J . Martínez-Pin-
do arcaico. na, L a conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, L a época de los Va­
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a fo rm a ­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón
ción de la dem ocracia atenien­ 41. F. Marco, L a expansión de del Im perio Rom ano de Orien­
se , I. El estado aristocrático. Rom a p or el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a fo rm a ­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim -
ción de la dem ocracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J . F. Rodríguez Neila, Los 64. G. Bravo, Revueltas internas y
22. D. Plácido, Cultura y religión Gracos y el com ienzo de las penetraciones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio.
23. M. Picazo, Griegos y persas en 43. M.a L. Sánchez León, Revuel­ 65. A. Giménez de Garnica, L a
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Im perio Ro­
24. D. Plácido, L a Pente conte da. República. mano de O cddente.

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