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HISTORIA
^M VNDO
A ntigvo
.............
eS m ·
HISTORIA
^MVNDO
Αιτπανο
Diseño y maqueta:
Pedro Arjona
Indice
Págs.
Introducción............................................................................................................... 7
B ib liografía 54
La guerra dei Peloponeso 7
I
Introducción
I. Los antecedentes de
la Guerra del Peloponeso
El Erecteo
La A cró p o lis de Atenas
que los atenienses entran ya en cam debe por consiguiente extrañar que
pañ a no directam ente contra la liga de Tucídides conceda m ínim a relevancia
los lacedem onios, pero sí frente a tro a esta disputa con los m egarenses, por
pas de uno de sus m iem bros, que reco creer que no influyó realm ente en el
m en d ab a a Esparta no d ilatar por más desencadenam iento de la G uerra; sin
tiem po la declaración de guerra. em bargo, después de abierta la con
C oincidiendo tal vez con la tensión tienda contra los lacedem onios la opi
causada por los sucesos de Potidea nión más difundida entre la pobla
votaron los atenienses el famoso decre ción ateniense fue que el bloqueo de
to contra Megara; propuesto a la A sam M egara se h ab ía convertido en el
blea por Pericles, este psephisma p ro h i detonante de la guerra. De hecho fue
bía a los m egarenses el acceso a los defendido obstinadam ente por Peri
m ercados del Atica y visitar el resto cles cuantas veces los em bajadores
de los puertos del dom inio ateniense. espartanos solicitaron a la A sam blea
Tam poco es fácil en este punto vislum ateniense, com o requisito im prescin
b rar las razones que prom ovieron la dible para m antener la paz de 446/5, la
ap ro bación de tal m edida. Evidente derogación del decreto (por privar de
m ente para u na ciudad, com o la del independencia a los griegos).
Istmo, con una im portante población Pero las razones más profundas de la
obrera, que debía im portar grano y G uerra habrían sido, según declara
vender la cerám ica y otros productos Tucídides, m enos visibles aunque más
en la m ism a Atenas, en las islas del eficaces. En el fondo se reducían, a su
Egeo y en el M ar Negro, el decreto pre entender, a un problem a de antago
sagiaba un inquietante porvenir comer nism o irreductible: el crecim iento del
cial, y esta era una realidad que Atenas poderío ateniense generó en los espar
conocía. Sus autoridades m anifesta tanos tal suerte de tem ores que la gue
ron que el psephisma era sim plem ente rra se hizo inevitable. De este profundo
la respuesta a la actitud de M egara por m iedo de los lacedem onios, incubado
h ab er usurpado algunos territorios desde el final de las G uerras M édicas
lim ítrofes del Atica y haberlos cultiva y la fundación de la liga m arítim a
do, así com o por conceder asilo a ático-délica, los incidentes de Corcira,
esclavos fugitivos. Potidea y M egara no eran sino un sim
Pero detrás de esta explicación ofi ple corolario, puesto que la oposición
cial se ha querido desde antiguo encon entre ambos estados era ya irreductible:
trar otros motivos (provocación de las diferencias entre dem ocracia y oli
Pericles a Esparta para iniciar la gue garquía, el contraste entre las concep
rra en las mejores condiciones o dom i ciones políticas, sociales y civiles de
n ar el golfo de C orinto y la ruta hacia cada parte, la m anera distinta con que
Occidente; castigo a los m egarenses se entiende desde E sparta y Atenas el
p o r h ab er ab an d o n ad o quince años papel director de una confederación
antes la liga m arítim a, o porque in ten helénica —el im perialism o o la hege
tó ayudar a Samos en el 440 o porque monía al frente de los propios aliados—
se unió a C orinto en el conflicto con y cómo debía arm onizarse con el m an
tra Corcira). Sin em bargo la ciudad de tenim iento de la autonom ía de todas
M egara sólo consideró el decreto como las ciudades, quizá la angustia de p en
una violación al tratado de paz de sar que en un día no lejano toda G re
treinta años —probablem ente tan dis cia dependería de Atenas para su sub
cutible com o las señaladas cuando sistencia, conducían a la necesidad de
C orcira y Potidea— y no acusó a los un conflicto entre am bas hegem onías.
aten ien ses de alb erg ar in ten cio n es Partiendo de todas estas considera
hostiles o de h aber infringido princi ciones —el convencim iento en la exis
pios legales com unes a los griegos. N o tencia de causas graves y meros pretex
12 Akal Historia del M undo Antiguo
tos— se han form ulado tradicional tes contem poráneas, entre las que
m ente una serie de tesis que en laza deben contabilizarse algunas inscrip
b an la idea sobre las causas con la de ciones, insisten estrictam ente en el
la responsabilidad de la G uerra. Y dom inio político de A tenas y en la
desde el m ism o instante del estallido sensación generalizada de pérdida de
nuestras fuentes históricas hicieron a autonom ía —la dureza con que Ate
Pericles objeto de fuertes críticas como nas im ponía su ley— com o elem ento
verdadero culpable del conflicto, y fundam ental de la hostilidad antiate
una parte de la historiografía defiende niense.
por ello el punto de vista de que los
atenienses, incitados por aquel gran 2. Atenas y Esparta en la
estadista, encendieron la m echa cuan
do estim aron que más convenía a sus
víspera de la guerra
intereses. Otros, com o Ste. Croix, se En el otoño del 432 los corintios, los
inclinan por lo contrario: el único m egarenses y los eginetas se encuen
m otivo de la G uerra era el recelo de tran ante la asam blea de los ciu d ad a
E sparta ante la firme posición que nos espartanos, la denom inada apella.
Atenas había logrado cim entarse en Allí expondrán todas sus acusaciones
Grecia, que am en azaba su explota contra Atenas, por no haber respetado
ció n de los h ilo ta s y, en d e fin iti la independencia que la paz de 446/5
va, su propia existencia (Ste. Croix les concedía, y acabarán solicitando a
m in im iza el decreto c o n tra M ega Esparta que pase ya a la acción. U na
ra com o una m edida que únicam en delegación ateniense, presente a la sa
te b u s c a b a la h u m illa c ió n de los zón en Laconia, tomó a su cargo la
megarenses). defensa de la Liga m arítim a insis
No h an faltado, por últim o, quienes tiendo en la legitim idad de su im perio,
h an ap u n tad o hacia la prim acía de las sin dejar de m ostrar la gravedad que
causas económ icas; la rivalidad entre supondría una guerra, e invitando a
dos grandes potencias com erciales, a los lacedem onios a recurrir a un arbi
saber, C orinto y Atenas, que se dispu traje conform e estaba previsto en el
tan encarnizadam ente los productos tratado de treinta años. Frente a los
del norte del Egeo (Potidea, Calcídica, consejos del viejo rey Arquídam o, par
M acedonia y la m adera para la cons tidario de la conciliación, la apella
trucción naval) y las rutas y contactos vota por m ayoría que los atenienses
con el A driático, M agna G recia y Sici son, en efecto, culpables de h aber roto
lia (incidentes de Corcira), habría de las cláusulas del tratado de 446/5. Los
sem bocado en esta contienda im pa decididos a no seguir en paz con Ate
rable por los m ercados recíprocos. nas h abían conseguido así su prim era
Atenas por un lado, C orinto y M egara victoria, y aunque no se trataba de una
p o r otro, com partirían a la postre la declaración de guerra se anunciaba a
responsabilidad de la G uerra. las claras que las relaciones entre am
¿Es preciso tras la descripción de los bos estados ya no estaban regidas por
síntom as p ro n u n ciar un diagnóstico? el derecho.
Sin duda no es posible, pues no com Pero esta resolución afectaba sólo a
prendem os en qué form a se relacio Esparta y debía ser ratificada por el
n an y qué reacciones producen. H ubo conjunto de la Liga del Peloponeso si
causas graves y profundas que lan za los espartanos querían conducir a sus
ron a una m itad de G recia contra la aliados a la guerra. La diplom acia
otra, pero tam bién circunstancias que corintia trabajó sin desm ayo, e inclu
fueron m ás fuertes que la voluntad de so se extrajo al oráculo de Delfos la
resolver las diferencias m ediante ne sentencia de que los lacedem onios ob
gociaciones. A fin de cuentas las fuen tendrían un claro triunfo con el con-
La guerra del Peloponeso 13
LEUCADE
CEFALONIA
\ BEOCIA EUBEA
ATICA
QUIOS
\ SAMOS
V
DELOS
PAROS NAXOS V- V -
^Co,λ/μ Λ ,
c u —
CITERA RODAS
sesenta mil remeros), sino solam ente absoluto que no co nsiente reparos
un tercio de las trirrem es, siem pre lis en su forma de entenderla hegemonía.
tas para cualquier operación. En p rin La com plejidad que había alcanzado
cipio, por consiguiente, en los planes ya el gobierno y adm inistración de los
atenienses no figuraban ni la modifica asuntos del Im perio m arítim o reco
ción de las tarifas del tributo im puesto m endaban no aprovechar la guerra
a los aliados —será la m ultiplicación para extender sus áreas de dom inio,
im prevista de los gastos lo que forzará sino defenderlo y afianzarlo donde
a aum en tarlas— ni la percepción más conviniera a su política; no corría
entre los propios ciudadanos y los pues grandes peligros m ientras m an
metecos de la eisphora, el im puesto tuviera íntegra su posición, pero le
excepcional de guerra, pero se im po am enazaban seguros riesgos, origina
nía la doble precaución de lim itar el dos incluso en la propia Liga marítim a,
núm ero de dotaciones navales y econo en cuanto los daños la debilitasen. Su
m izar convenientem ente los sueldos. fuerza dependerá así de la m oderni
dad y preparación de la arm ada, de la
5. La concepción rapidez con que defienda sus enclaves
y contrataque a espaldas del enemigo,
estratégica de la guerra de una cierta dosis de audacia en la
Puesto que cada adversario disponía táctica militar.
de ventaja en un m edio diferente (los Los planes estratégicos quedaron
peloponesios por tierra, la confedera pronto perfilados con nitidez. Si los
ción ateniense por mar), era lógico con espartanos querían decidir la G uerra
cluir que no se debía lu ch ar al estilo y m ediante una clara victoria, obtenida
en el terreno más propicio al enemigo, en una gran batalla que diezm ara la
sino más bien explotar la superiori infantería enemiga, Pericles tratará en
dad parcial m ediante el desgaste co n todo instante de no perder ni un solo
tinuo de los oponentes. Este proyecto hom bre en encuentros formales, pues
se reforzaba adem ás por el objetivo m antendrá al ejército a seguro para
final que am bos bandos hab ían asig exponerlo únicam ente en golpes espe
nado a la guerra y por la disposición ciales, retirándolo luego. La aplicación
m ental con que se abordaba. Desde el práctica de esta estrategia se efectuó
punto de vista de la Liga lacedem onia m ediante los siguientes pasos: toda la
la contienda poseía u n carácter pre población del Atica se replegaría al
ventivo; las ciudades autónom as que interior de Atenas, pues era necesario
com ponen la alianza persiguen redu ab a n d o n ar la cam piña y no aceptar
cir el poder ateniense en el m undo ningún com bate en regla para defen
griego para obtener o consolidar su derla, y quedaría allí alojada fortale
p articu lar provecho; sus exigencias a ciendo la im ponente plaza form ada
los otros aliados son m ínim as, pero por la A crópolis y Atenas, los Largos
están firm em ente ancladas en la an ti M uros y el Pirco. En otros puntos de
gua tradición m ilitar —sentido local im portancia, dentro y fuera del Atica,
del honor, obediencia a las reglas, sen se instalarán tam bién sólidas guarni
tim iento de soberbia, sacralización ciones. La m arina hará el resto: el
supersticiosa de las norm as griegas—, dom inio que ejerce desde el Adriático
lo que conduce a rehuir peligrosas al M ar Negro abastecerá de cuanto
innovaciones, siem pre evitadas por precise a esta Atenas, convertida en
los generales espartanos. una isla que puede renunciar a todos
El planteam iento ateniense tam po los productos de su territorio, y gracias
co dejaba de ser conservador, A tenas a su m ovilidad efectuará continuas
ejercía sobre sus aliados, los m iem incursiones en país enem igo, traslada
bros tributarios de la Liga, un poder rá a partes escogidas del ejército para
20 Aka! Historia del M undo Antiguo
ciado Atenas vota contra los m egaren- la Lócrida, al norte de Beocia, y fortifi
ses una guerra im placable. Esparta y có el islote de A talanta, afianzando
los peloponesios concentran sus tro con ambas medidas la seguridad de Eu-
pas en el Istmo, a solicitud de los teba- be. Se p rocedió a la ex p u lsió n de
nos, y el rey A rquídam o mostró un todos los habitantes de Egina, que fue
líltimo gesto de concordia ante los ron instalados en la C inuria del Pelo
griegos enviando hasta Atenas a un poneso por los espartanos, y la isla fue
parlam entario, que no fue recibido. entregada a una colonia de clerucos; a
Un mes después del asalto a Platea finales del otoño se invadió el territo
los preparativos de cada b ando han rio de M egara con el ejército y fue
concluido. M erced a las indecisiones objeto de represalias por los daños
del rey A rquídam o y al lento avance sufridos en el Atica. En cuanto al ase
que im prim e al ejército peloponesio, dio de Potidea las esperanzas se renue
Pericles, que goza de plenos poderes van después del tratado de alianza
com o estratego, ha tenido tiem po para concluido con el rey Sitalces de Tracia,
d isp o n er la defensa: refugia al cam pe de enorm e valor para el aprovisiona
sinado tras las m urallas de Atenas e m iento de los atenienses en el norte de
instala a otras fam ilias en Eubea y en G recia y com o contrapeso a la confe
las islas vecinas, redobla la guardia deración de ciudades calcídicas. El
en la ciudad y el puerto, en las fortifica prim er año de guerra ha activado, sin
ciones y en los arsenales, envía floti duda, la reacción de A tenas y Pericles
llas a los puntos estratégicos y tropas a se enorgullece de ello al p ro n u n ciar el
los estados de la Liga m arítim a más discurso fúnebre p o r los caídos en
expuestos. El H clesponto recibe espe el cam po de batalla.
cial vigilancia para asegurar el paso
del trigo del M ar Negro. A rquídam o La epidemia de Atenas
sólo encontró un terreno despoblado:
las fuerzas lacedem onias quedarán
y la desaparición de Pericles
instaladas en el dem o de A cam as y H acia finales de la prim avera del 430
d u ran te un mes devastarán las cose regresa al Atica el ejército laconio
chas m aduras, destruirán los olivos y conducido por A rquídam o y perm a
las vides. Luego, ante los problem as necieron cuarenta días asolando la
de abastecim iento, se retiraron sin península hasta el distrito de Laurión.
h ab er logrado provocar la salida de En esos días se presentó tam bién un
los hoplitas atenienses y licenciaron a enemigo más terrible contra el que no
los soldados de los distintos países de cupo defensa: la enferm edad infeccio
la alianza. sa que se adueñó de A tenas y de algu
La respuesta de Pericles fue inm e nos otros enclaves de la Liga por dos
diata. C ien trirrem es zarpan del Pireo años y rebrotó luego con m enor ím pe
llevando a bordo mil infantes y cu a tu (430/29, 426/5). El cam ino de la
trocientos arqueros, se reúnen con peste se encuentra trazado verosím il
otras cincuenta naves de C orcira y m ente en T ucídides: in c u b a d a en
efectuán ataques por sorpresa contra Etiopía, la plaga alcanzó Egipto y
M esenia, Elide y A carnania (Astaco y Libia prim ero y desde allí alcanzó
Solio, ciudad esta últim a que arreba Asia M enor; más tarde un barco p ro
tan a los corintios y entregan a los cedente de alguno de los lugares m edi
acarnanios). La presencia de la escua terráneos afectados la trajo hasta el
dra obró adem ás, sin lucha, la integra Pireo. La epidem ia prendió perfecta
ción de la isla de C efalonia en la m ente sobre el cúm ulo de población
alianza ateniense. O tras operaciones refugiada en Atenas, aterrorizada por
p or m ar y tierra redondearon el con aquel espectáculo de m uerte y desola
traataque; una flotilla desem barcó en ción. En cuatro años un tercio de los
24 Aka! Historia d el M undo Antiguo
La Nike de Peonio
(Hacia el 420 a.C.)
M useo de O lim pia
26 Akal Historia del M undo Antiguo
rra com o producto del carácter m ode fanfarrón y charlatán, vulgar, ridícu
rado o am bicioso de sus com patriotas. lo, cínico y odioso; resulta pues difícil
A la cabeza de estos dos m odos de en tales condiciones esbozar los perfi
proceder se situó, ya desde la m ism a les de su vida política. Sin duda Cleón
A ntigüedad, la figura de dos persona inspiraba tam bién confianza a muchos
jes de la escena política y m ilitar de c iu d ad a n o s atenienses: h a b ía sido
Atenas: N icias y Cleón. N icias, elegi m iem bro del C onsejo (y seguram ente
do estratego ju n to con Pericles (para pritano) y uno de los diez helenota-
este m ism o cargo sería designado a m ías (tesoreros de la Liga m arítim a);
m enudo p o r los votos de sus conciu poseía adem ás experiencia m ilitar y
d adanos desde el año 428/7), poseía sus aspiraciones en este terreno le fue
u n a im portante fortuna; no carece de ron reconocidas al ser designado estra
confianza en la dem ocracia, pero su tego. No era, por tanto, un im postor,
conducta se distingue por la p ru d en sino una persona despierta y sim ple
cia, la aplicación concienzuda a las cuya clara lógica le venía dictada por
funciones públicas, la reflexión sensa su confianza en que los recursos ate
ta antes de decidir. P robablem ente nienses podían afrontar las solucio
representa a aquellos patriotas que nes m ás directas. C león cree en la
aspiran a no am p liar el poderío de victoria y piensa que no debe reparar
Atenas, sino a defender las ventajas se en m edios para extender las opera
adquiridas, que h a n hecho sus nego ciones terrestres y navales de la Liga,
cios en el com ercio y la industria, el aun a costa de ser inhum anos e in tran
alquiler y el préstam o (así había m ul sigentes con los propios aliados y, por
tiplicado N icias su patrim onio); son supuesto, con los espartanos, pues el
los que se m antienen m ás fieles al triunfo final recom pensará cualquier
pensam iento de Pericles y anhelan esfuerzo y beneficiará a todos los ate
obligar a Esparta a u n a pronta paz nienses. Y m uchas de estas ideas, duras
que restituya el esplendor de los años y violentas, apasionaban con frecuen
inm ediatos a la G uerra. N o desean cia al auditorio de la A sam blea.
exasperar al adversario, sino negociar Entre estos dos polos oscilaron las
en buenas condiciones. Era por tanto resoluciones de los ciudadanos de Ate
fácil para los partidarios de C león nas y sería evidentem ente excesivo
acusar a Nicias de tim orato e irreso pretender, com o en ocasiones se ha
luto, conservador y m ediocre en su dicho, que Nicias y C elón encarnan
labor política, y, sin em bargo, no hace dos partidos irreductibles y contra
sino seguir con tacto y discreto acierto puestos, el del conservadurism o aris
la estrategia defensiva iniciada por tocrático y pactista N icias, el de la
Pericles. dem ocracia radical y belicista su opo
El p ersonaje que hace réplica a nente. Sus diferentes reacciones para
Nicias es el de Cleón. No carecía de ad ap tar la estrategia del Estado a las
bienes —era un rico curtidor—, com o circunstancias cam biantes del con
m uchos de los que apoyaban sus p ro flicto (contraofensivas espartanas en
puestas, artesanos m edios acom oda varios frentes, persistencia de la peste,
dos pero pau latin am ente em pobreci alarm ante increm ento de los gastos de
dos por la G uerra. Su carrera pública guerra) no son sino las dos caras de la
h abía sido lenta y erizada de obstácu m ism a m oneda; están divididos por
los, pero su energía y tenacidad alla su visión m ilitar y diplom ática, pero
naron muchas dificultades. C iertam en am bos se preocupan de poner a salvo
te la im agen de Cleón que dibujó la la reputación de Atenas y de prolon
tradición ateniense (Tucídides, Aristó gar la G uerra sólo lo necesario com o
fanes, Eupolis, Aristóteles) es desfavo para garantizar larga vida al Im perio
rable y cruel: dem agogo, corruptor, m arítim o. La m ism a A sam blea de
28 A kal Historia del M undo Antiguo
SELIMBRIA BIZANCIO
• «
CALCEDON
• ABDERA PERINTO
• AMBRACA • MITILENE
• ANACTORK
TEGEA
• HALICARNASO
PILOS ESPARTA
j V Λ
• MELOS • CNIDO /
• CITERA
30 A kal Historia del M undo Antiguo
Relieve votivo del santuario del Kefiso, Atenas zar la influencia de Am bracia, estrecho
(Fines del siglo V a.C.) colaborador de Corinto, los acarnanios
M useo Nacional de Atenas
y los anfiloquios llam an a D em óste
tectores de los siciliotas frente al expan nes: juntos derrotan a los pelopone-
sionism o de Siracusa. sios en O lpas y obtienen después dos
Mejores logros acom pañan a Atenas rotundas victorias sobre los am bra-
y a sus aliados durante la cam p añ a del ciotas, a quienes casi exterm inan.
426 en el NO de Grecia. Bajo el m ando Al frente de sesenta trirrem es toda
de los estrategos Dem óstenes y P ro vía N icias realizó una breve incursión
eles los atenienses, ju n to con todos sus sobre la isla de Melos, para poner
aliados occidentales, castigan prim e luego vela hacia la costa de Tanagra y
ro a la población de Léucade; luego, la Lócride oriental; prestaba así pro
acom pañados sólo por los m esenios tección a los atenienses instalados en
de N aupacto, se lan zan sin éxito a la Eubea. El año 426 term inaba, en defi
conquista de Etolia y resisten el asedio nitiva, con notables perspectivas para
de N aupacto efectuado por un ejército A tenas acentuadas por el hecho de
peloponesio de tres mil»hombres (m ás que los espartanos, com o sabem os por
varios contingentes de etolios y de Aristófanes, deseaban en tab lar con
locrios ozolos). Pero cuando este ejér versaciones de paz, que fueron desde
cito m archa hacia el norte para refor ñadas por la A sam blea.
La guerra del Peloponeso 33
segregarse una operación cuya trascen sios: podía ser abastecida desde el m ar
dencia real en el curso de la contienda y cabía fom entar desde ella, por medio
nadie podía sospechar: la ocupación de los mesenios de N aupacto, desór
de Pilos. denes y levantam ientos entre los hilo-
Un tem poral hizo refugiarse a la tas y la población de M esenia. Esparta
arm ada ateniense en la bahía de Pilos, decide el regreso inm ediato del ejérci
situada en plena M esenia, en la costa to que acababa de invadir el Atica y de
occidental del Peloponeso. D em óste la flota enviada a C orcira y organiza el
nes, que quizá conocía la zona y había asalto contra los atrincheram ientos
previsto en algún m om ento el plan, atenienses de Pilos, que atacaron desde
convenció a sus dos colegas para que todos los lados; para obstaculizar la
siguieran ruta m ientras él establecía actividad de las trirrem es atenienses
un puesto fortificado en aquel lugar; un cuerpo de 420 hoplitas lacedem o-
34 Aka! Historia del M undo Antiguo
tir seriam ente del riesgo de su ejecu por un tratado de paz que regulaba las
ción en caso de que se repitieran las relaciones entre ellos. C on la ap roba
devastaciones del Atica. La p o p u lari ción de los estrategos atenienses desti
d ad de Cleón parece que le perm itió nados a la flota de Sicilia los aliados
tam bién a finales de ese año, en que se de A tenas en la isla la asociaron al tra
debía revisar la cuantía del tributo tado; y los atenienses, suscritos de este
federal pagado p o r los aliados, m odi m odo al acuerdo, respetaron la paz
ficar su stan cialm en te las tasas del ab an d o n an d o con sus naves Sicilia.
phoros, que prácticam ente se triplica En el terreno m ilitar el ejército ate
tratando de recaudar la sum a de 1.460 niense corre m ayores riesgos que en
talentos anuales. Tras el agotam iento las pasadas cam pañas. N icias asesta
de las reservas, cuidadosam ente ah o im portantes golpes, a com ienzos del
rradas hasta el 431, en los siete prim e verano, que siem bran el desconcierto
ros años de la G uerra, los partidarios entre los lacedem onios: ocupa la isla
de seguir la lucha creen h aber encon de Citera, en la entrada del golfo laco-
trado la forma y el m om ento de extraer nio, que constituía un punto de escala
los fondos necesarios para sus planes de inm enso valor para la escuadra
(sueldos para las tripulaciones de nue espartana; saquea el litoral sur de
vos efectivos navales) m ediante este L aconia y acaba ap o d e rán d o se de
increm ento arbitrario del tributo, cono Tirea, en la C inuria, ocupada enton
cido com o la «tasación de Cleón». ces p o r los eginetas expulsados de su
patria por Atenas. Otro de los estrate
gos, Dem óstenes, está a punto de con
Las últimas ofensivas quistar M egara con la ayuda de algu
El asunto de Pilos volvió a proporcio nos dem ócratas sim patizantes de la
n a r a Atenas la im aginación y el cora causa ateniense, pero fracasa en el
je que había perdido desde la m ulti últim o instante; sin em bargo cayó en
plicación de la peste, de suerte que en sus m anos el puerto m egarense de
el año 424 la Asamblea desplegará una Nicea. La suerte no acom pañó, por
in cesan te activ id ad d ip lo m á tic a y contra, a los atenienses en eî am bicio
militar. En el plano político sobresa so plan de sorprender a los beocios ela
len las dos em bajadas despachadas a borado por D em óstenes y su colega
Persia, la segunda de las cuales pudo H ipócrates: diversos errores com eti
concertar con el rey D arío II un trata dos por la rapidez con que todo se
do de am istad, negociado por el ate pensó condujeron a que los beocios
niense Epilico, que ponía a salvo los estuvieran sobre aviso y a que H ipó
intereses de la Liga en Asia y frenaba crates, salido desde el Atica con un
las aspiraciones espartanas de contar heterogéneo cuerpo de infantería, no
con la colaboración indirecta del G ran m arche al com pás previsto. El resulta
Rey. Pero tam bién en Sicilia se pactó do fue que Dem óstenes se retiró con
un a salida honrosa que ponía fin a la sus naves por el golfo de C orinto sin
costosa intervención en las lejanas h ab er tom ado Sifas, el puerto de Tes-
aguas ítalosiciliotas. C on motivo de pias, e H ipócrates quedó aislado en
u n arm isticio firm ado en principio Delion, en donde u n ejército beocio
entre las ciudades dorias de G ela y superior, cuya caballería desem peñó
C am arina, al que se sum aron luego un destacado papel, infligió un grave
todos los dem ás estados beligerantes, castigo a la m ilicia de la alianza ate
acudieron a G ela em bajadores de los niense (que dejó m ás de mil cadáveres
griegos de Sicilia para discutir la posi sobre el cam po de batalla). El prim er
bilidad de establecer una paz general, gran com bate terrestre de unidades en
y aleccionados por el siracusano Her- form ación había dem ostrado las defi
m ócrates el arm isticio fue sustituido ciencias atenienses en el dom inio de
La guerra del Peloponeso 37
te sus intereses, y los lacedem onios cias de G recia—, pero su im perio había
com prendieron —tam bién en Tracia sufrido ya una im portante sacudida y
surgen negativas a som eterse a las desde el m om ento en que los aliados
condiciones previstas en la p az— que de Esparta se obstinaban en desarrollar
su autoridad frente a los aliados p ro una política propia, el acuerdo de paz
pios flaqueaba, se concibió una fácil sólo proporcionaba a los atenienses
solución para im poner obediencia a ventajas formales, no positivas. En
los aliados, recuperar a los prisioneros estos m om entos se había dem ostrado
de Esfacteria y paralizar la enem istad que el dom inio ateniense era frágil y
de Argos: proponer a Atenas que la paz que su m antenim iento había elevado
fuera reforzada m ediante la conclu la cifra de pérdidas hum anas m uy por
sión de un a alianza defensiva por cin encim a de lo previsto; desde el punto
cuenta años. Las negociaciones fueron de vista financiero los recursos se halla
rápidas porque para Atenas tam poco ban cerca de su agotam iento (dejando
era cóm odo que los otros m iem bros aparte el fondo especial de mil talen
de la alianza espartana im pidieran la tos) y era preciso recuperar las deudas
ejecución de la paz de Nicias, de forma tributarias de los aliados para sanear
que a com ienzos del verano del 421 los la reserva consum ida en la década
mism os plenipotenciarios que habían de guerra.
ju rad o el tratado de paz ratificaban un
acuerdo de alianza entre Esparta y
Atenas p o r el que am bas se com pro 2. El período de la paz
m etían a prestarse ayuda m utua si de Nicias y la expedición
eran atacados por un tercero, y los ate
nienses aseguraban tam bién su asis
a Sicilia
tencia si en Esparta se producía una En el ánim o de todos los griegos se
revuelta de hilotas. había instalado la im presión, a la vista
Atenas, p or su parte, podía creerse de las razonables dificultades de eje
beneficiada por los térm inos de la paz cución de los térm inos del tratado, de
de N icias —e inm ediatam ente depués que la paz de N icias im puesta por Ate
p or el tratado de alianza, que hacía nas y Esparta no era sino una tregua
inatacables a las dos grandes poten pasajera que no había querido zanjar,
Escena funeraria
(Hacia el 430 a.C.)
M useo Nacional de Atenas
42 Akat Historia d el M undo Antiguo
La Atenea de Varvakion
Copia rom ana de una escultura griega
M useo Nacional de Atenas
46 Akat Historia del M undo Antiguo
dem agogos y la A sam blea crearon un totales eran considerables: 134 trirre
clim a de superstición y persecuciones, mes y dos penteconteras, 130 em bar
y con verdadera ceguera y fanatism o caciones de transporte, y u n a fuerza
contagiaron a todos su espíritu derro terrestre com puesta por 5.100 hoplitas
tista, que se tradujo en una incom y unos 1.300 soldados ligeros (entre
petente dirección política y m ilitar, ellos 480 arqueros y 700 honderos);
Tucídides le dedicó n ada m enos que los jinetes eran solam ente treinta. El
dos de los libros de su Historia, quizá esfuerzo económ ico realizado por las
com o ejem plificación m ás concreta au to rid ad es atenienses para fin a n
de cóm o A tenas fraguó su p ro p io ciar esta operación superaba con cre
fracaso. ces los tres mil talentos, es decir, los
P ara aten d e r a u n a solicitud de fondos obtenidos por el phoros desde la
ayuda de Egesta, con la que A tenas paz de N icias y otros de la reserva pro
m antenía un a alianza, en su lucha pia. Depués de una breve estancia en
contra Selinunte —a la que apoyaba Region, desilusionados porque n in
Siracusa—, sin haber previsto suficien guna ciudad los acogía com o amigos,
tem ente los riesgos de esa aventura los atenienses consiguieron pasar a
(no obstante los inform es favorables Sicilia y establecer u n a base en C ata
que trajo a su regreso de Egesta una nia. Desde allí iniciaron los ataques a
em bajada enviada al efecto) y guiados Siracusa; fue entonces cuando llegó la
por u n a repentina am bición los ate orden de que Alcibides regresara a
nienses votaron que se fletase una Atenas para responder en juicio por
gran arm ada para la conquista de los sacrilegios, pero el A lcm eónida no
Sicilia. C uanto más recordaban Nicias quiso arriesgarse ante el clim a de acu
y los m oderados las presum ibles difi saciones y sospechas que infectaba
cultades que encontrarían en un terri A tenas y huyó prim ero a Argos, luego
torio capaz (en hom bres y recursos) y a Esparta; Atenas habría de lam entar
tan alejado com o Tracia y C alcídica, esta deserción, pues A lcibiades fue, al
que aún esperaban ser reconquista parecer, el que aconsejó a los lacede
dos, m ayor belicosidad sacudía a Alci m onios los futuros planes de invasión
biades y a quienes estaban seguros de del Atica e inclinó adem ás a los pelo
que la victoria sobre la anárquica Sici ponesios a socorrer urgentem ente a
lia abriría la puerta a un nuevo esplen Siracusa.
dor ateniense y al dom inio de G recia Todo el año 41 transcurre sin que los
entera. El m ando de la expedición se sucesivos encuentros arm ados entre
confió, con poderes extraordinarios, a siracusanos y atenienses inclinen defi
Alcibiades, Nicias y Lám aco; el p ri nitivam ente la balanza a favor de uno
mero vio peligrar su puesto cuando, de los contendientes. Si los estrategos
antes d e p a rtirla ilota, quedó envuelto atenienses, después de recibir algunos
en el escándalo de h aber com etido dos refuerzos, lograron ocupar el altiplano
irreverentes sacrilegios: la m utilación de las Epipolas, que dom inaba Sira
de los herm es (pilares de piedra objeto cusa, y co ntrolar el G ran Puerto, los
de la veneración p o p u lar erigidos en siracusanos contratacaron con efica
los lugares públicos) y las parodias cia gracias a la ayuda enviada por
im pías de los m isterios de Eleusis. Esparta a los sitiados. Las tropas pelo-
La A sam blea decidió ap lazar el juicio ponesias traían com o com andante al
de Alcibiades hasta el regreso de la espartano Gilipo, cuyas notables habi
expedición. lidades tácticas le perm itieron desalo
La escuadra salió del Pireo poco ja r a los atenienses de su posición y
antes del inicio del verano del 415 y forzarlos a replegarse al prom ontorio
fue a encontrarse en C orcira con los de Picmirion; desbloqueó de este m odo
refuerzos de los aliados. Los efectivos a Siracusa, m ientras la infantería y la
48 Akat Historia del M undo Antiguo
—Lacedem onia, Corinto, Beocia, Fóci- Cabeza de Hera dei Heraion de Samos
(Hacia el 420 a.C.)
de— aparejaban com o a la escuadra M useo Nacional de Atenas
que, según todos tem ían, llegaría de
Sicilia; con esta nueva fuerza podrían tam bién los persas trab ajan contra
adem ás asegurar el necesario aprovi Atenas: el G ran Rey exigía de nuevo a
sionam iento de grano procedente del los griegos, desde C aria al Helespon-
Q u ersonesoydel M ar Negro, y m ante to, el pago de tributo, y los sátrapas
ner quizá la autoridad entre aquellos encargados de cum plir este m andato,
aliados más inclinados a abandonar. Tisafernes y F arnabazo, consideraron
Para facilitar estas m edidas y todas que el m ejor medio consistía en secun
aquéllas útiles al Estado se creó una d ar la política espartana.
com isión de diez probouloi, form ada D esde la prim avera del 412 se rom
con buleutas o ciudadanos mayores pen las hostilidades. Los atenienses
de cuarenta años, que prácticam ente p aran en principio los envíos navales
sustituía al C onsejo ateniense, la Bou desde el Peloponeso a Asia M enor,
lé, en sus funciones, especialm ente a pero no consiguen evitar que A lcibia
los pritanos (parte perm anente del des llegue con cinco barcos a Quíos: es
Consejo). Esparta a su vez desencade el inicio de la defección de Jonia.
na p o r m edio del rey Agis una intensa Sucesivam ente, Quíos, Eritras, Clazo-
ofensiva diplomática destinada a atraer mene, Teos, Ténedo, Efeso y Mileto se
se, garantizándoles protección, a las revuelven contra Atenas. Es la G uerra
ciudades griegas deseosas de escapar Jónica, cuyos detalles conocem os mal
de la alianza ateniense; los eubeos, porque aquí acaba la H istoria de Tucí
Lesbos, Quíos, Eritras y otros jonios dides. M ientras la diplom acia espar
tratan con los lacedem onios. Pero tana concluye en m enos de un año tres
50 Akal Historia del M undo Antiguo
H acia el mes de octubre L isandro ron, a veces a duras penas, perm ane
aparece frente al Pireo, m ientras los cer fuera del conflicto. Asom bra, en
reyes Agis y P ausanias cercan desde prim er térm ino, la m agnitud de las
tierra a los atenienses. Ante la efectivi im plicaciones económ icas; todos los
dad de este bloqueo la rendición por recursos propios de los beligerantes
ham bre era sólo cuestión de tiem po; resultarán muy dañados tanto por lo
así lo entendieron tam bién los ate que se exige de ellos cuanto porque
nienses, que pretendieron negociar su son atacados, com o objetivo m ilitar,
suerte prim ero con Agis y luego con p or el adversario: cam pos y plantacio
L isandro, pero am bos les rem itieron a nes del Atica, del Peloponeso, de la
las autoridades espartanas. G recia C entral y de Jonia quedan
A Esparta pues hubo de en cam in ar m altrechos y la población em pobreci
se una em bajada presidida por Tera- da; debido a las pérdidas hum anas se
m enes y dotada con plenos poderes, la resentirá el cultivo de num erosos terri
cual trató de obtener ante el consejo torios. El endeudam iento de algunos
de la Liga del Peloponeso las mejores estados por la ayuda exterior recibida
condiciones para su patria. E sparta se —sobre todo de Persia— representará
opuso a la destrucción total de Atenas, u n a grave hipoteca política en el futu
com o algunos de sus aliados postula ro, com o sucedió por ejem plo al tener
ban, pero reguló estrictam ente la futu que ab a n d o n ar Jonia y sus m ercados;
ra situación ateniense: destrucción de pero sim ultáneam ente se ha condicio
las m urallas del Pireo y de los Largos nado ya para siem pre la organización
M uros, regreso de los desterrados, m ilitar griega, que dependerá m enos
entrega de todas las naves, salvo doce, de los ciudadanos que de los ejércitos
y evacuación de todas las posesiones a sueldo reclutados en cada caso. La
exteriores de Atenas, incluidas las cle- desaparición de la Liga m arítim a con
ruquías; m ilitarm ente se obligó a Ate duce adem ás a que fenóm enos com o
nas a depender de la liga peloponesia el de la piratería, que se abrigaba en
y a contribuir con fuerzas a sus expe los dom inios persas, renazcan vigoro
diciones. En abril del 404, aceptadas sam en te con sus p esad as secuelas
estas condiciones por la A sam blea, (dificultades de aprovisionam iento,
L isandro y los espartanos entraron en encarecim iento de precios). Son algu
el Pireo para ejecutar las cláusulas de nos de los problem as que ensom bre
la capitulación. Dos meses m ás tarde cieron a los griegos en el siglo IV.
se rindió Samos y term inaron las hos Pero los cam bios resultan tam bién
tilidades abiertas veintisiete años antes. apreciables en otros órdenes. Tal como
reflejan las obras de Eurípides y Aris
tófanes, o los escritos de la Sofística,
Consideración final contem poráneos de los años de la
El rem ate m aterial de la G uerra del G uerra, el conflicto ha desencadena
Peloponeso es la elim inación del im pe do un proceso político y m oral que
rio m arítim o ateniense y la sujeción liquidará las m ejores conquistas del
política del Estado ateniense, p o r cor espíritu griego en el ám bito de la liber
to tiem po, a los dictados de Esparta. tad, de la autonom ía y de la justicia. A
Pero el declinar de A tenas arrastró la im posición de la doctrina del más
consigo la ru in a p a u la tin a de sus fuerte contrib u y en eficazm ente las
adversarios y sum ió en profundos m uchas ocasiones en que se ejercen la
trastornos al resto de los griegos. La feroz crueldad y la im piedad, contra
G uerra del Peloponeso alcanzó glo rias a las convenciones de la razón, en
balm ente el rango de u n a guerra civil que sobre la equidad prevalecen inte
en tre los griegos, cuyos efectos se reses injustificados. El recrudecim ien
extendieron incluso a quienes pudie to de las luchas sociales e ideoló-
La guerra del Peloponeso 53
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berg, 1956. 411 v. C h r.», Z P E 36, 1979. pp. 279-302.
Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di
A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.