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HISTORIA

^MVNDO
A ntïgvo 21
Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­

HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­


tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y

■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con


un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo

A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, L a guerra 44. C. González Román, La R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos.
Sumer y A kkad. la prim era m itad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones p o ­
2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27. D. Plácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Im perio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. Montero, L a religión rom a­
3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua.
4. J . Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas, Augusto.
Im perio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J . Mangas, F. J. Lomas, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-C laudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J . Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J . Lomas, Los Flavios.
Im perio N uevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, L a dinastía de los
7. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar donia. Antoninos.
y otros m ovimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, A lejandro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fin es d el I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Im pe­
8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Rom ano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I : El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. I I : Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Interm edio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ 54. J . M. Blázquez, Agricultura y
ta. lenística. m inería rom anas durante el
12. F. Presedo, J . M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ Alto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. I I I : Grecia y 55. J . M. Blázquez, Artesanado y
13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im ­
35. A. Piñero, L a civilizadón h e­ perio.
GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­
mo durante el Alto Im peño.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 58. G. Bravo, Diocleciano y las re­
15. A. Lozano, L a E dad Oscura.
16. J . C. Bermejo, El mito griego etrusco. form as administrativas del Im ­
y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, L a Roma perio.
primitiva. 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
17. A. Lozano, L a colonización
38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ cesores. L a conversión d el Im ­
griega.
na, E l dualismo patricio-ple­
18. J. J . Sayas, Las ciudades de J o - perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39. S. Montero, J . Martínez-Pin-
do arcaico. na, L a conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, L a época de los Va­
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a fo rm a ­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón
ción de la dem ocracia atenien­ 41. F. Marco, L a expansión de del Im perio Rom ano de Orien­
se , I. El estado aristocrático. Rom a p or el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a fo rm a ­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim -
ción de la dem ocracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J . F. Rodríguez Neila, Los 64. G. Bravo, Revueltas internas y
22. D. Plácido, Cultura y religión Gracos y el com ienzo de las penetraciones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio.
23. M. Picazo, Griegos y persas en 43. M.a L. Sánchez León, Revuel­ 65. A. Giménez de Garnica, L a
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Im perio Ro­
24. D. Plácido, L a Pente conte da. República. mano de O cddente.
eS m ·
HISTORIA
^MVNDO
Αιτπανο

rV inI vrl Inl fλ\


Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

«No está permitida la


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este libro, ni su tratamiento
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© Ediciones Akal, S.A., 1989


Los Berrocales del Jarama
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ISBN: 84-7600-274-2 (Obra completa)
ISBN: 84-7600-373-0 (Tomo X£l)
Irfipreso en GREFOL, S.A.
Pol. II - La Fuensanta
Móstoles (Madrid)
Printed in Spain
LA FORMACION DE LA
DEMOCRACIA ATENIENSE, II.
DE SOLON A CLISTENES

Raquel López Melero


Indice

Págs.

In troducción................................................................................................................ 7

I. La obra de Solón .................................................................................................. 10


La personalidad de Solón ................................................................................ 11
C ronología ............................................................................................................ 12
Fuentes ................................................................................................................... 13
La stasis .................................................................................................................. 14
Las clases solonianas ........................................................................................ 15
Elección de los arcontes ................................................................................... 18
La Ekklesia ............................................................................................................ 19
El Areópago ......................................................................................................... 20
El Consejo de los C uatrocientos .................................................................... 20
Introducción de la m oneda ............................................................................. 21
R egulación de las exportaciones .................................................................... 23
Otras disposiciones ............................................................................................ 24
A bolición del hectem orado ............................................................................. 25
La cuestión de las deudas ................................................................................ 29

ÏI. La tiranía de Pisistrato ..................................................................................... 31


El cam ino de Pisistrato al p o d e r .................................................................... 31
El poder de Pisistrato ....................................................................................... 37
Posible am pliación de la Ekklesia ................................................................. 38
M edidas económ icas ......................................................................................... 38
Los jueces de d e m o ............................................................................................ 39
Gestión interna .................................................................................................... 41
Política e x te rio r.................................................................................................... 42
El fin de la tir a n ía .............................................................................................. 43

III. Las reformas de C lísten es............................................................................... 45


Iságoras y Clístenes ........................................................................................... 45
Las reform as de Clístenes en la Tradición ................................................. 46
La Boulé ................................................................................................................. 46
E structuración de los dem os ........................................................................... 48
Sobre el censo de ciudadanos ........................................................................ 50
La reform a tribal ................................................................................................ 50

B ibliografía.................................................................................................................. 54
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 7

Introducción

«Lo que no es capaz de definir la ley no lo artesanos y asalariados, etc...); pero donde
puede esclarecer el criterio de un hombre. los ricos y notables superen en calidad lo
Es la ley la que muestra a los gobernantes lo que les falta en número, allí habrá una oli­
que conviene, para que decidan y adminis­ garquía, y, del mismo modo, una forma de
tren lo restante con el sentido más equita­ oligarquía correspondiente, en cada caso,
tivo; y, además, les concede la posibilidad al tipo de preponderancia de la masa oli­
de rectificar cuando la experiencia acon­ gárquica.
seja un camino mejor que el establecido.
(Aristóteles, Política 1296 b.14)
Así, pues, el que exige que gobierne la ley,
es como si exigiera que gobiernen la divini­ El s. VI a.C. constituye una etapa sig­
dad y la razón solas. En cambio, el que nificativa en la form ación de la D em o­
exige que gobierne un hombre, introduce la
cracia ateniense, que se articula en
irracionalidad, porque irracionalidad es el
propio deseo; la fuerza de la individualidad tres hitos: la obra de Solón, la tiranía
distorsiona a los gobernantes, incluso a los de Pisistrato y las reform as de Clíste-
hombres mejores: inteligencia sin iniciativa, nes. La época anterior a Solón había
eso es la ley.» sido la de la configuración del estado.
(Aristóteles, Política 1287 a.23-32) El sinecism o del Atica había propor­
cionado un soporte territorial unitario
«Hay un principio común a todos los regí­ a u n a población que ya hablaba un
menes políticos: la parte de la polis que
m ism o dialecto y tenía una cierta afi­
desee una determinada constitución tiene
que ser más poderosa que la que no la
nidad; y se había desarrollado tam ­
desee. Toda polis tiene una componente bién el m odelo constitucional defini­
cualitativa y otra cuantitativa. Por cualitativa tivo, com puesto p o r un Consejo, unas
entiendo el nacimiento libre, la riqueza, la m agistraturas y una Asam blea.
educación y el linaje, y, por cuantitativa, En esa etapa, el góbierno era aristo­
la preponderancia de la masa. Puede ocurrir crático, y cabe suponer que tuviera
que la componente cualitativa corresponda inicialm ente una estabilidad, confor­
a una parte de la polis, y la cuantitativa, a me al planteam iento que hace Aris­
otra, es decir que los no nobles sean más
tóteles en las líneas que preceden. Los
numerosos que los nobles, o los pobres lo
sean más que los ricos, pero no hasta el
no ricos ni instruidos ni nobles eran
punto de compensar con el número lo que con m ucho los m ás pero los otros,
les falta en calidad. Así hay que combinar aunque pocos, tenían u n a reconocida
los dos factores para juzgar. excelencia p o r su linaje, por su rique­
Así, pues, donde la masa de los pobres
za, p o r su capacidad para la guerra y
prevalece en el sentido antedicho, allí surge por su m onopolio de las ciencias divi­
por naturaleza la democracia, y una forma nas. Sin em bargo, esa estabilidad tuvo
de democracia adecuada al elemento que que ser efímera. El estado ateniense
se imponga por su número (agricultores, unificado había nacido cuando ya el
8 Aka! Historia del M undo Antiguo

m odelo sociocultural sobre el que des­ tam iento en la vida pública. La etapa
cansaba el gobierno aristocrático había que se abre con el siglo dejará conclui­
iniciado un proceso de transform a­ das dos tareas. La prim era, la lim ita­
ción en el seno de la com unidad helé­ ción de los poderes personales deriva­
nica, concretam ente en el área del da de la fijación por escrito y pública
Egeo. El com ercio hacía ricos que no exposición de las leyes. Es la obra de
eran nobles y se llam ab an al poder. Se Solón, un ciudadano elegido com o
había introducido el concepto de ju s­ árbitro y legislador por su reconocido
ticia en la religión, y la justicia divina prestigio. La otra, m ás larga y labo­
exigía un derecho objetivo. La cab a­ riosa, por m ás inconcreta y conflic­
llería, m onopolio de los ricos, estaba tiva, es la incorporación de la com u­
dejando de ser el factor determ inante nidad de ciudadanos al poder político,
de la guerra, y la m asa de hoplitas que tiene lugar en forma gradual a lo
organizados en form ación com pacta largo de todo el siglo y conlleva una
podía hacerle frente eficazm ente. La serie de innovaciones en el conjunto
pobreza, la dependencia personal y la de las leyes. En prim er lugar, con
postergación política ya no eran acep­ Solón, se produce una am pliación pro­
tadas com o antes, porque había em pe­ porcionada de los privilegios estable­
zado a cam biar el orden de las cosas. cidos para el desem peño de las m agis­
E n las últim as décadas del s. VII la traturas, y u n a sustitución del linaje
com unidad ateniense había em pe­ por la riqueza en la titularidad de los
zado a reaccionar ante estos estím u­ derechos políticos. Luego, con la T ira ­
los, y a com ienzos del VI vivía ya un nía, la m asa adquiere protagonism o y
clim a de stasis, de inquietud y enfren­ conciencia de poder, en consonancia
con la postergación de la aristocracia.
Cerámica ática de figuras negras
Finalmente, Clístenes debilita los víncu­
(580-570 a.C.) los de dependencia social en el ejerci­
Museo Nacional de Atenas cio del poder político y crea un nuevo
La form ación de la dem ocracia ateniense, il. 9
C onsejo abierto a todos los ciudada­
nos, que eclipsa al Areópago, la pieza
clave del estado aristocrático. C on las
reform as de C lístenes el demos queda
definitivam ente incorporado al poder
político. El paso siguiente será lograr
el m onopolio de ese poder, y las cir­
cunstancias históricas de la prim era
m itad del s. V acelerarán el proceso.
E n la trayectoria seguida en el s. VI
la sociedad ateniense se m antiene fiel
a sus constantes históricas. La com u­
nidad de ciudadanos no coincide con
la co m unidad natural: los esclavos,
los descendientes de extranjeros y las
m ujeres son tres sectores de la com u­
nidad natu ral m arginados por princi­
pio de la vida pública y som etidos a un
tratam iento diferencial por el con­
ju n to de las leyes. Las obligaciones
m ilitares y la titularidad patrim onial
corresponden en exclusiva a los ciu­
dadanos. Las instituciones no se susti­
tuyen, porque form an parte del patri­
m onio indestructible de la com unidad:
la evolución institucional se produce
p or creación de piezas nuevas y por
transferencia de funciones. En fin, la
tradición es el único título de legitim i­
dad, de m odo que las innovaciones
p erpetúan m odelos antiguos con con­
tenidos diferentes.
A este com portam iento subyace una
Estatuilla de bronce de un
concepción de la realidad que tendrá flautista, hallada en Sanios
su expresión en la filosofía. Las cosas (Segunda mitad del siglo VI a.C.)
son com o son por naturaleza y lo h an Museo Nacional de Atenas
sido siem pre; y el devenir histórico es
u n a reinterpretación sucesiva de una dual, y cualquier ciudadano puede
realidad eterna y perm anente. Esta p articipar en la gestión pública, p o r­
infraestructura m ental encierra la cla­ que lo m ejor que se espera de él es que
ve de la dem ocracia griega. La inicia­ aplique la ley.
tiva individual atenta contra el orden La dem ocracia griega alcanzó su
natural de la com unidad. N o debe desarrollo gracias a esta concepción,
g obernar el hom bre, debe gobernar la por cuanto que el rechazo de los pode­
ley, que es la form a de la com unidad, y res personales perm itió a los ciu d ad a­
sólo la com unidad puede cam biar su nos acceder a unas cotas de libertad
propia forma, porque ése es el único pública y de participación política
cam bio natural. El papel político del verdaderam ente excepcionales. Pero
individuo es el de encamar la ley, en la en el s. V y sobre todo en el IV se m ani­
parcela que le sea asignada. La atom i­ festarían las consecuencias negativas
zación y la rotación del poder es una del m onopolio del poder político por
garantía contra la iniciativa indivi­ la A sam blea de ciudadanos.
10 AkaI Historia del M undo Antiguo

I. La obra de Solón

Al pueblo di tanto honor como le basta y que, siendo antes esclava, ahora es libre.
sin quitar ni añadir nada a su estimación Y a muchos a Atenas, a su patria fundada
social. por los dioses,
Y los que eran poderosos y notables por los traje de nuevo cuando habían sido
sus riquezas, vendidos, injustamente unos,
también de ésos me preocupé para que con justicia los otros; y a los que por la
no se les atropellara. fuerza
Me mantuve en pie interponiendo mi fuerte de la necesidad se habían exiliado y la
escudo entre unos y otros, lengua ática
y no permití que ninguno de ellos venciera ya no recordaban, de tanto vagar muchos
injustamente. sitios;
y a los que aquí mismo una esclavitud
Es así como el pueblo puede seguir mejor
indigna
a sus jefes,
soportaban, siempre temerosos ante sus
ni demasiado suelto ni demasiado forzado.
dueños,
Porque la saciedad engendra desmesura,
los hice libres. Esas cosas, con autoridad
cuando uña gran fortuna acompaña
y armonizando la fuerza con la justicia,
a los hombres que no tienen suficiente
las realicé y fui actuando como había
inteligencia.
prometido.
Los que vinieron a hacer rapiña esperaban Leyes, lo mismo para el de abajo que para
mucho, el de arriba,
y creía que cada uno que iba a encontrar aplicando a cada uno recta justicia,
una gran fortuna, escribí. Otro que hubiera tenido, como yo,
y que yo, que los halagaba suavemente, el aguijón,
iba a mostrar un espíritu duro. un hombre malintencionado y codicioso,
Vanas ideas tenían entonces, y ahora, no habría sujetado al pueblo. Y, si hubiera
irritados contra mí estado dispuesto a hacer,
me miran todos de mala manera como lo que complacía entonces a los contrarios,
a un enemigo. y, a su vez, lo que para éstos tramaban
los otros,
Yo, de las cosas para las que reuní
de muchos hombres sería hoy viuda la
al pueblo ¿ante cuál me he detenido antes
ciudad.
de cumplirla?
Por esto, haciéndome fuerte por todas
Podría testimoniarlo en el juicio del Tiempo
partes,
la gran madre de los Dioses’Olímpicos,
me revolví como un lobo entre muchos
la excelente, la Tierra negra, a la que yo
perros.
antaño
arranqué los mojones en muchas partes (Solón, fragmentos varios, citados en la
clavados, Athenaion Politeia, 12)
La form ación de la dem ocracia ateniense. Ii. 11

La personalidad de Solón de Platón. El héroe, el que se eleva por


encim a de la m ediocridad, debe ser
Sobre la vida de Solón, el gran legisla­ alguien que tenga la m ente lo suficien­
d or ateniense, sabían, o creían saber tem ente clara com o para saber cuál es
m uchas cosas los Antiguos. Plutarco la m edida de sus actos en la arm onía
{Solón, 1) dice que se le consideraba del Kosmos, presidida por la justicia
com únm ente com o perteneciente a divina; si se deja llevar po el deseo de
u n a fam ilia que pretendía descender riquezas y p o r su propia ufanía, incu­
del rey Codro; Aristóteles {Athen. Pol. rrirá en hybris («desm esura») y fraca­
5.3) lo incluye tam bién entre los nobles, sará, atrayendo sobre sí a ate, el castigo
a trib u y é n d o le am b o s u n a fo rtu n a divino. Es la tradición m oral presente
m ediana, lo que, trasladado a la E po­ en la Odisea y en Hesíodo, pero impreg­
ca Arcaica, puede significar que no se nada por el racionalism o de la filoso­
contaba entre los nobles ricos. Era, fía jonia. El héroe político, el verda­
pues, un eupátrida, que, por razones dero aristócrata, es para Solón, en
económ icas, o p o r afán de saber, a palabras de M.A. Levi, «la posibilidad
decir de Plutarco, se había dedicado y la esperanza ofrecida al hom bre de
desde su juventud al com ercio m arí­ poder actuar al m odo divino en bene­
timo. Aparece com o el m ás ilustre de ficio del prójim o y del m undo».
los Siete Sabios de G recia y escribió El profundo convencim iento de la
num erosos poem as líricos, de los que propia excelencia y la no m enos pro­
se han conservado la fam osa Elegía a funda convicción de que las leyes deben
las Musas y u n a serie de fragm entos ser im puestas p o r los m ejores dio fuer­
que son de gran ayuda para com pren­ zas a Solón para «revolverse com o un
der su p ersonalidad y su obra política. lobo en m edio de u n a m an ad a de
G. Ferrara, fundándose en el an áli­ perros». A ju z g a r p o r sus propias
sis de su poesía, ha defendido la tesis, palabras, nuestro legislador parece
m uy verosímil, de que era un verda­ h aber encarnado la utopía platónica
dero aristócrata que quería llegar a del Demiurgo.
la transform ación de los ideales de la Su singular prestigio motivó el que
nobleza en ideales de clase de gobier­ «fuera elegido de com ún acuerdo árbi­
no. Su actividad política y legislativa, tro y arconte» y «se le encom endara la
que lo llevó a un a situación de enfren­ constitución» en una circunstancia en
tam iento a los unos y a los otros, según que «el pueblo se hab ía enfrentado a
el m ism o dice, tendría una raíz más los N otables y la lucha abierta entre
p ro fu n d a que el p u ro p rag m atism o unos y otros —stasis— duraba ya mucho
de resolver la stasis, el conflicto p o lí­ tiem po» {Athen. Polit. 5.1-2). Después
tico. Era u n aristó crata, p o rq u e c o n ­ de haber elaborado sus leyes y en un
sid erab a que el p u eb lo tenía que es­ m om ento de discordia, en que quizá
t a r su je to p o r lo s m e jo r e s , p e ro se le acusara de tiranía, se expatrió
n eg ab a que el m érito guerrero, la voluntariam ente, y se dice que pasó
agonística y la riqueza fueran el fu n ­ diez años de viaje, visitando Egipto,
d am en to de la arete («excelencia»). C hipre y algún otro lugar —la famosa
La clave de la areté está p ara Solón entrevista con Creso en Lidia fue recha­
en un nous artios, una «inteligencia zada ya p or los Antiguos con argu­
apropiada», capaz de llevar a buen m entos cronológicos—, para regresar
térm ino las tareas em prendidas, «con finalm ente a su patria y tener que
ese respeto de la justicia, que es con­ soportar en la im potencia la ascen­
dición del favor divino», según p u n ­ sión política de Pisistrato. P erm ane­
tualiza Ferrara. ció, sin em bargo, su obra com o una
Solón prefigura la teología política valiosa aportación al desarrollo de la
de Esquilo y el pensam iento político dem ocracia ateniense.
12 AkaI Historia del M undo Antiguo

Anfora ática de figuras rojas


(Hacia el 620 a.C.)
M useo Nacional de A tenas

Cronología día la tesis, basada en argum entos


m uy convincentes, de que Solón ela­
Solón aparece com o arconte epónim o boró y estableció sus leyes después de
del año 594 a.C., y, p artiendo de la sin­ su arcontado, entre los años 580-570
cronización aristotélica de su labor a.C., y habiendo sido nom brado dia-
legislativa con su arcontado, se suele llaktés («árbitro») y archon (arconte
adscribir a la m ism a esa fecha. U n thesmothetes), según indica Aristóteles,
solo año parece, con todo, un tiem po con poderes especiales y tiem po de
m uy restringido para llevar a cabo tan m andato ilim itado.
enjundiosa tarea, y, p or otra parte, los Según esta interpretación, los hechos
poderes de arconte no eran apropia­ com prendidos entre el arcontado epó-
dos al respecto. H ignett defendió en su nim o de Solón y el año 580 a.C., que la
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 13
Athenaion Politeia (13.1-2) atribuye a
la etapa postsoloniana, habrían sido
anteriores a la legislación de Solón.
Tal y com o presenta Aristóteles la cues­
tión, al arcontado soloniano habrían
seguido cuatro años de norm alidad;
un año sin arconte; otros cuatro años
de norm alidad; otro año sin arconte;
dos años y dos meses de arcontado
irregular a nom bre de un tal D am a-
sias, que h ubo de ser expulsado por la
fuerza; y, finalm ente, un año en el que
ejercieron el m andato conjuntam ente
diez arcontes, elegidos a razón de cin­
co eupátridas, tres «cam pesinos» y
dos artesanos. Todas estas irregulari­
dades in crescendo reflejan una situa­
ción de enfrentam iento político, que
podrían justificar m uy bien la deci­
sión de n o m b rar un árbitro con atri­
buciones legislativas.

Fuentes
Antes de p asar a la consideración
detallada de la obra de Solón, hay que
hacer constar que la ab undante evi­
dencia con que contam os sobre la
m ism a plantea en conjunto un p ro ­
blem a sustancial de autenticidad. E.
R uschenbusch llam ó sobre él la aten­
ción al constatar que en los setenta
y cinco discursos áticos conservados
anteriores al 356 a.C. sólo se cita cu a­
tro veces a Solón, m ientras que en los
sesenta y cuatro posteriores a esa fecha
las citas son treinta y dos. Y, lo que es
m ás significativo, que los discursos
anteriores al 356 presentan a Solón
com o autor de leyes específicas, m ien­
tras que los que son posteriores a ese
año lo citan com o un m odelo dem o­
crático a seguir por los Atenienses. N o
es posible explicar satisfactoriam ente
estos hechos, pero, cuando menos,
invitan a sospechar que a m ediados
del s. IV a.C. la figura política de Solón
se m agnificó y se hizo ju g ar en la con­
fro n tació n ideológica característica
del m om ento, lo que puede h ab er
repercutido desfavorablem ente en la
transm isión de su verdadera obra y, Detalles del ánfora anterior
14 A kal Historia del M undo Antiguo

p or ende, en la autenticidad de las el conocim iento de ésa y otras épocas


noticias sobre la m ism a contenidas en de la historia ateniense. Y se ha hecho
la biografía que escribiera Plutarco. asim ismo un notable esfuerzo por libe­
La Athenaion Politeia se encuadra en la rarse de los presupuestos políticos,
nueva corriente, y R uschenbusch ha económ icos y sociales de tipo general,
señalado la posible influencia de los que tanto obstaculizan nuestro acce­
cinco libros aristotélicos, hoy perdi­ so, ya de por sí difícil, a las etapas his­
das; de comentario a los áxones de Solón, tóricas remotas.
sobre el conocim iento posterior del Hoy sabem os algo sobre la d in á­
legislador. Esta influencia habría sido m ica de los grupos familiares atenien­
tanto m ayor, cuanto que cabe sospe­ ses en la etapa de la form ación de la
ch ar que el .texto grabado en los áxo­ dem ocracia; lo suficiente, al menos,
nes resultaba ya ilegible en esa época. para captar un com plejo juego de rela­
La evidencia sobre la obra de Solón ciones entre sus dirigentes, que no se
no es, p o r tanto, enteram ente fide­ explica sino en térm inos de control
digna, de m odo que num erosas cues­ social sobre los elem entos dependien­
tiones sobre la autenticidad de la m is­ tes. Esa dependencia no parece que
ma vienen a sum arse a los problem as haya llegado a desaparecer nunca por
que plantea de suyo su interpretación. com pleto, pero las reform as de Clíste­
nes, precedidas de la experiencia sin­
gular de la T iranía y seguidas por el
La stasis desarrollo de la D em ocracia Radical,
No hay duda de que la intervención de perm iten suponer que en la Epoca
Solón fue m otivada por un intenso C lásica el demos tenía ya el verdadero
clim a de stasis, es decir de enfrenta­ carácter de una com unidad política.
m iento político y social en el seno de Ello fue, sin em bargo, el resultado de
la com unidad. Lo que resulta m ás un proceso, que en el tiem po de Solón
difícil de discernir es la identidad de era apenas incipiente. El m otor de la
los elem entos enfrentados, los facto­ stasis parece haber sido en ese m om en­
res no h um anos que determ inaron el to la propia élite política, cuya rivali­
enrarecim iento de la vida pública y, dad y disensión determ inaba el m ovi­
en definitiva, la dinám ica interna de m iento, m ás o m enos acom pasado, de
la crisis. D ebido en parte a las etique­ los bloques dependientes. El episodio
tas utilizadas p o r la Athenaion Politeia de C ilón no había tenido consecuen­
en sus alusiones a la obra de Solón cias políticas inm ediatas, pero las tuvo,
y en parte tam bién a la influencia de y m uy im portantes, no m ucho des­
procesos históricos m odernos de ap a­ pués. La m atanza de los partidarios de
riencia sim ilar, ha cristalizado m oder­ C ilón y la descalificación política que
nam ente una tendencia a identificar recayó sin duda sobre todo el grupo
esa stasis com o una lucha de clases, y fam iliar debió de ponerlo en una situa­
la coyuntura histórica en que se ubica, ción de oposición respecto de los
com o u n m om ento de aguda crisis dem ás aristócratas. Y lo m ism o cabe
económ ica en el sentido m ás negativo. decir de los A lcm eónidas, que fueron
Sin em bargo, en las últim as décadas expulsados del territorio una genera­
se ha abordado de un m odo m ás p ro ­ ción después com o responsables del
fundo la diagnosis del proceso. N um e­ delito de im piedad com etido contra
rosos estudios analíticos de parcelas los am otinados. U nos y otros tenían
m uy concretas, d o n d e los detalles que recuperar de algún m odo sus a n ­
m enudos contenidos en las fuentes, tiguas posiciones y deben de haberlo
que escapan a los grandes trabajos de intentado presionando sobre el resto
síntesis, cobran señalada im p o rtan ­ de la aristocracia a través de los gru­
cia, han servido p ara pro fu n d izar en pos inferiores. El protagonism o de los
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 15
A lcm eónidas en m om entos cruciales der, com o a Solón, que se hacían nece­
de la historia política ateniense es. en sarios unos cam bios y unas m edidas
cualquier caso, un hecho significati­ para aliviar la tensión y encauzar la
vo, que dem uestra el poder real de esa stasis. U na clave muy im portante, en
familia, acrecentado m ás que dism i­ fin, para la correcta interpretación de
nuido, a lo que parece, por sus sucesi­ esta coyuntura histórica es el papel
vos destierros. de la A sam blea de ciudadanos, pero
Está claro tam bién que a la sazón nuestra falta de inform ación sobre la
existía un núm ero considerable de entidad política de la Ekklesia en toda
agricultores inm ersos de un modo u la Epoca A rcaica constituye, en este
otro en una situación opresiva. D eter­ sentido, un hándicap muy difícil de
m inadas m edidas puntuales, que indu­ superar. Las m enciones del demos en
dablem ente red u n d arían en perjuicio los poem as de Solón, que constituyen
de los elem entos privilegiados, podían la única fuente contem poránea y fide­
aliviar esa situación sin constituir en digna, son de suyo am biguas: perm i­
sí m ismos cam bios drásticos; era una ten deducir que tuvo un papel en el
causa de la que cualquier elem ento proceso, pero no revelan la forma de
influyente podía erigirse en paladín. su participación en el mismo, y espe­
Pero sin duda h ubo otro sector con­ cialm ente, en la sanción de legitimi­
flictivo, que puede explicar algunas de dad que lograron las leyes y disposi­
las reform as abordadas. La cerám ica ciones de Solón.
de Figuras Negras, que había com en­ C om o veremos más adelante, la abo­
zado a exportarse a finales del s. VII lición de las deudas y la rehabilitación
a.C., fue increm entando su produc­ de los agricultores dependientes pare­
ción a lo largo del VI, puesto que se cen las m edidas destinadas a favore­
encuentra por todo el M editerráneo y cer puntualm ente a la capa social más
el M ar Negro. Si en verdad situam os oprim ida, en tanto que lo que podría­
la actividad de Solón entre el 580 y el mos llam ar reform as constitucionales
570 a.C., ello significa que la stasis que y las leyes concretas constituyen más
la m otivara coincidía con un m om en­ bien un paso de la aristocracia, en el
to boyante y todavía de crecim iento de sentido m ás tradicional del térm ino, a
la producción artesanal básica, que una oligarquía de base económica.
eran por entonces las m anufacturas
cerám icas. Y se h ab ía producido, por
otra parte, un consonante increm ento Las clases solonianas
del comercio. Hay razones para sos­ «Distinguió cuatro clases tributarias, con­
p ech ar que el sector artesano-com er­ forme se dividían antes: los Pentakosiomé-
cial, todavía muy m inoritario respecto dimnoi (‘los de quinientos medimnos’), los
del agrícola, estaba prom ovido y con­ Hippéis (‘Caballeros’), los Zeugitai (‘los de
trolado por m iem bros de la aristocra­ un par’) y los Thetes. Todas las magistratu­
cia, cuyos intereses no eran, en este ras las atribuyó para su desempeño a los
sentido, coincidentes con los del con­ Pentakosiomédimnoi, a los Hippéis y a los
Zeugitai (...); a los Thetes sólo les concedió
junto de la misma. A su vez, tales activi­
que tomaran parte en la Ekklesia y en los tri­
dades debían de implicar a un colectivo bunales. Pagaba el tributo de los Pentako­
de elem entos sociales varios, distintos siomédimnoi el que sacase de la tierra
de los agrícolas, que sin duda presio­ propia quinientos medimnos entre áridos y
n ab a n sobre el sistem a, apadrinados líquidos; el de los Hippéis, los que sacasen
por sus líderes aristocráticos. trescientos, o, según dicen algunos, los que
Es de suponer tam bién que algunos podían mantener un caballo (...); el de los
elementos influyentes tuvieran, al m ar­ Zeugitai, los que sacasen doscientos; y los
gen ya de sus propios intereses, cierta demás, el de los Thetes.»
clarividencia que les hiciera com pren­ (Aristóteles, Athenaion Poletiteia, 7.3-4)
16 AkaI Historia del Mundo Antiguo

La division de los ciudadanos en cua­ la época de Solón los factores indus­


tro clases en orden al disfrute de los trial y com ercial tenían una cierta
derechos políticos fue atribuida a Solón relevancia en el conjunto de los patri­
por los Atidógrafos y aparece refle­ m onios m ás elevados, es decir que la
jad a tam bién en Plutarco. N o hay riqueza no provenía exclusivam ente
razones p ara cuestionar tal atribu­ de la explotación de la tierra. Podría
ción. La verdadera dificultad consiste ocurrir que esos beneficios se sum a­
en interpretar el carácter de la rees­ ran a unas rentas de suyo elevadas,
tructuración y su finalidad. Y esa difi­ pero la tradición que presenta al pro­
cultad no es pequeña, porque los úni­ pio Solón (Plutarco, Solón, 2) com o un
cos datos que se pueden considerar eupátrida pobre y enriquecido con el
con seguridad com o auténticos son com ercio, sugiere que haya existido
los nom bres de las clases —Pentako- un tipo social de esa naturaleza. En tal
siomédimnoi, Hippéis, Zeugitai y Thetes— caso, las clases fondiarias h ab ría n
y su adecuación a los derechos polí­ dejado m arginados de los privilegios
ticos en térm inos generales. políticos a elem entos aristocráticos y
Para em pezar, su definición com o ricos de la sociedad, de suerte que la
clases tributarias resulta anacrónica, reform a no parece tener m ucho sen­
ya que todo parece in dicar que antes tido, a m enos que adm itam os que las
de la T iran ía no existían im puestos riquezas obtenidas en la industria y el
directos; deben ser consideradas, por com ercio se reinvertían en la com pra
tanto, com o clases patrim oniales. de tierra. Sin em bargo, es dudoso que
La determ inación del patrim onio en esa época la tierra se vendiera h ab i­
p or m edidas de productos agrícolas, tualm ente, dado que no existían posi­
tal y com o se establece en la Athenaion bilidades en general para utilizar el
Politeia, plantea problem as. Tom ada producto de la venta com o fuente de
al pie de la letra im plica que la propie­ recursos, y hay, adem ás, otros argu­
dad fondiaria era el único elem ento m entos que m antienen abierta la cues­
definidor de los derechos políticos y, a tión de si la tierra era o no alienable en
su vez, que todos los ciudadanos que la A tenas de com ienzos de la Epoca
carecían de ese tipo de propiedad que­ Arcaica, a pesar de que el testim onio
d ab an asim ilados a la condición de del poeta H esíodo en relación con la
thetes. Así lo en tien d en , en efecto, vecina Beocia aboga p o r la respuesta
algunos historiadores m odernos. positiva.
Las posibilidades de llegar a una Estas dificultades que plantea, en
estim ación real de las rentas señala­ principio, la consideración de las cla­
das, con objeto de establecer el grado ses solonianas com o fondiarias, lleva­
de privilegio im plicado en estas cla­ ron a A. Boeckh y C.F. L ehm cnn-
ses, son bastante lim itadas, porque H aupt a defender la hipótesis de que
dependen de variables que no esta­ pudieran h aber correspondido a cu a­
mos en condiciones de controlar. En lesquiera patrim onios. D ado que se
principio, si esa escala es correcta, y, atribuye al propio Solón la fijación de
com o parece obvio, los Zeugitai eran u n a equivalencia entre la m oneda y el
los que p odían costearse el arm a­ m edim no su p u siero n estos autores
m ento de hoplitas, la diferencia entre que habría servido para hom ologar
la renta de éstos y la de los Hippéis y las rentas procedentes de la industria
Pentakosiomédimnoi no es dem asiado y el com ercio a las de la tierra. La
acusada, lo que podría significar una definición de las clases en unidades
am pliación considerable de la clase agrarias se explicaría por su adecua­
políticam ente privilegiada con res­ ción a los patrim onios m ás num ero­
pecto a la situación anterior. A hora sos y p o r la recientísim a introducción
bien, hay razones para pensar que en de la m oneda, siendo así que el me-
dirnno debía de funcionar hab itu al­
m ente com o instrum ento de pago en
especie y tener en ese caso un valor de
cam bio sim ilar al de la m oneda.
Esta tesis tiene la debilidad particu­
lar de no contar con testim onios direc­
tos, pero no deja de ser razonable, y
sólo se puede arrinconar aportando
una explicación convincente a la otra
alternativa. Entre sus oponentes se ha
sugerido que Solón deseaba estim ular
a los ricos a adquirir tierra para que
tuvieran un m ayor interés en defender
el nuevo orden establecido, pero no
parece ésta una explicación suficiente,
y, por otra parte, descuida el hecho de
que la avidez por la com pra de tierra
no podía ser un factor que coadyuvara
a la resolución de los conflictos p lan ­
teados, en la m edida en que propi­
ciaba la desvinculación de una parte
de la p o b lació n de las fuentes de
riqueza. Si Solón no pudo llevar a
cabo una distribución de tierras entre
los Thetes, al m enos debe de haberse
resistido a ad o p tar alternativas de
innovación que contribuyeran a agra­
var el problem a.
U na salida posible, pero que en
definitiva deja la cuestión abierta, es
la de considerar que el núm ero de los
potenciales beneficiarios de unas cla­
ses patrim oniales hom ologadas era
m uy reducido, y que Solón no necesi­
taba de ellos para sacar adelante las
reformas.
Pero hay una cuestión m ás pro­
funda que enturbia el esquem a de la
adecuación de los derechos políticos a
la propiedad de la tierra. El propio
H ignett, que tan decididam ente se
adhiriera a esta tesis, apunta la posibi­
lidad de que la fijación de las clases
llegara a ser utilizada para determ inar
las obligaciones m ilitares de cada uno
de los ciudadanos, de m odo que los de
las dos prim eras tuvieran que servir
obligatoriam ente en la caballería, los
Zeugitai en la infantería y los Thetes en
Estela funeraria de Arístion
Representa un hoplita
la ilota, com o remeros. De hecho, los
(Hacia el 510 a.C.) nom bres de las tres últim as clases son
M useo Nacional de Atenas antiguos y parecen corresponder a
18 Aka! Historia d el M undo Antiguo

una clasificación tradicional de la cer el orden de las m agistraturas y


sociedad en función de su diferente decir a seguido que se designaban en
prestación m ilitar; y esta continuidad proporción al censo. Com o en la m is­
puede ser la causa de que Aristóteles m a obra (8.1) se indica que los tesore­
afirm e que la división de Solón se ros h ab ían de ser elegidos entre los
correspondía con la anterior {Athen. Pentakosiomédimnoi, parece lógico con­
Polit. 7.3). cluir que arcontes y tesoreros pertene­
A hora bien, la determ inación de cían necesariam ente a la prim era clase.
unos m ínim os de renta para pertene­ Sin em bargo, se ha podido dem os­
cer a esas clases resultaría superflua si trar que las disposiciones de Solón
la finalidad de la reform a hubiera so b re la e lec ció n de los a rc o n te s
sido tan sólo la de satisfacer una perm anecieron sin cam bios hasta el
dem an d a de prom oción política. Si 457 a.C., en que se abrió a los Zeugitai
los Hippéis eran los de trescientos el acceso a esa m agistratura, lo que
m edim nos, y los Zeugitai, los de dos­ im plica que en la vieja ley eran elegi­
cientos, h ab ría bastado con los nom ­ bles tam bién los Hippéis. La conclu­
bres antiguos para definir estas dos sión obvia es que la diferencia entre
clases. Parece claro que la reform a las dos prim eras clases era m uy poco
tenía el objetivo de increm entar el relevante. Con trescientos m edim nos
p o tencial m ilitar ateniense a u m en ­ de renta patrim onial se podía ser arcon-
tando el núm ero real de jinetes y de te, es decir acceder al cargo político de
hoplitas p o r el procedim iento de obli­ m ayor prestigio y poder y al que p ro ­
gar a esa prestación desde unas rentas porcionaba la entrada en el Areópago.
quizá co m p arativ am en te bajas. Es Los tamiai, que eran los encargados de
posible que las necesidades m ilitares adm inistrar el tesoro de Atenea, no
hayan sido el móvil principal de la tenían una im portancia política com ­
reestructuración y el factor que p ro p i­ parable, desde luego, pero su m isma
ció el reajuste de los privilegios políti­ función debió de hacer aconsejable
cos. Esta consideración refuerza de que co n taran con un respaldo patri­
suyo la posibilidad de que hayan sido m onial relativam ente im portante; de
incluidos en las distintas prestaciones, ahí la obligatoriedad de que los can d i­
y p o r lo tanto en las distintas clases, datos tuvieran al m enos quinientos
los que no eran propietarios de tierra, m edim nos de renta anual. Esta expli­
de m odo que, aun cuando la cuestión cación es quizá m ás verosím il que la
no se puede d ar p o r zanjada, parece que considera que se quiso restringir
m ás verosím il la interpretación de las esa función, que estaba rodeada de
clases solonianas com o clases abier­ u n a g ran d ig n id ad religiosa, a un
tas a todo tipo de patrim onios. núm ero m ás selecto de personas. En
cualquier caso, desde el punto de vista
de los privilegios políticos, las dos p ri­
Elección de los arcontes m eras clases serían una y la m ism a, la
La distinción entre la clase de los Pen- de los Hippéis.
takosiomédimnoi y la de los Hippéis La Athenaion Politeia (8.1) atribuye a
plantea un problem a particular. Dem e­ Solón la introducción del procedi­
trio Falereo (P lu tarco, Aristides, 1) m iento de la klérosis ek prokriton —el
creía que el arcontado, la m agistratura sorteo entre cuarenta candidatos ele­
m ás im portante, estaba reservada a gidos por las tribus a razón de diez por
los m iem bros de la prim era clase y la cada u n a de ellas— para la selección
m ism a conclusión se puede sacar de de las m agistraturas principales, pero
la Athenaion Politeia (7.3), en que se ya dem ostró H ignett que este pasaje
m enciona en prim er lugar a los arco n ­ contiene u n a inform ación anacrónica
tes y después a los tesoreros, al estable­ y distorsionada, inclinándose por una
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 19
co n tin u id ad respecto del procedi­ de propietarios de tierra y con los con­
m iento anterior. Sin em bargo, aunque tingentes arm ados, pero las diversas
el rechazo de la klérosis ek prokriton circunstancias que inciden en el desa­
com o innovación de Solón es prácti­ rrollo de las ciudades pueden y deben
cam ente unánim e, algunos historia­ en cada caso alterar ese modelo. Por
dores han sostenido que detrás de la consiguiente, lo que hay que saber
noticia equivocada de la Athenaion aquí es h asta qué p u n to el factor
Politeia p u ed e h a b e r un fondo de genealógico, que es el verdadero trans­
au ten ticid ad , en el sentido de que m isor de la ciudadanía a efectos de
Solón hubiera sustituido el procedi­ derecho privado, pierde su relevancia
m iento de la elección por el del sorteo. en el ám bito político cuando even­
M.A. Lcvi ha llam ado la atención sobre tualm ente se disocia de la titularidad
el uso arcaico del sorteo com o recurso fondiaria y/o de la capacidad de cos­
a la intervención de las fuerzas divi­ tearse un equipo m ilitar de infantería.
nas en los procedim ientos hum anos y Si las clases solonianas se estable­
señala que Solón pudo haberlo intro­ cieron en razón de las respectivas ren­
ducido en la elección de los m agistra­ tas agrarias, es decir son clases de
dos para excluir el predom inio de propietarios fondiarios, entonces pare­
unas determ inadas fam ilias capaces ce lógico suponer que la tenencia de
de controlar a los votantes. Es sólo tierra fuera la condición para el dis­
una hipótesis, aunque verosímil. frute de los derechos políticos, m ien­
tras que, si constituían clases abiertas
a todo tipo de patrim onios, el factor
La EkkJesia restrictivo debía de ser el militar. Los
Dice Aristóteles en su Política ( 1274a. 15) historiadores m odernos dividen sus
que Solón «parece haber dado al demos opiniones entre las dos alternativas.
la capacidad de elegir a los m agistra­ En cualquiera de las dos, y especial­
dos», pero según se ha dicho, es pro­ m ente en la segunda, que parece la
bable que la Ekklesia los eligiera ya más adecuada, resulta muy difícil creer
desde antes. De todos m odos, la fun­ que los Thetes hayan recibido de Solón
ción política de la Ekklesia y su com ­ el derecho a participar en la A sam ­
posición, a raíz de la legislación de blea, y sí es fácil en cam bio, pensar
Solón, es otro punto oscuro. La inclu­ que la noticia aristotélica responde a
sión en ella de los Thetes, que se docu­ esa tendencia del s. IV a.C. a atribuirle
m enta en la Athenaion Politeia (7.3), todas las m edidas dem ocráticas. Es de
donde se les atribuye tam bién el for­ suponer que la extensión de los privi­
m ar parte de los tribunales, ha sido legios políticos haya sido gradual y
cu estio n ad a desde d istintos puntos consonante con la capacidad de pre­
de vista. H ignelt sostiene que Solón sión de los dem andantes. En la Atenas
apenas introdujo cam bios en la com ­ de Solón estaba todavía pendiente la
posición y en los poderes de la E kkle­ prom oción de los Zeugitai y, aun así,
sia, lo que tam poco resuelve el p ro ­ se llevó a cabo de form a lim itada,
blem a, puesto que no sabem os si con puesto que sólo podían acceder a las
anterioridad pertenecían a ella todos m agistraturas m enores. Es im pensa­
los que p o d ían ac u d ir a la guerra ble que en ese m om ento se hubiera
o todos los que te n ía n u n a tierra otorgado a los Thetes u n a condición
propia. sem ejante a la de los Zeugitai, adm i­
E n pura teoría y de acuerdo con el tiéndolos en la Ekklesia. Com o señala
m odelo ideal de las ciudades griegas, M.A. Levi, no se com prende que se
que se aplica a la fundación de las haya perm itido decidir sobre la guerra
colonias, la com unidad de ciudada­ a quienes no intervenían en ella, o
nos debería coincidir con el conjunto sobre la fijación de tributos y contri­
20 Aka! Historia del M undo Antiguo

buciones a quienes no los pagaban. com o indica la Athenaion Politeia, sino


En cuanto a la participación en los ya con anterioridad. Estas dos últim as
tribunales de justicia —dikasteria— , funciones justifican de suyo el carác­
que atribuye tam bién a los Thetes la ter de «guardián de las leyes» que atri­
Athenaion Politeia, se piensa en general buyen al Areópago los autores antiguos.
que esos tribunales se crearon des­
pués, au n q u e tal vez bajo el nom bre
de Eliaia ejerciera ya la Ekklesia, co­ El Consejo
mo m ás adelante, funciones ju d icia­
les. Es una cuestión incierta, en todo de los Cuatrocientos
caso. La m oderna historiografía presenta
una actitud bastante unánim e a la
hora de rechazar la creación del C on­
El Areópago sejo de los C uatrocientos, que \a Athe­
No estam os m ejor inform ados sobre naion Politeia atribuye a Solón. U na
la suerte corrida p o r el Areópago en vez m ás existe discrepancia entre esta
las Leyes de Solón. La Athenaion Poli­ obra, donde la m ención de tal consejo
teia invita a suponer que sus atribucio­ es, por lo dem ás, escueta, y la Política,
nes fueron en general conservadas, y que lo ignora p o r com pleto. Se ha
m odernam ente se suele considerar así. sugerido que, al igual que el C onsejo
La fijación p o r escrito de esas atri­ de C uatrocientos un m iem bros atri­
buciones p udo ser la única lim ita­ buido po r la Athenaion Politeia a Dra-
ción aportada por la legislación so- cón, el de Solón fue una invención
loniana. de la p ro p a g a n d a o lig á rq u ic a del
H abría conservado, pues, su ju ris­ s. IV a.C., que quería buscar un fun­
dicción sobre los casos de hom icidio d am en to en la patrios politeia —la
intencional, bajo la presidencia del constitución ancestral— para su pro­
arconte basiléus. P robablem ente ju z ­ pio Consejo. La falsificación habría
gaba tam bién los delitos de im piedad, prosperado tanto m ás cuanto que los
que en el s. V pasaro n a los dikasteria, radicales la hicieron suya, porque les
siem pre presididos p or el basiléus: ello servía, a su vez, com o precedente tra­
se puede deducir del hecho de que el dicional del C onsejo de los Q uinien­
Areópago siguió ju zg an d o los casos tos creado por Clístenes.
de destrucción de olivos sagrados. Plutarco tam bién alude a la crea­
C onservaba tam bién posiblem ente la ción del C onsejo de los C uatrocientos
jurisdicción sobre las cuestiones patri­ p or Solón, atribuyéndole la función
m oniales de los tem plos oficiales, que de p rep arar las cuestiones a decidir
en el s. V pasan al C onsejo de los Q ui­ por la Ekklesia, que es la que corres­
nientos, la Boulé. O tra transferencia ponde después al de Clístenes. N in ­
llevada a cabo posiblem ente por Efial- gún autor dice cóm o eran elegidos sus
tes del Areópago a la Boulé fue la ca p a­ m iem bros, o cuál era la duración de
cidad de decidir sobre las acusaciones los m ism os en el cargo. N o existe, por
ejercidas p o r ciu d ad a n o s privados otra parte, evidencia alguna sobre un
contra las conductas supuestam ente consejo que no fuera el Areópago antes
ilegales de los m agistrados: el A reó­ de Clístenes, y esta falta de eco en las
pago tenía, al parecer, la m isión de fuentes sobre la que habría sido la
p rocurar que los arcontes hicieran el innovación más im portante de la legis­
juram ento de obedecer las leyes (Athen. lación pública soloniana, invita, en
Polit. 7.1). E n fin, ese m ism o consejo definitiva a sospechar que la noticia
entendía sobre los delitos de conspira­ de la creación p o r Solón del C onse­
ción contra las instituciones del esta­ jo de los C uatrocientos es, de suyo,
do y probablem ente no desde Solón, espúrea.
·.·.»· r ■

"l -Ί

'i·'
1

Representación de un hoplita
en una carrera
Introducción de la moneda
(Hacia 510 a.C.)
Las fuentes antiguas atribuyen a Solón
M useo Nacional de Atenas
un conjunto de leyes relacionadas con
la actividad com ercial y destinadas
aparentem ente a favorecer su desarro­
llo. La más im portante es la relativa a
la m oneda.
La Athenaion Politeia (10.1-2) ads­
cribe a Solón el h ab e r «aum entado las
m edidas, los pesos y las m onedas»,
indicando que los nuevos patrones
eran m ayores que los llam ados Fido-
22 Akal Historia del M undo Antiguo

nios, utilizados en Egina; y el atidó- neo O ccidental, respaldados por la


grafo A ndrotión tam bién m enciona el posición ventajosa de C orinto en las
increm ento de las m edidas y la legisla­ transacciones comerciales. Así, la adop­
ción de Solón sobre las m onedas. ción por parte de Solón del patrón
C.M. K raay ha dem ostrado que las euboico se puede interpretar com o un
prim eras m onedas áticas deben fechar­ intento de facilitar el com ercio ate­
se en el 570 a.C., en contra de la tesis n iense con la esfera de acción de
tradicional que postulaba la existen­ Corinto.
cia anterior a Solón de una acuñación E xisten ciertas dificultades para
ática sobre el patrón de Egina. Par­ com prender las afirm aciones de la
tiendo de la cronología m oderna­ Athenaion Politeia (10.2) sobre el aum en­
m ente establecida p ara las Leyes de to de los pesos y las m edidas, deriva­
Solón, parece, p or tanto, posible pen­ das, sobre todo, del doble uso de los
sar que fuera él quien introdujo en térm inos mina y talento com o u n id a­
Atenas la m oneda. La creencia de los des de peso y com o unidades m oneta­
Antiguos de que los Atenienses h a­ rias. Se nos dice que la m ina anterior
bían tenido m onedas antes de Solón tenía setenta d racm as, y la nueva,
debe interpretarse, pues, en el sen­ cien; y que el nuevo talento estaba
tido de que m a n e ja b a n las a c u ñ a ­ integrado por sesenta y tres m inas,
ciones de E gina, au n q u e no, es de frente a las sesenta del anterior. Se
suponer, en las transacciones inter­ considera, p o r tanto, que, m ientras las
nas sino solam ente en el com ercio unidades de peso m antenían su peso
exterior. real, las u n id ad es m onetarias, que
No m ucho después del 700 a.C. se ah o ra eran la m ina y el didracma
había producido en Asia M enor el (2 dracm as), tenían un valor superior
desarrollo de la m oneda, sobre la base al de su peso real. En el caso de la
del electrum, la aleación de oro y plata m ina, la relación entre la unidad de
que existía en form a natural en aque­ peso y la m onetaria sería de 21:20, es
lla zona. Enseguida, otras ciudades decir que el estado se favorecía en un
del Egeo siguieron el ejem plo de Lidia, 5 por 100, calculado posiblem ente para
M ileto y Efeso, y ac u ñ aro n sus pro­ cubrir los gastos de acuñación. French
pias m onedas, algunas ya de plata. la considera com o u n a m oneda en
Entre el 670 y el 660 Fidón, el tirano de cierto m odo fiduciaria.
Argos, habría creado, según la trad i­ Por lo que respecta a la reform a en
ción, un patrón oficial de m onedas, la relación entre la m ina y la dracm a,
pesos y m edidas, que estuvo en vigor es tan acusada (42,8%), que no se pue­
en el Peloponeso —excepto O lim pia— de interpretar en los m ismos térm inos
durante m ás de dos siglos; las ac u ñ a­ que la otra, y tam poco cabe p ensar en
ciones se hicieron en la isla de Egina, un envilecim iento de la m oneda, ya
el centro de intercam bio de productos. que su calidad perm aneció inalterada.
Las fam osas «tortugas» eginetas fue­ A quí se ha visto sim plem ente un ajus­
ron las prim eras m onedas utilizadas te respecto de las m onedas del patrón
p or los Atenienses. euboico, que lleva consigo, tal y com o
E n la segunda m itad del s. VII a.C. indica Aristóteles, un aum ento en el
Samos y C orinto crearon un nuevo peso y valor de la m oneda de curso,
sistema, con un a m oneda de plata que puesto que la vieja dracm a era la sep­
constituía un puente entre los p atro ­ tuagésim a parte de la m ina y el nuevo
nes m inorasiático y egineta. Los state­ didracm a era la quincuagésim a.
res de este sistema, conocido como Plutarco {Solón, 23) atribuye a Solón
euboico, se abrieron cam ino p o r el el h ab e r establecido unas equivalen­
Egeo y la G recia C o n tinental y dom i­ cias fijas entre la nueva m oneda y el
naro n el com ercio con el M editerrá­ m edim no, la oveja y el buey, de m odo
La form ación de la dem ocracia ateniense, il. 23
que una dracm a valía lo que un m edim ­ tiva, dado que no era necesario im por­
no de grano o u n a oveja, en tanto que tar la plata y, según decíam os antes, el
u n buey valía cinco dracm as. M ás estado parece h ab er cubierto con el
que como una m edida destinada al con­ rebaje de peso los gastos de acuña­
trol de los precios, que quizá no tenga ción. Lo que no se puede establecer,
sentido en ese contexto, hay que con­ porque nos faltan datos, es si Atenas
siderar tal disposición com o una fija­ se beneficiaba o no, y hasta qué punto,
ción del valor de la m oneda en su en el comercio exterior por tener m one­
circulación interna p o r referencia a da propia; para d ar una respuesta
los valores de cam bio entonces h ab i­ habría que saber cuál era la fluctua­
tuales —el m edim no de grano, la ove­ ción de los precios de los productos
ja y el buey. Esa fijación era necesaria que servían com o pago en especie, la
p ara que la m oneda pudiera circular incidencia real de la ley de la oferta y
en coexistencia con los dem ás valores la dem anda en sus circuitos com ercia­
de cam bio, al igual que ocurre m oder­ les, el uso de las m onedas extranjeras
nam ente en los ám bitos com erciales y, en fin, u n a serie de factores básicos
donde se utilizan patrones m oneta­ que se nos escapan. En el orden inter­
les diversos. Pero, al m ism o tiem ­ no tam poco están las cosas claras. Es
po, perm itía establecer la adecuación probable que la am onedación benefi­
entre un p atrim onio fondiario y uno ciara a todos los que no obtenían sus
que no lo fuera, lo que pudo servir rentas de la tierra, pero el que eso haya
al efecto de la in te g ra c ió n en las ocurrido o no a corto plazo, y en qué
clases políticas, según se dijo m ás grado, depende tam bién de factores
arriba. que no podem os evaluar, com o son el
N o resulta fácil d eterm inarlos m oti­ ritm o de las em isiones, su incidencia
vos y las consecuencias inm ediatas de en los precios, la im p o rtan cia del
la introducción de la m oneda en Ate­ com ercio interior, etc...
nas, com o en cualquier otro lugar. La cuestión de la introducción de la
M odernam ente hay una tendencia a m oneda en A tenas se resiste, por ta n ­
m inim izar el factor económ ico en las to, a la interpretación m inuciosa. Lo
iniciativas de am onedación de las ciu­ único que se puede asegurar es que
dades griegas y a d a r un m ayor valor a con esa iniciativa el estado ateniense
los factores político, ético e incluso tom aba el cam ino de la H istoria y que
religioso. Se ha llegado a pensar que las consecuencias económ icas fueron
las prim eras acuñaciones tuvieron en positivas, porque, aunque fuera debi­
general uñ a finalidad m eram ente pro­ do al concurso de otros varios facto­
pagandística respecto del estado que res, lo cierto es que la econom ía ate­
acuñaba, y que, en cualquier caso, niense acabó por incorporar el modelo
lejos de reportar u n beneficio econó­ de m ercado, alcan zan d o así su m ayor
mico, resultaban m uy gravosas. Todas auge, y el uso de la m oneda era un ele­
estas interpretaciones tienen su tanto m ento necesario en esa trayectoria,
de razón, de m odo que es com plicado más si cabe en el ám bito interno que
el tratar de explicar cada caso desde la en el exterior.
valoración conjunta de estas perspec­
tivas diversas.
En el caso de Atenas, el valor p ro p a­ Regulación de
gandístico de la em isión de Solón no
puede ser sim ilar al de las acuñacio­
las exportaciones
nes de los tiranos en general, que Otra disposición económ ica muy im ­
correspondería m ás bien con la etapa portante que se atribuye a Solón es la
de Pisistrato. Y tam poco debe de haber relacionada con las exportaciones de
tenido una incidencia económica nega­ productos agrícolas. Según Plutarco
24 A ka l Historia del M undo Antiguo

(Solón, 24), sólo se autorizó la del acei­ p o dían llevar tam bién otros produc­
te, prohibiéndose rigurosam ente todas tos e introducirlos en form a subsidia­
las dem ás bajo m ulta de cien dracm as, ria en unos m ercados que el aceite
es decir la m itad de la renta m ínim a m antenía abiertos; a su vez, podían
anual total de un zeugites. Al m ism o regresar cargados de grano, coope­
tiem po, se h a b ría p ro h ib id o a los rando así al abastecim iento del Atica.
arm adores atenienses que en los via­ Las m edidas de Solón fueron en
jes de regreso hicieran transportes de este aspecto adecuadas y con prospec­
cereales a cu alquier otro sitio que no ción de futuro, al m argen de cuáles
fuese el Atica (Licurgo, Leocr. 7; De- hayan sido los intereses particulares
móst., Form. 37). que servían. En lo sucesivo, la produc­
A tenas era ya deficitaria en la pro­ ción de aceite se fue increm entando y
ducción de grano, puesto que, adem ás siguió constituyendo durante siglos la
de p ro h ib ir su exportación, se estable­ base del com ercio ateniense exterior.
cía indirectam ente la obligación de
im portarlo; hay que suponer que tales
m edidas estaban destinadas a hacer
Otras disposiciones
bajar su precio, posiblem ente ya some­ A dem ás de las leyes políticas y de
tido a las especulaciones derivadas de las de carácter com ercial, la tradición
su escasez. La nueva situación apenas atribuye a Solón u n a serie de m edidas
sí afectaría negativam ente a los peque­ destinadas no tanto a m ejorar la situa­
ños propietarios, cuyo pequeño exce­ ción económ ica de los tipos sociales
dente lo utilizaban posiblem ente para más em pobrecidos, com o podría pare­
pagar en especie los productos que cer a prim era vista, cuanto a rehabili­
necesitaran, y, en cam bio, favorecía tar en su condición de ciudadanos a
en gran m edida a quienes tenían que aquellas personas que habiéndolo sido
ad q u irir el grano para la subsistencia, o creyendo que debían serlo, se encon­
es decir a la población de la ciudad. traban o estaban abocados a caer en
Los terratenientes perdieron sin duda u n a situación de dependencia perso­
beneficios, pero quizá se veían com ­ nal, de esclavitud o de exilio. Este y no
pensados por la falta de lim itaciones otro parece el denom inador com ún de
en la exportación del aceite, que tam ­ la abolición del hectem orado, de la
bién procedía de sus haciendas; au n ­ seisachtheia (cancelación de deudas),
que los rendim ientos fueran a largo con su m edida com plem entaria de
plazo, no hay duda de que esta legisla­ p ro h ib ició n de los préstam os bajo
ción estim uló la p lan tación de olivos, garantía de la propia persona, y, final­
dado que la dem an d a en el m ercado mente, de la repatriación de atenien­
exterior parece h ab er estado asegu­ ses vendidos com o esclavos, o huidos
rada. De esa form a A tenas aum enta­ para evitar la esclavitud.
ría su capacidad de exportación, lo C asi todas estas disposiciones p la n ­
que contribuía a m an tener un equili­ tean graves problem as aún no resuel­
brio con respecto a unas im portacio­ tos, debido a una falta de evidencia
nes de grano siem pre crecientes. suficiente sobre ellos y sobre el con­
El aceite ático tenía ya por entonces texto en que se inscriben. La única
un tradicional m ercado exterior, de ventaja en este caso es que Solón los
m odo que su exportación debió de evoca, aunque sea de u n m odo muy
considerarse com o la clave del desa­ escueto, en sus poem as, lo que nos
rrollo com ercial ateniense; adem ás sirve para interpretar con m ayor gra­
m antenía una industria cerám ica dedi­ do de certidum bre las fuentes princi­
cada a producir los envases, así com o pales al respecto, que son, com o en
una industria cosm ética derivada. Los otros casos, la Athenaion Politeia y la
barcos que salían cargados de aceite Vida de Solón debida a Plutarco.
La form ación de la dem ocracia ateniense. II.

Abolición del
hectemorado
La prim era de estas situaciones consi­
deradas com o vejatorias correspondía
a un tipo de agricultores denom ina­
dos hektémoroi. Solón se refiere a ellos
cuando dice h aber convertido en libre
u na tierra que era esclava, arran cán ­
dole los m ojones que tenía clavados
p or todas partes; y cuando alude a
quienes soportaban en Atenas una
esclavitud in d ig n a y los ha hecho
libres. A su vez, la Athenaion Politeia
(2.2), glosando la A tenas anterior a
Solón afirm a:

«Los pobres, sus mujeres y sus hijos eran


esclavos de los ricos y se les llamaba pela-
tai y hektémoroi, porque por ese alquiler
—místhosis— trabajaban los campos de
los ricos. Toda la tierra era de pocos, y, si no
pagaban los alquileres, se volvían embar­
gabas —agógim oi— ellos y sus hijos. Y
los préstamos se hacían a todo el mundo
bajo garantía de los cuerpos, hasta el tiem­
po de Solón.»

La situación general descrita por


Aristóteles tal vez resulte exagerada
en térm inos cuantitativos, porque es
difícil de creer que no hubiera agri­
cultores no ricos y, sin em bargo, inde­
pendientes; pero cualitativam ente re­
Estatua de bronce de Apolo,
sulta fidedigna. La figura del hekté- hallada en el Píreo
moros, que, según parece no es ni el (Hacia el 500 a.C.)
dueño de la tierra ni un esclavo del M useo Nacional de Atenas
dueño ni un trab a jad o r asalariado,
queda fuera del esquem a social de las El em pleo de la p a la b ra douloi
com unidades helénicas m ás desarro­ («esclavos») en el texto aristotélico
lladas, y de hecho no se vuelve a do­ con referencia a los hektémoroi no
cum entar en Atenas después de So­ puede ser de carácter técnico, prim ero,
lón. Por exclusión, y p or su condición porque Solón no abolió la esclavitud
de explotador de la tierra, que debe y, sin em bargo, sí el hectem orado;
entregar un a parte del producto obte­ segundo, porque cuando Aristóteles
nido, se debe poner en relación con dice que el hektémoros que no pagaba
otras figuras existentes en las áreas lo debido se volvía «em bargable», está
helénicas de im plantación doria y eo­ im plicando que la esclavitud era un
lia —los ilotas de Esparta, los clarotai estadio p o tencialm ente sucesivo al
cretenses, los katonakophoroi de Si- hectem orado y, p o r tanto, diferente de
ción, los gymnetes de Argos, los penes- él (el agógimos es alguien que puede
tes de Tesalia, etc... legalm ente ser asum ido o vendido
26 A kal Historia del M undo Antiguo

com o esclavo); y, en fin, porque Solón, da, com o tam bién sobre si la condi­
que era contem poráneo de los hechos, ción del hektémoros era reciente o
llam a esclava a la tierra de los Hekté ancestral; y, finalm ente, la asociación
moroi, pero no a ellos mismos. Ahora que se produce en Aristóteles entre el
bien, el uso de tal térm ino implica, hectemorado y las deudas, que no resul­
tanto en Solón com o en Aristóteles, ta clara, constituyen otras tantas dificul­
que los hektémoroi, no siendo esclavos, tades a la hora de abordar la cuestión.
vivían defacto una situación sim ilar a En función de esas variables se ha ofre­
la esclavitud, es decir una total depen­ cido una pluralidad de interpretaciones.
dencia personal. Entre ellas se cuenta la de tipo feu­
El em pleo de místhosis («alquiler») dal, defendida por M.A. Levi. U na
tam poco tiene p o r qué ser técnico y m in o ría privilegiada y consagrada
puede obedecer al olvido del vocablo exclusivam ente a sus obligaciones
específico de u n a situación obsoleta y m ilitares y sus funciones directivas,
a la falta de un conocim iento exacto h abría recibido originariam ente del
de tal situación; de hecho, en el Léxico rey para su propio m antenim iento la
de Pólux aparece un a alusión a los totalidad de las tierras no reales ni
hektémoroi de Solón, denom inándose adscritas a los tem plos, ju n to con el
morté («participación») la parte de la contingente de m ano de obra tributa­
cosecha a entregar, lo que sí resulta ria necesaria para el cultivo. Según
apropiado. En cuanto a pelatai («los este p la n te a m ie n to , toda la tierra
de al lado» o «sirvientes»), es una h ab ría estado, en efecto, com o dice
p alabra de uso muy restringido en Aristóteles, en m anos de unos pocos, y
griego, que traduce a esta lengua el tér­ los cultivadores estarían a la merced
m ino latino clientes, pero que no nos de sus señores, que exigirían de ellos
perm ite interpretar la situación de los todo tipo de servicios y podrían, inclu­
hektémoroi, au n q u e tam poco resulta so, si lo deseaban, venderlos com o es­
incongruente con la im agen de los clavos. El desconocim iento de esta si­
m ismos esbozada por la Athenaion tuación, enterrada ya en la Historia, ha­
Politeia. bría llevado posteriormente a explicarla
Este últim o es el único térm ino por recurso al problem a de las deudas.
genuino, pero nos dice muy poco e Levi explica el hectem orado com o
incluso lo que dice resulta lingüística­ una previvencia de la Epoca Micéni-
m ente equívoco. Plutarco —y posible­ ca, considerando que lo era tam bién
m ente tam bién Aristóteles, aunque su la situación de los ilotas de Esparta.
expresión es am bigua— lo entendía Sin em bargo, existen serias dificul­
en el sentido de que los hektémoroi tades para adm itir esta interpretación,
pagaban una sexta parte del producto que, por lo dem ás, está tan ayuna de
obtenido; los autores m odernos se evidencia com o cualquier otra. En
inclinan en general por este sentido, p rim er lugar, estam os muy lejos de
aunque algunos, considerando que el conocer con certeza el régimen fon-
canon a entregar es muy reducido, diario del M undo M icénico, que ab u n ­
prefieren el tam bién posible de que la da en cuestiones abiertas, entre ellas la
sexta parte era lo que retenían para sí, de la posible relación entre el servicio
debiendo entregar el resto. personal y la tenencia o subtenencia
N uestra incertidum bre sobre si la de la tierra. Adem ás, el panoram a
tierra se vendía o no en la Atenas general de la disolución de los reinos
arcaica; nuestra falta de docum enta­ m icénicos que hoy se nos ofrece no
ción sobre si los hektémoroi cultivaban perm ite presuponer hechos de conti­
u na hacienda originariam ente suya, o nuidad en las instituciones, a m enos
bien una parte del dom inio de un que existan indicios fehacientes al res­
terrateniente que les h abía sido cedi­ pecto, lo que no es el caso. En tercer
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 27
lugar, no existe en el ám bito griego Esta interpretación del hektém oros
conocido ninguna sociedad docu­ com o un deudor no puede encontrar
m entada que pueda considerarse como un apoyo en la Athaneion Politeia
feudal, y no lo es, desde luego, la de la —Aristóteles asocia la condición del
E sparta histórica. hektémoros a la del deudor, pero enten­
La explicación m ás difundida entre diendo, a lo que parece, esa deuda
los h isto riad o re s m odernos, desde com o el im pago de la renta y no com o
W oodhouse hasta French, es, en líneas el origen de la situación— y, desde
generales, la siguiente. El aum ento de luego, no se docum enta ni en el pasaje
población experim entado por el Atica de Plutarco relativo a los hektémoroi
a lo largo de la E dad Oscura, que no se (Solón, 13) ni en la obra de Solón
resolvió, com o en otros lugares de conservada.
Grecia, a través de la em igración colo­ Por otra parte, el hectem orado resul­
nial, h ab ría conducido desde com ien­ ta difícil de entender com o forma de
zos de la Epoca A rcaica a un em po­ pago de una deuda. Un sistema de
brecim iento progresivo de la tierra, al p réstam o cuya am o rtizació n fuera
ser ésta som etida a un cultivo irracio­ para todos los deudores la entrega de
nal. Bien porque la tierra fuera ju ríd i­ la sexta parte de sus respectivas rentas
cam ente inalienable, debido a su con- an u ales parece absurdo. La única
ceptualización com o propiedad del interpretación razonable en esta línea
oikos, es decir de la fam ilia en un sen­ sería quizá considerar que el prés­
tido atem poral; o b ien porque la venta tam o era sistem áticam ente la canti­
de la m ism a no se llevara a cabo en la dad necesaria para la siem bra, pero
práctica, por falta de posibilidades entonces, el prestam ista era quien asu­
reales para u tilizar su producto como mía los riesgos de u n a m ala cosecha,
fuente de recursos, o en virtud de una puesto que recibía una parte propor­
especie de tabú social, habría ocurrido cional a ío obtenido; eso es poco vero­
que el pequeño propietario que en un símil, en principio, y, de todas formas,
momento determinado llegaba a encon­ se trataría de una institución tan pecu­
trarse sin el gran o suficiente para liar que no puede ser asum ida como
reem prender la siem bra y para ali­ hipótesis sin u n a evidencia más sus­
m entar a su fam ilia hasta la siguiente tancial. En sum a, el cam ino de consi­
cosecha, se h ab ría visto obligado a derar al hektémoros com o u n deudor
p edir prestado este producto a quien no conduce a una explicación acepta­
lo tuviera en excedente, asum iendo ble del hectem orado, m ientras que su
u na condición de deudor, en virtud de interpretación com o un tipo de siervo
la cual tendría que ofrecerse a sí m is­ agrícola cuenta al m enos con una
m o en servicio y pagar un sexto de su serie de paralelos en el ámbito helénico.
cosecha hasta saldar la deuda y los U na tercera aproxim ación al p ro ­
intereses. U nos m ojones — horoi— blem a planteada m ás recientem ente
clavados en su propiedad servirían parte, pues, del supuesto, defendido
com o señal y registro de las obligacio­ por Forrest, de que el origen del hecte­
nes ad q u irid as. C om o qu iera que m orado no era el endeudam iento. Ello
ahora el deudor necesitaba obtener de ha m ovido a pensar que se trate de
su hacienda todavía m ás rendim ien­ una institución ancestral, com para­
tos, resultaría muy difícil para él libe­ ble, com o se dijo m ás arriba, a las de
rarse de la carga, y, si llegaba a faltar a los siervos de las áreas doria y eolia.
su pago, entonces el acreedor podía Desde este punto de partida, se han
disponer de su persona o de la de un ofrecido interpretaciones diversas en
m iem bro de su fam ilia para llevárselo sus detalles, pero bastante hom ologa-
com o esclavo propio o venderlo bajo bles. En la época de las m igraciones,
esa condición. en que se consolidó el poblam iento
28 A kal Historia del M undo Antiguo
i ·>
- _________
del Atica para las etapas sucesivas,
un núm ero determ inado de personas
h ab rían contraido u n a relación con
los terratenientes del territorio —de ê «
*

IV
-f- , 1
todo o de una parte de él— en virtud
de la cual tenían ad judicada u n a tie­
rra que se consideraba com o una p ar­ M . til
te de la del señor, debiendo explotarla
a sus propias expensas y entregar un
sexto de la cosecha. N o era de esperar
que se p udieran establecer entonces
u nas condiciones de arrendam iento
bien definidas, y la condición de las
personas estaba presum iblem ente a
merced de las circunstancias, de modo
que es posible que tales cultivadores
recibieran la concesión in precario y
que la necesidad de m antenerla los
obligara a ad o p tar u n a actitud servil
respecto de los dueños, que se habría
perpetuado, au n cu ando en la práctica
la perm anencia inveterada de una mis­
ma fam ilia en la m ism a tierra perm i­
tiera considerarla com o suya. Tam ­
bién es posible que se estableciera
para el hektémoros un canon com para­
tivam ente bajo —com o, en efecto, lo
es el del sexto, frente a los otros parale­
los conocidos— porque el señor prefi­
riera que com pletara la prestación
participando en las tareas de su p ro ­
pia hacienda, y ésos podrían ser los
servicios a los que aluden de un modo
u otro las fuentes. El im pago del canon
debido pudo qu ed ar penalizado des­
de un principio con la posibilidad por
parte del dueño de la tierra de cobrár­
selo en especie asum iendo la propie­
dad efectiva de algún m iem bro de la
fam ilia del cultivador, o de él mismo,
p ara venderlo com o esclavo.
El origen de esta situación pudo
h aber sido, o bien la instalación en el
territorio de elem entos llegados a él
cuando ya no existían tierras sin due­
ño, o bien la im posición de inm igran­
tes m ás fuertes sobre pobladores an te­
riores, que h ab rían seguidp cultivan­
do sus antiguas tierras bajo nuevas
Kouros de Volomandia,
y gravosas condiciones. El trasiego Atica
h u m an o que experim entó el Atica en (Hacia el 550 a.C.)
la Edad O scura hace viable cual- Museo Nacional de Atenas
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 29
quiera de estos dos supuestos, que en sin una m ayor confrontación. En otras
todo caso están abiertos a m uchas palabras, que el hectem orado no era el
m atizaciones im posibles de estable­ sistema de explotación de las propie­
cer po r falta de evidencia. Lo que sí se dades grandes, sino posiblem ente una
puede retener de toda esta reconstruc­ servidum bre que pesaba sobre algu­
ción hipotética es la posibilidad, razo­ nas tierras desde tiem po inm em orial,
nable en sí m ism a y, por exclusión, colocando a sus dueños en una situa­
más verosímil que las otras alternati­ ción hum illante y de constante am e­
vas, de que el hectem orado fuera una naza de esclavitud, puesto que, al tener
reliquia de la etapa anterior al sine- que pagar un canon, eran perm anen­
cism o y a la form ación del estado tes deudores.
ateniense. A hora bien, si esa situación se con­
Esta situación pudo llegar a ser con­ sideraba com o sangrante, tiene que
flictiva en los siglos VII y VI, no tanto ser porque quienes la padecían tenían
porque las condiciones económ icas la dignidad de ciudadanos, pues, de
fueran peores cuanto porque en una haber sido sem ejantes a los esclavos,
com unidad que ya se había configu­ h ab rían pasado sin duda desapercibi­
rado com o ciudad-estado, con una dos. C abe pensar incluso que form a­
determ inada consideración de la con­ ran parte de la Ekklesia, porque parece
dición del ciu dadano y que tam poco muy posible que la abolición del hec­
co n serv ab a u n a d iferen ciac ió n de tem orado sea una de las prom esas que
orden étnico, la figura del hektémoros Solón afirma haber cum plido al demos,
em pezara a resultar anacrónica y fuera y porque, en definitiva, es m ucho más
de sistema. fácil de entender que se haya podido
La única cosa que parece clara en el llegar a adoptar una m edida que per­
problem a del hectem orado es su abo­ judicaba a los N otables si sus benefi­
lición definitiva por obra de Solón. Tal ciarios tenían voto en la Asam blea.
hecho se deduce de las fuentes tardías, Insistim os, en fin, en que, aunque no
queda m anifiesto en la afirm ación del se puede llegar a otras conclusiones
propio Solón de h ab er convertido en que las que buenam ente inspire a cada
libre un a tierra que era esclava, arran ­ uno el sentido com ún, no parece que
cándole los m ojones que la identifica­ los hektémoroi hayan llegado a supe­
b a n com o tal, y, en definitiva, se cons­ rar su condición porque su situación
tata por la ausencia de la institución fuera especialm ente calam itosa en sí
en etapas posteriores. Por otra parte, la m ism a —nada se hizo de hecho ni
estructura fondiaria del Atica en la ahora ni después para suprim ir la
Epoca C lásica no era de tipo latifun­ esclavitud, y ni siquiera se repartieron
dista, au n q u e existieran m arcadas tierras a los ciudadanos que carecían
diferencias en los dom inios y, p ro b a­ de m edios de vida— sino porque afec­
blem ente m ás aún, en la calidad de las taba a quienes ya tenían una consi­
distintas haciendas; lo que, unido a la deración positiva en el seno de la
pretensión de Solón de haber liberado com unidad.
la tierra, induce a pen sar que los hekté­
moroi se quedaron con las propieda­
des que o cu p ab an y que probable­ La cuestión de las deudas
m ente eran co n sid eradas ya com o La segunda actuación relacionada con
suyas. En ese caso, es de suponer tam ­ la rehabilitación de ciudadanos en
bién que su núm ero no fuera dem a­ situación denigrante que se atribuye a
siado elevado, o bien que correspon­ Solón es la cancelación de las deudas
dían a zonas restringidas del Atica, y la prohibición de que en lo sucesivo
pues de otro m odo parece difícil que se realizaran préstamos tom ando como
se hubiera podido tom ar esa m edida garantía la persona del prestatario. En
30 Akal Historia del M undo Antiguo

la Athenaion Politeia se glosan estas dem asiado elevado; el propio riesgo


disposiciones en un capítulo distinto que conllevaba el endeudam iento hace
del que trata conjuntam ente de los suponer que no funcionara como un
hektémoroi y de las deudas, lo que recurso habitual. Un campesino modes­
puede significar que el problem a de to, a raíz de una m ala cosecha, podía
las deudas afectaba en general a los necesitar unos sacos de grano para
Atenienses, con independencia de que salir adelante y tener que re cu rrirá un
algunos hektémoroi estuvieran tam ­ préstam o formal si no podía resolver
bién im plicados en él. el p ro b lem a de otro m odo; y, sin
El hecho de que Solón no m encione em bargo, el im pago de un préstam o,
en sus poem as conservados la cance­ por pequeño que fuera, llevaba con­
lación de las deudas ha llevado a algu­ sigo el em bargo de la persona del pres­
nos historiadores a du dar de la autenti­ tatario, que podía ser vendido com o
cidad de tal disposición, argum entando esclavo fuera del país o, en cualquier
asim ism o que, si bien el térm ino sei- caso, perm anecer para siem pre en esa
sachtheia («acción de sacudirse la car­ condición, sin capacidad para recupe­
ga»), con que se la designa en las fuen­ rarse. La expectativa de beneficio a
tes tard ía s (A then. Polit. 6.1 y 12.4; obtener de un deudor moroso por el
Plut. Solón 15), es a todas luces genui­ prestam ista era claram ente injusta, por
no, no tiene sin em bargo un signifi­ cuanto que no guardaba proporción
cado claro, y pudo h ab er sido reinter- con lo invertido; y, por otra parte, la
pretado erróneamente por esos autores, penalización del prestatario resultaba
incluso podría o currir que se hubiera de una gravedad desm esurada. U na
referido en el origen a la abolición del sociedad que m anifestaba ya una clara
hectem orado. Sin em bargo, la afirm a­ tendencia a la consideración de la dig­
ción del propio Solón en el sentido de nidad del ciudadano y al desarrollo de
haber rescatado a quienes hab ían sido sus derechos políticos y que se había
vendidos com o esclavos y hecho vol­ hecho receptiva a la idea filosófico-
ver a quienes h ab ían huido del Atica m oral de la justicia, tenía que m anifes­
para escapar a la esclavitud, parece tar u n repudio a una form a de prés­
im p lic a r que la p ro h ib ic ió n , bien tamo, sin duda ya anacrónica.
docum entada, de hacer préstamos bajo Pero probablem ente la nueva nor­
garantía personal se vio acom pañada mativa tenía otra m otivación tanto o
por unas m edidas destinadas a posibi­ más im portante. Si se intentaba orien­
litar su retroactividad, entre las cuales tar el estado ateniense hacia una eco­
debe contarse necesariam ente la ca n ­ nom ía de m ercado, y, de hecho, la
celación de las deudas establecidas introducción de la m oneda parece
bajo esa garantía. El regreso de los que indicar que así era, se hacía necesario
habían escapado a los acreedores no desterrar un tipo de préstam o que los
tendría sentido tam poco sin esta últi­ acreedores h ab ría n preferido siem pre
ma disposición. Hay que recordar que a cualquier otro, m ientras les fuera
la ley de D racón sobre el hom icidio posible. El desarrollo de la industria y
tenía una cláusula de retroactividad. el com ercio, para ser eficaz, necesi­
La nueva regulación de los présta­ taba del préstam o com o un factor coti­
mos, que es en definitiva la m edida diano y en las antiguas condiciones
sustancial, de la que se sigue la aboli­ era m uy difícil crear un estím ulo para
ción de las deudas com o una sim ple su utilización. N o parece dem asiado
consecuencia, puede haber tenido una arriesgado suponer que la regulación
doble m otivación. En una sociedad sobre las garantías fuera considerada
todavía no m ercantil, com o era la ate­ com o una m edida indispensable para
niense, tal vez el m ontante global de salvar un obstáculo que habría frenado
los préstam os no fuera en sí m ism o poderosam ente el desarrollo iniciado.
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 31

II. La tiranía de Pisistrato

«Las facciones eran tres: una, la de los porque a los unos se los atraía con su trato,
Parálioi («Costeros»), dirigida por Mega- y a los otros, con su ayuda en los asuntos
cles, hijo de Alcmeón, que eran los que particulares, siendo por naturaleza noble
se inclinaban sobre todo en favor de una para con unos y otros.»
constitución m oderada: otra, la de los
Pediakói («Llaneros»), que buscaban la oli­ (Aristóteles, Athenaion Politeia 13.4-5;
garquía, comandados por Licurgo; y la ter­ 16.2-4, 8-9)
cera, la de los Diákrioi («Montañeses»), al
frente de la cual estaba Pisistrato, que se
mostraba como el más favorable al pueblo. El cam ino de Pisistrato
Se contaban entre estos últimos, por falta
de recursos, los privados de las deudas, y, al poder
por temor, los que no tenían una filiación Sobre los años que m edian entre la
familiar limpia (...).
partida de Solón de Atenas —hacia el
Administraba Pisistrato, como se ha dicho, 570 a.C.— y el tercer y definitivo inten­
la ciudad de un modo moderado y más to por parte de Pisistrato, en el 546, de
como un ciudadano que como un tirano. instalarse en el poder, contam os por
Pero, además de ser generoso, suave y
fortuna con la aportación de H ero­
comprensivo con los que cometían faltas,
prestaba dinero a los que no tenían recur­ doto, que perm ite contrastar y com ­
sos para sus trabajos, a fin de que pudieran pletar la inform ación de la Athenaion
vivir en el campo. Hacía esto por dos razo­ Politeia al respecto.
nes: para que no permanecieran en la ciu­ Dice H eródoto (1.29.2) que Solón se
dad sino que se distribuyesen por el campo ausentó de su patria «para no tener
y para que, disfrutando de un cierto aco­ que derogar ninguna ley de las que
modo y ocupados en sus cosas, no sintie­ había establecido, porque los Ate­
ran deseos de meterse en política ni tuvie­ nienses, obligados por los m ás solem ­
ran tiempo de hacerlo. Y con ello consiguió
nes juram entos a la observancia de
que fueran mayores las rentas de la tierra,
ahora trabajada, porque cobraba el diezmo sus leyes, no se consideraban en situa­
de lo obtenido (...). ción de poder revocarlas por sí m is­
mos». Aristóteles coincide sustancial­
Y quería que se administrara todo según
m ente con esta noticia, señalando que
las leyes, sin concederse a sí mismo nin­
guna prepotencia (...). Por esto duró mucho Solón «era acosado por unos y por
tiempo en el poder, y, cuando lo perdía, otros en relación a las leyes» y que
volvía a recuperarlo fácilmente: se presta­ «com o no quería cam biarlas ni hacer­
ban a ello, en efecto, la mayoría de los se odioso, se m archó de la ciudad,
Notables y de los elementos populares, anunciando que no volvería en diez
32 A kal Historia del M undo Antiguo

años» (Athen. Polit. 11.1). Estos testimo­ solonianas; y que los Hyperákrioi se
nios y el del propio Solón, que revela h ab ían constituido por segregación de
en sus poem as las presiones de que era estos últim os para propugnar nuevas
objeto y su decisión de no asum ir la reform as. Pero detrás de este esquem a
tiranía, sugieren que se había llegado se encuentran sin duda unos hechos
a u na situación límite en la que unos com plejos, y, en cualquier caso, el ver­
urgían al legislador para que deroga­ dadero problem a está en identificarla
ra las leyes, a m e n a z á n d o le con el co m p o n en te de las facciones y en
destierro, m ientras otros le anim aban reconstruir la vía por la que consiguió
a ejercer un gobierno autocrático que im ponerse la tercera de ellas. H ay que
p erm itiera pro seg u ir con las refor­ adelantar, com o en otros casos, que
mas. P osiblem ente, Solón llegara a las conclusiones en este sentido son
un com prom iso p o r el que asum ía hasta la fecha divergentes e hipotéti­
v o lu n ta ria m e n te un exilio de diez cas, por cuanto que dependen de las
años, recibiendo a cam bio el ju r a ­ prem isas que se adopten en su elabo­
m ento de que sus leyes no serían ración, y esas prem isas son tam bién
revocadas. Algunos de sus versos indi­ necesariam ente hipotéticas, tanto si se
can claram ente que la situación ab o ­ refieren a la época de Pisistrato com o
caba a un enfrentam iento sangriento a la de Solón o a la de Clístenes.
de tono m ayor, que habría sido co n ­ La prim era posibilidad a descartar
ju rad o con la p artid a de Solón. es, com o ya se ha dicho, la de que esas
Parece que hubo, en efecto, una tre­ tres facciones representen otros tantos
gua en la lucha política, que sirvió program as constitucionales alternati­
para m a d u ra r nuevos liderazgos y vos. Sólo en el s. IV a.C., en que la
polarizar las fuerzas. C oinciden H ero­ dem ocracia ateniense recorría ya su
doto y Aristóteles en señalar que se últim a singladura, después de m uchos
fo rm aro n tres facciones: la de los vaivenes, y la literatura política en sus
Pediéis («los de la llanura»), dirigidos diversas form as y orientaciones era
por Licurgo; la de los Páraloi («los de sobreabundante, podría resultar via­
la costa»), com andados por el Alc- ble u n planteam iento tal, y, aun así,
m eónida Megacles; y la de los Hyperá- con m uchas m atizaciones. En el s. VI
loioi (Heródoto, 1.59.3), Diákrioi {Athen. a.C. la lucha política no parece sino
Polit. 13.4) o Epákrioi (Plutarco, Mor. u n contlicto de intereses cuyo desa­
763 D), que serían «los de las alturas», rrollo depende de la com pleja dialéc­
o bien «los de m ás allá de las alturas». tica entre unos poderes fácticos de
Esta últim a seguía a Pisistrato y, según carácter em inentem ente social, ejerci­
Heródoto, se h abía constituido c u a n ­ dos por una m inoría, y la capacidad
do ya existían las otras dos. de prom oción política adquirida por
Son m uchas las dificultades que el demos al convertirse en la m áquina
surgen a la hora de interpretar estas m ilitar del estado.
facciones. Aristóteles les atribuye, res­ Del m ism o m odo, resulta in ad e­
pectivam ente, la defensa de una cons­ cuada cualquier interpretación de las
titución oligárquica, m oderada y dem o­ facciones en el sentido de una lucha
crática, lo que, tom ado al pie de la entre pobres, m enos ricos y m ás ricos.
letra, resulta anacrónico sin duda. Si En térm inos económ icos se daba sin
cabe una traducción históricam ente duda tal diferenciación, pero no es la
correcta de estas afirm aciones, habría que configura el espectro político del
que decir que los Pediéjs eran involu- m om ento. H asta donde llega nuestra
cionistas y p retendían reconducir las inform ación, las facciones aparecen
instituciones hacia el orden tradicio­ com o grupos de ciudadanos de diver­
nal; que los Paraloi defendían la p er­ sa condición, que por distintas razo­
m anencia y aplicación de las leyes nes —y m uy especialm ente las de
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 33

vinculación perso n al— cierran filas (13.3.5); y, en definitiva, pasa por alto
en to m o a unos líderes de extracción la cuestión, concentrándose en la polí­
aristocrática, que rivalizan entre sí y tica de Pisistrato, en unos térm inos
tratan de satisfacer sus propias am bi­ que no arrojan ninguna luz sobre las
ciones en un torbellino de fuerzas facciones.
políticas cam biantes. El carácter tri­ Todo parece indicar que en esos
partito de las facciones y la indudable m om entos, com o todavía en la época
im plicación de las cuestiones econó­ de Clístenes, la com unidad política se
micas en el proceso político parecen estaba configurando, de tal m anera
haber llevado al au to r de la Athenaion que el verdadero punto de confronta­
Politeia a p o n er en relación la stasis del ción era la definición de esa com uni­
s. VI a.C. con la situación del s. IV, en dad, la lucha de algunos elementos de
que se podía establecer hasta cierto la com unidad natural por alcanzar la
punto una diferencia entre ricos, pobres plena condición de ciudadanos y par-

Fragmento de un vaso ático


de figuras negras

y clase m edia, pero la falacia de esta ticipar con todo derecho en la gestión
interpretación se pone de m anifiesto del estado. Sólo después de superada
en las dificultades que encuentra ese esta fase, el demos, ya definitivam ente
autor para glosar el contenido de las consolidado en los térm inos en que
antiguas facciones. Por un lado nos perm anece a lo largo de toda la histo­
dice que el nom bre de las m ism as se ria de la dem ocracia ateniense, lucha­
debía a los lugares donde respectiva­ rá por la transform ación del m odelo
m ente cultivaban sus cam pos (13.5); constitucional desde unas posiciones
p or otro, identifica a los pobres con los de polarización de intereses.
individuos supuestam ente arruinados O tra interpretación m oderna que
a consecuencia de la cancelación de com porta cierta dificultad es la que
d eu d as llev ad a a cabo p o r S olón considera a los Páraloi com o u n grupo
34 Akal Historia del M undo Antiguo

liderado p or ricos com erciantes y arte­ la facción de Pisistrato y que, com o ya


sanos, de m anera que los Hyperákrioi sugiriera H ignett en su día, no debe
serían los desheredados y los agricul­ significar «los de las alturas» sino «los
tores pobres, y los Pediéis, los ricos de m ás allá de las alturas», es decir
terratenientes. Ni siquiera la Athe­ los que, considerados desde Atenas,
naion Politeia, que aplica ese esquem a vivían al otro lado del Himeto.
sectorial a la sociedad ateniense p ri­ La tesis regionalista conlleva, ade­
mitiva, interpreta así la situación post- más, la dificultad de que al menos la
soloniana; y, p or otra parte, parece facción que logró hacerse con el poder,
inverosím il que en ese m om ento el que es la única que se puede tom ar en
desarrollo del sector artesano-com er­ c o n sid e ra c ió n en este sen tid o , no
cial fuera tan im portante com o para desarrolló una política regionalista,
constituir de suyo una facción oponi- sino lodo lo contrario: si algo caracte­
ble a las otras dos. riza inequívocam ente el m andato de
La adscripción localista de las fac­ Pisistrato es su fom ento de la unidad
ciones ha servido de base para otra del Atica. Y no sólo de Pisistrato: el
teoría que explica la configuración de F ilaida Hipoclides, que tam bién p ro ­
las m ism as sobre el supuesto de que cedía, a lo que parece de B raurón, es el
representan sendas tendencias regio- arconte epónim o del año 566 —antes
nalistas, en un a etapa en la que la u n i­ del prim er intento de Pisistrato de
ficación del Atica era relativam ente hacerse con el poder—, en que se
reciente y no debía de h ab er desarro­ transform aron las fiestas Panateneas,
llado aún en el conjunto de su p o b la­ convirtiéndose en una conm em ora­
ción una verdadera conciencia nacio­ ción de la unificación del Atica, atri­
nal. Según este p lan team ien to , los buida tradicionalm ente a Tcseo.
nom bres de las facciones correspon­ N o hay duda de que los nom bres de
derían a las regiones de origen y de las facciones son de carácter local,
im plantación patrim onial de sus res­ pero la verdadera relación de esos
pectivos líderes, que m antendrían en nom bres con los contenidos es muy
sus órbitas de poder a los elem entos difícil de d eterm in ar. Los autores
locales socialmente dependientes. Con m odernos suelen aceptar la indica­
respecto a los Pediéis esta prem isa ción de H eródoto en el sentido de que
resulta viable, ya que la gran llanura la facción de Pisistrato se originó des­
del Atica era el terreno de la aristocra­ pués que las otras, y hay, en efecto,
cia fondiaria tradicional. Para las otras razones para p en sar que la oposición
dos facciones, en cam bio, hay que for­ prim aria y fundam ental era bipartita,
zar un tanto la evidencia. H ay que e incluso que la oposición entre los
suponer que los A lcm eónidas, líderes Páraloi y los Hyperákrioi fue más bien
de los Páraloi, tenían sus tierras cerca un a lucha por el liderazgo que una
de la costa, lo que no parece tan fácil polarización de fuerzas.
de establecer: Tucídides (2.55.1 y 2.56) Por lo pronto, es más que dudoso
identifica com o la Paralía —el distrito que existiera la tercera facción cuando
costero— todo el triángulo sudorien- Pisistrato llevó a cabo su prim er inten­
tal del Atica hasta el L aurion, pero los to de tiranía. La tradición atribuye su
que defienden la tesis regionalista no popularidad inicial al hecho de haber
pueden adscribir este área a los Alc­ realizado con éxito, probablem ente
m eónidas porque sabem os que Pisis­ com o arconte polem arco, la guerra
trato procedía de B raurón, la ciudad contra M égara, y refiere que, h ab ién ­
clave de la costa oriental. A su vez, dose herido a sí m ismo, convenció «al
para acabar de ajustar la hipótesis a la pueblo» para que le concediese una
evidencia, hay que p en sar que Hyperá­ guardia personal, alegando que le
krioi es la denom inación genuina de hab ían atacado sus enemigos. Con
La form ación de la d em ocracia ateniense. II. 35
esa guardia tom ó la Acrópolis, siendo oposición de Licurgo, y parece haber
ex p u lsad o p o r m u tu o acuerdo de tratado de m antener su figura dentro
M egacles y Licurgo. Es difícil de creer de la facción por m edio de la alianza
que consiguiera la guardia, contra la m atrim onial. Verosímilmente, las fuer­
pública oposición del propio Solón, si zas enfrentadas a los Pediéis habían
sólo representaba a los Hyperákrioi y seguido a Pisistrato cuando pidió la
estaba ya enfrentado a las otras dos guardia y de algún m odo seguían sién­
facciones; m ucho m ás, si, como se dole fieles. Los A lcm eónidas conti­
supone en general, los Thetes no for­ nu ab an m arcados por el estigma de la
m ab an parte todavía de la Ekklesia. m atanza de los de Cilón, y, por esa
N o hay duda de que la cuestión se razón o por otra, aparecen m ás bien
entendería m ejor si p or entonces esta­ com o un instrum ento de Pisistrato
ba alineado con los Alcm eónidas, y que com o los líderes de una facción.
sus enem igos no eran otros que los La segunda expulsión de Pisistrato
Pediéis. fue debida evidentem ente a una acu­
Se cuenta que resistió cinco o seis sación de tiranía, que llevó consigo el
años en el poder y no se alude a n in ­ destierro y la confiscación de sus bie­
guna iniciativa que hubiera podido nes. Pisistrato no opuso resistencia
ayudarle a m antenerse por la fuerza arm ada y salió del Atica. Los hechos
contra un rechazo general. Ello per­ acusan u na norm alidad constitucio­
mite al m enos co njeturar que repre­ nal asum ida p o r Pisistrato, pero H eró­
sentaba al conjunto de los que se opo­ doto (6.121.2) dice que Calías, de quien
n ían a los Pediéis y que su expulsión se sabem os que era cabeza ácXgenos eleu-
produjo cuando los A lcm eónidas con­ sino de los Kérykes, es decir un pediéis,
siguieron lid erar en su contra a una fue el único ateniense que se atrevió a
parte de la facción, y sólo a una parte, com prar las propiedades del deste­
puesto que tuvieron que aliarse con rrado. C onservaba sin duda u n a fuer­
Licurgo para lograr su objetivo. Ese y za im portante y fue objeto de una
no otro puede h ab er sido el m om ento conspiración legal por parte de sus
de la escisión, que tam poco parece v erdaderos enem igos políticos, los
h ab er resultado duradera. Otro deta­ Pediéis, algunos de cuyos nom bres
lle significativo es que Pisistrato no conocem os.
fuera d esterrad o sino sim plem ente El papel de los A lcm eónidas en este
separado del poder, después de lo cual episodio resulta gris y enigm ático:
perm aneció, según se ha deducido de según H eródoto y Aristóteles, M ega­
H eródoto (1.60.1 y 1.61.2), en sus reales cles se había vuelto a reconciliar con
de Braurón, sin duda recuperando Licurgo porque Pisistrato se negaba a
fuerzas. tener descendencia con su hija, debi­
La explicación que b rinda H eró­ do a la m ancha que afectaba a los Alc­
doto sobre el segundo acceso de Pisis­ m eónidas. Resulta curioso que los es­
trato al p oder es tan sorprendente crúpulos en este sentido fueran de P i­
com o sugerente. Dice el historiador sistrato frente a M egacles y no de
que M egacles y Licurgo volvieron a la éste frente al tirano. Lo cierto es, en
discordia y que el prim ero envió un cualquier caso, que tam poco esta vez
m ensajero a Pisistrato proponiéndole logró M egacles hacer carrera política,
que, si desposaba a su hija, le daría y, cuando Pisistrato regresó de nuevo
com o dote el gobierno del estado. Está por propia iniciativa y tom ó definiti­
claro que Megacles no pisaba un terre­ vam ente el poder, ya no tuvo u n a opo­
no firme, puesto que, lejos de sacar sición eficaz. A ello puede h aber co n ­
ventaja de la ausencia de Pisistrato, tribuido el destierro de los Alcmeónidas,
tuvo que recurrir al expediente de lla­ que en efecto se produjo, según revela
m arlo de nuevo para poder resistir la H eródoto (1.64.3), pero en todo caso
El Agora y la Acrópolis
(Siglo VI a.C.)
Según Traulos

A. RESTOS SEPULCRALES 7. Bucigio. 18. Altar de los doce Dioses.


O Tumbas del Heládico tardío. 8. Santuario de Aglauro. 19. Leocorio (?).
Θ Tumbas del período 9. Anaceo.
20. Santuario de Zeus Eleuterio.
Submlcénlco.
10. Tesmoforión.
• Tumbas del período Geométrico. 21. Templo de Apolo Patroo.
11. Eleusinio.
1. Cercado de tumbas. 22. Templo de la Madre de los
12. Pritaneo (Sede del Arconte
Epónimo y lugar de recepción Dioses.
B. AGORA PRIMITIVA (llamada de embajadores y personajes 23. Viejo Buleuterio.
Agora de Teseo) importantes).
13. Bucoleo (Sede del Arconte 24. Pritaneo.
Las construcciones se llevaron a
cabo hasta finales del s. VII a. de C. Basileus). 25. Mojón del Agora.
e incluían pequeños santuarios y 14. Epiliceo (Sede del Arconte
edificios públicos: Polemarco). 26. Santuario triangular.
2. Santuario de Blante. 15. Tesmoteteo (Sede de los 27. Santuario de Teseo.
3. Santuario de Afrodita Pandemos arcontes Tesmotetas).
28. Enneacrunos (fuente llamada
en cuyo recinto se reunía la · 16. Heliea (Lugar de reunión de anteriormente Calírroe).
Asamblea. la asamblea constituida en
4. Santuario de Gea Curótrofos. tribunal de justicia). 29. Dromos.
5. Santuario de Deméter Cloe. C. AGORA 30. Orquestra.
6. Ciloneo. 17. Muralla del s. VI a. de C. 31. Tlranicidas.
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 37
Pisistrato parece h ab er aglutinado las la llanura y que estaban pobladas sin
dos supuestas facciones, y en este sen­ duda por agricultores pobres. Estos
tido ap u n ta tam bién la presencia de últim os serían los Hyperácrioi, Diácrioi
Clístenes el A lcm eónida entre los ar­ o Epákrioi. Todo este conjunto, unido
contes del año 526, que sólo se ex­ a algunos elem entos de la ciudad pro­
plica asum iendo una nueva reconci­ piam ente dicha, podría representar
liació n en tre esta fam ilia y la del una m ayoría en la Ekklesia, si en ver­
tirano. dad se conseguía que hiciera acto de
Estas relaciones entre Pisistrato y presencia en ella, aunque los Thetes no
los A lcm eónidas perm iten conjeturar, tuvieran aú n derecho al voto. Pero,
a nuestro juicio, que pertenecían en especialm ente en este supuesto, que
realidad a un a m ism a facción, opues­ parece en general a los historiadores
ta a la de los Pediéis, y no tendría nada com o el m ás verosímil, la balanza
de extraño que el esquem a tripartito podía inclinarse del lado de los Pediéis
respondiera a una m anipulación de si hacía defección la parte controlada
la tradición destinada a m agnificar el directam ente por los Alcm eónidas,
p ap el de los A lcm eó n id as en ese debido sobre todo a su proxim idad a
período. En tal caso, el nom bre de la ciudad, que hacía m ás fácil la asis­
Páraloi tendría quizá m ás sentido, por tencia a la Ekklesia; y es muy probable
cuanto que la Paralía, considerada en que éstos controlaran tam bién el voto
conjunto, y el Pedíon h ab rían sido las de los elem entos más identificados
regiones m ás significativas en la dis­ con Solón, que parece haberse opues­
tribución territorial de los elementos to abiertam ente a Pisistrato, de suerte
más prom inentes de las dos faccio­ que la alianza con los Alcm eónidas
nes. En la designación com prensiva podría resultar esencial a Pisistrato
de Páraloi p o d rían h ab e r quedado para consolidar su posición.
incluidas inicialm ente las áreas geo­
gráficas de influencia de los Alcm eó­
nidas y de Pisistrato; la zona de M ara­ El poder de Pisistrato
tón, tam bién costera, que se considera H eródoto (1.59.6), Tucídides (6.54.5-6)
com o afecta a Pisistrato por el hecho y Aristóteles {Athen. Polit. 16) coinci­
de h ab er llevado a cabo allí su desem ­ den en señalar que Pisistrato m antuvo
barco en su tercer intento de hacerse las leyes establecidas y que fue respe­
con el poder; y posiblem ente tam bién tuoso con las m agistraturas, asegurán­
las áreas de colinas del Parnaso, el dose tan sólo de que las desem peña­
Pentélico y el H im eto, que bordeaban ran sus propios partidarios. Esta última
puntualización explica de suyo el poder
Grupo de animales
(Hacia el 500 a.C.) real de Pisistrato, pero el contexto de
Olimpeion, Atenas las dos afirm aciones que la preceden
38 A kal Historia del M undo Antiguo

sugiere que las acciones del tirano dis­ Pisistrato del derecho de ciudadanía a
currían por los cauces constituciona­ extranjeros afincados en ese m om en­
les. Por otra parte, el conjunto de su to en el territorio del Atica.
gobierno m erece para estos autores un C on todo, la cuestión verdadera­
juicio favorable, que contiene térm i­ m ente relevante no es la de la creación
nos inequívocam ente elogiosos. En de nuevos ciudadanos, que no habría
consecuencia, el calificativo de tirano podido tener, en cualquier caso, dem a­
corresponde a Pisistrato en el sentido siada incidencia política, sino la del
técnico de que su p resencia en el voto de los Thetes en la Ekklesia. Ya se
gobierno era m arginal a las institucio­ dijo m ás arriba que Aristóteles (Polí­
nes del estado, y los órganos com pe­ tica 1274 b.15 y Athen. Polit. 7.3) atri­
tentes del m ism o no llegaron nunca a buye a Solón esta am pliación de los
establecer u n a figura constitucional derechos políticos, pero que la m oder­
que le otorgara legitim idad. Pisistrato na historiografía tiende a rechazar tal
acum ulaba en su persona el conjunto atribución, que considera en general
de los poderes fácticos inherentes a las com o m ás ajustada a la política de los
m agistraturas sin ser m ás que un sim ­ Tiranos. Hignett, que es partidario de
ple ciudadano, y ello perm itía catalo­ esta tesis, y que, por otra parte, entien­
garlo com o u n tirano, con indepen­ de que en la etapa anterior el derecho
dencia de que la m áq u ina constitucio­ de ciu d ad an ía plena, es decir con efec­
nal del estado siguiera funcionando o tos políticos, dependía dé la posesión
no con norm alidad. de tierra, supone que Pisistrato supri­
m ió tal conexión. En este supuesto,
ca b ría p e n sa r que el tiran o hab ía
Posible ampliación hom ologado todos los patrim onios no
de la Ekklesia fondiarios a los fondiarios. Sin em bar­
go, com o quiera que no tenem os cons­
A hora bien, el m antenim iento de esta tancia de esa hom ologación, se puede
posición y la posibilidad de llevar ade­ considerar tam bién que fuera poste­
lante las propias iniciativas dependía rior, lo m ism o que es lícito atribuirla a
en esencia del voto de la Ekklesia, de Solón, según se señaló más arriba. En
m odo que Pisistrato pudo haber orien­ cualquier caso, recogemos la posibili­
tado desde el principio sus esfuerzos a dad, muy razonable, de que haya sido
aum entar el núm ero de sus votantes éste el m om ento en el que se integra­
incondicionales. La observación de la ron los Thetes en la Ekklesia. Está claro
Athenaion ■Politeia (13.5) en el sentido que, si Pisistrato pudo conseguirlo,
de que entre los partidarios iniciales que es de lo que cabría dudar, ya no
de Pisistrato se contaban «los que no habría sido posible después revocar
eran de estirpe pura, por m iedo» se este derecho.
puede po n er en relación con la noticia
de Plutarco (Solón, 24) que atribuye a Medidas económ icas
Solón una ley concediendo la ciuda­
danía a los extranjeros que se estable­ Al decir de las fuentes, Pisistrato habría
cieran en el Atica, pero, com o quiera com binado la prom oción de los dere­
que tal atribución ha sido en general chos políticos de la capa m ás baja de
cuestionada, porque parece anacró­ la sociedad con unas m edidas econó­
nica y poco consonante con el m arco micas que les perm itieran superar su
económ ico de la A tenas de Solón, pobreza. Se ha supuesto m oderna­
algunos historiadores sugieren que la m ente que la confiscación de los bie­
m ención de la Athenaion Politeia con­ nes de los exiliados perm itió a Pisis­
tiene en realidad un a noticia distor­ trato conceder tierras a algunos de sus
sionada de la concesión p o r parte de partidarios carentes de hacienda, aun-
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 39
que no existe docum entación que res­ principio inm une, hasta el punto de
palde esta hipótesis. Tam bién se ha que en el ám bito rom ano los fundos
pensado en una posible adjudicación itálicos no fueron sometidos a im pues­
de tierras públicas. Por otra parte, la to regular hasta la época de Diocle-
inicitiva de recuperar la antigua colo­ ciano; es m uy im probable, por tanto,
nia de Sigeo y la de llevar a cabo la que la iniciativa de Pisistrato se debie­
ocupación del Q uersoneso tracio con­ ra a una concepción m ás «m oderna»
tribuyeron sin d uda a aliviar el pro­ de la financiación del gasto público.
blem a de los faltos de recursos. Se trataba sin duda de una m edida
La Athenaion Politeia (16.2) indica puntual y esencialm ente pragm ática,
que Pisistrato hizo préstam os a los desprovista de consideraciones teóri­
pobres para que p u d ieran salir ade­ cas. El estado necesitaba recursos para
lante con el cultivo de sus tierras; se estim ular la recuperación económ ica
trata sin duda de los pequeños agri­ de la capa m ás baja, y no cabía reca­
cultores, que, a consecuencia de la barlos a través de cotizaciones extra­
regulación de los préstam os estable­ ordinarias. La posición de la tiranía se
cida por Solón, no po dían conseguir­ reforzaba contando con unas entra­
los en el ám bito privado por falta de das anuales fijas. A dem ás, un im pues­
garantías y se enco ntraban en una to proporcional a la renta era muy
situación sin salida. A éstos se sum a­ fácil de cobrar, si, com o es probable,
rían los posibles beneficiarios de nue­ se tom aban com o bases im ponibles
vas asignaciones en el Atica. C abe los m ínim os de las clases solonianas.
señalar que por estas vías se podía El im puesto era «popular» en el
lograr el ingreso en la Ekklesia de sentido de que incidía sobre los ciuda­
m uchos c iu d a d a n o s sin necesidad danos en proporción a su riqueza, y es
de otras medidas. posible, por otra parte, que Pisistrato
La financiación de los préstam os haya concedido inm u n id ad fiscal a
pudo salir del im puesto sobre la p ro ­ las tierras de m enor rendim iento. De
ducción agrícola, que atribuyen los acuerdo con el testim onio de A ristóte­
A ntiguos a Pisistrato. La Athenaion les (Athen. Polit. 16.6), existía en el
Politeia (16.4) lo fija en el diezm o, pero H im eto un choríon áteles, es decir un
según Tucídides (6.54.5) habría sido «terreno in m u n e» , cuya co n d ició n
del 5 ñor 100. Com o explicación de explica el autor por recurso a una
esta diferencia, se ha adelantado la anécdota curiosa y sugerente. En un
hipótesis de que los dos porcentajes recorrido de incógnito por el Atica,
respondan a m om entos diferentes de P isistrato h ab ría enco n trad o en el
la T iranía: o bien el im puesto fue in i­ Him eto a un cam pesino que trab a­
cialm ente m ás gravoso, debido a una jab a un pedregal; preguntándole qué
m ayor necesidad inicial de recursos se criaba allí, el lugareño le habría res­
públicos, y luego se aligeró, o bien pondido, sin saber quién era su inter­
H ipias duplicó el tributo establecido locutor, que sólo males y dolores, de
p or su padre. los que aún encim a Pisistrato cobraba
Es de suponer que el im puesto fuera el diezm o. Entonces el tirano habría
autorizado por la Ekklesia. Debió de concedido la in m u n id ad a sus tierras.
afectar a la totalidad de la propiedad
fondiaria, y no sólo a ésta, si, como Los jueces de dem o
creemos, los patrim onios estaban ya
homologados. En cualquier caso, cons­ O tra innovación que atribuye a Pisis­
tituía una innovación m uy im por­ trato la Athenaion Politeia (16.5) es la de
tante en el aspecto fiscal. H ay que la creación de unos jueces que adm i­
recordar que en el m undo grecorro­ nistraban justicia por los dem os en
m ano la propiedad de la tierra era por forma itinerante(dikastúikatá démous).
40 A ka l Historia del M undo Antiguo

m ucho tiem po atrás la transferencia


de las atribuciones judiciales de los
aristócratas a las instituciones p úbli­
cas, pero es im probable que esta vía
fuera la utilizada por el com ún de las
gentes, especialm ente en los m edios
rurales. La pervivenda del arbitraje
privado a lo largo de toda la historia
ateniense, con independencia de cuál
haya sido su origen y carácter, sugiere
que el grado de receptividad de los
A tenienses respecto de la ju stic ia
pública era lim itado. Y, en cualquier
caso, las instituciones judiciales públi­
cas de la etapa postsoloniana no esta­
b an lo suficientem ente desarrolladas
com o para poder d ar cabida a los
asuntos m enudos. N o hay duda, pues,
de que los jueces de Pisistrato, si de
verdad existieron, elim inaban el m ono­
polio de los poderosos en este sentido,
y de que su actividad fue esencial­
m ente p opular con respecto a los liti­
gios entre los señores y los hum ildes.
Algunos historiadores modernos han
cuestionado, sin em bargo, la atribu­
ción a Pisistrato de la creación de los
jueces katá démous, alegando el pro­
blem a de autenticidad que plantea en
general la inform ación de los A nti­
guos sobre la época arcaica del estado
ateniense, y sobre todo el hecho de
que en la propia Athenaion Politeia
(26.3) se dice que fueron reintroduci-
dos en el 453 a.C. C om o no se encuen­
tra u n a coyuntura ni un motivo razo­
Kouros de la Acrópolis
de Atenas nable para su supresión, se postula
(Siglo VI a.C.) que la noticia relativa a Pisistrato es
M useo Nacional de Atenas falsa, y que los jueces de dem o fueron
creados p o r prim era vez a m ediados
A unque Aristóteles p u n tu aliza que la del s. V. a.C.
finalidad de tal procedim iento era evi­ A hora bien, la prim era objeción no
tar que los agricultores descuidaran es de suyo probatoria y la segunda se
sus trabajos al tener que acudir a la presta a discusión. El fin de la T iranía
ciudad, no hay duda de que ésta es pudo conllevar de m odo natural el
u na extrapolación del autor. Los his­ desuso de una institución creada por
toriadores m odernos h an sospechado Pisistrato y que no estaba incluida en
que estaba destinado a r.estar poder a las Leyes de Solón, que eran las leyes
los señores locales, que sin duda seguían del estado. Es posible que haya h a b i­
dirim iento la inm ensa m ayoría de las do u n a resistencia tam bién natural a
diferencias surgidas entre los cam pe­ recrearla de inm ediato, y, por otra
sinos. El estado h a b ía in iciad o ya parte, que, si los A tenienses se h ab ían
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 41
acostumbrado a prescindir de los nobles Gestión interna
en ese aspecto, acudieran motu proprio
a los órganos judiciales del estado, Todas estas m edidas populares, y en
que tam bién deben de haber tenido general la política seguida por Pisis­
una tendencia a am p liar su cobertura. trato, que contribuyó al engrandeci­
Incluso podría h ab er habido un inte­ m iento de Atenas, aunque estuviera
rés en la época de Clístenes por esti­ im pregnada de tintes propagandísti­
m ular la asistencia a la ciudad de los cos, pueden h aber asegurado al tirano
elem entos rurales. Y puede ser que el un control prácticam ente perm anente
volum en de trabajo acum ulado por del voto de la Ekklesia, que le habría
las instituciones públicas haya hecho perm itido colocar a sus partidarios en
aconsejable en el s. V crear una figura las m agistraturas y, consecuentem en­
sim ilar a la que pergeñara Pisistrato, te ir transform ando el Areópago en
para el tratam iento de las m aterias un C onsejo cada vez m ás fiel a su
m enores, que quedaba incorporada a persona. De todas formas, contando
la constitución y definida en función con la Ekklesia, un arconte incondi­
de las necesidades del m om ento: en el cional cada año podría haberle sido
s. IV a.C. los jueces de dem o eran cua­ suficiente para desarrollar su propia
renta y en tendían sobre cuestiones de política. La presencia entre los arcon­
un m ontante no superior a diez drac- tes principales de la T iranía cuyos
m as. Toda esta a rg u m e n tació n es nom bres se conservan, de m iem bros
hipotética, pero no hay que olvidar de las fam ilias de los A lcm eónidas y
que, en el caso de Pisistrato, la atribu­ los C im ónidas revela de suyo la h ab i­
ción de u na m edida dem ocrática no se lidad de Pisistrato, que supo reincor­
justifica, com o en el de Solón, p o ru ñ a porar a su órbita a antiguos proscritos,
inercia de la historiografía y es siem ­ interesados sin duda en la ocasión que
pre posible que se deba a una noticia se les b rindaba de colocarse en el esca­
auténtica. parate político, pero que, aunque fuera

Fragmento cerámico ático


Representa a Atenea
(Fines del siglo VI a.C.)
M useo Nacional de Atenas
42 A kal Historia del M undo Antiguo

a pesar suyo, no dejaron de respaldar en los cuales cada estado sólo podía
indirectam ente al régimen. asegurarse la circulación de produc­
C oincide Pisistrato con el com ún de tos que le interesaba a través de una
los tiranos griegos en su política de delicada red de relaciones personales
exaltación patriótica, de fom ento de la por parte de sus com erciantes, pero
un id ad nacional frente a los poderes tam bién de relaciones am istosas con
locales ancestrales y de estím ulo de las los dem ás estados. A su vez, el control
artes y las letras. Las Panateneas, trans­ directo por vía de presencia colonial
form adas ya por H ipoclides en una de puntos cruciales de las rutas com er­
fiesta nacional, fueron ahora desarro­ ciales era esencial en este juego.
lladas, y celebradas con m ayor lujo y Ya se dijo anteriorm ente (V supra)
solem nidad. C ada cuatro años el festi­ que las fundaciones de Sigeo y Elaiun-
val adquiría proporciones m agnas, tc estaban relacionadas con el com er­
denom inándose G randes Panateneas, cio exterior y tam bién que los Ate­
frente a las Pequeñas Panateneas de nienses no h abían podido soportar la
los años interm edios. Ignoram os los hostilidad de los M itilenios en ese
detalles del m ism o en esa época, pero área. En la época de la T iranía, Atenas
es seguro que se introdujeron en él las recupera Sigeo y establece sus reales
com peticiones de rapsodos que reci­ en el Q uersoneso tracio, de modo que
taban los Poemas Homéricos. vuelve a tener la prim era llave del
Poetas com o A nacreonte de Teos, H elesponto. La cerám ica ática de
Sim onides de Ceos o Laso de E sm irna Figuras N egras se encuentra en la
fueron huéspedes de los Pisistrátidas. costa del M ar N egro desde el año
Y se construyó un tem plo en la A cró­ 600 a.C., y cabe p ensar que Atenas ya
polis en h o n o r de Atenea. dependía en el s. VI del trigo proce­
dente del Ponto, que en el s. IV consti­
tuía la m ayor parte del trigo im por­
Política exterior tado por la ciudad.
U n rasgo significativo ce la política de P isistrato tom ó Sigeo y puso el
Pisistrato es la atención prestada a las gobierno en m anos de su hijo Hegcsís-
relaciones de Atenas con su entorno trato, pero los M itilenios declararon la
helénico y a la proyección del estado guerra, que prosiguió hasta que, al fin,
hacia el exterior, que obedecen sin las partes decidieron som eter la cues­
duda a razones económ icas y com er­ tión al arbitraje del tirano Periandro,
ciales. Los estímulos creados por Solón resuelto a favor de Atenas.
encontraron u n m arco adecuado en la De acuerdo con la tradición reco­
T iranía, que facilitó la orientación de gida por H eródoto (6.34-40), la tribu
Atenas hacia u na econom ía cada vez tracia de los Doloncios, que vivía en el
más com ercial. Las exportaciones de Q uersoneso, invitó al ateniense Mil-
cerám ica ática fueron en aum ento a lo cíades (conocido com o M ilcíades I) a
largo del s. VI, y no son sino el testim o­ acudir a su territorio, por consejo del
nio conservado de un a circulación de O ráculo de Delfos. M ilcíades se esta­
productos por los m ercados del área bleció allí con u n grupo de volunta­
com ercial helénica. La fragm entación rios y construyó una m uralla en el
de la H élade en num erosos estados de istm o que une la península con el con­
disím iles características en todos los tinente, al objeto de protegerla contra
órdenes y el carácter com plejo de las las tribus del interior. Tanto M ilcíades
actividades com erciales por el M edi­ com o su sobrino y sucesor Esteságo-
terráneo, en las que se veían im plica­ ras tuvieron que guerrear contra la
dos una serie im portante de estados ciudad de Lám psaco, situada en la
periféricos al m undo griego, estable­ otra orilla del H elesponto y uno de
cían elevados niveles de com petencia, cuyos h a b ita n te s logró ase sin a r a
La form ación de la dem ocracia ateniense. II.

Esteságoras. Los Pisistrátidas envia­


ron entonces a un herm ano de éste,
El fin de la tiranía
el llam ad o M ilcíades II, que esta­ H ipias, el hijo m ayor de Pisistrato y su
bleció u n go b iern o férreo, asistido sucesor en el gobierno, parece haber
p or quinientos m ercenarios. M ás tar­ m antenido la política conciliadora de
de, H ipias concertó una alianza con su padre. Tucídides (6.54.5) atribuye
H ipoclo de L ám psaco, que acababa a su mandato, en el que era asistido por
de sellar el control ateniense sobre el su herm ano H iparco, virtud y sabidu­
Helesponto. ría; sólo después del asesinato de éste
M ilcíades pertenecía a la fam ilia de en el 514 se endureció su pulso y eje­
los Filaidas, al parecer epónim a de cutó a m uchos ciudadanos (Tucídides
un dem o de igual nom bre situado en 6.59.4), pero probablem ente se tratara
Braurón. A pesar de la supuesta ene­ de los im plicados en la conjura, que,
m istad con Pisistrato que esgrimiera por otra parte, no parece haber obede­
posteriorm ente la fam ilia com o causa cido a una oposición generalizada
de la p artid a de M ilcíades al Querso- contra los Pisistrátidas.
neso, se considera com o m ás probable De hecho, el episodio de la muerte
que los T iranos hayan enviado allí de H iparco es enigm ático y presenta
sucesivam ente a tres hom bres de su en las fuentes que h an llegado hasta
confianza, unidos a ellos por viejas nosotros versiones difíciles de conci­
relaciones de vecindad. liar. H arm odio y Aristogiton, los Tira-
El com ercio ateniense no sólo se nicidas, a quienes la historia posterior
veía favorecido bajo la T iranía por el exaltó a la condición de héroes nacio­
control del H elesponto, sino tam bién nales, pertenecían a una familia del
posiblem ente por las relaciones esta­ dem o de A fidnas, en el Noroeste del
blecidas por Pisistrato con las islas de Atica, que procedía de Eretria (H eró­
N axos y Sainos. El naxio Ligdam is se doto 5.57.1); en definitiva, u n área sin
h ab ía unido a Pisistrato con sus pro­ conexiones con los A lcm eónidas ni
pias fuerzas cuando aquél llevó a cabo con la aristocracia ateniense tradicio­
su tercer y definitivo intento de hacer­ nal y que, en cam bio, había consti­
se con el poder en Atenas. Luego, tuido una de las bases de operaciones
Pisistrato tom ó N axos y estableció allí de Pisistrato. La tradición m enciona
com o tirano a Ligdam is, quien, a su una disputa entre los h erm anos e
vez, ayudó a Polícrates a acceder a la H iparco com o origen de la conjura, y
m isma condición en Samos. los detalles que aporta al respecto no
El desem barco de Pisistrato en el term inan de casar. Los A lcm eónidas
Atica procedente de Eretria indica fueron desterrados en esa circunstan­
que tam bién intentó ajustar relacio­ cia, pero no sabemos si por haber p ar­
nes con una de las dos ciudades m ás ticipado en la intriga o bien p o r la
im portantes de la vecina isla de Eubca. subsiguiente m uerte de los Tiranici-
Los Tebanos, fronterizos por el Norte, das. Se hicieron fuertes en Leipsidrio,
habían ayudado a Pisistrato con recur­ probablem ente en el 513, con la inten­
sos económ icos a tom ar el poder; y no ción de derrocar a H ipias, pero no
hay duda de que estableció una alian ­ e n co n traro n el eco suficiente, y el
za con Tesalia, cuya caballería acudió tirano resolvió la cuestión a su favor
en apoyo de H ipias cuando se vio con facilidad. De hecho, sólo lograron
am enazado p or Esparta. Por otra p a r­ su objetivo con la ayuda m ilitar de
te, Pisistrato había desposado a una Esparta (H eródoto 5.62-65).
m ujer argiva, lo que, según Aristóteles, H ipias consiguió incluso derrotar a
fue causa de que Argos le enviara mil los Espartanos en su prim er intento,
hom bres que lucharon a su lado en la apoyado, al parecer, p o r la caballería
batalla de Palene. tesalia, de suerte que hubo de acudir el
44 A ka l Historia del M undo Antiguo

Relieves de la base de la estatua del propio Heródoto, había sido sobor­


de un Kouros
nado por los A lcm eónidas; lo cierto es
A nverso y reverso (510-505 a.C.)
M useo Nacional de Atenas que la T iranía no pudo ser derribada
desde dentro, de donde cabría deducir
propio rey C leóm enes al frente de un que siguió siendo p o pular hasta sus
ejército num eroso, con el que puso últim os días. Los A lcm eónidas, deste­
sitio a la Acrópolis, consiguiendo que rrados y vencidos por H ipias, habían
H ipias em igrara a Sigeo, que era una aprovechado hábilm ente las am bicio­
especie de reducto fam iliar de los nes espartanas de extender la Liga
Pisistrátidas. La intervención espar­ Peloponesia, a la que hab ría pertene­
tana fue sacralizada p o r recurso al cido Atenas, según entienden algunos
O ráculo de Delfoe, que, en palabras historiadores, a raíz del affaire.
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 45

III. Las reform as de Clístenes

Iságoras y Clístenes ración de las tribus tuvo lugar en el


503 o en el 502. De haber sido así, el
Los acontecim ientos subsiguientes a predom inio de Iságoras sobre Clíste­
la p artid a de H ipias, tal y com o los nes se habría prolongado durante unos
describe H eródoto (5.66.81 y 5.89.94) años, puesto que H eródoto atribuye la
son com plicados y vuelven a eviden­ popularidad de este últim o a la refor­
ciar la difícil posición de salida de los ma tribal. Según el historiador, la lucha
A lcm eónidas en el tablero político entre los dos rivales discurrió como sigue.
ateniense. El oponente de Clístenes Viéndose inferior a Clístenes, Iságo-
era Iságoras, que podría proceder de ras recabó de C leóm enes la exigencia
B rau ró n , o, com o se h a in ten tad o de su exilio y del de otros descendien­
dem ostrar recientem ente, de Icaria, al tes de los que antaño h abían dado
sur de M aratón; en cualquier caso, m uerte a los seguidores de Cilón. Par­
aparece com o el heredero político de tieron todos ellos, y Cleóm enes acudió
Pisistrato. Es posible que participara a A tenas con u n a peq u eñ a tropa.
de u n m odo u otro en la acción que Expulsó de la ciudad a setecientas
acabó con el poder de Hipias, porque familias señaladas por Iságoras e inten­
H eródoto dice que C leóm enes fue su tó disolver el Consejo, encom endando
huésped cuando estuvo en Atenas en las m agistraturas a trescientos parti­
esa ocasión. En tal caso, habría que darios de Iságoras. Sin em bargo, el
suponer en él una adhesión a la tira­ C onsejo opuso resistencia, y, enton­
nía com o form a de gobierno favorable ces, Cleóm enes, Iságoras y sus parti­
al pueblo, pero un rechazo de su tran s­ darios tomaron la Acrópolis. Los restan­
m isión dinástica, o sim plem ente de la tes atenienses la sitiaron, y Cleóm enes
persona de H ipias; y es posible tam ­ depuso su actitud a cam bio de u n sal­
bién que no existiera en él otra m ade­ voconducto para él y su gente, entre la
ra política que la am bición personal. que se contaba Iságoras. Los exiliados
Lo cierto es que dos años después de la fueron autorizados a regresar de inm e­
expulsión de H ipias, es decir en el diato, y Clístenes, tem iendo razona­
508 a.C., lograba el arcontado epónimo. blem ente que, si la Liga Peloponesia
Aristóteles (Athen. Polit. 21.1) fecha las se proponía establecer a Iságoras como
reform as de Clístenes en ese año, pero, tirano, p odía conseguirlo, d ad a su
com o atribuye al 501 el prim er ju ra ­ superioridad militar, envió al rey Darío
m ento del nuevo C onsejo (V. infra), se una em bajada, que form alizó la entre­
tiende a considerar que la reestructu­ ga de A tenas a Persia por el rito de la
46 Akal Hisioria del Mundo Antiguo

tierra y el agua. Poco después C leom e­


nes, em peñado en im poner a Iságoras, Las reform as de Clístenes
em prendía, en efecto, la invasión del en la tradición
Atica por el Oeste, logrando que al
m ism o tiem po los Beocios entraran H eródoto (5.69.2) proporciona una
p or el Norte, y los C alcidios de Eubea inform ación breve e incom pleta de las
lo hicieran por el Nordeste; sin em bar­ reform as de Clístenes. Dice que creó
go, ante la defección de los C orintios, nuevas tribus, con nuevos nom bres,
las fuerzas esp a rtan as se retiraron m ás num erosas que las antiguas y
antes de lu ch ar, y los A tenienses dividió los dem os en diez grupos, asig­
derrotaron a los Beocios y a los C alci­ nando uno de esos grupos a cada
dios. Finalm ente, los Espartanos reu­ tribu. La Política de Aristóteles co n ­
nieron la Liga Peloponesia y p ro p u ­ tiene dos alusiones a las reform as de
sieron restablecer a H ipias, a lo que se Clístenes (1275 b.34-37 y 1319 b.19), de
negaron los C orintios y otros m iem ­ las que se desprende que el núm ero de
bros de la Liga. A partir de ese m om en­ los ciudadanos fue am pliam ente incre­
to cesaron las ingerencias espartanas m entado. La Athenaion Politeia (21.2-22)
en A tenas,y C lístenes se vio libre de su es con m ucho el texto que más glosa la
rival Iságoras. obra de Clístenes y, aunque, com o de
El relato de H eródoto puede tener costum bre, parte de su contenido se
diversas lecturas, pero, en cualquier revela com o especulación del autor,
caso, todo parece in dicar que fueron hay una serie de datos tom ados de
los propios errores de Iságoras los que otras fuentes, a saber: que sustituyó el
propiciaron su caída. A pesar de la C onsejo soloniano de los C uatrocien­
supuesta p o p ularidad de Clístenes, tos por el de los Q uinientos; que el
Iságoras lograba su destierro y el de nuevo C onsejo se form aba a razón de
un buen pu ñ ad o de sus seguidores, y cincuenta miembros por tribu; la estruc­
sólo parecen hab er em pezado sus p ro ­ tura de las nuevas tribus; que los demos
blem as cuando C leóm enes hizo vio­ fueron creados y bautizados por C lís­
lencia al Consejo. Para entender mejor tenes, sustituyendo en adelante a las
el asunto, sería necesario saber de qué naukrariai; que desde entonces los
Consejo se trataba; ahora bien, si como ciudadanos no llevaban en su deno­
se supone, Solón no había creado el de m inación personal el gentilicio sino el
los C uatrocientos y Clístenes tam po­ nom bre del dem o; y que los gene, fra­
co aú n el de los Q uinientos, tiene que trías y sacerdocios se m antuvieron
tratarse del Areópago, que, en su cali­ conform e a la tradición.
dad de «guardián de las leyes», pudo
tratar de im pedir que Iságoras esta­ La Boulé
bleciera la tiranía. Lo m ás prudente
habría sido sin duda aprovechar la La adscripción a Clístenes de la crea­
ausencia del rival político para recu­ ción del C onsejo de los Q uinientos
perar la antigua posición p o r una vía —la Boulé— es aceptada en general
ortodoxa. N o sabem os la causa por la por los historiadores m odernos. El
que Iságoras eligió el cam ino m ás tradicional Consejo del Areópago, que
corto, pero, en todo caso, la ocupa­ posiblem ente em pezó ahora a llam ar­
ción de la Acrópolis era u n a jugada se así p a ra d iferen ciarse del n u e ­
irreversible, que no le dejaba otra al­ vo, siguió existiendo y recibiendo entre
ternativa de poder que Ia„ tiranía; si sus m iem bros a los arcontes salientes;
fallaba el apoyo de la Liga Peloponc- se ha supuesto que conservó sus fun­
sia, com o en efecto ocurrió, Clístenes, ciones, tal y com o h ab ían sido defini­
exonerado del exilio, tenía en sus m a­ das en las Leyes de Solón, y que fue
nos el liderazgo político. más tarde, a consecuencia de las re-
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 47
formas radicales de Efialtes, cuando te un año, no pudiendo ser reelegidos.
vio drásticam ente reducidas sus com ­ Esta norm ativa garantizaba al máximo
petencias. la ad e cu ac ió n en tre la Boulé y la
El nuevo C o n sejo n acía con la Ekklesia. A m ediados del s. V a.C. cada
m isión específica de ejercer la proboú- una de las diez secciones de la Boulé
leusis, es decir el tratam iento previo de elegidas por las tribus, que se denom i­
las m aterias a som eter a la Ekklesia, naba prytaneia, residía en la ciudad
que sólo podía p ro nunciarse sobre durante una décim a parte de su año
propuestas transm itidas por la Boulé. de m andato, constituida con carácter
En su condición de «guardián de las perm anente y presidida cada día de
leyes», el A reópago podía h ab er ejer­ ese mes por uno de sus miembros, ele­
cido una función sim ilar desde la épo­ gido por sorteo. Tam bién se sorteaba
ca aristocrática, pero todo invita a el turno por el que cada tribu ejercía
p ensar que se venían som etiendo pro­ su pritanía a lo largo del año. El presi­
puestas directam ente a la Ekklesia. Tal dente de la pritanía en ejercicio lo era
vez em pezara a hacerlo Solón en las tam bién de la totalidad de la Boulé y
circunstancias extraordinarias en que (desde el 487 a.C.) de la Ekklesia, si lle­
discurrió su actividad política, y, desde gaban a reunirse.
luego, es de su poner que lo hicieran Este recurso constitucional, que fue
los Tiranos. El hecho es que, después diseñado del m odo más adecuado para
de la T iranía, la Ekklesia era el órgano no lim itar los poderes de la Boulé,
sistem áticam ente decisorio sobre los tenía la ventaja de perm itir un con­
asuntos m ás trascendentales del esta­ tacto inm ediato entre los m agistrados
do, por lo que resultaba m uy conve­ y este órgano. No se sabe si fue perge­
niente filtrar y en cau zar su actividad, ñado cuando se creó la Boulé, es decir
en evitación de que p u d ieran llegar por el propio Clístenes, y hay una ten­
directam ente hasta él propuestas tan dencia a incluirlo entre las reformas
peligrosas com o la que había llevado de Efialtes; sin em bargo, tam bién se
al poder inicialm ente a Pisistrato. La ha defendido la prim era posibilidad,
com posición real de la Ekklesia en que es, cuando m enos, verosímil. R eu­
cada sesión era sin duda muy aleato­ nir a la totalidad de la Boulé era com ­
ria, y el factor sorpresa podía ser utili­ plicado, llevaba días y, sin duda, no se
zado eficazm ente p o r cualquier líder podía prodigar; es de suponer que
que se asegurara la asistencia de sus sólo se hiciera cuando existían m ocio­
partidarios el día en que tuviera la nes para la Ekklesia. Tal vez el sistema
intención de presentar una propuesta. de las pritanías se consideró com o
La proboúleusis no sólo perm itía inter­ necesario desde un prin cip io para
ceptar algunas iniciativas, sino, lo que postergar en la práctica al Areópago,
es m ás im portante, aseguraba que fue­ que, ante cualquier eventualidad apre­
ran conocidas de antem ano. C onfiar m iante, habría sido m ucho más fácil
esta tarea al A reópago habría resul­ de reunir que el de los Q uinientos,
tado involucionista y probablem ente dado que estaba com puesto todavía
inaceptable para la propia Ekklesia. exclusivam ente por m iem bros de la
Por lo tanto, la creación de un cuerpo clase alta, y éstos tenían una tendencia
restringido, al que pudieran tener acce­ a residir en la ciudad.
so directo los m ism os ciudadanos que Desde la actual perspectiva histó­
integraban la Ekklesia debió de pare­ rica, que considera com o falsa la crea­
cer el expediente idóneo. ción por parte de Solón del C onsejo de
El C onsejo de los Q uinientos se los C uatrocientos, según se dijo más
com ponía de cincuenta m iem bros de arriba, el C onsejo de los Q uinientos,
cada tribu, designados por sorteo, que que siguió siendo la institución más
p erm anecían com o consejeros d u ra n ­ representativa del estado ateniense
48 A ka l Historia del M undo Antiguo

durante toda su historia, aparece como Reconstrucción hipotética dei


la pieza m ás im portante dentro de la frontón del lado oeste del
viejo templo de Atenea Poliada
labor legislativa y constitucional de situado al sur del Erecteion,
Clístenes. que fue ampliado y decorado
en la 1.a mitad del siglo VI a.C.
(Según S chuchhardt)
Estructuración inclusión en el m ism o al cum plir los
de los dem os dieciocho años, debiendo pro b ar por
m edio de testigos su edad y su as­
Es seguro que los dem os áticos exis­ cendencia. E sta inclusión im p lica­
tían antes de Clístenes con sus propios ba el reco n o cim ien to de la co n d i­
nom bres. E ran unidades de población ción de ciudadano a todos los efectos,
rural y de m uy variada extensión, que es decir que constituía la prueba de
no pueden responder sino a un desa­ ciudadanía. C om o ya se ha dicho, las
rrollo n atu ral del p o b lam ien to del fratrías conservaron las funciones que
territorio. Sin em bargo, Clístenes les h ab ían tenido antes en este sentido, y
confirió un carácter de unidades adm i­ la recepción en la fratría podía servir
nistrativas que no tenían con anterio­ para revocar el eventual rechazo de
ridad. Los varones adultos de cada un candidato en su demo, de m odo
dem o constituían u na asam blea sim i­ que el doble registro tenía un carácter
lar a la Ekklesia, que se reunía en el sim ilar al que m odernam ente corres­
dem o y elegía un demarchos, es decir ponde a los registros civiles respecto
un m agistrado presidente del demo, de los bautism ales, pero, tal y como
de m andato anual. ocurre ahora con los registros civiles,
El dem o llev ab a u n registro (el
lexiarchikón grammateion) de sus miem ­ Monumento de los héroes epónimos
bros, los cuales se p resentaban para su (Según Traulos)

I II III IV V VI VII VIH IX x


.Afidna
M. Parnaso »D0Qelia
• Filé •Lip k id rio i
• Peón idas
• Maratón
Icaria
.P robalinto
M. Rentéiico
• \ / MESOGEA)
C0,J rgy Palene G a r g é t ^ ^ .. Mirrinunte
• Jónidas
Salamina / . .A g rilé .Peania

SALAMINA · Λ Τ μ . Hlme.o Braurón


El Plreo · Sfeto
Halimo irrino
• Prasias
Aixoné
GOLFO SARONICO
Lamptras
• Frearrios
M. Laurion
• Tórlco
Anaflisto

CABO SUNIO

El territorio de Atenas
(Según Westermann)

los de los demos eran los que surtían Otra iniciativa im portante de Clís­
efectos legales y políticos, de suerte tenes fue la de dividir la ciudad de Ate­
que, a pesar de dejar a las fratrías sus nas y su entorno rural en una serie
antiguas funciones, la configuración de demos. Ello debió de contribuir a
adm inistrativa de los demos las rele­ difum inar la oposición entre la ciu­
gaba a un segundo plano, creando dad y el resto del territorio, fomen­
unas nuevas líneas de cohesión entre tando así el sentim iento de unidad del
los miembros del demo, que no esta­ Atica, que tan eficazmente habían es­
ban ya en función de la estructura timulado los Tiranos. Pero la razón
gentilicia. básica y que de suyo justifica la medi­
Una consecuencia natural del nue­ da, fue probablem ente el organizar al
vo sistema adm inistrativo fue la nom i­ conjunto de los ciudadanos en una
nación personal de los ciudadanos estructura administrativa homogénea.
por el nom bre del demo, que prevale­ Es dudoso que Clístenes suprimiera
cía habitualm ente sobre la gentilicia las naukrariai, como se indica en la
por razones prácticas. Fueron inclui­ Athenaion Politeia (21.5). Clidemo, el
dos en cada demo los ciudadanos que más antiguo de los Atidógrafos, afir­
residían en él en ese momento, pero ma que las mantuvo, elevando su nú­
para el futuro la pertenencia a un mero de cuarenta y ocho a cincuenta,
demo tenía un carácter hereditario, a fin de que tuvieran un reparto equili­
aun cuando cam biara el lugar de resi­ brado entre las nuevas tribus, como lo
dencia del ciudadano; de tal m anera habían tenido entre las antiguas. Su
que el demo pasó a constituir un ver­ supresión debe de corresponder, según
dadero apellido familiar, análogo al se piensa, a la creación de la flota ofi­
gentilicio, lo que contribuyó todavía cial por parte de Temístocles, y lo más
más a postergar la primitiva deno­ probable es que Clidem o estuviera
minación. bien informado sobre el particular.
50 Akal Historia del M undo Antiguo

Sobre el censo ran sus antepasados en el m om ento de


la reform a. Las nuevas diez tribus
de ciudadanos recibieron sendos héroes epónim os
E n la Athenaion Politeia (21.4) se docu­ señalados por el O ráculo de Delfos a
m enta un a revisión del censo de ciu­ partir de una lista de cien héroes áti­
dadanos llevada a cabo después de la cos propuestos {Athen. Polit. 21.6), un
expulsión de H ipias, que habría in h a­ dato im portante para considerar h as­
bilitado a algunos de ellos. ¿Cómo se ta qué punto intentaba Clístenes am or­
arm oniza esta noticia con la de que tizar las tribus antiguas rodeando a
Clístenes aum entó el núm ero de los las nuevas del m ism o carácter reli­
ciu d ad an o s? O b ien se co n sid eran gioso y tradicional. Al m ism o tiempo,
com o incom patibles am bas m edidas, la sanción de la reform a por parte de
cuestionando la autenticidad de una o Delfos, que fue un recurso utilizado
de la otra; o bien se adopta una acti­ por otros legisladores, suponía un res­
tud conciliadora, entendiendo que la paldo m uy im portante para la misma.
d epuración se h abía producido en el La Athenaion Politeia nos propor­
510, es d ecir in m e d ia ta m e n te d es­ ciona una inform ación preciosa sobre
pués de la caída de la T iranía, por la estructura de esas tribus. Los demos,
iniciativa co n ju n ta de los A lcm eó­ unos ciento cuarenta en total, fueron
nidas y los oligarcas, y que Clístenes distribuidos en 1res grandes regiones:
volvió a adm itir a los excluidos cu a n ­ la C iudad (Asty), la C osta (Paralía) y el
do era ya un líder popular. A m bas Interior (Mesógeios). A su vez, cada una
posiciones son hipotéticas y, en defi­ de estas regiones fue dividida en diez
nitiva, dependen de la interpretación partes, denom inadas trittyes, que podían
que se dé a la prim era am pliación estar integradas por uno o varios de­
del cuerpo de ciu d adanos, de suyo mos, según fuera su extensión o, p ro ­
problem ática. bablem ente, su volum en de p o b la­
ción. U na trittys «urbana», una costera
y una del interior form aron en ade­
La reforma tribal lante y con carácter definitivo cada
El arran q u e de la obra constitucional una de las diez tribus.
de Clístenes fue, según se dijo más Se establece en la Athenaion Politeia
arriba, la reform a tribal. Las cuatro que la finalidad perseguida con la
tribus antiguas en que se dividían creación de las nuevas tribus fue la de
ancestral m ente los A tenienses con «m ezclar a los ciudadanos para que
carácter hereditario siguieron exis­ pudiera participar de la politeia un
tiendo y conservando sus rituales reli­ núm ero mayor». Esta afirm ación, que
giosos, pero Clístenes reorganizó el no sabem os si es m eram ente especula­
cuerpo de ciudadanos en otras diez tiva, resulta en todo caso am bigua,
tribus, cuya estructura no guardaba dado que politeia puede significar el
relación con la de las anteriores, por­ «colectivo de los ciudadanos», es decir
que no era de carácter gentilicio sino el derecho de ciudadanía, o el «con­
territorial. A partir de entonces todos junto de las instituciones políticas», es
los atenienses siguieron pertenecien­ decir el gobierno del estado. Queda,
do a la m ism a tribu antigua que sus por tanto, abierto a la m oderna especu­
ascendientes, pero, a efectos de su lación el problem a de establecer los
potencial designación como miembros m otivos de lo que parece un com pli­
de la Boulé o com o m agistrados, y cado sistem a tribal. Y es m ucha la
a efectos de reclutam iento y distribu­ tinta que ha corrido al respecto, basán­
ción en regim ientos, estaban inclui­ dose sobre todo en el supuesto de que
dos en aquélla de las nuevas tribus Clístenes diseñó esta estructura en
que englobara el dem o donde residie­ función de sus propios intereses, es
La form ación de la dem ocracia ateniense. II. 51
decir para favorecer a los Alcm eóni- que se creaba com o u n a continuación
das y p erjudicar a Iságoras. del anterior.
La cuestión es com pleja, porque no A su vez, la inclusión de una p o r­
se puede d u d ar de la existencia de esos ción del Asty en cada u n a de las tribus,
deseos, pero, en definitiva, el sistema que tam bién se ha querido interpretar,
tuvo que ser apro b ad o por la Ekklesia, con diversos m atices, com o una ven­
y la trascendencia del asunto hace taja personal im puesta por Clístenes
suponer que todas las partes interesa­ al grupo pisistrátida —cuyas áreas de
das h ay an p rocurado la asistencia a la influencia se ubicaban en las zonas
m ism a de sus seguidores, de suerte alejadas de la costa oriental— podría
que la nueva estructura tribal debía de tener una explicación suficiente de
parecer aceptable a la m ayoría del orden adm inistrativo. Ello perm itía,
colectivo de los ciudadanos. Conviene com o en efecto ocurrió, que todas las
no olvidar que el oponente de Clíste­ tribus —con la excepción de la Hippo-
nes, Iságoras, no era el representante thontís, que al parecer consiguió m an ­
de la aristocracia tradicional, es decir tener su centro en Eleusis— tuvieran
de los oligarcas, sino el heredero polí­ su sede en la zona de la ciudad, lo que
tico de Pisistrato, y que en esos m om en­ resultaba m uy práctico y conveniente,
tos la T iran ía debía de ser conside­ dado que sus listas eran la base para la
rada por la m ayor parte de los votantes nom inación de los m agistrados y con­
en su verdadera dim ensión práctica, sejeros y para el reclutam iento militar.
reconocida en general com o positiva Por supuesto, el hecho de que las
p o r las fuentes, y no tanto bajo el elecciones tuvieran lugar en la ciudad
prism a del anatem a teórico que le y de que un tercio de los votantes de
aplican sistem áticam ente los autores cada tribu viviera en ella, o m uy cerca
clásicos. Los deseos de Clístenes hubie­ de ella, otorgaba una ventaja poten­
ron de subordinarse sin duda a la ela­ cial a los candidatos allí residentes,
boración de una propuesta popular, porque resultaba m ás fácil a sus p arti­
porque sin los votos de los seguidores darios acudir a la Ekklesia; y es posi­
de Iságoras parece difícil que llegara a ble tam bién que esas circunstancias
salir adelante. De hecho, Heródoto favorecieran a los A lcm eónidas, pero
afirm a taxativam ente (5.69) que C lís­ podían favorecer igualm ente a otros
tenes « h ab ía sido rechazado en un candidatos, y en todo caso insistim os
principio p o r el pueblo, peor que la en que la «centralización» de las tri­
reform a de las tribus atrajo a éste bus parece justificable por sí misma.
hacia su persona, haciéndole sobrepa­ De hecho, en el s. V los A lcm eónidas
sar con m ucho a sus rivales». están docum entados com o m iem bros
U na cuestión oscura y, sin em bargo, de tres dem os «urbanos» que pertene­
de sum a im portancia para com pren­ cían a tres tribus diferentes, de m odo
der el problem a, es la de la división de que p o r ese lado tenían una disper­
las tribus en trittyes, que se tiende a sión de votos, que, en principio, no
considerar m odernam ente com o un parece favorable para asegurarse un
recurso utilizado por Clístenes en su arcontado, ya que los nueve arcontes y
supuesta m anipulación de la geogra­ el secretario se elegían a razón de uno
fía electoral. C onviene no perder de por cada tribu. O bien la fam ilia esta­
vista que las tribus antiguas conlleva­ ba segura de d o m in ar las tres tribus,
b a n esa división y que, aunque ignora­ lo cual es m uy im probable en ese
mos por com pleto su significado, es m om ento, o bien no pudo conseguir
in dudable que alguno tenía, y es tam ­ que sus dem os quedaran incluidos en
bién posible que la nueva estructura la m ism a tribu, lo que significaría que
se viera condicionada p o r la antigua, Clístenes había tenido que subordinar
al efecto de presentar el sistem a tribal sus intereses personales a la racionali-
52 A kal Historia del M undo Antiguo

La estructura tribal de Clístenes dad de la propuesta o al consenso de


sus rivales políticos.
Cada una de las diez tribus tenia una porción (Trittys)
costera, una interior y una del término de la ciudad. Si la reform a de las tribus estaba
destinada a desvirtuar los efectos de
1. Erechtheis. 6. Oinels.
la coacción del voto ejercida por la
2. Aigets. 7. Kekropís. nobleza sobre los elem entos social­
3. Pandionis. 8. Hippothoontís. m ente dependientes, es difícil que los
4. Leontls. 9. Aiantls. Alcm eónidas hayan podido eludir esas
5. Akamantfs. 10. Antiochís. consecuencias, de m odo que parece
La form ación de la d em ocracia ateniense. II. 53
más verosímil que C lístenes haya re­ que un área de culto local ha sido afec­
forzado su posición con la propues­ tada por la división, sugieren que la
ta de una reform a al gusto de la m a­ reestructuración de las tribus estaba
yoría, tal y com o da a entender H eró­ destinada a fragm entar las unidades
doto, que no com o consecuencia de de influencia local y, consecuente­
las eventuales ventajas que haya podi­ m ente, a provocar una dispersión de
do otorgarle el nuevo aparato electoral. votos desfavorable a quienes ejercían
En sus detalles, el sistem a tribal de esas influencias. Este ha parecido, en
Clístenes resulta definitivam ente elu­ efecto a m uchos historiadores, el ver­
sivo, por falta de evidencia. A unque dadero objetivo de la reforma. Por
tenem os una idea bastante aproxi­ m ucha ventaja que tuvieran los ele­
m ada de la distribución geográfica de m entos residentes en el Asty, habrían
las nuevas trittyes, no-podemos evaluar de ganarse en adelante los votos de
el alcance de la reform a, porque no otros ciudadanos con los que no tenían
sabem os prácticam ente nada sobre la ningún vínculo ancestral, de modo
distribución de las tribus antiguas. La que no podrían descuidar sus intere­
noticia de la Athenaion Politeia (21.4) ses. La nobleza dirigente se vio obli­
en el sentido de que la asignación de gada sin duda a reconstruir sus clien­
las trittyes a las nuevas tribus se hizo telas, pero el nuevo contexto en que lo
por sorteo es considerada por los his­ hacía daría un sentido distinto a esa
toriadores m odernos com o falsa: el dependencia. Desde este punto de vis­
hecho de que cuatro de las diez tribus ta, la reform a tribal puede haber sido
registren u n a contigüidad entre sus una auténtica revolución, lo que justi­
trittyes costera e interior, y algunos ficaría su pervivenda en la etapa de la
otros detalles, sugieren que la asigna­ dem ocracia radical.
ción no se hizo al azar, pero es muy En sum a, si se deja de lado la consi­
poco m ás lo que se puede deducir con deración de que la reestructuración de
alguna certeza. E n la inm ensa m ayo­ las tribus com porta un diseño desti­
ría de los casos los dem os de cada nado a beneficiar a su prom otor, no
trittys son contiguos, pero tam poco resulta quizá dem asiado difícil consi­
estam os en condiciones de explicar derarla com o el resultado de la nece­
satisfactoriam ente los casos anómalos. saria adaptación de la división tradi­
La región llam ad a Asty no sólo cional en tribus a la nueva realidad
incluye la ciudad de Atenas, sino tam ­ sociopolítica, e incluso dem ográfica,
bién un a porción de costa y la m ayor de un estado que, debido a una con­
parte de la llan u ra central; en con­ junción de factores, operaba a la sazón
junto, aparece com o el núcleo ate­ el tránsito de la aristocracia o la oli­
niense prim itivo y es probable que garquía a la dem ocracia. P robable­
fuera la zona de im plantación exclu­ mente, la p alabra demokratía no la
siva de la aristocracia m ás tradicional. había pronunciado todavía nadie, por­
Las trittyes del Asty son todas ellas dis­ que no había existido ni existía la rea­
contiguas respecto de las del interior y lidad que designa. U na canción de
de las costeras de su m ism a tribu; en el bebedores (skolion) que circulaba en
área de Eleusis, igual que en la de la Atenas del s. V a.C. relativa al asesi­
Braurón, que eran dos unidades tradi­ nato de H iparco em pleaba la palabra
cionales, la división de las trittyes cos­ isonomía («leyes iguales para todos»),
teras asignadas naturalmente a distintas y, p o r su parte, H eródoto se refiere
tribus pasa m uy cerca de los respecti­ a este período de transición con el
vos núcleos urbanos, y la Tetrápolis térm ino isegoría («voz pública para
tam poco queda incluida toda ella en todos»); ésos eran probablem ente los
u n a m ism a trittys. Todos estos datos, slogans políticos del m om ento, que
unidos a los casos docum entados en afloran a las reform as de Clístenes.
54 A ka l Historia del M undo Antiguo

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