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HISTORIA
^M V N D O
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U KLCIA
/ ^ n r r i A
Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

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Los B e rro ca le s del Jaram a
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ISBN: 8 4 -7 6 0 0 -2 7 5 -0 (Tomo14)
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Pol. II - La Fuensanta
M ósto le s (M adrid)
Pinted in Spain
EL MÜMDO DEL EGEO EN EL
SEGUNDO MILENIO

José Carlos Bermejo Barrera

m
Indice

In tro d u cció n .............................................................................................................. 7

I. La cultura m in o ic a ........................................................................................... 9
1. In tro d u c c ió n ....................................................................................................... 9
2. Período palacial primitivo (2000-1700 a. J. C.) ....................................... 11
3. Período palacial tardío (1700-1400 a. J. C . ) .............................................. 16

II. Grecia en la Edad del Bronce ....................................................................... 19


1. El Heládico Primitivo y sus problemas históricos ................................... 19
2. El Heládico Medio y sus problem as h istóricos......................................... 24
3. El surgimiento de la cultura m ic é n ic a ........................................................ 28
3.1. El Heládico Tardío I, II y III A ......................................................... 28
3.2. El nacimiento de la cultura y la sociedad m icén ica s..................... 31
4. La expansión micénica .................................................................................... 33
5. El fin del mundo micénico ............................................................................. 36

III. La cultura m icén ica...................................................................................... 39


1. Las bases económicas ..................................................................................... 39
2. La estructura social y política de los reinos micénicos .......................... 45
2.1. La m o n a rq u ía ............................................................................................ 45
2.2. La administración y los fu n cio n ario s.................................................. 47
2.3. La nobleza ................................................................................................ 50
2.4. El D a m o s .................................................................................................. 53
2.5. Los e s c la v o s .............................................................................................. 55
2.6. Más allá del tem plo y el palacio: el mundo rural ............................ 56
3. La religión m icénica......................................................................................... 58
3.1. El Panteón de P ilo s .................................................................................. 59
3.2. Algunos aspectos del culto y el r i t u a l ................................................. 62

Tabla cronológica ................................................................................................... 68

B ibliografía................................................................................................................. 69
El mundo del Egeo en el segundo milenio 7

Introducción

Siempre es muy difícil com enzar a es­ res, basándose en el hecho de que es
cribir la historia, ya que todo límite, posible que dos sociedades sean prác­
todo corte cronológico posee un ca­ ticamente idénticas —como puede ser
rácter m eram ente convencional. Y si el caso de las de la Edad del Bronce
esto es cierto aplicado al estudio de Tardío y la cultura micénica, aunque
cualquier pueblo y de cualquier épo­ en la prim era de ellas esté ausente la
ca, la dificultad se acrecienta enorm e­ escritura. Lo que habría que buscar,
mente cuando de lo que tenem os que pues, no serían los textos que nos
hablar es de los orígenes, de los pri­ transm itan los acontecim ientos histó­
meros principios, del punto de parti­ ricos, ya que, curiosam ente, las ta­
da a partir del cual se puede com en­ blillas micénicas no recogen direc­
zar a hablar de una historia tan llena tam ente ningún acontecim iento histó­
de connotaciones de todo tipo como rico trascendental, por ejem plo, sino
lo es la Historia de Grecia. ¿D ónde otros criterios basados en los diferen­
comienza, en efecto, la historia del tes grados de la evolución de las so­
pueblo griego? En este caso, como en ciedades.
otros similares, se han utilizado dife­ Y así es como se desarrolló el se­
rentes criterios para establecer un lí­ gundo de los criterios de delimitación
mite a partir del cual comenzaría a entre la Prehistoria y la Historia: el
tener sentido el hablar de la Historia criterio arqueológico. D e acuerdo con
de Grecia. él, la evolución de la hum anidad ten­
El prim ero de estos criterios, de dría lugar a través de diferentes eta­
una supuesta validez general, es el pas de progreso tecnológico, que ven­
que afirma que el tránsito de la drían marcadas por el tránsito de una
Prehistoria a la Historia tiene lugar economía recolectora y depredadora,
cuando se produce la aparición de los la de las sociedades de cazadores, a
prim eros docum entos escritos, en otra economía productora, la de las
cuyo caso la Historia griega tendría sociedades agrícolas y ganaderas del
sus comienzos a finales de la Edad del Neolítico, pasando luego al desarrollo
Bronce y más o menos a mediados de las sociedades urbanas, que seña­
del segundo milenio, cuando en los larían el comienzo de la Historia, pa­
palacios micénicos comienza a desa­ ra culminar por fin en la revolución
rrollarse el tipo de escritura conocido industrial. D e acuerdo con este crite­
como Lineal B. Este criterio ha sido rio, el comienzo de la Historia en el
puesto en duda por numerosos auto­ Egeo tendría lugar con el desarrollo
8 Aka! Historia del Mundo Antiguo

del urbanismo y de las culturas pala­ criterio se fundiría con el prim ero.
ciales de Creta y el continente griego. Pero es que, adem ás, las teorías de
Por último aún cabe un tercer este tipo incurren en un defecto lógico
criterio delimitador: el lingüístico y que podríamos denom inar como fina-
étnico, según el cual la H istoria de lismo, puesto que sostienen que el
Grecia comenzaría con la llegada a la pueblo griego no es, como todos los
H élade de un pueblo, el griego, reco­ demás pueblos, el resultado de un lar­
nocible por su idioma, sus costumbres go proceso histórico, sino que ya des­
y sus características físicas y espiritua­ de un principio nace, como A tenea, de
les. De acuerdo con este criterio la la cabeza de Zeus, perfectam ente de­
Historia comenzaría en Grecia en un sarrollado, anunciando desde sus orí­
fecha que, como verem os, puede os­ genes su futuro destino.
cilar desde el Neolítico al Heládico Sea cual sea el criterio que tom e­
—o Edad del Bronce— Tardíos, perío­ mos podrem os com probar que en
dos en los que los diferentes autores cualquier caso la Historia griega halla
tienden a situar la posible llegada de sus comienzos en la Edad del Bronce,
los invasores helénicos. Este criterio en el segundo milenio antes de nues­
ha sido igualmente fuertem ente criti­ tra Era, tanto en el propio continen­
cado, ya que, por una parte, es muy te griego como en la isla de Creta.
difícil delimitar lo que puede ser Com enzarem os precisam ente hacien­
«griego» desde el punto de vista físico do referencia a esa isla, ya que en
— a menos que se utilice un criterio ella, como en el resto del Egeo, se
racista— , o desde un punto de vista produce antes que en la Grecia conti­
espiritual, y por otro lado porque, si nental el fenómeno de la revolución
recurrimos a un criterio lingüístico, la urbana y el florecim iento de la cultu­
única forma indudable de dem ostrar ra palacial, siguiendo unas pautas que
que un pueblo concreto hablase grie­ podrem os considerar como arquetípi-
go en determ inada etapa de su histo­ cas de todo el mundo egeo, para pa­
ria es que haya unos docum entos que sar posteriorm ente a estudiar las pri­
recojan su lengua, con lo cual este meras etapas de la Historia griega.

Disco de terracota,
procedente de Festos
(en torno al 1600 a.C.)
Museo Nacional de Atenas
El mundo del Egeo en el segundo milenio 9

I. La cultura minoica

1. Introducción go, desde hace algunos años la inves­


tigación arqueológica ha obligado a
Los primeros años de nuestro siglo poner claram ente en duda sus funda­
vieron salir a la luz los magníficos res­ mentos.
tos de los palacios cretenses. La origi­ Es indudable que en el campo
nalidad de su arquitectura, la gran be­ del arte, de la arquitectura, la pintura
lleza de sus frescos y de las cerámicas y la cerámica existe un gran influjo
halladas en ellos im presionaron viva­ minoico sobre la cultura de Micenas.
m ente, tanto a los historiadores y ar­ Y hasta es posible que algunos artis­
queólogos que se dedicaron a su estu­ tas minoicos se hayan desplazado a
dio como al público culto europeo en trabajar al continente. Tam bién es
general, que vio en el arte minoico un verdad que en un fenóm eno de capi­
precedente muy claro de las tenden­ tal im portancia, como lo es la escritu­
cias artísticas de estos m om entos, a ra, el influjo de C reta sobre el mundo
las que solemos conocer bajo el nom ­ griego resulta evidente, ya que la es­
bre de M odernismo. A parecía, pues, critura Lineal B deriva claram ente de
una nueva cultura depositaría de la cretense conocida como Lineal A.
grandes valores de diverso tipo, y que Pero debemos tener en cuenta que
a la vez era anterior a la cultura grie­ todos estos influjos fueron de tipo
ga propiam ente dicha y había influido m eram ente cultural, m ientras que,
en ella, puesto que los objetos mi- por el contrario, el desarrollo de las
noicos hallados en la Grecia continen­ fuerzas económicas y sociales siguió
tal y el posterior desarrollo de la cul­ en los mundos minoico y micénico
tura palacial en ella así parecían d e­ una dinámica propia en cada uno de
m ostrarlo. Y así comenzó a conside­ los casos.
rarse a la cultura minoica como la En el continente griego se obser­
progenitora de la que vendría a ser va una gran continuidad en los asen­
posteriorm ente la cultura griega clási­ tam ientos y en la cultura material
ca. Fue el excavador del palacio de desde el Neolítico, o por lo menos
Cnossos, Sir A rthur Evans, quien desde la Edad del Bronce Medio has­
plasmaría esta teoría a través de sus ta la formación de la cultura micéni-
obras, por lo que pasó a disfrutar de ca, por lo que podem os suponer que
un gran predicam ento y a ser acepta­ los elem entos definitorios de la evolu­
da posteriorm ente como un hecho ción histórica poseyeron una dinámi­
histórico incontrovertible; sin em bar­ ca que en lo fundam ental no fue de-
10 Akal Historia del Mundo Antiguo

• Afrata. Guverneto.
Hagia Marina. · Lera.
Galatas. *Cania.
«Calami.
Debía. ►
Estilos. Hagia Pelagia.
©
Plativola.
• Pigi. Amnisos
Esclavocampos. •Pirgo-
Gazi. >*lsopata.*®urri
Cnossos
• Trimbocampos. •Arcanes.
Atsipades. Elenes
© Çan^arés. •Prinias. •Vatipetro.
Sacturia Apodulu. • Damania.
®Voios.
Hagia Tríada. Festo. .G ortina.
Cam ilari.· *Platanos.
© *Porti.
Cornos.
®
Lebena.

pendiente de influjos exteriores. Y ríodos: el palacial primitivo y el tar­


por otra parte puede claram ente com­ dío. El prim ero de ellos com prende
probarse que no existen huellas indu­ los períodos arqueológicos situados en­
dables, sobre todo asentam ientos de tre el Minoico M edio I y el Minoico
gran importancia de cretenses en la Medio III, mientras que el segundo
H élade, por lo cual deberem os dejar de ellos se desarrollaría desde el Mi­
a un lado la brillante hipótesis de noico Medio III hasta el Minoico R e­
A. Evans y estudiar la cultura mi- ciente III.
noica dentro de sus propios límites y En términos de cronología abso­
no como el lugar de origen de la cul­ luta, establecida a partir de sincronis­
tura griega. mos arqueológicos entre C reta y
N uestro punto de partid a lo Egipto, se podría afirmar que el pri­
constituirá el comienzo del II milenio m ero de estos períodos com prende
antes de nuestra Era. En estos m o­ más o menos desde el 2000 hasta
m entos, en efecto, se construirán en el 1700 a. J. C. y el segundo desde el
Creta los primeros palacios, lo que 1700 hasta el 1400 a. J. C.
señalará la existencia de un cambio Hemos establecido la distinción
histórico de fundam ental im portan­ entre períodos históricos: los palacia­
cia, puesto que este hecho trajo con­ les, y arqueológicos: los minoicos,
sigo el desarrollo del urbanism o y la correspondientes a la Edad del Bronce
aparición de una economía centraliza­ porque conviene no confundir, como
da y de una clara estratificación social. suele hacerse muchas veces, el desa­
Suele dividirse el desarrollo his­ rrollo histórico con la simple evolu­
tórico de la cultura palacial en dos pe­ ción de las formas arqueológicas en
El mundo del Egeo en el segundo milenio 11

cerámica, arquitectura, etc., ya que


en modo alguno es defendible que el
cambio de una decoración cerámica a
otra tenga que implicar necesaria­
m ente im portantes transformaciones
de carácter económico, social o, en
definitiva de tipo histórico. Pasemos,
pues, a analizar el desarrollo histórico
de las sociedades minoicas.

íM a lia . _
•F u rn e .
2. Período palacial primitivo
»C arf¡.
• T ra p e za . P a leca stro . (2000-1700 a. J.C .)
M odos. • C a m a iz i.
^M irsine.
V ro c a s tro T rao s talo s. La principal fuente de que dispone­
• G u r n ia . mos, tanto para el estudio de este pe­
# A n o V ían o s . • V a s ilik i. Z ac ro s. ríodo como para el de los períodos
« C o n d ro s .
•H a g ia Fotia. posteriores, la constituye la arqueolo­
• M irto s.
gía. Por ello será necesario comenzar
examinando las evidencias que ésta
nos proporciona, para pasar poste­
riorm ente a la deducción de las posi­
bles conclusiones históricas que el
análisis de estos materiales nos pueda
permitir formular.
Decíamos anteriorm ente que es­
te período se inicia con la construc­
La Creta Minoica ción de los palacios. U n palacio cre­
tense se compone de una serie de in­
sulae agrupadas en torno a un patio,
pero independientes entre sí y po­
seyendo cada una de ellas una finali­
dad propia. Así, por ejem plo, en el
Reconstrucción de la
palacio de Cnossos (ver plano) tene­
fortaleza de Dímini mos que su ala E está constituida por
(Según Hawkes) el sector doméstico y en el palacio de
12 AkaI Historia del Mundo Antiguo

Mallia el área NW la forma la resi­ En otros campos de la cultura


i dencia real. En un principio las insu­ m aterial nos encontram os con que,
lae podían estar arquitectónicam ente por el contrario, se m antiene el pre­
aisladas, pero progresivam ente fue­ dominio de las tradiciones autóctonas
ron integrándose en un conjunto cretenses. Así ocurre, por ejem plo,
constructivo. Los palacios cretenses en el caso de las tradiciones funera­
son muy similares a los egipcios y a rias. Persiste en ellas la construcción
los del Próximo Oriente. En su cons­ de sepulcros colectivos circulares:
trucción algunos de sus elem entos de­ tholoi, así como la de las tum bas-tem ­
rivan de la tradición local minoica, plo, pero se produce un increm ento
pero sus elem entos esenciales lo cons­ en la riqueza de las ofrendas y en la
tituyen las aportaciones orientales. suntuosidad de la construcción: se
No obstante, estas aportaciones fue­ añaden habitaciones de planta cua­
ron perfectam ente asimiladas, puesto drada a los tholoi, para servir como
que los cretenses supieron darle un osarios o para llevar a cabo en ellas
sentido nuevo, creando un tipo de ar­ ceremonias de culto funerario.
quitectura más orgánica y unitaria Paralelam ente a los palacios co­
que la arquitectura oriental. m ienzan a co n stru irse, siguiendo
igualmente la tradición local, santua­
rios rurales y populares, en los que se
Palacio de Cnossos hallan gran cantidad de ofrendas, co­
(Según Hawkes) mo estatuillas de orantes y sacerdoti-
El mundo del Egeo en el segundo milenio

sas, cerámica, etc., que son de un


gran interés para el conocimiento de
la religion y los cultos practicados en
estos lugares. Estos santuarios, que se
hallan situados principalm ente en las
cuevas y en las cumbres de las m onta­
ñas, poseen además un gran interés
sociológico porque nos m uestran la
existencia de una sociedad rural, que
persiste en sus cultos y formas de cul­
tura propias, m anteniéndose un poco
al margen de los palacios.
U na de las fuentes arqueológicas
más ricas para el estudio de cualquier
cultura antigua la constituye la cerá­
mica pintada. M ediante su análisis
podem os conocer la distribución de
los diferentes talleres de alfarero y es­ ción altam ente desarrollada, en la
tablecer relaciones que nos permitan que destaca, en prim er lugar, su ca­
deducir la existencia de diferentes ti­ rácter pacífico. No hay huellas claras
pos de intercambios comerciales, así de un sistema de fortificación, ni si­
como una cronología. En este caso quiera en las construcciones próximas
podem os observar cómo la utilización a la costa, lo que podría indicar que
del torno de alfarero aparece docu­ la flota minoica proporcionaba una
m entada en prim er lugar en la zona seguridad suficiente. Y por otra parte
Este de la isla de C reta, en la que se nos encontram os con que las repeti­
elabora una cerámica propia con de­ das destrucciones de los palacios se
coración en blanco con rojo y na­ deben a terrem otos, y no a incursio­
ranja, ya antes de la aparición de los nes, lo que parece indicar la existen­
palacios, siendo difundida posterior­ cia de una situación de estabilidad en
m ente esta técnica por toda la isla y el interior de la isla.
aplicada por los diferentes talleres. Debió existir una m onarquía, o
Hoy en día no es posible estable­ por lo menos un poder político cen­
cer claram ente las relaciones cronoló­ trado en el palacio. Coexisten a la vez
gicas entre los distintos tipos de cerá­ distintos palacios en zonas relativa­
mica, ya que recientes excavaciones mente próximas sin que parezcan pro­
han invalidado las conclusiones de ducirse rivalidades m utuas, puesto
A. Evans. Pero la cerámica continúa que muchos de ellos están situados en
siendo un docum ento de gran interés el centro de la isla y no están fortifi­
histórico porque nos m uestra, a tra­ cados (ver m apa). El palacio o el
vés, por ejem plo, de las vasijas sella­ tem plo, pues según la hipótesis de
das encontradas en el palacio de Fes- P. Faure (1973 y 1981) los edificios
tos, el papel económico del palacio y normalmente llamados palacios serían
el desarrollo de sus sistemas adminis­ templos que desem peñarían una im­
trativos. portante función económica, a la par
Si sintetizamos todas las conclu­ que religiosa, actúa como un centro
siones que es posible obtener partien­ económico regional y está dotado de
do del análisis de estos datos, tendría­ un sistema administrativo diversifica­
mos los siguientes resultados, consi­ do y complejo. En su interior se al­
derados desde un punto de vista es­ m acenan cereales, vino y aceite, jun­
trictam ente histórico. to a una amplia serie de objetos de
Nos hallamos ante una civiliza­ valor.
14 A kal Historia del Mundo Antiguo

Los bienes agrícolas del palacio U n problem a capital para la


provienen de los terratenientes, ya com prensión del desarrollo de la cul­
que los sellos de la cerámica coinci­ tura minoica la constituye el desarro­
den en muchos casos con los de las llo del comercio, que debió estar ges­
tum bas de tipo tholos del valle de tionado directam ente por los pala­
M esara. Los antiguos terratenientes cios. En relación con él tenem os por
debieron pasar, por tanto, a depender u n a p a r te u n a s e r ie de d a to s y
del palacio, constituyendo un grupo por otra una teoría de tipo histórico
nobiliario en torno a él. C uando se conocida con el nom bre de la teoría de
fundan los palacios, o tem plos, en la talasocracia minoica. Esta hipótesis

Samos.

Alaleh.
©

• Ú g arit. .M a r i.

• B iblos. ’• •B a b ilo n ia .

C irenaica.

M en fis.

Teb as.

Relaciones y rutas fu e a c u ñ a d a p r in c ip a lm e n te p o r
comerciales entre Creta y el A. Evans y otros arqueólogos británicos
Egeo en el Minoico Medio
(Según F. Schachermeyr)
que reunieron una serie de datos y los
agruparon trasladando inconsciente­
cualquier caso estas conclusiones se­ m ente sobre ellos el modelo económ i­
guirían siendo igualmente válidas, se co del imperio colonial inglés, de ca­
produce una pausa en el desarrollo de rácter comercial y supuestam ente pa­
la glíptica, lo que indica la readapta­ cífico, al igual que el minoico. La teo­
ción de este grupo al nuevo poder ría posee, sin em bargo, un origen mu­
central. cho más antiguo, ya que se halla ex­
El mundo del Egeo en el segundo milenio 15
puesta por el propio Tucídides, quien, ser sustituidos paulatinam ente por los
a su vez, partiendo igualmente del micénicos.
imperio comercial ateniense, concibe Estos últimos intercam bios co­
el desarrollo de la primitiva historia merciales se llevaron a cabo a través
griega como una sucesión de talaso- de dos rutas: la llamada directa, de
cracias. Sin embargo, en la actuali­ C reta a Egipto, únicam ente practica­
dad, y tras la publicación de un im­ ble —debido al régimen de los vien­
p o rtan te artículo de C. G. Starr tos existente en esta parte del M edite­
(1953) y el análisis de los nuevos da­ rráneo— en este sentido, y la ruta del
tos arqueológicos se ha llegado a la E ste: C reta-R o d a s-C h ip re-E g ip to ,
conclusión de que esta hipótesis care­ practicable en ambos sentidos.
ce de sentido.
E n efecto, lo que sabemos del
comercio minoico de un modo indis­
cutible en este prim er período es lo
siguiente. En prim er lugar tenem os
registrada la existencia de un com er­
cio con las Cicladas, m ediante la pre­
sencia de cerámicas minoicas de ex­
portación. Sin em bargo, es posible
observar que este intercam bio no tu­
vo que ir acompañado de la existencia
de una hegemonía política. Tam bién
se m antiene un comercio con el M edi­
terráneo Oriental, atestiguado tanto
por la presencia de la cerámica como
por los posteriores asentam ientos y
por los propios documentos escritos
orientales. Pero se trata únicam ente
de un comercio de tipo diplom áti­
co, de un intercam bio de presentes
entre diversos príncipes, al igual que
ocurre en el caso de las relaciones con
Egipto.
Las relaciones entre Egipto y el
mundo egeo prehelénico comienzan
en torno al 2400 a. J. C. y son muy
débiles hasta el año 1800, aproxim a­
dam ente. Se hallan atestiguadas en
los textos egipcios, en los que los cre­
tenses son llamados Keftiou, y m e­
diante la presencia de hallazgos ar­
queológicos, así como por la existen­ Sellos minoicos con
cia de evidentes influencias artísticas. representaciones religiosas
Museo Nacional de Atenas
Estas relaciones se m antendrán
entre el 1800 y el 1580, ya en el perío­
do posterior de desarrollo de los pala­ Egipto im portó de C reta plata,
cios, a pesar de la presencia de los oro, lapislázuli, piedras preciosas y
Hyksos en Egipto, intensificándose a obsidiana, así como un remedio medi­
partir del 1500 para alcanzar sus m á­ cinal, que no podem os identificar, pe­
xima intensidad en torno al 1400, ro las exportaciones que debió llevar
cuando los minoicos com enzarán a a cabo en contrapartida nos resultan
16 Akal Historia del Mundo Antiguo

desconocidas. Las relaciones entre sagración, y poseemos, en la glíptica,


Egipto y Creta fueron pacíficas. En representaciones de escenas de carác­
ellas el dominio del mar correspondió ter religioso como apariciones o epi­
a Egipto, y desde un punto de vista fanías de la divinidad, que tienen lu­
histórico global poseyeron una im por­ gar en criptas o al aire libre, apare­
tancia escasa. Ni C reta tuvo grandes ciendo la misma ya sea en forma hu­
influjos egipcios ni las influencias mi- mana o como pájaro. Pero todos es­
noicas sobre Egipto fueron de gran tos elem entos seguirán siendo de muy
im portancia, ya que se limitan a la m e­ difícil interpretación mientras no se lo­
ra copia, por parte egipcia, de la deco­ gre descifrar la escritura Lineal A. La
ración de vasos y tejidos. Este tipo religión minoica es para nosotros, co­
de comercio poseyó, pues, al igual mo indicó uno de sus m ejores analis­
que los anteriores, un carácter diplo­ tas, Ch. Picard: «un libro de imáge­
mático. M ediante él C reta consiguió nes sin texto y por ello nos resulta
incluirse en el conjunto de las altas imposible llevar a cabo su lectura».
culturas del M editerráneo Oriental,
sin enfrentarse con ninguna de ellas,
ya que no pretendió poseer ningún Sello minoico con
dominio terrestre y su predominio representaciones religiosas
marítimo fue muy limitado. Museo Nacional de Atenas

Por último, por lo que respecta a 3. Período palacial tardío


la religión minoica durante esta fase
histórica podemos distinguir en ella (1700-1400 a. J. C.)
dos tipos de cultos: los oficiales, cen­
trados en torno al palacio, y los popu­ En torno al año 1700 tiene lugar la
lares, organizados en torno a los san­ d estru c ció n , deb id a a los efectos
tuarios rurales. En ninguno de los dos de un terrem oto, de una gran parte de
casos se puede hablar de un culto tri­ los palacios minoicos. Estos palacios
butado a una gran diosa-m adre, que pasarán, sin em bargo, a ser recons­
correspondería a una cultura pacífica truidos, produciéndose de este modo,
y de carácter m atriarcal, según la teo­ arqueológicam ente hablando, el trán­
ría de Evans, sino por el contrario, y sito del Minoico Medio II al Minoico
como ha dem ostrado P. Faure en sus Medio III. A lo largo de este período
distintos trabajos, de la existencia de se sucederán nuevos terrem otos y re­
un panteón politeísta. » construcciones de los palacios. Pero
Conocemos determ inados tipos estas reconstrucciones no implicarán
de símbolos cultuales, como el árbol, la existencia de cambios históricos o
el pilar de culto y los cuernos de con- culturales; el cambio histórico vendrá
El mundo del Egeo en el segundo milenio 17
m arcado por el desarrollo de los con­ llega ahora a su período de plena m a­
tactos del mundo minoico con la G re­ durez, y lo mismo ocurre con la cerá­
cia Heládica. mica, decorada con flora y fauna m a­
A nivel arqueológico podem os rinas, la glíptica, etc...
observar cómo se producen una serie Desde el punto de vista histórico
de cambios en la construcción de los cabe señalar cómo continúan desarro­
palacios, increm entándose, por ejem ­ llándose, evidentem ente, los papeles
plo, el número de almacenes. La económico, administrativo y político
construcción se vuelve más com pleja, de los palacios. En ellos es posible
se perfeccionan los sistemas de dre­ que el rey asumiese una función sa­
naje del agua de lluvia, por ejem plo, cerdotal, lo que sería evidente de ser
y a nivel general se m ejora en la ar­ esos edificios templos, como pretende
quitectura la correlación entre el inte­ Faure, basándose en su proximidad
rior y el exterior de los edificios. en algunos de los casos, puesto que
Los palacios se rodean de una se­ sería absurda la duplicación de pala­
rie de casas aristocráticas, que pode­ cios en la misma zona; pero en cual­
mos conocer en Cnossos y Mallia, y quier caso y sea quien fuere el que en
que suelen imitar sus caracteres ar­ ellos ejerciese el poder, lo hizo basán­
quitectónicos, aunque, naturalm ente, dose en el apoyo de una clase nobilia­
a una escala mucho más modesta. Y ria, cuyos pequeños palacios conoce­
por otra parte ahora conocemos ver­ mos en Cnçssos y Mesara.
daderas ciudades, habitadas por arte­ La nobleza poseía, por su parte,
sanos, campesinos, m arineros y pes­ sus propios dominios rurales, en los
cadores, en el caso de las ciudades que debió ejercer su poder, no sabe­
costeras. En una de ellas, G urnia, se mos si de una forma independiente o
ha hallado un lugar para la celebra­ por delegación real, aunque en algún
ción de asambleas, lo que parece indi­ caso, como el de la ciudad de Gurnia,
car la importancia política de este ti­ parece claro que el gobernante local
po de instituciones, y un pequeño pa­ es un delegado del rey.
lacio de su gobernador, lo que nos Los demás aspectos de la socie­
indicaría claram ente la forma de go­ dad minoica nos resultan muy mal co­
bierno de la ciudad. nocidos. No sabemos nada acerca del
Las ciudades alcanzarán un de­ status social o político de los habitan­
sarrollo urbanístico notable: sus calles tes de las ciudades. Y aunque las
están pavim entadas y sus casas poseen m ujeres aparecen profusam ente re­
de dos a tres pisos, lo que indica que presentadas en la pintura de los pala­
en este período se produjo un notable cios, de ello no puede deducirse, co­
d esarro llo de la cu ltu ra m aterial. mo se hace a veces, que por ese moti­
Otros aspectos de esta cultura alcan­ vo hubiesen debido tener un papel
zaron igualmente un notable desarro­ preponderante en el seno de la socie­
llo. La pintura al fresco, por ejem plo, dad minoica.
Sello minoico con
; No sería correcto retrotraer la
representaciones religiosas inform ación dada p o r las tablillas
Museo Nacional de Atenas del Lineal B procedentes del palacio
de Cnossos a la época minoica, pero sí
podemos afirmar que es evidente que
en esa época el palacio poseía igual­
m ente un sistema de archivos y una
compleja organización administrativa,
cuyo funcionamiento todavía nos re­
sulta imposible conocer, quizá porque
una parte de sus docum entos se re­
Akal Historia del Mundo Antiguo

ta naturaleza en el desarrollo de la
arm ería ofensiva y defensiva, con la
m ejora del arm am ento y la introduc­
ción del carro de guerra. Hechos és­
tos que poseerán un gran interés his­
tórico, ya que indican la existencia de
un increm ento de la inseguridad ge­
neral y un deterioro de las condicio­
nes sociales.
El desarrollo de esta inseguridad
está en estrecha correlación con la
existencia de una serie de cambios
políticos que van a tener lugar en la
esfera internacional, y en relación con
Sellos minoicos con
representaciones religiosas
los cuales debemos poner al fenóm e­
Museo Nacional de Atenas no de la expansión micénica por el
M editerráneo, de la que luego habla­
dactasen en papiros, y por ello se han remos. Los micénicos comenzaron a
perdido, y dado que el Lineal A con­ desplazar a los minoicos en los inter­
tinúa todavía sin descifrar,. De todos cambios comerciales de toda esta área
modos puede suponerse, sin riesgo de y llevaron a cabo un proceso de ex­
error, que el palacio recibía cereales, pansión que culminará con la propia
aceite y especias como tributo y que, ocupación del palacio de Cnossos. Es­
a su vez, los redistribuía entre sus ar­ ta ocupación no parece haber sido
tesanos, funcionarios y esclavos, tan­ violenta, sino que más bien da la im­
to como m aterias primas — aceite y presión de que los micénicos, aprove­
especies vegetales para la fabricación chando la confusión producida por el
de perfumes— como en concepto de terrem oto del año 1500 a. J. C., cau­
salario. sado por la explosión del volcán de la
Los palacios poseían sus propios isla de Thera (Santorini), y que po­
talleres de tejidos, cerámica y trabajo seyó una enorm e virulencia, pudieron
de la piedra. A ctuaban como centros haber ocupado el palacio. De ser ello
económicos de una región agrícola y así, su destrucción posterior, que ten­
como canalizadores del comercio, lo dría lugar en el año 1380, tendría que
que puede explicar la gran cantidad haber sido provocada por una revuel­
de almacenes que poseen los mismos ta, pero en ambos casos estamos m e­
en estos momentos. ram ente ante hipótesis. Pero, sea ello
A nivel comercial se m antienen, como fuere, lo que sí está claro es
como habíamos indicado para el pe­ que los palacios cretenses dejarán de
ríodo anterior, las relaciones con existir a partir de esa última fecha,
Egipto, mientras va disminuyendo la llevándose consigo el recuerdo de la
intensidad de las relaciones con el cultura que los vio nacer y dejando,
mundo M editerráneo O riental, y con­ además de las aportaciones artísticas
cretam ente con Siria y C hipre, a la y de un sistema de escritura, quizá un
vez que se increm enta la densidad de vago recuerdo de su existencia re­
los contactos con las costas anatolias. flejado en algunos mitos griegos agru­
En el terreno religioso, como es pados en el ciclo del rey Minos.
de suponer, dado el carácter estable de De ahora en adelante el papel
este tipo de fenómenos,' no se intro­ preponderante corresponderá en el
ducen cam bios fu n dam entales con mundo egeo a los griegos continenta­
respecto al período anterior. Por el les; pasemos pues a estudiar el origen
contrario, se observan cambios de es- de su cultura.
El mundo del Egeo en el segundo milenio 19

II. Grecia en la
Edad del Bronce

Ya habíam os indicado el carácter de estas etapas hasta la segunda fue


convencional de todas las delimitacio­ más bien una evolución continua y sin
nes entre etapas históricas, pero si interrupción, que tendrá lugar a par­
hay una época en la que este proble­ tir de la última fase del Neolítico T ar­
ma se plantee con toda su gravedad, dío y en realidad el cambio que irá a
ésta puede ser, dentro del marco de suponer será de una im portancia eco­
la historia griega, la fecha con la que nómica y social mucho m enor que el
tendrem os que fijar el comienzo de paso del Paleolítico al Neolítico, ya
esa historia. Hemos escogido para que, aunque hubo una serie de cam­
ello un período casi un milenio ante­ bios de cierta im portancia económica,
rior a los comienzos del segundo mi­ no se produjo sin embargo una trans­
lenio, el de los inicios de la Edad del formación radical en todos los siste­
Bronce o de las culturas heládicas, mas de producción.
saltándonos de este modo nuestros lí­ La prim era innovación con que
mites cronológicos, porque considera­ nos iremos a encontrar la constituirá,
mos que los cambios transcurridos en evidentem ente, el uso de los metales,
él poseen una significación mucho que dará lugar a un cambio tecnológi­
mayor que aquellos que tendrán lugar co que propulsará a su vez otros de
en el tránsito del Heládico Primitivo tipo económico, social, e incluso inte­
al Heládico M edio, fecha en la que lectual.
últim am ente se suele situar mayorita- La metalurgia no surgió en un
riam ente la llegada de los griegos a la momento determ inado al aplicarle el
Hélade. Veamos, pues, cuáles fueron fuego a una serie de m inerales, sino
esos cambios. que los minerales metálicos fueron en
un principio apreciados y utilizados
como piedras. El prim er metal en ser
1. El Heládico Primitivo trabajado será el cobre, precisamente
por ser el metal nativo más común y
y sus problemas históricos porque se halla fácilmente en la su­
perficie. El cobre será utilizado en el
Al comenzar el estudio de la Edad Próximo O riente sim plemente m arti­
del Bronce nos hallamos con que he­ llado y tem plado ya desde el séptimo
mos pasado, arqueológicam ente ha­ milenio, y posteriorm ente comenzará
blando, del Neolítico a la Edad de los a evolucionar su fundición y los pro­
M etales. La transición de la primera cesos de su tratam iento, hasta que,
Akal Historia del Mundo Antiguo

Emplazamientos del bronce m ediante su aleación con el estaño, se


temprano en Grecia e islas consiga elaborar un auténtico bronce.
del Egeo La difusión del uso del bronce en
el Heládico Primitivo impulsó toda
una serie de transform aciones econó­
micas y sociales. En prim er lugar, fa­
vorecerá aún más el proceso de divi-

TRACIA
• C a v a la
• V a r d a r o f ts a
MACEDONIA

CALCIDICA
• C r it s a n a

Lemnos
EPIRO
•R a c m a n i
•D o d o n a A rg isa

© L a ris a
TESALIA Dlmii*i¡
T sa n i M a g u ía • •V o lo
• T e b a s F tió tida

• Z e r e li a
ACARNANIA
• L ia n o c la d i
L eu cas
• N id r i FOCIDA
H a g ia M a rin a EUBEA
• ^ B E O C IA
•A s ta c o C ir r a · O rc o r • M a n ic a
P e licata T eb as
® « D ra m e s i
Itac a E u tresis
•D im e ATICA
ACAYA
ELIDA C o rin to A ten a s
• E lis Φ © G o n ia • A s c ita r io
•N e m e a C a c H a la s a
O lim p ia
»Fía © M ic e n a s
ARCADIA • T ir in to
•L e rn a
® H e re a
ARGOLIDA
•A s e a
© M alti
M ESENIA
LA CO NIA

•M e to n e • H a g io s Estófano s Filacopi
^ •D e m e n a g a c i
M elo s
El mundo del Egeo en el segundo milenio 21
sión del trabajo, y tam bién perm itirá metal. No será, por el contrario, éste
la m ejora de una serie de técnicas, el caso de otras técnicas, como la ar­
sobre todo en el campo de la guerra y quitectura o la construcción naval, en
la fabricación de objetos de lujo, ya las que la introducción de las herra­
que, al menos en un principio, la agri­ mientas de bronce supondrá un bene­
cultura no se verá m ejorada en abso­ ficio directo gracias a la m ejora de las
luto por la difusión de las técnicas del técnicas de carpintería.
Junto al cobre se introducirán a
la vez el plomo en Grecia y el Egeo,
muy útil para la elaboración de rem a­
ches, porque posee un punto de fu­
sión muy bajo (327° C), y la plata.
La metalurgia llegará al Egeo
desde fuera, pero muy pronto comen­
zaría a desarrollarse siguiendo un ca­
mino propio y con sus propios tipos
metálicos. D urante el Heládico Primi­
tivo el cobre, mezclado o aleado con
ciertas cantidades de otros metales,
pero no con estaño, se utilizaría pa­
ra la fabricación de diferentes tipos
de armas y de vasos metálicos. Pero
tam bién se elaboraron con él anzue­
los y otra serie de herram ientas que
•Troya beneficiarían a producciones como la
TROADE de los tejidos y el curtido.
Los trabajadores del metal fue­
ron desde un principio sedentarios.
En un principio los vemos formando
•Termi asentam ientos independientes, pero
en una fase posterior pasarán a estar
plenam ente integrados en los palacios
micénicos. La m etalurgia entrará ade­
más en com petencia con otras artesa­
# E s m ir n a
nías tradicionales, como las industrias
del trabajo de la piedra o el hueso, e
incluso con la cerámica, lo que de­
m uestra su impacto económico, pero
Sam os.
es que, además en este terreno, su
•H e re o
trascendencia será enorm e debido a
que posibilitará la acumulación y el
•Y a s o transporte de riquezas, favoreciendo
consecuentem ente el desarrollo del
bandidaje y la piratería en el Egeo.
Pero tam bién a nivel agrícola se
introducirá en Grecia un cambio im­
portante a comienzos de la Edad del
B ronce, gracias a la introducción
del cultivo de los árboles frutales, entre
los que habría que destacar la vid y
el olivo, dos de los tres pilares de la
agricultura micénica y griega poste­
22 Akal Historia del Mundo Antiguo

rior — el otro elem ento lo constituirá En el Peloponeso será necesario


el trigo— , aunque el cultivo del se­ distinguir durante este período diver­
gundo de esos árboles únicam ente lle­ sas zonas. En la parte noreste, el N eo­
gará a establecerse de un modo defi­ lítico y el Bronce tam bién se sucede­
nitivo en las Edades del Bronce M e­ rán sin violencia. La evidencia ar­
dio y Tardío. Tam bién se intensificará queológica dem uestra que el desarro­
el cultivo de la higuera, aunque este llo cultural fue gradual y pacífico du­
árbol ya era conocido en el Neolítico rante la Edad del Bronce Primitivo, y
Tardío. que este período term inó violenta­
D urante el Heládico Primitivo m ente con las incursiones de pobla­
podem os distinguir en Grecia diferen­ ciones que darán lugar a las culturas
tes áreas culturales. La prim era de del Heládico Medio. En el N orte y el
ellas la constituye M acedonia. Se ha­ centro del Peloponeso, en A caya y en
lla esta región dividida en dos sub- la Arcadia, tam bién se inicia este p e­
áreas, la del N orte, en donde perdura ríodo en continuidad con el anterior,
la tradición neolítica, y la del Sur, en pero en esas regiones cabe destacar
la que se producirá el asentam iento las intensas relaciones que van a m an­
de un nuevo pueblo, portador de una tener con el mundo de las islas Cicla­
cultura similar a la m inorasiática de la das. Por último, Mesenia será una re­
zona de Troya y que form ará la cultu­ gión del Peloponeso dotada de un
ra conocida con el nom bre de Bu- gran interés, fundam entalm ente por­
banj-H um . El pueblo portador de es­ que ha sido muy bien estudiada. En
ta cultura conocerá ya la dom estica­ ella podemos observar del mismo mo­
ción del caballo, que en el resto de do la existencia de la misma continui­
Grecia sólo será utilizado a partir del dad cultural entre el Neolítico y la
Bronce M edio, y a los que se suele Edad del Bronce, y sobre todo cómo
d q j del tipo de cerámica barnizada — y esto es lo más im portante— los
conocido con el nom bre de cerámica yacimientos del Heládico Primitivo se
miniana, a la que tradicionalm ente se sitúan en las llanuras costeras, bus­
suele asociar con el problem a de la cando el tipo de suelo ideal para el
llegada de los griegos. El uso del ca­ cultivo del grano y la vid.
ballo, de este tipo de cerámica y de Considerando globalmente todos
las tumbas de túmulo similares a los los hechos y las regiones podríam os
llamados kurganes hace que estas po­ decir que en la mayor parte de ellas
blaciones aparezcan en cierto modo predom ina la continuidad sobre la
como antecesoras de lo que serán los ruptura en relación con el período an­
pueblos que se instalarán posterior­ terior, por lo que sus orígenes no pa­
m ente en Grecia durante la Edad del recen poder explicarse por la llegada
Bronce M edio, y a los que se suele de im portantes contingentes de po­
considerar ya como greco-parlantes. blación de procedencia exterior.
Beoda. Es una región que sirve D urante el Heládico Primitivo se
como muestra de aquel tipo de zonas logró alcanzar una especie de unidad
del continente griego en las que el cultural en el Egeo. D urante sus co­
Neolítico y la Edad del Bronce se su­ m ienzos se superpuso en algunas
ceden sin que se produzca ruptura al­ áreas sobre los pobladores neolíticos
guna, al igual que ocurrirá en la isla otro pueblo que conocía el uso de las
de E ubea y en la Lócride y la Fócide, armas y los instrum entos de cobre, y
diferenciándose por ello ode otras zo­ al que quizá quepa atribuirle la res­
nas como el Ática, en la que se puede ponsabilidad del cultivo y la introduc­
observar cómo se asientan sobre las ción de los árboles frutales citados,
poblaciones neolíticas grupos de pro­ pero junto a la tecnología del metal
cedencia extraña. continuó perviviendo la de la piedra y
El mundo del Egeo en el segundo milenio 23

el hueso y del mismo modo continua­ amplio para su realización y también


ron subsistiendo las poblaciones ante­ porque habría sido igualmente nece­
riores, cuyas relaciones con los recién sario un amplio período para que,
llegados nos resultan desconocidas, desde el momento en el que se hubie­
ya que, como hemos visto, no parece sen asentado en la Hélade los antepa­
haber ruptura en la sucesión de este sados de los griegos, pudiera haberse
período y el que le precede en la formado su lengua, tras ser influen­
mayor parte de Grecia. ciados estos pobladores por las pobla­
La primitiva sociedad heládica de­ ciones indígenas preexistentes. Diver­
bió poseer una estructura similar a la sos arqueólogos se han sumado tam­
de la sociedad neolítica, ya que los sis­ bién a esta hipótesis sosteniendo que
temas productivos de ambas son muy esas nuevas oleadas serían de pueblos
semejantes, y lo mismo debió ocurrir indoeuropeos pertenecientes al grupo
con sus instituciones. En ambos casos denom inado genéricam ente como
la guerra y los grupos de guerreros «luwitas».
debieron desempeñar un papel rele­
vante, dadas las preocupaciones de­ Fresco de «Los boxeadores»
fensivas que ponen de manifiesto la de una casa de Tera
localización y las plantas de los pobla­ Museo Nacional de Atenas
dos. Y es posible que la utilización
del metal favoreciese la formación de
comunidades de guerreros más cerra­
das, por ser las armas metálicas obje­
tos de gran valor únicamente accesi­
bles a los miembros más ricos o pode­
rosos de las comunidades. Y quizá es­
te mismo fenómeno favoreciese aun
más el desarrollo de las jefaturas
—cuya existencia es probable en el
Neolítico si interpretamos las casas de
tipo megaron de los poblados como
residencias— que ahora pueden ya
verse claramente atestiguadas en las
tumbas de la cultura macedonia de
Bubanj-Hum, en las que podemos ver
cómo esos guerreros, además de ser
los poseedores, quizá exclusivos, de
las armas de metal, son también los
propietarios de los caballos.
Tenemos pues que, no sólo a ni­
vel arqueológico, sino también a nivel
económico y social, el grado de conti­
nuidad existente entre el Neolítico y
la Edad del Bronce Primitivo es mu­
cho mayor que el índice de ruptura.
Sin embargo, algunos autores tienden
a identificar a esos pueblos recién lle­
gados con los primeros griegos, como
ocurre con el caso de Chadwick
(1 9 7 2 ), H a in w o rth y M ac Q u een
(1972), basándose en que la indoeu-
ropeización debió requerir uri período
24 Akal Historia del Mundo Antiguo

dental. En la prim era de ellas conti­


2. El Heládico Medio y núa su desarrollo la anterior cultura
sus problemas históricos de los túmulos, m ientras que en la se­
gunda surgirá otra cultura similar, pe­
Así como el Heládico Primitivo se ini­ ro se caracteriza por poseer enterra­
ciaba con dos transform aciones eco­ mientos en túm ulos colectivos, que
nómicas de cierta im portancia: la in­ suelen acoger de uno a veinte cadáve­
troducción de los metales y del culti­ res. La aparición de esta cultura debe
vo de dos de los productos básicos de ponerse en relación con la llegada de
la agricultura m editerránea, al llegar un nuevo grupo de posibles griegos
a los orígenes del Heládico M edio nos invasores que, m archando a lo largo
encontrarem os con que en estos te ­ de la costa del Épiro, alcanzará el
rrenos no se producirá ninguna inno­ golfo de Corinto, en el que se bifurca-
vación radical, sino que, a nivel so­ cará en dos direcciones: Sur y Este.
cioeconómico, predom ina una gran Los nuevos invasores irán apoderán­
continuidad. dose del poder en las regiones en las
En efecto, si comenzamos por lo que se asienten, gracias a la superiori­
que se refiere a la arquitectura y a los dad militar que les confería el manejo
asentam ientos, e incluso a los modos del caballo y el carro de guerra.
de enterram iento, tendrem os que to ­ En el seno de este pueblo invasor
das las características del Heládico existía una clarísima división entre
Medio ya están presentes en la última gobernantes y el resto de la pobla­
fase del Heládico Primitivo, llamada ción, sus seguidores. Únicam ente los
H P-III, ocurriendo lo mismo con la prim eros de entre ellos eran enterra­
cerámica, ya que será en esa fase, en dos en túmulos con sus armas, joyas y
torno al 2200 a. J. C ., cuando aparez­ máscaras funerarias, mientras que en
ca en Grecia la llamada cerámica mi­ las tum bas de sus seguidores sólo apa­
niana que habíamos visto ya presente recen amuletos y armas de otras ca­
en Bubanj-Hum . Los cambios que so­ racterísticas, consideradas como infe­
brevendrán en este período no serán riores a nivel honorífico, como son
exclusivos de Grecia, sino que simul­ los arcos, cuya desvalorización conti­
táneam ente aparecerán fenómenos si­ nuará persistiendo a lo largo de toda
milares en las Cicladas, C reta y el Sur la historia griega, e incluso también
de Italia, así como en la zona de la se encuentran en estos m odestos
cultura de Badén, por lo que muchos ajuares un tipo diferente, mucho más
autores han querido relacionar este pobre, de cerámica.
cam bio histórico con la llegada al Este pueblo, o grupo de pueblos,
M editerráneo de los pueblos indo­ que serán originarios de la cultura de
europeos. los kurganes, penetrará en la penínsu­
En la Edad del Bronce Media la griega en el Heládico Medio. En
continuará existiendo en Grecia una un prim er m om ento permaneció en el
clara diferenciación regional. Si co­ Épiro durante unos setecientos años,
menzamos nuestro recorrido por M a­ y tras asim ilar a la población allí
cedonia, podremos observar cómo en preexistente, irá desplazándose en su­
los comienzos de este período se inte­ cesivas oleadas y durante un amplio
rrum pe el contacto entre esta región y período de tiem po hacia el Sur.
el Sur de Grecia, m ientras que, por el Al igual que ocurría en el perío­
contrario, se m antienen los contactos do anterior, tam bién en este caso otra
con el área de los Balcanes. Por otra región, M esenia, tendrá para noso­
parte surgirá un nuevo tipo de cultura tros un gran interés por haber sido
en la que se diferenciarán dos áreas: cuidadosam ente estudiada desde el
la de la M acedonia Central y Occi­ punto de vista arqueológico. En ella
El mundo del Egeo en el segundo milenio 25
® Tumulus oí Leucas tvpe R
Ak Tumulus of iníand type
Δ Tumulus of inland type w ith orthostatic slabs
O Tumulus of as yet u nknow n type
— ------- M odern boundaries

podemos observar cómo todas las Distribución de túmulos del


áreas en las que se había dado una Heládico Primitivo y Medio
(Según N. G. L. Hammond)
im portante concentración de pobla­
ción en el Heládico Primitivo conti­
núan habitadas durante el Heládico
Medio. En la región se produce un
manifiesto increm ento de la pobla­
ción y se fundan una gran cantidad de
ciudades, concentrándose los asenta­
mientos en torno a núcleos muy con­
cretos, como en el entorno de la ciu­
dad de Pilos, que más tarde será la
capital de un conocido reino micénico.
26
Se produce a la par un incremen­
to notable de las áreas cultivadas,
junto, curiosamente, con un cambio
radical de estos pueblos hacia sus ve­
cinos del exterior, como indica el he­
cho de que los poblados comiencen a
ser amurallados y a estar situados en
lugares de difícil acceso. Esto pudo
deberse a que se hubiese producido
una situación de inestabilidad genera­
lizada, provocada por el aflujo de
grupos de invasores, pero este hecho
no parece hallar confirmación ar­
queológica y además contrasta con la
situación de prosperidad general de
la región, por lo que lo más lógico
será suponer que tuvo que haberse de­
bido a otras razones, como, por ejem ­
plo, a que en esos poblados viviesen
grupos de población minoritarios, que
ejercían algún tipo de control sobre la
mayor parte de la población, y que, en
consecuencia, vivirían en lugares fácil­ Fresco de «El pescador» de una
mente defendibles como medida de casa de Tera
Museo Nacional de Atenas
precaución. No obstante, carecemos
igualmente de pruebas que permitan
comprobar esta hipótesis. ro de ellos lo constituye el caso mese-
Mesenia puede tomarse como nio, en el que se produce un creci­
una región arquetípica, ya que en miento continuo y sostenido de la po­
el resto de Grecia parece producirse el blación desde el Neolítico a la época
mismo proceso, marcado por el incre­ micénica. Y el segundo, aplicable a
mento de la población y la riqueza y las regiones del norte de Grecia, se
por una solución de continuidad entre caracteriza por la existencia de una
los Heládicos Primitivo y Medio. Ya­ recesión demográfica entre las Eda­
cimientos y tumbas del Heládico Me­ des del Bronce Primitivo y Medio,
dio se extienden por todo el continen­ producida por factores de carácter
te griego, y es posible, basándose en político-militar.
su análisis, generalizar como paradig­ Gracias a las excavaciones de
ma el modelo de evolución que he­ Lerna podemos deducir la existencia
mos trazado para Mesenia. de una elevada tasa de fertilidad
Desde el punto de vista de la —tres o más partos por mujer son de-
economía también se produce conti­ ducibles del análisis de las pelvis—, así
nuidad entre el Heládico Medio y su como una elevada mortalidad infantil,
período precedente. Sólo cabe notar característica de todos los regímenes
que se incrementa el cultivo de la vid demográficos anteriores al siglo X IX ,
y el olivo, y en Macedonia la cría del junto con la presencia de algunas en­
caballo por parte de la aristocracia fermedades endémicas, como la artri­
militar. tis y las caries. Así pues, el incremento
Por lo que a la demografía se re­ demográfico se llevó a cabo en una
fiere podemos afirmar que en la G re­ sociedad de rudimentaria tecnología y
cia de la Edad del Bronce se dieron en la que, como señala O. T. P. K.
dos modelos demográficos. El prime­ Dickinson (1977), la dieta alimenticia
El mundo del Egeo en el segundo milenio

era muy pobre, sobre todo en carne,


si establecemos la com paración, por
ejem plo, con el mundo minoico con­
tem poráneo.
Desde el punto de vista social ca­
be destacar, en M acedonia, la ascen­
sión de una clase guerrera en cuyas
manos se concentra la riqueza que
podem os ver reflejada en los túmulos
funerarios, y en m enor grado, el mis­
mo proceso de estratificación social se
desarrolla en el resto de Grecia, aun­
que de una forma mucho menos in­
tensa. La naciente clase militar se
agrupaba en unidades de tipo fami­
liar, a las que podríamos llamar cla­
nes, y cuyos miembros podrían ser
enterrados en un mismo túm ulo, pero
nada sabemos de la organización con­
creta de sus grupos de parentesco, co­
m o, por ejem plo, si en esa nobleza
bélica se producía la elección de los Cabeza de marfil de
jefes entre sus camaradas o la suce­ un guerrero,
sión por primogenitura. procedente de Micenas
Museo Nacional de Atenas
Junto al grupo de los aristócratas
guerreros existió otro, el de sus segui­ logos tienden a situar claram ente la
dores, constituido por las clases pro­ llegada de los «griegos» en este perío­
ductivas que también nos son conoci­ do, identificándolos con esos pueblos
das a través de sus tumbas. Y es pro­ portadores de la cerámica miniana, el
bable que junto a estos dos grupos carro de guerra y los caballos, ele­
existiese otro formado por sacerdo­ mentos todos ellos característicos de
tes, chamanes o algún otro tipo de las primitivas culturas indoeuropeas.
personajes sacrales, pero ello no deja Conviene destacar, sin embargo,
de ser más que una hipótesis. en relación con este último problema,
Por último y en lo que a la reli­ que no es una cuestión de im portan­
gión se refiere y dejando aparte algu­ cia histórica capital el establecimiento
nas hipótesis mal fundadas, única­ de la «fecha» de la llegada de los grie­
m ente podremos afirmar que esa reli­ gos, ya que, como ya habíamos indi­
gión, que nos es prácticam ente desco­ cado, en gran parte se trata de un fal­
nocida, debió continuar tam bién sien­ so problem a, puesto que lo im portan­
do bastante similar a las de las épocas te no sería saber cuándo esos «grie­
anteriores. gos» llegaron, sino cómo se formaron
El Heládico Medio suele ser con­ como pueblo. En ese sentido cabría
siderado como un hito im portante en afirmar que está claro que, si algo así
la historia griega por dos razones. En como la «llegada» tuvo alguna vez lu­
prim er lugar, porque a partir de él ya gar, no debió ser después de esta épo­
no es posible tratar arqueológicam en­ ca, ya que el desarrollo de una cul­
te al continente griego y a C reta y las tura como la micénica requiere de
Cicladas como una unidad, pues la un período de formación considera­
G recia continental seguirá un camino b le m e n te am p lio . V eam o s, pues,
propio. Y por otra parte, porque una como se produjo el surgimiento de
gran cantidad de lingüistas y arqueó- esa cultura.
28 Aka! Historia del Mundo Antiguo

hecho histórico más significativo lo


3. El surgimiento constituirá el contacto de la región
de la cultura micénica con la cultura micénica, contacto que
tendrá lugar en dos fases sucesivas,
Estudiar el nacimiento y desarrollo de de 1350 a 1200 y de 1200 a 1125.
una cultura determ inada supone re­ A partir de estos mom entos M a­
solver, evidentem ente, un gran pro­ cedonia se constituirá como una re­
blema histórico. Se trata de determ i­ gión marginal con respecto al sur y
nar qué agentes o qué fuerzas consi­ centro de la H élade, adquiriendo la
guieron llevar a cabo la transform a­ fisonomía que le será propia en la his­
ción de una realidad preexistente, pa­ toria griega posterior, y por este motivo
ra perm itir el florecimiento de una so­ nos veremos obligados a abandonar
ciedad y una cultura cualitativam ente su estudio.
diferentes. El problem a es grave y Mesenia. En contraste con M ace­
por ello será preciso utilizar todo tipo donia, adquirirá Mesenia a partir de
de recursos con el fin de elaborar una este momento una particular brillan­
hipótesis satisfactoria. Y precisam en­ tez. Continúa en ella el incremento
te fue la gravedad del asunto la que demográfico y la fundación de nuevos
ha llevado a muchos historiadores a núcleos de población, que irán a de­
poner en juego materiales de dudosa sarrollar su vida junto a los provinien-
fiabilidad histórica, como las leyen­ tes del Heládico M edio. De acuerdo
das, y aventurar una amplia gama de con los resultados de los trabajos de
hipótesis, por lo cual la prudencia nos Mac Donald y R. H. Simpson (1973)
im pondrá el camino a seguir, si pre­ conocemos 199 yacimientos de este
tendem os evitar algunos de estos ex­ período, frente a los 105 del período
cesos. anterior, lo que supone un crecimien­
Comenzaremos, pues, por anali­ to del 89,5 % , de lo que podem os de­
zar la evidencia arqueológica, que es ducir que la población de M esenia en
la única que en estos m om entos nos el siglo X III debió de triplicar, aproxi­
puede proporcionar una base docu­ m adam ente, a la del siglo X V II a. J. C.
mental sólida para, a continuación, La transición del período ante­
discutir las diferentes hipótesis que se rior al presente se llevó a cabo de una
han ido elaborando para resolver los forma totalm ente pacífica, puesto que
problem as históricos que plantea el de los 105 poblados mesoheládicos
nacimiento, expansión y fin de la cul­ conocidos, sólo ocho son abandona­
tura micénica. dos en el Heládico Tardío, y ello de­
bió ser originado probablem ente por
la atracción que el palacio de Pilos
3.1. El Heládico Tardío ejerció sobre la población circundante.
1, II y III A En las restantes regiones de G re­
cia podemos establecer dos tipos de
D urante este período, al igual que en evolución histórica. En prim er lugar,
los que le precedieron, no existió uni­ tenem os aquellas regiones que como
dad cultural alguna en el continente la Argólida o Beocia fueron el centro
griego, por lo que se im pondrá de de un poder micénico im portante,
nuevo la elaboración de un análisis que seguirán el modelo de desarrollo
regional. mesenio. Y en segundo lugar, aquellas
Comenzaremos por Macedonia. otras que no fueron incorporadas al
Como señala Ham m ond (1972), du­ ámbito de la civilización micénica, o
rante este período la M acedonia C en­ que, si lo fueron, fue de un modo
tral y la Calcídica perm anecieron ais­ muy débil, quedando a partir de este
ladas de la M acedonia Occidental. El mom ento en una situación marginal,
El mundo del Egeo en el segundo milenio 29

Zakyn th os

La Grecia Micénica
(Según R. Hope Simpson)

■ Ciudades o palacios
□ Otros lugares fortificados
Θ Otros yacimientos o tumbas importantes
• Yacimientos de menor importancia o no excavados
O Otras tumbas
30 Akai Historia del Mundo Antiguo

regiones de las que podría servir co­ se hubiese producido un incremento


mo modelo Macedonia. en el grado de estratificación social.
A estos modelos genéricos po­ Algunos autores, como S. Hood y
dríamos añadir otro, que se aplica a S. Marinatos (1972) pretenden ver en la
aquellas regiones en las que los micé- llegada de estos grupos la «llegada de
nicos llegarán tardíam ente, y que se­ los griegos», señalando que su instala­
rán por ese motivo las que m anten­ ción debió ser por la fuerza y se vio
drán la continuidad de la civilización facilitada por la superioridad bélica
micénica en épocas posteriores a la que les confería la posesión de los ca­
destrucción de la misma en el resto de rros de combate. Sin em bargo, la pro­
Grecia, como, por ejemplo, la Acaya, pia arqueología nos habla de la exis­
estudiada por È. Vermeule (1960), o tencia de una gran continuidad, y por
el Ática, que desempeñará un im por­ otra parte se ha dem ostrado (M. A.
tante papel como receptora de los re­ Littaner, 1972) que el carro de com­
fugiados micénicos, como ha sido bate no pudo haber sido un elem ento
puesto de relieve por V. R. d ’A Des- de importancia militar en el suelo
borough (1964), y que, como ha seña­ griego, puesto que los combates entre
lado Per Alin (1962), m antendrá una carros exigen grandes llanuras, como
gran continuidad cultural entre los las del Próximo O riente, en las que
períodos micénico y geométrico. puedan m aniobrar sus escuadrones.
En aquellas regiones de Grecia Por este motivo deberem os conside­
en las que la cultura micénica llegará rar, como ha señalado J. T. Hocker
a alcanzar un cierto desarrollo pode­ (1976), esta teoría como inaceptable.
mos observar cómo los yacimientos Los supuestos «griegos» ya estarían
del Heládico Tardío se van increm en­ pues en Grecia desde un período an­
tando con el transcurso del tiem po, terior, y la llegada de estos grupos de
siendo los más numerosos los del H e­ inmigrantes no nos proporciona la
ládico Tardío III, seguidos por los del clave que nos perm ite resolver nues­
II y el I, por lo que podríam os con­ tro problema.
cluir afirmando que en la Grecia de la ¿Pero es que tiene que existir al­
Edad del Bronce Tardía se debió ha­ guna clave? La arqueología nos mues­
ber producido un gran increm ento de­ tra una sociedad en desarrollo, nada
mográfico desde el HT I al H T III, más, y eso es muy poco, y fue quizá
reflejado en la creación de nuevos por ese motivo por el que algunos au­
asentamientos y en la ampliación de tores se han em peñado en crear algún
los existentes; incremento que quizá misterio con el fin de desvelarlo. Vea­
pueda haber sido el m otor de la ex­ mos cuáles han sido sus hipótesis.
pansión micénica a lo largo del M edi­
terráneo.
Todavía no poseemos suficientes Jarras de Palaicastro,
datos de tipo económico y social que del 1500 a.C.
puedan permitirnos com prender las
claves de esta expansión demográfica,
ya que la sociedad del Heládico T ar­
dío, como la de los períodos anterio­
res, nos resulta prácticamente desco­
nocida. Quizá quepa suponer en este
sentido que, al asentarse algunos gru­
pos de los guerreros qjue m anejaban
los carros de combate, y que en el
período anterior se habían situado en
el Epiro, en el sur y centro de Grecia
El mundo del Egeo en el segundo milenio 31

3.2. El nacimiento de la cultura Otro historiador, Michael Astour


(1967), siguiendo las huellas de auto­
y la sociedad m icénicas res como J. Bérard y C. Gordon, ha
elaborado una teoría muy similar a la
La combinación de la arqueología con de Stubbings, pero dotada de un to­
la lingüística y, en muchas ocasiones, que más exótico. Según él, los mitos,
con el análisis historizante de los mi­ la etimología de una serie de términos
tos, ha permitido a algunos investiga­ griegos y micénicos y el análisis de la
dores formular una serie de hipótesis toponimia nos permiten suponer que
aventuradas que tienden a explicar el la cultura micénica tuvo su origen en
nacimiento del mundo micénico a la penetración en el territorio heléni­
partir de uno o varios hechos de carác­ co de un grupo de colonizadores de
ter más o menos súbito y espectacular. origen semítico-occidental, proceden­
Tomaremos en primer lugar la tes del SE del Asia Menor. Ni que
teoría elaborada por F. H. Stubbings decir tiene que tampoco esta teoría
(1970, 1973 y 1975). Según este autor, encuentra confirmación a nivel ar­
las leyendas heroicas griegas pueden queológico, puesto que, aunque han
ser manejadas como fuentes históri­ aparecido objetos de procedencia
cas que hacen referencia a la época oriental, como los cilindro-sellos de la
micénica, y de ellas —como, por Cadmea tebana, de ello no se debe
ejemplo, el mito de las Danaides, deducir la llegada de una invasión, ya
que llegan de Egipto a Grecia huyen­ que pudieron ser traídos a través de
do de sus perseguidores— podría de­ contactos comerciales.
ducirse lo siguiente. Tropas mercena­ Sin embargo, la teoría de Astour
rias griegas lucharon en Egipto contra no es del todo absurda. Es cierto, por
los Hyksos, y durante estas campañas ejemplo, que hay muchos paralelos
aprenderían el manejo del carro de entre los mitos y las figuras de los
combate. Volvieron luego a Grecia y dioses griegos y orientales (P. Consi-
gracias a la superioridad militar —fic­ din, 1969 y P. Walcot, 1966); también
ticia como hemos visto— que les pro­ lo es que muchos términos griegos y
porcionaba el uso del carro, consi­ micénicos son de origen oriental
guieron imponerse sobre el resto de (O. Szemerenyi, 1974), y hay numero­
sus conciudadanos, dando de este sas semejanzas estilísticas entre Grecia
modo origen a la cultura micénica. y el Oriente en el arte y la literatura
Esta teoría es inaceptable por varios
motivos. En primer lugar, porque con­
tradice la evidencia arqueológica, que
demuestra que los invasores conoce­ La llamada tumba de
dores del carro llegaron a Grecia des­ Agamenón, Micenas
de el Epiro. En segundo lugar, porque
tampoco encuentra apoyo en las fuen­
tes históricas egipcias. Y por último,
porque carece de sentido histórico, ya
que el carro de combate en Grecia no
confiere una superioridad militar
aplastante, y sociológico, puesto que
es imposible concebir que un grupo
de mercenarios cargados de botín y
oro dieran lugar, simplemente con su
llegada, a un fenómeno tan complejo
como el nacimiento de la cultura mi­
cénica.
32 B '· ' ί\ Akal Historia del Mundo Antiguo

Estela funeraria de la Tumba


Real V de Micenas
Museo Nacional de Atenas

(T. B. L. Webster, 1962), pero todo ello cia un in crem en to dem ográfico,
se explica por la existencia de una acompañado de una expansión econó­
koiné cultural en todo el M editerrá­ mica de base agrícola más que co­
neo Oriental. Es decir, que los pue­ mercial. Ese proceso trae consigo el
blos del Heládico Tardío, y más tarde desarrollo de una mayor diferencia­
los micénicos, poseían una cultura ción social y la concentración de la
muy similar, en sus artes, literatura, riqueza y el poder en manos de un
religión y pensamiento, e incluso a ni­ grupo que se aglutina en torno a los
vel de sus instituciones económicas y palacios, dando lugar de este modo a
sociales, a la de los pueblos del Próxi­ la aparición de nuevos sistemas admi­
mo Oriente. La cultura griega no se­ nistrativos y al surgimiento de nuevos
ría pues, ni el producto de un «mila­ grupos sociales, como los escribas,
gro», ni una aportación de algunos funcionarios, sacerdotes, etc. Esa éli­
grupos de invasores provinientes del te impulsa el desarrollo de las relacio­
Centro-Europa, sino el fruto de un nes internacionales y los contactos, ya
largo proceso de desarrollo, en el preexistentes, con las culturas del en­
que los elementos autóctonos se fun­ torno político circundante, favore­
dieron con las ap ortaciones fruto ciendo así la asimilación de elementos
de los contactos con las culturas cir­ culturales de todo tipo. Y como resul­
cundantes. tado de todo ese proceso y gracias a
No hay pues hipótesis global al­ la fusión de esos nuevos elementos
guna que nos explique el nacimiento con los preexistentes tiene origen la
de la sociedad micénica. Y ello es así cultura micénica.
porque para comprenderlo no debe-., Pero esa cultura no permanecerá
mos imaginarnos ningún misterio que confinada en el continente griego, si­
haya de ser desvelado a través de nin­ no que se expandirá por el M editerrá­
guna clave secreta. Lo que nos dicen neo; veamos pues cómo se produjo su
los hechos es que se produce en G re­ expansión.
El mundo del Egeo en el segundo milenio 33

4. La expansión micénica
Desde Sicilia y el Sur de Italia hasta
A natolia y desde el Bosforo a Egipto,
todo el M editerráneo es testigo de la
difusión de los productos micénicos
—fundam entalm ente la cerámica, y
sobre todo, el tipo de vasija conocido
con el nom bre de «jarra de estribo»—
que pueden ir o no acompañados de
asentam ientos de población. ¿Cuáles
pueden haber sido los motivos de esa
súbita expansión? ¿Se trató de la m a­
siva difusión de algún producto conte­
nido en esos tipos de jarras? Diversas
hipótesis se han ido formulando en Tumbas Reales de Mlcenas
ese sentido, pero la mayor parte de Círculo A
ellas tienden a buscar una explicación
a través del comercio.
Este es el caso de Stubbings palacial se orientase básicamente al
(1975) y C. G. Thomas (1970). El se­ comercio de exportación, y como
gundo de estos autores afirma que el tampoco los restos arqueológicos con­
mundo micénico careció de unidad firman ese comercio masivo, pode­
política, lo que es cierto; es decir, que mos concluir afirmando que la hipóte­
Grecia sólo fue en estos momentos un sis de la expansión comercial carece
conglomerado de pequeños reinos, de validez. Los autores que la formu­
que llegarían a enfrentarse bélica­ laron tendieron a agrupar una serie
m ente, como en los casos de Tebas y de datos de acuerdo con el modelo
Pilos — ese enfrentam iento estaría ex­ histórico de las guerras contem porá­
presado en algunos mitos griegos, co­ neas ocasionadas por rivalidades co­
mo el de las expediciones de los Siete merciales. Pero, como ya hemos indi­
contra Tebas— , a causa de su rivali­ cado en otro lugar (1979), esos m ode­
dad comercial. Sin em bargo, pode­ los resultan totalm ente inaplicables al
mos afirmar que esta teoría presenta mundo antiguo.
innum erables problemas (ver J. C. Si la expansión micénica no estu­
Berm ejo, 1979), pues para que fuese vo impulsada por mecanismos comer­
cierta se requeriría: 1) que existiese ciales, cabrá suponer que sus causas
un mercado y una economía de m er­ pudieron haber estado relacionadas
cado, en la que establecer la com pe­ con la existencia de una posible pre­
tencia comercial, en la Grecia micéni­ sión demográfica, ocasionada por el
ca, y 2) que la economía de los dife­ increm ento de la población. Los mi­
rentes reinos se basase en la exporta­ cénicos no habrían llegado pues a di­
ción, ya fuese de productos agrícolas ferentes puntos del M editerráneo co­
(aceite y vino) o artesanales. mo pacíficos comerciantes — aunque
Conociendo, sin em bargo, las en muchos casos se llevasen a cabo
condiciones geográficas de Grecia y intercambios— , sino probablem ente
las características generales del co­ como guerreros, asentándose por la
mercio antiguo, lo más lógico será su­ fuerza en aquellas regiones en las que
poner que, de existir algún producto no existía un poder político fuerte, o
agrícola exportable, éste sería el acei­ bien en la tierra de nadie que consti­
te o el vino. Pero como las tablillas tuía toda la costa del M editerráneo
no nos dem uestran que la economía oriental en el segundo milenio.
34 Akal Historia del Mundo Antiguo

Esta expansión llevada a cabo El tem a resultó enorm em ente


por los diferentes reinos micénicos tu ­ apasionante, porque, de confirmarse
vo lugar en un prim er m om ento en ecuaciones como las anteriores, se
las zonas del continente griego que podría dem ostrar la historicidad de la
antes habíamos denom inado m argina­ G uerra de Troya, y por ello esa su­
les, como, por ejem plo, la Acaya, pe­ puesta guerra y el problem a anterior
ro pronto pasó a continuarse a lo lar­ pasaron a ser considerados como una
go del M editerráneo. Los conoci­ unidad. En relación con él podríamos
mientos acerca de ella podríam os sin­ sintetizar las conclusiones siguientes.
tetizarlos por regiones del modo si­ Los micénicos, tal y como lo de­
guiente m uestra la arqueología, únicamente
consiguieron hacerse fuertes en toda
Egipto la región del Asia M enor, en la isla
A partir del año 1400 los micénicos de Rodas, en la que se había prduci-
comienzan a intensificar sus relacio­ do un vacío de poder político hitita.
nes con la zona, continuándolas hasta Y en toda la costa únicam ente po­
el 1200. Para ello tom arán como pun­ seyeron dos enclaves im portantes:
tos de partida las islas de Rodas y Chi­ Mileto y H alicarnaso, no logrando
pre, colonizadas por los micénicos, y llevar a cabo ninguna penetración
que ahora asumirán el papel que an­ hasta el interior, debido a la resisten­
tes había correspondido a Creta. cia hitita.
Las relaciones tendieron a inten­ Desde el punto de vista lingüísti­
sificarse en aquellos períodos en los co no puede identificarse autom ática­
que Egipto controlaba la región pa­ m ente a los micénicos o aqueos con
lestina, y, por ser Egipto un poderoso los A hijaw a de los textos hititas
reino, estas relaciones fueron siempre (P. Garelli, 1970, y J. D. M uhly, 1974),
pacíficas. Los micénicos, productores por lo que, si como parece verosímil
de plata y obsidiana, intercam biarán (Page, 1959), el reino de los Ahijawa
estos productos, junto con plata, oro, es identificable con la isla de Rodas, y
lapislázuli y piedras preciosas con los no con toda Grecia, la G uerra de
egipcios, a cambio de otra serie de Troya, entendida como una contienda
productos que nos resultan desconoci­ entre aqueos y troyanos, no sería his­
dos. tóricam ente dem ostrable (Finley y
otros, 1964).
Asia Menor
A partir del desciframiento de una se­ El M editerráneo Occidental
rie de textos hititas en los que apare­ Ú nicam ente destacarem os algunos
cieron una serie de antropónim os y puntos en esta zona. Comenzaremos
nombres de pueblos que presentaban por Italia. Sus relaciones con el Egeo
posibles semejanzas fonéticas (Alak- comienzan a principios del segundo
sandus = Alejandro = París), (Wilusa milenio, y culminan en el período mi-
> (W)ilusa = Ilion) con los de algu­ cénico, siendo m antenidas sobre todo
nos héroes de la poesía hom érica, se con Rodas, Chipre y Jonia y en m e­
ha venido desarrollando en torno a nor grado con la Península Griega.
este problem a una amplia serie de Las relaciones poseyeron un carácter
discusiones de carácter lingüístico, to ­ pacífico y como resultado de las mis­
pográfico, cronológico y prosopográ- mas se fundaron algunas colonias,
fico, en las que se ha^ pretendido ir probablem ente de carácter agrícola, o
localizando lugares, fechas y perso­ bien como puntos de paso en la ruta
najes, pero sin tener muchas veces en de búsqueda de los metales que con­
cuenta los problemas históricos en su ducía hasta Andalucía (F. Biancofio-
conjunto. re, 1967, L. Vagetti, 1983).
El mundo del Egeo en el segundo milenio 35
Las mismas conclusiones podrían modo de im portancia histórica, si ex­
extrapolarse al caso de Sicilia y según ceptuamos los casos de Rodas y Chi­
algunos autores, com o M arinatos pre. Y aunque en ella se llevaron evi­
(1971), a regiones como las Islas Ba­ dentem ente a cabo intercam bios, lo
leares, pero desde el m om ento en el más probable es que los productos in­
que avanzamos de Sicilia hacia el tercam biados lo fuesen en concepto
O este, la evidencia arqueológica co­ de regalos de tipo diplomático y no
mienza a ser progresivam ente más dé­ fruto del funcionam iento de una eco­
bil, por lo que debemos considerar nomía de mercado regulada por la ley
esa isla como el límite más probable de la oferta y la dem anda.
de la expansión micénica hacia Occi­ En los dos casos en los que se
dente. produjeron asentam ientos de pobla­
ción debemos suponer que el motivo
El M editerráneo Oriental que los impulsó debió ser la escasez
La expansión micénica en el M edite­ de tierras y el exceso de población, es
rráneo Oriental fue hace años, con­ decir, que, al igual que en etapas his­
cretam ente en 1973, objeto de un tóricas posteriores de la historia grie­
congreso, por lo que podem os afir­ ga, se trataba de una colonización de
m ar que su conocimiento se basa en tipo agrícola. De ser ello así podría­
evidencias documentales de conside­ mos hablar de la existencia de graves
rable importancia. problem as socioeconómicos en el ám­
En toda esta zona, la expansión bito de los reinos micénicos, proble­
micénica fue una continuación de la mas que quizá hubiesen contribuido a
minoica y, como ya indicamos, adqui­ precipitar su caída, que se produce de
rirá una importancia especial en el ca­ un modo brusco en el Heládico Tar­
so de dos islas: Rodas y Chipre. En dío III C, en el que una gran cantidad
esta última podemos encontrar hue­ de asentam ientos son abandonados y
llas de contacto con el m undo micéni- el resto de ellos destruidos.
co desde los siglos x v i-x v a. J. C ., y
Riton,
podem os docum entar el asentam iento procedente de Cnossos
de im portantes contingentes desde el
siglo X IV al siglo X II. Chipre actuó co­
mo un foco de atracción para los mi-
cénicos, debido a la presencia en la
isla de m etales, sobre todo cobre, pe­
ro las relaciones que con ella m antu­
vieron no se limitaron en modo algu­
no al intercambio comercial, sino que
trajeron consigo la ocupación de una
serie de asentam ientos y, en conse­
cuencia, la posterior helenización de
una parte de la población local.
Siria y Palestina tam bién se vie­
ron afectadas por la expansión micé­
nica. En estas regiones el proceso co­
lonizador tendrá únicam ente una im­
portancia muy relativa, puesto que
solamente influirá en las culturas m a­
teriales de los indígenas, concreta­
m ente en su cerámica.
La expansión micénica en el M e­
diterráneo Oriental carece en cierto
36 A k a l Historia del Mundo Antiguo

En opinión de ese autor, la causa de


esa catástrofe habría sido de tipo cli­
mático. En Grecia se produjo en esos
momentos un largo período de se­
quía, que traería como consecuencia
una serie de desastrosas cosechas,
que impulsaron la dispersión del pue­
blo griego hacia las zonas periféricas,
que efectivamente registran en estos
momentos la llegada de inmigrantes
micénicos, que posteriorm ente reflui­
rían sobre la H élade como dorios en
un m om ento histórico posterior.
A unque esta teoría se apoya en
bases arqueológicas, e incluso sus hi­
pótesis climáticas han sido parcial­
Fresco del Palacio de m ente confirmadas, ha caído en des­
Cnossos crédito en la actualidad porque posee
un carácter excesivamente catastrofis-
ta y porque tampoco da cuenta de to­
5. El fin del m undo dos los datos que parecen configurar
la realidad histórica de ese momento.
micénico Resulta curioso com probar cómo
también en este caso otra teoría es­
El súbito hundim iento de la cultura pectacular halló su inspiración en la
micénica no ha dejado de intrigar in terp retació n historicista de una
desde hace mucho tiempo a historia­ leyenda, en este caso la de la Atlánti-
dores y arqueólogos. Su carácter re­ da, urdida por Platón.
pentino ha tendido a rodearlo tam ­ De nuevo es el clima y las condi­
bién de una cierta aureola de miste­ ciones geográficas el mágico mecanis­
rio, por lo que nos encontraríam os, mo explicativo en otra teoría, la de
de seguir las opiniones de algunos de Stubbings (1975), según el cual un
los autores citados, con una cultura proceso de masiva deforestación, que
que nace y m uere de dos modos evidentem ente se produjo a lo largo
igualm ente extraños y repentinos. de la historia ^griega — tengamos en
Plantearemos, pues, a continuación es­ cuenta que el Atica, que en el siglo V
te problem a, examinando las hipóte­ a. J. C. ya era básicamente rocosa,
sis que se han elaborado para su solu­ estuvo en un principio cubierta de
ción, antes de pasar al estudio de los bosques— , traería como consecuencia
diferentes niveles de la sociedad y la la decadencia económica de los pala­
cultura de los reinos micénicos. cios. Al igual que en el caso anterior
Fue Rhys C arpenter (1966) el nos encontram os con que esta hipóte­
prim ero de los autores que elabora­ sis posee igualmente el defecto de la
ron una atractiva teoría que pudiese unilateralidad. Hubo de hecho defo­
dar cuenta de esa gran ruptura que en restación, tam bién se produjo un pe­
la historia de la cultura griega supone ríodo climático desfavorable, pero es­
el fin del mundo micénico, de ese tos factores no fueron los únicos que
gran paso atrás en la historia de una actuaron en la configuración del pro­
cultura que pierde súbitam ente la es­ ceso histórico.
critura, complejas formad artísticas y En efecto, por una parte sabe­
todo un sistema político y adm inistra­ mos que se produce la infiltración de
tivo m inuciosam ente estructurado. elem entos humanos provinientes del
El mundo del Egeo en el segundo milenio 37
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Kaslrilsa
• Dodona
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and Dodecanese

C e p h allenia

Z a cyn th o s

norte en el Heládico Tardío III C Migraciones e invasiones


(B. Rutter, 1975), que se pudieron ir in­ entre el 1230 y el 1050
(Tomado de N. G. L.
filtrando progresivamente como m er­ Hammond)
cenarios en el m undo micénico, e in­
cluso llegaron a ocupar puestos como
escribas, ya que sabemos en la actua­
lidad que algunas tablillas del reino
de Pilos contienen indiscutibles doris-
mos, únicam ente explicables por la
presencia de personas de origen dorio
entre los escribas.
No olvidemos que a todos estos
38 AkaI Historia del Mundo Antiguo

factores habría que sum ar la existen­ giones con otras y conflictos entre los
cia de innegables tensiones internas. elem entos fundam entales de la es­
El crecimiento y la presión dem ográ­ tructura social micénica: nobleza, pa­
fica parecen haber sido muy fuertes y lacio y damos. La acción conjunta de
la economía de los palacios, por una todos estos elem entos pudo, como se­
parte, se había vuelto bastante opresi­ ñala P. B etancourt (1976), dar origen
va con respecto a la población, y por al colapso económico y administrativo
otro lado se había especializado de­ de los palacios y a que la nobleza ru­
masiado y carecía de capacidad de ral asumiese el papel dirigente en la
reacción ante situaciones nuevas, co­ sociedad, tal y corno ocurrirá poste­
mo las producidas por una serie conti­ riorm ente en el período conocido con
nua de malas cosechas o la agresión el nom bre de Edad Oscura.
de elementos externos. La desaparición de los palacios
Pudieron, pues, haberse aunado arrastró consigo a la escritura y puso
en un período de tiem po más o m e­ en funcionam iento las nuevas formas
nos amplio factores de diferentes ti­ de organización social que serán ca­
pos: malas cosechas, agresión exterior racterísticas del período geométrico,
y tensiones internas, que habrían ori­ a nivel arqueológico y que aparecerán
ginado enfrentam ientos de unas re­ reflejadas en los poem as homéricos.

Sarcófago pintado
de Hagia
Tríada
El mundo del Egeo en el segundo milenio 39

III. La cultura micénica

1. Las bases económicas La economía agrícola de cada


uno de los reinos micénicos estará or­
ganizada y centralizada por el pala­
Desde el punto de vista de las formas cio. Podemos apreciar en las tablillas
de producción económica existe una cómo los funcionarios del palacio dis­
absoluta continuidad entre las socie­ tribuyen cantidades de trigo por per­
dades micénica y heládica, puesto que sonas o grupos. Utilizando las tabli­
la época micénica no se inaugurará llas de esta clase procedentes de Cnos-
con ninguna innovación tecnológica sos, L. G odart (1968) ha calculado
con respecto al período anterior. En cuánta era la población que podría
ambas fases serán la agricultura y la depender del palacio, llegando a la
ganadería las bases económicas de conclusión de que ese palacio en con­
la sociedad, y sólo en muy pequeña creto podía m antener a unas 4.264
medida serán com plem entadas por la personas, con lo cual podemos dispo­
pequeña industria de la producción ner también de algún indicio de ca­
de cerámica de lujo, ya que la de uso rácter demográfico.
doméstico se producía a nivel dom és­ Pero no sólo el trigo, sino que
tico, y de las armas metálicas. también el aceite veía su consumo
Introducirnos en el m undo micé­ centralizado por el palacio, debido a
nico supone penetrar en el universo que él mismo hacía un gran uso de
de la escritura y por tanto poseer la este producto en las ofrendas y en la
posibilidad de com pletar las inform a­ fabricación de perfumes. En cada pa­
ciones de la arqueología con los datos lacio debió existir una oficina encar­
de los textos. A unando ambos tipos gada de llevar a cabo la distribución
de documentación podem os com pro­ del grano y otra en la que se gestiona­
bar con toda seguridad que se conti­ ría a la vez la producción y el consu­
núan m anteniendo los mismos tipos mo del aceite, así como la fabricación
de cultivos que estaban ya atestigua­ de perfumes, obtenidos m ediante la
dos en las etapas anteriores. Por su­ disolución en aceite de una serie de
puesto que destacan en prim er lugar plantas aromáticas, por lo que debe­
los cereales, seguidos por el aceite y remos suponer (L. G odart: 1968 y
las leguminosas, y por último tendre­ 1972) que tam bién esa misma oficina
mos una serie de productos que po­ supervisase la recolección y el cultivo
seerán una gran importancia en el ri­ de las diferentes plantas aromáticas.
tual, como por ejem plo, los aromas. La ganadería del toro y la vaca,
40 Akal Historia del Mundo Antiguo

•E s c in o .
►M értica

• V a s ilic o . C o ra c u .
• g • C a la m a c i.

K
M u ra lla m ic é n ic a .

,N e m e a .

© Ziguries. • C a t a c a ll.

y fa s d é M ic e n a s .

^ M ic e n a s .

‘• H e r e o .

M id e a . ►D im e n a .
« A rg o s .

P a le a ED id avros.
( * ) T ¡ r in t o .

•N a u p lio n . ^ P u e n te • E p id a u r o ,
d e M ic e n a s .
•L e rn a . Poros.
T e m p lo d e P o seid ón.

• Elio castro.

• C e la d ía .
►Termisi.
^H erm ione.

>Furcania.
H id ra .

E s petsas.

La Argólida
El mundo del Egeo en el segundo milenio 41
la cabra, el cordero, el cerdo y el ca­ vidad económica, pero para que pue­
ballo constituía otra rama de la eco­ da llevarse a cabo es necesaria la in­
nomía palacial. El palacio no sólo se tervención de los grupos humanos
encargaba de controlar el consumo de que al participar en la producción ge­
todos estos tipos de animales, sino neran unas relaciones de producción
tam bién de vigilar su crianza, ya que deteim inadas. Para poder analizar
en los textos micénicos aparecen una esas relaciones será necesario centrar­
serie de personajes como el a-mi-re-u, nos en el estudio de dos problemas: la
seleccionador de los corderos, y el propiedad de la tierra y la fuerza de
e-ka-ra-e-u, castrador, especializados trabajo.
en labores de zootecnia.
La documentación de los pala­
cios también nos perm ite conocer
aquellos sectores de la actividad arte­
sanal que están bajo su esfera de in­
fluencia, debido a su importancia mi­
litar, como es el caso de la m etalur­
gia, o simplemente económica. Los
forjadores del reino de Pilos nos son
bien conocidos gracias a los trabajos
de M. Lejeune y A. Hurst (1968),
que nos muestran cómo esos artesa­
nos compatibilizan sus labores agríco­
las con el trabajo artesanal, como lo
dem uestra el hecho de que aparezcan
inscritos como contribuyentes en el
catastro de imposiciones sobre la acti­
vidad agrícola. El palacio es quien les
suministra la materia prima, los lingo­
tes en forma de piel de buey, provi-
nientes norm alm ente de la im porta­
ción, y les encarga el núm ero de obje­
tos, así como los diferentes tipos, que
las necesidades dem anden. Existe un
funcionario, el qa-si-re-we, o basileus,
personaje de importancia secundaria
en la administración provincial, que Vaso de plata con decoración
se encarga de la distribución y el con­ repujada
(Siglo XVI a.C.)
trol de las materias primas y los ins­ Museo Nacional de Atenas
trum entos y armas elaborados.
Los sectores restantes del mundo
La propiedad de la tierra
de la producción económica debieron
seguir funcionando igual que antes, La propiedad de la tierra en el reino
sin ser controlados ni estar centrali­ de Pilos, el único en el que podemos
zados por el palacio, pero precisa­ conocerla, plantea una complejísima
m ente por ese motivo nos resultan serie de problemas que no están en la
prácticam ente desconocidos, ya que, actualidad totalm ente resueltos. Exis­
al caer fuera de los intereses del ten hipótesis encontradas y es muy di­
palacio, no aparecen reflejados en la fícil reducir todos los datos a un siste­
docum entación. ma unitario, por lo que nos lim itare­
La producción de bienes consti­ mos a exponer los hechos fundam en­
tuye solam ente un aspecto de la acti­ tales.
42 Akal Historia del Mundo Antiguo

D entro del territorio de un reino


micénico había diferentes tipos de tie­
rras. En prim er lugar tendríam os que
considerar la existencia de las llama­
das mo-ra, que serían propiedad de la
nobleza militar, ajena al palacio, y de
las que no sabemos prácticam ente na­
da, ya que, como carecían de interés
para la burocracia del palacio y el
tem plo, no aparecen inscritas en las
tablillas, que constituyen nuestra única
fuente de conocimiento en este sentido.
En un segundo grupo podríamos
situar otras parcelas de m enor tam a­
ño, que estarían designadas bajo el
térm ino de ko-to-na. Y en ellas sería
necesario distinguir dos tipos: 1) las
privadas, que tam bién quedan fuera
de las tablillas y de las que, por tanto,
tam poco sabemos nada; 2) las ko-to-
na ke-ke-me-na, que originariamente
habrían sido open fields y serían pro­
piedad del da-mo, institución que lue­
go definiremos, o bien de personas
particulares, y 3) las ko-to-na ki-ti-
me-na, que son propiedad del rey,
que las explota m ediante arriendo.
A estos tipos fundam entales de­
berem os añadir los o-na-ta, o tierras
de baja condición jurídica, que pudie­
ron haber pertenecido a grupos socia­
les inferiores, residentes en algunas
regiones antes de la llegada de los in­
vasores del último período Heládico.
De entre las ko-to-na ki-ti-me-na
tenem os que cada una de ellas era po­
sesión de un ko-to-no-o-ko, residien­
do en ella varios o-na-te-res, llamados
ko-to-ne-ta, que a su vez participarían
de la posesión de una parcela dentro
de la ko-to-na. El personal de la casa
real se reclutaba del grupo de los ko-
to-no-o-ko, al que pertenecen, por
ejem plo, los altos funcionarios reales
conocidos con el nom bre de te-re-ta,
junto con otros tipos de altos funcio­
narios. Es lógico pensar, pues, que el
m onarca debía conceder estas tierras
Idolo de las Cícfadas
como pago o recom pensa a sacerdo­
Museo Nacional de Atenas tes y funcionarios, para que las tra­
bajasen personalm ente, lo que parece
im probable, o para lucrarse de sus
El mundo del Egeo en el segundo milenio 43
rentas, obtenidas m ediante el trabajo mitidos, recibían un trato considera­
de los o-na-te-res. N aturalm ente, se blem ente peor y carecían de los dere­
trata de una hipótesis, pero he die chos de propiedad y nupcialidad. No
confesar que es la que me parece más obstante, la aplicación de este esque­
plausible, tanto teniendo en cuenta ma al mundo micénico no deja de ser
los datos existentes como conside­ una hipótesis, ya que sabemos que en
rando las formas de la propiedad de él, por ejem plo, los esclavos reciben
la tierra en culturas de carácter simi­ asignaciones de tierras, al igual que
lar como pueden ser las del Próximo sus amos, y realizan el mismo trabajo
Oriente antiguo. que ellos, pero no podem os distinguir
De aceptar este modelo hipotéti­ claram ente entre los dos tipos citados
co tendríamos que el palacio no con­ por D ebord —aunque sí sabemos por
trolaría toda la tierra cultivable del sus nombres que algunos esclavos
reino, sino una parte, cuyo m onto es eran antiguos prisioneros de guerra—
imposible de cuantificar. Al margen ni podemos precisar claram ente el pa­
de él quedarían las tierras de la no­ pel de los esclavos del dios.
bleza rural, y las de algunos campesi­ Por los datos expuestos parece
nos libres y de diversas colectivida­ deducirse la impresión de que los es­
des, tierras que podían ser explota­ clavos no debían constituir lo esencial
das, según su naturaleza, ya fuese en de la fuerza de trabajo de un reino
régimen comunal o a nivel individual. micénico; sin em bargo, J. A. Lenc-
El problema de la propiedad de man (1966) sostiene la tesis contraria.
la tierra pierde gran parte de su senti­ En su opinión, los esclavos constitui­
do si lo abstraemos del análisis de la rían la fuerza de trabajo fundamental
fuerza de trabajo. E n efecto, si se po­ y su núm ero sería más elevado que el
see la tierra es para poder explotarla de la población libre.
en algún sentido, y su explotación Aunque en las tablillas aparece
únicam ente es posiblé m ediante el un núm ero de ellos relativam ente re­
trabajo, pero, ¿quién trabajaba los ducido, Lencman considera que todos
campos en un reino micénico, los li­ los trabajadores de los que no se cita
bres o quizá, como en otras etapas su nom bre propio o el de su familia y
posteriores de la historia de la A nti­ que aparecen en las tablillas serían es­
güedad, los esclavos? clavos, junto con todas aquellas per­
La esclavitud es una institución sonas que desem peñan oficios que
conocida en el mundo micénico, en el posteriorm ente pasarán a ser caracte­
que el esclavo es designado con el tér­ rísticos de los esclavos. Sumando to­
mino do-e-ro. Los esclavos aparecen dos los conceptos, Lencman llega a
en las tablillas como pertenecientes a un deducir de esto la existencia de unos
amo que puede ser una persona física 1.300 esclavos del palacio de Pilos.
o una persona jurídica, o un dios. El A hora bien, si tenem os en cuenta la
papel de los esclavos en el mundo mi­ deducción de L. G odart acerca del
cénico debió haber sido muy similar, núm ero de población dependiente
como señala P. D ebord (1973), al de de un palacio similar al de Pilos, el de
los esclavos de Egipto y el Próximo Cnossos, según la cual recibirían racio­
Oriente. En estas culturas había fun­ nes del palacio 4.264 personas, vere­
dam entalm ente dos tipos de esclavos, mos que los esclavos no constituyen
los domésticos, que gozaban de una la mayor parte de la población. Y por
serie de privilegios, y que incluso po­ otra parte, si consideram os que se­
dían casarse con personas libres, y gún los cálculos de Me. Donald y Hope
otros, capturados como prisioneros Simpson la población del reino micé­
de guerra, y que al contrario que los nico de Pilos debió ser de unas 50.000
anteriores no podían ser nunca m anu­ personas, tendrem os que llegar a la
44 Akal Historia del Mundo Antiguo

conclusión de que en lo que se refie­ m ente la esclavitud, la renta de la tie­


re a la población dependiente del p a­ rra y las prestaciones de trabajo para
lacio el núm ero de esclavos — hincha­ el palacio constituyeron las dos for­
do por los criterios clasificatorios de mas de explotación de la mano de
Lencman— no es m ayoritario, y a ni­ obra. Estaríam os, pues, si nos movié­
vel de todo el reino cualquier valora­ semos al nivel de las grandes hipótesis
ción global es imposible de realizar, sociológicas, no ante una sociedad es­
debido a la falta de datos. clavista, como pretende Lencm an, si­
Tendremos, pues, que concluir in­ no ante una sociedad despótico-orien-
dicando que en el mundo micénico, al tal, por lo menos en algunos de sus
igual que en el Próximo O riente de­ aspectos, que parcialm ente se ajusta­
bieron coexistir diferentes tipos de ría al modelo teórico del modo de
trabajo y formas diversas de explota­ producción asiático.
ción del mismo. Hubo trabajo libre,
servil y m ediante servicios o corveas Idolo de las Cicladas
prestados al estado, y consecuente­ Museo Nacional de Atenas

s'

t,.
1Λ* - ,
i V > ; V,

1
El mundo del Egeo en el segundo milenio 45
dad sagrada de Pa-ki-ja-na, debiendo
2. La estructura social y de estar además su función concebida
política de los reinos como perteneciente al dominio de lo
sagrado.
micénicos Vemos, pues, que el rey posee
Las estructuras económicas no actúan funciones económicas y religiosas. A
en el vacío ni poseen una existencia ellas debemos añadir sus funciones
propia, sino que, en realidad no for­ m eram ente adm inistrativas, como el
man más que uno de los aspectos de nom bram iento de funcionarios y la
las estructuras sociales. Para lograr, supervisión de la administración. Y
pues, la comprensión de lo que pudo también será necesario indicar que
haber sido un reino micénico será por este m onarca, al contrario que otros
tanto necesario tratar de reconstruir monarcas orientales de su época, por
los elem entos fundam entales de su ejem plo, no desem peña función mili­
organización social y política. tar alguna.
Considerando estos hechos, K.
2.1. La monarquía Wundsam (1968) ha llegado a la con­
clusión de que la m onarquía micénica
A la cabeza de la sociedad micénica corresponde al modelo de las m onar­
aparece el rey, designado norm al­ quías indoeuropeas analizadas por G.
mente con el térm ino wa-na-ka. Dumézil, en las que los reyes desem ­
Suele ser una idea muy difundida peñan básicamente funciones jurídi­
que el rey micénico, al igual que los cas y administrativas, o son deposita­
faraones egipcios o los ensi mesopotá- rios de supuestos poderes mágico-reli­
micos, era considerado como una per­ giosos, m anteniéndose siempre aleja­
sona sagrada, llegándose incluso a tri­ dos del dominio de la guerra. De ser
butarle culto. En favor de esta hipó­ válida esta hipótesis presentaría un
tesis, algunos autores como P. Walcot gran interés histórico, ya que podría
(1967) aducen los supuestos testim o­ entonces darse el caso de que la so­
nios de mitos griegos posteriores, co­ ciedad micénica conservase el antiguo
mo el de la concepción de Heracles esquema trifuncional característico de
por Zeus, muy sem ejante en su opi­ las primitivas sociedades indoeuro­
nión a la de H atshepsut por A m ón, y peas.
las innum erables leyendas en las que Veamos, pues, si es ello cierto,
Zeus visita a num erosas princesas. examinando otra im portante figura,
Sin em bargo, si nos limitamos a con­ la del ra-wa-qe-ta.
siderar, lo que constituye el método D urante algún tiem po se creyó
correcto, los datos presentes en las ta­ que el ra-wa-qe-ta, jefe del ra-wo o
blillas, veremos que en ellas la situa­ laos, es decir, com andante del pueblo
ción es muy diferente. en armas, sería algo así como el co­
Podemos apreciar en ellas cómo m andante en jefe de los ejércitos mi­
existe, efectivam ente, una relación en ­ cénicos de una determ inada locali­
tre el wa-na-ka y los santuarios y cul­ dad. Pero la realidad es mucho más
tos de la Potnia y de Poseidón. El rey com pleja, ya que, ateniéndonos a los
recibe ciertas cantidades de aceite pa­ datos de las tablillas, no es dem ostra­
ra su uso y el del palacio y para el ble que este personaje posea una fun­
culto de esos dos dioses, así como pa­ ción militar. El ra-wa-qe-ta, al igual
ra la celebración de la fiesta del to- que el wa-na-ka, posee un te-me-no, y
no-e-ri-jo, de la que luego hablare­ desempeña un im portante papel en la
mos. Pero además de ello el rey po­ concesión de ko-to-na ke-ke-me-na.
see tam bién una función cultual, ya De él dependen artesanos y personal
que lleva a cabo sacrificios en la ciu­ cultual, y en cierto modo podría de­
46 Akat Historia del Mundo Antiguo

cirse que prácticamente duplica las tendríamos que la existencia de una


funciones del rey, careciendo igual­ doble monarquía de este tipo hallaría
mente de función militar alguna. Esta sus paralelos entre otros pueblos in­
duplicación de funciones habría sido doeuropeos, y no indoeuropeos, co­
absurda si no hubiese cumplido algu­ mo los germanos, los latinos, los bur-
na función en concreto. Y quien gundios e incluso los etruscos.
mejor la ha explicado hasta el mo­ El único terreno en el que el mo­
mento ha sido W undsam, que consi­ narca aventajaba al ra-wa-qe-ta era en
dera al ra-wa-qe-ta como un represen­ el campo de la religión. El ejercicio
tante de la aristocracia militar frente de los restantes poderes en paralelo
a la monarquía. debió dar lugar a una serie de tensio­
Ra-wa-qe-ta derivaría, pues, no de nes, que no serían más que el reflejo
ra-wo, pueblo en armas, sino de ra- de las tensiones entre dos grandes
wo, nobleza guerrera, y sus funciones grupos sociales: la nobleza rural y los
duplicarían a las del rey porque este funcionarios del palacio y el templo,
personaje sería el intrum ento del que tensiones que no debieron quedar al
dispondrían los nobles del reino de margen de la constelación de causas
Pilos para poder controlar el poder que explican la súbita desaparición de
del monarca. También en este caso los palacios micénicos.

Idolo de las Cicladas


Museo Nacional de Atenas
El mundo del Egeo en el segundo milenio 47

2.2. La administración Cada distrito no poseía una capi­


tal fija, desem peñando los funciona­
y los funcionarios rios sus funciones a través de diferen­
Si el ra-wa-qe-ta se apoyó en la noble­ tes lugares. Aunque la administración
za rural, el wa-na-ka tenía tras sí a de ambas provincias sufrió una evolu­
toda una serie de altos y pequeños ción a lo largo del período conocido,
funcionarios, a escribas y sacerdotes, podríamos tratar de sintetizarla di­
que formaban un grupo que posibili­ ciendo que cada ciudad o cada distri­
taba el funcionam iento y se beneficia­ to de las dos provincias se hallaba go­
ba claram ente de la existencia de los bernado, o le estaba asignado, un ko-
palacios. Grupo que sucum birá con re-te y un po-ro-ko-re-te, que actua­
ellos y que será el impulsor de los rían como representantes del poder
principales logros artísticos y cultura­ central con unas com petencias proba­
les de la sociedad micénica. blem ente variadas, que nuestros da­
Todo palacio micénico desem pe­ tos no perm iten definir con precisión.
ñaba una serie de funciones de carác­ Junto a estos funcionarios había
ter económico, m ediante la centrali­ otros como el du-ma, que es el repre­
zación y redistribución de buena par­ sentante del poder central no a escala
te de la producción agrícola, a través local, sino a escala provincial, que
del desarrollo del comercio del aceite, a p a re c e ju n to al p o -ro -d u -m a -te,
y con la producción y equipam iento que pudo haber sido un funcionario
de los diferentes contingentes del religioso para toda una provincia, y un
ejército del reino. Altos funcionarios da-mo-ko-ro, funcionario que parece
como el a-ko-so-ta, encargado del cumplir una función económica muy
control de las tierras laborables, y el específica y que p o see ría, según
we-da-ne-u, dotado de funciones mili­ W undsam, un alto rango, desem pe­
tares, económicas y cultuales, se en­ ñando sus funciones tam bién a escala
cargaban de la supervisión de la labor provincial.
de los auténticos pilares de la adm i­ De todos estos funcionarios, los
nistración que eran los escribas, pero que nos resultan m ejor conocidos son
toda esa labor de supervisión habría los ko-re-te, de los que podem os co­
sido inútil si los reinos micénicos no nocer las figuras de once de ellos. To­
hubiesen dispuesto de una buena es­ dos poseen el usufructo de ko-to-na
tructura administrativa que les perm i­ ke-ke-me-na, y sus funciones varían
tiesen controlar fiscalmente todo su según los distintos personajes conoci­
territorio. dos. Uno de ellos posee una función
Desde el punto de vista territo­ religiosa y otro de ellos militar. Pero
rial, el reino micénico de Pilos, el úni­ parece claro que estos personajes de­
co conocido en este sentido, se divi­ bieron ser prim itivamente jefes mili­
día en dos provincias de nueve y siete tares en las zonas rurales, pasando
distritos cada una, llamadas la provin­ posteriorm ente a desem peñar funcio­
cia cercana y lejana, respectivam ente. nes de carácter puram ente adminis­
Cada una de ellas estaba a su vez di­ trativo como representantes del poder
vidida en distritos, articulados a través central, siendo asistidos en sus funcio­
de subdistritos, entre los cuales se es­ nes a un nivel local por el po-ro-ko-
tablecían grupos de una o dos com u­ re-te.
nidades con el fin de fijar las diferen­ Junto a estos funcionarios exis­
tes cargas fiscales. tían otros de m enor im portancia y
Vistas, pues, las divisiones geo­ cuyos cometidos no nos son del todo
gráficas, pasemos a analizar el cuadro conocidos, como el ke-u-po-da, cuya
de funcionarios que ejercían las labo­ tarea parece ser económica, y que
res administrativas. aparece como «donador de bebidas
48 Aka! Historia del Mundo Antiguo

para los sacrificios» y el e-sa-re-u (to ­ de productos A , B ... J, la cantidad a


m ador), relacionado con los artesanos cobrar se calculaba según la fórmula
y de función igualm ente económica, y P/a P/b P /j, en la cual P es la cifra de
otra serie de cargos mixtos adminis- la población fiscal y a, b y j los coefi­
trativo-religiosos, como los de la sa­ cientes propios de cada uno de los
cerdotisa ka-ra-wi-po-ro, los e-re-ta y productos A , B ... J».
los o-wi-de-tai, detentadores de una M ediante esta fórm ula, cono­
función mixta económica y cultual. ciendo la población fiscal y el coefi­
Cada distrito del reino de Pilos ciente del im puesto se podía calcular
poseía también un a-ko-ro y varios el m onto total del producto recauda­
wa-te-wa, de funciones igualmente do, e igualmente partiendo del monto
mal conocidas, pero es de un gran in­ y el coeficiente se puede calcular la
terés el destacar que en su labor esta­ población fiscal que, aunque será di­
blecían una distinción entre el wa-tu ferente de la población real, repre­
(asty) o ciudad y el a-ko-ro (agros) o senta una interesante aproximación
campo, lo que podría ponerse en rela­ demográfica. Los grupos de pobla­
ción con la convivencia en el seno del ción así calculados por Olivier varían
reino de dos tipos netam ente distin­ de las 10 a las 2.600 personas, siendo
guibles de sociedades. las cifras más frecuentes: 20, 100,
En síntesis podríam os resumir la 500, 600, 700, 1.000, 1.230, 1.330 y
organización adm inistrativa del reino 1.500.
de Pilos en el siguiente esquema: La administración micénica ten­
dió, pues, a utilizar rígidas fórmulas de
cálculo y en sus estimaciones la capa­
Reino de Pilos cidad real de pago parece haber de-^
sem peñado un papel secundario, co­
2 provincias con:
1 du-ma.
mo señaló W. F. W yatt Jr.
1 da-mo-ko-ro (85 ke-wa), agentes econó­ Una visión heterodoxa del fun­
micos, excepto en la provincia de-we-ro- cionam iento de la administración mi­
a-i-ko-ra-i-ja. cénica es la defendida por L. Deroy
16 distritos con: (1968). Partiendo del estudio de las
1 ko-re-te y un po-ro-ko-re-te, represen­ tablillas llamadas o-ka, llega ese autor
tantes del poder central. a la conclusión de que esa serie ha
1 a-ko-ro y varios wa-te-wa. sido mal interpretada por todos aque­
llos autores, la mayoría de ellos, que
Estas circunscripciones tenían co­ las han m anejado para estudiar el
mo una de sus finalidades prim ordia­ funcionam iento del sistema militar
les el regularizar y ordenar la recogi­ micénico. Ello sería así porque o-ka
da de impuestos de tipo agrícola y ga­ debería, en su opinión, traducirse por
nadero y el poder establecer igual­ échein. Con esta interpretación cam­
mente las prestaciones del trabajo ar­ bia Deroy de plano el contenido posi­
tesanal. Estudiando los diferentes ti­ ble de las tablillas y deduce la existen­
pos de contribuciones se puede llegar cia de un amplio cuerpo de personal
a la conclusión de que para su esta­ am bulante disperso por todo el reino.
blecimiento los micénicos utilizaban D entro de ese personal desem peña­
rigurosamente una serie de propor­ rían un papel de cierta relevancia las
ciones aritméticas, que en opinión de corporaciones de artesanos que, ade­
J. P. Olivier (1974) podrían incluso más de por su trabajo particular, se­
ser reducidas a una ley’ fiscal que se rían requeridos en cada localidad im­
expresa del modo siguiente: «en cada portante para servir de auxiliares a la
ciudad de un reino micénico sometido administración, sobre todo para el co­
al impuesto sobre un cierto núm ero bro de los im puestos en especie. Sien-
El mundo del Egeo en el segundo milenio 49
do éste, sobre todo, el caso de las de carácter fundam entalm ente militar.
corporaciones de forjadores. Estudiando el funcionam iento de
Según Deroy, el concepto de im­ los sistemas administrativos de los rei­
puesto no tendría el mismo sentido en nos micénicos podem os com probar
la época micénica y en las etapas pos­ cómo efectivamente existe un amplio
teriores, porque en esa época el con­ grupo de población que se aglutina en
cepto de im puesto y m ulta form aría torno al palacio, que lo sustenta y que
una unidad. basa sus recursos en las rentas e im­
Sin embargo, esta teoría gozó de puestos que detrae a las poblaciones
muy escasa aceptación y ya ha sido rurales, que aparecen recogidas en las
bien criticada por una serie de auto­ tablillas con expresa indicación, en al­
res, por lo que deberem os darla por gunos casos, de sus nom bres propios,
d e se c h a d a y se g u ir c o n sid e ra n d o étnicos o topónim os, como ha señala­
a las tablillas o-ka como docum entos do F. Gschnitzer (1971). Esos grupos,
junto con la nobleza y el damos, for­
marán un amplio sector social que
Tabla comparativa de
signos pictográficos quedará al margen del palacio. V ea­
Lineal A y Lineal B mos, pues, lo que podemos saber
(Según Ventris y Chadwick) acerca de ellos.

H A B H A B H A B
L 1 L 44 L 76
AB 18 N N AB 11 A A ¥ AB 40 b5
L 2 L 45 L 77
* AB 4 + f AB 61 t ? AB 38 r r r
L 6 L 47 L 78
AB 44 A 103 d* * t AB 10 Λ Λ a

L 9; cf. L 50; cf.92^. L 79


AB 12 28 A A 119 f flr
L 10 m L 51 III Ui ·" m L 81
Φ AB 9 Φ f 1 AB 59 1 1 V AB 45 X Y X
I. IS L 52 L 82
A 75 r f ¥ AB 49 T T T AB 22 J5
L 16 L 53 L 83
a AB 54 f a AB 51 ¿J 2J u AB 62

L 21 L 54 L 8 4 /4 8 v t\ <*.
AB 31 Ψ ΐ A 93 Γ 1 T·
L 22 L 55 L 85
+ AB 2 + \ Q AB 32 Y Ï T r AB 63 Λ

L 23 L 56 L 86
9 AB 57 ? AB 12 & Λ A AB 39 9 Ψ ¥
L 57 L 87
L 24
ft AB 30 4» + A 53 B? B

L 25/7 L 58 L 88
AB 19 N N M V AB 26 i i i » H A 70 Λ

L 26 L 59 L 91
AB 58 i î Î 1 η AB 13 E I 1! © AB 24 0 © Q

L 27 L 60 L 92
f Y > AB 46 y Y * AB 5 t Φ t
L 28; c[5 6 a L 61 L 93/17
A AB 12 m i AB 33 Ξ ϊ ί A B 56 # ( if
L 29 L 62 L 94
AB 23 ® 0 AB 35 ? f ? * AB 25 2 1

L 30 L 63 L 95
AB 1 Y l· A 72 <g <s A 40 & ¿ S ¥

L 31 L 64 I. 97
y AB 27 Y r AB 55 AB 60 f r

L 32 L 65 L 98
ü AB 20 § a A 81 0 4 AB 41 *
L 33 L 66 L 99/128 t *
AB 8 r A 97 C A 89
L 34 L 68/96 L 100/38 Ut f
AB 29 y A 61 U k ■Q A B 37 T
L 69 L 101
L 36 a
$ i AB 16 < ( ( 0 AB 36 $ f
4 AB 69
L 37; LÎ6 2 Ç L 72; , 94£ 1. 102
AB 25 AB 48 ? Λ * *
AB 35
L 74 L 103
L 39
AB 7 T T AB 14 C E AB 53

L 43 L 75 L 120
AB 67 0 0 N A AB 21 R fü A 116 ΤΤΓ m
50 Aka! Historia del Mundo Antiguo

2.3. La nobleza trabajadas por ellos mismos, sino por


campesinos libres o por esclavos.
El estudio de la figura del ra-wa-qe-ta Poseían los mo-ro-qa un alto ran­
nos había llevado a la conclusión de go y desem peñaban una función mili­
que era el representante ante el poder tar en relación con los o-ka, puestos o
real de un grupo ajeno al palacio, que guarniciones m ilitares. En cada o-ka
estaría constituido por la nobleza ru ­ existía un com andante, una serie de
ral. El conocimiento de ese grupo so­ oficiales y un cuerpo de tropa; de en­
cial resulta muy dificultoso por no tre todos ellos, los dos prim eros per­
aparecer reflejado en las tablillas más tenecían muy probablem ente a la no­
que en aquellos aspectos que suponen bleza y la tropa al damos. No obstan­
una cierta actuación suya en la activi­ te hay también oficiales de dos tipos,
dad del palacio, por lo cual será nece­ unos de gran categoría y otros, cuya
sario ver cuáles han sido sus actuacio­ situación social es muy similar a la de
nes en diferentes casos y a través de los miembros de la tropa o las tripula­
qué instituciones en concreto. ciones.
Durante mucho tiem po se inter­
pretó la figura del qa-si-re-u como la Puñal de bronce con
incrustaciones en oro
de Micenas
Museo Nacional de Atenas

de un miembro de la nobleza con fun­ Los mo-ro-qa ocuparían en estas


ciones militares; ya habíam os indica­ guarniciones los puestos de com an­
do que se trata de un funcionario del dante, y al parecer se agrupaban en
palacio encargado de controlar las ac­ clanes.
tividades de los artesanos, por lo que Bajo los mo-ro-qa, pero conti­
deberemos abandonar esas interpreta­ nuando dentro de la jerarquía de la
ciones centrándonos en las figuras de nobleza, estarían los e-qe-ta, que apa­
aquellos personajes claram ente vincu- recen en las tablillas o-ka desem pe­
lables a ese grupo social. ñando un im portante papel. Son nor­
En primer lugar tendríam os que m alm ente los oficiales y com andan­
estudiar a los mo-ro-qa, etim ológica­ tes, pero, al contrario que los mo-ro-
mente, según W undsam, «los posee­ qa, parecen desem peñar alguna fun­
dores de la tierra privada». Estos per­ ción de tipo sacerdotal, estando ade­
sonajes disfrutarían de la posesión de más relacionados con la economía del
esa tierra, concedida por-el palacio, a palacio. Su nom bre derivaría de la
cambio del pago de un pequeño im­ palabra i-qo (caballo); serían, pues, al­
puesto, y naturalm ente deberem os go así como sacerdotes del caballo, es
suponer que esas parcelas no serían decir, del dios Poséidon. Y dentro del
El mundo del Egeo en el segundo milenio 51
palacio pueden haber actuado como ma económico de los reinos micéni­
personas de confianza del wa-na-ka. cos, tanto en su aspecto adm inistrati­
Tam bién dentro de la clase nobi­ vo como fiscal, dista mucho de ser un
liaria debemos situar a los te-re-ta, a sistema feudal, ya que una de las ca­
quienes el palacio asigna parcelas del racterísticas de los sistemas de este ti­
tipo ki-ti-me-na. Algunos de ellos, co­ po la constituye el fraccionamiento y
mo pa-da-we-u, son artesanos y tra­ la dispersión de los poderes políticos,
bajadores, y por ello son llamados que en este caso están fuertem ente
pastores (po-me), alfareros (ke-ra-me-u), centralizados.
etcétera, pero ello no quiere decir Pero es que además para que se
que realm ente desem peñasen esos produzca un feudalismo pleno tam ­
trabajos; pudieron haber sido algo así bién se requiere que el poder militar
como los «artesanos reales», o los je ­ esté casi exclusivamente en manos de
fes de las diferentes m anufacturas del los nobles, de esos «barones» micéni­
palacio. cos, como les llama Palm er. Y en este
Los te-re-ta, a los que en un prin­ sentido, nada más lejos de la realidad.
cipio se interpretó como sacerdotes El sistema de la guerra en el
iniciadores (telestai) erróneam ente, mundo micénico nos es conocido gra­
puesto que en las tablillas únicam ente cias a las tablillas o-ka, que describen
aparecen como propietarios y como una serie de guarniciones costeras
ligados al rey, pudieron a su vez haber que, como hemos visto, estaban m an­
sido también jefes de clanes (Wund- dadas por miembros de la nobleza.
sam) y estarían situados en los niveles Pero los contingentes de las mismas
más altos del pueblo y en los más no los form aban las «mesnadas» de
bajos de la nobleza. esos nobles, puesto que existe un sis­
Podríamos sintetizar, pues, a los tema de reclutam iento controlado por
grupos nobiliarios en el siguiente es­ el palacio. Sabemos muy poco acerca
quema: de su funcionam iento, pero podemos
afirmar que dentro del ejército se dis­
Nobleza__________________ tinguen las tropas de caballería, que
1 0 Nobles independientes, grandes pro­ forman parte de la milicia perm anen­
pietarios; comandantes y oficiales de te, de las de infantería (pe-di-je-we).
los o-ka. Bajo ellos estarían los mo-ro- En cada o-ka los contingentes
qa, y sobre todos ellos el ra-wa-qe-ta.
No viven en las capitales, sino en pe­ aparecen estructurados por decenas
queños lugares, rodeados por círcu­ de hom bres, por lo que podem os su­
los personales de individuos y forman poner que la decuria sería la unidad
el ra-wo. básica de las tropas micénicas, po­
2.° Los nobles dependientes: rodean al seyendo cada guarnición entre tres y
rey y viven en las capitales, son fun­ quince de ellas. Los contingentes son
cionarios del tipo du-ma y da-mo-ko- clasificados en seis grupos (i-wa-so,
ro, y forman círculos personales en ke-ki-de, ko-ro-ku-ra-i-jo, ku-re-we,
torno al débil poder real, con el que
se enfrentan los nobles del tipo 1." o-ka-ra y u-ru-pi-ja-jo), cuyo sentido
no conocemos del todo bien.
La existencia de una nobleza Las guarniciones de este tipo úni­
guerrera en el m undo micénico ha camente entraban en funcionamiento
conducido a algunos autores, como en momentos de peligro, y para facili­
Palm er, a considerar a la sociedad mi­ tar su funcionam iento se concedían
cénica como una sociedad feudal si­ una serie de privilegios fiscales a
milar a las de la A lta Edad Media aquellos artesanos que deberían faci­
europea. Esta opinión no posee la su­ litar el funcionam iento del ejército,
ficiente coherencia por varias razo­ como los na-u-do-mo, o carpinteros
nes. En prim er lugar, porque el siste­ de ribera, los ka-ke-we o broncistas y
Pendiente de oro de Mallia

en general a los artesanos del lawage- en todos los campos, religioso, artísti­
tas o ra-te-we ra-wa-ke-si-jo. Los pri­ co, económico, entre la sociedad mi­
vilegios consisten en franquicias fisca­ cénica y las del Próximo Oriente. Lo
les (e-re-u-te-ra), en descuentos de mismo podría afirmarse en el terreno
impuestos a esos grupos profesionales social. Las tensiones entre una noble­
y a algunos de los tipos de contingen­ za centrífuga de carácter militar y una
tes señalados anteriorm ente, como monarquía centralizadora o centrípe­
los ke-ki-de y los ko-ro-ku-ra-i-jo. ta son características de todas las so­
El monarca y su palacio parecen, ciedades orientales, hasta el punto de
pues, disponer de poder militar y no que constituyen la clave de los proce­
de un modo limitado, sino hasta tal sos de formación y descomposición de
punto que consiguen coordinar todas muchos de sus sistemas políticos. Los
las iniciativas bélicas, ya que los no­ grandes imperios y reinos correspon­
bles combaten como jefes y oficiales den norm alm ente a aquellos mo­
en su ejército. Resulta, pues, absurdo, mentos en los que la centralización
también en este sentido, hablar de triunfa, y los interludios, períodos de
una sociedad feudal. Si queremos decadencia y períodos intermedios, a
comprender el papel de la nobleza aquellas otras ocasiones en que los
micénica deberemos, pues, recurrir a poderes locales consiguen imponer
otros criterios. sus tendencias centrífugas. Y el mun­
Es evidente que la nobleza existe do micénico no será en ello ninguna
como grupo y que parecen darse ten­ excepción, puesto que, como hemos
siones entre ella y la monarquía, pero visto, su repentino fin no será más
ese tipo de tensiones forman parte de que la conjunción de toda una serie
un sistema económico y social más de factores externos con el predomi­
amplio, que es el que nos permite nio de las tendencias centrífugas de
comprender su sentido. Habíamos in­ los nobles locales que acabarán por
dicado anteriormente con frecuencia conseguir la plena independencia de
que se puede hablar de paralelismos sus dominios (oikoi).
El mundo del Egeo en el segundo milenio

2 .4 . El D am os
H asta ahora hemos examinado cómo
funcionaba dentro del m undo micéni­
co la I Función, la función soberana a
nivel político y religioso, que sería de­
sem peñada por el wa-na-ka y la clase
sacerdotal, auxiliados por los cuerpos
de escribas y funcionarios. Tam bién
hemos hablado de la guerra y la no­
bleza, es decir, de la II Función en
la terminología dumeziliana, destacan­
do cómo en esa actividad participa­
ban, por una parte, grupos de guerre­
ros profesionales que seguram ente
com batirían —o al menos se despla­
zarían hasta los campos de batalla, tal
y como ocurre en los poem as hom éri­
cos— en carro, junto con levas de
soldados libres que probablem ente
perteneciesen al da-mo. Vaso do los segadores,
de Hagia Tríada
¿Pero qué es el da-mo? Sería (Siglo XVI a.C.)
muy fácil suponer que simplemente
debería corresponder con la III Fun­ su denominación e im portancia, por­
ción o con la clase productiva, pero que los catastros no hicieron el inven­
ello no es así porque en el mundo mi­ tario de las mismas. Si nos centram os
cénico el da-mo no es una clase social, en los hechos conocidos tendrem os
sino una entidad jurídica. En tanto que afirmar que en el caso del damos
que tal, es poseedora de tierras, tanto sólo conocemos la existencia de tie­
los individuos que lo com ponen como rras que serían explotadas en colecti­
tierras comunales. Estas tierras eran vidad, ignorando si, junto a ellas, sus
del tipo ko-to-na ke-ke-me-na, y en miembros —o al menos parte de
am bos casos se hallaban distribui­ ellos— poseían otras tierras a título
das en o-na-ta, o parcelas trabajadas individual.
por una serie de individuos, que en El da-mo, fue, como habíamos
el caso de las tierras comunales se­ indicado, una entidad jurídica, que
rían, en opinión de L ejeune, esclavos podríam os definir como una corpora­
del da-mo. ción que agrupaba en su seno a los
Además de este tipo de ko-to-na, ko-to-no-o-ko. Es decir, una agrupa­
el da-mo tam bién poseía otro tipo de ción de campesinos libres que contro­
tierras, las ka-ma, propiedad de per­ laban una parte de las tierras y m an­
sonas particulares, que a su vez esta­ tenía a nivel tanto individual como
ban divididas en o-na-to-ka-ma. Esas colectivo una serie de relaciones con
tierras no eran realm ente del da-mo la administración del distrito, a la que
considerado como entidad jurídica, debía pagar una serie de impuestos.
sino, por ejem plo, de un santuario Estos im puestos serían devengados
que las daba a particulares para su tanto por el da-mo como entidad jurí­
cultivo. dica colectiva como por cada uno de
En realidad desconocemos gran sus miembros, damoi, como renta
parte de lo que pudieron ser las tie­ procedente de la explotación de las
rras del damos destinadas a perm ane­ parcelas individuales y comunales.
cer en colectividad, nada sabemos de En ocasiones los impuestos no
54 Akal Historia del Mundo Antiguo

eran percibidos por el palacio, sino Si queremos entonces, para sin­


por el tem plo, cuya administración no tetizar, situar al damos en el contexto
es más que una parte de la adminis­ de la sociedad micénica, podríamos
tración del palacio o el reino. Este es decir que, desde el punto de vista
el caso del famoso pleito entre la sa­ económico y por lo que se refiere a la
cerdotisa e-ri-ta del santuario de Pa- propiedad de la tierra, el da-mo po­
ki-ja-na y un da-mo que reclam a su seería tierras de los siguientes tipos:
derecho a no pagar im puestos por
unas tierras que considera de su pro­
piedad y no dependientes, por tanto, Tipos de tierras
del santuario de la Potnia, diosa que,
1° Mo-ra:
según autores como M addoli (1970), Sólo las poseen los nobles y no están
sería en última instancia la propieta­ registradas.
ria de todas las tierras del reino.
Pero el da-mo no sólo agrupaba 2 ° ko-to-na:
1) Privadas, no registradas, algunas
a los campesinos, sino tam bién a los pueden ser propiedad, individual o
pastores, los artesanos, e incluso a al­ colectiva, del da-mo.
gunos de los individuos pertenecien­
tes al grupo de los te-re-ta. Todos 2) ke-ke-me-na: Las posee el da-mo
como entidad y personas particula­
ellos actuaban solidariam ente en ca­ res.
sos de litigios y problem as relaciona­
dos con los repartos de tierras. Es po­ 3) ki-ti-me-na, son del rey, pero el
sible, por otra parte, que el funciona­ da-mo en sus dos niveles puede ex­
plotarlas mediante arriendo.
rio llamado da-mo-ko-ro, o bien fuese
elegido por el da-mo para que lo re­
presentase ante el poder central, o Esta es, pues, la situación del da-
bien era designado por ese mismo po­ mo dentro de la estructura económ i­
der para desem peñar algunas funcio­ ca. En el sistema de distribución de
nes que lo relacionasen con el da-mo. las tierras probablem ente haya que
Pero como las tablillas no nos permiten incluir también a los artesanos, pues­
conocer ni precisar las funciones de to que, como ya indicamos, su activi­
este tipo de funcionarios, deberem os dad era doble, como artesanos y agri­
dejar la cuestión en suspenso. cultores, y a los pastores, en cuanto
Vaso de oro de Vatio
(Siglo XV a.C.)
Museo Nacional de Atenas
El mundo del Egeo en el segundo milenio 55
que estaban también controlados por 2.5. Los esclavos
el poder central, que debería asignar­
les tierras para pastos. Ya habíamos visto anteriorm ente que
Desde el punto de vista no eco­ si bien es cierto que los esclavos de­
nómico, sino social, el da-mo aparece sem peñaban un papel im portante en
como opuesto al ra-wo, pero ello no la producción de bienes, sin embargo
debe ser interpretado en el sentido de estaban lejos de ser la fuerza de tra­
que esa oposición fuese la predom i­ bajo predom inante, ya que siempre
nante, ni tampoco que en ella se defi­ com parten el trabajo con sus amos, y
na como «pueblo» o tercera función, parecen disfrutar de una situación
ya que la única definición clara que m ejor que en épocas posteriores.
de él tenem os es su definición como Veamos, pues, qué papel desem peña­
persona jurídica. Como tal no actua­ ron en el marco de la estructura social.
ba unitariam ente en todo el reino de Al considerar desde un punto de
Pilos, sino que existían diferentes cor­ vista sociológico el problem a de la es­
poraciones, que actuaban a nivel de clavitud micénica tendrem os que ha­
distrito para tom ar sus decisiones y cer una distinción fundam ental entre
adm inistrar justicia en los casos en dos tipos de esclavos: los pertenecien­
que así le compitiese. D entro de las tes a las personas físicas reales, que
asambleas del da-mo pudieron parti­ pueden ser propiedad de un artesano
cipar miembros del ra-wo, en cuyo o de cualquier otra persona de dife­
caso el contraste laos/damos llegaría a rente grupo social, o bien de una per­
desvanecerse en algunos casos. sona relacionada con el culto. Y por
Si pretendiésem os llevar a cabo otra parte los esclavos pertenecientes
una valoración global del papel del a una divinidad. Los esclavos del pri­
da-mo en la sociedad micénica nos m er tipo, como ya hemos visto, tom a­
encontraríam os, como hemos podido ban parte en los procesos productivos
com probar, con una serie de dificulta­ o trabajaban al servicio personal de
des que provienen de la falta de da­ sus amos. D e los del segundo tipo
tos. Sería posible suponer que el da­ apenas sabemos nada, pero, dada su
mos se opusiese al laos, o a la noble­ titulación, puede ser que disfrutasen
za, haciendo, en algunos casos, causa de una situación económica muy su­
común con el m onarca, ya que algu­ perior a la de los restantes esclavos.
nos de los te-re-ta pertenecen al da­ Los theoio dóeloi de Pilos tenían evi­
mos. Pero ello no sería más que una dentes lazos con la actividad religiosa
hipótesis, porque curiosam ente el y aparecen como asignatarios de tie­
único enfrentam iento que tenem os rras de trigo en los textos catastrales,
atestiguado es el de un da-mo con por lo que podem os suponer que
una sacerdotisa, y por tanto, con el com partirían una situación en muchos
poder del palacio y del tem plo. Nos aspectos similar a la de los campesi­
hallamos, pues, ante una gran incerti- nos libres.
dum bre, pero lo que sí podem os afir­ En cuanto a su origen, no sabe­
m ar con seguridad es que el damos mos prácticam ente nada; se puede su­
micénico y el demos de la historia poner que algunos de ellos hubiesen
griega posterior no parecen poseer sido prisioneros de guerra, pero no es
muchos caracteres en com ún, puesto plenam ente dem ostrable, y entre ellos
que el demos se definió como tal en aparecen hom bres y m ujeres, m ucha­
tanto que pueblo que se enfrenta a la chos y muchachas.
nobleza. Todos ellos, a excepción de los
Pasemos, pues, a ver el último de esclavos de la divinidad, podían ser
los grupos sociales que aparece defi­ poseídos no sólo por personas físicas,
nido en las tablillas. sino tam bién por personas jurídicas,
56 Aka! Historia del Mundo Antiguo

como el da-mo, y en este sentido ca­ las mo-ra, o tierras de la nobleza y las
bría distinguir entre esclavos públicos parcelas de algunos campesinos libres
y privados. pertenecientes al da-mo y de algunos
Estos son en síntesis los datos grupos de población de carácter más
que poseemos acerca de los esclavos; o menos marginal.
a nivel general podríam os decir que La existencia de esos tipos de tie­
las tablillas dan testimonio de su exis­ rras posee una gran im portancia por­
tencia, pero no perm iten hacer cálcu­ que en ellas residían por un lado cam­
los seguros ni acerca de su núm ero, ni pesinos que podían quedar al margen
sobre su papel en el conjunto del pro­ del control del palacio y por otro po­
ceso productivo. Sin em bargo, si re­ blaciones que cultivasen las tierras de
currimos a la com paración de esos es­ los nobles, cuya actividad casi exclusi­
casos datos con los testim onios de las va debía de ser la guerra, junto con la
culturas próxim o-orientales, podría­ participación en la administración del
mos afirmar, como ya hem os visto, reino. Está claro que esas poblaciones
que la situación de los esclavos en es­ existen, pero tam bién lo está que nos
te m om ento debió ser mucho mejor resultan muy mal conocidas por no
que en la época clásica y muy similar aparecer reflejadas en las tablillas.
a la de los esclavos de las grandes mo­ Sin embargo, disponemos de algunas
narquías orientales, que podían po­ posibilidades para su estudio (ver
seer bienes, e incluso contraer un m a­ J. C. Berm ejo, 1978), si analizamos
trimonio legal. algunos materiales arqueológicos y al­
Estos son, pues, todos los grupos gunos términos de parentesco.
sociales docum entados en las tabli­ Tanto en el m undo minoico co­
llas; su análisis nos ha perm itido ob­ mo en el micénico han llegado a ser
servar la estructura social y política conocidos, gracias a los trabajos de
de un reino micénico en todos los as­ P. Faure, Rutkowski y Dietrich, nume­
pectos de la actividad económica y so­ rosos cultos que funcionaron a nivel
cial controlada por el palacio, pero rural no sólo de un modo indepen­
sería erróneo considerar que esos gru­ diente, sino en ocasiones como alter­
pos coincidan con el conjunto de la nativa ante los cultos practicados en
sociedad de este m om ento. De ser los palacios y los templos. Esos cul­
ello así, el final del m undo micénico tos, tributados en cuevas, cumbres
habría tenido todas las características montañosas y santuarios rurales de
de una gran catástrofe, ya que habría pequeñas dim ensiones, cubrían las
supuesto el trastocam iento de todas y necesidades en m ateria de religión de
cada una de las piezas del sistema so­ campesinos, pastores, artesanos, y en
cial; sin embargo, ello no debió de ser algunos casos soldados, que aparecen
así por las siguientes razones. como los detentadores de una cultu­
ra, de una religión popular, que que­
da al margen de los cultos rendidos
2.6. Más allá del tem plo y en los palacios y los templos de las
el palacio: el m undo rural capitales del reino.
Pero ¿cuál es el significado so­
Habíamos indicado cóm o los escribas ciológico de esos cultos? Caben dos
micénicos designaban con el término posibilidades. En prim er lugar es po­
a-ko-ro al campo y a todos los grupos sible que los campesinos, pastores y
sociales que vivían en él. Y también artesanos que participasen en ellos es­
habíamos visto cómo dentro de un tuviesen bajo el control del palacio
reino micénico existía una serie de desde el punto de vista económico y
tierras que quedaban totalm ente al social, como contribuyentes, e incluso
margen del control del palacio, como como soldados reclutados en m om en­
El mundo de! Egeo en el segundo milenio 57
tos de peligro. Y por otra parte es válidas, al menos a un nivel parcial.
posible que junto a ese tipo de cam­ En prim er lugar parece claro que
pesinos también participasen en los la sociedad micénica posee un carác­
cultos de ese tipo aquellos otros que ter patriarcal. Son los hom bres quie­
trabajasen los dominios nobiliarios o nes detentan m ayoritariam ente el p o ­
que poseyesen sus propias tierras. En der político y económico, aunque
cualquier caso nos encontraríam os también algunas m ujeres, como la sa­
con unas poblaciones que no necesi­ cerdotisa e-ri-ta, adm inistren parte de
tan del palacio, ni desde el punto de él. Es además esta cultura de natura­
vista económico, ya que son ellos los leza patrilineal; la filiación, que pode­
que producen los alim entos, ni desde mos conocer a través del uso de p a­
el punto de vista social e ideológico, tronímicos, y, en consecuencia, la h e­
ya que poseen su propia organización y rencia, se transm itieron por línea
sus propios cultos, y por ello no ten­ masculina.
dría nada de sorprendente que en un Por otra parte, cabe suponer a
determ inado m om ento hubiesen visto nivel de hipótesis que algunas institu­
con alivio, e incluso hubiesen contri­ ciones de parentesco, como la gens,
buido —por ejem plo, negándose a pudieran estar atestiguadas de un m o­
pagar impuestos en períodos de malas do indirecto en las tablillas. Así, por
cosechas, y rebelándose contra los ejem plo, los miembros de una misma
funcionarios— a la desaparición de ko-to-na podrían pertenecer a una
un sistema político y administrativo misma gens, la distribución de los dis­
del que no parecen haber obtenido tritos podría corresponderse con la
ninguna ventaja. existencia de catorce tribus y las de­
P ero, ¿cómo se organizaban? curias de los o-ka podían estar rela­
Nada sabemos ni de su organización cionadas con las fratrías (C. Gallavo-
económica; por ejem plo, si trabaja­ ti, 1961). Si la existencia de esas insti­
ban para los nobles, lo que es lógico tuciones fuese plenam ente dem ostra­
suponer, en qué concepto lo hacían ble, lo que no es así (J. C. Berm ejo,
— m ediante rentas o corveas— , ni de 1978), tendríamos entonces prueba de
sus instituciones sociales concretas, su im portancia, ya que el reino de Pi­
pero sí es posible form ular algunas hi­ los las habría reutilizado dentro de
pótesis. sus esquemas administrativos, proba­
Sabemos en la actualidad que las blem ente, como suele ocurrir en estos
estructuras del parentesco constituyen casos, debido a la fuerza que poseían,
la base de la organización social de la que haría muy difícil prescindir de
mayor parte de los pueblos prim iti­ ellas. Pero, además de eso, de confir­
vos. Parece claro que sociedades co­ marse su existencia tendríamos atesti­
mo las correspondientes a la Edad del guada la presencia de unas formas de
Bronce griega se organizaron m edian­ organización social, que en el mundo
te estos sistemas, y la sociedad hom é­ antiguo siempre fueron acompañadas
rica vuelve, como ha dem ostrado Fin- de cultos propios, que quedarían al
ley, a estar constituida de este mismo margen del palacio, y sobre las que
modo. ¿Qué podem os saber en este quizá antes y después de la aparición
sentido de la sociedad micénica? y decadencia de los palacios los gru­
No disponemos de genealogías, pos sociales debieron organizarse.
ni de historias familiares para poder La sociedad rural es, pues, para
estudiar las reglas del m atrim onio, la nosotros una gran laguna; algunas hi­
herencia y los diferentes tipos de la­ pótesis nos perm iten vislumbrar as­
zos entre parientes propios de este pectos de su estructura, pero nada
m om ento, pero las tablillas nos pro­ podemos saber de ella a un nivel más
porcionan una serie de informaciones concreto. Con ese gran paréntesis
58 Akal Historia del Mundo Antiguo

dejaremos el estudio de la sociedad materiales llegarán así a la conclusión


micénica para adentrarnos en el últi­ de que las principales diosas griegas,
mo de los aspectos del estudio de esta A tenea, Her a, Artemis, poseen un
cultura: su religión. origen minoico, junto con toda una
serie de personajes mitológicos feme­
ninos de importancia secundaria, co­
3. La religión micénica mo Helena, Ariadna, Ilitia o Brito­
martis. Y de que también algunos
dioses, como Zeus y Dioniso, y otra
El estudio de la religión micénica po­
serie de figuras masculinas como Ja­
see dos fases netam ente distinguibles
cinto, Pluto y Erictonio hallan su ori­
que se hallan separadas por el hito
gen en ese mundo. En palabras de
que supuso el desciframiento de las
tablillas. En la primera de ellas los uno de esos autores: «algunas de las
más profundas y más ricas fuentes de
materiales utilizados para su estudio
fueron, naturalmente, los de carácter la religión griega manan de un pasado
remoto, cuando los monarcas del do­
arqueológico, mientras que los textos
establecerían su primacía en la segun­ minio de Minos gobernaban sobre las
da de ellas. islas griegas y el mar, y la civilización
Ya A. Evans, el excavador de minoica penetraba en Grecia» (Nils­
Cnossos, había formulado una serie de son, 1927).
En la actualidad, ya habíamos
brillantes hipótesis, como el culto al
árbol, al pilar, la existencia de una visto cómo se considera insostenible,
Gran Diosa como figura fundamental tanto la teoría de la colonización mi­
del culto en la Creta minoica, que noica del continente griego como la
pretendían, mediante su mutuo entre­ hipótesis de la unidad cultural mi-
lazamiento, ir diseñando los contor­ noico-micénica, y por ello el desarro­
llo de la investigación arqueológica ha
nos de una antigua religión m edite­
rránea o egea de carácter matriarcal, venido erosionando paulatinamente
la solidez de estas brillantes construc­
que constituiría el más antiguo sustra­
to de la religión griega posterior. Una ciones, haciéndonos distinguir en to­
serie de autores, como Nilsson y Pi­ dos los sentidos lo minoico de lo mi­
card continuaron desarrollando sus cénico, y señalando cada vez más la
investigaciones partiendo de los su­ semejanza de lo micénico con lo grie­
go posterior.
puestos de Evans, por lo cual será
conveniente que los expongamos con
algún detenimiento.
Parten todos estos autores, en
primer lugar, de la existencia de una
cultura creto-micénica unitaria, que
se habría implantado en el continente
griego a través de una o varias olea­
das de colonizadores. Creen, por otra
parte, que, aunque no poseamos tex­
tos de esa cultura, podremos, sin em­
bargo, analizarla en sus aspectos reli­
giosos a través del material arqueoló­
gico, que nos puede suministrar una
riquísima información acerca de los Diosa de las
ritos y cultos, e incluso acerca de la Serpientes
composición de un supuesto panteón procedente
de Cnossos
minoico-micénico. Partiendo de esos
59

3.1. El panteón de Filos


Al estudiar las menciones religiosas
de las tablillas nos encontramos con
que en ellas están representados to­
dos, prácticamente, los grandes dio­
ses del panteón griego clásico, es de­
cir, casi todos los que luego formarán
el panteón homérico. Allí están Zeus,
Poseidón, A tenea, H era, Ilitia, Arte-
mis, Apolo, Ares y Dioniso, y si
aceptamos la hipótesis de M. Rocchi
(1978) también Dém eter y Afrodita,
de seguir la opinión de C. Gallavoti
Terracota representando
(1979).
a una diosa, Sin embargo, la mera presencia
de Cnossos de un nombre no garantiza que la di­
(Siglo XIII a.C .) vinidad nom brada posea los mismos
Pero a las investigaciones ar­ caracteres que en épocas posteriores.
queológicas y mitológicas, que, como Y es que hubo enormes diferencias
en el caso del propio Nilsson (1929 y entre los dioses micénicos y griegos,
1933), cada vez indicaban en mayor aun cuando sus nombres sean idénticos.
grado la semejanza entre el mundo de Un caso muy claro en este senti­
los dioses homérico y micénico y la do es el del dios Dioniso, que aparece
relación entre los ciclos heroicos helé­ no sólo como una divinidad popular,
nicos y los lugares en los que la cultu­ como en la Grecia Arcaica y Clásica,
ra micénica alcanzó su máximo desa­ sino también adorado por las clases
rrollo, se vinieron a sumar las investi­ superiores. Y lo mismo ocurriría en
gaciones de carácter filológico que los casos de A tenea y A res, que
dem ostraron, sin lugar a dudas, la en este momento poseían un carácter
presencia de casi todos los dioses del muy diferente al de épocas posterio­
panteón griego clásico en las tablillas res, e incluso con Zeus y Poseidón.
del Lineal B. Se puede además dar el caso de
Dejando a un lado, pues, las dife­ que la aparición de un nombre identi­
rentes teorías existentes acerca de la fic a re con el de un dios posterior no
formación de la religión griega y de garantice la existencia de ese dios en
los sustratos que la componen que, el panteón micénico, como ocurre
por desgracia, todavía siguen siendo en el caso de Hermes, al que se le trató
utilizadas en la actualidad, como ocu­ de identificar con el nombre e-ma-a-2.
rre en el caso de P. Lévêque (1975), Sin embargo, si examinamos bien
que concibe a la religión griega como los lugares en los que aparece la pa­
una superposición de sustratos: egeo, labra nos daremos cuenta de que,
anatólico e indoeuropeo, teorías de como señala M. G érard-R ousseau
dudoso valor tanto por sus presupues­ (1968), este término no designa al
tos teóricos, que les llevan a conside­ dios, sino a su función desprovista de
rar que el origen de un dios nos da la carácter divino.
clave de su sentido, lo cual no es cier­ Pueden darse además otras difi­
to, como por su carácter enormem en­ cultades: por ejemplo, un mismo dios
te hipotético, nos centraremos a con­ o diosa pueden ser designados con
tinuación en la exposición de los da­ dos nombres diferentes que indiquen
tos que en este sentido nos proporcio­ dos aspectos distintos de su personali­
nan las tablillas. dad, o bien el lugar en el que es ado-
60 Akal Historia del Mundo Antiguo

rado: así, por ejem plo, la po-ti-ni-ja propios poemas homéricos, y ya que,
u-po-jo y la po-ti-ni-ja pa-ki-ja-na por otra parte, ningún testimonio mi-
pueden ser o bien dos diosas o bien cénico puede confirmarla.
la misma diosa en su relación con el Sólo conocemos un panteón mi-
caballo y en su advocación en un lu­ cénico, el de Pilos y su santuario Pa-
gar concreto. ki-ja-na, pero ño debemos olvidar
E incluso la localización de los que junto a ese modo de organización
dioses puede plantear dificultades de los dioses pudieron haber existido
cuando un nombre designa a la vez al otros, que, de conocerlos, nos pro­
rey y a un dios, como en el caso del porcionarían el conocimiento de las
wa-na-ka. No siempre es fácil distin­ variaciones religiosas regionales del
guir los nombres divinos de los hum a­ mundo micénico.
nos, ni los del personal cultual de los En Pa-ki-ja-na nos hallamos con
de los trabajadores ordinarios, por lo el dios Poséidon y con la Potnia, que
que deberem os extrem ar nuestras según algunos autores podría identifi­
precauciones. carse con D em éter por ser como esa
Además, dado que en época mi­ diosa hippia, es decir, de forma equi­
cénica parece existir ya un sincretis­ na, y porque en época posterior cono­
mo, tendrem os que tener en cuenta cemos la unión de Poseidón con una
para la localización de los dioses que, D em éter equina en M esenia. Pero
por ejem plo, a-re y e-nu-wa-ri-jo junto a ambos aparecen numerosos
pueden no ser dos dioses, sino el dios dioses locales, cuyos cultos debieron
Ares y su epíteto Enyalios. entrelazarse de diversos modos. E n­
Por último también puede darse tre las diosas, por ejem plo, aparece
el caso de que en las tablillas, además una po-si-da-e-ja, que podría ser un
de estar atestiguados todos los olímpi­ aspecto de la diosa anterior, y otras
cos, excepto A tenea, Hefesto, H er­ como pe-re, i-pe-me-de, e-ra, di-u-ja,
mes, Apolo y A frodita, de modo ex­ ma-na-sa, do-po-ta y do-qe-ja.
plícito, también se encuentren una se­ A su vez la po-ti-ni-ja aparece
rie de divinidades desconocidas en el con diferentes nom bres, aparte del de
panteón griego ulterior. I-qe-ja, como po-ti-ni-ja u-po-jo, ne-
A hora bien, una vez conocidos wo-pe-o y da-pu-ri-to-jo. De entre es­
los hechos generales que nos dem ues­ tas advocaciones se ha identificado a
tran la existencia de buena parte de a-ta-na con A tenea con cierta verosi­
los dioses griegos en época micénica, militud y a la señora del laberinto
¿cómo se articulaban esas divinidades (da-pu-2-ri-to-jo), que podría ser
en un panteón? Afrodita.
Ya señalaba Nilsson (1929) que A hora bien, los térm inos a-ta-na
el Olimpo y su organización se re­ y da-pu-2-ri-to-jo no aparecen en las
m ontaban a época micénica; para lo tablillas de Pilos, sino en las de Cnos-
que partía del supuesto de que si los sos, las que, junto a ellos, nos pro­
dioses se organizaban bajo un poder porcionan los nom bres de otras diosas
de carácter m onárquico, su sociedad tam bién conocidas en épocas poste­
debería hallar su origen en una etapa riores, como por ejem plo, Eleuthia,
histórica en la que la m onarquía fuese Erinu y Pipituna.
la forma política dom inante. Sin em ­ Continuemos, pues, con la enume­
bargo, esta hipótesis puede conside­ ración de los dioses del santuario de
rarse como muy endeble, ya que el Pilos. Nos encontram os con que el
Olimpo homérico puede explicarse dios principal no es en él Zeus, sino
perfectam ente mediante los caracte­ Poseidón, lo que no quiere decir que
res de la sociedad helénica de la épo­ fuese el dios principal del panteón mi­
ca oscura, tal y como la retratan los cénico, puesto que Pa-ki-ja-na podría
El mundo del Egeo en el segundo milenio 61

ser un santuario particular de este con un nom bre de oficio. A nte esta
dios, que consecuentem ente tendría pobreza documental, muchos intérpre­
que aparecer como el dios principal, tes tienden a establecer con muy poca
lo que en cierto modo continuaría precaución paralelismos con la reli­
siendo así en épocas históricas poste­ gión griega posterior o con religiones
riores. orientales, sobre todo la hitita, pero
Este Poseidón, llamado e-ne-si- el uso indiscriminado de esos parale­
da-o-ne wa-na-ka, o sim plem ente lismos puede conducirnos fácilmente
e-ne-si-da-o-ne, sería un dios muy dife­ hacia la arbitrariedad, puesto que al
rente a su homónimo hom érico, ya m ero nombre de una divinidad le po­
que no se relacionaría en absoluto demos atribuir las propiedades que
con el m ar, sino con la tierra y la fe­ más convenientes nos parezcan. Te­
cundidad. De la naturaleza del dios nemos tam bién atestiguados en el
no podemos precisar más, porque en santuario de Pa-ki-ja-na a otros dio­
su caso, como en el de los demás dio­ ses, como a-re-ja e-ma-a-2, es decir,
ses micénicos, nos encontramos con algo así como «Hermes areios», inter­
que la mención de su nom bre es muy pretación que, de ser aceptada, po­
escueta. Aparece el nom bre del dios seería un gran interés, pero de la que
y las asignaciones de aceite, lana u tampoco se puede decir mucho. Y
otros productos destinados a su culto, también se hallan presentes Ares,
por lo que en ocasiones puede con­ Zeus y Dioniso y otros nom bres de
fundirse incluso con una persona o dioses y advocaciones de dioses me­
nos conocidos, como Trisheros y di-
pi-si-jo, pero de ellos tam poco se po­
dría dar más que el nom bre.
La existencia de dioses y diosas
con el mismo nom bre podría interpre­
tarse en dos sentidos. O bien soste-

% . í¡
Λ Idolo de las Cicladas
Museo Nacional de Atenas
62 Akal Historia del Mundo Antiguo

niendo que Di-we y Di-u-ja son dos 3.2. Algunos asp ecto s del
formas de un dios que carece de sexo
en concreto —en este caso Zeus y su culto y el ritual
«Zeusa»— , o bien, lo que es más pro­ Tras un largo período de tiem po en el
bable, afirmando que cada dios posee que se creyó que en los mundos mi­
una com pañera a la que se designa noico y micénico no existirían los
con el mismo nom bre. No obstante la tem plos, ya que sus funciones serían
cuestión dista mucho de ser sencilla, desempeñadas por los palacios, se ha
porque en las tablillas aparece, por llegado a una situación en la actuali­
ejem plo, Zeus asociado con H era, dad en la que la existencia de ese tipo
con lo cual la existencia de una diosa de edificaciones cultuales es amplia­
llamada Di-u-ja se hace mucho más m ente reconocida. En efecto, tene­
problem ática, aunque podría darse el mos todo un vocabulario micénico del
caso de que la asociación con H era tem plo: i-je-ro (hierón), na-wi-jo
fuese posterior e incluso que hubiese (nays), w o(i)-ko (oikos) do (do),
sido forzada por el palacio. o-pi-e-de-i (hédos), como ha puesto de
Esto es, en síntesis lo que sabe­ manifiesto S. Hiller (en «Hagg-Mari-
mos acerca del panteón de Pilos. Jun­ natos», 1981). Y además tenem os
to a él existieron otros diferentes en pruebas arqueológicas suficientes de
los distintos reinos micénicos, y ade­ la presencia de templos dentro de las
más sabemos también que junto a los propias ciudadelas, como ocurre en el
panteones oficiales convivieron otros caso de Micenas.
de carácter popular. A la hora de en­ A nteriorm ente habíam os m en­
frentarnos con el conocimiento de to­ cionado la presencia de sacerdotes y
dos ellos nos encontram os con un sacerdotisas por el papel económico
mismo problema: la inexistencia de y social que desem peñaban. La filolo­
mitología. gía micénica tam bién nos proporciona
Para lograr la comprensión de la todo un vocabulario en este sentido.
figura de un dios es necesario conocer Los sacerdotes (i-je-re-u) y sacerdoti­
sus atributos y las m odalidades de su sas (i-je-re-ja) son designados por el
actuación. El único camino de que nom bre del santuario en el que sir­
disponemos para ello consiste en el ven, como la i-je-re-ja pa-ki-ja-na o
estudio de la mitología. Pero no hay por el de la divinidad a la que tribu­
una mitología micénica, porque las tan culto, como la i-je-re-ja po-ti-ni-ja.
tablillas, como docum entos adminis­ Pero dentro del cuerpo sacerdotal
trativos que son, no recogen lógica­ existe una especialización por funcio­
m ente narraciones de este tipo. Si se nes. Así, por ejem plo, tenemos al
hubiesen conservado narraciones épi­ sacerdote i-je-ro-wo-ko (sacrificador),
cas micénicas, lo que sería, por cier­ numerosos sacerdocios que se desig­
to, imposible en el silabario lineal B, nan con el nom bre de la divinidad
ya que no puede recoger todos los con term inaciones en jo, je-u y je-wi-
matices lingüísticos que intervienen jo, como po-si-da-i-je-u (el sacerdote
en la formación de un verso como el de Poseidón) y nom bres colectivos de
hexám etro, en el que pudo haberse colegios sacerdotales, como los ki-ri-
desarrollado una épica micénica, en­ te-wi-ja, ra-pte-re, y otros de funcio­
tonces podríamos analizar los relatos nes prácticam ente desconocidas.
y en consecuencia analizar las figuras Tam bién hay otros sacerdocios o
divinas. Pero en el estado actual de cargos muy especializados, como el
nuestros conocimientos debem os de de la ka-ra-wi-po-ro, «portadora de la
conformarnos con conocer la existen­ llave» y una serie de acólitos como el
cia de algunas divinidades y algunos keryx (m ensajero), los tamiai (tesore­
aspectos de su culto. ros), etc.
El mundo del Egeo en el segundo milenio 63

Algunos autores habían venido con térm inos totalm ente diferentes. Y
sosteniendo, siguiendo las primitivas ello es así porque el sacrificio a los
hipótesis de Evans, que el rey micéni- dioses olímpicos es un sacrificio en el
co sería un dios o por lo menos un que se trata de establecer una unión,
personaje de importancia capital en el un acto de comensalidad con los dio­
ejercicio de las funciones del culto. ses, mientras que a los m uertos, hé­
Pero en la actualidad tendrem os que roes y dioses infernales se les hacen
afirm ar, de acuerdo con los datos de sacrificios para satisfacerlos y para
las tablillas, que si bien es cierto que que se m antengan alejados de los
el rey, el ra-wa-qe-ta y otros funciona­ hom bres, razón por la que los anim a­
rios llevan a cabo funciones relaciona­ les se les inmolan íntegros.
das con el culto, también lo es que la
parte fundamental del mismo debió
estar en manos del cuerpo sacerdotal.
Pero, ¿en qué consistía ese cul­
to? En las religiones antiguas los ac­
tos básicos del culto los constituyen la
plegaria y el sacrificio. Es evidente
que, debido a la falta de textos litera­
rios micénicos, no poseemos ninguna
plegaria, pero la arqueología minoica
y micénica viene en nuestro socorro
en este sentido, proporcionándonos
estatuillas y representaciones de oran­
tes en las que unos personajes alzan
las manos en gesto de plegaria, utili­
zando para ello la misma actitud que
en la religión griega clásica. Sarcófago procedente de
El sacrificio es conocido en la re­ Gournia
ligión micénica (ya hemos visto que (De en torno al 1350 a.C.)
existía un sacrificador), en sus dos
m odalidades, como sacrificio incruen­
to, realizado mediante la presenta­ En el caso de la religión micénica
ción de ofrendas vegetales, y como no podemos establecer matices de im­
sacrificio sangriento de distintos ani­ portancia capital en el culto como és­
males. El ritual sacrificial se halla re­ tos en el caso de los sacrificios. Si
presentado con profusión de detalles exam inam os los restantes rituales
en el sarcófago de Hagia Tríada, pero contenidos en las tablillas nos encon­
en ese caso se trata, como ha señala­ trarem os únicam ente con dos, el to-
do Ch. R. Long (1974) de un sacrifi­ no-e-ke-te-ri-jo de la tablilla Fr 1222 y
cio funerario o de carácter heroico. el re-ke-to-ro-te-ri-jo. El prim ero de
Sería de gran interés el poder saber si ellos está dedicado a los dioses wa-na-
en la religión micénica se m antenía so-i y se interpreta como un cerem o­
una distinción tan tajante entre el sa­ nial de instalación de un trono real, o
crificio sangriento, destinado a los de unción del trono de esas diosas
dioses celestes y el destinados a los dio­ reales, o bien, según P. Faure (1981),
ses funerarios y héroes como en la como una fiesta de desplegamiento
religión griega clásica. En ésta, a pe­ del velo. El segundo de los rituales
sar de la semejanza de los gestos y de consistía en la preparación de un le­
los actos, esos dos tipos de sacrificios cho en honor de Poseidón con el fin
se conciben como actos de diferente de que el dios participase en un ban­
naturaleza, e incluso se los designa quete sacrificial, que podría ser simi­
64 Akal Historia del Mundo Antiguo

lar, en su concepción, a la idea de la mar al muerto y proveerlo de una se­


comensalidad de los hombres y los rie de materiales que le permitiesen
dioses en los sacrificios griegos del ti­ satisfacer sus necesidades, que serían
po thysía. consideradas como muy similares a
Tendríamos, para concluir, un las de los vivos.
hipotético culto que añadir a esta po­ Según algunos autores, como
bre nómina, el culto de los muertos, si Schnaufer (1970), los micénicos consi­
las hipótesis en torno a él construidas derarían a los muertos como un le-
poseyesen validez. Examinemos, pues, bender Leichnam o cadáver viviente,
la cuestión partiendo del estudio de que podría actuar tras la muerte, e
los materiales que se han tomado co­ incluso salir de la tumba. La acción
mo base para su estudio. del cadáver debía concluir una vez
Durante la Edad del Bronce no que hubiera tenido lugar la completa
parece haber pruebas de la existencia descomposición de su cuerpo, ya que

de actos rituales que pudiesen ser Máscaras de oro de Micenas


considerados como indicios de un cul­ Museo Nacional de Atenas
to a los muertos, durante los períodos
Heládico Primitivo y Medio. Sin em­
bargo, al llegar al Heládico Reciente en las tumbas de fosa se puede obser­
y con la introducción de las tumbas var cómo una tumba se construye so­
de cámara y los tholoi se produciría, bre otra similar, sin preocupación al­
en opinión de algunos autores, un guna por la conservación de los hue­
cambio sustancial. sos y los vasos provenientes de las
En los diferentes tipos de tumbas tumbas anteriores.
micénicas nos encontramos con que el Fue en las tumbas de fosa donde
muerto aparece rodeado de una serie H. Schliemann descubrió las famosas
de ofrendas: vestidos, joyas, vasos máscaras de oro en las que creyó re­
con alimentos (aceite y harina) y, en conocer el rostro de Agamenón. La
el caso de que fuese hombre, además elaboración de esas máscaras debió
de estos ajuares se colocaban en su poseer alguna finalidad ritual que
tumba también armas. Estas ofrendas concretamente desconocemos. Para
probablemente se hiciesen para cal­ Schnaufer (1970) el embalsamamien-
El mundo del Egeo en el segundo milenio 65
to en oro tendría como finalidad el atribuían al m uerto dependía de la
facilitar la pervivencia del cadáver en conservación del cadáver, lógicamen­
la vida futura. Y para ese mismo fin te la introducción de este uso funera­
debieron haberse practicado los sacri­ rio trajo como consecuencia la supre­
ficios a los m uertos, como el que apa­ sión de la imagen del m uerto corno
rece representado en el sarcófago de lebender Leichnam.
H agia Tríada. El sacrificio de anim a­ Hemos podido observar cómo en
les a los mismos podría tener como el mundo micénico se ejecutan una
finalidad el lograr establecer una co­ serie de actos de carácter ritual en lo
municación con los m uertos, o el lo­ que al tratam iento de los cadáveres se
grar aplacarlo gracias al ofrecimiento refiere. Sin em bargo, ello no quiere
de la sangre de la víctima, como ocu­ decir en modo alguno que se hubiese
rre en H om ero, pero, en cualquier practicado un culto a los m uertos. T o­
caso, ninguna de estas interpretacio­ das las sociedades hum anas aplican
nes es confirmable, ya que carecemos algún tipo de tratam iento ritual a los
de datos de cualquier tipo que nos re­ cadáveres y en todas ellas existen
velen el significado de los gestos ri­ concepciones acerca de la m uerte y
tuales que pudieron haberse realizado de la naturaleza, destino y posibilida­
ante las tumbas. des de acción de los m uertos, pero
Además de toda esta serie de ello es muy distinto a la existencia de
medidas para atraerse la benevolencia un culto a los difuntos. Cuando se de­
del m uerto, los micénicos llevaron a sarrolla un culto de ese tipo caben va­
cabo en el período de las tum bas de rias posibilidades. O bien se le tributa
fosa toda una serie de medidas de ca­ culto a los m uertos como colectivi­
rácter «apotropaico», que tendrían dad, por ejem plo a los antepasados
como finalidad el defenderse de los de un grupo familiar, como los Manes
poderes del m uerto, m edidas que es rom anos, o bien es objeto de culto un
posible apreciar observando la arqui­ tipo de personajes específicos, como
tectura de las tum bas, que aparecen, pueden ser los monarcas muertos o
por ejem plo, tapadas con una losa, los difuntos que en la religión griega
cuya finalidad, según Schnaufer, sería son considerados como héroes, y a los
la de impedir la salida del m uerto. que se rinde culto en la proximidad
Si pasamos a examinar las tum ­ de sus tumbas.
bas de tholos nos encontram os con En cualquier caso para que se dé
que en lo fundamental las creencias un culto se requiere, como habíamos
en torno al m uerto no variaron en re­ dicho, que haya plegarias y sacrifi­
lación con las de la época anterior. Se cios. Las plegarias y las lam entacio­
hallan los mismos ajuares y se conti­ nes ante la tum ba de un m uerto nos
núan ofreciendo los mismos tipos de son bien conocidas en la religión grie­
sacrificio, por lo que cabría suponer ga, tanto por los testimonios literarios
que también se hubiesen m antenido como por los arqueológicos —recuér­
las mismas creencias. Y las mismas dense las escenas de exposición del
conclusiones podrían deducirse del cadáver y de lam entación que son tí­
examen de las tum bas de cámara. picas de las grandes jarras del período
U nicam ente se introducirá un geométrico— , pero nada sabemos de
cambio de importancia con respecto a ellas en el mundo micénico, puesto
estas creencias cuando, a partir del que las representaciones de las tum ­
Heládico Tardío III C se introduzca bas se limitan a m ostrarnos a los gue­
de forma definitiva la incineración del rreros en sus carros.
cadáver. Las creencias anteriores no Por el contrario, sí conocemos la
desaparecerían en su totalidad, pero existencia de sacrificios, pero de ella
como la fuerza y la energía que se tampoco se deduce necesariamente la
66 Aka! Historia del Mundo Antiguo

existencia de un culto, por lo siguien­ la consecuencia de la colonización del


te. Un mismo acto o gesto de culto continente griego por parte de un
puede poseer significaciones muy di­ grupo semítico-occidental, creerá ver
ferentes según los contextos. Así, por en la religión micénica una gran canti­
ejem plo, postrarse de rodillas ante un dad de paralelismos con las religiones
guerrero supone en el mundo griego sirias, cananeas y palestinas. Podría­
el m ostrarse como suplicante, pidién­ mos ampliar la nóm ina con diferentes
dole clemencia y rogándole protec­ autores que consideran la religión mi­
ción. Hacer el mismo gesto ante el cénica como una prolongación de las
altar de un dios o de una diosa en una religiones del Neolítico o de la Edad
situación normal constituye por el del Bronce centroeuropea, o con teo­
contrario un acto de culto. Por el mis­ rías, como la de P. Faure (1981), que
mo motivo, sacrificar un buey a los recientem ente se inclina por ver la tri-
dioses, quem ar unas de sus partes y funcionalidad indoeuropea en la reli­
consumir otras de acuerdo con un ri­ gión micénica del siguiente modo:
tual claram ente establecido es tribu­
tarle culto a una divinidad, m ientras 1.a Función:
que aplicar la misma ofrenda a un
Zeus, H era y Dioniso.
m uerto posee un significado total­
m ente diferente. En prim er lugar por­ 2 .a Función:
que de lo que se trata no es de unirse
con él, sino de alejarlo, y en segundo Ares, Peresa, Ipemedeya, Diwya
lugar porque no se lo considera como y Trisheros.
un ser superior, sino inferior, está pri­
vado de la vida y por ello se trata de 3 .a Función:
infundírsela ofreciéndole alim entos o Potnia, A taña y Posidas.
sangre. La distinción entre el signifi­
cado de los actos de este tipo es muy Pero tanto en este caso como en
difícil, porque requiere establecer su­ los anteriores, nos encontram os con
tiles matices simbólicos y psicológi­ que esas teorías son totalm ente hipo­
cos, y es por ello por lo que no resul­ téticas. La de Faure es indem ostra­
ta en modo alguno posible establecer­ ble, porque para hablar de un pan­
la con claridad en el mundo micénico. teón trifuncional se requiere la exis­
En relación con él únicam ente po­ tencia de una mitología, condición
dríamos indicar que el culto de los que no se cumple en el mundo micé­
dioses, recogido en las tablillas, y las nico. Las de A stour y Evans no en­
ofrendas a los m uertos, ausentes de cuentran suficiente base histórica y
ellas, parecen form ar parte de dos ac­ arqueológica, y las que retrotraen la
tividades netam ente diferentes. religión micénica a la prehistoria no
Estos son, pues, los datos de que son más que intentos de aclarar lo os­
disponemos para el estudio de la reli­ curo con lo tenebroso porque, si poco
gión micénica. Sobre ellos se han sabemos de los dioses micénicos y al
construido una serie de hipótesis, que hablar de ellos m anejam os constante­
suelen concordar con diferentes teo­ m ente hipótesis, mucho menos ten­
rías históricas relativas al origen de dremos que conocer de los dioses del
una cultura. La prim era de ellas fue Neolítico o de la Edad del Bronce
la de Evans, quien, como derivaba la centroeuropea, puesto que no están
cultura micénica de la minoica, estable­ atestiguados en docum ento alguno y
cía en consonancia con ello Ja continui­ su existencia es en muchos casos su­
dad de ambas religiones. Lo mismo ocu­ puesta, o incluso im aginada, por los
rre en el caso de M. A stour, quien, al arqueólogos a partir de testimonios
considerar la cultura micénica como indirectos.
El mundo del Egeo en el segundo milenio 67

Dejarem os aquí el estudio de la siempre, hasta que sean rescatados


religión micénica. Con él hemos con­ por las piquetas de los arqueólogos,
cluido también el del mundo egeo del mientras que otros de ellos sobrevi­
segundo milenio. El hundimiento y la vieron, pero lo hicieron adaptándose
destrucción o abandono de los pala­ a una configuración nueva y form an­
cios micénicos supondrá un corte im­ do un nuevo universo histórico que
portante en la historia griega; gran será el universo de la polis, que halla­
cantidad de elem entos de esta civili­ rá su máximo esplendor en la civiliza­
zación se perderán con ellos para ción griega clásica.

Máscara de oro de Micenas


Museo Nacional de Atenas
68 Akal Historia del Mundo Antiguo

Tabla cronológica

Grecia
Paleolítico Cueva de Franchthi 15000
Halieis (Tirinto) 9476 ± 268

Mesolítico Idem De 7627 ± 134


a 4896 ± 81
Neolítico Acerámico Hasta 6000
Neolítico Primitivo Culturas Pre-Sesklo (Tesalia) 6000
Neolítico Medio A Sesklo 5000
Neolítico Medio B 4500
Neolítico Tardío En el sur de Grecia
Cultura de Dinemi en Tesalia 3000

Heládico Primitivo Comienza el Heládico Primitivo


Lerna y otros lugares son destruidos
al fin del HP III 2500
¿Primeros indoeuropeos?
Cerámica gris minia 2200

Heládico Medio Objetos MM III en la Argólida 1700

Heládico Tardío 1
(Micénico i) Tumbas de fosa 1600
Hcládico Tardío o
Reciente 11 Comienza en: 1500
(Micénico II) Primer palacio en Micenas
Hcládico Reciente III A
(Micénico III Λ) Destrucción y reconstrucción del
palacio en Micenas. 1400
Micénicos en Chipre. Palestina y
Egipto (Tell el Amarna)
Hcládico Reciente III B Asentamientos en Chipre y
Ras Shamra. 1300
(Micénico III B) Destrucción de Micenas y
saqueo de Pilos 1200
Heládico Reciente III C Asentamiento micénico en Acaya 1180
Fuerte migración micénica a Chipre
Incursiones dorias
Destrucción final de Micenas 1100
El mundo del Egeo en el segundo milenio 69

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en Grèce Ancienne. Paris, 1968. be. Untersuchungen zum Totenglauben
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G. Maddoli: «Damos e Basilees». S M EA,
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naean Funerary Practices and Beliefs, Stu­
C. Gallavoti: «Le origini micenee dell’isti- dies in Mediterranean Archaeology, XLI,
tuto fraterico». P.d.P., 1961. Goteborg, 1974.
Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­

HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­


tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y

■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con


un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo

A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, L a guerra 44. C. González Román, La R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos.
Sumer y A kkad. la prim era m itad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones p o ­
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3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua.
4. J . Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas, Augusto.
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5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-C laudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J . Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J . Lomas, Los Flavios.
Im perio N uevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, L a dinastía de los
7. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar donia. Antoninos.
y otros m ovimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, A lejandro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fin es d el I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Im pe­
8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Rom ano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I : El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. I I : Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Interm edio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ 54. J . M. Blázquez, Agricultura y
ta. lenística. m inería rom anas durante el
12. F. Presedo, J . M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ Alto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. I I I : Grecia y 55. J . M. Blázquez, Artesanado y
13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im ­
35. A. Piñero, L a civilizadón h e­ perio.
GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­
mo durante el Alto Im peño.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 58. G. Bravo, Diocleciano y las re­
15. A. Lozano, L a E dad Oscura.
16. J . C. Bermejo, El mito griego etrusco. form as administrativas del Im ­
y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, L a Roma perio.
primitiva. 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
17. A. Lozano, L a colonización
38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ cesores. L a conversión d el Im ­
griega.
na, E l dualismo patricio-ple­
18. J. J . Sayas, Las ciudades de J o - perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39. S. Montero, J . Martínez-Pin-
do arcaico. na, L a conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, L a época de los Va­
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a fo rm a ­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón
ción de la dem ocracia atenien­ 41. F. Marco, L a expansión de del Im perio Rom ano de Orien­
se , I. El estado aristocrático. Rom a p or el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a fo rm a ­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim -
ción de la dem ocracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
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en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio.
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el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Im perio Ro­
24. D. Plácido, L a Pente conte da. República. mano de O cddente.

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