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EL POBLAMIENTO DE
LAS CIUDADES
En los años 40 del siglo XX, la mayor parte de la población mundial se concen-
traba en las áreas rurales. Sin embargo, en menos de cuatro décadas esta situa-
ción cambio diametralmente, al punto de que en la actualidad poco más de la
mitad de los habitantes del Globo son urbanos.
En efecto, Europa tiene el 80% de sus habitantes viviendo en las ciudades. Amé-
rica Latina y Norteamérica muestran un índice de urbanismo cercano al 78%.
Asia va llegando al 43%, mientras África se está moviendo alrededor del 38%.
El caso latinoamericano
La migración hacia las ciudades desde el campo se da entre otras razones, por
la pobreza creciente en las áreas rurales, debido a una política inadecuada de
desarrollo del agro por parte de los gobiernos; a la baja rentabilidad de la produc-
ción de la tierra; a las malas condiciones de vida de los pobladores, que presen-
tan niveles de pobreza superiores a los de las zonas urbanas; el agotamiento de
los recursos naturales; y en algunos países, especialmente Colombia, por un
desplazamiento masivo debido a la violencia.
Pero hay otra razón poderosa que ha incentivado la migración, y es que la ciudad
ofrece un sueño y la gente quiere vivirlo. Individuos o familias completas llegan
hasta las zonas urbanas, especialmente de las ciudades más grandes, en busca
de mejores oportunidades de vida y de poder escalar socialmente, aunque esta
posibilidad, en realidad, la mayoría no la logra, dado que no cuenta con los ele-
mentos básicos necesarios para competir en un mercado muy exigente, y se
quedan atrapados en la pobreza, viviendo en espacios reducidos, marginados y
carentes de los mínimos vitales.
Hay que tener en cuenta, también, que existen ciudades cuya población procede
no solo de las migraciones rurales, o del tránsito de familias de pequeñas locali-
dades hacia las grandes urbes, sino de los flujos de migrantes extranjeros. A ni-
vel mundial, por ejemplo, ciudades como Miami, Madrid y Nueva York enfrentan
esta realidad, mientras en el caso latinoamericano el hecho se vive en áreas
fronterizas internacionales, que ven aumentar la po-
blación esencialmente por la llegada a su suelo de
personas de nacionalidad vecina que ven en ese
territorio mejores opciones.
Una pobreza que cede lentamente. La mayor parte de las comunidades latinoa-
mericanas que viven en la pobreza tienden a pedir ayuda y a buscar la mano pro-
tectora de los gobiernos, en vez de exigir sus derechos como ciudadanos. Una
actitud que los pone en evidente desventaja social y que con el paso del tiempo
los atrapa indefinidamente, con efectos intergeneracionales perversos, que ha-
cen que la pobreza no ceda rápidamente y se convierta en un fenómeno estruc-
tural. De acuerdo con CEPAL2, la pobreza de la región en 2015 fue 29,2% (175
millones de personas) y la miseria de 12,4% (75 millones de personas), con un
desmejoramiento apreciable con respecto a 2014, cuando los indicadores de po-
breza y miseria fueron 28,2% y 11,8%, respectivamente.
Uno de los grandes retos del desarrollo urbano es abrir espacios para que los
pobres puedan ser incluidos socialmente y ejercer completamente su ciudadanía,
dado que tradicionalmente ellos son marginados por su condición económica,
por su procedencia y por los lugares donde viven. Cuando la inclusión se alcan-
za, la democracia se fortalece, hay un mayor nivel de diálogo entre los ciudada-
nos y la participación se vuelve eficaz.
Al analizar los indicadores de la pobreza urbana, bien por la vía de los ingresos,
o por las condiciones de calidad de vida, o por sus necesidades insatisfechas,
las conclusiones apuntan a que esta población tiene altas tasas de desempleo,
problemas de informalidad laboral, ocupaciones que generan poco valor agrega-
do, una mano de obra no calificada, niveles de educación insuficientes, viviendas
construidas con materiales inadecuados, demandas no atendidas de salud, des-
nutrición entre niños menores de cinco años por encima de los promedios nacio-
nales, al igual que en mortalidad infantil y materna.
Los análisis sociales a nivel urbano, también dejan ver una pronunciada inequi-
dad de género. En general, las mujeres están más
afectadas por el desempleo y la pobreza que sus
pares hombres. Ellas también son las más perjudi-
cadas por la falta de políticas públicas, entre otras
razones porque una gran porción son madres ca-
beza de familia3, y por lo tanto al depender de ellas
el sostenimiento del hogar, se crea una cadena de
pobreza crítica. A esto se agrega que las autorida-
des revelan que la mayor parte de las denuncias
por maltrato intrafamiliar y de pareja, afectan a las
mujeres. Por todo esto, es que se plantea que una
acción contundente para la erradicación de la po-
Cuando algunas co- breza debe comenzar por una atención prioritaria
en favor de las mujeres, porque muy seguramente
munidades logran cuando ellas salen de la pobreza, su familia tam-
romper su actitud bién lo hace.
de postración frente
Otro aspecto que requiere atención es la educa-
al poder, se vuelven
ción. Los latinoamericanos que son analfabetas
interlocutoras socia- son cada vez menos, hasta llegar en 2016 a 15%,
les del gobierno y gracias a programas especiales dirigidos a la po-
blación mayor de 15 años. En el marco del cumpli-
tienen la capacidad
miento de las metas de los Objetivos de Desarrollo
de negociar solucio- del Milenio4, los gobiernos de la subregión se preo-
nes para sus pro- cuparon porque las coberturas escolares en educa-
blemas. ción básica crecieran, al punto que en 2016 ascen-
dieron a 94%. Se sabe, de acuerdo con las estadís-
ticas analizadas por el Programa de Naciones Uni-
das para el Desarrollo, que le hizo un seguimiento
de los ODM, que el 88% de los niños tuvieron pri-
maria completa, pero a nivel de secundaria sólo lo
logró el 33%.
Muchos de los informales utilizan el espacio público urbano para poder desarro-
llar sus tareas y asegurar ingresos. La calle es un escenario para el trabajo no
formal. Durante los programas de renovación urbana los vendedores son catego-
rizados y ordenados, con lo que muchos de ellos, que tradicionalmente se ganan
la vida en estas actividades, pierden esa posibilidad o, por lo menos, quedan sin
los espacios físicos que ya habían conquistado. El espacio público es un lugar en
disputa. En muchas ciudades se registra el hecho de que ellos han sido tomados
por mafias, que ante la falta de autoridad urbanística, definen los sitios de trabajo
y especializan las labores, además de cobrar por este “permiso” y por garantizar
la seguridad, incluyendo aquella de que “las autoridades no van a molestar”.
Con las políticas públicas se deben encontrar caminos para construir modelos
que cambien la realidad de 175 millones de personas que están en la trampa de
la pobreza en América Latina y el Caribe (2015), de los que el 82% viven en las
áreas urbanas. Si esto es posible, las ciudades se vuelven más sostenibles y tie-
nen la posibilidad real de crecer en todos sus indicadores. Obviamente, si la ex-
clusión se mantiene y la pobreza no cede, una ciu-
dad tiene muy pocas opciones de alcanzar un desa-
rrollo armónico y equilibrado.
Estudios de caso demuestran que los avances de infraestructura que logran los
barrios donde viven la pobrería son escasos e incluso inexistentes. La calidad de
vida de las familias retrocede y surgen unas brechas amplísimas con otros gru-
pos sociales. Las condiciones de los pobres en estos espacios urbanos van en
retroceso y las esperanzas de un mejor futuro se van diluyendo.
Entre las estrategias que se han adoptado por parte de algunos gobiernos, en el
propósito de incluir a los pobres, está reasentar a las familias. Algunos han desa-
rrollado esta acción de manera responsable, buscando que dicho reasentamiento
no implique mayores afectaciones a la construcción de la ciudadanía barrial.
Otros han emprendido acciones en las que se han destruido las relaciones ela-
boradas entre los habitantes y que se caracterizan por la solidaridad, el acompa-
ñamiento y la protección mutua. Cuando las familias toman caminos diferentes,
se debe reiniciar la construcción de redes sociales, una tarea que no es fácil,
pues se requiere para ello esencialmente confianza.
Las ciudades latinoamericanas están cada vez más interconectadas, sus opera-
ciones trascienden los límites nacionales y sus niveles de especialización son
cada vez más evidentes.
Para las empresas significa, así mismo, aminorar los costos de operación interna
y tener un mayor control sobre los índices de productividad, lo cual permite traba-
jar por objetivos y no por horas. Para los trabajadores los beneficios se refieren a
espacios laborales más amigables, menores tiempos de desplazamiento y me-
nos gastos en transporte y alimentación por fuera del hogar; además de tener
mayor disponibilidad para estar cerca de la familia.
2. http://www.unmultimedia.org/radio/spanish/2016/03/el-numero-de-pobres-en-
america-latina-subio-a-175-millones-alerta-cepal/#.Wnd2167ibIU
4. La estrategia ODM (vigente hasta 2015) abarcó todos los países del mundo
para vencer la pobreza, vista desde la perspectiva multidimensional, que con-
templó 8 objetivos relacionados con salud, educación, equidad de género,
medio ambiente, asentamientos humanos, acceso a la tecnología y generación
de ingresos.