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Brazil: El delirio como huida última, el triunfo de la imaginación

La película Brazil estrenada en 1985 del director Terry Gilliam nos presenta la historia de Sam
Lowry un empleado del ministerio de información quien jamás sueña. Rodeado de un mundo
desarrollado en alguna parte del siglo XX1 que se ve sumergido en un régimen totalitario,
inundado por tecnología deficiente que falla y es imperfecta para la disposición de una
sociedad marginada donde aquellos burócratas beben del narcisismo y aquellos más pobres
beben de la empatía. Durante una noche en las oficinas de información una mosca cayó
muerta dentro de una máquina de administración de datos donde por accidente cambió el
nombre del terrorista Harry Tuttle por el del trabajador y padre de familia Harry Buttle y que
gracias a este suceso repentino el egoísta de San Lowry conoce el amor de su vida Jill Layton y
en su camino para encontrarla decide enfrentar al sistema.

Quizás Sam Lowry no sea tan egoísta.

Está bien, claro que dejó de lado el encontrar el cuerpo de Harry Buttle para su esposa y
familia y prácticamente se olvidó de otras cosas que no hayan sido sus intereses propios
durante toda la película, pero defendió sus intereses por encontrar la felicidad.

Él vive en una ciudad retro futurista que sufre constantes ataques terroristas en una campaña
de bombardeos a lugares al azar en la ciudad que ha durado trece años en las cuales los
habitantes pueden hacer poco más que vivir interesados por su bienestar propio. Y es que no
es para más, los habitantes se demuestran
completamente ajenos cuando una bomba estalla en un lugar público a menos de que
ellos resulten afectados, sistematizando la violencia. Son personas narcisistas, desinteresadas
por el mundo actual, sujetos que tienen sueños, deseos y esperanzas en un mundo de
consumo y de ductos. Aquí es donde entra Sam Lowry, un sujeto que tiene el sueño
recurrente de salvar al amor de su vida en un traje plateado con alas pero que al igual que
Ícaro, por soñar tan alto se consumirá en el valor de su propio sueño. Lowry es un sujeto
reprimido, alguien quien está desencantado con el sistema y con la sociedad en la que vive,
está atrapado en ella, es un soñador, sueña más que nadie, sueña mientras se encuentra en su
casa, en el trabajo, durante una persecución, durante una pelea, sueña a cada instante del día.

En el departamento de registros existe una estatua que tiene un reflejo social, una estatua que
representa los estándares, lo ideales y la libertad espiritual pueblo. La verdad os hará libres es
la inscripción de la estatua. La verdad que en este mundo es ocultada por el ministro de
información, ocultada de la sociedad y que cualquiera que se atreva a buscarla será acusado
de terrorista o mucho peor de un soñador como Lowry. El único sitio libre es tú mente, y es
ahí donde Lowry se encuentra.

Para el la realidad es solo un sistema donde algunos triunfan bajo su régimen otros mueren
debido a su paso, una realidad enferma llena de regalos para burócratas y ductos que
transportan el alimento para una sociedad, una sociedad que, en sus entrañas, en sus ductos
se viaja un monstro que podemos oír a cada momento, el monstro de la información y de
quienes la controlan.

Sam Lowry poco a poco comienza a confundir la realidad con sus sueños y fantasías se ve
atrapadas en ellas gracias a su falta de valor y de coraje para afrontarla.

¿Cómo tener valor frente valor para enfrentar al colosal monstro que es el sistema
burocrático?

No la hay. No hay manera.

Terry Gilliam lo dice en todo su cine.

La película se encuentra plagada de delirios. Sam Lowry encuentra su libertad en la locura, una
locura que de significado, aún irracional, a la dolorosa y arbitraría naturaleza de la existencia
en un mundo donde no existe dioses si no altos funcionarios. La locura es un camino para que
el soñador encuentre al fin lo que siempre ha buscado.

Pero yo tengo un problema con ello. No veo concebida una verdadera libertad en lo que me
propone. Lo considero cobarde. Si al hombre le dicen que es libre lo creerá hasta que se
cuestione el significado de libertad y la locura para mí, al igual que la burocracia, es aceptar un
mundo igual de enfermo y deconstruido como lo es Brazil.

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