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Capítulo 2
EL TESTIMONIO NEOTESTAMENTARIO
SOBRE EL BAUTISMO
EL BAUTISMO DE JUAN
El cuarto evangelio sitúa la acción en la orilla oriental del Jordán (Jn 1,28), antes de
entrar en la tierra prometida. Mateo indica que Juan bautiza en Judea (Mt 3,1) y después,
como Marcos (Mc 1,9), cita al río Jordán (Mt, 3,13). La indicación del río Jordán recuerda el
paso de entrada a la tierra prometida. Podría ser un recuerdo histórico o un recurso literario,
teniendo en cuenta que la ribera era un nido de víboras y jabalíes, y con vados difíciles de
atravesar. Una información arqueológica aparecida en el diario Auui dice que los arqueólogos
han confirmado que en la ribera oriental del Jordán existió un lugar de peregrinación durante
los primeros siglos de nuestra era. Este dato viene a confirmar el carácter eminentemente
preparatorio del bautismo de Juan; el lugar también lo expresa. Juan bautiza preparando a los
bautizados para entrar en la tierra prometida, en el Reino de Dios que está a punto de irrumpir.
El bautismo de Juan es el medio por el cual el arrepentido recibe la firma promesa del
perdón de los pecados ante el juicio inminente. En cambio, Jesús no acentuará tanto el juicio
inminente Como la alegría del Reino ya presente en su ministerio. Juan bautiza con agua con
la promesa del más fuerte. El más fuerte bautizará con Espíritu y fuego (Mt y Lc), con
Espíritu (Mc, Jn, Hch 1,5; 11,16; 13,25). ¿Quién es el más fuerte? ¿El Mesías, el Hijo del
hombre, Dios (Mt 3„10.12), el profeta escatológico, una figura desconocida?
Juan no usaba el bautismo como un rito de iniciación para crear a Su alrededor una
secta o un movimiento organizado. Flavio José, aun notando la similitud del bautismo de
Juan con los ritos de iniciación de los esenios, lo presenta como un hombre justo aislado. Los
discípulos de Juan Bautista de los que habla Mc 2,18 (y par.) no son ningún grupo organizado,
son los que han sido bautizados por Juan y han vuelto a su vida normal; y, como muestra de
arrepentimiento, seguían algunas prácticas, como el ayuno. Después de la muerte de Juan y
de Jesús, el movimiento del Bautista y la Iglesia vivieron en conflicto.
En síntesis, el bautismo de Juan es dirigido a Israel para que retorne a Dios y haga
realidad su Reino de salvación; así, conversión y perdón son sus efectos.
De entrada, no hay que buscar el origen del bautismo de Juan en el llamado bautismo
de los prosélitos. En efecto, el bautismo de los prosélitos y el bautismo de Juan tienen en
común que ambos son únicos y piden ponerse dentro del agua, pero el bautismo de los
prosélitos no existía en el judaísmo del período precristiano. Por tanto, el bautismo de los
prosélitos no está en el Origen del bautismo de Juan.
El bautismo de los prosélitos aparece alrededor del siglo 11 dc como fruto del
rabinismo, e incluye circuncisión e inmersión. El bautismo de los prosélitos es un rito de
iniciación, hace pasar al convertido del mundo gentil al mundo judío, pero no concede el
perdón de los pecados. Precisamente, también en esta característica difiere del bautismo
cristiano; mientras el bautismo de los prosélitos significa la liberación de la impureza pagana,
el bautismo cristiano significa el perdón y la regeneración como gracia divina.
Respóndanme y les diré con qué autoridad hago todo esto ¿De quién recibió Juan el
encargo de bautizar: de Dios o de los hombres? ¡Respóndanme! Ellos se pusieron a razonar
entre sí: «Si contestamos que lo recibió de Dios, él dirá: " ¿Por qué, pues, no le creyeron?"
32Pero ¿cómo vamos a decir que lo recibió de los hombres?». Y es que temían la reacción
del pueblo, porque todos tenían a Juan por profeta. Así que respondieron: No lo sabemos.
Entonces Jesús les replicó: Pues tampoco yo les diré con qué autoridad hago todo esto.
Jesús centra su hábil pregunta en el bautismo de Juan: ¿De quién recibió Juan el
encargo de bautizar: de Dios o de los hombres? (Mc 11,30), que sería su práctica más
claramente ligada al ministerio de Juan el Bautista. Una práctica de Jesús que las autoridades
habrían encontrado inoportuna calificarla de meramente humana, siendo como era una simple
continuación de la introducida por un profeta mártir, que el pueblo veneraba.
El bautismo cristiano es una recepción nueva, a la luz del misterio pascual de Cristo
Jesús, del bautismo de Juan. Y la recepción cristiana del bautismo de Juan tendría en su
origen la raíz en estos tres datos:
El bautismo de Juan está dirigido a Israel para que retorne a Dios y haga realidad su
Reino de salvación; así, conversión y perdón son sus efectos. Así, mientras el bautismo de
Juan prepara por tal de evitar el castigo del juicio final (Mt 3,10; LC 3,9), el bautismo
realizado en nombre de Jesús da inmediatamente el efecto salvífico del juicio final.
En el bautismo cristiano, aunque tenga algún eco del bautismo de Juan, no deriva de
él. Según el testimonio de Flavio José, el rito del bautismo cristiano consta de dos elementos:
las palabras de quien bautiza (es realizado en nombre de Jesús, a diferencia del de Juan que
no es realizado en nombre de nadie) y la aceptación explícita del solicitante, es decir, una
confesión de fe, que Flavio José recoge en Roma, hacia el año 90, y que sería de inspiración
paulina y de estructura trinitaria.
En definitiva, el bautismo de Juan ha influido en el bautismo cristiano; concretamente,
en ambos bautismos se precisa la intervención de otro para bautizar, ambos son irrepetibles
(aspectos escatológico y soteriológico del perdón y de la vida nueva) y finalmente, Jesús ha
recibido el bautismo de Juan. Con todo, la asimilación del bautismo de Juan por la Iglesia va
acompañada de una interpretación.
Así pues, el bautismo cristiano no es solo una transformación del bautismo de Juan,
es una nueva realidad: el bautismo de Juan transformado en un sentido nuevo. Por tanto, la
novedad del bautismo cristiano consiste en bautizar en nombre de Jesucristo (Hch 238; 8,16;
10,48; 19,5; Rom 6,3; Icor 1,13b-15; 6,11; Gal 3,27).
Finalmente, estudiando la relación entre la obra lucana (Lc — Hch) y Flavio José,
Nodet indica que el elemento común importante entre Lucas (Lc — Hch) y Flavio José es la
ausencia de contacto directo entre Jesús y Juan Bautista, entonces para Lucas (Lc — Hch)
hay un bautismo de Juan transformado en nombre de Jesús, coherente con Pablo, que no ha
conocido a Jesús ni a fortiori a Juan, aunque ciertamente conoce el bautismo en nombre de
Jesús.
En resumen, el bautismo de Juan se dirige a Israel para que retorne a Dios y haga
realidad su Reino de salvación; así, conversión y perdón son sus efectos. En el bautismo
cristiano, aunque le resuenen algunos rasgos del bautismo de Juan, no resultan ser su origen.
Aunque la Iglesia naciente no podía olvidar el bautismo de Juan que Jesús también había
practicado (es evidente que Jesús deja de practicarlo en un momento dado), y así se siente
libre de adoptar el bautismo de Juan, insertándolo en el misterio de Cristo.
El BAUTISMO DE JESÚS
De entrada, hay que decir que existe unanimidad en reconocer que no hay argumentos
contra la historicidad del bautismo de Jesús. El bautismo de Jesús tiene un doble sentido: el
hecho de que Jesús bautizaba y el hecho de que fue bautizado por Juan.
El evangelio según Juan presenta a Jesús bautizando como Juan el Bautista (Jn
3,22.26; 4,1). Una práctica que posiblemente fue malinterpretada por los partidarios del
Bautista y por los cristianos. Por esto, el evangelista corrige todo posible malentendido:
recuerda que no era Jesús, sino sus discípulos los que bautizaban (Jn 4,2), y que Jesús
abandona Judea, el lugar donde bautizaba (Jn 4,3); después acabará de explicar la relación
de Juan Bautista con Jesús (Jn 5,33-36); en efecto, Juan es solo testimonio de la luz (Jn 1,6-
8), que es la verdad y la vida.
Es muy probable que Jesús estuviera algún tiempo con Juan Bautista como discípulo
y, a partir de este hecho es muy probable que se llevase con él a algunos del círculo de Juan
y que continuara el rito del bautismo.
A la luz de LC 16,16a: La Ley y los profetas eran hasta luan. He ahí que Juan se
encuentra justo en medio de los dos tiempos, el tiempo de Israel y el tiempo de Jesús; así
Juan no es solo el precursor del tiempo de Jesús, sino también quien lo inaugura. Jesús
anuncia y hace presente el Reino, y lleva a cabo todas las promesas (LC 24,44). En Jesús,
Dios ha visitado a su pueblo (LC 1,68; 7,16; 19,44). El Bautista es el último profeta que
prepara a su pueblo para recibir la visita de su Señor, que viene a invitarlo al banquete de su
Reino (LC 14,15). Por eso el Bautista hace preguntar a Jesús (Cf. LC 7,18-23) si Dios ya ha
venido a visitarnos, y Jesús responde con el cumplimiento de las promesas anunciadas por
los profetas (LC 7,22; Is 26,19; 29,18; 35,5-6; 61,1) y acaba proclamando: bienaventurado
es aquel que no halle tropiezo en mi (LC 7,23), augurio que conecta con el lamento ante la
ciudad de Jerusalén:
Por tanto, Jesús se identifica con el pueblo pecador, al que quiere guiar y salvar sin
separarse de él.
Por otro lado, ser bautizado por Juan simboliza la preparación de las bodas de Jesús
con el futuro pueblo mesiánico (Cf. SI 45), la alianza entre Dios y la Iglesia (Cf. Is 54,1-12;
2Cor 11,2; Ef 5,22-33; Ap 19,7-8; 21,2). Jesús es el Mesías Esposo y Juan es el amigo del
Esposo (Jn 3,29-30) que prepara la boda y está a disposición del Esposo; por eso, Juan
experimenta una gran alegría cuando escucha la voz del Esposo (Jn 3,29-30) y María
Magdalena (que significa Iglesia que busca) reconoce la voz del Esposo (Jn 20,16). La
tradición patrística oriental ve en este baño nupcial (que se realiza antes de la unción; Cf. Ez
16,8-9) la preparación del Esposo para su Esposa, la comunidad escatológica. Así pues, el
baño bautismal es signo de esta alianza de Dios en Jesús con el nuevo Israel (Jn 1,31) y una
pregustación del bautismo que transformará al bautizado. Y la Tradición de la Iglesia indivisa
explica que Jesús, por su bautismo, purifica el agua para que esta se convierta en
regeneradora»
Las cuatro narraciones evangélicas del bautismo de Jesús (Mt 3,13- 17; Mc 1,9-11;
LC 3,21-22; Jn 1,32-34) iluminan el bautismo de Jesús y el de los cristianos. Mt, Mc y LC
sitúan la escena del bautismo de Jesús al lado (construyendo un díptico) de la escena de las
tentaciones (LC interpone la genealogía de Jesús).
El relato de Mc 1,9-11: Por aquellos días llegó Jesús procedente de Nazaret de
Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán. En el instante mismo de salir del agua, vio Jesús que
el cielo se rasgaba y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma. 1 IY se oyó una
voz proveniente del cielo: «Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco».
El relato de Mt 3,13-17: Por aquel tiempo llegó Jesús al Jordán procedente de Galilea
para que Juan lo bautizara. Pero Juan se resistía diciendo: «Soy yo quien necesita ser
bautizado por ti, ¿Y tú vienes a que yo te bautice? Jesús le contestó: «Déjalo así por ahora!
Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto». Entonces Juan consintió. Una vez
bautizado, Jesús salió en seguida del agua. En ese momento se abrieron los cielos y Jesús vio
que el Espíritu de Dios descendía como una paloma y se posaba sobre él. Y una voz,
proveniente del cielo, decía: «Este es mi Hijo amado en quien me complazco».
1) Introducción
Situado en el Jordán (Mt y Mc) y en el momento del bautismo (LC omite la referencia
al Jordán, aunque más tarde sitúa a Jesús alejándose del Jordán: LC 4,1). Mt y Mc indican
que la visión de Jesús acontece una vez salido del agua; en cambio, LC dice que acontece
mientras Jesús rezaba, y no se nos dice que sea Jesús quien lo ve ni que sea Juan quien lo
bautiza (Lc subraya de entrada que es una manifestación divina de la identidad de Jesús).
2) El cielo se abre (Mt 3,16; LC 1,21; Cf. Is 24,18; 64,1; Ez 1,1; Gn 7,1; Ml 3,10) o
se rasga (Mc 1,10; Cf. Is 63,7-19). Representa la irrupción de Dios en el espacio tiempo. El
contexto es parecido al descrito en Ez 1,1-4.28 y 2,1-2, donde el escenario se sitúa en la orilla
de un río, los cielos se abren y acontece una visión simbólica, que motiva una llamada a un
ministerio profético dirigido a un Israel pecador (Cf. Ez 2,2-15).
Según Mt, Jesús ve al Espíritu de Dios que desciende como una paloma y que va a
posarse sobre él (Mt 3,16). LC precisa que el Espíritu desciende en forma corporal liba),
como una paloma sobre Jesús (LC 3,22). En la tradición judía, la paloma simboliza al pueblo
de Israel. Hay que notar la permanencia del Espíritu en Jesús, que queda muy clara en Jn
1,32: desciende sobre él por tal de quedarse en él. Meier nota que se continúa discutiendo su
significado: a) una alusión al espíritu de Dios sobre las aguas (Gn 1,2), Como una nueva
creación; b) una evocación de la paloma con la rama de olivo después del diluvio (Gn 8,11),
como rehabilitación de la humanidad después del juicio de Dios; c) una referencia a Dt 32,
11 como nuevo éxodo que Dios anima a hacer a Su pueblo, como el águila anima a volar a
sus aguiluchos. Sin embargo, no se trata tanto de cómo aparece como de la forma de bajar,
descender, es decir, como bajaría una paloma.
4) voz del cielo. Esta voz revela la identidad de Jesús (Dt 4,369: el Mesías (SI 2,7) y
el Siervo (Is 42,1).
En el evangelio según Juan (Jn 1,32-34), no se nos dice que Jesús sea bautizado por
Juan Bautista (se supone); es el Bautista quien ve la manifestación divina y quien pronuncia
la palabra sobre la filiación divina de Jesús (Jn 1,34). Tampoco Lucas presenta a Juan
bautizando a Jesús, no por polémica sino por un motivo cristológicos" Por otro lado, en Le,
la declaración hecha en el bautismo precede al ministerio de Jesús en Galilea, y la realiza en
la transfiguración precede al gran viaje de Jesús a Jerusalén; en ambas escenas, la declaración
que viene del cielo subraya la relación de Jesús con su Padre, precisamente cuando empieza
una fase importante de su ministerio público.
El bautismo de Jesús es, pues, una teofanía (cielo abierto), manifiesta tonto la
identidad de Jesús de Nazaret —es el Hijo de Dios y el Salvador como la de Dios mismo —
es Padre e Hijo y Espíritu Santo—. En definitiva, la teofanía, y no el bautismo, revela la
verdad sobre Jesús.
Desde su recepción cristiana, el bautismo de Jesús por Juan presenta tipología adánica
(nueva creación) y una mesiánica (el Reino de Dios inaugurado).
4) En la tradición bíblica de Israel la unción de aceite y el don del Espíritu van unidos
(ISam 10, 1.6; 16,13; Is 61,1). Los judíos del tiempo de Jesús creían que después de la muerte
de los últimos profetas los cielos estaban cerrados y el Espíritu de Dios sofocado. Así, la
apertura de los cielos, el descenso del Espíritu y In voz del cielo indican que el tiempo de la
salvación se ha inaugurado. Por otro lado, la voz del cielo que revela a Jesús como hijo (en
la 2ps: Mc 1,11; LC 3,22) recuerda a David (SI 2,7 LXX), al Siervo del Señor (Is 42,1 LXX)
o al profeta (Ez 1-2) y a Isaac (Gn 22,2.12.16 LXX). Datos que también remiten a la
transfiguración de Jesús donde aparecen Elías y Moisés (la Ley y los Profetas). Aquí y ahora,
el reagrupamiento de un Israel disperso (Is 42,1) no es la misión de Juan Bautista sino la del
Siervo en quien el Señor se complace: Jesús. Por tal de entender la relación tipológica (es
decir, la identidad en la de Jesús con Isaac, encontramos que, en el Testamento de Leví,
sacerdote (segunda mitad del siglo I aC), David es el Mesías Rey e Isaac es el Mesías
Sacerdote.
En resumen, en las narraciones sinópticas del bautismo de Jesús, existe una intención
clara de presentar a Jesús inseparablemente como el Nuevo Adán y como el ungido (el Cristo,
el Mesías), que acumula en su persona el privilegio de ser a la vez Mesías Rey (SI 2,7),
Mesías Profeta (Is 42,1) y Mesías Sacerdote (Gn 22,2.12.16), es decir: el munus triplex de
rey, profeta y sacerdote.
2) Jesús resucitado se aparece al que sale del agua, a quien dice: Mi salvación sea
contigo, hermano;
Sobre la imagen de la paloma, san Agustín recuerda que el Espíritu Santo (enviado
por Dios) se muestra visiblemente en forma de paloma sobre el Señor en el bautismo del
Jordán, y en forma de lenguas de fuego sobre los discípulos reunidos en el Cenáculo. Y si el
Espíritu Santo se muestra sobre el Señor en forma de paloma es «para que todos entendamos
que hemos de ser sencillos como la paloma, y que hemos de tener paz con los hermanos, cosa
significada con los besos que se dan las palomas; también se besan los cuervos, pero la paz
de los cuervos es falsa y la de las palomas verdadera […] (In loannem, 6,3-4).
4) Jesús y la Iglesia (el término técnico “Epi to auto” marca el momento previo y el
conclusivo del acontecimiento: Ac 1,15; 2,47) inician su misión llenos del Espíritu: LC
4,1.18-21; Hch 1,8; 2,48-11; 4,31 (segunda venida del Espíritu para la misión).
Y en segundo lugar, dentro del marco de la recepción del Espíritu Hch 2,1-41, Lucas
ofrece los elementos teológicos fundamentales del autismo cristiano:
e) Los efectos del bautismo son la remisión de los pecados y el don del Espíritu.
En Hch 9,17-18 Lucas sugiere que lo más importante es la recepción del Espíritu, por
eso la pone en primer lugar, antes que el bautismo propiamente dicho. Al hacerlo así, Lucas
quiere destacar que la incorporación de Pablo a la Iglesia es un don de Dios. Este es el sentido
de la prioridad del Espíritu.
La distinción entre bautismo y don del Espíritu es un recurso literario para notar que
el Espíritu se comunica por medio de la Iglesia, especialmente mediante los Doce o por uno
de sus miembros (Pedro y Juan en Hch 8; Pedro en Hch 10; o un delegado, como es Pablo,
en Hch 19).38
Una promesa de seguridad: Yo estoy con ustedes Iodos los días hasta el fin del mundo
(28,20). He ahí que la misión actual de los discípulos a los pueblos y toda la vida eclesial
están bajo el signo de esta presencia del Señor resucitado.
Tal como refleja e evangelista Mateo, ya antes del siglo II, el bautismo es dado en el
nombre de, es decir, en relación con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo.
El Nuevo Testamento presenta una auténtica teología sobre el bautismo. He ahí una
muestra significativa:
El arca en que unos pocos – ocho personas – se salvaron a través del agua.
Aquello fue una imagen del bautismo que ahora los salva. Bautismo que no
consiste en quitar una suciedad corporal, sino en comprometerse ante Dios; a
llevar una conducta limpia. Y los salva en virtud de la resurrección de
Jesucristo.
3) Es una iluminación: Heb 6,4. Por el bautismo uno se convierte en ciudadano del
cielo: Flp 3,20 (Ef 2,6; Heb 12,22-23). Por la acción del Espíritu y de Jesucristo (las dos
manos de Dios en la creación y en la redención, según una expresiva imagen de san Ireneo
de Lyon), en el bautismo somos purificados, justificados y restablecidos (Icor 6,11).
4) El bautismo es un nuevo nacimiento: una vida nueva (Jn 1,12-13; 3,3-543 Rom
6,4; Ef 5,14; col 3,1.3.9-11; Tit 3,5; sant 1,18; IPe 1,3.23; 2,2; IJn 2,29).
El texto de Rom 6,3-11 ilustra muy bien esta nueva existencia que otorga el bautismo
cristiano. En efecto, si hemos sido sumergidos en Jesucristo, hemos sido sumergidos en su
muerte.
¿No sabéis que, al ser vinculados a Cristo por el bautismo, fuimos vinculados también
a su muerte? Por el bautismo, en efecto, fuimos sepultados con Cristo, a fin de participar en
su muerte. Por tanto, si Cristo venció a la muerte resucitando por el glorioso poder del Padre,
es preciso que también nosotros emprendamos una vida nueva. Si hemos sido injertados en
Cristo compartiendo una muerte como la suya, compartiremos, también su resurrección.
Tened en cuenta que nuestra antigua condición pecadora fue clavada junto con Cristo en la
cruz, para que así quedara destruido este cuerpo sometido al pecado y nosotros quedáramos
liberados de su servidumbre. Pues cuando una persona muere, queda libre del dominio del
pecado. Si, pues, hemos muerto con Cristo, debemos confiar en que también viviremos con
él; sabemos, en efecto, que Cristo, al haber resucitado de entre los muertos es ya inmortal; la
muerte ha perdido su dominio sobre él. En cuanto a la razón de su muerte, murió para
liberarnos definitivamente del pecado; en lo que se refiere a su vivir, vive para Dios.
"Igualmente vosotros, considerad que habéis muerto al pecado y vivís para Dios en unión
con Cristo Jesús.
1) Hemos muerto con Cristo (pasado): co-sepultados en su muerte (Rm 6,4), unidos
con la muerte de Cristo (6.5), crucificados con Cristo (Rm 6,6), muertos con Cristo (Rom
6,8)
En resumen, en el acontecimiento del bautismo (Rom 6,5-7), por la acción del Padre
(Rom 6,4), unidos al acontecimiento de la muerte-resurrección de Cristo (Rom 6,8-10),
hemos muerto al pecado por tal de vivir para Dios en Jesucristo (Rom 6,11); en definitiva,
hernos nacido a una nueva existencia (Rom 6,4).
5) El bautismo nos otorga la dignidad mesiánica de Jesús (2Cor 1,21- 22, juego de
palabras entre ungido y unción), con la triple dimensión que tiene la mesianidad de Jesús:
real, profética y sacerdotal (I Pe 2,9)
6) El bautismo está relacionado con la fe (Cf. Mc 16,16; Gal 3,26-27; Ef 1,13); con
el Evangelio de salvación (Hch 2,38; Icor 1,14-17; Ef 1,13; 5,26; Sant 1,18; IPe 1,23); con el
Espíritu Santo (Hch 1,15; 11,16; 1Cor 12,13; 2Cor 1,22; Tit 3,5; Heb 6,4). Incluso parece
que había una preparación (catecumenado): Heb 5,12-6,3 (Heb 6, 1-2: las enseñanzas sobre
Jesucristo; la conversión; la fe en Dios; la enseñanza sobre el bautismo, la imposición de las
manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno).
En el NT encontramos textos sobre el don del Espíritu: Lc 2,25; 11,13; Jn 3,34; 7,39;
20,22; 1-Ich 2,38; 10,45; Rom 5,5; Icor 2,12; 2Cor 1,22; 5,5; Gal 3,2-3.5.14; 4,6; 6,1; Ef, ITe
4,8; Heb 6,4; IJn 2,20.27; 3,24; 4,13. Y también, textos sobre los dones del Espíritu: Rom
1,11; 14,17; Icor 12,1-3; 14,1-2.12; Gal 3,4; 6,8; col 1,8; ITe 1,6; Heb 2,4. Y finalmente,
textos sobre los frutos del Espíritu: Gal 5,22-25.
El Padre, con la fuerza del Espíritu, hace habitar a Cristo en los corazones de
los creyentes: Ef 3,14-21. Cristo está en el creyente: 2Cor 1,21; col 1,27; IJn
2,27.
En la obra lucana la misión eclesial continúa por el bautismo de agua y de Espíritu (el
bautismo de Juan transformado, cristianizado), aunque también por la instrucción en la fe
recibida, la vida en Koinonía y la celebración de la fe vivida. (Hch 2,42-47).
Llegados aquí, habría que recordar que, en la tradición paulina y en la juánica, el
bautismo ya comunica el Espíritu Santo como don; en cambio, en la obra lucana se distinguirá
el bautismo en nombre de Jesús de la comunicación del don del Espíritu (Hch 8,14-17). Este
hecho servirá para que la Iglesia latina, ya en el siglo v, en la conocida carta del obispo de
Roma Inocencio I al obispo Decencio de Gubbio (Si instituta ecclesinsticn, 19/03/416),
recuerde que el Espíritu es comunicado con la imposición de las manos hecha por los
Apóstoles y sus sucesores actuales, los obispos.
No hay ningún término específico que designe estos ritos post-bautismales tan
diversos, aunque todos celebrados en la Vigilia pascual.
Como conclusión final destacaríamos que el rito del bautismo cristiano hace presente
el bautismo de Jesús, tanto en su elemento identitario de nueva creación (baño), como en su
elemento mesiánico de misión (don del Espíritu), y nos proyecta hacia el futuro en Cristo,
que vive por siempre con el Padre en la unidad del Espíritu. El hoy del bautismo cristiano es
idéntico, aunque a la vez diferente del bautismo de Jesús; por eso se puede decir que el
bautismo de Jesús es tipo del bautismo cristiano.