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Una radio para el siglo 21

Gabriel Gómez Mejía1

Resumen:

El artículo presenta un panorama de los retos que enfrenta la radio en el proceso de


transformación tanto de los medios analógicos tradicionales (conocidos el siglo pasado
como medios de comunicación de masas) como de los nuevos canales y plataformas de
difusión. Se analizan aspectos tanto de la presencia de la radio en la vida cotidiana como
de su transformación digital, y las dificultades y oportunidades de competir con la web, los
podcast y las redes sociales. Igualmente se hace una revisión de la transformación del
modelo de negocios en el paso de la radio analógica a la convergencia mediática y
tecnológica.

Palabras claves

Radio, web, podcast, vida cotidiana, banda sonora, modelo de negocio

Introducción

La clave de la radio que se hace para el siglo 21 radica en que por primera vez son los

oyentes, los músicos, los generadores de opinión, entro otros actores, los que tienen la

prelación y deciden en últimas si lo que les ofrecen los productores de radio, sirve o no.

Esto se vuelve realidad en tanto hoy tienen muchas alternativas para encontrar

producción radiofónica, así como para expresar sus puntos de vista; alternativas tanto de

canal, como de medio y aún por fuera de ellos, si se piensa en las múltiples plataformas y

pantallas que se han abierto con la presencia de los teléfonos inteligentes. En otras

1
Comunicador social periodista Universidad Externado de Colombia. Estudios de magister
en historia Universidad Nacional de Colombia. Docente investigador de UNINPAHU.
correo electrónico ggomezme02@uninpahu.edu.co

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palabras, la transformación digital de la sociedad de masas, de los años 50 y 60 del siglo

pasado, ha producido el efecto contrario al que tanto temían los apocalípticos. En lugar de

convertirse en una sociedad en la que los medios deciden por nosotros, gracias a la

omnipresencia de la televisión, difundida por satélite, que era la imagen que preveían los

autores del texto conocido como informe MacBride (1980). Por el contrario, la

digitalización de la producción, emisión y transporte de los contenidos ha permitido que

se democratice la capacidad de decidir qué medios escoger, qué contenidos consumir y las

circunstancias en que esto se puede hacer.

En lo que respecta a la radio, el viejo sueño expresado a comienzos del siglo XX por

(Brecht, 1985), pareciera estar volviéndose realidad, y no solo para la radio.

… hay que transformar la radio, convertirla de medio de distribución en medio de

comunicación. La radio sería el más fabuloso medio de comunicación imaginable de

la vida pública, un sistema de canalización fantástico, es decir, lo sería si supiera no

solamente transmitir, sino también recibir, por tanto, no solamente oír al

radioescucha, sino también hacerlo hablar, y no aislarlo, sino ponerse en

comunicación con él. (págs. 32-33).

Un sueño que tardó casi un siglo en lograrse, pero que hoy, pasada la primera

década del siglo 21, se puede decir que ya el reto no es convertir la radio en un

medio de comunicación. Ahora el reto es responder a otra situación planteada

también por el mismo autor, en el texto citado: «En mala situación está un hombre

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que tiene algo que decir y no encuentra oyentes. Pero todavía están peor los

oyentes que no encuentran quien tenga algo qué decirles. (pág. 50).

La pregunta pertinente para entrar en la discusión acerca de lo que debe y puede ser la

radio en el siglo 21 es precisamente: ¿tiene algo que decirles a nuestros oyentes la radio

de hoy?

Qué herencia deja el siglo XX

Alrededor de un siglo de desarrollo de la radio como medio de comunicación —la

existencia de la tecnología de la radiotelegrafía inalámbrica es por supuesto un poco más

antigua— ha dejado un buen cúmulo de aprendizajes acerca de sus potencialidades y sus

debilidades.

Fue inevitable que a la radiofonía se la evaluara teniendo como parámetro el medio

escrito, sobre todo en el contexto de la cultura occidental fuertemente ligada desde su

nacimiento a lo visual. Desde este punto de vista siempre se mostró como una limitación

la condición monosensorial de la radio, solo ligada al oído, sentido considerado limitado

en tanto que se inscribe en lo temporal y por lo tanto sometido a la impermanencia. Pero

es justamente esta condición la que ofrece a la radio su mayor potencialidad: en tanto que

solamente ocupa el canal auditivo, permite que su consumo se realice sin necesidad de

desatender a la experiencia visual, o inclusive sin que la propiocepción se vea afectada;

esto permite que la radio sea compañía en el desarrollo de toda clase de actividades,

inclusive el consumo de otros medios, aún los audiovisuales.

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El siglo XX deja también el desarrollo de la tecnología digital que permite la producción,

emisión y difusión a través de canales en los que, convertido el sonido en datos, puede

viajar con cualquier otro contenido igualmente convertido en datos. Claro que este es un

balance complejo pues no ha podido encontrar el camino para la masificación de la etapa

de difusión digitalizada, particularmente porque al avance tecnológico no lo siguió la

conformación de un modelo de negocio viable2.

A diferencia de la televisión que avanza por el camino de la tecnología digital para

emisión, difusión y recepción mediante la tecnología denominada «televisión digital

terrestre» —TDT—, la radio ha encontrado el soporte idóneo en la posibilidad de ser

emitida por la web, y de esta forma ha logrado sumar a su consumo la posibilidad de que

sea realizado en combinación con el uso del computador y la internet, y posteriormente

con el recurso de los teléfonos inteligentes, en la medida en que la tecnología 4G ha

ampliado no solo la cobertura sino la capacidad de recepción de señales de mayor

cantidad de datos.

La radio como medio ligado a los afectos

Con la llegada de nuevos paradigmas de estudio en las ciencias sociales y sobre todo con

la valorización del individuo, de los afectos y, desde la perspectiva del giro lingüístico en

las miradas sociológicas, los sentimientos fueron integrados en el campo de estudio de los

analistas de medios.

2
Véase, entre otras páginas, http://www.fiascoawards.com/continguts/general/fitxa.php?id=6&llengua=es
donde aparece una rápida mirada al estado actual de este desarrollo tecnológico y su fracaso, después de más
de 10 años de emisiones en varios países europeos, sin apenas despegar en la consecución de oyentes o de un
modelo de negocio viable.

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Desde esta mirada la radio puede ser revalorizada para considerarla no como un medio

incompleto, debido a la falta de oferta visual para el consumidor, sino como un medio que

puede conectarse con la dimensión afectiva de los oyentes, a diferencia de la televisión y

la prensa escrita, que acuden más al entorno racional. Estudios realizados sobre la radio

juvenil muestran que en los programas de la mañana el aspecto afectivo de la

programación permite conectar más fácilmente con la audiencia respectiva. Tamayo,

Gutiérrez y Herrera (2006) definen este aspecto de la siguiente manera:

El afecto (affectus) se define, a diferencia de la idea, como un modo de

pensamiento no representativo. Odio, tristeza, amor, temor... todo afecto supone

algo hacia lo cual se dirige mi deseo, pero el hecho de desear no es por ello

reductible a una idea. Un afecto siempre está indisolublemente ligado a una idea,

pero no se confunde con el ejercicio intelectual que se representa a sí mismo un

afecto a través de una asociación de ideas. (pág. 175)

Por otra parte, con la generalización de los medios visuales, como la prensa escrita y la
televisión, el cine y el video, el transcurso del siglo XX mostró que la limitación de la radio
no era tal, pues el oído permite consumir la radio simultáneamente con otras actividades,
tanto manuales como intelectuales, en particular cuando la programación es musical o
cuando se la utiliza como forma de llenar un espacio de silencio que incomoda a quien lo
vive.

Este aspecto de la radio, ligado a las posibilidades de miniaturización que la electrónica

desarrolló, y que este medio aprovechó antes que los otros gracias al uso de los

transistores para la construcción de receptores de amplitud modulada y frecuencia

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modulada, que permitieron que al finalizar el siglo se tuviera un consumo con capacidad

de realizarse en todos los momentos de la vida. Desde el momento de levantarse, en la

ducha, la cocina, el transporte, el trabajo, el estudio y de vuelta al reposo, la radio está

presente y acompaña la vida cotidiana.

Es esta dimensión cotidiana la que inserta a la radio en el mundo de lo público, tal como lo

muestra (Winocur, 2002) en una investigación adelantada en Ciudad de México:

El ámbito doméstico se ha convertido en el centro desde donde se tienden puentes con

el mundo; desde la casa se puede llamar por teléfono a la radio para expresar una

opinión, enviar un fax para realizar una denuncia, mandar un correo electrónico para

responder en una encuesta, crear una comunidad virtual, integrar cadenas de solidaridad

o tomar parte en un grupo de discusión. (pág. 315).

Y es evidente que para el momento de la investigación no existían los teléfonos

inteligentes ni se habían desarrollado al nivel actual las redes sociales, que potencian no

solo la rapidez de la conexión de la radio con sus audiencias, sino de estas con las

emisoras y con otros integrantes de esas y otras audiencias.

Esta dimensión afectiva de la radio, de la que se ha venido hablando, no solo se construye

a partir de las características propias del lenguaje sino también de las formas de consumo

y presencia del medio en la vida diaria. En particular en el ámbito doméstico la radio

contribuye a reforzar las tendencias de la vida actual en cuanto a la posibilidad de vivir

solos en sociedad.

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No sucede lo mismo con la radio, que es considerada como una compañía no

intrusiva e informativa básica, y por lo tanto, puede estar encendida en distintas

horas y rutinas domésticas, laborales o de ocio. El consumo de la radio es

mayormente de carácter individual en las recámaras, el trabajo o en el automóvil,

pero a ciertas horas, como por ejemplo en el desayuno, se escucha

colectivamente. (Winocur, 2002, pág. 316)

Nada más relacionado con la afectividad que la vida de hogar, independiente de que el

consumidor viva en grupo familiar o solitario. La radio contribuye a constituir esas rutinas

domésticas que permiten a unos y a otro construir la ficción de conexión con muchos

otros habitantes de la ciudad, en tanto que todos, al tiempo, escuchan la misma emisora y

«dialogan» con el mismo locutor en el espacio virtual del programa de radio escuchado en

común.

Cada día la radio colabora con la organización de las rutinas domésticas, la

información regular de la hora, el reporte del clima y las noticias, constituyen

elementos centrales para explicar el impacto de ciertos programas en los

hogares, porque marcan momentos clave del día. El manejo del tiempo interno

del noticiero establece una dinámica de acompañamiento que refuerza el vínculo

con el hogar. Comienza con el clásico ¡buenos días! cuando suena el despertador

y luego acompaña a la familia en todas sus rutinas íntimas y domésticas mientras

se bañan, visten y desayunan. (Winocur, 2002, pág. 321).

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Esta capacidad de permitir su consumo simultáneo con otras actividades, al tiempo que

permanece con el oyente, han hecho que la radio llegue al siglo XXI dotada de una

inmensa posibilidad de competir y combinarse con las plataformas digitales y las redes

sociales, en particular, para generar nuevos consumos, con sus correspondientes hábitos,

y claro, con la necesidad de estudiar en detalle el impacto que estos nuevos hábitos

generan en la vida individual y social.

Géneros y formatos en retroceso

Por muchos años los realizadores radiofónicos desarrollaron diferentes formatos y

géneros como recurso de ordenar y sistematizar el discurso del medio, partiendo más de

la experiencia cotidiana de la emisión, de una parte, y de los viejos y tradicionales

modelos de la retórica, por otra, adaptados primero a la literatura, luego a la prensa

escrita, luego a la radio y posteriormente a la televisión.

Por su parte los académicos teorizaron sobre usos y claves para hace concordar los gustos

y los consumos con estos géneros y formatos. Hicieron uso de la analogía para transponer

conceptos y recursos argumentativos de la literatura y la retórica y nos presentaron listas

y preceptivas de unos y otros. Aun hoy se utiliza este esquema para la formación de

quienes aprenden a escribir para los medios masivos, aunque cada vez más se nota la

dificultad para una actualización adecuada, cuando de páginas web, blogs, redes sociales y

podcast se trata.

Casi cualquier libro que nos hable de producción radial, escrito en el siglo pasado, tiene un

capítulo que trata de este tema. Algunos no logran diferenciar el género del formato y

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otros como se esfuerzan hasta remontarse a las fuentes más consagradas de la retórica

como Aristóteles, como es el caso de Ricardo Hayes (1995, pág. 84).

¿Qué se recibe del siglo XX en este campo? El cambio de los grandes géneros y los

formatos claramente diferenciables a su mezcla y virtual desaparición, al menos como se

los conoció en buena parte del siglo pasado. No se trata tanto de que ya no existan, sino

de que ellos ya no son el eje de ninguna estrategia de programación. Podría plantearse

como hipótesis que los géneros y formatos bien diferenciados obedecieron a las

estrategias de programación de emisoras generalistas, que deben atender a diferentes

públicos, con gustos y hábitos diferenciables, mientras que la radio actual, casi toda de

fórmula y nicho, no requiere de estas herramientas para satisfacer los hábitos de los

oyentes, pero eso es tema de otra reflexión.

Se pueden mirar algunos ejemplos, que ilustren lo que se dice. Poco a poco los noticieros,

los llamados radioperiódicos clásicos de los años 50 y 60 del siglo pasado, han dado lugar a

radio revistas y magazines. Ya no es frecuente escuchar la simple lectura de noticias, las

secciones temáticas, ni la pirámide invertida en la presentación de las noticias. Ahora la

información se mezcla con la opinión, la noticia con el comentario y todos los anteriores

con la música y el entretenimiento ligero.

El formato de tres espacios informativos al día (mañana, mediodía y tarde o noche) ha

dado paso a emisoras que todo el día conversan con el oyente y le van contando noticias,

chismes, opiniones, a medida que pasa el tiempo.

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Otro ejemplo, paradigmático podría decirse, es el género del melodrama, aplicado en el

formato de radionovela o radioteatro (diferencia que por lo demás recoge sendas visiones

de cultura popular y cultura alta, en tanto que la radionovela solía ser escrita por

guionistas dedicados a la radio, mientras que el radioteatro consistía en adaptaciones de

obras de la llamada literatura universal, emitidas por emisoras «cultas»). Aunque no

pueda decirse con justicia que ha desaparecido, sí es evidente que la radio ya no nos

presenta productos originales ni bajo la forma de adaptaciones que exijan atención

sostenida por periodos de media o una hora, ni tampoco series que exijan escuchar todos

los capítulos (esto se expresaba en la vieja fórmula con que acababan los episodios: «

¿logrará Juana conquistar el corazón de Roberto? Escuche el capítulo de mañana a la

misma hora y por la misma frecuencia»). Ahora se ensayan historias con alto contenido

autorreferencial, que hacen ironía de las fórmulas clásicas del melodrama, y por supuesto,

de corta duración. Un buen ejemplo de desarrollo del género melodramático en las

condiciones actuales de escucha y consumo radial lo constituye la radionovela

desarrollada por Álvaro González, para Radiónica, titulada «Los detectives de Radiónica»,

en la que no solamente se rinde homenaje a Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño,

una de las novelas más significativas para la literatura de comienzos del siglo XXI, sino que

se proponen homenajes a diferentes realizadores cinematográficos, compositores

musicales y escritores.

Por otra parte, puede decirse que también el melodrama se escenifica en muchos

programas de debate y opinión en los que cada realizador desarrolla al aire un personaje

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que antagoniza con otro, recurso propio de la dramatización, como puede escucharse en

un espacio tan característico de la programación comercial como «Hora 20» de Caracol.

«La banda sonora de nuestra vida»

Por último, en este repaso de lo que la radio ha recibido del siglo XX, vale la pena

detenerse en el cambio más fuerte que ha sufrido el medio en la última mitad del siglo

pasado. Impulsadas por la llegada de la frecuencia modulada, con su mejor calidad sonora,

las emisoras radiales fueron abandonando poco a poco, junto con formatos y géneros

rígidos, los programas, como elemento básico estructural de la carta de programación.

Aunque todavía la inercia cultural nos hable de programas radiales la realidad es que la

mayoría de las emisoras, en la medida en que han entrado en la lógica de buscar nichos de

audiencia, han abandonado la producción de programas para proponer al oyente un

continuo de oferta sonora, con modulaciones en el transcurso de las 24 horas del día, en

las que el énfasis se pone en información o en música.

Esta forma de programar no es nueva. Desde los años 60 en los Estados Unidos de

Norteamérica la inmensa mayoría de responsables de estaciones en frecuencia modulada,

en tanto que se especializaban en programación musical, fueron segmentando su oferta

para proponer mezclas de temas musicales afines. Para describir esta forma de organizar

la sucesión de cortes sonoros se acude a símiles como biorritmo sonoro y crossover, entre

otras denominaciones.

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Esta concepción de lo que debe ser la forma de programar una emisora radial y la función

que cumple desde el punto de vista social, es lo que (Norberg, 1998), un veterano hombre

de radio de Estados Unidos llama una radio que es «la banda sonora de nuestra vida».

Esta analogía, tomada de la producción cinematográfica, otra forma de arte audiovisual

que nace con el siglo pasado y llega a su final con grandes transformaciones, nos invita a

pensar en que lo más importante que deja el siglo XX en cuanto a uso y función de la

radiofonía es la idea de compañía.

Al final de cuentas esa «banda sonora» no tiene que ser siempre musical, no tiene que ser

solo hablada, no se limita a una misma forma de sonido. En el cine la banda sonora se

adapta al desarrollo de una intriga dramática. En la vida cotidiana, el sonido omnipresente

del radio mezclado con toda la inmensa gama de otros sonidos provenientes del entorno

en el que se desarrollan las rutinas diarias, se mezclan para brindar a sus oyentes la

compañía que requieren, en los distintos momentos de la jornada diaria.

Cómo nace el siglo XXI

En cuanto a radiodifusión se refiere, el siglo XXI nace con la expectativa de aprovechar

también en este medio los adelantos de la digitalización. Existe la captura digital de

sonido, el procesamiento y edición digital, y la emisión y transmisión digital. Toda la

cadena completa, desde el punto de vista técnico está digitalizada, esto es, en condiciones

de trabajar con el sonido convertido en datos; solo falta la consolidación de un modelo de

negocio viable y la unificación de un solo protocolo de procesamiento y codificación de la

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señal sonora, para que la etapa de transporte, difusión y recepción puedan darse de

forma digital.

Pero esta presencia tecnológica de lo digital se vive también en la imagen, fija y en

movimiento. Y el mundo de la internet ha hecho lo propio, además, con el texto.

Sin duda el sello del nuevo siglo es lo digital, y la posibilidad de que todo el proceso de

comunicación, y en especial su fase de transporte y difusión, pasen de requerir diferentes

canales para adaptarse a uno solo; por la red digital, todos los contenidos viajan

convertidos en un solo flujo de unos y ceros. De aquí nace el concepto que marcó todo el

nacimiento del nuevo milenio: la convergencia multimedia.

Esto obliga a que se mire la radio no solo como uno de los medios de comunicación

tradicionales (prensa, radio y televisión), sino en el más amplio espectro del consumo

cultural, que incluye necesariamente el cine, el video, la música grabada (en todos sus

diferentes soportes), los conciertos, y por supuesto la combinación casi infinita de todos

ellos, para satisfacer los más variados gustos y formas de disfrute cultural. Y también que

se contextualice esto en el marco del progresivo e irrefrenable proceso de desarrollo de la

individualización, tanto de los consumos como de las posibilidades de ser, además de

oyente, productor, sin la mediación de expertos técnicos ni de andamiajes industriales,

que poco a poco van quedando como reliquias del siglo XX.

Aunque el concepto de convergencia no es propiamente nuevo, sí vale destacar que

empieza a tener plena vigencia y cotidiana presencia con la aparición del paso de los

soportes y canales analógicos a los digitales.


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De hecho, esta atención por la convergencia tecnológica no es nueva en la

literatura académica. Los primeros análisis teóricos sobre la convergencia en los

medios de comunicación, formulados hace casi tres décadas, identificaron en el

elemento tecnológico el principal factor desencadenante de este fenómeno. Por

ejemplo, en Technologies of Freedom (1983), Ithiel de Sola Pool, tras describir las

modalidades de convergencia en los medios, concluía: “La tecnología electrónica

está conduciendo a todos los modos de comunicación a un gran sistema”. En la

misma línea, años más tarde, en su popular libro Being digital (1995), Nicholas

Negroponte atribuía la raíz de todos los cambios contemporáneos en la

comunicación social al paso del soporte analógico al digital, así como a los

procesos de convergencia de medios y contenidos que dicho cambio propiciaba»

(Salaverría y & García Avilés, 2008).

Desde allí se pueden mirar las transformaciones que implica la convergencia digital en la

perspectiva de las dos grandes tendencias que la historia muestra que han aparecido ante

las grandes transformaciones de paradigmas: hay quienes ven en lo nuevo el fin de la

civilización y quienes encuentran allí la superación de todos los males. Tal como lo indicó

pioneramente el semiólogo italiano Umberto Eco. (Eco, 1977, p. 12 y sig). , en el título de

uno de sus textos más conocidos: Apocalípticos e integrados

En lo relacionado con la radio, hay quienes ven en las transformaciones que impone la

convergencia multimedia el fin de una época, para muchos identificada como edad de oro.

En tanto que la radio ya no concita grandes audiencias para unos pocos programas

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educativos y culturales, ven en ello los síntomas inequívocos del fin de la civilización. El fin

de la radio que solo se emite pregrabada, de los grandes y rígidos formatos, de la locución

de voz impostada que interpreta textos previamente escritos, de las grandes producciones

melodramáticas que ponían en escena clásicos de la literatura universal, etc. son para los

apocalípticos, poco menos que los jinetes que anuncian el fin del mundo civilizado.

Pero, en el otro extremo, están quienes ven en esta transformación la llegada de la total y

definitiva democratización no ya de los medios, sino de la vida social toda. Consideran que

la simple aparición de las tecnologías logra transformaciones socioeconómicas que

superarán todos los males de la humanidad.

Entre estas dos actitudes extremas, es preferible ubicarse en el justo medio, tal como lo

expresa W. Russell Neuman (202), cuando plantea que:

«Las fuerzas tecnológicas no determinan la estructura social y los valores culturales, sino

más bien interactúan con ellos […] Por una parte, las tecnologías de información en

desarrollo hacen posible nuevas formas de educación, exploración y participación

pública, por otra, hábitos profundamente arraigados en el uso de los medios, tales como

pasividad y baja atención, limitan ese potencial» (Neuman, 2002, p. 138).

Esto indica que los cambios que se afrontan en cuanto a composición de los hábitos de

consumo (incluyen la escucha, horas, sitios, entre otros factores) y sus consecuentes

cambios en la programación de las emisoras, plantean retos que tienen como base por

una parte los adelantos y cambios tecnológicos, y por otro los hábitos arraigados que el

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siglo XX deja. Hábitos que afectan por igual a oyentes y a productores radiales, así como

las potencialidades del cambio que igualmente están al alcance de unos y otros.

El reto de este comienzo de siglo es justamente ofrecer productos de calidad, que

permitan mantener niveles adecuados de consumo radial, sin desconocer los cambios y

las inercias que afectan al medio en el contexto de la vida social.

La convergencia tecnológica

En «El futuro de la audiencia masiva», el citado Neuman (2002, p. 153), afirma que «La

lógica de la comunicación digital es interconexión» y con esto da la clave para entender lo

que significa la convergencia tecnológica impuesta por la digitalización de las señales

(audio, video, texto). El procesamiento digital se impone porque es más barato, más

rápido y permite superar la pasividad inherente a los equipos analógicos. La codificación

digital permite la manipulación activa de la información, de suerte que, como se vive hoy

en cualquier computador, la máquina puede procesar y manipular activamente la

información mientras la decodifica para que se pueda usar.

Siguiendo el planteamiento de Neuman (2002) «La comunicación digital permite una

mayor fidelidad» pues «las tecnologías digitales pueden detectar y corregir los errores» y

por este camino permiten nuevas formas de interacción entre el usuario y el medio.

Las consecuencias de esto para lo que se conoció en el siglo pasado como radio pueden

verse en la proliferación de producciones sonoras, tanto presentadas en discos compactos

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no disponibles en la red (especialmente en las páginas características de la web 2.03),

originadas por cualquier persona que disponga de un computador y una conexión a

internet.

En la red se encuentran: convergencia, universalidad, interactividad. Está la posibilidad de

acceder simultáneamente a texto, sonido, imágenes fijas y en movimiento, y no solo de

recibir todo esto sino también de producirlo y ponerlo a circular. Las potencialidades de

esto quedan limitadas solo por los costos de acceso a la red y, por supuesto, limitadas por

la propia voluntad del usuario de hacerlo. Es, en este punto, en el que la convergencia

tecnológica debe ser leída sin la mirada apocalíptica de unos pero también con reservas

frente a los resultados democratizadores que genera por el solo hecho de existir.

Los oyentes: de consumidores a productores

Los grandes aparatos industriales propios de los consumos culturales de la segunda mitad

del siglo XX han ido perdiendo terreno frente a los nuevos imperios ligados a lo digital.

En particular la industria fonográfica, que se desarrolló muy ligada a la radio, ha visto que

ya no es la única fuente de referencia ni el único canal de circulación de las nuevas

propuestas musicales. Especialmente desde la invención de la frecuencia modulada (FM),

y gracias a su mejor calidad de sonido, los compositores e intérpretes, lograron grandes

niveles de popularidad y consumos masivos mediante la hábil combinación de discos y

radio. Este consumo, que estaba ligado a la mediación de las grandes casas disqueras,

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«El término, Web 2.0 fue acuñado por O'Reilly (2004) para referirse a una segunda generación en la historia
del desarrollo de tecnología Web basada en comunidades de usuarios y una gama especial de servicios, como
las redes sociales, los blogs, los wikis o las folcsonomías, que fomentan la colaboración y el intercambio ágil
de información entre los usuarios de una comunidad o red social». Wikipedia, artículo Web 2.0

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ahora empieza a ser mediado por nuevas posibilidades presentes en la red. Portales

propios de la web 2.0 (como Myspace, para citar el pionero, ya superado), ofrecen a todos

los que los aprovechan, otras formas de contacto con el público y de paso generan y

aprovechan nuevas formas de consumo. Estas formas antes eran mediadas casi

exclusivamente por la radio. Era en las emisoras musicales en donde se imponían los

éxitos de mercado y se indicaba a los oyentes lo qué valía la pena oír. Como es obvio, lo

que no sonaba en la radio era poco menos que imposible que fuera consumido en

cantidades acordes con los costos de la industria fonográfica.

Ahora la elaboración electrónica y digital del sonido permite que cualquiera pueda grabar

y difundir su música con calidad similar a la de los estudios profesionales, y con alcances

de mercado adecuados a los costos.

Así, ni la industria fonográfica es la que indica quién circula y quién no, y tampoco la radio

es indispensable para que una producción musical sea consumida.

El reto para las emisoras está en dar cabida a todas estas nuevas formas de producción, y

ofrecer al oyente el valor agregado de la capacidad de recopilar, evaluar y contextualizar

una oferta dispersa en la red, con calidades y estilos tan variados y abundantes que son

difíciles de ser seguidos por el consumidor promedio, que no suele estar en condiciones

de dedicar suficiente tiempo para recorrer estos portales y páginas en los que circula la

producción musical actual.

De manera similar sucede con la información noticiosa. Durante todo el siglo XX fueron los

grandes medios informativos, (particularmente los impresos en la primera mitad del siglo)
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y las omnipresentes agencias de noticias, quienes detentaban el monopolio de la selección

y, sobre todo, de la difusión de la información considerada noticiosa. Sin duda la red

socavó en este comienzo de siglo este monopolio. No solo proporcionando información

simultánea con los acontecimientos, algo que ya lograba la radio y luego la televisión, sino

permitiendo que esta información tenga imagen y sonido, así como el testimonio de quien

vivió los acontecimientos y los capturó con su teléfono móvil o una cámara. Eventos como

la caída de las Torres Gemelas de Nueva York, o la ejecución de Sadat Hussein en Irak, y las

torturas de la prisión de Abu Grahib, solo necesitaron de un teléfono celular en el lugar de

los acontecimientos para que todos pudieran tener acceso a ellos y a la vez ayudar a

redifundirlos. Solo 20 años atrás, la revuelta estudiantil china, que culminó con los

llamados acontecimientos de la Plaza de Tian An Men, estuvo a punto de mantenerse en

secreto, si no es por la eventualidad de que un enviado especial de Radio Televisión

Española insistiera en entrar a dicha plaza y contara con la casualidad de que tuviera una

cámara de video a la mano y un acceso al lugar, descuidado por la policía china unos

minutos.

También en este campo a la radio le pone retos la inmediatez y la ubicuidad de los

ciudadanos que informan antes que los medios. De manera similar a lo mencionado en el

caso de la música, los profesionales de la información tienen algunas ventajas como el

monitoreo permanente de la red, y la capacidad de análisis y síntesis. Pero siempre

estarán en competencia con la red, ubicua y permanente.

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La radio: de medio masivo a medio individual

La radio nació como uno de los medios que se beneficiaron de la masificación de la vida

social y a la vez la permitieron. En sus inicios es un medio de consumo masivo pues los

costos de las transmisiones, así como el acceso a la tecnología de recepción exigían

grandes audiencias. Pero estas audiencias masivas han ido poco a poco variando hasta

llegar al consumo individual que hoy permite que cada oyente pueda «programar» su

propia emisora en un teléfono inteligente o una tableta.

En este tránsito entre lo masivo y lo individual está el reto de la radio del siglo 21. Si los

productores no escuchan a los oyentes, si no identifican sus gustos, sus hábitos de

consumo, sus necesidades de información serán incapaces de reinventar nuestras

estaciones para ofrecer un servicio que logre conseguir los mínimos de audiencia que un

medio requiere para justificar su existencia como servicio.

La pregunta que surge hoy es la misma que se plantearon a comienzos del siglo pasado los

radioaficionados que dieron origen a la radio: ¿Quién pagará la producción de un servicio

continuo de producción radial?

Crisis: peligros y oportunidades

Al iniciar el siglo 21, en el marco de los procesos de convergencia mediática, parecieran

entrar en crisis dos elementos, consustanciales a la radio que se hereda del siglo pasado:

la capacidad de mantenerse como una oferta de compañía para los oyentes, y la

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posibilidad de desarrollar un modelo de negocio, acorde con las nuevas dimensiones de

las audiencias.

Las dos características propias del modelo de consumo de radio del siglo XX parecieran

entrar en crisis porque, aunque han superado sucesivos embates de otros medios

competidores, en especial el de la televisión en las décadas del 50 y el 60, al finalizar esta

primera década del siglo 21, la radio enfrenta a un nuevo competidor que aparentemente

entra en la arena de juego subvirtiendo todas las reglas aceptadas. Este nuevo

contendiente es la web.

La radio, la prensa escrita y la televisión compitieron y redistribuyeron sus espacios y

formas de competencia, pero siempre fueron miembros de una misma especie, los

llamados medios electrónicos. La llegada de la web es la entrada en combate de un

competidor perteneciente a una nueva especie, y esto pone en suspenso todas las reglas

del combate, exige diferentes y renovadas estrategias y supone tácticas de combate que

nunca se habían probado.

Acompañar a los oyentes

La radio ha acompañado a los oyentes desarrollando estrategias de programación basadas

en dos grandes frentes: la música y la información. Y esto parece entrar en crisis porque

ahora la red no solo ofrece servicios similares, sino que agrega a la oferta la posibilidad de

que el oyente se convierta en productor.

En la web se encuentran portales, web-radios y podcast que centuplican la oferta que una
estación tradicional de radio podía ofrecer. Para muchos esto representa la primera cara
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de la crisis, el peligro. Ha surgido una competencia que proviene no de otros
competidores de la misma especie sino que ahora cualquiera que disponga de una
conexión de banda ancha, un computador y una colección de música (bajada de la misma
red) puede ofrecer un play list con infinidad de posibilidades. En lo informativo este papel
lo juegan los motores de búsqueda que nos ofrecen infinidad de noticias agregadas por
categorías a gusto del consumidor o los podcast4. En este sentido el peligro es claro pues
aparecen competidores que nos sobrepasan tanto en número como en poder de fuego.
¿Dónde está la oportunidad?

En la capacidad de ofrecer compañía y conversación basada en la vieja necesidad que

todas las comunidades humanas han tenido de escuchar las historias que nos congregan,

desde cuando el hombre prehistórico se congregaba alrededor del fuego, y nos

reconfirman que somos parte de un grupo que se identifica y mantiene unido por una

serie de referentes comunes, generalmente expresados en narraciones que reafirman los

referentes comunes.

La oportunidad surge de conocer bien nuestro oficio de periodistas y ganarse cada día el

derecho que ese grupo de oyentes otorga para que la radio sea el espacio de los

contadores de historias oficiales de la tribu.

Las consecuencias prácticas en el contenido de las emisoras no se hacen esperar: ya no

basta solo con tener un listado de éxitos musicales que rotan al ritmo de las necesidades

de la industria fonográfica, ya no basta con seleccionar una agenda informativa similar a la

de otros. Hay que seguir desarrollando tácticas que permitan enfrentar a los otros

4
«El podcasting consiste en la creación de archivos de sonido (generalmente en formato mp3 o AAC, y en
algunos casos el formato libre ogg) o de video (llamados videocasts o vodcasts) y su distribución mediante un
sistema de sindicación que permita suscribirse y usar un programa que lo descarga de Internet para que el
usuario lo escuche en el momento que quiera, generalmente en un reproductor portátil». Wikipedia (s.f)
artículo Podcasting.

22
competidores de la misma especie (periódicos, revistas y canales de televisión) y

simultáneamente crear la estrategia que permita enfrentar a la competencia de diferente

especie, representada en la red.

En la medida en que se aspire a mantener el lugar de privilegio como contadores de

historias, hay que ser parte de ellas. Ya los oyentes no aceptan ser solo consumidores, hay

que integrarlos como parte de la programación con un papel activo, con posibilidad de

programar y producir las historias que se ponen al aire cada día.

«Conozco a esos plebeyos, soy uno de ellos», dice en alguna canción Joan Manuel Serrat y

esta debe ser la consigna de productores y programadores de radio. Hoy todos,

productores y oyentes están en condiciones de igualdad, en condiciones de contar

historias al aire; unos como profesionales de la radio tienen que demostrar cada día que

son los mejores, pero tienen que estar seguros de que no son los únicos.

La interactividad da a todos posibilidades para ser contadores de historias. En este sentido

cada oyente puede ser productor y programador. Pero la otra cara de esa interactividad

ofrece la posibilidad de conocer directamente a esos oyentes-productores, de identificar

sus gustos y necesidades, de entender día a día cómo evolucionan sus hábitos de consumo

de esas historias que se les proponen.

Para retomar la imagen de la radio «como banda sonora de nuestra vida», habría que

decir que el oficio de los productores de radio es tener en mente esa inmensa película que

se desarrolla fuera del estudio de emisión y componer esa banda sonora al mismo tiempo

23
que la ejecutan en una obra coproducida con los oyentes. En otras palabras hay que

aprender a ser oyentes de los oyentes.

Si lo logra, la radio y sus gestores, estará manejando la tensión inevitable entre la

economía del tiempo y la economía de la atención del oyente. Si se sabe escuchar a los

oyentes y reconocer sus hábitos de consumo, habrá condiciones de alcanzar la meta de

usar bien los recursos para lograr la mayor cantidad de tiempo de escucha, con niveles

aceptables de atención.

En esta línea hay que concluir que la estrategia no consiste en eliminar al contendiente

sino en unirse a él y trabajar para proponerles mejores historias; en trabajar para los

oyentes y con ellos. Esto significa que la oferta infinita de la red no es el enemigo, es el

inmenso océano en el que la radio navega y acompaña a sus oyentes en su travesía

cotidiana (por las ondas hertzianas y por la red).

Un modelo de negocio en transformación

Así las cosas, lo que va surgiendo es un nuevo modelo de negocio en el que al tiempo que

la convergencia digital aumenta los canales disponibles, tanto para profesionales de la

radio como para aficionados (diferenciación que conserva el lenguaje del siglo pasado),

hay que enfrentar la paradoja de que estos canales ofrecerán una menor cantidad de

oyentes disponibles para cada uno.

Esto significa que es necesario responder la pregunta acerca de quién pagará la

producción, emisión y difusión de la programación sonora que circulará por los diferentes

24
canales. Hasta el día de hoy la radio ha mantenido un esquema de financiación copiado

del modelo de la prensa escrita, esto es, la radio se financia con la venta de espacio para la

promoción de consumos comerciales. Y al igual que en los otros negocios mediáticos de la

era analógica, el costo diferencial de esta publicidad que se emite, está basado en el

número de oyentes que cada estación pone a disposición del respectivo anunciante.

Pero como se afirma arriba, el problema del modelo de negocio imperante hasta el

momento, surge cuando cada día hay un mayor número de canales (no solo entendidos

como los tradicionales canales ubicados en el espectro radioeléctrico, sino todos aquellos

que la convergencia abre en la web y en el mundo de los teléfonos móviles), que

atenderán a un número cada vez más pequeño de oyentes para cada uno de dichos

canales.

Para tratar de evaluar esta situación, en el contexto colombiano, aunque sin duda es un

interrogante global, es útil que describamos de forma rápida el modelo radial existente.

En el país existen tres tipos de estaciones radiales, diferenciadas según su programación:

 Radio comercial,
 Radio de interés público, y
 Radio comunitaria.

Según el estatuto radial colombiano, resolución 415 de 2010, estos servicios de

radiodifusión tienen las siguientes características:

25
«Artículo 18. Orientación de la programación. Atendiendo la orientación

general de la programación el Servicio de Radiodifusión Sonora se clasifica en:

a) Radiodifusión sonora comercial. Cuando la programación del servicio está

destinada a la satisfacción de los hábitos y gustos del oyente y el servicio se

presta con ánimo de lucro, sin excluir el propósito educativo, recreativo,

cultural, científico e informativo que orienta el Servicio de Radiodifusión

Sonora en general.

b) Radiodifusión sonora de interés público. Cuando la programación se

orienta, a satisfacer necesidades de comunicación del Estado con los

ciudadanos y comunidades, la defensa de los derechos constitucionales, la

protección del patrimonio cultural y natural de la nación, a fin de procurar el

bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población, sin

ánimo de lucro, a cargo y bajo la titularidad del Estado.

c) Radiodifusión sonora comunitaria. Cuando la programación está orientada

a generar espacios de expresión, información, educación, comunicación,

promoción cultural, formación, debate y concertación que conduzcan al

encuentro entre las diferentes identidades sociales y expresiones culturales

de la comunidad, dentro de un ámbito de integración y solidaridad ciudadana

y, en especial, a la promoción de la democracia, la participación y los derechos

fundamentales de los colombianos que aseguren una convivencia pacífica».

(Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, 2010)

26
Evaluados desde la mirada del modelo de negocio, y recordando que el panorama se

moverá en la línea de mayor número de canales y menor número de consumidores por

cada canal, se puede ver que hasta el momento actual la radio comercial ha encontrado

en la integración horizontal de marketing o de producción el camino para enfrentar esta

situación emergente. La tendencia a nivel mundial ha sido organizar bajo un mismo techo

corporativo la producción de contenidos informativos con el objeto de distribuirlos por los

diferentes canales existentes (prensa escrita, radio, televisión, páginas de internet). La

mayoría de grupos económicos propietarios de medios han incluido en esta integración

los diferentes medios mencionados; la forma de esta integración, en el mundo de la radio,

es lo que la legislación colombiana identifica como cadena radial.

Para la radio de interés público y la comunitaria, el tema del modelo de negocio sigue

siendo algo que poco o ningún interés suscita por parte de sus gestores. En el primer caso

todo lo que se tiene en el estatuto de radio es la prohibición de emitir publicidad bajo la

forma de pauta y le obligación por parte de las entidades concesionarias de garantizar de

su propio presupuesto la sostenibilidad de la estación o estaciones gestionadas. En cuanto

a la radio comunitaria se le permite la comercialización, asimilándola en este punto a la

radio comercial, pero no se tiene en cuenta que justamente estas estaciones llenan

espacios comunicativos en las pequeñas y medianas ciudades que nunca fueron atractivos

para la radio comercial o que poco a poco han sido abandonados pues justamente el

mercado publicitario no permite su rentabilidad. Aunque en los últimos años se han

adjudicado frecuencias de radio comunitaria en las grandes ciudades, no cabe esperar que

27
estas estaciones tengan capacidad de ser competencia comercial para los grupos

económicos propietarios de las grandes cadenas radiales.

Caso excepcional es la Radio Nacional de Colombia que se clasifica como radio de interés

público (y por tanto con prohibición de comercialización) aunque su gestión está a cargo

de una empresa industrial y comercial del Estado, que por definición la obligaría a

competir con otras empresas comerciales en igualdad de condiciones.

Frente a estas condiciones propias de la realidad nacional, el modelo de negocio de la

industria de la radio está empezando a vivir transformaciones que ya se perciben en

síntomas como la inminente salida del aire de un buen número de estaciones

independientes en amplitud modulada debido a los cambios en los hábitos de consumo

que han ido dejando esta modalidad de radio sin grupos masivos de oyentes ya que desde

hace aproximadamente 25 años los jóvenes han ido abandonando la radio en AM, para

ser consumidores preferenciales de la FM, particularmente por la oferta musical, con su

correspondiente dificultad para comercializar en niveles que garanticen rentabilidad. El

último movimiento en esta línea fue la desaparición de la estación am de la Cadena

Todelar, negociada con una iglesia cristiana, que pueden financiar estas estaciones ya que

su economía procede del culto religioso y no de su gestión comercial de la frecuencia.

Otro elemento que indica cambios en el modelo de negocios tradicional en el campo de la

radio, pero también en otros medios, es la globalización de la industria5. La compra de

Caracol Radio por parte del grupo Prisa, de España, alteró el modelo colombiano en el cual

5
Habría que recordar que la radio ha sido el medio de comunicación global por excelencia, desde sus inicios,
gracias a la onda corta. Sin embargo sus contenidos han sido tradicionalmente locales.

28
dos grupos económicos habían sido propietarios de las dos grandes cadenas radiales.

Aunque el grupo Santodomingo, vendedor de Caracol Radio ha regresado a su modelo con

la creación de Blu Radio. La integración vertical de estos grupos permitió que la inversión

publicitaria generara un sistema en el que la rentabilidad de cada estación no dependía de

su potencial de generación de recursos por venta de publicidad, sino que las estaciones se

mantuvieran gracias a la recepción de publicidad de otras empresas del grupo económico,

con lo cual se distorsiona el mercado pues las emisoras de pequeñas ciudades, sin

mercado propio, recibían ingresos por pertenecer a la cadena respectiva.

La llegada del grupo Prisa, grupo económico de medios de comunicación integrado

horizontalmente, ha regresado el modelo a su tendencia global, es decir, la competencia

ya no se da por ingresos cruzados dentro del mismo grupo, sino que retorna a la

capacidad de cada estación radial de generar un mercado publicitario basado en su

potencial de oyentes.

Esta nueva situación de competencia comercial ha mostrado cómo la tendencia de la radio

comercial en el mundo es a la concentración de emisoras en las grandes ciudades y el

abandono de las pequeñas poblaciones. Situación que genera una redistribución del

mercado de oyentes, con la revalorización de los contenidos locales, que en las pequeñas

ciudades serán mercado disponible para las emisoras comunitarias.

Mirando a más largo plazo, se presenta una oportunidad para las emisoras de interés

público, que pueden invertir en programación de calidad sin la urgencia de esperar un

retorno económico inmediato. Situación que también les da ventajas frente a las emisoras

29
comerciales que solo pueden mantenerse competitivas gracias a mercados de oyentes de

gran volumen.

Así la situación tanto global como nacional, es de esperar que en la próxima década el

mercado de radio, así como el de los medios en general, vean llegar la globalización, no

solo en los cambios del modelo de negocios, sino en las consecuencias de la digitalización

y los cambios acelerados de hábitos de consumo de medios que ella trae consigo.

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Managua, Nicaragua: Nueva Nicaragua.

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