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Parte General1
1. – Carácter Público
En Derecho Público, las normas de dicho orden son eminentemente
irrenunciables e inmodificables
El carácter público del Derecho penal se manifiesta en un doble sentido. En primer
lugar, sólo el legislador (y por tanto el Estado) es el facultado para consagrar el carácter
delictivo de una conducta y establecer la pena aplicable a quien la ejecuta, lo que viene a
explicar la irrenunciabilidad e inmodificabilidad de sus normas. En segundo lugar, es público
porque la función de realizarlo pertenece exclusivamente a órganos del poder público
(tribunales, instituciones penitenciarias, etc.)
Las pena solo debe emplearse cuando el ataque al bien jurídico no puede sancionarse
de manera apropiada acudiendo a los medios con los que disponen las otras ramas del
ordenamiento jurídico. Básicamente cuando las sanciones administrativas o civiles son
insuficientes, entonces el Estado debe acudir al Derecho penal.
El Derecho Penal debe ser la Última Ratio para reprimir los delitos.
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El presente trabajo está construido tomando como base distintos apuntes, manuales y
tratados de Derecho penal y se encuentra dirigido exclusivamente a los estudiantes de la
parte general de la asignatura. En ningún momento intenta constituirse en un estudio
profundo ni detallado de los temas que se exigen en el programa de ella, sino sólo en una
guía que iluminará tenuemente los pasos de sus cursando en el oscuro camino del Derecho
penal. De este modo, resulta imprescindible que los estudiantes profundicen sus contenidos y
atiendan a las explicaciones de clases. Además, sobre algunos puntos que no han merecido
demasiado debate, se realiza una remisión a los manuales de los profesores CURY Y
POLITOFF.
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3. - Carácter fragmentario.
4. – Carácter personalísimo
El Derecho penal es personalísimo en dos sentidos. En primer lugar, ello significa que
la pena o medida de seguridad sólo pueden imponerse al que ha participado en el hecho
punible, y no deben afectar a terceros, cualquiera sea el género de relaciones que tengan con
él (matrimoniales, parentales, hereditarias, etc.) En segundo lugar, que es también en ese
sujeto en quien deben ejecutarse, quien debe sufrir sus efectos (no se cumple condena por
representación).
4.1) Excepciones
a) Las penas pecuniarias (art. 93 Nº 1). Los herederos deben cumplirlas aunque el
condenado hubiere fallecido. ¿Es justo que los herederos carguen con los errores de sus
antepasados?
b) El caso de las personas jurídicas. Éste será una excepción según la teoría que se adopte
en cuanto a la naturaleza de ellas.
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propia, distinta de la de sus integrantes, deberá concluirse que sí son capaces de cometer
delitos y de ser castigados por ellos.
Como bien señala el profesor CURY, un Derecho penal es de actos cuando lo que en él
se castiga son las conductas ejecutadas por el sujeto, con prescindencia de las características
personales de éste. Así, se castiga el homicidio, la violación, etc.
Por su parte, sostiene que estaremos frente a un Derecho penal de autor, cuando lo
que se castiga son características personales o modos de vida del autor, prescindiendo, en
parte, de los hechos por él cometidos. Así, se configuran tipos de hechores tales como los
homicidas, violadores, los delincuentes peligrosos, etc.
Mientras el primero goza de objetividad, el segundo de subjetividad.
Ambos aspectos deben ser tratados con sumo cuidado a la hora de tipificar delitos,
pues si bien es cierto no es lo mismo matar por hambre que por dinero, no es menos cierto
que los sistemas que han utilizado un Derecho penal de autor han terminado por condenar
opiniones simplemente divergentes con las del propio sistema. Como bien señala CURY, ¡A fin
de cuentas, las personalidades desagradables son incómodas, pero constituyen también una
advertencia!
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En nuestra legislación, prima la idea de tener un Derecho penal de actos y no de actor.
Sin embargo, existen algunas normas que sí se detienen, a veces positivamente y otras no
tanto, en la personalidad de los sujetos que intervienen en la conducta delictiva.
Así, por ejemplo, ocurre con la agravante de reincidencia (¿Es justo castigar por un
delito cuya pena ya se cumplió? ¿no se trata en definitiva de castigar a un sujeto
“peligroso”…?) o con las atenuantes de irreprochable conducta anterior.
En definitiva en nuestra legislación se castigan los hechos punibles en la
medida que los mismos han sido cometidos por acción o por omisión.
1.- Denominación
En este sentido, para otros, más correcta era aquélla que lo identificaba como un
“Derecho de las consecuencias jurídico-penales”.
Es por esto, y por algunas razones de orden histórico (como por ejemplo el hecho de
que antiguamente los códigos penales no contaban con las medidas de seguridad como una
consecuencia jurídica del delito), que la doctrina ha optado por mantener la denominación
“Derecho penal”.
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2.- Derecho penal y control social. El Derecho penal sustantivo, el Derecho penal adjetivo y el
Derecho de ejecución de penas
Como bien señala el profesor español MUÑOZ CONDE hablar de Derecho penal, de una
forma u otra, es hablar de violencia. La mayoría de los casos de los que se ocupa el Derecho
penal son hechos tremendamente violentos. Violaciones, homicidios, secuestros, robos con
violencia, son “pan de cada día” en los Tribunales de Justicia de cualquier país del mundo.
Pero las cárceles, los manicomios y las suspensiones o inhabilitaciones de derechos, son
también hechos violentos que se supone vienen a solucionar los problemas de violencia
anteriormente enunciados. Tan violento es secuestrar a una persona como encerrarla en una
cárcel por un periodo de tiempo más o menos prolongado.
La diferencia que encuentra el Derecho penal, en ese sentido, radica en que se trata
de un sistema de control social absolutamente formalizado, donde no se da espacio a la
espontaneidad o a la creatividad de la reacción penal. Previamente al hecho que reviste
caracteres de delito, existe un tribunal llamado a juzgarlo, una ley que establece que la
conducta es efectivamente un delito y otra ley que establece expresamente cuál es el castigo
que se debe imponer al ejecutor del hecho respectivo.
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propias que dan lugar a disciplinas jurídicas separadas (Derecho penal y Derecho procesal
penal).
Pues bien, el estudio de las normas, de las conductas que las infringen y de las
sanciones aplicables a las mismas constituye el Derecho penal material o simplemente
Derecho penal. Se tratan, en este aspecto, todos los elementos de fondo que configuran esta
disciplina jurídica.
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pueden concebirse el uno sin el otro. El Derecho procesal penal sirve para la realización del
Derecho penal en la realidad. Sin él, el Derecho penal sería un simple objeto decorativo, sin
eficacia alguna. Pero también el Derecho procesal penal necesita que el Derecho penal le
suministre el objeto que tiene que investigar y las consecuencias sancionatorias que tiene
que imponer.
En igual sentido, aunque muy discutible, existe aún un tercer ámbito del
Derecho penal: el derecho de ejecución de penas.
3.- Derecho penal formal (conducta, pena y/o medida de seguridad) y Derecho penal material
(¿por qué una determinada conducta traerá como consecuencia una pena o una medida de
seguridad?)
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prohibiciones (pues eso lo hacen también múltiples preceptos civiles o administrativos), sino
porque esa infracción es sancionada mediante penas o medidas de seguridad (en los
sistemas llamados de doble vía, en contraposición a los sistemas de única vía o monistas, los
cuales sólo conocen penas o medidas).
En este sentido, nuestra literatura ha definido al Derecho penal como “aquel conjunto
de normas que regulan la potestad punitiva del Estado, asociando a ciertos hechos,
legalmente determinados, una pena o una medida de seguridad o corrección como
consecuencia, con el objeto de asegurar el respeto por los valores elementales sobre los
cuales descansa la convivencia humana pacífica” (CURY).
En opinión del profesor POLITOFF, tal definición, se hace merecedora de una fuerte
crítica.
El considerar como fin del Derecho penal “el aseguramiento del respeto de los valores
elementales sobre los cuales descansa la convivencia humana pacífica”, se corresponde con
la “fuerza formadora de moralidad” que, según WELZEL, debe tener el Derecho penal. Para
este autor, la principal función del Derecho penal no se encuentra compuesta por la
protección de bienes jurídicos (vida, libertad, integridad física, etc.), sino más bien por la de
garantizar una permanente actitud positiva de los ciudadanos frente a los valores impuestos
por el Estado en un determinado momento histórico, de tal forma que más que castigar un
resultado efectivamente dañoso, lo que debe penar esta rama del Derecho es la
exteriorización de una voluntad malévola o rebelde hacia el ordenamiento jurídico.
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Pero esto no es lo peor. Actualmente, existe en la doctrina penal mundial, una fuerte
tendencia a revivir, con otras palabras un tanto más sofisticadas, las mismas ideas que
imperaron en la Alemania Nazi hace más de 60 años atrás: GÜNTER JAKOBS, principal
discípulo de WELZEL, (y varios autores españoles tales como POLAINO NAVARRETE y SILVA
SÁNCHEZ), basándose en las teorías sistémicas elaboradas por el sociólogo Niclas Luhman y
en la teoría de la pena defendida por HEGEL, sostiene que la misión más importante del
Derecho penal, lejos de proteger bienes jurídicos, se encuentra constituida por la de
restablecer el imperio de la norma. Volveremos sobre estos puntos y polémica más adelante.
El profesor ROXIN, estima que WELZEL no estaba del todo equivocado, sino que más
bien ha sido mal entendido. En efecto, el hecho de que para WELZEL la misión principal del
Derecho penal fuera la de “asegurar la vigencia de los valores del acto éticosociales positivos,
como el respeto a la vida, etc.”, no significa un Derecho penal de la actitud interna de los
sujetos, pues WELZEL no pretende imponer cualquier actitud interna positiva por medio del
Derecho penal, sino sólo el respeto de los bienes jurídicos protegidos por el Código penal y
el respeto de las normas. Lo que ocurre es que WELZEL confunde los medios con los fines. El
fin no es el respeto a la norma, es evitar que bienes jurídicos se lesionen. El respeto a la
norma, es el medio a través del cual se lograría el fin de protección de bienes jurídicos.
Por su parte, el profesor POLITOFF define al Derecho penal “como aquel conjunto de
normas jurídicas que asocian a un hecho determinado (el delito) una determinada pena y/o
medida de seguridad como su consecuencia”.
En similar sentido se plantea el profesor alemán CLAUS ROXIN cuando define al Derecho
penal como aquél “compuesto de la suma de todos los preceptos que regulan los
presupuestos o consecuencias de una conducta conminada con una pena o con una medida
de seguridad y corrección”.
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Cuando nos referimos al Derecho penal material, queremos pronunciarnos respecto del
por qué la realización de sólo ciertas conductas acarrearán la consecuencia jurídica
consistente en una pena o en una medida de seguridad, cuestión que nos conducirá,
necesariamente, al tema relativo a las funciones que se encuentra llamado a cumplir el
Derecho penal, tanto en cuanto a la protección de bienes jurídicos como en lo concerniente a
su función de motivación.
Entonces, ¿por qué el legislador escoge sólo ciertas conductas para tipificarlas en los
códigos penales?
Pues bien, el legislador penal, escoge sólo ciertas conductas para su tipificación,
debido a que son ellas las que se traducen o significan una lesión o puesta en peligro de las
condiciones básicas que deben existir para que las personas puedan desarrollarse y
autorrealizarse en Sociedad.
A la norma penal, igual que a las demás normas jurídicas, le incumbe una función
eminentemente protectora. La diferencia entre la norma penal y las demás normas jurídicas
en esta materia radica en la especial gravedad de los medios empleados por la norma penal
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para cumplir esta misión y en que sólo interviene o debe intervenir en los casos de ataques
muy graves a la convivencia pacífica en la comunidad.
Pero ¿qué protege el Derecho penal? A esta pregunta responden casi de modo
unánime los penalistas: el Derecho penal protege bienes jurídicos.
En este sentido, el bien jurídico ha sido teorizado desde diferentes direcciones. Así,
desde un punto de vista de la naturaleza del bien jurídico se puede distinguir entre una
dirección trascendental y otra inmanente. Dentro de la dirección trascendental, se puede a su
vez diferenciar entre el punto de vista iusnaturalista y el político criminal. El primero, con el
cual nace el concepto de bien jurídico, fue planteado por primera vez por BIRNBAUM en la
primera mitad del siglo XIX, señalando que el Estado con el delito protegía determinados
objetos que surgían de la naturaleza de las cosas, como era la vida, el honor, la salud, etc. El
de política criminal, sustentado por VON LISZT, señala que los bienes jurídicos surgen de la
vida social y que por tanto al Derecho sólo le cabe reconocer estos intereses que aparecen
para el individuo en su actividad social (en otras palabras, para ambas direcciones
trascendentes los bienes jurídicos surgen más allá del Derecho, la tarea de éste es sólo
reconocerlos).
Ahora bien, en relación a su titular, también se puede hablar de dos orientaciones. Una
es aquella que hace residir la titularidad de los bienes jurídicos exclusivamente en el Estado
(BINDING Y ROCCO). Una exageración de lo esta posición fue la sostenida por la ESCUELA DE
KIEL, la que suprime el concepto de bien jurídico, ya que lo único que importa es el Estado y
por tanto el delito, el injusto, hay que construirlo en torno al deber de fidelidad respecto del
Estado y a su infracción (traición). El otro planteamiento es el de VON LISZT, para el cual el
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titular de los bienes jurídicos es el individuo considerado socialmente; los intereses surgen de
la vida social en torno a él.
Esto se puede conectar con la concepción del Estado como titular; si él es el único
titular, quiere decir que él es el que los fija, lo que hace por medio de la norma, luego
también o el concepto de bien jurídico sobra, pues basta con la desobediencia a la norma,
con lo cual se afecta al Estado, o se llega a un círculo vicioso en el cual siempre hay que
volver al Estado para saber lo que es el bien jurídico protegido.
b.1.1.) La lesión de un bien jurídico opera, o debe operar, como presupuesto de punibilidad
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En términos generales, la doctrina ha partido de la base de que el Derecho penal sólo
tiene que asegurar determinados bienes previamente dados, como la vida, la salud, etc. De
esta aseveración se ha deducido la exigencia de una sustancial restricción de la punibilidad en
un doble sentido.
Así, por ejemplo, ocurrió cuando el legislador penal decidió descriminalizar la sodomía
consentida entre adultos.
Debe tenerse presente, que incluso en los actuales códigos penales, es posible
constatar la existencia de conductas que pueden estar tipificadas en razón de meras
inmoralidades. Así sucede, también a modo de ejemplo, con el artículo 373 del actual Código
penal chileno, el cual sanciona a aquel que “de cualquier modo ofendiere el pudor o las
buenas costumbres”. En todo caso, el actual anteproyecto de Código penal, elimina esta
figura.
El segundo campo temático en el que podría operar el dogma del bien jurídico se
refiere a la delimitación entre hechos punibles y contravenciones o infracciones
administrativas.
A pesar de estas evoluciones la cuestión teórica del concepto de Derecho penal sigue
sin estar clara, pues hasta ahora no se ha logrado precisar el concepto de bien jurídico de
modo que pudiera ofrecer una delimitación jurídicamente fundada y satisfactoria por su
contenido.
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Administración de justicia, cuya lesión también merece indiscutiblemente una pena desde la
perspectiva de un concepto material de delito. Pero en segundo lugar, se plantea la cuestión
de por qué por ejemplo no se puede considerar también las concepciones morales
dominantes como un bien jurídico colectivo, o, si eso parece demasiado impreciso, por qué
no se podría basar la punibilidad de la homosexualidad en un bien jurídico constituido por la
estructura heterosexual de las relaciones sexuales.
Tales reflexiones podrían conducir a entender por bien jurídico una forma sintética de
pensamiento respecto del sentido y fin de las concretas normas de Derecho penal. Se
trataría, entonces, simplemente de averiguar la razón de la ley, el por qué la respectiva
norma fue creada, para encontrar el bien que protege la norma.
Esta apreciación nos llevaría a sostener que todas las normas tienen un bien jurídico,
pues si el legislador las dicta, por alguna razón es.
b.1.1.3) La derivación del bien jurídico de la Constitución (la tesis de CLAUS ROXIN)
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dadas o finalidades que son útiles para el individuo y su libre desarrollo en el
marco de un sistema social global estructurado sobre la base de esa concepción
de los fines o para el funcionamiento del propio sistema . Esta definición, al atender a
circunstancias dadas y finalidades en vez de a intereses de modo general, quiere expresar
que este concepto de bien jurídico abarca tanto los estados previamente hallados por el
Dercho penal como los deberes de cumplimiento de normas creados por el mismo, o sea que
no se limita a la primera alternativa. De tal concepto, que le viene previamente dado al
legislador penal, pero no es previo a la Constitución, se pueden derivar una seria de tesis
concretas:
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Así, la punición de relaciones homosexuales u otras consideradas inmorales,
mantenidas entre adultos, sólo restringe la libertad del individuo, pero además no sólo es
superflua, sino incluso nociva para la capacidad funcional del sistema social, por crear
conflictos sociales innecesarios al estigmatizar a personas socialmente integradas. La
exclusión de las meras inmoralidades del campo del Derecho penal no significa que tampoco
se puedan proteger penalmente en su caso “sentimientos” y similares. Actos como la
sustracción de restos cadavéricos o las acciones sexuales en público efectivamente pueden
provocar una perturbación de la paz pública, sin la cual tampoco puede existir un sistema
social liberal, cuestión que falta en las inmoralidades realizadas de común acuerdo y en
privado.
Las definiciones expuestas hasta ahora son de tipo normativo, pero no estáticas.
Dentro del marco de las finalidades constitucionales (o del ordenamiento jurídico en palabras
de BUSTOS RAMÍREZ) tales definiciones se encuentran abiertas al cambio social y a los
progresos del conocimiento científico.
Así, por ejemplo, la punición del artículo 373 del actual Código penal es lícita porque
las mismas ponen en peligro la paz pública. Pero sin con el transcurso del tiempo se
impusiera entre la población la opinión de que tales conductas sólo suponen un síntoma de
perturbación psíquica no peligrosas para la colectividad, su punición ya no estaría justificada,
sino para impedir meras inmoralidades.
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MUÑOZ CONDE sostiene que la determinación de los bines jurídicos a proteger supone
una valoración que, como tal, está condicionada históricamente. Los valores que en cada
época determinada el legislador somete a tutela penal, dependen no solamente de las
necesidades sociales concretas, sino también, y quizás en primera línea, de las concepciones
morales dominantes en la sociedad.
Ahora bien, esta realidad, continúa el autor, indiscutible lleva a considerar también
como bien jurídico los intereses del grupo o clase dominante que no tienen un valor
fundamental para los restantes miembros de la comunidad. Se trata aquí, asevera, de una
perversión del concepto de bien jurídico.
La elevación a la categoría de bien jurídico, es decir, de valor respetable y que hay que
respetar, de determinadas ventajas e intereses en beneficio de unos pocos y en perjuicio de
la mayoría es una forma evidente de mantener el status, de reaccionar frente a todo lo que
signifique progreso y de conservar a toda costa la actual situación. De este modo se abusa
del Derecho penal como sistema de represión en defensa de algunas minorías dominantes,
castigando, por ejemplo, los ataques a la propiedad con la misma o mayor pena que los
ataques a la vida…
Entre estos procesos se encuentra el Derecho. El Derecho penal como parte de ese
Derecho, ejerce un fuerte influjo en la motivación humana; pues, como elementos
pertenecientes al mundo circundante del individuo son interiorizados o internalizados por él y
cooperan en la formación de su conciencia.
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El principal medio de coacción jurídica, la pena, sirve, pues, para motivar
comportamientos en los individuos. La norma penal cumple, por tanto, esa función
motivadora que señalábamos al principio, amenazando con una pena la realización de
determinados comportamientos considerados por las autoridades de una sociedad como no
deseables.
Ahora bien, dentro del control social, la norma penal ocupa un rol secundario,
puramente confirmador y asegurador de otras instancias mucho más sutiles y eficaces, de tal
forma que sería inimaginable considerarlo completamente desconectado de las demás
instancias de control social (familia, escuela, etc.).
Paradójicamente las normas penales por sí solas son demasiado débiles para mantener
el sistema de valores sobre el que descansa una sociedad. En este sentido, por más que se
encuentre prohibido el aborto o el consumo indiscriminado de drogas, ya sabemos qué es lo
que ocurre realmente…
La única fuente inmediata y directa del Derecho penal es la ley propiamente tal, esto
es, aquella que se ha dictado conforme a las exigencias materiales y formales de la CPR. Se
diferencia en este sentido con el Derecho anglosajón, construido en gran parte sobre
precedentes judiciales, que constituyen fuentes jurídicas situadas al mismo nivel que la ley.
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El requisito de que la ley sea escrita (de acuerdo al principio de legalidad que a
continuación detallaremos) excluye el derecho consuetudinario como fuente de punibilidad,
pero ello no significa negar a la costumbre un cierto modesto valor como fuente mediata, no
ya para imponer penas, sino para contribuir a la determinación del sentido y alcance de
determinados conceptos, más o menos vagos, contenidos en la descripción legal de un delito
(por ejemplo, “hechos de grave escándalo y trascendencia”, del artículo 373 del CP).
En este sentido puede considerarse también como fuente mediata el “espíritu general
de la legislación”, en cuanto puede servir de base a la interpretación de la ley, con arreglo al
artículo 24 del CC, pero ni ella, ni la costumbre son fuentes directas e inmediatas, aptas para
crear delitos o imponer penas.
Cabe tener presente al respecto lo señalado por el profesor POLITOFF cuando sostiene
que si bien es cierto que el Derecho consuetudinario no juega un papel destacado como
fuente (puramente mediata) del Derecho penal, no es menos cierto que merece
consideración especial la relación de éste con un derecho natural concreto (esto es,
independiente de determinadas concepciones religiosas, pero subordinado al valor jurídico,
por encima de cualquier ley, de los derechos fundamentales y de la dignidad de la persona),
sin el cual, el problema de la ley injusta sería dogmáticamente inabordable. Un buen ejemplo
de ello es la interrogación respecto de si podía considerarse legal la orden de Hitler sobre
exterminio de la raza judía…
Tampoco se constituyen en fuente del Derecho penal (ni siquiera mediata) los DFL,
toda vez que, según el artículo 61 de la CPR de 1980 autoriza al Congreso para delegar
facultades legislativas en el Presidente de la República, siempre que no se extienda a
“materias comprendidas en las garantías constitucionales”, entre las que se contiene el
principio de legalidad o reserva (con razón se ha impugnado la constitucionalidad del hurto
de energía eléctrica establecido en el DFL Nº 1 de 1982 en su artículo 137).
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Menos son fuente (al menos legítima) del Derecho penal los DL, sin embargo, la
pretensión de hacer un examen legislativo conjunto de todos ellos descartando que
estuvieran en contradicción con los pilares democráticos de una transición, resulta una
solución impracticable (como bien recuerda el señalado profesor, no hay que olvidar que
nuestra actual CPR fue promulgada por un DL…). Es por esto que se ha optado por mantener
tales regulaciones, procurando, por medio de reformas, que pierdan su connotación original
producto de un régimen de fuerza.
Por mucho que una conducta sea absolutamente nociva para la sociedad y por tanto
reveladora de necesidad de pena, el Estado sólo podrá tomarla como motivo de sanciones
jurídico penales si antes lo ha advertido expresamente en la ley.
2.2.a) Breve reseña sobre la historia y vigencia internacional del principio de legalidad
En los casos en que la conducta no estaba “nominada” por una norma, era posible
aplicar criterios de analogía para su incriminación; por su parte, en los casos en que la pena
era la que no estaba nominada o descrita, era posible aplicar un sistema de sanciones basado
exclusivamente en la costumbre.
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Fue con las ideas liberales de la Ilustración que se dio comienzo a un proceso de
limitación del poder estatal, alcanzándose su imposición por primera vez en el año 1776 en
las Constituciones de algunos Estados federales de Norteamérica (Virginia, Maryland).
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Un fundamento en el que hoy se basa el principio de legalidad reside en un postulado
central del liberalismo político: la exigencia de vinculación del ejecutivo y del poder judicial a
las leyes formuladas de modo abstracto.
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Actualmente es frecuente considerar superada la teoría de la coacción psicológica y
por tanto también la fundamentación del principio de legalidad derivada de ella. Pero con ello
se desconoce que, si se complementa la idea de la intimidación con el aspecto positivo de la
prevención general la fundamentación del principio desde la teoría de la pena resulta más
actual que nunca. En efecto, si la conminación e imposición de las penas también contribuye
sustancialmente a estabilizar la fidelidad al Derecho de la población y en muchos casos a
construir la predisposición a comportarse conforme a las normas, ello sólo es posible si hay
una clara fijación legal de la conducta punible.
La mayor parte de la doctrina estima que tres son las consecuencias más importantes
de este principio. Sin embargo, y debido al estado actual de la cuestión, hemos de considerar
que éstas son cuatro, de las cuales sus dos primeras se dirigen al juez y las dos ultimas al
legislador, a saber:
2.2.c.1) Nullum crimen, nulla poena sine lege stricta: La prohibición de analogía
Como bien señala el profesor ROXIN, analogía es trasladar una regla jurídica a otro
caso no regulado en la ley por la vía del argumento de la semejanza (de los casos). Se
distingue entre analogía legal y analogía jurídica, según que la regla jurídica que se va a
trasladar proceda de un precepto concreto (analogía legal) o de una idea jurídica (principios o
conceptos) que se desprenda de varios preceptos o del ordenamiento jurídico en su conjunto
(analogía jurídica). Dicha argumentación por analogía, que en otros campos del derecho es
uno de los métodos usuales de interpretación, en el Derecho penal, y en virtud del principio
de legalidad, se encuentra prohibida en la medida en que opere en perjuicio del reo. Es así
como suele distinguirse entre analogía in bonam partem y en malam partem; mientras la
primera se encuentra permitida, la segunda no. En todo caso, cabe tener presente que esta
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argumentación en nuestro Derecho es sólo doctrinaria (al menos en lo que concierne a
Derecho penal), haciéndose necesaria una disposición legal expresa que regule tales casos,
como ocurre en la mayoría de los países de nuestro entorno cultural.
2.2.c.2) Nullum crimen, nulla poena sine lege scripta: La prohibición de la costumbre para
fundamentar y agravar la pena
Ello en atención de que sólo se pueden establecer delitos y penas mediante una ley,
sin perjuicio de los casos antes mencionados (fuente mediata del Derecho penal, la
costumbre indígena).
2.2.c.3) Nullum crimen, nulla poena sine lege praevia: la prohibición de retroactividad
2.2.c.4) Nullum crimen, nulla poena sine lege certa: La prohibición de leyes penales y penas
indeterminadas
Por ejemplo, no podría establecerse un tipo penal que “castigara todo acto contrario al
bien común”, precisamente porque no se indica con exactitud la pena que recibiría tal
conducta ni tampoco aquello en que consiste la conducta.
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El Catedrático de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, Francisco MUÑOZ CONDE,
advierte aún la existencia de otra consecuencia: la prohibición de castigar un mismo
hecho más de una vez. Este principio, que ni en España ni en Chile encuentra una
fundamentación constitucional expresa, sí puede derivarse, deducirse, de otras normas de
carácter penal y en definitiva del principio de legalidad.
En el caso chileno, el artículo sobre el cual descansa dicho principio, y que por lo
mismo encuentra una aplicación de carácter más general, es el 63:
“No producen el efecto de aumentar la pena las circunstancias agravantes que por sí
mismas constituyen un delito especialmente penado por la ley, o que ésta haya expresado al
describirlo y penarlo
Tampoco lo producen aquellas circunstancias agravantes de tal manera inherentes al
delito que sin la concurrencia de ellas no puede cometerse”
Ahora bien, como veníamos diciendo, el citado profesor vincula dicho principio con el
de legalidad penal en el siguiente sentido: ¿qué ocurre si un mismo hecho
aparentemente puede ser regulado por dos normas distintas? Si en atención del
principio non bis in idem hemos de elegir tan solo a una de ellas, la elección que se
tome estará sujeta a cuál de las conductas es la que mejor se ajusta a la descripción llevada
a cabo por las respectivas normas, cuestión que en definitiva tiene que ver con el principio de
legalidad (la norma que mejor describe sería la que regule el hecho).
¿Y la reincidencia?
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LUIGI FERRAJOLI, sostiene que el principio que caracteriza específicamente a un
sistema garantista de derechos es el de estricta legalidad. Señala al respecto que es posible
percibir dos caras en dicho principio: la de mera legalidad y la de estricta legalidad.
Mientras la primera se limita a exigir la ley como condición necesaria de la pena y el delito, la
segunda exige todas las demás garantías como condiciones necesarias de la legalidad penal
(nulla lex poenalis sine necessitate, sine iniuria, sine actione, sine culpa, sine iudicio, sine
acusatione, sine probatione, sine defensione).
De esta forma, sólo estaremos frente a una norma penal que cumpla con el principio
de legalidad en la medida en que aquella sea necesaria, proteja bienes jurídicos, se
fundamente en una acción (conducta) culpable, comprobable por medio de un juicio, con
acusaciones, pruebas y derecho a defensa.
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a) El Derecho penal objetivo
De esta manera, prácticamente todo lo visto hasta el momento, tiene que ver con el
Derecho penal objetivo, es decir, con el delito y sus consecuencias jurídicas.
Ahora bien, como hemos dicho, el Derecho penal objetivo es definido, en resumidas
cuentas, como un conjunto de normas jurídicas; pero ¿qué es una norma jurídica penal?
Una parte de esas normas precisamente se refiere a las conductas que más
gravemente atacan a la convivencia humana y que por eso mismo son sancionadas con el
medio más duro del cual dispone el aparato represivo del poder estatal: la pena.
a.1.1) Estructura
Como toda norma jurídica la norma penal consta de un supuesto de hecho y de una
consecuencia jurídica. La diferencia entre la norma penal y las demás normas jurídicas radica
en que en la norma penal el supuesto de hecho lo constituye un delito y la consecuencia
jurídica una pena y/o una medida de seguridad.
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Prototipo de una norma penal lo constituye el artículo 395 del Código penal: “El que
maliciosamente castrare a otro será castigado con presidio mayor en sus grados mínimo a
medio”.
Pero no debe confundirse norma penal completa con artículo del Código penal.
Normalmente pueden coincidir, pero otras veces el supuesto de hecho y la consecuencia
jurídica se encuentran repartidos en diferentes artículos del Código.
Cuando los artículos entre los que se reparte el supuesto de hecho y la consecuencia
jurídica están en inmediata conexión, dentro de la misma sección o capítulo, tampoco hay
dificultad en considerar también estos casos como normas penales completas. Ej. Artículo
432 en relación con el artículo 436 del Código Penal.
Sin embargo, no siempre lo anterior está tan claro. Muchas veces para completar
el supuesto de hecho o la consecuencia jurídica hay que acudir a distintos
artículos del Código que no están en inmediata conexión o, incluso, a una norma jurídica
de carácter extrapenal. Esto plantea dos problemas: el de las normas penales
incompletas y el de las normas penales en blanco.
Son aquellos preceptos que sólo tienen sentido como complemento o aclaración del
supuesto de hecho o la consecuencia jurídica de una norma penal completa.
Ejemplo de este tipo de normas son las causas de exclusión de responsabilidad penal
recogidas en el artículo 10 de nuestro Código o el artículo 21 del mismo cuerpo
legal.
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En todo caso, el nombre de normas le viene un poco ancho a este tipo de preceptos,
ya que desde el momento en que tales no cuentan con un supuesto de hecho ni con una
consecuencia jurídica no pueden ser consideradas como normas jurídico penales en sentido
estricto.
En el Código penal (en adelante Cp), pero también en la mayoría de las leyes penales,
es el propio legislador el que describe la conducta merecedora de pena: “El que mate a otro…
será penado con presidio mayor en sus grados mínimo a medio”.
Pero también puede suceder que sólo se establezca una determinada amenaza penal,
dejando la precisión, el contenido de la conducta conminada con esa pena, a una norma
distinta (de rango superior, igual o inferior).
En términos generales, es posible definir ley penal en blanco como aquella cuyo
supuesto de hecho se configura por remisión a una norma distinta (el hecho de que
esta norma distinta sea de carácter penal o no es objeto de discusión en la doctrina. Sin
embargo, consideramos que la adopción de una u otra postura poco aporta a lo que
realmente interesa en este ámbito).
29
El profesor CURY las define como aquellas que determinan la sanción u omisión a la
que bajo determinados presupuestos se impondrá, pero abandona la precisión de estos
últimos a una norma distinta (me parece que quiso decir acción en vez de sanción).
Las primeras, es decir, las leyes penales en blanco propiamente tales, han sido
definidas como aquellas que remiten la determinación de la materia de la prohibición a una
norma de rango inferior, generalmente un reglamento u otra disposición normativa emanada
de la autoridad administrativa (ejemplos: art. 318, 256, 272, 288, etc.)
Por su parte, las segundas, o leyes penales en blanco impropias, han sido definidas
como aquellas cuyo complemento se halla contenido en una ley distinta, pero de igual o
superior jerarquía.
Los problemas que suscitan las leyes penales en blanco, en general, pueden ser
vistos desde dos perspectivas, ambas relacionadas con el principio de legalidad.
¿Qué sucedería cuando el complemento se encontrare en otra ley menos exigente que
las penales en cuanto a la descripción rigurosa de la conducta?
¿Qué ocurriría si después de dictarse una norma penal en blanco propia la normativa
reglamentaria no se dictara o se derogare?
¿Cómo es posible conciliar las leyes penales en blanco propias con el principio de legalidad si
aquéllas entregan a una norma inferior el complemento de las conductas típicas?
30
estos casos. (Además, los sistemas de interpretación usados en Derecho penal son distintos y
generalmente más exigentes que los contenidos en otros cuerpos legales, cuestión que
también podría traer consigo algunos problemas de aplicación de la ley penal en blanco).
De una parte, se sostiene que se trataría de un problema más aparente que real, toda
vez que el contenido del concepto complementario se incorpora al de la ley penal en blanco,
adquiriendo su mismo rango y calidad, de tal forma que el principio se mantendría a salvo.
Por otra, se sostiene que el razonamiento anteriormente expuesto no hace más que
infringir lo que es el principio de legalidad en su esencia. En efecto, dicho principio tiene por
objeto principal asegurar que los ciudadanos sepan, con precisión y claridad, cuáles son las
conductas que traen aparejada una pena. Para que dicho cometido sea efectivo, la ley debe
proporcionar los antecedentes necesario sobre lo que es mandado o prohibido, pues sólo de
este modo el ciudadano estará enterado de lo que puede hacer o de lo que no. En este
sentido, el principio de legalidad impone al legislador la obligación de describir en la ley los
rasgos esenciales de la conducta prohibida. Naturalmente, esto puede lograrse remitiéndose
a otros textos legales, incluso de jerarquía inferior, pero siempre que ellos satisfagan los
requisitos indispensables para dar certeza a los destinatarios respecto de lo que está
impuesto o vedado.
De la lectura de este artículo, incluso es posible deducir que las leyes penales en
blanco propias se encuentran directamente prohibidas por el legislador, de tal forma que
cualquier remisión que se haga a una norma de carácter inferior, debería ser declarada
inconstitucional.
Sin embargo, como hemos dicho, los fundamentos que encuentran las leyes penales
en blanco no dejan de ser razonables, de tal manera que, al decir de algunos autores, es
preciso enfatizar las exigencias que deben dirigirse a esta clase de normas, si se quiere
preservar su constitucionalidad.
31
a.1.1.b.1) La ley penal en blanco tiene que describir inmediatamente la acción u omisión
que bajo ciertos presupuestos puede llegar a ser sancionada con una pena, abandonando a
la disposición complementaria sólo la precisión de las condiciones en que ello
ocurrirá.
a.1.1.b.2) Cuando la ley en blanco se remite a una norma legislativa de inferior jerarquía,
debe determinar por sí misma la sanción aplicable.
a.1.1.b.3) Las normas complementarias de la ley penal en blanco deben recibir una publicidad
semejante a la de ésta, aun cuando se encuentren consagradas en un instrumento legislativo
de jerarquía inferior que, en otras circunstancias, no estaría sometido a ese trámite.
a.1.2) Vigencia
32
En este ámbito estudiaremos tres grandes temas.
¿Desde una perspectiva internacional en qué casos Chile tiene poder punitivo? Nos
referiremos en este sentido a las normas de Derecho penal internacional, en contraposición al
Derecho internacional penal, el cual forma parte del Derecho internacional y que tiene por
objetivo crear tipos penales internacionales (ejemplo, crímenes de guerra, de lesa
humanidad, etc.) y proveer a su castigo (como el Tribunal militar de Nuremberg, etc.).
1) Principios básicos
a) El principio de Territorialidad
“la ley penal chilena es obligatoria para todos los habitantes de la república, incluso los
extranjeros”
Es decir, la ley penal chilena debe aplicarse a cualquiera que cometa un delito en
nuestro territorio, sea cual fuera la nacionalidad del autor, de la víctima o de los bienes o
derechos afectados por el delito.
33
¿Y si el caso fuera una estafa cometida en Chile entre un boliviano y un argentino
respecto de unos bienes de este último que al momento del delito se encontraban en
España?
El territorio de Chile es el espacio de tierra, mar y aire sujeto a la soberanía del Estado.
Según el artículo 593 del CC debe distinguirse el Mar adyacente (o territorial) del
espacio marítimo llamado Zona contigua. Mientras el primero se extiende hasta la distancia
de 12 millas marinas desde las respectivas líneas de base, el segundo se extiende hasta la
distancia de 24 millas marinas medidas de la misma manera. De acuerdo a gran parte de la
doctrina el Estado tiene jurisdicción respecto de la zona contigua para conocer de los delitos
que el artículo 593 del CC señala, a saber: infracciones a las leyes aduaneras, fiscales, de
inmigración y sanitarias.
Por medio de éste la ley penal chilena sigue, en principio, al buque cuya bandera lleva.
Se trata de una ficción en virtud de la cual la ley de un país sigue rigiendo los hechos que se
cometan (por chilenos o extranjeros) a bordo de la embarcación que enarbola el pabellón del
país respectivo, cuando ella se encuentra en alta mar (artículo 6 COT).
34
De esta manera, quedan sometidos a la jurisdicción chilena todos los delitos cometidos
a bordo de un buque chileno en alta mar, por pasajeros, miembros de la tripulación,
visitantes ocasionales, etc., cualquiera que sea su nacionalidad.
35
La distinción precedente rige también respecto de las aeronaves.
Si se trata de aeronaves privadas que vuelan sobre el espacio aéreo de otro Estado,
éste tiene la facultad de regir el acto. De ahí que la doctrina moderna haya desarrollado el
criterio de mantener la ley de la bandera, salvo cuando el delito lesiona los intereses
del país que sobrevuela.
Por otra parte, las leyes penales chilenas son también aplicables a delitos cometidos a
bordo de una aeronave extranjera que sobrevuele un espacio aéreo no sometido a la
jurisdicción chilena, siempre que la aeronave aterrice en territorio chileno y que tales
delitos afecten al interés nacional (aquí no es el principio de territorialidad el que se
aplica, sino el de real o defensa y principio de universalidad, los que más adelante veremos).
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a.3) La extraterritorialidad de la ley penal
Tales situaciones están reguladas por los artículos 6 del CP, 6 del COT, 3 del CJM, 106
del CP, 1 de la ley Nº 5478 y en algunas disposiciones de la ley de seguridad del Estado.
Dichas reglas son expresión de los siguientes principios:
Por su parte, por medio del principio de personalidad pasiva, el país al que pertenece
la víctima del delito tiene jurisdicción para perseguir el delito cometido en el extranjero (se
funda en la sospechas que tienen los Estados con respecto a la protección que el país le
entregaría a la víctima).
En nuestro país la aplicación de dicho principio es tan solo relativa, reduciéndose a tres
casos:
37
Artículo 1 de la Ley Nº 5478: el chileno que, dentro del país o en el exterior, prestare
servicios de orden militar a un Estado extranjero que se encuentre comprometido en una
guerra respecto de la cual Chile se hubiese declarado neutra, sufrirá las penas…
Artículo 4, letra g, de la Ley Nº 12927 sobre seguridad del Estado que castiga a los
chilenos que, concentrándose fuera del país, divulgaren en el exterior noticias o
informaciones tendenciosas o falsas destinadas a destruir el régimen republicano y
democrático de gobierno, o a perturbar el orden constitucional…
Se suma aún un tercer caso, pero que mezcla ambos principios (personalidad activa y
pasiva). Artículo 6 Nº 6 del COT, mediante el cual la ley penal chilena es aplicable respecto
de los crímenes y simples delitos cometidos por chilenos contra chilenos si el culpable regresa
a Chile sin haber sido juzgado por la autoridad del país en que delinquió. Así, si el delito es
cometido por un extranjero o si la víctima no es chilena nuestra ley penal no es aplicable.
Lo decisivo en todos estos casos es el interés público que se quiere preservar, sin que
tenga relevancia la nacionalidad del hechos o el lugar de perpetración.
La ley chilena se refiere a estos casos en los artículos 6 del COT Nºs. 1, 2 y 5, y el 3
Nºs. 2 y 3 del CJM (los casos son taxativos).
38
Tales casos pueden estar en nuestra propia ley o en los tratados internacionales
celebrados con otros países.
Ahora bien, en este sentido pueden darse algunas situaciones necesarias de destacar.
Si el delito perseguido es también delito en Chile, no hay problema, pues éste lo podría
perseguir. Sin embargo, ¿qué ocurre si el delito no lo es en Chile? En este caso, debe
aplicarse el principio de legalidad. ¿Y si el delito no tiene un “equivalente” en la legislación
nacional, por su nomenclatura o extensión, pero se corresponde con algunos delitos
comunes, como el homicidio calificado, las lesiones o el secuestro, es posible que sea
perseguido en Chile? Sí, porque en Chile tales figuras efectivamente existen en la ley, de tal
forma que no se vulneraría el principio de legalidad penal.
Según algunos, hay que estarse al lugar en que el imputado dio comienzo a la
ejecución de su conducta (teoría de la actividad).
Y si quien estaba contratado en Iquique para cuidar a un niño decide dar un paseo por
Tacna producto de lo cual dicho niño muere de hambre ¿resulta lógico que conozca Perú tal
caso?
39
Sin embargo, y si el profesor envía desde Portugal Pastéis de Belém envenenados y
antes de que ustedes los coman yo me muero ¿deberíamos entender que el delito fue
cometido por un muerto?
En primer lugar, cabe mencionar que en Chile no existe norma expresa que regule esta
materia (como efectivamente ocurre en Alemania).
40
2.1) Aplicación interna de la ley penal extranjera
De esta manera, si Argentina establece por medio de una ley que consumir cerveza es
un delito, dicha ley sólo podrá aplicarse en Chile en la medida en que también exista una ley
que sancione dicha conducta.
¿Qué ocurre si un chileno es condenado en Francia por traficar droga? ¿Es posible que
dicho nacional pueda cumplir su condena en Chile a pesar de que la sentencia haya sido
dictada por un juez francés?
3) La extradición
La extradición es el acto por el cual un Estado entrega a una persona a otro Estado
que lo reclama para juzgarlo penalmente o para ejecutar una pena ya impuesta.
La extradición se llama activa si se considera desde el punto de vista del Estado que
pide la entrega (Estado requirente) y pasiva si se la contempla desde el punto de vista del
Estado al que se solicita la entrega (Estado requerido).
41
La punibilidad del hecho incriminado
Nos referimos aquí al principio de la doble incriminación, es decir, a que el hecho por
el cual se solicita la extradición sea delito tanto en el Estado requirente como en el requerido.
¿Y si el delito no es exactamente el mismo pero podría aplicarse otra figura
analógicamente?
En principio Chile no está llamado a amparar instituciones de otro país. Sin embargo,
en atención del principio de universalidad, Chile debería aplicar la extradición en estos casos
(POLITOFF).
Según el art. 431 del CPP la pena mínima que debe tener asignado el delito para que
proceda la extradición activa es aquella que exceda de un año de privación de libertad (un
año y un día en adelante). En opinión del profesor POLITOFF, como en Chile la escala de
penas no contempla la división superior o inferior a un año, debe entenderse que esta
disposición sólo puede referirse a las penas de presidio o reclusión menor en su grado medio
o superior. En nuestra opinión, tal apreciación no es del todo correcta, pues, de ser así, no se
justificaría la disposición expresa que en este sentido estampó el legislador, ni la inclusión de
aquellos casos cuya duración de pena es de 541 días (¿analogía in malam partem?), ni la
correcta aplicación del principio de universalidad…
42
En lo concerniente a la extradición pasiva, el propio art. 440 dispone que para que
aquélla proceda es necesario que el delito tenga una pena asignada superior a un año
(nótese que la redacción de esta norma es más clara que la anterior).
Las razones que se aducen para ello, al decir de POLITOFF, tienen que ver con las
circunstancias de que los delincuentes políticos a menudo están impulsados por idealismo y
su actuación es expresión de la resistencia contra regímenes injustos o al menos contra
sistemas que contrastan con las convicciones del hechor. Generalmente, mientras el
delincuente común persigue con frecuencia objetivos que conciernen sólo a su interés, el
delincuente político se determina la mayor de las veces por altruismo.
Desde un punto de vista subjetivo, puede definirse un delito político atendiendo a los
móviles que llevaron al hechor para querer cambiar el régimen de su país. Desde un criterio
objetivo, hay que estarse a si el interés tutelado concierne a la organización institucional de
un país.
En Chile es fácil reconocer algunos delitos políticos puros (todos los del libro II título
II), pero el problema aquí es el tratamiento de los delitos conexos a ellos.
Así, ¿qué ocurre con el hurto de armas que una banda realiza con el fin de alzarse
frente al gobierno legalmente constituido?
En relación con estos hechos conexos la tendencia moderna es incluirlos en una noción
relativa y más amplia de delito político, para la cual lo esencial es el motivo político.
43
sentido, es que aún no existe una respuesta certera al respecto. Nuestra jurisprudencia ha
considerado que aunque algunos delitos patrimoniales, como la extorsión y el robo con
violencia, tuvieren motivos políticos, es necesario entenderlos como delitos comunes,
haciendo posible por tanto la extradición en este tipo de casos.
La razón viene dada por la desconfianza que los Estados tienen frente al tratamiento
judicial que el imputado nacional recibiría en otro Estado. Sin embargo, actualmente, y sobre
todo a raíz de políticas de cooperación internacional, los Estados tienden a confiar más entre
sí.
El art. 345 del CB dispone que los Estados contratantes no están obligados a entregar
a sus nacionales”, pero cuando nieguen su extradición estarán obligados a juzgarlos. En Chile
no existe una ley interna sobre este punto y el criterio predominante es favorable a la
extradición del nacional.
Por último, sólo cabe señalar, que la extradición procede respecto del autor, de los
cómplices y de los encubridores.
Desde el punto de vista de la sanción, los requisitos que ella debe cumplir son los
siguientes:
44
2.- La amnistía concedida en el Estado requerido después de la ejecución del
hecho no obsta a la extradición (art. 360 del CB). Debe ponerse atención aquí en aquello
que significa en el fondo la amnistía. Ésta, aunque se confiera después de consumado el
delito, implica una revalorización del hecho, de tal forma que, en el caso de permitirse la
extradición, se estaría vulnerando el principio de la doble incriminación (piénsese en el delito
de no presentarse al servicio militar…). En la práctica, los Estados acostumbran negar la
entrega cuando, de conformidad con su ordenamiento jurídico, la responsabilidad penal se ha
extinguido.
Estudiar artículos 431 y siguientes del Código Procesal Penal. (VER Y ESTUDIAR)
45
fuera mencionado en la solicitud de extradición ni hacerle cumplir condenas diferentes de
aquella que se invocó como fundamento para pedir la entrega, salvo que se solicite una
nueva extradición en razón de esos delitos.
De acuerdo con el art. 381 del CB la extradición produce efecto de cosa juzgada, ya
que negada la extradición de una persona, no se puede volver a solicitar por el mismo delito.
La ley vigente al momento de la comisión del delito determina si una persona debe ser
castigada y cuál debiera ser la pena aplicable al respecto. Esto se constituye en un derecho
humano fundamental, contenido entre otros textos internacionales, en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, en la Declaración Americana de Derechos y Deberes del
Hombre, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas, y
en el Pacto de San José de Costa Rica. A nivel nacional, tal principio se encuentra consagrado
en el artículo 19 Nº 3 inc. 7 de la CPR y en el artículo 18 del CP. Y de manera implícita en el
artículo 1 del mismo código.
Este principio, cabe destacar, se aplica tanto en materia penal como procesal penal, de
acuerdo a lo establecido en el artículo 11 del CPP.
46
Tanto el precepto constitucional como el CP establecen una excepción a la
irretroactividad de la ley penal, cuando ella es más favorable al reo.
La nueva ley puede ser más favorable según distintas circunstancias. Así, si ella exime
de responsabilidad al autor, si rebaja el marco penal, si rebaja el tiempo de prescripción, es
posible deducir que se trata de una ley más favorable al reo.
Sin embargo, decidir qué ley es más favorable, en determinados casos no es tan fácil.
¿Qué pena es más benigna si se remplaza una privativa de libertad de poco tiempo por una
de extrañamiento prolongado o por una multa de suma bastante elevada? ( Art 34 Cp) No
cabe dar una fórmula general y abstracta para decidir cuál es más benigna, es el propio juez
el que deberá decidir tal cuestión, en atención al contenido total de sus consecuencias.
¿Es posible entonces tomar de cada ley su parte buena? De acuerdo a la mayor parte
de la doctrina la respuesta es negativa, debido a que de esta manera se estaría aplicando una
tercera ley inexistente.
47
Se llama ley intermedia a aquella promulgada después de que el hecho se hubiere
ejecutado pero antes de que se pronuncie sentencia de término.
¿Debe aplicarse esa ley más favorable al procesado, a pesar de que ella no regía
cuando el hecho se cometió pero tampoco cuando la sentencia debía pronunciarse?
Casi unánimemente en nuestra doctrina se estima que la ley intermedia más favorable,
aunque hubiere sido derogada antes de que se pronuncie sentencia de término, debe ser
aplicada. Se argumenta que el art. 18 del CP se limita a exigir que la ley más favorable se
haya promulgado después de cometido el delito y antes de que se pronuncie sentencia de
término, sin referirse a la extensión de su vigencia. Se añade que no puede perjudicarse
al reo por la lentitud de los procesos judiciales (la jurisprudencia, durante los últimos
años, ha estimado lo contrario…).
Una vez terminada la vigencia de estas leyes, todo vuelve a su estado anterior.
¿Si la sentencia se pronuncia al recuperar su vigencia la ley primitiva (más benévola)
debe ajustarse a ella el juzgamiento?
La doctrina está dividida. Mientras algunos fundamentan que de aplicarse la ley más
benigna el ciudadano perdería el respeto por la ley temporal o excepcional debido a que en
definitiva sería juzgado por la ley primitiva, añadiendo que el art. 18 del CP supone la
promulgación de una ley más favorable y no sencillamente la aplicación de una ley antigua
revivida, otros estiman que una vez transcurrido el plazo de vigencia, la ley ya no responde a
las necesidades sociales y de interés general que el legislador tuvo en vista para dictarla,
convirtiéndose en inútil la pena, y además que una interpretación analógica en bonam partem
sería suficiente para descartar la importancia del argumento literal.
48
En Chile, sin una regulación expresa al respecto, se ha sostenido que el fundamento
de la ley más favorable dice relación con un revaloración del hecho, mientras que el de las
leyes temporales o excepcionales se basa en un cambio de las circunstancias que la
motivaron, pero no en una revalorización del hecho, el cual, de mantenerse las
circunstancias, tendría la misma valoración.
Sin embargo, no debe olvidarse que mantener esta interpretación se puede prestar
también para excesos, pudiéndose llegar a juzgar hechos bajo el amparo de la ley más
severa cuando ya ésta no se justifica, a pesar de seguir plenamente vigente. Debe tenerse en
cuenta lo sucedido después de terminada la segunda guerra mundial, cuando los tribunales
de guerra siguieron aplicando la pena de muerte a pesar de que ya no existía fundamento
alguno que la justificara…
Además, es poco probable que un individuo se arriesgue a cometer las conductas que
se encuentren descritas en las leyes excepcionales con el pensamiento de que después será
mejor tratado por el sistema penal… Tanta confianza es peligrosa. No se pude legitimar una
ley penal tomando como base la severidad de su sanción.
Nosotros, siguiendo las ideas de CURY, hemos de entender que las medidas de
seguridad deben encontrarse limitadas por el efecto de irretroactividad de las leyes, debido a
que, en la mayoría de los casos, importan una intromisión coactiva en la libertad del
individuo. Y esto no sólo es verdad respecto de las que son fundamentalmente aseguradoras,
sino también de las que persiguen resocializar al afectado (como por ejemplo intentó hacerlo
MEZGER con su proyecto de extraños a la comunidad).
Para efectos de determinar qué ley es la que rige un hecho, se hace necesario saber
cuál es el momento preciso en que éste se ha ejecutado (esto también adquiere importancia
para determinar la prescripción y respecto de algunos casos de participación criminal).
49
En lo delitos formales, es decir, aquellos que se realizan con una acción o una
omisión, sin que sea necesaria la producción de un resultado, el momento en que se ejecutan
viene dado por la materialización de la voluntad del hechor de realizar la conducta punible
prevista en la ley: es el momento de la ejecución de la acción prohibida (delito de acción) o
aquel en que debió ejecutar la acción debida (delito de omisión). En definitiva, con la
realización del último acto de ejecución.
Por ejemplo, si se trata de un delito de falso testimonio, la ley que regirá el acto será
aquélla que se encontrare vigente al momento en que el autor estaba mintiendo.
En los delitos continuados, estos son, el conjunto de actos individuales (cada uno
de ellos con carácter delictivo si se les mira por separado) que componen una sola acción, el
tempus delicti ocurre desde el primer acto parcial, de tal forma que habrá que aplicar la ley
mas favorable de entre las que han estado vigentes durante la realización de la serie.
50
posterioridad a la apropiación de la camisa, deberá estarse a ésta el juzgamiento de todos los
actos.
En todo caso, nos parece más simple y acertada la propuesta de CURY, quien sostiene
que respecto de los delitos continuados, permanentes y habituales (todos compuestos por
una pluralidad de actos vinculados en unidad jurídica) debe aplicarse la ley más favorable de
entre las que hayan estado vigentes durante la realización de la serie.
1) El principio de inviolabilidad
Según el art. 58 de la CPR, “los diputados y senadores sólo son inviolables por las
opiniones que manifiesten y los votos que emitan en el desempeño de sus cargos, en
51
sesiones de sala o de comisión”. Su objeto es la protección de la libertad parlamentaria de
expresión y voto.
Se trata de una exclusión personal de la pena, de tal forma que de cometerse un acto
ilícito se mantendría la punibilidad respecto de los partícipes no amparados por el privilegio
(no se comunica).
El art. 76 de la CPR, tras establecer, en su inciso primero, que “los jueces son
personalmente responsables por los delitos de cohecho, falta de observancia en materia
substancial de las leyes que reglan el procedimiento, de negación y torcida administración de
justicia y, en general, de toda prevaricación en que incurran en el desempeño de sus
funciones”, añade, en el inciso segundo, respecto de los miembros de la Corte Suprema, que
“la ley determinará los casos y el modo de hacer efectiva esta responsabilidad”. Por su parte,
el art. 324 del COT, en cambio, dispone que tal disposición “no es aplicable a los miembros
de la Corte Suprema en lo relativo a la falta de observancia de las leyes que reglan el
procedimiento ni en cuanto a la denegación ni a la torcida administración de justicia”. Como
señala CURY, esto equivale a establecer para dichos magistrados una auténtica inmunidad en
relación con los delitos aludidos, que son prácticamente todos los mencionados por la
disposición constitucional, con excepción del cohecho.
La mencionada Corte ha estimado que en este caso existiría una suerte de infalibilidad
convencional (se supone que la Corte Suprema es infalible…) por no existir un tribunal que
pudiera resolver la posible infracción de ley (no existe un tribunal que pueda juzgar a la Corte
Suprema)… Sin embargo, y como bien señala Politoff, no se trata de juzgar al Tribunal como
cuerpo, sino sólo a alguno de sus miembros, cuestión regulada por los art. 51, 64 y 218 del
COT.
52
diplomáticos acreditados. Según el artículo 5 del COT estas personas quedan exceptuadas de
la facultad de los tribunales de conocer de los asuntos criminales.
La ley penal chilena no es aplicable a los Jefes de Estado extranjero que se encuentren
de visita en el territorio nacional. Según algunos autores esta limitación sólo debería operar
en caso de visitas oficiales, pero el CB, que es el que regula la materia, no distingue al
respecto, de tal modo que incluso quedan cubiertas por ella las visitas de incógnito que
realicen.
De conformidad con el art. 297 del CB, gozan de una exención semejante a la anterior,
los diplomáticos de dichos Estados, “así como sus empleados extranjeros y las personas de
las familias de los primeros, que vivan en su compañía” (también lo dispone la Convención de
Viena sobre Relaciones Diplomáticas, promulgada por decreto 666, y publicada en el DO de 4
de marzo de 1968).
a.1.3) Interpretación Ley Penal (remitirse a lo visto en clases y libro Enrique Cury Parte
General)
53
b) Derecho penal subjetivo
Cuando nos referimos al Derecho penal subjetivo, nos referimos a la facultad que tiene
el Estado de establecer delitos y penas.
Dicha facultad, se justifica, como hemos dicho, por la necesidad que tiene toda
sociedad de convivir en paz, mediante la protección de bienes jurídicos.
Más que posible, como bien afirma ROXIN, es un deber de todo Estado de Derecho
proteger al individuo no sólo mediante el Derecho penal, sino también del Derecho penal. El
ordenamiento jurídico no sólo ha de disponer de métodos y medios adecuados para la
prevención del delito, sino que también ha de imponer límites al empleo de la potestad
punitiva, para que el ciudadano no quede desprotegido y a merced de una intervención
arbitraria o excesiva del Estado Leviatán.
54
Los límites que tradicionalmente se estudian son los siguientes:
El Derecho penal sólo debe intervenir en los casos de atentados más graves a los
bienes jurídicos más importantes. Las perturbaciones más leves del orden jurídico son objeto
de otras ramas del ordenamiento jurídico (carácter subsidiario).
55
atribución a su autor de un resultado imprevisible, reduciendo las formas de imputación de
un resultado al dolo, a la imprudencia, o a una combinación de ambas.
Otra de las limitaciones que encuentra el Derecho penal subjetivo dice relación con la
necesidad de pena, es decir, con la necesidad de aplicar una pena en la medida en que
la conducta sea lesiva de bienes jurídicos.
7.- Fronteras del Derecho penal. Relación con otras ramas del ordenamiento jurídico
(remitirse a Manual de Derecho penal de CURY)
8.- La Ciencia del Derecho penal (remitirse a Manual de Derecho penal de CURY)
9.- Evolución histórica del Derecho penal chileno (remitirse a manual de Derecho penal de
POLITOFF)
2
El presente punto se corresponde casi en su totalidad con una guía elaborada por el
profesor para los cursos de postgrado de la Universidad Federal de Juiz de Fora, Brasil.
56
Según bien ha indicado el profesor Juan BUSTOS RAMÍREZ, durante las últimas tres
décadas se ha producido una transformación radical en la teoría del sistema penal; mientras
en toda la primera mitad de este siglo y parte de la segunda la preocupación se centró en
una discusión ontológica o categorial respecto a la teoría del delito, en el último tiempo el
debate se ha centrado en torno a las teorías de la pena. El delito ya no surge de una
determinada categoría como la causalidad o la finalidad, sino a partir de una
determinada concepción de la pena y en definitiva entonces del poder y el control.
De esta forma, así como es posible decir que las consecuencias jurídicas del delito se
encuentran constituidas por la pena y la medida de seguridad, también es posible afirmar que
aquello que entendemos por “delito” es consecuencia de la respectiva finalidad que le
otorguemos a la pena o a la medida de seguridad. Así, si entendemos que el fin de la
pena es la “realización de la justicia”, podríamos concluir que el delito una “injusticia”; o si la
respuesta penal es el “tratamiento”, el delito una “enfermedad”; o si ella es la “inocuización”,
el delito la definición de algo “peligroso”.
Es por esto que resulta de suma importancia descubrir cuál es la finalidad que
actualmente y para ciertos delincuentes encuentra la pena, pues sólo de esta manera
lograremos obtener una definición determinada de delito y con ello, en su conjunto, del
paradigma penal imperante.
II
57
Mientras hablar de los fines de la pena significa hacernos cargo de sus usos
normativos (de su deber ser), aludir a las funciones implica ocuparnos de sus usos
descriptivos (de su ser).
De este modo, cuando hablamos sobre los objetivos ético-filosóficos que ella debería
alcanzar, como si debe prevenir general o espacialmente los delitos, intimidar o inocuizar,
confirmar la vigencia de la norma o reeducar al condenado, nos estamos haciendo cargo de
sus fines y no de sus funciones.
Por el contrario, cuando nos referimos a las cuestiones históricas o sociológicas sobre
la función que de hecho ella cumple, como si estigmatiza, aísla o neutraliza, nos estamos
ocupando de sus funciones y no de sus fines.
Naturalmente, todo lo dicho debe entenderse sin perjuicio de la crítica que es posible
dirigir desde la praxis hacia los usos normativos, pues, lo contrario, significaría considerar a
las teorías de le pena como un mero asunto académico, cuestión que de ningún modo podría
contribuir a un Derecho penal mejor con una fudamentación real.
III
Dejando de lado las variadas perspectivas con que han sido abordadas las teorías de
la pena (que en poco o nada influyen en cuanto al fondo del asunto), y a título de efectuar
un repaso general respecto de su evolución, diremos que ellas han sido objeto de dos
grandes clasificaciones, que giran en torno a la clásica pregunta: ¿Punnitur quia pecatum est
aut ne peccetur? (¿se castiga porque se ha pecado o para que no se peque?).
De una parte, nos encontramos con las conocidas “teorías absolutas”, las que, como su
nombre lo indica, “desvinculan” el fin del efecto social de la pena (lat. absolutus =
desvinculado), castigando, entonces, al que ha pecado porque ha pecado. De otra, nos
encontramos con las llamadas “teorías relativas”, las cuales, como el mismo nombre sugiere,
pretenden que la pena se “refiera a” alguna cosa (relativo viene del lat. referre = referirse a),
58
procediéndose al castigo, ya no porque se ha pecado, sino más bien para que no se vuelva a
pecar.
Una de las formulaciones más consistentes de las ideas retributivas procede de KANT,
según el cual “el derecho de castigar es el derecho que tiene el soberano de afectar
dolorosamente al súbdito por causa de trasgresión de la ley”. “La pena jurídica… no puede
nunca aplicarse como un simple medio de procurar otro bien, ni aun en beneficio del culpable
o de la sociedad, sino que debe siempre serlo contra el culpable por la sola razón de que ha
delinquido. “La ley penal es un imperativo categórico, y desdichado aquél que se arrastra por
el tortuoso sendero del eudemonismo, para encontrar algo que, por la ventaja que se puede
sacar, descargase al culpable” (Principios metafísicos de la doctrina del derecho). Sobre estos
presupuestos, KANT llega lógicamente a la solución de su célebre ejemplo muchas veces
repetido: “Si la sociedad civil llega a disolverse por el consentimiento de todos sus miembros,
como si, por ejemplo, un pueblo que habitase en una isla decidiera abandonarla y
dispersarse, el último asesino detenido en prisión debería ser muerto antes de esta
disolución, a fin de que cada uno sufriese la pena de su crimen, y que el crimen de homicidio
no recayese sobre el pueblo que descuidase el imponer este castigo, porque entonces podría
ser considerado como cómplice de esta violación pública de la justicia”.
59
Esta idea de la retribución tan depurada es chocante, porque resulta ajena a las
exigencias de la realidad. Empujado por su razonamiento, KANT concluye deslizándose, sin
repugnancia, hasta el talión, que pueda dar determinadamente la cualidad y la cantidad de la
pena.
Algo parecido ocurre con HEGEL, según el cual, en sus “líneas fundamentales de la
filosofía del derecho”, la pena es la expresión de la voluntad general, representada por el
ordenamiento jurídico, y tiene como finalidad negar la voluntad especial del delincuente que
se ha manifestado en la infracción del derecho (“la anulación del delito es retribución en
cuanto ésta es, conceptualmente, una lesión de la lesión”). De este modo, se restablece la
vigencia de la ley, demostrando la inutilidad del delito. Materialmente, se distingue de KANT
sobre todo en que sustituye el principio del Talión por la idea de equivalencia de delito y
pena, imponiéndose en esta forma la teoría de la retribución durante los siguientes 150 años.
1.- En primer lugar, si ha de entenderse que el Derecho penal tiene por función la protección
subsidiaria de bienes jurídicos, el fin de la pena estatal debe referirse también a ella, cuestión
que ciertamente no ocurre con las teorías absolutas.
2.- En segundo lugar, tal teoría presupone aceptado que el hombre se autodetermina, que es
libre, pues sólo sobre esa base es posible dirigirle un reproche y hacerlo responsable por su
hecho.
3.- También desde un punto de vista político social es cuestionable, precisamente porque no
puede reparar los daños que existen en los procesos de socialización, que a menudo se
constituyen en la causa de la delincuencia.
60
Por su parte, en cuanto a las teorías relativas, es posible reconocer las de prevención
especial, de un lado, y las de prevención general, de otro.
Su portavoz fue Franz VON LISZT, para el cual la prevención especial puede actuar de
tres formas: asegurando a la comunidad frente a los delincuentes, mediante el encierro de
éstos; intimidando al autor, mediante la pena, para que no cometa futuros delitos; y
preservándole de la reincidencia mediante su corrección. Conforme a esto, en su “Programa
de Marburgo” expone un tratamiento de los delincuentes, diferenciado según el tipo de autor:
la inocuización del delincuente habitual de quien no se puede conseguir que desista ni que
mejore (prevención especial negativa); la intimidación del mero delincuente ocasional; y la
corrección (resocialización o socialización) del autor corregible (prevención especial positiva).
No obstante, y a pesar de guardar armonía con los fines del Derecho penal, esta teoría
también ha sido objeto de críticas:
2.- Así como la teoría de la retribución postula la libertad del hombre, la de la prevención
especial arranca de un presupuesto determinista tan improbable como aquél.
3.- Además se le critica la consideración relativa a que con qué derecho el Estado puede
pretender educar y tratar a los ciudadanos adultos.
4.- Por otra parte, dicha teoría no sabe qué hacer con los autores que no se encuentran
necesitados de resocialización, como ocurriría no sólo con los autores de delitos imprudentes
u ocasionales, sino también con personas que han cometido delitos graves, pero en los que
no existe peligro de reincidencia porque el hecho se cometió en una situación de conflicto
irrepetible, o cuando las distintas circunstancias temporales hacen imposible su nueva
61
comisión. Piénsese por ejemplo en aquel autor que se especializa en cometer delitos de robo
con escalamiento pero que en su último atraco queda completamente invalido, o en el castigo
de los delincuentes violentos de alguna dictadura que hoy son completamente inofensivos.
5.- Y por último, también se ha criticado su falta de eficacia, y no sólo eso, sino también su
capacidad de generar más delincuencia, que incluso fue reconocido por el propio LISZT, al
sostener que: “La probabilidad de que alguien cometa un crimen, es mayor si fue condenado
anteriormente que si no lo fue; La probabilidad de que alguien cometa un crimen crece con el
número de los antecedentes penales sufridos; La probabilidad de que un excarcelado cometa
de inmediato un nuevo crimen crece con la duración de las penas cumplidas; Si un joven o ya
adulto delincuente comete un delito y le dejamos en libertad, hay menos probabilidades de
que vuelva a delinquir que si le castigamos”.
La teoría de la prevención general, por su parte, también estima que el fin de la pena
se encuentra constituido por la prevención de los delitos, pero no ya desde una perspectiva
dirigida especialmente al autor sino generalmente a la comunidad.
El primer aspecto fue desarrollado por FEUERBACH, quien se imaginaba el alma del
delincuente como un campo de batalla entre los motivos que inducen al autor a cometer un
delito y aquellos que le inducen a no cometerlo. Ante tal situación, estimaba, era necesario
provocar en la psique del indeciso unas sensaciones de desagrado que fueran capaces de
provocar en él una abstención en la comisión.
1.- Desde un punto de vista práctico se le imputa el fracaso histórico de la pena como
disuasiva. Ni los castigos más atroces han sido capaces de intimidar al delincuente, quien,
más allá de sentirse amenazado por la magnitud de la pena, se siente amenazado por el
62
riesgo de ser atrapado. Por eso se ha dicho irónicamente que la pena sólo atemoriza a los
que tampoco delinquirían si ella no existiera, es decir, a los ciudadanos honestos.
2.- Por medio de ella se origina el riesgo de una progresiva exasperación de las penas con el
objeto de coaccionar psicológicamente a la comunidad, pudiendo llegar al terror estatal.
3.- También se le ha criticado éticamente, toda vez que al castigar a un hombre para
intimidar o disuadir a otros se le está empleando como un medio o instrumento.
En principio, esta teoría supone evitar o limitar las conocidas “antinomias de los fines de la
pena”, según las cuales lo que puede resultar aconsejable para una, puede oponerse a lo
exigido por la otra. Así, y como hemos visto, la intimidación ciertamente puede oponerse a lo
que es exigido por el principio de proporcionalidad y la retribución puede entrar en colisión
con las necesidades de prevención especial. Sin embargo, la prevención general positiva,
puede demostrar que incluso en ausencia del peligro de repetición del hecho no se debe
renunciar a la pena; que por medio de ella no se está utilizando al hombre como
instrumento; que no busca intimidar al posible delincuente sino reafirmar la conciencia social
de la norma; que su fin no se encuentra constituido por el de resocializar al delincuente; y
que no tiende a sustituir descripciones claras del hecho por pronósticos de peligrosidad vagos
y arriesgados para el Estado de Derecho.
No obstante, y con el fin de reconocer su real contenido, es necesario distinguir en ella aún
dos corrientes de opinión: aquélla que ve en la prevención general positiva una
fundamentación, de aquélla que ve una limitación del Derecho penal.
63
ciudadano y fortalece su actitud permanente de fidelidad al Derecho”. Como es posible
advertir, el Derecho penal no se conforma con evitar determinadas conductas dañosas, sino
que ha de pretender influir en la conciencia ético-social del ciudadano, en su actitud interna
frente al Derecho. Es a partir de la protección de estos valores que WELZEL estima que se
previene a largo plazo la lesión de bienes jurídicos.
JAKOBS sostiene una variante algo distinta de la prevención general positiva. Está de
acuerdo con su maestro en que el Estado debe pretender el mantenimiento de la fidelidad al
Derecho, pero niega que con ello se trate de proteger en definitiva bienes jurídicos. La única
finalidad que corresponde al Derecho penal es garantizar la función orientadora de las
normas jurídicas. Cuando ocurre el delito, es necesario dejar claro que la norma vulnerada
sigue en pie y que mantiene su vigencia pese a la infracción. De lo contrario, se pondría en
entredicho la confianza en la norma y su función orientadora. Lo que se persigue mediante la
imposición de un castigo, entonces, es confirmar la confianza en la norma por parte de
aquellos que no la han trasgredido. Este autor estima que el fundamento de toda imputación,
dado lo indemostrable del libre albedrío, radica en la culpabilidad vista como prevención
general. La culpabilidad así entendida se fundamenta en la prevención general y se
mide según ésta.
Según esta visión, el Derecho penal, mediante el castigo, debe intervenir cada vez que
se haya puesto en entredicho la vigencia de la norma, de tal forma que es posible decir que
la fundamenta. Así, esta perspectiva obliga a utilizar la pena aunque no lo exija la protección
de bienes jurídicos.
Pues bien, una vez realizado este breve repaso sobre el estado actual en que se
encuentra la teoría de la pena, me referiré a las nuevas finalidades y funciones que el
moderno Derecho penal está otorgando a la reacción penal.
64
IV
Exponer sobre los nuevos fines que actualmente encuentra la pena es una tarea
sumamente compleja. Y esto debido fundamentalmente a dos razones: de una parte, nos
estamos refiriendo a modelos político-criminales de reciente data, cuyos presupuestos y
consecuencias aún no han sido del todo probados, restando todavía mucho que decir al
respecto. De otra, el anclaje teórico que la doctrina ha demostrado respecto de las modernas
estrategias punitivas que el Estado está llevando a cabo, debido quizás a la fuerte tensión
que existe entre la idea de un Estado de Derecho, respetuoso de la dignidad humana, y la
pena vista como una herramienta de inocuización y humillación, aniquiladora de la misma.
65
En cuanto a la primera, conocidos son los efectos empíricos que trae consigo la pena
privativa de libertad, los cuales poco o nada tienen que ver con la posibilidad de reinserción
social de los individuos que se encuentran bajo el tratamiento de las instituciones
penitenciarias. En lo relativo a la segunda, tampoco es posible demostrar empíricamente el
efecto disuasivo que aparentemente la pena lleva consigo.
Es así que, al decir del autor, todo aquello que signifique una amenaza a las bases
ideológicas del consenso sobre el que se apoya el equilibrio simbólico del sistema político,
producirá una tendencia a la politización de los sistemas penales acompañada de una
acentuación parcial de los mecanismos externos del derecho penal, que cumplen funciones
de control y represión política de los conflictos.
Pues bien, una vez expuesta muy brevemente la teoría del profesor BARATTA, nos
encontramos en condiciones de analizar concretamente el problema de la pena y del Derecho
penal de enemigos.
66
se funda en la capacidad de obrar de otro modo o en el desconocimiento de la antijuridicidad
de la conducta, sino en si los hechos ejecutados merecen castigo según y en la medida de la
prevención general, constituida por el restablecimiento de la confianza normativa. Sólo es
posible efectuar una imputación en la medida en que el comportamiento delictivo signifique
una perturbación de la validez de la norma.
Es por esto que el menor que ha cometido un hecho delictivo no puede ser castigado, pues
sus actos no llegan a defraudar expectativas normativas de ninguna clase, constituyéndose a
lo más en entes meramente perturbadores de la sociedad, como lo son un terremoto o la
caída de un rayo. Frente a estos entes perturbadores, el Derecho debe reaccionar
simplemente asegurando a la sociedad, lo que en el ejemplo (del menor) se realiza mediante
la imposición de una medida de seguridad.
Por su parte, aquel sujeto que, cometiendo un delito, no pone de manera constante en tela
de juicio la confianza en el ordenamiento jurídico, deberá ser castigado con el objetivo de
reafirmar o de restablecer la vigencia de las normas, mediante un Derecho penal dirigido al
ciudadano, donde la pena, simbólicamente, no significa otra cosa que contradicción, una
reacción contrafáctica contra lo sucedido.
Sin embargo, tratándose de sujetos que por principio han decidido conducirse de modo
desviado, sin ofrecer garantías cognitivas mínimas de comportamiento, al decir del autor, no
pueden ser tratados como personas, sino deben ser combatidos como enemigos, mediante
un Derecho penal de guerra, donde la pena, simbólicamente, no significa otra cosa que
exclusión.
Es en este último aspecto, sobre todo, donde se manifiesta la aplicación de las teorías
tecnocráticas, tanto de la prevención especial negativa como de la prevención general
positiva, las que operan como instrumentos de poder y control en contra de la amenaza que
tales actos significan para las bases ideológicas del consenso.
En todo caso, cabe tener presente que para JAKOBS la pena no sólo puede ser vista desde un
punto de vista simbólico, pues, de ser así, bastaría con una declaración formal mediante la
cual se repudiaren los actos contrarios al consenso. No, a través de ella no sólo es posible
restaurar la vigencia de la norma o excluir según los casos antes expuestos. La pena, como el
propio autor reconoce, también produce algo. En el primer caso, produce una privación de
libertad, pero revestida de todas las garantías penales y procesales en cuanto el
ordenamiento jurídico está tratando con personas. En el segundo, la pena, además de una
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privación de libertad, produce una disminución de garantías, tanto materiales como adjetivas,
en tanto que el ordenamiento jurídico se está defendiendo de sus enemigos.
CAPÍTULO II
3
TEORÍA DEL DELITO
3
Lo dicho en este capítulo no es nada más que un resumen de lo visto en clases, de tal
forma que, si se quiere rendir un buen examen, será necesario complementar estos apuntes
con lo desarrollado durante el transcurso del año en el aula. No se aceptan reclamos
posteriores.
68
1.- Concepto de delito:
Existe acuerdo en la doctrina en estimar que delito debe ser definido como aquella
conducta típica antijurídica y culpable.
Cada uno de estos elementos o categorías dogmáticas deben concurrir en el hecho
respectivo para que podamos estar en presencia de un auténtico delito, de tal forma que, si
uno de ellos falta, el hecho no será relevante para efectos penales.
Como veremos durante el transcurso de este estudio, el orden de sus elementos no es
una cuestión menos importante. En efecto, puede darse el caso en que nos encontremos con
una conducta típica pero no antijurídica (legítima defensa), o con una conducta típica y
antijurídica pero no culpable (caso de un menor de 10 años que delinque).
El delito en nuestro Código penal ha sido definido en su artículo primero de la
siguiente manera: “Es delito toda acción u omisión voluntaria penada por la ley.
Las acciones u omisiones penadas por la ley se reputan siempre voluntarias, a no se que
conste lo contrario.
El que cometiere delito será responsable de él e incurrirá en la pena que la ley señale,
aunque el mal recaiga sobre persona distinta de aquella a quien se proponía ofender. En tal
caso no se tomarán en consideración las circunstancias, no conocidas por el delincuente, que
agravarían su responsabilidad; pero sí aquéllas que la atenúen”.
Se ha discutido sobre el alcance de la voz “voluntaria”. Y la verdad de las cosas es que la
discusión no es menor, pues, como se ha podido advertir, el inciso segundo de dicho artículo
da a entender que se “está presumiendo un elemento del delito, con todos los problemas que
ello genera hoy en día –a la luz de la Constitución y de los tratados internacionales sobre DD.
HH.- en el campo procesal y el debido respeto a la presunción de inocencia” (BUSTOS).
Por “voluntaria” se ha entendido una “actuación dolosa” (la comisión “culposa” debe ubicarse
en el artículo 2 (FUENSALIDA)). Por otra parte, se ha entendido dicha voz como sinónimo de
culpabilidad, concepto aglutinador de la imputabilidad, conciencia del injusto y exigibilidad de
otra conducta (NÁQUIRA). Otros (BUSTOS y CURY) estiman que “voluntaria” debe ser
entendida como conocimiento de la antijuridicidad.
Sin perjuicio de lo anterior, debe destacarse, más allá del significado dogmático que pudiere
tener la “voluntariedad”, el significado político-criminal que trae consigo el artículo primero,
en los siguientes sentidos:
1.- “Es delito toda acción u omisión…”, refuerza una de las características del Derecho
penal liberal: se castigan actos y no actores.
2.- Sólo en la medida en que el sujeto obre con la voluntad de no motivarse de acuerdo al
Derecho, deberá ser considerado como culpable.
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2.- Evolución de la teoría del delito
a) Según su gravedad:
Importancia:
b) Según su consumación:
En los delitos de resultado, el tipo abarca la producción de un resultado, de tal forma que, sin
él, no se puede considerar que se haya consumado (ejemplo, homicidio, lesiones, estafas,
daños, etc.)
En los delitos de mera actividad, la consumación se produce por la mera acción del hombre,
que basta por sí sola para violar la ley. En ellos el legislador no exige la existencia de un
resultado (ejemplo, la violación de morada, las injurias, etc.)
c) Según su lesividad:
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En los delitos de lesión, la ley describe una conducta que trae consigo la efectiva destrucción
o menoscabo del bien jurídico respectivo.
En los delitos de peligro, basta con poner en peligro al bien jurídico para que se considere
consumado el delito. Pueden ser de “peligro concreto” o de “peligro abstracto”. En los
primeros es necesario acreditar la situación peligrosa, la probabilidad del resultado (ejemplo,
artículos 318, 313 d, etc.). En los segundos, el legislador presume que la conducta es
peligrosa, siendo innecesaria la prueba (ejemplo, manejar en estado de ebriedad). Estos
últimos presentan serios problemas de constitucionalidad, pues se vulnera el principio
constitucional por medio del cual está vedado prohibir de derecho la responsabilidad penal. A
su vez, tales delitos son una manifestación más de la “expansión del derecho penal” hacia
ámbitos del control de riesgos y de dominación de desobedientes.
Importancia:
En los delitos permanentes, la prescripción se cuenta desde que cesa el estado delictivo; la
víctima puede defenderse mientras dure el estado delictivo; y también, mientras dure el
estado delictivo, existe “delito flagrante”.
En los delitos comunes, el sujeto activo del delito puede ser cualquier persona.
En los delitos especiales, el sujeto activo del delito sólo puede ser aquella persona que reúna
algunas cualidades especiales (ejemplo, el “funcionario público” en el delito de cohecho, el
padre o la madre, en el delito de parricidio). A su turno, los delitos especiales se subdividen
en “especiales propios” y “especiales impropios”. Los primeros son aquellos que no tienen
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correspondencia con un delito común, como ocurre, a modo de ejemplo, con el delito de
prevaricación cometido por los jueces. No existe una figura común (de prevaricación) que
pueda ser cometida por cualquier persona, de talo forma que, si el sujeto activo no cuenta
con esa cualidad especial, no se comete delito alguno. En los segundos, en cambio,
efectivamente existe correspondencia con una figura común (ejemplo, el parricidio respecto
del homicidio), de tal forma que, si el sujeto activo no cuenta con esa cualidad especial, no
comete el delito especial (parricidio), pero sí el común (homicidio).
Es precisamente sobre la conducta que descansa toda la teoría del delito; si no hay
conducta (acción u omisión), menos puede existir tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad.
La conducta humana se puede manifestar en el mundo externo mediante actos
positivos y negativos (omisiones). Ambas formas de comportamiento son relevantes para el
Derecho penal. Tanto la acción como la omisión cumplen la función de elementos básicos de
la teoría del delito, aunque sólo en la medida en que coincidan con la conducta descrita en el
tipo serán efectiva y penalmente relevantes.
a) Teoría de la acción
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irrelevante desde el punto de vista penal y que lo importante sean los efectos o los medios
seleccionados para realizarlo.
Así, cuando el autor conduce su auto a máxima velocidad con la finalidad de no llegar
tarde a su trabajo, producto de lo cual un tercero muere atropellado, aquello que realmente
importa al Derecho penal es la selección de medios (conducir imprudentemente) y los efectos
(muerte de un peatón).
Puesto que el Derecho penal sólo se ocupa de acciones voluntarias, no habrá acción
penalmente relevante cuando falte la voluntad, lo que sucede en tres casos:
1.- Fuerza irresistible: El artículo 10 Nº 9 en su primera parte expresa: “Están
exentos de responsabilidad criminal: 9. El que obra violentado por una fuerza irresistible…”.
La fuerza irresistible es un acto que proviene del exterior (de un tercero o de una fuerza
natural) que actúa materialmente sobre el agente.
Debe ser absoluta (vis absoluta), de tal forma que no deje ninguna opción al que la sufre.
No debe confundirse esta hipótesis con aquélla señalada en la segunda parte del artículo
citado (… o impulsado por un miedo insuperable).
Efectivamente, mientras la primera hipótesis regula casos de ausencia de acción por no existir
voluntad alguna, la segunda regula casos en que sí existe una voluntad aunque se encuentre
viciada en sus motivaciones.
De esta manera, si B amarra a C con la finalidad de que éste no dé de comer a su hijo recién
nacido, muriendo el bebé a los días después, no podríamos culpar a C por el delito de
parricidio, precisamente porque no obró con voluntad. La situación es distinta, en cambio,
respecto de la segunda hipótesis. Por ejemplo, si A amenaza a B diciéndole que si no mata a
C morirá, y B efectivamente dispara y mata a C con el fin de salvar su vida, no es posible
aseverar que no existe voluntad, pues en el fondo tenía la posibilidad de elegir. En este caso,
la impunidad de B no se fundamenta en la ausencia de acción, sino en la “no exigibilidad de
otra conducta” estudiada en sede de culpabilidad.
Éste último caso es conocido como uno de “vis relativa” o “vis compulsiva” o fuerza moral.
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2.- Movimientos reflejos: los movimientos reflejos, tales como las convulsiones epilépticas
o los movimientos instintivos de defensa, no constituyen acción, ya que el movimiento no
está en estos casos controlado por la voluntad.
1.- Menores y enfermos mentales: por regla general los “inimputables” (menores
de 14 años y los enfermos mentales severos) ejecutan acciones. Sin embargo, no está claro
si ellos efectivamente obran con la voluntad suficiente como para considerar que sus acciones
son relevantes desde un punto de vista penal.
Tanto en doctrina como en jurisprudencia, tales casos son considerados como realizados con
voluntad, eximiendo de responsabilidad a sus autores por falta de culpabilidad, última
categoría dogmática de la teoría del delito.
2.- El sueño hipnótico: tampoco existe claridad en cuanto a si sus actos son o no
realizados con voluntad.
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b) Teoría de la omisión:
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1.- Omisión propia:
Son aquellos en los que se castiga la simple infracción de un deber de actuar. En ellos
el comportamiento omisivo se encuentra mencionado (descrito) expresamente en el tipo.
Paradigma de este tipo de delitos es el de omisión de socorro, descrito en el artículo 494 Nº
14 (además, es posible encontrar este tipo de omisión en los artículos 134, 226, 229, 237,
238, etc.).
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2.a) Fuentes de la posición de garante:
Tradicionalmente se mencionan al respecto la ley (ejemplo, los padres respecto de sus hijos)
y el contrato (ejemplo, el salvavidas respecto de los bañistas).
Modernamente se está discutiendo sobre la existencia de otras fuentes de garante. Así,
encontramos la “comunidad de peligro” (casos de deportes extremos, como el alpinismo), la
“injerencia” o “actuar precedente” (casos en que el agente ha dado lugar al peligro inminente
de un resultado típico y por tanto tiene la obligación de impedir la producción del resultado,
como ocurre en el caso del sujeto que ayuda voluntariamente a un ciego a cruzar la Alameda
dejándolo “tirado” a medio camino…), y la “comunidad de vida” (sobre todo respecto de
aquellos casos en que no existe un vínculo legal ni contractual, pero sí uno de hecho que
importa las mismas obligaciones que existen respecto de aquéllos, como ocurre con las
uniones homosexuales).
b.4) Los delitos de omisión en el Derecho penal chileno
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omisión, hallándose impedido por causa legítima o insuperable, no será responsable
penalmente (artículo 10 número 12).
Al parecer es ésta la postura que ha recogido la jurisprudencia.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos, no cabe duda respecto de la urgencia e
importancia que amerita una reforma legislativa sobre el tema 4.
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