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Agradecimientos
:Le agradezco profundamente a
la amiga del blogg que obsequió
esta portada, además de a Dany
Zapata por el montaje en PDF.
También deseo hacer una
mención especial de todos
aquellos lectores del blogg que
con sus comentarios me ayudaron
en la construcción de esta novela.
De todo corazón:
Gracias!!!!!!!!
Resumen
El amor es como la mala hierba, crece donde no
debe o donde simplemente no debería ser posible.
Prólogo
Killa tenía miedo, y eso era algo que no le avergonzaba en
lo más mínimo admitir, además, que otra cosa se podía hacer
cuando un enorme tigre te cargaba por el cuello todo el
camino hasta tu casa.
— ¡Miaaaau! —Lloriqueo el pequeño gatito montés
tratando una vez más de liberarse del agarre de las fauces de
hierro. El corazoncito le latía a mil, había suplicado, aruñado,
llorado y nada parecía conmover al enorme saco de pelo que
lo llevaba a quién sabe dónde, porque para su total horror,
desde hacía diez minutos estaba seguro de que no iban a la
casa de su padre.
Aún a sabiendas de que era arriesgado, ya que no podía
calcular cual sería la reacción del tigre al verlo regresar a su
forma humana, cerró los ojos y se visualizo a sí mismo en su piel
de hombre. Para su total horror, no ocurrió nada, absolutamente
nada. Siguió siendo el pequeño felino que era llevado por la piel
del cuello por una enorme bestia peluda con piel a rayas.
Furioso consigo mismo Killa guardo silencio. “¡Qué mierda!”,
pensó el gatito.
El Alfa Kigan emitió un bajo gruñido que hizo que los otros
tigres dejaran de revolcarse con las hembras dispuestas que
habían encontrado en la manada de Gatos Monteses.
Llamando a sus naturalezas felinas, los centinelas que habían
acompañado al alfa cambiaron, iniciando una feroz carrera
hasta los vehículos que dejaron escondidos en los linderos del
bosque.
Cuando Kigan llegó hasta la camioneta, ya dos de sus
hombres estaban terminando de ajustarse los pantalones.
Dejando a su pequeña presa sobre el suelo, le puso una pata
encima para asegurarse de que no huyera. Cambiando a su
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Capítulo 1
Killa estaba acostado, como se había convertido en su
rutina de vida desde hacia unas semanas. El médico de los
gatos había venido a visitarlo nuevamente. Las noticias eran las
mismas que había dado al dar su diagnóstico inicial, sus huesos
sanaban muy lentamente debido a que el “accidente”, como
insistían en llamar a lo sucedido, había ocurrido cuando estaba
en la transición entre gato a hombre. Después de mucho dolor,
había logrado llegar hasta su forma humana nuevamente, pero
de allí a poder levantarse de la cama, había mucho trecho por
recorrer.
Sus hermanos lo visitaban de vez en cuando, su madre
Miriam llegaba y le ayudaba a bañarse, luego peinaba sus risos
rubios, le daba un beso en la frente y salía de allí tan rápido
como podía. Erika, su hermana mayor, estaba demasiado
ocupada con el asunto de Kalep y su fuga con el lobo, como
para visitar a su desvalido hermanito menor. Esa era una de las
cosas que más le dolía a Killa, aunque él era el menor de los
cachorros, Kalep siempre fue el consentido. Era normal que
olvidaran sus padres muchas veces al pequeño gatito que
lloraba en la cuna.
Con una sonrisa amarga limpio una lágrima solitaria que
rodaba por su mejilla, no quería que si alguien entraba lo
encontrara con la guardia baja. Él tenía una reputación que
salvaguardar, él era el bromista de la familia, la patada en el
culo de todos los amargados. Jamás nadie sabría cuanto le
dolía el eterno abandono.
Suspirando cansado comenzó a sentir el efecto relajante
de la medicación que el médico le acababa de administrar.
Supuestamente eso le ayudaría a calmar el dolor crónico de su
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espalda. Dándose por vencido cerró los ojos, a veces dormir era
una buena idea, especialmente cuando tu vida apesta.
Unos fuertes gritos que venían desde el primer piso hicieron
despertar a Killa. Su corazón comenzó a latir tan fuerte que
pensó que se le saldría del pecho al reconocer una de las
voces, era Kigan, el alfa de los tigres. El temor de que viniera a
terminar lo que había comenzado durante la anterior luna llena
lo embargo como si de una capa oscura se tratara.
Casi le parecía ver al imponente dios nórtico entrar por la
puerta de su habitación, todo para tomarlo del cuello
rompiéndolo con sus grandes manos. No era ningún secreto que
Killa le tenía miedo, y por muy buenas razones.
Apretando la gruesa manta de algodón contra su pecho,
quiso levantarse de la cama, mala suerte que el fuerte dolor en
su baja espalda le recordara la razón de que era cliente
frecuente de su maldita cama. Sintiéndose indefenso comenzó
a hiperventilar.
—¡El maldito cachorro esta emparejado! — Escucho el
grito del tigre — Según el alfa Genser el chico esta de encargo.
—Palabras, simples palabras—, se defendió el alfa de los
gatos monteses—. Mi hijo no se emparejaría con un maldito
chucho.
—Entonces te recuerdo cual fue el fallo del Consejo— la
voz helada del tigre asusto más a Killa que los mismos gritos —. Es
hora de que me pagues según lo acordado y temo que no
tienes con qué.
Killa a miles costos logró controlar su respiración, poniendo
las manos sobre su pecho trato de calmar el latido desbocado
de su corazón. Aguzando el oído felino, trato de no perderle
detalle a la conversación. Una suerte que los alfas no tuvieran
problema en gritarse mutuamente.
— Conozco lo que dice el maldito contrato — la voz de
Merrick tembló de modo casi imperceptible.
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Capítulo 2
Killa se había despertado en medio de la noche, al
principio creyó que su sobresalto se debía al constante dolor en
la espalda, pero el dolor seguía siendo tan molestamente
constante como siempre. Masajeándose la frente, trato de
recordar de qué iba el sueño, sabía que no era algo bonito ya
que un sudor frio le bañaba el cuerpo bajo el piyama. El saber
que no podría caminar hasta el baño para refrescarse sin tener
que despertar a alguno de sus hermanos o a sus padres, le hizo
sentir aún más miserable de lo que ya era. Estaba seguro que si
fuera Kalep el que estuviera en esa situación, habría alguien
durmiendo con él en la habitación para asegurarse que
estuviera cómodo.
El médico le había dicho a Killa que los nervios de su
espalda tardarían en reconstituirse, que si hubiera sido humano
de seguro estaría muerto. En ese momento ya no sabía que
sería peor. Cuando su madre y el doctor pensaban que dormía,
se habían puesto a hablar sin preocuparse del cachorro
enfermo. Lo que el joven felino había escuchado, lo hizo sentirse
lleno de esperanzas, si lo sometían a terapia, la rehabilitación de
sus huesos y nervios sería más rápida, podría caminar. De esa
conversación hacia dos semanas y nadie había mencionado el
llevarlo a algún especialista en cambiaformas.
Cerrando los ojos Killa trato de dormirse, después de más
de una hora de intentar, logro perderse en el mundo de los
sueños. En ellos un enorme tigre, tan grande como un automóvil
pequeño, caminaba majestuoso entrando a su casa. Aún en el
sueño, al pequeño felino le pareció extraño el hecho de que
aunque era pleno día, el enorme animal entro como amo y
señor, haciendo que su familia le diera paso.
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Capítulo 3
Andrey tenía una sonrisa socarrona que decía a las claras
que era todo un hijo de puta zorro inteligente— Podrás ir
cuando quieras por tu pareja.
Kigan coloco la copia del contrato sobre el escritorio, en
silencio observo como su mejor amigo tenía esa expresión que
no dejaba dudas acerca de cuál era su naturaleza animal—. No
lo puedo creer—, tuvo que reconocer el alfa de los tigres— ni
siquiera tuviste que apelar al Consejo.
— En ocasiones es mejor arreglar los asuntos con la cabeza
que con las garras—. Aclaro mientras observaba de manera
crítica la decoración del estudio de su jefe— ¿Has pensado en
hacer que esto parezca tuyo?... Ya sabes, todavía está todo
como si tu padre pudiera entrar por esa puerta en cualquier
momento.
—¿Para qué?—, se encogió de hombros el tigre— Este
lugar tiene lo que necesita, un escritorio, sillones, la mesa del
café, hasta tiene una ventana, qué más puedo pedir.
Andrey simplemente sonrió, su amigo era del tipo práctico,
criado y educado para ser un guerrero. El zorro esperaba de
todo corazón que la pareja del alfa le diera a la manada un
ambiente más de familia, ya que para ser justos, a veces era
más un campamento militar que otra cosa.
—¿Cuándo iremos por tu pareja? — pregunto Andrey
mientras se ponía de pie, aún tenía algunas cosas que
coordinar, especialmente el asunto de la seguridad.
Kigan pareció pensárselo, después de un momento,
contesto— arregla todo para mañana. Saldremos en el
helicóptero, luego tomaremos los vehículos.
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Capítulo 4
Después de varios días, Kigan creyó necesarios supervisar
personalmente los avances del mocoso. Sorpresa y media fue la
que se llevo al entrar al dormitorio donde dormía el cachorro.
Para un alfa admitir, aunque fuera para sí mismo, que estaba a
punto de caer de rodillas por la simple vista de un culo cubierto
por un fino pantalón de piyama de seda, el que parecía
ofrecerse como en un sacrificio pagano, era algo difícil de
afrontar.
— El cachorro ha mejorado mucho— la voz calma del
médico repitió la observación por dos veces, ya que el alfa no
lo había escuchado la primera vez.
Kigan sacudió la cabeza tratando de poner en línea sus
pensamientos, lástima que el joven gatito no quisiera cooperar,
ya que lentamente el chico se había dado la vuelta quedando
acostado sobre su espalda. La visión del vientre plano, las tetillas
endurecidas por el aire fresco que circulaba en el dormitorio, lo
estaba llevando a un estado febril.
—¿Estará listo para su primer celo? — El alfa casi se felicito
por lograr conectar dos ideas juntas.
Killa observo a los dos hombres hablando como si él no
estuviera presente en la habitación, cubriéndose el pecho con
la manta, decidió quedarse allí sentadito a esperar que alguien
se acordara de su existencia.
—¿Cuándo me podré levantar de esta cama? — Se
atrevió a preguntar sin poder disimular su molestia. Ambos
hombres cesaron de hablar, el médico sonrió sintiéndose algo
incomodo.
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Capítulo 5
Kigan caminaba de un lado a otro en el estudio que
utilizaba para atender los asuntos de la manada, este se
encontraba al nivel del suelo, impidiendo que alguien fuera del
círculo interno llegara hasta las dependencias privadas bajo
suelo.
—No quiero asustarte—, Kigan escucho la voz del Beta
desde el marco de la puerta abierta— pero Andrey se quedo
hablando con el cachorro.
Eso hizo que el alfa parara su deambular como animal
enjaulado — ¡Diablos! — fue lo mejor que pudo decir,
sentándose pesadamente sobre la silla de su escritorio, sostuvo
la cabeza con las manos— Ahora sí que tengo problemas…
¿Cómo estaba Andrey?
—Estaba furioso—, entro el Beta, cerrando la puerta tras de
sí— Me acuso de ser tan bruto como tú.
La risa amarga de Kigan le dio a entender a Tarem que él
también era digno de lástima— pues no creo que a ti tampoco
te vayan a dar la tuyo en esta luna llena.
El Beta resoplo molesto, sentándose en la silla frente al
escritorio de su jefe, se cruzo de brazos— Puedo jurarte que en
este momento están conspirando en tú contra. Yo de ser tú, los
enviaría como regalo a tu tío. Sería la venganza perfecta contra
el muy maldito—. La risa de ambos hombres era un reflejo del
estrés acumulado.
La llegada intempestiva de uno de los centinelas
encargados de la seguridad en ese turno de vigilancia, hizo que
ambos hombres se pusieran en guardia.
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Killa podía ser tan malo como cualquier gatito, los tigres
confiaban en su gran tamaño para salir airosos, los pequeños
felinos le apostaba a su inteligencia. Con una sonrisa que
aparentaba inocencia, Killa tomo la mano del doctor. Apenas
haberle tocado con la mano izquierda, con la derecha tomo el
mango de una olla y golpeo con esta al viejo doctor, dejándolo
noqueado en el suelo.
—¡Miaaauuuu! — Maulló contento mientras pateaba al
maldito traidor que estaba fuera de combate en el frio piso.
Desatando a pequeños tigres, los tomo entre sus brazos. Los
instintos de conservación de los cachorros hicieron que se
aferraran con las uñas a su salvador, manchando con
pequeñas gotitas de sangre la inmaculada camiseta blanca.
El ruido de guerreros se escuchaba tras las grandes puertas
que separaban el comedor de la cocina industrial. Temiendo
que estos trajeran consigo la cruenta lucha, abrazo contra su
pecho a los cachorros, recorriendo con la vista el lugar,
encontró una puerta que debía lleva a una bodega de
suministros, ya que el médico no intento escapar por ella.
Antes de que alguien entrara a la cocina, Killa se escondió
en la bodega. Los cachorros comenzaron a lloriquear, para
calmarlos se refugió tras un enorme estante de conservas,
apretando contra su pecho a las pequeñas motitas de pelo
rayado, les susurro palabras de aliento.
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Capítulo 6
Kigan atendió algunos asuntos que no podían esperar, el
deshacerse de los cuerpos de una manera segura era crucial.
Luego estaba el asunto de los heridos y lo de coordinar las
tareas de reparación. Sintiéndose como una mierda logro
arrastrase hasta el tercer nivel bajo el suelo, una vez allí se dirigió
hasta la puerta de su apartamento. Tecleando la clave de
acceso espero.
Dentro se encontró con una escena que por un momento
hizo que el aire se incendiara en sus pulmones, el resultado, un
pene tan duro que podía taladrar piedras. Con cuidado de no
despertar al chico que dormía en el sofá, cerró la puerta. El
gatito estaba acostado a todo lo largo del sofá, con el dorso
desnudo y la cinturilla del pantalón que permitía ver el comienzo
de la curva del trasero.
Kigan respiro profundo, apuñando las manos trato de
evitar que estas se dejaran llevar y fueran tras toda esa tersa piel
pálida que se le ofrecía. El pantalón de mezclilla era casi una
herejía al cubrir esas piernas largas y el sexo que dormía bajo el
cierre, los pies desnudos le recordaba al tigre que el chico era
aún un cachorro inocente. Aunque ese cuerpo fuera la
encarnación del pecado.
Tragando duro el alfa logro controlar los impulsos que
comenzaban a desbocarse, lo achaco a la luna y al aroma del
chico que pronto entraría en celo. Si se enlazaba al tomar su
virginidad, el gatito sería su pareja ligada, jamás tendría otro
amante más que él.
Kigan, después de hacer acopio de toda su fuerza de
voluntad, logro desviar la vista de la habitación sin puerta, la
que había sido tirada a bajo después de su pelea en la
mañana. Caminando a hurtadillas llego hasta donde estaban
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Capítulo 7
Poniendo las palmas de las manos sobre el pecho de su
agresor, por qué sí, eso no podía catalogarse como otra cosa
que una lucha de poderes. El zorro trataba de apartar al
maldito gato sobre alimentado que lo mantenía sujeto entre sus
brazos. Lo malo de su infructuoso esfuerzo, es que en algún
momento sus manos se cerraron para sujetar de la camiseta a
Tarem, como si quisiera asegurase de que el hombre no se le
escapara.
La lengua del Beta exploro la boca de Andrey a voluntad,
mientras el chico solo podía dar gemidos que acababan siendo
bebidos por el tigre. Las manos grandes que masajeaban su
culo acabaron rompiendo su pantalón al bajarlos con violencia,
el zorro enserio quiso protestar, lástima que la mano que
envolvió su pene envió al diablo la última neurona que se
oponía.
—¡No sigas! — Gimió el abogado cuando el tigre dejo su
boca para lamer su cuello— ¡Por favor! — rogo sin saber si se
refería a un “¡Déjalo ya!” o aún “¡No te atrevas a parar!”.La
sensación de ser la presa del tigre lo estaba mareando, el
placer que esa lengua sobre su piel y esas manos que
apretaban de una manera casi dolorosa, era demasiado para
sus sentidos.
—¡Voy a comerte entero! — Fue lo que escucho el zorro al
ser acostado con la espalda pegada al cuero de la máquina
de pesas. Acomodado de manera horizontal, sintió el frio del
aire acondicionado acariciar su pene desnudo. La sensación no
duro mucho, ya que una mano callosa comenzó a calentársela
de manera que rayaba entre lo agresivo y lo simplemente
orgásmico.
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Capítulo 8
Según los soldados enviados a las instalaciones de Alastor,
Kigan y su Beta viajaban cada uno su motocicleta, ya que los
enemigos siempre suponen que el alfa se transportaría bien
protegido en la camioneta brindada. El doble engaño había
funcionado, cuando se enteraron del cambio de planes de su
alfa, ya estaban enfrascados en una pelea a muerte. La traición
de Alastor hacia sus propios hombres fue evidente, cuando
fueron atacados sin ningún miramiento, a pesar de que muchos
de ellos eran aliados. Ese era el resultado de traicionar a su
verdadero alfa en beneficio de su tío.
Los que había viajado haciéndose pasar por Kigan y
Tarem, se alejaron evitando que les mataran al llegar a la
propiedad de Alastor, salvando el pellejo por muy poco al
marcharse sobre sus cuatro patas.
Kigan por su parte, tenía todo previsto, los soldados de
Alastor dieron la cara a sus contrincantes. Espadas brillaban a la
luz de las estrellas, otros peleaban en un combate cuerpo a
cuerpo, los que estaban en campo abierto, usaban las armas
de fuego.
El Alfa, como el tigre que era, esperaba al asecho que
Alastor perdiera la calma y le mostrara lo que él realmente
necesitaba saber. Desde el tercer piso del edificio donde
estaba el área pública de los gimnasios y las salas de
entretenimiento, con sus prismáticos no le perdía la pista a su
quiero tío.
Andrey tenía a su cargo la última línea de defensa, su
trabajo era evitar que alguien llegara hasta los subniveles donde
la familia del alfa dormía tranquila ignorando el peligro
inminente. Ayko estaba junto al zorro, el cual vigilaba los
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mudas ante lo que estaba por venir. La piel del tigre se movía
según los movimientos fluidos de los enormes músculos que le
daban fuerza a aquel cuerpo que era sinónimo de muerte. Un
nuevo rugido respondió al primero, un tigre no menos grande
desnudaba los colmillos. Dos bestias, dignas oponentes una de
la otra, se preparaban para hacer correr la sangre.
El aire nocturno comenzó a cargarse de energía, el cielo
estrellado se vio mancillado por las enormes aves negras que
comenzaron a llegar llamadas por el poder del amuleto que
colgaba del cuello de uno de los enormes tigres.
Gritos de batalla despertaron, los hombres que desde las
ventanas del edificio tenían sus armas cargadas, comenzaron a
disparar en busca de causar el mayor daño posible, el disparo
tenía que ser certero, justo en medio de los ojos. Las aves que
llegaban a aterrizar, le hacían frente a los guerreros que
luchaban con las espadas desenvainadas. La sangre cubría la
hierba donde las tigresas tomaban el sol durante las tardes
mientras vigilaban los juegos de sus crías.
Los dos tigres, ignorando por completo el infierno que les
rodeaba, comenzaron a dar vueltas en círculo, sin apartar la
vista uno del otro, asechándose como los depredadores que
eran. Sólo uno saldría de allí con vida, así era la gravedad de la
afrenta entre los enemigos declarados.
Alastor, en su impaciencia ya saboreando el dulce sabor
de la victoria, se abalanzo sobre su sobrino, el cual aparto el
cuerpo, encajándole las garras en el lomo y luego dando un
salto hacia atrás.
Sangre fresca emano de la herida, en una lucha entre
tigres, el primero en golpear tenía mucho a su favor, ya que no
eran muy buenos en soportar la pérdida de sangre. Contrario a
Alastor, Kigan no acostumbraba menospreciar a su adversario,
un animal herido era peligroso.
Los soldados que había llegado junto con Alastor, se vieron
luchando junto a los leales al alfa contra los “Malditos” que
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cachorros, los bebés del tigre dormían inocentes del peligro que
les acechaba.
El gato montés estaba dividido entre dejar a los cachorros
o llevarlos con él, hasta ese día sus corazonadas fueron
acertadas. Lo que sea que estuviera allá afuera, iba tras él,
llevar a los cachorros era ponerlos en un riesgo innecesario.
Ahora ya no eran sueños nublados, su última visión era tan real
que aun temblaba, si iba a morir, quería hacerlo junto a Kigan.
Simplemente había personas que habían nacido para conocer
la felicidad, pero sin derecho a conservarla.
Tragándose un gemido, beso cada uno de las cabecitas
peludas de los cachorros, estaba seguro que no les volvería a
ver. Lo único que le confortaba era que Kigan, Tarem y Andrey
podrían cuidar bien de los niños.
—¡Los amo! — susurro Killa dando rienda suelta a las
lágrimas que insistían en mojar sus mejillas— Me hubiera gustado
ser su papá durante más tiempo—. Una vibración en el aire le
recordó que el tiempo se acababa, debía alejarse de los bebés
lo antes posible, no podía arriesgarse a que esas cosas le
encontraran allí.
Killa se vistió con un pantalón vaquero, pasando una
camiseta negra de mangas largas por su cabeza, se encontró
listo para partir. Eso y unas viejas tenis deportivas sería todo lo
que se llevaría consigo.
Cerrando la puerta del apartamento se despidió de su
ideal, justo cuando pensaba que todo estaría bien, la vida se
aseguraba de escupirle a la cara. Sin detenerse en
pensamientos tristes, corrió hasta el final del pasillo, a la
guardería donde los niños habían vivido antiguamente.
La puerta estaba de empujar para que se abriera, lógico si
ya no tenía un uso, a menos que alguien quisiera salir
furtivamente del edificio bajo tierra. Revisando el lugar, busco lo
que necesitaba, el hueco del pequeño ascensor de servicio por
donde se bajaba y subían los artículos pequeños que se
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Capítulo 9
Al abrirse la puerta pudo escuchar el sonido de disparos y
cosas cayendo, gritos y chillidos le dieron la impresión de estar a
punto de pasar a los territorios del infierno. Tratando de evitar
encontrarse en el foco de la batalla, corrió en sentido contrario,
utilizaría la salida que el médico pensaba usar para secuestrar a
los pequeños.
Sin toparse con ninguna alma viva, llego hasta la parte
donde estaban las bodegas de suministros, el sonido de una
explosión le indico que las defensas del edificio estaban
llegando al punto de no poder soportar. En una oración
silenciosa pidió de todo corazón no estarse equivocando en su
decisión, el ojo vigilante que le perseguía, sabría que él había
salido y dejaría en paz a sus cachorros. En esa premisa
depositaba toda su esperanza.
En el fondo de las bodegas encontró lo que buscaba, la
puerta por donde se descargaban los camiones, estaba bien
cerrada, imposible salir por allí, al parecer el alfa no iba a
permitir que esta fuera usada por segunda vez para salir a
hurtadillas del edificio. Dejándose caer en las frías losas sintió
como la presencia que le buscaba, presionaba a los suyos para
que lo sacaran de allí.
Justo cuando Killa estaba a punto de perder la esperanza,
recordó la pequeña ventana que había visto en la bodega de
las conservas donde se había escondido con los cachorros
después de quitárselos al doctor. Si todavía no habían
terminado con las reparaciones, la suerte le estaría sonriendo.
La puerta no estaba asegurada, así que sin perder tiempo
corrió dentro. Al fondo, justo detrás de un pesado mueble
encontró lo que buscaba, al parecer todavía no terminaban de
hacer las soldaduras, de seguro nadie pensaba que alguien
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Capítulo 10
Una sensación cálida y húmeda rodeaba a Killa, la
relajante certeza de flotar lo hizo ronronear, era un gatito con
gusto por el agua, raro pero cierto. Tenía mucho tiempo de no
tener sueños bonitos y este era uno de los mejores, o en eso se
convirtió cuando sintió que sus muslos eran abiertos y una
lengua rasposa recorría de arriba abajo sus testículos. El sueño
iba divino hasta que unos colmillos mordieron la parte más tierna
de su muslo, haciéndolo saltar dentro de su propia piel.
—¡Qué demonios! — grito Killa cuando logro sacar su
cabeza del agua, estaba seguro de haber tragado un litro
entero del líquido. Abriendo los ojos se encontró a sí mismo justo
en medio de un enorme jacuzzi, al menos dos docenas de velas
iluminaban todo el rededor y unas enormes manos lo sostenían
por la cintura, impidiéndole hundirse otra vez.
—¿Despierto?— sintió la tibieza del aliento de su pareja en
el lóbulo de su oreja, causándole escalofríos.
Killa respiro profundo al darse cuenta que una de las
manos del alfa había bajado hasta apretar sus testículos, como
si tratara de calcular cuánto pesaban sus tensas bolas—
.¿Dónde estoy? — casi se felicito porque dos de sus neuronas
lograron confeccionar aquella pregunta. La otra mano del alfa
recorría su falo con una lentitud diabólica.
La risa ronca del alfa hizo que el pobre pene del chico
temblara soltado un pequeño chorrito de líquido preseminal, se
iba a venir si ese desgraciado seguía jugando a ese malicioso
juego—. Te he traído a mi guarida— cada palabra de Kigan
estaba cargada con una abundante ración de erotismo— es
hora de que conozcas hasta donde te pueden llevar las caricias
de un hombre.
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Capítulo 11
Killa se estiro todo lo que su metro setenta le permitían. Sin
abrir los ojos disfruto de todos los dolores que la larga noche de
amor le habían dejado. Justo cuando pensaba que todo era
perfecto, sintió un leve mordisquito en su hombro derecho. Al
abrir los ojos se encontró con los ojos verdes de su pareja.
—¿Todo bien, amor? — Fue la pregunta de rigor mientras
una mano se introducía bajo las mantas, como si quisiera
confirmar que todo lo bueno del gatito estaba justo como lo
había dejado antes de caer dormido.
—Si sigues metiéndome mano—, sonrió el chico mientras
prácticamente se enrollaba en el cuerpo de su pareja— sé que
las cosas estarían a un mejor.
—He creado a un monstro— se quejo Kigan llevando una
mano a la frente— ahora estaré condenado a tener un
orgasmo tras otro.
La risa de Killa era contagiosa, era difícil permanecer serio
durante mucho tiempo ante esa sencilla muestra de alegría.
Kigan admiraba esa manera de ser de su gatito, era como un
manantial de agua fresca para su alma cansada, era tenas
como las olas que golpeaban una y otra vez las rocas del
acantilado, todo en él exudaba vida.
—¿Sabes cómo están los bebés? — quiso saber Killa sin
poder evitar sentirse culpable por no haber hecho la pregunta
antes.
El tigre pareció comprenderlo, ya que le dedico una
sonrisa comprensiva— Ellos están bien— explico mientras
acariciaba el cabello corto de Killa— antes de que te
despertaras llame a Mime y me dijo que ellos preguntaron por ti.
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Capítulo 12
Kigan le dio un beso a su pareja, el hombre era
simplemente increíble, el gatito con el que pasaría el resto de su
vida. Tenerlo sentado sobre su regazo se le daba tan natural
como respirar, el chico era mimoso, lindo y travieso, si todo eso
fuera poco, también tenía una vena protectora que rivalizaría
con la de cualquier hembra con crías. Por primera vez en su
vida sentía que podía formar una verdadera familia, Killa sería la
base sobre la que se construiría el espíritu de la manada.
—¿En qué piensas? — pregunto Killa abrazándose al
cuerpo solido que le rodeaba.
—En ti— le sonrió Kigan dándole un beso rápido a la boca
que se le ofrecía—Pensaba en lo bonito que te ves desnudo
sentado sobre mis piernas.
El rubor de killa era salvaje, al tigre le encantaba ver hasta
qué punto era inocente su amor, estaba seguro que esa
candidez no la perdería nunca— Eres malo— se quejo el gatito
luciendo un pucherito adorable— dices cosas vergonzosas.
Kigan desvió la vista de la boquita hasta la entrepierna de
su pareja, puede que se avergonzara de sus palabras, pero el
pene lo tenía totalmente interesado—.Tienes razón—,
concedió— creo que mejor ocupo la boca en otras cosas—.
Diciendo esto el tigre levanto en vilo a Killa y lo coloco en la
parte bacía de la mesa donde habían almorzado, sin darle
tiempo al gatito de registrar lo que sucedía, separo las piernas y
se trago toda la sabrosa erección del chico.
Killa grito, se retorció y después de algunos minutos, se vino
tan fuerte que sintió que por un momento el alma había dejado
su cuerpo. El tigre se relamía goloso después de tragarse toda la
corrida del felino más joven.
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había losa sucia desde el día en que se paso a vivir allí el tigre lo
tenía apunto de devolver algo de su cena. La visión de ropa
interior sobre uno de los sillones de la sala hizo que al gatito se le
subieran los colores al rostro.
El tiempo de curiosear y lamentarse paso debido a unos
gritos algo pasados de tono. Afinando el oído se quedo
quitecito de pie en medio de la cocina sin saber muy bien qué
hacer.
—¡Eres un maldito imbécil! — escucho Killa, la voz
inconfundible de su amor.
—¿Cómo demonios iba yo a imaginar…? — la otra voz era
la del Beta, de eso estaba seguro el joven gatito.
—¡Escucha, idiota— rugió el alfa— Te dije que tuvieras
cuidado con él, que si apretabas mucho lo ibas a perder.
¿Cómo se te ocurrió irlo a buscar con el anciano Tereom?... Te
juro que tengo el marco completo de lo que ocurrió, imagino
que no te molestaste en proponerle, sino que lo hiciste a lo
salvaje.
—Si lo hubiera hecho según la voluntad de mi tigre, para
estos momentos Ayko sería un tapete en la entrada de mi
apartamento y Andrey estaría encadenado a mi cama— se
defendió Tarem levantando la voz casi tanto como su alfa—. Lo
hice de la manera más civilizada que pude… ¡Ese maldito
traidor iba a revolcarse con Ayko cuando yo le había advertido
que solo era mío!
—¿De verdad que eres bruto! — hablo aún más fuerte
Kigan. El joven gatito que escuchaba desde la cocina estaba
seguro de que las cosas se iban a ir a los golpes en cualquier
momento.
—¡Mira quién habla! — siseo Tarem— Si es el idiota que hizo
todo un drama porque su pareja se corrió sin él en la cama.
Killa conocía lo suficiente a su compañero como para
saber que esa línea que había cruzado el Beta iba a ser su
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renovar su lazo. Por primera vez el alfa sabía con certeza que
era feliz.
Una hora después las cosas eran muy diferentes, Killa
estaba en el baño vomitando hasta lo que no se había comido.
—Voy por el doctor—, anuncio Kigan mientras limpiaba el
sudor del rostro de su pareja— esto no es bueno, llevas días así.
—No—, se defendió Killa, sosteniéndose del hombre más
alto se incorporo, alejándose de la tasa del sanitario— solo
preocuparas a todos, estoy bien. De seguro es algo que me
sentó mal.
El tigre espero pacientemente a que el gatito se cepillara
los dientes y tomara una ducha rápida. Al salir del baño Killa se
encontró a su dios nórtico con los brazos cruzados y cara de
pocos amigos— Envié a los niños a jugar con Mime a las
piscinas— fue el mensaje fuerte y claro— para que tu y yo
vallamos donde el doctor ya que no quieres que él venga aquí.
La boquita rosa de Killa se convirtió en una ralla terca — No
voy a ir donde el mata sanos solo por que hoy se me
descompuso la tripa, punto— lo último lo acentuó con una
patadita en el piso.
La boca del alfa se abrió de par en par, una idea algo
loca cruzó por su mente como lo haría un tren de carga. Cada
pieza empezó a caer en su lugar, primero estaba ese delicioso
aroma que dejaba Killa en todo lo que tocaba, luego los
cambios de humor sin razón aparente, los malestares y los
antojos por comida en las combinaciones más extrañas. El tigre
en su interior rugió orgulloso, la idea de preñar a su pareja lo
embriago de una felicidad que era apabullante.
—Killa, ¿estás seguro de que todo está bien? — pregunto
esta vez en un tono más bajo. Acercándose al minino lo obligo
a mirarlo a los ojos, sabía que de esa manera el chico era como
un libro abierto.
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Capítulo 13
Killa se movía como solo un tanque ruso podría hacerlo,
estaba tan gordo que parecía una pelotita. Hoy era un día
especial, había organizado un almuerzo al aire libre y el sol
brillaba en el cielo como si hubiera formado parte de la
coordinación del evento. Kalep e Ikyta vendría con los gemelos
de visita, los cachorros de tigre saltaban emocionados ante la
perspectiva de juegos y travesuras con sus primitos los lobos.
Para Kigan su pareja le había dado experiencias nuevas,
jamás hubiera podido imaginar que el sanguinario grupo de
tigres estuviera organizando una parrillada e invitado a los
pulgosos lobos. Todo esto porque el pequeño gatito
embarazado se había puesto a llorar un día cuando vio a los
cachorros de tigre jugando en el patio mientras él jamás llegaría
a conocer a sus sobrinos. Antes de que el alfa pudiera cordinar
algún pensamiento, tuvo a las hembras de la manada
llamándolo “insensible” y cosas peores. Así que para su paz
mental, se vio implementando todo un plan diplomático con los
lobos, una suerte que Kalep haciendo alarde de lo malcriado
que podía llegar a ser, le había montado todo un drama al alfa
de los lobos para que lo dejaran ver a su hermanito.
Todo pensamiento coherente dejo la cabeza de Kigan al
ver llegar a su pequeño amor moviéndose entre las mesas, con
una agilidad algo tambaleante causado por gran bulto que
tenía en el vientre. Solo para hacer que la imagen fuera más
dulce, los cachorros de tigre en sus formas animales seguían a
Killa como si fueran los guarda espaldas de su papi.
—¿Cómo van las cosas aquí? — Jadeo Killa por el esfuerzo,
moverse cada vez se le hacía más difícil.
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Palabras de la autora
Si han llegado hasta aquí con esta lectura, es porque
quizás, con un poco de suerte, les ha gustado.
Espero me visiten a mi blogg
o me escriban a mi correo, me gusta conocer a mis lectores.
Si tienes un blogg y quieres publicar mi libro, lo puedes
hacer, solo te pido que hagas mención de mi blogg y respetes
la integralidad del documento.
Con cariño:
Milagro Gabriel
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