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Por primera vez, un robot de IA pasa

examen para ganar una licencia en


medicina certificada.
NOVIEMBRE 21, 2017

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Los expertos generalmente están de acuerdo en que, antes de que podamos considerar que un
robot de IA es verdaderamente inteligente, es decir, en un nivel a la par de la cognición humana,
los agentes de IA deben pasar una serie de pruebas. Y aunque esto todavía es un trabajo en
progreso, las IA han estado ocupados pasando otros tipos de pruebas.

Xiaoyi, un robot impulsado por inteligencia artificial en China, por ejemplo, ha aprobado
recientemente el examen de licencia médica nacional, convirtiéndose en el primer robot que lo ha
hecho. El robot no solo aprobó el examen, sino que obtuvo un puntaje de 456 puntos, que es 96
puntos superior a las marcas requeridas.

Este robot, desarrollado por la empresa líder en inteligencia artificial china iFlytek Co., Ltd., ha sido
diseñado para capturar y analizar información del paciente. Ahora, han demostrado
que Xiaoyi también podría tener suficientes conocimientos médicos como para ser un profesional
autorizado.

El periódico local China Daily señala que esto es parte de la presión del país por una mayor
integración de la inteligencia artificial en una serie de industrias, incluida la atención sanitaria y la
electrónica de consumo. China ya es un competidor líder en la etapa mundial de IA, superando a
los Estados Unidos en investigación de IA, en un esfuerzo final por convertirse en un líder en
desarrollo de IA para 2030.

IA, Robots y el futuro de la asistencia sanitaria.

La determinación del país, impulsada por la comprensión de que la IA es el nuevo campo de


batalla internacional del desarrollo, podría poner a los Estados Unidos detrás de China en esta
carrera mundial de IA.

Dado que tanto los gobiernos como las empresas privadas intentan dar un buen uso a la IA, uno de
los primeros campos en los que se aplican las tecnologías de IA ha sido la investigación médica y la
asistencia sanitaria. La mayoría están familiarizados con Watson de IBM, que ha logrado avances
importantes en el diagnóstico del cáncer asistido por IA y en la mejora de la atención del paciente
en los hospitales.

Luego está Amazon con el asistente virtual Echo y IA, Alexa, que ha estado presente en el campo
de la salud desde hace un tiempo. Del mismo modo, DeepMind Health de Google está trabajando
en el uso de aprendizaje automático para complementar los procesos de atención médica en el
Reino Unido.

De la misma manera, iFlytek planea hacer que Xiaoyi ayude a los médicos humanos a mejorar su
eficacia en futuros tratamientos. “Vamos a lanzar oficialmente el robot en marzo de 2018. No está
destinado a reemplazar a los médicos. En cambio, se trata de promover una mejor cooperación
entre las personas y las máquinas para aumentar la eficiencia “, dijo el presidente de iFlytek, Liu
Qingfeng, a China Daily.

Todo en pro de mejorar la vida humana.

Concretamente, la visión de iFlytek es utilizar la IA para mejorar el tratamiento del cáncer y ayudar
a capacitar a los médicos generales, que China necesita urgentemente. “Los médicos generales
están en grave escasez en las zonas rurales de China. Esperamos que la IA pueda ayudar a más
personas a acceder a recursos médicos de calidad “, agregó Qingfeng.

En resumen, no hay necesidad de temer una toma de control de la inteligencia artificial en el


campo de la medicina, aunque a muchos les preocupa que tales avances eliminen los trabajos
humanos. En este caso, es todo lo contrario, porque esta IA trabajará para aumentar las
capacidades de sus homólogos humanos en lugar de reemplazarlos. Por lo tanto, al menos por
ahora, no tiene que preocuparse por ser remitido a un médico robot.

La irrupción de los coches autónomos en la cultura popular y en los medios de comunicación de


todo el mundo está reforzando la puesta en escena de una cuestión vital. Una que había estado
latente desde hace menos de un siglo, presente inicialmente en los libros de ciencia ficción gracias,
sobre todo, a Asimov, pero que cada vez resulta más urgente y prioritaria plantear y contestar:
¿cuándo y hasta qué punto los robots nos reemplazarán en nuestros trabajos?

Tanto para los trabajos más manuales, de baja cualificación (chóferes, albañiles, agricultores...)
como otros más complejos y de oficina (analistas financieros, periodistas o banqueros...) la
respuesta a esta pregunta resulta muy poco prometedora para los humanos: muy pronto y puede
que usted sea totalmente innecesario para el trabajo que hace ahora mismo. Sin embargo, es
mucho menos frecuente encontrar esta pregunta aplicada a los médicos, no sólo por la
complejidad e incertidumbre que conlleva su trabajo sino también por su lado humano, esencial
en la comunicación y trato con las personas. Aun así, ¿puede ser la robótica una "amenaza"
también para los médicos?

Dentro del ámbito sanitario, ya podemos encontrar robots haciendo tareas básicas como
transportar a pacientes, recordar la toma de medicamentos o citas con el médico, o hacer un
registro de los signos vitales. Pero ¿qué ocurre con tareas más complejas y decisivas como
diagnosticar, pautar fármacos o realizar operaciones quirúrgicas? En estas áreas los robots llevan
ya tiempo haciendo acto de presencia aunque, por el momento, no como sustitutos sino como
potentes aliados del médico que, con su ayuda, son capaces de superar sus limitaciones humanas.
Así pues, el futuro cercano dista de ser una lucha de médicos versus robots: se trata de un futuro
en el que médicos y robots trabajan juntos y se complementan.

Un ejemplo paradigmático de este caso es el robot quirúrgico Da Vinci. Gracias a éste, un cirujano
puede realizar cirugías mínimamente invasivas con mucha mayor precisión, lo que disminuye los
riesgos de la operación y el tiempo necesario para la recuperación del paciente. También tenemos
a R2D2, un robot que ha demostrado que es posible realizar cirugías oculares tan precisas como
retirar una membrana de una milésima de milímetro de la retina de un ojo o administrar virus para
terapia génica en el interior del globo ocular. Se tratan de cirugías que no serían posibles si sólo las
realizaran humanos.

Aunque los robots quirúrgicos son la avanzadilla robótica que más se está "infiltrando" en la
medicina; éstos, en forma de inteligencia artificial (IA), llevan también bastante tiempo
desarrollándose para ayudar al médico a realizar diagnósticos más certeros. Derribando, de nuevo,
las limitaciones humanas, que son muchísimas. De hecho, se estima que alrededor del 15% de los
diagnósticos realizados por médicos son erróneos.

Teniendo en cuenta esa cifra, los robots no necesitan ser perfectos para diagnosticar o recetar
tratamientos, simplemente necesitan ser mejores que los humanos, lo cual no parece un gran reto
para las IA: pueden memorizar de forma impecable miles de enfermedades e historias clínicas con
todos sus detalles, incluyendo las dolencias más raras (que son las más difíciles de diagnosticar,
precisamente por ello) y pueden actualizarse a partir de las publicaciones científicas médicas
constantemente (es literalmente imposible que un médico pueda estar al día de todo lo que se
publica a lo largo del año). Aun así, también hay que considerar que tienen sus limitaciones:
carecen de esa cosa abstracta y difusa llamada intuición y pueden tener muchos problemas a la
hora de distinguir lo que es un dato fiable de lo que es simplemente ruido.

Así pues, la tendencia actual es que las IAs separen el grano de la paja (analizando datos
rápidamente), aportando al médico una lista de diagnósticos más probables para que él decida el
diagnóstico final. De esta forma, el diagnóstico no sólo sería más preciso, sino también más rápido,
incrementando la calidad de la atención sanitaria al tiempo que se reduce el coste. Aunque
algunos gurús afirmen que los robots convertirán en inútiles a especialistas médicos como los
radiólogos, lo cierto es que los hechos indican que sencillamente serán más eficientes y fiables, de
la misma forma que los pilotos automáticos en los aviones no han convertido en inútiles a los
pilotos.

Probablemente el ejemplo más llamativo entre las IAS que se están perfeccionando como apoyo al
diagnóstico y tratamiento médico sea IBM Watson Health. Entre sus logros: elegir el mismo
tratamiento que el 99% de médicos tras analizar casos de pacientes con cáncer, además de
encontrar opciones terapéuticas que los doctores no tuvieron en cuenta en el 30% de los casos.
También han sido muy publicitados ciertos casos de éxito: El año pasado esta IA diagnosticó
correctamente a una mujer japonesa que sufría leucemia en 10 minutos, mientras los médicos de
la Universidad de Tokio no acertaron durante los meses previos.
Ahora bien, todos los logros de los robots citados antes sólo tienen lugar en el lado científico y
tecnológico de la medicina. También hay que tener en cuenta que ésta es también un arte y tiene
un importante lado humano esencial para la interacción entre personas. Los pacientes no sólo
acuden al médico para ser tratados, sino también para ser cuidados y recibir empatía. En
definitiva, sentir humanidad. ¿Se imaginan recibir un frío diagnóstico de cáncer terminal por una
IA sin el más mínimo tacto? Para muchos, eso resultaría traumático; pero, quizás, otros podrían
plantearse el falso dilema del televisivo Doctor House "¿Preferiría un médico que le coja la mano
mientras se muere o a un robot que le ignore mientras mejora?" . Pudiendo elegir, y vistos los
logros de la unión de médicos y robots, parece que lo mejor para todos sería que el doctor
escuchara al robot mientras nos da la mano y mejoramos.

La Ética para las máquinas, nuevo campo de investigación

La ética es la ciencia que estudia el comportamiento moral del hombre y su accionar. Se relaciona
con los propios actos que cada uno realiza, las cuales –a su vez– dependen de los propios valores.
No es su función prohibir o aceptar indiscriminadamente, sino permitir el discernimiento –dentro de
un determinado contexto– entre lo “correcto” y lo “equivocado”, lo “bueno” y lo “malo”.

Pero quien juzga es siempre, en última instancia, la propia persona. Dentro de una comunidad o
una sociedad, la ética consiste en aquellas conductas que tienden a ser preferidas a lo largo de
períodos suficientemente largos de tiempo, como para convertirse en una especie de codificación.
Por ese motivo, y para cualquier actividad humana, la ética es tan igualmente esencial como la
creatividad, el conocimiento profesional o las habilidades [Mulej et al, 2002].

Con respecto a la relación entre la tecnología y la ética, se pueden considerar tres aspectos:
• el uso responsable e irresponsable que algunas personas hacen de los objetos tecnológicos;
• cómo los seres humanos deben de tratar a los objetos tecnológicos complejos; y
• los problemas relacionados con los objetos tecnológicos complejos y su interacción con el
ecosistema.

Relaciones tirantes

En cuanto al primer punto, y en general, lo que preocupa no es tanto la tecnología en sí misma,


sino la utilización que se puede hacer de ella [Ricard y Xuan Thuan, 2001, p. 27]. Lo que provoca
miedo es la velocidad e imprevisibilidad de su avance y, en especial, la posibilidad de que se
vuelva incontrolable [Capanna, 2000].

Los objetos tecnológicos son neutros: multiplican las posibilidades humanas tanto para hacer el
bien como para hacer el mal. Pero definitivamente no son neutros los impactos que tienen dichos
objetos sobre la vida de los individuos y las sociedades.

Es el caso de la energía atómica: ofrece tanto la posibilidad de construir centrales eléctricas (que
otorgan luz y calor a grandes ciudades) como la posibilidad de construir bombas (que destruyen
esas mismas grandes ciudades). Y es también el caso del robot inteligente y autónomo: si su
objetivo principal fuese el de satisfacer al Hombre, sería de valiosa ayuda; pero si su objetivo
principal fuese el de satisfacer su propia supervivencia, sería extremadamente peligroso [Fritz,
2007].

Por eso, todo avance es percibido de forma ambivalente: como sublime y, a la vez, nefasto; como
maravilloso y, al mismo tiempo, monstruoso. Esto no hace más que revelar las contradicciones
intrínsecas de una sociedad escindida entre los tecnófilos y los tecnófobos, entre los que se ufanan
por los beneficios que puede brindar el poder tecnológico y los que temen al daño irreparable que
puede acarrear su utilización descontrolada.

De todas formas, ya no es posible revertir el inevitable proceso de aceleración tecnológica


acaecido en las últimas décadas. Sólo queda como única posibilidad la de tomar adecuadas
decisiones a fin de suavizar los peligros que pudiese originar, pero sin renunciar a la multiplicidad
de sus ventajas. En otras palabras, no se discute si se utiliza o no la tecnología, sino solamente la
forma en que se la va a emplear.

Es responsabilidad del homo sapiens ser mucho más crítico con respecto a lo que hace y por qué
lo hace; sólo así podrá –en parte– prever algunas de las consecuencias indeseadas. Cuanto más
amplio es su poder, mayor debe ser su sentido de la responsabilidad.

Dado que las investigaciones científicas y los objetos tecnológicos tienen el poder de afectar a toda
la humanidad, las decisiones sobre su curso actual y futuro no deben involucrar únicamente a los
científicos, los empresarios y los gobernantes. Es necesario que la mayoría de la gente tenga una
participación mucho más activa a fin de fijar los límites adecuados. Y, en ese punto, el periodismo
de divulgación tiene una responsabilidad fundamental [Dalai Lama, 2006, p. 221, 231/2 y 242].

¿Cómo tratarlas?

Las actuales máquinas inteligentes son simples en extremo; en parte porque son muy “jóvenes”:
apenas tienen poco más de medio siglo de existencia. No obstante, su avance arrollador las hará
inmensamente más complejas en poco tiempo más. Aunque es posible que retengan el nombre
“máquina”, con seguridad serán otra cosa.

Si una máquina puede desarrollar tanto actividades cognitivas como afectivas (emociones), habría
que empezar a pensar seriamente sobre qué posición ocupa la máquina. ¿Tendrá el propietario
derecho a desenchufarla, o a destruir su programación inteligente? ¿Constituiría esto un
asesinato? [Ritchie, 1985, pág. 145] ¿Aunque, una vez “asesinada”, se pudiese reconstruir tan bien
como si fuera nueva? ¿Sería este caso un “intento de asesinato”? [Freitas Jr., 1985].

De acuerdo con las leyes vigentes, los robots son simplemente una propiedad inanimada sin
derechos ni deberes. No son personas legales (al igual que las máquinas y las computadoras) y no
los toma en cuenta el sistema judicial. Sin embargo, se debe recordar que, en algún momento de la
historia del Hombre, tampoco fueron considerados como personas legales los negros, los niños,
las mujeres, los extranjeros y las empresas [Freitas Jr., 1985].

Si la máquina fuese un robot antropomorfo, si fuese capaz de pensar, de sostener debates


interesantes o de hacer nuevos descubrimientos científicos (en suma, si desarrollase habilidades
cognitivas), tal vez no habría dudas de que “apagarlo permanentemente” constituiría una especie
de asesinato.

Pero, si en vez de ser intelectualmente brillante, ¿qué sucedería si mostrase una gama de
emociones equivalentes a las que componen al ser humano promedio? Incluso más, si tuviese la
forma de un perro, con un nivel mental equivalente a ese animal y su limitada gama de emociones,
¿sería cruel pegarle, o sería nada más que golpear a piezas metálicas o de plástico? [Storrs Hall,
2000].

¿Chatarra o asesinato?

Por otra parte, el cambiar un robot –ya obsoleto y/o pasado de moda– por un modelo más nuevo y
tirarlo como “chatarra”, como se hace con un automóvil o cualquier electrodoméstico, ¿no sería
también una especie de asesinato?

Antes de construir humanoides inteligentes, se deberían resolver algunos problemas. De hecho, al


momento de diseñarlos se debería tener definido si no es una crueldad producir en masa
androides sintientes y luego eliminarlos en “campos de exterminio”.

Actualmente, cualquier robot se considera un bien instrumental; en consecuencia, su propietario


puede hacer el uso que quiera… incluso hasta destruirlo. Es probable que, con el tiempo, surja un
movimiento tendiente a atenuar los derechos derivados de la propiedad de los androides
[Monopoli, 2005].

Incluso puede ser que, algún día, éstos argumenten que son seres conscientes y demanden la
igualdad de derechos. Es por eso que, por uno u otro camino, hay quienes afirman que el homo
sapiens compartirá el planeta con formas de vida sintética que hasta podrían tener “derechos
legales”.

¿Qué tipos de derechos se les debería otorgar y/o negar? ¿Se les pueden aplicar los “derechos
humanos”? Si un robot emula perfectamente las características humanas, ¿podría reclamar ser
miembro de la especie? No se podría exigirle que tenga un cuerpo físico como el humano, ya que
–con ese criterio– se deberían rechazar también a las personas que cuentan con partes artificiales
[Lucas, 2006]. ¿Cuál será el lugar que los robots ocupen dentro de la sociedad? ¿Formarán su
propia sociedad?

Por otra parte, ¿deberían los robots llevar armas? Si se envía un robot para asesinar a un ser
humano, ¿de quién es la culpa: de la máquina, de las personas que la diseñaron, de la empresa
que la diseñó, de las personas que la construyeron o de la empresa que la construyó? Asimismo,
¿deberían concedérseles patentes a las máquinas? Si un robot (una computadora o una máquina)
inventa una patente, ¿pertenece a su dueño o a él mismo?

Nuevo campo

Con respecto a la ética para las máquinas, se pueden distinguir dos niveles: la “humana” y la
“artificial” propiamente dicha [Palmerini, 2004]. La función de la primera es la de restringir quién
debe construir y quién debe usar robots. Pero su desarrollo no va parejo con el de la ciencia y la
tecnología; en otras palabras, no está en condiciones de seguir el vertiginoso ritmo de las proezas
científicas y tecnológicas del ser humano.

En lo referente a los nuevos desarrollos tecnológicos, mucho de lo que –en poco tiempo- será
factible, está más relacionado con los cálculos financieros empresariales y con las previsiones
políticas y económicas gubernamentales, que con los nuevos descubrimientos o paradigmas
científicos [Dalai Lama, 2006, p. 221].

La ética artificial de los robots, o “roboética”, es aquella parte de la ética que se ocupa de los
problemas relacionados con los robots y con su interacción con el hombre, los animales, la
sociedad, la naturaleza y el mundo [Monopoli, 2005].

Se trata de un nuevo campo de estudio que considera a las máquinas, computadoras y robots
como un tipo de agentes éticos e intenta implementar en ellos facultades morales de toma de
decisiones [Allen, Wallach y Smit, 2006] [Moor, 2006].

La idea es otorgarles un determinado conjunto de reglas o guías de comportamiento universal, un


“código de ética”, a medida que se vayan haciendo cada vez más complejas, a fin de que sus
acciones no se aparten mucho de la normas humanas (ya que se tornaría imposible controlarlos)
[Proença, 2001].

Hasta hoy, sólo el Hombre se comprometió a un razonamiento ético; ya es hora de incorporarle


una dimensión ética a algunas máquinas complejas [Anderson y Leigh Anderson, 2006].

Otros agentes éticos

Es enfoque se sustenta en el hecho de que existen casos de otras clases de agentes éticos. Por
ejemplo, los perros tienen un sentido de lo que es correcto y lo que es incorrecto. Incluso, los niños
son una forma distinta de agente ético: tienen limitados derechos y responsabilidades, y los adultos
tienen deberes para con ellos.

Es más, hay una variación continua de agente ético que va desde el bebé hasta el adolescente
[Storrs Hall, 2000]. Sin embargo, la mayoría de las personas establece una frontera divisoria para
la ética entre lo que considera consciente y lo que considera no-consciente.

Por ejemplo, si se piensa que una serpiente no es consciente, no se harán muchos


cuestionamientos en caso de tener que matarla. De igual manera, si se piensa que una máquina
no es consciente, se tendrá mucho menos escrúpulo en lastimarla.

Recientemente un equipo internacional de científicos y académicos –pertenecientes a EURON


(EUropean RObotics research Network)– elaboró un prototipo de “código de ética”. A grandes
rasgos, sus recomendaciones son las siguientes:

• Asegurarse el control de los humanos sobre los robots.


• Prevenir su utilización nociva o ilegal.
• Proteger los datos obtenidos por los robots.
• Rastrear y grabar la actividad de los robots.
• Brindar una identificación única a cada robot.

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