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ANTROPOLOGÍA DEL AFECTO

- A través del afecto se le entrega una identidad sana al hijo. Se le trasmite que "vale oro", que lo queremos más
que a nada en esta tierra porque él es único e irrepetible, valioso y amado, con un lugar propio en el mundo y con
unos talentos que debe cultivar para crecer, realizarse y hacer felices a los demás.

- A través del afecto se instala al hijo paulatinamente en la realidad. Se le adiestra para protegerse de los peligros,
para salvar obstáculos, para vencer adversidades, para afrontar problemas. Como los animales a sus cachorros, los
padres les muestran el mundo a sus hijos y a través del afecto los guían, les enseñan sus secretos de adulto y les
dan la seguridad de que ellos los defenderán y acompañarán hasta que puedan valerse por sí mismos.

- Cuando falta el afecto, el niño crece con una identidad inestable e insegura. Y en vez de ser instalado en la
realidad amorosamente por sus padres, es "arrojado" a una realidad que no siempre será clemente con él.

Lo importante es darse cuenta que a medida que los hijos crecen hay que ir trasformando la relación afectiva y
profundizándola: que existen caricias psicológicas que son tan o más importantes que las físicas.

Tengamos el número de hijos que sea, dos o diez, si queremos demostrar un afecto tierno a los hijos, debemos
poner en práctica acciones concretas que apuntan a que la expresión de ese afecto sea exclusivo para cada hijo y
valiosamente profundo.

Autoestima: Tú puedes, campeón

Los elogios y anti-elogios tienen un enorme peso en la autoestima de un niño. Más si vienen del papá o la mamá.
En ellos el pequeño se mira y se ve tal cual lo describen: malo, flojo, mañoso…, o bueno, valiente, generoso…

El concepto o imagen que él tenga de su propia valía es un sentimiento íntimo y exclusivo, como la inyección de
confianza que necesita para afrontar los retos que constantemente se le plantean: vestirse solo, abordar a los otros
niños en el jardín…, pero lo cierto es que se forma a partir de los elementos que le proporcionan las personas que
lo rodean.

¿Quién dices que soy?

Lo que el niño piense de sí depende en gran medida de lo que los demás -que son su espejo- piensen de él. O de lo
que le digan que piensan de él. Si el reflejo que capta es negativo, tendrá una imagen negativa de sí mismo. Por el
contrario, si los reflejos son positivos, su autoestima será alta.

Durante los primeros años de vida, el niño va configurando su auto estima partiendo únicamente del reflejo que
conforman quienes lo rodean, sin cuestionarse nada.

Sin embargo, aunque tenga un coeficiente superior al normal, si no tiene fe en sí, tomará posturas catastróficas,
cobardes, que le conducirán al fracaso, no sólo en la niñez sino, probablemente, también a lo largo de su vida.

Fuera las etiquetas

Hay que evitar las etiquetas que se le cuelgan y pueden convertirse en su soga, porque luego será difícil retirarlas.
Si desde que empieza a entender las cosas -mucho antes de lo que pensamos- se identifica con nuestros apelativos
de niño-tontito, niño-torpe, etcétera, crecerá creyendo firmemente que es un pillo, tonto, torpe…

Otro buen propósito para los padres sería que se propusieran, al retarlo, separar siempre la mala acción del cómo
es realmente él. Una cosa es hacerle ver que se ha portado mal, que lo que ha hecho no está bien, y otra distinta,
decirle que es un niño malo.

Tan negativo es colgar etiquetas como no reconocer los méritos. El niño busca instintivamente conocerse a sí
mismo, pero no cuenta con más espejo para encontrar su reflejo que el que nosotros le brindamos.
Por lo tanto, si le reprendemos por lo que hizo mal, también tenemos que elogiarle por lo que hizo bien.

La luz del espejo

Al actuar como espejos, debemos poner especial cuidado en reflejar con más intensidad sus virtudes que sus
defectos. Si le hablamos de lo bien que estuvo prestar su pelota a su hermano, en vez de repetirle lo egoísta que es
y cuánto le cuesta prestar sus cosas, estaremos cambiando la luz del espejo, y ése será su mejor estímulo. Resulta
mucho más efectivo alentar la virtud contraria que recriminar el vicio.

Elogiar es reforzar el éxito alcanzado. Su efecto es ante todo de motivación, pues supone un empujón para la
autoestima del niño, que se lanzará a mayores logros.

De igual modo, al valorar las acciones del niño sería injusto -además de totalmente contraproducente- fijarnos
solamente en lo malo en vez de felicitarle por la parte buena de lo que logró. Es el caso del padre que cuando su
hijo le enseña el dibujo que hizo en clases, se fija más en lo torcido de las líneas que en lo luminoso de los colores
utilizados.

Esto no quiere decir que le mintamos, porque él necesita confiar en la verdad de nuestras palabras, aunque
algunas veces le duelan.

Palabras de animo

Cuanto más "desastre" sea el niño, más necesitará oír esas palabras de ánimo y, sobre todo, comprobar que
nosotros tenemos confianza en él.

La seguridad es fundamental para alcanzar el éxito. Para que se valore a sí mismo y se considere capaz de hacer
esto y aquello, es primordial que se sienta seguro, aceptado y querido por los que le rodean.

Unos padres excesivamente exigentes pueden lograr que un niño con capacidades extraordinarias no consiga más
que sacar los cursos raspando. Otro más normalito podrá obtener las mejores notas, porque sus padres lo han
aceptado tal como es y han orientado sus expectativas hacia aspectos muy concretos de su desarrollo.

Te quiero "porque sí"

El niño necesita comprobar que lo quieren por ser él, no por sacar buenas notas o no romper ceniceros. No sería
nunca aconsejable que pensara que debe cumplir las expectativas de sus padres para comprar su cariño o
confianza.

Los primeros años de vida son fundamentales para que el niño adquiera seguridad en sí mismo, para que aprenda a
autovalorarse y verse como alguien capaz de mejorar en cada reto. Nuestra actitud y la valoración que hagamos
sobre él y sus actos tienen un papel decisivo en este logro, ya que los padres somos precisamente el espejo único
en el que ellos han de mirarse para formar su propia autoestima.

Frases que promueven actitudes…

Negativas

- Eres un desordenado.., Desorden

- Siempre estás deseando fastidiar… Fastidiar más.

- Debes aprender de tu primo… Rechazo al primo.

- Así no llegarás a ningún sitio… Temor.

- Estoy harta de ti… Desamor.


- Aprende de tu hermano… Celos.

- Siempre estás peleando… Me gusta pelear.

- Aléjate, no quiero ni verte… Desamor.

- No sabes estar quieto… Soy nervioso.

- Me matas a disgustos… Temor, desamor.

- Cada día te portas peor… Soy así, soy malo.

- Eres un mentiroso… Lo mío es mentir.

- No sé cuando vas a aprender… Tristeza, no puedo.

- No me quieres nada… Desamor. Tristeza.

- Así no tendrás amigos… Tristeza. Es verdad.

Positivas

- Estoy seguro de que eres capaz… Soy capaz.

- Muy bien, yo sabía que podías… Soy capaz.

- No dudo de tu buena intención… Soy bueno.

- Juan tiene un alto concepto de ti… Tengo amigos.

- Si necesitas algo, pídemelo… Tengo amigos.

- Sé que la has hecho sin querer… No la repetiré.

- Estoy muy orgulloso de ti… Satisfacción.

- Sabes que te quiero mucho… Amor.

- Yo sé que eres bueno… Soy bueno.

- Te felicito por la que has hecho… Alegría, mejorar.

- Qué sorpresa más buena me has dado… Alegría.

- Cuando me necesites, yo te ayudaré… Amor.

- Noto que cada día eres mejor… Ganas de serIo.

- Creo en la que dices, sé que la harás… Confianza.

- Sabes que quiero para ti la mejor… Amor.

- Puedes llegar donde tú quieras… Puedo hacerlo.

- Las próximas notas serán mejores… Estudiaré más.


Para pensar y actuar

- Interésese por sus pequeños logros, huya de la alabanza mecánica y pierda un par de segundos en elogiar ese
primer dibujo, aunque usted esté discutiendo el "Total a pagar" de la cuenta de teléfono.

- Respete su cansancio o enojo, y evite que se le escape un anti-elogio.

- Intente mantener el respeto por el carácter de su hijo y plantéese periódicamente si las expectativas que ha
depositado en él son justas, razonables y equilibradas.

- Evite el exceso de protección sobre el niño e intente intervenir en sus aventuras o juegos sólo cuando haya algún
peligro.

- Propóngale metas que sea capaz de lograr y saquen siempre la parte positiva de su intervención, aunque la
negativa fuera mucho más importante. Esto le hará sentirse importante, autovalorarse y respetarse a sí mismo.

- No recurra nunca a las comparaciones para retarlo o hacerle ver cómo tiene que portarse. No es bueno para
ninguno de los dos niños y siempre hay alguno que sale perdiendo.

- Propóngase la meta de elogiar cada día, al menos, una cosa bien hecha a cada hijo, oportunamente y con
naturalidad. Si está atento, no será difícil encontrar la ocasión.

La edad de oro de la infancia

Una excelente etapa para educar en afectividad, valores, autoestima…, como preparación de la adolescencia y
sólida formación para la edad adulta.

Sin saber cómo, los niños se transforman en pequeños hombrecitos o mujercitas, y su personalidad se desarrolla a
pasos gigantescos.

Los padres nos admiramos de sus avances, su clara inteligencia o talentos para el arte, la música o el deporte.
Tanto, que podemos creer que ese niño "ya salió adelante" en la vida y que para seguir creciendo bien le bastan los
rasgos impresos en él desde su nacimiento.

Pero eso es falso. Aún queda mucho por hacer: tal como el bebé necesita sobrevivir, el niño en la pre adolescencia
necesita formación, un reforzamiento de hábitos y valores que lo ayudarán a enfrentar una edad, sin duda mucho
más difícil, como es la adolescencia.

DE LA RISA AL LLANTO

A esta edad los niños han superado la "edad de la razón", y sus continuos "por qué esto" y "por qué aquello" ya no
son tan insistentes y reiterativos. Tampoco se encuentran en la "edad del pavo", por lo que aún admiran a sus
papás y buscan las conversaciones con ellos, mostrándose maravillosamente juiciosos cuando se trata de hablar de
la guerra, la pobreza, la muerte… Sin embargo, también atraviesan días de enorme inestabilidad emocional y van
de la risa al llanto por cualquier causa. Estas reacciones nos causarán menos desconcierto? y también menos
enojo? si los padres entendemos que estos cambios se deben al crecimiento. Qué no nos agoten la paciencia,
entonces, cuando llegan llorando del colegio por cualquier cosa, ni que nos derritan con la miel de sus mimos a la
hora de las correcciones.

ALGUNOS INDICADORES DE SOBREPROTECCIÓN:

Un error frecuente en que podemos caer en esta etapa consiste en la sobreprotección. Hay que recordar que
crecer es la paulatina capacidad de estar solo y solucionar algunos problemas: si vemos que nuestro hijo llora
porque hemos dejado de ir a buscarlo al colegio y ahora vuelve en un bus de reparto escolar, es la ocasión de
ayudarlo a ser más fuerte, superando su congoja, en vez de retroceder nuevamente a una etapa de mucha
supervisión. Quizás es bueno que, fríamente, revisemos actitudes de sobreprotección.

- No confiamos en su habilidad para hacer algunas tareas en la casa, como contestar el teléfono, regar el jardín,
poner la mesa… (Decimos: "Mejor lo hago yo, él aún es pequeño").

- Tiene miedos injustificados en lo que respecta a su desenvolvimiento público: terror al nuevo profesor, a la noche,
a quedarse sin la mamá por una hora en la casa. No lo animamos a superarse.

- No ha aprendido todavía a ser amable, pidiendo por favor cada cosa y dando las gracias cada vez. La palabra
"autocontrol" no figura entre sus reflejos, por lo que toda la familia hace vista gorda a rabietas desproporcionadas
y reiteradas.

- Si la sobreprotección no se combate en esta edad, es fácil llegar a una adolescencia conflictiva: o el hijo se pone
definitivamente rebelde ante tanto cuidado y ternura empalagosa, o se vuelve tímido y asustadizo, lleno de
complejos.

TIEMPO PARA INTIMAR

Entre los 7 y los 12 años el carácter es como greda todavía húmeda, moldeable y suave. Las circunstancias
ambientales, además, condicionan mucho la manera de ser y actuar.

En este período muestran gran sensibilidad hacia los valores más importantes, como la generosidad, laboriosidad,
reciedumbre, responsabilidad, amor a la justicia y afán de superación. Por esta razón, el niño o niña valoran
muchísimo los paseos familiares, donde se prueban los lazos entre los padres y los hermanos: prender juntos una
fogata, bajar los canastos para el picnic y organizar el mantel sobre el pasto. Es increíble cómo los papás muchas
veces reemplazan este panorama tan simple y valioso, creyendo que para los hijos es más atractivo pasear por un
centro comercial. La verdad es que a esta edad ni el frío, ni la lluvia, ni la incomodidad, lo desalientan a la hora de
sumergirse en la naturaleza con sus padres.

Los profesores también siembran en tierra fértil cuando satisfacen su hambre de autoimponerse buenos
propósitos. El deporte los estimula a practicar la solidaridad, amistad y lealtad. A la vez que confirman que quieren
cumplir órdenes y asumir pautas de acción para sentir que lo están haciendo muy bien".

Paralelamente, desde los 3 hasta los 9 años, los niños atraviesan una etapa en la que espontáneamente aprecian la
bondad de la sinceridad. Detestan la mentira y el engaño y lo sacan en cara: «Me mentiste». Es también un
momento óptimo para que encuentren oídos en los que confiar. Y, ¡atención!, ésta es casi la última etapa en la que
resulta fácil a los padres alcanzar cierta intimidad con su hijo.

Muchos papás dicen: "A mi hijo le doy en calidad lo que no puedo darle en cantidad". Y se equivocan, porque esa
calidad debe darse cuando el niño lo requiera y no cuando a nosotros nos quede tiempo. Quizás, en la "hora" de
calidad que nosotros pensamos dar al niño, él ya tenga sueño o esté distraído jugando con sus primos. Por esto,
aunque cueste, hay que buscar momentos diarios y frecuentes para conversar cara a cara con ellos. Esta es la edad
de oro para intimar con los hijos.

Es bueno recordar que en esta etapa aparecen algunos rasgos propios de la pubertad: se muestra más suspicaz,
surge cierto interés por los niños del otro sexo y timidez para comunicar sus sentimientos en público. De a poco,
además, muestran cierta rebeldía y entonan el famoso "ya soy mayor". Pero no hay que descuidarse: siguen
deseando sentirse protegidos, son muy leales a su familia y sienten apego a su hogar. Lo que más les gusta en esta
etapa es que sus padres dialoguen a solas con ellos, "de hombre a hombre" o "de mujer a mujer".

LA HIPERACTIVIDAD

En muchas familias existen niños a los que se les ha diagnosticado hiperactividad, déficit atencional o inmadurez
neurológica en general. Y los padres se han preocupado de él o ella, con gran paciencia hasta ahora. Sin embargo,
llegado los diez años o un poco más, parece que esa paciencia se agota y la preocupación se reemplaza por
intolerancia. "Este hijo no tiene remedio", dicen los papás, y surge el cuadro del "niño problema”. Muchos padres,
incluso, discuten por él y delante de él. Así, se olvida lo elemental: ese hijo, tardará más en madurar y necesitará
aún más apoyo.

Es muy recomendable estimular a este tipo de niños en áreas distintas al estudio, donde no son lumbrera, como el
deporte o la participación en algún club donde sea valorado. Porque es importante que llegue a la adolescencia con
alguna experiencia de éxito personal, o de lo contrario su autoestima se verá muy disminuida.

También es importante que no se le engañe. Aunque las respuestas no puedan alcanzar un nivel de extremada
complejidad, el niño debe saber la verdad de lo que le preocupa, si no queremos que se sienta defraudado y que
busque la información por otros conductos que acaben perjudicándole.

PARA PENSAR…

- No olvide que su hijo está creciendo y necesita un mayor margen de autonomía.. Pero todavía es un niño que
debe de ser educado en muchos aspectos: afectividad, valores, autoestima…

- Para conocer a fondo en carácter de su hijo tiene que sumergirse en su efervescente personalidad. Hablar mucho
con él para conocer el hilo de sus pensamientos, gustos reacciones, deseos y aspiraciones.

- Si le transmiten confianza y serenidad, pasarán muy pronto sus desproporcionadas reacciones. Tenga en cuenta
que ésta es una de las últimas etapas en la que los padres pueden alcanzar, con relativa facilidad, cierta intimidad
con sus hijos.

PARA ACTUAR

Acostúmbrense a hablar con él, conózcanlo y dénle los razonamientos que les pida, sin infravalorar su capacidad de
compresión. Probablemente ya sea capaz de juzgar sus actos, y deben de permitir que –moderadamente- diga lo
que piensa de ustedes, para aclararlo. Por supuesto, discúlpense con humildad si él o ella tienen razón y ustedes
han hecho algo mal.

CONÓCELO

Entre los 10 y los 12 años el niño ha llegado a la madurez de su etapa infantil. Su intelecto ha alcanzado cierto
equilibrio en su desarrollo y es capaz de sorprender a los adultos con razonamientos de “peso”. Se muestra, sin
embargo, bastante voluble –pasa de la risa al llanto muy fácil- y ansioso en sus apetencias. Le encanta llevar la
contra, es impaciente e inquieto, y posee una energía que parece ilimitada.

No siente ningún interés por las niñas, le encanta hacer bromas en grupo y puede acostumbrarse con facilidad a
mentir.

CONÓCELA

La niña también siente enorme curiosidad y es capaz de hacer tambalear nuestra paciencia con sus sucesivas
preguntas, pero se fija más en los problemas racionales y emocionales que en los engranajes de los relojes.

Tiene asimismo el ánimo voluble y es especialmente mimosa, pero desea ser tratada como una persona mayor.
Comienza a tomar conciencia de su propia forma de ser y quiere saber lo que opinan de ella los adultos.

A los doce años, entra ya en la edad media de la pubertad, se vuelve más ensimismada y reflexiva, comienza a
fijarse en chicos mayores y cantantes –a los que idealiza- y se convierte en una atentísima observadora de la
realidad que la rodea.

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