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Ministerial
Guía para el profesor
Curso de Formación Ministerial
por Eduardo Velázquez
Índice
PRESENTACIÓN .......................................................................................................................... 7
SÍLABO ......................................................................................................................................... 17
INTRODUCCIÓN ....................................................................................................................... 27
APÉNDICE:
Guía para el análisis crítico de lectura ........................................................................... 233
Guía para La realización de un ensayo .......................................................................... 235
E
ste material ha sido diseñado con el propósito de ser una herramienta de
trabajo en la enseñanza del curso “Ética Ministerial” a estudiantes adultos
que están preparándose para la ordenación en la Iglesia del Nazareno.
El contenido de este curso está basado en la descripción propuesta en la Guía
de Desarrollo Ministerial 2009-2013 de la Iglesia del Nazareno para las regiones de
Sudamérica (SAM) y México, América Central y Panamá (MAC).
El Libro para el estudiante (Notas de clase) fue escrito por Eduardo Velázquez,
y la Guía para el profesor, por el Equipo Editorial, a quienes agradecemos su va-
liosa contribución.
Instrucciones para
el uso de la Guía
E
sta Guía ha sido escrita con el propósito de ayudarle en su tarea de enseñar el curso
“Ética Ministerial”. Al escribirla hemos tenido en mente a los pastores-profesores que
están enseñando en diferentes lugares de nuestra región con recursos limitados, pero con
el deseo de ser fieles a la misión que Dios les ha encomendado.
Obviamente, este material no es exhaustivo; sólo pretende ser una herramienta que le
provee de algunos recursos didácticos que usted puede usar en su ejercicio docente. Antes de
usarlo, le sugerimos tener en cuenta las siguientes instrucciones:
• El material está dividido en seis unidades de estudio. Queremos darle la libertad para
que según los días y horas de clase disponibles, usted divida estas unidades en varias
lecciones. Está claro que cada unidad de estudio no debe agotarse en una sola sesión, sino
que debería extenderse a lo largo de varias clases.
• Necesitará preparar con anticipación cada clase y tener listos los materiales que va
a utilizar. Le sugerimos que revise detenidamente esta Guía antes de dictar el curso y
que lea cuidadosamente todas las notas de clase e instrucciones correspondientes para
cada actividad. Si encuentra que las instrucciones no están suficientemente claras ni
comprensibles, es mejor que no utilice esas actividades para su clase. Por supuesto, la
posibilidad siempre está abierta para que usted agregue sus propios recursos y enriquezca
este material. No dudamos que su aporte creativo imprimirá características especiales a
su curso.
• Asegúrese de incluir un tiempo de oración al empezar cada clase. Invite al Espíritu Santo
para que presida ese tiempo y para que su presencia les guíe en todo momento. Pregunte
las necesidades de sus estudiantes y ore específicamente por cada una de ellas.
• Antes de las unidades de estudio encontrará un sílabo básico para el curso. La descripción
ha sido tomada de la Guía de Desarrollo Ministerial 2003-2007 de la Región Sudamérica y 2004-
2008 de la Región México y América Central; pero también se han incluido: la fundamentación
del curso, los objetivos generales, los objetivos específicos de cada unidad, el desarrollo
temático, la metodología para el dictado del curso, algunas sugerencias para las tareas
asignadas y una bibliografía básica. En este sentido, tenga la libertad de introducir las
modificaciones que considere pertinentes.
En las seis unidades de estudio correspondientes a este curso, usted encontrará diferentes
secciones como:
Notas de clase
El material de las unidades de estudio está dividido en dos columnas.
En la columna más ancha usted encontrará las notas completas de clase
preparadas por el profesor Eduardo Velázquez, las cuales coinciden con
el material que sus alumnos tienen en sus manos. Este es un material
(que se concoce como el libro para el estudiante) que debe haber sido
leído por el alumno previamente al inicio del curso. Por este motivo no
es necesario ni aconsejable que usted lea porciones del mismo en clase,
sino, más bien debe ser expuesto creativamente, recibiendo además
el aporte de las reflexiones que resultaron de la lectura anticipada del
libro por parte de los estudiantes.
Lecturas complementarias
Al inicio de cada unidad encontrará una bibliografía relacionada
con la temática que se va a exponer. Según la disponibilidad de los
recursos a su alcance, utilice estas lecturas para la profundización de
sus conocimientos antes de presentar la clase respectiva.
Ayudas didácticas
En la columna más angosta que aparece en cada unidad usted tendrá
espacio para escribir sus notas personales sobre los temas presentados,
pero también encontrará algunas preguntas y dinámicas que pueden
ser utilizadas en el desarrollo de la clase. No obstante, usted puede
agregar otras más; las que le presentamos son sólo sugerencias para
hacer la clase más participativa y dinámica.
Actividades
En toda esta Guía usted encontrará diferentes actividades enumeradas,
sugeridas para el curso como por ejemplo: Trabajos individuales; trabajos en
grupos pequeños, preguntas para discusión en clase, entre otras. No tiene que
usarlas todas. Puede escoger las que mejor le sirvan a los objetivos de cada
clase, puede modificarlas y también puede incluir otras bajo su criterio.
Algunas de ellas puede usarlas durante la clase, otras puede asignarlas
para que sean hechas extra-aula. Para usar las actividades, es indispensable
que revise bien las instrucciones antes de presentarlas a sus alumnos.
Material de apoyo
El propósito de este material es reforzar los contenidos presentados en
las notas de clases. Hemos incluido algunas lecturas relacionadas con
los temas abordados que esperamos le ayuden en su preparación de las
clases y profundización del curso.
Asimismo, al finalizar las seis unidades, encontrará dos secciones principales adicionales
que también pueden servirle en su tarea como profesor.
Bibliografía comentada
Está formada por una lista de libros básicos que pueden ser utilizados para este curso. Para
cada libro hemos incluido un breve resumen del contenido y el enfoque del autor para que
le oriente en su lectura y en sus posibles líneas de investigación personal.
Apéndice
Le animamos a seguir adelante en su tarea docente. Es nuestra oración que esta Guía sea
una herramienta que Dios pueda usar para acompañarle en su ministerio.
Orientación para
el docente
I
nicialmente necesitamos tomar conciencia de que en el proceso docente teológico ponemos
en práctica nuestros presupuestos pedagógicos que hemos asumido en forma conciente o
intuitiva a lo largo de nuestra vida. De la forma cómo hemos sido instruidos así enseñamos
o de la forma cómo hemos escuchado que debemos hacerlo, así lo hacemos. Los modelos edu-
cativos que ponemos en ejercicio en el aula son el reflejo de nuestros postulados pedagógicos
adquiridos.
Además de concientizarnos del ejerci-
cio de nuestra tarea docente y auto-anali- TRIANGULO INTERACTIVO
zarnos sobre ella, algo que puede sernos
de valiosa ayuda es tener en cuenta el Alumno
Triángulo Interactivo que está formado por
tres elementos claves que intervienen en
el aprendizaje: el rol mediador del alum-
no, los contenidos y el rol del profesor Proceso
como facilitador. Este triángulo interac- Educativo
tivo dinamiza el proceso educativo y nos E A
Enseñanza Aprendizaje
ayuda a comprender que el aprendizaje
se construye en la interacción compleja
entre estos tres elementos. Contenidos Profesor
Este elemento está referido a la actividad mental constructiva de los alumnos que juega un
papel decisivo como mediador entre la enseñanza y aprendizaje. El alumno es el protagonista
en el acto de aprender y no un mero espectador. Todos los recursos que se usen, incluso la
intervención del mismo profesor son sólo ayudas para el proceso educativo y no sustitutos del
lugar del alumno.
El Cono del Aprendizaje, de la Experiencia o de Dale muestra claramente que en la medida
que los estudiantes hacen uso de sus sentidos se involucran más en el proceso educativo y eso
incide directamente en un crecimiento porcentual de su aprendizaje.
EXPERIENCIA Y APRENDIZAJE
NUESTRA TENDENCIA NUESTRO NIVEL DE
ES RECORDAR ... INVOLUCRAMIENTO
Escuchando
20 % de lo que escuchamos palabras
Mirando cuadros
30 % de lo que vemos o fotografías
PASIVO
Viendo un video
o película
1Cono de la Experiencia. Tomado de Audio-Visual Methods in Teaching (Métodos Audiovisuales en la Enseñanza). Tercera edición, por Edgar
Dale. Derechos de propiedad intelectual, Copyright 1969, por Holt, Rinehart y Winston, Inc. Reimpreso con permiso de la casa publicadora.
2. LOS CONTENIDOS
En el acto educativo, los alumnos se aproximan a los contenidos no como “hojas en blanco”
o “tábula rasa” sino con un trasfondo que los predispone para el aprendizaje, positiva o nega-
tivamente. Cuando los contenidos, conceptos o los nuevos conocimientos se relacionan con los
elementos que ya existen en las experiencias previas del alumno, se produce un aprendizaje
significativo.
Tomando en cuenta este principio, la motivación juega un papel determinante en el proceso.
Los alumnos son selectivos en relación con lo que les interesa aprender, es decir, aprenden lo
que les motiva aprender.
Pero, este elemento del Triángulo Interactivo está referido también a los objetivos que quere-
mos alcanzar en un curso o materia. El aprendizaje no sólo consiste en potenciar la actividad
mental constructiva de los alumnos sino en lograr que dichas elaboraciones o construcciones
alcancen los contenidos educativos que nos hemos propuesto alcanzar para determinado nivel
de estudios.
Finalmente no olvidemos que el proceso educativo tiene dos caras indivisibles como en
una moneda: ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE. Ambas son indispensables para que el proceso
se complete efectivamente. No podemos dar por hecho que el aprendizaje es una consecuen-
cia automática de la enseñanza. Por ello, en nuestro ministerio docente tenemos que incluir
algunos filtros que nos permitan autoevaluarnos y asegurarnos que el proceso educativo se
está dando completamente.
Educar es compartir nuestra propia vida. Es una experiencia que se construye entre todos
y nos permite crecer a cada uno de los que participamos en ella. Cuando educamos también
aprendemos, porque aprender es un proceso integral que involucra todas las dimensiones
humanas y que no finaliza con la graduación sino que nos acompaña a lo largo de nuestra vida.
Sílabo
Hombres y mujeres pueden vivir una mentira, los adolescentes pueden vivir una mentira, las familias
pueden vivir la gran mentira, las instituciones pueden vivir una mentira, una iglesia, una universidad
o un ministerio puede estar viviendo una gran mentira, y no hacemos nada. Al parecer, consentimos
con eso mediante las acciones que no tomamos. Asentimos moralmente con nuestro consentimiento e
inconscientemente apoyamos lo que está sucediendo. En nuestro deseo de estar en armonía perdemos la
visión de lo que en realidad está ocurriendo (Dortch, 1994: 311) .
Por otro lado, dos renombrados autores, en la introducción de un libro sobre ética
ministerial afirman: “La nuestra es una época de incertidumbre ética... Ésta no es la Edad
del Esclarecimiento, sino la edad de no saber qué hacer... Hoy día los fracasos morales
en el ministerio son demasiado comunes.” (Trull y Carter, 1997: 9, 10, cursivas nuestras).
Al tratar de ubicar esta situación en el contexto actual, los autores señalan que:
La crisis presente en la ética ministerial es tanto un reflejo de nuestro tiempo como una influencia en nuestra
sociedad. El fracaso ético en el púlpito afecta a quienes están en las bancas. Al mismo tiempo, la moral de los
ministros parece reflejar la declinación general en la moralidad entre los laicos. Nuestro día está cargado de
enredos políticos, tratos secretos en el mercado de valores, escándalos en entidades de ahorros y préstamos,
y juegos ilegales de figuras del deporte. Insensibilizada por todo esto, la gente pocas veces se conmueve
cuando escucha de un ministro inmoral (Ídem.).
Lo anotado antes nos confronta con un tremendo desafío: el ser y el hacer del
ministro, requiere con urgencia un tratamiento a fondo para delinear su perfil acorde
con las Escrituras y para orientar su pertinencia en un contexto cada día más complejo
y relativista. Esta es la razón por la que nuestra Iglesia considera un curso como éste, de
fundamental prioridad en la formación de sus ministros.
Objetivos generales
Al concluir este curso, el alumno estará en capacidad de:
Desarrollo temático
UNIDAD I: LA IDENTIDAD VOCACIONAL DEL MINISTRO
Objetivos específicos:
Temas:
Objetivos específicos:
Temas:
Objetivos específicos:
A. Explorar los desafíos que la integridad plantea a la vida personal del ministro.
B. Analizar los principales retos a la vida familiar del ministro.
C. Delinear el marco para las decisiones éticas del ministro en el área de las finanzas.
D. Definir los parámetros de la ética de la integridad para el ministro en el campo de la
sexualidad.
Temas:
A. EL MINISTRO Y SU PERSONA
B. EL MINISTRO Y SU FAMILIA
C. EL MINISTRO Y LAS FINANZAS
D. EL MINISTRO Y LA SEXUALIDAD
Objetivos específicos:
B. Delimitar los deberes ministeriales que han de forjar relaciones saludables entre el
ministro y la congregación en la que sirve.
C. Definir los criterios que han de orientar los procesos de transición ministerial.
D. Definir los indicadores de una acción ministerial congregacional saludable.
E. Determinar los parámetros de su relación con el liderazgo denominacional, en los dife-
rentes niveles.
Temas:
Objetivos específicos:
Temas:
Objetivos específicos:
Temas:
B. La profesora o el profesor del curso diseñará estos aspectos de acuerdo a los criterios y recur-
sos que disponga, integrando las cuatro dimensiones de la preparación ministerial (4 “C”:
CONTENIDO, CAPACIDADES, CARÁCTER Y CONTEXTO).
C. La Asamblea General de 1997 dispuso que el Sistema de Educación Nazarena integre estas
dimensiones en cada curso. El Manual de la Iglesia del Nazareno 2001-2005, pp. 182-184 (Art.
424.3), registra esta disposición de la siguiente manera:
. . . El carácter del instructor, la relación de los estudiantes con el instructor, el ambiente, y las
experiencias previas de los estudiantes se ligan al contenido del curso en la creación plena del currículo. . .
Las diferencias culturales y la variedad de recursos requerirán detalles en las estructuras curriculares. . .
Sin embargo, todos los programas que suplan los fundamentos educativos para la ordenación al ministerio,
. . . deben dar atención cuidadosa a su CONTENIDO, CAPACIDADES, CARÁCTER Y CONTEXTO. ESTOS
CUATRO ELEMENTOS ESTARÁN ENVUELTOS, EN MAYOR O MENOR GRADO, EN TODOS LOS
CURSOS. . .
El curso está dividido en cinco unidades que deben ser desarrolladas en cuarenta y cinco
horas académicas de cincuenta minutos cada una, distribuidas según la disponibilidad de
tiempo del grupo de estudio.
Las clases se desarrollarán dentro del marco de una dinámica de participación en la
cual se intercalarán conferencias del profesor con intervenciones, preguntas, comentarios,
trabajos individuales, grupos pequeños de discusión y exposiciones de los estudiantes. La
interactividad es un elemento clave en todo proceso educativo porque nos permite compartir,
dialogar y construir el aprendizaje juntos.
Como dijimos antes, las responsabilidades de los estudiantes requeridas para la aprobación
de este curso y el sistema de evaluación, serán asignadas por la profesora o el profesor, tomando
en cuenta las cuatro dimensiones de preparación ministerial y la disponibilidad de materiales.
Las actividades sugeridas a lo largo de esta Guía podrán ser utilizadas como tareas del curso,
pero ninguna de ellas, necesariamente, es de carácter obligatorio.
Es recomendable no dejar la asignación de las tareas para el final del curso, sino
distribuirla a lo largo de las clases. Esto permitirá que los estudiantes vayan construyendo su
proceso de aprendizaje al integrar los contenidos expuestos en clase con los adquiridos en las
tareas extra-aula.
El alumno debe haber leído el “Libro para el Estudiante” con anticipación a la clase,
de una forma reflexiva a modo de “diálogo con el texto”, resaltando las ideas centrales de
cada Unidad y tomando notas de comentarios o preguntas surgidas de la lectura para luego
exponerlas en la parte presencial del curso.
Tareas sugeridas
1. ANÁLISIS CRÍTICO DE LECTURA. Utilizar las lecturas sugeridas que se incluyen al ini-
cio de cada unidad de esta Guía o el material de apoyo que aparece al final de cada unidad.
(Para la presentación del informe escrito utilice el bosquejo provisto en el apéndice).
3. TRABAJO ESCRITO. Escribir un trabajo individual, que puede ser una monografía, lec-
ción, sermón, artículo o ensayo sobre algunos de los temas estudiados en clase u otros
sugeridos por el profesor. Se requiere precisión en cuanto a la gramática y la ortografía.
Los trabajos escritos serán evaluados según la siguiente escala:
6. EXÁMENES ESCRITOS (una evaluación creativa del nivel de comprensión de los conteni-
dos expuestos en clase). Pueden ser al final de cada unidad, a la mitad y al final del curso
o sólo al final.
Bibliografía Básica
Atiencia, Jorge. Hombres de Dios: Elías, Ezequiel, Daniel, José,
Esteban. Buenos Aires: Ediciones Certeza ABUA, 1995.
INTRODUCCIÓN
L
a ética es una ciencia, parte de la filosofía, que trata de la
moral y las obligaciones de los hombres. La palabra viene del
griego ethiké y significa “costumbre”, y, al dedicarse al estudio
de la conducta del hombre, busca en su ser íntimo el origen de las
motivaciones que lo llevan a actuar de una determinada manera.
Desde una perspectiva cristiana, la Palabra de Dios nos enseña
a fundamentar nuestras vidas sobre una ética bíblica basada en el
compromiso con Dios y con el prójimo (Mt. 22:34-40), y encarnada
en el modelo vivo de Jesucristo. Aunque, tanto en el contexto
histórico de Jesús, como en el actual, la carencia de modelos éticos es
predominante.
Formamos parte de una sociedad alejada de Dios y gobernada
por un relativismo moral alarmante en todos los ámbitos de su
estructura. Existe una falta total de modelos de ética en todas las
esferas, por lo que es necesario, hoy más que nunca, que los cristianos
asumamos el compromiso de ser sal y luz de la tierra.
Uno de los factores de cambios urgentes descansa en que los
ministros de nuestras congregaciones vivan de acuerdo con las
demandas divinas que determinan el comportamiento y la conducta
de los mismos.
Pregunta para la clase:
¿Existen fundamentos
escriturales para decir
que debe existir una “ética
ministerial”? Justifique su
respuesta.
Actividad No. 1:
Lecturas complementarias
S
egún la disponibilidad de los recursos guia práctica. El Paso: CBP, 1998 (“La tarea
bibliográficos a su alcance puede divina del pastor-predicador”, pp. 22-23).
escoger entre las siguientes lecturas
complementarias con el fin de profundizar Martínez, José. Ministros de Jesucristo,
su estudio personal sobre esta unidad. Tomo I. Barcelona: CLIE, 1977. (Capítulo II
Asimismo, puede utilizar alguna de estas “Requisitos del ministro - Vocación”, pp. 37-48).
lecturas para que sus estudiantes hagan
un análisis crítico, siguiendo el formato que
Trask, Thomas E. El Buen Pastor,
aparece en el apéndice.
Tomo I. Miami: Editorial Vida, 1997.
Obviamente la lista para cada caso no
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede (“Introducción”, pp. 15-19).
escoger libremente éstas u otras lecturas
que considere importante usar para obtener Trull, Joe E. Ética Ministerial. Sea un buen
un mejor aprovechamiento de esta unidad ministro en un mundo que no es tan
de estudio. bueno. El Paso: CBP, 1997 (Primera parte:
“La vocación del ministro”, pp. 19-46.).
Unidad I:
La identidad vocacional
del ministro
L
a vocación del ministerio cristiano ha de considerarse por
separado. Es tanto un llamamiento como una profesión. Por
eso, una correcta identificación del ministro con esa vocación y
llamamiento a servir a Dios y a las personas, serán determinantes en
la construcción de su personalidad.
El llamamiento al ministerio:
Perspectiva vocacional
El ministerio no es elegido por el cristiano, como si de un oficio se
tratara (por conveniencia o interés personal), sino que es una respuesta
obediente a un llamamiento que el mismo Dios realiza. Un prerrequi-
sito básico para un ministerio ético es el entendimiento claro de este
llamamiento y del papel a desempeñar dentro de la vocación.
Quien pretende iniciar un ministerio dentro de la iglesia debe
estar convencido que el Señor lo llamó y que le proveyó los dones
del Espíritu Santo para realizar la tarea. Es importante que el minis-
EL LLAMAMIENTO PERSONAL
1 Iglesia del Nazareno. Manual 2001-2005. Kansas City: Casa Nazarena de Publicaciones, p.168-169.
Presente y explique el
estudio bíblico sobre el lla-
mado de Dios al ministerio
público, que le ofrecemos
en la Actividad Nº 2.
EL LLAMAMIENTO DE LA IGLESIA
2 Nonini, Rogelio. Conducta Ministerial. Para que sepas cómo conducirte en la iglesia. Bs. As.: Alianza,
1995, p. 53.
3 Ellul, Jaques. Work and Calling, in Callings (Trabajo y llamamiento, en llamamientos). Por W.D.
Campell y J.Y. Halloway. New York: Paulist Press, 1974, p.33.
4 Glasse, James D. Profession: Minister (Profesión: Ministro), Nashville: Abingdon Press, 1968, p.38.
5 Bryant, Eunice R. Serie Ministerio: Tomo III. Kansas City: Casa Nazarena de Publicaciones, 2000, p. 79.
Actividad No. 2:
Material de Apoyo - Un llamado especial
E
n la siguiente página encontrará un estudio bíblico, tomado del sitio web Adorador.com,
acerca del llamado que Dios hace a las personas para realizar una tarea especial. Puede
completar el estudio respondiendo las preguntas propuestas en la actividad, y luego expo-
ner el estudio completo en clase, o puede realizar fotocopias y repartirlas entre sus alumnos para
que ellos lo realicen en el aula, finalizando con la elaboración de una conclusión en conjunto.
UN LLAMADO ESPECIAL
Estudio Bíblico
Verdad central: Dios llama y equipa a la gente para una tarea especial.
Texto áureo: “Lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió:
Heme aquí”. Éxodo 3:4
Objetivo: Reconocer que Dios escoge a las personas para una tarea especial, y apreciar su
dirección divina.
Bosquejo
I. El encuentro divino
A. El llamado divino
B. La comisión divina
A. El Dios de acción
B. El Dios de poder
C. El Dios que provee
Introducción
Una de las experiencias más solemnes y trascendentes de la vida del cristiano es el llama-
do específico de Dios a hacer algo. La historia de Israel y de la Iglesia nos presentan nume-
rosos relatos de personas a quienes Dios llamó para cumplir una tarea especial. El llamado y
las respuestas dadas fueron tan diversas como los individuos que fueron llamados. Algunos
fueron llamados a ser líderes, otros fueron llamados a un servicio simple. Algunos huyeron,
otros discutieron, y aún otros respondieron en obediencia inmediata. El elemento compartido
por todos ellos fue la toma de una decisión. El relato del llamado de Moisés nos describe la
asombrosa experiencia de un hombre. Este relato anima a los que ven sólo sus debilidades
a enfocar en un Dios que sólo ve Su poder.
Comentario Bíblico
A. El llamado divino
Uno de los principios fundamentales del servicio a Dios es que la tarea asumida se origina
en el llamado de Dios. Nadie, sean cuales sean los talentos o la posición que tenga, podrá
establecerse ante la presencia de Dios. Los puestos de servicio espiritual son dados por Dios
soberanamente.
El relato de la vida de Moisés en Madián (v. 1) hace hincapié en esta verdad. La frase
“apacentando Moisés las ovejas” en el idioma hebreo indica que éste era el oficio de Moisés;
era pastor. Estaba viviendo tranquilamente en el exilio, lejos del puesto de príncipe que tuvo
en Egipto.
Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre los criterios que empleamos los seres humanos para
determinar el potencial de una persona, y los criterios que usa Dios?
La gente a menudo juzga las cualidades de los demás según su inteligencia, habilidades,
y capacidad para tomar decisiones. Las normas que Dios usa son diferentes. Moisés, un
hombre que mató a un egipcio y huyó al desierto, no califica dentro de las normas humanas
para una tarea especial. Pero Dios vio algo en Moisés que Él pudo usar.
Dios no llamó a Moisés cuando éste gozaba de los deleites del palacio de Faraón o de su
preparación en la escuela de los egipcios. Más bien, este llamado de ser profeta nos mues-
tra una rotura radical con todos los lazos del pasado. Cuando Moisés tuvo ese encuentro
con Dios en forma de la zarza ardiente, no lo vemos preocupado con la situación del pueblo
hebreo, ni con un deseo de ser su libertador. Más bien, todo el relato del llamado de Moisés
se presenta como algo iniciado por Dios.
Aunque Dios es responsable de la preparación que mucha gente recibe aun antes de con-
vertirse, sus talentos personales no desempeñan parte alguna en prepararlos para recibir el
llamado de Dios a hacer su obra. Dios puede usar las habilidades y la educación de uno como
lo hizo con Moisés, pero no juegan un papel importante en ser llamado o usado por Dios.
Los medios y los eventos que Dios utiliza para llamar a sus siervos escogidos son tan
diversos como la gente a quien Él llama. Lo importante de la zarza ardiente es que esto era un
evento nuevo y extraordinario en la vida de Moisés. Marcó un nuevo período en la interacción
entre Dios y Moisés. La vida de pastor para Moisés había terminado; la nueva vida de ser un
libertador y profeta estaba por comenzar.
B. La comisión divina
Moisés fue parte de un momento especial y sobrenatural. Estaba ante el Dios de sus
padres (v. 6).
La repetición en los versículos 7 y 9 expresa que Dios estaba muy consciente de las
aflicciones de su pueblo. Él había escuchado sus clamores y conocía sus penas. Este es
un ejemplo de la gran compasión de Dios y de su entendimiento de la condición y las nece-
sidades de su pueblo. El llamado de Moisés no se basaba en el corazón y las pasiones de
él; ese llamado estaba basado en la compasión de Dios por Israel.
Moisés serviría como el representante de Dios. En el versículo 8, Dios expresó clara-
mente sus intenciones: librar al pueblo de la esclavitud y llevarlos a “una tierra buena”. En
el versículo 10, Dios le dijo a Moisés que Él sacaría al pueblo de Egipto.
Pregunta: ¿Qué peligros enfrentan los cristianos si creen que el éxito o el fracaso en la
obra de Dios depende de ellos en lugar de Dios?
Moisés resistió el llamado de Dios presentando cinco razones distintas (3:11; 3:13; 4:1; 4:10;
4:13). Dios consideró cada una seriamente y las contestó en forma completa y maravillosa.
La reacción inicial de Moisés es común a todos los que se encuentran ante la presencia
y persona de Dios (lea Isaías 6:5). A diferencia de su resistencia demostrada más tarde,
la primera pregunta de Moisés demuestra una legítima reacción inicial de un individuo que
es confrontado por Dios al ser llamado para hacer su obra.
Pregunta: ¿Cuáles son algunos de los beneficios que los cristianos recibirán al tener una
correcta perspectiva de sí mismos delante de Dios?
La primera pregunta que Moisés hizo es una de dos preguntas críticas que todo
cristiano debe hacer. Una correcta perspectiva de sí mismo en relación con Dios y su obra
es fundamental para que el servicio espiritual sea efectivo. Esto nos recordará de quién es
la obra, y refuerza el conocimiento de que Dios es el que realmente cumple la obra.
La respuesta de Dios a Moisés fue directa y poderosa; el asunto no era quién era Moisés,
sino quién era el que lo llamó. Mientras más íntimamente conocemos a Dios, mejor nos
entenderemos a nosotros mismos. Con una certidumbre absoluta. Dios le prometió a Moisés
que Él iría con él. Para reforzar esta promesa. Dios le dio a Moisés una señal. Esta señal (la
zarza ardiente) tuvo dos funciones: (1) Era una señal visible del poder y de la santidad de Dios
que ha irrumpido en la escena de la experiencia humana; y (2) señaló el futuro seguro de un
pueblo redimido adorando a su Dios en su santuario.
La segunda reacción de Moisés refleja una segunda pregunta fundamental para todo
cristiano: “¿Quién es Dios?”. Más específicamente la pregunta debe ser: “¿Realmente sé
quién es el que me llamó?”. Para Moisés y los cristianos que buscan ser sinceros consigo
mismos, ésta hacía las dudas de Moisés. Hasta le ofreció a Moisés tres señales—la señal
de la vara, la mano leprosa, y la descripción de las aguas del río convirtiéndose en sangre-.
Estas servirían de señal al pueblo y a Moisés.
Para que un cristiano realmente sea efectivo en llevar a cabo los planes de Dios, debe
asegurarse internamente de que el poder de Dios operará en su ministerio. Este poder sirve dos
propósitos mayores: (1) como un medio para confirmar al cristiano y a los que él sirve que Dios
verdaderamente está obrando (4:5); y (2) para los que no son creyentes, una demostración del
poder y autoridad de Dios (4:8,9).
Aplicación
La vida de Moisés demuestra que el llamado de Dios es tan único como la gente a quien
Él llama. Dios no llama a un cristiano según sus talentos o dones naturales, aunque puedan
ser importantes. Más bien, la comisión se basa en la elección soberana de Dios de un
individuo para llevar a cabo Su plan. No vamos a imponer las normas de la sociedad secular
Actividad No. 5:
Lectura y Análisis -
El ministerio y la ética en crisis
E
n la siguiente página encontrará un artículo de Robert J. Young, el cual fue extraído del
sitio web http://ag.org/enrichmentjournal_sp/ . Fotocopie la cantidad correspondiente de
esta nota y distribúyala entre sus alumnos para que realicen un informe crítico de lectura.
Una crisis ética existe en el ministerio. Algunos días parece que los lideres religiosos no son tan
religiosos. Con los escándalos y abusos sexuales, homosexualidad, e irregularidades financieras
frecuentemente en las noticias, el mundo ve un problema ético. De más preocupación son los asuntos
éticos menos visibles que tientan a los ministros diariamente en sus opciones, metas, y obligaciones. La
creciente crisis ética en el ministerio se puede ver en el aumento del número de recursos disponibles.
Hace veinte años se hablaba muy poco de la ética. Hoy, un estudio rápido del Internet revelará cientos
de páginas con declaraciones de su política, descargos, y recursos para las éticas ministeriales.
Cuando definamos la ética y evaluemos sus fundaciones teológicas, podríamos formular razones
para explicar por qué la crisis es importante. La naturaleza de la crisis —sus factores contributivos
internos y externos— y sugerencias bien informadas para recuperar el ministerio ético basado en la
fundación bíblica también necesitan la consideración del ministro.
Definición
¿Qué es la ética? “La ética cristiana es el estudio del bien y del mal, lo correcto y lo incorrecto. ¿Qué
constituye un carácter bueno, virtuoso, y saludable? ¿Cómo se puede discernir y hacer el bien en varios
dilemas éticos? ¿Cómo se puede realizar los valores morales cristianos en un mundo diverso, multicultural,
y de diferentes creencias? ¿Cómo se puede enseñar y promover el carácter y acción moral?”1
Cada cristiano es un moralista en una búsqueda moral de virtud y carácter. No es suficiente el solo
identificar y apoyar la conducta ética. Como Aristóteles indicaba, un temprano moralista, ética viene de
ethos, que se refiere a prácticas, costumbres, y hábitos. La ética evalúa la conducta y pregunta por qué
es que actuamos así. ¿Cómo podemos determinar las acciones correctas?
La mayoría de nosotros sabemos lo que significa ser virtuosos. Sabemos cuando somos personas
de carácter y cuando no somos. Nunca debemos estar satisfechos con la moralidad legal (técnicamente
yo sigo el código moral). La ética no solamente se trata de la moralidad, sino también de carácter y virtud.
Los ministros están llamados a tener virtud.
Fundamentos
Tenemos que reconocer las fundaciones bíblicas de la ética cristiana. Algunos se preguntan si ser
un moralista cristiano es todavía una posibilidad en un mundo postmoderno que duda la validez de los
1 Editado del plan de estudios de David Gill, “Christian Ethics” Fuller Seminary.
principios organizados de la ética cristiana. Hauerwas observa que la ética cristiana está llamada a existir
en un mundo fragmentado y violento.2 Lo absoluto todavía se necesita en un mundo que generalmente
lo ha rechazado.
La privatización de la religión ha causado que la conducta ética sea frágil. Hay necesidad para una
nueva veracidad en la convicción cristiana. La ética abstracta es imposible. Un modelo de conducta
común dice que las conductas están basadas en valores, y los valores están basados en los principios
o creencias que juntos producen una perspectiva del mundo. En la crisis ética, está en juego la base
teológica de la conducta cristiana.3
Algunos mantienen que nuestro mundo necesita redefinir la ética para que no desaparezca la
moralidad y virtud.4 No hay duda que existimos en un mundo donde el postmodernismo ha debilitado
mucho de lo que antes era firme. Tenemos que identificar una ética normativa de hacer y también una
ética de ser.5 En medio de las preguntas acerca de las fundaciones bíblicas de nuestros comportamientos
tenemos que reestablecer los morales, normas, obligaciones, y valores.
La verdadera ética cristiana está fundada en la teología sólida, la soberanía de Dios, la señoría
de Cristo, la nueva justificación posible en el nuevo reino. En contraste a la ética filosófica, el carácter
cristiano nunca puede estar considerado aparte de su naturaleza cristiana conectada con Dios, personal,
interna, orientada hacia el futuro, y universalmente aplicable.
Importancia
La importancia de la crisis se puede notar al preguntar, “¿Qué es lo que está en juego para el
ministerio, la iglesia, y el mundo?”.
Mucho está en juego para los que predican y ministran. Entender el cómo y el por qué los ministros
actúan de cierta forma no es fácil porque los humanos son propensos a la racionalización, las
personalidades luchan por poder, y la auto-evaluación honesta es difícil. Tenemos que reconocer que
las preguntas difíciles existen, identificarlas, y animar la reflexión personal.
El ministerio no está limitado a ministros de tiempo completo o a los obreros de la iglesia. El interés en
la ética ministerial extiende también a muchos profesionales y voluntarios que sirven en la iglesia de una
manera ministerial: ancianos, diáconos, administradores pastorales, ministros del cuidado pastoral, directores
espirituales, ministros de jóvenes, ministros universitarios, directores de educación religiosa, y maestros.6
Mientras el mundo secular da cada vez más atención a la ética profesional, la iglesia no puede quedarse atrás.
Aunque la ética y etiqueta están conectadas,7 la ética en el ministerio se trata en el fondo de la
integridad. Lo que está en juego es la integridad del ministerio. ¿Cómo pueden los que no son sanos
espiritualmente ayudar a otros hacia la sanidad espiritual? El ministerio eficaz no requiere la perfección;
requiere la integridad.
Ningún tema es más relevante en el ministerio que la exploración de cómo la verdad, creencias, y
valores se integran en la vida cristiana. Ningún ministerio es fiel si no está ayudando a las personas
a vivir cada vez más virtuosamente en medio de los desafíos éticos de estos tiempos. Los ministros
tienen que hacer más que guiar a otros hacia los comportamientos éticos; tienen que ser ejemplos. Las
normas éticas se aplican a todos los cristianos, pero los líderes espirituales tienen un nivel más alto de
responsabilidad ética.
2 Stanley Hauerwas, The Peaceable Kingdom: Primer in Christian Ethics (Notre Dame: Notre Dame Press, 1983), 1.
3 Walter E. Wiest y Elwyn A. Smith, Ethics in Ministry: A Guide for the Professional (Minneapolis: Fortress, 1990).
4 Vigen Guroian, Ethics After Christendom: Toward an Ecclesial Christian Ethic (Grand Rapids: Eerdmans, 1994).
5 Stanley J. Grenz, The Moral Quest: Foundations of Christian Ethics (Downers Grove, Ill: InterVarsity Press 1997).
6 Richard M. Gula, Ethics in Pastoral Ministry (Mahwah, N.J.: Paulist Press, 1996), habla de la amplitud del ministerio. Él investiga al ministerio
ético con títulos como fundaciones bíblicas, carácter y virtud en el ministerio, y los problemas de poder, sexualidad, y confidencialidad.
7 Nolan Bailey Harmon, Ministerial Ethics and Etiquette (Nashville: Abingdon, 1987).
Las iglesias pocas veces tienen un nivel más alto de normas morales y enseñanzas que la
persona que regularmente está proveyendo los alimentos espirituales. Si la iglesia moderna enfrente
un obstáculo espiritual que prohíbe que la iglesia ayude las vidas en necesidad, entonces el obstáculo
viene del liderazgo. La iglesia necesita liderazgo espiritual que encarna la vida de Jesús antes
de poder entender el desafío de vivir una vida a la imagen de Jesús en nuestro mundo. La virtud
influencia nuestras opciones, metas, papeles, y comportamientos. La virtud genuina conecta la fe y
comportamiento. La virtud es un esfuerzo durante toda la vida. La moralidad cristiana no está basada
solamente en guardar reglas. Los cristianos formados por la comunidad de la iglesia deben tener una
forma moral.
Lo que está en juego para la iglesia se puede resumir en tres preguntas: ¿Seremos espirituales
o seculares? ¿Seremos la presencia de Dios en este mundo con una palabra clara de Dios, o
simplemente otra canción sirena? ¿Seremos luz y sal?
Sólo necesitamos observar la catástrofe de los ministros que han caído para reconocer que el
mundo está mirando de cerca a los que proclaman seguir a Jesús, especialmente a los que sirven
en el ministerio. Para el mundo, la salvación, eternidad, evangelio, moralidad pública, y finalmente la
sociedad misma está en juego.
Las sociedades funcionan y son seguras porque un cierto nivel de moralidad existe. Generalmente
mis vecinos no hablan de robarme, matarme, o aprovechar de mí. Estoy seguro en la sociedad porque
ciertas normas morales dominan. Sin embargo, el aumento de la violencia al azar señala la decadencia
de las normas morales generalmente aceptadas. El número de presos aumenta. La dignidad de la vida
humana está reducida en una variedad de maneras.
La naturaleza de la crisis
La crisis ética no está limitada al ministerio. Nuestra nación está en una crisis moral. La crisis de
la ética ministerial es una parte de una crisis moral más grande en nuestra nación.
La crisis en el ministerio es evidente en tres áreas principales —la espiritualidad falsa, la evaluación
del ministerio falsa, y las expectaciones falsas de parte de los ministros, iglesias, y el mundo.
El ministerio espiritual es fácil de falsificar. Los predicadores predican y enseñan con poco o ningún
estudio.8 Las presiones de tiempo animan el plagio de sermones y clases. Los artículos en el boletín
son copiados sin poner los derechos del autor, o aun peor, presentados como los esfuerzos de uno
mismo. Los ministros pasan muy poco tiempo en la oración, en platicar con Dios, en escuchar a Dios,
todo bajo el pretexto de hablar para Dios. Algunos envueltos en el ministerio secretamente se dedican
a un estilo de vida poco ético y claramente inmoral.
Para agravar la crisis, nuestra sociedad contemporánea no sabe valorar que el ministerio
genuino no depende de las apariencias externas ni de las circunstancias externas. Las transiciones
rápidas de la sociedad contemporánea han hecho borrosas las definiciones del ministerio. De
hecho, el mundo de hoy muchas veces mide el ministerio con valores mundanos. Esto anima la
hipocresía y la falta de la integridad ministerial. El ministerio está en una crisis ética. Aumentando
el dilema aun está el hecho de que la crisis generalmente no está notada, aun por muchas iglesias
y ministros.
8 Aunque el ministerio involucra más que la predicación, las enseñanzas y predicación serán usadas intercambiablemente para describir la obra
del ministerio en este artículo. La mayoría del ministerio involucra la una o la otra de alguna forma.
Factores internos
¿Cómo es que llegamos a este punto? Varios factores internos han contribuido.
Falta de un enfoque espiritual
Las entrevistas ministeriales pocas veces preguntan acerca de la salud espiritual y crecimiento
personal. Pocos programas de capacitación ministerial requieren un componente de formación espiritual.
El requisito importante de la reflexión y formación espiritual en la capacitación ministerial es la excepción
no la regla. ¿Nos hemos olvidado que los líderes espirituales tienen que ser espirituales? ¿Estamos
tan ocupados persiguiendo el trabajo de Dios por métodos aprobados en los negocios que nos hemos
olvidado que el trabajo de reino de Dios es espiritual? ¿Cómo ministrarán eficazmente las personas
pocas espirituales la presencia de Dios en la iglesia cuando Dios apenas está presente en sus vidas?
Sin el enfoque espiritual, la escasez espiritual vendrá. El ministerio genuino está lleno de debilidad,
frustración, y aun fracaso. El fracaso más grande, sin embargo, puede ser el buscar el poder para el
ministerio en lo físico en lugar que en lo espiritual.
La evaluación equivocada
¿Cómo debemos medir el ministerio? Hay dos extremos opuestos. Por un lado, las normas
mundanas de éxito frecuentemente reemplazan la evaluación espiritual. Algunas iglesias no saben
apreciar el ministerio eficaz porque exigen los resultados numéricos. Los profetas de Dios del Antiguo
Testamento les hubiera ido mal en muchas iglesias modernas.
Por el otro lado, algunas iglesias y ministros fallan en entender el poder y el potencial del ministerio
eficaz y sufren por sus bajas expectaciones. La medida final en el ministerio es la fidelidad a Dios. El
ministerio que sea fiel a Dios nunca fallará. El ministerio fiel trae el poder de Dios a este mundo, y Dios
promete al aumento. Su palabra nunca vuelve vacía.
Expectaciones mundanas
Nuestra sociedad e iglesias muchas veces se adhieren a las ideas del mundo más de lo que
queremos admitir. Frecuentemente tenemos expectaciones que no aprecian la naturaleza elástico y
flexible del ministerio. No sabemos con certeza si los ministros trabajan por Dios o por las iglesias.
Afirmamos el primero, pero frecuentemente practicamos el último. Tendemos más a clonar los
predicadores que permitir el ministerio válido que es consistente con la personalidad del ministro.
Factores externos
¿Cómo es que llegamos a este punto? La crisis ética es también una crisis de la verdad. Cambios
significativos en los comportamientos, creencias, y valores de la cultura occidental han contribuido a esta
crisis, incluyendo la privatización, humanismo, relativismo, secularización, y pluralismo. El resultado es
la crisis moral en nuestra nación. Los líderes en el gobierno, negocios, y deportes reciben cargos por
varios diferentes actos ilegales e inmorales. Los líderes de las iglesias están descubiertos participando
en comportamientos y actividades pocos éticos. Nuestra nación ha perdido su base moral. Claramente,
la crisis en la ética del ministerio es parte de una crisis más grande. Una evaluación de los efectos de
la privatización, humanismo, relativismo, secularización, y pluralismo explicará cómo ocurría esta crisis
moral.
Privatización
La privatización en nuestro mundo occidental cambió la religión y el ministerio de un ruedo público a
uno privado que resultó en la pérdida de la responsabilidad.9 La inhabilidad de hablar de la religión en
el ruedo público es una de las consecuencias. Una vez que la religión sea limitada al ruedo privado, el
9 Para un buen tratamiento de esto, vea Leslie Newbigin, Foolishness to the Greeks (Grand Rapids: Eerdmans, 1986).
compartir la fe llega a ser más difícil y la responsabilidad es negada. “Lo que yo hago es mi problema.” Esta actitud
ha contribuido a la pérdida de las éticas cristianas en el ministerio y en los bancos de la iglesia.
Humanismo
Nuestras enseñanzas de la ética no se han mantenido al día con los avances rápidos en nuestro
mundo. Nuestro mundo y nuestras iglesias han experimentado la pérdida de los valores por medio
del humanismo. En el pasado, la iglesia generalmente enseñaba la ética con el enfoque en los
comportamientos más que los valores o creencias. Por ejemplo, cuando mis hijos eran pequeños, yo
les enseñé a no jugar entre el andén, o banqueta, y la calle (comportamiento). Después, yo les enseñé
cómo distinguir entre los lugares y actividades seguros y no seguros (valores). Si yo sé lo que es malo
pero no por qué es malo, yo no puedo tomar decisiones válidas cuando se presenten nuevas opciones.
Los cambios de los valores en nuestra sociedad tienen que ser tratados.10 La disponibilidad privada
de materiales inmorales ha aumentado. Anteriormente, el temor de estar descubierto en el ruedo
público era un elemento disuasivo en cuanto a la pornografía o otras actividades ilícitas o no éticas. En
el ruedo privado, tales elementos disuasivos están quitados. Restaurar la ética cristiana requerirá que
conectemos claramente los comportamientos (ética), valores y creencias de verdad.
Relativismo
Nuestro mundo y nuestras iglesias han experimentado una pérdida de la verdad, un desgaste de la
base principal por medio del relativismo. Si la verdad es relativa, entonces no hay una verdad objetiva. Si
no hay una verdad objetiva, entonces nadie puede decir con certeza que un comportamiento es bueno
o malo. A pesar de la incomodidad de proclamar una verdad que mostrará que otras religiones, o aun
otros grupos cristianos religiosos, son falsos, la iglesia no puede permitirse negar la verdad. David Wells
ha resumido el impacto sobre una sociedad y su futuro cuando la proclamación de la verdad falta.11 La
iglesia tiene que regresar a la proclamación clara de la verdad objetiva.
Secularización
Hemos experimentado la pérdida de lo misterioso en la continua secularización de la religión. Un enfoque
espiritual deficiente es el resultado de una falta de entrenamiento espiritual. El resultado final es una versión
totalmente secular del cristianismo, un resultado, yo temo, que no está lejos para algunos grupos.
Pluralismo
Nuestras iglesias han perdido parte de su identidad por causa del pluralismo. En un mundo de
verdades relativas, religión secularizada, falta de misterio, y pérdida de valores, apenas sabemos quiénes
somos y por qué existimos. Tenemos una habilidad limitada de identificarnos como una colonia cristiana
caracterizada por los comportamientos cristianos en nuestros esfuerzos de ser discípulos de Cristo.
La iglesia solamente perderá si esta crisis de verdad no es corregida.
Encontrar una solución para la crisis en la ética ministerial no será fácil. Ninguna panacea existe.
Animar el ministerio ético requiere un enfoque en dos áreas - ministros y ministerios. ¿Cómo podemos
desarrollar ministros y ministerios éticos? Para empezar, tenemos que reconocer que la ética no
es solamente un asunto de ministros, sino también es un asunto de la iglesia. Las iglesias edifican
ministros tanto como los ministros edifican iglesias. Las iglesias forman los ministros y ministerios por
10 Tex Samples, U.S. Lifestyles and Mainline Churches (Louisville: WJKP, 1990), tiene información útil sobre los cambios de valores.
11 David Wells, God in the Wasteland (Grand Rapids: Eerdmans, 1994).
sus expectaciones y exigencias. Las iglesias tienen que creer en un ministerio poderoso. Los ministros
tienen que desarrollar ministerios con propósito.
No vamos a poder restablecer la ética en el ministerio hasta que entendamos la razón por la cual
se perdió. La ética está en la cumbre de una pirámide de principios-valores-éticas. Nuestra perspectiva
del mundo (base de principios) informa y apoya nuestros valores que a su vez determinan nuestros
comportamientos. La perspectiva del mundo de alguien son las suposiciones que uno hace acerca del
universo y cómo funciona. La fundación de la ética son las creencias de uno. Cambios de perspectiva
ocurren lentamente en las culturas o sociedades por medio de un proceso complicado. No es muy
probable que redefinamos la perspectiva de nuestra sociedad rápidamente o que invirtamos la caída en
la relatividad.
Entonces se pregunta cómo los ministros y ministerios tienen que cambiar y cómo el cambio
requerido podrá ser realizado. Restaurando la ética en el ministerio requiere creencias claras para los
ministros e iglesias, y la identificación y reafirmación de los valores cristianos. Tenemos que aprender a
pensar como Cristo para desarrollar los valores y comportamientos cristianos.
El ministro
Primero, tenemos que proveer mejor capacitación para los ministros. La iglesia tiene que exigir
ministros suficientemente preparados. ¿Qué es un modelo de capacitación ministerial adecuado para
producir ministros capaces y competentes? Aunque es cierto que cada cristiano puede servir, y muchos
pueden pararse y hablar en una clase, el ministerio exige más. Noyce12 resume la responsabilidad triple
del ministerio - cumplir nuestras promesas, cumplir nuestros compromisos, y mantener un estilo de vida
moral. Un paso hacia estas responsabilidades es la inclusión de la ética en los modelos de capacitación
ministerial. Nuestros seminarios de capacitación ministerial tienen que enseñar que el ministerio está
basado en los principios e impulsado por los valores. Tenemos que ayudar a los ministros a que
desarrollen actitudes cristianas y aprendan a vivir por los principios y valores cristianos. Tenemos que
exigir la capacitación que trata con la vida espiritual personal; desarrollar una perspectiva cristiana que
define y capacita para pensar como Cristo; y conectar creencias, valores, y éticas. Los ministros deben
llegar al final de su capacitación con un compromiso firme a la espiritualidad personal, un carácter sin
mancha, y una moralidad sin tacha.
Segundo, los ministros deben ser responsables para su ministerio. El ministerio no siempre produce
los resultados deseados, pero los ministros deben ser responsables para sus vidas, estudios, y
actividades ministeriales. Tenemos que animar que haya una franqueza más amplia en los que ministran
y una buena disposición en la iglesia para permitir que sean humanos, confiesen debilidades, y reciban
apoyo amoroso de la iglesia.
Finalmente, el ministerio ético requiere ministros comprometidos al ministerio, que sepan que las
recompensas que el mundo ve como éxitos pueden ser pocas, pero que el trabajo vale la pena y
puede ser logrado. Solamente cuando creo en lo que estoy haciendo, puedo encontrar la fuerza para
desarrollar la mente de Cristo y vivir según los principios y valores de Cristo.
La Iglesia
Las iglesias tienen que comprometerse a desarrollar mejores sistemas de apoyo para el ministerio
y un mejor entendimiento del ministro. Las iglesias edifican ministros más que los ministros edifican las
iglesias. El interés de la iglesia en el ministerio ético extiende a cada siervo cristiano. ¿Qué pasos debe
tomar la iglesia para ayudar a recobrar el ministerio ético?
12 Gaylord Noyce, Pastoral Ethics: Profession Responsibilities of the Clergy (Nashville: Abingdon, 1988).
Primero, la iglesia tiene que exigir la integración de principios, valores, y éticas en las vidas de los
que ministran. La ética es concreta; cada cristiano es responsable de su carácter.
Segundo, la iglesia debe enfocarse en y exigir más responsabilidad para la obra del ministerio en
lugar de los resultados. Las iglesias tienen que estar preparadas para apoyar el ministerio y ayudar a
establecer expectativas razonables para lograr.
Tercero, las iglesias deben esforzarse para desarrollar un ambiente abierto que anima la honestidad
y vulnerabilidad entre todos los cristianos, incluyendo los que ministran, permitiendo que todos sean
humanos. El ministerio ético requiere que los miembros y ministros vayan al mundo guiados por la ética
cristiana.
Cuarto, tenemos que desarrollar mejores sistemas de apoyo dentro de la iglesia para los que
ministran.
Quinto, las iglesias tienen que desarrollar un mejor entendimiento del ministerio. Cada otoño, predico
por lo menos un sermón sobre la naturaleza del ministerio. Mi iglesia necesita entender el ministerio y
entender mi ministerio. Yo soy responsable ante ellos; ellos son mi sistema de apoyo.
Sexto, la iglesia tiene que desarrollar un compañerismo que permite que el ministro sea una parte
auténtica de la congregación local.
Finalmente, la iglesia tiene que ser siempre ética en su tratamiento con los ministros, miembros, el
uno con el otro, y el mundo.
Estos pasos sencillos no resolverán cada problema, pero pueden ser un punto de partida para que
la iglesia pueda restaurar confidencia en el ministerio. Los ministros vivirán mejor, predicarán mejor, y
enseñarán mejor. Los ministros serán mejores ministros. Las familias de los ministros beneficiarán. Los
ministros encontrarán apoyo de los líderes de la iglesia, un mejor entendimiento de su papel, y serán
más capaces de enfrentar los desafíos de su congregación. La iglesia disfrutará de mejores enseñanzas
y predicaciones. La iglesia se beneficiará de los ministerios poderosos que tocan vidas. Finalmente, el
mundo estará animado por el ministerio ético para creer en Jesús.
Cuando los ministros creen en sí mismos y las iglesias creen en el ministerio, el resultado será un
mundo que cree en Cristo.
Conclusión
Los ministros tienen que actuar de una manera responsable al luchar con nuestra teología y ética
en el ministerio. Somos llamados a ser guías morales para ayudar a formar una gente moral.13 Esto
involucra formar de nuevo la iglesia y transformar la cultura, pero principalmente involucra la formación
de personas morales, empezando con nosotros mismos.
Actividad No. 4:
Material de Apoyo -
¿Has reflexionado en el llamamiento
que Dios te hizo al ministerio cristiano?
E
n la siguiente página encontrará un bosquejo de Fernando A. Jiménez, el cual fue
extraído del sitio web http://www.heraldosdelapalabra.org/. Puede realizar fotoco-
pias del texto y repartirlas entre sus alumnos, a modo de resumen de los temas
tratados en clase.
Introducción:
El día que hablé con Simón, me dijo que se retiraba de su empleo secular. “Siento el llamado
de Dios para comenzar una obra en Jamundí (una ciudad a pocos kilómetros de Santiago de Cali).
Intenté que razonara. “Creo que debes primero orar a Dios, no sea que estés moviéndote en tus
emociones”. Rechazó tal idea y, contra todo consejo, renunció a su trabajo de asesor en una gran
empresa. Un mes y quince días después se lamentaba: “Dios me dejó abandonado a mi suerte. Nada
ha ido bien. Tengo deudas. Definitivamente no prosigo”. Sobra decir que culpó al Padre celestial por
su fracaso.
A Oscar, un joven con quien también cursé la formación teológica en el Seminario, le ocurrió una
situación diametralmente opuesta. Trabajaba en el centro de la ciudad vendiendo mercancías. Cuando
sintió el llamado de Dios al pastorado, oró bastante tiempo hasta que sintió paz en su corazón, la
confirmación de que el llamamiento provenía de Aquél que todo lo puede.
¿Por qué algunos hombres y mujeres atraviesan períodos de derrota cuando creían que iban a
de-sarrollar un ministerio poderoso para ganar millares de almas para el reino de Dios? La respuesta
gravita en torno a un hecho ineludible. En la mayoría de los casos no tenían un auténtico llamamiento
divino y obraron en sus fuerzas.
Vamos a continuación a estudiar algunos pasajes bíblicos para que estudiemos un asunto de capital
importancia: el llamamiento de Dios al ministerio cristiano.
I.- DIOS ES QUIEN NOS HACE EL LLAMAMIENTO A SERVIR EN SU OBRA (Marcos 3:13-19)
1.- El Señor Jesús hizo el llamamiento a los discípulos. Ellos no se llamaron a sí mismos al servicio
(v. 13).
a.- El Señor Jesús los llamó para que aprendieran de Él (v. 14 a).
El Señor Jesús escogió a un número reducido: doce.
El Señor Jesús vio en ellos sus enormes potencialidades, no lo que eran en ese momento,
sino aquello que llegarían a ser.
b.- Una vez que aprendieran del Maestro, serían enviados (vv. 14 b, 15).
Es necesario cumplir el proceso. ¿Has cumplido tú el proceso de estar con Cristo y aprender de Él?
1.- El Señor Jesús los envió en equipos de dos discípulos (vv.6, 7).
a.- Dios no nos llamó a trabajar solos. Todos trabajamos para Su obra. No estamos llamados a
crear “repúblicas independientes”.
b.- Cuando trabajamos en equipo, no llevamos solos toda la carga. Trabajar en equipo significa
volcar nuestros esfuerzos hacia un objetivo común. No puede tener cabida en la iglesia un
“espíritu de competencia”.
2.- El Señor Jesús les concedió autoridad (v. 7) sobre las dimensiones:
a.- Material: para cambiar las circunstancias.
b.- Espiritual: sobre los demonios.
1.- La presencia de Dios iba con los apóstoles, y acompaña hoy a sus representantes: los ministros
del evangelio (vv.10, 11).
a.- ¿Eres consciente de tu condición como representante de Dios?
b.- ¿Has sido fiel a tu condición de ministro delante de Dios?
2.- Si nos rechazan al ejercer como ministros delante de Cristo, no nos rechazan a nosotros sino a
Dios porque somos quienes lo representamos como ministros (v.11).
a.- ¿Has sentido rechazo por proclamar el evangelio?
b.- ¿Estuviste tentado a renunciar al ministerio cristiano cuando te rechazaron?
3.- Quien tiene conciencia de su llamamiento divino, vuelca todos sus esfuerzos para cumplir la
misión que le ha sido encomendada (v. 12).
4.- Desarrollar confianza plena en Dios nos llevará a ser instrumentos de poder en las dimensiones
física y espiritual (v.13).
a.- ¿Eres consciente del poder que fluye en ti?
b.- ¿Has puesto el poder que fluye en ti al servicio de la extensión del reino de Dios?
Conclusión:
Hay una enorme diferencia entre ser un profesional predicador, es decir quien teniendo una
ocupación secular debe renunciar a ella para entrar en el ministerio cristiano, y el predicador profesional,
es decir, quien hace de la proclamación del Evangelio su trabajo y llega a ser tan rutinario, que pierde la
pasión por ganar las almas para Jesucristo.
Dios es quien hace el llamamiento. Si bien no somos indispensables, sabe el aporte que podemos
hacer a la extensión de las Buenas Nuevas en el mundo. Quien ha sido llamado por Dios, está preparado
para afrontar dificultades y, si tiene conciencia plena del alcance de su llamamiento, no se dará por
vencido ante las primeras dificultades.
Si nuestro llamado proviene de Él, nos concede la autoridad para ejercer ministerialmente, poniendo
en derrota las fuerzas de Satanás que en ocasiones quieren ponernos tropiezo.
Todos aquellos que trabajamos en el ministerio cristiano debemos evaluar constantemente nuestro
llamado y fortalecernos en Dios. Él comprende los problemas y frustraciones que podamos enfrentar, y
nos concederá la fuerza necesaria para vencer los problemas.
Actividad No. 5:
Lecturas complementarias
S
egún la disponibilidad de los recursos Una guía práctica. El Paso: CBP, 1998
bibliográficos a su alcance puede (“El pastor enfrentando el desánimo y el
escoger entre las siguientes lecturas fracaso”, pp. 309-321).
complementarias con el fin de profundizar
su estudio personal sobre esta unidad. Martínez, José. Ministros de Jesucristo,
Asimismo, puede utilizar alguna de estas
Tomo I. Barcelona: CLIE, 1977. (Capítulo
lecturas para que sus estudiantes hagan un
análisis crítico, siguiendo el formato que III “Requisitos del ministro - Un carácter
aparece en el apéndice. santificado”, pp. 37-48).
Obviamente la lista para cada caso no
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede Nonini, Rogelio. Conducta Ministerial. Buenos
escoger libremente éstas u otras lecturas Aires, 1995. (Capítulo IV “El carácter y las
que considere importante usar para obtener motivaciones del ministro”, pp. 85-104).
un mejor aprovechamiento de esta unidad
de estudio. Trask, Thomas E. El Buen Pastor, Tomo I.
Miami: Editorial Vida, 1997. (“El carácter
del siervo del Señor”, pp. 180-194).
Unidad II:
Paradigmas éticos
del ministro
C
ada día los ministros deben tomar decisiones que afectan a otras
personas, así como las suyas propias. Algunas decisiones son
comunes, como escoger entre recreación familiar o preparación
de sermones, otras a su vez son muy complejas. Pero incluso al decidir,
a menudo surge la pregunta “¿Se hizo lo correcto? ¿Cómo se sabe?”.
O mucho más importante aún “¿Se puede mejorar la habilidad para
mejorar las elecciones correctas?”.
La Biblia aparece como el recurso primario para los lineamientos
éticos, no obstante decir sencillamente “sigan la Biblia” no resuelve
todas las cuestiones morales. Algunos problemas éticos como el
divorcio y la guerra parecen estar tanto aprobados como condenados
en las Escrituras. También un número de asuntos morales modernos,
como la inseminación artificial, la eutanasia y otras cuestiones de la
bioética no existían en los tiempos bíblicos. La correcta aplicación de las
enseñanzas éticas de las Escrituras a estos y otros problemas, requiere
una exégesis hábil y una sana hermenéutica. La Biblia contiene una rica
veta de oro ético que puede extraer el ministro que se dedica a trazar
bien la Palabra de verdad (2 Ti. 2:15).6
Pida a sus alumnos que,
como tarea para la próxima
clase, busquen al menos
cinco ejemplos bíblicos de
ética ministerial.
6 Trull, Joe y Carter, James. Etica Ministerial. Sea un buen ministro en un mundo que no es tan bueno.
El Paso, Tx.:CBP, p. 50.
9 Julca, Esperidión Serie Ministerio: Vol.VII, N 1. Kansas City: Casa Nazarena de Publicaciones, 1993, p.5.
Motivaciones correctas
La ética de la conducta
El comportamiento ministerial es un ingrediente crucial en el
ejercicio del ministerio. Actuar con falta de ética, como en forma
indiscreta, puede comprometer seriamente la capacidad de una persona
para servir a la Iglesia de Jesucristo. Así como el ser se centra en
virtudes, el hacer gira en torno a los valores, ¿qué queremos afirmar
con valores? Los valores son bienes morales que se realizan en sociedad.
Son los ideales y los conceptos que cualquier grupo considera de gran
valor. Por ejemplo, para los cristianos, la libertad y la justicia son valores
importantes y fundamentales para toda sociedad. Una de las funciones
de los valores es hacer ver las consecuencias del comportamiento en la
sociedad. Cuando alguien viola un valor aceptado, amenaza la creencia
unificadora de esa comunidad.
En la Actividad Nº 10 le
ofrecemos una lectura
que puede utilizar para
complementar las Notas de
Clase
Al considerarse el papel de los valores en la vida ética del ministerio
aparece una pregunta fundamental ¿Qué valores morales estabilizan
En la Actividad Nº 11 le ofre-
cemos un testimonio pastoral
de caída y restauración. Pída
a sus alumnos que realicen
la lectura, y compartan sus
conclusiones con el resto de
la clase.
La ética de la integridad
Tomar decisiones éticas es más que ser una buena persona y hacer lo
correcto, hay un tercer aspecto que debemos considerar.
Se ha escogido el término “integridad” como la mejor palabra para
describir la totalidad ética de vida demandada al ministro cristiano.
Este término aparece 16 veces en las Escrituras. La palabra hebrea es
tom o tummah y significa “completo, sano, ileso, perfección”. Se usa
para describir a los personajes bíblicos como David (Sal. 7:8), Salomón
(1 R. 9:4) y Job (Job 2:9). Ninguno de estos hombres fue perfecto
moralmente, pero cada uno modela una vida de integridad y madurez.
La integridad incluye lo que se es y lo que se hace. Es también lo que
se piensa, así como la forma en que se actúa. Es también santidad ética,
veracidad intelectual y excelencia moral. Quizá el aspecto a considerar
dentro del ámbito de la integridad de un ministro es el del intento por
ser consecuente en su pensamiento moral y acciones, ya que de otra
manera sería irracional y también daría lugar a serias dudas sobre su
integridad personal.
El vicio que Jesús condenó con sus palabras más duras y más severas
denuncias, fue la hipocresía (Mt. 23). La hipocresía puede significar una
falla en practicar lo que uno predica; también puede envolver una
actitud de escrupulosidad moral rigurosa en un área, en coexistencia
con una actitud de libertad indiferente en otra área comparable. La
hipocresía puede llevar al ministro a señalar permanentemente los
errores de los miembros de su congregación y la necesidad que tiene de
cambiar, pero no le permite ver sus propios errores ni sus falencias, ni
su propia necesidad de depender únicamente de Dios.
El ser íntegro ocupa distintos aspectos como el crecimiento en el
amor, y el compromiso social. Cuando el ministro vive en integridad,
puede crecer en amor en la misma medida que lo hace en otras áreas
de su vida como la misericordia, la paciencia, el gozo, etc. Y tampoco
LA CREACIÓN DE INTEGRIDAD
Actividad No. 6:
Material de apoyo -
“Cuida bien lo que se te ha confiado”
E
n la siguiente página encontrará un artículo de Harold Segura que fue publicada
en la revista Apuntes Pastorales volumen XXI, No. 1. Fotocopie la cantidad
correspondiente de esta nota y distribúyala entre sus alumnos. Asigne 20 minutos
para que hagan una lectura personal, y luego en la dinámica de la clase, compartan sus
conclusiones con el resto de sus compañeros.
A Paul Antón, biblista del siglo XVIII d.C., se le atribuye haber sido el primero en denominar
“cartas pastorales” a las tres epístolas escritas por Pablo a sus íntimos colaboradores, Tito y
Timoteo. Esas cartas forman un grupo homogéneo de los escritos paulinos y, al igual que la
de Filemón, tienen como destinatarios, no a las iglesias, sino a sus pastores. Su contenido
abunda en recomendaciones acerca del ejercicio ministerial, pero agrega también orientaciones
pastorales para el crecimiento cristiano y el fortalecimiento de la fe de los servidores de “la casa
de Dios” (1 Ti. 3:15).
Estas cartas pertenecen a los llamados escritos tardíos del apóstol Pablo, quizá entre los años 62
y 67, cerca de su muerte. La ubicación de las fechas, al igual que la identificación de su autor, han sido
objeto de extensos y numerosos debates entre los especialistas del Nuevo Testamento. Al aceptar
las fechas indicadas y la autoría de Pablo nos acogemos a la tradición de la iglesia antigua, aunque
reconocemos las serias repercusiones de esta opción.
Los escritos están dirigidos a Timoteo y Tito. No obstante, se puede pensar que, aunque se
mencionan los nombres específicos, las recomendaciones tienen en mente a un grupo más amplio
de dirigentes de la iglesia. Los dos personajes eran conocidos cristianos del siglo primero, quienes
mantuvieron una relación de amistad y fraternidad con el apóstol Pablo. Timoteo fue uno de sus
colaboradores más íntimos y gozó de su plena confianza. Es mencionado en el libro de los Hechos
en seis ocasiones (16:1; 17:14 y 15; 18:5; 19:2; 20:4) y dieciocho en las epístolas paulinas. Fue
compañero inseparable del apóstol en sus viajes por Galacia, Troas y Filipos, entre otros lugares;
incluso durante la prisión en Roma. Pablo le encargó el gobierno de la iglesia de Éfeso, ciudad donde
se encontraba cuando recibió la primera carta (1 Ti. 1:3). Las referencias dejan ver una relación cálida
entre el maestro y el discípulo: en una ocasión lo llama “mi hijo amado y fiel hijo en el Señor” (1 Co. 4:17)
y en otra “mi verdadero hijo en la fe” (1 Ti. 1:2).
En cuanto a Tito, su nombre es mencionado en doce ocasiones en las epístolas paulinas (2 Co.
2:13; 7:6, 13, 14; 8:6, 16, 23; 12:18; Gá. 2 :1 y 3; 2 Ti. 4:18; Ti. 1:4). Estaba junto a Pablo en el concilio
de Jerusalén (Gá. 2:1–3). Era de origen gentil (Ga. 2:3) y probablemente pertenecía a la comunidad
de Antioquía. Pablo le confió delicados encargos ministeriales y, al final de la vida del apóstol, fue
constituido pastor de Creta (Tit. 1:5) y colaborador en la misión hacia Dalmacia (2 Ti. 4:10), territorio
de la antigua Yugoslavia.
En estas epístolas, sin duda, podemos encontrar algunas pautas en cuanto a la formación cristiana
y el desarrollo de creyentes fieles a su Señor y obedientes a la tarea del Reino. Pablo, al fin y al cabo,
procuraba que estos dos servidores de la iglesia se esforzaran por presentarse a Dios aprobados “...
como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad” (1
Ti. 2:15).
El valor de un modelo
Una de las características de las cartas pastorales es su exigencia moral y espiritual para los
dirigentes de las iglesias (pastores, obispos o diáconos), entre ellos Tito y Timoteo. Y a ese nivel de
calidad moral no se podía aspirar afirmando solamente la ortodoxia doctrinal. Pablo apela, en esta
ocasión, a su propio modelo de vida. Por eso, la primera lección de formación es él mismo como siervo
que ha “peleado la buena batalla, ha acabado la carrera” y ha “guardado la fe” (2 Ti. 4:7).
La formación por medio del ejemplo personal es un común denominador en casi todos los escritos
paulinos. De hecho, en uno de ellos afirma: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en
mí, esto haced” (Fil. 4:9). Todo aquello que el apóstol demandaba de sus discípulos cercanos ellos lo
podían ver en la vida y en la práctica del apóstol: había experimentado una genuina transformación
(conversión) personal (1 Ti.1:12–15), había sido valiente en los momentos de persecución y sufrimiento
(1 Ti. 4:10; 2 Ti. 1:12) y había perseverado cuando los demás lo habían abandonado y traicionado
(2 Ti. 1:15; 4:16–18). A partir de ese modelo de madurez cristiana es que exige a sus discípulos que
sean irreprensibles moralmente, comprometidos en su ministerio y limpios de conciencia. Esto explica
también que Pablo pida a Timoteo: “no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor Jesucristo,
ni de mí, preso suyo...” (2 Ti. 1:8).
Así, el ciclo formativo de Pablo es dinámico y tiene efecto multiplicador: primero, Pablo es
un imitador de Jesús, luego Timoteo y Tito hacen lo mismo con la ayuda del modelo de Pablo
y finalmente, se espera que las iglesias reproduzcan las conductas de Tito y Timoteo como
modelos en el seguimiento de Jesús (2 Ti. 2:7): “presentándote tú en todo como ejemplo...”
(Tit. 2:7)
¿Cuál es el interés prioritario de estas cartas?: ¿el crecimiento personal de Timoteo y Tito
o la consolidación de las iglesias a su cargo? Los dos propósitos se conjugan bien y se inciden
mutuamente. Las iglesias se edificarán en la medida en que sus dirigentes sean creyentes maduros y
estos a su vez, lograrán la madurez mientras sirvan en las iglesias y se involucren en la proclamación
y defensa del evangelio.
La propuesta del apóstol es “formación en la acción”. De allí que las disciplinas que se mencionan
tengan que ver con el compromiso radical de seguir a Jesús en medio de las condiciones adversas del
mundo (2 Ti. 3:1), de la apostasía reinante (1 Ti. 4:1), y de los falsos creyentes (2 Ti. 4:14). Por otra
parte, a la acción ministerial dentro de la iglesia, se suman las buenas obras para con los de afuera.
La diaconía, expresada por medio de las buenas obras hacia los más necesitados es uno de los temas
centrales en las tres epístolas. Pablo exhorta a ocuparse en las buenas obras para que la fe tenga
fruto (Tit. 3:14).
La formación cristiana, desde esta perspectiva de la acción consecuente, se diferencia de las
falsas doctrinas (herejías), las cuales proliferaban por aquel entonces y que Pablo combate en sus
cartas. Esas son fábulas que conducen al debate retórico, pero no contribuyen a la “edificación de
Dios que es por fe” (1 Ti. 1:4). La “fe no fingida” (1 Ti. 1:5; 2 Ti. 1:5) es aquella que logra traducir
la piedad personal e íntima, en acciones concretas que expresan el amor de Dios al mundo
necesitado.
El ambiente de estas epístolas es eclesial y comunitario. Tan eclesial que algunos biblistas opinan
que no corresponde al contexto del primer siglo, sino de la primera mitad del siglo II d.C., cuando las
comunidades habían desarrollado ciertos grados de institucionalización jerárquica. De allí, concluyen
que son cartas escritas por el “movimiento sub-paulino”, entre los años 100 y 135 d.C.
En especial, en 1 Timoteo, Pablo expresa cuatro preocupaciones: las doctrinas heréticas, la
presencia de los ricos en la iglesia, la creciente participación de las mujeres en el ministerio local, y
la opinión de la sociedad greco-romana para los cristianos (el “qué dirán”). Para cada una de estas
preocupaciones ofrece alternativas que deben ser acogidas por el discípulo y aceptadas por la
iglesia. Aunque en 2 Timoteo y Tito los énfasis varían, se mantiene el interés por las iglesias y por su
desarrollo institucional.
Pablo escribe desde la distancia; ni Tito ni Timoteo están cerca (2 Ti. 4:9). Por lo tanto, la
maestra inmediata es la iglesia. Ella es la tutora y en su seno crecen los discípulos. La “iglesia del
Dios viviente”, es “casa de Dios” y “columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3:15). La iglesia, aunque
imperfecta, es el medio natural para que crezca la fe y se proyecte hacia el mundo entero. En ella, el
amor es una exigencia que madura y las imperfecciones son un reto que afirman la confianza en la
gracia del Señor.
Este crecimiento que ofrece la iglesia no se produce gracias a la entera santificación de sus
miembros, pues Pablo reconoce con pesar que hay hipocresía, traición (2 Ti. 4:14), apostasía y
liviandad espiritual. Sin embargo, nada de eso lleva a desconocer el papel formativo que juega la
comunidad para sus miembros. Esa iglesia, a pesar de sus inconsecuencias, sigue siendo, por el
misterio de la gracia, “columna y fundamento de la verdad” (1 Ti. 3:15).
¿Cuál es la meta de la formación cristiana?, ¿cuál es su evidencia más palpable? A decir verdad,
la respuesta es diversa porque abarca tanto la solidez doctrinal (Tit. 2:1; 1 Ti. 1:4), como el desarrollo
de la piedad personal (1 Ti. 2:2, 19; 4:7; 6:6 y 11; 2 Ti. 3:5), el compromiso ministerial de entrega a
la iglesia -y por medio de ella a los necesitados de este mundo (1 Ti. 5; 2 Ti. 2; Tit 2)- y, de manera
especial, el desarrollo de un carácter integral que refleje la gloria de Cristo. Ese carácter se evidencia
por medio de la práctica de la justicia, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre (1 Ti. 6:11), la paz,
la amabilidad (2 Ti. 2:22–24), la sobriedad (2 Ti. 4:5), la integridad, la seriedad y el uso de la palabra
sana e irreprochable (Tit. 2:8), entre otras.
La diferencia entre los falsos maestros, tanto los que engañaban con “fábulas y genealogías
interminables” (1 Ti. 1:4), como los que vendrán en los últimos tiempos (2 Ti. 3), no es sólo su doctrina
diferente, sino su carácter. Estos son contumaces, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes, ingratos, impíos, implacables, intemperantes, crueles y mucho más (2 Ti. 3:1–9). La
diferencia entonces se marca con una doctrina sana y un carácter íntegro, que les permita presentarse
a Dios “aprobados, como obreros que no tienen de qué avergonzarse” (2 Ti. 2:15).
Asunto de disciplina
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Ti. 4:7), afirma Pablo
al final de sus días. Las figuras del soldado y del atleta son presentadas como metáforas del proceso
de formación cristiana y aparecen también en otras partes de los escritos pastorales (2 Ti. 2:3–5; 1Ti.
4:7–8), junto a la figura del labrador (2 Ti. 2:6). Estas referencias sirven para establecer una relación
entre formas de disciplina física y espiritual. La formación del carácter cristiano no es un asunto ligero
o frívolo, como sí lo pudieran ser las viejas leyendas judías o las fábulas gnósticas. La piedad cristiana
requiere que los creyentes se ejerciten con disciplina.
Algunas disciplinas del “rigor atlético” de la fe son mencionadas por el apóstol a lo largo de sus
tres escritos. Entre ellas están: el discernimiento doctrinal o teológico (1 Ti. 1:4–7; 4:16; Tit. 2:1), la
oración (1 Ti. 2:1–2 y 8), la lectura (1 Ti. 4:13), el servicio y las buenas obras (1 Ti. 5:10; 6:2 y 18), la
aplicación de las Escrituras (2 Ti. 3:15–17), la proclamación del evangelio (2 Ti. 4:1–2), la fraternidad
y amistad cristiana (2 Ti. 4:10–13, 19–21, Tit. 3:12–13) y la denuncia profética (1 Ti. 6:17–19).
Dios es el autor
El crecimiento cristiano es una acción que descansa, finalmente, en la obra soberana de Dios por
medio de su Santo Espíritu. Tantas son las exigencias que hace el apóstol a sus jóvenes discípulos
que se corre el riesgo de leer las cartas como rígidos tratados de moralidad humana o religiosidad del
esfuerzo propio. Razones hay para ello, sobre todo si nos detenemos en aquellas ocasiones en las
que invita a esforzarse (2 Ti. 2–1) a pelear (1 Ti. 6:12) y a ser valiente (2 Ti. 2:8). Sin embargo, Pablo
acompaña cada exigencia con una verdad referente a la gracia de Dios que opera en nosotros por
la obra salvadora de Cristo y por su amor entrañable. Así, el esfuerzo que pide es un esfuerzo en la
gracia: “esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 2:1).
Aunque requiere de nuestro esfuerzo y del acompañamiento comprometido de la iglesia, la
formación cristiana es, en última instancia, obra soberana del Espíritu, quien actúa por su gracia en
nosotros. “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación de todos los hombres” (Tit. 2:11).
Cristo es el único capaz de “redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso
de buenas obras” (Tit. 2:14).
Puesto que Dios es el actor de la purificación, Pablo anuncia su muerte y se prepara en paz para
ser sacrificado. “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano” (2 Ti.
4:6-7). No hay lugar para la ansiedad manipuladora, ni para el caudillismo clerical ya que de la gracia
de Dios proviene nuestra confianza y a él debemos nuestra fe.
La formación cristiana es, ante todo, un proceso dinámico y siempre inacabado por medio del
cual Dios nos imparte su vida mientras caminamos con la iglesia y nos sometemos a su voluntad,
“agradable y perfecta” (Ro. 12:2). Este es un proceso comunitario en el cual crecemos mientras
aportamos al crecimiento de los demás.
No es un programa que se transmite, sino una vida que se comparte. Es un peregrinaje que se
inicia con un modelo personal de seguimiento de Jesús, se acompaña con una estrecha relación de
fraternidad cristiana, se consolida con la práctica de las “disciplinas atléticas” de la fe y descansa en la
gracia soberana de Dios, quien es el único autor y consumador de la fe. “Timoteo, ¡cuida bien lo que
se te ha confiado!” (1 Ti. 6:20).
Actividad No. 7:
Material de apoyo -
Las exigencias del ministerio
E
n la siguiente página encontrará un artículo de Roger Wilmore que fue publicado en
la revista electrónica Puentes, volumen I, No. 4 (www.LifeWay.com/bhinternational).
Fotocopie la cantidad correspondiente de este artículo y distribúyalo entre sus
alumnos. Asigne 20 minutos para que hagan una lectura personal, y luego respondan
las preguntas que le ofrecemos al final del artículo. Finalmente pida a algunos de sus
alumnos que compartan con el resto de la clase sus respuestas, y concluya la actividad
con una reflexión.
El pastor de hoy enfrenta múltiples exigencias a causa del aumento del estrés social.
Stephen F. Olford realizó un informe donde señala que hay casi 70.000 púlpitos vacantes en los
Estados Unidos. Las cinco causas principales de esa frustración son: 1) Confusión vocacional;
2) quiebre moral; 3) esterilidad bíblica; 4) bancarrota espiritual y 5) confusión emocional.
H. B. London, Jr. y Neil Wiseman dicen: “La sociedad no puede florecer sin pastores llenos de
Dios. Las exigencias del ministerio asfixian el alma de los pastores. La pregunta es por qué deben
desperdiciar energía en temas triviales cuando el diablo amenaza con destruir a la humanidad”.
La mayor causa de estrés en los pastores es producto de la exagerada expectativa de la
gente. El pastor está atrapado entre lo que Dios lo llamó a hacer y lo que la gente espera que
haga. Se espera que sea administrador, experto en relaciones públicas, consejero, recaudador
de fondos, gran predicador, brillante docente y amigo personal.Tantas presiones lo paralizan y
debilitan su espíritu.
El pastor necesita controlar ejes claves: ¿Cuál es el origen de esas expectativas? ¿Son de
Dios? ¿Son de la gente? ¿Quién decide lo que los pastores deben hacer? Un pastor debe estar
por sobre las
expectativas de la gente y alinearse con las de Dios. Jesús fijó el modelo cuando dijo: “Mi
comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra” (Juan 4:34). Nuestro
Maestro tuvo que lidiar con las presiones del ministerio. En Lucas 8:22-56, Jesús enfrentó
algunas de las exigencias que enfrentamos hoy. En estos pasajes vemos:
En Lucas 8 Jesús busca un lugar dónde descansar. Los hechos ocurrían en su día libre.
Una de las mayores causas de estrés en la vida ministerial es la continua exposición ante la
gente. Lucas 8 revela cómo Jesús respondió a la gente que demandaba su atención. Cada
circunstancia es estresante:
1. Jesús lidió con la incredulidad (Lucas 8:22-25). El primer encuentro fue entre Jesús y
sus discípulos. Jesús dormía cuando ellos enfilaron su barca hacia una zona de tormenta y se
encontraron en problemas. Cuando despertaron a Jesús, El calmó la tempestad y les preguntó
dónde estaba su fe. Lidiar con el descreimiento es estresante. Moisés es un ejemplo. Pastoreó
a una congregación que pasó 40 años segando las consecuencias de su poca fe.
2. Jesús ministró a deprimidos y desilusionados (Lucas 8.26-39). Cuando fue a la región de
los gadarenos halló a un hombre acosado por problemas mentales. El agotamiento emocional
sigue luego de ministrar a personas cuyas vidas están abrumadas.
3. Jesús enfrentaba la muerte todos los días (Lucas 8.40-42; 49-56). La Biblia describe
a Jairo, cuando una hija está muriéndose, apelando a Jesús. Los pastores conocen el dolor
de ministrar a gente cuando ronda la muerte. Los pastores pueden sentir que carecen de
herramientas o palabras para esos momentos. Es tremendamente estresante.
4. Jesús lidió con la desesperación (Lucas 8.43-48). La Biblia habla de una mujer que sufría
de flujo hemorrágico por años y había perdido la salud, el dinero y todas sus esperanzas.
Ministrar a los desesperados socava nuestra energía emocional y espiritual.
En Lucas 8.22-56 vemos cuatro cosas que Jesús hizo para resolver las demandas del
ministerio:
1. Descansó (Lucas 8.22-23). Jesús sugirió descanso para predicadores desalentados.
2. Jesús nunca estaba apurado. Ministraba con calma y de forma deliberada. No corría de
uno a otro. Trate de calmar su forma de ser.
3. Hacía una cosa por vez. No calmó la tempestad, echó fuera demonios, resucitó muertos y
restauró al enfermo, todo al mismo tiempo. Algunos ministros parecen prestidigitadores al tratar
de hacer demasiadas cosas.
4. Jesús se rodeó de gente positiva y de oración. Cuando fue a la casa de Jairo pidió que
salieran aquellos que cargaban dudas o críticas. Sólo Pedro, Santiago, Juan y los padres
de la niña recibieron permiso para quedarse en la casa. Tome distancia de los incrédulos o
dubitativos. Rodéese de gente positiva y de oración. ¡Pastores, no bajen los brazos! Hay fuerza,
esperanza, ayuda y estímulo para cada uno de ustedes por parte del Señor.
Practiquen estos principios que ayudan a sustentar el ministerio.
Cuestionario:
1. ¿Cuáles cree usted que son las principales causas del estrés en los ministros latinoamericanos?
2. ¿Se ha sentido agotado en algún momento del desempeño de su ministerio? Analice las
causas.
3. ¿Por qué cree que no se enseña tanto acerca del descanso que los ministros necesitan?¿Cómo
se podría revertir esta situación?
4. Si no lo tiene, elabore una agenda semanal donde el tiempo de trabajo esté en equilibrio con
el tiempo de descanso y esparcimiento.de la antigua Yugoslavia.
Actividad No. 8:
Material de apoyo - El Carácter del líder
E
n la siguiente página encontrará un artículo escrito por Ramón Sierra, extraído de
http://www.nazarene.org/ed_didache/index.html acerca del desarrollo del carácter
del líder cristiano. Puede utilizar este material como complemento a las Notas de
Clase.
Introducción
Este autor insiste que la pregunta más importante en la educación “secular” hoy es sobre
¿quién es el ser que enseña? Persiste en esta pregunta subrayando que “...es la pregunta
en el corazón de mi vocación. Creo que es la pregunta más fundamental que podemos hacer
sobre la enseñanza y sobre aquellos que enseñan para el bien del aprendizaje y de aquellos
que aprenden. Al contestarla abierta y honestamente, solos y juntos, podemos servir a
nuestros estudiantes más fielmente, enriquecer nuestro propio bienestar, hacer causa común
con nuestros colegas, y ayudar a que la educación traiga más luz y vida al mundo” (p. 7).
Sin embargo, esta es una verdad que la fe cristiana siempre ha proclamado pero que
en años pasados ha sido olvidada e ignorada, pues quienes somos en nuestro interior,
inevitablemente se reflejará en cómo hacemos las cosas cotidianas y especialmente en
momentos de tensión y en el ejercicio del poder en la iglesia.
Por eso, la fe cristiana enfatiza el cambio interior en la conversión y los cambios
posteriores y continuos al aceptar a Cristo como el Señor (dueño absoluto) de nuestras vidas
introduciéndonos al discipulado cristiano. De esa manera, le vamos permitiendo a Dios que nos
imparta y refine sus virtudes espirituales en nosotros, imprima en nosotros sus motivaciones y
estilo de vida de siervo (esclavo) en nuestras vidas y ministerios, que vaya moldeando nuestro
carácter, haciendo necesario un discipulado comprometido para toda la vida. Es a partir de esta
forma de ser y de ser transformados profunda y radicalmente que atraemos a otros a Cristo, y
luego les podemos compartir con autoridad “la esperanza que hay en nosotros”.
Creo que a la luz de lo que acabamos de compartir podemos afirmar como pastores y
líderes cristianos que ministramos a partir de quiénes somos. Que la realización del ministerio
cristiano no es tanto una tarea sino mucho más un ser el ministerio, o sea, el ministerio es la
integración consciente y permanente de quiénes somos, y estamos siendo en Cristo, en el
tipo de servicio abnegado, motivado por su amor, al cual Él nos ha llamado.
Tenemos que hacernos algunas preguntas que nos podrían incomodar: ¿Quién
realmente soy, en este momento, en Cristo? ¿Qué estoy revelando a otros sobre mi
persona al desempeñar mi ministerio? ¿Habrá algunas grietas o asuntos no resueltos
correctamente en mi interior que quizá nadie más conozca pero que me están afectando?
¿Son puros mis móviles o intenciones para estar en el ministerio e incluso para alcanzar a
otros? ¿Quién debo ser a la luz de los valores y conocimientos que tengo? ¿Estoy mirando
permanentemente mi “espejo interior” para ver lo que hay en mí? ¿Estoy involucrado en
un plan o proceso para el desarrollo de la totalidad de mi persona, o sea, desarrollándome
espiritualmente?
Sin afán de excusarnos o justificar nuestra carencia en esta dimensión de nuestra vida,
debemos reconocer que, en términos generales la mayoría de nosotros, venimos arrastrando
un déficit que no nos ha ayudado a enfocar esta imperiosa necesidad personal y ministerial.
Por un lado, nuestra capacitación teológica-ministerial no se ha orientado en desarrollar
nuestro ser como ministros. Hemos sido expuestos a una enseñanza dirigida más bien a
ser entrenados, es decir, a hacer cosas, realizar tareas ministeriales. Por ejemplo, en los
mejores de los casos, se nos ha enseñado cómo interpretar las Escrituras, cómo predicar
y enseñar, cómo visitar, cómo llevar a cabo la administración de la iglesia, cómo aconsejar,
cómo evangelizar, etc. Todas estas cosas son buenas y necesarias, pero ha habido un
descuido (quizá no intencionado) de enseñarnos cómo crecer internamente como personas
que ministran ante las tensiones y desafíos del mismo ministerio.
Se ha tomado por sentado que esto es un asunto netamente personal y que cada uno
debe resolverlo como mejor crea conveniente. En algunos casos se ha asumido que con
algunos cultos de capilla, con algunas expediciones esporádicas haciendo algunos trabajos
en algunas iglesias locales, o con un curso de teología pastoral es suficiente.
Pero la experiencia nos ha demostrado que hay una cantidad significativa de pastores
y líderes cristianos (y que a veces incluso alcanzan logros importantes) que no han crecido
espiritualmente en sus ministerios. Esto tiene consecuencias directas y a veces dramáticas
con la iglesia y el cumplimiento de su misión, pues, el crecimiento de la iglesia depende del
crecimiento personal del pastor y de su habilidad de proveer una atmósfera de crecimiento
mutuo y recíproco de la iglesia como comunidad de fe.
En síntesis, requiere de una iglesia y un pastor saludable en cuanto a su carácter que
reproducirán su salud y no su enfermedad al realizar los ministerios de la iglesia (adoración,
enseñanza, servicio, predicación, evangelismo) y al comenzar nuevas iglesias.
Más impactante aún en la experiencia es que los reveses y fracasos más notorios y difíciles
de revertir dentro del seno de la iglesia son aquellos relacionados con conductas inmorales e
inapropiadas de pastores y laicos, que son fallos en el carácter del líder. William Willimon, en
su libro Calling & Character: Virtues of the Ordained Life (Llamamiento y Carácter: Virtudes
de la Vida Ordenada), hablando de pastores menciona que “el carácter es esencial” (pp. 38),
le atribuye los fracasos morales de pastores “no a una propensidad dramática al pecado
sino principalmente a una debilidad de carácter, el fracaso en perseverar, el permanecer con
los desafíos del ministerio cuando las cosas se ponen difíciles”. Interesantemente agrega,
“un número de laicos ha sido dañado profundamente por actos sexuales impropios de sus
pastores. Pero uno apenas puede concebir los millones de laicos que han sido expuestos
a los atropellos morales de malos sermones, una administración descuidada y un cuidado
pastoral sin preocupación genuina por las personas” (p. 51).
Otro déficit que muchos tenemos como pastores es que la orientación de nuestros
ministerios e iglesias ha sido a eventos, a veces a espectáculos: el culto, lo emotivo, decisiones
por Cristo sin seguimiento alguno. Nos hemos desatendido del trabajo pastoral enfocado en el
crecimiento día a día de nuestras vidas y de la de los hermanos. Nos llenamos con actividades
y compromisos para luego no encontrar tiempo para desarrollarnos como hijos de Dios, así que
como iglesia y pastores esperamos con ansias el próximo concierto, la conferencia con el pastor
de “éxito” de turno, la más ingeniosa nueva “moda evangélica” que cruzará nuestras fronteras.
Nos preparamos para la próxima gran “inyección espiritual” de vitalidad ministerial y anímica.
El tomar tiempo y dedicarle esfuerzo intencionado a tratar el desarrollo del carácter del
pastor y de los líderes cristianos es una urgente necesidad en la iglesia hoy. Además de
intentar suplir las deficiencias que vamos arrastrando en este área ministerial ya mencionadas,
también lo hace imperativo la naturaleza misma del ministerio pastoral en la actualidad.
Thomas Oden, autor contemporáneo hablando del ministerio pastoral comenta:
“Supongamos que uno se topa con un perfil vocacional en que las horas de trabajo son largas,
el pago es el mínimo, los riesgos altos, los logros son principalmente ignorados y el nivel de
conflictos a menudo es intenso. ¿No sería razonable evitar esto a todo costo?” (Classical
Pastoral Care, Vol. 2 “Cuidado Pastoral Clásico, Vol. 2”, p. 10). Esta declaración subraya
que realmente, las demandas del ministerio pastoral son grandes y complejas. Si a esto le
añadimos las expectativas irrealistas que a menudo algunas personas de una congregación
ponen sobre su pastor y su familia, se torna en una situación crítica que va requerir de una
persona de gran calidad interior.
En adición a esto, el ministerio trae consigo sus tentaciones propias. Si el ministerio le
va bien uno se expone al orgullo y la vanagloria. Si el ministerio no va como uno esperaba
Nos debe ser obvio que el desafío más importante para el futuro de la iglesia es cuidar y
desarrollar “el alma de la iglesia”. Esta “alma” se cultiva mediante el desarrollo del carácter
de los componentes humanos de la iglesia, es decir, de sus pastores y por medio de ellos(as)
de sus laicos. El encarar este desafío hoy es prepararnos para un futuro glorioso y fructífero
como iglesia, es traspasarle una “nueva” iglesia a las generaciones venideras.
Pero, ¿cómo podemos concretar este desafío presente-futuro? Deseo sugerirles tres
principios que considero que son vitales, y varios enfoques complementarios desde la
perspectiva cristiana contemporánea que nos pueden asistir en esta aventura de fe.
Primero, tenemos que gozar de una honestidad reflexiva (que nos podría aterrorizar)
respecto a nosotros mismos. Necesitamos mirar con sinceridad y gracia hacia atrás y hacia
dentro en nuestras vidas para descubrir lo que realmente somos con nuestras virtudes, valores,
vicios (limitaciones, trabas, obstáculos). Willimon nos hace recordar que para Aristóteles el
auto-conocimiento es sumamente importante para personas que ocupan funciones de poder,
es el requisito supremo para un buen carácter. Pregunta este autor, “¿y quién tiene más poder
que un pastor? El pastor se presenta como sacerdote, como mediador entre las personas y
Dios. El pastor sirve el cuerpo y sangre de Cristo en la mesa del Señor, tiene las llaves que
atan y desatan los pecados, y es mayordomo de los misterios de Dios. No podemos dejar
que aquellos que son ignorantes de sí mismos estén ocupando el rol moralmente exigente de
pastor” (p. 37). Con esta honestidad atrevida nos presentamos sobre todo ante nuestro Dios
amante.
Segundo, necesitamos estar en una búsqueda permanente de una integridad
inquebrantable. La integridad “quiere decir ‘entero’, ‘total’. Integridad significa rectitud moral
y firmeza, especialmente cuando se expresa en situaciones que prueban la dedicación a la
verdad, honestidad, propósitos, responsabilidades, y a la confianza puesta en uno...Vivir en
integridad es alcanzar madurez...La persona que ha alcanzado esta madurez ya no es llevada
de aquí para allá por ilusiones y engaños humanos, sino que se caracteriza por creencias
firmes, carácter moral sólido y amor perfecto; alguien que ha sido probado en la cambiante
fortuna de la vida” (Diccionario Bíblico Beacon, 367).
En resumen, la integridad es poseer un corazón sin divisiones, es singularidad de
obediencia y lealtad, es compromiso inquebrantable, en nuestro caso, a Cristo, a su obra y a
las personas. La integridad tiene todo que ver con quiénes somos en privado, especialmente
cuando estamos a solas y en tensiones.
En tercer lugar, nos ayuda enormemente el participar de una comunidad de fe, donde
nos edifiquemos constantemente uno al otro en nuestro peregrinaje común y nos sorprenda
con su constante aceptación, comprensión y apoyo. No hemos sido llamados a vivir la fe y a
desarrollarnos en ella solos, sin la ayuda de otros y sin ayudar a otros. Somos parte de una familia,
un cuerpo, en el cual necesitamos crecer juntos en todas las dimensiones de nuestro ser. Como
pastor y líder cristiano tenemos que recordarnos incesantemente que nosotros necesitamos de la
iglesia tanto o más de lo que la iglesia necesita de nosotros. Busquemos un mentor o consejero
espiritual en colegas y hasta laicos, quizá de otras congregaciones, que consideremos que están
en condición de ayudarnos íntimamente y quieran ser ayudados por nosotros. Tarde o temprano
a todos nos tocará, lo más seguro en más de una ocasión, pasar por “la noche oscura del alma”.
Recalcamos que el desarrollo de nuestro carácter cristiano no es netamente un asunto privado o
individual, sino que se requiere de otros, de la comunidad en la cual Dios nos ha insertado, pues
nosotros somos ciegos a algunas de nuestras debilidades y conductas.
Además de estos principios, -honestidad reflexiva, integridad inquebrantable, participar en
la comunidad de fe- también podemos echar mano de los siguientes siete enfoques cristianos
para el desarrollo de nuestro carácter como ministros:
El modelo centrado en la salud integral y el crecimiento de Howard Clinebell,
norteamericano, profesor y consejero cristiano, escritor de muchos textos sobre consejería
cristiana. Como parte de su orientación de la psicología pastoral postula enérgicamente que
“¡Para poder nutrir y hacer crecer con efectividad, los pastores deben continuar creciendo!
Para poder contagiar vida, debemos permanecer vivos. Para brindar sanidad, debemos ser
lo suficientemente vulnerables como para encarar y aceptar nuestra propia necesidad de
sanidad. Así, nos convertimos en ‘sanadores heridos’ (Henri Nouwen). Clinebell enfatiza
basado en su experiencia que esta es el área más desafiante, difícil y excitante del ministerio
pastoral” (Asesoramiento y Cuidado Pastoral, 31). Su modelo está basado en las seis
dimensiones de la plenitud, que son:
- Animar la mente
- Revitalizar el cuerpo
- Renovar y enriquecer las relaciones íntimas
- Profundizar la relación personal con la naturaleza y biosfera
- Crecer en relación con las instituciones significativas en la vida
- Profundizar y vivificar la relación personal con Dios. (Ibíd., 35).
El autor menciona que el centro de su modelo es la relación personal con Dios que es
nutrida por el Espíritu por medio del amor de Dios. (Ver, además, las siete necesidades
espirituales que todos tenemos, Clinebell, Well Being, 25-36).
El énfasis reciente en nuestro contexto de la formación espiritual, el cultivo de la
espiritualidad cristiana, en la educación teológica ha venido a apoyar grandemente el
desarrollo del carácter del ministro. El libro Formación Espiritual por varios autores sostiene
que “el elemento básico de la formación espiritual es la relación con Dios que nos capacita, y
que se basa en la gracia sola. La formación espiritual ocurre a través de la relación dinámica y
creciente con Dios. La unica norma o regla para medir la formación espiritual es la semejanza
a Cristo” (Tracy/Freeborn/Tartaglia/Weigelt, 9).
“Este libro presenta la vida espiritual como un viaje...La gracia es el inicio...aparte de la
gracia no puede haber formación espiritual ni vida santa...las disciplinas son los medios por
los cuales fluye la gracia en nuestra vida, para crecer espiritualmente...la vida de santidad
(formación espiritual) es asunto de comunidad. En el camino de santidad (formación
espiritual), los cristianos se ayudan unos a otros en la iglesia, en las clases, en los grupos
pequeños y en la familia, como amigos espirituales y mentores en la fe...la espiritualidad que
no resulta en servicio abnegado es una farsa. Si tenemos el corazón de Cristo, nuestra meta
será tocar a nuestra familia, iglesia y comunidad con las manos de Cristo” (pp. 10-11).
William Willimon enfoca el carácter del ministro como un asunto de moralidad y ética.
Afirma que “el carácter es una predisposición a cierta conducta en vez de prescribirla. Por
supuesto, en las consideraciones del carácter como significativo moralmente, hace toda
la diferencia lo que el agente moral va a hacer, ha hecho y está haciendo. Por medio del
carácter, los principios y valores que una persona profesa son encarnados y vivenciados” (p.
34). Nos advierte que “cuando examinamos las destrezas que un pastor necesita, podemos
observar que aun las destrezas tienen como requisito un componente de carácter...en otras
palabras, quién uno es (su carácter) va a hacer una gran diferencia en cómo uno puede
entender las Escrituras” (p. 41) y realizar toda su tarea pastoral. Citando al filósofo danés,
Soren Kierkegard, Willimon considera que “es absolutamente anti-ético cuando una persona
está tan ocupada comunicando que se le olvida ser lo que enseña” (p. 49). Sostiene que la
pregunta ética que el pastor debe contestar honestamente es: “¿mi carácter, es una ayuda o
un estorbo al servicio de mi congregación?” (p. 51).
Ya hicimos alusión a este enfoque del profesor Parker Palmer de la identidad e integridad
desde el campo de la educación. Para este autor, “la identidad y la integridad tienen que ver
tanto con nuestras sombras y límites, nuestras heridas y temores, que con nuestras fortalezas
y potenciales...estas son dimensiones sutiles, exigentes, y el proceso de toda la vida del
auto-descubrimiento. La identidad se encuentra en la intersección de las diversas fuerzas
que componen mi vida, y la integridad se encuentra al relacionarme con esas fuerzas de tal
manera que me traiga plenitud y vida en vez de fragmentación y muerte” (p. 13). Podemos
aplicar todos estos principios a la vida personal íntima, el desarrollo del carácter, de un
ministro de Cristo.
Poner orden en nuestro mundo interior es la manera que Gordon MacDonald expresa lo
que significa para él desarrollar el carácter cristiano. El autor declara abiertamente su intención
con este enfoque: “Quiero que quede perfectamente claro que baso todo este tratamiento del
orden en nuestro mundo interior, en el principio de que Cristo mora en nosotros, quien entra
en nuestra vida, misteriosa pero indudablemente, en respuesta a nuestra invitación y nuestro
compromiso personal...Poner orden en la vida personal de uno es invitar a Cristo a controlar
cada sección de la misma” (Ponga Orden en su Mundo Interior, 10-11).
Además, el autor sostiene que “el mundo interior se puede dividir en cinco partes: la
primera trata de lo que nos mueve a actuar como lo hacemos -nuestra motivación...Otra parte
de nuestro mundo interior se centra en lo que hacemos con la cantidad limitada de tiempo
que tenemos en esta vida. Algo clave para nuestra salud como individuos es cuánto tiempo
asignamos a los propósitos de crecimiento personal y de servicio a otros. La tercera parte
es intelectual...sugeriría que la cuarta sea la del espíritu...y por último, dentro de nosotros
hay una parte que nos mueve a descansar, a una paz sabática” (Ibíd., 11-12). Este libro está
dividido en estas cinco secciones y son interesantes las dimensiones del ser humano interior
que el autor destaca.
Muy relacionada con la formación espiritual que ya mencionamos es la conocida dirección
espiritual, al plantear que la función ministerial principal del pastor es de ser el director espiritual
de su congregación. En tiempos pasados y recientes hemos navegado entre una variedad
impresionante de modelos de pastor, por ejemplo, el pastor como predicador principal, pastor
como motivador, pastor como terapeuta (consejero), pastor como gerente, líder, pastor como
director de adoración, pastor como evangelista, pastor como estratega, pastor como apóstol
y la lista sigue. En realidad, el pastor como director espiritual, no es un nuevo concepto, más
bien es un llamado a regresar a un modelo ya antiguo, conocido, con un enfoque más en el
desarrollo del carácter del pastor y sus feligreses trabajando la espiritualidad del creyente
como base para todo lo que hacemos en la iglesia.
Eugene Peterson, pastor de renombre y autor de varios libros significativos sobre la
pastoral, en uno de sus primeros libros, Working the Angles (Trabajando los ángulos)
menciona que la “dirección espiritual se lleva a cabo cuando dos personas acuerdan prestar
su atención completa a lo que Dios está haciendo en una o ambas de sus vidas y buscan
responder a ello en fe” (p. 104). Estas reuniones entre personas, se pueden dar en encuentros
informales, espontáneos, o en sesiones planificadas y estructuradas. Añade el autor que “tres
convicciones están detrás de estas reuniones: (1) Dios siempre está haciendo algo: una
gracia activa está moldeando nuestras vidas hacia una salvación madura; (2) responder a
Dios no es mero trabajo de adivinación: la comunidad cristiana ha adquirido sabiduría a través
de los siglos que provee dirección; (3) cada alma es única: ninguna sabiduría puede ser
simplemente aplicada sin discernir los detalles específicos de nuestras vidas, la situación...
En la dirección espiritual no aplicamos la verdad tanto, sino es más descubrir tentaciones
particulares y gracias actuales” (pp. 104, 108).
En El Pastor Como Guía Espiritual Howard Rice señala que “la herramienta principal de
los pastores no es una destreza o técnica en particular; sino es nuestro ser más profundo.
La herramienta principal para la tarea del ministerio pastoral es la propia fe del ministro. Los
pastores que tienen una fe genuina y madura siempre tendrán algo que decir a las almas
atribuladas que los buscan para escucharles predicar o para solicitar su consejo” (p. 34).
Peterson sostiene que cada pastor debe tener su propio director espiritual, pues “nadie es
dotado con tanta prudencia y sabiduría como para ser adecuado para la dirección de su
propia vida espiritual” (p. 115).
Howard aboga para que la dirección espiritual del pastor se refleje en todas las funciones
de su ministerio para ayudar al desarrollo integral de la iglesia. Por eso afirma enérgicamente
que “el pastor como guía espiritual para la congregación puede tener gran efecto en la
naturaleza de la congregación. Este efecto tiene lugar por medio de la manera en que el
pastor atiende a las necesidades espirituales de la congregación: sus heridas y sus señales
de salud. El cambio ocurrirá cuando el pastor vea su responsabilidad principal no como un
mantenedor exitoso de la institución sino como dirigiendo exitosamente a su pueblo a una
relación cada vez más profunda con Dios. La tarea pastoral es tarea de almas, bien que se
practique con individuos o con grupos, y cada aspecto de la actividad pastoral debería servir
como objetivo general del crecimiento espiritual de la congregación” (p. 69).
El énfasis contemporáneo en la excelencia cristiana y en la calidad total de la iglesia
también responde a la necesidad de retornar al desarrollo del ser cristiano, su carácter. Su
meta central es llegar a ser todo lo que Dios quiere que seamos, es decir, realizar el potencial
humano que Dios ha depositado en cada uno de nosotros. La entrada a este camino de
excelencia es la aceptación del Señorío de Cristo sobre nuestras vidas. Jon Johnston,
profesor y escritor cristiano, reafirma “ la Biblia es enfática. Si deseamos la excelencia-la clase
que traerá la mayor cantidad de gloria a nuestro Padre Celestial-tenemos que profundizar
nuestro entendimiento de, y nuestro compromiso al amor ágape auténtico, un amor que es
incondicional, sacrificial, y disponible para todos” (Christian Excellence: Alternative to Success
“La Excelencia Cristiana: Una Alternativa al éxito”, p. 49).
Conclusión
Para concluir, permítanme hacer una referencia explícita a mi herencia wesleyana por
su pertenencia a nuestro tema. En el libro Leadership in the Wesleyan Spirit (Liderazgo en
el Espíritu Wesleyano) Lovett Weems nos hace recordar que “el liderazgo y la espiritualidad
están conectados inevitablemente. El liderazgo es sólo posible hasta el punto que podamos
discernir una visión motivadora e impactante de lo que es bueno, aceptable y perfecto. Uno
no puede liderar sin una visión. Tal visión sólo puede provenir de la cercanía a Dios y a una
comunidad de creyentes” (p. 118). Agrega este autor, “el desafío comienza con los líderes
de la iglesia. El principio, intermedio, y fin de todo lo que hacemos tiene que surgir de una
búsqueda para conocer a Dios, discernir el llamado de Dios para nuestros tiempos, y de hacer
su voluntad” (Ibíd, 121).
Juan Wesley mismo en su sermón muy conocido titulado La Circuncisión del Corazón les
recordaba frecuentemente a sus líderes pastorales y laicos que “no tuvieran otro propósito,
otro fin último, sino Dios. No añore otra cosa que no sea alabar el nombre de Dios: que todos
que hay en su interior que le permitió regalarme la piedra” (Sopa de Pollo para el alma,
192).
Este hombre se dio cuenta que la verdadera riqueza proviene del interior del ser humano,
su carácter que le permite desprenderse de las cosas y buscar el bienestar de otros.
¡Permitamos que Dios siga moldeando y desarrollando nuestro carácter para que cada
día nos parezcamos más y más a Cristo! ¡Echemos manos de los medios de gracia que Dios
ha puesto delante de nosotros! ¡Seamos la calidad de pastores y líderes que nuestro tiempo
exige!
Actividad No. 9:
Lectura y Análisis - La ética de la conducta
E
n la siguiente página encontrará un documento extraído del sitio web www.desarrollocris-
tiano.com, escrito por Rogelio Nonini. Utilice este texto para que sus alumnos realicen un
análisis crítico de lectura como resumen del tema tratado en clase.
La palabra ética viene de un vocablo griego que se define como carácter. Ética es la parte de
la filosofía que trata la valorización moral de los actos humanos, y es un conjunto de principios
y normas que regulan las actividades humanas. “Es la ciencia de la moralidad”, entendiéndose
por moralidad el conjunto de juicios que la gente hace referente a lo que es correcto o incorrecto,
bueno o malo, en las relaciones interiores o entre individuos.
Concluimos diciendo que la ética tiene como objetivo orientar a las personas a fin de que
sepan cómo deben proceder para que su vida sea correcta, especialmente en relación con el
bien y el mal.
Definiciones
1. La ética cristiana
En cambio la ética cristiana “es la ciencia de la conducta humana, tal como está determinada
por la conducta de Dios”.
Cuando hablamos de ética cristiana, estamos pensando en la conducta que debe observar
el cristiano en todo momento y en toda circunstancia. El apóstol Pedro escribe: “Como hijos
obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;
sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera
de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pe. 1:14-16).
La ética cristiana nos desafía a mejorar nuestra manera de vivir porque demanda que
vivamos según las normas de santidad que Cristo vivió. El apóstol Juan escribe: “El que dice
que permanece en él debe andar como él anduvo” (1 Jn. 2:6).
La ética cristiana sólo puede vivirla plenamente el cristiano, ya que solo él puede alcanzar
ese nivel de conducta como resultado del poder del Espíritu Santo obrando en su vida. En
Romanos 8.5-6, el apóstol Pablo nos explica: “Porque los que son de la carne piensan en las
cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse
de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espintu es vida y paz”.
Cuando el apóstol Pablo escribe sus cartas explica el cambio de vida que debe experimentar
toda persona después de aceptar a Cristo como salvador (Ef. 4:17-32). Declara que los que
están en Cristo son una nueva criatura y que las cosas viejas, las formas de vida, y aun las
motivaciones deben ser hechas nuevas (2 Co. 5:17). El cristiano debe ser un ejemplo de vida
para el mundo sin Cristo, tanto en su conducta personal como en su relación con la familia, la
sociedad y las autoridades (Ef. 5:21, 6.9).
2. La ética ministerial
Es el conjunto de normas escriturales que rigen los ministros cristianos tanto en la esfera de
las motivaciones como en la de sus acciones y que determinan su conducta en relación con Dios,
la sociedad, su familia, su iglesia, la denominación a la que pertenece y las instituciones cristianas.
Es importante notar que llamamos ministro a todo cristiano que desarrolla un ministerio de
liderazgo dentro de la iglesia, en su denominación, o dirigiendo un ministerio o entidad de servicio.
Somos parte de una sociedad sin Dios que está gobernada por un relativismo moral
alarmante. Hay una falta total de ejemplos de ética en todas las esferas. En el periódico La
Nación, salió un artículo titulado “El fracaso moral de la civilización”, en el cual se expresa:
“Desde el Decálogo de Moisés a través de toda la poderosa influencia moral del cristianismo,
la civilización occidental había mantenido tenazmente un conjunto de reglas morales y de
principios éticos que constituían la base misma de la educación y de la conducta civilizada.
El reconocimiento de esos grandes principios morales llegaban a conformar una manera
de distinguir fácilmente entre lo que era el bien y lo que era el mal. Lo que ha ocurrido desde la
Primera Guerra Mundial equivale a una inmensa hecatombe moral de nuestra civilización. Se ha ido
estableciendo tenazmente un divorcio entre los principios éticos y las realidades de la vida social,
con inmensas consecuencias destructivas del ideal mismo de una civilización digna de ese nombre”.
Lo grave es que ese relativismo moral y la filosofía hedonista de nuestra decadente
sociedad ha ingresado a las iglesias.
1. La sociedad
Frente a estas situaciones nos preguntamos: ¿Qué es correcto hoy? ¿Quién lo determina?
Nuestra sociedad no puede. Sabemos que como cristianos evangélicos esa es nuestra
responsabilidad, pero ¿tenemos la capacidad y la disposición para hacerlo? Jesús dijo que
somos la sal de la tierra, pero que si la sal pierde sus propiedades y no cumple su función
“no sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mt. 5:13).
¿Estaremos perdiendo nuestra capacidad de ser sal?
2. La iglesia
En un curso de ética ministerial que dictaba solicité una lista con faltas de ética más comunes
el ministerio. Estos son algunos de resultados:
Falta de integridad, tanto en la enseñanza como en el trato con los demás. Falta de un
verdadero espíritu de servicio. Marcado interés por lo material. En muchos casos, se anuncia
que el Señor castigará a quienes no ponen sus diezmos y ofrendas. El dar el diezmo se
transforma en una especie de seguro contra la pobreza. Falta de respeto por otros ministros y
ministerios. No ser personas de palabra. Prometer y no cumplir. lmpuntuales crónicos. Falta de
interés por aprender o capacitarse para ser mejores ministros. Hacer acepción de personas,
especialmente cuando tienen dinero.
Terminaremos mencionando las más obvias categorías del relativismo moral de la sociedad
contemporánea y su influencia en la iglesia.
a) Orgullo y ostentación
Algunos líderes viven y se comportan como si fueran magnates del evangelio. Sus casas,
sus autos, su vestuario y la suntuosidad de sus templos (y ministerios) contrasta totalmente con
el estilo de Jesús y con la pobreza de los miembros de sus iglesias.
Visten y actúan como estrellas del cine o de la televisión. Hacen de cada culto un “show”
para demostrar todo lo que pueden hacer o cuánta “unción” o “ poder” tienen.
La idea de que todo cristiano debe vivir en prosperidad no es una enseñanza bíblica. Los
ministros que viven en lujos y sin privarse de nada, mal usando las ofrendas que dan con amor
al Señor cristianos que no tienen casi para comer, es un pecado que Dios condena.
b) Abuso de poder
El poder que tenemos por causa de nuestra posición en el ministerio nos corromperá si
no lo usamos en sujeción al Señor, sirviendo a la iglesia. Aprovechándose de las estructuras
administrativas de su denominación, hay líderes que se rodean de personas que los adulan,
los secundan y los protegen de la gente. Hay pastores que condicionan a los miembros de su
iglesia para que ofrenden, asistan y cooperen con las actividades y lo hacen no por amor, sino
por temor. Otros ministros son duros con los miembros pero muy permisivos con sus líderes y
familiares. Algunos asumen actitudes de caudillismo, manejando la congregación como si fuera
su feudo y haciéndose acompañar por guardaespaldas.
Un caso lamentable lo constituye Diótrefes quien “...no contento con estas cosas (criticar al apóstol Juan)
no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se los prohibe, y los expulsa de la iglesia” (3 Jn. 9,10).
c) La mentira
En nuestras congregaciones e instituciones se miente, exagerando las estadísticas sobre la
membresia y la asistencia. Se miente cuando se promete a la gente la solución inmediata de
todos sus males y la provisión divina para cubrir todas las necesidades. Como consecuencia,
miles de personas se sienten estafadas y/o defraudadas por los cristianos evangélicos que les
prometieron en forma muy definida cosas que no se cumplieron.
Una familia conocida tenía una anciana internada en un hospital en estado muy grave.
Algunos cristianos les aseguraron que para la Navidad la anciana estaría sentada con ellos en
la mesa compartiendo esa fecha tan especial. Para esa fecha la abuela estaba sepultada y la
gente decepcionada con los evangélicos. Ellos nos decían que si no los hubieran ilusionado
dándoles tanta certeza de sanidad, no se hubieran sentido tan desanimados y frustrados.
d) Pecados sexuales
Nuestros jóvenes en porcentajes importantes tienen relaciones sexuales fuera del
matrimonio y se casan apurados por un embarazo no deseado. Por otro lado cada vez son más
los líderes y pastores que caen en pecados sexuales.
Agrava el problema la falta de disciplina para con algunos líderes que caen en pecados
sexuales. Aparte del mal ejemplo que dan, esa falta de disciplina transmite el falso mensaje
de que no es tan grave la fornicación o el adulterio porque si ellos, que son los líderes,
caen y no hay sanciones, da la impresión de que se protejen entre sí y por lo tanto no se
aplican disciplinas. Tienen la sensación de que los miembros regulares pueden y deben ser
amonestados y sancionados pero los pastores no. ¿Por qué no puede pecar un miembro y ser
perdonado sin tener disciplina?
4. La necesidad de modelos
Es fundamental que los líderes y pastores cristianos evangélicos vivan éticamente, como
modelos de conducta cristiana. Esta responsabilidad tiene dos dimensiones, una hacia la
iglesia, que necesita ver en sus ministros modelos de vida cristiana, y la otra, hacia la sociedad
sin Dios, que necesita desesperadamente ver la posibilidad de cambiar y de alcanzar un estilo
de vida que sea mejor.
La gente en nuestros días necesita con urgencia encontrar una posibilidad de comenzar de
nuevo, de vivir mejor y de vencer la presión de una sociedad enajenante. Nosotros sabemos
que el evangelio es esa alternativa porque es “poder de Dios para salvar” (Ro. 1:16). Pero
la iglesia no será ejemplo a menos que sus líderes sean modelos que los miembros de las
congregaciones puedan seguir. Como el apóstol Pablo, debemos estar en condiciones de decir
“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.” (1 Co. 11:1; véase 4:16; Fil. 3:17).
Escribiendo a los cristianos de Tesalónica, Pablo les recuerda la conducta que él y su
equipo. habían tenido en medio de ellos y los insta a imitarlos apartándose de los que vivían
desordenadamente. “Ustedes son testigos, y Dios también, de que nos hemos portado de una
manera santa, recta e irreprochable con ustedes los creyentes; ...les hemos encargado
que se porten como deben hacerlo los que son de Dios que los llama a tener parte de su propio
reino y gloria.” (1 Ts. 2:10-12 VP).
“Hermanos, les ordenamos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de
cualquier hermano que lleve una conducta indisciplinada y no siga la tradiciones que recibieron
de nosotros” (2 Ts. 3: 6-9 VP).
Nuestra responsabilidad es grande y no debemos fallarle ni al Señor quien nos llamó al
ministerio, ni a la iglesia que espera que seamos guía, viviendo delante de ellos como es digno
de un siervo de Dios.
Frente a lo expuesto, no podemos menos que concluir declarando que urge estudiar y vivir
la ética ministerial para ser ejemplos a nuestras iglesias como lo fue Jesús para sus discípulos
y para su generación, y como lo fue el apóstol Pablo para las iglesias y líderes de su tiempo.
E
n la siguiente página encontrará un artículo de Wilfredo Canales Farfán que fue
publicado en la revista Ministerio No. 3, Marzo de 2000. Utilice esta lectura para
complementar las Notas de Clase.
No es muy frecuente observar que los términos que hacen parte del título de nuestro tema,
vayan juntos. La mayoría de las veces, por omisión, se ha asumido que, la enseñanza bíblica sobre
la santidad está relacionada con aspectos estrictamente individuales. Por supuesto, este enfoque
no hace justicia a la amplitud y profundidad del mensaje y demandas de la Biblia, como palabra de
Dios.
Por otro lado, desde hace buen tiempo, son varias las voces que han llamado la atención a la
necesidad que tenemos de explorar todas las implicaciones bíblico-teológicas de la vida de santidad, a
la luz de nuestro contexto, para que nuestro ministerio como iglesia sea fiel a la misión encomendada
por nuestro Señor Jesucristo, por un lado, y no pierda su especificidad histórica como iglesia de
santidad, por el otro. Juan R. Vázquez-Pla, dirigiéndose a un auditorio nazareno, en una excelente
reflexión sobre los desafíos que plantea la comunicación de la santidad en el contexto iberoamericano
se preguntaba:
1. ¿De qué manera prefiere que se le comunique la santidad a un pueblo que con frecuencia sufre,
consciente o inconscientemente, de un complejo crónico de inferioridad económica, racial y cultural, y
de una ética deficiente de la productividad y del trabajo?
2. ¿Cómo comunicársela a estudiantes, obreros e intelectuales nazarenos que tienen una
conciencia cada vez más clara de su pobreza, de cómo son explotados, de cómo son oprimidos
política, económica, educativa, social y hasta religiosamente?
3. ¿Cómo comunicar la santidad a mujeres y niños nazarenos que, aunque sus maridos son
nazarenos también, pretenden todavía consciente o inconscientemente hacerlas objeto de su
machismo? ¿Cómo comunicársela a los machistas?
4. ¿Cómo queremos que se nos enseñe la santidad a nosotros los líderes ministeriales y laicos
que todavía luchamos con el caudillismo heredado del tiempo de la colonia, que todavía luchamos
con esa tendencia a hacernos de una base de poder dentro de la iglesia desde la cual podamos
ejercer autoridad personal a nuestro antojo, tendencia que tanto amenaza con dividir y estorbar
continuamente a la iglesia?”1.
1 “¿Qué es la santidad y cómo comunicarla?”. Ponencia en la Conferencia Regional MAC, México, 15-16 de julio 1987. pp.8-9. En la misma
ponencia, el autor hace referencia a varios esfuerzos de relectura principalmente teológica, que se están realizando en el contexto nazareno nor-
teamericano.
En Éxodo 15:11, Moisés y el pueblo de Israel cantan “¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién
como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?”. Levítico11:44,
registra “Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo
soy santo;...”. Por su parte, Isaías 63, nos comparte el cántico de los serafines que declaran con énfasis “....
Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”. Y, en Apocalipsis 4:8, donde
Juan nos describe el cuadro de la adoración celestial, el cántico que se repite sin cesar es “Santo, santo,
santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir”.
Este breve recuento de pasajes bíblicos significativos, nos muestran una verdad esencial al
testimonio bíblico sobre la naturaleza de Dios: Él es santo. En otras palabras, el fundamento sobre
el que se construye la revelación bíblica tocante a la naturaleza y el carácter de Dios es su santidad.
Esto determina que, lo que Él es, así como lo que Él hace lleva la marca de su naturaleza. Con razón,
Turner asevera:
“El estudiante cuidadoso descubrirá muy pronto que la santidad no es sólo uno de los diferentes
atributos de Dios, sino parte de su naturaleza esencial. La santidad es la naturaleza esencial del
Ser divino, de la cual emanan los atributos de amor, justicia y misericordia. Por tanto, nadie puede
interesarse por largo tiempo en el pensamiento bíblico sin confrontar el desafio de la santidad”4.
El énfasis en este punto, es importante porque no sólo nos permite reconocer que, en razón de
su santidad, Dios marca una distinción respecto a sus criaturas y a su creación (lo que habla de su
trascendencia), así como el carácter de su acción, justo y recto (lo que evidencia su inmanencia)5,
2 “Perfección cristiana y ética social”. En: José Duque, editor. La tradición protestante en la teologla latinoamericana. Primer intento: Lectura de
la tradición metodista. (San José: DEI, 1983), p.263.
3 “Perspectiva wesleyana sobre la predicación de la santidad”. Revista Maná Ministerial, (Kansas City) No. 114, Vol. XXI, Julio-Agosto 1982, p. 15.
4 Turner, George Allen. La Santidad Cristiana: en la Biblia, en la historia y en la práctica. (Kansas City: Casa Nazarena de Publicaciones. 1985),
pp. 13- I 4.
5 Un pasaje fundamental para entender esta doble dimensión de la santidad de Dios, lo constituye Isaias 57:15. Cp. W.T.Purkiser. Explorando la
Santidad Cristiana: Los Fundamentos Bíblicos (Kansas City: Casa Nazarena de Publicaciones, 1988), Tomo I, p.21.
sino que, más importante aún, nos señala el anhelo profundo del corazón de Dios: El desea impartir
su santidad a sus criaturas. Por ello, Knight, afirma “Aunque Dios en su santidad es separado y
‘completamente otro’, añora tener una relación íntima y personal con el hombre, y compartir con él su
gloria y pureza”6. Desde esta perspectiva, la santidad de Dios, lejos de convertirse en un motivo para
el distanciamiento absoluto con respecto a su creación, más bien, es dinámica, vivencial y peregrina
(cp. Gn. 17: 1), ya que lo mueve a acercarse a sus criaturas, redimirlas y hacerlas aptas para una
relación con propósito (Ef. 1 :3-6).
Sin entrar en consideraciones detalladas, respecto a las discusiones que se han dado en el campo
de la teología sistemática (fundamentalmente, referidas a la hamartiología y soteriología), está fuera
de toda discusión que, el diagnóstico que hace la Biblia de la condición humana, es inequívoco:
“Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro.
3:22b-23; cp. 2 Co. 5:14). Asumimos la implicación que hace Greathouse, respecto al significado de la
cláusula “destituidos de la gloria de Dios”. Dice él que “esto sugiere que el estado normal del hombre
es un estado de conformidad a la imagen divina. Cuando el hombre pecó cayó, o fue ´privado´ de su
verdadera naturaleza en la imagen de Dios”7. El ser humano, entonces, está alienado, separado de
Dios, como producto de su condición de rebeldía frente a su creador (cf. Gn. 3:6; Ro. 6:12), así como
por las acciones que atañen a su propia responsabilidad, pero fruto de esa condición (cp. In. 8:11).
Miguel Bonino, reflexionando sobre “el grandioso plan de la salvación de la humanidad”, nos entrega
este excelente resumen:
“La caída ha corrompido toda la raza humana borrando la imagen moral de Dios en el hombre,
corrompiendo la totalidad de su ser y tomándolo incapaz de corregirse y volverse a Dios. La caída no
causó solamente la corrupción de la especie humana sino que ha desquiciado la naturaleza misma.
La consecuencia última es la muerte espiritual y física del hombre. Sin embargo, la humanidad no
ha quedado en estado de total impotencia moral. La gracia preveniente, consecuencia universal de
la expiación, devuelve al hombre un cierto discernimiento moral, la posibilidad de reconocer la ley de
Dios (si bien no de guardarla) y de responder a la invitación del evangelio”8.
En el contexto de la anterior afirmación, es muy pertinente la interpretación que Knight hace al
señalar que “la redención es la historia de los esfuerzos de Dios para capacitar al hombre a llegar
a desarrollar el propósito para el que fue creado. Dios desea establecer ‘un pueblo santo’, libre de
todo pecado, y reproducir su imagen en el hombre”9. Si esto es así y creemos que lo es, tenemos
que derivar entonces que, la santidad de la criatura humana está en el corazón del accionar redentor
de Dios. En otras palabras, la santidad del ser humano, hombre o mujer, no es un “adorno” a la obra
salvadora de Dios, ni “un paso más” de su salvación, sino su meta fundamental.
Lo que hemos planteado nos lleva a dos derivaciones claves en la construcción de la base para
nuestro enfoque posterior de lo que se denomina ética social. En primer lugar, la santidad como meta
fundamental de la acción redentora de Dios para el ser humano, implica no sólo una obra interna
de purificación del corazón sino que, con esta obra, se provee un equipamiento apropiado para el
desarrollo de una vida personal que, en el contexto que le es propio (dimensión externa), evidencie la
plena relación con el Dios santo y justo que le ha redimido. La afirmación anterior, está ampliamente
documentada a lo largo de la Escritura. Sin embargo, sólo haremos referencia a dos pasajes cruciales.
En Levítico 19:2, que es uno de los primeros pasajes que registra la radicalidad del llamado de Dios
a la santidad: “Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles: Santos seréis, porque santo
6 Knight, Jhon. A su imagen: el plan de Dios para restaurar su imagen en los hombres. (Kansas City: Casa Nazarena de Publicaciones, 1976), p.32.
7 Greathouse, William M. . “Romanos”, en Comentario Biblico Beacon, ed. A. F. Harper, 10 vals. (Kansas City: CNP, 1984), p. 192.
8 Miguez Bonino, José .”Justificación, santificación y plenitud”, en José Duque, op. cit., pp. 245-246.
9 Op. cit., p. 19.
soy yo Jehová vuestro Dios”, inmediatamente se alude a la responsabilidad de evidenciar esa santidad en
el contexto de las relaciones familiares, comunitarias, comerciales, religiosas, etc. En 1 Pedro 1:15-16,
que es una reactualización de la demanda de Levítico 19, se explicita claramente que el terreno de
constatación de la demanda de santidad, no sólo es un fuero interno e individual, sino externo y ligado
a la cotidianidad de la existencia: “sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros
santos en toda vuestra manera de vivir” (cursivas nuestras). En segundo lugar, y como un correlato
con lo que acabamos de expresar, relación entre interioridad y exterioridad de la santidad, la Escritura
también recalca el hecho de que la demanda de santidad siempre se da en un contexto de comunidad.
Es decir, cada vez que Dios ha hecho la demanda explícita a vivir una vida de santidad, ésta ha tenido
como marco referencial la pertenencia a una comunidad asumida por el Señor como instrumento de
su voluntad (cp. Gn. 17:1; Ex. 15:11; 19:5-6; Lv. 17:1-26: 46; Dt. 7:6; 14:2; Sal. 24; Jer. 31:31-33; 1 Ts.
5:23; 1 P. 2:9-10).
Este es, tal vez, el ángulo más sesgado en la comprensión de las demandas bíblicas de la santidad.
Por lo mismo, es una de las falencias más notorias en la vivencia de la santidad por parte del pueblo
de Dios. El hecho de que el Señor demande hombres y mujeres santos, no es para exhibirlos en una
vitrina como trofeos de lo que puede hacer con todas aquellas personas que se consagran totalmente
a Él. Tampoco, el Señor quiere santos para vivir ensimismados contemplando el cielo, alejados “de” y
evitando contaminarse “con” el “mundo”.
La radicalidad del llamado y exigencia de Dios a Abram (Gn. 17:1), se materializó luego en un
pacto cuyas señales de cumplimiento por parte del Señor se delimitan bien:
Abram, más tarde llamado Abraham, sería “padre de muchedumbre de gentes” (v. 4), de él haría
“naciones” y saldrían “reyes” (v. 6), se le daría a él y a su descendencia “la tierra en que moras, toda
la tierra de Canaán en heredad perpetua...” (v. 8). ¿De qué nos están hablando estas alusiones del
texto bíblico? Simple y sencillamente de que, el llamado de Dios a una vida de santidad, siempre tiene
como terreno para ser obedecido, la historia humana. Esto es lo que se puede encontrar, de manera
reiterada, en textos claves que nos muestran la exigencia de la vida de santidad (cp. Dt. 28:9; Mí. 5:48;
1 P. 2:9-10). El apóstol Pablo, escribiéndole al joven pastor Tito, que debía ministrar en el contexto de
una ciudad plagada por problemas de corrupción y violencia (Tit. 1:10-12), va a perfilar este punto con
total nitidez. En Tito 2:11-14, él expresa:
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos
que renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y
piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro
gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda
iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” (Las cursivas son nuestras).
Si el propósito central de Dios es, como lo recuerda Pablo, “redimirnos de toda iniquidad y purificar
para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tit. 2:14), y que, además, éstas tienen que ser
parte de una vivencia “en este siglo” (Tit. 2:12), entonces la incursión consciente en el terreno de la
sociedad se obliga. Por otro lado, como lo afirma Jennings, “El cristiano siempre se pregunta: ¿Qué
requiere Dios de mí? Pero también confronta el problema de lo que la sociedad requiere. La forma en
que reacciona a tales requisitos sociales en armonía con la voluntad de Dios constituye el campo de
la ética social”10.
10 Jennings, Otho. “Etica Social”, en Richard S. Taylor. Diccionario Teológico Beacon (Kansas City: CNP: 1995), p. 275.
Aun cuando el terreno es muy complicado, vale la pena articular o asumir alguna definición
funcional de ética social cristiana que nos permita explorar adecuadamente, la relación con la demanda
bíblica de santidad. Consideramos muy útil la definición de Gibson Winter, cuando sostiene que:
Etica social es reflexión sobre la acción, pero enfatiza las cualidades de las relaciones sociales,
las estructuras sociales y los ideales culturales; es reflexión acerca del valor de los procesos sociales.
Cualquiera que sea la fuente última de su perspectiva evaluativa, la ética social ve al ser humano y
a la sociedad en términos de su intencionalidad; evalúa lo adecuado de la praxis humana en relación
con la naturaleza y plenitud de la persona. La ética social pregunta “lo bueno de qué y para quién” en
el proceso social.11
Por su parte, Villafañe, saliendo al encuentro de los que separan artificialmente espiritualidad
de acción cristiana en el contexto social, hace un excelente aporte al vincular la ética social a la
espiritualidad, entendida en su perspectiva integral, cuando expresa:
Vivimos en tiempos sumamente complejos y criticos; tiempos en que la iglesia es desafiada a
demostrar, en su vida y misión, una espiritualidad integral. Esta espiritualidad, personal y social, exige
una base bíblica si verdaderamente va a ser auténtica y pertinente.
Nuestro deseo de seguir a Jesús en el poder del Espíritu, como manera de vivir nuestra fe y nuestra
espiritualidad, va más allá de una triple lucha individualista contra “la carne”, el “mundo” y “el diablo”.
La complejidad de la sociedad y el misterio de la iniquidad requieren la extensión de una espiritualidad
tradicional (contemplativa) a una que tome en serio la dimensión social del evangelio (apostólica). . .
Si las buenas nuevas del reino de Dios van a tener el impacto debido y divino en nuestras sociedades
tan sufridas, se hace indispensable una respuesta positiva de la iglesia que abarque la totalidad de su
inserción en la sociedad. Es necesario que nos preparemos a vivir nuestra fe, “a seguir a Jesús en el
poder del Espíritu”, en una acción apostólica, fuera de la protección del gueto y de las cuatro paredes
de la iglesia. La ética social, al fin y al cabo, no es más ni menos que la respuesta a cómo vivir esta
espiritualidad en el mundo contemporáneo. El objetivo es la obediencia al Padre, siguiendo a Jesús
en el poder del Espíritu; una espiritualidad trinitaria y moral.12
Con base en todo lo planeado hasta aquí, hay varios ángulos desde los cuales podriamos abordar
nuestra preocupación por forjar una ética social que se fundamente en la demanda bíblica de una
vida de santidad. No obstante, necesitamos limitar nuestro enfoque y trabajar con los aspectos que
consideramos fundamentales.
Roy H. May13, alude al aporte de Bernard Haring cuando plantea que el interés de la ética no
está circunscrito al terreno de las decisiones y acciones, como una derivación de la pregunta “¿qué
debo hacer?”, sino que primero la ética plantea la pregunta “¿qué debo ser: qué clase de persona el
Señor quiere que yo sea?”. A partir de aquí, May elabora la siguiente conclusión: “Hasta ahora hemos
enfocado casi exclusivamente la toma de decisiones éticas. Pero son las personas las que deciden.
En realidad, la decisión ética es posterior a la formación personal, a la internalización de normas, y
al desarrollo del carácter. Es decir, el ‘¿qué debo hacer? ‘ sale del ‘¿quién soy?’. El carácter de una
persona le da continuidad y permite predecir la decisión ética que una persona tomará frente a ciertas
situaciones; es decir, la decisión realmente es una expresión de su persona”14.
11 Citado por Roy H. May. Etica social cristiana (San José: SEBILA, 1991), p. 18. Cf. W. T. Purkiser, redactor. Explorando Nuestra Fe Cristiana. (Kansas
City: CNp, 1988), 2da. Edición, pp, 595-597. Francisco Lacueva. Curso de Formación Teológica Evangélica: Etica Cristiana (Terrasa: Editorial CLIE, 1986),
Tomo X, pp, 202-209, T. B. Maston. Etica de la Vida Cristiana: principios básicos. (El Paso: CBp, 1987), 2da. Edición, pp. 9-23).
12 Villafañe, Eldin. en el Prefacio a Stephen Charles Mott. Etica bíblica y cambio social. (Buenos Aires/Grand Rapids: Nueva Creación, 1995), pp. vii-viii.
Recomendamos mucho la lectura de esta obra por ser una de las más serias contribuciones a la forjación de una responsable acción de la iglesia en su
contexto más próximo.
13 Op. cit., p. 31.
14 ldem
De la anterior aseveración, se deduce una tarea importante para la ética: debe prestar cuidadosa
atención al proceso de formación moral de las personas, de manera especial, del carácter, ya que éste es
el factor determinante de su actuación moral. Pero, al mismo tiempo, debemos señalar que, la formación
del carácter personal, no es un proceso que se dé en el vacío ni instantáneamente. Más bien, es un
proceso marcadamente social, fruto de la interacción entre la persona y su comunidad. En este proceso
interactivo, se va internalizando la atmósfera sociocultural en la que estamos insertos y que se proyecta
por medio de valores, normas, cosmovisión que dan sentido al contexto. Esto juega un rol clave en la
formación del sentido de comunidad y señala “la ética social”. Se adjudica una importancia fundamental
a dos comunidades primarias como son la familia y la iglesia que, desde la perspectiva bíblica y de las
ciencias sociales, constituyen una “escuela de moralidad”. Esto permite entender por qué el quehacer
ético, desde la perspectiva de la fe cristiana, debe poner mucha atención a estas comunidades.
Lo anterior, plantea un gran desafio. Como iglesias que levantamos el estandarte de la santidad
bíblica, en su correlato de pureza de corazón y amor perfecto, tenemos la responsabilidad de
avanzar en la enseñanza y vivencia de lo que esta santidad demanda en el terreno complejo de las
relaciones sociales. Lo que Dios hace en la persona, en nosotros, no constituye su obra final, sino el
equipamiento para que seamos instrumentos idóneos del cumplimiento de su voluntad en este mundo.
(Ef. 2:10; 5:17; Col. 19). En otras palabras, el que los creyentes testifiquen que han sido enteramente
santificados, no significa que nuestro trabajo ha terminado, apenas comienza. Al darse este nuevo
marco de relaciones, se ha puesto la base para empezar a discipular en todo lo que implica el hecho
de que somos parte, en palabras del apóstol Pablo, de un “pueblo propio” que Dios ha “purificado” y
cuya evidencia se expresa en el hecho de que, este pueblo, es “celoso de buenas obras” (Tit. 2:15).
¿Qué implicaría la reflexión anterior? En primer lugar, que debemos ampliar nuestra perspectiva
de lo que conocemos como discipulado. La concepción tradicional, limita este ministerio de la iglesia
a ayudar al nuevo creyente en sus primeros pasos en vida de fe. Más recientemente, se ha avanzado
en la comprensión del discipulado como el esfuerzo de la iglesia de equipar al creyente (formación de
su carácter), hasta el punto en que se integre en el “cuerpo” por la vía de desarrollar un ministerio o
servicio en y/o por medio de la iglesia. Esta segunda concepción es fundamental, en el contexto de la
ética social cristiana que debe iluminar nuestra responsabilidad en el mundo. Aludiendo al movimiento
de santidad en el contexto anglosajón norteamericano y a la luz de las demandas de su momento
histórico, Turner hacía el siguiente cuestionamiento que, no obstante las tres décadas transcurridas,
conserva su vigencia, aún en nuestro contexto latinoamericano:
¿A qué se debe que nosotros somos adherentes del ‘amor perfecto’ y de la regla de oro, no
estemos más involucrados y hablemos con más claridad en lo que toca a la injusticia racial? ¿Acaso
como lo declara Timothy Smith, nos hemos conformado o amoldado a este siglo, al espíritu de esta
época, en lugar de desafiarlo y cambiarlo?... ¿Nos conmueven los problemas de la década presente,
o nos contentamos simplemente con reiterar como ‘nuestras doctrinas distintivas’ las verdades que
tuvieron actualidad hace dos siglos?15
En segundo lugar, la iglesia como la “comunidad de los santos” debe asumir un serio compromiso
con el mundo (contexto o sociedad) para transformarIo. En gran medida, la indiferencia a la que aludía
Turner en la cita anterior, se debe a la carencia de una adecuada percepción de la realidad social.
Necesitamos darnos cuenta de que la sociedad no es sólo la sumatoria de individuos que viven en
un contexto determinado. La sociedad se nos devela como una entidad con dinámica propia, con una
institucionalidad que funciona, a pesar y por encima de las personas o entes individuales.16 Al ser la fe
cristiana, una fe con imprescindible arraigo histórico, su constante desafío ha sido la forma en que se
relaciona con el contexto particular en medio del cual busca expresar su fidelidad al evangelio. Esto,
nos lleva al tema siguiente.
En el desarrollo de este punto, asumimos como valioso el aporte que Roy H. May hace a la
forjación de una ética social bíblicamente fundamentada Y contextualmente enfocada a América
Latina.17
¿Cuáles son los ejes teológicos que operarán como una firme base estabilizadora a una ética
social pertinente para nuestro contexto latinoamericano?
Se ha planteado que, los ejes teológicos por excelencia son el Jubileo-Reino de Dios. En el
Pentateuco, al “Año del Jubileo” se registra como una celebración judía que debía efectuarse cada
cincuenta años y que tenía precisas prescripciones para ser cumplidas (Levítico 25). En un trabajo
realizado hace un tiempo afirmábamos que “Hay incertidumbre respecto a la naturaleza práctica de
la institución del jubileo. Se discute ampliamente si el jubileo llegó a existir jamás y de qué manera
funcionaba. No obstante la ambigüedad sobre la historicidad real de la práctica del jubileo, ello no
debe desviar nuestra atención respecto a sus desafios para el presente y futuro del pueblo de Dios y
de América Latina”18.
Y, uno de los desafios más actuales del “Año del Jubileo” es que “constituye una clara advertencía
contra la sacralización o absolutización de determinados sistemas sociales”19. Esto, tiene una vital
importancia para la ética social cristiana que se necesita forjar en nuestro continente. Partimos de
la afirmación fundamental de que, a la luz de la revelación bíblica, ningún sistema social puede
ser declarado “el sistema” y, por lo tanto, afianzarse como el único, demandando nuestra lealtad y
sujeción, por encima de los estragos o consecuencias injustas que genera. El “Año del Jubileo” implica
la relativización de todos los sistemas y, por lo tanto, la responsabilidad de señalar sus falencias y
buscar la transformación de los mismos una vez que, en su desarrollo, empiezan a generar situaciones
de desigualdad o inequidad que afectan a sus miembros (personas, familias, sectores sociales, etc.).
En síntesis, “El jubileo nos anuncia que es tiempo de cuestionar, recusar y desmontar un orden que
tiene como base la injusticia. Es anuncio de que no debemos aceptar un sistema que sacrifica la vida
por la codicia”20.
El reino de Dios, por su parte, constituyó el núcleo de la predicación de Jesús (Mí. 4:17,10:7; 5:3;
6:3; 12:28; Lc. 6:20; 12:31; Jn. 3:3), de la iglesia primitiva (Hch. 28:31), y fundamental en el mensaje
de Pablo (Hch. 19:8, 28:23). Este reino no constituye solamente una realidad espiritual sino que tiene
una dimensión histórica también muy importante. Estas dimensiones se mantienen en una constante
tensión. Por todo esto, como lo señala Mott:
El reino de Dios es un concepto central que incorpora el imperativo de la responsabilidad social de
las metas de Dios en la historia. Más que ser un mero principio ético, la justicia es parte de la historia
de la provisión divina: la caída de la humanidad, la venida de Cristo y la reconciliación final de todas las
cosas bajo el reinado soberano de Dios. Entonces podemos entender la justicia social en el contexto
del esfuerzo paciente de Dios por recuperar su creación perdida “La palabra griega basileia (reino o
reinado) significa, en primer término, el hecho de reinar y no el lugar del reino... El reino de Dios es
una frase técnica para la idea del gobierno de Dios sobre la historia.21
En el marco de su reflexión sobre el compromiso social de la iglesia, Sttot afirma “El Reino de Dios
es el gobierno dinámico de Dios, que irrumpe en la historia humana a través de Jesús; enfrenta,
17 Además, desde la perspectiva de su persuación teológica wesleyana, May es un excelente referente para nuestra reflexión.
18 Canales Farfán, Wilfredo. “Las esperanzas del jubileo en Abya- Yala”. Exposición presentada en el panel con el mismo nombre, con ocasión del 70
aniversario del Seminario Bíblico Latinoamericano. 1993. p.l.
19 Ibid., p.2.
20 Idem., p.3. Cf. John Sttot. El Cristiano contemporáneo: un llamado urgente a escuchar con los dos oídos (Buenos Aires: Nueva creación, 1995).
Jürgen Schuldt. Repensando el desarrollo: hacia una concepción alternativa para los países andinos. (Quito: CAAP, 1995). CELAM. Una nueva sociedad.
(Bogotá: DEPAS, 1987), Documento CELAM No. 81. Jeffrey Klaiber, s.j. Violencia y crisis de valores en el Perú (Lima: PUC-Dpto. de Humanidades,
1988), 2da. ed.
21 Op. cit., pp, 81-82.
combate y vence al mal; trae eI bienestar integral a nivel personal y comunitario y toma posesión de
su pueblo con plena bendición y plena demanda”22.
Si el “Año de Jubileo” nos plantea la relativización de los sistemas humanos y, por lo mismo, nos
anima a su perfeccionamiento o cambio, el “reino de Dios”, al plantear la soberanía del Señor sobre
toda la creación y la historia, fundamenta nuestra esperanza al saber que las fuerzas de la muerte,
manifiestas muchas veces en estructuras, instituciones y sistemas, así como en ideologías y valores,
nunca saldrán triunfantes, están bajo el signo de la derrota final y, por lo tanto, pueden ser enfrentadas
y desenmascaradas, ahora, presentándolas como lo que son, instrumentos de maldad, armas del
maligno. Teniendo este telón de fondo, afirmábamos en un trabajo anterior:
Vivimos tiempos cruciales. Hoy se perfila con mayor nitidez la terrible paradoja de que un dios falso
quiere usurpar un trono que no le pertenece. Estamos frente a un abierto desafio, el del dios “Mamón”,
que está ofreciendo una subyugante religión, la codicia; que exige como marca de discipulado, el
consumismo; que tiene eficientes estructuras evangelizadoras, la publicidad; que ‘ofrece un cielo más
‘objetivo’, el éxito o prosperidad material.23
Este eje teológico, pues, da sentido a la forjación de una ética social cristiana que sea fiel a
Jesucristo y pertinente a nuestro contexto.
Finalmente, en la textura de una ética social con claro arraigo en la Escritura, desde la perspectiva
de la demanda de la santidad, debemos asumir, como categorías paradigmáticas de análisis las
siguientes:
El amor, cuyo rol es fundamental en la ética, estriba en el hecho de que, en sus varias expresiones
(eros, filia, ágape), representa la esencia de lo que deben ser las relaciones interpersonales y sociales.
La justicia, categoría fundamental para analizar la problemática del poder, factor que incide
determinantemente en las relaciones humanas, a todo nivel. Desde la perspectiva de la justicia, deben
analizarse las problemáticas sociales, políticas y económicas.
El bienestar, en su dimensión de satisfacción de las necesidades básicas de la población, como
meta fundamental de toda acción de gobierno.
La transformación, que alude a los esfuerzos conscientes y serios para lograr cambios radicales
en las estructuras que generan y engendran exclusión social, impidiendo a grandes sectores sociales
acceder a servicios básicos acordes a su dignidad humana.
Conclusión
En nuestra reflexión, hemos buscado establecer la base a partir de la cual debemos realizar los
esfuerzos para estructurar una ética social coherente con las exigencias bíblicas. Como hemos podido
apreciar, la santidad bíblica no provee una vía de escape para eludir los desafios del contexto actual.
Todo lo contrario, nos brinda la base imprescindible para honrar el nombre de Dios en medio de la
tragedia humana. Hogaño como antaño, la demanda clave es la misma:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto racional. No os conforméis
a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Ro. 12: 1-2)”.
22 Sttot, John. La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos. (Buenos Aires: Nueva Creación, 1991), p. 27.
23 Canales Farfán, Wilfredo. “El Evangelio de Justicia”. En FfL. CLADE III-Tercer Congreso Latinoamericano de Evangelización: Todo el Evangelio para
todos los pueblos desde América Latina. (Buenos Aires: FTL, 1993), p. 217. También, seria muy valioso aprovechar los aportes de Peter L. Berger. Pirámides
de Sacrificio: Etica Politica y cambio social (Santander: Sal Terrae, 1979). Pedro Arana Quiróz. América Latina entre la desesperación y la esperanza. (Lima:
MISIUR, 1991). Alvin y Heidi Toffler. Las guerras del futuro: la supervivencia en el alba del siglo XXI (Barcelona: Plaz & Janes, 1994), 3ra. Edición. Heinz
Dieterich, coord. Globalización, Exclusión y Democracia en América Latina (México: Editoral Joaquin Mortiz, 1997).
E
n la siguiente página encontrará un artículo extraído del sitio web www.
desarrollocristiano.com escrito por David Constance, acerca de la manera en que
un ministro ha enfrentado la experiencia del fracaso moral, y el difícil camino de la
restauración. Puede dividir a la clase en grupos de lectura, y pídales que respondan las
preguntas propuestas en la actividad para luego exponer sus respuestas al resto de la
clase. Finalice con un llamado a la reflexión y una conclusión.
Estoy sentado en la sala de nuestra casa, junto a mi esposa. Frente a nosotros se encuentra
un colega pastor, molesto por la situación en la que se encuentra y me pregunta, con indignación: “
¿Cómo pudiste hacer esto?”.
Es la pregunta que yo mismo me había hecho vez tras vez en los días posteriores a la confesión
de mi fracaso moral: “¿cómo pude haber hecho esto?”. Jamás, en mis muchos años de pastor, hubiera
imaginado que yo tendría que contestar esta pregunta. Mi conducta era indigna de un cristiano y
mucho más, de un pastor.
Tengo que admitir que en ese momento no podía contestar la pregunta de mi colega. Más bien
me sentía ofendido por el tono de indignación y juicio que revelaba su pregunta. Lo que más me dolía
no era el pecado en sí, sino la humillación que estaba viviendo al verme expuesto ante la condena de
los demás. En cada mirada me parecía ver el repudio a mi persona, la censura sin piedad de quienes
ahora me daban la espalda.
Por supuesto que yo sabía que el fracaso moral también ocurre en la vida de los pastores. En más
de una ocasión yo había formado parte de un comité de disciplina y había sentenciado con severidad
a algún colega que había manchado la imagen inmaculada que nosotros los pastores preferimos
creer que es nuestro distintivo. Yo también había buscado separarme rápidamente de aquella persona
que había traicionado, por inmoralidad, su voto ministerial. Ahora, sin embargo, yo era el culpable,
el blanco del juicio implacable de otros. Frente a la condena abierta o silenciosa de mis colegas, me
sentía sofocado por una avalancha de emociones nunca antes experimentadas. En ese momento
tampoco podía imaginar todo lo que me esperaba en los meses y años que vendrían. El precio de
reconstruir mi vida me llevaría a una intensa lucha, la cual vino acompañada de la más aguda y
profunda angustia personal.
Ahora, tres años después de esa agónica experiencia, me siento una persona nueva y muy
distinta. Sé que nunca podré recuperar lo perdido. Por la gracia de Dios, sin embargo, he vuelto a
ejercer tareas pastorales y diversos ministerios. Hoy, escribo estas palabras como un testimonio de
la vasta e incomprensible gracia de Dios y con el afán de describir lo que he aprendido acerca de
los pasos necesarios para una restauración completa de mi vida y ministerio. No es un proceso fácil.
Tampoco va a ser igual para todos. Lo que sí puedo afirmar es que si se desea producir restauración,
este proceso es absolutamente necesario.
¿Pecado inesperado?
La confesión de pecados
Hemos perdido el hábito de la confesión pública en los cultos. En algunas iglesias, de larga
tradición, todavía existe una liturgia que incluye un acto de confesión como parte del culto. En la gran
mayoría de las iglesias evangélicas de América Latina, sin embargo, no practicamos la confesión los
unos a los otros. En el mejor de los casos, el pastor, o algún hermano, pronuncia una ligera frase
en su oración como, por ejemplo: “perdónanos todos nuestros pecados”. Entonces, al no practicar la
confesión en público, damos la impresión de que no es importante y en todo caso, argumentamos que
la confesión se hace a Dios únicamente (una reacción contra el confesionario católico romano).
En términos generales, identifico dos formas de manejar el tema cuando se trata de la confesión
de pecados sexuales. Una de estas es la confesión privada, hecha al pastor. En esas ocasiones,
a veces ocurre que quien reconoce una falta moral demanda confidencialidad del pastor antes de
entrar en los detalles. Quizás el pastor le promete a esta persona que nadie más ha de saber lo que
ha sido confesado en la privacidad de la oficina pastoral. Hay algunos pastores que han aconsejado
al individuo no declarar a su cónyuge lo ocurrido, supuestamente para “protegerlo”. Este tipo de
confesión y consejo tiene el efecto de aliviar la culpa de quien ha sido infiel. No obstante, le resta
importancia a lo que ha hecho, pues lo libra de la obligación de ser honesto y consecuente con su
conducta.
Es posible también que el pastor le diga: “Está bien, hermano. Dios ha escuchado su confesión. Él
conoce nuestras debilidades y ya lo ha perdonado en Cristo. Sepa que esto queda entre nosotros.
Vaya en paz y no vuelva a cometer este pecado”.
El hermano se retira, creyendo que mágicamente el asunto está resuelto y que no volverá a
repetirse. Sin embargo, aun cuando el pecado queda como algo secreto, varias personas han sido
profundamente afectadas por él: el cónyuge (aunque desconozca la verdad), la persona con quien se
cometió la infidelidad (quien carga con su propia culpa) y, a veces, otras personas en la congregación
conocedoras de la situación (incluido el pastor que lo encubre). En ese caso, no se ha ayudado al
individuo a reconocer el daño que ha cometido y, mucho menos, a buscar la reparación por la ofensa.
Tampoco él se ha apropiado de la gracia divina que redime y cambia las conductas. Todo ha pasado
al plano de lo secreto, donde se vive la vida cristiana sin transparencia y honestidad.
La otra forma de “confesión” utilizada, es aquella en la cual el pecado trasciende y se hace público.
En estos casos, el liderazgo de la iglesia se ve obligado a actuar para condenar la conducta inaceptable
del individuo y a aplicar la disciplina. En la mayoría de los casos esa disciplina consiste en prohibir la
participación del individuo en la Cena del Señor por un período determinado. Además, se le quitan todos
los cargos o responsabilidades que pueda tener en la iglesia y, en ocasiones, se le separa de la membresía.
Este tipo de disciplina generalmente deja un malestar en la congregación porque no se explica cuál
ha sido la ofensa ni se justifican las formas de disciplina que han sido aplicadas. Tampoco considera las
consecuencias para la vida de la familia involucrada. Casi siempre la persona afectada deja de asistir a
la iglesia y desaparece de la comunidad cristiana porque la vergüenza lo consume y lo único que recibe
de los hermanos es censura. En todo este proceso, solamente en raras ocasiones algún líder de la iglesia
se acerca al caído para ofrecer su apoyo o para iniciarlo en un programa de restauración. Debemos
reconocer con tristeza, que tales programas de restauración hoy son prácticamente inexistentes en la
iglesia.
En mi caso, supe desde un comienzo que el único camino era la confesión. Comencé con mis
colegas en el equipo pastoral (la otra persona afectada ya había hecho llegar la noticia al pastor
titular). ¡Es imposible describir la angustia de ese primer encuentro! Luego, la confesión a mi propia
esposa y a mis hijos resultó ser infinitamente más dolorosa, mas ellos me mostraron la gracia que
no merecía y me perdonaron inmediatamente. Después confesé mi pecado a los dirigentes de la
denominación; escribí una carta a todos los pastores, a la iglesia donde era miembro y había servido
como parte del equipo pastoral y, finalmente, a mis amigos y conocidos sin fin. Sentía que mi vida
se iba despedazando poco a poco. El fuego de la vergüenza consumía mis entrañas y todos los
elementos que habían definido mi vida se desplomaban en un catastrófico colapso. Quedé quebrado
y herido en medio de los escombros de mi ruina.
Este paso de confesión es increíblemente difícil. Varios meses después, un pastor que llegó a
saber de mi situación me dijo:
“ Fuiste un tonto al confesar tu pecado. Fíjate todo lo que perdiste”.
No sé si logré disimular mi asombro. Por dentro, sin embargo, me preguntaba: “¿qué estará
escondiendo él?”. Si uno mide la posibilidad de la confesión por las consecuencias que producirá,
jamás practicaría la confesión, pues el pecado siempre produce pérdidas, especialmente cuando de
adulterio se trata. En un instante queda destruida la confianza entre los cónyuges, la otra persona
se siente traicionada, e incluso violada. Surgen dudas acerca de la continuidad de la pareja y
cuestionamientos sobre cuáles han sido las bases que unen a las dos personas. Yo nunca había
pensado en todo lo que podría cambiar en mi pareja como consecuencia de mi pecado.
A pesar de todo esto, no encuentro otra alternativa que la confesión. Si he de ser consecuente
con mi fe en Dios, no me queda otro camino. De esta manera he aprendido que la confesión pública
me impone la necesidad de una humillación absoluta, una actitud que siempre debería haber estado
presente en mi relación con Dios.
Pero la confesión también abre las puertas para la misericordia, pues no puedo ser perdonado si nadie
conoce cuál ha sido mi pecado. Al admitir la verdad, escogí ponerle fin a la especulación que siempre
acompaña estas situaciones. Todos podían entender la razón de mi repentina retirada del ministerio
(por dos años la denominación me prohibió ejercer toda actividad ministerial). En el momento más
amargo de mi vida pude recibir de mis hermanos el abrazo, las lágrimas y la promesa de apoyo en
oración. Además, al confesar la verdad, me hice responsable de mi conducta y la resolución de todas
las consecuencias posteriores.
Muchas veces tomamos por sentado que la confesión representa una actitud de arrepentimiento.
Esto no necesariamente es así. La confesión puede ser producto de la obligación, porque ya no queda
otra salida y cuando la evidencia condena, queda la opción de negarla o admitirla. Para el cristiano
que busca integridad de vida solo le resta la confesión.
El arrepentimiento, sin embargo, es el paso necesario que sigue a la confesión porque expresa pena
por el pecado cometido y el deseo de no reincidir. Los cambios de conducta solo son posibles cuando hay
verdadero arrepentimiento y si no lo hay, caemos en la trampa de querer justificar nuestra conducta.
¿De qué manera hacemos esto? Culpando a otros. La confesión de una conducta sexual ilícita es
tan desgarrante, que uno trata de echarle la culpa a cualquiera. Puede ser al cónyuge, a los padres, a las
experiencias del pasado, o cualquier otro elemento que venga a la mano (“es tu culpa”; “no me satisfaces
sexualmente”; “ella/él me sedujo”; “en mi niñez sufrí…”, etc.). Existe en nosotros una desesperación por
aliviar los sentimientos de culpa y ¿qué mejor forma que echar la responsabilidad sobre la vida de los
demás? Yo me convierto en víctima y, en el proceso, eludo la responsabilidad por mi conducta.
El arrepentimiento, en cambio, es una actitud espiritual que expresa profundo pesar por el pecado
cometido. Es una actitud de quebrantamiento, en la cual reconozco la impotencia de controlar mis
acciones y acudo a Dios, en humildad, para que él cambie mi vida y conducta. Esto es posible
únicamente por la obra del Espíritu Santo. Pablo claramente afirma, en 2 Timoteo 2.25, que es Dios
quien concede el arrepentimiento y que este conduce a la verdad.
Desde que he vivido esta experiencia, he debido examinar continuamente mi vida para ver si esta es
la actitud que tengo ante Dios. La reacción inicial a mi fracaso fue querer dejar todo esto atrás, no pensar
más en ello y creer que podía encontrar soluciones fáciles para recuperar lo perdido. Llegué a entender
que todos esos atajos eran formas de eludir la ansiedad y el disgusto que debía sentir por mi acción.
El arrepentimiento necesario, en cambio, me lleva a postrarme continuamente ante Dios en verdadero
quebrantamiento. La actitud que debemos cultivar es la expresada por David en el Salmo 86: “Atiéndeme,
Señor, respóndeme, pues pobre soy y estoy necesitado. Tú, Señor, eres bueno y perdonador; grande es
tu amor por todo los que te invocan. Eres Dios clemente y compasivo, lento para la ira, y grande en amor
y verdad. Vuélvete hacia mí, y tenme compasión … ¡salva a tu hijo fiel!” (vv. 1, 5 y 15 NVI).
Además de esto, el arrepentimiento permite reconstruir las relaciones interpersonales quebradas,
empezando con el cónyuge y los hijos y siguiendo por todas las personas que se han sentido
traicionadas por la conducta de aquel en quien habían depositado su confianza. También esto es
producto de un proceso lento, solamente posible por la acción del Espíritu Santo. Es necesario que la
experimente tanto quien ha cometido la ofensa como los afectados. Por todo esto, podemos afirmar
que el arrepentimiento no es una opción.
Hoy puedo decir que soy una persona diferente. Pero lo digo en quietud, casi como un susurro. No
“saco pecho”, como para decir “miren lo que Dios ha hecho en mí”. Siento que todas mis palabras y
acciones deben ser revestidas de una profunda insuficiencia e inseguridad, una actitud que debería
haber caracterizado todo mi ministerio. Hasta siento vergüenza por toda la auto-confianza que quise
proyectar en los años pasados, creyéndome suficiente para cumplir con todas las demandas del
pastorado. También me da profunda tristeza haber tenido que pasar por esta experiencia, con todas sus
pérdidas, para permitir, recién ahora, que Dios obrara ciertos cambios en mi vida. Pero al mismo tiempo,
no cambiaría el haber pasado por esta “escuela de lágrimas”. Me sorprende lo mucho que me falta aún
para ser formado a la imagen del Hijo de Dios. Por eso pido al Padre que no deje de humillarme, porque
sólo así puedo aprender. ¿Ha terminado en mí el proceso de restauración? De ninguna manera.
El autor ha sido pastor y misionero de la Alianza Cristiana y Misionera por cuarenta años, y ha
servido a Dios mayormente en la Argentina. Actualmente reside con su esposa, Betty, en Miami, Florida,
donde ambos siguen en ministerios relacionados con la educación cristiana en América Latina y en
iglesias hispanas en los Estados Unidos. En un segundo artículo él examinará las actitudes que se ven
en la iglesia sobre el pecado sexual y pasos que pueden darse para restaurar a hermanos caídos.
1. El artículo tiene dos propósitos: dar testimonio de la vasta e incomprensible gracia de Dios y
compartir el descubrimiento del autor sobre los pasos necesarios para una restauración completa de
vida y testimonio.
2. El pecado sexual no es algo sorpresivo o indeseado; uno elige cometerlo.
3. Un factor que aumenta en forma vertiginosa la probabilidad de tomar la decisión de pecar
sexualmente es no darle importancia a las experiencias sexuales del pasado.
4. Dos son las razones por las cuales las experiencias sexuales pasadas tienen profundo efecto
sobre nosotros: no las podemos olvidar y establecen fortalezas mentales que condicionan nuestras
conductas.
5. La única manera de poder librarse de las experiencias sexuales del pasado es asumiendo
responsabilidad por ellas. Para ello, es necesario dejar de culpar a otros y buscar un consejero
experimentado que nos ayude a entender su importancia y efecto.
6. Hay dos formas de manejar la confesión de pecados sexuales: la confesión privada
exclusivamente a un pastor y la “confesión” cuando el pecado trasciende y se hace público. Ambas
son inoperantes para restaurar y más bien tienden a dañar.
7. La confesión que voluntariamente expone a luz el pecado personal a todos los afectados directa
e indirectamente es altamente costosa, difícil, doloroso y angustiante, pero es la única que garantiza
la restauración.
8. La confesión no necesariamente representa una actitud de arrepentimiento. El arrepentimiento
necesario nos lleva a postrarnos continuamente ante Dios en verdadero quebrantamiento.
E
n la siguiente página encontrará un artículo extraído del sitio web http://www.ministeriospro-
be.org/ y escrito por Kerby Anderson acerca de la vida íntegra del ministro, el cual puede
utilizar para compartirla con sus alumnos en el aula o para complementar las Notas de clase.
INTEGRIDAD
por Kerby Anderson
La integridad y la Biblia
El tema de este artículo es el concepto de la integridad, una calidad del carácter de la que
hablamos a menudo pero que no vemos tan frecuentemente en la vida de los funcionarios públicos o
aun en la vida de las personas con las que vivimos y trabajamos.
La palabra integridad viene de la misma raíz latina que entero, y sugiere la totalidad de la persona. Así
como hablaríamos de un número entero, también podemos hablar de una persona entera, no dividida. Una
persona de integridad vive correctamente, no está dividida, ni es una persona diferente en circunstancias
diferentes. Una persona de integridad es la misma persona en privado que lo que es en público.
En el Sermón del Monte, Jesús habló de los que eran “de limpio corazón” (Mateo 5:8), lo que
sugiere una actitud clara de seguimiento de los mandatos de Dios. La integridad, por lo tanto, no solo
implica una actitud clara, sino una pureza moral también.
La Biblia está llena de referencias a la integridad, el carácter y la pureza moral. Considere sólo
unas pocas referencias del Antiguo Testamento a la integridad. En 1 Reyes 9:4, Dios instruye a
Salomón que ande “en integridad de corazón y en equidad”, como hizo su padre. David dice, en 1
Crónicas 29:17: “Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada”. Y en
Salmos 78:70-72 leemos que David “los apacentó conforme a la integridad de su corazón, los pastoreó
con la pericia de sus manos”.
El libro de Proverbios tiene muchos versículos que hablan de la integridad. Proverbios 10:9 dice
que: “El que camina en integridad anda confiado; mas el que pervierte sus caminos será quebrantado”.
Una persona de integridad tendrá una buena reputación y no tendrá temor de ser expuesta o
descubierta. La integridad brinda un camino seguro a través de la vida.
Proverbios 11:3 dice: “La integridad de los rectos los encaminará; pero destruirá a los pecadores la
perversidad de ellos”. Proverbios es un libro de sabiduría. El hombre o la mujer sabios vivirán una vida
de integridad, que es parte de la sabiduría. Quienes siguen la corrupción o la mentira serán destruidos
por las decisiones y acciones de su vida.
Todos estos versículos sugieren un sentido de deber y un reconocimiento de que debemos tener
un nivel de discernimiento de la voluntad de Dios en nuestra vida. Eso ciertamente requerirá que las
personas de integridad sean estudiantes de la Palabra, y que busquen diligentemente aplicar la Palabra
de Dios a su vida. El libro de Santiago nos exhorta a ser “hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores,
engañándonos a nosotros mismos” (Santiago 1:22). Esa es mi meta en este artículo, al hablar de la integridad.
Corrupción
Al examinar la integridad, quisiera hablar de su opuesto: la corrupción. Decimos ser una nación
que exige integridad, pero ¿realmente lo hacemos? Decimos que queremos que los políticos sean
honestos, pero en realidad no esperamos que lo sean, tal vez porque a menudo no somos nosotros
tan honestos como deberíamos serlo. Decimos que somos una nación de leyes, pero a menudo
quebrantamos esas mismas leyes -como el límite de velocidad o cruzando la calle imprudentemente- y
tratamos de justificar nuestras acciones.
Podemos encontrar una ilustración poderosa en el libro The Day America Told the Truth (El día que
Estados Unidos dijo la verdad) , de James Patterson y Peter Kim.1 Usando una técnica de encuesta
que garantizaba la privacidad y el anonimato de los encuestados, pudieron documentar lo que los
estadounidenses realmente creen y hacen. Los resultados fueron asombrosos.
Primero, encontraron que no existía ninguna autoridad moral en Estados Unidos. “Los
estadounidenses están haciendo sus propios códigos morales. Solo el 13 por ciento de nosotros
creemos en la totalidad de los Diez Mandamientos. Cuarenta por ciento de nosotros creemos en cinco
de los Diez Mandamientos. Escogemos en qué leyes de Dios creemos. No hay absolutamente ningún
consenso moral en este país, como existía en la década de 1950, cuando todas nuestras instituciones
infundían más respeto”.
Segundo, encontraron que los estadounidenses no son honestos. “La mentira ha llegado a ser una
parte integral de la cultura estadounidense, un rasgo de la personalidad estadounidense. Mentimos,
y ni pensamos en ello. Mentimos sin ningún motivo”. Los autores estiman que el 91 por ciento de
nosotros mentimos regularmente.
Tercero, el matrimonio y la familia ya no son instituciones sagradas. “Si bien seguimos casándonos,
hemos perdido confianza en la institución del matrimonio. Una tercera parte de los hombres y mujeres
casados nos confesaron que han tenido al menos una aventura. El treinta por ciento ni siquiera están
seguros de que aún aman a su cónyuge”.
Cuarto, encontraron que la “ética protestante [de trabajo] ha desaparecido hace mucho tiempo
del lugar de trabajo del estadounidense de hoy. Los trabajadores de todo Estados Unidos admiten
francamente que pasan más del 20 por ciento (7 horas a la semana) de su tiempo en el trabajo
holgazaneando completamente. Eso representa una semana de cuatro días a lo largo de la nación”.
Los autores finalizan sugiriendo que tengamos un nuevo conjunto de mandamientos para Estados Unidos:
- No veo el motivo de guardar el día de reposo (77 por ciento).
- Robaré de quienes en realidad no lo echarán de menos (74 por ciento).
- Mentiré cuando me convenga, siempre que no cause ningún daño verdadero (64 por ciento).
- Engañaré a mi cónyuge; después de todo, dada la oportunidad, él o ella hará lo mismo (53 por ciento).
- Aplazaré las cosas en el trabajo y haré absolutamente nada un día completo de cada cinco (50 por ciento).
Tal vez digamos que somos una nación que desea la integridad, pero aparentemente la mayoría de
nosotros carece de ella en nuestra propia vida personal.
Honestidad
Ahora quisiera que nos centremos en cuatro rasgos clave que se encuentran en una persona de
integridad. Uno de esos rasgos es la honestidad.
1 James Patterson and Peter Kim, The Day America Told the Truth (New York: Prentice Hall Press, 1991).
Hablamos de algunos de los hallazgos del libro The Day America Told the Truth. Los autores
encontraron que casi todos en Estados Unidos mienten, y lo hacen de forma bastante habitual. Decir la
verdad aparentemente ya no es una virtud que la gente trata de adoptar para su vida. Tal vez digamos
que queremos que la gente diga la verdad, pero no lo hacemos nosotros mismos.
Ese es el problema con la corrupción: es corrosivo. Creemos que podemos ser sólo un poco deshonestos.
Decimos que queremos que la gente sea honesta, pero después hacemos trampa con nuestros impuestos.
Decimos que queremos que la gente obedezca las leyes, pero luego excedemos “apenas” el límite de
velocidad. Queremos ser lo suficientemente honestos como para calmar nuestra conciencia.
Es un poco como la historia del hombre que mandó una carta a la Oficina de la Renta de EE.UU.
(Internal Revenue Service). Dijo: “Hice trampa con mi impuesto sobre la renta, y me sentía tan mal que
no podía dormir. Adjunto un cheque por $150. Si sigo sin poder dormir, les enviaré el resto de lo que les
debo”.
Muchos de nosotros podemos sentirnos identificados con ese hombre. Queremos ser honestos,
pero a veces nos resulta más fácil ser deshonestos. Así que intentamos buscar una forma de transigir
en nuestros valores para que un poco de mentira no perturbe nuestra conciencia.
Confiabilidad
Vida “privada”
Hay un libro popular en el mercado llamado Who You Are When Nobody’s Looking (Quién eres
cuando nadie mira) . ¿Quién es usted cuando nadie mira? ¿Veré la misma persona que veo cuando está
en un grupo de personas? ¿Hace usted lo correcto, no importa las circunstancias?
Había una historia en un periódico años atrás sobre un hombre de Long Beach que fue a comprar un
pollo para él y la mujer que lo acompañaba a una tienda de KFC (Kentucky Fried Chicken). Ella esperó
en el coche mientras él fue a recoger el pollo. Sin darse cuenta, el gerente de la tienda entregó al hombre
la caja en la que había puesto las ganancias del día, en vez de la caja con el pollo. Es que iba a hacer
un depósito y lo había camuflado poniendo el dinero en una caja de pollo frito.
El hombre tomó su caja, volvió al coche, y los dos se fueron. Cuando llegaron al parque y abrieron la
caja, encontraron que tenían una caja llena de dinero. Ahora bien, este era un momento muy vulnerable
para una persona común. Sin embargo, al darse cuenta del error, volvió al coche y se dirigió al lugar y
devolvió el dinero al gerente. Bueno, ¡el gerente estaba alborozado! Estaba tan complacido que dijo al
joven: “Quédate por aquí. Quiero llamar al periódico para que te saquen la foto. Eres el tipo más honesto del
pueblo”.
“Oh no, ¡no haga eso!”, dijo el sujeto.
“¿Por qué no?, preguntó el gerente.
“Bueno”, dijo, “sabe, estoy casado, y la mujer con la que estoy no es mi esposa”.
Aparentemente, no había considerado las consecuencias de sus acciones. Aun cuando estaba
haciendo algo correcto, resultó que también estaba haciendo algo incorrecto. Una persona de integridad
es integrada y auténtica. No hay ninguna duplicidad de actitudes y acciones.
Cuando el apóstol Pablo hace una lista de las calificaciones para un anciano de una iglesia, dice que
“Es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo
del diablo” (1 Timoteo 3:7). Esto no es sólo una cualidad deseable para los ancianos de la iglesia, sino
una cualidad a la que todos debemos aspirar. Los cristianos deben ser irreprochables en su testimonio
público ante el mundo que los observa.
En la siguiente sección hablaremos más acerca de la importancia de un testimonio público de
integridad y concluiremos nuestro estudio.
Testimonio público
Quisiera concluir nuestra discusión tratando la importancia de la integridad en nuestra vida diaria.
Se ha dicho que nosotros tal vez seamos la única Biblia que la gente lea alguna vez. En otras
palabras, la gente que nos rodea a menudo juzga la confiabilidad del cristianismo por su efecto en
nuestra vida. Si nos ven como hipócritas, tal vez no avancen más en su investigación del evangelio.
Cada día nos codeamos con personas que nos observan. Su vida les demostrará si el cristianismo
es verdadero o falso. Ellas hacen juicios de valor sobre usted a través de sus actitudes y acciones.
¿Hemos hecho la elección correcta?
Luego de sus mensajes dominicales, el pastor de una iglesia de Londres subió a un trolebús el
lunes a la mañana para volver a su estudio en el centro. Pagó su boleto y el conductor del trolebús le
dio demasiado cambio. El pastor se sentó y jugó con el cambio, lo miró varias veces, lo contó ocho, diez
veces. Y entonces vino la racionalización: “Es maravilloso cómo Dios provee”. Se dio cuenta de que estaba
ajustado esa semana, y esto era precisamente lo que necesitaría para cubrir los gastos, al menos para
lo básico. Luchó consigo mismo durante todo el largo recorrido de ese trolebús hasta llegar a su oficina.
Finalmente llegó a la parada, se paró, ya que no podía soportarse. Caminó hacia el conductor y le dijo:
“Mire, me dio demasiado cambio. Se equivocó”. El conductor le dijo: “No, no fue ningún error. Lo que pasa
es que estuve en su iglesia anoche, cuando habló de la honestidad, y pensé que lo pondría a prueba”.
Afortunadamente, el pastor pasó la prueba. ¿Pasa usted la prueba cuando los no creyentes lo
miran a usted o miran su vida y se preguntan si el evangelio es verdadero? Es una pregunta condenatoria.
Cuando vivimos vidas de integridad, surgen oportunidades para el evangelismo y el ministerio. Cuando
no lo hacemos, esas oportunidades se secan.
Lo he estado alentando a desarrollar una vida de integridad. En algunos aspectos, es un proceso
de toda la vida. Pero tenemos que comenzar en alguna parte. Nuestras vidas son las colecciones de
elecciones que hemos hecho en el pasado, tanto buenas como malas. Tal vez conozca la poesía:
Siembra un pensamiento, cosecha una acción.
Siembra una acción, cosecha un hábito.
Siembra un hábito, cosecha un carácter.
Siembra un carácter, cosecha un destino.
Quisiera alentarlo a comenzar a centrarse en los versículos y principios bíblicos bosquejados
aquí. Si usted quiere ser una persona de integridad, no ocurrirá de la noche a la mañana. Pero si no
hace un plan deliberado para ser una persona de integridad, jamás ocurrirá.
S
egún la disponibilidad de los recursos guía práctica. El Paso: CBP, 1998 (“El
bibliográficos a su alcance puede pastor en su vida personal”, pp. 322-336).
escoger entre las siguientes lecturas
complementarias con el fin de profundizar Martínez, José. Ministros de Jesucristo,
su estudio personal sobre esta unidad. Tomo I. Barcelona: CLIE, 1977. (Capítulo
Asimismo, puede utilizar alguna de estas
IV “Requisitos del ministro - Un carácter
lecturas para que sus estudiantes hagan
un análisis crítico, siguiendo el formato que santificado”, pp. 49-58).
aparece en el apéndice.
Obviamente la lista para cada caso no Nonini, Rogelio. Conducta Ministerial. Buenos
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede Aires, 1995. (Capítulo V “La conducta de
escoger libremente éstas u otras lecturas los ministros”, pp. 105-132).
que considere importante usar para obtener
un mejor aprovechamiento de esta unidad Trull, Joe E. Ética Ministerial. Sea un buen
de estudio. ministro en un mundo que no es tan
bueno. El Paso: CBP, 1997 (Tercera parte:
“La vida personal del ministro”, pp. 75-
104).
Unidad III:
El ministro
y sus decisiones
éticas: Su vida personal
A
demás de ser un buen ministro, el hombre o mujer de Dios
debe ser un buen padre o madre, debe ser responsable con su
salud, con la administración del tiempo, con las finanzas de
su hogar y de la iglesia, y además durante toda su vida de actividad
ministerial deberá aprender a convivir con las altas expectativas
morales y éticas que la congregación y la sociedad le demandan.
Es más factible que una persona sea impactada más por la persona
del ministro que por sus sermones o estudios bíblicos. Motivo por el
cual el ministro no debe creer que por haber sido llamado a cuidar
de los hijos de Dios, tenga que descuidar de sí mismo.
Su persona es importante no sólo para Dios y él mismo, sino
también para toda la congregación, quienes esperan ver en él
actitudes que los alienten a crecer de una manera integral.
Por eso, analizar las decisiones que deberá tomar en su vida
personal, es de gran valor para el estudio de una ética ministerial.
El ministro y su persona
AUTOIMAGEN Y AUTOESTIMA
Analice, junto con sus Las personas llamadas a la profesión ministerial viven siempre en tensión
alumnos, las consecuencias entre dos realidades: su humanidad -quienes son y lo que son, lo mejor
que traería a la iglesia local que tienen y lo peor, sus dones y sus limitaciones- y las demandas
tener un ministro con baja especiales de su llamamiento. Esa tensión puede socavar en la autoestima
autoestima.
si el ministro no la maneja adecuadamente.10
10 Trull, Joe E. y Carter, James E. Etica Ministerial. Nashville, Tennessee: CBP, 1997, p.76-77.
que uno es, antes de lo que uno cree que es. Algunos síntomas de baja
autoestima pueden ser:
- Le gusta la murmuración. Porque de esta manera puede
captar la atención de las demás personas, y al menos por un
momento sentirse importante.
- No enfrenta los problemas y situaciones conflictivas, sino
que prefiere eludirlas y escaparse, al creer que es incapaz de
superarlas, actitud que seguramente empeorará la situación.
- Siente que a todas las demás personas les va bien pero a él no.
Por ejemplo, puede pasarse la vida admirando los ministerios
de otros pastores, pero no se cree capaz de tomar decisiones
que permitan a su congregación desarrollarse integralmente,
porque él mismo tiene temor al crecimiento.
- Su necesidad de afecto puede perjudicarlo gravemente al
dejar abierta una puerta a los pecados sexuales de adulterio y
fornicación.
Dedique un tiempo de la
clase para que sus alum-
nos puedan reflexionar
acerca del concepto que
tienen de sí mismos. Con-
cluya animándolos a ser
equilibrados en este área.
SALUD
ser una dedicación encomiable pero de hecho esto podría ser un acto
imprudente de desgaste de energía para el cual el cuerpo humano
no está diseñado. Es cierto que Dios llama a sus hijos a asumir tareas
que requieren energía emocional y física, pero también es cierto
que nuestro cuerpo tiene limitaciones inherentes humanas. Estas
dos realidades implican que en algún momento los siervos de Dios
experimentarán momentos de cansancio. Es inevitable, sin embargo
la Biblia no presenta una vida agotada como modelo de ministerio
consagrado.
Pida a sus alumnos que
realicen la lectura del texto
que le ofrecemos en la Ac-
tividad Nº 15, y luego co-
menten sus conclusiones al
resto de la clase.
Los hombres de Dios deben tener en cuenta que la pérdida de la
salud significa la pérdida del ministerio. Si los ministros dedicados
midieran sus actividades y compromisos ministeriales, cuidaran
sus cuerpos y conservaran su salud, podrían extender el tiempo de
servicio en lugar de acortarlos por una muerte temprana o una salud
frágil. Una persona saludable puede ministrar mejor y gozar más
durante su vida. Este es un asunto de mayordomía cristiana.
Por eso es necesario que el ministro haya asumido un concepto
de salud integral (espíritu, sentimientos y cuerpo) que lo anime a
darle a su salud la importancia que merece.
La mayordomía comprende cómo se usa el dinero, pero también
como se usa el cuerpo que Dios ha confiado. La nutrición, el
descanso, el ejercicio y la recreación, se combinan para enriquecer
la salud. Aunque estos pueden parecer secundarios a las personas
de gran energía, altos logros y de mucho empuje, sin embargo, para
prolongar la vida y enriquecer el ministerio, los buenos hábitos de la
salud son componentes importantes de la vida de un ministro.
Algunos consejos prácticos que hace Daniel Spaite para conservar la
salud del pastor en condiciones óptimas para realizar su ministerio son:11
1. Comprométase a seguir el plan bíblico de Dios para el
reposo y la renovación.
- Reserve tiempo para estar a solas con Dios cada día y pedir
energías para cumplir la voluntad divina.
- Descanse un día completo cada semana. Aléjese de toda
responsabilidad ministerial . Practique deportes, etc.
- Planee tiempos periódicos de renovación en lugares apartados
con su familia. Es un tiempo para descansar y buscar de la
presencia de Dios.
- Haga que sus vacaciones sean verdaderas vacaciones.
11 Spaite, Daniel. Bomba de tiempo en la Iglesia. Kansas City: Casa Nazarena de Publicaciones, 2001,
p.149-161.
ESTILO DE VIDA
CRECIMIENTO ESPIRITUAL
El ministro y su familia
Parte del desafío para el ministro es su vida de hogar, y es porque
su familia se considera un modelo para las familias de la iglesia. Ese
puede ser un papel positivo que modele a otros como una pareja
que puede permanecer en amor, seguir firme en los compromisos
matrimoniales y funcionar como una familia cristiana, aun a pesar
de las tensiones, largas horas de trabajo, un ingreso inadecuado y la
demanda de los niños. El problema se da cuando el matrimonio del
ministro se presenta como un modelo negativo. David y Vera Mace
observaron:
12 Mace, David y Vera. ¿Qué le está pasando a los matrimonios de los ministros?. Nashville: Abingdon,
1980, p.24-25..
EL MINISTRO SOLTERO
El ministro y la sexualidad
En la actualidad, cada vez son más los casos de inmoralidad
sexual de ministros que llegan al conocimiento público. Si bien
p.178-179.
CAUSAS
Varios son los factores que podrían ser causa de las indiscreciones
sexuales de los llamados por Dios al ministerio. Algunos serían
rapaces sexuales que agobian a las mujeres de la iglesia, que
en muchos casos son considerados adictos sexuales, quienes
probablemente poseen una enfermedad de tipo emocional arraigada
así como un problema moral.
Un articulo de la revista Newsweek proporcionó un perfil del
ministro que se descarría sexualmente. En este perfil generalmente
es un hombre de edad media, desilusionado con su llamamiento,
15 Rediger, G. Lloyd. Fechoría moral de los ministros. Church Management -The Clergy Journal,
Mayo/Junio,1991, p. 37-38.
16 Citado en Joy Jordan-Lake, “Conducta inapropiada para un predicador” Christianity Today, 10 de
Otra razón para los frecuentes problemas sexuales, es que muchos ministros
que aconsejan a la gente no entienden el concepto de transferencia y como
manejarlo. Se ha definido la transferencia como “el proceso por el cual las
personas proyectan sus propias necesidades (con frecuencia no satisfechas)
en una figura idealizada. Dicha transferencia puede ser ´ positiva ´ (afecto,
calidez, etc) o ´ negativa ´ (enojo, rechazo, etc.) A menudo la transferencia
implica dependencia, sentimientos románticos, sentimiento de hostilidad y
ambivalencia sobre la autoridad. Estos sentimientos ocurren por causa del
papel que se desempeña, no por el atractivo personal o por las cualidades
del ministro. También puede ocurrir la contratransferencia. Esta es la
tendencia del ministro de proyectar sus necesidades insatisfechas en
alguien más que puede contribuir a motivar sentimientos sexuales. Si bien
la falta de insatisfacción marital no siempre explica la carencia de decoro
sexual de los ministros, si lo hace mas suceptible.18
Para ser ético en este área, el ministro tendrá que tomar las
acciones necesarias para evitar que ése escenario de caída se
construya. Y, entre otras recomendaciones, Rogelio Nonini dice:
19 LaHaye, Tim. Si los ministros caen ¿pueden ser restaurados? Grand Rapids: Zondervan,
1990, p. 36-56.
E
n la siguiente página encontrará un artículo que fue publicado en el sitio web http://
elrefugiocristiano.tripod.com.mx/elrefugiocristiano/. Fotocopie la cantidad correspondiente
de este artículo y distribúyalo entre sus alumnos. Asigne 20 minutos para que hagan una
lectura personal, y luego en la dinámica de la clase, expongan sus conclusiones.
LA AUTOESTIMA
Un adecuado nivel de autoestima es la base de la salud mental y física del organismo. El concepto
que tenemos de nuestras capacidades y nuestro potencial no se basa sólo en nuestra forma de ser,
sino también en nuestras experiencias a lo largo de la vida. Lo que nos ha pasado, las relaciones que
hemos tenido con los demás (familia, amigos, etc.), las sensaciones que hemos experimentado, todo
influye en nuestro carácter y por tanto en la imagen que tenemos de nosotros mismos.
El autoconcepto deriva de la comparación subjetiva que hacemos de nuestra persona frente a los
demás, así como de lo que éstos nos dicen y de las conductas que dirigen hacia nosotros. También
los éxitos y los fracasos personales influyen en nuestra forma de valorarnos.
Una persona con baja autoestima suele ser alguien inseguro, que desconfía de las propias
facultades y no quiere tomar decisiones por miedo a equivocarse. Además, necesita de la aprobación
de los demás pues tiene muchos complejos. Suele tener una imagen distorsionada de si mismo, tanto
a lo que se refiere a rasgos físicos como de su valía personal o carácter. Todo esto le produce un
sentimiento de inferioridad y timidez a la hora de relacionarse con otras personas. Le cuesta hacer
amigos nuevos y está pendiente del qué dirán o pensarán sobre él, pues tiene un miedo excesivo al
rechazo, a ser juzgado mal y a ser abandonado. La dependencia afectiva que posee es resultado de
su necesidad de aprobación, ya que no se quiere lo suficiente como para valorarse positivamente.
Otro problema que ocasiona el tenernos infravalorados es la inhibición de la expresión de los
sentimientos por miedo a no ser correspondidos. Si algo funciona mal en una relación de pareja o de
amistad, la persona con falta de autoestima creerá que la culpa de esto es suya, malinterpretando
en muchas ocasiones los hechos y la comunicación entre ambos. Se siente deprimido ante cualquier
frustración, se hunde cuando fracasa en sus empeños y por eso evita hacer proyectos o los abandona
a la primera dificultad importante o pequeño fracaso.
Una persona con una autoestima óptima, en cambio, tiene las siguientes cualidades:
Posee una visión de sí mismo y de sus capacidades realista y positiva.
No necesita de la probación de los demás, no se cree ni mejor ni peor que nadie.
Muestra sus sentimientos y emociones con libertad.
Afronta los nuevos retos con optimismo, intentando superar el miedo y asumiendo
responsabilidades.
Se comunica con facilidad y le satisfacen las relaciones sociales, valora la amistad y tiene
iniciativa para dirigirse a la gente.
Sabe aceptar las frustraciones, aprende de los fracasos, es creativo e innovador, le gusta
desarrollar los proyectos y persevera en sus metas.
Para intentar aumentar nuestra autoestima debemos ante todo empezar por ser nuestros mejores
amigos, saber que no hay nada ni nadie en este mundo más importante que nosotros mismos. Por
eso hemos de aceptarnos tal y como somos, pensando no existe nadie mejor ni peor, aunque todos
seamos diferentes, pues en eso se basa la diversidad humana.
El hecho de querernos más y mejor está en nuestras manos, no en las de los demás. Todo reside
en la cabeza y nosotros somos quienes debemos intentar cambiar nuestro autoconcepto.
Acéptate tal y como eres, en tus cualidades y defectos. Todos tenemos defectos, nadie es perfecto
ni pretende serlo.
Desarrolla el sentido del humor, no des tanta importancia a cosas que no la tienen, ni a los
posibles comentarios de los demás. Seguramente en la mayoría de ocasiones nos hacemos montañas
innecesariamente, la gente no está siempre pendiente de lo que hacemos o decimos, todo está en
nuestra imaginación.
Préstate más atención, dedícate tiempo a hacer aquello que te haga feliz y te satisfaga.
No temas a las responsabilidades o a tomar decisiones, si algo sale mal aprende de tus errores
y ten coraje para volver a intentarlo. Nadie está libre del error en esta vida y a veces hay que ver la
cara positiva de los fracasos, piensa que aunque se cierren unas puertas, luego se abrirán otras que
pueden ser incluso mejores.
Si una relación personal no acaba de funcionar, no pienses nunca que la culpa es sólo tuya, entre
dos personas ambas partes son responsables de su comportamiento. La verdad al final es que sólo
hubo una incompatibilidad de caracteres.
Prémiate por tus logros, aunque estos sean pequeños o poco importantes, así te sentirás mejor.
Simplifica tu vida y dirígete hacia objetivos realmente valiosos para ti, dedicándote a ellos
intensamente, sin miedo.
No es fácil cambiar nuestra autoestima, si lo fuera seguramente nadie sufriría por tenerla
demasiado baja, ni existirían personas tímidas o dependientes, pero hemos de creer que tampoco
hay nada imposible si ponemos realmente empeño en conseguirlo. Las personas tenemos suficientes
capacidades como para cambiar y aprender a lo largo de nuestra vida, pues como dice el refrán “la
fe mueve montañas”.
Bibliografía
E
n la siguiente página encontrará un texto escrito por Daniel Spaite, extraído del libro
“Bomba de tiempo en la Iglesia” (Kansas City: CNP, 2001, pp.45 - 58), en el cual se
mencionan las causas, síntomas y consecuencias del agotamiento en la vida del ministro.
Haga fotocopias del texto y repártalas entre sus alumnos. Luego pídales que realicen la lectura y
respondan las preguntas propuestas al final de la actividad, para luego exponer sus respuestas
en clase (pueden trabajar solos o en grupo).
Agotados al empezar
Debido a la vida ocupada que llevan, muchos líderes cristianos empiezan cansados sus tareas
ministeriales. Con razón el ministerio les parece agotador, insatisfactorio y carente de gozo. Y,
¿quién tiene la culpa?¿La iglesia y las personas que no colaboran con ella?¿Nuestra sociedad y
sus expectativas no realistas?¿Nuestro Dios y el llamamiento que no establece límites?¿Quién es el
culpable?
He notado que los cristianos generalmente atribuimos nuestra fatiga a circunstancias externas:
otras personas, la sociedad o el ministerio. Por ejemplo, si nos interrumpen demasiado, casi siempre
tenemos que trabajar hasta tarde. Si las personas se niegan a colaborar, el pastor se ve forzado a
trabajar más. Es fácil imaginar lo diferente que sería si cambiaran ciertas personas o ciertos hechos.
Sin embargo, la Biblia revela que si uno está siempre cansado, exhausto, confundido y desilusionado,
se debe a que no está en la voluntad de Dios.
Es cierto que Dios llama a sus hijos a asumir tareas que requieren energía emocional y física.
También es cierto que nuestro cuerpo tiene limitaciones inherentemente humanas. Estas dos
realidades implican que todo cristiano experimentará momentos de cansancio. Es inevitable. Sin
embargo, la Biblia no presenta una vida agotada como modelo de ministerio consagrado.
Consideremos las características fundamentales que indican varios pasajes bíblicos al describir al
cristiano lleno del Espíritu:
Gl. 5:22-23
Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.
Flp. 4:7-11
Paz, verdadero, honesto, justo, puro, amable, de buen nombre, virtud, digno de alabanza.
Hch. 1:8
Poder
El yugo a la medida
Debemos examinar cuidadosamente esta fatiga. Tal vez no sea culpa de la iglesia. Quizá estemos
cargando el yugo equivocado (Mt. 11:29-30). Hemos aceptado uno que no es de nuestra medida.
Hemos olvidado que el yugo es para dos y no hemos compartido la carga con Jesús. Él mismo
prometió que cuando llevemos su yugo, este será fácil y ligera su carga. ¡Queda a la medida! Esta
verdad de Mateo 11 no es información nueva para usted. ¿Cuál pastor no ha predicado con emoción
ese pasaje? Sin embargo, en él hay una verdad que pocos han notado.
Antes del pasaje del “yugo”, Jesús declaró que esa generación había demostrado poca sabiduría.
Había rechazado el mensaje de Juan el Bautista, así como las generaciones anteriores habían
rechazado la Ley y a los profetas (11:13). Luego, en los versículos 21-23 menciona y reprende a las
ciudades que no se habían arrepentido: Corazín, Betsaida y Capernaúm.
Sigue después el párrafo que hemos visto, en Mateo 11:25-30. ¿No es este un lugar extraño para
hablar de llevar el yugo y del descanso?¿Qué tienen que ver estas palabras con las declaraciones
previas?
En el versículo 25 Jesús dice “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste
estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños”. De allí continúa con una
asombrosa declaración en el versículo 27: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y
nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar” (énfasis agregado).¡Qué declaración tan reveladora! Nadie conocerá al Padre excepto
aquellos a quienes Cristo se lo quiera revelar.
¡He aquí el concepto clave! No olvidemos la conexión con la siguiente declaración. Los siguientes
tres versículos prometen descanso y cargas ligeras para aquellos a quienes Jesús les revela al
Padre. Es en este preciso momento cuando Jesús dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso
y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi
carga”
(Mt. 11:28-30). ¿A quién le revelará Jesús a su Padre?¡A aquel que lleve el yugo que Cristo le dé!¿Y
a quién se le negará el verdadero conocimiento del Padre? Al que lleve otro yugo, sin importar cuánto
éxito le haya provisto este.
Sin proponérselo, a veces mis amigos pastores me dicen cuál yugo llevan. Algunos llevan el
yugo de la gente necesitada, y todas sus decisiones se basan en las necesidades de otras personas.
Algunos llevan el yugo de la junta de la iglesia, porque se sienten obligados a complacerlos. Algunos
llevan el yugo de la jerarquía eclesiástica, sintiéndose atrapados entre las demandas de la lealtad
y el liderazgo. Esto nos lleva a una pregunta aterradora: ¿Acaso la naturaleza misma del ministerio
moderno pone al pastor en una posición en la que es menos probable que conozca el corazón de
Dios? El pensamiento es casi abrumador. Por un lado, el ministerio moderno llama a trabajar y hacer
la obra. Pero Jesús ha dicho que aquellos a quienes les revela al Padre, los llama a descansar, a un
yugo fácil y a una carga ligera.
Los síntomas de este problema, y una indicación de su magnitud, se revelaron en una reciente
encuesta realizada a más de mil pastores. Esta mostró que “cuatro de cada diez pastores dudaban
de su experiencia actual en la iglesia estuviera profundizando significativamente su relación con
Cristo”1. Esta estadística es sorprendente. Del total de encuestados, casi la mitad se encuentra en
una asignación en la que no llevan el yugo que promete revelar enseñanzas más profundas acerca
del Padre.
No cabe duda que el ministerio moderno es una carga pesada. Algunos días, cumplir todas las
actividades implica regresar a casa cansados, apenas con la energía suficiente como para llegar a la
cama. Pero, ¿es ese el estilo de vida que Dios desea que acompañe su llamado?
El agotamiento es parte de la bomba de tiempo que lleva a la extenuación y a muchos otros
problemas para el ministro moderno.
El agotamiento es la mecha corta que acelera cierta forma de erupción. Pero ¿qué prende la
mecha?¿Qué motivos, decisiones o situaciones encienden la chispa que lleva rápidamente a la
explosión? Siga leyendo, por supuesto, después de una buena noche de descanso.
E
n la siguiente página encontrará un artículo de “Leadership Journal” publicado en el sitio
web www.desarrollocristiano.com (Leadership Journal. Verano de 1999, Vol. XX No. 3) con
el testimonio de cuatro familias pastorales y su lucha por rescatar a sus hijos del flagelo de
las adicciones. Puede utilizar este material como complemento de las Notas de Clase.
Jim Smoke por cuatro años ha sido pastor de los ministerios para adultos de Grace Church en
Cypress, California. Está casado con Carol y tienen tres hijos y ocho nietos.
En 1975, cuando estaba sirviendo con el personal de Robert Schuller en Garden Grove Community
Church (hoy conocida como la Catedral de Cristal), Jim se enteró de que su hijo Todd, que cursaba el octavo
grado, estaba usando drogas. Usó drogas y abusó del alcohol por los próximos veintidós años. En una
ocasión casi se muere por una sobredosis. Debido a varios problemas delictivos entró y salió de centros de
detención juvenil, y por último, fue a dar a prisión.
Todd entró al programa de recuperación Bookhouse Two, uno de los más severos en el condado
de Orange en California. No usa drogas ni alcohol desde 1997, está siguiendo a Cristo, tiene familia
y también un trabajo. Pasa buena parte de su tiempo libre ayudando a otros adictos y alcohólicos a
salir de la adicción.
John Vawter es pastor de Bethany Community Church en Tempe, Arizona, donde ha servido por dos
años. John y su esposa Susan tienen dos hijos adultos jóvenes, Stephanie y Michael.
Al principio de su adolescencia, ambos hijos pasaron por un período de rebeldía. En 1997 John
y Susan se enteraron de que Stephanie, quien estaba viviendo en Denver, era adicta a la heroína.
Inmediatamente la confrontaron. Ella estuvo dispuesta a buscar ayuda; pasó por el proceso de
desintoxicación y se sometió a un tratamiento que duró varias semanas. Exitosamente logró dejar de
usar la heroína desde entonces. Un año más tarde, Michael les confesó a sus padres que él había
estado usando marihuana casi todos los días desde que se graduó de la universidad, dos años atrás.
Creemos que usted podrá no sólo notar el gran dolor de estas familias de pastor, sino también
recibir mucho consejo y esperanza.
Ninguno de ustedes se enteró del problema que su hijo o hija tenía con las drogas
hasta que se había vuelto adicción. ¿Por qué cree que este problema, cuando se inicia, no es
evidente a un padre?
Kimball Hodge: Aunque uno sabe que es una posibilidad, uno no lo quiere creer. Uno considera
cualquier otra opción hasta que el teléfono suena y es la policía. Aun cuando uno encuentre las drogas,
la respuesta del hijo es algo así como que alguno de sus amigos las debe haber dejado olvidadas.
Jim Smoke: Uno cree que si sus hijos están involucrados en las cosas de la iglesia —mis hijos
crecieron mientras yo trabajaba con Juventud para Cristo, rodeados de la iglesia y el ministerio,
y hasta fueron a un colegio cristiano—, esto no le sucederá a nuestra familia, pero mi hijo estaba
viviendo una doble vida.
John Vawter: Stephanie dice que uno, para adicto con éxito, tiene que ser un gran mentiroso. Alguien
me dijo que los adictos hacen cualquier cosa para poder usar drogas, aunque esto tenga que ser sacar
sólo altas calificaciones en sus clases o ser muy bueno en los deportes.
Luego pasé por un período de agotamiento porque esto no se acababa. Me sentaba en una silla en
nuestro dormitorio y me quedaba allí con la vista perdida. No podía pensar, ni tampoco orar. Después
entré en la etapa emocional; clamaba a Dios en medio del llanto. Era como si mi familia se estuviera
desintegrando. Me sentía desilusionada y abandonada por Dios, y muy triste.
John Vawter: El domingo pasado fue el primer domingo en meses que no lloré durante el tiempo
de alabanza en la iglesia. Lloro porque me embarga una tristeza devastadora cuando pienso que yo
estoy ahí adorando a Cristo con la iglesia a la cual amo y estoy feliz de servir, y que mi hijo no lo está
adorando. Lo único que puedo hacer es dejarlo todo en las manos de Dios continuamente.
Kimball Hodge: Cuando me enteré de que mi hijo estaba usando drogas, me puse furioso con
él, con la forma tan fácil en que un niño puede obtener las drogas, con Dios porque esto no debe
sucederle a la familia de un pastor. Luego me entró un gran temor por las consecuencias que las
acciones de Evan podrían traer sobre él. Y entonces sentí ternura hacia él. Lo amo mucho.
A largo plazo, lo que experimenté fue una gran tristeza que me duró años. Algunas veces era
insoportable ver lo que le estaba pasando a él y al resto de la familia.
¿Cómo hizo para que el abuso de drogas de su hijo no destruyera completamente su propio
sentido de bienestar?
John Vawter: La Navidad pasada le dije a Michael que mi deseo era que él entendiera que él había
tomado decisiones de usar drogas por las que yo no podía tomar la responsabilidad. Le expliqué
que su mamá y yo estábamos de acuerdo en que no dejaríamos que ni su drogadicción, ni lo que
sucediera con su vida, arruinara nuestro matrimonio ni nuestra vida.
Norma Bourland: En nuestra casa mi meta siempre ha sido ser una buena madre y hacer todo lo
que es correcto. Cuando mis hijos no estaban felices, yo quería arreglarlo todo para ellos. Siempre
estaba poniendo todo mi enfoque en lo que ellos necesitaran. Mi felicidad dependía de la de ellos y
yo pensé que la de ellos dependía de mí.
Fue un duro despertar cuando me di cuenta de que las decisiones de mis hijos eran las suyas
propias. Ellos hacen cosas por sus propias razones, al igual que yo hago cosas por mis propias
¿Qué clase de relación puede usted tener con un hijo que está usando drogas? ¿Le pone
límites?
John Vawter: Durante la época navideña pasada llevamos a Stephanie y a Michael con su esposa
e hijos a Hawaii, pero primero vendrían a Phoenix. Antes de que llegaran le dije a Michael que cuando
se bajara del avión, lo iba a mirar directamente a los ojos y le iba a preguntar si tenía alguna droga en
sus maletas. Si las tenía, no lo iba a dejar entrar a nuestro auto pues tanto su madre como yo teníamos
nuestros valores. No hay drogas en nuestras propiedades.
Le prometí que íbamos a pagar por el viaje, pero que él tenía que alquilar un carro en Hawaii bajo
su propio nombre. Yo le iba a dar un cheque al final de la semana para que pagara el alquiler. De esa
forma, si lo paraban y encontraban drogas en el carro, yo no iba a tener un carro embargado en mi
cuenta de tarjeta de crédito.
Cuando Michael se bajó del avión, me abrazó bien fuerte, y con su mejilla pegada a la mía me dijo
que no traía droga. Cuando terminamos el viaje, me besó al despedirse.
Es una dicotomía muy extraña. Por un lado el amor es profundo, y por el otro yo pienso que
continúa adicto a algo.
Pero hemos definido y puesto límites de amor. Le hemos dicho que sabemos que está usando algo
pero que no queremos jugar ningún juego con él. No vamos a ponerle fin a nuestra relación con él y
que cuando decida que necesita ayuda lo vamos a ayudar.
Kimball Hodge: Probamos las dos cosas. Una de ellas fue restringirlo y la otra fue permitirle
que trajera a sus amigos a la casa en lugar de ir a dónde ellos estaban. Evan es un muchacho
amoroso y fácil de amar. Nos enojábamos con él algunas veces, y odiábamos lo que estaba
haciendo, pero no había duda alguna de que lo amábamos. Pero el uso de drogas continuaba sin
importar lo que nosotros hiciéramos. No podíamos atornillarlo, por así decirlo, para frenar lo que
él estaba haciendo.
Cuando un hijo llega a los dieciocho años y ya es independiente, un padre no le puede decir que
lo va a meter a su auto y lo va a llevar a un programa de rehabilitación. Uno llega a convertirse en
espectador del caos. Lo invade a uno un sentimiento de impotencia y flaqueza.
John Vawter: El primer domingo después de que llevamos a Stephanie al tratamiento, un cantante
invitado a nuestra iglesia mencionó que su hermano era drogadicto, así que después del servicio
compartí con él la situación de Stephanie.
Él me vio de la manera como sólo el familiar de un drogadicto puede hacerlo, y me dijo: “Esta no es
tu lucha. Es la de Stephanie”. Hasta ese momento yo había estado haciendo planes para ir a Denver
a matar al traficante de drogas. Ese hombre ni siquiera estaba legalmente en eL país. No tenía sus
papeles, nadie se hubiera dado cuenta que ya no existía. Yo ya lo tenía todo bien planificado.
El cantante me comentó que si no era ese traficante, sería otro. También me dijo que ellos saben cómo
reconocer a Stephanie y a cualquier drogadicto a una milla de distancia. Hay una forma especial con la cual
ellos se comunican entre sí que ni tú ni yo podríamos notar. Me repitió: “Es su lucha, no la tuya”.
Norma Bourland: Yo había regresado de las reuniones de Alcohólicos Anónimos diciendo que
volvería otra vez, porque no había entendido lo que en realidad significaba dejar el asunto en las
manos de otro. El concepto me daba ira.
Pero aprendí en las Escrituras sobre el principio de dejar ir, de soltar, todo asunto que está fuera de
mi control, y que esto se hace por amor y responsabilidad. Me llevó bastante tiempo. Para mí, significó
someterme a la realidad de las cosas, dejando que Dios sea Dios y que yo sea la que es dependiente.
Tuve que aceptar que no puedo hacerlo todo. No puedo arreglar a mis hijos. No puedo hacer que
sean cristianos. No puedo evitar que usen drogas. No puedo protegerlos. No puedo hacer mucho por
ellos, pero sí los puedo amar.
Narcóticos Anónimos por un año y eso nos ayudó. Allí Susan y yo decidimos cuáles serían los límites que
deberíamos definir.
Desdichadamente he tenido que protegerme de mis amigos que vienen a decirme que AA no honra
a Jesucristo. He memorizado una respuesta para tales personas, porque algunos de sus comentarios
han sido insensibles y han dejado mucho dolor.
Yo no necesito que nadie esté tratando de averiguar qué fue lo que Susan y yo hicimos mal.
Necesito personas que me ayuden y apoyen, y Dios me ha dado muchas de ellas.
Entonces le dije que yo todavía era responsable porque él estaba en mi casa. Cada vez que
pensé en renunciar, me llegó, sin embargo, una convicción al corazón de que debía continuar y, en
obediencia, predicar la Palabra de Dios. Nos creemos inmunes a esta clase de experiencias, pero Dios
me ha mostrado que esto es ser un idealista, y que no es una verdad bíblica. Yo soy una persona real,
con problemas reales.
Norma Bourland: Hace algunos años alguien me dio un artículo muy útil titulado “Dios también tuvo
problemas con su familia”.
John Vawter: A uno le pueden dar “masajes espirituales de espalda” y le pueden hablar de
personas que también fueron malas en la Biblia, pero, para mí, todavía sigue siendo una lucha
personal. Algunos días quisiera ser suficientemente viejo como para jubilarme porque el dolor es
demasiado. El verano pasado prediqué una serie sobre Colosenses que tenía que ver con la familia.
Me preguntaba cómo es que me sentía calificado para hacerlo. Siento que de alguna manera mi
corazón tiene que alcanzar mi cabeza.
Por otro lado, Dios ha trabajado tremendamente en mi vida. Cuando me enteré de que Michael
estaba usando drogas, me sentí profundamente triste. Le dije a Susan que si en un año seguía
sintiéndome tan triste, yo renunciaría. Bien, ya ha pasado un año y me siento suficientemente fuerte
como para patrocinar una conferencia para pastores cuyos hijos usan drogas.
¿Qué les puede decir a aquellos que recientemente descubrieron que su hijo o hija usa
drogas?
Jim Smoke: Primero, forme un círculo a su alrededor con las personas que lo aman y apoyan.
Necesita un sistema de apoyo.
Uno de mis mejores amigos es un psicólogo, y su hijo también pasó por algo similar a esto. Nos
sostuvimos uno al otro. Nos sentábamos en restaurantes a llorar. Sabíamos que estábamos juntos en
la misma sopa.
Segundo, encuentre a personas que puedan hablar con su hijo. El éxito de Alcohólicos Anónimos
y Narcóticos Anónimos está basado en las personas que cuentan su historia en el salón. Su hijo no
responderá todo el tiempo, pero habrá alguien que le dirá: “Déjame contarte mi historia. Absórbela y
reflexiona”.
Tercero, encuentre programas que en verdad funcionan y recomiéndeselos a su hijo. Los
programas funcionan cuando las personas hacen funcionar los programas. Uno no puede sentarse
nada más y sentir lástima de sí mismo y orar sobre su problema. Tiene que tomar pasos de acción
concretos.
Cuarto, nunca se desanime sobre lo que Dios puede hacer. Hace algunos años les escribí a mis
hijos una carta de Navidad que contenía mi lista de deseos para cada uno de ellos. Le envié esa carta
a Todd a la prisión de Ironwood. Incluía cuatro deseos que yo tenía para él. Las chicas me enviaron
comentarios sobre sus cartas, pero nunca recibí nada de él.
La Navidad pasada él vino a pasar el día con nosotros. Me entregó un sobre y me dijo: “Aquí está
tu regalo, papá”. Era la carta que yo le había enviado a la prisión. Había marcado como realizados
los cuatro deseos que yo había puesto, y había escrito: “Gracias, mamá y papá. Lo he logrado de la
mejor forma que he podido, un paso a la vez. Con amor, Todd.”
Esa Navidad, mi esposa dijo: “Gracias, Señor. Nos has devuelto a nuestro hijo.”
E
n la siguiente página encontrará un artículo de Eugenio Ongaro , el cual fue extraído del
sitio web Desarrollocristiano.com, acerca del manejo del dinero de la iglesia por parte del
ministro. También puede utilizar el texto para elaborar un cuadro con las recomendaciones
mencionadas por el autor para reducir la posibilidad de tentación.
EL DINERO DE LA IGLESIA
por Eugenio Ongaro
Sonó el teléfono de nuestro estudio contable y la voz se escuchó dolida, consternada. Era un
pastor de nuestra ciudad que acabada de descubrir que el tesorero de su iglesia había sustraído
fondos de la congregación en forma secreta, probablemente por el equivalente a unos $20.000
dólares y quería consultarnos. El mes pasado nos habían pedido de otra iglesia que los ayudáramos.
Parece ser que el tesorero que tenían desde hacia 30 años había estado falsificando los registros de
las ofrendas asignadas a misioneros y había estado robando de los fondos generales y misioneros.
También descubrieron que nunca había realizado los depósitos correspondientes a las jubilaciones y
que hasta se había quedado con donaciones de propiedades que habían hecho a la iglesia.
El problema de desfalco religioso es tan antiguo como Judas Iscariote, el “custodio” de la bolsa
de dinero del grupo de Jesús, que robaba de su contenido (Jn. 12.6). Aun en la iglesia actual, las
personas no son inmunes a la tentación de tomar lo que no les pertenece.
Por otra parte, no debemos vivir y comportarnos con desconfianza dentro de la iglesia. La
confianza siempre es una parte integral de toda comunidad cristiana saludable. El hecho de que el
robo y el fraude ocurran en un porcentaje tan mínimo dentro de las iglesias cristianas es un fuerte
testimonio de la honestidad y el carácter de aquellos que administran los fondos dentro del cuerpo de
Cristo.
Pero la realidad de la tentación y la existencia de desfalcos sugiere que la práctica de la “confianza
total” debería ser cuestionada un poco más. Al adoptar algunos pocos principios financieros sabios,
las iglesias pueden mantener una atmósfera de confianza, al tiempo que le evitan a sus miembros la
tentación de tomar dinero que fue dado para Dios y su obra.
Medicina preventiva
El lugar más fácil de donde sacar dinero es el de las ofrendas en efectivo y el tiempo más propicio
es durante el lapso que hay entre la recepción de las ofrendas y su depósito en el banco o en el lugar
que la iglesia haya destinado. ¿Cómo puede usted reducir esta tentación?
Primero
Una vez recogidas las ofrendas, y hasta que sean contadas, ponerlas a buen recaudo. Muchos las
colocan en alguna mesa adelante de la congregación hasta que se termina el culto, lo que posiblemente
sea el lugar más seguro; nadie se atrevería a tocar un centavo de allí.
Segundo
Asegúrese de que siempre haya al menos dos personas presentes cuando se cuentan y registran
las ofrendas. Al principio, esto suele causar nerviosismo en las personas encargadas, pero poco a poco
se forma en hábito y pasa a ser forma cultural en poco tiempo. Aun los más honestos agradecerán
esta “falta de total intimidad” en el recuento de las ofrendas, porque esto los cubrirá de acusaciones
falaces que el enemigo querrá levantar más adelante.
Tercero
Desdoble la tarea de control de las ofrendas. Si son dos las personas que cuentan las ofrendas
cada domingo, (y que ninguna de ellas sea el pastor), que una de las personas sea responsable de
administrar (ya sea por una caja o por el uso de cuentas bancarias) el dinero, según las políticas
de distribución adoptadas previamente por la congregación o por la pastoral, y según el gobierno
eclesiástico que se tenga. La otra persona será la encargada de llevar los datos en forma general, a
fin de poder mostrar regularmente a las autoridades y a la congregación la evolución financiera de la
iglesia. En otras palabras, uno será responsable por manejar el dinero y el otro se responsabilizará
de comunicar los datos correctos a la congregación. Para esto, los dos tendrán que, necesariamente,
mantener en forma cuidadosa los datos de los ingresos y egresos. Es probable que una persona,
aunque sea un buen creyente, sea tentado y el dinero santo corra peligro, pero es mucho más difícil
que dos se pongan de acuerdo para hacerlo.
Cuarto
Use un libro de registro de ofrendas donde se van colocando, renglón por renglón y domingo
por domingo, todas las ofrendas de la iglesia. Procure conseguir un libro que tenga las páginas
numeradas, de manera que nadie pueda cortar alguna para “acomodar” los datos. Además,
antes de comenzar a usar el libro, es bueno que cada una de sus hojas sean selladas y firmadas
por el pastor.
Quinto
Procure controles seguidos. Muchos problemas ocurren porque el encargado de las ofrendas
cae en lo que se llama “malversación de fondos”, que no necesariamente significa robar. Cuando el
tesorero pasa por apremios económicos en su vida personal o familiar, se siente tentado a usar del
dinero de la iglesia pensando, sinceramente, que luego los podrá devolver; él habrá solucionado su
problema, no habrá robado y nadie se habrá enterado del asunto. El problema sobreviene en que a
veces no lo puede devolver a tiempo; otras veces se siente tentado a hacer varios retiros y al final su
secreta deuda es grandísima.
No hay gran problema para la iglesia si él repone a tiempo el dinero (lo cual nadie puede garantizar).
El problema mayor está en que, además del riesgo, ese cristiano va tomando como hábito y práctica
personal el usar algo que no le corresponde, debilitándose en el control y buena administración que
debe tener para consigo mismo. Instrumentar controles seguidos ayudarán a estas personas a no
malversar los fondos y no caer en ingenuas trampas que luego le traerán descrédito de por vida. Si
es posible, es bueno para la iglesia tener una cuenta bancaria donde hacer los depósitos de fondos.
Esa cuenta, en sí misma, ya es un buen control.
Sexto
No permita que el dinero de la iglesia se maneje en una cuenta personal de alguno de los
responsables. La cuenta bancaria debe ser de la iglesia misma y no compartida con nadie.
Muchas veces se cae en problemas porque no se cuida este detalle. Ya sea porque hay un
miembro que tiene facilidades para tener una cuenta o porque parece que es exponer a la iglesia
a una responsabilidad muy grande, siempre está el peligro de mezclar el dinero de la iglesia
con el dinero personal de algún miembro. Con el correr del tiempo, tanto la iglesia como ese
miembro llegarán a tener disgustos que podrían haberse evitado.
Séptimo
Procure apoyo profesional. Muchas iglesias le dan poca importancia a la auditoria anual, pero pocos
saben que cuando se les encomienda a Guillermo y a Juan la tarea de inspeccionar la tesorería, y van
a la casa del “viejo amigo Carlos” para mirar los libros, mientras que toman una taza de té con tortas,
su trabajo puede ser muy engañador y pueden no ver errores que conciente o inconscientemente, “el
viejo Carlos” haya cometido.
Probablemente, sería conveniente que la auditoria interna fuera suplementada, cada año o dos,
por una auditoría externa independiente, hecha por un profesional la materia.
E
n la siguiente página encontrará un artículo de Randy Alcorn que fue publicado en
el sitio web http://www.sigueme.net/lider/ acerca de la tentación sexual en la vida del
ministro. Puede hacer fotocopias del texto y repartirlas entre sus alumnos para discutir las
conclusiones en clase.
Hace unos años atrás hablé sobre pureza sexual en un instituto bíblico. Muchos estudiantes
vinieron para ser aconsejados. Una estudiante fue derecho al punto: “Mis padres me enviaron a uno
de nuestros pastores para aconsejamiento y terminé acostándome con él”. Más tarde- y el mismo
día- Elízabeth, la hija de un diácono, me dijo llorando : “Mi padre ha mantenido relaciones sexuales
conmigo durante años, y ahora está empezando con mis hermanas”.
Al día siguiente me encontré con Pamela. ¿ Cómo era su historia? “vine al instituto bíblico para
escapar de un affaire con mi pastor”.
En otra iglesia conocí a Mabel, una chica de 18 años. Estaba llena de culpas porque había
mantenido relaciones sexuales con el líder de jóvenes.
-¿Le has confesado esto al Señor y has cortado la relación? –, le pregunté.
- Si -, respondió. –Además, su esposa lo descubrió. Por eso se cambiaron a otra iglesia.
Por cada personalidad cristiana famosa o líder evangélico de televisión que “muerde el polvo”, hay
un número no conocido de pastores locales menos conocidos - además de los maestros de la Biblia,
obreros.
Paraeclesiásticos, líderes de diferentes áreas que renuncian (o son despedidos) por inmoralidad
sexual, sin que se conozca el verdadero motivo. Innumerables son los hombres y la mujeres laicos
cuyo servicio como obreros cristianos han sido erosionados o se han detenido abruptamente por la
misma razón.
Por más que odiemos admitirlo, el escenario evangélicos tiene muchos “restos” de vidas y
ministerios diezmados por el pecado sexual. La primera conclusión es muy grave y las implicancias de
largo alcance: Hay entre los cristianos, incluyendo el ministerio, una epidemia moral de proporciones
enormes y alarmantes.
¿Cuánto ha sufrido nuestra reputación como siervos de Cristo? ¿Cuánta credibilidad hemos
perdido como resultado de las altamente publicada “hazañas” inmorales de algunos colegas? Una
mujer cristiana comprometida me dijo con lágrimas en los ojos: “ Cada vez que escucho a un líder
cristiano predicar, tarde o temprano me sobreviene el pensamiento de que es probable que ese
hombre esté viviendo en inmoralidad”.
A pesar de las pérdidas, hay algunos cambios positivos que han salido de las caídas morales de
los líderes cristianos. El más significativo es que un balde de agua helada nos ha sido arrojada a la
cara. No podemos más negar la realidad de la debilidad moral entre aquellos que sirven a Cristo.
Líderes y laicos se han percatado de la crisis moral extendida, y la necesidad acuciante de apuntalar
nuestra floja moralidad.
Se ha dicho mucho en los últimos años sobre la necesidad de cuidar y restaurar aquellos que han
caído en pecado sexual. Lo que nos falta – y necesitamos desesperadamente – son claras medidas
preventivas.
Ante un precipicio peligroso desde donde la gente está cayéndose desde unos 50 metros de altura,
podemos responder de dos formas. Una es colocar ambulancias y enfermeros abajo. Otro es poner
carteles de advertencias y construir una baranda arriba.
Para que este artículo no sea interminable, debo asumir que los lectores de Apuntes Pastorales
saben lo que las Escrituras dicen sobre la moralidad sexual. Enfocaré primero tres factores críticos
que debemos entender, para luego explorar las razones por las que los cristianos cometen pecados
sexuales.
Somos el blanco de la inmoralidad sexual. Hace algunos años hubo bastante ruido sobre una “lista
de señalados”, un plan elaborado por asesinos a sueldo para eliminar a los líderes políticos mundiales
estratégicos. Estoy convencido de que el enemigo, Satanás ha mantenido una lista similar con las
gente de la iglesia. Y hay buenas razones para creer que los obreros cristianos están en los primeros
puestos de su lista.
Si usted es un pastor, misionero o evangelista, si trabaja con los jóvenes, es anciano, diácono,
líder de estudio bíblico, obrero paraeclesiástico, profesor o estudiante de instituto bíblico, escritor,
músico o tiene un ministerio de cualquier índole, entonces preste atención: usted es un hombre
o mujer blanco. Las fuerzas del mal han firmado un contrato sobre usted. Hay un precio sobre su
cabeza, precio suficiente como “para hacérsele agua la boca” a cualquier cazador de recompensas.
Satanás está dispuesto a atraparlo. ¿Por qué? Porque quiere anular su ministerio. Porque más que
cualquier otro, usted lleva sobre sus hombros la reputación de Cristo. Si usted comete inmoralidad, el
enemigo se apunta una victoria estratégica en su asalto sobre esta reputación sagrada.
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes” (Ef. 6.12) .
Estos seres definitivamente malos tienen interés en nuestro deterioro moral. Harán cualquier cosa
en su poder para avanzar sobre Cristo y su Iglesia.
“Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar” (1 Pe. 5.8).
Somos vulnerables a la inmoralidad sexual. Todos los cristianos, incluyendo aquellos activos en
el ministerio, son susceptibles al pecado sexual. El mito de que somos moralmente invulnerables cae
ante la evidencia abrumadora. No hay –y nunca ha habido- ningún anticuerpo místico que nos haga
inmunes.
“Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”(Pr.16.18).
¿Qué nivel de soberbia se requiere para creer que el pecado sexual puede haber sorprendido a Lot,
Sansón, David ( “un hombre según el corazón de Dios”), Salomón, los corintios y una multitud de
líderes cristianos modernos, pero no a mí? Las advertencias de Pablo merecen un lugar prominente
en nuestros escritorios : “Considerándote a ti mismo , no sea que tú también seas tentado”(Gá. 6.1).
“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” ( 1 Co. 10.12 ).
E
n la siguiente página encontrará un artículo de Kerby Anderson, extraído del sitio web
http://www.ministeriosprobe.org/ acerca del pecado de adulterio y su relación con la
sociedad y la iglesia. Pida a sus alumnos que realicen un informe crítico de lectura.
EL ADULTERIO Y LA SOCIEDAD
por Kerby Anderson
El séptimo mandamiento dice: “No cometerás adulterio”. Sin embargo, este pecado ha sido
cometido a lo largo de toda la historia. Hoy, sin embargo, el adulterio parece más descontrolado que
nunca. Entretanto, historias en los periódicos sensacionalistas informan sobre los amoríos de políticos,
millonarios y estrellas de cine, y películas como “El paciente inglés”, “El príncipe de las mareas” o “Los
puentes de Madison” incluyen y aun promueven el adulterio.
¿Qué tan extendido está el adulterio? Dos de los estudios más confiables llegan a conclusiones
similares. El Informe Janus sobre el Comportamiento Sexual estima que “más de un tercio de los
hombres y un cuarto de las mujeres reconocen haber tenido al menos una experiencia sexual
extramarital”. Una encuesta hecha por el Centro de Investigación de la Opinión Nacional de la
Universidad de Chicago encontró porcentajes menores: el 25 por ciento de los hombres y el 17 por
ciento de mujeres había sido infiel. Aun cuando se apliquen estas proporciones menores a la población
adulta actual, esto significa que unos 19 millones de esposos y 12 millones de esposas han tenido una
aventura.
Independientemente de las cifras reales, el punto a destacar es que el adulterio es mucho más
común de lo que nos gustaría admitir. El terapeuta familiar y psiquiatra Frank Pittman cree que “tal vez
haya tantos actos de infidelidad en nuestra sociedad como existen accidentes de tránsito”. Además,
sostiene que el hecho de que el adulterio se haya vuelto algo habitual ha alterado la percepción que
tiene la sociedad de él. Dice: “No vamos a volver a los tiempos en que los adúlteros eran puestos
en un cepo y humillados públicamente, ni convertirnos en una de esas sociedades --de las que hay
muchas-- donde el adulterio se castiga con la muerte. La sociedad, en todo caso, no puede hacer
cumplir una regla que viola la mayoría de las personas, y la infidelidad es tan común que ya no es una
conducta desviada”.
Tal vez usted esté pensando: “Esto es solo un problema entre los no cristianos de la sociedad.
No puede ser un problema en la iglesia. Ciertamente las normas morales de los cristianos son más
elevadas”. Bueno, hay evidencia creciente de que el adulterio es, también, un problema en círculos
cristianos. Un artículo en un número de 1997 de la revista Newsweek señaló que varias encuestas
sugieren que tanto como el 30 por ciento de los ministros protestantes varones han tenido relaciones
sexuales con mujeres distintas de sus esposas.
El Journal of Pastoral Care, en 1993, publicó una encuesta entre pastores bautistas del Sur en
la que el 14 por ciento reconoció haber participado en “conducta sexual impropia de un ministro”.
También informó que el 70 por ciento había aconsejado al menos a una mujer que había tenido
relaciones con otro ministro.
En 1988, una encuesta entre casi 1000 clérigos protestantes de la revista Leadership encontró
que el 12 por ciento reconoció haber tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio, y que el 23 por
ciento había hecho algo sexualmente impropio con alguien que no era su cónyuge. Los investigadores
entrevistaron también a casi 1000 suscriptores de Christianity Today que no eran pastores. Encontraron
que los números eran casi el doble: el 45 por ciento dijo haber hecho algo sexualmente inadecuado,
y el 23 por ciento había tenido relaciones extramaritales.
El adulterio está en la sociedad y ahora está en la iglesia. Veremos ahora algunos de los mitos que
rodean las aventuras extramaritales.
Hay evidencia psicológica creciente de que el comportamiento adúltero en los padres afecta
dramáticamente a los hijos cuando llegan a la adultez. Así como el divorcio en una familia influye en
la probabilidad de que los niños adultos consideren el divorcio, el comportamiento adúltero de los
padres parece generar un comportamiento similar en sus hijos. ¿Acaso no es éste un ejemplo más de
la enseñanza bíblica de que los pecados de una generación recaen sobre la siguiente?
Mito número 3: “El adulterio es terapéutico”. Algunos de los libros de psicología y revistas para
mujeres que circulan en nuestra cultura promueven las aventuras extramaritales como positivas. Este mito
de que una aventura puede reavivar un matrimonio aburrido es una mentira devastadora. Según la fuente
que esté leyendo, una aventura hará lo siguiente: lo hará un mejor amante, lo ayudará a enfrentar su crisis
de la edad media, traerá alegría a su vida o volverá a traer un poco de emoción a su matrimonio. Nada
podría estar más lejos de la verdad. Una aventura podrá darle más sexo, pero podría darle también una
enfermedad de transmisión sexual. Podría darle más emoción a su matrimonio, si para usted un divorcio
en la corte es emocionante. Recuerde que el adulterio termina en divorcio el 65 por ciento de las veces.
“Para la mayor parte de las personas y la mayoría de los matrimonios, la infidelidad es peligrosa”.
Mito número 4: “El adulterio es inofensivo”. Las películas son tan solo uno de los lugares donde
el adulterio ha sido promovido como algo positivo. El paciente inglés recibió doce nominaciones al
Oscar, incluyendo mejor película del año, por su descripción de una relación adúltera entre un apuesto
conde y la esposa inglesa de su colega. Los puentes de Madison relata la historia de la esposa de
un granjero de Iowa que tiene una breve aventura extramarital con un fotógrafo de la revista National
Geographic que supuestamente la ayudó a dinamizar su matrimonio. El príncipe de las mareas recibió
siete nominaciones al Oscar y muestra a un terapeuta casado que se acuesta con su paciente, también
casada.
Note los eufemismos que ha desarrollado la sociedad a lo largo de los años para disculpar o
suavizar la percepción del adulterio. Muchos no se pueden repetir, pero entre los que se pueden
mencionar se encuentra: andar de juerga, dormir por ahí, tener una aventura, echar una cana al aire,
escarceos amorosos. Algunos han llegado a sugerir que es simplemente una actividad recreativa,
como jugar al sófbol o ir al cine.
El sexo prohibido es una adicción que puede y suele tener consecuencias devastadoras para una
persona y una familia. El adulterio hace pedazos la confianza, la intimidad y la autoestima. Destruye
familias, arruina carreras y deja una estela de dolor y destrucción a su paso. Este legado potencial de
dolor emocional para los hijos de una persona debería ser suficiente para que se detenga y cuente el
costo antes de que sea demasiado tarde.
Aun cuando los amoríos nunca se expongan, hay costos emocionales involucrados. Por ejemplo,
las parejas adúlteras privan a sus cónyuges de la energía y la intimidad que deberían dedicarse al
matrimonio. Engañan a sus parejas y se vuelven deshonestas acerca de sus sentimientos y acciones.
Como dice Frank Pittman: “La infidelidad no está en el sexo necesariamente, sino en el secreto. No
se trata de la persona con quien te acuestas sino a quien le mientes”.
Mito número 5: “El adulterio tiene que terminar en divorcio”. Sólo alrededor del 35 por ciento
de las parejas permanecen juntas una vez descubierta la aventura adúltera; el 65 por ciento restante
se divorcia. Tal vez nada puede destruir un matrimonio más rápidamente que la infidelidad marital.
La buena noticia es que no tiene que ser así. Una consejera dice que el 98 por ciento de las parejas
que trata permanecen juntas luego del asesoramiento. Si bien reconocemos que este índice de éxitos
no es fácil de lograr y requiere decisiones morales y el perdón inmediatos, lo que sí demuestra es que
el adulterio no tiene que terminar en el divorcio.
¿Cómo puede una pareja prevenir el adulterio? El Dr. Willard Harley, en su libro His Needs, Her
Needs: Building an Affair-Proof Marriage (Las necesidades de él, las necesidades de ella: Cómo construir
un matrimonio a prueba de amoríos) brinda algunas respuestas. Él encontró que los matrimonios que
no logran satisfacer las necesidades de un cónyuge son más vulnerables a una aventura extramarital.
A menudo, la falta de satisfacción mutua de las necesidades de los hombres y las mujeres se debe a
una falta de conocimiento antes que una egoísta renuencia a ser atentos. Satisfacer las necesidades
es críticamente importante porque, en los matrimonios que no suplen las necesidades, es llamativo y
alarmante cuán consistentemente las personas casadas buscan saciar sus necesidades insatisfechas
a través de una aventura extramarital. Si alguna de las cinco necesidades básicas de un cónyuge no
es satisfecha, ese cónyuge se vuelve vulnerable a la tentación de una aventura.
Primero, veamos las cinco necesidades de la esposa. La primera necesidad es de afecto. Para la
mayoría de las mujeres, el afecto simboliza seguridad, protección, consuelo y aprobación. Cuando un
esposo muestra afecto a su esposa, le está enviando los siguientes mensajes: (1) Te voy a cuidar y
proteger; (2) Me interesan los problemas que enfrentas, y estoy contigo; (3) Creo que has hecho un
buen trabajo, así que estoy orgulloso de ti.
Los hombres necesitan entender cuán fuertemente las mujeres necesitan estas afirmaciones.
Para la esposa típica, difícilmente pueda recibir suficientes. Un abrazo puede comunicar todas las
afirmaciones del párrafo anterior. Pero el afecto puede demostrarse de muchas formas, como ser:
besos, tarjetas, flores, cenar afuera, abrir la puerta del coche, tomarse de las manos, caminatas luego
de cenar, masajes en la espalda, llamadas telefónicas. Hay mil formas de decir “te quiero”. Desde el
punto de vista de una mujer, el afecto es el pegamento esencial de su relación con un hombre.
La segunda necesidad es la conversación. Las esposas necesitan que sus esposos les hablen
y las escuchen. Necesitan mucha conversación de doble vía. En el tiempo de sus citas antes del
matrimonio, la mayoría de las parejas pasan tiempo demostrándose afecto y conversando. Esto no
debería abandonarse luego del casamiento. Cuando dos personas se casan, cada integrante de la
pareja tiene derecho a esperar que el mismo cuidado y atención amorosos que prevalecían durante
el noviazgo continúen después del casamiento. El hombre que toma tiempo para hablar a una mujer
tiene el camino abierto a su corazón.
La tercera necesidad es de sinceridad y franqueza. Una esposa necesita confiar en su esposo
plenamente. Un sentido de seguridad es la trama común entretejida a través de cada una de las cinco
necesidades básicas de una mujer. Si un esposo no mantiene una comunicación sincera y franca
con su esposa, socava su confianza y termina por destruir su seguridad. Para sentirse segura, una
esposa debe confiar en que su esposo le dará información precisa acerca de su pasado, el presente
y el futuro. Si ella no puede confiar en las señales que él le envía, no tiene ningún fundamento sobre
el cual construir una relación sólida. En vez de adaptarse a él, se siente desequilibrada; en vez de
acercarse cada vez más a él, se aleja de él.
El compromiso financiero es una cuarta necesidad que experimenta una mujer. Ella necesita tener
el dinero suficiente como para vivir cómodamente; necesita apoyo financiero. No importa cuán exitosa
pueda ser la carrera de una mujer, en general ella quiere que su esposo gane el dinero suficiente como
para permitirle sentirse apoyada y cuidada.
La quinta necesidad es el compromiso familiar. Una esposa necesita que su esposo sea un buen
padre y tenga un compromiso con la familia. La vasta mayoría de mujeres que se casan tienen un
poderoso instinto para crear un hogar y tener hijos. Sobre todo, las esposas quieren que sus esposos
asuman un papel de liderazgo en su familia y se comprometan con el desarrollo moral y educativo de
sus hijos.
Ahora veamos las cinco necesidades que tienen los esposos. La primera es la satisfacción
sexual. La esposa típica no entiende la profunda necesidad que tiene su esposo del sexo más que
el típico esposo entiende la profunda necesidad de afecto de su esposa. Pero estos dos ingredientes
pueden trabajar muy estrechamente en un matrimonio feliz y realizado. El sexo puede ocurrir
naturalmente y frecuentemente si hay suficiente afecto.
La segunda necesidad de un hombre es el compañerismo recreativo. Él necesita que ella sea
su compañera de juego. No es infrecuente que las mujeres, cuando son solteras, acompañen a los
hombres en lo que a ellos les interesa. Se encuentran practicando la caza, la pesca, jugando al fútbol
o viendo deportes o películas que nunca hubieran escogido por su cuenta.
Luego del casamiento, las mujeres a menudo tratan de interesar a sus esposos en actividades más
de su propio gusto. Si fracasan sus intentos, tal vez alienten a sus esposos a continuar sus actividades
recreativas sin ellas. Pero esta opción es muy peligrosa para un matrimonio, porque los hombres dan
una importancia sorprendente a tener a sus esposas como compañeras de recreación. Entre las cinco
necesidades básicas masculinas, para el esposo típico, pasar tiempo de recreación con su esposa
solo es superado por el sexo.
La tercera necesidad de un esposo es una esposa atractiva. Un hombre necesita una esposa que
a él le guste. El Dr. Harley dice que, en las relaciones sexuales, la mayoría de los hombres encuentran
que es casi imposible apreciar a una mujer por sus cualidades interiores solamente; debe haber más.
La necesidad de un hombre del atractivo físico de su compañera es profunda.
La cuarta necesidad de un hombre es el apoyo doméstico. Él necesita paz y quietud. Es tan
profunda la necesidad que tiene un esposo de apoyo doméstico de su esposa que a menudo fantasea
sobre cómo ella lo recibirá amorosamente y agradablemente a la puerta, y sobre hijos que se portan
bien y que también están contentos de verlo y recibirlo en la comodidad de un hogar bien mantenido.
La fantasía continúa. Su esposa lo lleva a sentarse y relajarse antes de participar de una sabrosa
cena. Más tarde, la familia comparte una caminata a la noche, y él vuelve y acuesta a los niños
sin inconvenientes o problemas. Luego él y su esposa se relajan, charlan y tal vez ven un poco de
televisión hasta retirarse a una hora razonable para amarse. A las esposas tal vez les cause gracia
este escenario, pero esta visión es bastante frecuente en las vidas de fantasía de muchos hombres. La
necesidad masculina de que la esposa “se ocupe de las cosas” --especialmente él-- es generalizada,
persistente y profunda.
La quinta necesidad es admiración. Él necesita que ella esté orgullosa de él. Las esposas
necesitan aprender a expresar la admiración que ya sienten por sus esposos, en vez de presionarlos
para obtener mayores logros. La admiración sincera es un gran motivador para los hombres. Cuando
una mujer dice a un hombre que él es maravilloso, eso lo inspira a lograr más. Se considera capaz de
manejar nuevas responsabilidades y perfeccionar habilidades mucho más allá de su nivel actual.
Si alguna de las cinco necesidades básicas de un cónyuge queda sin satisfacer, esa persona se
vuelve vulnerable a la tentación de una aventura. Por lo tanto, la mejor forma de prevenir el adulterio
es satisfacer las necesidades de su cónyuge y fortalecer su matrimonio.
S
egún la disponibilidad de los recursos guía práctica. El Paso: CBP, 1998 (“Los
bibliográficos a su alcance puede ´síes´ y los ´noes´ del pastor”, pp. 337-355).
escoger entre las siguientes lecturas
complementarias con el fin de profundizar Nonini, Rogelio. Conducta Ministerial. Buenos
su estudio personal sobre esta unidad. Aires, 1995. (Capítulo VIII “El pastor y la
Asimismo, puede utilizar alguna de estas
iglesia”, pp. 167-190).
lecturas para que sus estudiantes hagan
un análisis crítico, siguiendo el formato que
aparece en el apéndice. Trask, Thomas E. El Buen Pastor, Tomo I.
Obviamente la lista para cada caso no Miami: Editorial Vida, 1997. (“El trabajo con
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede toda clase de personas”, pp. 97-105).
escoger libremente éstas u otras lecturas
que considere importante usar para obtener Trull, Joe E. Ética Ministerial. Sea un buen
un mejor aprovechamiento de esta unidad ministro en un mundo que no es tan
de estudio. bueno. El Paso: CBP, 1997 (Cuarta parte: “La
congregación del ministro”, pp. 105-142).
Unidad IV:
El ministro y sus
decisiones éticas:
Su vida congregacional
Inicie la clase con la
siguiente pregunta: ¿Qué
espera la congregación
de su pastor? Realice una
lista en el pizarrón con las
respuestas de los alumnos.
L
as relaciones entre el ministro y los miembros de su congregación
son esenciales porque determinarán muchos aspectos de la
marcha de la iglesia con relación a su vida y misión. La diferencia
en la forma en que el ministro y la congregación se ven uno al otro,
depende de la relación que tiene uno con el otro. En un alto grado,
la relación dependerá de las habilidades que el ministro despliegue
con los miembros. Algunas de estas habilidades tienen que ver con la
vida personal del ministro como la integridad, y otras, de índole más
profesional o ministerial, con su habilidad para ministrar.
Las relaciones son más importantes en el ministerio que en
cualquier otra profesión. Cuando se solicita el servicio de cualquier
profesional no nos ocupamos de averiguar su vida moral y relacional,
pero cuando se trata del ministro el asunto es diferente. No importa
cuanta competencia demuestre un ministro en predicar o manejar
los principios de crecimiento de la iglesia, no puede ministrar
adecuadamente sin buenas relaciones con la gente de la iglesia.
Las relaciones entre el pastor y su comunidad eclesial se
de-sarrollan en el curso normal del ministerio. En la medida que los
ministros entierran a los muertos, visitan a los enfermos, consuelan
a las familias y las acompañan en sus dificultades, caminan con
ellos en sus problemas, los aconsejan en tiempos difíciles, ríen en
buenos tiempos, casan a los hijos y en general comparten la vida
con ellos, construyen relaciones duraderas. Conocerse unos a otros
El liderazgo ministerial:
Autoridad y poder
La efectividad en el ministerio depende grandemente de un
entendimiento claro de la autoridad de parte de ministros e
iglesias. La autoridad real del ministerio viene de la afirmación
de los derechos y deberes (oficio sagrado), de la personalidad y la
capacidad (persona humana), y del encuentro personal con Dios
para la misión o llamamiento (persona sagrada). Cada ministro
necesita trabajar estas tres dimensiones para obtener resultados
substanciales en el ministerio.
Pregunta para la clase: ¿Qué
diferencias existen entre
las palabras “autoridad” y
“autoritarismo”?
21 Montgomery, Felix. La Autoridad en el Ministerio: Significado y Fuente. Administración de Iglesias, 1990, p. 26.
22 Lebacqz, Karen. Ética Profesional: Poder y Paradoja. Nashville: Abingdon, 1985. p. 113.
PREDICACIÓN
ENSEÑANZA
ADMINISTRACIÓN
VISITACIÓN
INICIO DE UN MINISTERIO
CIERRE DE UN MINISTERIO
El accionar ministerial:
éxito o fruto
¿Que parámetros se utilizan para medir el éxito en el ministerio?
Richard Bond escribió: “El éxito o el fracaso nos obligan a examinar
las normas por las cuales los medimos. Bien podemos tener temor a
descubrir que nuestras normas tienen más que ver con la historia del
mundo que con la historia de la iglesia”25.
Son tres los métodos que se usan a menudo para medir el
éxito:
1. Éxito según los resultados. Este tipo es usado en los negocios.
La definición de éxito según el resultado, es estrictamente de
números. ¿Son mejores las estadísticas de este año que las del
año pasado? ¿Están arriba las finanzas? La medida puede
ser: edificios, presupuestos, y bautismos. O la medida puede
ser: número de miembros, aumento de salario, y número de
personal.
2. Éxito por medio de satisfacción personal. ¿Qué tan satisfecho
se siente el ministro consigo mismo y con su ministerio? ¿El
ministerio lo hace sentirse realizado? ¿Le he dado lo mejor
a Dios y a su pueblo? La respuesta que el ministro dé a
estas preguntas le indicarán su satisfacción personal con su
ministerio.
3. Éxito por evaluación del compromiso y la fidelidad. Kent y
Barbara Hughes nos cuentan “Nosotros encontramos éxito en
una iglesia pequeña que no estaba creciendo. Encontramos
éxito en medio de lo que el mundo llamaría fracaso”. De su
estudio de las Escrituras, ellos llegaron a la conclusión de que
“no somos llamados al éxito, como el mundo lo imagina, sino a
la fidelidad. Nosotros nos dimos cuenta que los resultados los
va a revelar Dios y la eternidad”26. Ellos compartieron lo que
llamaron “el plan básico para el éxito bíblico”, mediante el cual
se liberaron del síndrome del éxito. Ellos testificaron que con lo
mejor de sus capacidades estaban esforzándose:
25 Bond, Richard. Guiando al Pueblo de Dios: Ética para la Práctica del Ministerio, 1989, p. 102.
26 Hughes, Kent y Barbara. El Éxito Según Dios. El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1990. p. 106.
27 Ibid., p. 106-107.
El relacionamiento
denominacional:
Nivel distrital, nacional,
de área, regional, y general
Los ministros que sirven en sus llamamientos a Dios dentro de
alguna denominación eclesial se deben a los lineamientos éticos que
dirijan su relacionamiento con ellas. Un ministro que se contemple
dentro de los parámetros de una conducta ética, debe considerar
una actitud de respeto y lealtad a su organización denominacional,
teniendo en cuenta que ésta se distingue de otras en principios
doctrinarios, formas de gobierno y normas éticas.
El Código de Ética de FACIERA (Federación Alianza Cristiana de
Iglesias Evangélicas de la República Argentina) declara en relación
a este tema:
29 FACIERA. Normas Éticas para Las Iglesias Evangelicas de la Republca Argentina, 2002. p. 56-57.
NIVEL DISTRITAL
RESPONSABILIDADES FINANCIERAS
E
n la siguiente página encontrará un texto de Marcelo Laffite, extraído del libro Lo que he
visto y oído (Bs. As, 2004, pp- 42 - 45), en el cual el autor se refiere a las diferencias entre
el significado de líder y el de hombre de Dios. Puede compartir la lectura con la clase, y
pedir a sus alumnos que realicen conclusiones al respecto, o utilizar el texto como material de
apoyo a las Notas de Clase.
Hay una semejanza tan grande -y a la vez una diferencia tan sutil- que muchas veces confundimos
a un líder con un hombre de Dios.
Pablo, ¿qué era? Se nos dice que “su presencia corporal era débil y que su palabra era tosca, sin
pulimento”.
Se ha especulado mucho con el aspecto de Pablo: algunos dicen que fue bizco; otros patizambo;
otros muy bajo. Hay quienes lo describen con los ojos hinchados y casi ciego. En fin, lo han desfigurado
de mil maneras al pobre Pablo.
Lo cierto es que su presencia no impresionaba a nadie. Si él entrara hoy en cualquiera de nuestros
templos, seguramente se perdería en el anonimato. Pero aun si todas estas fallas fisicas fueron
ciertas, la verdad es una sola: Pablo fue un hombre de Dios como pocos. No fue un líder. Fue un
auténtico hombre de Dios.
Vaya este prólogo para enumerar las diferencias entre uno y otro.
Nuestra iglesia -la iglesia de Jesucristo- tiene mucha necesidad de trabajo, pero no necesita el
trabajo de la carne y de la sangre; necesita el aporte del Espíritu Santo. Necesita el aporte de hombres
santos.
“Denme cien hombres de Dios que amen al Señor con todo su corazón y que no teman -sino al
pecado- y cambiaré el mundo”, dijo una vez John Wesley.
Yo quiero ser uno de ellos. Y usted también ¿verdad?
He escrito esta nota -con permiso- recreando y tratando que no caiga en el olvido un mensaje que
escuché hace varios años de boca del pastor Afredo Smith, un hombre de Dios.
(Como se ha apreciado, se ha usado el término “líder” en su sentido negativo, lo cual no descalifica
a los verdaderos líderes levantados por Dios).santa.
E
n la siguiente página encontrará una nota editorial de Roberto Hall que fue publicada en la
revista Apuntes Pastorales volumen VI, No. 2, acerca de la experiencia de la predicación.
Puede compartir con sus alumnos los pasajes que usted considere más importantes de
la lectura.
Había viajado en autobús cinco horas bajo el sol abrasador para cumplir con mi primera asignación
como seminarista: predicar en una iglesia de otra ciudad. Los ancianos, todos vistiendo camisas
blancas, me recibieron en el frente de la sencilla iglesia del pueblo con estas palabras: “El encargado
de la parte de adoración se fue de campamento y no tenemos organista”. No parecía un buen
comienzo.
Del asiento trasero del auto saqué mi saco, el maletín y unos pantalones para cambiarme antes
del culto. No corría nada de aire. Entré en el cuarto contiguo a la capilla para prepararme para la
adoración. “Mmmm, no hay ventilador”, pensé, pero encontré la solución. Dejé abierta la puerta que
daba al fondo y apenas abierta la que daba al santuario.
Quitándome los pantalones arrugados por el viaje, murmuré: “Bueno, así por lo menos corre algo
de aire”. En ese momento, una ráfaga de viento abrió por completo la puerta interior. Me encontré en
calzoncillos y a plena vista de la familia sentada en el primer banco. A los tropezones llegué hasta la
puerta y la cerré rápidamente.
Cuando entré a la capilla para comenzar la reunión, ya me veía venir las risas sofocadas. Turbado
y desconcertado comencé a predicar mí primer sermón. Sorprendentemente, la familia del primer
banco no sólo controló su risa sino que me invitaron a almorzar con ellos.
Me alegro que esto jamás me volvió a ocurrir, pero aprendí algo ese día: Mis fallas siempre
están visibles cuando predico. Soy vulnerable e imperfecto. En una era de expectativas elevadas y
comparaciones desfavorables con predicadores famosos y experimentados, es necesario tener buen
sentido del humor y aceptar mis limitaciones cada vez que acepto la gran responsabilidad de presentar
la Palabra de Dios a otros.
“Yo soy de Pablo y yo de Apolo, pero a mi me gusta más Billy Graham”. Si Pablo escribiera a los
corintios hoy en día, quizá eso es lo que les diría. Salí del seminario pensando que para los hermanos
de esta pequeña iglesia yo sería otro Billy Graham. Sin embargo algo salió mal. Me era imposible
hablar como él.
Procuraría ser, entonces, como el predicador dinámico que me precedió en la primera iglesia
a donde me asignaron. Fallé también. Además de eso, me sentía oprimido por la agobiante
responsabilidad de ser un vocero de Dios. Por cierto que no sonreía: era un asunto demasiado serio,
y no me sentía capaz de realizar la tarea. Pronto comencé a comprender que, según algunas normas
corrientes, la predicación no era mi mejor don.
A través de los años, sin embargo, he aprendido a aceptar el hecho de que no soy un gran
predicador y que, probablemente, jamás lo seré. También he aprendido que puedo ministrar
efectivamente a pesar de eso, pero he tenido que cambiar algunas de mis ideas acerca de la tarea.
Descubrí que mi sentido de fracaso lo produjo el hecho de procurar acomodarme a un molde creado
en algunas de las clases sobre sermones; en otras palabras, procurar ser algo que no soy. Jamás
pude predicar sin tropiezos leyendo un manuscrito, por ejemplo. No soy un gran exegeta del griego
o del hebreo, ni tampoco me siento cómodo predicando en un nivel demasiado sencillo. (Uno de
nuestros libros de textos decía: “No tomen nada por descontado”, refiriéndose a la ignorancia espiritual
de los oyentes). Sin embargo. he predicado algunos sermones conmovedores; nada que produjera
aplausos, pero a veces se me ha dicho que un sermón ha sido de ayuda para algunas personas. Otras
veces me he sentido satisfecho al ver los rostros de los oyentes o sus comentarios mucho tiempo
después, y ver que lo habían aplicado a la vida diaria.
Estas son algunas cosas que he aprendido acerca de la predicación, aun cuando no ha sido mi fuerte.
1. Procuro recordar que no soy el único sobre el escenario. Toda la congregación está sobre el
escenario delante de Dios. Tener eso en mente ayuda a compartir la responsabilidad, y me mantiene
alerta para observar cómo Dios habla en formas no verbales. En ocasiones, algunos pacientes de un
instituto mental cercano asisten a nuestra iglesia. Un domingo, mientras yo predicaba, uno de ellos,
llamado Samuel, se adelantó hasta el primer banco. Me distraje un poco, y se me cayó el bosquejo.
El se acercó, lo levantó, me lo alcanzó y volvió a su asiento. Fue una sensación muy extraña. La
congregación trató de mostrar interés en mi sermón, pero sus ojos estaban fijos sobre Samuel.
Después de la reunión, Samuel dijo que se había adelantado para demostrar que el pastor y la
congregación tienen que estar y trabajar juntos, que no se debe depender exclusivamente del pastor.
El transformó mi torpeza en una afirmación elocuente.
2. Predico mejor en tono conversacional. Dejo la proclamación en voz muy alta a otros que han
sido bendecidos por Dios al predicar de esa manera. Cuando yo lo probé, mi predicación sonaba
forzada y artificial. Me alentó recordar que los cursos sobre predicación se llaman “homilética”, de
homilía, la clase de discurso íntimo y personal, para los hermanos y hermanas en la fe. La palabra
kerygma se refiere a la proclamación, otra clase de prédica que requiere, quizá, un don diferente.
3. Predico usando bosquejo. Predicando con la ayuda de un bosquejo me permite más contacto
visual con la congregación. Ya que mi fuerte no es la oratoria o la fuerza de las frases, me conviene
resaltar lo que es en verdad positivo en mi estilo: el tono íntimo y personal. Me siento inhibido si
predico leyendo un manuscrito. El utilizar sólo un bosquejo promueve una atmósfera sin tensiones,
donde se habla de corazón a corazón.
4. Dependo de la sinceridad más que de la persuasión potente. Tengo que ser yo mismo. ¿Qué
otra cosa puede ser? La congregación se da cuenta enseguida cuando uno es falso, de modo que no
trato de predicar imitando a otro. Aun cuando Samuel se adelantó y me ayudó con el bosquejo, procuré
mostrarle amor en esa situación inusual, agradeciéndole, no manteniendo un decoro falso al hacer de
cuenta que el incidente no había ocurrido. Siendo natural y exhibiendo una vida de amor, se da mas
peso a las palabras que las frases bien preparadas de alguien que evidentemente está actuando.
5. Utilizo abundantemente mis propias experiencias. Trabajé ocho años en el comercio antes
de entrar al pastorado. Ese tiempo no fue una pérdida. Aquellos años me proveyeron una riqueza
valiosa de experiencias. Las actividades de la vida, tales como el ser padres, esposos y miembros
de la comunidad, constituyen un tesoro de aplicaciones prácticas. Aunque algunos predicadores
son renuentes a mencionar sus experiencias personales en la predicación, yo encuentro que la
congregación recuerda mejor, precisamente, esos ejemplos.
6. Hazte amigo de ellos. Ningún predicador televisivo puede tomar contacto con las vidas de la
congregación como lo puedes tú. No descuidar las relaciones personales en la semana es invertir en
la efectividad de tu predicación. Podemos tomar contacto con individuos fuera del púlpito y de esa
forma nuestra prédica se torna personal.
Dos ocasiones, cuando prediqué, se destacan en mi memoria. Recuerdo el día que subí los
escalones hasta el púlpito para predicar por primera vez en mi iglesia natal. Tenía pánico. A través de
los años había penetrado en cada rincón y escondrijo de ese edificio, pero jamás me había atrevido
a subir al púlpito. Sin embargo, allí estaba, temblando. Recuerdo también la vez que prediqué desde
un púlpito que tenía un palco al costado. En el interior del paleo, y mirándome fijo a la cara, estaban
todos los líderes y ancianos de la congregación. No había ni niños, ni familias, ni damas: sólo líderes y
ancianos mirándome fijamente. Parecían escépticos. Yo estaba convencido que me estaban poniendo
a prueba.
Desde esos primeros días de turbación he aprendido que ningún púlpito o grupo de personas es
inaccesible. Si estamos llenos del Espíritu Santo no sólo podemos suplir cualquier púlpito sino que,
Dios mediante, podemos satisfacer las necesidades del anciano más tozudo y escéptico.
E
n la siguiente página encontrará un documento escrito por C.B. Williamson, extraído del
libro Pastores del Rebaño (Kansas City: CNP, s.f.) acerca de la sucesión pastoral y sus
características. Haga fotocopias del texto y repártalas entre sus alumnos para que realicen
un análisis crítico de lectura.
LA SUCESIÓN PASTORAL
por C.B. Williamson
Todo pastor tiene la tendencia a desarrollar un complejo posesivo. Piensa, habla y actúa como si
la iglesia que él sirve le perteneciera. Sería mucho mejor que asumiera el hecho de que él pertenece
a la iglesia. Debe recordar que está allí por voluntad de Dios y del pueblo y que puede ser quitado por
voluntad del pueblo (que se espera coincida generalmente con la voluntad de Dios). Todo pastor debe
pensar en sí mismo como un peregrino en una iglesia por un tiempo incierto.
Largura de un pastorado
La largura de un pastorado varía. La duración ideal varía entre cinco y diez años. Se admite
que algunos hombres parecen hacer mejor trabajo en pastorados cortos. Probablemente sea sabio
considerar los requisitos que ellos pudieran poseer y dejarlos gobernar el período de su ministerio en
una iglesia determinada. Las condiciones locales bien pueden favorecer un corto tiempo de servicio.
En igualdad de circunstancias, sin embargo, se duda de que una iglesia o un pastor hagan progreso
máximo a menos de que trabajen juntos por cinco años cuando menos. El pastor nunca debe
demostrar que está ansioso por un cambio a fin de ganar un ascenso. Su mejor oportunidad para
adelanto es hacer que la iglesia que él sirva se vuelva mejor y más grande. Los ascensos vendrán sin
mucho esfuerzo. En todo caso el pastor joven debe esperar servir un tiempo de aprendizaje razonable,
y su fidelidad y entusiasmo en este período de tiempo serán un buen índice de su futuro éxito.
Por el otro lado, muy pocos pastores, si es que los hay, quedan más de diez años sin una crisis
resultante, ya sea en la vida de la iglesia, en el pastor, o en ambos. Los desarrollos providenciales’
en ocasiones indicarán que la duración de un período de tiempo debe ser acortado o alargado. Estos
factores deben considerarse de acuerdo con sus propios méritos.
Factores en un llamamiento
Vale más que el pastor recuerde siempre lo que constituye un llamado válido para una iglesia. Se
ha sabido de hombres que se ponen bastante nerviosos cuando se les pide considerar un llamado.
Generalmente, las personas gustan de comunicarse con los ministros antes de presentar sus nombres
ante la junta local. Estas invitaciones no las debe uno tomar demasiado en serio. Si el Superintendente
de Distrito es el que menciona la idea, tiene un significado más o menos oficial. Si se hace por uno o
más miembros de la iglesia, debe pasarse inadvertido sin dar estímulo alguno. El Superintendente de
Distrito nunca debe ser hecho a un lado por el ministro.
Aún cuando una iglesia local haya nombrado a algún pastor con la aprobación del Superintendente
de Distrito, el llamado no está completo. El pastor que espera aceptar, puede indicar su decisión de
considerar el llamado y dar su consentimiento para que se tome el voto de la iglesia. Pero el llamado no
está completo todavía, sino hasta que la iglesia ha dado un voto favorable de las dos terceras partes.
De manera que es obvio que hay tres factores necesarios en el llamamiento de un pastor para
cierta iglesia. Está la recomendación de la Junta, la aprobación del Superintendente de Distrito y la
elección de la iglesia.
En unos pocos casos se ha sabido que los hombres renuncien el pastorado antes de que el
llamado a otras iglesias haya sido completado. Esta acción prematura es inexcusable y puede causar
una vergüenza tremenda. El pastor debe ser sabio en no dar una respuesta final a la iglesia que está
considerando llamarlo, hasta que ha sido informado de que la elección ha sido consumada. Y aún en
ese tiempo, él tiene libertad de declinar si lo desea.
Es demasiado esperar que una iglesia extienda un llamamiento unánime al hombre que no ha
conocido, excepto por reputación y recomendación. Unos cuantos votos negativos quizá tengan muy poco
significado. Si hay un gran voto desfavorable, vale más que uno se asegure de que está obrando dentro de
la voluntad de Dios cuando acepta el cambio. En todo caso uno debe tener una persuasión interna de que
está obrando en armonía con las direcciones del Espíritu de Dios. El ministro nunca debe usar influencias
para ganarse un llamamiento. Debe tratar cortésmente toda sugestión de que es probable que lo llamen.
No debe ser evasivo con aceptar el llamamiento ni tampoco declinar antes de tiempo.
En este punto, conviene preguntar acerca de la sabiduría y deseo de predicar un sermón
de prueba. Esta costumbre antigua, casi se ha abandonado generalmente. La debilidad de ello
consiste en que muy pocas ocasiones da al hombre y a la iglesia la oportunidad de basar un juicio
equitativo. La decisión basada en informe y recomendación que un pastor ha ganado es quizá
más inteligente que el escucharlo una vez desde el púlpito. Habrá tiempos, sin embargo, en que la
iglesia pida que el ministro vaya a predicarles antes de aceptarlo. El pastor que se encuentra bajo
consideración debe tomar una actitud humilde hacia tal deseo; si está sinceramente interesado
en la iglesia hará bien en acceder, recordando que él también tendrá oportunidad de examinar la
situación en esta visita.
Un pastor candidato nunca debe regatear con una iglesia sobre el ofrecimiento de un salario más
alto o algunas otras consideraciones favorables. Hará bien en evitar la apariencia de estar demasiado
impresionado con su propio valer. Vale más que acepte humildemente y después que procure hacer
que la iglesia crezca y sea mejor con el fin de que prosiga hacia adelante. La siguiente cita tomada
de “Monday Morning” (Lunes en la Mañana) es una buena ilustración de una actitud equivocada hacia
un llamamiento.
Al hombre de Macedonia:
Sin duda recordarás la invitación que me hiciste para venir a Macedonia y ayudar a los de aquella
región. Me perdonarás que diga que me siento muy sorprendido de que esperes que un hombre de
mi porte, situación y nivel en la comunidad acepte un llamamiento basándose en esta información
tan lacónica.
Hay algunas cosas que quisiera yo saber antes de dar mi decisión:
Primero, quisiera saber si Macedonia es un circuito, o sencillamente un pueblo pequeño. Otro asunto
fué olvidado en tu invitación rápida y un tanto breve: no mencionaste el salario que yo habría de
percibir. He pasado a través de experiencias largas y tediosas en el curso de mi preparación. De
hecho, puedo declarar aquí mismo con un cierto orgullo razonable, que soy miembro del Sanedrín,
el único que puede hallarse en el ministerio hoy día. Favor de reunir a los hermanos de Macedonia
y arreglar de antemano lo que ustedes pueden decidir acerca del salario.
Nada me has dicho acerca de Macedonia más allá de la implicación de que el lugar necesita ayuda.
¿Cuáles son las ventajas sociales? ¿Está bien organizada la iglesia? Recientemente me ofrecieron
volver a Damasco con un aumento de salario, y me dicen que la iglesia de Jerusalem está
favorablemente impresionada por mi ministerio. Para cualquier información favor de escribirle al
reverendo Simón Pedro, D.D., en Jerusalem.
Me permito decirte que tengo don de gentes y mi predicación es potente y sólida. Si acepto el
llamamiento debo estipular que necesitaré dos meses de vacaciones al año y el derecho de dar una
que otra conferencia de vez en cuando. Mi conferencia titulada “Desde la Muralla en una Canasta”
bien vale dos dracmas en el dinero corriente.
Tuyo afectísimo, Pablo.
Aceptando un Llamamiento
Antes de que se haga la aceptación final de un llamamiento, es bueno que el pastor sepa
más acerca de la iglesia que de lo que le pueden pagar y si proveen casa pastoral. Debe tener un
conocimiento de la historia de la iglesia, su localidad, progreso, equipo, oportunidad, y condición
espiritual. Esta información quizá no sea el factor decisivo en el escogimiento que hay que hacer, pero
le ahorrará desilusión y tristeza una vez que ha hecho la decisión.
Es mejor que uno tome suficiente tiempo para dar una respuesta final. Después de que se ha aceptado
un lugar es una vergüenza grande el decidir de otra manera. Muy pocas veces se justifica el esperar una
respuesta sin tener tiempo para deliberación. Una respuesta pronta bien puede indicar un grande deseo de
tomar la iglesia si la decisión es afirmativa. O bien puede sugerir muy poco aprecio si es negativa.
cuando un hombre sale de una iglesia en tan mala reputación que nadie diga una palabra buena
acerca de él. Si debido a una dificultad en su propia vida existe una condición lamentable como ésta,
entonces el nuevo pastor hará bien en dar vuelta a la página y principiar de nuevo sin aludir en ninguna
forma al predecesor desafortunado.
Quizá la oportunidad más difícil que ha de confrontar, es el caso de una iglesia dividida. En ese caso
cualquiera cosa que haga el nuevo pastor recibirá reproche por cualquiera de los grupos existentes
en la iglesia. Si guarda silencio, los amigos del pastor anterior lo resentirán. Si habla, la oposición lo
denunciará. ¿Qué debe hacer? El siguiente consejo es algo que he recordado por mucho tiempo de una
conferencia que dió a los predicadores el doctor J. B. Chapman. Dijo que un cierto pastor le escribió
al reverendo J. P. Maybury, que entonces era superintendente de distrito de Wáshington-Filadelfia,
diciéndole más o menos: -He aceptado el pastorado de una iglesia dividida. ¿Qué consejo me puede
usted dar para tratar esta situación? - El reverendo Maybury contestó, dando lo que el doctor Chapman
consideró como una respuesta clásica: -No tome en cuenta las diferencias, predique las promesas de
Dios, y procure que la gente reciba bendición.- Es de dudarse que haya mejor consejo que éste.
Sin tomar en cuenta las circunstancias bajo las cuales el pastor anterior terminó su ministerio
en una iglesia, no es bueno que el nuevo ministro venga y cambie todas las cosas en los primeros
cuantos meses de su dirección. Es probable que vea la necesidad de cambios, pero si es sabio
tratará de hacerlos gradualmente y con paciencia antes que hacerlos todos al mismo tiempo.
Quizá sienta que está perdiendo un tiempo de mucho valor, pero es probable que él mismo haya
hecho malos cálculos. Es mejor hacer lo que necesita hacerse eventualmente, antes que obviar
la posibilidad de hacerlo por obrar demasiado rápido. El primer año de un pastorado bien puede
considerarse como un período de adaptación y como oportunidad de poner el fundamento para
mayores progresos futuros.
En la vida pastoral de un individuo, resulta inevitable el voto anual o cada tres años. Hay quienes
consideran esta fase de su ministerio como una prueba dura. La verdad es que deben pensar en ello
con menos seriedad. Es verdad que es algo importante, pero su estado nervioso puede llegar a ser una
dificultad psicológica tanto para el pastor como para la congregación y vale más que se considere como
factor necesario en la maquinaria de la organización eclesiástica, ya que a pesar de sus desventajas
tiene también algunas ventajas. Le da al pastor oportunidad de determinar su situación que quizá
sea una aprobación si resulta un buen voto; o quizás sea un acicate que le ayude a desplegar mayor
diligencia si no es un buen voto. En todo caso es método decisivo para evitar la complacencia.
El llamamiento de tres años resulta una bendición en algunos casos. En otros bien puede crear
muchos problemas. Si la iglesia lo concede con alegría, el pastor se sentirá feliz. Debe darse cuenta
de que impone cierta obligación en sí mismo así como en la iglesia. No debe aceptarlo y después
pedir que se cancele sin dar razón suficiente. Si una iglesia decide no dar un llamamiento de tres años,
es probable que sea sólo porque no quieren aceptar el principio involucrado en un término largo y el
pastor debe aceptar sin resentimiento alguno el llamamiento anual.
Antes del voto para renovar el llamamiento del pastor, debe ejercitarse suficiente candor y equidad.
Todo fracaso en conformarse estrictamente a las reglas del Manual originará dificultades serias. Todo
intento de callar a la oposición fortalecerá más bien el caso para las personas que buscan un cambio.
Hay instrucciones específicas en el caso de extender la renovación del llamamiento de un pastor por
dos o tres años. Debe ser al fin de cuando menos un año de servicio. Debe ser recomendado por
una mayoría de todos los miembros de la junta. Debe ser aprobado por escrito por el Superintendente
de Distrito. Debe votarse por una mayoría de las dos terceras partes de los miembros votantes
presentes. Un llamado de tres años no puede renovarse sino hasta que ha principiado el último año
del llamamiento anterior.
Enfrentándose a la Oposición
La actitud de un pastor hacia la oposición es revelación de su carácter. El doctor R. T. Williams
enseñó que un hombre debe considerar su oposición como prueba de su liderato. La capacidad de
ganar por sobre los que han votado negativamente, es prueba de la capacidad y personalidad espiritual
de uno. Un hombre fuerte saturado con el espíritu de Cristo puede cambiar su oposición en un apoyo
leal si se le da una oportunidad. Demasiados pastores están tentados a aislarse y a condenar a los
demás por el simple hecho de recibir un voto negativo. Esta costumbre no va de acuerdo ni con la
sabiduría ni con el espíritu del amor perfecto.
La actitud adecuada consiste en buscar toda oportunidad de hacerse de amistad y de estimular a
los que han sacado un voto en favor del cambio del pastor. Esto probará de una manera inequívoca
y efectiva que estaban equivocados. El pastor que denuncia a los que ejercitan sus derechos
constitucionales como carnales y malos miembros, solamente justifica la opinión de que no merece
el lugar que tiene. Está poniendo el fundamento para un voto negativo mayor el año siguiente y quizá
una división en la iglesia que costará mucho trabajo curar.
Aun cuando el pastor haya quedado fuera por causa de la votación, vale más que no le dé a esto
mucha importancia. Demasiados individuos han tenido la tendencia de identificarse a sí mismos con
el lado de Dios, de la justicia y a todos los que se oponen a ellos los han identificado con Satanás y
el pecado. El pastor que ha recibido un voto negativo debe procurar eliminarse lo más pronto posible
con el menor alboroto posible. Nunca debe pedir que la iglesia le dé otra oportunidad. Su actitud debe
ser conciliadora y todo su pensamiento debe dirigirse a mantener la congregación unida de manera
que su sucesor pueda ir adelante con la menor dificultad posible.
La mayoría de nuestros problemas en la iglesia, problemas de naturaleza seria, se deben a la falta
del pastor ya que bien pudieron evitarse si él hubiera dirigido bien a su congregación.
Un voto negativo numeroso, aun cuando no sea suficiente voto como para sacar al ministro, debe
considerarse como una advertencia para encontrar otro campo de labor antes de que llegue el tiempo
para otra votación. Si está seguro de que la oposición ha quedado reconciliada, debe quedarse; pero
si tiene razón para creer que la oposición ha crecido, vale más que se elimine aun cuando para ello
tenga cierta inconveniencia o pérdida personal.
Aún en una iglesia unida y feliz llega el tiempo en que resulta ventajoso un cambio tanto para
el pastor como para los miembros. Un hombre llamado por Dios no debe andar buscando puestos;
pero cuando las circunstancias providenciales indican que puede cambiarse, hará bien en comunicar
su convicción al Superintendente de Distrito y estar preparado para seguir su dirección en hacer un
cambio. La mayoría de las adaptaciones personales se hacen dentro de los límites del distrito en que
el hombre ha servido. Es probable que unos cuantos ministros sean llamados a iglesias más allá de su
distrito y algunas veces procuren trasladarse ellos a otro distrito. El hombre que mantiene una buena
reputación en un distrito por un período largo de tiempo, generalmente encuentra que ésta es la mayor
seguridad posible de encontrar un lugar satisfactorio para su servicio.
Hay algunas señas que deben ser obvias al hombre mismo, e indicarle que ya ha llegado el tiempo
de un cambio. Si su éxito se ha vuelto mediocre y hay indicaciones de que la obra está estancada, el
pastor debe saber que su obra ha terminado. Debe el individuo tener un sentido de seguridad interna de
que puede dejar su pastorado antes de que asuma que ha de aceptar el primer llamado que le hagan.
Si todavía tiene la carga y visión para su tarea, no debe buscar otros cargos pastorales por el hecho de
tener mejores consideraciones. Debe estimar el bienestar de la iglesia por sobre su bienestar personal.
Puede buscar la voluntad de Dios en todos casos y debe seguirla sin reserva alguna. Nunca debe
hacerse una renuncia de manera insincera; bien puede aceptarse. Una vez que se ha presentado una
renuncia y se ha aceptado, el pastor no debe dar la idea de que reconsideraría su decisión.
Idealmente, los cambios deben hacerse en el tiempo de la asamblea anual, pero nuestro sistema
no se presta a la regularidad inflexible. Por tanto, los ministros están obligados a aceptar llamamientos
cuando les son ofrecidos de manera que se hacen necesarias ciertas adaptaciones a mitad del año.
Las reglas específicas deben observarse excepto en circunstancias que justifiquen ciertas
excepciones. Es muy importante tener una estrecha cooperación con el Superintendente de Distrito
en todas las adaptaciones necesarias. Por lo que respecta al escogimiento de su sucesor, el pastor no
debe tomar parte activa a menos de que se lo pida así el Superintendente de Distrito. Debe hacer todo
cuanto esté de su parte para separarse de una iglesia en las mejores condiciones posibles y preparar
el ambiente para el nuevo pastor. Debe hacer a un lado toda idea de que él es indispensable y debe
también ejercer optimismo para el futuro de la iglesia. Debe recomendar bien a la gente a su nuevo
pastor. Hará muy bien en dar posibles elogios al que pronto llegará a ser su pastor.
Cuando el trabajo de un pastor haya terminado, éste debe encontrar en ello razón suficiente para
terminar todo contacto directo con la iglesia. Si no va a otro pastorado, vale más que se separe de
la escena de sus labores voluntariamente. Con frecuencia, el pastor que permanece en la iglesia o
en la ciudad que antes ha servido viene a ser un obstáculo al progreso de la obra. Y aún si está en
calidad de ministro retirado, debe cambiarse. No debe volver a la iglesia con la excusa de casamiento,
funerales, o con el fin de visitar a los amigos. Si después de una ausencia prolongada vuelve otra
vez, no debe reunirse con ningún grupo de la iglesia excepto que el pastor esté presente. En casos
en que la iglesia ha estado dividida, no debe volver nunca a menos de que haya razones obvias de
las cuales él no sea responsable. Bajo ninguna circunstancia debe él aceptar diezmos y ofrendas de
amigos suyos en pastorados previos.
Por el otro lado, si hay situaciones que demandan que el pastor vuelva ocasionalmente o aun
que establezca residencia en la ciudad, su sucesor no debe ser demasiado sensible. Debe aceptar
una explicación razonable y no molestarse por el hecho de que el antiguo pastor ha llegado o ha
quedado a vivir permanentemente en la ciudad. Si la visita de tal pastor causa fricción, el asunto debe
comunicarse al Superintendente de Distrito quien podrá resolver el problema con toda bondad y tacto.
E
n la siguiente página encontrará un artículo de autor anónimo que fue publicado en la
revista Apuntes Pastorales volumen VIII, No. 4. Puede dividir la clase en grupos de lectura
donde los alumnos compartan su reacción ante el artículo.
No podía creer lo que veía. Durante mis largos años de pastorado jamás había vivido nada
semejante. La reunión se había salido tanto de sus carriles que me parecía estar en medio de un
comité político o en una reunión del más mundano club de barriadas. Hubo quien intentó trompearme,
otros gritaban, mientras que otro paleaba las bancas y las paredes de la capilla. La gran mayoría
permanecía tan quieta como yo; en esa quietud que nos sobreviene cuando lo que sucede a nuestro
alrededor es demasiado musitado como para reaccionar rápidamente.
Mientras permanecía en una azorada contemplación de lo que ocurría, en mi corazón oraba a
Dios y le rogaba por sabiduría. Ya no sabía qué comportamiento resultaría apropiado. El descontrol
era enorme, y lo lógico era que yo, como pastor, tomase las riendas de la situación y pusiese orden.
Pero, en medio de esa histeria, ¿cómo hacerlo?
Nuestro pastorado en Parque Alto acababa de cumplir sus cuatro años (no son pocos los que afirman
que entre los tres y los cinco años sucede el tiempo más crítico para el «matrimonio» de un pastor con
su congregación). Si bien habíamos enfrentado problemas diversos, con mi esposa Adela estábamos
contentos sirviendo a Dios en este lugar. Uno de los objetivos más postergados que tenía era el de
preparar más líderes ayudantes. Cuando comenzamos nuestro ministerio allí contábamos con varios
líderes, pero por diferentes razones –mayormente debido a mudanzas- nos quedamos con solamente uno.
Con Sebastián -el único ayudante que permanecía- habíamos comenzado una linda relación.
Charlas personales, tiempos de camaradería entre los dos matrimonios, caminatas semanales,
visitación pastoral que compartíamos y demás actividades habían ido alimentando una -así pensaba-
saludable relación de amistad y servicio. Era el primer nombre de la congregación que asomaba en mi
cabeza para compartir cualquier proyecto o idea nueva que se me ocurría para nuestro ministerio en
la iglesia. Si debía ausentarme, era generalmente a él a quien acudía para que me reemplazase en
la predicación. Estaba contento de poder tener un compañero en la tarea. A veces orábamos juntos y
nos encontrábamos codo a codo en el ministerio de la iglesia.
Unos meses antes de esa tremenda reunión había recibido un par de llamados de alerta en el
interior de mi corazón, pero en aquel entonces pensé que se trataba de cosas lógicas de las relaciones
Las semanas se fueron sucediendo, pero no podía ver un cambio en las actitudes de este
hermano. Un mes más tarde volví a hablar con él, ya que parecía arreciar con su necesidad de
ostentación pública. Si los hermanos por quienes oraba no se caían de bruces al suelo como “prueba
de ministración” espiritual, pues entonces no había habido bendición. Si los supuestos liberados
-libéremelos - no se revolcaban por el piso y «otras señales», no estaba «terminado el trabajo». Más
allá de eso, toda persona que nos participaba su problema estaba «endemoniada», para él. A varias
personas les dijo que debían desprenderse de ciertas alhajas y objetos personales. Él cuidaba de
esas cosas, pero luego se perdían y la gente andaba reclamando esos objetos a mi esposa y a mí. El
colmo llegó cuando presionó a un matrimonio de ancianos a que tiraran al río su radio, su televisor y
un mueble para guardar la vajilla, ya que -según él- estaban poseídos. Luego pidió que junto con él
dieran testimonio público en la congregación.
Nuevamente me acerqué a él y salimos a caminar. Esta vez, como respuesta, me dijo que había
“un grupo de creyentes con diversas inquietudes” y que él me las quería hacer conocer. Lo invité a
que organizara una reunión con esas personas y yo, a fin de escuchados, porto que a los pocos días
nos encontramos en la iglesia para charlar. Coincidentemente, esas personas eran las mismas que
asistían al grupo de estudio y oración hogareño que él dirigía.
Las mencionadas «inquietudes» rondaban alrededor del ministerio de Sebastián. Las mismas
cosas que él me había manifestado -que quería marginarlo, que le quitaba libertad, que estaba celoso
de él, etc.- fueron lo que este grupo me dijo aquella noche.
Preparando mi salida
La reacción de Sebastián a mis llamados de atención iría más lejos de lo que me hubiera
imaginado aquella noche, cuando hablamos y oramos con aquel grupo de personas. Nunca me ha
gustado el fomentar la investigación secreta en los corrillos de la iglesia, pero siempre había hermanos
fieles que vendrán anticipando, con sus comentarios, la inminente realidad en ciernes. Un sábado,
recibo una llamada telefónica:
-Don Roberto, Sebastián me invitó a una reunión en su casa para esta tarde, y me dijo que usted
no debía enterarse.
-Tal vez será que está preparando una sorpresa y no quiere que me entere antes. Será por mi
cumpleaños-, conté tratando de minimizar lo que en mi interior presentía.
-No. Don Roberto; no es no es por su cumpleaños. Quiere hacer una asamblea mañana por la
mañana, porque quiere sacarlo del pastorado-, sentenció, mientras añadía –Ya tiene un grupo que lo
acompaña.
Hebreos 11
Esa mañana siguiente, al levantarme, fui directo a mi Biblia y leí el capítulo once de Hebreos. La
verdad es que hubiese preferido visitar algunos amigos que compartieran con Adela y conmigo este
momento, pero debía vivir y ministrar esa mañana, como pastor que era de esa congregación. Ese
capítulo de la Biblia me dio fuerzas, en el modelo de otros, para enfrentar la adversidad, sabiendo que
el Señor está detrás de todo, y que «todo ayuda para bien», a aquellos a quienes Dios ama.
El llamado de ese hermano el día anterior me había prevenido de lo que pasaría ese domingo,
aunque no en toda su intensidad. Había tenido la impulsiva idea de llegarme hasta la casa de
Sebastián y hablarle frente a frente, para hacerlo reflexionar, pero luego pensé que agravaría las
cosas y las precipitaría. Preferí aguardar con paciencia el momento de la reunión dominical.
La amargura de la carnalidad
Pasó la reunión de ese amargo domingo -ni recuerdo sobre qué prediqué-. Al finalizar el culto, se
levantó un hermano y pidió una asamblea general para ese mismo momento. Le expliqué que una
asamblea debía ser anunciada como proveen los estatutos y que, según era de mi conocimiento, por
lo menos un 30% de la membresía no había sido debidamente avisada.
Ante la insistencia de un grupo, expliqué que ya estaba al corriente de la situación y de que sabía
que se planeaba mi despido. También dije que pensaba que eso era una improvisación, reñida con la
forma en que todos habíamos acordado para tratar nuestros asuntos comunes -los estatutos- y que
no podía abandonar la congregación en una situación semejante. También agregué que, como era
notorio el deseo de algunos, celebraríamos una asamblea administrativa dentro de unos días, una vez
que todos fueran debidamente avisados.
Unas diez personas -que me parecieron como doscientas- se abalanzaron contra mí, pero se
detuvieron a escasos centímetros de mi nariz. Hasta vi pasar algunos puñetazos, pero ninguno
alcanzó a rozarme siquiera.
En ese momento se desató lo que contaba al principio del relato. Gente gritando, otros daban
puntapiés a las puertas, paredes y al púlpito. Sebastián caminaba por el pasillo central, tratando de
guardar una actitud más pasiva, pero yo veía cómo, astutamente, hablaba en voz baja con unos, luego
con otros, manejando al grupo que había preparado.
Traté de quedar impasible en mi lugar. Cerré los ojos y comencé a orar en silencio.
-Señor, ¿qué debo hacer? ¿Cómo detener este desorden? ¿Cómo poner orden en esta, tu casa?
¿Debo gritar más fuerte que ellos para que se callen? ¿En qué se transformará esto si tanto ellos
como yo gritamos? Ten misericordia de nosotros y socórrenos, Señor-.
Y mientras oraba y continuaba clamando al Señor por ayuda y orden, la gente comenzó a irse
y nadie quedó en el salón. Algunos se fueron frustrados, otros con una rara mezcla de asombro
y escándalo por la escena que nunca hubieran soñado ver en la iglesia donde habían recibido su
salvación.
Soto Adela permanecía sentada, con su rostro entre sus manos, orando.
¿Qué había pasado? ¿A dónde habíamos llegado, con todo esto?
La otra soledad
Por supuesto, como era de esperar, la tensión de esa tarde y de los días siguientes fue abrumante
en nuestro hogar.
Después de dos duras e interminables semanas, nos dispusimos a celebrar la solicitada asamblea,
en un día sábado. Dada la gravedad de la situación, habíamos acordado invitar a los pastores de la
zona, de la misma denominación, para que nos ayudaran con su madurez y adorno en esta difícil
circunstancia. Ellos, sin duda -pensé- tendrán una concepción pastoral del problema. Después me
enteraría -varias semanas más tarde de mi salida- que habían sido convencidos engañosamente de
que yo cobraba por cada ceremonia de casamiento y nacimiento en que solicitaban mis servicios
pastorales. Esto, sumado al concepto de que yo era, según decían, “tolerante a las expresiones
carismáticas de algunos de nuestros miembros”, los cautivó para venir y participar. Sebastián y
los suyos, al convocarlos -y como era de esperar- no habían hablado nada de sus propias ideas y
comportamientos. Había que sacar al pastor por cobrar comisiones especiales y otros deslices, no
por otra cosa.
Allí comencé a experimentar «la otra soledad», el vacío de los colegas. Ellos comportándose
según una acusación falsa, y yo, que desconocía esa acusación, no entendía por qué. Esa reunión
fue dirigida por estos pastores, reduciéndose a escuchar algunas acusaciones. Al terminar esta parte,
los colegas se retiraron a hablar en privado, y al tiempo me llamaron. Allí, quien presidía, me dijo:
Roberto, te tienes que ir. Presenta la renuncia y no te hagas problemas-.
-¿Por qué piensas que debo renunciar, José?-, le pregunté.
-Creemos que va a ser lo mejor. Nosotros vamos a decir a Sebastián y los suyos que deben
retirarse de esta iglesia, pero creemos que tú tienes que renunciar.
Yo no podía creer lo que escuchaba, Por supuesto que había considerado varias veces esa
posibilidad en todo este proceso, pero ni por mi percepción personal de sentido común ni por creerlo
voluntad de Dios pensaba que ese era el momento indicado. Entonces dije:
- Hermanos, me he sometido a ustedes en esta reunión para no agrandar la discordia, aunque
ustedes saben que están dirigiendo una asamblea en forma contraria a nuestros principios. Ahora
bien, si ustedes afirman que el Señor les ha mostrado fehacientemente que es voluntad divina el
pedirme la renuncia, lo consideraré seriamente como tal. Si no es así, no veo en base a qué hacerlo.
Como me lo temía, ninguno pudo ponerlo en esos términos.
Volvimos al salón donde estaba el resto de la congregación y, como también me lo temía, la
reacción a la propuesta del grupo de pastores ocasionó un nuevo descontrol, como el de dos semanas
atrás.
Entonces los pastores me volvieron a llevar aparte, y fue allí cuando el que presidía me dijo:
-No te hagas problema, Roberto. Renuncia ahora que te pondremos de nuevo como pastor la
semana que viene-. Mi sorpresa daba saltos agigantados.
-¿Cómo puedes pensar en cosa semejante, José? ¿Te parece que es la forma en que el Señor
nos ha enseñado a conducirnos? ¿Cómo voy a participar del engaño que significa renunciar, sabiendo
que –en caso de que fuera verdad lo que dices- a la semana estaré de nuevo? Lo máximo que puedo
hacer es poner esa renuncia a congregación, de los hermanos de la congregación, para que ellos
decidan-.
Cuando llegamos al salón nuevamente y vi esas caras cansadas, de miradas incomprensibles, me
sentí apenado por todos esos hermanos que, en el fondo de su corazón, no sabían en verdad qué era
lo que estaba sucediendo.
-Hermanos-, dijo el presidente dirigiéndose al público,- esta junta pastoral ha determinado que
Sebastián debe retirarse de la congregación. Además, el pastor Roberto ha renunciado, y esta junta
de pastores de la zona quedará a cargo de esta congregación-. Allí ya no experimenté el vacío de los
colegas, sino su traición.
Mientras el que presidía decía su conclusión vi a los otros ministros medio desorientados,
prefirieron apoyar con su silencio a quien presidía, y no a la verdad que ellos mismos debían buscar
y sostener. El compromiso de colegas pudo más que el compromiso con la verdad.
La gente no podía creer lo que sucedía. Más de la mitad no estaba de acuerdo con mi retiro, pero
otros ya comenzaban a festejarlo. El desorden se hizo de nuevo presente esa tarde. Otra vez la carne
de fiesta. Al ver el punto en que habían llegado las cosas, me puse de pie y presenté mi renuncia.
Cuando al anochecer de ese sábado llegamos a casa, me derrumbé sobre un sillón y esperé que
el torbellino de ideas encontradas que contenía en mi cabeza se fueran decantado, a fin de ordenar
mi mente. Adela fue a la cocina a preparar un té, y luego se sentó mi lado.
Luego de unos minutos, nos arrodillamos y nos presentamos juntos ante Dios y oramos por
nosotros, nuestros hijos y nuestro futuro. Oramos también por los miembros futuros de la iglesia, por
los muchos que ahora estarían desorientados en su vida espiritual y eclesiástica. También oramos por
Sebastián y sus seguidores, y por sobre todo rogamos por los pastores que de ahora en más dirigirían
la iglesia.
Sin cenar nos fuimos a dormir, ... y descansamos.
El día después
Al día siguiente, domingo, nos levantamos un poco más tarde de lo acostumbrado. No habíamos
puesto el reloj despertador, por lo que dormimos hasta que el cuerpo estuviera satisfecho.
Desayunamos frugalmente y, luego de mi tiempo devocional, me disponía a salir a comprar el
periódico cuando suena el timbre de la puerta.
-Pastor, recíbanos para orar con usted-. Dos familias que no podían consentir lo que había
sucedido, venían a buscar a su pastor y orar a Dios.
-Miren, hermanos, pasen y siéntense. No sé qué decirles ni qué actitud tomar, pero si quieren orar
a Dios, hagámoslo-.
En mi interior comencé a vislumbrar la posibilidad de que ocurriera lo que siempre había rechazado
en otros colegas que se iban de sus iglesias: comenzar reuniones con un pequeño grupo que le fuera
leal.
Luego de un sentido pero triste tiempo de oración, les sugerí que volvieran a la iglesia. No querían
por nada del mundo. Intenté mostrarles alguna otra opción en otras iglesias, a la vez que decía que
no podía anticiparles qué sucedería con nuestras vidas, ya que debíamos esperar en el Señor. Tal
vez hubiera cosas insospechadas que nuestro buen Señor tendría reservadas para nosotros, pero
debíamos conducirnos en el temor de Dios y esperar en Él.
-Si no se hallan a gusto en nuestra iglesia ahora -no podía dejar de llamarla «nuestra»-, al menos
vayan a otra iglesia por unos días, mientras esperan en el Señor-, les dije. -No dejen de adorar al
Señor con los cristianos-, terminé.
-Dios nos ha mostrado que debemos apartarnos de quienes desconocen al Señor y se apartan-,
me dijeron. -Usted es nuestro pastor y a usted venimos. Por favor, no rechace nuestro pedido”.
No quería adelantarme a los planes del Señor tomando decisiones emocionales, pero
comprendimos con Adela que la actitud dé estos hermanos era el comienzo de la restauración de Dios
a nuestras almas. Y le dimos gracias.Superintendente
S
egún la disponibilidad de los recursos guía práctica. El Paso: CBP, 1998 (“El
bibliográficos a su alcance puede pastor y sus colaboradores”, pp. 80-94).
escoger entre las siguientes lecturas
complementarias con el fin de profundizar Trull, Joe E. Ética Ministerial. Sea un buen
su estudio personal sobre esta unidad. ministro en un mundo que no es tan
Asimismo, puede utilizar alguna de estas
bueno. El Paso: CBP, 1997 (Quinta parte:
lecturas para que sus estudiantes hagan
un análisis crítico, siguiendo el formato que “Los colegas del ministro”, pp. 143-170).
aparece en el apéndice.
Obviamente la lista para cada caso no Trask, Thomas E. El Buen Pastor, Tomo I.
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede Miami: Editorial Vida, 1997. (“Su relación
escoger libremente éstas u otras lecturas con el pastor anterior”, pp. 63-69).
que considere importante usar para obtener
un mejor aprovechamiento de esta unidad
de estudio.
Unidad V:
El ministro y
sus decisiones éticas:
Relaciones con
otros ministros
Inicie la clase preguntando:
¿Qué acciones puede rea-
lizar el ministro para optimi-
zar sus relaciones con sus
pares pastores? Y ¿Qué tipo
de actitudes deterioran esas
relaciones?
D
entro y fuera de la congregación el ministro deberá
relacionarse con personas que también están trabajando en
el cumplimiento de la misión de la Iglesia en el mundo. Por
eso la importancia de desarrollar relaciones interpersonales sanas y
éticas, en beneficio de la labor ministerial propia y de la comunidad
cristiana en general.
Es tan importante la relación del ministro con sus semejantes
como el cuidado de su relación con el Señor. Lo más probable es
que la manera en cómo trata y se relaciona con las personas sean un
reflejo de lo que hay en su corazón.
Por eso, una tarea pastoral de apariencia “exitosa”, no lo es
realmente cuando el ministro tiene problemas graves en sus relaciones
interpersonales, ya sea con otros ministros de la congregación o de
otras congregaciones, con sus vecinos, o con las autoridades de la
comunidad donde la iglesia esta desarrollando sus actividades.
Los ministros suelen crear espacios de ayuda mutua y, en
muchos aspectos de su vida, sólo encontrarán comprensión en otros
ministros.
Teniendo esto en cuenta, son dos los principios que deberá aplicar
el ministro para construir relaciones éticas con otros ministros,
los cuales son: la necesidad específica de la persona según la
responsabilidad que representa, y la aplicación del principio bíblico
de amor al prójimo.
Líderes ministeriales:
ministros asociados,
equipo pastoral
Pida a sus alumnos que, a
modo de ejercicio, identifi-
quen a los líderes ministe-
riales de su congregación.
Personal de la iglesia:
administrativo, de servicio,
voluntarios, etc.
En toda organización existe un personal, asalariado o no, que
colabora con su funcionamiento y misión. Cuanto mayor es la
congregación, mayor también será la estructura de organización
de la iglesia y el personal. La relación del pastor con este personal
deberá ser una tarea de supervisión, y si bien lo más probable es que
no se pueda juntar con todos los involucrados, sí lo debe hacer al
menos con los líderes de cada área de trabajo, para evaluar juntos los
resultados obtenidos y planificar las metas próximas a seguir.
La periódica supervisión del trabajo del personal de la iglesia
le permitirá al pastor anticiparse a futuros problemas que puedan
aparecer en estas áreas, además de motivar a los creyentes a
continuar realizando su trabajo con esfuerzo y dedicación, con el
aliento de saber que no pasan desapercibidos.
El pastor debe procurar que exista un ambiente óptimo de trabajo
con el personal de la iglesia, y por eso no tiene que descuidar el
tiempo de oración juntos, la camaradería, el respeto mutuo y la
colaboración unos con otros.
PERSONAL NO CRISTIANO
Debe formar parte del carácter ético del pastor que ante la
inminencia de una sucesión ministerial prepare a la congregación para
recibir al nuevo ministro con amor, respeto, y con las expectativas que
se necesitan para fortalecer el inicio de una sucesión pastoral.
El ministro saliente tiene que dejar los documentos y las finanzas
de la iglesia en orden. Descuidar estos puntos mencionados responden
a una actitud no ética que entorpecerá el comienzo del trabajo
ministerial del ministro entrante.
Otro aspecto importante a tener en cuenta al dejar una congregación
es justamente no interferir en la relación de los creyentes con su nuevo
pastor.
Cuando se decide terminar la relación ministerial con una
congregación se debe respetar ésa decisión. Continuar comunicándose
o visitando a los creyentes para darles consejos ministeriales, alentarlos
en las críticas al nuevo pastor, o realizar comparaciones entre su
pastorado y el nuevo es una actitud no ética.
30 Carlson, Raymond G. El buen pastor (tomo I). EUA: Edit. Vida, 1999, p. 69.
E
n la siguiente página encontrará un artículo de José Silva H. extraído del sitio web
Desarrollocristiano.com acerca de la necesidad que tienen los ministros de entablar
amistades genuinas y saludables. Puede fotocopiar el artículo y repartirlo entre sus
alumnos para que compartan sus conclusiones en clase, o puede utilizar el texto como
complemento a las Notas de Clase.
LA AMISTAD MINISTERIAL
por José Siva H.
Así es. TODO El mundo necesita amigos. Y de manera especial aquellos que de una u otra forma
ministramos en la Iglesia del Señor. Una amistad íntima, sincera, comprometida, con colegas en
quienes podamos depositar nuestra confianza en todo tiempo, aun en aquellos de crisis personal.
Alguien con quien podamos sincerarnos, una persona que nos comprenda y se identifique con
nosotros porque conoce el terreno que pisamos y las pruebas que existen en el campo ministerial.
La amistad es un don de Dios, como lo leímos en el último número de la revista Los Temas, y creo
firmemente que hay siervos que han caído en el campo de batalla por falta de una amistad de este
tipo. Necesitamos amigos que puedan orar por nosotros y con nosotros.
“Amigo hay más cercano que un hermano”. ¡Qué gran verdad es esta! Tengo la dicha de contar
con amigos de esta clase, tres en particular, que me asesoran y yo los asesoro. ¡Qué enorme riqueza
espiritual es tener esta asociación! Repito, es un verdadero regalo de Dios.
Pero es menester que entendamos que esta clase de amistad no es fácil. Necesita cultivo, es
necesario sacar tiempo para estos amigos y a la vez no imponernos a ellos, queriendo acaparar todo
su tiempo. Por eso es recomendable no tener un solo amigo íntimo en el ministerio, sino dos o tres
(y aun más, si lo considera necesario). De igual modo es saludable y edificante que tengamos este
tipo de amistad con consiervos de otras denominaciones. En mi caso, mis tres amigos, pertenecen a
diferentes organizaciones, incluyendo la mía.
David y Jonatán cultivaron ese tipo de relación. A pesar del odio de Saúl, su padre, el hijo mantuvo
firme y sincera su relación con David, porque sabía que su padre estaba equivocado en su apreciación
hacia su amigo. Al morir Jonatán, David expresó su profundo dolor por la pérdida y el reconocimiento
de lo que su amistad había significado. Además, manifestó su fidelidad con la pobre y disminuida
descendencia (Mefiboset), tal como lo había prometido, dándole un lugar de honor en su mesa.
Pablo en el Nuevo Testamento sostuvo esta clase de relación amigable, íntima, con varios de sus
colaboradores. Con Lucas, el médico amado, con Priscila y Aquila, sus compañeros en la obra y en la
profesión de fabricantes de tiendas, con Timoteo y Tito, con Epafrodito.
¿Y qué diremos de nuestro Señor y Salvador? Jesús intimó con Pedro, Juan y Jacobo. Los llevó
consigo al Monte de la Transfiguración, una revelación muy íntima de su divinidad. Jesús tenía una
amistad profunda, intensa y suficiente con su Padre, pero estando en forma de hombre, en la tierra,
consideró necesario e importante mantener una relación cercana y amigable con sus discípulos, en
particular con los tres antes mencionados.
De igual modo, nuestro estatus de siervos nos da el privilegio de establecer una relación íntima con
el Padre, a través de Jesús (Jn. 14.6). En realidad la podemos tener con Jesús mismo (Jn. 15.13-15)
y con el Espíritu Santo (Jn. 16.7-13). ¡Qué privilegio nos ha dado Dios de ser sus hijos y amigos de la
Trinidad!
En estos días me regalaron un libro que acaba de publicar la Editorial Vida. Lo considero útil
y recomiendo a quienes les interese este tema. Se titula Consejería entre Amigos (“Cómo estar
preparado cuando los amigos le piden ayuda”). He escogido dos párrafos del mismo para compartir
con usted, estimado colega.
“El siquiatra Garth Wood rompe con las creencias tradicionales de su profesión, aseverando que
las personas que no han realizado estudios formales son algunos de los mejores recursos para ayudar
a las personas. Wood está convencido de que quien tiene un conocimiento íntimo de otra persona
puede ser una fuerza poderosa y catalizadora para el bien en la vida de esa persona. Después de
todo, es usted quien conoce los puntos fuertes y los puntos débiles de su amigo; es usted quien
conoce los patrones de hábitos, las idiosincrasias de la personalidad, y lo que es capaz de motivarlo.
Usted, entonces, comienza con una ventaja en cuanto al conocimiento del individuo, de la que
carece el profesional, quien sólo puede obtenerla después de muchas horas de conversación y de
exploración insistente”.
“Para quien conoce a Cristo como su Señor y Salvador personal, hay, además, una fuente
adicional de sabiduría y revelación: la presencia del Espíritu Santo. Durante la Semana de la Pasión,
Jesús se refirió en cuatro oportunidades a la venida del Espíritu Santo. Empleó una palabra que no se
había usado antes para referirse al Espíritu Santo: parákletos, un término que se traduce “consejero”
en la Biblia (Nueva Versión Internacional). Jesús dijo a sus discípulos que rogaría al Padre que les
enviara otro Consejero, el cual los guiaría a toda verdad y les mostraría las cosas por venir. Este es
el mismo Consejero que mora en los hijos de Dios hoy, y que puede darles el conocimiento que no
podrían tener de ninguna otra forma” (págs. 122 y 123).
Necesitamos la amistad divina, esa amistad abierta, sincera y diáfana que nuestro Dios nos ofrece
y desea compartir. Pero mientras vivamos en este mundo necesitaremos la bendición de amistades
genuinas, mediante las cuales podemos no sólo recibir y dar ayuda, sino también crecer; porque la
verdadera amistad nos edifica totalmente.
Busquemos esa relación y cultivémosla con la ayuda de Dios.el interior de mi corazón, pero en
aquel entonces pensé que se trataba de cosas lógicas de las relaciones
E
n la siguiente página encontrará un artículo escrito por una esposa de pastor anónima,
extraído de la revista Ministerio Nº 5 (Kansas City: CNP, 2004, pp. 13 - 17), donde se relata
un testimonio real de las consecuencias inesperadas que puede traer una pareja pastoral
con actitudes no éticas. Divida la clase en grupos y pídales que busquen una respuesta a la
problemática presentada, y que luego expongan sus resultados al resto de la clase.
He escuchado decir que la fortaleza sigue a las pruebas. Sé que esto es verdad en mi propia vida,
por eso nunca esperé que las pruebas vinieran de parte de un compañero pastor y su esposa. Esta
no fue una situación de alguien quien previamente había estado en el ministerio y lo ha dejado para
tomar un trabajo secular. No. Fueron el pastor y su esposa, los que habían estado previamente en el
ministerio, precisamente aquí donde realizamos nuestra nueva asignación.
Este pastor y su esposa han dejado este pueblo y la iglesia por otra, porque dicen que Dios los ha
llamado a una nueva iglesia. Dijeron a esta pequeña congregación que hicieron todo lo que pudieron,
y que Dios les estuvo diciendo que era tiempo para moverse a otro lado. Más aún, que Dios les ha
llamado a un nuevo pueblo y a una nueva congregación para ministrar.
¿No fue esto suficiente? Aparentemente no. Las primeras banderas rojas empezaron a ondear
durante nuestro primer mes de ministerio. Algunos miembros de la iglesia se aproximaron a nosotros
para darnos “mensajes” de parte del pastor anterior. Fue algo así como “el pastor me llamó para
desearme un feliz cumpleaños, y me pidió que les diera sus saludos”. Al principio nos pareció inocente.
Fue seguida por una carta de la esposa del pastor en la que comentó acerca de los problemas con
nuestra área escolar, mi salud, y comentarios sobre la forma de predicar de mi esposo.
También ellos se comunicaban por E-mail con los miembros de nuestra nueva congregación sobre
bases regulares, incluso diariamente. Para los que no tenían acceso a la computadora, escribieron
cartas o les llamaban por teléfono. Esta comunicación incluía sacar información acerca de nuestra
iglesia. Enviando sermones a la congregación y dándoles consejos. También recibíamos notas de
esta familia, indicándonos que habían escuchado malas noticias y que estaban orando por nosotros.
Mientras todo esto ocurría, nuestra iglesia llegó a ser financieramente estable, duplicó su tamaño
y terminó algunas renovaciones. Estuvimos creciendo a saltos y empujones, pero el temblor interno
todavía estaba allí. Algunas veces el temblor se podía escuchar. En ocasiones algunas personas
venían a la iglesia muy enojadas. El tiempo de su testimonio servía para ventilar sus frustraciones y
clarificar sus propias agendas. Al final de estos servicios, nosotros sabíamos que ellos habían hablado
con el pastor anterior, quien les animaba a mantener su propio terreno. La iglesia fue creciendo y
cambiando, y fue difícil para nosotros clarificar el asunto.
Me gustaría decirles que la interferencia se detuvo, y que el pastor anterior y su esposa reconocieron
su error y se arrepintieron. Pero no fue así. Ellos no cambiaron pero nosotros sí. El cambio ha sido una
nueva manera de vivir en el ministerio. Hemos aprendido a ser flexibles, pacientes y amorosos. Me
gustaría decirles que esto se debe a que tenemos una increíble disciplina, o una maravillosa y gruesa
piel para aguantar todo lo que nos dicen. Desdichadamente, nosotros no somos perfectos.
Lo que hemos descubierto es el poder de entregar las cosas a Dios, vez tras vez. Justo cuando
ustedes piensan que todo está saliendo de maravilla y que están haciendo un tremendo adelanto,
otras actitudes desanimadoras le harán poner los pies en la tierra. Esto está bien, pues la fortaleza
sigue a la prueba, si permitimos que esto suceda.
Voy a compartirles algunas de las lecciones que Dios amorosamente nos ha enseñado en nuestro
nuevo ministerio.
6. No busque problemas
No especule acerca de cómo le va a ir con ciertas personas. Ponga a cada gente y cada
circunstancia en las manos de Dios. Después de decir que: “el último pastor no lo hizo de esta manera”
y “hablamos con él por teléfono anoche”, al principio nos preguntábamos qué vendría después. Sí,
el anterior pastor y algunas personas hablarían, pero la congregación entera no siempre estaría
haciéndolo. Dios es absolutamente más grande que nuestros defectos y Él tiene el potencial para
enseñarnos todo.
7. Reavive su ministerio
Mantenga su relación con Dios y con su familia en forma saludable y amorosa, esto es lo primero.
Luego tome ventaja de oportunidades para crecer espiritualmente y construir sus habilidades
ministeriales. Esto está disponible a través de campamentos, retiros de pastores y sus esposas,
reuniones de distrito, y visitas a algún compañero pastor. Primero lea su Biblia, y luego cualquier cosa
que pueda tomar en sus manos para inspirar, motivar y enseñar.
S
egún la disponibilidad de los recursos guía práctica. El Paso: CBP, 1998 (“Los
bibliográficos a su alcance puede muchos ministerios de la iglesia”, pp. 176-199).
escoger entre las siguientes lecturas
complementarias con el fin de profundizar Nonini, Rogelio. Conducta Ministerial. Buenos
su estudio personal sobre esta unidad. Aires, 1995. (Capítulo VI “El pastor y la
Asimismo, puede utilizar alguna de estas
sociedad”, pp. 133-140).
lecturas para que sus estudiantes hagan
un análisis crítico, siguiendo el formato que
aparece en el apéndice. Trask, Thomas E. El Buen Pastor, Tomo I.
Obviamente la lista para cada caso no Miami: Editorial Vida, 1997. (“La formación de
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede relaciones en la iglesia y la comunidad”, pp. 70-
escoger libremente éstas u otras lecturas 81).
que considere importante usar para obtener
un mejor aprovechamiento de esta unidad Trull, Joe E. Ética Ministerial. Sea un buen
de estudio. ministro en un mundo que no es tan
bueno. El Paso: CBP, 1997 (Sexta parte:
“La comunidad del ministro”, pp. 171-200).
Unidad VI:
El Ministro y
sus decisiones éticas:
Relación con
la comunidad
Inicie la clase preguntando
a los alumnos: ¿De qué
maneras la congregación se
puede involucrar en la vida de
la comunidad?¿Y el ministro?
L
a relación del ministro con la comunidad genera el ámbito propicio
para dar a conocer, a través de su vida y predicación, el conjunto de
los valores éticos que la Iglesia de Jesucristo vive y proclama.
Un pastor que decide aislarse de la vida de la comunidad también
está llevando al aislamiento a toda la congregación donde se encuentre
ministrando. Ser sal y luz, en un mundo dominado por el pecado, es
un desafío al cual tanto el ministro como la iglesia han sido llamados.
Puede suceder, que cuando un ministro se involucre activamente
junto con la iglesia en la comunidad, pero no denuncie sus injusticias
y pecados, entonces tampoco se encuentre cumpliendo con el aspecto
profético que también se le encomendó.
Por eso, el ministro deberá buscar el equilibrio en su relación con
la comunidad, teniendo en cuenta la influencia que sus decisiones
tendrán, tanto en la congregación donde ejerce sus tareas ministeriales,
como en la imagen que la comunidad tiene de la iglesia.
Participación significativa en la
comunidad: vigilancia ética,
servicio a la comunidad,
participación organizada, etc.
VIGILANCIA ÉTICA
SERVICIO A LA COMUNIDAD
PARTICIPACIÓN CIUDADANA
Es cada vez más frecuente ver cómo muchos ministros deben trabajar
secularmente, además de ejercer su ministerio pastoral. Realidad que
presentará nuevos desafíos éticos que el pastor deberá superar.
Primeramente, el ministro que se desarrolla laboralmente, ya sea
como empleado, profesional, industrial, etc., debe tomar su trabajo como
una manera más de ser testimonio de vida y compromiso cristiano. Y al
igual que los miembros de la congregación, ejercerá su labor estrictamente
bajo los principios bíblicos con respecto al trabajo (Col. 3:23).
Responsabilidades legales:
consejería, conducta impropia,
difamación, confidencialidad y
privacidad, protección a
los menores, etc.
Existen en la actualidad un aumento en las demandas legales
dentro de la sociedad, y los ministros no están exentos de esta
modalidad.
En ese contexto, se pueden analizar los valores éticos cristianos
que el ministro deberá tener en cuenta para adquirir conciencia de
las responsabilidades legales que le conciernen, sobre todo en las
áreas que más se lo demandan, las cuales son:
CONSEJERÍA
CONDUCTA IMPROPIA
CONFIDENCIALIDAD Y PRIVACIDAD
E
n la siguiente página encontrará un sermón escrito por William Fisher, y extraído del libro
Sentimientos, sistemas y sermones evangelísticos (Kansas City: CNP, versión electrónica)
acerca de la necesidad que tienen los ministros de involucrarse dentro de una comunidad con
un mensaje y una experiencia de vida. Divida la clase en grupos y proponga a sus alumnos elaborar,
luego de realizar la lectura, una propuesta de involucramiento de la iglesia en la comunidad.
Eran los primeros días de enero y el Señor cruzaba Samaria rumbo a Galilea. Había estado
hablando con una samaritana, revelándole su pasado y observando en ella un corazón hambriento. Al
comprender que la samaritana representaba una sed universal de vida nueva, Jesús les habló a sus
discípulos sobre la cosecha que urgentemente les llamaba.
Pero los discípulos, conscientes sólo de las realidades naturales y no de las espirituales, le
recordaron que la época de la siega no llegaría sino hasta principios de mayo. Jesús entonces,
divisando las multitudes que presurosas se acercaban desde los villorrios samaritanos, les dijo: “¿No
decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos
y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”.
Desde luego, el Señor se refería a la gente y no a los granos. No hablaba de semillas germinando
en la tierra, sino del evangelio germinando en los corazones, y listos ya para ser segados. Me parece
que lo más natural haya sido que los discípulos le preguntaran: “¿Cuáles campos? ¿Dónde están los
campos blancos para la siega?” Y nosotros, habitantes del Siglo Veinte, podemos hacer la misma
pregunta: “¿Dónde están los campos?” Yo les aseguro que la pregunta es mucho más urgente que lo
que a primera vista parece.
La pura verdad es que la respuesta llega demasiado tarde en cuanto a los países bajo la bota
comunista, y para otros países y regiones del mundo en donde el cristianismo es casi sinónimo
de colonialismo y explotación. Uno de los mayores peligros de nuestros tiempos es que las
muchedumbres que por millones están emergiendo, rechacen no sólo nuestros sistemas políticos
varios, sino a nuestro Cristo y nuestro cristianismo.
Juan Wesley dijo: “El mundo es mi parroquia”. Por supuesto, estaba en lo correcto. Pero mucho
antes que él, Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Y “que el
arrepentimiento y la remisión de pecados se predicase en su nombre en las naciones”. Y también:
“Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”.
Indudablemente, uno de los campos a que el Señor Jesús se refería son:
Todos los días escuchamos y leemos sobre el tremendo incremento de la población mundial. No
fue sino hasta 1830 que el mundo llegó a tener mil millones de habitantes. Pero luego, en sólo 100
años llegó a los dos mil millones. Mas he aquí que ahora en sólo treinta y cinco años ha llegado a los
tres mil millones.
Es difícil comprender esta “explosión” humana. Y más difícil aún comprender el desafío que nos
presenta a los cristianos.
Para ayudarnos un poco, permítame relatarle lo que Henry Leppert dice para ilustrar estas cifras
astronómicas. Él sugiere que mentalmente reduzcamos la población del mundo a un pueblo de mil
habitantes. De estos mil, 330 serían clasificados como cristianos. Menos de 100 serían protestantes
y como 230 serían católico-romanos. De esos mil habitantes, unos 80 serían comunistas fanáticos, y
370 vivirían bajo la férula comunista. De los mil, 303 serían blancos, y 697 de otras razas. La mitad
de ellos nunca habrían escuchado el nombre de Cristo, y menos aún sus enseñanzas, mientras que
más de la mitad sabrían quienes fueron Lenin y Marx.
La verdad es que los cristianos estamos perdiendo terreno en el mundo. Aunque casi una tercera
parte se clasifica como cristiana, el hecho triste es que la población cristiana está aumentando sólo
una tercera parte de lo que aumenta la población mundial, y que en los países donde el cristianismo
es más reducido, el aumento de la población es más intenso.
¡Cómo es urgente que alcemos los ojos! Que los alcemos de nuestros intereses materialistas, de
nuestros libros y revistas seculares, de nuestro progreso económico, de nuestras riñas por niñerías, de
nuestros sueños de grandeza, y que veamos los millones y millones de seres en el mundo sin Cristo
y sin esperanza. Una gigantesca ola de humanidad se alza sobre nosotros, y tenemos que hacer en
ella un impacto en favor de Cristo, o ella nos sumergirá y ahogará.
La hora es avanzada, y quizá en algunas partes del mundo ya sea demasiado tarde.
Hace poco tuve el privilegio de dirigir unas campañas de evangelismo en África del Sur. El ambiente
estaba cargado de tensiones y cambios. Casi diariamente recibíamos noticias de luchas entre razas y
crueles combates en el norte. Parecía que medio continente estaba en llamas. El miedo y la desconfianza
casi se respiraban, y todo África parecía a punto de estallar. Esos millones, y otros muchos millones
alrededor del mundo están sobre la marcha. No están seguros de su destino pero han emprendido la
marcha. No saben a dónde van, pero sí saben que no volverán a su estado anterior.
Esta condición no se limita a un continente. Todo el mundo está en transición. Ha roto con el
pasado y se halla en el umbral de una nueva era. Si el espectáculo de casi ochocientos millones de
chinos vueltos al comunismo, y de más de quinientos millones en India que han cerrado las puertas
y las mentes al cristianismo, y de más de trescientos millones en África que han roto sus lazos al
pasado, y de otros cientos de millones que afrontan el futuro con odio mezclado con esperanza… si
ese espectáculo no nos estremece y nos mueve a la acción, entonces algo anda muy mal en nuestra
cabeza, en nuestro corazón, o en las dos partes.
Cristo nos llama con urgencia, diciendo: “Alzad vuestros ojos y mirad; mirad y haced algo por
redimir a los millones hambrientos, consumidos por el odio, llenos de esperanza, antes que ellos, y
vosotros también, seáis aniquilados, y vuestro planeta se vuelva un páramo donde sólo se hallen los
cráteres formados por las bombas, y sea un desierto cubierto con polvo atómico”.
Otro campo al que Jesucristo indudablemente se refería, es:
Si alguno piensa que no debería mencionar la Iglesia como un campo necesitado, permítame
recordarle lo que E. Stanley Jones ha dicho: “Hoy día la iglesia se ha vuelto un campo de evangelización
en vez de una potencia evangelizadora”.
Con mucha frecuencia los pastores me dicen: “Si en esta campaña no alcanzamos a ninguna
persona nueva, suficiente será que tengamos tal avivamiento que todos los miembros de la iglesia
se aviven y renueven sus votos de consagración y devoción”. La razón es que cualquier pastor sabe
que en los servicios regulares de su iglesia pueden gozar frutos evangelísticos, si tan sólo la iglesia
es avivada y el pueblo cristiano recobra el espíritu de evangelismo. Esa es la tarea primordial
de pastores y evangelistas; no sólo predicar sermones evangelísticos, sino causar una iglesia
evangelizadora.
Porque, al fin y al cabo, la Iglesia no tiene sino una misión: redimir al mundo. La ganancia de almas
debe tener prioridad en el programa eclesiástico. El evangelismo no es una actividad al margen: no es
un programa opcional; no, sino que es la función primordial de la Iglesia. Como dijera Willard Sperry:
“La tarea más importante de la Iglesia es lograr que Cristo sea real a cada generación”.
Si, pues, el evangelismo es la tarea fundamental de la Iglesia, fracasar en ello es fracasar por
completo, no importa cuanto éxito alcancemos en todo lo demás. Si fallamos allí, somos un fracaso para
Dios, un fracaso para la humanidad perdida, y un fracaso en nuestro propósito y nuestra misión.
No hay manera de compensar por el fracaso en el evangelismo. El aumento en las finanzas no
ocultará ese fracaso, ni tampoco el construir mejores templos, ni el aumentar la asistencia a la escuela
dominical, ni crecer en membresía. Tener mejor prestigio no disimulará el fracaso, ni ser más cultos.
No hay nada, absolutamente nada que compense por el fracaso en la tarea fundamental de la
Iglesia: ganar a los perdidos para Cristo Jesús.
Tampoco podemos compensar como individuos por ese fracaso. Aunque mejoremos la educación
cristiana, aunque cantemos mejor, aunque prediquemos más elocuentemente, aunque perfeccionemos
la administración, aunque incrementemos las finanzas. Cristo no dijo: “Pagad,” sino “Id por todo el
mundo”. Quizá usted diga: “Es que yo no puedo ir al África, ni a India”. No, es cierto, pero sí puede
ir a cada rincón del lugar donde vive, a su vecindario, a su escuela, a su tienda, y hablar de lo real
que Cristo es para Usted. Usted puede alzar sus ojos y ver los campos a su derredor, y entonces
arrodillarse y orar hasta que su alma se sature de la pasión por redimir a los perdidos que lo rodean.
¡Cuán urgente es que levantemos la vista! Que la levantemos de nuestros planes para construir,
de nuestros esfuerzos por levantar más dinero, de nuestra propaganda y campañas de asistencia, y
veamos los miles y miles dentro de la iglesia que están fríos, indiferentes, secos a la causa eterna que
en realidad nos concierne.
Las iglesias están de moda hoy, pero no por el éxito de su misión redentora, sino por sus planes
de unirse, de levantar más fondos, de edificar más templos, de tener más miembros, de lograr mejores
asistencias, y, por supuesto, de volverse “ecuménicas”.
Todo eso es importante, pero no esencial. Serían esenciales si se tratara de establecer una
institución, pero es el caso que se trata de establecer un reino, el Reino de Dios.
La religión hoy es popular en muchas partes. ¡Qué tragedia! Porque cuando la religión es popular,
cesa de ser redentora. Hoy día la iglesia tiene más dinero y más miembros, pero menos influencia y
menos poder. Hemos olvidado que no sólo debemos consolar a los afligidos, sino también despertar a
los dormidos. Y perdemos el tiempo entonando canciones de cuna a los que duermen en las bancas del
templo, mientras el mundo afuera se convence más y más de que la Iglesia no tiene un mensaje para el
atribulado mundo de actualidad. ¡Qué tragedia: el mundo está en revolución y la Iglesia duerme!
Sin embargo, no olvidemos que otro campo al que Jesús se refería es:
El campo, en fin de cuentas, es cada hombre y mujer, cada joven y señorita, cada niño y niña, que
están sin Cristo.
Madame Curie dijo: “Los científicos debemos interesarnos en las cosas, no en las personas”. Ese
pudiera ser un buen lema para los científicos-quizá lo fuera antes de la era atómica, pero nunca para
el cristiano. Más bien, “El cristiano debe interesarse profundamente en los individuos”.
Comencé este mensaje con una samaritana: permítame terminarlo con la historia que Cristo
relató sobre un samaritano, una historia tan conocida que me temo haya perdido su efecto
perturbador.
Por supuesto, usted la recuerda bien: Iba un hombre camino de Jerusalén a Jericó cuando unos
bandidos lo asaltaron dejándolo maltrecho y sangrante. Un sacerdote pasó, lo vio, pero siguió su
camino. ¿Por qué? Alguien sugirió que el sacerdote iba a Jericó a predicar un gran sermón sobre el
evangelismo personal, y no tenía tiempo de detenerse y ayudar a aquel pobre hombre abandonado.
Temía llegar tarde al servicio.
Después pasó un levita, y cuando vio al malherido, también se fue de largo. Un “levita” de hoy
sería un oficial de la iglesia, o un miembro del coro, o un maestro de escuela dominical. Quizá el levita
iba a Jericó a una reunión misionera, o a una junta oficial, o a un ensayo del coro. El hecho es que se
pasó de largo, esquivando la angustiosa condición del viajero asaltado. Estaba demasiado ocupado
en la iglesia para distraerse en otras cosas. En una revista reciente se publicó el caso de una mujer
que fue asaltada en la noche, mientras un buen número de personas oían sus gritos de auxilio y sus
quejidos, pero nadie hizo nada por ayudarla, ni siquiera por llamar a la policía. El escritor dijo que el
hombre moderno cree firmemente en “la política de la no intervención”.
Al leerlo, pensé: “Dios mío, cuántos cristianos creen también en esta ‘política de la no intervención’.
Ven hogares destruyéndose, vidas haciéndose pedazos, mentes volviéndose locas, almas cayendo en
la condenación pero se pasan de largo porque no quieren intervenir”.
Mas luego el Señor contó de un samaritano; uno a quien ni siquiera se le consideraba religioso;
también se dirigía a Jericó, pero cuando él vio al herido se detuvo, tuvo compasión de él y acudió en
su auxilio. Observad los pasos: (1) primero lo vió, no sólo la sangre y la ropa rasgada, sino al hombre;
(2) tuvo compasión de él, qué palabra tan extraña en un mundo tan egoísta donde nos codeamos con
tanta gente pero tocamos tan pocos corazones; (3) se acercó a él; no se pasó de largo sino que estuvo
dispuesto a intervenir, a involucrarse; y (4) lo auxilió, no dijo: “Cuando llegue a Jericó voy a avisar
para que manden una ambulancia para que vengan y lo recojan”. ¡No! Él lo ayudó. Estuvo dispuesto
a molestarse, a ensuciarse, para ayudar a restaurar a aquel pobre.
Todos nosotros estamos en un camino a Jericó, y hay miles y miles de hombres y mujeres
fracasados, asaltados, heridos, hambrientos, cargados de pecado, sangrando por los golpes de la
vida, en su mente, su cuerpo y su espíritu. Que Dios perdone nuestro egoísmo cuando nos rehusamos
a detenernos, a molestarnos, a ayudar, y nos pasamos de largo.
Que Dios nos ayude a levantar nuestros ojos de todo lo que es trivial, superficial, secundario, y
ver bien los campos. Entonces caeremos sobre nuestras rodillas hasta que seamos llenos del poder
de su Espíritu Santo, y nos levantaremos e iremos a hacer nuestra parte por redimir al mundo.
E
n la siguiente página encontrará un documento escrito por James D. Hamilton, extraído del
libro El ministerio del pastor consejero (Kansas City: CNP, versión electrónica) acerca de la
necesidad ética que tienen los ministros de conocer los linderos de su desempeño en la tarea
de aconsejamiento. Puede utilizar este material para complementar las Notas de Clase.
INTRODUCCIÓN
La función de consejero del pastor es completamente vieja o completamente nueva. Es vieja en el sentido
de que siempre ha habido intermediarios entre el hombre y sus problemas. Esto quiere decir que siempre ha
habido personas que han actuado como consejeros de personas que se enfrentan a problemas serios.
A veces estos consejeros se ofrecían ellos mismos, en ocasiones eran designados por otros,
en virtud de su posición o edad, como en el caso de videntes, sabios, reyes magos, o profetas.
Así era particularmente en el mundo oriental. Cuando uno estudia la historia bíblica puede ver qué
lugar tan prominente se le daba al que actuaba como consejero en el pensamiento y la vida de los
judíos. El Antiguo Testamento, particularmente el libro de los Proverbios, hace muchas referencias
al aconsejamiento. Históricamente, el aconsejar ha sido visto más como una función que como una
profesión. El aconsejar se veía más bien como un producto de otra profesión.
Aconsejar es una función nueva en el sentido de que como disciplina profesional separada principió
a resaltar en este siglo. Históricamente estaba relacionada con tres cosas: (1) El surgimiento de la
psicología de factor y tendencia; (2) El desarrollo de la psicología motivacional; y (3) El surgimiento de
la enseñanza vocacional, que data desde la publicación del libro de Frank Parson titulado “Escogiendo
una Vocación” (Choosing a Vocation). El movimiento moderno de aconsejamiento principió cuando
este libro fue publicado a principios de esta centuria.
Ha habido un continuo cambio de énfasis, de problemas a personas en el movimiento consejero.
En esa forma la meta de esta actividad ha venido a ser que el individuo haga los ajustes necesarios en
su vida. Se cree que es la persona quien necesita ayuda y no el problema lo que necesita resolverse.
Aconsejar [2] quiere decir muchas cosas diferentes para muchas gentes. Actualmente, el término
“consejero” ha sido motivo de mucho abuso. No nos sorprenda descubrir que hay personas que sirven
como consejeros de préstamos, de campamentos, de modelos, y aún para el cuidado del césped.
Estos son usos descuidados de una buena palabra.
en forma superficial. Tampoco se puede decir que el consejo pastoral es una psicoterapia a fondo,
porque ésta busca hacer cambios de orden mayor en la estructura de la personalidad. Entre estos dos
extremos: el de recomendación y de psicoterapia a fondo, se hace el trabajo de consejo pastoral. El
consejo pastoral puede caracterizarse por los siguientes elementos:
1. Es una interacción espiritual-psicológica entre el pastor y el feligrés, los métodos y propósitos de
los cuales, tal como se ha notado, yacen entre dos extremos: el de recomendar y el de la psicoterapia
a fondo.
2. Los recipientes del consejo son consultantes o feligreses.
3. El aconsejamiento se hace con personas normales o a quienes se cree normales.
4. El aconsejamiento se hace con personas normales que están frustradas con frecuencia.
5. Su propósito es lograr un auto-entendimiento a luz de la potencia de la persona y requiere la
modificación de actitudes y conducta.
6. Le da más énfasis al presente y a lo consciente que al pasado y al inconsciente.
7. Se hace dentro de un contexto cristiano y sus metas son enteramente cristianas.
Puesto que los límites del consejo pastoral se determinan por estas siete características, es muy
importante que se examinen más de cerca. Al hacerlo, sabremos qué es el aconsejamiento pastoral y cómo
se distingue de otros métodos de ayuda personal. Esto nos provee los límites dentro de los cuales opera.
2. Los recipientes del consejo pastoral se conocen como consultantes o feligreses. Los que buscan
ayuda de un consejero profesional o psicólogo se llaman clientes. A las personas que van con un
psiquiatra se les llama pacientes. Aunque estas distinciones no parezcan importantes, de hecho lo
son. Un cliente es el que emplea los servicios de un profesionista y usualmente paga una cantidad
por estos servicios. El término “paciente” ubica la relación de ayuda dentro de un marco de referencia
médica. Como el pastor no es ni un consejero profesional, ni un médico, no es propio que llame a sus
feligreses clientes o pacientes.
3. El consejo pastoral se hace con gentes normales. El término normal, cuando se relaciona a
la personalidad, es muy difícil de definir. Unos piensan que es imposible definirlo. Otros niegan que
exista una persona verdaderamente normal. Esta posición resulta de la idea muy extendida por cierto,
de que la diferencia entre la salud mental y una enfermedad mental no es cuestión de clase, sino
de grado. Esta teoría sostiene que hay vestigios de enfermedad en la persona mentalmente sana y
vestigios de salud en la persona mentalmente enferma.
Cuando le pidieron a un psiquiatra que describiera una persona normal, contestó: “No puedo, nunca
me he encontrado con una”. No obstante, este libro asegura que las personas normales sí existen.
Sin intentar definir adecuadamente la normalidad, haremos un intento de describirla. Una persona
normal es aquella que tiene suficiente contacto con la realidad para enfrentarse, en un grado
razonablemente adecuado, con los más grandes aspectos de su vida. Puede trabajar, jugar, comer,
dormir, estudiar, manejar su automóvil y conversar de tal manera que mantenga su vida en orden.
Aunque algunas veces se halle frustrado, no está desintegrado. Sus amigos no lo consideran raro,
extraño, o peligroso. El pastor puede ayudar a personas “normales” en tanto que ellas confrontan
los problemas en su vida. Por otro lado, no puede ayudar inmediata o indirectamente a personas
“anormales”. Estas son personas que han perdido o están perdiendo contacto con la realidad, quienes
se están comportando en una forma extraña, y que son un peligro para ellos mismos y para otros.
Estas personas necesitan ser recomendadas a una clínica de psicología o a un psiquiatra.
4. El consejo pastoral se hace con personas normales que están frustradas. La frustración es un
bloque o interferencia de una necesidad o meta por causa de una barrera u obstrucción. La frustración
es frecuente e inevitable. Una vida sin frustraciones es inconcebible, porque las necesidades básicas
del hombre frecuentemente quedan insatisfechas y sus metas son bloqueadas. Por lo tanto, la
frustración se presenta en varios grados en cada persona. No es cosa de si la frustración ocurrirá; sino
cuan grande será. La frustración crea un gran dolor emocional y hace que uno pierda su objetividad.
Uno se pierde en sus problemas. No ve con claridad el modo de salir de ellos, es por esto que busca
ayuda. La frustración está presente en un grado intenso en la mayoría de las personas que buscan
consejo pastoral.
5. El consejo pastoral busca un auto-entendimiento a la luz de la potencialidad de la persona y
requiere una modificación de actitudes y conducta. Las actitudes y la conducta son los dos campos
en que el pastor trabaja.
6. En el consejo pastoral se le da más énfasis al presente y al consciente que al pasado y al
inconsciente. En este aspecto el consejo pastoral difiere mucho del psicoanálisis. El psicoanalista trata
en su mayor parte con las experiencias pasadas de la persona y sus impulsos inconscientes. Cree que
la persona puede ser entendida solamente en términos de su pasado y que el pensamiento consciente
y conducta de uno se determinan por fuerzas inconscientes. El pastor no tiene la preparación, técnica
y experiencia para hacer esta clase de trabajo. Por eso debe concentrar su énfasis sobre el presente
y el consciente. Estas son dos dimensiones con las que él cuenta inmediatamente, y son las dos
áreas en las que él está capacitado para trabajar. Este dominio está dentro del cuadro de la tradición
cristiana y de la teología cristiana.
El pastor consejero sabe que su aconsejamiento debe tener una dimensión divina. Sabe muy bien
que el hombre es un ser espiritual cuyas necesidades espirituales sólo pueden ser atendidas por Dios.
El pastor consejero considera al hombre en su relación con Dios y ve al hombre en términos de valores
eternos. Trata de traer al hombre dentro de una verdadera relación con Dios. El pastor tiene una meta
primordial y es que su feligrés, por sus consejos, llegue a un mejor entendimiento de la fe cristiana, y
“a la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).
Bibliografía
Comentada
Apéndice
Guía para análisis
crítico de lectura
CURSO : __________________________________________________________
ESTUDIANTE : __________________________________________________________
PROFESOR(A) : __________________________________________________________
PROGRAMA: __________________________________________________________
FECHA : __________________________________________________________
1. REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
Apellidos, Nombre del autor. Nombre del libro. Ciudad donde fue publicado:
Editorial, año de publicación, páginas leídas.
2. RESUMEN DE CONTENIDO
En esta sección se espera que el alumno haga una reseña de la lectura. Se evaluará la
capacidad del alumno para resumir la materia abordada por cada autor, en las páginas corres-
pondientes. Este resumen deberá incluir las ideas centrales, los puntos principales o la tesis
básica expuesta por el autor. Dependiendo de la tarea asignada, esta porción del análisis
crítico podría abarcar desde un párrafo normal hasta varias páginas, pero es necesario tener
presente que esto no es la parte más importante del análisis. Este resumen no debe consistir
simplemente en la enumeración de los títulos o capítulos del índice.
Finalmente, el estudiante deberá precisar en qué aspectos la lectura de este libro ha sido de
beneficio para su vida personal y ministerial.
- Ponga mucha atención a la redacción. Se espera que esté al nivel de los estudios
que realiza el estudiante.
- Recuerde siempre los signos de puntuación y ortografía en general.
- Esfuércese en lograr precisión al escribir. La ambigüedad muestra falta de
comprensión en lo leído y escasez de criterio propio.
Guía para
la realización
de un ensayo
El Ensayo
E
l ensayo es uno de los géneros más modernos y de mayor cultivo en la actualidad. La
popularidad de que goza se debe en gran medida a su naturaleza versátil y al elemento
personal y subjetivo que contiene. También el hecho de ser el género por excelencia
utilizado en las ciencias sociales.
Se puede definir el ensayo como: “Un escrito en prosa, generalmente breve, que expone
sin rigor sistemático, pero con hondura, madurez y sensibilidad, una interpretación personal
sobre cualquier tema, sea filosófico, científico, histórico, literario, teológico, etc.”.
Las fronteras formales del ensayo son imprecisas. En la manera con que se expone y
enjuicia un tema colinda con el trabajo científico, con la didáctica y la crítica. Se separa de las
anteriores en que no sigue un orden riguroso y sistemático de exposición, ni pretende agotar
la materia, ni dar soluciones firmes. Lo personal y subjetivo, el punto de vista que asume el
autor al tratar el tema, adquiere primacía en el ensayo. La nota individual (los sentimientos
del autor, sus amores, gustos y aversiones) es lo que lo define y caracteriza. El lenguaje es más
conceptual y expositivo en el ensayo.
El ensayo se caracteriza por:
2. Clases de ensayo
a. De carácter personal: Casi confesional; es lo que los sajones llaman ensayo personal.
En ellos, por lo común, el escritor habla de sí mismo y de sus opiniones sobre hechos y cosas,
dentro de un estilo ligero, natural, casi conversacional.
b. De control formal: Es más ambicioso, más extenso y riguroso; se lo llama ensayo formal.
Es el que se aproxima más al trabajo científico. Pero es necesario advertir que aun dentro de
este tipo lo que siempre interesa es el punto de vista del autor y no tanto de los materiales que
elabora o el fondo de erudición que maneja.
En estos dos tipos extremos encontramos una amplia gama de modalidades intermedias,
según se aproximan o se alejan del uno o del otro. Y en cierto modo caben tantas clasificaciones
como puntos de vista adoptados por el género:
El ensayo de exposición de ideas: Son aquellos cuyo fin primordial es comunicar al lector
unas ideas, sean éstas filosóficas, políticas, sociológicas, etc.
El ensayo poético: Son ensayos donde lo poético prevalece sobre lo conceptual. Es un
poema en prosa. Vemos las cosas, el mundo, el paisaje y los hombres a través de la sensibilidad
y visión poética del autor.
El ensayo crítico: Son ensayos de mayor profundidad en los que se analiza y enjuicia
cualquier idea, obra o actividad humana. Su uso se extiende al campo de la historia, la
medicina, las ciencias exactas, etc.
3. Consejos al estudiante
— Seleccione un tema que conozca bien y que le haya causado una profunda impresión; por lo
general, podemos decir siempre algo convincente y persuasivo de lo que conocemos y sentimos.
— No se aparte de las normas y reglas del arte de la redacción. Una estructura libre no
significa en absoluto que la misma sea caótica e incoherente.
— Escoja un lenguaje adecuado al tema que piensa desarrollar. El mejor lenguaje es el natural,
el suyo propio. Aléjese de toda retórica y pedantería léxica.
— Trate de ser persuasivo, sin caer en el servilismo; y por favor, no pretenda ser gracioso y
agudo en sus observaciones, a menos que esas cualidades sean innatas de usted.
— No trate de ser original a todo trance. El hecho de que lo consustancial al ensayo sea la
interpretación personal del autor no debe entenderse como completa originalidad. Estudie su
tema, reflexione sobre él y documéntese con otras opiniones.
Notas