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OBRAS COMPLETAS

ABEL FARINA

Antonio María Restrepo R.


PÁGINAS LOCAS

(1894 – 1900)

PLAÑIDERA

Desierto miro el campo;

esclavas son las fuentes

del Dios de las heladas,

y callan y obedecen, y el tibio mes esperan

en su prisión de nieve

que con la lanza de oro

a socorrerlas vuele.

El pajarillo mudo

en su palacio agreste

esconde entumecido

la pluma refulgente;

y absorben el boscaje

amotinados duendes

que entre la niebla aúllan

y en el verano duermen.

Doquier silencio impone,


reina doquier la nieve;

los cielos muy obscuros

están, la tierra inerte.

la Musa del invierno

tristísima aparece; en funerarias ropas

su languidez envuelve;

y caen de sus ojos

innobles y dolientes, en argentado río

partículas de nieve.

Es Ella quien inspira

mis cántigas de muerte,

mis sueños de sepulcros

bordados de cipreses!

En vano me resisto,

en vano hartarse quiere

mi espíritu de goces:

su brazo me retira

del juvenil banquete,

y –¡adiós!- clamando, torno

el muladar silente

de la pasión eterna

y la aridez perenne
ORGULLO

En este desamparo

de las grandezas,

con indomables odios

a lo mezquino,

clavo hambrientas miradas

en mis tristezas

y en las agrias revueltas

de mi camino.

¿Sabes por qué las clavo?

Los muladares

más rojas, más gallardas

rosas producen,

y en los antros inmundos

de mis pesares

¡más frescas, más lozanas,

mis rosas lucen!

Sé que al postrer asilo

de la demencia

-¡preciso confesarlo!-

me iré bien pronto;


más ¡tengo sed de gloria

y hambre de ciencia!

¡feliz vivir no quiero,

vulgar ni tonto!

La dicha es insegura.

¡Yo no la anhelo!

Déjosela a quien hace

labor de un día:

yo maldigo la tierra,

y adoro el cielo;

la suerte de los grandes,

¡esa es la mía!

Poe, llanto encarnado,

luto viviente,

ángel de níveas plumas

que asfixió el barro,

César de los dolores

en cuya frente

estrelló la Desgracia

en su férreo carro;

Musset, himno de angustias,


el canto enfermo,

faro de viva lumbre

que rajó un soplo;

Byron, que vio en el mundo

sólo un gran yermo

y sintió de los males

el recio escoplo;

Esas cumbres altivas

de las grandezas,

esos odios sublimes

de los mezquino,

esas simas profundas

de las tristezas,

esas burlas sangrientas

de atroz Destino;

Más allá de la esfera

que ignora el sabio,

oculta a las miradas

del telescopio,

aún más allá fulguran…

¡y al triste labio

deben sus resplandores,


y al llanto propio!

ÍNTIMA

Yo quisiera los rápidos vuelos

de la idea, y del tiempo, y del águila,

y lanzarme al espacio sin límites,

y de un golpe saltar las montañas.

Y al umbral de mi madre, en la noche

cuando todo se arropa en la calma,

como un rayo de luna sentarme

de la aurora a esperar la llegada.

Y a las flores decir:

- El perfume

que en las puras corolas se guarda,

difundid sobre el lecho en que duerme

la que tiene un altar en ni alma.

Y a las aves rogar:

- Cuando arribe

el trineo de luces del alaba,

con arrullo de célicas notas


compasivas llegad, despertadla;

¡Que yo iré, mensajeras del día,

de rodillas y juntas las palmas

a pagar a sus labios amantes

de mil besos la deuda sagrada!

RESURRECCIÓN

Abramos la leyenda; deshojemos

como un lirio sus páginas:

vertamos el perfume de lo antiguo

sobre nuestras difuntas esperanzas…

Media noche. Las brisas suspirando

mansamente retozan en las ramas.

Gime el lago. Palpita en la altura,

como abejas doradas,

con sus alas de vívidos matices

mil estrellas pálidas.

Jesús, en tanto el pensamiento rige

- dócil corcel que a su señor acata-

y, caídos los párpados, medita.


Elévanse las aguas,

y a su vaivén constante

se asemeja a la barca,

sobre un tallo que flota

a una rosa inclinada.

-“¿Duerme Jesús?”- a Pedro con tristeza

una mujer de cabellera blanca

le interroga diciéndole, y suspira

con el gemir de las errantes auras.

-“¿Duerme Jesús?”- Y aún otra vez pregunta

- ésta con nuevo afán – la pobre anciana;

más súbito a las aguas descendiendo

que Tiberiades en su concha guarda:

-“Tierna mujer- (bello ángel de tal modo

rompe a decir) – no llores; tenté en calma:

nubes la tempestad cuaja en la altura,

rayos la nube con fragor desgarran;

y sobre tus tristezas y tu llanto,

sobre tus desventuras y tus lágrimas,

dulce como el primero

fugitivo esplendor de la mañana,


el hijo caro que en tus ansias lloras

¿no irá otra vez a compartir tus ansias?-

Pávido en su tumba despertando,

vino el hijo a los pies de la cuitada.

BROTE

Adiós a los amorosos devaneos;

adiós, ¡y para siempre!

La copa del amor está vacía,

el entusiasmo juvenil, ausente.

Convidado al festín, yo no he traído

sobre los labios la sonrisa alegre,

y una voz de ternura me reclama

muy lejos del banquete!

Al apagado ardor la calma sigue;

el escondido albergue,

a la ruidosa calle;

al frenesí, la postración inerte!

Quedad dentro la sala, afortunados;


bebed hasta las heces!

Yo he bebido también… acerbas lágrimas

que en mi copa rodaron solamente!

EL PRÍNCIPE

A L. Pineda U.

Los que habitan alegres la montaña

al mirarles aquel día

errar por los desiertos como un loco,

por valles y campiñas:

-¿Qué tienes? ¿Por qué vagas sin destino?

¿Por qué, por qué no admiras

como toso el arco en que revuelven

los astros sus pupilas?

¡Mira! De nuestras chozas en el fondo,

donde el placer anida,

hay menos pan que en el palacio tuyo,

¡y blasfemas de ira!

Leve seda tus miembros aprisiona;


larga mesa exquisita,

empapada en aromas como el aura

al regalo te brinda;

Sobre el lomo corceles voladores

te llevan donde pidas;

con púrpura tus sueños deliciosos,

¡oh Príncipe! cobijas;

En los labios en flor de la hermosura

en sus tiernas caricias,

bebe tu juventud la ansiada copa

de célica ambrosía…

Dijéronle; y volviendo de repente

hacia ellos la marchita

faz, que secó por siempre en infortunio,

hablóles en seguida;

- ¡Ay de los que ambicionan y ambicionan

en la tierra una dicha!

¡ay de los que suspiran en sus tardes,

y en sus noches se agitan!

¡Maldito el sol, que alumbra mi desgracia


y sin descanso gira!

¡Malditos el manjar que se me sirve

y la seda que brilla!

¡Y el perfume que ondea sobre el ala

sonora de la brisa!

¡Y el corcel… y el instante en que pensaron

en traerme a la vida!

NOCTURNO

Como en las sombras

que en la montaña,

al sol, arrojan

las nubes diáfanas;

Como los trinos

que en la enramada

al muerto día

las aves alzan;

Como los sueños

de dichas vagas

que en el espíritu
cantando pasan:

En estas horas

en que las lagrimas

siento que hierven,

mas no se arrancan,

Ante mis ojos

que el duelo opaca

en un cortejo

siniestro avanzas,

Mísera prole

desamparada;

y te contemplo

como una blanca

Visión de noche

que al rayo vaga

de melancólica

luna de plata.

_____

El rayo
dibuja

la undívaga

túnica

que flota;

y obscura,

su sombra

mi espíritu inquieto conturba…

_____

Tintas están tus manos de rojos besos

que el labio de la herida dejará impresos;

tinto al pálido circulo

de tus húmedos ojos,

que allí también el duelo grabó sus besos rojos.

Corona de flores de esencias no añejas

tu frente cubrían;

allí las abejas

zumbando bebían;

y hoy… ¡triste!… las dejas

ajarse en la frente que negros recuerdos enfrían!

El rayo

dibuja
la undíviga

túnica

que flota;

y, obscura,

su sombra

en ese cortejo de sombras confusas,

mi espíritu empapa

en hielo de tumbas

_____

¿Quién te hace compañía,

doliente huérfana?

Al rayo de la luna,

Pálida enferma,

¡de lágrimas los ojos,

los ojos que te amaron y que te aman llenas!

Eras la virgen blanca de ensueños de oro,

eras la tierna alondra de la alborada;

¡y bañan tus mejillas gotas de lloro!

¡y son tus cantos tristes, y es triste tu mirada!

Te contemplé no ha mucho

alegre y sola,
en rientes pensiles

cogiendo flores;

cantabas con los cantos

con que la ola

dice a la flor que besa

versos de amores.

¿Quién te hace compañía,

doliente huérfana?

Al rayo de la luna,

Pálida enferma,

¡de lágrimas los ojos,

los ojos que te amaron y te aman llenas!

_____

El rayo

dibuja

la undíviga

túnica

que flota;

y, obscura,

su sombra que hiela las almas

se mezcla a las sombras que el pecho torturan…

_____
Espectros deliciosos de helada boca:

Decid lo que en la Noche

saber ansío.

La sed que me devora calmar os toca;

¡soltad vuestros cantares

en el vacío!

UNICA VOZ

- Yo soy la Duda que obscurece el Cielo

y muerde el corazón; mi diente es frío;

derrocó los altares; cortó el vuelo

de las almas ¡y el Mundo es todo mío!

Al que llora de nubes le rodeo,

porque no mire un Dios en las alturas:

como ancha inundación es su deseo…

¡y están abandonadas las criaturas

Siglo tras siglo pasa,

de su destino incierta,

la Humanidad, que llanto

desesperado vierte,
y es, para entrar, la cuna

su sonrosada puerta;

mas, ¿quién, decidme, sabe

puerta de qué es la muerte?

………………………………..

Los seres que se adoran, los amantes,

separados por siempre!… ¡Madre mía!…

¡Calla, obscura visión!… seguid errantes,

tétricos hijos de la Fantasía!

…………………………………

_____

El rayo

dibuja

la undíviga

túnica

que flota;

y, obscura,

su sombra que hiela las almas

se mezcla a las sombras que el pecho torturan…

BODAS NEGRAS

Sentados a la mesa
ebrios de amor y de dicha,

al compás de la música sonora

que resbalaba en ondas infinitas

del ánfora de cuero

el líquido vertían,

y llevaban las copas a los labios

inflamados como ascua enrojecida.

Las manos en la sienes,

la mirada intranquila,

con fatigado aliento suspirando

bajo las pieles de Tibet y Siria,

un hombre… No!… un espectro

que importuno y con rostro de agonía

asomaba las cárdenas ojeras

en el recinto de la fiesta olímpica;

sobre el diván sentado,

desdeñoso a tamañas alegrías,

a las doradas joyas que oscilaban

y en las flamantes ropas relucían,

a los menudos tallos vibradores

y a los redondos senos que palpitan,

un espectro en el ángulo aguardaba

con impaciencia viva


la pálida hermosura, en cuyo elogio

templó mil veces la sonante lira.

ya en el remoto cielo

lento su disco hundía,

como un artista guarda su paleta,

el astro bello genitor del día;

y con la noche entraba,

en las sombras arrollado por las brisas,

un enjambre de sueños

agitando las múltiples alitas.

_____

-Ven- exclamó la Pálida- al regazo

en que duermen las almas escogidas;

Ven, que en mi seno puedes

Hallar la paz- hermana de la dicha!

Tu del festín en la soberbia estancia

sientes caer la lágrima furtiva.

y aunque la enjuagues,

en la árida mejilla

como un hilo de perlas quemadoras

de los hinchados ojos depositas.

Mira como sonríen

los convidados… ¡Mira!


llevan una aureola

de rosas en la sien. Y tu, mi vida,

un Cristo me pareces, y te veo,

con diadema de espinas,

en la temblosa diestra

puesta la caña do sangró la herida.

_____

¿Cuándo podré gozar de tus favores,

Novia de las ternuras beatíficas,

y agotar en el cáliz de tu labio

la embriagadora miel de tus caricias?

Yo soy el bardo triste,

y en tu prez encordé la rota lira.

En mis oídos zumban

con el rumor perlado de la rima,

líricas risotadas

que pueblan del festín la sala empírea;

¡y mis párpados brotan

en largo arroyo quemadoras linfas,

y llevo, como el Cristo, la cabeza

taladrada, y la frente pensativa!


FRAGMENTO

¡Ah, los supremos goces de la pasión vencida!

¡ay, el voraz cansancio de la virtud perdida!

Cuando a tu puerta llame con porfiada mano

el Mal, arroja, insulta, desecha al vil Tirano.

Yo sé muchas historias de inolvidables días,

de pérfidos halagos, de recias agonías.

En ellas, como un héroe de bíblicos cantares,

cruzó el Placer lloviendo diluvios de pesares,

Y, envueltos en las mallas de trágicos arreos,

ardientes y sudosos volaron los deseos…

Allí las blancas vírgenes de lúbricos contornos,

de aéreos, sutiles y diáfanos adornos;

Allí la fiebre loca, el beso eterno y rudo

de la impoluta esclava sobre el marfil desnudo;

Y, en mareante vértigo, cien danzas peregrinas


meciéndose al acorde de suaves mandolinas…

……………………………………………………

¡Y aquella larga fiesta, aquel carnal desvío,

de Abdul-Hasán no pudo matar el fiero hastío!

SOÑANDO

A R. Zea Uribe.

No son para menos las fantasías

que en los árboles y piedras del

del campo bosqueja noche tan

vaga y medrosa.

Salvador Rueda

Y vi que mi pupila

- limpio cristal que enturbia la borrasca-

al repentino soplo de la muerte

húmeda y tenebrosa se mostraba.

Sentí que de mi labio

- fresco otro tiempo cual gentil guirnalda-

ácaros espantosos
en confusos tropeles resbalaban.

Noté que sobre el pecho

en las manos enlazadas

- fría inscripción de un túmulo reciente

o escultural labor en mustia lápida-

de una ilusión ya muerta,

de ya muerta esperanza,

de un corazón ya roto

parecía sellar la tumba helada.

Y vi, soñando, cirios

de agonizante llama;

y olor de incienso y lúgubres salmodias

las olas del espacio desgarraban.

¡Cuán terrible era el sueño

en esas noches de encendidas lágrimas!

¡Qué tristes y que lentos sus arrullos!

¡Qué negros y qué extraños sus fantasmas!

Y sin embargo, escucha: lo que acaso

más rudamente sacudió mi alma,

y al despertar con infinita angustia


puso en mi boca la blasfemia airada;

eso que los que duermen nunca sueñan

y los que velan a idear no alcanzan,

fue sentir que, ya muerto, era un sombra

que en las neblinas húmedas vagaba

de un obscuro país mitad salvaje,

en que cien sombras temulentas pasan.

NOTAS DISPERSAS

Tiene el año sus horas

Tristes, fúnebres, yertas,

en que bajo el sudario que la cubre

ya no se siente palpitar la Tierra.

Tiene también la noche

Sus colgaduras negras,

en que por los espacios infinitos

vago hálito de muerte flota y hiela.

Mas tras aquellas sombras

de indómita tristeza,

tras aquellos pesares que en el alma

al fin hundieron sus agudas flechas;


Tras el crespón sombrío

y tras la angustia eterna,

pasa un rastro de amor que vivifica,

vaga un soplo de fe que regenera…

MERIDIEM

A F. Trujillo Villa

Queman aquí los besos

de las estivas llamas,

serpean los lagartos

en bochornosas vallas,

y crujen errabundas

en la pradera cálida

calenturientas hojas

y cristalinas ráfagas.

II

Allá, sosiego todo


respira: entre las salas

de la fecunda selva

Naturaleza canta.

Bajo el dosel riquísimo,

bajo la extensa arcada

de las soberbias frondas,

resurge la esperanza.

III

¡Oh salve, de zafiro

con vario tul veladas

viejas y angustias bóvedas,

matrices de esmeraldas!

¡Siempre en las horas negras

de languidez nostálgica,

vuestro retiro un bálsamo

vertió sobre mis ansias!

IV

Triste como en los días

en que pose la planta

sobre el ardiente polvo


en las ajenas playas,

- huyendo la presencia

de las mezquinas almas-

¡quién ¡ay! en su regazo

fuera a verter sus lagrimas!

Pasiones que no duermen

y rugen alteradas

en el inmenso bosque

do el temporal se arrastra,

con sus horribles gritos

y sus robustas zarpas

el ánimo me roban

y el corazón me rasgan…

FUTURO

Mis sueños, mi quimeras, la fe del alma mía,

Todo lo hermoso y puro

que aun vive entre las ruinas del corazón desierto

y aun arde entre las brumas del horizonte obscuro;


Flores que polvo yerto del mundanal combate

ni ajó ni ajar podría;

antorchas solitarias del pavoroso océano

a cuyas negras olas jamás se acerca el día;

Todo lo excelso, todo lo que fecunda y brilla

sobre el planeta obscuro,

mis sueños, mis quimeras, mis alegrías todas,

aguardan en sus sombras las voces del Futuro.

VÍSPERAS

A veces en la noche

se turba la honda calma,

y el blasfemar de congojoso sueño

como un aroma entre las sombras vaga.

¿Quién ¡ay! allí devora

tristezas tan amargas,

y aun el imperio del olvido lleva

el grave fardo de quemantes lágrimas?

¿No sabes?… Cuando luzca

amaneciendo el alba,
ente la luz, y el esplendor del campo,

y el infinito azul, y frescas auras,

caídos bajo el hacha del verdugo,

sangrientos como un ascua,

a un obscuro rincón del cementerio

entre las yerbas altas,

la espantosa cabeza, el tronco horrible

del triste criminal irán mañana!

ELEGÍA

Abrigue el seno la gentil doncella

del alba luna a la creciente huella:

por entre el bosque de erizados pinos

loca en su amor el breve pié desate,

y a un manso lago que el azul retrate

encamine su afán…

Suspire el viento,

Y el ruiseñor module entre las hojas.

¡Ay! ¡Cuán largas noches, y cuán lento

el giro de mis ansias y congojas!

Abro al jardín la puerta, donde escucho


como el aura su voz arrulladora,

impaciente robando a mi sentido

el sosiego y la paz que le enamora;

y se que lejos, en su casto nido

cabe la nieve del marmóreo lecho,

feliz aguarda el ángel adormido

los toques del amor bajo su pecho!

………………………………………..

¿Qué Numen puede atemperar ardores

con que en sus ojos, palpitantes, veo

del placer los ensueños seductores

alargarle la fiebre del deseo?

¡No existe ya!… y en vano a las estrellas

mis quejas van… y en vano, silencioso,

torno a mi estancia, entre quimeras bellas

ansiando al fin reposo…

Y clamo luego sin quietud ni calma,

Mirando al vasto resplandor del cielo:

-“¡Tierna mitad de mi alma!

¡Flor de mis flores! ¡Norte de mi anhelo!


EL ENIGMA

A Guillermo Valencia

Es una historia de tristezas

en consorcio con lo fatal,

pues llora y suplica un mancebo

con extraña tenacidad.

Largo tiempo desatendido,

miraba iracundo al azul

en que la nota alegre hería

por el contraste de su luz.

Una bella adorable y muda,

con sortilegio abrumador

en red ensueños desbordantes

aprisionó su corazón.

Y era de verse los ahíncos

y la rara y absurda fe

con que, tras recios desengaños,

esperaba al cabo vencer.


Y pasaba noches enteras

en la contemplación sutil

de miserias que nos abaten

y doblegan nuestra cerviz.

¡Necia contradicción funesta!

como nunca su acento oyó,

la música de sus palabras

sonaba en su imaginación.

Con un tañido de promesa

muy vaga –cual de ser feliz-

y clamorosa resonancia

de apocalíptico clarín-

Porque en las azules miradas

había atracciones de imán,

con un poder jamás vencido,

absoluto en la inmensidad.

La adorable u muda hechicera,

cuando rendíase más él

pidiendo el voto de su pecho

- la extinción de su padecer.
Por el irremediable edicto

de la dócil Fatalidad,

callaba, abriendo las pupilas

como ordenando interrogar.

Y sentía él su pecho roto

que amenazaba sofocar,

al acercarse a la pupilas

de la enigmática deidad-

Y seguía noches enteras

en la contemplación sutil

de miserias que nos abaten

y doblegan nuestra cerviz-

Y languideciendo al ahínco

y la rara y absurda fe

con que, tras recios desengaños,

- mártir del Destino cruel-

La eterna esfinge de la Vida,

con su inmensa desolación

y con sus halagos traidores,


aborda el humano dolor.

(Walt Whitman ríe: la armonía

fúndelo todo en el Azur-

y Salomón llora en su trono…

“Spíritus flat ubi vult”)

MENSAJE

Prefiere el gran dolor que purifica

al mezquino sosiego

que cuerpo y alma pérfido emponzoña.

Acoge reverente

la memoria de un mártir generoso,

y escupe tu desdén sobre la púrpura

del muelle lecho de Popea infame.

Odia el placer estéril

- el ídolo brutal del Sibarita-

y ama el Dolor, que es Nilo

que horada el valle al desbordar, más crea.


De A. de Musset

LUCÍA

Caros amigos: cuando sucumba

plantad un sauce

junto a mi tumba.

triste es su aspecto… su cabellera

dará a mi lecho

sombra ligera.

Una tarde sentéme junto a ella;

solos los dos estabamos.

Ella incli nó la frente, y como en sueños

dejó flotar sus dedos sobre el piano.

Era un murmullo apenas… aleteo

de céfiro apartado

que débilmente rueda entre las cañas,

como temiendo despertar los pájaros.

El dulce encanto de las tibias noches,

de las noches de Mayo,

del cáliz de las flores entreabiertas


surgía a nuestro lado.

Del viejo bosque los antiguos robles,

del parque los castaños,

mecíanse al compás y blandamente

bajos sus tristes y llorosos ramos.

Oíamos las noche. La ventana

dejaba, entrelazados,

llegar hasta nosotros los perfumes

del más gracioso de los meses plácidos.

El viento estaba mudo; la llanura,

desierta; solo, el campo;

nosotros, pensativos, casi niños,

teníamos quince años.

Yo miraba a Lucía, rubia y pálida.

Jamás ojos más mansos

del cielo más hermoso lo profundo

vieron, ni el azul bello reflejaron.

Ebrio de su belleza, a ella tan sólo

amaba yo en lo vasto

del Universo, y con amor tan puro

como el fraterno amor… cariño santo!

Callamos largo tiempo; entre las mías

tenía yo su mano;

y miraba soñar su frente triste,


de virginal encanto;

y, a cada movimiento, en lo secreto

de mi pecho, sentía el soberano

poder con que aliviar nuestros dolores

saben de juventud los dulces años.

La Luna, levantándose de Oriente

por el secreto espacio,

en ancha red de plateadas hebras

su rostro esclareció con tibios rayos.

Y ella, su imagen viva en mi pupila

resplandecer mirando,

cual con sonrisa de ángel en la boca,

empezó luego a derramar su canto:

Hija de los pesares, Harmonía!

Lengua que para Amor inventó el genio,

que nos vino de Italia, y a la bella

región de Italia deparó el Eterno!

Lengua del corazón, como miel suave;

única en que se muestra el pensamiento

despojado del velo pudoroso

que lo oculta a los ojos indiscretos!

¿Quién sabe, dime, lo que puede un niño

escuchar y decir en tus ligeros,

castos suspiros, cual su voz amables


y tristes a la vez como su pecho?

Se sorprende un lágrima que corre,

una mirada; es lo demás misterio

que ignora el vulgo, como el hondo arcano

que Noche y Mar encierran en su seno!

Pensativos y solos, a Lucía,

miraba yo. – de su romanza el eco

parecía temblar en nuestras almas

como en las hojas el nocturno céfiro.

En mi hombro con gravosa pesadumbre

apoyó su cabeza el desaliento.

¡Pobre niña! ¿sentías de Desdémona

gemidos y sollozos en el pecho?

Llorabas; en tu labio idolatrado

dejaste tristemente el frío beso

de mis labios caer, y fue tu pena

quien recibió aquel ósculo primero.

Así yo te abracé, pálida y fría;

Tal, dos meses después, al cementerio

fuiste llevada; así desapareciste;

¡casta flor de mis cármenes risueños!

Tu muerte fue la plácida sonrisa

con que en la cuna despertaste un tiempo;


y, envuelta en los aromas de infancia,

rasgando el aire te elevaste al cielo.

…………………………………………………

Dulce misterio del hogar que habita

y embalsama la púdica inocencia;

risa, sueños de amor, cánticos tiernos,

palabras de feliz arborescencia;

y tú, que en el umbral de Margarita

refrenaste de Fausto la impaciencia;

tú, prístino candor, tú, embriagadora

pasión celeste… ¡ah! ¿dónde estáis ahora?

¡Paz profunda a tu ser! ¡Duerme, bien mío!

¡Adiós, adiós! Sobre el ebúrneo piano

ya nunca más revolará tu mano

en la apacible noche el Estío…

Caros amigos: cuando sucumba

plantad un sauce

junto a mi tumba.

triste es su aspecto… su cabellera

dará a mi lecho

sombra ligera.
II

A MADAMA B.

Amándote, yo hubiera

dado por ti la vida;

tú, empero, me arrancaste

de amarte ansia infinita.

Superfluos son ahora

tu llanto y tus sonrisas;

¡ya nunca prisionero

seré de tus perfidias!

Así, cuando la sala

caótica y antigua

del pobre niño en vela

los sueños resucita,

A descolgar, desnudo,

la espada enmohecida

corre, y, de horror temblando,

se encierra, vuelve y gira


En la tartárea alcoba,

entre sábanas frías.

Luego, cuando ya el alba

entreabre sus pupilas,

Mira el niño sereno,

las pálidas cortinas,

y, viendo el arma inútil,

con triunfal sonrisa:

- “¡Ay! ¡Cuánto, cuánto miedo!

¡Qué niño soy aún” - grita!

III

ACUÉRDATE DE MÍ

Acuérdate de mi cuando el palacio

de oro abra Aurora al renaciente sol;

acuérdate de mi cuando en su velo

azul, la noche surja en la extensión.

Cuando al placer que llama tu corazón palpite

cuando la noche a sueños tiernos de amor te invite,


en los callados bosques oye elevarse a ti

aquella dulce cántiga

- Acuérdate de mí!

Acuérdate de mi cuando apartado

de tu seno feliz por siempre esté,

y haya pena y destierro aridecido

el pobre corazón con que te amé.

Piensa en mi triste afecto y en el supremo adiós!

¿Qué son ausencia y tiempo, amándonos los dos?

Mientras mi pecho lata –siempre de amor por ti-

dirá a tu oído – Acuérdate,

¡oh! Acuérdate de mí!

Acuérdate de mi cuando en la fría

tierra duerma mi roto corazón,

y abra en su dulce cáliz en el mío

la del sepulcro solitaria flor.

Jamás volveré a verte; mas, como fiel hermana,

mi alma eterna a tu lado descenderá mañana.

Escucha como gime de noche y vuela a ti

La voz de los ausentes:

- ¡Acuérdate de mí!
PRÓLOGO

Para, escucha…Detén un momento

la grácil pisada,

y al Amor que solloza el oído

un momento sus pórticos abra.

Pobre pájaro errante en la nieve,

en la nieve que rompe sus alas;

vago son de nostálgico arpegio,

como nota de vieja campana:

un abrigo en la pálida Noche,

en la Noche de brumas opacas,

a tus puertas, Amor, de fatiga,

de angustia y fatiga temblando reclama.

Pensativo saluda la aérea

nebulosa lejana,

que al través de los hondos espacios

misteriosos fulgores derrama;

y en aquel idioma que solos,

que solos y tristes los náufragos hablan,

al astro perdido de glorias y sueños


jadeante murmura cadencias extrañas.

……………………………………………..

Para, escucha…Detén un momento

la grácil pisada,

y al Amor que solloza el oído

un momento sus pórticos abra.

Largas horas ha ya que te espero;

¡caricias y besos y flores te aguardan!

en triunfo se yergue

la dulce Esperanza,

el aire recoge

las húmedas gasas,

y mística alondra, despierta a los rayos

del sol que se alza,

en sus mágicos trinos envuelve

las trémulas ramas…

FLOR DE PASIÓN

La ancha sombre esparcida en el aire

soforcarnos tremenda amenaza;

el murciélago ronda su hueco

y sacude las húmedas palmas;


tristes, lúgubres silbos errantes

atrevidos la atmósfera rasgan;

y –en su manto de púrpura envuelto

como un rey- al final de la pampa,

descansando en los brazos de un ángel

el dios rubio se sume y apaga.

Cual la chispa del sol moribundo

de la noche que llega en la falda,

así a veces palpita una estrofa

en el caos saliente del alma!

Pero…

Dime: ¿comprendes, hermosa?

De mis versos que lloran y cantan

¿mal penetras velado sentido,

que así vives haciendo la ingrata?

Las purpúreas rosas murieron

al contacto glaciar de la escarcha;

y tu, Reina gentil, que las viste

desprenderse, hacia el antro impulsadas,

con un soplo de vida ¿quisieras

a la luz otra vez despertarlas?

Tuyas son, Creadora de ensueños;


tú les diste color y fragancia,

y al sentirlas crecer, ¡cuanta dicha

en tu regia pupila irradiaba!

Hoy es todo tristezas el huerto:

ya su alegre verdor de esmeralda

en opacos matices cambiaron

del Olvido las lóbregas alas.

Ven, y sigue mi paso seguro;

a la mía tu mano entrelaza:

visitemos las simas ignotas

en que ha mucho se hundió la esperanza.

Por tu bien, allí cerca uno de otro,

haz que roce mi brazo en tu falda:

si me dejas -¡el Monstruo está dentro!-

Morirás si un segundo te apartas:

¡cuanto rica de hechizos, Frinea,

eres pobre de ingenio y de armas!

Ya dejamos atrás los umbrales;

tibia flota la luz a distancia

en el seno de Abril que rocía

con sus áureos efluvios las ramas.

Un rugido medroso a los lejos


se desprende con ira y avanza

por la negra caverna en que huimos…

¿Tienes miedo? ¡Salgamos! ¿Te espantas?

¡Es el vértigo alado que rueda

en el círculo inmenso del alma!

Así vivo – ¡no tiembles!- la vida

De la idea: en perpetua borrasca!


FLAUTAS DE PAN

(1902 – 1904)

SANTIAGO

A su hijo, Isaac Ochoa

Los que en la urna de la memoria

guardáis alguna trágica historia

de un padre muerto, ved la leyenda

que oí una tarde bajo mi tienda

- bajo mi tienda de peregrino,

situada a orillas del gran Camino.

Era un valiente de ánimo noble;

su talla, altiva cual la del roble,

barbas de plata, cabello cano,

y ojos marchitos, como de anciano.

Lector: ¿quién era? ¿de do venía?

¿fue un visionario de profecía?

¿acaso un mago, juez de Caldea?

¿gran sacerdote de la Judea?

¿o rey caído? Tal semejaba


a paso lento cuando marchaba,

entre las sombras, bajo el Misterio,

combado el dorso y el porte serio.

Cruzando el Valle tocó la altura,

Ganó su cima, y en la llanura

Vio que a lo lejos, sobre un caballo

de negras crines y férreo callo,

la vieja Muerte –la eterna amante-

borraba el disco de un sol distante.

Y él dijo, fiero: - Mí sol concluye,

se aparta el astro, todo me huye,

llueven tinieblas sobre mi día…

¡Feliz un alma como la mía,

que al disiparse sus horizontes,

tras tantas sombras hallar espera

rojas auroras cabe los montes,

frescos retoños de primavera…!

……………………………………….

Lector: ¿quién era? ¿de do venía?

No sé. La noche precede al día;

seca la espiga, madura el grano;


y en el espíritu de aquel anciano,

de aquel valiente de ánimo noble

y talla altiva cual la del roble,

a fe de bardo yo te lo juro,

mancha no hubo ni toque obscuro.

Todo fue claro, todo fue noble;

Fue noble y claro, fue claro y puro.

CROQUIS

La madre de su estancia, de amor torturada;

Insomne la niña tras la reja oyendo…

¿Qué dicen la auras, gentil niña hermosa?

¿Por qué estremecido

palpita tu seno?

¡Cuan tarda la aurora

despierta en el cerro!

Y escuchas… ¿Qué escuchas?… las aves perecen

mover en la ramas orquestas de besos.

II

La madre en su estancia;
La niña en acecho…

¿Por qué entre los dedos gallarda aprisiona

la flor en sus labios

henchida de anhelos?

¡Quince años! Buen día.

Los ojos muy bellos,

un ánfora el alma,

la vida un deseo…

III

La madre es hermosa; la alcoba está obscura.

Cansado el esposo deja el aposento.

Livia a su retrete torna pensativa,

y sonriente y muda mirase al espejo.

EN EL ÁLBUM

Débora, Salomé, Belkiss divina,

con su cítara y crótalos, su danza

y jibosos camellos

de mirar do perece que culmina

el enigma sutil de la Esperanza,

envidiaran acaso tus cabellos.


Tu labio – purpurina

flor de miel, abrileña

guirnalda – es un Himeto en donde sueña

la abeja del placer idilios vanos.

En tu cabello de líbicos marfiles,

en tu rostro, y en tus manos,

y tu boca, y tus risas, hacen coro

al albor de los años juveniles.

Y un enjambre sonoro,

bajo etéreos cristales

suelta dardos de oro

tu pupila sedeña…

¿Quién al verte, en su mente no diseña

el cariz de la Peris inmortales?

RAPTO DE LAS QUIMERAS

Al artista y filósofo indiscutido

al apreciable colega y amigo

de verdad, Efe Gómez

I
EN EL VESTÍBULO

Mediodía. En las ramas duerme el nido,

el sol en tersas frondas espejea,

zumba ufano el enjambre que negrea,

y el pensamiento calla adormecido.

Flora en los pliegues de ideal vestido

mis ojos cautos con amor recrea,

y, muerto el corazón para la Idea,

ábrese a las delicias de Cupido.

Tras el boscaje un Término barbudo

grave defiende la heredad y finge

lascivamente acariciar un sueño.

Todo en la varia soledad es mudo,

y ante la ambigua mueca de la Esfinge

el tiempo pasa aligero y risueño.

II

ENUNCIACIÓN
Escultórico grupo los jardines

ornado ver en mi interior deseo,

y al dardo occiduo del arpón febeo

al ruido percibir de los festines.

Sátiros, diosas, ninfas, paladines

victoriosos: - Cortés, Hastings, Teseo-

falanges de inmortales en que veo

trasgos, gigantes, monstruos, serafines…

Amo la fiesta olímpica y pagana,

cuando al rayar del véspero se aduerma

el orbe en lechos de zafiro y grana;

Y en las Tebaidas de mi vida yerma,

soñando las auroras del mañana,

sentir la carne de placer enferma.

III

LA SÚPLICA

Plegó la tarde sus joyantes galas


y muere el astro en el confín sediento;

como marea se alza el pensamiento

y quiere al fin desperezar sus alas.

Místicas notas de las cumbres ralas

en haces baja sonoro el viento;

mécese el bosque al vespertino aliento,

que aroma esparce en la etéreas salas.

Ya estás aquí, te oprimo entre mis brazos,

dichas por luengos años consentida,

gloria nupcial de pláticas y abrazos.

¡Horas, tened la planta estremecida;

que pudierais tornármele en pedazos,

é, primer regocijo de mi vida!

IV

EL DESENCANTO

Mas ya la sombra inescrutable y muda

tercio veloz con desusado empeño,

y el ave blanca de mi blanco ensueño


sus mustios remos en silencio anuda.

Bajo la arcana realidad desnuda

frunce mi altiva exquisitez su ceño,

y al recio golpe del tirano dueño

viril y estoica en su desdén se escucha.

Nimia ilusión de mágico espejismo

en glaucos pozos dibujó el paisaje

de un mundo más que el exterior sonriente.

Pero cayó la noche del abismo,

cruzó mi rostro con severo ultraje,

¡y hubo un negror de Tártaro en mi frente!

PANAMÁ

ELEGÍA

Para J. Escobar

Proscrito, errante y solo,

de un polo a otro polo,


el viento, que embalsama

ya un lirio, ya una rama,

con libres aleteos

sus ámbares consume,

y ahoga en su perfume

alcázares deseos.

Ronco, mudable, humano,

turbando el Océano

con gritos que no acalla

se secular batalla,

en átomos la presa

de su furor divide,

y el mar inmenso mide

que lo infinito expresa.

La tierra a sus antojos

postergase de hinojos;

palpita estremecida

la entraña que dio vida;

erízase el folla je

como tonante ola,

y pliega su corola

la anémona salvaje.
¡Oh, símbolo viviente

de libertad ingente,

que en el Azul sereno

emula a rayo y trueno;

eterna cifra, emblema

de lo sublime y grande

do el Invisible escande

y aclara su problema!

De aladas profecías

Colmáronle en los días,

Sagrados para el mundo

Del Ideal fecundo;

prestando en los abriles

risueños de la Historia

heraldo a la victoria

de troncos juveniles.

Ora, tal vez, resuena

gimiendo en la almena

de un templo, de un castillo,

bajo el sidéreo brillo;

mas ya en su voz no escucha


la humanidad insana

promesas del mañana

ni excélsiores de lucha.

Rodó la plebe al fango

con el eximio rango;

doquier, la vista inquieta,

interrogó el poeta;

y en su demanda inútil,

calló Natura fría,

y el Pueblo respondía

con un sarcasmo fútil.

¿quién el vigor restaura:

ciclón, ráfaga, aura?

¿El norte será acaso,

cuando con bronco paso

a toda queja mudo

y a ajena mira inerte,

los campos de la muerte

oprima con su escudo?

Temblad, envilecidos

siervos del mal; ruidos


percibo desde el suelo

do me postró mi anhelo.

Al arma tocan; deja

su estepa Atila osado,

y es fiemo cuando ha hollado

las horda que se aleja…

¡Latina raza mía!

despiértate, que el día

se anuncia en que el Coloso

perturbe tu reposo.

¡Al yanqui! ¡al yanqui! ¡Fuera

flote la enseña roja,

o el llanto que la moja

consuma tu bandera!

CANTO DE ODIO

No seguiré tus huellas, fugitiva

gata montés; mi prado esmaltan flores,

y el dulce caramillo los pastores

tañen en torno de la danza viva.


Sombra al anhelo de la de mano esquiva,

sombra no más y míticos colores

fue tu ilusión: ajaron mis amores

nieve y granizos y tormenta altiva.

Mas siempre erguido rebatí tus males…

Ni he de seguirte, ¡oh blanca Stella amada,

Luz y fanal de luz entre fanales!

Yo, el varón, casi un dios, hembra menguada,

No asesto a cieno o roña mis puñales,

Y aun, en ti, fuese honor mi carcajada.

EL MONÓLOGO DE TODOS LOS DÍAS

¿Te ama tal vez? ¡Oh, ingenuo: no la creas!

Vio el esplendor de tu imperial carroza,

la piel de tus soberbias hacaneas,

y el oro de tus ocios alboroza.

Y dijo:

- En la balanza del destino

¡cuánto pesan los dones del magnate!

Luz y amor sobre un árido camino


bríndale Dios. Su mesa regalada,

do el beso triunfa y resplandece el vino,

fue con dorados paños recamada.

Al véspero oscilante,

con discreto placer, paso, muy paso,

sorprendiera el enigma vigilante

del cielo y del Ocaso.

Y en la noche encendida

De rumores alígeros y estrellas,

¡cómo a sus pies, temblando enfiebrecida,

asióse en el naufragio de su vida

una cohorte innúmera de bellas!…

¿Puedo yo altiva resistir ahora?

¿Por qué mi pecho es sonoro estruendo

oirá el clarín de la riente aurora,

para otra vez agonizar gimiendo?

Mi planta vacilante

el rudo peso de mi cuerpo apenas

sostiene ya: ¡soy sombre de un instante.

onda fugaz, aroma de azucenas!

Veinte abriles me vieron

unir al seno, inútiles, los brazos:

¡para gozar, mis labios no tuvieron

ósculos ¡ay! ni brazos mis abrazos!


Pasé las horas triste

cual una errante tórtola, en la roca

de un deber que mis ímpetus resiste,

sola, impaciente, atormentada y loca.

Empero, he aquí que llega

mas propicia estación. Tendrá mi mano

bajo las hoces de la impura siega

rubio manojo de vendido grano.

Iré al amor en engañoso alarde,

por fácil senda de alfombrado verde,

a ver morir el astro que en la tarde

sobre un sitial de púrpura se pierde.

De lúbrico festín en la delicia

ajonjaré con lánguido abandono,

como una reina amable que acaricia

débil vasallo de opulento trono.

Y al comenzar de las paganas fiestas

en un lecho de níveos almohadones,

repetirán las clásicas orquestas

de mis besos, el mirlo en las florestas,

y el aura en los dormidos paredones!

SEIS DE MAYO
Todo dormía en este execrable

planeta; todo menos tú y yo.

Poe. – To Helen

EL AMIGO

Muy paso, al oído,

dirás tu tristeza:

los hombre prefieren las risas por frescas.

Yo se que en el alma

se ocultan las negras

vorágines hondas de deudas y penas.

Más ¿ves? ¡Cuán agudas

las mofas resuenan

de seres que cruzan, cantando, la Tierra!…

Tu sueños un mundo

sin luchas ni nieblas,

un mundo en que todo respire pureza;

Y lodo que forja

tiranas cadenas

gravita en tus alas con ira siniestra.


Un año que pasa,

una fe que rueda,

un vapor que sopla… ¡pobre alma!… ¿recuerdas?

Cuán manso era el vuelo

de las horas bellas

en las avenidas y en las arboledas!

Más, tocó a su ocaso

la fulgente estrella,

y una a una fueron tus glorias deshechas.

Tu soñaste un mundo

de ignotas quimeras,

ocultó a tus ojos la feliz vereda!

¿Aún sueñas?… ¿Aún luchas?…

no sueñes, ni sueñas,

si lucha, no luches; ¡todo se alza, y vuela!

Ella de otro amante

oirá las promesas

que tu labio ha poco acendró por ella;


Mas si en torno todo

cual llegó se aleja,

rompe en mil pedazos tu primer creencia.

Ti anhelaste un mundo

de floridas vegas,

de azulados montes y corrientes frescas;

Y en cerrada noche

sepultó la ausencia

vegas y corrientes, montes y florestas…

¡Qué! ¿lloras? ¡Pobre alma!…

la vida – esa senda

de goces y llanto- cual antes, te espera.

Cavar una fosa

no sé si debieras,

más, cávala, y hunde tu imagen en ella:

La imagen querida

que el alma venera,

¡cual todo se barra, se borra y se ausenta!


Tú anhelas un mundo

de extrañas quimeras,

un mundo en que todo respire pureza;

Y el lodo que forja

Tiranas cadenas

Gravita en tus alas con ira siniestra!

EL POETA

Muy paso, al oído,

diré mi tristeza:

los hombres prefieren las risas por frescas…

Doquier en mi seno

su amor se alimenta:

¿qué vale el olvido? ¿Qué puede la ausencia?

Digo adiós al valle

do la brisa juega;

dijo adiós al soto do el saurio serpea.

Y murmura el eco
de las hojas secas;

al placer que bulle en la ardiente fiesta,

Y al señuelo vano

de ambiciones muertas.

Mas, llegar al borde de la amada huesa,

De mi amor primero

cuando vive Ella,

y secando el llanto que en el alma quema

Repetir la triste

palabra postrera…

¡de mujer nacido, ni aun podré una queja

proferir a solas

de mi lucha interna!…

Yo he soñado un mundo de ignotas quimeras.

De sonrisas dulces

y caricias tiernas;

y el olvido ingrato con calladas nieblas

Ocultó a mis ojos

la feliz vereda!…

doquier en mi seno su amor alimenta:


¿Qué vale el olvido?

¿Qué puede la ausencia?…

¡Oh luchas! ¡Oh sombras! ¡Oh noches! ¡Oh nieblas!

BALADA A CLEM

En la tarde de rosas florecida,

cuando el incienso de los perfumes arde,

por contemplar los lirios de tu vida

corrí a tu lado, oh Maga de la tarde!

¡Oh Maga de la tarde florecida!

en el ríspido erial de los martirios,

han brotado los lirios de mi vida;

júntales con tus lirios, con tus lirios…

MUTISMO

A Manuel D. Navarro

- Cierra tu huerto a las inmundas crías

de indómitos rebaños;

sella tu fuente, y guarda en nuevos días


tu dios de los extraños.

Todo conspira contra ti: el insulto

sube a azotar a los Dantes.

Haya al calor de tu retiro el culto

de númenes distantes.

Eres fuerte, en tu faz semi-divina

mal velado anda el sello.

Te odia el vil: toda alteza de incrimina;

tu amas solo lo bello –

Calló la voz. Al eco y su mandato,

mudo corrió el poeta;

y hubo un silencio en el oasis grato

de la montaña escueta.

NOTAS ROMÁNTICAS

¿Llorar , -decís- y adormecer mi cuita?

Ser que divaga entre el enjambre humano,

sellar su queja en veces necesita

por sabias leyes del orgullo insano.


¿Reír…? ¿sabéis si vuestra risa alegra,

cuando en la lucha que el vivir entraña

a su vislumbre la intención más negra

puede alentar al mismo a quien engaña?

Pedí al saber su mágico tesoro,

mostré a la gloria mi naciente palma,

abrí las puertas al placer y al oro…

¡Yertos están mi espíritu y mi alma!

¿Do, en la celeste bóveda, palpita

el astro bello que miré de niño?

¿Do la infamada y tierna Margarita

me volverá su virginal cariño?

Todo en el mundo mi desdén conoce

y sí una vez enloquecer me veo

del torpe néctar con que aturde el goce,

otro, muy otro, ha sido mi deseo.

Que sólo aspiro, por mi bien acaso,

para calmar la sed con que me irrito,

a tener cerca de la boca el vaso

en que bulle el licor de lo infinito.


¡Dolor! En vano a tus altares llego,

trayendo en expiación un holocausto;

tantas cosas he visto, y estoy ciego!

tenaz me angustia el torcedor de Fausto…

EVOCACIÓN

Prietas ondos en lo alto recogidas

de una frente serena como el cielo

por las tersas mañanas

y en las noches radiantes de luceros;

blancas, patricias manos que ambiciono

sin esperanza, en doloroso ensueño;

talle gentil de Diana Cazadora;

ágil, mórbido cuello;

tibia boca ceñida

en que el pudor ahoga los deseos;

elástica pisada que las flores

hollar debiera en babilonios huertos;

castos ojos de paz que alumbran vivos

la cántara interior de los recuerdos,

con rápidos conjuros

otra vez a mi lado tornen prestos,


y despierten calladas alegrías

de los años que huyeron.

LAXITUD DEL POETA

De un serafín en el colmado lecho

otro la frente luminosa y blonda

arda con beso de placer que esconda

todo el sabor a las caricias hecho.

Yo en el vivir de mi tormento estrecho

cifro mi afán, y la esperanza honda

que entre nocturna funeraria ronda

bate con ala inaquietable el pecho.

De la Pasión las velas triunfadoras

plegáronse ante mí: precoz sapiencia

mordió mis miembros al dolor no esquivos.

Y pienso, herido, en las caducas horas

de incauto amor de tornadiza esencia,

y el dardo cruel, y los flecheros Divos.


EXORDIO

¡Oh, Numen de mis ansias peregrinas

que en las fugaces horas matutinas

con tu carro de luz el Bosque alegras:

boga surcando las favonias salas

y bajo el ampo de tus tibias alas

un iris vierte en mis estrofas negras!

¿SUEÑAS?

Si sueñas, y al morir el día

oyes entre la sombra espesa y fría

como un casto rumor que trina y vuela -

piensa que en solitario arrobamiento

llegó hasta ti mi triste pensamiento

que el fuego santo de tu amor deshiela.

EUMETRIA

I
Odio la regla primitiva y lacia

que copia en vasos frágiles la Vida,

y el fácil ritmo en música aprendida

que con desmayo y languidez se espacia.

Dadme la Forma en actitud de gracia

como el heleno apareció, ceñida

de tierna vid, o móvil y homicida

cual la Medea que en su horror se sacia.

Así: mi mente al abarcarlo todo,

posterga al vil, al máximo la escuda

en bronce o en mármol, ónices o lodo.

Y a la caduca rima que se muda,

de tosco aliño y aborigen modo,

con gesto breve de piedad saluda.

II

A…

Tienes para los versos

que ilustra el oro


aplausos, sahumerios,

triunfo sonoro;

para mis versos,

el odio y el vejamen

de los perversos.

Y he aquí mi gran pecado:

juzgué tus fueros,

espurios vi tus leyes

y derroteros

bastéme solo,

y anduve errante y libre

de uno a otro polo.

Más augusta que el trébol

y batatilla

vi el gran Moctezuma

la augusta silla;

por eso hicieron

mis encantos glorias

de los que fueron.

Y a plebeyos cantores

de tus escenas
encomendado altivo

rudas faenas,

desvié los ojos

de monarcas grandes

tras los despojos.

Más que el arriero inculto

de tus montañas

me cautivó el recuento

de las hazañas

del español guerreo,

con su casco y su lanza

de aventurero.

Y un día que bajando

curiosamente

al ciénago de tu alma

medí tu mente,

por dicha mía

tuve horror de aquella alma

todo el día.

Y vi que, tras la púrpura

con que te emboza


el rebaño de siervos

que te desbroza,

cólera sólo

guardas para el que pulse

lira de Apolo.

Para indianas mezquinas

fraguas tu fiesta,

de atambores y pitos

formas tu orquesta;

yo, noble y bardo,

amo las sinfónicas

del Rey Ricardo.

¡Cándidas ilusiones

de adolescencia

que despertó el sol vivo

de mi inocencia,

dichas pasadas

al abrigo de intrigas

y mascaradas!

No más vi mi retiro,

sombras distantes,
el plumón agitando

voléis cual antes:

ceñudo y fiero,

vigila un hosco búho

desde mi alero.

Esa es mi centinela

de mis amores;

con ella aprendí el canto

de los dolores

cierta mañana,

tanto por mi querida

cuanto lejana.

Príncipe de tinieblas,

el mago artero

dijo a mi oído cosas

que olvidar quiero;

sólo aquella ave

decir verdad en medio

de engaños sabe.

Triste como sus ojos

mi pensamiento
va del Orto al Poniente

surcando el viento;

y en vano busca,

que la creación es lámpara

que le ofusca.

Renegó de lo mismo

que un tiempo ansiaba;

maldijo del hermano

que le espiaba

- Caín atento –

en su hastío del hombre

mi pensamiento.

Y una tarde borrosa

que de improviso

miró abiertas las puertas

del Paraíso,

supo que abiertas

sólo para lacayos

eran las puertas.

De entonces vagueando

como azorado,
abre extrañas pupilas

de lo Increado

y mira atento

en su hastío el mundo

mi pensamiento.

Baudelaire –el caído

de un alma felina-

prestóle un arpa, y canta

con fe divina

la cruel tortura

a los lentos compases

de su amargura.

Por eso en los festines,

zambras, jaleos,

suenan lúgubremente

sus bordoneos;

por eso, huraño,

decora un hosco búho

mi hogar extraño.
LAMENTO DE LULL

Pájaros que en las copas verdecidas,

al murmullo de eufónicos cristales,

en medio de las nieblas matinales

holgáis entre las ramas adormidas;

Vosotros, que ignoráis de nuestras vidas

la ruin congoja, y los secretos males

y en perennes deliquios forestales

a olvido dais las esperanzas idas:

Parad el himno, y con dolientes voces

gemid, en salmos que el vivir arranca,

la mísera inquietud de los humanos.

¡Ay! ¡Cómo en ansia de hechizados goces,

sucio tropel de hidrópicos gusanos

en torno miro el pecho de mi Blanca!

II
¡Oh, Blanca! Fue nuestra ilusión castigo;

mas cuando a solas meditando pienso

que no ha de ser vuestro cariño inmenso,

también, a solas meditando, digo:

-¡Dios de bondad, tu santa ley bendigo!

¿Quién, si no Tú merecerá mi incienso?

Para este frío aterrador e intenso

con pía mano alargarás tu abrigo.

Cien pueblos recorrí. Doquier enojos

tras vanas sombras de placer he hallado;

¿Quién, si no Tú, consolarás mi duelo?

Ni humana luz recree ya mis ojos,

ni en cuanto llevo de camino andado

torne a ver mi Blanca de Castello.

BALADA DE LO IRREPARABLE

(Sobre a José A. Asunción)

PARAFRASTICA
En la húmedas noches

del reino de Plutón de los pesares,

vi la sombre de uno

que pasó; las edades

azotaban su alma, y como rotos

mástiles en los mares

muy más allá, las manos levantaba…

(¡Qui zás un agresivo y delirante

domador de infinitos!) Sus canciones

fueron por el dolor abominables,

y cantó entre la turba desdichada,

con sombrío cantar, lo Irreparable.

Y una noche en que ardían la estrellas

(¿chillaban en recónditos parajes

los grillo, o tal vez entre las sombras

venían desde lejos los cantares

de tonos vagabundos?) vi la blanca

sonámbula del cielo levantarse

encima de los altos paredones

de la torre de aspectos fantasmales

- del espacio vetusto- y por la negra

cornisa de los montes deleznable,

caminar al abismo paso a paso,


¿Era en marcha segura

tal vez e irreparable?

Y vi pasar a alguno

que llevaba intranquila el alma amante

y triste; ante sus ojos desfilaban

las proezas sangrientas y fatales

de todo lo que olvidan

los hombres: miserables

venturas que no llegan,

quimeras ideales,

el dolor de las cosas

que ni son, ni serán, ni fueron antes;

cuento soñó el poeta

de más sutil o efímero y mudable.

Y escondía las manos

esquivas y temblantes…

Y más tarde una herida,

como una boca que sangrando se abre,

por los ensueños locos impulsada

tragóse al fin sus dichas y pesares

- ávida en el tormento y el delirio-

bajo los golpes de lo irreparable.


Y unas pálidas manos

(¿De nieve acaso cual sus sienes mates?)

con espantados ojos descubrimos

rojas y empurpuradas por la sangre

de las pasiones con el bardo muertas!…

Y una sonriente boca (¿Con su enjambre

de cantos ¡ay! por qué ya nunca viene

a nuestros gratos centros?) detestable

vertió, injuriosa, la palabra llena

de mentiras inicuas y maldades,

de protestas en contra de la vida,

de quejas sollozantes

y sordas maldiciones,

con el acento de lo Irreparable.

ENVÍO

¡Oh excepcional suicida,

Príncipe en los alcázares del Arte!

Tus manos inocentes

están; tus manos quietas, criminales

tan sólo para el valgo;

dulce cual una blanca flor exánime,

te yergues hoy, cansado, solitario,

único, ante el futuro!… Soplen graves


las ráfagas del verso

sentido de los vates,

y rieguen el perfume

de un incensario en tu loor. ¡Oh, de Arte

Príncipe! ya tranquilas

tus manos puras en la cripta yacen;

deja a tu noble espíritu que hable,

por tus cantos, divinos

como coros de ángeles,

del terror de las cosas

obscuras, tenebrosas, insondables:

del terror misterioso

que encarna este vocablo: Irreparable!

BALADA

Elige mísero…

Altivo el Genio presentóse un día

del mundo en los estrados

y un pan para los suyos, indolentes,

los hombres le negaron.

Lloró… Luchó… (Sus ruedas la Fortuna

movió con ágil mano


y la voluble máquina en sus giros

ningún alivio trajo).

Después, bajo el silencio de los cielos,

las brumas del sudario,

por toque funeral un Austro horrísono,

indescriptible y trágico,

sobre la vasta soledad yacente

informe resto hallaron,

que ostentaba en las sienes carcomidas

un manojo de lauros.

EL CANTO DE LOS SUICIDAS

Estaba triste el corazón. La hora

de albergarse tal vez sonado había;

y ni un refugio por la agreste vía,

ni una luz, ni un asomo de la aurora.

Me sentí como el niño que a deshora

para volver a su hogar, vaga sin guía.

Faltábame tu amor, Princesa mía.

Eran mis ojos cual los del que llora.

En la distancia pronto alborotado,


inmenso y negro, redobló sus gritos.

Sacudióse mi cuerpo horrorizado,

y pensé en los senderos infinitos

que cortan tierra y piélago, en el hado

vuestro, oh suicidas, de afrentosos ritos:

lívida procesión hacia el remoto

templo de Jaggernat, donde pasea

su triunfo el dios a cuyos pies humea

la sangre del fanático devoto;

rebaños de culpables que en el soto

la horca aguarda, lúgubre tarea

de este supremo vengador. –Gotea

savia de los proscritos de lo ignoto!

Ya a mirarte me he vuelto compasivo,

y, por verte humear, que más no vea

mi propio daño, arroyo rojo y vivo;

¡arroyo rojo y vivo, roja tea

que, en vez de fecundarlo, al campo talas,

del Vivir, del Honor y de la Idea!

POETAS EN MARCHA

Somos nosotros como vasos finos


que de un cínife el ala rompería.

Conocen nuestra faz la faz del día,

nuestras pisadas todos los caminos.

Vamos como alelados peregrinos,

sonámbulos, inciertos de la vía,

y en cada albergue y rústica alquería

nos paran los amores o los vinos.

Ya he gustado el amor, todo he gustado.

Mi cuerpo, de viajar ¡hoy fatigado!

la paz codicia por descanso y premio.

Y, hórrida, cual un grito que surgiera

de una fragua infernal, la tierra entera

- ¿Qué tardas?- me responde. – Anda, bohemio.

EL ASNO

El bruto colosal vibró la esquila

Que anuncia en su tránsito el afán.

¡Vedle! una alforja denegrida lleva

sujeta al hombro el bruto colosal;

¡oídle! ya está cerca: en su rebuzno


mienten frases de ciencia y caridad.

Cuelgan de los bolsones gigantescos

ramos de atocha y briznas de laurel,

libros de antiguos símbolos ornados,

compases que han medido lo que fue,

doctrinales litúrgicos que ordenan

ritos de Osiris, práxis de Moisés.

Lento en su andar, el asno apenas marcha;

grave es la carga, el portador senil.

Otra vez de sus flancos se ha escapado,

bronco y bestial, un eco de clarín…

Dice el clamor de todas las Edades,

mas no la voz que truena al porvenir.

¡Oh Pueblo, con desvelos milenarios,

de un bronce raro al llamativo son

vas trazando una senda en los breñales,

nunca el progreso de una ley mejor!

Tus gritos conmovido escucho apenas:

viejo estribillo de las fanfarrias de hoy.

Al harto, incienso; al indigente, espinas;


al sabio, mofa; al redentor, la cruz;

templos, al mito; a la verdad, destierro;

cetro, al tirano; al Bien, esclavitud

¡eso en tu alforja y en tu canto llevas!

pesa en tus lomos la barbarie aun.

TEDIO REAL

“En los humanos cuerpos

mis fuerzas he medido;

en las sedientas bocas

mis labios reposé;

ninguna fiebre, goce

ninguno del sentido,

faltó en sus verdes horas

al nieto de Jessé.

De tanto nudo frágil

Como mi diestra a urdido,

¿qué resta al cabo? Un nombre

y el ansia de un ¿por qué?

Ruinas del bien que el tiempo

desmoronó, y el olvido…

y el insaciable espíritu
lanzándose a Iahvéh”

Tal, Salomón, exclamas.

La Reina ya ha partido.

Con sus camellos ricos

atravesando va

la pampa levantisca

de dombo enardecido,

y hacia el vergel sabeo

su marcha ondula ya.

Es hora de que entone

tu pecho dolorido

los místicos consejos

que el pueblo escuchará;

el arpa pulsa, ¡oh Sabio

de plenitudes nido!

¡No calmarán tu hastío

Solyma ni Sabá!

EN EL ESTUDIO DE ALICIA

Para E. C. J.
La amortiguada lumbre de la estancia

Con suave atmósfera ilumina

La amorosa cabeza, que se inclina,

Como tallo tronchado, en la distancia.

Sopla al redor el sueño, y la fragancia,

toda miel, de la carne se adivina;

cual una adelfa roja y peregrina,

besos la boca virginal escancia.

Rara visión que marcha hacia el Ocaso,

Deja, al trazar las huellas de su paso,

Mundos de luz disueltos en la sombra.

Y quien, buscando una beldad, al verla

Clama; “He aquí el lirio, la torcaz, la perla”,

En perla, en lirio y en torcaz la nombra.

PAISAJE TRISTE

Retarda la aurora, sobre el río

nada brilla. Los montes están quietos,

y riman sus nostalgias de esqueletos

con las desolaciones del bohío.


Sutil manto de lluvia, so el hastío

indolente, se aduerme entre los setos.

Oraciona en los árboles escuetos

Un viento, a la sordina. El aire es frío.

Lejos, apercibido al vasto duelo,

un astro corre a iluminar el velo

gris de la noche. Y pienso con ternura

Que para presidir la clama obscura

Surges ¡oh Luna! en el nativo cielo

Como un cirio ante una ancha sepultura…

DE HUMILIS

AMOR

Amad al viejo amor de tiempo de Saturno,

al dios oculto, al Numen que candoroso y tierno,

como una mariposa nocturna suspendía

de los labios de Psiquis un invisible beso.

Es él quien de la Vida la llama aun enciende,

él, quien la caravana mortal arrastra en sueños,


y, de errar melancólico, buscando siempre un alma,

en la lira ha gemido y llorado en el viento.

He aquí que el dios retorna; cerca está su reinado.

Amad al dios! reíd! Amad al dios! los ecos

del bosque se despiertan, dentro de la hendida roca,

con el acento dulce de los cantares vuestros!

Amor en las ciudades!

Amor en los desiertos!

Amor en las colinas!

Amor en los océanos!

En los lirios que se alzan sobre el valle florido!…

En las brisas templadas, amor!… y en nuestros pechos!

Ciudadelas, abríos!

De rodillas, obreros!

Angeles, blancas alas

Batid en los conventos!…

Amor!… Amor!… Amor en las prisiones!

Derrumbaos por siempre, muros negros!…

La vida es nuestra amante;

tiene sus castas horas de embeleso,

ósculos en la brisa

y sobre el musgo, lechos;

jardines demasiado
tarde ¡ay! conocidos, y senderos

presto borrados, do Virgilio entraba

y el buen Jesús perdíase en silencio.

Todo nos ama, todo nos sonríe;

Las venas mismas del guijarro escueto!

Hablar solemos del guijarro como

El sordo fuera, pero errar solemos…

Errar solemos, porque vive y canta,

Y cuando canta, se ilumina el cielo!

AL LLEGAR ELLA

De mi rosal en flor arrancaré estas flores,

para que su fragancia tu camarín arome.

Viajero de las playas

del Tiempo, tristemente

me asomo a tu ventana,

Y con el vago estimulo de tu sonrisa leve,

esparzo uno tras otro

los pétalos tan tenues,

tan tristes… ¿Es que acaso lloraron por la ausente?


Lívidas flores mías, de mi rosal en flor

acoge las que brota sin fe mi corazón.

Ya es tarde, y nadie acude;

noche casi, y ¿quién viene,

de tierra, o ponto, o nube,

A enverdecer mis sueños y confortar mis sienes?

Murieron ya las otras,

las compañeras: duermen

mis ilusiones blancas de los dorados meses.

Y es lo incierto, el crepúsculo. Sobre los campanarios

flota el son espectral de un agónico canto.

Mis dichas, mis recuerdos,

mis esperanzas, vierten

por el Ocaso lento,

Una desolación de negrura y de fiebre…

Hermosa Virgen, toma:

flores de mis vergeles,

pálidas como un cirio que acompañó la Muerte.


CANCIÓN DE INVIERNO

El viejo bohemio ha viajado.

¿Qué dicen sus ojos? Suspiran el tedio

de largos caminos…

los ojos cansados del viejo bohemio.

En su cabellera,

que vistió de plata la araña del tedio,

hay besos difuntos y flores ajadas…

en la cabellera del viejo bohemio.

Sus labios no guardan el brillo

de estrellas y soles, de mares y cielos…

Ajenjo resudan

los labios marchitos del viejo bohemio.

¡Buen viaje, buen viejo!

También he viajado

con el pensamiento.

Y vi muchos soles

y mares y estrellas

y cielos;
y mis ojos dicen la inquietud suprema

del tedio

de largos caminos…

mis ojos cansados de viejo bohemio;

y en mi cabellera

ya tal vez muy pronto la araña del tedio

enrede sus hilos

de plata y silencio,

y mis secos labios

no muestren el brillo de estrellas y soles, de mares y cielos,

fatídicos, yertos…

¡Tristes los que viajan

sobre sus sandalias o su pensamiento!

EPICEDIO

Si en el blanco país de los ensueños

no pudiste morar, cual pretendías,

y suscito el enojo de tus días

la sórdida avidez de los pequeños;


Si en tus carmenes rojos y halagüeños

cebó el insecto sus punzadas frías,

y por premio a tu esfuerzo descubrías

hoscos semblantes y espantables ceños;

Yo que engañado mendigue en la tierra

el pan del alma que buscaste ansioso,

rompo a cantar los triunfos de tu muerte.

Y ante la grey que por mezquina aterra,

diré tu eterna e xcelsitud, coloso!

Haré tus burlas revibrar, oh fuerte!

MODERNAS

(ENERO DE 1904)

TROVA

Fuente que en las horas de mi cuita espió

con los celos ricos de las ciervas rápidas,

que en el los cenitales fuegos se apresuran

a saciar sus lenguas entre rocas ásperas;


Cumbre a do mis pasos con temor caminan

por el gran misterio de tus líneas arduas,

y por tus eternas soledades últimas,

y por el creciente vértigo en las faldas:

Yo, - poeta esquivo, forjador de Mundos

que a las percepciones del común escapan;

lampadario incógnito que con sus antorchas

traza algún sendero en ideales playas-

A tus pies de hinojos, hoy tu gracia canto,

de mis sueños de sueños de oro, Princesita amada:

por tus dulces manos como lirios bellos,

por tus tiernos ojos como estrellas pálidas.

ELEGÍA

Era en fiesta de tirsos y de bacantes:

Helos dio sus efebos y caneforas,

sus pámpanos, las viñas, y sus auroras,

Apolo de guedejas vivificantes.


Todo fue gala y dones en los amantes,

risa en la boca, espuma junto a las proas;

celebraron poetas, con sus canoras

liras, lascivamente, luengos instantes…

¿Dónde has ido, burlando nuestro horizonte,

sabio padre del verso, zagal jocundo,

ídolo de mis altares, Anacreonte?

Ya tus cantos perecen -¡dolor profundo!

¡Moriah proyecta sombras en nuestro Monte,

y el Árbol de dos brazos arropa un Mundo!

LÁPIDA

Rieron sobre tus dolores,

cuando postrado te vieron,

los búhos asalariados

del misterio.

Hubo en tu sepulcro risas,

que cual funerarios vientos

dieron la más baja nota


de sus trémolos.

Silencio…

¿Gozas hoy? ¿En que países

divagan tus ojos bellos,

mientras riendo, asalariados,

van los búhos del Misterio?

Brilló en tu mente un zodíaco

de soles ricos u nuevos;

tus manos peinaron ninfas

de albos cuellos;

Amaste la flor de Gnido

con el sereno amor griego,

y las danzas y los cisnes

ladaescos.

Noble empeño…!

¿Tu implacable labio aun liba?

¿Qué licor apura, enceso?

¡Lejos pusieron tus manos

de las ninfas de albos cuellos!


MADRE ARCANA, OH! NATURA:

tu follaje

suelto y desparramado en el obscuro

bosque, simula el tierno vasallaje

de un mortuorio crespón cerca de un túmulo.

Y la vivaz y loca pedrería

que el éter vibró reflejos únicos,

los cambiantes –estrofas, la poesía

de una Oriental de Hugo.

Grandes espanto, oh Natura! y gran clemencia:

¡dame que rememoren hasta el último

momento: tu follaje, mi conciencia;

y tu enjambre de soles, mi coturno!

ENSUEÑO

Una tarde que el viejo castillo ardía

de rojas luminarias y el sol poniente

entre cinta de grana se adormecía

con si olímpico gesto de combatiente -


En el fresco arbolado, cayendo el día,

doña Alahor su paje buscó impaciente;

al pronto le enseñaron junto a la ría

un infecto cadáver de hendida frente.

Pajecillo atrevido: pasión impura,

Raro engarce en tu senda moviendo el paso,

Preparó a tus despojos real sepultura.

¡Cuál tu suerte envidiara yo, que me abraso,

de mi ideal corriendo tras el albura,

en estas soledades y ante el Ocaso!

EL SACRÍLEGO

Raya Sélene el ápice de las colinas,

en cohorte de estrellas surge un lucero,

con chal de bruma envuelta las sabias ruinas

hospedan el andante coro agorero.

Tiemblan sobre las aguas adamantinas

los gajos siderales del limonero,

y, en mesnada rabiosa, con damasquinas

armas írguese el joven abad guerrero.


Tú, que viste su hazaña, discreta luna,

sabes si fue por blanca, por negra o bruna,

por la que el fraile indócil se debatía.

Yo en la fácil leyenda que apenas narro,

contaré que a la margen que ciñe el Darro

tuvo el buen monje ¡oh Cipris! su eucaristía.

INERME

Príncipe que en los lises de tus blasones

ver reflejarse el brillo de los pasados,

y, orgulloso de timbres vaporizados,

a la plebe amenazas con voz de histriones.

¡Sus! ¡a ellos! Levanta bravas legiones;

tu cimera de fuego creará soldados;

márchate a Palestina con los cruzados

nuevos, y Sión acoja tus oraciones.

A tu vuelta, de brazo con Godofredo

hecho en carne más de uno de tus leales,

sembrarás en los viles pavura o miedo.


Mas, ¡ay! que hoy ya otros los ideales,

y así habrás de agostarte quedo, muy quedo,

envidiando a tus nobles osos feudales.

DESTIERRO

Fue en el siglo heroico, lleno de músculos y arterias:

pastores, del collado bajando presurosos,

las lanzas aprestaron, y escudos sonoros,

y mazas duras, y anchas espadas, y almas serias.

A olvido dio el vetusto gitano sus lacerías,

sus mustias carne vieron sin ira los leprosos,

los altos sacerdotes, mitrados y gloriosos,

“Pax vobis” a las turbas cantaron en cien ferias…

Fue el siglo heroico, lleno de Cides y pasiones:

un culto, cada anhelo; cada tropel, leones,

tigres, chacales fieros, ágiles leopardos…

Hoy, el cálculo, el número, la doblez, los mezquinos

móviles; todo vil… ¡Trasegad los caminos

con la lira a la espalda, taciturnos, oh bardos!


RITONELOS

Ya no quiere en los jardines del amor probar su vuelo

mi alma atónita y cansada,

mi alma triste;

larga, inmóvil, encantada,

densa sombra como un velo

troncos, eras, copas viste.

¿Y, no obstante, peregrina Diosa joven, Diosa extraña,

pía ofrenda en homenaje

mi mensaje

lleva alado

a la gruta silenciosas que florece en la Montaña,

por tu regio

sortilegio

como un prado?

Seis palomas venusinas, mirto y flores, lauro y rosa,

mi alma atónita y cansada te llevará

- mi alma triste

que, insegura, en los jardines del amor su vuelo posa

cuando troncos, eras, copas, plutoniana gasa viste.


Mas, sacrílega, a tus puertas, Diosa Joven, Diosa extraña,

su llamado

dar no quiere

mi alma mártir, mi alma triste, ¡pobre enferma que se muere

bajo el ósculo sangriento del Dolor y del Pecado!

Duerme ¡oh Virgen! Duerme ¡oh Diosa! (Diosa joven! Diosa extraña!)

sin cuidado,

que en la gruta silenciosa que florece en la Montaña,

por tu regio

sortilegio

como un prado,

mi alma mártir, mi alma triste, mi alma enferma que se muere,

dar no quiere

dar ni quiere,

dar no quiere su llamado.

…with Psyche, my Soul…

E. A. P.

Ven, Ligeia! tu belleza me seduce, me cautiva,

pues a forma antigua añade nuevo encanto y esplendores;

tu de Grecia artista tienes la serena gracia y, viva,


luce en ti la inquieta gracia de los mustios amadores.

Si a mi vienes, si a mi tocas, si en mi amor tu labio liba,

¿cuál habrá que osada aspire al edén de mis amores?

Gimo y sufro: todo en torno disculpándose me esquiva;

sola tu guiarme puedes con tus ojos protectores.

Cedo al sueño, tiemblo al frío, languidezco e n mi almohada;

la deidades que adoraba como el alba teoría,

ya se fueron… con las brumas que vistió la madrugada.

Lentamente, cual un párpado flojo, exhausto, se abre el día;

Psyque está en los rigores de tu ausencia atormentada;

ven! Perfuma nuestra instancia; ven! confórtame, Alma mía!

BALADA ANTIGUA

La Princesa amada del País de oro,

que vertió en mis penas una gota calma,

y colmó de flores mi floral tesoro

en los cuasi extintos carmenes del alma-

Con sus dulces manos de lilial blancura,


con sus tiernos ojos que el ensueño espacia,

díjome en un gesto la viril ventura

de sus dobles dones y su triple gracia.

Díjome los dones de la entraña tierna

y el aspecto egregio; la sutil maraña

de su mente rica, de su vena eterna

y el sentido oculto de su oculta saña.

Y, al venir la tarde, dijo en mudas voces,

con el mudo signo de inturbables calmas,

los silencios místicos porque en los adioses

traban luchas íntimas las dispersas almas…

ENVÍO

Princesita amada, dime aún la pura

queja de los dones y la triple gracia,

¡con tus dulces manos de lilial blancura,

con tus tiernos ojos que el ensueño espacia!

AETERNAE CAUSAE

Enano nibelungo que el arduo amor maldices:


tus nieblas y tus rocas, tus selvas milenarias,

no fueron parte, acaso, para matar plegarias

de amor, de tu alma triste y herida en las raíces.

Las brumas de tus cielos, sin nácar ni matices,

la sílice que ostentas tus grutas solitarias,

tus árboles, desnudos de mirto y pasionarias,

no aspiran las palabras terríficas que dices.

El torpe engaño, el rudo desdén de la hembra, el frío

que sigue a los volcánicos contactos, como un río

de escarcha sobre un resto de incendios forestales;

La débil forma exangüe que el bravo ardor sofoca;

tal vez esos pusieron sus lenguas en tu boca,

tal vez esos dictaron tus sátiras mortales.

EL HORÓSCOPO

Ya el horóscopo lo fija: perderá las diez ciudades,

e irá, en busca de un mendrugo, por doquier vertiendo espanto;

fue a los siervos de la gleba duro; un día vio sin llanto

como ardieron y en cenizas Dios trocó las heredades.


“Expiará con sus mendigos su codicia y sus maldades

(todo en número de ciento); son sus cuitas hasta tanto

que haga un burgo desvalido con la gama de su canto

percutir las viejas voces de floridas mocedades”

Mas el Rey a esta sentencia de endiablada hechicería,

firme y bronco como un tronco de sus bosques, se reía,

se reía… se reía sin curara el porvenir.

¿Por qué el Rey a esta sentencia tremebunda, firme y bronco

como un tronco, se reía –firme y bronco, como un tronco

de sus bosques? Porque un sueño tal, es cosa de reír.

SINO

Amo el Cónsul, pero amando fuese recto a la Druidesa;

todo el bosque de las Galias está en pie para el castigo;

la Druidesa es inmolada, mas aguarda al enemigo

cruel tormento, si le cogen por cansancio o por sorpresa.

¡Dulces noches platicables, aérea zona que embelesa

a los férvidos de una hora, riba espesa, soto amigo!

Si es valiente, habladle a solas; si cobarde, dadle abrigo,

¡soto amigo, aérea zona, dulces noches, riba espesa!


…………………………………………………………………..

Fue la lid reñida; el águila con su pico abrió un torrente

en las venas de los Bárbaros, que, cautivos, gimen frente

a ebúrneo carro excelso del Romano triunfador.

Por vengar a una doncella, mil doncellas has perdido;

de un ultraje que la hicieron, mil ultrajes han sufrido;

¡de un amor hurtado, a muchas fue preciso dar su amor!

EN VANO

Dama gótica, esclava de taimados amores:

¿no ha salido al torneo tu gentil caballero

y al rival dado en tierra con un bote de acero,

cuando trema el sol claro sobre un peplo de flores?

¿Qué te han dicho la Maga, los rientes alcores

donde Abril va volando con un vuelo ligero,

y la ermita, y el Hombre del nudoso madero

que con siete Palabras descargó sus dolores?

Dama gótica: en vanos tus pecados apuras,

y tus preces risueñas, y tus francas ternuras


al garrido trovero del perlado rondel.

¡Hace muerto el esposo que tu afán prefería!

Yo le he visto; era el punto que la bruja decía,

como en celos fatales, sus rencores de hiel.

PLAYAS MÍSTICAS

“Prior huraño, Prior esquivo, que amarrado a tu convento

con el nexo de tres votos, ves pasar año tras año,

noche a noche, día a día, y no cejas ni un momento:

¿quién te puso allí, si el crimen, o la fe, o el desengaño?

¿Fuiste un lirio de Gonzaga? ¿Fuiste un Borgia turbulento?

¿Un Jerónimo? ¿Un Loyola? ¿Juan, el virgen? ¿O de un baño

de cautivos en Argelia redimido, con un viento

favorable, a Dios volaste, Prior esquivo, Prior huraño?

Quienquiera seas, en tu claustro mis fatigas, mis temores,

las eternas ansiedades de mi espíritu, las flores

de mis locas ambiciones y mi lucha a tu conjuro

Serán muertos”… Y el severo religioso meditaba;

que tal vez en estas horas, como a Antonio le asaltaba


Satanás, en bellas formas destacándose en el muro.

CRÍSALÍDAS

(1901 - 1910)

HIMNO PASCUAL

Va por la grama del sendero

con un sol matinal que canta.

¡Aleluya! En la Pascual santa

degollaremos el cordero.

Entre las rosas del otero

su paso débil adelanta.

¡Aleluya! En la Pascua santa

degollaremos al cordero

Y como en el fasto primero,

Cuando de Egipto alzó la planta,

¡Aleluya! En la Pascua santa

degollaremos al cordero.
PARA TUS DESPOJOS

Cual para banquetes familiares

dádivas largas y presentes,

para tus despojos inocentes

hicimos dones de azahares.

Venían lises crepusculares

sobre tu faz de ortos rientes,

cual para banquetes familiares

dádivas largas y presentes.

Seráfica hada de los mares

Do van sin tregua los Ausentes:

Para tus despojos inocentes

Hicimos dones de azahares

cual para banquetes familiares

dádivas largas y presentes.

POR LOS ALIADOS

(Rondel)

Príncipes malditos
de terrible mano,

los corales vivos

de la sangre van

en el lienzo escritos

con horror humano

y el desdén potente

de los que vendrán.

Príncipe malditos

vuestro orgullo en vano

los obscuros siglos

apaciguarán:

que en las muertas noches

anima Satán.

¡Braman las cuchillas

ávidas de grano!

¡Pasa el crudo Noto

como el Huracán!

(Los emperadores

canten canto llano:

sobre sus Vendimias

hacinó el verano

una Plaga hambrienta


de justicia y pan.)

EUCARISTÍA

Para R. Jaramillo A.

Descansan, descansan mis ojos

en las dulces policromías

de las vetustas sacristías

- ocres parlantes, ostros rojos.

Por los vitrales los sonrojos

de alba fluyen; tersas, frías,

las desoladas galerías

las brisas rasan sin enojos.

Deprecan cirios que consume

un fervor místico; el perfume

de los jarrones bajo tierra…

Danos, Padre, en tu cáliz de oro

de la vid en sangre el tesoro,

y el pan anatema de la guerra.

RIMA ANTIGUA
¡Cielo azul! Cual un manto

de princesas te miro

- oro, seda, escarlata,

vago crisoberilo-.

Arrogantes se empinan

en hercúleas moles

las cimeras de nubes

sobre el ara del monte.

Van los hálitos blandos

de las gárrulas brisas,

del crepúsculo en brazos

entre calmas tranquilas.

Y la noche que visten

gasas tenues y negras,

llueven el polen divino

de incontables estrellas.

____

…Ante el ojo cansado

de los seres que lloran,

frente al párpado exhausto


de las místicas Sombras

No las aves modulan

ni el florido plumaje

dan al viento: un rumor

de Silencios se esparce.

Y cenizas y hullas

ves doquier:

Negra hulla

Negra y pálida, pálida y ceniza,

en la profusa lividez nocturna…

EXÓTICA

En su manto de princesa

un rojizo brillo muestra

el puñal que me lacera:

Y en la hora tenebrosa,

como caudal de congojas

un fulgor mi pecho ahoga.


Los vampiros van volando

por los campos anegados

de tristezas y de llantos:

Con un fúnebre aleteo

en las torres de los cielos

desbandaron mis ensueños.

Oh! las noches sepulcrales

del olvido, y los amantes

que siguieron implacables

Por sus sendas -¡tan extrañas,

tan cuajadas por las lágrimas,

tan sin dichas, tan exhaustas!

____

Ella dijo: - Te he de amar

como un hálito lunar

al espejo azul del mar!

Dijo él: - De mi pasión

por la tuya el aquilón


hablará en tremendo son.

Y ella: - He aquí mi cabellera

que tu fuerte mano espera

desplegar como bandera!

Y él: - Mis dedos como un lino

trenzarán el peplo fino

de tu cráneo divino.

Ella: - Está mi frente blanca

siempre abierta, siempre franca,

al delirio que se estanca.

El: - Mi espíritu gozoso

buscará el lago frondoso

donde anida el reposo.

Ella: - He aquí mis ojos claros

donde fulgen astros raros

como mármoles de Paros!

El: - Guiarán tus dos gemelos

el corcel de mis anhelos


bajo el dombo de los cielos!

Ella: - He aquí mi nariz fina

hecha de raso y muselina

voluptuosa, encarnadina!

El: - Traeré desde las lomas

frutos, tallos, flores, pomas

enervantes como aromas.

Ella: - Rosa es mi mejilla

tembladora y bermejilla

por el ansia que se humilla!

El: - En premio de besarte

la mejilla con buen arte.

mira, bajo a suplicarte!

____

Y doblaron el camino

de su vida, al áureo brillo

de un terrible compromiso:
Él, contento con su amada

ella, viendo en la distancia

de un recuerdo que la mata,

Un paisaje que no muere,

la visión muda y solemne

del amor y del ausente.

Que allá lejos, en las playas

sin solaz de la desgracia,

sola, sola, espera un alma:

La de un cándido poeta

que tañó su guzla tierna

en la noche y en la reja.

Lobos cercan como ronda

de malsines y Gorgonas

los contornos de su roca;

Y herirá, si ella no acude,

la ululante muchedumbre

los apriscos de su numen.


POEMA TRISTE

Para J. V. Latorre: tributo.

La lluvia desolada, las brumas desde el cerro

velando en cortinajes el húmedo horizonte,

la pampa y el Océano…

¡Oh amargo y amargo día

del Alma y del Secreto!…

Entre álamos frondosos zurrados por el viento,

como un santuario en ruinas la gruta aparecía,

perdida bajo el suelo…

¡Oh negra paz, oh negra

gruta de los Misterios!

Entre álamos frondosos zurrados por el viento,

como un santuario en ruinas la gruta aparecía

perdida bajo el suelo…

¡Oh negra paz, oh negra

gruta de los Misterios!…

Allí en agreste olvido brindando al albo seno

cual un pomar de Engaddi, tendió su nívea mano,

dobló su frágil cuello


¡Oh triste, oh triste, oh triste

guarida de un ensueño!

Son óbice era bella; y, amándola, el mancebo

triunfa! de ardientes brazos, ansió para sus glorias

y hercúleos portentos

los ígneos contactos

de aquel florido cuerpo.

Marcó los ojos dulces, marcó los labios tiernos,

marcó los crasos hombros, la vasta frente intacta

como un divino lienzo-

con sombreado estigma

de lujuriosos besos;

Y luego sordo al llanto, después, ya esquivo al ruego,

al pío instinto, al nombre, violó la flor de sangre,

de sangre, y carne, y nervios…

¡Oh amargo, amargo día

del Alma y del Secreto!

Las hojas como enjambres de lívidos espectros,

cayendo de las ramas volaban lentamente,

sin vagos rumoreos,


sin quejas ni suspiros,

sollozos ni lamentos.

La araña, suspendida de un árbol en lo inmenso,

urdía en tenues tramas de vaporosos hilos

con que apresara insectos,

su red de brillos gríseos,

erráticos y trémulos.

Ni un pájaro cantante, ni un corzo en el otero,

Ni un hálito en las brisas, viajeros de la aurora,

ni cántico, ni eco…

¡Oh negra paz, oh negra

gruta de los misterios!

Y fue la amable niña, y fue el amante dueño;

fueron las horas blancas como las blancas rosas

del buen jardín ofélico-;

fueron las dulces risas,

los besos dulces fueron.

Mas la onda que se arrastra quebrándose a lo lejos

en agrio acantilado, tornar a sus orígenes

de musgos y de helechos
en vano pretendiera,

discípulos de Heros.

El campo yace mudo; la gruta en un silencio

glacial; y muy distante (como un recuerdo), el día

cercano… en los recuerdos…

¡Oh triste, oh triste, oh triste

Guarida de un ensueño!

ENVÍO:

A Ti que fuiste grata bajo temprano besos,

en la mañana enferma de túrbido oleaje

y vagos cenicientos,

y en la mañana dulce

del Alma y del Secreto.

A Ti que bajo el áspero silicio del Invierno

plegabas las alitas –rendida mariposa-

sobre el Misterio negro:

a Ti mis pasos buscan,

mis pasos buscan tristes, Guarida del ensueño.


REGRESO

Un país he visto

donde el frío aterra

y en las almas tristes

los sueños se van;

cuando por los cerros

triscan las neblinas

lo amortajan todo

con su opacidad.

Fue corta esa gira.

Mi espíritu en vano

debatió entre brumas

de senil color;

es joven y ardiente:

solicita un valle

de cascadas frescas

e irisado sol.

Mujeres lozanas

de tintas mejillas,

de flexibles dedos

y ducales pies,
miraron mis ojos

con retina enferma,

sin internas luchas,

fiebres de avidez.

Y al fin, al brasero

de una madrugada

que incendió lo arcano

del remoto azul,

puestas las sandalias,

el hatijo al flanco

pensativo y mudo

cual un marabú,

Partí. – Las campanas

timbraban su hora

en el viejo nido

de arcilla y de cal,

y, acodado el día

sobre las montañas,

como un niño al campo

sonreía ya.
BALADA DE LA NOCHE PERPETUA

A Alejandro Vásquez B.,

Dr. Eusebio Robledo y

Tomás Palacio Uribe

Los años a los años sucédense, y los días

sobre los días pasan.

Los niños duermen, duermen…

y su vivir agóstase

cual una brizna plácida.

¡Oh sueños de los niños como un licor sagrado

en cuyas ondas sápidas

los años a los años sucédense, y los días

sobre los días pasan!…

Los años a los años sucédense, y los días

sobre los días pasan.

El joven Rey en lechos de sándalo y de púrpura

sus horas trunca rápidas.

¡Oh lechos en el fondo de la opulenta alcoba,

de la odorante cámara!…

Los años a los años sucédense, y los días


sobre los días pasan…

____

Los años a los años sucédense, y los días

sobre los días pasan.

En tanto los mineros en las canteras duras

sus juventudes gastan.

¡Oh, bellas juventudes de los mineros tristes

en cuya marcha trágica

los años a los años sucédense, y los días

sobre los días pasan!…

____

Los años a los años sucédense, y los días

sobre los días pasan.

Tejen su tela en tanto

las sutiles arácnidas,

gime el sátiro adusto desamparado y muere

con una muerte larga.

¡Oh, tela en que aprisionan insectos las arañas!

¡Oh, muerte entre las sombras sin arrebol de auroras,

con lividez que aplasta!

Sus horas burlan sueños; sus horas son las horas


que roban esperanzas!…

Las horas a las horas sucédense; las horas

pasan en caravanas.

Por tierra ya el obrero de fatigados miembros,

en Noche eterna calla.

¡Oh, Noche, augusta Noche, que con beleño hermano

prestas alivio al ánima!

¡Oh, deleitoso olvido

de la cerril mandrágora!

Premio al valor, al mérito, sobre que en vanos días,

y años, y siglos marchan!

APARICIÓN

Cabe un templo solemne

y al morir de la tarde,

entre el oro y el ámbar

de un opíparo sol,

he mirado una virgen

casta y dulce –rendida

a los místicos goces

que dispensa el Amor.


La he mirado –y mis ojos

que anhelaban su huella

al sentirla saciaron

sus nostalgias de luz,

como el pájaro esquivo

desolado en las barras

alza, y mira, y se embriaga

con un mosto de azul.

¡Salve a ti que deslumbras

más que el rayo del día!

¡Salve aura divina

de tu rostro sin par!

A tu paso vacila

mi orgullosa cabeza:

tu en las lamas imperas,

oh, cristiana vestal!

EL PADRE DE “RASELLAS”

(Samuel Johnson)

¡Johnson! sublime enfermo de una pasión divina

cuando la diestra alzabas a fustigar el dolo,


ebrio de la tristeza de tu orfandad mezquina,

tan fuerte, tan altivo, cuanto implacable y solo:

Llovió sobre tus mieses la helada montesina

el flagelante riego del desolado polo;

sudó sangre de mártir tu corazón; la espina

hincóse en tu alma fiera de la traición del Golo…

Y fuiste excelso. Un día la turbamulta pudo

Volver tu cetro añicos, pudo abollar tu escudo;

¿el lienzo arder quién puede que tu perfil conserva?

Y va la musa joven do el porvenir se ensancha,

como una pitonisa sobre la trípode ancha

mostrando al ojo atónito las glorias de Minerva.

RONDEL

Al compás de las mágicas

evocaciones

con que, herida, la cuerda

sonora vibra,

van cubriendo a miríadas

mis emociones
el jardín soñoliento

de honda fibra.

¡Oh, Música! tu genio

de los histriones

que son los hombres llanto,

risa equilibra,

con que, herida, la cuerda

sonora vibra.

¡Florescencias sutiles

de las pasiones

de un alma que hostigada

batallas libra:

surgid, pues, en las mágicas

evocaciones

con que, al tacto, espaciándose

van los bordones,

con que, herida, la cuerda

sonora vibra!

OCASO

La caricia lejana

de una tarde muriente


en los vértices vagos

de mi ensueño se posa

con los tenues fulgores

que destila el Poniente,

como un vívido insecto

sobre un cáliz de rosa.

¡Cuál alivia mi espíritu

solitario y doliente,

cuando alarga su beso

por la cima radiosa,

la lejana caricia

de una tarde muriente

que en los vértices vagos

de mi ensueño se posa!

Y descifró entre sombras

que con mano afanosa

va sembrando el Cansancio

- labrador impaciente -

una púdica lumbre,

pensativa y gloriosa

cual la blanda caricia

de la tarde muriente
que en los vértices vagos

de mi ensueño se posa.

……

Clamé con voz tonante que percudía el viento:

- Creí ver una hermana en la Circe mudable,

y mi alma que era un vaso de odio saludable,

mansamente doblóse ante el mágico acento.

Por único horizonte, desplegué el pensamiento

de un amor candoroso de frescor inefable;

soñé divinas cosas en lo pérfido instable,

y comprendí el hechizo de un balsámico aliento.

- Después- amortiguada la llama de aquel día -

al claustro, de mis brazos huyó la Egeria mía…

Bajo el dogal de acero mis esperanzas gimen.

Vuela de mis jardines, Ménade presurosa:

descoloraste el halo que empurpuró mi rosa,

busca, busca el silencio donde expiar tu crimen.


MODERNA

(Antioquia liberal en 1899 – 1902)

En mi país de Getia, cuando abordó la hora

de redención que en lauros nimba la sien serena,

sobre marcial cuchilla del ocio vencedora

leyó un infausto símbolo la casta nazarena.

¡Oh, bárbara progenie que Assur el viejo honora,

predestinada estirpe del baño y la cadena

para quien ya la Madre, la Libertad, no enflora

el arrecido yermo de la voraz faena!

De a tus guerreras huestes, que aman de amor la gloria,

los cantos de la muerte, los himnos de la escoria,

que como el oso escalen la turbidez del hielo.

Y bajo el grumo denso de inmaculada altura,

con la fornida zarpa desgarren la blancura

que reflejó en su triste comparidad el cielo.

SÍNTESIS

Para el Amor yo tengo una palabra


que sin piedad el corazón desangra.

Como acerada garra que en el pecho

hiere y aun logra entorpecer los miembros,

A suscitar la Vanidad llevaron

acres esencias de funestos hados

Que dilatando sus cansadas ondas

al lauro eterno del no ser provocan.

Siervo del lodo, que en vestir la afrenta

del bajo instinto tu pasión esfuerzas,

Ve cual se posa y alza fugitiva

la libélula roja entre las lilas.

Para el Dolor dos voces como arrullos

en las templadas calmas del crepúsculo.

Ungidas tengo ya: Sapiencia y brío;

águila enorme en torreón altivo.

Tardo gusano, que al abrirse el día


con la alta pompa el esplendor codicias:

Huye el ensueño, si al gemir prefieres

la tibia paz de los caducos bienes:

¡Guay, que de abrojos marcará tu senda

y el ruin palacio aventará en pavesas

La diestra aquella, para el triste avara,

de la desnuda realidad humana!

LOS ARTISTAS

Nosotros habitamos un Mundo sin frontera;

la bóveda infinita tenemos por dosel;

bogamos en el piélago azul de la Quimera,

por remos, lira, orquesta, buriles y pincel.

Somos los domadores de la Barbarie fiera;

volamos a la lucha cual ávido tropel;

por cántiga vibramos la cántiga severa,

por armas, el guijarro del Fuerte de Israel.

Mañana al filo agudo del vengador tajante


la férrea testa en ondas de púrpura licuante

al pueblo entre sonrisas de gozo haremos ver.

¿Qué importan hoy la saña, los puños, los clamores?

De aquel Goliat inmenso que ruge sus furores

el Santo de los Santos marcó la suerte ayer!

A UN POETA

Cubierta con un lienzo

la nueva Forma espera,

y ansiosa al Orbe tiende

las suplicantes manos.

Ven tú, gran sacerdote

de la gloriosa Era,

y oficia junto al ara

que violan los profanos.

Tu mente adora el signo

y el símbolo venera;

tú en los obscuros limos

trazas perfiles vanos,

y súbito la noche

del antro reverbera


como en rojiza aurora

los límites lejanos.

Ven tú, gran sacerdote

de la gloriosa Era,

y oficia junto al ara

que violan los profanos:

cubierta con un lienzo

la nueva Forma espera,

y ansiosa al Orbe tiende

las suplicantes manos.

LÁPIDA

Amigo: desde el frío montó n de obscura tierra

que envuelve para siempre tus gélidos despojos,

oye el clamor insólito de la agitada guerra,

abre al festín de muerte los atediados ojos.

Sangre doquier: la sangre con su matiz que aterra,

que cuenta la leyenda de los penachos rojos,

y en el abierto círculo de su cantar encierra

la estrofa de la cólera, la voz de los enojos.


Mas, para ti, ya en torno veló su faz el duelo:

tu duermes bajo el frío montón de tierra obscura

como bajo sudario de removido hielo.

Y en tu manida santa, inhabitable y dura,

donde la Maga ha roto su temeroso velo,

calla asordado el eco de la feral locura.

EL CENTAURO DICE

A Rubén Darío

Un día ya en mi mano tu gran copa de plata

tuve para calmar la roja sed ardiente,

la roja sed ardiente que envenena y que mata.

Y descendí a los bordes sagrados de la fuente,

Y vi la onda de cieno y de cristal, ingrata,

que provoca y enerva en la gruta viviente

donde la eterna Víbora del sacro Edén desata

su ponzoñosa sutil sobre el alma que se siente.

Y huyendo al fascinante amor de su murmullo,

volví la faz. Los riscos ásperos del orgullo

tajó mi casco. Al punto desapareció el abismo


De letales perfumes y de fieras panteras.

(¿Son los Siete Pecados siete panteras fieras?)

Y ardió la copa, y vi seca el agua de mi mismo.

RESPONSORIO DE AMOR

Yo que fui el amante huésped de tus penas y alegrías,

y pasé contigo noches, dulces noches, tristes días,

melancólico a tus puertas

ora envío este cantar.

Di: ¿no sabes que aun te imploro, que aun te busco, que aun te llamo?

Ven: y atenta a los acentos de la voz con que reclamo,

logra al cabo la tristeza de mi alma consolar.

Bien recuerdo cuando absorto por mi bien en tu regazo,

bajo el suave arco luciente que formabas con tu abrazo,

sonreías, sonreías, y guiñabas junto a mi.

Bien me acuerdo… y aun te imploro, y aun te busco, y aun te llamo;

Ven: y atenta a los acentos de la voz con que reclamo,

deja, deja que repose mi cabeza sobre ti.

Bien recuerdo cuando en lechos que ofrendaran los juncales

olvidé en tus garzos ojos viejas dichas y hondos males,

las ternuras exquisitas


que acendraban por libar.

Bien me acuerdo… y aun te imploro, y aun te busco, y aun te llamo.

Ven: y atenta a los acentos de la voz con que reclamo,

logra al cabo la tristeza de mi alma consolar.

Bien me acuerdo cuando a solas en los sitios de la espera

divisé tu blanca forma, ágil, mágica y ligera,

con su talle de odalisca y presteza cual de hurí.

Bien me acuerdo… y aun te imploro, y aun te busco, y aun te llamo.

Ven: y atenta a los acentos

de la voz que te reclamo,

deja, deja, que repose mi cabeza en ti.

………………………………………………………………………………..

Y el crepúsculo que vierte vaga tinta perla y roja,

y la tarde que se inclina ante el cruel que la despoja,

y el silencio estremecido

de las sombras de mi hogar,

te dirán, quedo, muy quedo, que aun te imploro, que aun te amo,

pues atenta a los acentos de la voz con que reclamo,

logras, niña, la tristeza de mi alma consolar.

De Mallarmé.
LAS FLORES

De las cascadas áureas del viejo Azur, el día

primero, y de las nieves de siderales rastros,

cubrir la tierra joven y virgen todavía

de manchas y de lágrimas - ¡eflorescencia de astros -!

Los róseos gladiolos, ranúnculos, jazmines,

que van magnificando por surcos y jardines,

la universal delicia; los la uros de las almas

excelsas –semejantes a las bruñidas palmas

que entre tus manos llevan los blancos serafines.

El jacinto, y el mirto de adorables fulgores,

y, como de la carne de la mujer hermana,

la rosa cruel y roja, Princesa de las flores

- Heriodas que enciende los livianos amores

y una sangre feroz y lumínica mana…

E hiciste de los lirios la albura sollozante,

que sobre el mar del éter palidecido errante,

y a través del incienso azul del horizonte,

para besar la luna que llora en los distante

arranca desde el ápice fantástico del monte…


¡Hosanna sobre el sistro, sobre los incensarios!

¡Hosanna en los jardines de nuestros negros Limbos,

y el eco sacro extíngase de preces y de himnarios

en esas noches místicas, bellas como santuarios,

- éxtasis de los ojos y resplandor de los nimbos-

¡oh Padre, que creaste con justa diestra fuerte

los cálices que auguran tu poderosa égida,

y, entre todas balsámica, una gran flor: la Muerte,

para el poeta enfermo que se exiló en la Vida,

para el cansado a quien acuchilló la Suerte!

SALUTACIÓN A MALLARME

¡Oh, Príncipe invicto! cantamos la antigua virtud,

que sordo al creciente murmullo de la multitud,

ciego a las coronas, retador impasible y cruel-

Dejaste los años correr como linfa entre abrojos,

esquivo a las glorias y aplausos como a los sonrojos,

por igual despreciando martirios, olvido y laurel.

No así quien sus jóvenes palmas tributa al Tirano,


no así quien te niega y espera, rendida la mano,

la ofrenda del vulgo a la par insensible y feroz.

Tu eterna victoria consagren con pompas y mitos,

bajo el mármol sacro tocado de luz a tus ritos,

graves sacerdotes de mágica y lírica voz.

Homérida ardiendo en el fuego inmortal y divino,

en tu honor se eleven los cálices rojos de vino,

deshoje sus pétalos blancos el casto azahar.

Al ara encaminen los bueyes ceñidos de albura,

y un coro de núbiles diosas en tu sepultura,

riente acompañe en la fiesta tu tiorba y tu altar.

CUANDO LOS BÁRBAROS

Al General Rafael Uribe Uribe

¡Oh, Captain, Oh, my Captain!

Walt Whitman

La rebelión es signo de un gran dolor agudo.

Bajo tu gesto grave, resplandeciente y mudo,

bate un llagado corazón.


Tus sienes, que el lauro del pensador decoran,

como doncellas huérfanas el desamparo lloran

de una cruel desolación.

Tu expresas la agonía de sorprendidas fieras

en el mortal desangre de púas carniceras

y tormentoso forcejar;

Tus ojos vuelan tristes a las celestes llamas,

cual los del bruto huraño que en asesinas tramas

perdido, un día alzó a mirar.

¿Qué crimen…? Basta. El pueblo de rudos cazadores,

mirando de hito en hito, sus dardos matadores

cerner hicieron sobre ti.

¿Dónde a las fuertes ánimas los necios respetaron?

¿Cuándo en polares criptas los haces culminaron

que daban Sirios de rubí?

No en las horas de gloria, al redoble sonoro

de aquel cálido verbo que entre chispas de oro

se erigía recto al azul;


Amo el halo que nimba tus severos frontales,

al cruzarse en un choque los aleves puñales

de esa fatídica Estambul.

¡Loor al Mal! ¡Loor, gloria de los asesinos

que buscan tus pisadas por todos los caminos

en la conquista de su pan!

Cuerdas de bronce y hierro prestan así a mi lira,

la Musa de Walt Whitman su gran fervor me inspira:

¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán…!

LA CANCIÓN NUEVA

Yo te saludaría, poeta de mi patria

que con nuevas canciones cantaron nuestras dichas

hondas, nuestras tristezas hondas, y nuestra honda

fatiga de la vida.

Yo te saludaría, poeta de mi patria

que bajando al obscuro socavón de las minas

de nuestro pobre espíritu, descubrieras el oro


de ideal fuga hegírica-

De una hégira ideal hacia una tierra exótica,

llena de encantamientos y de perennes linfas,

libre de las torturas que nos afligen, y

libre de la fatiga.

De eterno esperar sin esperanzas, de este

cansancio que aniquila

nuestros pobres espíritus

ansiosos de la dicha…

En vano (Así cantaras

las vulgares delicias

de sensuales amores,

tristes como la carne dolorida;

Cantaras la imposible

voluptuosidad que engaña, y, fría,

devora la ilusión; cantaras luego

la horrible queja misma

De laxitud, el mismo acabamiento,

y la misma fatiga,

y los mismos sollozos, y el anhelo


de la ideal herígica-

De una hégira ideal hacia una tierra exótica,

llena de encantamientos y de perennes linfas,

libre de las torturas que nos afligen, y

libre de la fatiga.

De eterno esperar sin esperanzas, de este

cansancio que aniquila

nuestros pobres espíritus

ansiosos de la dicha…)

¡Oh poeta, oh poeta de mi patria!

Di la nueva canción, la Canción de la Risa

de los Desesperados: la macabra

y última transfiguración de la Ironía.

EPIFANIO MEJÍA

Ti alma enferma resuena. En su canto adivina

el oído una nota de amargura serena;

con el trémulo arrullo de su voz vespertina,

tu alma enferma resuena.


Tu alma enferma se queja como un agua de olvido;

como el agua que oímos sollozar, y se aleja,

como el agua que rueda bajo un suelo dormido,

tu alma enferma se queja.

Tu alma enferma espera: la luz de un mediodía,

el ámbar de una tarde, y en tu noche postrera,

volar con los cucuyos, perdiéndose en la umbría….

Tu alma enferma espera.

DIEZ DE FEBRERO

He allí los fieros galgos que la codicia rige;

esos, portaestandartes son de la rebelión.

Famélicos, no acechan bolsa, collar, ni dije;

sus manos fingen garras de cruel devastación.

En sus pupilas – yurtas de crímenes – erige

sus triunfos la venganza, y –diabólico don-

robustamente aleve la insania los aflige,

y empaparon sus vértebras médulas de león.

Van a acercarse. El día, pomposo y manso, brilla

en los trigales. Surge rumor extraño. El coche


alza un polvareda turbia en los campos. “¡Sus!

¡A ellos!” Vibra el arma, y por la agreste orilla

saltan, como relámpagos, los gritos de reproche

de otra Antígona hecha fuerza, piedad y luz.

CANTO DE ORGULLO Y FE

Para Saturnino Restrepo

No he de segar las flores del ensueño,

ni buscaré el sendero en que divagan

los Hermanos tañendo sus zampoñas,

ni con pueril afán haré que vibren

el ingenuo reír, el sol que alegra,

ni la luna de argento, entre los sones

plácidos de mis flautas. Yo no busco

los nardos y las rosas del consuelo

humillado a gañanes y zagalas,

ni al jardín con las núbiles me asomo

a cortejar el alba opalescente,

ni imploro del eunuco el homenaje,

exhausto de ansiedad: pasó la hora

de los tribales raptos pastoriles.

Y he aquí que en los más agrio de la sierra,


y junto al mar, y frente a mi destino,

las flores del ensueño doblegadas

nutrieron con veneno sus corolas,

y trocaron las sendas los Hermanos

en funesto lagar, y huyó la risa,

y el sol mostróse, lívido, como una

virgen que entre sepulcros dirigiera

los pasos, al zar, perdidamente.

Y rompí yo mis flautas, y en lo alto

de las hendidas peñas, y en los tumbos

bravos de un gran océano interior

- en la onda de este Mar- clamoreaban

voces de cataclismos submarinos

y gritos cual de águilas salvajes.

Y el alma estuvo atenta como un cielo

de paz, o como un llanto silencioso.

Y decía al clamor: “Hombre, levántate!

Deja sus baratijas a las hembras,

ávidas de himeneo y de ternuras.

Como un dios eres, hombre… Como un dios

hazte libre… y liberta… como un dios…”

PRECES

Para J. Montoya A.
Cuando entre negros martirios, tras ominosa faena,

de la vasta catedral la plebe el área llena,

Y al inviolado prestigio de músicas y dalmáticas

tornan en cálida unción viejas visiones heriáticas,

Una voz extraña al suelo, que no afluye en ningún coro,

un acento extraterrestre, lívido, helado y sonoro,

Sobre el órgano vibrante de salmodias sobrehumanas,

rueda al son de los clangores de las místicas campanas.

Es –¡oíd!- el febril ruego de las almas doloridas,

de las mustias abstracciones, y el cansancio de las vidas:

- Vanamente tu sepulcro franqueaste, ¡oh Dios! ¡oh Cristo!

y de un pozo de tinieblas vencedor la edad re ha visto;

Vanamente e al leño sacro entre físicos asombros

sujetaste el mármol límpido de tus brazos y tus hombros.

En tus sienes, maculadas con la tintas del ultraje,

y en tus manos, que rendían al tormento vasallaje;


En tus plantas, ya desnudas de entereza y de sandalia,

y en tu cuerpo, lirio ajado por las hienas de la ordalía;

Mira. El pueblo se desangra con las cábalas fatales

de la industria, y el despecho va afilando los puñales;

Ya las vírgenes en brama apresto acallan el deseo,

o en vitando acuerdo apuran la embriaguez del gineceo;

Ya sus mozos, cuando aguija la ternura un rostro franco,

ni aun vislumbran los fulgores del país del Sueño Blanco.

¡No hay amor! ¡El pan ha huido! ¡Murió el pan! ¡El pan no existe!

Queda el Mal con su cortejo, siempre torvo, siempre triste.

En sus arcas, nunca llenas, la codicia hundió a la viuda;

gime el huérfano, a quien cubre, sucia clámide, la duda;

Al soldado a muerte llaman la soberbia y el engaño;

queda el Mal con su cortejo, torvo siempre, siempre huraño;

En las aulas ya no cantan los divinos ruiseñores,

ni los brotes del espíritu dan capullos de colores;


Los desiertos hospitales un fugaz recuerdo asiste;

queda el Mal con su cortejo, siempre torvo, siempre triste.

Ten piedad, Tu, que el sepulcro franqueaste, ¡oh, Dios! ¡oh, Cristo!

y de un pozo de tinieblas triunfador, surgiste liso.

Reina el dolo. Tu victoria Satanás impide ogaño;

queda el Mal con su cortejo, siempre torvo, siempre triste.

Así dicen, cuando todo sube en ráfagas de anhelo

a las cumbres florecientes de los domos y los cielos;

Así en quejas desoladas como de aves pavoridas,

Hablan mustias abstracciones y e l cansancio de las vidas.

EL NOCTURNO

Para Luis Cano.

Entre los espasmos del dolor sombrío,

por un agria riba de desolaciones

con el cierzo extraño, pertinaz y frío

de las más heladas de las Estaciones,


Vuela un Ave rara de tediosas alas,

en su afán acaso demandando asilo

a las sordas Grutas sin verdor ni galas,

do no brota el agua ni florece el tilo.

Alma de un poeta sobrehumano y fuerte

que burló el secreto de la Vida yerta,

parece que busca su amparo de muerte

por los campos grises de la pampa abierta.

Se aleja, se aleja… y en sus giros varios,

al doliente acorde de fugaz Nocturno,

posa el vuelo débil sobre los osarios

que profana el paso del tráfago diurno.

No es ave: en su pico la queja fue humana;

no es un monstruo: lamenta la fuga imprevista

de un viento de Otoño que, hurtando a la hermana,

dejó sobre el prado la frágil arista.

Recuerda las noches de aroma y de luna,

el éter profundo, la sombra enlazada,

la albura del lecho, la racha importuna,

las frías mejillas, la ausencia y la nada…


(Y al fin a partido de acíbar repleta

el alma, en un rapto de duda y misterio…

guirnaldas ciñeron tu frente ¡oh poeta!

Al eco de triunfo de más de un salterio…

Mañana, a tu fosa de ilustre linaje

vendrán los romeros del Arte divino,

como un canto digno como en homenaje,

un ánfora llena de dórico vino.

Tu Muerte fue hermosa: bien joven la viste

cruzar por tu senda de duelo y de gloria.

Te amaba; la amabas, nostálgico y triste;

y en noche de bodas tal beso la diste,

que fue aquella entonces tu noche mortuoria.)

VENCIDO VENCEDOR

APOLOGETICA DE SILVA

Para el triunfo, Himeneo blande tierno azahar,

y el soldado cosecha en una era marcial;

pesca el trigo en la espiga el rústico tenaz,


y en un predio de lonas siembran hijos del mar

perlas –rostros ya exangües; corales- roja faz.

Tu, nauta que en los linos rendiste al temporal,

sembrador cuyos músculos descansándose están,

paladín que en la rota del encuentro fatal

abatías los hombros con brillo singular,

Lohengrín sin su Elsa, desamorado, ya:

Los mies de los tesoros no acuchillas jamás;

la pesca de los granos nunca anhelas robar,

el vítor en los surcos tus manos no arderán,

ni mancharás la espada florida del azahar:

buen buzo, buen labriego, buen héroe, buen galán.

AMPLIACIÓN

Para un triunfo de amores, blande el pudor tierno azahar,

y el soldado cosecha en una larga era marcial;

pesca el trigo en la espiga el rústico duro y tenaz,

y en un predio de lonas siembran los maníacos del mar

perlas –rostros sin sangre; corales- una sana faz.

Tu, nauta que en los linos rendiste ayer al temporal,


sembrador cuyos muñecas hoy descansándose están,

paladín que en la rota del encuentro y lance fatal

abatías los hombros con brillantez tan singular,

amante sin amada, desamorado ya:

La húmeda mies del Océano acuchillas jamás;

la pesca de los granos nunca anhelas merodear,

el vítor en los surcos tus manos locas no arderán,

ni mancharás la espada florida y blanca de azahar

que los erectos pétalos deshoja un ósculo nupcial.

Abismaste el secreto de la onda glauca y falaz;

respetaste los frutos del viejo edén primaveral;

desdeñaste el laurel de la ruina y tala militar:

………………………………………………………..

buen buzo, buen labriego, buen héroe y mejor galán.

PARABOLA DEL HOMBRE

QUE ESTABA SOLO EN UN CAMINO

Pidió a la Noche asilo; forjó su espada en ella;

midió el abismo ciego de su orfandad sin playas;

lloró sobre las muertas cenizas de su estrella,


y apercibió el acero con diestra sanguinaria.

Para reñir las nobles luchas del Pensamiento

rindió salud y dicha; prosperidad y clama;

pidió a la Noche asilo; forjó su espada en ella;

midió el abismo ciego de su orfandad sin playas;

De Pan, que generoso brindan los ricos dones

de sus floridos carmenes a la molicie vana,

abandonó las risas, menospreció la ofrenda,

y apercibió el acero con diestra sanguinaria.

La estulta gente –un César- por colmo a su locura,

de amotinadas iras en Circo turbulento

trueca el área sacra en donde el bardo un día

oró, bajo la cúpula magnifica del cielo.

Y va –de gladiadores entre la chusma obscura,

rodela al brazo, armado, y a combatir con ellos-

nostálgico el poeta el área do un día

oró, bajo la cúpula magnifica del cielo.

Tristezas y recuerdos –acíbares que apura-

le aclaman fuerte; el puño gobernará al acero


en esa área sacra en donde el bardo un día

oró, bajo la cúpula magnifica del cielo.

CANCIÓN LIGERA

Pánico alarido tu pureza injuria

en el prado henchido de aromas y lujuria;

rima el aire un canto,

canta un canto el día,

de sutil encanto

de melancolía…

Lía,

Lía de ojos negros y de seno blanco:

¿Es tal vez que llena con su melodía,

con la cantinela de su anhelo franco,

tu alma de azucena la voz del barranco?

Llega aquí: del beso sabrás el prodigio

en el bosque espeso de sensual prestigio;

sabrás a la sombra

por qué el pecho hiere

ese son que asombra


tu jubilo y muere…

¿Muere,

Lía de ojos negros y de seno blanco,

o es tal vez que llena con su miserere,

con la cantinela de su anhelo franco,

tu alma de azucena la voz del barranco?

ORIENTAL

A J. A. Escobar

moria de los tristes días.

La pagana arquitectura

de algún busto sobrio y lleno

donde irradia en lumbre pura

la frescura

voluptuosa de algún seno;

y la luz de una mirada

sosegada

como un faro

dulce y claro,

y el calor

de unos labios entreabiertos


que asegura

dichas vivas, goces ciertos,

al amor;

y las combas palpitantes,

y cabellos que ondulaban por el torso,

lujuriantes,

y aquel pálido arrebol

que colora unas mejillas verdeantes,

como un sol;

mustias flores,

las ojeras

que recubren y delatan los ardores

de volcanes inextintos de ambiciones prisioneras;

y los brazos, los desnudos, torneados, albos brazos,

tersos, móviles, cual hechos

para abrazos

y destrozo y cautiverio

de otros brazos, de otras ansias,

de otras almas, de otros pechos;

y aquel pie

cuya hue lla

en el loco vals se ve

deslizarse rauda y bella

por la alfombra,
como, al véspero, una estrella,

gira en torno de una sombra;

al armonía incitadora

de algún cuerpo, que a deshora

evocando el himeneo,

oarístico atesora,

como un vino,

lo divino

de la fiebre y el deseo…

Con fantásticas maneras y quiméricos perfiles,

con el triunfo dominante de su canto y melodía,

y al sonoro

clamoreo de su lloro,

- por turbar mi mente- un día

llegó en sueños

de belleza

todo un coro.

Era un Sabbat de locuras-

Corte augusta y real decoro

que alumbraban con sus puras

tibias lámparas de oro,

rosa, argento,
las pasiones que yo adoro,

las pasiones que yo aliento,

los caprichos más sutiles,

y afrodíticas bravuras,

y alegrías y ternuras

y recuerdos juveniles

y ostentosos,

de carnal florecimiento,

que lloraban,

que lloraban, que lloraban, taciturnos y gloriosos,

por el viento.

LIBRO DE JOB

LA PODRE

De nueva carne y vida, con ánimo pujante,

sintióse el Justo lleno la tarde de aquel día,

y un orden acabado su espíritu al instante,

adivinó en las curvas de su fisiología.

Palpó el contorno: hallólo perfecto, palpitante,

sutil arroyo cálido los nervios disentía;

y en un triunfal hosanna del tiempo más distante,


cantó el poema heroico de la teosofía.

Después fijó la clara pupila en el espacio,

bendijo el trigo fértil de espigas de topacio,

las blanquinegras tribus de cabras y corderos.

Mas al regar la noche su sombra y su mutismo,

gimió el Patriarca ingenuo dudando de sí mismo:

-¡Oh padre, salve! débote los mis himnos duraderos.

II

EL LIBRO

¡Quién, como Job, pudiese de su lacería viva

en perdurables números eternizar renombre

cuando la llaga ahóndese y el desconsuelo activa

y es acicate el mísero deliquio para el hombre!

Cual un peñasco alzado del vórtice a la riba,

que con la talla hercúlea de su perfil asombre,

al rayo que su testa ni dobla ni derriba

humilla el genio, en sarta de apóstrofes sin nombre.

¡Oh, tú, de la Idumea cantor esclarecido,

en cuyos fuertes pasos aleteó el rugido


y en cuyas broncas voces ensordeció el espacio:

Dame a saber la norma de tus enojos rudos,

los laberintos vagos de tus silencios mudos,

y los compases mórbidos de tu tremendo canto!

VERLAINE CONVERTIDO

Para Amado Nervo.

El enano lascivo que murió, fue gigante

bajo la Piedra Negra: un hada amorosa

bajo la Piedra Negra le transformó en diamante,

un diamante que fuese blanco como una rosa-

Como una rosa blanca y yerta, semejante

a las tenues blancuras de la helénica Diosa,

o al lejano esfumino con que un alba radiosa

amortigua el oriente de una estrella flagrante.

Y su cuerpo ya exhausto (¿fue el gentil visionario

de un equivoco ensueño?) con amor se rendía

a la zarza bendita y a la hez del Calvario.

Entonces el gran cisne de Zeus enmudecía

atónito, y el humo surgió del incensario


como una polvareda de terror. Nació el día.

SERENATA

En los verdes paraísos de lujuria,

donde el zumo de la culpa nos recrea,

largos besos en cascadas de armonías

un Silencio enamorado te ofreciera.

Al amparo de los mirtos florecidos

bajo el soplo tibio y fácil de la siesta,

con tus hombros –seda y grana - reposara,

como un niño, el crespo Adonis se cabeza.

De las telas de Parrhasios nuevo engaño,

nuevo ejemplo diese entonces la arboleda,

y por uva agridulces Zeuxis mismo

estimara tu boquita roja y trémula.

Tus liliales manos puras, y el diseño

de los breves pies que alojan grana y seda,

a un marques de antigua corte robarían

palaciegos madrigales, vizcondesa.


Yo no puedo amarte: miro sin angustias,

sin combates, sin deseos tu belleza,

cual, absorto, en clara noche los efluvios

del lucero que titila en las esferas.

Parto ahora. Di a tu boca y a tus ojos

que sonrían en la alcoba como estrellas,

mientras va la serenata que te envío

diluyéndose en un cuadro de tinieblas.

CROQUIS

Contabas quince años

y fuiste, cual otras, amada:

caricias y besos

y risas y abrazos y lágrimas

como en justo homenaje

a tus núbiles prendas, tan caras,

vinieron.

Las horas,

en tanto volaban,

y huían tus sueños

con la caravana
de cortejos sonrientes y músicas

alegres y varias

que animaron tus días primeros

y tus locas primeras veladas

en que el vals bullicioso tejía

sus coronas de júbilo y gracia.

Y huían ellos

los galanes de invictas espadas,

las citas nocturnas,

los billetes de amor y las pláticas

en el tibio jardín sombreado

por un palio de encinas lozanas.

……………………………………….

Mañana, en la fosa

para siempre del mundo alejada,

sin caricias ni besos

ni risas ni abrazos ni lagrimas

cual en justo homenaje

a tus núbiles prendas, tan caras,

sólo un nombre recuerda

entre espinos y escombros y zarzas,

que contabas no más de quince años,

y fuiste, cual otras, un tiempo adorada.


VIAJE ETERNO

A Víctor M. Londoño.

Sentimiento infernal y divino,

monstruo Amor, a tu hechizo me entrego;

pon en mí con tu filtro asesino

fiebre intensa de cólera y ruego.

Yo he sentido tu paso felino

cuando a verte medroso me llego,

bajo el globo de dombo opalino

y en la tarde ori-ámbar y fuego.

Duelo? Llanto? –La mórbida herida

Calmarás con tu elixir: el beso

Será, en ascuas, un heraldo de Vida.

Y al tocar en el límite blondo

Donde el signo auroral nada impreso,

Marinero, anda allá,,, No des fondo!

MADRE E HIJAS
Lleva un niño en el vientre, y lleva una corona

Que el divino ser madre le coloco en la frente.

La criatura es tan frágil! –barro que desmorona

El Tiempo, y el blasón de su orgullo presiente.

La eternidad con que natura galardona

las creadoras matrices del Arte a la inclemente

falange que destriza a golpes de tizona

un rito exangüe, un rito que desmayó en su Oriente.

Pasa y la miro y finge resplandecer su estrella

en los pétalos tibios de la boca, en los ojos

dulces, y en la heriática palidez marfilina…

Tus hijos son de un día, mas tu blasón y el de ella

Perdurarán, rompiendo del Tiempo los enojos,

Nueva estirpe del dios de la lira divina.

DÍA DE LOS DIFUNTOS

Sobre el altar la rosa desnuda sus primores,

más casto el lirio ciñe la estola como un velo,

la fucsia cortesana promete sus favores

a un joven heliotropo que se olvidó del cielo.


Las luces van muriendo; cesaron los clamores

del loco campanario que en su tañer de duelo

hizo a las golondrinas –tímidos moradores-

por la enlutada nave desperezar el vuelo.

Es día de difuntos, solemne entre los días;

la viuda rememora caducas alegrías,

el huérfano, los mimos del genitor; la esposa

Tras su mantilla negra muestra una faz radiante

a los sumisos párvulos; y el gesto de la amante

tiene un rival erótico: la gracia de la rosa.

SÁTIRA BREVE

… Para que no maltraten

el simbolismo.

Esta es la fábula y ésta

la verdad también: a Midas,

torpe rey de la margen del Pactolo

unióse el dios que cultivó las viñas.

Solo en le país impera


Midas, torpe rey. Las tintas

del precioso metal como una hornaza

sobre su trono y dondequier cintilan

En tal profusión enorme

como las arenas dinas

que al montar la impetuosa marejada

mueve el Océano en sus abruptas ribas.

Aun el Pactolo, el gran río

donde el rey su cuerpo enfría

convirtió sus guijarros en su lecho

en filones de chispas amarillas;

Que Pan su amigo, el dios rústico

del tambor y la siringa,

dio al rey el consejo y a las libres aguas

botóse el rey desesperado un día

Del don funesto de Baco

a quien su loca avaricia

pidió le fuese transmutado en oro

cuanto su mano codiciosa abriga.

Y concedida la gracia
fuéle fatal al de Lidia

que hasta el manjar y perfumados vinos

trocáronse en lingotes y pepitas.

Mas el gran duelo del rey

he aquí: en artística liza

Apolo y Pan el premio disputábanse

con la flauta del bosque y con la lira

Celeste. El rey que presencia

prefirió -¡quién los diría!-

los rudos cantos al cantar del oro

y al hijo de Latona, el de la ninfa.

De entonces, el desdichado

monarca un gorro destina,

con todo el arte que su reino pide,

a coronar la testa envilecida.

Y bajo el lino y la púrpura

de aquel gorro -¡oh maravilla!-

dos felpudas orejas de borrico

halló el barbero que nacido habían.


LO QUE PASA Y RETORNA

Para Eduardo Gutiérrez.

Pasó una gran visión de sueños y de cosas

imperiales delante de la Kábala mía,

y mi espíritu amó las carne de las diosas,

y el cetro de los Césares, y el loto azul del día.

Y vi que sobre el ápice de abstrusa lejanía

se esfumaban los sueños, se pedían las cosas

imperiales, y oí que una voz me decía-

cuando esa gran visión de sueños y de cosas

Imperiales delante de la Kábala mía -

el reinado inmortal en que triunfan las diosas,

¡la carne de las diosas radiosa como el día!

- Y habrá bocas- me dijo –que sangren como rosas,

y habrá flores que tengan el perfume de cosas

que, en ley de amor, acendran vuestra melancolía.

II
Tembló con la dulzura de aquel divino encanto

mi alma sagaz, y vi cuánto es letal e impura

la mujer –el océano salobre de amargura

que en su dulce licor exprimió como un llanto.-

Siempre doquier, las mies cogerás del espanto,

¡oh Medusa inmortal, entraña amable y dura!

que junto a ti y asidos los orbes de tu manto,

ensayarán el himno de la fatal dulzura.

Hablarán de tu vientre para su desencanto,

y de tu seno –blando cojín de la ventura-

y de tus muslos –lirios- y de tu boca –acanto.

La serpiente falaz se alejará entre tanto

a sus floridos bosques cuando la mordedura

ponga el hielo en las venas y en el pecho el espanto.

III

Y ante la visión de sueños y de cosas

imperiales, turbada, clamaba el alma mía

por la paz que ha vencido al amor de las diosas,


al cetro de los Césares, al loto azul del día.

Y alcé a mirar. Entonces en vaga lejanía

en que sueño se esfuma y se pierden las cosas

imperiales, pasaba como una romería

de espectros: fueron reyes, fueron altivas diosas,

Gentes villanas, mientras para ellos brilló el día.

…………………………………………………………..

…………………………………………………………..

¡Y ahora, muertos, sangran sus bocas como rosas,

y un haz en flor que llevan con perfume cosas

extinguibles, pregona nuestra melancolía!

IV

Y mi espíritu lleno de congoja y de espanto

alzó otra vez la faz a la inviolada altura,

e interrogó. Los astros como barrera obscura

de nubes que se apartan, flotaron en el manto

Del éter y se fueron con su nativo encanto

a iluminar un mundo tenebroso. En la altura


un gran Príncipe hablaba, y rendida ante el Santo

la cohorte celeste, dijo al Príncipe: - Obscura.

Ves mi ley ¡oh rebelde! Cese ahora tu llanto.

Nada a la nada retorna; todo más vida augura:

¡inmortal es tu encanto como tu desencanto!

Y el anhelo y la duda disipáronse en tanto

en mi espíritu, como se disipa la obscura

cerrazón de las nubes, a la voz del gran Santo!

POSTRIMERÍAS DE DON JUAN

¡Ay! ¡Cuál libo en la copa de los deleites vanos:

sus sienes se adornaban con los gajos livianos

que ensangrientan la vida y ensangrientan las manos!

Al fulgor repentino de los amaneceres,

que apaga los nocturnos fuegos y los placeres,

volvía, temeroso de laces y mujeres.

Algunas veces. Otras, el encanto inmortal

seguía al interior, como un filtro de mal,

preparando en silencio la caída final.


Perla con luz de estrella, blanca flor encendida,

virgen: cabellos, ojos, manos, labios –herida

que destila la amargura ponzoñosa de la vida-

Aun sus quejan te nombran, aun suspira anhelante,

en el ansia infinita del que siente distante

la playa, ¡carne tibia, sugestiva, y fragante!

Manos que vais tendiendo como hechizados lazos

en que se siente el flaco vigor de nuestros brazos;

albas manos purísimas, forjadoras de abrazos

Y tentaciones; redes de los cabellos blondos;

ojos fulgurantes entre misterios hondos;

senos que remedáis dos escudos redondos;

Morbidez de los vientres intocados y finos,

magos ocultadores de secretos divinos

que defienden y recatan el pudor de los linos:

Perla con luz de estrella, mujer, rosa entre rosas,

perfumada y violenta encarnación de diosas

con el perfume antiguo de cartas cariciosas:


Aun sus quejan te nombran, aun suspira anhelante,

en el ansia infinita del que siente distante

la playa, ¡carne tibia, sugestiva y fragante!

PARALELO

La sombra porta un ceño de majestad caída

dentro del ser y fuera; tal parece que llora

algún antiguo reino desaparecido –aurora

en que vio al ultraje y a la traición vendida-

Cercan sus hondas ojeras: una huida

de lises y gladiolos. Se diría en la hora

de supremo deliquio, la beldad triunfadora

a los besos en llamas de un amante rendida.

Y la rubia mañana, sutilmente divina,

que el auriga celeste –dardo y fuego- ilumina,

no hay cansancio, ¡oh, poetas! (Ya está lejos la Bruna.)

Cante, así, vuestra lira en un tono sonoro

y mayor, frente al busto de enigmático Toro

que radió del Oriente dulce y sabio de la cuna.


AFRODITA

Para F. Alvarez R.

¡Zis! Al baño! –Se ha hundido con dos ánforas plenas

de perfumes de Oriente. Lujuriosos rosales

en el mórbido rizo de los glaucos cristales

sueltan púrpuras únicas bajo frondas amenas.

El zenit como un foco de irritadas colmenas

flecha dardos; susurran silencios musicales

en la auras que pueblan mariposas rivales

y en el húmedo espejo de las aguas serenas.

Reina Amor; es la siesta de una clama infinita,

y en sus gracias desnudas complacida Afrodita

va aplicando un extremo de diestra discreta-

Dulce imán que señala por ocultos parajes

un oasis remoto de tupidos follajes,

que en la noche satura vago olor a violeta.

BYRON EN RAVENA

A Federico Trujillo
- Tierras q ue yo conozco, mares que yo he cruzado,

piélago sin orilla del constelado azul,

a mi, que soy el hijo doliente e infortunado,

dame frescura, arrullos, savia, color y luz.

De amar mi pecho el goce, ya late fatigado;

de amar los rojos besos y el esplendor de Assur;

de amar la Ciencia, el Arte, la Lucha y el Pecado,

por el Saliente regio, por el quemante Sur.-

Así bajo las grises nieblas, en el misterio

De un crepúsculo vago, cogitabundo y serio,

Byron a las potencias del orbe apostrofó.

Súbito, destacándose de entre penumbra vana,

corrió a sus brazos, trémula, para gozar liviana,

Aurelia –la condesa que el gran deseo hartó.

SOLEDAD

Del gótico palacio en el salón austero

por cuyos fuertes muros cuelga un tapiz severo


Y estrepitosa bulle diabólica algazara,

sobre cristales rojos luce una luna clara.

Toda honda paz en torno, calma y silencio afuera,

adentro en revoltoso círculo la quimera,

Lúbrica zamba aplauden de torpes meretrices

el señor de la Corte y las damas felices.

Cada oído regala un armónico coro;

toma el rey en sus manos tallada copa de oro,

Y, como en el verano suele súbita sombra

obscurecer del prado la rutilante alfombra,

Tal la frente mancilla del anfitrión –la pura

Frente - con nublo denso de singular tristura.

Jamás ante el peligro cerval pavor le enfrena;

de la más ardua hazaña le enajena;

Mas hoy dentro del báquico, del saturnal recinto,

duro el vivir zahiere con invisible instinto.


Y encendidos los ojos, con desdén la cabeza

a las turbas mostrando, su himno fúnebre empieza.

Callan todos los ecos. En estúpido asombro

oyen los comensales y a un tiempo alzan el hombro.

EL POEMA DE NELLY

Mi espíritu y mis ojos –hechos a verte- un día

esconderá la tierra,

y de cabellos lacios mi última almohada

un día en el sepulcro me mirará cubierta.

Mi boca con explosiones de una acritud insólita

reventará en la huesa;

mis labios y mis dientes y risas –que eran tuyos-

aparará cual lámparas la sombra sempiterna.

Mis manos y mis brazos, para amorosos vínculos

hechos, mis pies, que hollaron con gozo tus veredas;

mi corazón, mi sangre, mi ser entero, un día

esconderá la tierra

No se si los pesares, mi amor, o tus desvíos


me llevarán tan lejos… tan lejos… pero cerca

de mi parece ahora que se desata un hálito

de tempestad y muertes y destrucción que hiela.

¿Supiste mis amores, mi fe leal? ¿Supiste

con qué holocaustos íntimos mi adoración te diera?

Culto a tu casta imagen rinde mi pecho –exánime

de vértigo, de ensueños, de luchas, de tristeza-

¡Todo en tu honor…! y lágrimas te formarán, cayendo,

collares y preseas.

Dichosa: tu que tienes la fiebre y los delirios

de un bardo por ofrendas;

tu, que en la cruz le miras de su deseo eterno,

despréciale… no temas…

¡Despréciale, en tus arcas guardaron tus mayores

platas labradas, oros pálidos y monedas…!

¿Mi corazón amante reposará atediado

para el solemne día de Pascua y Primavera

que vestirán las rojas lascivias de los besos

en el nupcial retiro de tu grácil gentileza?


HERALDO

Con sus férreas manos amasó la Locura,

Y se dijo: - En la noche cavaré mi reposo;

haré de rosas rojas para mi sepultura

un cascabel, sangriento como el reír glorioso;

Atizaré las fraguas de la caricia impura,

en los redondos senos me embriagaré gozoso;

y, cuando llegue el hondo cansancio del Esposo,

me adormiré en tu hamaca, flotante Niebla obscura…!

Sembrador de delirios que en alma y carne duermen,

echó en floridas vegas el asesino germen…

y sucedió que en horas de plenitud malsana

(Como en la vespertina hoguera, si culmina

entre nublados) una llama de amor divina

le anunció los contornos de la feraz Mañana.

LA DRÍADA

Robas un expresión de pagana hermosura,

mas la savia que anima tus intactos sentidos


se desliza en el rostro de gentil escultura

como un pálidos fuego por los lagos dormidos.

Y eres vida serena: tu inviolada figura

débil radia la chispa que una noche, en Abydos,

al Amor suplicante coronó de blancura

como un pálido fuego por los lagos dormidos.

PEREGRINO DE ENSUEÑO

Yo soy un ser nulo y frustrado

como el vientre de el vientre de las estériles,

y tengo envidia generosa

del que tempranamente muere.

En mi sendero no podrían,

Amor, tus pasos detenerse,

ni a mi cabeza atormentada

sembrar la Gloria sus laureles.

Los transeúntes cuando pasan,

con sus pupilas relucientes

parece como que adivinan

las agonías de mis fiebres.


Y mis pisadas vacilantes,

y en mis sombrías palideces,

el desencanto con que miro

los que en torno se desenvuelve.

¡Madres! yo adoro las fecundas

noches, benditas para siempre,

en que las vírgenes deshojan

los azahares de sus sienes;

Y las caricias que reclaman

un sitio para los que vienen

entre las brumas del futuro

y los espasmos del presente.

Pero más los parajes húmedos,

en que se enfilan los cipreses

cual una tropa de fantasmas

evocadores y solemnes;

Pues hoy un ser nulo y frustrado

como el vientre de las estériles,

y tengo envidia generosa


del que tempranamente muere.

EVANGELIOS

Y OTROS POEMAS

(1902 – 1911)

SAGESSE CHRÉTIENNE

A. D. Gabriel Latorre, esthete.

La nature me rend sage; autrefois, j’etais

comme ces feux follets q ui, la nuit, traversant

des vastes cimetiéres ombrageux et puants,

sous leur dávastation se sont longtemps plongés.

Il m’est venu trop tard, au bout de mon Été,

un éclair de Bonheur, et d’Ivresse, et l’Ambiant

- tels des joyeux ébats de femme –caressant

mon Devenir, qui vogue devant l’Éternité.

Bleu Printemps, chaud Été, merci! Le mur Automne

se glisse d’un pas leste (leste parmi l’insomne

reve et lagrele Puussiére, qui bat aux grands adieux…!)


La vague éteint mes torches d’un éteignoir fumant:

I’Insta nt gris va sonner. –Bonheur, Ivresse, Ambiant,

tronez sur la dépouille d’irréparables aveux!

TIEMPO IRREGULAR

El tiempo ha sido asaz irregular:

mañana, límpido verano;

medio día, calor rojo –solar;

tarde, crepúsculo malsano;

noche, a la alcoba del durmiente en vano

fantasma acaba de llamar…

¿Conoces este tiempo irregular?

En el País del Vino cada día

preséntase invariable, así, lector:

mañana, azul, y rosa, y lozanía;

cálido de pasión, el medio día;

tarde, se apiñan nubes al redor;

noche, pisadas en la galería…

¡Oh, noche del insomnio y el terror!

DEL VIAJE IDEAL


Marinero, atalaya el horizonte:

en la Torre del faro se destaca

un vigía anhelante, y arde el Monte

como el odio incubado en la barraca.

¿Hornos, Pekín, Benguela, Fez, Malaca?

¿Adivinas…? Conflágrase aquel Monte,

y en la Torre del Faro se destaca

un vigía anhelante.

El malhadado

corazón gime, y dice: - Es tu existencia,

de crápula y pecado.

Alerta en esa Torre vigila la conciencia,

y en ese Monte que arde se tuesta un condenado.

ORACIÓN PARA TODOS…

A la orgía di fin con una enteca

Dálila, y me dormí pensando en Rollinat,

las trece sillas de su biblioteca,

y la hora de trece que su péndulo da.

En mi sueño venía
pálido y cejijunto Baudelaire,

con toda su real cortesanía

flor y nata del vicio y del placer.

Claudicante Verlaine –sobras al cabo

del ajenjo y del sexo tentador-

con un aire de simio que ha perdido su rabo,

ya una pánica risa que festeja al Amor.

Señor: a los que me precedieron

en ese horrible potro de inquietud

- réprobos que gimieron

expiando el descarrío

de la propia y ajena juventud-

Acógelos, Señor, en tu clemencia,

Y ten piedad de nuestro frenesí:

Y la noche que me hirió tu omnipotencia,

Como Bécquer tal vez envejecí.

EL SENDERO MALDITO

¡Tierra de la lujuria, océano del Vino,

mi corcel y mi nave quieren peregrinar!


¿Qué habéis hecho vosotros de la onda y del camino?

Mar y playa contesta: - Pudierais zozobrar.

tu senda era inocente más que el vellón de lino

sobre los hombros vírgenes, y nuestra senda es mar

turbia como la noche que arredra al peregrino.

En vano es que pretendas mar ni playa cruzar.

-¡Tierra de la Lujuria, océano del Vino,

mi corcel y mi nave quieren peregrinar!

¿Qué habéis hecho vosotros de la onda y del camino?

Mar y playa enmudecen bajo la ley de un sino…

Y aun quiero interrogar.

DIOS

Penetro en el santuario del que es grande y dio leyes,

y vio como su obra profané. ¡Rey de reyes,

Señor! ya la corona desceñí: ¡ten piedad de mi!

y echa tu bendición sobre mi libertad!

Contra el mayor peligro, que está en mi corazón,

¡sobre mi libertad echa tu bendición!

¡Señor, yo no te veo; pero se que fulgura


tu majestad doquier que el alma la figura:

sobre la Creación, dentro de tu Eternidad…

Señor, ¡piedad! ¡piedad!

¿Quién descargó su ira sobre mi faz? ¡La mano

augusta, oh Soberano!

Y el golpe que me diste,

era un castigo justo. ¡Mi alma estuvo triste

no se que tiempo. Al fin me incorporé –llorando,

riendo, tal vez, dichoso que eras Tu el que, cuando

ya a punto de perderme quizás, así llegabas,

y vi, tras la pena, ¡Señor, me perdonabas!-

El mundo acaso ría, con su boca de blasfema,

al ver entre mis cantos mi confesión suprema.

Pero Tu existes, Padre, Señor, has existido

antes que el mundo y yo te hubiéramos vendido.

Quiero que escuche el mundo mi confesión sencilla

de la perdonadora celeste maravilla,

y quiero que conmigo el corazón del mundo

te celebre Piadoso, Amoroso, Iracundo

- sí tal pudieses- Padre, Pastro, Testigo, y Juez,

que a quien te busca sabes amarle nueva vez.

Tráigote, con el pecho colmado de esperanzas,

mi reconocimiento, júbilo y alabanzas.


Y para que tu nombre, tres veces sacrosanto,

adore el mundo, dígole con el habla del canto.

¡Señor, Tu me diste desde la Eternidad

el canto que ora vibro bajo mi obscuridad,

y es fuerza que triunfante se alce sobre mi lira,

y escuche el mundo el canto que tu nombre me inspira!

En la nube que estalla y en el ala sonora

del viento, le oye el mundo resonar cada hora;

el mundo, a quien tu excelso poder atemoriza,

que vio arder a Pompeya y Herculano, y ceniza

hirviente en más de una férrea capital.

Yo le adoro en el agua fresca del manantial,

y en la estrella que junta sus miradas de plata

al beso perfumado de la rosa escarlata,

y en el sagrario inmenso que forma el universo,

y, más allá, en la altura de que mana mi ve rso,

en tu morada loca de Amor y de Bondad,

por sobre los pilares de toda la eternidad.

Cuando desde el arbusto de cada frágil cosa,

me lanzó con un vuelo de incauta mariposa,

y, olvidado y perdido, en ansia de ser pleno,

voy libando uno a uno cálices de veneno,

súbito Tu me llamas, y cayendo de hinojos,


vuelvo a tu faz la manos, postro en tierra los ojos.

Y sigo mi camino: una estrella me guía

que para mi consuelo enciende la alegría,

puéblanse los altares de la naturaleza

de un olor a perdones que envuelve mi cabeza…

Débil, Señor, tan débil como la nubecilla

que el aura mañanera rompe junto a la orilla

en que alza la Aurora, ¡cómo temer pudiera

el soplo levantisco del aura mañanera,

si ahí estás Tu llenando de gracia los confines

y bañando los pétalos secos de los jardines

humanos, en que caen tan prestos los jazmines,

y para vidas nuevas y nuevo poderío

viertes sobre los tristes más savia y más rocío!

¡Cuántos ciegos –amigos, gentes desconocidas,

y aun hostiles- con lenguas rudas y descoloridas,

van sobre los eriales

sintiendo en sus entrañas la espina de los males,

y, no viéndote, pasan en honda noche obscura,

como fantasmas, hacia la abierta sepultura!

Yo no, Señor. La orquesta sideral me recuerda

tu nombre, y cuando herido por la Segur me pierda

del hito que me tienen cautivo Tiempo, Espacio,


yo seguiré mirándote dentro de tu palacio

inaccesible, en donde reina la Majestad

monstruo de Fortaleza, matriz de Eternidad.

Para los que el misterio divino desconocen,

para aquellos que penas sobre penas destrocen,

¡Padre, Piedad! Un día guíe la estrella mía

sus pasos y sus flacos corazones; un día

blanco como la muerte de párvulo, o rojo

como el fusilamiento tras la noche de arrojo,

bajo la aurora tarda.

Más de un Ferrer aguarda,

quizá, en la adusta orilla.

Le alargarás el puente, le mostrarás la quilla,

los mástiles que flotan –islas de cocoteros-

y buenas rutas para más felices viajeros.

Te encendiste en las Torres el soberbio fanal:

¡Su espíritu, como el tuyo santo, inmortal!

Dejarás, sobre playas próximas o distantes,

que de lejos se tiendan los brazos humanos,

en que van como harapos de púrpura las manos,

heridas, destrozadas,

por agudas tormentas;

pobres manos sangrientas,


manos ejecutadas!

EL ERMITAÑO

Cuando la cortesana con su cuerpo divino

- lirios, mármoles, rosas- descubrió al Solitario,

teñía el acre mar un vino purpurino

de las viñas celestes del alto Sagitario.

- Solitario- le dijo, burlando, al Solitario -:

traje ciño más bello que la púrpura y lino,

y hay más grana en mi boca y en mi beso más vino

que en las celestes viñas del alto Sagitario.

Y así a la intrusa entonces, turbado, el Solitario:

- Traje ciñes más bello que la púrpura y el lino,

hay en tu boca mieles, hay en tus pechos vino,

tus palabras son eco de un viejo antifonario.

Empero ya mis ojos cegó la fuente obscura,

mis labios abrevaron cisternas de amargura,

no acertarán mis puños a conquistar el lauro…

Y fuese por su cueva, ante la cortesana,


en un sollozo lento que empañó la mañana,

con la melancolía del último Centauro.

SOLEILS SPIRITUELS

Ce vieil astre, béni comme toutes les choses,

sacré, su Tout-Puissant ayant la main pour source,

a fait dans mon esprit s’panouir les roses,

les grains aux sillons creux, les rachats dans ma bourse.

Il prend, l’aumonier! Sa vagabonde course

autour de nous, chassant le démon des chloroses,

et ne demandant rien, si ce n’est de l’amour, pour ce

qu’il donne aux pauvres enfants d’une Joie demi.close…!

Donc, mes fréres! Imitons ce bon voisin de l’Ourse,

Phebus á l’arc en flammes, roi triomphal: nos poses

sont bien des attidudes, mais des faibles ressources

pour rendre l’enivrant parfum hanté des proses.

Íl y a pour nos ames, au –dessous des Mlaheurs,

du Laid, du sale Laid, une Beauté antique,

d’un lointain Paradis souvenir bienfaiteur,

Espérance, Salutm charitables el mystiques.


J’ai vu s’écrouler tout sous des amas d’horreurs

que rendaient plus affreux les falmbeaux sataniques:

Croyance, Espoir, Courage, l’invincible douceur

d’etre de la Justice l’altéré –famélique.

Et un jour le Berger dans mon lit (l’epaisseur

d’ un abime sans nom fait de plombs et de briques)

caressant mes blessures, et mon ceil reveur

allumant, et mes pas détournant des iniques,

Les rónces décrochant exaucant mes douleurs,

et mes cris, et mes pleurs, sous le céleste Portique

aux troupeaux des vivants –mes semblables d’ailleurs-

a l’Amitié sans bornes me rendit de sa trique.

Et j’y suis, serai! Les superbes palais

les chaumiéres infectes, l’amant et qui hait,

chante ou sanglote, hors le Mal, j’aimerai

le baiser de ma l´evre, dans mes bras endormi!

Comme un petit s’endort sans soucis quand du lait

le maternelle gerbe il a au fond tari,

tels ils s’endormiront sous le diaphanes dais


de mes baisers si cahstes, si purs, si divins…

Oui:

Le soleil qui m’eclaire n’est qu’un symbole revé:

il doit fimir, et tout sera bientot fini!

Mais a travers sese crepes j’ai parfois deviné

un torrent éternel, de tendresse et d’oubli:

Diue! Le soleil n¿est qu’un symbole revé.

LAY

Al fin le diré

cual era la fe,

la fe del amor

con que te adoré

aun joven, y te

consagré mi ardor.

Ya tarde quizás,

al fin lo sabrás,

muy lejos tal vez

mis ansias, y aun más

tus ojos y las


melancólicas rosas de tu tez.

A LA QUE AMO

El arte es un remedo

de la naturaleza;

tu, que tan bella el alma

cual las pupilas tienes,

lucha porque tus horas

revistan la pureza

pálida de tus sienes.

Cultiva los jardines

que bordan tu sendero,

y tus noches obscuras,

profundas y calladas,

alumbran con la antorcha

con que el vivaz lucero

las ondas encalmadas.

Contactos del amante

lúbrico, fementinos,

no tu beldad desfloren.

¡Ave, de gracia plena!


Como la sensitiva

recata tus sentidos,

¡ohm dulce Mía! ¡oh, buena!

Y a mi, bajo el imperio

de un gran delirio humano,

que arrimo entre tus brazos,

amor de amor te invoco,

tu amigo, tu poeta:

tu víctima o tu hermano…

otórgame bien poco.

SONETO A…

Sabes acariciar, eres experta

en mimos y blandísimas traiciones;

bajo tu mano estallan las pasiones

- así, la aurora con el sol despierta.

Tu mirada, cual una zarpa abierta,

présago de infalibles sumisiones,

tiende su red, y engulle corazones,

como un perro, el Amor junto a tu puerta.


“¡Infame! ¡Infame!” te dirán a una

el Vicio helado y la Virtud demente,

viendo en ti el mar, y el ábrego, y la sirte.

Rendido, en tanto, alabo mi fortuna,

en el polvo, a tus pies, hundo la frente,

a abro los brazos para recibirte.

LIED NOCTURNO

Risas no hubo para mi; la vida

sola y desconsolada,

pasó cual una nube combatida

la bóveda azulada.

Ni habrá quien llore en mi sepulcro. ¡Olvida,

alma desesperada!

¡Solitarios tu arribo y tu partida,

tu origen, y tu término, y tu nada!

Ponto y cielo combátenme: ¿qué importa?

¡Regias torres de oro,

mis ensueños se erijan en la corta

playa de lo Ideal, en donde moro!


El hombre, la mujer: sombras que aborta

nuestra pueril credulidad; tesoro

cierto la perla del vivaz decoro,

un genio extraño, una pupila absorta…

…?…

Sube mis pecados al Cielo la floresta,

y el horror de mis manchas crece como el mar.

Pequé, ¡piedad! La tierra mis crímenes detesta;

no quieras, Juez de mundos, mis culpas recordar.

Pero si en tu justicia las Furias renovando

al ángel que te venga privas de autoridad,

¡Señor, no me condenes por mi vivir nefando

a este suplicio, indigno de tu benignidad!

Castiga, ¡oh Dios! castiga mis yerros clandestinos

Con rayos de tu diestra, con odios de asesinos,

Clásicos, pedagogos, verseros, proscripción…

Y aléjame esta hedionda sarna de Brunetieres

- flagelo de tus iras con que zurrar no quieres


las infamias más viles, la más ruin abyección.

DEDICATORIAS

DE UNOS VERSOS

Para que el verso ardiera

con una lumbre pura

cual la que en tus pupilas

de acéanide fulgura,

O para que gimiese

como un laúd sonoro

bajo tu cabellera

trenzada en seda y oro.

Se necesitaría,

princesa dulce y grave,

que en mi jardín de sombras

posase el vuelo un ave.

Alma de los ensueños

paganos, que inspiró

los líricos pinceles


del Guido y de Watteau.

II

DE UN LIBRO

Por la tristeza infinita

con que agobia su mirar

(tal en la noche palpita

lívido enjambre estelar;)

Por el ansia que la agita

de ocultarse y olvidar

en una senda maldita

de zozobras y pesar.

Por el cansancio que evoca

la lentitud de su boca

al reír, y por el son

Melancólico en que expresa

su ventura hecha pavesa,

esta rosa de ilusión.

TRIPTICO

Para Jaime de Greiff


I

¡OH, SOLITARIO!

Nunca fueron tus ojos los humanos

ojos, ni palpitó la humanidad

tu corazón hundido en sus arcanos,

del Tíbet en la abrupta soledad.

En tu cubil no entraron los livianos

coros que gritan: - ¡Daos prisa, amad!

ni las sirenas de e ncantadas manos,

que el vino escancian de la voluptad.

Nunca tuviste pláticas no agravios

con falsos labios; te selló los labios

extraño horror, y, aunque la amaste así,

Lo mismo a todos engañosa y dura,

puso en tus sueños la ansiedad impura,

y fue un dogal la Vida para ti.

II

LOS RUBAYATA
Más dichoso, Khayyam, en tu porfía

los números atiendes que en la esfera

diciendo van a quien tenaz espera

la ley, el ritmo, la ocasión, el día.

Caen las hojas; la estación ya fría,

y el viento surgen de la cita artera;

¡Quién borrará los signas que escribiera

la mano, fuente de sabiduría!

Dejas que todo –polvo y soplo y nieve-

en un vaivén sin treguas se renueve:

La rosa es fresca, la tiniebla es triste;

Pero, al menos, embriaga, fresca rosa,

esta de éxtasis hora venturosa,

que aun la luz nuestro horizonte viste.

III

UNO

Muchos clamaron: -¡Llámame! y fue vana

la súplica al cruzar la caravana;

a otros llevóse en sus afanes diarios,

sobre los lomos de los dromedarios.


(Estos en los fatídicos eriales

perecieron…) ¡Oh rítmicas, oh iguales

cifras celestes! ¡pares sol y luna!

¡Quién logrará contento ni fortuna!

Por veredas de sangre, o por sedeñas

sendas que esmaltan galas abrileñas,

todos allá, perdidos!

Sólo Uno

que desde eterno Monte contemplaba,

radioso, inmóvil, inmortal brillaba.

… Pasó entonces el río loco y bruno.

EL JUICIO DE DIOS

CRISTO Y LA SOMBRA

Para tus triunfos paz, para tus labios mengua,

y para el odio ruin que se encarnó en tu lengua

un desprecio callado. Fariseo: en el río

de la vida enturbian la destreza y el brío

que no tienen al par de las castas estrellas

noble pábulo. Tu que todo los atropellas,


tu que hallando una planta le atizona sus flores

y al mirar un diamante, cuyos vivos fulgores

son la risa del mundo, con villana alegría

le echas encima escupas, teme también tu día.

Llegará a ti como un ladrón nocturno.

Entonces cabizbajo, y herido, y taciturno,

demandarás sosiego para tus noches, lejos

del amargo licor de la inicua ventura

resbalarán tus labios: ángeles de la altura

con su aliento de llamas devastarán tus sueños,

y serás como el lodo que en los pardos risueños

amanece y el hombre cuidadoso lo evita.

Para ti, para toda la reata maldita

que te sigue, habrá duelo, florecerá el espanto

en los rostros deformes y en los ojos sin llanto.

Seréis tristes…

LA SOMBRA

Ya escucho sin valor ni esperanza

galopar de bridones que aguijonó tu venganza.

¡Cómo el aire se anubla, y entre la polvareda

Cristo, el Nabí, refulge!

CRISTO
Fariseo: la rueda

de la loca fortuna, para mi regocijo

en el mar, y en la tierra, y en los cielos dirijo.

Llega el día terrible de pavor y escarmiento

en que como en la higuera inútil, y el sarmiento

seco, irá tu poder, pecador, a la hoguera,

porque no diste fruto como estéril higuera

o el fruto que ostentabas era fruto maldito.

Cuando el Hijo del Hombre por los suyos proscrito,

como loco tratado y de oprobios cubierto,

tras la injuria y la muerte se marchó del desierto,

la ciudad disoluta vacilante corría…

Cuando igual que en las auras de su boca fluía

Un aroma divino de perdón y esperanza…

LA SOMBRA

¡Calla, Oh Cristo!

CRISTO

Y sediento de la horrible matanza,

en las calles el pueblo tu rencor secundaba,

y pedía entre gritos la salud de Barabba


y que a un tajo cayese –manso y dulce cordero-

el que dio luz al mundo y pujanza al guerrero…

Cuando sobre su espalda que las llagas divinas

florecieron de rosas y erizaron de espinas,

cargó la cruz…

LA SOMBRA

¡Oh, calla!

CRISTO

Y en medio del horizonte,

como un árbol, sembrados en las peñas del monte,

sus brazos y sus labios y ojos se abrieron

las mies que en el campo segaran la cuchilla…

LA SOMBRA

¡Nabí, venciste!

CRISTO

Y luego pasmó la maravilla


de una raza que lleva sobre sus fuertes hombros

castillos de proezas y alcázares de asombros,

y de la iniquidad como el polvo que rueda…

LA SOMBRA

¡Nabí, Nabí, venciste!

CRISTO

Fariseo: la rueda

de la loca fortuna, para mi regocijo

En la tierra, en el mar y en los ánimos rijo.

Llega el día terrible de pavor y escarmiento

en que como la higuera inútil y el sarmiento

seco, irá tu poder, pecador, a la hoguera,

porque no diste fruto como estéril higuera

o el fruto que ostentabas era fruto maldito.

Y una lluvia des estragos cayó de lo infinito.

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