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Viernes, 9 de marzo de 2018

Artículos

Santiago, 21 de marzo de 2017

La memoria histórica como derecho humano. Un justo


reconocimiento.

Comentarios a la Sentencia Rol 243-2016 Crimen dictada con fecha 3


de marzo de 2017 por la Ilustrísima Corte de Rancagua.

Por: J. Ignacio Briceño

1.-Intersante resulta destacar la sentencia dictada en la causa Rol 243-2016 (crimen) dictada con
fecha 3 de marzo de 2017 por la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Rancagua, por medio de la cual
se rechaza el recurso de casación en la forma deducido por la defensa letrada del don Jorge de la
Cruz Hernán Hernández Rocha, en contra de la sentencia definitiva de primera instancia dictada por
el señor Ministro en Visita Extraordinario don Marcelo Vasquez Fernández con fecha 26 de
septiembre de 2016.

2.-Los hechos de la causa dice relación con la comisión del homicidio simple en la persona de Héctor
Horacio Llanos Guzmán perpetrado en la Tercera Comisaría de Carabineros de Chile en la localidad
de Coya, en la Región de O´Higgins, el día 23 de octubre de 1073, en el contexto de un toque de
queda impuesto por las autoridades bajo la última Dictadura Militar de Seguridad Nacional.

3.-Dicha sentencia califica abiertamente el ilícito como un crimen contra la humanidad, señalando
en el considerando 19 expresamente que dicho reconocimiento, “(…) no sólo dice relación con el
objetivo de lograr un justo reconocimiento a la víctima y con la reparación integral de sus familiares,
sino también con reconocer que lo que se encuentra en juego excede por mucho el ámbito individual
y familiar de las víctimas de violaciones de derechos humanos, pues, como ya se enunciara, el bien
jurídico protegido involucra y compromete los derechos de la humanidad toda. Pero además, lo que
está en entredicho y requiere de una especial protección es el denominado derecho a la memoria
histórica de los pueblos”. Y agrega, en el N°21 que, “Si bien es cierto que el derecho a la memoria
histórica de los pueblos se consagra, ampara y promueve a través de políticas públicas diseñadas
por el Estado tendientes a reconocer y amparar el sufrimiento de las víctimas de las violaciones de
derechos humanos, como lo ha sido el caso chileno a través de comisiones de verdad y reconciliación,
leyes de reparación, memoriales, creación de reparticiones públicas con competencia específicas,
etc., no es menos relevante que en el campo de la justicia los jueces tienen el imperativo ético de
declarar y establecer en sus sentencias como una verdad inalterable e inmutable que los ilícitos
cometidos en el aludido contexto histórico, como lo fue el asesinato de Héctor Llanos Guzmán y
otros tantos connacionales en manos de agentes estatales, constituyeron crímenes de lesa
humanidad y ello forma parte de nuestro legado histórico, aun cuando no quisiéramos que así fuera
y resulta indispensable no olvidarlo, pues el derecho a la memoria histórica surge como una
necesidad vital para hacer efectivo el respeto de los derechos humanos y evitar que en el futuro las
violaciones se reproduzcan. El deber de recordar, no sólo se relaciona con el derecho a saber de la
víctima, lo que desde luego es indispensable, sino que también involucra la obligación del Estado de
salvaguardar la memoria de su pueblo, y en el campo que atañe a la judicatura implica el
establecimiento de la verdad del hecho punible y de la verdad de sus responsables, preservando así
el recuerdo de la víctima excluyendo la impunidad de los actos a través de las sanciones que
procedan conforme a la ley.” Finaliza la idea anterior en el considerando 22 en el que expresa que
“(…) el derecho a la memoria histórica constituye un derecho irrenunciable de la sociedad chilena a
conocer la verdad de lo ocurrido, así como de las razones y circunstancias en las que se llegaron a
cometer atroces atropellos de derechos básicos y fundamentales de nuestros ciudadanos, en aras de
precaver que estos hechos se repitan en el futuro”.

4.-Como puede verse, el fallo es relevante pues, eleva la memoria histórica a la categoría de un
derecho humano dentro del catálogo de los derechos que busca proteger el Sistema Interamericano.
Ahora bien, sobre este punto sería correcto precisar que si bien la Corte no ha reconducido
expresamente el reconocimiento de la memoria como un derecho implícito dentro del sistema de la
Convención Americana de Derechos Humanos (por aplicación del artículo 29 literal c) el que
expresamente señala: “ninguna disposición de la presente convención puede ser interpretada en el
sentido de: excluir otros derechos y garantías que son inherentes al ser humano o que se derivan de
la forma democrática representativa de gobierno”.), no es menos cierto que le ha dado al menos el
estatus jurídico de medida satisfactiva y de garantía de no repetición que, insertas dentro del
derecho a la reparación integral, buscan abarcar tanto la dimensión individual como colectiva, pues
sus efectos se proyectan a los miembros de la comunidad en su conjunto, transformando la memoria
en la herramienta más poderosa para reestablecer la vigencia del derecho conculcado y luchar
contra la impunidad[1]. Como bien ha reconocido el profesor Claudio Nash, “(…) esta realidad ha
impulsado a la Corte a buscar, por vía de las garantías de no repetición, la forma de enfrentar la
causa de fondo de este tipo de violaciones de derechos humanos”. Así las cosas, este reconocimiento
tendría un carácter trasformador, en tanto tiene por objeto modificar los soportes sobre los cuales
descansa la arquitectura normativa que permite o facilita la perpetración de violaciones
estructurales de derechos humanos. Así por ejemplo en el caso Radilla Pacheco v/s México, la Corte
Interamericana considera “(…) de alta importancia la reivindicación histórica y la dignidad del señor
Radilla Pacheco, por lo cual valora y acepta la propuesta realizada por el Estado en el presente caso
como garantía de no repetición, pues estas iniciativas son significativas tanto para la preservación
de la memoria y satisfacción de las víctimas, y la recuperación y restablecimiento de la memoria
histórica en una sociedad democrática”.

5.-Confirma lo anterior, el hecho de que en numerosas sentencias recaídas sobre graves violaciones
a los derechos humanos, la jurisprudencia uniforme de la Corte Interamericana ha sido la
implementación de una medida satisfactiva o de no repetición como herramienta para la
preservación de una memoria histórica cuyo contenido normativo no logra definir[2].

6.-La pregunta que cabe formular entonces es ¿basta con afirmar, tal como lo hace la CIDH, la
particular gravedad de estos delitos y la naturaleza de los derechos lesionados (vida, integridad
personal y psíquica, libertad personal, derecho a la verdad, a la información, a la identidad, entre
otros) para poder determinar el alcance de la expresión memoria a que hace referencia?
Consideramos que la CIDH no es clara sobre este punto, y utiliza esta expresión como una respuesta
estandarizada, sin precisar mayormente los alcances del concepto, o lo que es lo mismo, qué
entiende por memoria histórica. Esta labor de desarrollo argumentativo es más que deseable
tratándose de un tribunal de la categoría de la CIDH cuya función además de jurisdicente, es
también interpretativa, y sus fallos producen efectos políticos, habida cuenta, que ellos inciden en la
definición y contenido efectivo de los derechos humanos.

7.-Con todo, lo amenaza que significó para la propia condición humana la práctica de la
desaparición forzada, la tortura y las ejecuciones extrajudiciales o sumarias, motivó a la Corte a
tener que explorar nociones extrajurídicas como la categoría sociológica e histórica de memoria a fin
de articular en función de ella, el despliegue de medidas que no sólo buscaran rescatar la dignidad
perdida de las víctimas, sino que también fortaleciera colectivamente a la sociedad en torno a la
necesidad de evitar la comisión de graves crímenes contra los derechos humanos, efectivizando la
vigencia de los mismos. Es aquí donde la memoria histórica cobra relevancia como bien jurídico
protegido, pues precisamente lo que permite es el develar la comisión de las violaciones que
permanecían en el manto de la impunidad.

8.-Por lo mismo, es significativo que la Corte de Apelaciones de Rancagua reconozca a la memoria


como derecho humano, puesto que con ello, la transforma en un elemento articulador en la
protección de otros derechos, suministrando con ello un conocimiento preventivo y de alerta frente a
los eventuales o futuros conflictos políticos y sociales inherentes a la condición existencial del
hombre. En otras palabras, exigir, recuperar, y asegurar la memoria para cautelar la posibilidad de
convivir, resignificando el pasado y validando la dimensión ética y jurídica de la democracia como
requisito en la construcción del futuro y la reconstrucción del cuerpo social fragmentado.

9.-Además, al emplear la expresión memoria histórica, la Corte de Apelaciones de Rancagua está


graficando el clivaje Dictadura/Democracia presente en la historia política del Cono Sur, en donde la
primera equivale a prácticas de negación de la condición humana, ocultamiento y revisión de la
historia versus la segunda, que se identifica con la revalorización de la historia traumática de
nuestro reciente pasado, como parte de una práctica de reconocimiento social, en compensación
moral por los sufrimientos generados en represión.

10.-Ante el horror y la magnitud de las violaciones a los derechos humanos perpetrada por las
Dictaduras en la Región, su extrema gravedad nos hace preguntarnos ¿cómo es posible abordar de
manera eficaz aquello que ataca los límites mismos de la razón jurídica?¿Cómo la CIDH logra dar
continuidad a la trama del derecho ante la ruptura de la dignidad humana?. Pareciera ser que se
avanza en la dirección correcta, y el control de convencionalidad ejercido por la Corte de
Apelaciones de Rancagua, da un paso más allá al reconocer a la memoria como algo más que una
simple reparación. De allí la importancia de un fallo como el que comentamos, pues abre una puerta
para la discusión sobre la necesidad de reconocimiento de un nuevo derecho de contenidos amplios
y efectos generales de prevención y garantía de la especie humana.

[1] Entendiendo por ésta, “(…) la falta en su conjunto de investigación, persecución, captura,
enjuiciamiento y condena de los responsables de las violaciones de los derechos humanos protegidos
por la Convención Americana”, en Medina Cecilia, “La Convención Americana: teoría y
jurisprudencia”, Santiago, 2003, Centro de Derechos Humanos, Universidad de Chile, Facultad de
Derecho).

[2] Véase por ejemplo los casos: Masacre Plan de Sanchez v/s Guatemala; Goiburú y otros v/s
Paraguay; Almonacid Arellano y otros v/s Chile; Anzualdo Castro v/s Perú; Masacre de las Dos Erres
v/s Guatemala; Gelman v/s Uruguay; Chitay Nech y otros v/s Guatemala; Manuel Cepeda Vargas v/s
Colombia; y Gomes Lund y otros (“Guerrilha don Araguaia”) v/s Brasil; entre otros.

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