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1. Introducción:
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González, Antonio. Hacia una fundamentación de las ciencias sociales. (Punto 11. “ La razón crítica”.)
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que daremos de qué decir y de qué vivir en tanto que ámbito posibilitante y
capacitante, realizante y humanizante.
Otros pensadores de la realidad social como Compte, Marx o Weber, trataron de explicar
mediante leyes inmutables o bien bajo principios racionales, la acción del hombre en
sociedad, y desde esta idea de comprender y explicar los comportamientos de los grupos
humanos en sociedad pretendían lograr un esclarecimiento de lo real social que terminara
en una liberación política o por lo menos en una liberación de la racionalidad humana que
hiciera de lo social y lo humano el acto culmen hacia el cual podría conducirse en la
historia la humanidad.
De frente a estas pretensiones la propuesta de Zubiri nos hablará también de una libertad
entendida como autoposesión de sí y proyección de posibilidades en los que se mueve el
hombre respecto de otros hombres, además del conjunto de habitudes con las cuales el
hombre se va enfrentando con las cosas y como este sistema de habitudes puede irse
modulando bajo un sistema de respectos con los cuales el hombre se enfrenta y que
conforman lo real personal, social e histórico, sin embargo, lo que no hay que perder de
vista y que es lo que queremos rescatar del análisis que hace de la realidad social Xavier
Zubiri, es que esta realidad social es de suyo una realidad no dada de una vez para siempre
de una forma quietista e inmutable, sino que el análisis de Zubiri busca la forma de mostrar
cómo se va dando y cómo se va haciendo presente o actual lo que llamamos realidad social
y dentro de este horizonte cómo el hombre va dando de sí o bien cómo se constituye la
acción del hombre bajo el sentido de una praxis humana como generadora de posibilidades
de nuevas realidades.
Así pues, la teoría social que podríamos esbozar desde la visión Zubiriana responde ante
todo a la cuestión de la realidad, y más propiamente a ¿qué es la realidad social?, ¿cómo se
constituye esta realidad?, o bien ¿qué soporta a la realidad a manera de fundamento o de
ultimidad, irreductibilidad, primariedad y radicalidad?
En este sentido la realidad social como lugar de encuentro del hombre desde donde se da lo
humano, como una realidad demandante de explicitación, será el tema de Xavier Zubiri,
hilvanando para ello tanto una ontología, como una antropología y una epistemología,
2
dejando abierto la cuestión sobre el hombre y la sociedad para que se fecunde dicha
relación desde el campo de la filosofía y de las ciencias sociales.
Ahora bien, esta apertura a la realidad humana, en realidad es posible porque “de suyo”, el
hombre posee una “inteligencia sintiente” la cual le permite que cada hombre pueda
“hacerse cargo de la realidad”, así pues, la definición de hombre de Zubiri, “animal de
realidades”, es también, una definición epistemológica puesto que estar vertido a la
realidad, presupone que en ese contacto con la realidad el hombre va desarrollando y
descubriendo nuevas posibilidades de ser y conocer desde su capacidad intelectiva, la cual
es tanto sensitiva por ser orgánica, como física por estar referenciada desde un mundo
físico. Aquí es donde el hombre se encuentra entonces como “animal de realidades” con
una capacidad de “hacerse cargo de la realidad” , es decir, “cargar con la realidad” es
enfrentarse a la problemática social, al mundo, teniendo en cuenta que siempre se está de
frente a una estructura social que es posibilitadora de humanización.
3
Esta “humanización” es posible gracias a la misma “estructura de la realidad” la cual
decíamos es “dinámica” y que permite que la realidad se vaya “apoderando de sus mismas
posibilidades de ser real”, de igual forma el hombre es un ser de realidades humanas que
está abierto a este mismo apoderamiento ya que siempre estará abierto a la “con-vivencia”
social, al mundo de los otros, siendo con esto no otra cosa más que lo que es en su más
radical realidad, un “ser con los otros”, “desde los otros y para los otros”.
“Por ser inteligencia sentiente, el hombre está constitutivamente abierto a las cosas; por
sentir precisamente la necesidad de socorro, el hombre está constitutivamente abierto al
otro.” 2
Lo social en su esencia constitutiva es poder, es decir, no puede haber sociedad sin poder,
está es la línea de Zubiri. Lo radical del poder, y su ultimidad está en que el poder es social
toda vez que no existiría si no hubiera una relación de hombres, una relación vinculante que
hace que el hombre este bajo todo principio de realidad incardinado a su congénere, es
decir en su máxima radicalidad, el poder es formalmente una relación del hombre entre otro
mismo hombre, otro que no soy yo, pero que es otro que yo, es decir otro hombre.
Por otro lado, pero bajo un sentido muy similar en Hegel, la lógica del poder es la lógica de
la historia, o bien al contrario, la lógica de la historia es la lógica del poder, ello queda
expresado en la lógica del amo y del esclavo, bajo este sentido el poder se vuelve
dominación, y con ello se puede decir nacen las miserias de unos y la felicidad de otros,
pero ello, hasta que la miseria de aquellos se hace tan desesperada que buscaran de una u
otro manera obtener un poco de aquella pequeña felicidad, sin embargo este pretendido giro
de la miseria a esa pequeña felicidad no será pacifico, sino violento, violento en todos sus
sentidos.
Ahora bien, precisando, si Hegel ya había señalado que el poder y la historia van de la
mano, lo que podemos ver en ello, es el efecto historizador del poder, es decir, todo poder
historiza y en ese sentido le confiere a la historia una digámoslo así, una tesitura que
identifica y arropa lo social, es decir, el núcleo esencial y elemental que define lo histórico
es el poder, y este poder tiene la facultad de hacer real la historia, y más allá de darle
realidad a la historia tiene el mérito de proveer de sentido a la historia pero es un sentido
montado en una relación histórica que bien podemos decir se define por lo que podemos
llamar una naturalización de lo real, o bien una naturalización del poder y de la historia.
2
Zubiri, Xavier. Sobre el Hombre. Alianza Editorial, Madrid; 1986.
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circunstancia y esta tiende a considerarse como una realidad que de suyo es ya de por sí lo
real. Esto sin entrar verdaderamente a considerar que es de verdad o de suyo la realidad, el
poder, la historia y la sociedad.
En este sentido la historia no puede verse meramente como un proceso naturalizado, o bien
si ve como un proceso naturalizado hay que definir con mayor claridad cómo se va dando
ese proceso, y por otro lado, qué se va a entender por naturaleza.
Así por ejemplo, si decimos que hay algunos hombres que por naturaleza son esclavos y
otros son amos, como en su momento Aristóteles lo señaló en su libro de la política
entonces hay que ver cómo Aristóteles veía o entendía la naturaleza, y con ello nos
encontramos con una categoría muy específica y precisa de naturaleza, que es la categoría
que a Aristóteles le sirve para conferirle un sentido o un ropaje o bien decíamos una tesitura
determinada a una relación social.
Bajo esta categoría podemos entender una lógica del mismo poder y de la misma historia, y
con ello la sociedad y los hombres que la componen terminan adquiriendo una definición
de lo humano bajo el significado de una naturaleza humana que bien podemos llamar
igualmente esencia humana. Lo cual significa que hay hombres cuya esencia o naturaleza
es ser esclavizados o dominados y otros hombres que por naturaleza o por su esencia serán
los amos o los dominadores.
Todo ello nos llevaría a entender la historia como un proceso natural, en el sentido de que
es el despliegue de una naturaleza que por sí misma va ajustándose más y más a su propia
esencia, y así en el terreno de lo social encontramos situaciones que podemos ver como
elementos naturales de la misma sociedad y por ello podríamos decir que es natural que
haya algunos que sufran y natural que otros vivan del sufrimiento de los demás.
Así pues lo que es necesario averiguar es si este proceso naturalizador del poder sobre la
historia no está más bien justificando y legitimando las relaciones de poder que encubren
esta lógica de poder, y en lugar de ello encontremos una lógica más real y auténtica de lo
que es el despliegue de la realidad histórica y con ello la esencia de lo histórico y del poder,
es decir de la dinámica humana.
“El hombre como viviente, se nos presenta como una actividad constitutiva” 3
3
Ellacuría, Ignacio. Introducción a la Antropología filosófica de Zubiri. 1990. p. 111.
5
La acción y más propiamente la actividad constituyente definirán la ultimidad de lo
humano, siendo entonces que para llegar a comprender que despliegue tiene lo humano es
necesario ver que acciones son las que humanizan, o bien como va humanizándose el
hombre desde su propia actividad.
Un modo de entender esto de la actividad constituyente viene dada desde lo Zubiri llamara
habitud, es decir, un modo de ser activo, un modo de accionar o accionarse:
“Las acciones humanas nos remiten a las habitudes, a los modos propios que los
vivientes tienen de habérselas con las cosas” (ídem) Sin embargo hay un punto clave en
esto último, precisará Ellacuría a propósito del concepto de habitud de Zubiri, “Mientras lo
propio de cada acción es ser <comportamiento>, lo propio de toda habitud es ser
<enfrentamiento>”4.
Pero enfrentamiento a qué o a quienes, ¿al hombre mismo, a los otros, o a qué?, el mismo
Ellacuría responde:
“Todos los modos de habérselas con las cosas constituyen una habitud única:
enfrentamiento”5.
Así pues este enfrentamiento es un modo de habérselas con las cosas, y esta habérselas con
las cosas es su máxima habitud, o por lo menos la habitud más única, la que
fundamentalmente resulta ser en toda su extensión una sola y por ella misma en su unicidad
su valor más único.
Con esto que nos señala Ellacuría preguntémonos qué quiere decir realidad estimulante
para Zubiri, o bien, que nos pretende mostrar con esto, al decirnos que el hombre se define
por su capacidad de enfrentarse con las cosas desde una inteligencia sentiente, Ellacuría
más adelante lo expone así:
“La inteligencia está, por un lado, en continuidad perfecta con el puro sentir; pero,
por otro lado, situada por la estimulación en el ámbito de lo real, la inteligencia se ve
forzada por las cosas mismas a penetrar en ellas por todo el difícil y penoso esfuerzo en que
se despliega este primario enfrentarse con las cosas como realidad. Pero es siempre un
enfrentarse sentientemente; la totalidad de los actos intelectivos son formalmente
sentientes. La potencia intelectiva humana no puede ejecutar su acto de intelegir más que
en unidad intrínseca con la potencia sensitiva. Por eso, la inteligencia sentiente es la habitud
radical humana en su enfrentamiento con las cosas”7
4
Idem.
5
Idem.
6
Idem.
7
Ibid., p. 112.
6
Este enfrentamiento con las cosas o con la realidad para Xavier Zubiri es así:
“La inteligencia humana siente la realidad. No es una inteligencia que comienza por
concebir y juzgar lo sentido. La filosofía ha contrapuesto sentir e intelegir fijándose
solamente en el contenido de ciertos actos. Pero ha resbalado sobre la formalidad. Y aquí es
donde intelegir y sentir no sólo se oponen sino que, pese a su esencial irreductibilidad,
constituyen una sola estructura, una misma estructura que según por donde se mire debe
llamarse inteligencia sentiente o sentir intelectivo. Gracias a ello, el hombre queda
inadmisiblemente retenido en y por la realidad: queda en ella sabiendo de ella. Sabiendo
¿qué? Algo, muy poco, de lo que es lo real. Pero, sin embargo, retenido constitutivamente
en la realidad. ¿Cómo? Es el gran problema humano: saber estar en la realidad”.8
Dice Ignacio Ellacuría que lo que se debe plantear filosóficamente por qué la materia está
en movimiento, cuestión que él realiza de la mano de Zubiri, ya que para Zubiri, el
movimiento es una manifestación de la realidad.
En este sentido dice Ellacuría lo siguiente: “Toda realidad, en tanto que realidad, se nos
muestra como dinámica. Toda realidad es algo que “da de sí”, de modo que el dinamismo
primario no es sino el dar de sí de la estructura”9.
Con estructura, Ellacuría se refiere a las notas constituyentes y respectivas que conforman
la realidad, y más propiamente la realidad material valiéndose de lo que Zubiri considera
como materia, al momento en que Ellacuría nos habla de lo que él considera es la
materialidad de la historia, misma que lo lleva a hablar de dinamismo, un dinamismo que
no se da sin la materia y mejor dicho, es parte intrínseca, formal y constituyente de la
materia, con lo cual nos podemos dar una idea de cómo es concebida dentro de un todo de
la realidad la forma de la estructura material.
8
Zubiri, Xavier. Inteligencia y razón. Alianza, Madrid. 1983. p 351.
9
Ibid. p. 58.
10
Ibid. p. 52.
7
Con esto Ellacuría nos señala que lo propio de la realidad es su constitutiva realidad
material y estructural, montada sobre la base de que esta misma realidad material, no es
sino dinamismo, desde su propia configuración estructural.
Bajo este aspecto es importante considerar lo que significa que el dinamismo dentro de la
historia sea algo propio que va dando de sí la misma realidad y no algo que de forma
espontánea o mágica surge y afecta así de forma misteriosa a la realidad sin saber bajo qué
intención o sentido, sino que va surgiendo dentro de la misma configuración que de la
realidad se va dando.
Bajo está idea de respectividad sistémica de cada cosa, Ellacuría retoma la noción de Zubiri
de sustantividad, la cual se presenta como la característica que define a un conjunto o
sistema de notas que se encuentran en cada cosa, siendo el conjunto de notas universales, la
sustantividad universal o bien la “plena sustantividad” la cual es sólo característica del
“cosmos”, en el sentido de conjunto universal de cosas reales, con esto Ellacuría sostiene
que la realidad primaria del cosmos es ser dinamismo.
Queda visto pues, que la realidad como sustantividad está montada sobre el sistema de
notas, y a su vez esta notas están en interacción constante entre sí, a modo de una
respectividad interminable, que constituye lo propio del “dar de sí”, un dar de sí que en
respectividad se vuelve dinamismo, y en donde se puede decir que el núcleo del dinamismo
es el mismo sistema de notas que constituye lo real.
11
Ibid., p. 59.
12
Idem.
13
Idem.
8
concebirse como tensidad. Toda realidad intramundana está en tensidad, en dinamismo
respectivo”.14
Para Ellacuría, en la materia está la clave del movimiento, “La materia es en sí misma
poder, potentidad; las propios notas estructurales contienen más dinamismo del objetivado
por así decirlo, en las propias notas. De ahí que el proceso material sea un auténtico
despliegue; el dinamismo, en cambio es el despliegue, y lo que está plegado es el poder de
la materia”.16
“La cosa real es en esta caso más de lo que actualmente tiene en sus notas…Por esto
es por lo que la materia es esencialmente innovante”.17
14
Ibid., p. 69.
15
Idem.
16
Idem.
17
Ibid., p. 62.
18
“Para Ellacuría, la historia se presenta como un crecimiento de la libertad, a través de un proceso de
liberación progresiva de la naturaleza y de toda suerte de condicionamientos materiales, sociales y políticos”.
Cf. Samour, Héctor. “Filosofía y libertad”, en Ignacio Ellacuría: aquella libertad esclarecida. UCA Editores,
San Salvador; 1999. p. 103.
19
Calidad de vida, “Quality of life”, o Bien estar “Well-being”, son conceptos que varios pensadores en el
ámbito político, económico y filosófico han estudiado en los últimos años bajo la perspectiva del desarrollo de
los países con más poder económico, pero que no por ello se centran en indicadores exclusivamente de tipo
económico como el PIB, sino que intentan discutir el problema desde un ámbito más integral, algunos de ellos
son Martha Nussbaum y Amartya Sen, este último, destaca por su relevancia en el enfoque que plantean los
estudios sobre el concepto de Desarrollo Humano en los reportes PNUD de las naciones unidas. Cf.
Nussbaum, Martha C. y Sen, Amartya, comp. La calidad de vida. Ed. FCE, México; 1996.
9
Lo mismo cabe decir de la filosofía occidental, particularmente desde el siglo IV antes de
Cristo, con Platón y Aristóteles que enmarcan el pensamiento griego de la filosofía clásica
y su preocupación por alcanzar el bien o la virtud en el plano personal como social.
Este patrón civilizatorio con toda la amalgama de procesos y referentes, han tenido un
influjo notable en los procesos de europeización de los países de Latinoamérica, en donde
podemos decir que destaca el conflicto entre la “tradición” de los pueblos nativos
conquistados que asumen un discurso montado sobre otras tradiciones, otras tradiciones que
a su vez son la manifestación de lo que se llamará la “Modernidad” de los pueblos
conquistadores y colonizadores.
Con este velo de “Modernismo” y lo que éste representa, es cuando hablamos de los
problemas y asuntos urgentes dentro del área de Latinoamérica surgiendo con ello la
cuestión ineludible de lo histórico, entendiendo por histórico entre sus muchas acepciones,
el conflicto entre el poder, la dominación y la sujeción de los pueblos y su explotación bajo
un esquema de direccionalidad civilizatoria, dejando tras de sí el conflicto entre formas de
imposición y poder, y formas de respuestas y acción de pueblos dominadores y de pueblos
dominados. 21
Esto nos lleva a plantear una problemática en particular, y es la forma propia de relación
del hombre con la realidad socio-histórica, especialmente la imbricación del hombre
dominado, alienado y subsumido por estructuras de poder y sus posibilidades de realidad y
libertad.
Ahora bien, esta relación, posee la característica de ser no sólo personal sino también
comunitaria, es decir, sus alcances no se detienen en un ámbito acotado y disminuido de lo
real, como podría considerarse la dimensión de la persona, sino que envuelve aspectos que
20
Cf. González, A. (ed.), “Hacia una fundamentación de las ciencias sociales“, en Para una filosofía
liberadora, San Salvador, 1995, pp. 65-96.
21
Cf. Ibáñez, Alfonso. “Una modernidad desgarrada” en Pensar desde Latinoamérica: ensayos sobre
modernidad, democracia y utopía. Ed. UdeG, México; 1999. p. 135-139.
10
rebasan lo meramente individual; a su vez, por otro lado, esta misma tensión dinámica, nos
lanza a contemplar el horizonte de la realidad socio-histórica como el horizonte de la
realidad personal y el horizonte de la realidad personal, como el horizonte de la realidad
socio-histórica entre la dominación y la libertad.
Héctor Samour señala junto con Antonio González, lo siguiente acerca de Ellacuría, para
referirse al rumbo filosófico que tomará éste último, partiendo de Zubiri y de su obra
“Estructura dinámica de la realidad” para desarrollar de forma propia una filosofía de la
realidad histórica:
<“Los análisis realizados por Zubiri sobre los dinamismos de la materia concluyen
que en la historia se hacen presentes todos los demás dinamismos de lo real, pero, a su vez,
estos otros dinamismos quedan afectados por la historia, “lo cual significa que el mundo, la
realidad en tanto que mundo, es constitutivamente histórica”22.
Samour, precisa más al respecto: “La perspectiva que se abre con esta determinación de lo
trascendental es la perspectiva de “la imbricación entre realidad e inteligencia, entre
hombre y mundo”, que es justamente la historia. La historia definiría el tercer horizonte de
la filosofía, distinto del horizonte helénico como del horizonte de la modernidad,
posibilitando así una nueva concepción de la ultimidad o de lo último de la metafísica”25.
22
Cf. Op cit., p. 108.
23
Ibid.
24
Ibid, p. 109.
25
Ibid.
26
Ibid., p. 110.
11
Así pues, vale la pena detenemos a profundizar ante esta imbricación con nuestra realidad
mundo, desde donde se puede ir viendo cómo se va modificando o transformando este
mundo, y a su vez, cómo nos vamos modificando nosotros con él, o bien, nuestros deseos
de modificación de ampliación, de realización y liberación, van siendo las posibilidades de
liberación de la realidad mundo que nos toca vivir, y en particular la realidad de pueblos
latinoamericanos, que es una realidad que vive entre dos tensiones fundamentales:
Lo que se asoma ante esta tensión histórica según alcanzamos a ver, es fundamentalmente
el hecho de que se puede recoger una tradición histórica que forma parte de la identidad de
los pueblos latinoamericanos, y con ello sus posibilidades de desarrollo histórico,
enmarcados en el discurso del progreso económico y la consolidación de sociedades
democráticas y libres, montadas a su vez sobre los presupuestos del respeto de los derechos
humanos y las garantías civiles.
Por otro lado, se declara a su vez, toda pretensión de progreso y desarrollo histórico
universal como una imposición violenta e inmoral sobre los pueblos subdesarrollados
puesto que verdaderamente lo que ocurre es el encubrimiento de un sistema que opera sobre
una pretendida realidad emancipadora cuando de fondo lo que existe en esencia, es una
relación disimétrica de poderes que permite el desarrollo de unos cuantos sobre la miseria
de los más, tal y como lo podemos atestiguar en el mapa social y económico del mundo y
de los pueblos actuales.
De fondo pues, lo que tenemos es una tensión entre asumir o no, un discurso emancipador y
modernista28, que implica por un lado, aceptación de un modelo cultural de vida con sus
27
A propósito de esto veáse Ibáñez, Alfonso, en “La ética del discurso en América Latina” en Op. cit.
“…América Latina no se halla simplemente en la premodernidad ni tampoco somos antimodernos o
posmodernos, pese a que podamos recoger algunas críticas negativas de la modernidad. No podemos ser
posmodernos en medio de la miseria de un pueblo que necesita luchar por la vida, pero tampoco podemos
intentar sin más la plena realización del proyecto moderno…” Op. Cit. p. 175
28
A propósito del discurso modernista, este se puede enmarcar en la propuesta la Modernidad pretende
instaurar un sentido de “cambio constante” y de “búsqueda del mañana” en todo proceso social, dicho
discurso se contrapondría al discurso de la tradición, el cual pretendería mantener el sentido del pasado,
dándole con ello un sentido de no sólo de arraigo, sino de “inmovilidad”. Desde la tradición, el discurso
auténtico y legitimo sería el de la inmovilidad, siendo que lo móvil, lo cambiante, es lo ilegitimo, es decir, la
Modernidad; tenemos pues dos tensiones fundamentales que desdibujan la creación de un discurso-sentido de
orientación de la vida.
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respectivos referentes y su tradición filosófica y sociológica, y por el otro, la negación de
dicho discurso, pero su negación por el hecho mismo de su incumplimiento y su
irrealización.
A este respecto rescatamos lo que dice Samour sobre el programa filosófico de Ignacio
Ellacuría para América Latina:
Este trabajo intenta, desde estas dos tensiones fundamentales, proyectar una nueva síntesis
que se apropie de uno, como de otro, pero sin quedarnos allí, sino encontrando un nuevo
referente mucho más acabado y elaborado, que no niegue las posibilidades de realización
de un proyecto de vida humana, pero que tampoco se llegue a una aceptación incondicional
del progreso social e histórico sin más.
Ante este contexto, es como nos podríamos acercar al problema de lo que se ha llamado el
“dinamismo social e histórico” y la emergencia de la “praxis histórica” bajo el despliegue
de ir “creando posibilidades de humanización”.
5. Conclusiones.
La atención se centra entonces, sobre lo que estos dinamismos plantean de suyo dentro del
ámbito del sujeto y la relación con su mundo, planteando con ello en el campo de lo social
y de lo filosófico, el problema de la “praxis”, entendiéndola someramente como la
29
Cf. Op. cit. p. 137
13
capacidad de acción y compromiso del sujeto con la realidad social y con la transformación
de esta realidad.
En cuanto al problema de la praxis, que exige tanto un análisis social como filosófico por
cuanto compete a la actividad humana, implica de suyo, la capacidad de incidir en la
realidad social, lo cual es un problema que igualmente plantea el compromiso con el tiempo
histórico propio, pues desde donde se gesta la realidad social, ésta, no deja de estar montada
sobre una temporalidad específica, concreta y determinada.
Así pues, unidos el análisis social y el análisis filosófico, bajo la perspectiva imbricadora
del hombre con su mundo, se plantea la importancia de la praxis histórica como un
elemento común del cambio, el cual es a su vez es una forma particular de dinamismo
socio-histórico.
Con esto, el problema del cambio socio-histórico pasa por ser también un problema socio-
político, es decir un problema montado sobre el compromiso con la realidad social, en tanto
hombre con los demás y en tanto hombre desde los demás, es decir, un compromiso desde
una realidad histórica que es política.
Ahora bien, dicho de otro modo, este compromiso se puede considerar de fondo, no sólo de
forma sociopolítica, sino también de forma ético-política, en donde cada individuo está
imbricadamente comprometido en su “común-unidad”, es decir, con su otredad, con la
radicalidad de lo social, y con la radicalidad de su mundo, es decir con su “ethos” (casa) y
su “polis” (ciudad), en la generación y creación de oportunidades de vida.
Se trata más bien, de plantearnos la necesidad de buscar desde “otro referente filosófico”,
cómo es que se puede lograr un proceso de “creación de posibilidades de vida humana”, es
decir, de humanización, el cual implique mejoría tanto personal como comunitaria en
libertad, fundamentado en una propuesta metafísica de la realidad histórica.
14
Referencias bibliográficas:
González, Antonio (ed.), “Hacia una fundamentación de las ciencias sociales“, en Para una
filosofía liberadora, San Salvador, 1995.
Nussbaum, Martha C. y Sen, Amartya, comp. La calidad de vida. Ed. FCE, México; 1996
15